Terror cuentos psicologia karina calleja

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HISTORIAS DE TERROR

KARINA CALLEJA CRUZ Karina calleja cruz.


Karina calleja cruz.


ÍNDICE:

LA CASA DE LA BRUJA EL INTERNO 66 LA FIESTA DE DISFRACES NO ABRAS LA PUERTA LA NIÑERA NO ME DEJES SOLA LAS LUCES EL ANIVERSARIO ALGUIEN OBSERVANDO

Karina calleja cruz.


PROLOGO:

ESTE LIBRO REÚNE DIFERENTES HISTORIAS DE TERROR Y MISTERIO CON LAS QUE EL LECTOR EXPERIMENTARA EMOCIONES ATERRADORAS, LAS CUALES LE PONDRÁN LOS PELOS DE PUNTA O DISFRUTAR DE UN RATO INTERESANTE LEYENDO ESTAS HISTORIAS FICTICIAS O TAMBIÉN REALES.

Karina calleja cruz.


La casa de la bruja A las afueras de Tijuana corría el rumor bastante recurrente de la existencia de una casa en la que habitaba una bruja. Aunque esto causaba un tremendo miedo para multitud de lugareños, no ocurría para nada lo mismo en el caso de infinidad de turistas que querían visitar el lugar. Una joven guía, ofrecía la opción de conocer el lugar. No obstante, nadie había conseguido verla y los que lo hicieron, nunca más volvieron a ser vistos. Una pareja estadounidense procedente de Boston, decidió comenzar una ruta por diferentes municipios de México y entre ellos, una de las paradas prácticamente obligatorias, fue la de conocer esta hermosa ciudad. Cuando la pareja llegó al lugar y se enteró de las noticias que eran contadas en cualesquiera de los bares por los que pasaban, comprendieron que tenían que ver con sus propios ojos aquella casa en la que, al menos aparentemente, habían sucedido extraños sucesos que resultaban inexplicables para la mayoría de científicos. Emily, era la guía que con gusto acompañaba a los turistas que deseaban conocer la historia verdadera de la casa. De hecho, frecuentemente falseaba datos y añadía los que ella quería, para darle mayor notoriedad de la que ciertamente tenía el lugar. Sin embargo, tenía un horario que cumplir y no le gustaba quedarse por los alrededores al anochecer. El día que los turistas contactaron con ella, era lluvioso, había una niebla que imposibilitaba ver que sucedía alrededor y ello generaba una sensación bastante siniestra de solo pensar el sitio en el que se encontraban y también, algunas historias que contaban de él. La mujer que se llamaba Marian, empezó a sentir un gran pánico de solamente recordar algunas de las historias que le habían sido contadas tanto por las gentes del lugar, como por Emily y quiso marcharse del sitio, aunque su esposo la convenció para dar un paseo prometiéndole que no pasaría nada. Mientras Emily estaba hablando por el celular con un compañero suyo, los turistas se adentraron en el bosque. Llegado un punto, la mujer del turista puso su mano sobre el hombre de su marido y éste la respondió igualmente. Sin embargo, al volverse para abrazarla se dio cuenta que era una mujer de otra época.

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Pronto recordó las historias de la bruja y cómo ésta se había llevado a su mujer sin él percatarse. Rompió a llorar pero no brotaron las lágrimas de sus ojos porque no podía, trató de gritar pero le resultaba imposible y andar tampoco podía hacerlo. Entonces, cerró los ojos y aceptó sus circunstancias, había desafiado los consejos que les dieron por curioso y no podía hacer otra cosa. 30 minutos después, era el momento de reunirse de nuevo con los excursionistas, fueron llamados pero no aparecieron para regresar. Con la llegada de la policía al día siguiente, solamente hallaron sus carteras y mochilas. Manos al fondo de la cama Rene era una joven que se encontraba en plena infancia y le encantaba, entre otras cosas, dormir con su madre por las noches porque se sentía inmensamente protegida a su lado. De hecho, solían dormir juntas, abrazadas, hasta que la chica cumplió algunos años y dejaron de hacerlo. Una noche mientras dormían juntas, la chica se quedó perfectamente dormida y su madre, aprovechó para acudir al cuarto de baño y regresar tiempo después a la cama con su hija. Mientras que su madre se encontraba en el baño, aunque Irene no lo sabía porque no se había enterado de sus movimientos, notó cómo tiraban de la sábana que ambas compartían. La chica, que estaba soñando y realmente dormida, no pudo evitar decir, mamá deja de tirar de la sábana que tenemos que compartirla. A lo que su madre le respondió que dejase de soñar porque ella estaba en el baño y solamente era un sueño. Por ello, continúo durmiendo como si no hubiese sucedido nada y se calmó rápidamente ante tales palabras. A la mañana siguiente, cuando se levantaron para desayunar juntas en compañía de su padre que regresaba de un largo viaje en Canadá con la empresa, la chica comentó lo sucedido la anterior noche, pero su madre le restó relevancia y supuso que simplemente se trataría de un sueño. Cuando llegó la noche siguiente, y la madre de Irene se fue al dormitorio conyugal para dormir con su marido, la chica experimentó un conjunto de sueños y pesadillas que no alcanza a entender. De hecho, cuando su madre se levantó y acudió al dormitorio para despertarla, solamente había un pequeño atisbo de una lucha sucedida durante el devenir de la noche, y las sábanas estaban repartidas por la habitación. Al correr las cortinas, se dio cuenta que la ventana se encontraba abierta de par en par y lamentablemente, alguna persona había accedido al dormitorio de la niña para llevársela consigo. Karina calleja cruz.


Pese a que los investigadores en general, intentaron dar con la niña desaparecida no pudieron hacerlo y solamente se pudieron encontrar, el reloj que llevaba la noche mientras dormía, unas zapatillas suyas de caminar por casa y la fotografía que tenía con sus padres. Si en algún momento durante noche notas que alguien tira de tus sábanas, lo mejor que puedes hacer es encender la luz y gritar bien fuerte, algo se esconde bajo tu cama y podría llevarte para hacerle compañía a la solitaria Irene que habla con bastantes pocos seres humanos. ¡No se te ocurra jugar con la ouija Sara era una chica bastante corriente. Sin embargo, sentía una gran fascinación por todo tipo de juegos relacionados con lo oculto como era el propio caso de la denominada como ouija. Un viernes, decidió que era el momento de quedar con varias de sus amigas de la facultad donde estudiaban para iniciarse en el juego de la ouija. No obstante, lo que ni ella misma, ni tampoco sus propias compañeros conocían, es que aquello que para ellas era simplemente un juego, se tornaría en su contra con el transcurso de las sucesivas semanas. Una semana más tarde, el carácter de Sara se fue haciendo cada vez más rudo, su manera de vestir también cambió y las personas de su entorno, empezaron a percatarse que algo había cambiado en la joven desde una semana atrás. Al mismo tiempo, sus amigas, Irene, Laura y Lola, que también habían participado con Sara del juego de la ouija, fueron conscientes que Sara se estaba convirtiendo en una chica renovada, aunque no le dieron mayor relevancia que la que tenía.

Un conjunto de conjeturas de sus amigas se fueron confirmando cuando Sara las invitó a participar de otra nueva sesión. Con la llegada de la medianoche, comenzaron como en la anterior reunión a preparar los utensilios que usarían para esta nueva reunión. Sin embargo, Sara sorprendió a las asistentes al ver que sacaba extraños símbolos y los colocaba alrededor de las chicas, aunque ellas se asustaron y solamente se quedó Lola con ella, las demás marcharon. A los pocos días, el resto de amigas que no habían intervenido en la nueva sesión de ouija, es decir, Irene y Laura, entendieron que no se trataba de una circunstancia normal, sino que era bastante atípica, al ver que tanto Sara como Lola habían cambiado no solo su manera de vestir, sino también la de relacionarse con el resto de compañeros de facultad e incluso conformaron un nuevo grupo de amistades, que nada tenían que ver con sus respectivas personalidades. Karina calleja cruz.


Las chicas decidieron acudir a sus familiares para exponerles el caso, pero cuando llegaron a las casas, el ambiente interior de la familia se encontraba realmente distinto. A partir de aquel preciso instante, entendieron que la situación se tornaba cada vez más preocupante, acudieron a una iglesia cercana e invitaron a un párroco conocido a que acudiese a la casa de estas personas para que él, resolviera el problema. Aquel hombre entró en una de las casas con un escalofrío recubriendo su cuerpo nada más acceder a la vivienda y cuando salió, sorprendió a las jóvenes porque se había quitado el hábito y vestía vaqueros.

EL INTERNO 66 Como todos los días, por la mañana me encuentro con varios compañeros de quinto grado para ir caminando hasta la escuela. Carlos, mi compañero de banco, el más alto y corpulento del curso. Tavo, flaquito y pálido, siempre con miedo a todo. Andrés, el carilindo, le decimos el Facha, por el que todas las chicas suspiran, y yo, Martín. Siempre salimos temprano, para ir charlando tranquilos y siempre pasamos por un lugar maravilloso. En realidad, nunca entramos y desde la calle apenas podemos ver algo. El predio debe ocupar unas dos manzanas. Está rodeado de un paredón altísimo, pero una reja flanquea la entrada. A través de la reja podemos ver estacionados, decenas de colectivos destartalados. Dice mi papá que cuando los colectivos tienen un accidente o el choque es muy grande, muchas veces no conviene arreglarlos porque es muy caro, entonces los remolcan hasta ese depósito y los usan como repuestos para otros vehículos. La verdad es que solo vimos entrar o salir a un señor que llega por las mañanas que parece ser el cuidador. Para nosotros es como un parque de diversiones inaccesible al que miramos con la pretensión de poder ingresar sin pagar entrada. Muchas veces es nuestro tema de conversación. Que por donde se podrá entrar, que qué pasaría si saltáramos la reja, que si el señor lo cuidará día y noche, y así continuamos divagando sobre la posibilidad de introducirnos en el preciado depósito vehicular. Por la tarde, al volver de la clase de gimnasia, vimos que el cuidador estaba cerrando la reja y luego se iba caminando despacito hacia la parada de colectivos. Carlos, vio al instante una oportunidad.- ¿Y si entramos? Nos preguntó entusiasmado. Karina calleja cruz.


-No, mejor nos vamos, dijo Tavo con esos ojos de cordero miedoso. -¡Si! ¡Dale, entremos! Se entusiasmó el Facha. Yo miré el reloj y vi que todavía era temprano. ¡Total! ¿Cuánto tiempo tardaríamos en dar una vuelta?, con una hora alcanza y sobra, pensé. Carlos ya estaba montado en lo alto de la reja y nos daba una mano para ayudarnos a treparla. Tavo, como siempre, fue el último. Enganchó la pierna en el travesaño y mientras trepaba repetía: -Nos van a agarrar, va a venir la policía, nos van a dar una flor de paliza. Carlos enojado le gritó-¡O te callas o te vas! Ya estábamos todos adentro. Era un paraíso. Colectivos de todos los colores y de todas las líneas, acarreando tremendos choques. Algunos hacía rato que estaban allí, por el óxido de los hierros. Otros parecían más recientes. Había varios incendiados. Nos llamó la atención el interno 24 de la línea 106. Todo el frente y el lateral derecho destrozado. ¿Qué habría pasado? No quedaba una ventanilla sana de ese lado y los asientos, tapizados en cuerina negra, estaban destrozados. El accidente debió ser terrible. El interno 24 estaba medio inclinado, pero igual entramos a mirar. Todos menos Tavo, que se quedó petrificado en medio del playón. Una niebla espesa comenzó a descender. ¡Qué humedad!, pensé. En el interior, encontramos entre los hierros retorcidos de los asientos desencajados, un chupete, un zapato, anteojos rotos, un diario, otro zapato de mujer. Había vidrios del tamaño de la sal gruesa desparramados en el interior. Un escarpín de bebé colgaba del espejo retrovisor del conductor. Pensé que posiblemente eran las pertenencias perdidas de los pasajeros. Un grito nos sobresaltó. Salimos disparados a la carrera. Era Tavo. -Algo se movió allá atrás. ¡Vayámonos!. Dijo asustado. Carlos preguntó: -¿Por dónde? -Atrás del 88. Vi algo que se movió. Me quiero ir. El Facha, le dijo -Es temprano todavía. -¡Vamos a ver! y salió corriendo hacía el sitio señalado, seguido a corta distancia por Carlos que estaba a sus anchas. Yo también tenía ganas de ir a investigar pero lo vi tan alterado a Tavo que decidí quedarme un rato con él y ver qué pasaba. Karina calleja cruz.


Transcurrieron unos minutos y la impaciencia me estaba afectando. ¿Y? Grité con todas mis fuerzas. -¡Vengan, Vengan! se escuchó la voz de Carlos. Lo agarré del brazo a Tavo y le dije: -Vamos a ver. -¡No! ¡No quiero! protestó -!O venís o venís!. Le dije y lo arrastré contra su voluntad. Había un colectivo en perfectas condiciones. El interno 66 de la línea 60. Carlos y el Facha se habían acomodado en su interior. Carlos estaba sentado al volante cual conductor profesional. Subimos y nos sentamos en los primeros asientos. Todos reíamos divertidos. Hasta Tavo parecía contento con el descubrimiento.. De repente se cerraron las puertas automáticamente. -¿Qué tocaste? Le grité -¡Nada! ¡No toqué nada!!Te lo juro! De pronto se encendieron las luces. -¡Algo tocaste! Le dijo el Facha. Carlos sorprendido gritó: -¡Te juró que no! Y como un resorte saltó de la butaca del conductor para sentarse junto a nosotros, en los asientos de pasajeros. Nos miramos todos extrañados. Tavo comenzó a transpirar de los nervios y a restregarse las manos. No habíamos salido de nuestro asombro cuando el motor comenzó a rugir. La palanca de cambios se movió como por arte de magia y el colectivo comenzó a avanzar lentamente por el playón, conducido por quién sabe quién. El chofer fantasma puso segunda y avanzó a mayor velocidad. Luego tercera y finalmente pasó en pocos segundos a cuarta. El colectivo avanzaba por el playón, rodeando otro grupo de vehículos estacionados en el centro del mismo a gran velocidad. Teníamos que sujetarnos fuertemente de los asientos para no caernos. Tavo lloraba y gritaba sin parar. Pronto los cuatro acompañamos sus gritos a coro. A nuestros gritos se sumaron risas fantasmales que agregaron pánico a esa experiencia descontrolada. De pronto sonó el timbre de la puerta trasera. El chofer fantasma redujo la velocidad, la puerta trasera se abrió y se cerró en segundos para volver a tomar carrera rápidamente.

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Los cuatro, impávidos sin saber qué hacer, veíamos caer la tarde en nuestro viaje misterioso a ninguna parte. La velocidad impedía que pudiéramos pararnos. Carlos comenzó a arrastrarse por el piso mientras se sujetaba de los asientos y tomando a Tavo del brazo lo obligó a tirarse al piso hacia la puerta trasera. De repente, escuchamos nuevamente el timbre de la puerta trasera, era nuestra oportunidad de escapar. Carlos ya estaba con Tavo junto a la puerta. El colectivo redujo la velocidad, frenó y la puerta se abrió. Carlos y Tavo se arrojaron del colectivo. El Facha y yo no llegamos a tiempo ya que la puerta volvió a cerrarse en segundos. Carlos y Tavo que estaban a salvo, nos miraban espantados desde el playón. Y nosotros continuamos nuestro viaje estirados en el piso junto a la puerta trasera, entre las carcajadas de los espectros que nos acompañaban, con la esperanza de que alguno tocara el ansiado timbre. La noche se acercaba. Mientras tanto, Carlos Y Tavo arrastraron un par de cubiertas para depositarlas en medio de esa pista macabra con la intención de detener al interno 66. Pero el fantasma maniobró esquivando el obstáculo con destreza mientras lanzaba una carcajada que resonó como un tambor. Pensé que jamás podríamos abandonar esa máquina siniestra ya que el timbre no volvió a sonar. Carlos seguía tramando la manera de detener al colectivo. Entonces, se paró a un costado y estiró el brazo. El chofer detuvo su marcha y abrió la puerta delantera para permitir su ingreso. Pero Carlos no subió. El chofer, entonces, volvió a acelerar en loca carrera. Con el Facha nos arrastramos hacia la puerta delantera y esperamos. Nuevamente Carlos estiró el brazo en un nuevo intento por detener la alocada marcha. El chofer frenó y abrió la puerta delantera. Ahí nos abalanzamos y nos arrojamos rápidamente. Estábamos a salvo. Un poco magullados, pero vivos. Salimos corriendo, trepamos la reja del portón y llegamos a la calle. Cuando miramos hacia atrás. El interno 66 de la línea 106 estaba estacionado en el lugar de siempre.

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LA FIESTA DE DISFRACES Aurora era una prima segunda o tercera de mi mamá, Ya estaba en sus setenta, pero no se le notaba porque desbordaba energía. Siempre alegre, siempre jovial, era el alma de cualquier reunión. Si bien vivía sola, porque no quería molestar, continuamente se preocupaba por hacer felices a todos los que la rodeaban. Ella era la que organizaba fiestas sorpresa para agasajar a sus familiares y amigos. Era la que siempre estaba cuando alguno estaba bajonado o triste. La que corría a cuidar al primero que se enfermara. Aurora era un comodín o una scout, siempre lista. Jamás se quejó porque el dinero no le alcanzaba ni porque le dolía la uña o un dedo. Si alguien necesitaba algo, sabía que Aurora no le iba a fallar. Pero un buen día, Aurora no apareció por casa a la hora de costumbre, un rato más tarde recibimos un llamado del Hospital. Aurora se había descompensado y estaba internada en estado delicado. Estuvo varios días en terapia intensiva y luego la trasladaron a habitación común. Nos turnábamos para acompañarla en los horarios de visita y para darle de comer, aunque se negaba. Una mañana, la encontré sentada, muerta de la risa, conversando con no se sabe quién, porque la verdad es que en la habitación no había nadie. Sentí que un frío helado recorría mi cuerpo. Ella mantenía la charla, se reía a carcajadas y yo me desesperaba por no saber que hacer, ya que me ignoraba por completo. De pronto las luces se apagaron y volvieron a encenderse. Atribuí el desperfecto a una falla eléctrica. Aunque a mi me causaba una gran inquietud, las enfermeras entraban y salían de la habitación sin darle importancia. Le pregunté al médico sobre el raro comportamiento de Aurora y contestó que probablemente sería el efecto de la medicación. Así continuó día tras día, charlando animadamente con sus visitantes imaginarios, hasta que una mañana logré interrumpir la conversación. Aurora me dijo: - Me están organizando una fiesta de disfraces. -¿Quiénes? Le pregunté entre tímida y asustada. Karina calleja cruz.


-Toda esta gente que vino a verme. ! Son tan divertidos! -¡Toda esa gente!, ¿Qué gente? Si no fuera por esa sensación extraña de estar siendo observada por espíritus que me invadía, podía llegar a pensar que Aurora se había vuelto loca. -¿Y Cuándo será la fiesta? Le contesté, siguiendo la corriente. -Espera que les pregunto. ¡Y les preguntó! Se sonrió mientras yo esperaba la respuesta. La situación me producía escalofríos. Eso de estar junto a una persona que conversa mirando fijamente a la pared no me causaba ninguna gracia. Más bien me producía temor. -El sábado 23 a las seis de la tarde. Están todos invitados. Vos, Inés, ocúpate de la comida. Hace tarjetitas invitando a todos. No te olvides de Poroto, a ella siempre le gustaron las fiestas de disfraz. -No sé si nos van a dejar. Esto es un hospital. -Dicen que no va a haber problema. Que las organizan todos los días. ¡Ah! Y que vengan todos con sombrero. Es el requisito para entrar. Yo no entendía nada de nada. No sabía si estaba viviendo un sueño o una pesadilla. Pero, por si acaso, les avisé a todos los conocidos. Al día siguiente, estaba más animada. La fiesta resultó un estímulo importante en su recuperación. No paraba de hablar, aunque tanto tiempo en el Hospital la había hecho perder la noción del espacio. Pensaba que estaba en su propia casa y me pedía que le alcanzara tal o cual cosa que estaba en tal o cual lugar. -¿Y vos de que te vas a disfrazar? Le pregunté. -¡Ah! No lo pensé. Buena pregunta…. -Decídete, porque me va a llevar tiempo conseguir los disfraces. -¿Qué te parece de Hada? ¿Es muy común? -No, Está bien. Si te gusta de Hada, serás un Hada. Respondí. -Trae un sombrero bien puntiagudo. Que le salga bastante tul de la punta y pégale estrellitas brillantes. -Está bien. Le dije, -Como vos quieras. Estaba dispuesta a darle todos los gustos. Aurora se merecía eso y mucho más. Karina calleja cruz.


Cuando salí, en la puerta del Hospital había un grupo de gente disfrazada. Este parece ser un Hospital fuera de lo común. Tenía razón Aurora. Las autoridades no tienen ningún problema ante la organización de este tipo de eventos. Cuando le comenté a la enfermera de turno acerca de la fiesta del sábado me miró sorprendida. Miró a Aurora, me miró a mí. Volvió a mirar a Aurora y dijo: -Yo pensé que estaba mucho mejor. Y agregó: -¿A qué hora? -A la noche. Alrededor de las ocho. Entonces, hizo una mueca con los labios. -Justo es mi turno, dijo. Gracias por avisarme, así me preparo para lo peor. Luego se dio media vuelta y se fue. -¡Qué comentario raro!, ¡Qué mala onda! !Seguro que no le gustan las fiestas! Me dije. Era obvio que estaba mejor, sino no íbamos a organizar una fiesta. Puse manos a la obra. Alquilé un disfraz de Hada para Aurora. Personalmente armé el sombrero tal como ella lo quería. Luego, con unas telas viejas improvisé disfraces para toda la familia. No tuve tiempo para cocinar, así que encargué sándwiches y masitas en una confitería. Nos encontramos todos los amigos, vecinos y familiares en la puerta del Hospital. Cada uno debía traer la bebida que consumía. Subimos tratando de guardar el mayor silencio posible. De pronto recordé que con el apuro de preparar todo y cargar el auto con la comida me había olvidado el disfraz de Aurora en casa, colgado de una percha. Me invadió la desesperación. Ya era la hora. ¿Cómo podía haber olvidado lo más importante? -¡Un momento! Dije. ¡Me olvidé el disfraz de Aurora! -Todos me miraron con cara de reproche. ¿Y ahora qué hacemos? Dijo mi mamá. -! Yo voy a buscarlo! Gritó Tomás Pero ya habían abierto la puerta de la habitación. La cama estaba vacía y no había ninguna enfermera cerca para preguntarle que sucedía. Parecíamos todos locos. Disfrazados de pollo, de oso, de mendigo, de caperucita, de chapulín colorado, abarrotando los pasillos de un hospital. De pronto, vimos que la enfermera de turno se acercaba rápidamente. Nos abalanzamos con preguntas. Queríamos saber dónde estaba Aurora. -¿Ya están listos para la fiesta? Preguntó con su proverbial sequedad. -¡No! Olvidé el disfraz de Aurora. Pero ya mando a alguien a buscarlo. Karina calleja cruz.


-La hora señalada ya pasó. Queme el disfraz. Respondió la enfermera sin cambiar la cara. Y agregó: -Aurora sufrió un paro cardíaco, pero va a estar bien. Ya van a ver. El comentario de la enfermera me hizo pensar que ella sabía mucho más de lo que aparentaba. Y que lo que Aurora veía no era producto de la medicación. Que había algo real que nadie se atrevía a comentar. Siguiendo el consejo de la enfermera, lo primero que hice al llegar a mi casa fue quemar el disfraz, algo que Aurora jamás me perdonó. Pero no me importó. Íntimamente sabía que mi olvido la había salvado de una muerte anunciada. Al día siguiente Aurora estaba en perfectas condiciones. Pero enojada. Muy enojada conmigo. Decía que le había arruinado la fiesta. Que todos sus amigos habían desaparecido por mi culpa. Que yo era una desconsiderada. Que ella jamás se hubiera olvidado de traer un disfraz. En pocos días le dieron el alta y volvió fresca como una lechuga a su casa. Sus amigos invisibles, que tanto la divertían, habían desaparecido por completo. Tal vez estén organizando otra fiesta de disfraces en otra habitación del hospital.

No Abras La Puerta Hace 2 años, estaban en su casa, tan tranquilos, María, una señora de 40 años que se había divorciado recientemente, con su hijo pequeño de tan solo 8 años. Como era de costumbre María se tenía que ir todas las noches a trabajar, debido a que era una mujer con muchas responsabilidades (tanto en su trabajo como en su casa). Pero aquel día sería muy diferente al resto de los demás; ya que, cuando se encontraban cenando vieron en las noticias que un asesino en serie, muy peligroso y agresivo había escapado del centro penitenciario de la ciudad. Lo más grave de la noticia no era que este interno hubiese escapado, lo peor era que había sido visto pocas manzanas cercanas del hogar de la familia. Esto provocó la incertidumbre de María que al irse al trabajo tenía que dejar a su hijo solo en casa. María para prevenir desgracias cerró las ventanas, puertas, y le explicó lo siguiente a su hijo: No habrás ninguna ventana ni las puertas. Aunque llevo las llaves, por si ocurre algo, yo llamaré 3 veces seguidas al timbre o simplemente me reconocerás por la voz y entonces sabrás que soy yo. Llegado el momento, María se fue a trabajar y dejó a su hijo solo. Éste, lleno de miedo, cerró la puerta a cal y canto y se puso a ver la tele para relajar la mente. Al cabo de rato, el chico ya estaba dormido cuando de pronto llaman a la Karina calleja cruz.


puerta. PON...PON....el chico se despertó y aterrado se dirigió muy despacio hacia la puerta y dijo: ¿Eres tú mamá? La respuesta vino con otra serie de golpes acompañados de un susurro escalofriante que decía: ÁBREME LA PUERTA. El niño atemorizado huyó hacia su habitación donde se pasó la noche llorando y esperando a que llegase su madre, hasta tal punto que se quedó dormido. Al día siguiente cuando se levantó se dio cuenta de que su madre no había vuelto. Y aún con miedo se dirigió a la puerta que conducía a la salida de la casa y se encontró a su madre con las piernas cortadas (por lo que no pudo llegar al timbre), la lengua cortada (por lo que no le pudo reconocer la voz) y totalmente ensangrentada. Desde ese día este chico tuvo que estar hospitalizado en un psiquiátrico y no pudo dormir sin sufrir constantes pesadillas........ Y si os preguntáis porque sé, es porque, simplemente, soy ese niño. Moraleja: Ten cuidado con todas las puertas que te encuentras por el camino. Algún día te puede suceder lo de este relato. Muy curioso y escalofriante.

LA NIÑERA Cuenta la historia de una mujer que llegó sorpresivamente a la ciudad. Alta, pálida y sonriente. Buscaba trabajo para poder sobrevivir, estaba escapando de una gran hambruna y pobreza de su tierra natal. Llegó a la casa de los Wilson. Una familia muy adinerada que vio que la muchacha tenía pinta de ser de confianza. La contrataron y ella cuidaba de sus cuatro hijos. Todo fue bien durante exactamente 3 semanas. Hasta que algo ocurrió. Una noche tormentosa en la cual los Wilson habían salido y los niños dormían, la niñera comenzó a escuchar ruidos extraños, golpeteos de puertas y ventanas, llamadas extrañas donde nadie respondía y el viento que silbaba fuertemente y la hacía sentir con mucho frío. Salió al jardín a tomar un poco de aire. Lo único que se pudo deducir después de esa noche, fue un misterio para los demás. A la mañana siguiente los Wilson llegaron apresurados y encontraron a la niñera, con una parte de su cara en carne viva, ahorcada en uno de los árboles del jardín, con los ojos abiertos y amarillentos, mirando fijamente al tremendo vacío. De sus ojos se veían que había marcas de lágrimas negras, ya secas y siniestras. Se llevaron el cadáver de la niñera ese mismo día y los Wilson abandonaron la casa, espantados por sentir la presencia de la muchacha en su hogar. Después de unos años, nadie se había atrevido a comprar la casa de los Wilson. Hasta que una familia la compró por el bajo precio en que se encontraba. Han declarado que no pueden bajar al sótano porque empiezan a sentir mucho frío, a sentir que hay alguien que los sigue a todos lados y han terminado por prohibir la entrada a aquel sitio. En el jardín, a las 3 de la madrugada siempre escuchan la misma carcajada excéntrica y macabra, la risa de la niñera. Se burla de la nada, sale Karina calleja cruz.


de una boca invisible. Su espectro da vueltas por la habitación de los niños, se lamenta en porqué nadie le dijo que esa noche un psicópata altamente peligroso estaba suelto. Llora en silencio y su risa sin motivo se transforma en un grito de rabia. Gira el cuello, y la cabeza se le desprende como si fuera una muñeca rota. Vuelve a reír y se va, se desvanece... los niños no saben quién es la que no los deja dormir. Pero que se puede hacer... la niñera siempre busca a quien observar, alguna persona a quien espantar. Ya no le queda nada en este mundo.

No me dejes Sola: Eran aproximadamente las cinco de la mañana cuando escuche un leve toque en mi puerta, me levante de la cama y me dirigí a abrir, abrí y nada, no había nadie, al entrar en mi cuarto volví a escuchar los golpes, molesta volví a abrir la puerta y de nuevo no había nadie, solo un frio viento que se colaba en mi casa. A la mañana siguiente fui a casa de mi mama y le conté lo ocurrido, me sorprendí cuando mi mama me había dicho que a ella le había pasado absolutamente igual, ese día dormí en su casa puesto que tenía mucho miedo. Al regresar a mi casa y entrar a mi cuarto encontré aterrada una nota que decía con sangre "Gracias por dejarme entrar a tu casa, ahora, por ese error tuyo, estoy dentro de ti...", de pronto escuche unos pasos inquietos subiendo a mi escalera, desesperada me encerré en el baño, de pronto sonó el teléfono, no salí a contestarlo, entonces los pasos cesaron y el teléfono paro de sonar, al salir, él estaba ahí, ahora tiene mi alma, llevo mi cuerpo a el infierno y mi alma es suya, a los dos días siguientes una amiga mía entro a mi cuarto, escucho el mensaje y decía lo siguiente: "Hija... soy tu mama (sollozando) no me dejes sola, el ahora viene por mí, no me dejes sola..."

LAS LUCES Esta historia me la contó una chica de unos 16 años, y no le sucedió a ella, sino a su madre, una española que emigró a Alemania para buscarse la vida, teniendo que alquilarse una casa con su joven esposo que apenas tenía comodidades. Eso sí, tenía visitantes misteriosos. Al principio sólo eran sonidos, rasguños en la almohada que mantenía abrazada Karina calleja cruz.


mientras trataba de descansar después de tantas horas de trabajo. Le asustó, cierto, pero mantuvo la calma y pensó que era su propio agotamiento el que la hacía tener alucinaciones auditivas. Los rasguños en la cama no son tan inhabituales ¿no? Muchos los hemos oído. Son visitantes que quieren comunicarnos que "están ahí también, que no estamos solos". La joven vivió con esa extraña experiencia unos días y terminó por acostumbrarse, pero una noche ocurrió algo terrible. Estaba tumbada en la cama, descansando, su marido estaba afeitándose en el cuarto de baño, y de pronto unas lucecitas de un tamaño algo mayor que el de las canicas, blancas azuladas y brillantes, comenzaron a salir de debajo de la cama. Subieron, ascendieron hasta ponerse encima de ella, y bailaron. La chica las miró estupefacta, tragó saliva y respiró profundamente. ¿Qué era aquello? ¿De dónde salían? ¿Qué las producía? Y entonces las luces comenzaron a bailar con movimientos más bruscos, y una poderosa fuerza salió de ellas. La chica notó esa fuerza en puñetazos y patadas invisibles que la golpeaban y estampaban contra las paredes... Gritó, y su marido se cortó con la Gillette. Cuando él iba a salir la puerta del cuarto de baño se cerró de golpe. La joven española emigrante sufrió una paliza que la dejó destrozada, y no pudo hacer una denuncia, porque en qué comisaría de policía iban a escuchar semejante historia sin echarse a reír. No volvió a ocurrirle porque volvió a España entre lágrimas y terrores. Durante años jamás contó la historia, y cuando lo hizo, fue para contárselo a su hija -mi confidente-, quien me confesó que su madre no podía hablar del tema sin echarse a llorar y a temblar. No es para menos. Su hija también lloró al contármelo.

El Aniversario: Esta historia me la contó una estudiante de catorce años en un arrebato de intimidad. El suceso lo vivieron sus padres, a los que llamaremos Ángela y Martín (recuerdo sus nombres reales pero ya sabéis...) Aquella noche Ángela y Martín se acostaron como de costumbre. Martín se durmió rápidamente pero Ángela tenía el sueño más flojo, de modo que cuando empezaron los arañazos ella los oyó y se puso alerta. Lo primero que pensó al oír ruidos que no supo identificar debido al miedo, fue que Karina calleja cruz.


habían entrado ladrones en la casa. Despertó a su marido sin abrir siquiera la luz y le pidió que escuchara y mirara a ver si había entrado alguien al hogar. Martín se despertó, escuchó y dijo: "Son arañazos, será el perro". Si apenas hacer movimiento encendieron la luz y vieron al animal dormido a los pies de la cama. No había sido él. Volvieron a apagar la luz pero esta vez se reanudaron los arañazos, y cada vez parecía más claro que se estaban haciendo en la puerta cerrada de la habitación. Martín dijo en voz baja a Ángela que igual era un ratón, y que si era así, lo pillaría, porque los ratones, al ver una luz, se quedaban inmóviles momentáneamente. Y lo hizo, pero la luz demostró que allí no había ratones. Despertaron al perro, que se puso nervioso. Volvieron a hacer otra prueba y cada vez que apagaban la luz se escuchaban los rasguños sobre la madera de la puerta. Martín decidió abrir la luz y levantarse y, con bastante miedo, según confesaría, se dirigió a la puerta, la abrió y miró ceñudamente a ambos lados. Nada. Se dirigió hacia la cocina con Ángela siguiendo sus pasos. Pensaban en los niños, no querían que se despertaran e intentaron caminar en silencio. Al llegar a la cocina Ángela tuvo un pálpito. ¿Qué día es hoy, Martín? Martín le dijo la fecha exacta. - Es el aniversario de la muerte de mi madre! -Exclamó ella. Ángela encendió una vela y rezó y prometió a su madre que por aquel olvido le haría una misa especial para ella. El resto de la noche no se escuchó ni un rasguño más.

Alguien Observando:

A la chica protagonista de esta historia ya la conocéis, es aquella a la que hemos llamado Lorena. Lorena solía pasar muchas horas sentadas frente a un libro o una máquina de escribir o unos folios porque le gustaba leer y escribir. Se metía en su habitación y pasaba allí el tiempo tratando de hacer algo productivo por simple placer. En ocasiones notaba como si alguien le observase desde atrás. La sensación era tan fuerte que no podía evitar volverse, y allí solía estar su padre, en el umbral de la puerta, observándola en silencio con una sonrisa en el rostro, posiblemente orgulloso de ver a su hija tan entregada a algo. ¿Cuánto hace que estás ahí? -Le preguntaba. Karina calleja cruz.


Un ratito. -Contestaba él. Y así sucedió en muchas ocasiones. Lorena se acostumbró a saber que cuando notaba esa mirada en la nuca, insistente, invisible, detrás estaría su padre mirándola con cariño. Era bonito vivir una sensación así. Un día escuchó su nombre. ¿Qué? -preguntó al tiempo que giraba el rostro. Se asombró de ver que no había nadie, y entonces se preguntó si había escuchado una voz de hombre o de mujer y no supo contestarse. No le dio más importancia y siguió con sus quehaceres. Volvió a ocurrirle, y esta vez notó que la voz estaba "pegada" a su oído. Quien hubiera dicho "Lorena" lo tenía que haber dicho en un susurro firme justo en su oreja. Pero no había nadie, estaba completamente sola en la habitación. Tampoco esta vez hubiera sabido concretar si se trataba de una voz femenina o masculina pero lo que sí tenía claro era que lo había oído lo suficientemente fuerte como para arrancarla de sus pensamientos. Su padre murió. Alguien le dijo que aquella casa estaba llena de espíritus que desde hacía mucho tiempo esperaban la llegada de su padre, y más tarde tendría oportunidad para comprobar si aquello era cierto o no... Pero esta es otra historia, no quiero desviarme. Lorena estaba una tarde en su habitación cuando notó a su padre en el umbral de la puerta. Se giró porque sabía que estaba ahí, como siempre, y la sonrisa desapareció de su rostro cuando recordó que su padre ya no estaba. Sintió un escalofrío porque sabía que aquella sensación había sido tan vívida y tan fuerte como cuando el hombre estaba vivo, y no supo qué pensar. De nuevo y durante un tiempo, siguió escuchando a alguien llamarle al oído y también la mirada clavada en la nuca, pero de nuevo y durante todo ese tiempo que duró, allí ya no había nadie.

Karina calleja cruz.


Karina calleja cruz.


ESTE LIBRO NOS RELATA UNES HISTORIAS DE TERROR QUE LLENARAN DE MIEDO AL LECTOR, ARA QUE TIEMBLE AL LEER ESTAS PAGINAS QUE PODRÍAN SER REALES O FICTICIAS.

AUTOR KARINA CALLEJA CRUZ NACIÓ EL 15 DE DICIEMBRE DE 1994.

Karina calleja cruz.


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