Formas de acercamiento del niño al hecho teatral Isabel Tejerina
La primera aproximación del niño a fenómeno del teatro, obviamente sin ninguna conciencia de ello por su parte, se produce en el juego espontaneo. El teatro, medio expresivo que ha servido al ser humano para dar salida a necesidades básicas, entre ellas la de revivir hechos reales, simbolizar arqueotipos y convertir en ficción preocupaciones y deseos. Su disponibilidad, al no tener todavía un papel fijo en la vida, su afán por ensayar los roles de su entorno que le atraen, unido a que no tiene una personalidad formada, son factores básicos de su afán imitatorio y de su espontaneidad expresiva. Hay después una práctica organizada y con mayor reflexión y distancia por parte de los niños en la que, sobre la base del juego, se pretende la educación expresiva, el impulso de la creatividad y la formación integral. Es la denominada dramatización o juego dramático en que lo importante es el proceso)' la satisfacción de los participantes. Ambas formas no son teatro en el sentido convencional y estricto del término, porque no hay exhibición, escenario, espectadores, ni producto acabado. No hay espectáculo. Fase posterior es el quehacer teatral formalizado, la obra concreta que los niños preparan para su representación espectacular. En esta actividad, el juego del teatro ya no se agota en su realización, se busca un resultado para exhibir ante espectadores ajenos a la actividad. Ya hay teatro propiamente dicho. Realización del código completo, aunque sea a escala infantil. Lo denominamos teatro de los niños. Teatro infantil Autores, animadores, profesores, padres, reivindican el derecho de los niños a participar como espectadores y actores de un teatro propio o manifiestan su rechazo a toda vinculación específica porque consideran que los espectáculos realizados por los niños no son más que histrionismo y gesticulación incontrolada y que el teatro que los adultos les dirigen es un subproducto que escriben autores mediocres e interpretan actores sin oficio. El teatro infantil, en el plano del niño actor, como en el del espectador, no ha conquistado todavía una autonomía estética plena. Se utiliza con demasiada frecuencia sólo como medio para alcanzar variados objetivos didácticos.
Se dice que el arte no tiene calificativos, no es infantil, ni adulto ni popular. Pues solo el teatro sin condicionantes de ningún público y conformado en las perspectiva más rigurosas puede ser considerado como tal. Las obras no son verdades invariables, patrimonio fijo y univoco, están sujetas a la diferente interpretación de receptores y a lecturas cambiantes en el marco histórico, <<cada generación escribe una obra nueva>> en palabras de Jauss. Como dice Lotman, <la obra literaria consiste en el texto (sistema de relaciones intratextuales) en relación con la realidad extratextual: las normas literarias, la tradición y la imaginación» Todas las personas tenemos necesidad de asombro y consuelo. Es decir, de conocimiento y revelación sobre el enigma del mundo. El arte cumple esa función antropológica, ofrecer conocimiento por la vía de la emoción. El niño es oralidad, está en el estadio primitivo de lo humano, es un oidor inicial, no un lector. Habría que hablar más bien del arte de la palabra el verbo como recipiente artístico, connotación y sugerencia que se transmite por muy diferentes medios, no sólo la letra impresa. El disfrute estético por parte del niño requiere un lenguaje poético accesible y una temática que, cercana a su mundo de intereses y experiencias, resulte seductora por su tratamiento formal. Desde Rousscau, se admite que el niño tiene un mundo y unas necesidades propias, así como unas limitaciones, escribir pensando en este destinatario no tiene, en principio, por qué esconder un propósito antiliterario o lograr un resultado indigno.