Autobiografia

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Benemérita Escuela Normal “Manuel Ávila Camacho”

Licenciatura en Educación Preescolar

El sujeto y su Formación Profesional como Docente

Anelí Galván Cabral

Karla Daniela Ortega Román

17 de Octubre del 2013


Nací un 28 de Agosto del año de 1995 en la ciudad de Zacatecas. Mi nombre Karla Daniela Ortega Román, mis padres Lucila Román Muñoz y José Manuel Ortega Montoya, mi hermana menor Paola Alejandra Ortega Román. Mi educación al igual que la de todo ser humano, comenzó obviamente en el núcleo familiar, en mi hogar, tal vez aquí no recibí conocimientos formales, sin embargo, fue en este lugar donde aprendí lo esencial; hablar, caminar pero sobre todo los valores con que debía actuar a lo largo de toda mi vida. Sin embargo, era necesario que yo comenzara una educación formal, fue por eso que a los 3 años de edad ingrese a la Estancia de Bienestar y Desarrollo Infantil No. 134, ya que mi madre es derechohabiente del ISSSTE y contaba con este servicio, aunque bien es cierto, que no recuerdo mucho de esta etapa de mi vida, aún tengo muy presente a una maestra, la cual dejaba ver a nosotros como alumnos que ser maestra, no era precisamente su vocación. Ya que era una maestra que siempre estaba de mal humor, recuerdo una ocasión en la que todos teníamos que colorear, ella se acercó a mi mesa de trabajo y al observar a mi compañero que iluminaba su dibujo en diversas direcciones, lo regaño fuertemente evidenciándolo ante los demás de la clase y diciéndole que “ni eso sabía hacer”, y señaló que todos debíamos realizar el trabajo de la misma manera, algo que desde mi punto de vista es totalmente antiético, pues como docentes debemos comprender que cada niño es diferente y aprende de diversas formas. Así transcurrieron tres años de mi infancia, en los cuales forje las bases necesarias para adquirir una educación más avanzada, la primaria, la cual curse en la escuela “Francisco Goytia”. Fueron seis años de trabajar con distintos profesores cada año, de tener que conocer variadas formas de trabajar, durante este tiempo conocí maestros que siempre recordaré, algunos de ellos por situaciones muy agradables y otros no tanto. Una experiencia curiosa y que me quedo muy grabada de esta etapa fue que cuando yo cursaba el 3° año de preescolar, una maestra

, por petición de mi

madre comenzó a darme clases extras sobre matemáticas básica e incluso


comencé a leer y escribir, esto no fue precisamente la mejor idea, ya que al entrar a la primaria la maestra comenzó desde cero con todos mis compañeros, por lo cual yo me aburría mucho y le decía a mi mama que ya no quería asistir, sin embargo paso el tiempo y poco a poco comencé a adaptarme al grupo y a aprender junto con mis compañeros. Luego de ese tiempo, ingrese a la secundaria “Benito Juárez” por decisión de mis padres, ya que se decía que era la mejor. Al principio fue algo difícil la adaptación, ya que era un cambio total, pues de tener un solo profesor cambie a tener uno para cada materia, ya no tenía un salón fijo, sino que debía trasladarme a diferentes espacios de la escuela, es decir, la exigencia ya era mayor. Muchos de los maestros que ahí conocí dejaban mucho que desear en su labor docente, pues su manera de actuar no era del todo ética, eran autoritarios y algunos no cumplían con lo citado por Eduardo Tenti en “El oficio de ser maestro”, ya que mencionaba que al docente se le exige una preparación sólida en el ámbito pedagógico y científico, y muchos de ellos tenían el saber científico necesario más en cambio su formación pedagógica no era la adecuada, es decir, no contaban con la capacidad de enseñar a los alumnos, aunque no puedo generalizar, pues también encontré ahí excelentes profesores, por ejemplo, recuerdo mucho a una maestra, la cual era muy criticada por todos, tanto alumnos como padres de familia, incluso mismos maestros la rechazaban por su forma de ser, ya que era muy exigente y tenía un carácter fuerte, no obstante, ha sido de las pocas que han marcado positivamente mi formación académica, de la cual aprendí mucho y por lo mismo siempre la recordaré. Al terminar la secundaria, por primera vez tuve la libertad de decidir en qué escuela cursar el bachillerato y elegí ingresar al CBTis No. 1, al momento de elegir la especialidad, no tenía una idea clara, me decidí por Puericultura, ya que era de las que ofrecían la que más me llamo la atención, en ese momento aún no sabía que quería estudiar.


Pero conforme transcurrían los semestres, Y pues como dice Jiménez en su texto “Aprendices de Maestros”, las motivaciones más comunes para decidir por la carrera del magisterio son por el gusto y deseo de trabajar con niños, fue así que al ir conociendo cada vez más sobre de los niños, me interesaba más por seguir aprendiendo sobre la educación infantil, al realizar un sinfín de actividades para niños como son: rondas, obras de teatro, bailes, festivales, eso me gustaba mucho, pero fue hasta el momento de realizar mi servicio social, el cual decidí hacerlo en un jardín de niños, el “Manuel M. Ponce”, que al escuchar por primera vez a un niño decirme “maestra”, me convencí que ser educadora era lo que quería de mi vida. Convivir con esas personitas y poder ayudarles a aprender muchas cosas que desconocen, revisar sus trabajos, poder entender sus dibujos y sentarme a platicar con ellos, incluso jugar futbol con los niños, ha sido sin duda una de las mejores experiencias de mi vida. Además al ver el trabajo de la educadora encargada de asesorarme, supe que yo quería, ser diferente y realizar una mejor labor como docente de pequeños, sabía que yo puedo ser una maestra diferente, capaz de cambiar el futuro de los niños que estén en mis manos, pero sobre todo el ver que a las educadoras de ese jardín, a pesar de sus problemas o de haber tenido un día pesado, nunca se les borraba la sonrisa del rostro, esa que sacaba a relucir la satisfacción de su trabajo. Fue así que poco antes de terminar mi bachillerato y ya con la firme convicción de lo que quería estudiar, decidí presentar examen de admisión en la Benemérita Escuela Normal “Manuel A. Camacho”, y aunque todas las personas me decían que era muy difícil obtener un lugar ahí, nunca me desanime y lo intente, por suerte, logre quedar entre los 25 seleccionados e ingrese a la licenciatura en Educación Preescolar, para mí esto represento una enorme satisfacción ya que era el comienzo de un largo camino hacia cumplir mi mayor sueño, ser educadora. Una vez iniciada mi licenciatura, cuando la gente me preguntaba que estaba estudiando, y al responder que educación preescolar, nunca falto el que me decía que esa carrera no tenía futuro, que hoy en día es muy difícil conseguir plaza, incluso me encontraba con gente que llegaba a burlarse de la carrera, diciéndome


que cual dificultad tenia hacer manualidades o jugar con los niños, y que si mis materias eran bolitas I y palitos II. Pues hoy en día como desde hace muchísimo tiempo según Eduardo Mercado en “El oficio de ser maestro” la sociedad ah tenido la creencia errónea de que cualquier persona puede cuidar a un grupo de niños en un aula, prestando servicios de “mama”. Pero a pesar de todo eso y de los problemas a que se enfrenta constantemente la educación en el país, y con lo que mencionaba Eduardo Mercado, que para ejercer la docencia se debe tener vocación y amplio sentido de identidad y pertenencia, sé que no será nada fácil pero esto es a lo que quiero dedicar mi vida, porque si la vocación es un llamado, algo que se siente, y yo…lo siento. Después de leer a Emilio Tenti en “El arte del buen maestro”, comprendí que realmente el

magisterio no es una simple profesión, sino una misión, la cual

estoy dispuesta a aceptar y tengo claro que dicha misión no implica solo el hecho de ponerse frente a un grupo de niños y ponerlos a cantar, sino que exige una completa y constante formación pedagógica pero más que nada una formación profesional, sé que si quiero ser una buena maestra, debo estar dispuesta a renunciar a muchas cosas para poder prepararme de la manera que el magisterio requiere.


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