Garabathos (narraci贸n)
Cテュrculo Literario Kontrakorriente Editorial: Aletheya Imagen de portada: Damnengine Imagen interior: Shannon Hourigan Diagramaciテウn: Erick テ]gelo Tipeo y correcciテウn de estilo: Kontrakorriente Akupe - Octubre 2007
Frío Frío Caliente Caliente Tiene en los dedos lucecitas coloradas que se encienden como las mejillas de los peluches en Navidad. Cuando sonríe lo hace de dos maneras, una para mí y otra para los demás. Un cosquilleo lleva su nombre. Hace tiempo que es dueña de un recuerdo infinito, un recuerdo blanco como mirar una película a través de un cristal de bordes empañados. No sé porqué, pero estoy convencido de que era lunes. El sol grande hizo un arco iris. Manitas calientes anudó tres en mi ombligo. Tenía un vestido fácil, su cabello conjugado con pardas y pequeñas flores. Bailó-volada-bailó Luego, con ojos de marinera me enseñó sus tetitas, dos tazas de barbie puntiagudas y hermosas. Voló-lactaba-voló
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Y el calor aumentó en mí, una vil sombra de su perfume. Desde aquella vez se ha convertido, sin saberlo, en la eterna invitada de mis sueños.
Percy Prado
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No Quiero Detesto que la memoria me traicione, recordando aquellos momentos que se lucho por olvidar. Recuerdo que… me dirigía a la plaza a esperar a una amiga, era tarde, el frío se acentuaba, lo sentía en la pequeña abertura entre mi polo y el pantalón, el viento al tocar mi piel hace que la sienta ajena, me provoca una sensación muy extraña, diría que hasta un poco agradable, pero como todo, desaparece pronto y deviene. Me senté y decidí observar los diferentes comportamientos de las personas, podía ser interesante, de pronto estaba atenta a los fragmentos de conversaciones que escuchaba, estos podrían ser un tema, o una introducción a un cuento, eso si pretendía escribir alguna cosa, puse más atención. Casi todas las chicas contaban sus últimas experiencias: ¿Puedes creer lo que me dijo?, decían, las parejas pasaban abrazadas y riendo, algunos discutían, vi pasar un perro, muy parecido a Charlotte mi perrita, también vi a dos hombres… Era de esos que suelo evito por ser tan grotescos, tanto en su semblante como en la manera de conducirse, tienen miradas morbosas, y todo desacomodado como los pantalones que se suben, cada vez que alguna mujer atractiva pasa. Son como cerdos vestidos, pero su peor defecto es la mirada libidinosa casi permanente. Sentí escalofríos que desembocaron en náusea.
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Fue quizás la visión de esos dos… o la sensación que recordé… Cuando Charlotte estaba en “celo”. Preferíamos tenerla en casa para evitar problemas, pero un día se salió y tuve que seguirla. En el camino se un perro grande y sucio se acercó para olfatearla, ella estuvo a la defensiva, pero ante un mayor acercamiento ladró para alejarlo. La insistencia de aquel animal ante la negativa, me llenó de tanta rabia que quería matar al maldito perro aunque solo atiné a darle una pedrada… Esto lo alejó y llevé a mi Charlotte de regreso, a salvo. Ahora no dejo salir a mi perrita pero guardo un sobre de veneno por si eso vuelve a ocurrir, y aunque no pueda evitar que le pase algo, ese cerdo amanecerá con espuma en la boca. (jijiji) No quiero pensar en que lo haré… un asesinato podría acabar con todo. No puedo evitar la repulsión por ellos… no logro olvidar la náusea, toda la náusea que me provocan. Seguro no vivirán si se acercan Charlotte. En este momento el frío es muy adecuado porque mi ira parece encender todo el aire… Al sentirme tan ajena puedo pensar que no soy yo, lo que haga puede no pertenecerme. La luz es opaca, ideal… para esta pesadilla de perros y cerdos.
Amelia Ayala
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Escarabajos La niebla oscura brota del cauce, el frío de la noche sube por mis piernas. -Ernesto, toma rápido, tengo frío -Jorge... Somos lo máximo aquí ¿no? -Aaa… Sí. Las chicas no paran de mirarnos ¡y el combo que preparan las señoras!... nos tratan como a reyes. -Si pues, ¡Seremos los líderes de Tara por un mes entero! Hace más frío… se cuela bajo mi chompa como un falso cigarrito. -¿Jorge?... ¿ves aquellos escarabajos? – Me dice, señalando hacia el poste. Los veo, revolotean alrededor de la luz, luchan contra la garúa. Van, vienen, regresan… en filas interminables. Tomo un sorbo más del anisado. -Sí, los veo… ¡Son tan torpes! La luz los obnubila pero aún así van directo a ella, chocan con el casquete y ¡Pum!, al piso - Me cago de risa. Deberían quedarse sobre la tierra, oteando el excremento… -Si pues, son muy torpes, no pueden ni evitar la caída. En cambio nosotros… dirigimos toda una
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comunidad de personas… ¡Chupa rápido, esta haciendo más frío! -Oye Jorge… -¿Qué? -Vámonos… hay unos cojudos en la esquina, están viéndonos -¡Qué! ¿Ya estás huasca?, son unos borrachos, nada más… ¡Pollazo!, ¡Pasa nomás el vaso que tengo frío! -¡Vámonos huevón!, se acercan… -Está bien vámo… -¡Alto caraju!- Uno de los borrachos se adelanta Sólo la intensa oscuridad patrullaba las calles del pueblo, el frío nos amedrentaba y se iban acercando. Lamenté el convenio de mi universidad con la alcaldía de Tara… Si muero por aquí, me tiran al río y punto… no pasó nada, “esos estaban borrachos y cayeron al río” son… como cinco puntas. Ni siquiera algún alumno para que corra y avise que a sus profes les están sacando la entreputa. La muerte a dos días de irnos es insoportable, pienso en las chicas, nuestras colegas… Si hubiesen venido con nosotros podrían salir a defendernos…
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Se acercan, se acercan, ya están aquí… Bueno les diré que disculpen y… -“Conchasumaris aurita vanga vir” -¿Qué pasa choche?-dice Ernesto- Y uno de sus compinches me lanza un tacle Caigo al suelo, me cojo el estómago… -¿Enqui añu naciu Iguren?- me preguntan -No sé y ¡no jodan! (Maldita sea por qué dije eso)… -¿Yasí van a enseñar? ¡y se creyen papacitos tudavía!, ¿Quién discobrió lus átumus? ¡rispunde!Escupen a mi cara, patean mis costillas dos, tres, cinco veces - ¡Rispunde! -¡Karl Marx – Dice Ernesto tratando de forcejear – ¡Karl Marx y váyanse a la mierda! La garúa aumenta, pronto entrará el torrente, gritando. Esos insectos siguen volando hacia la luz, chocando con el casquete… retorciéndose. -¡Ne merda sawin caraju!- nos golpean como a porfiados- ¡En nueustro puewlo nadie se nos burla ni nus hace quidar mal cun las mujieres! Dicen… y se van ventándonos la madre.
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¡Seguro que es por el torrente!, ha crecido tanto que pronto arrasará con la plaza… Sonrío. No puedo contener todo este dolor, me retuerzo, la lluvia… lágrimas colándose por mis ojos. Trato de ver dónde está Ernesto… La lluvia le ha quitado la sangre de la cara pero las heridas están abiertas. Su pantalón verde y la casaca jean están llenos de barro. Esos mierdas ya doblaron la esquina. Los perros ladran, aúllan con vehemencia. Hay dos escarabajos más… retorciéndose.
Luis Pacco
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Escalares La madera de esta casa y su tejado huelen a cerezo. Afuera hay muchos y sus flores son preciosas como las nubes que se levantan contra mis piernas, como las túnicas opacas cruzando el piso del salón. Camino, hay espadas por todas partes, todas sus curvas son perfectas y cortarían el cielo, atravesarían… la montaña. Allá, mis pies se encogen por el viento que cruza los angostos desfiladeros cuando trato de llegar a la veta de jade… mi calzado de madera puede ser muy torpe pero, aquí, sirve muy bien entre las rocas, me da un ajuste perfecto y escalo sin temor a caer, sólo a que se cansen mis brazos y… no haya vuelta atrás. Se ven muchos árboles como hierba diminuta… La bruma deja en los barrancos, un silencio colosal pero el torrente lo abate desde lo profundo. Subir esta pared es casi lo mismo. Los centenarios adobes funcionan bien para escalar pero… podrían ceder y dejarme al aire, dependiendo sólo de los brazos para balancear mi cuerpo hacia algún punto donde podría continuar… Ochenta y cinco grados de fuego y cuesta noventa grados, Caída ad infinitum. Ciento cincuenta pisos de altura. Kuala Lumpur es un destino formidable pero la atracción de la torre Eiffel o del ya antiguo Empire State Building, me tientan. Las ventanas son salientes, los brazos: picos y
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poleas. Como un coleóptero me alisto y despego en la neblína. Salto de fe. Mi faz escarlata se refleja en los ríos subterráneos, en los Nilos de Betún y perlas. Dejo mis alas heridas para seguir hacia allá. Ecos. No hay espacio de aterrizaje, todo es un cuadro de “sutil expresionismo”. Un tornado de arena, comprimiendo la ascensión, desgastando las quitinas y las púas con que me aferro… se trata de proteger las cavernas donde moran los homínidos o de arriesgar la vida en un viaje para acabar con el plomo de tus botas. ¿Un riesgo que vale la pena tomar? Puenting sin cuerdas de nylon. Inmersión de olas en el cuerpo, Cientos de abejorros sobrevuelan mi espacio y sonríen cuando sus colas se iluminan. La noche gris cae sobre mi cañón privado y el aire se apelmaza… Es igual en este valle, las pequeñas casas se pierden hacia el sur, ¡Qué gran valle de trigo!, de puro trigo a kilómetros y kilómetros. Todo es luz en el cielo y los campos, dorado, más dorado que el trigo. Hacia el norte hay una inmensa puerta con grandes columnas, altas columnas que quiero escalar.
Alberto Salas
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El Dragón Purpura Mi casa es la caverna del dragón púrpura, bestia que proclama cada noche su magnifica creación, caballero alado de las sombras, instaurador de la tristeza y portador del himno de los dragones, rugido que engendra el eco tormentoso de la desesperación. Su nacimiento es la reacción de la muerte ante la acción de la vida y una maldición para mí. Soy victima de sus persecuciones, cada noche su sombra aterra mis pensamientos. Su vuelo, lento y el sonido metálico que produce sus alas congela mis nervios. Además su voz grave, turbia y ajena a cualquier lenguaje, pero en sus chillidos una palabra nació con el animal y es la única articulación lucida de la bestia, una palabra que es la astilla incrustada en mi herida. Ése tormento maldice mi existencia. Varias veces trate de acercarme a la locura como salvación a mi desgracia… pero él es mas astuto, pues manteniéndome lúcido encuentra saciada su hambre de miedo. Por alguna extraña razón el día mantiene en letargo a la bestia. Por eso aquella tarde, fui a verlo al cuarto de la pinturas, admire con profundo dolor el cuadro que usaba como nido… era horrendamente magnifico. Yo pinté al dragón púrpura. Antes que la bestia hubiese adquirido su independencia dimensional, probé el sueño creador
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del arte y me volví un pintor de dragones, los hice seres sensibles y victimas de los sentimientos más profundos, como cualquier humano, ¿talvez será esa facultad la culpable de mi desgracia? Como dije, yo dibuje al dragón púrpura, quizás por un extraño reflejo de ultratumba o una conspiración del destino que mueve la vida como la reina en el ajedrez. Verlo es algo que no puedo remediar, yo lo maldije primero, estando aún en el vientre del óleo, ¿talvez sea esa la causa de su profundo rencor hacia mi?, yo había grabado en sus escamas las heridas de mi espíritu enfermo. Veía su pico de águila apuntando hacia mi, el entrecejo apretado que guarda la cólera de su cuerpo hético, las costillas raspando la piel de su tórax, los brazos abiertos como una exclamación de poder, acompañados de alas demoníacas dignas de la casta de lucifer. Además tenía un abdomen terso, libre de escamas donde yacía solitario un lunar muy pegado al ombligo. Sus extremidades inferiores, abiertas, semi-flexionadas donde su larga cola culmina en una punta erecta, un aguijón, parecía cortar el óleo púrpura que lo tenía preso. Pero lo más aterrador, lo más aterrador de esta imagen descansa en las cuencas de la criatura, sus ojos verdes muestran que los pinté con extremo
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cuidado, irónico, pues son la fuente de vida de la bestia, no son más ni más, lo que la muerte vio en su última faena. Entonces vi dos sombras blancas, que parecían espectros de luz, la mayor tomó en sus brazos a la pequeña, en ese instante el recuerdo me llevó por un torrente de luz. Abrí los ojos… Abrasé a mi hijo, intentaba reanimarlo, pero todo esfuerzo era inútil, su cuerpo había adquirido una rigidez cadavérica. Entonces comprendí que esos dulces ojos verdes habían sufrido el paso de la muerte quien ni siquiera se dignó a cerrarlos. Una extraña mancha se filtró en su camisa, desnudé rápidamente su vientre y vi una gota de sangre proveniente de un pequeño punto al lado del ombligo, algo mas llamó mi atención, un bulto se desplazaba por debajo de su pantalón hacia el pie, cuando salió a la luz, vi al asesino queriendo alejarse. Furioso… lo aplaste hasta que el animal se volvió una masa espesa. Lo siguiente fue más aterrador… la sangre del animal era devorada por su propio veneno en una macabra escena caníbal, el líquido púrpura se expandía más y más… me aleje llorando de su pintura, desesperadamente. La noche encerró de colores góticos mi casa. Corrí por los pasillos donde sólo escuchaba el eco de mis pasos, cuando llegué a mi habitación, me llevé las manos a oídos, para no escucharlo. El dragón púrpura estaba despierto y su aterrador gemido
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encajaba su mordaz furia en mi corazón, empezó a pronunciar la única palabra que podía comprender, la que llevaba la insignia de la muerte… como un lamento repetía: “André, André”, me puse de rodillas, ¡traté de evitar oírlo!, aquel nombre mutilaba mi alma lentamente, “André André”. Instantáneos recuerdos de mi hijo brotaban de mis ojos. La bestia se abalanzó sobre mi, clavó su aguijón en mi estomago y empezó a recorrerlo hasta la altura de la cerviz, abriéndola como alas de mariposa. Me tomó entre sus brazos, alcancé a ver sus enormes ojos verdes… llenos de inocencia ajena. Acercó su pico a mi nariz, dijo: “André, André”. Irguió el cuello, abrió sus fauces, di un suspiro de serenidad… y cerré mis ojos.
Paholo Del Valle
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La Última Parada Cuando Juan murió, pensé que había sido por mi culpa, ciertamente yo no fui el hombre tras el volante del Chevrolet pero… enemistamos y no sabía si mi rencor era tan grande como para desearle la muerte… quizás lo hice. A Juan no le iba su estado, para nada, él era muy guapo y su sonrisa, incluso entonces, podría arrancar algún suspiro. Desgraciado… aún me daba envidia ver su rostro y su cabello castaño tan brillante y ondulado, su estatura… su suerte, aunque esta ya no era tan envidiable… “Lo siento Juan, amigo, de verdad lo siento”, fue todo lo que dije cuando lo vi tras el cristal y me retiré. Entonces ella entró al velatorio, tuve el impulso de abrazarla y llorar a su lado pero me pareció lo más horrible, traicionar a mi amigo que yacía en ése frío cajón. Cuánto hubiese deseado que se fueran juntos… Quise matarla. Sólo pasé de largo. Me retiré. En el “depa”, cogía sueño con la música de mi Ipod y justo en medio de la canción “El Embrujo”, escuché un rumor agudo y oscilante como el de una tele sin señal. Caminé por todo el apartamento y no escuché la maldita fuente de aquel ruido. De pronto la distorsión se fue y todo era claro. “Loco, escúchame, ¡Loco!, probando… huevón, contesta ¡carajo!, ¡maldita sea!, ¡contesta!”. Me arranqué los audífonos y lance ocho cuotas sin pagar contra el muro de mi habitación.
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No me sentía bien, para nada, de dónde salió esa voz, ¿El muy mierda lo había grabado antes de partir? ¡Qué carajo sucedía! Estuve media hora sobre el piso, no moví ni un músculo. Pero tenía curiosidad y quise comprobarme a mí mismo que no se trataba de ningún estúpido caso de psicofonía. Me acerqué “decididamente” al artefacto. No se destrozó… primera noticia buena. Segunda noticia: “Mierda, me haces esperar Loco, te measte de miedo, ¡marica!… jaja, oye hazme un favor…” Si esto era una pesadilla lo mejor era sobrellevarla. “Qué quieres Juan?” le dije. “Loco, no te preocupes lo que te voy a proponer te gustará”. “Habla...”. “Quiero que le hagas el amor”. “…¿A quién?”. “A Yohana”. “¡Cómo!”. “Si mira, préstame tu cuerpo…” Al rato me aparecí por su tumba con extraños diagramas y velas, la pala del sepulturero todavía estaba sobre su tumba, el ritual era más complicado que lo descrito en los manuales de necromancia (convenientemente resguardado en la biblioteca de mi abuelo). Conjuré su espíritu en algún extraño idioma (no era inglés, yo conozco muy bien el inglés) y una espiral de luz oscura (no se cómo describirla así que me valgo de ésa absurda metáfora) succionó su alma tierra mientras el vórtice se incrustaba en mi corazón, el pequeño torbellino desapareció rápidamente. Escuché a Juan: “Vamos con Yohana”, “¿Sólo te la quieres tirar?”, “No hombre, es que
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siempre quise tener un hijo con ella…” “Ese sería más hijo mío que tuyo”, “Ya verás, hay otras cosas que se heredan…” Debía tener el aspecto de un muerto viviente, sentía mi cuerpo duro y frío, de todas formas yo era (de algún modo) Juan, quien regresó del infierno a “saldar una cuenta”. Con Yohana todo fue más fácil. “Deja que yo hable”, me indicó… El padre de Yohana nos invitó a pasar. Ella aún lloraba, tenía como treinta y cinco años y Juan le había propuesto matrimonio hace sólo dos días. Nos sentamos y él comenzó a hablar… De alguna forma la convenció de acostarse conmigo, o con él, no tuve idea, se apoderó de todos mis sentidos cuando hablaron y yo no pude escuchar nada… ¡El muy maricón era tan bueno con las mujeres! En la cama, le exigí turnar la tenencia de los sentidos, discutimos por el tacto. Al final fueron cinco minutos por sentido. Poseyó el tacto como unas cinco veces, yo lo tuve sólo tres… pero en los mejores momentos. Sentía el dulce sabor de la venganza, el sonido del placer, senos blancos, lágrimas… cuando la poseía casi pude perdonar a Juan por haberme quitado a Yohana. Ella tuvo tres orgasmos aquella noche, lo sé porque Juan la conocía muy bien y me dijo cómo asegurarme de lograr los resultados más satisfactorios. Sería como en esas noches… cuando salíamos a
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divertirnos con algunas “lobitas” pero resultó que el muy bastardo dijo a Yohana algo como “Lo siento mucho por Juan pero me tienes a mí, yo te amo, no te dejaré sola” y demás juramentos y promesas… la peor: “Me casaré contigo”. Han pasado catorce años desde aquel día, el otro bastardo tiene la bendita suerte de su padre y su madre lo adora, nunca me obedece, estudia la carrera de Juan (¡abogado!) y siempre me descuida la plata ¡Ojala se muera! ...Aunque sólo regresaría para joderme.
Alberto Salas
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