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Sylvia Day

No me tientes Georgian – 4

Simon Quinn puede seducir a cualquier mujer que se proponga, pero prefiere a aquellas que no se hacen demasiadas ilusiones, puesto que en su vida sólo tienen cabida el peligro y los placeres efímeros. Lynette Rousseau, que está dispuesta a hacer cualquier cosa para encontrar a su hermana Lynette, se infiltra en los círculos de espionaje que frecuentaba su gemela. Pronto se da cuenta de que Simon es el único que puede ayudarla, aunque el deseo que él le despierta podría esclavizar a Lynette de por vida… ¿Logrará Lynette llevar a cabo su propósito y protegerse de ese enigmático y atractivo hombre?

Prólogo París, Francia 1757 Agarrándose desesperada al tocador que tenía delante, Marguerite Piccard estaba experimentando el placer más auténtico que había sentido nunca. Se le erizó el vello de los brazos, y se mordió el labio inferior para acallar el gemido que ansiaba escapar de sus labios. —No te contengas —le pidió su amante con voz ronca—. Me vuelve loco oírte. Los azules ojos de ella se entrecerraban de pasión, pero se esforzó por mantenerlos abiertos para observar su reflejo en el espejo y buscar la mirada del hombre que se estaba moviendo a su espalda. Las patas del tocador crujían cada vez que él movía las caderas, haciéndole el amor allí de pie. Los famosos y sensuales labios del marqués de Saint-Martin esbozaron una sonrisa de satisfacción al ver lo alterada que estaba su amante. Le sujetó los pechos con las manos y guió el cuerpo de ella para que se moviese al mismo ritmo que el de él. Los dos se tensaron, tenían la piel empapada de sudor, con el torso subiendo y bajando con dificultad. A Marguerite le ardía la sangre de tal modo, sentía tal deseo por su amante, que lo había abandonado todo —familia, amigos, su brillante futuro— para estar con él. Y sabía que él la amaba con la misma intensidad. Se lo había demostrado con cada caricia, con cada mirada. —Eres tan hermosa… —susurró en ese momento, mirándola en el espejo. Cuando Marguerite le sugirió con timidez que la poseyera en aquel lugar, él se


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