Notdejratrs

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No te dejare atrás Linda Howard

Prólogo La congresista Joan Kingsley estaba paseándose por su casa, de noche, en silencio y a oscuras. No quería encender ninguna luz, porque, últimamente, prefería la oscuridad. Detestaba que brillara el sol, que la gente se riera, que pasaran los días. Tenía tanta angustia en el alma que lo único que podía hacer era seguir funcionando para cumplir con sus obligaciones. Odiaba la casa. Se le había quedado demasiado grande. Sin embargo, no era capaz de marcharse. Dexter y ella se habían enamorado de aquella casa a primera vista, y habían hecho un gran esfuerzo económico para comprarla, porque, desde el principio, les había parecido su hogar. Allí habían criado a su hijo y habían visto cómo sus sueños de riqueza y poder se hacían realidad. Habían tenido que trabajar hasta el agotamiento para conseguirlo, pero era allí donde lo habían planeado casi todo y donde habían visto cómo llegaba a buen término. Pero, sin Dexter, la casa se había quedado vacía. Lo había querido tanto… Todavía lo quería. La muerte no acababa con el amor; el amor seguía su camino, pero, en vez de ser una sensación de calor y de brillo, se había convertido en dolor. Ella tenía la culpa de que Dexter hubiera muerto. Ella, y Axel MacNamara. Odiaba a aquel hijo de perra con una ferocidad que se hacía más y más intensa con el paso del tiempo. Él todavía la tenía vigilada. La seguían, e interceptaban y leían todas sus comunicaciones. En realidad, MacNamara pensaba que interceptaban y leían todas sus comunicaciones, pero, con suerte, lo que él ignoraba era lo que iba a hacerle daño, por supuesto. Ella misma lo estaba planeando así. MacNamara pensaba que la tenía neutralizada. La había obligado a dimitir de su puesto de poder; su marido había muerto y su cohorte dentro de los GO-Teams había huido del país. Por el momento, dejaba que él siguiera creyéndolo. Devan Hubbert era más listo que cualquiera de los demás expertos informáticos que MacNamara tuviera en nómina. Mucho más listo. Con tiempo, y con las herramientas necesarias, Devan podía atravesar cualquier barrera de seguridad y entrar en cualquier sistema. Y, si la situación lo demandaba, era lo suficientemente flexible como para recurrir a tecnologías más sencillas. Se había puesto en contacto con ella a la semana de haber salido del país. Ella no sabía por qué; ya no tenía ningún poder, ni podía acceder a información secreta o privilegiada, ni tenía influencia que vender. Devan estaba allí por el dinero, como había estado ella. Mantenerse en una situación de poder en Washington D.C era muy caro, pero para ganar dinero de verdad había que estar allí. Dexter ya se sentía satisfecho con lo que tenían, pero la había apoyado en su plan de vender información a los rusos y obtener un enorme beneficio. Con el dinero y el poder suficientes, ella podría haber llegado a la Casa Blanca. Qué irónico y qué amargo era que hubiese perdido la vida él, y no ella, por aquel plan. Su marido solo estaba haciendo lo que había hecho siempre: apoyarla.


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Notdejratrs by Katherin Rodriguez - Issuu