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¿PODEMOS DOMINAR EL PECADO? Y ¿CÓMO LE DAMOS PODER ?
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¿PODEMOS DOMINAR EL PECADO? Y ¿CÓMO LE DAMOS PODER ? 20 Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa. 21 A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón.
Romanos 1: 20-21 El pecado es una acción consciente del ser humano en contra de lo que Dios representa y en contra de nuestro prójimo que desagrada y ofende a nuestro Señor fracturando nuestra comunión con Él. Ejemplo de pecado: idolatría, inmoralidad sexual, envidia, adulterio, homicidio, mentir, homosexualidad, sectarismo, brujería, entre otros. Pero estos pecados son consecuencia de una acción mayor, la acción más importante que el ser humano deja de hacer es: No darle la gloria a Dios, ni ser agradecidos con Él; esto provoca que nuestra mente comience a razonar de una forma diferente y que nuestro corazón comience a sentirse independiente y capaz de hacerlo todo sin la dirección e intervención divina. Al conocer Dios que en nuestro corazón existe esa actitud, podríamos decir de soberbia y de orgullo, Él cambia de posición y actúa de acuerdo a su atributo de Justicia y se aleja; en consecuencia nos entrega al poder del pecado, al poder de la naturaleza pecaminosa que existe en nosotros.
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Veamos Romanos 1: 24, 26, 28. 24 Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen
a la impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros. 26 Por tanto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas. En efecto, las mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. 28 Además, como estimaron que no valía la pena tomar en cuenta el conocimiento de Dios, él a su vez los entregó a la depravación mental, para que hicieran lo que no debían hacer.
Dejar de hacer algo aparentemente sencillo, como glorificar a Dios y ser agradecidos de corazón, pero que en el fondo es difícil para el ser humano por su falta de humildad, una actitud tan dañina que nos impide vernos como los gusanos que somos ante la majestuosidad y grandeza del Dios Todopoderoso, siendo esto el inicio de nuestra desgracia. Antes de continuar con el tema quisiera dar una apreciación de lo que es darle gloria a Dios y ser agradecidos. Dar gloria a Dios es RECONOCER CON CONVICCIÓN que Él es Grande y nosotros pequeños; que Él es Soberano y nosotros dependientes; que todas nuestras capacidades, habilidades y posesiones nos han sido concedidas por Su Gracia; somos porque Él es, y nada más. Él se merece la gloria y la honra, no nosotros. Ser agradecidos es tener una actitud de responder favorablemente ante la dedicación y pasión que el Creador sostiene hacia nosotros. Dicho lo anterior y haciendo referencia a Santiago 1:14-15, 14 Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. 15 Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte.
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El pecar es un proceso que se origina en lo más profundo de nuestro corazón y de nuestras motivaciones que luego se concibe en nuestra mente provocando una acción, que si ésta se materializa, el pecado es un hecho y se ha consumado. Por ejemplo, el deseo de la mujer del prójimo y la envidia son acciones consumadas en nuestro corazón por lo tanto ambas son pecado. Todos somos pecadores y eso es una verdad bíblica. Aunque la naturaleza pecaminosa con la que nacemos haya sido crucificada con Jesús en la cruz y espiritualmente esté muerta en Jesucristo, ella nos acompaña hasta que nuestro cuerpo físico muera; por lo tanto, esta naturaleza puede aflorar en cualquier descuido. Ahora bien, lo importante es la actitud que tenemos hacia el pecado, ¿nos alejamos cada vez más del pecado o nos gozamos y participamos de el? Una vez que pecamos y es repetitivo, ese pecado se convierte en un hábito provocando que nuestro corazón se vuelva insensible. La única forma de quebrar el hábito de pecado es por medio del Espíritu Santo y su grandioso poder, aceptando de corazón a Jesucristo como nuestro único Dios y Salvador personal y rindiendo todo nuestro ser a sus pies. Un corazón sensible es aquel que primero reconoce a Dios, le da gloria a Él y es agradecido. Segundo, un corazón sensible es aquel que busca de Dios y Su Palabra, la acepta en su corazón y crea convicciones, es decir que la Palabra nos transforme y que esas nuevas convicciones y verdades adquiridas se manifiesten de una forma natural en nuestras relaciones interpersonales. Romanos 8:1-2 dice: Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús,pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.
Tú solo, querido hermano, no podrás contra el pecado que hay en ti; solamente con la ayuda del poder del Espíritu Santo que habita en tu corazón podrás vencerlo, creyendo en Jesucristo como tu Salvador personal, quien venció al pecado en la cruz del calvario, lo cual ya es un hecho consumado y Dios así lo ha
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establecido. Por lo tanto, hay que creerlo con convicción; Él te perdonará, te salvará, te dará libertad y el poder para salirte de tus malos hábitos y gozar de una vida en abundancia mientras no muramos y obtener la Vida Eterna.
¡QUE EL SEÑOR TE BENDIGA!
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