© Crónicas Mecánicas © Manuel L. Sánchez Montero © Portada e ilustraciones de interior: Leticia Morgado Corrección: Sergio R. Alarte Maquetación: Kharmedia Primera edición: Octubre 2016 © Kelonia Editorial 2016 Apartado de correos 56. 46133 - Meliana (Valencia) kelonia.editorial@gmail.com www.kelonia-editorial.com ISBN: 978-84-946097-1-8 Depósito legal: V2321-2016
A la memoria de mi abuela Concha. Ella fue la primera persona con la que hablĂŠ del espacio, de la ciencia y de lo interesante que es el futuro. Gracias por escucharme y compartir mi curiosidad.
fichas de
personajes
varis Es miembro del Gremio de los Mecánicos. Le encanta la tecnología antigua aunque es uno de los mejores mecánicos de Ciudad M. Curioso y amable, siempre está dispuesto a ayudar a los demás. El lema de su taller es “24 horas para reparar” ya que le encanta su profesión y no le importa quedarse hasta tarde, arreglando los aparatos más extraños que puedas imaginar.
JAGG Es el pequeño androide ayudante de Varis en el taller. Un androide modelo XL2, al que Varis le incorporó un sintetizador de voz para que pudiera hablar y hacerle compañía en el trabajo. A pesar de ser un androide es divertido y servicial. Se preocupa por su jefe y lo cuida casi como lo haría una madre.
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CLOE Trabaja como reportera en el “Diario H”, el mejor informativo de la ciudad. Es alegre, aventurera y su sueño es poder convertirse en reportera famosa para viajar por todo el mundo. Su mejor amiga es la también reportera Mati, le gustan los gatos y sobre todo… ¡comer!
SR. EDISON Es el vecino y amigo de Cloe, un viejecito alegre y despistado. Casi nunca sale de casa y siempre va con pajarita y zapatillas. Un anciano amable que no es lo que parece, ya que guarda un gran secreto.
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Coronel John Stevens
Es uno de los mejores inventores de Ciudad M. Casi toda su carrera como inventor la cursó en el ejército. Popularmente se le conoce como “El Coronel”, su grado militar. Su invento más famoso es el NeoTren, el medio de transporte preferido de Ciudad M y de otras ciudades. Su pasado militar lo empuja a inventar armas para la defensa o el ataque.
MORGAN Es un parcheado a las órdenes del coronel John Stevens. Vive, como casi todos los parcheados, en el Antiguo Distrito. Posiblemente “El Doctor” fue quien le implantó el brazo derecho. Un brazo totalmente robótico que le concede gran fuerza. Siempre va con un traje viejo para parecer alguien sin recursos, pero es listo y astuto.
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MANDÍBULAS
Es el socio inseparable de Morgan. No es tan listo como él pero su fuerza y rapidez son útiles en las fechorías que cometen para “El Coronel”. Su nombre es debido a que de pequeño sufrió un accidente, y tuvieron que sustituirle la parte inferior de la mandíbula por una prótesis robótica. Desde entonces nadie lo ha oído hablar o comer.
UNO Todo el mundo en Ciudad M lo conoce por ese nombre. Lleva tantos años siendo el número uno en la lista del Club Verne de inventores, que casi nadie recuerda su nombre. Zacarías Janssen, su nombre real, ha inventado innumerables artilugios, compuestos químicos y los más avanzados componentes electrónicos. UNO es el hombre más rico y poderoso de Ciudad M.
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samuel
Este joven inventor es el mejor amigo de Varis. Han sido inseparables desde que se conocieron en la Universidad Tec25, de Ciudad M. Samuel vive en un tranquilo barrio junto a su estrafalaria madre Cristina. A Samuel solo le interesa inventar dispositivos Ăştiles para las personas, pero su madre quiere que sea el mejor inventor del Club Verne para mudarse a una gran mansiĂłn.
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introducción
L
a Ciudad M es famosa en el mundo entero por tener la más avanzada tecnología. En ella viven los mejores inventores, los integrantes del Club Verne. Los inventores no son gente corriente, compiten entre ellos para conocer quién es el mejor. A todas horas construyen objetos de lo más diverso para asegurarse un puesto de honor en la clasificación de su club. Muchos de esos inventos no son demasiado útiles, y algunas veces deparan algún que otro problemilla. ¿Quieres conocer alguna historia de ellos? Pues adéntrate en la Ciudad M, una ciudad llena de ideas y sorpresas.
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1 Un día cualquiera
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ran las ocho de la tarde. Todos los comercios de la ciudad estaban cerrados, todos menos uno. El taller de Varis siempre estaba abierto, ese era su lema. Varis era un apasionado de la mecánica, disfrutaba reparando cualquier cosa: una pantalla táctil, un radio-emisor, un patinete volador… casi nada se le resistía. —Te lo prometo, Jagg —respondía Varis a su pequeño androide ayudante—. Un fusible más y nos vamos a descansar. Jagg era un androide XL2, adaptado y mejorado por Varis para que le ayudara en el taller. Los últimos cinco años los pasó trabajando en él. Era uno de los pocos droides que tenía un sintetizador de voz y sus B 17 B
respuestas eran casi humanas. Varis le añadió el tono de voz de uno de sus actores de comedia favorito. —Acércame la llave 45. Tiene que estar guardada entre el despiece de la nevera del señor James —ordenaba Varis, mientras se secaba el sudor de la frente con un pañuelo. Llevaba varias horas sin descansar, trabajando en un curioso aparato de jardinería. Varis estaba intrigado, quería descubrir cómo el mecanismo cortaba la hierba si no tenía ninguna cuchilla. —Tiene una llamada en el radio-emisor —le comunicó Jagg. Varis estaba tan concentrado en la reparación que B 18 B
no había oído su pesado timbre. A pesar de tener a su disposición multitud de aparatos tecnológicos de última generación, Varis utilizaba modelos de varias décadas atrás. Siempre decía que los antiguos modelos estaban pensados para funcionar de manera permanente, no como los actuales que sólo respondían a unas necesidades muy cortas en el tiempo. Casi todo era de usar y tirar. —¡Alarma, alarma! —chillaba su radio-transmisor colgado de la pared mientras emitía luces rojas, que iluminaban todo el taller. Varis soltó de mala gana sus herramientas y lentamente fue hasta el ruidoso trasmisor. —¡Ya voy, ya voy! ¡Qué jaleo! Tengo que bajar el volumen de este trasto —maldecía mientras pasaba la mano sobre el sensor para descolgar. —Taller de Varis, 24 horas para reparar. Dígame su problema. La transmisión del mensaje no fue un vídeo como de costumbre. Tan solo pudo recibir una señal de audio con muchas interferencias. —¿Hola? —preguntaba al otro lado una voz joven de mujer—. ¿Puede usted oírme? —Sí, le oigo. ¿En qué puedo ayudarla? B 19 B
—Necesito ayuda con un destructor de basura. Está descontrolado y no puedo desconectarlo. ¡Ya ha triturado la mitad de mi cocina! —respondió de forma nerviosa la joven—. Por favor, venga rápido. Busqué en Supernet al mecánico más próximo y le localizó. Le paso mi dirección por el nano-escáner. «Esto parece interesante» pensó Varis. —Vamos, Jagg, coge las herramientas mientras yo preparo el transporte. De forma casi automática, el pequeño droide cogió la caja de herramientas metálica del mecánico, mientras que Varis subía a su vieja furgoneta. La furgoneta era un modelo muy antiguo. Aunque Varis había sustituido su motor diésel por uno eléctrico, era uno de los pocos vehículos que aún circulaban con ruedas la mayor parte del tiempo. La gente tenía vehículos semi-voladores o voladores, impulsados por motores de agua o electricidad. A Varis le gustaba todo lo antiguo, era su forma de vida. A los pocos minutos, lograron llegar a su destino. A esas horas de la tarde, casi ningún vehículo transitaba por las calles y menos por las vías terrestres. —Llegando al destino. Dirección: Vía Láctea, B 21 B
2.045. Edificio Mercurio —recitaba el navegador de la furgoneta. —Vamos, Jagg, el asunto parece serio, hay muchos vecinos congregados en la entrada del edificio —apremiaba Varis a su droide mientras bajaban de la furgoneta. Varis y Jagg se abrieron paso entre las personas que, con caras de preocupación y sorpresa, ocupaban la acera del grandioso edificio. Aunque el edificio era uno de los más pequeños de la avenida, tenía más de treinta pisos en vertical y cinco apartamentos por planta. Su estructura metálica tenía un tono rojizo, como el de un metal férrico oxidado. B 22 B
Tras salir del ascensor, se encontraron con una joven pelirroja con la cara desencajada. —Por favor, mi gato está atrapado en la cocina. No puede salir de allí —decía la joven mientras arrastraba por el brazo a Varis. Dentro del apartamento había algo de humo blanco y un fuerte olor que Varis no pudo identificar. —Debería haber llamado a los bomberos —sugirió Varis, dando un paso hacia atrás. —¡Y lo hice! Pero digamos que tuve un pequeño problemilla con ellos no hace mucho y… creo que no le han dado demasiada importancia a “esto” —comentó con vergüenza la pelirroja—. He intentado apagar el destructor de basura desde la distancia con un cepillo manual, pero lo agarró y también lo ha destruido. De pronto una intensa luz salió de la cocina, seguida del ruido de una pequeña explosión. El gato salió corriendo desde la cocina hasta los brazos de la joven. —Dame el agarrador 36 y los alicates, Jagg. Intentaremos apagar este trasto ruidoso. Varis pudo ver por primera vez el destructor de basura. No era más que un cubo metálico mediano con ruedas y varios dispositivos conectados a un display B 23 B
que lanzaba mensajes de error en unas letras grandes y rojas. El ruido que hacia el aparato averiado era ensordecedor. Varis esperó unos segundos hasta que el aparato terminó de engullir una tostadora. Saltó detrás de él y lo agarró, equipado con unos guantes de neogoma. Intentó desatornillar unas tuercas, pero al rozar la llave multimecánica con estas saltaron grandes chispas, que hicieron caer hacia atrás a Varis. Las chispas llegaron a las persianas de la cocina, e inmediatamente comenzaron a arder. Por momentos la cocina entera se vio presa de las llamas. B 24 B
Un humo negro inundó todo el apartamento. Los aspersores y otros medios contraincendios se pusieron en marcha. Varis se quitó el pañuelo de la cabeza, empapado, y se lo colocó en la nariz. De su caja de herramientas sacó un gran trozo de neogoma y lo colocó en el suelo. Se subió encima de él y con la llave multimecánica dio una descarga a máxima potencia al suelo mojado. El agua que caía por la cocina hizo de conductor de la electricidad. Esto provocó que el triturador se sobrecargara y tras unos segundos, en los que no paró de escupir restos de su depósito, se desconectó por completo. El pequeño incendio se fue apagando poco a poco. La cocina quedó empapada y negra por el humo. La joven pelirroja cayó de rodillas al suelo, derrumbada al ver tan desastrosa escena. —¡Dios mío, qué horror! —sollozaba la joven. Tras unos minutos de desconsuelo, llegaron los bomberos. —¿Otra vez usted, señorita Cloe? No para de meterse en problemas —dijo uno de ellos al terminar de asegurar el apartamento. —Lo siento, Brigada Mayor. Esta vez ha sido un accidente, no pretendía montar este lío y mucho menos en mi casa —contestó avergonzada la propietaria. B 25 B
Varis y Jagg ayudaron a Cloe a limpiar y ordenar su apartamento. Una vez terminaron, fueron juntos a un restaurante cercano. —Lo menos que puedo hacer es invitarte a cenar para darte las gracias —decía Cloe mientras engullía un inmenso bocadillo. Varis miraba asombrado a la joven. Se preguntaba cómo una persona tan delgada como Cloe podía comer tanta comida. ¡Llevaba más de una hora tragando sin parar! —La verdad es que ha sido una situación complicada. No sé por qué saltaron tantas chispas al tocar el destructor con la llave multimecánica. Es un modelo muy extraño —decía Varis mientras limpiaba a Jagg con un trapo—. ¿Dónde lo compraste? ¿Es un prototipo de algún inventor? Últimamente venden cualquier cosa sin probarla a fondo. —Qué va, qué va. Con mi sueldo de aprendiz de reportera no me llega para comprar aparatos caros o demasiado complejos. El destructor de basura es un regalo de mi vecino, el señor Edison. Un señor mayor muy amable que tiene mil trastos por casa. —¿Podría llevarme el destructor de basura al taller? Creo que ese aparato tiene algo especial, algo que nunca he visto —dijo Varis con aire pensativo. B 26 B
—Como quieras. La verdad es que no me gustaría volver a verlo nunca más. Camarero, póngame otro de estos bocadillos para llevar —concluyó Cloe, aún con la boca llena. —Como sigas comiendo así, ¡la próxima en explotar vas a ser tú! —Tendré cuidado —replicó Cloe, sonriente.
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