El trit贸n borracho
ISTVÁN ŐRKÉNY Cuentos de un minuto
Esta edición se beneficia de una ayuda a la traducción de la Fundación del Libro Húngaro (Magyar Könyv Alapítvány)
Cuentos de un minuto ISTVÁN ÖRKÉNY
© Estáte of István Örkény ©
Instrucciones de uso
Los cuentos anexos, a pesar de su brevedad, son obras de plena validez. Su principal ventaja consiste en que uno ahorra tiempo con ellos, puesto que no exigen una atención desmedida, de esas que se prolongan por semanas o meses. Mientras se cocinan los huevos pasados por agua o mientras logramos comunicarnos con el número telefónico que estamos marcando, leamos un cuento de un minuto. Sufrir de un estado anímico depresivo o estar al borde de un ataque de nervios no representan impedimento alguno. Podemos leerlos sentados o de pie, en medio del viento o bajo la lluvia, o viajando en un autobús repleto de gente. Casi todos estos textos pueden ser disfrutados incluso mientras uno está caminando. Recomendamos prestar atención a los títulos. El autor se concentró en la brevedad, de modo que no pudo proporcionar nombres de poco significado. Antes de subir a un tranvía solemos mirar la señalización del vehículo. El título de estos cuentos tiene ese mismo objetivo. Por supuesto, esto no significa que es suficiente leer solamente los títulos. Es necesario empezar con ellos, pero luego debe continuarse con el texto: en verdad, ése es el único modo de uso correcto. ¡Atención! Si alguien no entiende algo, deberá leer de nuevo el texto en cuestión. Si tampoco lo entiende en esa oportunidad, el defecto debe ser del cuento. No hay personas incompetentes, sólo textos de un minuto deficientes.
Acerca del grotesco
Tenga la bondad de colocarse de pie, con las piernas abiertas, inclínese profundamente hacia delante y, manteniendo esta posición, mire hacia atrás por entre las piernas. Gracias. Observemos en torno a nosotros y demos cuenta de lo que vemos. El mundo se ha vuelto al revés. Las piernas masculinas patalean en el aire, los pantalones se enrollan hacia arriba, y las muchachas —ah, las muchachas—, ¡cómo intentan sujetar sus faldas! Aquí vemos un automóvil: está con sus cuatro ruedas al aire, como un perro que espera que le rasquen la barriga. Un crisantemo aparece tal cual un muñeco que vuelve a quedar siempre derecho, por más que se le empuje, un tentetieso: su delgado tallo se alza hacia el cielo, mientras la flor se mantiene en equilibrio sobre su cabeza. La humareda de un tren expreso pasa de largo a toda velocidad. La iglesia parroquial del centro sólo roza la tierra con la punta de los pararrayos que se encuentran sobre las cruces de sus dos torres. Más allá vemos un rótulo en la ventana de la taberna:
uoǯǯıs ƽp ǠǤsƽȉǯ ƽȜȉƽǤ ǠǤ ƽȉǯ ǠzƽȜȉƽǤ Dentro, un cliente tambaleante —cabeza abajo— trae su cerveza desde el mostrador, en este orden: en la parte inferior la espuma, encima la cerveza y arriba de todo el fondo del vaso. Ni una sola gota se derrama. ¿Es invierno? ¡Pues claro! Los copos de nieve revolotean en dirección a lo alto, y las parejas patinan deslizándose sobre el
congelado espejo de la bóveda celeste. ¡No es, realmente, un deporte fácil! Busquemos ahora alguna escena más alegre. ¡Aquí la tenemos: un entierro! En medio de la nevisca que va ascendiendo podemos contemplar, a través del velo de las lágrimas que corren hacia arriba, cómo los sepultureros suben el ataúd con la ayuda de dos gruesas cuerdas. Los compañeros de trabajo, los conocidos, los parientes cercanos y lejanos, así como la viuda y tres huérfanos, todos sujetan terrones que comienzan a lanzar sobre el féretro. Recordemos los desgarradores sonidos de los terrones arrojados a la tumba, mientras caen y se desmoronan, en tanto la viuda llora y los huérfanos se lamentan... ¡Qué sensación tan distinta produce lanzarlos hacia arriba! ¡Cuánto más difícil es acertarle al ataúd! En primer lugar, hacen falta terrones de buena calidad: los demasiado suaves se desmigan a mitad de camino. Así que la gente se atropella, corre de aquí para allá y se empujan los unos a los otros, buscando terrones duros. Pero no es suficiente que el terrón sea como debe ser: si se lanza con mala puntería es devuelto, y si le da a alguien —en particular a algún pariente rico y elegante—, comienzan las burlas, unas saludables y maliciosas risas en sordina. En cambio, si todo resulta bien —es decir, el terrón es duro y la puntería es precisa, capaz de darle de lleno al ataúd de madera—, entonces el lanzador es aplaudido y todos regresan a casa con el ánimo risueño, para recordar por mucho tiempo el gran impacto, el querido muerto y la divertida ceremonia que quedó tan bien, en la cual no hubo manifestación alguna de hipocresía, simulacros de duelo ni falsas declaraciones de pésame. Por favor, tened la bondad de enderezaros. Como podéis ver, el mundo se ha puesto de pie y vosotros podéis llorar a vuestros amados deudos con la cabeza levantada y dejando correr amargas lágrimas.
SITUACIONES
Sin novedad
Una tarde, sobre la tumba número 14 de la parcela 27 del cementerio público de Budapest, se derrumbó, con gran estruendo, un obelisco de granito de casi tres toneladas. De inmediato la tumba se abrió en dos y la muerta que allí descansaba, la señora de Mihály Hajduska, de soltera Stefania Nobel (1827-1848), resucitó. Sobre el obelisco, con letras ya desgastadas por el tiempo, se hallaba grabado también el nombre de su esposo, el cual, por razones desconocidas, no resucitó. A causa del mal tiempo sólo unas pocas personas se hallaban en el cementerio, pero los que escucharon aquel gran estrépito se reunieron en el lugar. Ya para entonces la joven se había sacudido la tierra, había pedido prestado un peine y se había peinado. Una ancianita, que se cubría con un velo de luto, le preguntó que cómo se sentía. —Gracias —dijo la señora Hajduska—, bien. Un taxista se interesó por saber si tenía sed. —Ahora no deseo beber nada —contestó la ex-muerta. —Con lo pésima que es esta agua de Budapest —señaló el taxista, tampoco él deseaba bebería. —¿Qué le pasa al agua de Budapest? —preguntó la señora Hajduska. —Le echan cloro. —Le echan cloro, claro que le echan cloro —confirmó Apóstol Barannikov, cultivador de flores búlgaro que vendía sus productos a la puerta del cementerio. Ésa era la razón por la que él se veía obligado a regar sus plantas más delicadas con agua de lluvia.
Alguien dijo que hoy en día le echan cloro al agua en todas partes. Aquí la conversación se atascó. —¿Y qué otra novedad hay? —se interesó la joven. —No ha pasado nada especial —le contestaron. De nuevo se hizo el silencio. Entonces comenzó a llover. —Tenga cuidado de no resfriarse —le dijo a la resucitada Dezsó Deutsch, pequeño industrial dedicado a fabricar cañas de pescar. —No tiene importancia —dijo la señora Hajduska. A ella precisamente le gustaba la lluvia. —Eso depende de la clase de lluvia —dijo la ancianita. Ella se refería a esta tibia lluvia de verano, informó la señora Hajduska. Él, en cambio, no necesitaba ninguna clase de lluvia, expresó Apóstol Barannikov, porque sólo sirve para espantar a los visitantes del cementerio. Eso él lo podía comprender muy bien, contestó el pequeño industrial fabricante de cañas de pescar, manifestando así su acuerdo. Después de eso se instaló un silencio prolongado. —¡Cuenten algo, pues! —exclamó la resucitada. —¿Qué podemos contar? —contestó la ancianita—. En verdad, no tenemos tantas cosas que contar, nosotros. —¿No sucedió nada desde la guerra de independencia?1 —Siempre sucede algo —dijo el pequeño industrial, con un gesto de desaliento—. Pero es como dicen los alemanes: Selten kommt etwas Besseres nach. —Esto es lo que hay.. 2 —agregó el chofer de taxi, y como lo que le interesaba era conseguir algún pasajero, desencantado, regresó a su automóvil. Se mantuvieron callados. La resucitada miró el hueco de la tumba, sobre el cual no se había cerrado la tierra. Esperó un rato más, 1. Recuérdese que la mujer murió en 1848, fecha de la fracasada guerra de independencia húngara en contra de los Habsburgo. (N. de la T.) 2. Frase popular en Hungría durante el socialismo: «Esto es lo que hay, esto es lo que nos tiene que gustar». (N. de la T.)
pero viendo que a nadie se le ocurría nada, se despidió de los que la rodeaban. —Hasta la vista —dijo, y descendió al hueco. El pequeño industrial fabricante de cañas de pescar, servicial, le ofreció la mano, para evitar que se resbalase en el barro. —¡Que le vaya bien! —dijo, dirigiéndose a la profundidad del hueco. —¿Qué pasó? —les preguntó en la entrada el taxista—. ¿No se habrá metido de nuevo en su tumba? —Sí que se metió, sí —meneó la cabeza la ancianita—. Y eso que conversábamos tan ricamente.
¿Qué es esto? ¿Qué es esto?
Los D. (una familia decente) solicitaron que su nombre no fuese mencionado. A cambio prometieron contarlo todo, sin atenuantes, con la esperanza de obtener de nuestros lectores alguna información valiosa. Sobre la parcela que habían heredado, en la antigua calle 127 (la actual calle Rivalda), construyeron, con el arduo trabajo de largos años, una casa propia de cuatro habitaciones, a la cual, el año pasado, el Día de la Asunción (ello carece de todo significado), por fin pudieron mudarse. Venían de una vivienda situada en un sótano, un poco húmeda, pero en la cual no tuvieron nunca ningún problema. La calle Rival-da era, por el contrario, un lugar rodeado de vegetación, la casa se orientaba hacia el sur y el sol resplandecía. No obstante, apenas deshicieron el equipaje, sintieron picores en la piel. En el entusiasmo del primer momento no le hicieron ningún caso. Por fin tenían de todo. Casa, calentador de agua, televisor, sacudidor de alfombras y muchas otras cosas más, para hacer la lista de todo lo cual no tenemos espacio. Entonces, ¿qué era esto? Se fueron diciendo los unos a los otros que debía de ser producto del agotamiento nervioso, lo que sonaba verosímil, ya que realmente habían construido la casa con un esfuerzo sobrehumano. El propio D., que era ingeniero y había trabajado día y noche haciendo horas extras y trabajos especiales, hoy en,día vive a base de cafeína. La señora D., quien se ocupó de todos los trámites oficiales, consiguió profesionales expertos y obtuvo préstamos, e incluso encontró, con mucha dificultad, las tablas de madera que
se necesitaban, poco a poco íue perdiendo el equilibrio psicológico. Ahora da grandes golpes a la pared, haya o no moscas sobre ella. Casaron a su hija, la cual amaba a otro, con el hijo de un vete-ri nario de provincias, ya que los nuevos parientes los ayudaron con una considerable suma. Su único hijo varón aspiraba a estudiar medicina. Pero el asunto se redujo a la pregunta: ¿la carpintería del techo o el diploma de médico? El pobre muchacho desde entonces vive en una disociación psíquica, tiene un tic en un ojo y no come carne de ningún tipo: de los productos de origen animal sólo consume queso fundido y leche. Él fue el primero en sentir la picazón por todo el cuerpo. Durante dos meses estuvo asistiendo a la Clínica Dermatológica, pero ningún tratamiento le hizo efecto. A los demás tampoco. Su picazón es de tal naturaleza, que no se manifiesta en ciertos puntos específicos, sino en toda la superficie del cuerpo. No la calma ni rascarse, ni colocarse compresas, ni tampoco esparcir un talco refrescante. Por las mañanas todavía es relativamente soportable, pero por las noches se vuelve inaguantable. ¿Qué pudo haber pasado? La vida de los D. es un infierno. Van y vienen. Salen a toda prisa y regresan. Comen de pie. No pueden estar sentados, porque les pica al mismo tiempo la nuca, la punta de la nariz, la corva y en general, todo aquello que en la vivienda del sótano no les picaba. Agrava el problema el que no sólo pique el punto que pica —por ejemplo la oreja— sino también el dedo con el cual se rascan la oreja. Realmente, ¿qué es esto? A petición de ellos mismos, informo qué medidas de alivio han tomado hasta ahora: Probaron todas las cremas posibles. Se broncean continuamente con lámparas de cuarzo. Fumigaron. Hirvieron toda la ropa. Solicitaron la presencia del doctor K. E. (también pidió que su nombre no fuese mencionado), el cual, tras realizar investigacio-
nes con su varita mágica, estableció que ni en la casa ni en sus alrededores podían observarse campos magnéticos de efecto pernicioso. Han escuchado que las aguas del Jordán son buenas para calmar la picazón. Solicitan que se presente cualquiera que pueda conseguir aguas del Jordán. También aquellos que no las puedan conseguir, pero que se hayan curado ya de un mal similar. Y también aquellos que, sufriendo de un mal similar, no se hayan curado. En general, que se presenten todos, y digan su opinión. Así no se puede vivir.
La muerte del actor
I loy en la tarde, en una de las calles laterales a la avenida Üllói, I >erdió el conocimiento y cayó desmayado Zoltán Zetelaki, el popular actor. Los transeúntes lo llevaron a la clínica más próxima, pero resul-i () vano todo intento por resucitarlo con los avances más recientes de la ciencia, incluido el uso de un pulmón de acero. El excelente actor, después de una larga agonía, falleció a las seis y media de la noche; su cuerpo fue trasladado al Instituto de Anatomía. A pesar de este trágico acontecimiento, la representación de esa noche de El rey Lear transcurrió sin contratiempos. A pesar de que Zetelaki se retrasó un poco, y en el primer acto se le notó extremadamente cansado (en algunos momentos fue evidente que requería de la ayuda del apuntador), luego se encontró a sí mismo, y la muerte del rey ya la representó con una fuerza tan convincente, que recibió un aplauso estruendoso. Después lo invitaron a cenar, pero no fue. Se limitó a decir: —Hoy tuve un día muy difícil.
Prestigio
Nos pasamos dos semanas planificando su compra. Todos los días nos deteníamos ante las vitrinas y la mirábamos anhelantes. Finalmente, el día de mi cumpleaños, el cinco de abril al mediodía, preguntamos cuánto costaba. Doscientos setenta y cinco francos — dijo el frutero—. Es una jugosa pina de primera clase, absolutamente fresca. A mi esposa le pareció demasiado cara, pero a mí no. Claro, si lo comparamos con la sandía, es mucho, pero en relación con la pina seguro que no. La compramos y la llevamos a casa. La colocamos dentro de un cenicero y la contemplamos. Caminamos alrededor, tratando de entablar amistad con ella, la elogiamos y recalcamos su belleza y exotismo. De su parte superior brotaba una planta distinta, una especie de palmera: si la regáramos o la colocáramos en agua, quizás muy pronto crecería hasta hacerse bien ¡illa y florecería. En la posada enseguida se corrió la voz de que en el nueve compraron una pina. La mujer de la limpieza entró y se presentó —hasla ese momento jamás la habíamos visto—, y nos recomendó que la peláramos, la cortáramos en rodajas, la espolvoreáramos con azúcar y la di járamos reposar así un día o dos. «Tonterías —dijo una estudiante inglesa en el recodo de la escalera—. Hay que comerla con ron, así es más deliciosa.» Un compatriota, con quien hasta ese momento nos limitábamos sólo al saludo, nos pasó un papelito por debajo de la puerta: «No le hagan caso a nadie —escribió—. Hay que pelarla muy bien, porque laparte dura no se puede consumir, pero la fruta debe comerse tal como está».
A la noche la pelamos y nos la comimos. No sabía a nada. Era apei Las un poco peor que la calabaza. Lo mismo con azúcar o con ron. I a luimos tragando con dificultad y luego nos tomamos un vaso de agua. Al tercer día nos encontramos con la muchacha inglesa en el pasillo. —¿Les gustó? —preguntó. —Mucho —respondí. Suspiró. —No se puede negar —dijo—, una pina es una pina. Desde entonces, a escondidas, me detengo frente a los puestos de frutas y, anhelante, contemplo las pinas.
Fenómeno
Un corcho, que no se diferenciaba en nada de los demás corchos (decía llamarse Sándor G. Hirt, pero ¿qué significa un nombre?; un nombre no significa nada), cayó al agua. Por un rato, como era de esperar, flotó en la superficie. Pero luego sucedió algo extraño. Lentamente comenzó a sumergirse, a hundirse hasta el fondo, y no volvió a aparecer más. No hay explicación.
Un terco error de imprenta Fe de erratas
En nuestro periódico del día martes dimos cuenta de que la Academia de Ciencias Sueca le otorgó el doctorado honoris causa a un cMentífico húngaro, a quien, muy lamentablemente, mencionamos con el nombre de «doctor Pablopedro Pedro Pablo». Para más agravante, no sólo en el texto, sino también en el titular de la noticia escribimos incorrectamente el nombre Pablopedro Pedro Pablo. El nombre correcto del valioso científico húngaro es: doctor Pablopedro Pedro Pablo.
¡Hasta nuestros más audaces sueños pueden realizarse!
—Querido Feri, ese perro, el tercero, no anda bien. —Lamentablemente mi látigo es demasiado corto. —Es más, me parece que hasta cojea un poco. —¡Cómo no va a cojear, si sólo tiene tres patas! —Ay, verdad... ¿No le da lástima uncir al carro un animal lisiado? —Fíjese mejor, Ilonka. Todos mis doce perros tienen tres patas. —¡Ay, pobrecitos! —¡Compadézcame más bien a mí, mi querida Ilonka! ¡Tuve que recorrer todas las perreras hasta conseguir doce perros de tres patas! —Es posible que yo no entienda de esto, pero uno podría pensar que un perro normal podría tirar mejor y con más fuerza. —Eso no lo discuto. Pero yo soy un habitante de la ciudad, de pura cepa. ¿Qué diablos voy a hacer con doce perros de cuatro patas? —¿Será posible que les tenga miedo, Feri? —Yo le tengo miedo hasta a las picaduras de los mosquitos. A las fuerzas de la naturaleza hay que tratarlas con guantes de seda. Imagínese que estos perros fuesen de cuatro patas. Imagínese que enloquecieran por alguna razón. Imagínese que me arrancaran las riendas de las manos... ¡Es mejor ni pensar en eso, mi querida Ilonka! —De todas maneras, no lo entiendo. Si les t ie ne miedo a los perros, ¿por qué hace arrastrar su automóvil por ellos? —Porque no conduzco bien. —Pero eso se puede aprender —Más o menos, mi querida llonl .1 II ser humano y el automóvil no son contrincantes equiparaba
—¡Mire a su alrededor! ¡No se ve ni un solo coche arrastrado por perros! —¡Es algo bastante lamentable! El ser humano, por desgracia, i H ) es capaz de mantener el paso con los avances de la técnica. Los Utiliza, sí, pero en realidad les tiene terror. —Yo no les tengo miedo a los automóviles. —Este Simca puede llegar a ciento cincuenta kilómetros por hora... —No le cause dolor a mi corazón, Feri... ¡Adoro la velocidad! —Usted es un poco insaciable. Hace diez días que partimos de Budapest y, vea, ya estamos en Siófok. —Con doce perros, eso ni siquiera es un logro tan notable. —Claro que no. Sólo que ya desde Pest llevo puesto el freno de mano. —¿No es usted un poco demasiado prudente? —-Éste es exactamente el ritmo para el cual hemos sido creados. —¿Ve cuánta gente hay? Y todos nos observan a nosotros. —Sienten envidia. —Tienen los ojos completamente desorbitados. —Porque ven que hasta nuestros más audaces sueños pueden realizarse.
Información
Lleva catorce años sentado en el portal, detrás de una ventanilla. Solamente le formulan dos tipos de preguntas: —¿Dónde quedan las oficinas de Montex? A lo cual responde: —En el primer piso a la izquierda. La segunda pregunta es: —¿Dónde se encuentra la Procesadora de Desperdicios Resvencijosa? A lo que él responde así: —Segundo piso, segunda puerta a la derecha. Nunca, en catorce años, ha cometido ningún error, cada quien ha recibido la información requerida. Sólo sucedió una vez que una dama se detuvo frente a su ventana y le formuló una de las preguntas de costumbre: —Dígame por favor, ¿dónde queda Montex? En este caso, excepcionalmente, su mirada se perdió en la lejanía y dijo: —Todos venimos de la nada y a la grande y hedionda nada regresaremos. La dama puso una queja. La queja fue investigada, discutida y luego archivada. Realmente, no era para tanto.
Muerte efervescente
A las cinco de la tarde comenzó a jadear con suavidad, pero nací ic se dio cuenta. La familia estaba entregada a la emoción de los preparativos para recibir a los invitados. Luego el jadeo se hizo más fuerte y después se mezcló en él también un sonido similar al de los estertores. Tampoco ahora le prestó atención nadie, aunque ya los nervios percibían que en la vivienda estaba funcionando una fuente de sonido irregular. Pero dentro de nosotros existe un sistema de señales que todo lo atenúa, para retardar lo que nos desagrada. Desde que nuestros instintos se atrofiaron sólo reaccionamos ante el peligro cuando ya es inminente. Hasta que no llega al cuerpo, no hay ninguna diferencia entre un hueso de cereza recién escupido y la bala disparada por un fusil. Los estertores se hicieron más frecuentes, y luego se acallaron. Justo entonces, durante ese ominoso silencio, se escuchó un sonido burbujeante, como cuando se revienta una arteria y la boca se llena de la espumosa sangre proveniente de los pulmones. Todos se acercaron corriendo. Mamá Olga colocó lentamente sobre la mesa el frasco de mayonesa y dijo: —Dios mío. Márti dijo: —Yo no tengo la culpa, mamá, créeme. Mamá Olga dijo: —Porque nunca prestas atención a lo que haces. La abuelita intervino: —No se peleen, porque van a cerrar el almacén.
Realmente, alguien hubiera debido bajar y cambiar la botella de soda. Pero no tenían ánimos para moverse. Se mantuvieron allí, de pie, mirando, puesto que no hay espectáculo más cautivante que el del sufrimiento. En el interior de la botella el agua seguía efervesciendo: una efervescencia que hacía temblar su cuerpo. Por su boca brotaron burbujas que, al desvanecerse, resbalaron por sus costados. Permaneció mudo, pero es posible que estuviese sufriendo: de ese sistema cerrado no podía escapar sonido alguno. Después de un momento la efervescencia llegó a su fin, el ácido carbónico se disipó, el agua se aclaró y la botella se aquietó. De su interior ya no ascendió ni una sola burbuja. Mamá Olga se inclinó sobre ella y se quedó escuchando, pero ya la botella no dio más señales de vida. —Dios mío, ¿qué será de nosotros? —preguntó la abuelita. Nadie le respondió.
Panteón húngaro
—En los periódicos salió que vamos a estar cerrados durante dos semanas —dijo el portero del museo por teléfono—. «Las reliquias de la guerra de Independencia» ya cerró, y para los «Amores de Ferenc Liszt» apenas estamos reuniendo el material ahora. —¿Qué hago con ellas entonces? Éste es el programa de la tarde. —Llévelas al de Bellas Artes. —Allí ya estuvimos. Y, piénselo, son de provincia, son chicas de quince años. Les interesan más los objetos que el más bello cuadro del mundo. —¿Y con qué clase de brujería voy a crear yo aquí ahora una exposición? —preguntó el portero—. Además, estoy completamente solo. La voz de la profesora sonó tan desilusionada, que el portero pidió un momento para reflexionar, y luego declaró que para la tarde trataría de reunir algo de material, el cual, por supuesto, sería bastante pobre e improvisado. A falta de catálogo tendrían que conformarse con la guía de él. En el vestíbulo sólo se hallaba pegado un papelito escrito a máquina: Exposición Conmemorativa de Sándor Hubauer. En la primera sala se hallaba expuesta la bayoneta de Sándor Hubauer padre, con la cual regresó a casa de la primera guerra mundial. Pero en verdad no despertó el interés de las chicas. Al libro de oraciones de la señora de Sándor Hubauer, de soltera María Süle, apenas si le echaron una mirada, aunque el interés de éste consistía en que en todas sus páginas habían anotado recetas de cocina. Pero la siguiente sala de exposiciones, en la cual ya podía verse al propio Sán-
dor Hubauer, a losocho meses de edad, desnudo como vino al mundo y echado boca abajo, obtuvo gran éxito. —Ay, qué precioso —suspiró una muchacha, en la que se despertó la futura madre. Y ahí estaba el balde de peltre, todo desportillado, del pequeño Hubauer, su palita y su carretilla. También uno de sus dientes de leche, su certificado de vacuna contra la viruela y unos pequeños anteojos que habían perdido los vidrios. (Como se sabe, Sándor Hubauer fue miope hasta los quince años, aunque luego se curó.) —También vosotras, chicas —observó la profesora—, debéis ir regularmente a haceros el examen de la vista. En la vitrina siguiente se hallaba una manoseada libreta. —Desde su más temprana juventud Sándor Hubauer anotó hasta el último centavo de cada uno de sus gastos... Y esto de aquí es una máquina de bordar. Las muchachas la admiraron, a pesar de que sólo era una máquina de bordar de tipo antiguo, de pedales, marca Omag, con una oscilación de ocho milímetros, en la cual su esposa —mientras Hubauer luchaba infructuosamente por realizar sus ambiciosos proyectos— trabajaba desde que amanecía hasta que anochecía... Con ese trabajo mal pagado, el bordado de monogramas de ocho milímetros, pudo procurar con dificultad el pan diario de la familia... ¡Máquina de bordar de bendita memoria! Sin ella, con el menguado sueldo de portero de Hubauer, ¿cómo hubiera podido subsistir una familia de cuatro miembros? —¿Y de qué índole eran esos proyectos ambiciosos? —se intereso una estudiante despistada. —De lodo tipo —dijo el portero—. Para su mejor comprensión los podemos clasificar en tres grupos: los económicos, los políticos y los de naturaleza científica. I amentablemente, debido a la brevedad del tiempo, deestamultipli( Idad sólo se logró reunir una pequeña muestra. Los trabajos científicos de Hubauer esperan aún ser objeto de alguna investigación lo único cierto es que la idea del cohete a la luna (anticipándo-
se en mucho a los rusos) pasó por su cabeza, lo mismo que la utilización de la energía solar. (Había pensado en unas bolsas de estaño de tamaño gigantesco, en las cuales la energía del sol podría almacenarse, algo así como sucede con el calor de las castañas asadas.) En cuanto a los puntos de vista políticos de Hubauer, de ellos apenas si se conservó alguna anotación, y las conversaciones con los amigos en gran medida se hundieron en el olvido. —¡Qué lástima! ¿Y en qué consistían esos puntos de vista? —preguntó la profesora. Tuvo que llamarles la atención a las chicas, que comenzaron a charlar entre sí. —Como es de todos sabido, Hubauer fue un valiente luchador por la paz. Una vez, para gran espanto de su esposa, levantó el puño amenazante en dirección a las tropas alemanas que hacían su entrada. Se escapó del ejército y se mantuvo oculto con papeles falsos: el documento expuesto en la vitrina número siete, titulado «Orden general», es también una hábil falsificación; la firma proviene de la señora Hubauer. Su audacia era inaudita; a finales de la guerra, con papeles falsos en el bolsillo, en un restaurante al aire libre que estaba siendo observado por detectives, declaró en voz alta que «¡Los días de Hitler están contados!». De la mesa contigua hasta le echaron una mirada. —¿Detectives? —preguntó una muchacha. —Por suerte, eran conocidos. Pero Hubauer era un hombre que hubiera dicho lo mismo aunque lo escucharan otros detectives. Las chicas se estremecieron de horror. Luego siguieron marchando hasta el próximo exhibidor, en el cual se encontraba una pequeña locomotora de juguete. —La alcancía combinada «Para tu Patria, Inconmoviblemente» — explicó el portero con una dolorosa sonrisa, que provenía del hecho de que de los audaces proyectos de un espíritu ambicioso sólo perduró un ejercicio de manos como éste, que él mismo consideraba sólo un capricho. ¡Y hasta junto a éste se podía ver la resolución de rechazo de la Oficina de Patentes! —¿Qué significa «combinada»? —preguntó la profesora.
—Si se tira una moneda adentro, el aparato canta: «Para tu Patria, Inconmoviblemente». Una chica metió una moneda en la locomotora. Esperaron, pero no oyeron nada. —No funciona —dijo el portero. —No importa —explicó la profesora—. Este invento no sólo nos enseña a ser ahorrativos, sino también a tener pensamientos patrióticos. —¿Y nunca consiguió un protector? —preguntó una muchacha. —Nunca. Envejeció solitario, incomprendido. Todas se mantuvieron calladas. Las rozó el soplo de la tragedia nacional. —¡Y éste es el comandante Gagarin! —señaló el portero una imagen en colores. —¿Se conocieron? —Lamentablemente, no. —¿Por culpa de quién? —El encuentro no tuvo lugar —dijo el portero, elusivo. Ya sólo faltaba una vitrina. —Éste es el billete semanal para trabajadores, que usaba en el transporte. Sándor Hubauer vivía modestamente, retirado, no pedía nada ni esperó privilegios. Su desayuno consistía en medio litro de leche, cien gramos de mortadela y pan. Caminaron alrededor de la leche, la mortadela y el pan. A algunas se les llenaron los ojos de lágrimas. Se despidieron, se pusieron en fila y salieron. Una semana después tuvieron que escribir una composición titulada «¿Qué vi en la excursión de estudios a Budapest?». Pero en realidad a las jóvenes sólo les entusiasman las cosas vistosas. Escribieron páginas enteras sobre la iglesia de Matías, sobre el cafetín de autoservicio, sobre la bandera nacional... Acerca de la exposición conmemorativa de Sándor Hubauer casi nada. Así son los jóvenes de hoy. Pero no importa. Alguna vez será. Dentro de veinte o treinta años. O dentro de cuarenta. ¡Entonces se acordarán de Hubauer!
In memoriam doctor K. H.G.
—Hölderlin ist Ihnen unbekannt?1 —preguntó el doctor K. H. G., mientras cavaba la fosa para el caballo muerto. —¿Quién era ése? —preguntó el guardia alemán. —El que escribió Hiperión —explicó el doctor K. H. G. Le gustaba mucho explicar—. La figura más importante del romanticismo alemán. ¿Y Heine, por ejemplo? —¿Quiénes son esos? —preguntó el guardia. —Poetas —dijo el doctor K. H. G.—. ¿Tampoco conoce el nombre de Schiller? —Sí, lo conozco —dijo el guardia alemán. —¿YeldeRilke? —También —dijo el guardia alemán, y de un tiro mató al doctor K. H. G.
1. ¿No conoce usted a Hölderlin? (N. de la T.)
La cultura ayuda a un pueblo a luchar con las palabras antes que con las armas.
Guglielmo Ferrero
El tritón borracho SOBRE EL CUENTO DE UN MINUTO TITULADO IN MEMORIAM DOCTOR K. H.G. . DE István Örkény Cuando los Cuentos de un minuto fueron publicados (en el año 1968) nació un nuevo género en la literatura húngara. El escritor publicó un volumen de cuentos que contiene textos tan breves que se tarda solo un minuto leerlos. Örkény muchas veces analizaba y explicaba el género de estos cuentos, incluso escribió un Manual de uso de ellos. Los cuentos breves tenían enorme éxito y - si eso tiene algún sentido en absoluto - de pronto llegaron a ser considerados como clásicos de la literatura húngara. Hoy en día el lector los encuentra entre las lecturas obligatorias de las escuelas secundarias, así el volumen no requiere una presentación específica. Tampoco es obvio ¿por qué representan los cuentos de este volumen un nuevo género? Ya que la anécdota tiene gran tradición en la prosa húngara desde Kálmán Mikszáth, hasta Péter Esterházy.
Los
cuentos
de
Örkény
responden
perfectamente a las reglas del género del chiste o el de la anécdota, tampoco es novedad que se figure una composición parecida independientemente. Por lo que
llamamos novedad los cuentos de este volumen a pesar de todo, es su mirada inconfundiblemente irónica. En una escena de la película sobre conocida de Charlie Chaplin, en la que hace parodia de Hitler, el dictador está jugando con una bola de playa gigante. No podemos evitar reírnos como está balanceándola graciosamente con la mano, con la cabeza y con el culo. Luego nos damos cuenta que en la bola el globo está pintado, continentes y océanos están dibujados en ella. Por eso se nos escapa la risa en seguida. La escena es cómico y da escalofrío a la vez. No se podría concebir mejor el concepto estético del grotesco de otra manera. Grotesco es algo que provoca risa y miedo al mismo tiempo. La expresión
viene
del
italiano,
la
palabra grotta signifíca cueva, y refiere a las pinturas y esculturas de la época romana encontradas en las profundidades de las cuevas que modelaban figuras deformes de humanos y de animales, y además eran cómicas y feas a la vez. István Örkény es un gran maestro del género del grotesco. Este motivo de estilo está presente en sus obras desde los principios de su carrera. Su primer relato titulado La danza del Mar, publicado en 1937 en la revista Palabra bonita, se enfoca en la realidad desde el mismo punto de vista. Su obra más conocida, La Familia Tóth- y su adaptación
filmada
¡Bienvenido, Señor
Comandante!, también es un conjunto de lo cómico y de lo espantoso. Cada uno de los Cuentos de un minuto es de estilo grotesco. La novedad de estos textos se muestra en el conjunto del grotesco y de la brevedad anecdótica. Los
textos son lacónicos por su brevedad así el tono grotesco se divisa de manera más concentrada y perfilada. Consideramos importante empezar el análisis con estas líneas aúnque el cuento de un minuto In memoriam Doctor K. H. G. que vamos a analizar más abajo no es una obra grotesca sino más bien trágica. Por primera lectura parecerá una anécdota, aunque carece de elementos cómicos. Quizás porque el estilo de los otros cuentos del volumen irradia y prevalece en general. El volumen de los Cuentos de un minuto se divide en seis capítulos grandes (Estados, Retratos, Imágenes de la época, Al revés, Versiones, Ejemplos) de 13-14 cuentos cada uno. In memoriam Doctor K. H. G. es el último cuento del primer capítulo. El lector al llegar a aquello ya tiene una impresión del entono de los cuentos de Örkény. Ha conocido el tema principal del volumen, la muerte (No hay ninguna novedad, La muerte del actor, Muerte de cristal, Klimax) Así no le va a sorprender el final del cuento, ya está “acostumbrado” a lo trágico y a que en este género por su extensión breve se habla con una intensidad y peso especial sobre la brevedad y la insignificancia de la vida. In memoriam Doctor K. H. G. es una excepción. Antes de empezar el análisis he aquí el texto completo: IN MEMORIAM DOCTOR K.H.G. -¿Hölderlin ist Ihnen unbekannt? (*) –preguntó el doctor K.H.G., mientras cavaba la fosa para el caballo muerto. -¿Quién era ése? –preguntó el guardia alemán.
-El que escribió Hiperión –explicó el doctor K.H.G. Le gustaba mucho explicar -. La figura más importante del romanticismo alemán. ¿Y Heine, por ejemplo? -¿Quiénes son esos? –preguntó el guardia. -Poetas –explicó el doctor K.H.G. -. ¿Tampoco conoce el nombre de Schiller? -Sí, lo conozco –dijo el guardia alemán. -¿Y el de Rilke? -También –dijo el guardia alemán, y se puso como un tomate, y de un tiro mató al doctor K.H.G. (*) ¿ No conoce Usted a Hölderlin?
A grandes rasgos así podríamos redactar de nuevo los acontecimientos del cuento: El doctor K.H.G. está trabajando en un campo de trabajo forzado mientras inicia conversación con su guardia. Pero el guardia alemán es bastante inculto y cuando se sienta incómodo que el otro se lo había dado cuenta, le mata de un tiro. Sin duda, este esquema omite varios detalles muy importantes del verdadero significado del texto. Vamos a empezar el análisis como si fuera solamente todo esto lo que hemos sacado del cuento. Vamos a acercar al cuento como si realmente no dijera más. Entonces el texto no trataría más que la educación de los protagonistas, que el prisionero, el doctor K.H.G. es un hombre culto y el guardia alemán no lo es para nada. Esta situación bruscamente simplificada puede describir los dos caracteres de manera interesante. Por un lado podemos pensar ¿hasta dónde ha llegado en su vida el doctor K.H. G. con su cultura obtenida si al final acaba en una fosa cavada para el caballo muerto? El cuento nos habla de
que el puro conocimiento no vale para todo. El doctor K.H.G es un “sabio de gabinete” inocente que solo tiene conocimientos suficientes para fastidiar fatalmente a su guardia. (Tal vez podemos meditar en si lo hace a propósito o por tontería.) Por otro lado se entiende muy bien la reacción del guardia, la expresión “se puso como un tomate” describe su humillación y no tiene otro remedio para ocultar su falta de educación que su brutalidad. Blaise Pascal analiza una contradicción parecida en el legajo de número 298. de Pensamientos así redactado :“Es justo que lo que es justo se obedezca, es necesario que lo que es más fuerte se obedezca. La justicia sin la fuerza es impotente, la fuerza sin la justicia es tiránica. La justicia sin fuerza es contradicha, porque hay siempre malvados; la fuerza sin la justicia es sometida a acusación. Por lo tanto, hay que poner juntas la justicia y la fuerza; para esto, hay que conseguir que lo que es justo sea fuerte, o que lo que es fuerte sea justo. Se puede discutir la justicia; la fuerza, se la reconoce claramente y sin discusión. Por ello, no se ha podido conceder la fuerza a la justicia, porque la fuerza ha contradicho la justicia y ha dicho que la injusta era ésta, y ha dicho que ella era justa. Y por ello, porque no se pudo conseguir que lo que es justo fuera fuerte, se llegó a que lo que es fuerte fuera justo.” (Traducido al español por Oscar Andrieu.) En el cuento de Örkény la contradicción no está entre la
justicia y la
entre el juicio y la fuerza. El
contraste
fuerza sino es
igualmente
insoluble o solo se puede solucionarla si la fuerza brutal triunfa. El juicio apacible en vano intenta ajustarse
iniciando una conversación amistosa, la fuerza brutal lo toma como lección, ofensa y humillación, y responde con una crueldad conforme a su propia índole. Si sacáramos solamente esto del texto, el cuento tampoco saldría hacía afuera del resto de los Cuentos de un minuto. Ya que muchos de ellos son tan breves y simples que no aspiran a tener un significado compuesto. Pero este caso es diferente. El mismo Örkény nos advierte a ser prudentes en su escrito del final de la edición de 1999 diciendo: [ Los cuentos] ² no son breves porque tengan poco que decir , sino porque con pocas palabras quieren decir mucho. ¡ Ojala!” Y más abajo: “en realidad estos escritos son ecuaciones matemáticas. En un lado está el mínimo de la información de parte del escritor, y en el otro el máximo de la imaginación de parte del lector.” En nuestra opinión el concepto del máximo de la imaginación es bastante amplio, y no creemos que en referencia a ello pudiéramos imaginar cualquier cosa en cuanto al texto. No es que nos invite a recomponer el texto sino nos advierte a que no subestimemos el mínimo de la información. Estos cuentos - según Örkény²concentran la información a señal”. Así pues el objetivo de nuestro análisis es revelar estas señales. Primero del todo vamos a empezar con el nombre de doctor K.H.G. Sabemos y lo trataremos más abajo que encubre a una persona concreta que vivía en otros tiempos. Pero si no lo supiéramos, todavía nos diría mucho. Es muy significativo que el nombre completo del prisionero no se figura en el texto. Como en la cárcel donde los prisioneros solo tienen números o como en los
informes criminales en los que las personas se figuran con letras, aquí también solo podemos leer abreviaturas. El monograma priva de la personalidad pero es interesante que lo mismo se contrapone al título de doctor. No nos enteramos del nombre de la persona solamente de su grado de doctor. Aunque no tenga nombre, posee título. (Si no en otra, en esta parte del texto se encuentra lo cómico.) El doctor K.H.G. es un hombre realmente culto, a raíz de lo que dice puede ser doctor en letras. Un hombre erudito a quien le gusta mucho explicar, posiblemente es un profesor. Las iniciales de su nombre no le identifican pero le hacen único y nos sugieren a un hombre detrás de su monograma que merece que le distingan de los demás. (Por esta razón no podría ser señalado en el texto por la letra X impersonalizada.) El guardia alemán ni siquiera tiene monograma, señalando
que
no
es
una
figura
única.
Tiene
características típicas de todos los guardias alemanes. Por lo tanto según el texto todos los guardias alemanes son bobos. Por su unanimidad le imaginamos a una persona que no merece distinción de su género. Pero vamos a seguir con el monograma de doctor K.H.G. ¿Por qué está compuesto de tres letras? Sería más habitual si consistiera de dos letras referidas al nombre y al apellido. Uno puede tener tres nombres por varias razones. En tiempos remotos el lugar de origen era incluido en los apellidos, como por ejemplo: Albert Szenci Molnár, Sándor Kőrösi Csoma o Ferenc Pápai Páriz. Es posible también que uno tenga dos nombres, por ejemplo: András Ferenc Kovács. En este caso la
solución está en otra parte. De la situación está claro que el doctor K.H.G es prisionero en un campo de concentración o está haciendo trabajo obligatorio en Alemania. Por eso es probable que sea de origen judío. Observando las costumbres de denominación del siglo veinte, en general las familias judías magiarizaron el apellido, pero no quitaron completamente el apellido referido a su origen manteniendo la primera letra de ello. En el monograma del doctor K.H.G. la letra K. puede significar Kohn por ejemplo. Así el monograma de tres letras además de identificar a la persona, refiere a su origen también. No tiene sentido disimular más, como si fuera secreto: el doctor K.H.G no es otra persona que Géza K. Havas (el 13 de noviembre de1905, Nagykanizsa – el 25 de abril de 1945, Günskirschen), crítico, economista y redactor. Estudiaba filología clásica pero no podía terminar sus estudios y acabó por ser empleado de banco, agente de libro y editor. Traducía varios libros y publicaba ensayos literarios importantes. Era redactor jefe
del periódico Népszava y
Szó y Századunk, y
redactor
de
las
revistas Szép
del Fórum. Desde
1942
varias veces estaba sujeto a trabajo obligatorio, murió de un ataque al corazón en 1945. Sus escritos publicados entre 1937 y 1944 fueron editados en el volumen titulado ¡Arriba muertos! por János Kenedi (Edición: Gondolat, Nyilvánosság Klub, Századvég, Bp. 1990) En aquello después de los escritos de Géza Havas, se puede leer la rememoración de Milán Füst, de la que vamos a recordar a la figura del doctor K.H.G.: ²Tenía un carácter ardiente, cuando sus ojos
encrespaban se ponía muy guapo subiendo la cabeza con cara de juez. Con sus ojos chispeantes, apasionado por el amor parecía como si fuera capaz de ir a la pira en seguida por las personas e ideas que amaba. […] Si se hubiese podido confiar todos los asuntos de la sociedad a su amor a la verdad, nos habría rodeado un mundo más perfecto. […] hablaba latino e inglés muy bien, y sobre todo citaba miles de poemas de memoria. Nunca he visto a nadie que hubiese llevado tanto milagro poético dentro de si mismo, y que sea listo siempre para impresionar a la gente con ello. Además era muy entendido de la poesía lírica, que es una gran cosa- para mí, por lo menos-, ya que he visto a muy poca gente en mi vida larga que hubiera sido especialista de este terreno de verdad. Pero él lo era. Concluyendo todo esto ¿no es natural si lloro por él tanto, y si les pido a ustedes que le hagan homenaje a su espíritu luchador con ojos cerrados? Que imaginen ustedes a su figura seca y delgada vestida de ropa pobre, andando por las calles de Budapest con ojos iracundos,
siempre
quejándose
y
siendo
descontento...Porque la ira continua del honor eterno flameaba en su corazón.² Leyendo sus escritos del volumen ¡Arriba muertos! se revela que Géza K. Havas era un publicista con ideas socialdemócratas, más tarde de pensamiento liberal, y que tenía una actitud política muy bien definida. Estaba luchando continuamente contra la política de derechas, contra la ideología de Szálasi y la de su entorno. Escribió un ensayo sobre la cuestión de los judíos con el título de Asimilación y disimilación, y otro disputando con su propia
comunidad
titulado: ¡No
puedo
asimilarme! Además de sus escritos publicisticos, sus críticas y ensayos en los que escribe de la literatura elogiando a Móricz, discutiendo con László Németh y evaluando a Sándor Weöres, lamentablemente no fueron publicados. Los que le conocían enfatizan mucho que era un hombre muy bien informado y tenía un gusto literario muy sofisticado. ¿De qué manera modificará la interpretación del In memoriam dr. K.H.G el retrato arriba dibujado? Por supuesto, el que se acerque a la obra desconsiderando a los hechos biográficos y solo mira el texto como punto de partida a la hora de la interpretación, tiene razón también. Pero quizás la biografía puede transmitir al mismo interpretador el mensaje de que el doctor K.H.G. no era un sabio de gabinete incapaz de mirar más allá de su librería aún en reclusión alemana, y que vale imaginar a un hombre culto de conocimientos amplios detrás de la figura del doctor K.H.G. que a pesar de su ilustración sofisticada llega a ser víctima del guardia alemán. Aunque el título del cuento (In memoriam…) con un gesto conmemorativo y respetuoso nos advierte de que aquí la historia está escrita para hacer homenaje a alguien. El título siempre forma parte importante del texto, en el caso de los cuentos de un minuto es así todavía
más,
como
Örkény
nos
advierte
en
el manual : ² es importante prestar atención a los títulos. El autor aspiró a la brevedad, así no podía dar títulos insignificantes. Antes de subir al tranvía miramos su señal. Pues, los títulos de estos cuentos tienen la misma importancia.” El lector que parta solamente del texto
puede
pensar
que
el protagonista
señalado
con
monograma representa a los judíos matados durante la Segunda Guerra Mundial, y el autor hace homenaje a todos ellos enseñando los últimos momentos del doctor K.H.G. No obstante, si conocemos la vida de Géza K. Havas y sabemos que Örkény le conocía personalmente ( ya que ambos pertenecían al entorno de la revista Szép Szó, los dos eran de origen judío y estaban sujetos a trabajo obligatorio), entonces este cuento es mucho más que un homenaje al holocausto en general. Conociendo las dos biografías el título que comienza con In memoriam es un gesto concreto que hace homenaje al coetáneo del escritor. Pero vamos a tratar ahora el texto del cuento. Es evidente que la historia del relato es una ficción, dado que sabemos que Géza K. Havas no fue matado por un guardia alemán sino murió por un ataque al corazón. El diálogo entre el doctor K.H.G y el guardia alemán igualmente será imaginario. Por eso caemos en la trampa ya a la primera frase: ¿Hölderlin ist Ihnen unbekannt?pregunta el protagonista. Géza K. Havas y Örkény hablaban alemán muy bien. Pero está frase es errónea. Si el doctor K.H.G. quisiera preguntar ²¿ Conoce usted a Hölderlin?², entonces diría correctamente ¿Ist Hölderlin ihnen
unbekannt?.
El
uso
de
la
palabra unbekannt (‘desconocido’) es raro también. La pregunta ¿Kennen Sie Hölderlin? sería más natural y simple. La pregunta usada en esta forma en el cuento expresa aturdimiento e indignación, la podríamos traducir así: ¿Usted realmente no conoce a Hölderlin? Pero los cuentos de un minuto nunca empiezan in medias
res. Aquí tampoco es probable que nos encontráramos en el medio de un diálogo antes empezado, por eso el orden de las palabras de la primera frase no puede referirse a frases dichas de antemano. ¿Por qué hace entonces un brinco el orden de las palabras? En vez de pensar en una torpeza de parte de Örkény, más bien creo que se trata de la descripción sutil del doctor K.H.G. Es obvio que el diálogo está llevado en alemán, en el idioma materna del guardia alemán. Pero esto está señalado solo en la primera frase. El doctor K.H.G. intenta asimilarse a la situación, pero es evidente que no lo consiga por completo, ya que el alemán no es su lengua materna. Entre los dos protagonistas hay una diferencia lingüística además de la de cultural. Pero ahora es
lo
contrario,
aquí
el
guardia
alemán
habla
perfectamente el idioma y es el doctor K.H.G. que no lo habla bien. Intenta compensar la diferencia lingüística, naturalmente con poco éxito. (polarizando la situación, puedo imaginar los pensamientos del guardia antes del tiro: Este desgraciado quiere darme lecciones que ni siquiera habla alemán correctamente.) El orden erróneo de las palabras quizás alude a esto. El diálogo se acelera en adelante, el escritor lo describe con un léxico casi escaso utilizando solamente los verbos preguntó, explicó, y dijo (tres, dos y tres veces). A parte de las palabras de la conversación nos enteramos solo de que el doctor K.H.G está cavando un foso y que el guardia se puso como un tomate, y de un tiro mató al doctor K.H.G. La escasez del léxico sugiere objetividad, como si el escritor no quisiera describir la situación a propósito,
deja que el diálogo la describa. La falta de los adjetivos enfatiza más aún la expresión en la última línea del texto: se puso como un tomate, expresando perfectamente el estado de ánimo del guardia alemán. En el diálogo se menciona los nombres de cuatro poetas: Hölderlin, Heine, Schiller y Rilke. Me entristece que a la mayoría de los lectores estudiantes de hoy estos nombres no digan nada, igual que al guardia alemán. Aunque no es mi tarea criticar la educación de segundo grado, solo quiero señalar el hecho de que los estudiantes de los institutos húngaros no deben leer nada de Hölderlin, de Heine o de Schiller, y de Rilke tampoco se figura más de un par de poemas en las antologías. Por lo tanto una parte de los lectores reducirá el diálogo del cuento de Örkény a la afirmación (casi vacío) que el doctor K.H.G. es un hombre educado y el guardia alemán no lo es. ( Espero que el refrán Quien tiene tejado de vidrio, no tire piedras al de su vecino no valga siempre.) No es ninguna casualidad que aparezcan aquellos poetas en la obra, tampoco se menciona un título al azar, el Hiperión de Hölderlin. Para los lectores alemanes los poetas arriba enumerados son sobre conocidos. Como si nos preguntara alguien si conocemos a Csokonai, Petőfi, Vörösmarty o a Kosztolányi. El doctor K.H.G intenta iniciar una conversación mencionando figuras populares de la literatura alemana, suponiendo que el guardia alemán no puede ser analfabeto completamente. Pero se equivoca y esto será su destino. La ignorancia es insuperable.
Pero
por
qué
menciona
el
protagonista
precisamente al Hiperión. Tiendo a suponer que Örkény se declina del orden apropiado de la pregunta porque Hölderlin tiene tanta importancia para él. El título original de la novela epistolar citada es Hiperión, o el eremita de Grecia. El protagonista es un titán griego, su nombre significa “en lo más alto” que equivale al dios sol y a la luz. En sus cartas cuenta sobre el curso de su vida a su amigo Belarmino. Primero conoce al joven Adamas, luego al Alabanda y los tres juntos se exaltan por la belleza de la naturaleza, por el pasado griego, y por la libertad. Más tarde encuentra a su amada Diótima, y las cartas atestiguan el amor ingenuo de ellos. No obstante, dentro de poco Hiperión participa en la guerra griega por la libertad y cuando regresa Diótima se había descarnado de la tristeza y su amigo elige la muerte también. No es el argumento arriba detallado que sea interesante en esta obra, sino la tonalidad lírica utilizada por Hiperión. Su estilo está cerca al de las novelas románticas (p.ej.: Rousseau: Nueva Eloisa, Goethe: Las desventuras del joven Werther, József Kármán: Las tradiciones de Fanni) es entusiasmado, inundante, apasionado y fascinante. El protagonista está entusiasmado por cuatro cosas sobre todo: por las ideas antiguas, por la belleza de la naturaleza, por el amor y por la libertad. Todo esto no sería particularmente interesante para nosotros, ya que podríamos decir casi lo mismo sobre cualquier obra sentimental o romántica (en la literatura húngara sobre Petőfi por ejemplo, excepto la fascinación
por
lo
antiguo.)
Pero
el Hiperión inesperadamente tiene una conexión con
nuestro cuento analizado. En la página 145. de esta novela de 150 páginas, o sea, en su final, Hiperión cuenta a Belarmino que después de haber abandonado su patria, llega a tierra alemana. Allí podemos leer la siguiente descripción – aquí no citada por completo - sobre los alemanes (traducción al español de Jesús Muñárriz): “Bárbaros desde tiempos remotos, a quienes el trabajo y la ciencia, e incluso la religión, han vuelto mas bárbaros todavía, profundamente incapaces de cualquier sentimiento divino, corrompidos hasta la medula –felizmente para las sagradas Gracias --, ofensivos para cualquier alma bien nacida, tanto por sus excesos como por sus insuficiencias, sordos y faltos de armonía, como los restos de un cántaro tirado a la basura... así, Belarmino, eran quienes debían consolarme. Es duro lo que voy a decir, y sin embargo lo digo porque es la verdad: no puedo figurarme ningún pueblo mas desgarrado que los alemanes. Entre ellos encontraras artesanos, pero no hombres, pensadores, pero no hombres, señores y criados, jovenes y adultos, pero ningún hombre... ¿No es todo esto como un campo de batalla donde yacen entremezclados manos y brazos y toda clase de miembros mutilados, al tiempo que la vertida sangre de la vida se pierde en la arena? [...]Pero las virtudes de los alemanes son brillantes maldades y nada mas; pues solo son fruto de la necesidad, impuesto a la sequedad del corazón con fatigas de esclavos por un miedo cobarde, y dejan sin consuelo a cualquier alma pura que guste de nutrirse de lo bello y que, acostumbrada al sagrado concierto de las naturalezas mas nobles, no soporte las disonancias que rechinan en la totalidad del orden muerto de estas gentes.
Te aseguro: no hay en este pueblo nada sagrado que no haya sido profanado y rebajado al nivel del mas miserable recurso, e incluso aquello que a menudo se conserva entre los salvajes divinamente puro, lo tratan estos bárbaros calculadores igual que se trata un oficio, y ademas no pueden actuar de otra manera, pues una vez que un ser humano esta adiestrado, se pone al servicio de su objetivo, busca su provecho, no vuelve a entusiasmarse, ¡Dios le aguarde!, permanece siempre en calma, y cuando celebra sus fiestas, y cuando ama y cuando reza, incluso cuando llega la alegre fiesta de la primavera, cuando la época de la reconciliación del mundo hace desaparecer todas las preocupaciones y la inocencia impone su magia al corazón culpable, cuando el esclavo, embriagado por los calidos rayos del sol, olvida alegremente sus cadenas, y los enemigos del hombre, amansados por el aire divinizado, se vuelven pacíficos como niños... cuando incluso a la oruga le nacen alas y zumba la abeja, ¡el alemán sigue dedicado a su tarea y no se preocupa del tiempo que hace! ? [...] También resulta descorazonador contemplar a vuestros poetas, a vuestros artistas y a todos aquellos que se preocupan todavía del genio y aman y cultivan lo hermoso. ¡Pobrecillos! Viven en el mundo como forasteros en su propia casa, son como el paciente Ulises cuando, con aspecto de mendigo, estaba sentado ante su propia puerta, mientras los insolentes
pretendientes
alborotaban
en
el
salón
y
preguntaban: ¿Quién nos ha traído a este vagabundo? En el pueblo alemán, los discípulos de las musas crecen llenos de amor, de espíritu y de esperanza; los ves siete años mas tarde y andan errantes como sombras, silenciosos y fríos,
son como un terreno que el enemigo a sembrado de sal para que en el no crezca nunca mas ni una brizna de hierba; y cuando hablan, ¡ay de aquel que les comprende, que en sus titánicos asaltos y en sus tretas proteicas solo ve la lucha desesperada que su hermoso espíritu destruido lleva a cabo contra los bárbaros con los que el tiene que enfrentarse! Nada es perfecto en este mundo-es la vieja canción de los alemanes. ¡Que no haya nadie capaz de decir a estos seres abandonados por los dioses que si todo es tan imperfecto entre ellos es porque sus toscas manos manchan cuanto es puro y profanan todo lo sagrado, que entre ellos no prospera nada porque no se preocupan de la divina naturaleza, que es la raíz de la prosperidad, que la vida entre ellos es realmente sosa y esta cargada de preocupaciones y saturada de frías y mudas discordias, porque solo desden tienen para el genio que pone fuerza y nobleza en cada acción humana y serenidad en el sufrimiento, y lleva amor y fraternidad a las ciudades y a las casas! Y por eso también temen tanto a la muerte y sufren todas las ignominias por amor a esa vida de ostras que llevan, porque no conocen nada más elevado que su chapucería, que ya no les funciona. ¡O Belarmino! Cuando un pueblo ama lo bello, cuando honra al genio en sus artistas, circula en el un espíritu general igual al aire de la vida, la timidez se desvanece, la vanidad se disipa y todos los corazones son devotos y grandes, y el entusiasmo engendra héroes. Tal pueblo es la patria de todos los hombres, y al forastero le gusta quedarse en el. Pero ¡ay!, donde la naturaleza divina y sus artistas son tan maltratados, desaparece el mayor encanto de la vida, y cualquier otro astro es preferible a la tierra. Allí los hombres,
a pesar de haber nacido todos en la hermosura, se vuelven cada vez mas salvajes y yermos; crece el espíritu de servidumbre, y con el zafio envalentonarse; con las preocupaciones aumenta la borrachería, y con el lujo el hambre y el temor por la subsistencia; los dones de cada año se convierten en una maldición, y los dioses huyen.” Hemos citado tanto de la novela de Hölderlin, porque citar solamente algunas frases breves podría desorientarnos. Nos haría la ilusión como si Hölderlin criticara a los alemanes en pocas palabras. No es eso, les ataca con vehemencia extendidamente llamándoles bárbaros varias veces. ¿Tal vez le pasó por la cabeza al doctor K.H.G. todo aquello cuando empezó a conversar? ¿Acaso se le ocurrió que Hölderlin no solo era un gran figura del romanticismo alemán, sino también fustigó a los alemanes en su obra mencionada? O vamos a dar un paso atrás: ¿Le pasó a Örkény por la cabaza mencionar una obra que además de ser un ejemplo clásico de la cultura alemana está criticando mucho a los alemanes? Tiendo pensar que si no el doctor K.H.G., Örkény seguramente estaba conciente de ello. -¿Y Heine, por ejemplo?- pregunta por segunda vez el doctor K.H.G. Si hasta ahora no hemos sospechado nada ya es la hora de empezarlo. Ya que Heinrich Heine nació en la judería de Düsseldorf de una familia de comerciantes. Aunque se convertió al cristianismo en secreto, el sentido de la discriminación (Nichtdazugehörigkeit) le seguía hasta el final de su vida. El Libro de Canciones es el libro de versos alemán más conocido. El lenguaje de sus poemas está muy cerca a la lengua cotidiana, él es el Petőfi de los alemanes. Su
poema famoso, el Loreley es una pieza fija de los libros escolares, se figura aún en las antologías del nacismo, aunque anónimamente como canción popular, ya que para entonces las obras de Heine se habían quemado por su origen judío. Si no por otra, el guardia alemán tendría que conocer su nombre por esta razón. Pero no le conoce y tampoco sospecha nada. Solo después de la explicación del doctor K.H.G. se da cuenta de haber demostrado su falta de educación por la segunda vez. El tercer nombre es de Schiller. Si queremos buscar una conexión con las ideas de Hölderlin se nos ocurre la Oda a la Alegría que es el himno al amor humano (y el de la Unión Europea). Encontramos paralelos aún más evidentes en Los dioses de Grecia. En este verso podemos descubrir la misma exaltación por la antigüedad que en el Hiperión de Hölderlin. Es el poema de la belleza desaparecida para siempre y del anhelo nostálgico. Solo citamos las dos últimas estrofas:
“¡Abrazaos, Millones de seres!.
¿Os prosternáis, Millones de seres?
Este beso para el Mundo entero!
¡Mundo, presientes al Creador?
Hermanos, sobre la bóveda estrellada
Búscalo por encima de las Estrellas!
Habita un Padre Amante.
Allí debe estar su Morada!”
Aquí también debemos mencionar el entusiasmo por la antigüedad del cuarto poeta, Rilke. El Torso de Apolo arcaico hace homenaje poético a la belleza eternal. Su entusiasmo por la belleza ( Las Elegías de Duino) es adecuado para crear paralelos también. Rilke a parte de sus poemas escribía prosa también. Un indicio de su adoración de la naturaleza puede ser su escrito titulado Worpswede. La Canción de amor y muerte de alférez Cristóbal de Rilke que cuenta la participación de uno de sus antecesores del siglo diecisiete en la batalla de Szentgotthárd contra los turcos, puede ser comparado con las escenas sobre la batalla por la libertad del Hiperión. Pero es obvio que los ideales comunes de los cuatro poetas no dicen mucho al guardia alemán, el hecho que va a ser evidente para el doctor K.H.G. ya al mencionar el nombre del primero. Por lo tanto solo acaricia vanas esperanzas al pensar que puede conversar sobre matices. El nombre de Heine puede empujarse al segundo sitio porque es una cuestión elemental. El nombre de Schiller también es apto para apuntar la educación popular del guardia alemán. Y Los bandidos de Schiller es un drama tan popular que el doctor K.H.G supone con razón que lo conozcan. Pero el guardia alemán cae en la trampa de un juego de palabras raro. Responde a la pregunta sin pensar que conoce a Schiller. Quizás diría sí, de todos modos a los nombres de Goethe, Büchner o de Klopstock. Pero aparece una palabra que él conoce de verdad. Es la palabra siller. El siller es una especie de vino de origen alemán, que tiene un color rojo más oscuro que el de los vinos rosados, pero no llega a la oscuridad del vino tinto.
Su sabor es más parecido al del vino blanco. En húngaro se llama vino de castillo también. El guardia alemán puede conocer el siller aunque no tenga educación literaria. El fragmento siguiente sacado de la novela muy conocida de Zsigmond Móricz, titulada Sé bueno hasta la muerte, alude al mismo juego de palabras de Schiller – siller. Orczy tenía un juguete y eso le gustaba mucho. Una fábrica de escultura de cera, se podía hacer esculturas con ella. Orczy después de haber fundido la cera en la cocina, la trajo adentro y hizo una. -
Este es Goethe.
-
¿Gőte? – preguntó el pequeño Nyilas riéndose.
-
Sí.
-
¿Para qué será esto?
-
El alemán aquello.
-
Ese no es alemán, es húngaro, no sabe ni una palabra en
alemán. -
¿Quién? ¿Goethe?
-
Sí.- dijo riéndose falsamente.
-
Oye,- dijo Orczy sorprendidamente – este es el poeta
alemán más grande. -
Poeta… pero si es nuestro sepulturero…el viejo Gőte es el
sepulturero de mi pueblo.- y reía a carcajadas de su chiste, y recordaba al viejo Gőte borracho, al sepulturero. Le tardaba mucho tiempo explicarlo a Orczy, pero entonces él también se reía mucho. -
Y ahora voy a hacer Schiller.
-
¿Schiller? ¿Vas a hacer vino siller?
Se reían mucho.
-
Anda, si haces siller, lo va a beber Gőte seguro.
En la novela Misi Nyilas no conoce a Schiller tampoco, pero conoce el siller, igual que el guardia alemán. Pero aquí hay otro momento también. Misi Nyilas no conoce a Goethe tampoco. En cambio menciona a un sepulturero borracho que se llama Gőte (precisamente a un sepulturero.) Es raro que Misi Nyilas, y obviamente Móricz ,no conozcan el anfibio que se llama tritón. (El tritón en húngaro es gőte, pero el único idioma europeo es el húngaro en el que se puede confundir el nombre del gran poeta alemán con el del saurópsido, porque en otros idiomas
europeos
este
animal
se
llama triturus o salamandra.) Aunque este animal aparece ya en 1792 en el diccionario de Dávid Baróti Szabó (Diccionario para niños de palabras húngaras raramente utilizadas presentadas en versos recordatorios en orden alfabético.) Gőte- saurópsido. Sus subespecies son el tritón común (triturus vulgaris), el tritón cristatus, el tritón alpino, el tritón crestado del Danubio, el lissotriton vulgaris y el tritón vientre de fuego. Pero vamos a volver al mundo del cuento de Örkény. El guardia alemán al oír el cuarto nombre se da cuenta que ha entendido mal la palabra Schiller. Ya no se rompe la cabeza en pensar en el cuarto nombre. Se pone rojo y tira. Quizás es una asociación demasiada libre de mi parte trazar un parangón literario examinando el sintaxis de la frase final del cuento. Vamos a observar que Örkény utiliza la conjunción y dos veces:
-También –dijo el guardia alemán, y se puso como un tomate, y de un tiro mató al doctor K.H.G. En
el
idioma
húngaro
ponemos
la
palabra y solamente una vez antes del último elemento de la enumeración. Por eso pensamos que lo que viene después de la y, será la última parte. Cuando en cambio viene otra y, el ritmo se rompe automáticamente, la enumeración se retarda y va a ser discontinuo. Solo podemos leerla pausadamente. El mismo elemento de efecto aparece en el verso famoso del Preámbulo de Mihály Vörösmarty.
Ahora es invierno, y silencio, y nieve, y muerte.