Mackenzie’s Pleasure
(El Placer de Mackenzie) Tercer libro de los Mackenzie
Linda Howard
Argumento: Barrie Lovejoy necesitaba un Salvador. El grupo terrorista que la tenía prisionera seguramente no toleraría su silencio por mucho más tiempo. En vez de eso, la silenciarían... para siempre. Entonces, él salió de la oscuridad. Oscuro y peligroso, liberó a Barrie de sus captores y la envolvió en sus brazos protectores... El SEAL de la Armada Zane Mackenzie era el mejor. Ninguna misión había siquiera sacado lo mejor de él... hasta ahora. Salvar a Barrie Lovejoy había sido un libro de texto —excepto por su desesperada noche de pasión. Y aunque su trabajo como soldado había terminado al liberarla, sus deberes como esposo recién habían comenzado. Pero él prefería morir antes de permitir que el enemigo lastimara a la madre de su hijo.
Prólogo Wolf Mackenzie salió a hurtadillas de la cama y con impaciencia caminó hacia la ventana, donde se detuvo mirando el espacio sombrío del exterior, iluminado por la luna de su tierra. Una rápida mirada sobre su hombro desnudo le indicó que Mary continuaba durmiendo tranquila, aunque sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que ella sintiera su ausencia y se moviera, tratando de alcanzarlo. Cuando su mano no encontró su calor, ella despertó, se enderezó en la cama y se apartó su sedoso pelo de la cara somnolientamente Cuando lo vio en la ventana, se bajó de la cama y fue hacia él, acurrucándose contra su cuerpo desnudo, apoyando su soñolienta cabeza en su pecho. Una leve sonrisa se curvó en su dura boca. A lo mejor, si permanecía fuera de la cama el tiempo suficiente para que ella despertara, cuando regresaran a la cama no sería para dormir, sino para hacer el amor. Como él recordaba, Maris había sido concebida en una ocasión similar, cuando había estado inquieto porque el avión caza de Joe había sido enviado al extranjero durante un estallido. Era la primera batalla de Joe, y Wolf había estado tan tenso como lo estuvo durante sus días en Vietnam. Afortunadamente, él y Mary habían dejado atrás los días en que la pasión espontánea podría engendrar un nuevo bebé. Ya eran abuelos. Diez nietos según la última cuenta. Pero él estaba inquieto esta noche, y sabía por qué.