![](https://static.isu.pub/fe/default-story-images/news.jpg?width=720&quality=85%2C50)
20 minute read
MAITASUN GUTUNEN XXI. LEHIAKETA XXI Certamen de Cartas de Amor
from Kultur Leioa
by Kultur Leioa
A KATEGORIA
1. saria - 1º premio “Hey, Nadia…”, Sofía Jover Donaire (Valencia)
Advertisement
2. saria - 2º premio “Carta de amor a mi padre”, Julia Sotillo Martín (Saelices de la Sal, Guadalajara)
B KATEGORIA
1. saria - 1º premio “Bostekoa”, Olatz Martiartu Ayestaran (Lekeitio, Bizkaia)
2. saria - 2º premio “Directa al cielo”, Alejandra Vallejo Careaga (Leioa, Bizkaia)
C KATEGORIA
1. saria - 1º premio “A mi no querido príncipe azul”, Mª de la Cruz Suárez Fernández (Piedrasblancas – Castrillón, Asturias)
2. saria - 2º premio “Zeren zain zaude?”, Iratxe Bilbao Zabala (Plentzia, Bizkaia)
D KATEGORIA
1. saria - 1º premio “Estampas”, Yosé Álvarez-Mesa (Arnao, Asturias)
2. saria - 2º premio “Antonio Rosas”, Félix Domingo Ayuso (Madrid) 8
10
11
13
14
16
17
19
Hey, Nadia…
Siempre pensé que encontraría las palabras cuando llegara el momento. Pero lo cierto es que nadie te prepara para una situación así. Simplemente voy a empezar esta carta de la misma manera en que respondo cada vez que me mandas un mensaje o cuando cojo tus llamadas.
Cuando has discutido con tus padres, has suspendido algún examen a pesar de lo mucho que te esfuerzas o cuando tienes algo bueno que contarme y no puedes esperar para hacerlo… Siempre te encuentras con mi “hey” y sabes que desde ese momento estaré dedicándote toda mi atención, sea lo que sea que te haya sucedido.
Sé que nada será igual cuando hayas llegado al final y estoy segura de que me arrepentiré de cada una de las palabras que estoy escribiendo. Pero no puedo seguir guardándomelas porque me consumen cada día como si fueran un veneno dentro de mi sangre. Me mata poco a poco y no sé cuánto más podré soportarlo. Pero, lo quiera o no, forma parte de mí.
Ayer estuvimos juntas después del instituto. Te propuse ir a comer cuando acabaron las clases y tu sonrisa como respuesta me hizo sentir que no había ninguna manera mejor que aquella de terminar la semana. Estuvimos en tu restaurante favorito y después cancelaste una cita con Miguel para que pasáramos la tarde juntas. Y lo cierto es que lo sentí como un pequeño triunfo.
Acabamos acostadas en mi cama, hablando del futuro que tendremos que afrontar mientras yo apreciaba discretamente cada detalle de tu rostro perfecto.
Soñabas con lo que harás el año que viene, cuando puedas salir de las fronteras de la casa de tus padres y nos mudemos a un barrio más céntrico para vivir como compañeras de piso. Una parte de mí se ilusionó con la idea cuando me la contaste, pero la otra sintió que no debía hacerlo. Porque, Nadia… Yo no quiero que seas mi compañera de piso.
Quiero que seas mi compañera de vida. Quiero poder estar a tu lado en todo lo que te sucede y asegurarme de que, pase lo que pase, podrás ser feliz. Porque no hay nada (absolutamente nada) que anhele más que tu felicidad.
Porque te quiero, Nadia. Y si estuvieras delante me dirías “y yo”, como tantas otras veces… Pero cuando te miro sé que no hablamos del mismo tipo de amor, si lo hiciéramos, te lanzarías a mis brazos y me besarías. Y no, no como en la fiesta de la playa.
Es posible que no recuerdes mucho, el alcohol habló por ti. Era ya muy tarde y nos acercamos a la orilla. Tú fuiste corriendo descalza hasta que notaste el agua casi hasta la rodilla. Tu maquillaje seguía intacto y el haz de luz de luna que brillaba sobre nosotras hizo que las lentejuelas de tu vestido parecieran emitir destellos por sí solas. Sonreías y me mirabas, como invitándome a entrar contigo. Yo preferí quedarme sentada en la arena, observándote.
Entonces fue cuando quisiste quitarte la ropa porque decías que hacía demasiado calor. Me vi obligada a acercarme a ti para evitarlo, pero no fui lo bastante rápida y te bajaste la cremallera, dejando al descubierto de cintura para arriba. Tragué saliva y te pedí que volvieras a vestirte mientras notaba cómo el corazón luchaba por salirse de mi pecho. Dijiste que no lo harías.
Una ola diminuta te hizo perder el equilibrio y enrollaste tus brazos alrededor de mi cuello para mantenerte en pie. Fue muy rápido. Me miraste los labios y me besaste, pegando tu cuerpo al mío. Dijiste “te quiero”. Y en aquel momento supe que no estabas sintiendo ni controlando nada de lo que hacías y el dolor se apoderó de mí mientras te decía que yo también a ti, que siempre lo había hecho.
Y al día siguiente sólo recordabas algunas cosas sueltas de la fiesta y te reías pensando que acabamos “liándonos” en la playa porque íbamos borrachísimas. Pero lo cierto es que tú fuiste la única que lo estaba.
No puedo seguir poniéndome celosa cada vez que me cuentas cosas de los chicos con los que sales. Porque ellos no duran mucho a tu lado, pero al menos tienen una oportunidad. No puedo seguir levantándome a las tres de la mañana llorando sólo porque la necesidad de que sepas la verdad no me deja respirar. No puedo seguir teniendo esperanzas, viviendo con la duda que me mantiene constantemente al margen de lo que realmente quiero hacer y decir por miedo a estropear nuestra amistad, porque sé que eso siempre te ha hecho feliz. Pero no era real.
Cada vez que me miras fijamente y sonrío cuando me cuentas algo que te ilusiona porque irradias un brillo especial. Cuando te invito a mi casa sin ningún plan claro, sólo para que nos tiremos en mi cama y acabemos viendo cualquier película o simplemente para estar contigo. Porque necesito tenerte a mi lado. Incluso si no es de la manera en que me gustaría. Porque no me perdonaría perderte, Nadia…
Pero nunca he estado tan enamorada de alguien y si tuviera que decírtelo a la cara me temblaría la voz, pero entiendo que no puedo seguir actuando como si nada. Como si no pensara en ti cada segundo de mi existencia. Porque me he dado cuenta de que mi universo cabe en tus ojos verdes.
Solo voy a pedirte que seas todo lo sincera que yo no fui todos estos años. Necesito oírlo de ti. Pero, tomes la decisión que tomes, espero que al menos puedas seguir considerándome una amiga cuando me llames después de leer esta carta y yo vuelva a decirte: “Hey, Nadia”.
“Hey, Nadia”, Sofía Jover Donaire
Para papá:
Fuera ya ha oscurecido y las luces iluminan las calles repletas de gente. ¿Te acuerdas cuando era niña y me llevabas a ver la inmensa ciudad desde la azotea? Desde que te fuiste lo he hecho unas cuantas veces: me siento en el borde del edificio y observo los coches pasar. Es relajante ver el ajetreo de las personas que vienen y van, como si todo fuese como siempre, como si tú aún estuvieras.
Pero ya nada es igual. Aunque los días no han cambiado y las flores de primavera mantienen sus vivos colores, las noches se me hacen eternas y los recuerdos me acechan y mamá siempre está triste. Todos lo estamos, pero ya sabes cómo es ella.
A veces me siento muy sola. Ya no salgo con mis amigas; no soportaba la forma en la que me miraban, llena de compasión. La tía dice que vaya a ver a alguien, pero de solo pensarlo me entran náuseas. Todo sería más fácil si volviésemos a ser una familia normal: si Tami no se hubiera ido, si mamá estuviera bien. Hay cosas que solo le puedes contar a una hermana, a una madre.
Cuando Tami nos dejó me enfadé mucho. Me escapé de casa y corrí, corrí, corrí. Solo deseaba que estuvieras aquí, consolándome como siempre hacías. La verdad es que sentía mucha envidia: ella podía irse y escapar y dejar todo, mientras yo tenía que quedarme en casa, escuchando el silencio de mamá. Pero supongo que si hubiera podido irme, no lo habría hecho. Quiero demasiado a mamá como para dejarla sola.
El otro día estuve en el cementerio. Hacía un día precioso y decidí ir a verte. Te llevé flores y luego me senté en un banco cerca del arroyo. Mientras escuchaba el dulce canto de los pájaros, la suave brisa de primavera, el gorgoteo del arroyo… me derrumbé. Las lágrimas empezaron a caer rápidamente y yo ya estaba cansada de retenerlas. Estaba cansada de fingir delante de mamá y de la tía que todo iba bien, que soy más fuerte que nadie, que es posible superar esto. Pero no lo es, papá. No lo es.
Te echo de menos, sí. Y cada día que pasa y que no estás duele, duele como nunca me había dolido nada en el mundo. Y cada vez que entro en casa y tú no apareces para abrazarme, siento que muero. Y ojalá pudiera subir a la azotea y gritar lo que te quiero. Porque te quiero, papá. Y siento no habértelo dicho cuando aún estabas. Siento que hayas sido tú y no yo, papá. Lo siento.
Tu Paula
“Carta de amor a mi padre”, Julia Sotillo Martín
Kaixo: Belarria jaten duen eulia zara papila eran bukatzeko trenean sartuta Mahai azpian itsatsitako txiklea zara edo borragomak ostuta, edo beste BIC bat galduta Igogailuko elkarrizketa zara beti Andoni Aizpuruk salbatuta Igandetako neurosia zara bart gaueko zerbezaz eta asteleheneko iratzargailuaz izorratuta Sustoa zara ametsetako amildegian edo eskailera bat gehiago zegoelakoan Alkoholik gabeko zerbeza zara eta ni, hala ere, mozkortuta Platano ustela zara meriendako poltsan ahaztuta Katilukada esne zara goizetan presaka tragatuta Egunetan joaten ez den purpurina zara kentzeko asmoz arraskatu, baina ia azalean tatuatuta Mahai gaineran hoztu den zopa zara edo entsaladilla errusiarra epelduta Medikuaren letra zara sarritan ezin ulertuta Hilekoa zara izarak eta prakak zikinduta Koadernoan kafe orbana zara goizeko hiruretan ikastearen kulpa Kristalean atzamar marka zara leihoaz bestalde so, jendea maiteminduta Euri zaparrada zara busti-busti eginda ilea korapilatuta Euli aspergarria bai baina hegaraztea ez dudan marigorringoa ere bazara Mahai azpiko txikle disekatua bai baina mahaian utzitako maitasun oharra ere bazara Igogailuko berba absurduak bai baina gauerdian nahi nukeen mezua ere bai Igandetako neurosia ostiral dosia Sustoa sorpresa Alkoholik gabeko zerbeza txanpan botila Platano ustela marrubiak natarekin Katilukada esne bibote zuria nire muturren eske
Kendu ezin daitekeen purpurina zatarra sujetadorea kentzeko baimena Zopa hotza dutza beroa elkarrekin Medikuaren letra baldarra alkandora azpitik esku dardaratia Hilekoa orgasmoa Kafearen orbana ezpainetako gorriarena Kristalean atzamar marka zikina garbitzeko musuzapia, zapia eta muxua Euri zaparrada aterpea eta besarkada, Agur.
- Jope, hau ere ez! Horrela ez! Ala, beste gutun bat zaborrontzira.
“Bostekoa”, Olatz Martiartu Ayestaran
Queridos mamá y papá:
Ya hace un año que os fuisteis y aún no habéis vuelto. Me ha dicho la abuela que era un viaje muy largo porque teníais que ir hasta el cielo, y que ella no sabía cuánto ibais a tardar en volver. ¿Os queda mucho? ¿Por dónde vais ya?
El otro día fuimos al parque de los patos y hay dos cisnes nuevos. La tía Cris les puso vuestros nombres porque dice que se daban besitos como vosotros.
¿Os acordáis que en la otra carta os conté que el tío nos había regalado un perrito? Pues ya es grande y le ha crecido pelo por todo el cuerpo, parece papá desnudo. Os echo mucho de menos. Los abuelos son muy buenos con nosotros, pero creo que ya son muy viejitos para cuidarnos. A veces corro mucho en la playa y el abuelo no puede pillarme. Marina como todavía es un bebé pues no tiene piernas y no puede correr, pero llora mucho. La abuela se levanta por las noches a cogerla. Me parece que se cansa, porque ya no ve la novela después de comer, ahora se sienta en su butaca de cuadros y se duerme.
Las tías también nos cuidan y me llevan por la noche a bares. Es muy divertido. Me necesitan para que las proteja. Un día vimos una rata cerca de las basuras y tía Vero se puso a gritar. Usé el truco que me enseñó mamá, le agarré la mano y apreté. Ella paró de llorar y me abrazó.
Bueno, me despido ya que tengo que hacer los deberes de mates. ¡Menudo rollo! Sin la ayuda de papá ahora sí que son difíciles.
Daros prisa y volver pronto. Compraros unos zapatos que corran mucho y así llegáis antes de Navidad. Os quiero mucho, y Marina aunque sea una bebé seguro que también.
Diego
P.D. Traedme algo del cielo. Si podéis, una nube, por favor.
“Directa al cielo”, Alejandra Vallejo Careaga
Querido príncipe azul… ¡mmm!, no. Será mejor ser sincera desde el principio.
A mi no querido príncipe azul:
Supongo que tendría que dirigirme a ti, perdón, a usted, como alteza, excelencia o algo de ese estilo pero es que no sé muy bien cómo va esto de los príncipes. Parecer ser que a cada niña nos asignan uno al nacer, ¡así, sin más! Y que un día, como quien no quiere la cosa, se presentará en nuestra vida.
Siempre he oído a mi madre decir: “Un día, hija mía, llegará tu príncipe azul y te llevará con él”. Que por cierto, a mí, esas palabras me sonaban tan amenazantes como cuando de pequeña me advertía que vendría el coco a buscarme. Lo peor de todo es que parece ser que no tenemos elección, que no pintamos nada en este asunto y hablando de pintar se me ocurre que al menos podía dejarnos elegir el color, así por lo menos yo lo hubiera elegido lila, que es mi color preferido. Pero no, por lo visto, tenemos que conformarnos con el príncipe que nos toque en suerte, como en la tómbola de la feria del pueblo. Pues bien, el motivo de esta carta es comunicarte (he decidido tutearte ya que supongo os habrán distribuido por edades y yo tengo trece años) que no te molestes en venir a por mí y ni mucho menos a lomos de un caballo porque aunque me encantan los animales, no quiero imaginar la cara de Doña Julia, la vecina del quinto, al verlo “aparcado” delante del portal. ¡Seguro que pondría una queja a la comunidad de vecinos y vecinas!
La verdad es que no quiero que hagas el viaje en balde porque no necesito que me salves de nada. Todo el mundo dice que soy muy valiente, y yo también lo pienso, que es lo más importante. Será porque un día, jugando al fútbol me abrí la cabeza contra el poste y mientras me la cosían, no eché ni una lágrima. La verdad es que lo único que me preocupaba era si al menos el balón había entrado, ya que con el golpe me había quedado aturdida, casi sin conocimiento. Y sí, Mario me dijo que había sido todo un golazo.
¡Él sí que se asustó cuando me vio tirada en el suelo! Suerte que se encontraba al fondo de las gradas que si no… hubieran tenido que atenderle también a él porque en cuanto ve un poco de sangre se marea. Mario es un compañero de clase y te voy a confesar algo: a mí, quien realmente me gusta es él. Lo sé porque cada vez que le veo noto que me duele la tripa, parece que me hubiera tragado una de esas mariposas que dicen que sientes cuando te enamoras porque no paro de sentirla subir y bajar por mi estómago.
Mario no es un príncipe como tú, en tal caso sería un principito porque es dulce y sensible como el de Antoine de Saint-Exupéry y a mí eso me encanta. Dice que de mayor va a ser mecánico como su padre y por eso, para ir aprendiendo, le ayuda cada tarde en el taller.
Yo creo que también le gusto porque cuando paso por delante y me ve se pone muy rojo y me doy cuenta que esconde sus manos detrás de la espalda para que no vea que las tiene manchadas de grasa, pero yo que soy muy observadora lo noto. ¡Las dos cosas! Lo de la grasa y lo de que le gusto, por eso creo que voy a ser psicóloga o policía científica.
Algún día cuando sea mayor me subiré con él en la moto blanca de su padre, que tiene muchos caballos (no es una indirecta, príncipe, no soy nada materialista) pero lo que tengo claro es que no iré de paquete. Yo también pilotaré y así compartiendo juntos la responsabilidad, Mario y yo, yo y Mario, recorreremos el camino de nuestra vida. (Oye… ¡qué bien suena eso! ¿no crees?)
Príncipe, siento si te he disgustado por darte calabazas, pero si lo piensas bien quizás te he hecho un favor. ¿Alguna vez te has parado a pensar lo que realmente quieres ser? ¡No dejes que te lo impongan! Como futura psicóloga te aconsejo que en lugar de rescatar a nadie te liberes de ti mismo. Que te deshagas de la presión de la sociedad que te impone ser fuerte, dominador, invulnerable… que busques tu auténtico yo, bueno, tu auténtico tú y quizás así descubras que en el fondo a ti también te gustaría bajarte de ese caballo, incluso cambiar de color y en lugar de ser azul… ser verde o naranja, quizás amarillo, negro o añil, o incluso igual descubres ¡quién sabe! Que en realidad te gustaría ser del color del arco iris.
Con empatía:
Una niña menos a la que “rescatar”
“A mi no querido príncipe azul”, Mª de la Cruz Suárez Fernández
Laztan hori,
Arratsaldeko zazpietan berriro ere elkartuko garela pentsatze hutsak kili-kili amaigabea sorrarazten dit sabelean. Nire barruan hamaika marrigorringoren hegal txikiak antzeman ditzaket, euren hegaldiari biziki eragingo baliote bezala, barneko emozioari irteteko bidea argitu nahian. Eta harantz doaz nire marigorringo txikiak, sabeletik bihotzera, eta bihotzetik ezpainetara. Eta ezpainek, ohartu gabe, eta gogoari eutsi ezinik, zure izena xuxurlatu dute.
Buruan dut, ondo gordeta ere, eguzkiaren epeltasunean eman zenidan musu txiki hura. Lotsaz betetako musu urduri horrek beste hamaika musuri eman zien bide. Musu txikiak, musu handi aztoratuak, marrubi zaporekoak, beste zenbaitetan aldiz kanela eta limoi zaporekoak, zenbaitetan malkoz betetakoak, eta, beste askotan, berriz, pozez zoratzen emandakoak. Musu horiek guztiak ortzadarren koloreko kutxatxo batean sartzen ditut nire ezpainek zureak gozatu ahala, euren esentzia gogora ekarri eta bere horretan sentitzeko, dastatzeko, horietan galtzeko.
Lau ordu eskas, eta sorgindu ninduten begi biziek amestera eramango naute berriz ere. Begi jostari bihurriak; inon ikusi ditudan misteriotsuenak. Begi horietan zehar bidaiatu nahi dut zure barrura; begi horiek lagunduta ezagutu nahi ditut izarrez betetako amaigabeko gauak, baita abenturaz zipriztindutako egunaren ordu guztiak gozatu ere.
Maite zaitut, laztana. Maite zaitut ate ondoan ikusi zintudan une horretatik. Beso azpian zeuk idatzitako olerkiak zeneramatzan, koaderno batean jasota. Koadernoa jausi eta bigarren orrialdetik zabalik geratu zen, euriak betetako eta orbelez inguratutako putzu haren ondoan. Euri tantek puntuak jarri zituzten orrietan. Hizki beltzak nabarmenegiak ziren begiak horietan ez lizatzeko, eta nire begirada zure atzamar finek ordu batzuk lehenago luma lodiaz idatzitako lerroan pausatu zen: ZEREN ZAIN ZAUDE?
Makurtu egin nintzen, koadernoa itxi, eta begietara begira eman nizun. Mila gauza esateko gogoa etorri zitzaidan arren, bakarra ahoskatzeko kapaza izan nintzen: zure zain egon naiz.
Eta ordutik hona, bihotzak eta gogoak hala eskatuta, bidaide eta maitale gara. Nire isilunean zure pasadizo algaratsuek betetzen dituzte; nire pausa mantsotu eta nire egunak alaitzen dituzu. Gogoa zugan daukat uneoro, eta uneoro, zure gogoa dut.
Lau ordu besterik ez, gauean soinekoa astiro-astiro erantziko didaten eskuei heltzeko. Soinekoa, orbandun galtzerdi grisak, bularretako beltza, lazodun tanga… Musuak. Zure ezpainak nire gorputz biluztuan pausatuko dira, xuabe, heze, luze… Han eta hemen, biok bat izan arte. Gorputz bi, bihotz bakarra; arima bi amets andana, nire bihotzak zure izena xuxurlatuko duen arte.
Zure zain egon naiz, laztana.
“Zeren zain zaude?”, Iratxe Bilbao Zabala
Hubo un tiempo en que solo teníamos el aire. Y qué felices fuimos paseando desnudos por los amaneceres sin más expectativas que ver salir el sol, y escuchar ese ritmo pausado de los árboles, y sentirnos perfectos cuando en nuestras miradas se escuchaba el aprecio de la piel al rozarse. Y aún decían cómo los dejan solos a esos pobres idiotas, cómo es que nadie pone entre ellos distancia, quién va a recoger luego todos los trozos rotos de su alma de cristal. Pero nuestro amor fue de acero y de maleza, de primaveras blancas y colores ocultos detrás de las ventanas, de silencios robados al borde de los labios, de campanas sonando debajo de los pies.
Luego, un golpe de suerte nos aupó hasta una nube y saboreamos momentos de lujo y caramelo (los dulces siempre nos han gustado tanto…). Tuvimos un espacio, tuvimos el futuro dibujado en la frente, y caminos sin verjas, y puertas sin candados. Y qué felices fuimos caminando desnudos por los atardeceres de bergamota y sándalo, por todos los senderos que abrieron nuestros pasos sabiendo que al fin éramos libres, sabiendo que ya no nos miraban como a dos insensatos sin nada en el bolsillo y el cerebro blindado. Nuestro amor fue de brisa y hojarasca y verano, de amapolas y besos que ensanchaban la dicha, de celofán y urgencia, de galletas crujientes horneadas al calor de unos dedos adictos, de abrazos sin fronteras guardados muchas veces en la paz de los mapas.
Y hoy de nuevo volvemos a los primeros tiempos de aire en los bolsillos, de no tener un sitio donde poner la almohada, donde reunir los sueños, donde ser diferentes. Hoy ya no somos jóvenes para aguantar penurias en nuestra piel de agua, ya no tenemos fuerzas para vivir deprisa y cabalgar el viento, ya no recorre el alma aquella sabia fresca que nos daba el empuje, la energía y el ansia. Ya no tenemos fuerzas, pero aún nos queda el resto, nos queda este tapiz de amor sin indigencias que hemos ido tejiendo al calor de la hoguera, al calor del recuerdo. Y qué felices somos recorriendo desnudos las nuevas carreteras de invierno y nieves cálidas,
de anocheceres prófugos y caricias de seda que no saben de arrugas y quitan el aliento. Porque seguimos juntos, porque la piel aún ruge cuando te tengo cerca, porque todo en la vida me es innecesario mientras te tenga a ti.
“Estampas”, Yosé Álvarez-Mesa
Desde la atalaya de mi serena vejez, reconozco que ha resultado muy sencillo y natural amarte durante años.
No recuerdo haber conocido otro tipo de situación sentimental que la de enamorado. Sí que me parece complicado encontrar palabras que estén a la altura para describir la grandeza de mis sentimientos.
Desde aquellos volcánicos años de juventud, plenos de deseo, de nervios, de inseguridades, de ganas de abarcarte, hasta estos tiempos actuales de calma, de miradas cómplices, de adivinar lo que piensa el otro, toda esa vida que hemos compartido se ha pasado como un suspiro, como un pestañeo.
Parece diferente pero en el fondo es igual.
Es el mismo amor, usado pero no desgastado.
Treinta y cinco años han deteriorado nuestros físicos, pero nos han hecho más sabios, más reflexivos y la materia principal que nos alimenta sigue firme y se manifiesta a diario en esa necesidad de tu presencia cercana, en el deleite de tu compañía, en la inquietud que me invade ante cualquier pequeña ausencia y en esas chiquillerías al querer defendernos y escaparnos sin que lo noten demasiado, cuando nos invaden hijos y nietos.
Solo buscando estar juntos. Juntos para pasear, juntos para viajar, juntos para regañar, juntos para nada, juntos para todo.
Seguro que cuando leas esta carta me regañarás y dirás que me pongo ñoño e intenso. Tienes razón, para eso también te necesito, para que me frenes y no me dejes caer en ese sentimentalismo blando que luego utilizan los descendientes para tomarme el pelo.
De acuerdo, te haré caso. Haré de patriarca solemne y severo en las reuniones familiares pero seguiré buscando el momento de cogerte de la mano y poder reanudar ese paseo que empezamos hace tantísimos años y que sin llegar a ninguna parte, yo lo recorrería eternamente contigo.
Para ella
“Antonio Rosas”, Felix Domingo Ayuso