El renovado protagonismo de los campesinos se inscribe en un curso histórico cuyos viejos patrones están tronados y donde el desarrollo, como vía a la modernidad de los pueblos demorados, está tan desacreditado como la propia modernidad. Los nuevos paradigmas no vendrán del socialismo real que estatizó las agroempresas de alto potencial dejando las tierras y cultivos marginales a los pequeños productores y las cooperativas. Pero tampoco un capitalismo cuya utopía consiste en deshacerse de los campesinos, industrializar los cultivos y suprimir el condicionamiento natural de la producción agropecuaria. Y si la salida no está en el capitalismo ni en el socialismo, habrá que inventarla, y para ello es pertinente volver la vista a la racionalidad con que viven, trabajan y resisten los campesinos modernos.