NO. 60 ¿Pueblos o urbanizaciones?

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15 de septiembre de 2012

Suplemento informativo de La Jornada 15 de septiembre de 2012 • Número 60 • Año V

COMITÉ EDITORIAL Armando Bartra Coordinador Luciano Concheiro Subcoordinador Enrique Pérez S. Lourdes E. Rudiño Hernán García Crespo

CUANDO SE OYE LADRAR LOS PERROS Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros. Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada había después; que no se podía encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor a humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza. Juan Rulfo. Nos han dado la tierra

CONSEJO EDITORIAL Elena Álvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Bórquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damián, Plutarco Emilio García, Francisco López Bárcenas, Cati Marielle, Yolanda Massieu Trigo, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Paré, Enrique Pérez S., Víctor Quintana S., Alfonso Ramírez Cuellar, Jesús Ramírez Cuevas, Héctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudiño, Adelita San Vicente Tello, Víctor Suárez, Carlos Toledo, Víctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal.

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el latín: popolum, pueblo significa a la vez el sitio y la gente: vivimos en pueblos y somos pueblo, afortunada dualidad semántica porque en verdad las personas y sus caseríos somos la misma cosa. Los pueblos son más que sus calles, sus plazas, sus árboles, sus perros… los pueblos son memoria, son recuerdos coagulados. De viejas historias contadas y vueltas a contar se hacen los pueblos. Y también se hacen de esperanzas: los sueños de sus habitantes son la argamasa con que se van construyendo los pueblos. Los pueblos se siembran, como las milpas, como las personas. Hay pueblos arracimados, pueblos calle, pueblos circulares que rodean una plaza, pueblos estrella con puntas en varias direcciones, pueblos que son como una nebulosa de casas dispersas. Pero esto se aprecia desde arriba, desde los aeroplanos. El caminante reconoce los pueblos por sus olores. Apenas vislumbramos el caserío y ya nos saluda el aroma a humo de ocote; luego el olor a tierra mojada, el olor a alfalfa recién cortada, el olor a elotes tatemados; el tibio olor de las vacas, el picante olor a mierda de los chiqueros, el entrañable olor a pan recién horneado…

Diseño Hernán García Crespo

La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300. Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 53556702. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo número 04-2008-121817381700-107.

PORTADA: La Jornada del Campo / Phylevn's

Y también sus rumores, sus sonidos: el coro de los zanates en la mañana y al atardecer; los perentorios repiques de campana; el tronido de los cohetes que anuncian la fiesta del santo, la boda, el entierro del difunto; las canciones y avisos del sonido, que vienen de cuando no había celulares ni Internet y se mantienen porque a los pueblos les gusta tener fondo musical; el ladrar de perros; los desolados lamentos del puerco al que van a degollar… El viento no se escucha igual en el bosque, en el llano pelón y polvoriento o en medio de la milpa, que entre las casas del pueblo.

Carlos A. Rodríguez Wallenius, Milton Gabriel Hernández García y Mauricio González González fueron coeditores en el presente número del suplemento.

En los pueblos las relaciones sociales tocan tierra y cobran materialidad. Nuestro pueblo es a la vez cotilleo de viejas y bulla juvenil, permanencia y cambio, sujeción y libertad: la inercia de la costumbre y el vuelo de la novedad hechos caserío. Los pueblos, escribió el checo Karel Kosik, “no son espacios sino sucesos, son acontecimientos situados. El hombre que está ligado a tal lugar

tomar en cuenta, ya no digamos los gustos de los campesinos, sino incluso los más elementales factores climáticos de la región. Consecuentemente en la temporada calurosa las casas son un horno y las familias tienen que cubrir con guano los flamantes techos de concreto. Otros simplemente han construido sus tradicionales viviendas de palma en el patio trasero y emplean como bodega las edificadas por la Comisión.

participa del acontecer en el que se decide el destino de la libertad, de la belleza de la poesía. En esta atadura a un sitio, el hombre se hace responsable de los acontecimientos que allí ocurren”. Pero no todo son pueblos, también hay urbanizaciones, y las urbanizaciones son lo opuesto de los pueblos. Porque los pueblos se hacen poco a poco y entre muchos, mientras que las urbanizaciones brotan de repente y las concibe uno solo o, peor aún, las diseña un impersonal “despacho”. Las urbanizaciones resultan de un método, los pueblos resultan de la vida. Los pueblos contienen sabiduría, las urbanizaciones contienen cálculos y planos constructivos. Las urbanizaciones se usan, los pueblos se habitan. Es cierto que “hay pueblos que saben a desdicha”, como decía Rulfo, y que los hay vacíos: pueblos fantasma, que les dicen. Pero hasta un pueblo abandonado está más vivo que una urbanización. Porque en los pueblos verdaderos viven los vivos pero igual viven los muertos. Karel Kosik decía que “la arquitectura moderna reproduce los cimientos antiarquitectónicos de la época moderna, edificando anticiudades, que son sucedáneos de espacios de convivencia”. Y estas anticiudades pueden estar en suburbios periurbanos o ser lo que en México llaman “ciudades rurales”. Hace casi 40, en mis recorridos tabasqueños por un malhadado desarrollo agropecuario dizque colectivista llamado Plan Chontalpa, me tocó conocer a las abuelitas de las modernas “ciudades rurales”. Eso escribí entonces en el número 4 de la revista Cuadernos Agrarios: La Comisión del Río Grijalba había diseñado un plan que comprendía la creación de 22 poblados –uno para cada ejido– dotados de todos los servicios y con nuevas y flamantes construcciones cuyo diseño se había encargado a los arquitectos. Pero lo importante del plan residía en su carácter de experiencia piloto (…) Esta política de urbanización correspondía a las convicciones de Carlos Molina (director de la Comisión): “Las soluciones al problema de la vivienda campesina deben ser radicales (…) evitando criterios transicionistas o dilatorios”. Esto significaba que se debía abandonar toda gradualidad en la sustitución de las poco funcionales e insalubres construcciones de palma, por modernas viviendas de material diseñadas por los arquitectos. No quiero pecar de transicionista o de dilatorio y acepto que quizá es posible el paso sin mediaciones de la choza tradicional a la vivienda “moderna”, lo es dudoso es que las construcciones diseñadas por los arquitectos tuvieran algo de funcional. Los planos fueron elaborados sin

Los pueblos verdaderos son condensación de significados donde cada piedra, cada muro, cada banca del parque cuenta una historia. Pero son también residencia de la soberanía, porque el poder popular se ejerce donde se vive, es una potencia asentada, afincada, territorializada. Tomando de Santo Tomás la idea de “ley natural” como expresión de la voluntad divina, teólogos como el granadino Francisco Juárez (1548-1617) consideraban que el auténtico “sujeto de derecho” es la comunidad, no el gobernante sino el pueblo, de modo que el depositario del derecho no es el que habita en el castillo sino los que viven en la aldea. Decía el jesuita italiano Roberto Belarmino (1542-1621) que “el poder pertenece al pueblo”, lo que en términos espaciales significa que el poder radica en el caserío y en la asociación libre de caseríos. En 1965 el guerrerense Lucio Cabañas -maestro rural que por protestar contra el autoritarismo de la directora de la escuela primaria de Atoyac de Álvarez era perseguido por el gobierno– se adentra en la Sierra iniciando el proceso organizativo cuyo saldo será la conformación de un grupo armado. Con una columna rebelde que entre permanentes y transitorios movilizaba alrededor de 250 combatientes, los insurrectos de Atoyac conformaron la mayor guerrilla de base campesina que se haya integrado en México después de la Revolución y hasta el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). ¿Qué le permitió al que llamaron el Partido de los Pobres mantenerse alzado entre 1972 y 1974 y resistir más de 16 incursiones militares? Lucio lo cuenta en grabaciones, que conocemos porque cayeron en manos del ejército, donde explica que todo consistió en “hacer pueblo”. Y “hacer pueblo” significaba transformar las aldeas de la sierra en sustento territorial del “poder popular”. Desde 1965 y durante siete años, un pequeño grupo de rebeldes se dedicó a recorrer los ranchos y caseríos remontados, hablando con la gente y formando “comités clandestinos”. Y fue gracias a estas bases de apoyo que los guerrilleros pudieron moverse por el “filo mayor” como “pez en el agua”. “Hacer pueblo”, ayudar a transformar a los aldeanos que habitan un caserío en verdaderos sujetos de derecho, en núcleos de poder plebeyo, es clave universal de la organización popular y palanca de todos los movimientos sociales duraderos. Porque el poder de los de a pie, aun de los citadinos, radica en el caserío rural o urbano: en el sitio donde nacemos y donde morimos, en el lugar donde habitamos.

Fe de erratas: En la edición 59 de La Jornada del Campo, en la pagina 8, en el cuadro “Comportamientos a picos/ Puebla distrito 3/ Tezitulán/Grado de marginación”, dice: Fuente: Elaborado por Víctor Suárez. La autoría del cuadro debe atribuirse a Sandra Barilla.

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Testimonios Casitas pequeñas y con materiales de dudosa calidad; muy cercanas unas de otras y lejanas de las Ɵerras de culƟvo. Así es como pobladores y estudiosos caracterizan las Ciudades Rurales Sustentables (CRS), fórmula que se promueve en Chiapas y Puebla para dotar de vivienda a los "pobres", que ya no campesinos. Los siguientes tesƟmonios son muestra de cómo se está transitando en estos estados de lo que conocemos como pueblos campesinos a las CRS, sinónimo de modernidad, desde la perspecƟva de los promotores, pero trampa para el traslado de Ɵerras y otros recursos de manos campesinas a empresariales, desde la visión críƟca.

(23 y 24 de sepƟembre de 2011)

“En estos úl mos meses empieza una inicia va de las ciudades rurales o unidades habitacionales como en Zacatlán, Tlatlauqui o el Mirador. Casitas pequeñas, familias muy pegadas de diferentes lugares, familias removidas de un lugar a otro por cues ones de desastres naturales. Este modelo no favorece para nosotros como pueblos originarios de estas erras. Porque experiencias como Zacatlán o Tlatlauquitepec llegan de muchos pueblos circunvecinos, de muchos pueblos totonacos, nahuas mes zos y no se da una comunión fraterna dentro de la nueva comunidad que se llega a componer; al contrario, hay mucha división, mucha discriminación, no hay empleos, las casas muy mal hechas con ciertas repercusiones, pero esto ende a que la gente indígena que somos nosotros estemos en la parte céntrica donde el gobierno dice: ‘tengamos los servicios de internet, celulares, transporte, etcétera’, pero hay que dejar los ranchos, los animales donde en estos nuevos espacios ya no podemos tener. Mas, si somos muchos en la familia, se vuelve un caos y se da violencia intrafamiliar y demás. “Los intereses de fondo son más di ciles, mientras la gente está gozando de los servicios que ofrece, mientras en el pueblo donde somos nacidos, que éramos dispersos, teníamos los ranchos y demás, ellos quieren entrar con toda libertad para poder extraer recursos que existen en nuestros pueblos. Es como un engaño de doble filo: te dan una casa, lugar céntrico y demás, pero te quitan una cosa. Es como

sucede en Chiapas y en otros estados, les dan una súper carretera o una clínica, pero les roban el agua. Llega la Coca Cola y dice: ‘Sabes qué, este manan al ya me corresponde’, ‘No, pero es que es del pueblo’, ‘Sí, pero yo ya te di el hospital’. Y así sucede, nos dan una cosa pero nos quitan otra. Así está lo de las ciudades rurales”. -⃝Informe “Caracoles anegados”, elaborado por la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh), rela vo a la Ciudad Rural Nuevo Juan de Grijalva. (2011)

Varias de las familias fueron instaladas en la Ciudad Rural –con la cual los gobiernos de Chiapas y el federal han presumido contar con la “primera ciudad autosustentable del mundo” y ser punta de lanza en el cumplimiento de los Obje vos del Milenio de las Naciones Unidas–, pero ésta se encuentra demasiado lejos de cualquier zona de cul vo agrícola: para ir a trabajar, la gente debe gastar hasta cien pesos en transporte, mientras que cuando mucho el jornal les resulta en 200 pesos, por lo cual hay cabezas de familia que han decidido emigrar de la región a fin de obtener su ingreso de otras fuentes. Supuestamente las casas de la Ciudad Rural están diseñadas para tener cul vos y animales, pero su tamaño, de cuatro metros por cuatro, no da para eso y además el suelo es infér l. Así, los ampesinos con erras para el residentes, antes campesinos autoconsumo, han perdido su vínculo con la eoveeduría de alimentos. rra y con la auto proveeduría ral fue consLa Ciudad Rural truida con

VIVIMOS TIEMPOS DE LÁGRIMA FÁCIL Quizá porque estamos sénƟdos nos da por parafrasear en tesitura polí ca a poetas como César Vallejo: “Me gustas democracia, porque estás como ausente”; por hacer balances generacionales: los jóvenes del nuevo 68 sacarán adelante los pendientes que dejamos los del viejo 68. Y nos da también por acordarnos de la patria, no la de los

des locales específicas, y los Estados han ido pobreƟzando su polí ca pública (orientados por) el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, etcétera. Los documentos que hasta hoy se han generado acerca de la Ciudad Rural (…) nunca mencionan a los campesinos ni a las campesinas; hablan de los pobres como habitantes de esas ciudades rurales. “Nosotros creemos que la base de la construcción de un proyecto de país ene que considerar a los campesinos como actores sociales relevantes, que hacen posible la preservación de las múl ples formas de iden dad, que pueden dar viabilidad a la seguridad y la soberanía alimentaria junto con otros productores agropecuarios que trabajan a gran escala y que enen mayores niveles de produc vidad; ellos son necesarios (…) en este momento la humanidad entera debe reivindicar y actualizar la matriz sociocultural y campesina como modo de vida buena, digna, y que no es sólo responsabilidad del Estado, es una responsabilidad social”.

-⃝-⃝Benjamín Berlanga, Centro de Estudios para el Desarrollo Rural, Zautla, Puebla. (SepƟembre de 2011)

“No estamos de acuerdo con el proyecto de Ciudad Rural (…) se basa en un modelo de desarrollo y de país que no considera a los campesinos como productores, como parte necesaria de la ac vidad económica. (…) Se empieza a perfilar desde finales de los 80s y ya con más fuerza en los 90s, y supone que los campesinos ya no son necesarios como productores (sino que) se ar culan ahora a la dinámica económica como consumidores y como proveedores de remesas, porque lo que producen es ineficiente, costoso, caro y es más fácil traerlo de fuera. (…) significa la negación de la matriz sociocultural campesina y su conversión a una iden dad clasificatoria asignada: los pobres. Es un fenómeno común en América La na, que niega las iden da-

Craig Davies Arzac, Subdelegado de Desarrollo Social y Humano de la delegación estatal de Puebla de la Secretaría de Desarrollo Social Declaración hecha en Puebla (2 de sepƟembre de 2011)

“(…) tenemos en México una dispersión que concurre con una situación de baja capitalización y por lo mismo muy baja produc vidad del campo. Esto nos da como resultado la pobreza; la dispersión es en este caso un problema y una barrera al desarrollo precisamente porque concuerda con el tema de la pobreza. La pobreza es realmente el enemigo a vencer y es el que debe ser el propósito de este proyecto”.

FOTO: Orin Langelle. MONTAJE: Hernán García Crespo.

Declaración del “Taller sobre recursos naturales para la vida de nuestros pueblos originarios”, realizado con la Unidad Indígena Totonaca Náhuatl (Unitona), en Zapo tlán de Méndez, con la par cipación de jóvenes catequistas de diversas parroquias de la región.

recursos públicos, así como de la Fundación Azteca y Fomento Social Banamex, pero los materiales u lizados son de muy dudosa calidad y contrastan con lo reportado en los avalúos del Catastro Chiapas. Por ejemplo, el Catastro dice que fue u lizada tubería de metal, cuando en realidad es de plás co, y tejas de metal, cuando el material es reciclado, y esto lleva a suponer la existencia de un fraude millonario en la construcción. Apenas va un año y las casas ya se están cayendo. El ladrillo de las paredes, que consta de una porción de cemento por ocho de lodo, ya se ve desgastado. Las casas se observan con grietas y tabiques incompletos, el agua se filtra y hay manchas de humedad en las paredes y charcos. Además, la Ciudad Rural está lejos de vías de tránsito importantes, por lo que depende sólo del consumo de sus habitantes, quienes al vivir en la pobreza y lejos de sus trabajos no cuentan con la capacidad de ac var la economía interna.

discursos sino la de López Velarde y algunas canciones rancheras. Ahí están como ejemplo el espléndido “México lindo y herido”, y el contundente “Me duele México”, de la manifestación luctuosa convocada por el 132 después del fallo del Trife. Pero no somos jarrito de Tlaquepaque pa´ quebrarnos al primer llegue, por eso –hoy que la patria está secuestrada– en este rús co y provinciano Suplemento decimos con el vate de Jerez (que también se llamaba López):

Suave Patria, vendedora de chía: quiero raptarte en la cuaresma opaca, sobre un garañón, y con matraca, y entre los Ɵros de la policía. Ramón López Velarde. Suave Patria (fragmento)


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AUSENTE, UNA POLÍTICA PÚBLICA DE ASENTAMIENTOS RURALES: GUSTAVO GORDILLO Lourdes Rudiño

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En entrevista, Gustavo Gordillo de Anda, quien fuera subsecretario de Agricultura y de Reforma Agraria entre 1988 y 1994, comenta que no obstante la urbanización del país, el número de poblados rurales –que hoy superan los 170 mil, predominantes sobre todo en el centro y sur– se ha mantenido en aumento desde inicios del siglo pasado (en 1910 eran 70 mil). En general, precisa, en el país no se ha desarrollado una política pública deliberada de asentamientos humanos rurales –con excepción de la ligada al reparto agrario–, y no se ha entendido la lógica en la cual se desarrollan los poblados.

FOTO: Cortesía del Primer Encuentro Sobre Ciudades Rurales Sustentables, Puebla, 02-09-2011

os asentamientos rurales en México –que evidencian una alta y creciente dispersión– han sido producto de historias regionales, de tradiciones y luchas, más que de una política pública consistente; en muchas ocasiones se ha querido impulsar el agrupamiento de poblados con el argumento de posibilitarles la llegada de servicios básicos, como agua potable y electricidad, pero el resultado es de fracaso, pues los procesos de inducción implican incentivos supuestos como la ubicación de las escuelas, o a veces medidas represivas, pero soslayan la lógica interna de tales poblados e ignoran la situación agrícola, con el minifundio como unidad predominante.

“No se entiende particularmente por qué la gente quiere seguir viviendo en poblados de menos de 400 habitantes. Y yo encuentro en muchas regiones una serie de correlaciones. En momentos de auge económico o estabilidad (en el país) generalmente los pequeños poblados se vacían, su gente se va a vivir y a trabajar a poblados más grandes o migra a ciudades o a Estados Unidos, y en momentos de crisis económicas o políticas esos poblados se vuelven a llenar. Esto me indica que los pequeños poblados son una for-

ma de seguro, actúan como amortiguador frente a las crisis, y por eso la gente no va a ser demasiado incentivada por factores como una escuela” cuando se busca concentrarla en localidades más grandes. “Veo un fenómeno que es económico, pero también social y hasta antropológico, porque muchos de esos poblados tienen una existencia de décadas si no es que de siglos”. Considera que en los gobiernos hay un problema estructural de falta de comprensión sobre qué

tipo de servicios entendemos para el ámbito rural. Si lo pensamos con una perspectiva de ciudad caemos en un grave error, porque es posible desarrollar sistemas integrados agroecológicos, que permitan generar electricidad, agua potable y otros servicios en condiciones de pequeña escala (…)”. Por otra parte, “no entendemos que este es un país donde predominan las pequeñas explotaciones agrícolas, la agricultura campesina, y junto a ello está el pequeño pobla-

do. Pero (en el gobierno) hay una visión que me parece equivocada, disfuncional, de que el minifundio es ineficiente y por lo tanto hay que hacer extensiones más grandes. Extensiones que requieren campesinos empresariales entre comillas y ciudades más grandes, al modelo estadounidense. Nosotros tuvimos que haber volteado y debemos voltear a ver hacia China, Japón, Corea del Sur o Taiwán, cuyas agriculturas en pequeña escala son eficientes porque están organizadas desde el punto de vista de instituciones públicas para atender a la pequeña agricultura”. De acuerdo con Gordillo, la única política de asentamientos humanos rurales que ha habido en México, que fue exitosa en realidad, fue la vinculada al proceso de reforma agraria, muy fuerte en el gobierno de Lázaro Cárdenas (193440) y luego con menos intensidad; su propósito fue generar poblados rurales donde la gente recibía sus tierras. En la medida que el reparto fue perdiendo peso, también la política de asentamientos declinó. Pero hubo experiencias muy interesantes, como la del Valle del Yaqui-Mayo, cuyos ejidos obtuvieron dotaciones inferiores a lo establecido por ley (cinco hectáreas por campesino en lugar de 20, aunque de riego), y no recibieron zonas urbanas ejidales; durante tres años la gente habitó viviendas leja-

LA VIDA DE LOS PUEBLOS A LA LUZ DE SUS ASENTAMIENTOS Mauricio González González y Sofía I. Medellín Urquiaga ENAH / CEDICAR AC

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l México rural tiene en sus asentamientos una de sus construcciones más maleables y potentes. Su gran diversidad depende de factores ligados a las condiciones ecológicas en las que se establecen, los aprovechamientos que se realizan y las cualidades culturales en las que son forjados, amalgamando condiciones organizativas muchas veces irrepetibles. Entre ellas destaca un tipo de conformación que ha dejado rastro en investigaciones históricas y antropológicas: los barrios duales mesoamericanos, cuyo mecanismo de alianza prescribe el matrimonio con gente del mismo barrio (endogamia), siendo la descendencia adscrita tanto al grupo de parientes paterno como al materno (filiación bilateral). Este sistema es legible desde el virreinato –consecuencia de leyes aplicadas en la segunda mitad del siglo XVI acordes con la política

de congregación–, pero es muy probable que haya abrevado del parentesco indígena de nuestra América. A la fecha es común encontrar pueblos que nacieron con dos barrios, nombres como barrio arriba-barrio abajo, barrio altobarrio bajo… Las poblaciones rurales aún pueden pensarse bajo las categorías de dispersas, semi-dispersas y concentradas. Entre las primeras encontramos el asentamiento que pequeños grupos de pescadores han adoptado al acompañar el circuito de especies comerciales que bordean el litoral del país. Son poblamientos temporales (campamentos) que en más de una ocasión serán semilla de alguna población costera. Se les suele identificar por su origen; es normal que, por ejemplo, en los puertos del Pacífico –donde se abastecen y realizan intercambios comerciales– se hable del paso de chiapanecos, oaxaqueños o sinaloitas.

El segundo tipo de poblamiento es el que en la Sierra Tarahumara aún se constata con población ralámuli que habita las cañadas o en las riberas, como en el río Palizada en Campeche. Este tipo de poblamiento era frecuente incluso en comunidades campesinas donde grupos familiares se asentaban lindando sus parcelas que, en una gran cantidad de casos, estaban harto alejadas de núcleos poblacionales. Las políticas agrarias y de urbanización poco a poco fueron concentrándolos; constituyen los hoy característicos “núcleos urbanos” de ejidos y comunidades, y ya desbordan sus cualidades agrarias; configuran francas poblaciones urbanas. Pero, por más concentrados que estén los núcleos agrarios, su dinamismo es inmenso por la migración, temporal, como la de los wixárika o huicholes a plantíos tabacaleros en Nayari–, o permanente, como las colonias triquis que habitan regiones agroindustriales en Sono-

ra. Las estrategias de poblamiento incluyen movimientos de núcleos agrarios enteros por periodos de cinco a siete años, tal como lo ejercen algunos ejidos coahuilenses en los que el aprovechamiento de candelilla por recolección requiere descansar el corte por este tiempo; en ejidos como San Pedro de las Colonias o Cuatro Ciénegas de Carranza, es común que la gente emigre a otros poblados por lapsos íntimamente relacionados con el desarrollo de arbustos del semidesierto chihuahuense. Queremos destacar un componente que con gran fuerza echa raíz en buen número de asentamientos: aquellos espacios en que los ancestros aún habitan. Cerros, cuevas y cuerpos de agua son morada de pobladores que nos antecedieron. No es extraño que sean considerados “Patrones”, que en más de una ocasión destacan su alta jerarquía coronados por cruces que avivan la religiosidad popular.

En otros casos, como en los pueblos del desierto sonorense, participarán de la familia cosmológica como hermanos mayores que incluyen no sólo la tierra, sino también el cielo y el mar, y conjuntos que agrupan más de una especie animal, linajes más allá de lo humano. La imprecisión de ese “más allá” se constata en el muy acá de la fiesta de muertos, que en comunidades maseualmeh o nahuas de la Huasteca, como en Xochiatipan, Hidalgo, no sólo requieren de ofrendas a difuntos niños y adultos, sino la toma de decisión en el camposanto para elegir autoridades, proceso en el que participaran quienes ya no están de cuerpo presente. El panteón es lugar donde habitan los no vivos, su importancia atraviesa el respeto, el afecto y la veneración de quienes disfrutamos la herencia de su trabajo, por lo que renunciar a ellos, como en los casos en que se pretende desplazar a comunidades por presas, como en La Parota, es inadmisible.


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A Gordillo le preocupa la visión gubernamental actual. “No me parece que se pueden crear ciudades de forma artificial. Las que se han creado así han tardado mucho en despegar; el caso más notorio mundialmente es Brasilia, que requirió muchos subsidios. En México no sé si estén o no funcionando en Chiapas o si vayan a funcionar en Puebla (…) Lo que tendría uno que ver no es un mapa de lo que uno quiere en función de tal o cual propósito, sino cuál es el mapa que se deriva de la historia y desarrollo de la gente. “Algo que ocurre es tratar de convertir a poblados en casi mano esclava de alguna empresa. Es necesario meter una muy severa investigación y regulación a las concesiones mineras porque es lo que está dañando ecológicamente al país y socialmente a los pobladores del campo. Se ha estado actuando con una irresponsabilidad total, con una actitud de despojo absoluto”. Comenta la necesidad de entender la imbricación rural-urbana que tenemos en el país y que se ejemplifica en ciudades como Guasave, Sinaloa; Huejutla, Hidalgo; Izúcar de Matamoros, Puebla, o Ciudad Guzmán, Jalisco –cada una con más de 25 mil habitantes–, donde la población está muy articulada con las actividades rurales. Señala que tenemos el reto de generar lo que en los años 90s algunos analistas británicos denominaron “ciudades campesinas” que pueden ser grandes; son ciudades que “integran actividades rurales y urbanas”, y ello implicaría políticas públicas de asentamientos humanos con visión territorial y regional –no sectorial–. Así, “creo que el desarrollo futuro del país será muy semejante al que se ha dado de forma natural, aunque no completamente, en Veracruz y Sinaloa, donde no se tiene este fenómeno de la megápolis (…) En contraposición al fenómeno de concentraciones extremas urbanas (como ocurre en Jalisco y Nuevo León), lo que deberíamos tener, de forma natural, son muchas ciudades regionales capaces de articular regiones y de tener una mayor capacidad para entender la dinámica regional que no se comprende desde una visión centralista”.

Chiapas

DE LA AUTO SOSTENIBILIDAD A LA DEPENDENCIA

¿CIUDADES RURALES SUSTENTABLES O PUEBLOS FANTASMA? Laura Baas Integrante del equipo del Servicio Internacional para la Paz (SIPAZ), parte de la Red por la Paz Chiapas http://chiapaspaz.wordpress.com/ laura.baas@sipaz.org

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nformación publicada el pasado 28 de marzo en la página web del Instituto de Comunicación Social de Chiapas (Cocoso) destaca el interés de la Fundación Dies de financiar el Programa de Ciudades Rurales Sustentables (CRS). Dice que los representantes de la Fundación –cuyo objetivo es buscar recursos internacionales para desarrollar infraestructura de alto impacto social- afirmaron que “el esquema chiapaneco está probado, funcionando y medible, se puede definir muy bien el beneficio social de la inversión de este tipo”.

que en Chiapas: la dispersión de las comunidades indígenas y campesinas es percibida como la principal causante de la pobreza. FOTO: Cortesía del Primer Encuentro Sobre Ciudades Rurales Sustentables, Puebla, 02-09-2011

nas hasta en cien kilómetros respecto de sus tierras de cultivo. La coalición de ejidos del Valle “hizo una presión muy fuerte, señaló tierras ociosas del Valle, donde se podían establecer sus zonas urbanas, y amenazaron con invadirlas. Un gobernador progresista, Samuel Ocaña, firmó un decreto de expropiación de esas tierras y entonces se formaron 16 poblados en el Valle que generaron un programa muy vasto de vivienda rural, en el que yo participé. Más de 15 mil familias se instalaron, y ellas mismos establecieron empresas alrededor, de cerrajería, carpintería, materiales pétreos… Ahora esos 16 poblados son más grandes e incorporan a más personas que los ejidatarios que originalmente estaban”.

Seguramente el Programa de CRS ha tenido sus impactos sociales, pero no han sido del todo positivos, ni mucho menos. En los meses posteriores a la nota de Cocoso se han dado varios foros y encuentros de la sociedad civil con el tema de las CRS y se han publicado varios informes y artículos periodísticos que destacan los impactos negativos del Programa de CRS: se cuestiona la falta de fuentes de empleo, la pérdida de tierras para sembrar, la ruptura del tejido social de las comunidades y el debilitamiento de la autonomía y libre determinación de los pueblos. Una texto de la revista Proceso, del 25 de agosto; afirma que el proyecto de CRS impulsado por el gobernador Juan Sabines “es hasta ahora un fracaso”. Relata que especialistas que visitaron la ciudad rural de Santiago El Pinar en Los Altos de Chiapas, evidenciaron sus defectos e incluso la denominaron “pueblo fantasma”, pues de las más de cien casas construidas sólo diez están habitadas. Esta situación se debe sobre todo a la falta de oportunidades de trabajo en la CRS, a pesar de que la oferta de empleo, en forma de una granja de gallinas o una ensambladora de triciclos, por ejemplo, es uno de los objetivos centrales del proyecto. El relator especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, en un informe de 2012, también criticó los impactos del proyecto, aunque inicialmente fue avalado por el representante de la ONU en México. El informe enfatiza que, aunque hubiera inversiones importantes de la comunidad internacional para el fomento de empleo, falta el acceso a los mercados; subraya el deterioro de la auto sostenibilidad de la gente, ya que las ciudades rurales dependen completamente de los precios de mercado, y menciona que es posible que algunos habitantes de las CRS “no puedan seguir cultivando

sus tierras, debido a la distancia geográfica que los separa de sus nuevas viviendas o la falta de apoyo para la rehabilitación de sus tierras”. Un documental realizado por el Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria (CIEPAC), de 2010, ya había ilustrado la dificultad de los pobladores de la CRS de Nuevo Juan de Grijalva por la falta de dinero para pagar los pasajes hacia sus tierras de cultivo, mientras en la CRS se carecía de suficientes fuentes de empleo asalariado. En el foro “Exclusión… Inclusión neoliberal. Miradas sobre las Ciudades Rurales Sustentables”, convocado por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), y llevado a cabo el 18 y 19 de mayo pasado, investigadores universitarios y habitantes de las CRS coincidieron en su rechazo al Programa de las CRS. El periodista Hermann Bellinghausen, en un artículo sobre el foro, resumió la situación como “de campesinos autosuficientes a clientes”, en referencia a la pérdida de tierras propias para sembrar y a la inserción de la población en el sistema de mercado por la presencia de tiendas y empresas en las CRS. En el foro, los habitantes de Nuevo Juan de Grijalva hablaron de la situación de dependencia que les toca vivir. Uno mencionó que iban a trabajar en invernaderos de tomate, pero rápidamente se frustraron por la falta de suficientes

compradores de la hortaliza. Y no pudieron regresar a trabajar a sus anteriores tierras porque ya habían perdido, entregado o vendido los títulos. Otro propuso que “hay que hacer un estudio si conviene o no la ciudad rural porque nosotros lo estamos viviendo y no es sustentable”. Sin embargo, según la ponencia de la investigadora Dolores Camacho, de la UNAM, el gobierno sigue promoviendo las Ciudades Rurales como modelo a seguir ante las embajadas, el Grupo de los 20 y otras instancias. Exportación de un proyecto fallido. La nota en la web de Cocoso plantea “que el proyecto CRS es uno de los más importantes de la administración de Juan Sabines, que ha convertido a Chiapas en pionero a nivel nacional, así como un ejemplo que está siendo replicado en otras entidades”. El gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle Rosas, durante la primera asamblea plenaria del Consejo de Planeación para el Desarrollo del Estado de Puebla (Copladep), en marzo de 2011, anunció el programa piloto de la primera Ciudad Rural en la entidad. Detalló que “Lo que se busca es darles (a los habitantes de la zona) vivienda, entender sus necesidades, dotarlos de servicios como agua, luz, drenaje y que a la vez esté a menos de cinco kilómetros de la comunidad de origen para que puedan vivir en la Ciudad Rural, pero que puedan trabajar en sus tierras de labor. La intención es llevar los servicios a un menor costo”. El punto de partida del proyecto piloto en Puebla es el mismo

El combate a la pobreza es el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). El gobernador de Chiapas ha incluido la eliminación de la dispersión como meta principal del Programa CRS. Moreno Valle ha reconocido problemas luego de que se entregaron viviendas abandonadas a afectados de deslaves en Teziutlán, “lo más complejo de la ciudad rural es de tipo cultural, ya que la gente en ocasiones no se acostumbra a ocupar esas ciudades”. Sin embargo, seguía avanzando la preparación del proyecto de CRS, ya que en septiembre de 2011 el gobierno poblano informó que había identificado 143 poblaciones que podrían beneficiarse por ese esquema. Por cierto, ya se cambió el nombre de los poblados propuestos a Centros Integradores de Servicios. El informe de la Red por la Paz y CAIK, publicado en inicios de 2012, afirma que el proyecto gubernamental de CRS causa violaciones a los derechos humanos y percibe como derecho fundamental violado el de la libre determinación. Muchas personas decidieron trasladarse a la CRS sin haber entendido bien en qué consistía el proyecto y sin haber sido debidamente consultadas acerca de sus deseos y necesidades. En Santiago El Pinar, mujeres tsotsiles comentaron a integrantes de la Misión de Observación de la Red por la Paz y CAIK acerca del proceso de preparación del traslado a la CRS: “llegó gente del censo a las comunidades y platicaron del proyecto de ciudades rurales. Entendimos que nos iban a dar una casa nueva en mi comunidad. No sabemos cómo cambió pero tuvimos que venir a vivir en la ciudad rural”. La vivienda que les fue entregada en la CRS no corresponde a sus necesidades básicas, ya que no pueden hacer fuego dentro de la casa para cocinar y el lote es muy pequeño por lo que no pueden sembrar ni tener animales. El derecho a la información es también violado por el proyecto de CRS ya que la información que les llega a los supuestos beneficiarios no es del todo clara, completa ni verdadera. Durante el foro de mayo, un habitante de Nuevo Juan de Grijalva dijo que “si hubiéramos tenido la opción, lo hubiéramos pensado mucho, de qué tenemos aquí y qué tendremos allá. Quizás hubiéramos dicho que sí pero después de pensar mucho. Otras personas también lo tienen que pensar mucho”.


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“LO TENEMOS TODO” Mariflor Aguilar Rivero Proyecto “Democracia y territorio: construcción de identidades” FFyL, UNAM. marifloraguilar@gmail.com

Tampoco fue relevante que, después de estar más de cuatro años en un campamento esperando la construcción de su “villa rural”, a las comunidades del municipio de Tecpatán ahí reubicadas por el rebalse del Grijalva, les dieran las gracias por la esperanza frustrada y desmantelaran el campamento, pues la prometida villa se quedó en semi-construcción, y las familias sin campamento, sin villa y sin alguna instancia estatal que asuma algún compromiso. Y es que aun cuando el gobierno federal ya depositó el pago de las tierras, en más de tres años el gobernador de Chiapas, Juan Sabines, no ha cumplido con la indemnización ofrecida a los habitantes de la Ciudad Rural Nuevo Juan de Grijalva por las tierras perdidas. Cuando los pobladores se

reunieron para protestar por este incumplimiento, fueron engañados: llegaron policías que ofrecieron llevar a las personas a un lugar donde les entregarían su indemnización pero en realidad las trasladaron a la cárcel. En otra CRS, en Jaltenango, en el municipio Ángel Albino Corzo, se va a reubicar a cerca de siete localidades, tres de las cuales están en la Reserva de la Biósfera El Triunfo. En el campamento correspondiente, además de que la gente hacinada espera lo ofrecido, han perdido la libertad de expresión, el derecho a la palabra. Le comentaron a la periodista Gloria Muñoz, que los “regañaron de la presidencia (municipal); nos dijeron que no debemos dar ninguna explicación a los periodistas, porque ellos lo único que quieren es ganar” (La Jornada, 5 de mayo 2012). La condición bajo la que se encuentran estas personas no es ciertamente la de una supuesta ciudadanía universal de una nación o un Estado; se parece más bien a la condición que tienen los prisioneros en cárceles donde los derechos humanos se violan a voluntad. Cuando miembros del Seminario “Democracia y territorio: construcción de identidades” –que se trabaja

FOTO: Orin Langelle

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o importó que en junio del 2011 el relator especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, sugiriera que se evaluaran los resultados del Programa de Ciudades Rurales Sustentables (CRS) en Chiapas, antes de replicar el modelo en otras partes.

en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM– íbamos a Nuevo Juan de Grijalva, una autoridad de la Ciudad se hacía presente de inmediato par acompañarnos. Su nerviosismo, e incluso su silencio, nos hacían saber que asumía el papel de vigilante. La calidad de vida de los habitantes de esta CRS se deterioró en todos los aspectos. No hay trabajo suficiente, algunos proyectos productivos inicialmente instalados ya están cerrados, el agua de lluvia se filtra por los techos de las casas, los muros están húmedos gran parte del año y las familias están escindidas pues los hombres se van a buscar trabajo y no pueden regresar a diario. Hay reportes de que la ciudad rural está

casi desértica, a excepción de algunas mujeres, adolescentes y niños que aún se encuentran allí, ya que los jefes de familia están huyendo debido a que tienen el temor que de un momento a otro los detengan. Engaño tras engaño, promesas incumplidas, impunidad, recursos millonarios desviados váyase a saber a dónde, transparencia cero, criminalización de la protesta, trato humillante de las fuerzas “del orden”, atentados contra la libertad de expresión, violación al derecho a la información, tolerancia plena a la ilegalidad, promoción gubernamental de la corrupción. Pero nada de esto importó, decíamos, porque el proyecto continúa, y ahora extendido al menos hacia Puebla.

Chiapas

Fue precisamente con el asentamiento forzado de los mames en la región Sierra, que los magnates del café se hicieron de parte de una de sus más preciadas mercancías: la mano de obra, que les resultaba sumamente costosa si se traía de Los Altos de Chiapas. De esta manera, a partir de la expansión de los cafetales, los patrones de asentamiento de los indígenas de la región girarían en torno a la explotación en las fincas, porque con el confinamiento a tierras menos productivas la economía de autoconsumo se vio severamente afectada, y para subsistir, los otrora pobladores de la costa tuvieron que vender su fuerza de trabajo a las fincas.

Sandra Gerardo Pérez

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A finales del siglo XIX, esta región entró de lleno a la economía mundial por medio del café; desde entonces su devenir histórico y social estaría supeditado a las fluctuaciones de precios del grano fijados en las grandes metrópolis. Para hacer crecer el preciado fruto, y las ganancias que lo acompañaron, las potencias capitalistas requirieron grandes extensiones tierra y abundante mano de obra. Con la Ley de Deslinde y Colonización de Terrenos Baldíos de

FOTO: Oriana Eliçabe

l punto más austral del territorio nacional ha sido desde hace siglos lugar de tránsito; desde mucho antes de que miles de guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y nicaragüenses arriesgaran sus vidas en la búsqueda del sueño americano, los habitantes de Centroamérica ya cruzaban esos ríos y montañas que hoy son frontera.

En esta parte de la frontera sur los patrones de asentamiento han estado marcados por la producción de bienes cuyo intercambio rebasa el mercado local. En un primer momento el cacao y después, de manera más drástica, el café exigieron desplazamientos y establecimientos según la fuerza de trabajo que se necesitara.

1883, los inversionistas mataron dos pájaros de un tiro y los mames de la costa sufrieron el despojo de sus tierras y de su modo de vida, y es que una vez delimitada la frontera, las compañías deslindadoras pusieron en manos de alemanes, estadounidenses y algunos mexicanos los territorios mam, y los nativos fueron desplazados hacia tierras en la sierra. Para cuando se impulsaba la acción de las compañías deslindadoras, según señalan diversas fuentes, los terrenos de la región se encontraban “despoblados”. Aunque durante el período colonial la población nativa del Soconusco decreció significativamente y no logró recuperarse, decir que el territorio se encontraba “despoblado” ignoraba a las aproximadamente dos mil familias mames que estaban asentadas allí subsistiendo del autoconsumo, familias que en su mayoría fueron desplazadas a la sierra donde poco

Quiero terminar con dos frases que escuchamos desde 2008 hasta 2012 en las pláticas con la gente afectada por la Ciudad Rural de San Juan Nuevo Grijalva. Una la decían cuando hablaban de su casa y su tierra perdida: “antes lo tenemos todo” (sic); y la otra, su contraparte: “ahora todo lo tenemos que comprar”.

se daba la milpa. Más bien, la idea del “despoblamiento” se refiere a que había poca mano de obra para el trabajo requerido por la producción del café.

REACOMODOS POBLACIONALES A PARTIR DE LA ECONOMÍA CAFETALERA

Pero además las regiones del Soconusco y la sierra han sido territorio de diversos pueblos indígenas, principalmente mames –aunque también cachiqueles, mochós y kanjobales– que se han asentado ahí por generaciones desplazándose entre las tierras de la costa y la sierra, defendiendo el territorio y compartiéndolo con diversos grupos étnicos que llegaron de fuera de la región.

Este proceso de reubicación de pueblos en ciudades rurales es uno de los muchos mecanismos que hay para despejar el campo a negocios de modernización y de alto desarrollo tecnológico que buscan la extracción de recursos naturales del subsuelo, como hidrocarburos o uranio, o proyectos de turismo “ecológico”.

Al pasar de las décadas, con las luchas obrero-campesinas en la región y las políticas cardenistas, estos pobladores fueron dotados de tierras y se oficializó la territorialidad que habían ejercido por 50 años; los primeros ejidos de la región fueron en la sierra y no en terrenos de fincas afectadas, y a varios de los beneficiados con tierras ejidales, la dotación les “costó” el nacionalizarse como mexicanos, y es que en las décadas anteriores indígenas de Guatemala, y algunos con dificultad para probar su nacionalidad por la condición de frontera del territorio, habían sido también empujados a las laderas serranas. Como sea que fuere, los mames y otros pueblos indígenas se resistieron a la desaparición a partir de un patrón de asentamiento que implicó movilidad –de la costa a la sierra–. Si bien el nuevo terreno, e incluso la adscripción a la nacionalidad, les fueron impuestos, la adaptabilidad del pueblo y la creación de territorio a partir de las condiciones dadas hicieron posible su subsistencia. Ante los embates del mundo actual, con nuevos desplazamientos forzados y sus fronteras teñidas de sangre, habrá que ver cómo es que resisten estos pueblos y sus territorios.


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CIUDAD RURAL DE SANTIAGO EL PINAR

EJEMPLO DE UNA POLÍTICA QUE SE DESMORONA Asmara González Rojas Profesora-investigadora, Universidad de Guadalajara asmara.gr@gmail.com

Con 112.6 millones de habitantes, México tiene 52 millones viviendo en pobreza y 11.7 millones de ellos en pobreza extrema, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval). Este es un grave problema para la sociedad en su conjunto, que los gobiernos tratan de subsanar con la formulación de políticas públicas en los ámbitos de empleo, salud, educación, alimentación y servicios de vivienda. En los sexenios recientes se ha recurrido a políticas de corte asistencialista – basadas en el individuo– y se han minimizado las de corte colectivo y de fomento a la organización productiva del campo. La pobreza es aún más notoria en el mundo rural del sur de México, donde también se concentra una parte significativa del territorio indígena. En tal marco, la prensa de Chiapas y los discursos de los funcionarios de gobierno local difunden que esta entidad ha dado un ejemplo al mundo con políticas novedosas para la erradicación de la pobreza. ¿De qué hablan? Según el discurso oficial, la creación de las CRS busca combatir la pobreza causada por la dispersión territorial que imposibilita la dotación de servicios básicos en las comunidades que conforman los municipios chiapanecos más marginados. En este artículo me refiero particularmente a la CRS en el municipio de Santiago El Pinar, en Los Altos de Chiapas, cuya extensión territo-

La provisión de servicios básicos no es una decisión inadecuada, pues idealmente estaría incidiendo en la disminución de la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, la forma en que han sido planeadas y concebidas las CRS genera muchas dudas, por la ausencia de una consulta previa con los pobladores o más bien la realización de una consulta simulada; la falta de transparencia en los recursos; cuestionamientos sobre la calidad de la infraestructura, la sustentabilidad y el ordenamiento territorial, y por la demagogia al decir que se avanza en los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El establecimiento de una política pública requiere la participación de la sociedad para que tome en cuenta sus necesidades y características. Cuando no hay tal participación, se genera descontento entre los “beneficiarios” y las decisiones son inoperantes. Esto es claro cuando se escuchan testimonios de los habitantes, por ejemplo, el de un connotado líder comunitario: “Es cierto que se construyeron casas de cartón como se publicó en el periódico; además, no se respetó la costumbre: las mujeres tienen la costumbre de hacer su fueguito para tortear; desde ahí veo un poco mal la CRS, porque no se construyó bien su cocina, no tienen solar para secar café, nada, no se platicó con la gente” (entrevista, mayo 2012). Una de las principales críticas a la CRS es que no hubo un diagnóstico adecuado ni una consulta ciudadana eficiente, y no se respetaron las formas de organización social, económica y cultural del pueblo tsotsil de la zona. La creación de la CRS se basó en una premisa falsa, la del binomio dispersión territorial-pobreza. Sobre este punto, otro habitante de Santiago afirma que: “¡La CRS es una burla! Cómo vamos a ir a vivir allá, cuando algunos vivimos cerca de nuestro paraíso, de los cafetales y la milpa en nuestras casas;

FOTO: Asmara González Rojas

“La Ciudad Rural quedó muy pendiente, es pura subida; cuando empiece a llover suficientemente en los meses de noviembre, diciembre, o si viene un temblor, se va a llevar todas las casas. Es lo que estoy viendo, porque es muy pendiente el terreno y el material de tablaroca no aguanta, ya se está rompiendo y pudriendo (…) hubieran tomado un terreno más plano y mejores materiales, pero no supieron planearlo y tomar acuerdo con el comisariado ejidal y con la gente (…) hubieran tomado un acuerdo que se mejoraran sus viviendas en su mismo lugar. El terreno se está cuarteando; cuando venga un deslave se va a llevar todo el caserío, es lo que estoy viendo” (entrevista a líder comunitario de Santiago El Pinar, mayo 2012).

rial es de 17.76 kilómetros cuadrados, su población suma tres mil 245 personas, y colinda con los municipios de San Andrés Larráinzar y Aldama. Esta CRS es la segunda y se inauguró en marzo de 2011, con una inversión de 394 millones de pesos, para la construcción de 115 casas, un hospital, una escuela, un mercado, una planta potabilizadora, una subestación eléctrica, un vivero, tres granjas avícolas, y seis invernaderos, todo ello hoy subutilizado o sin funcionar.

la solución debería ser otra, porque aunque el gobierno dice que hay dispersión territorial, no es muy cierto, casi todas las comunidades acá están a pie de la carretera, tienen acceso para llevar los materiales y los servicios a sus casas, y no llevarlos a vivir a un chiquero. Los únicos beneficios son el hospital y la escuela, pero ni eso porque no tienen agua, ni luz” (entrevista, marzo 2012). Respecto a la superación de la pobreza con el programa de CRS, uno de los beneficiarios, quien, cabe mencionar, no habita su “nueva” casa, argumenta que: “Supuestamente era un proyectazo, pero no le veo ningún resultado, supuestamente este es el municipio más pobre de México, y el programa supuestamente es para salir de la pobreza. Nosotros como indígenas y campesinos no pode-

mos vivir así en ese espacio tan reducido. Hubieran puesto una casa de block en su terreno, pero ¿a dónde se va el dineral? Y, así que digas que ya salimos de la pobreza, no, al contrario nos incrementan los gastos de la luz, ya nos pusieron una tarifa más alta, por eso de la “ciudad”, a mi me perjudica, otras comunidades que no están dentro de la ciudad siguen con su misma tarifa. Fue una mala obra” (entrevista, mayo 2012).

A todas luces la CRS en Santiago El Pinar no está funcionando y puede considerarse un elefante blanco más en Chiapas, pero más grave aún, dicha política no sólo no esta incidiendo en el bienestar de la población sino que reproduce los patrones de desigualdad de una ciudad llevados al campo y alienta el conflicto social, puesto que también se reproduce el problema de inclusión y exclusión de otras políticas asistencialistas.

Uno más de los testimonios afirma: “no hay avance, el presidente municipal toda la vida anda fuera del municipio, no hay crecimiento en el pueblo, ni buen apoyo, ahora nosotros estamos viendo que nos echen la mano para gestionar proyectos productivos para el campo, apoyos a las mujeres, para que de verdad haya progreso en el pueblo”.(entrevista, mayo 2012).

Por otro lado, los pobladores de Santiago no lo echan todo a la basura puesto que consideran que el hospital y la escuela son buenos beneficios, pero se requiere que realmente los hagan operar. Sobre este punto, un funcionario comentó irónicamente que “hay beneficios colaterales”, pero en su conjunto parece un fracaso.

FOTO: Cortesía del Primer Encuentro Sobre Ciudades Rurales Sustentables, Puebla, 02-09-2011

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n 2007 el gobierno chiapaneco a cargo de Juan Sabines inició la construcción de las Ciudades Rurales Sustentables (CRS). ¿Qué resultados han tenido en términos de una formulación de política pública para aliviar la pobreza?

Es urgente y necesaria una evaluación de las CRS. Algunas recomendaciones comienzan a circular por parte de relatores de las Naciones Unidas; sin embargo, deben ser los gobiernos federal y chiapaneco los responsables de evaluar a conciencia está política y proyectar soluciones junto con la sociedad. La indignación ciudadana ante tal derroche de recursos no es para menos, además de que despierta suspicacias de corrupción y juego de intereses personales y políticos. De poco sirve generar políticas públicas sin raíces y que se deslavan a la luz de caprichos sexenales. La línea de investigación de la autora de este artículo es desigualdad, etnicidad y políticas públicas en contexto de conflicto. Actualmente realiza su investigación doctoral en Los Altos de Chiapas.


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DE CÓMO LOS “POBRES” SE CONVIERTEN EN CLIENTES Dolores Camacho V. Investigadora de la UNAM (Proimmse-IIA) doloresc@unam.mx

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n la inauguración de Nuevo Juan de Grijalva, las dos principales cadenas de televisión mexicana afirmaban que los campesinos beneficiados ahora sí tendrían acceso a salud, educación y trabajo digno, entre otros beneficios. Ello, sin reparar un instante que la mayoría de los campesinos estaban satisfechos con su vida anterior, habitando casas sencillas pero amplias; en medio de terrenos con árboles frutales propios del lugar; criando animales para alimentarse, y muy cerca de los terrenos de labranza, donde cultivaban lo necesario para comer y vender para satisfacer otras necesidades. Ahí los niños tenían escuelas; faltaban apoyos pero vivían bien. Como dice una habitante de la región: “Así éramos libres porque producíamos todo para comer, hay muchas hierbas que se comen en el campo, teníamos animales en los patios. De hambre no nos quejamos, pero aquí sólo hay tierra y tiendas para comprar, todo se tiene que comprar” (enero 2011). Estas reflexiones surgen porque la “ciudad nueva” no tiene vida, los proyectos de invernadero no funcionaron y los hombres han tenido que volver a trabajar las tierras abandonadas o se van a otras regiones del estado u otros estados. Las clínicas, como comentaba una persona entrevistada, no tienen medicamentos ni equipos; las casas están mal hechas, porque fueron elaboradas con material no adecuado para la zona. Los anuncios oficiales son rebasados por la realidad, y sólo han pasado dos años. La mayoría de las personas dice: “las ciudad se ve bonita y una casa no la despreciamos pero no se puede vivir así en el campo” (enero 2011). Estas opiniones dan idea del fracaso de la estrategia de reorgani-

zación poblacional, pero aun así el gobierno del estado ha mantenido su entusiasmo por el proyecto, desestima las voces críticas y derrocha recursos para invitar a periodistas a recorridos por la maravillosa ciudad rural, para continuar con la promoción. El proyecto de ciudades rurales sustentables tiene como objetivos explícitos combatir la dispersión, promover el desarrollo regional y evitar los riesgos medioambientales, para cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sin embargo, en la mayoría de los casos los resultados parecen ser opuestos: son diseños con costos muy elevados; los proyectos productivos son ineficaces y no hay elementos que permitan suponer sustentabilidad en ellos. Las personas que están habitando Nuevo Juan de Grijalva tienen mejores ideas de cómo pudieron enfrentar su situación sin caer en los niveles de dependencia que ahora experimentan. Estas casi 500 familias, que hasta hace algunos años eran autosuficientes, ahora son dependientes del mercado y de los apoyos gubernamentales, es decir están en condiciones de fragilidad social a pesar de que cuentan con casas con todos los servicios básicos. La ciudad rural Santiago El Pinar se construyó en el municipio del mismo nombre considerado uno de los de menor desarrollo humano de México; se pretende elevar ese índice con esta unidad habitacional que cuenta con todos los servicios y se ubica sobre terreno cerril. Oficialmente, cada vivienda es de seis por siete metros y cuenta con material pre-construido. Un arquitecto encargado de una parte de la obra, al ser cuestionado, respondió que efectivamente el terreno no es el apropiado y el tipo

de construcción tampoco; es una tecnología holandesa que, aunque se anuncia con una durabilidad de 50 años, no parece que pueda pasar las pruebas climatológicas (8 de enero del 2011). Los beneficiados son familias que tienen más de cinco miembros

¿Qué sentido tiene elevar los índices de desarrollo humano sin sustento real? Ante las altas inversiones en las construcciones uno se pregunta: ¿qué objetivos implícitos contienen estos proyectos? La participación de la filantropía empresarial hace dudar de la bondad del proyecto. Es notorio que tras el apoyo de Fundación Azteca está un plan de expansión empresarial, dada la instalación de sucursales de Elektra y Banco Azteca que, otorgando créditos con intereses enormes y pagos chiquitos, mantiene en condición de clientes a los campesinos antes autosuficientes. La resistencia puede permitir la modificación de los proyectos de política pública de los gobiernos, como se deduce en la experiencia

de la Villa Rural Sustentable Emiliano Zapata. Ahí los grupos afectados se organizaron y exigieron participar en la planeación y construcción de su ciudad rural y después de múltiples manifestaciones lo lograron. Sin embargo, sus líderes fueron encarcelados acusados de fraude, y ellos a su vez acusaron a los funcionarios de gobierno de tenderles una trampa para que el proyecto no prosperara. Una cosa es cierta, mientras esos proyectos no contengan la participación de los beneficiarios en el diseño, la planeación y el desarrollo, seguirán siendo fracasos y fuentes de conflicto. Los comentarios de los afectados y lo que se puede observar permiten deducir que esta política de reubicación contiene una estrategia de expansión del mercado, pero también una estrategia de control social de los grupos marginados, porque en centros de población que dependen del mercado y de los proyectos gubernamentales para sobrevivir, es prácticamente imposible la organización y la resistencia.

FOTO: Cortesía del Primer Encuentro Sobre Ciudades Rurales Sustentables, Puebla, 02-09-2011

FOTO: Dolores Camacho Velázquez

y no pretenden vivir ahí porque consideran que esas casas no son para la vida rural; se están llevando tinacos y muebles de baño a sus casas que tienen en la cabecera municipal o a su comunidad.


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Chiapas

AHORA SOMOS OTROS, PERO RECORDAMOS DE DÓNDE VINIMOS

Tabasco

EDÉN EXTRAVIADO: LOS CENTROS INTEGRADORES

Marina Alonso Bolaños cenizadevolcan@gmail.com

Carlos A. Rodríguez Wallenius Profesor investigador de la UAM Xochimilco carlosrow@gmail.com

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FOTO: Oriana Eliçabe

os Centros Integradores en Tabasco fueron uno de los ejes de política social, de planeación territorial y de descentralización que se impulsaron durante el gobierno de Enrique González Pedrero (1983-1987). Estos Centros fueron espacios donde se focalizó la realización de obras de infraestructura, dotación de servicios básicos, fomento a la producción, promoción de la cultura y descentralización administrativa para las zonas rurales de los 17 municipios de ese estado.

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or más esfuerzos que el gobierno chiapaneco hizo por concentrar y retener a los damnificados en varios albergues, la dispersión de la población zoque de las localidades devastadas por la erupción de El Chichonal en 1982, era extraordinaria. Muchas personas huyeron hacia diferentes puntos del noroeste de Chiapas, Veracruz y Tabasco. Otros zoques regresaron a los lugares de origen en las zonas menos afectadas y algunos grupos exigieron la creación de colonias agrícolas en sus mismos municipios y actuaron en consecuencia. Pero la mayoría de los indígenas que perdió familiares y bienes (viviendas, milpas y animales) esperó durante varios meses su reacomodo, resguardada en los albergues. La erupción evidenció la vulnerabilidad de la población de la región –dada su condición de marginación y pobreza– ante el riesgo que implicaba la cercanía del volcán. Empero, los zoques no sólo fueron víctimas de El Chichonal, sino también de la intervención caótica de los diferentes organismos gubernamentales por la respuesta tardía y por las acciones improvisadas de éstos frente al fenómeno natural y sus múltiples consecuencias sociales. Una de estas acciones fue el plan de reacomodo de la población damnificada en nuevos asentamientos. Alrededor de tres mil 500 familias zoques fueron reubicadas en poco menos de una veintena de localidades en terrenos adquiridos por el gobierno de Chiapas en los municipios con presencia de po-

blación hablante del idioma zoque: Rayón, Tecpatán, Ostuacán, Pichucalco, Cintalapa, Chiapa de Corzo, Juárez y Ocosingo. En estos lugares se restituyeron cerca de 16 mil 647 hectáreas de tierras a que tenían derecho legal los ejidatarios zoques desplazados. Con los reacomodos se pretendía que, además de garantizar el bienestar a la población indígena afectada, se impulsaran actividades económicas como la ganadería y el cultivo del café. Por su parte, se esperaba una mejora de los suelos para la siembra de maíz en las zonas cercanas al volcán y se fomentó el uso de fertilizantes. Pero los suelos no se recuperaron, una parte de éstos se convirtió en zacatal y se dedicó a la pastura del ganado. Para los zoques fue indispensable –aún más que antes de la erupción– la obtención de recursos del trabajo asalariado, por lo cual muchos migraron para emplearse.

Más tarde, la Comunidad Lacandona, integrada por comuneros de diverso origen etnolingüístico, principalmente lacandón (beneficiaria de 614 mil 321 hectáreas otorgadas por el expresidente Luis Echeverría en 1972), determinó que cien mil hectáreas pertenecientes a su comunidad estaban ocupadas por grupos externos – entre ellos, los zoques– y exigió su restitución. Servidores de la Secretaría de la Reforma Agraria atribuyeron el problema a la imprecisión de los sistemas de medición de décadas anteriores (incluso a la dificultad del entorno natural para la agrimensura) y a que en ningún documento se especificaban las colindancias o amojonamiento de los bienes comunales. Sea el motivo que fuere, lo cierto es que no fue la única ni la primera vez en esta macro-región, que se otorgaban dos veces las mismas tierras a diferentes beneficiarios.

La diáspora de los zoques y la creación de asentamientos alejados de sus municipios históricos fueron consecuencias brutales de la erupción. Los grupos afectados han sabido sobreponerse gracias a la emergencia de nuevas formas de organización social y a la recreación de mecanismos culturales que han otorgado sentido a su devenir. Pero el reacomodo en la Selva Lacandona es el caso más dramático por el tinte violento que ha tomado y porque a la fecha no ha sido resuelto. En 1991, tras muchos años de cumplir con trámites y solicitudes, los ejidatarios zoques recibieron la titulación de tierras de su asentamiento en Ocosingo.

Finalmente, otros reacomodos de damnificados alentaron los conflictos existentes o bien dieron lugar a nuevas disputas. Me refiero a localidades de los municipios aledaños al volcán, Chapultenango y Rayón, donde campesinos zoques demandaron la atención del gobierno estatal para la solución de los tantos asuntos agrarios disputados entre las propias familias de ejidatarios zoques –aún sin resolverse– derivados del reacomodo y de la dotación de tierras. Recientemente, una variable adicional parece ensombrecer cualquier indicio de posible solución: se trata de la ocupación sigilosa de tierras zoques por tzotziles provenientes de Los Altos de Chiapas.

El proyecto inicial pretendía evitar las experiencias fallidas de los polos de desarrollo que hacían énfasis en concentrar actividades económicas. Tampoco se quería reunir a la población campesina en pequeñas ciudades sin solucionar los problemas de marginación. El objetivo de esa política gubernamental se centraba en arraigar a los campesinos en sus lugares de origen y mejorar sus condiciones de vida, ofreciendo servicios e infraestructura adecuados y fomentando las actividades productivas y culturales. Al igual que en el caso de las ciudades rurales actuales, el diagnóstico de esos años indicaba que la población de Tabasco estaba dispersa en un poco más de tres mil localidades, en las cuales vivía cerca del 60 por ciento de los tabasqueños, que carecían de vivienda, electricidad, agua potable y de servicios de salud y educación. De esta manera, el gobierno estatal se propuso agrupar las obras de infraestructura y de dotación de servicios en los pueblos más grandes, de manera que se les facilitara a las localidades cercanas (en promedio unas 15) el acceso a los servicios públicos. Adicionalmente, el gobierno desconcentró a los Centros Integradores una serie de servicios administrativos, recursos y programas públicos para que fueran gestionados y utilizados por las poblaciones: Para ello, se crearon las unidades integradoras comunitarias, como responsables administrativos en cada Centro Integrador; eran las encargadas de la prestación de servicios públicos, gestión de proyectos productivos (especialmente la producción de maíz y frutales y la promoción de la pesca ribereña) y de actividades culturales.

El proyecto inicial pretendía evitar las experiencias fallidas de los polos de desarrollo que hacían énfasis en concentrar actividades económicas. Tampoco se quería reunir a la población campesina en pequeñas ciudades sin solucionar los problemas de marginación También se impulsaron actividades formativas con la población en las áreas de salud, autoconstrucción de viviendas y recuperación de la cultura popular, y de esta última, por cierto, surgieron iniciativas como el Laboratorio de Teatro Campesino. En este sentido, los Centros Integradores fueron una forma de centralizar servicios e infraestructura, un espacio para desconcentrar la administración pública, un mecanismo para el fomento productivo y para promover la política cultural. Adicionalmente, también se pensaron para propiciar el intercambio comercial y de productos agropecuarios y pesqueros con las comunidades aledañas. Para finales de 1987, Tabasco tenía 187 Centros Integradores distribuidos en sus 17 municipios. Sin embargo, los Centros no aguantaron el cambio de sexenio. Como es una constante en el funcionamiento de las políticas gubernamentales de nuestro país, el arribo de una nueva administración estatal implicó el cambio de prioridades y los Centros Integradores pasaron a un tercer plano. Junto a ello, la crisis económica y el fin del boom petrolero de inicios de los 90s dejaron a los Centros sin recursos para la construcción de infraestructura. Los gobiernos municipales concentraron los programas y atribuciones que antes se les dieron, se remplazaron las estructuras organizativas y se corporativizaron y partidizaron las instancias de participación. En municipios como Centro (Villahermosa), los Centros Integradores fueron denominados Centros Regionales para el Desarrollo; en otros todavía conservaron su nombre original, pero quedaron reducidos a instancias de administración publica local. En fin, a los pocos años esta experiencia fue desdibujada del edén tabasqueño


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CIUDADES RURALES Y REORDENAMIENTO TERRITORIAL: EL CAMINO DEL DESPOJO

FOTO: Cortesía del Primer Encuentro Sobre Ciudades Rurales Sustentables, Puebla, 02-09-2011

Abraham Rivera Borrego Miembro del Colectivo de Análisis e Información Kolectiva (CAIK)

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as Ciudades Rurales en Chiapas son pequeñas ciudades edificadas ex profeso en el área rural, que ofrecen a las comunidades indígenas y campesinas una serie de servicios –entre ellos luz, agua, drenaje, educación, salud, comunicaciones y empleo– con el objetivo de “concentrar” a los hombres y a las mujeres del campo. Pero en realidad, detrás de este discurso desarrollista, afloran otros objetivos no explícitos que se hacen obvios bajo la lógica de una integración extractivista y basada en el despojo. “Según datos oficiales, actualmente el Programa Ciudades Rurales Sustentables (CRS) en Chiapas comprende ocho ciudades rurales. Dos ya están habitadas: Nuevo Juan del Grijalva, donde fueron reubicados los afectados del desastre de 2007, y Santiago El Pinar, donde se reubicó a población indígena. Los planes del Programa incluyen seis ciudades más, de las cuales cinco se encuentran en etapa de construcción y una en fase de planeación” (Informe de la Misión Civil de Observación de la Red Paz y CAIK sobre el Programa Ciudades Rurales Sustentables). Este Programa forma parte de un enorme esfuerzo por transformar la vida en el sur-sureste de México, particularmente la vida en el campo, hacia patrones de consumo y producción orientados a la lógica del mercado. Dicha iniciativa es parte de otros grandes planes del pasado que quedaron enunciados hacia finales del sexenio de Ernesto Ze-

dillo (1994-2000) y que han encontrado expresión en el Plan Puebla Panamá, ahora rebautizado como Proyecto Mesoamérica: proyecto de ”infraestructura y desarrollo”, centrado principalmente en las áreas de energía, electricidad, salud, educación, telecomunicaciones, agrocombustibles, carreteras y vivienda. Para la economía neoliberal es muy importante que los territorios a explotar estén despejados y que la población que viva en ellos sea desplazada a una especie de núcleos de concentración urbanos. Las Ciudades Rurales son estos centros a donde los pueblos son reubicados anulando la posibilidad de tomar decisiones sobre el destino de su tierra, dependiendo totalmente del modelo económico imperante y quedando, consecuentemente, bajo un modo de vida campesinoindígena seriamente fracturado. Actualmente, la forma de operar y anexionar territorios a la economía de mercado, se desarrolla mediante diversos elementos de control tales como los organismos financieros multinacionales, la banca multilateral, las empresas trasnacionales, los planes económicos de infraestructura y seguridad, los tratados de libre comercio, la ocupación militar y la guerra irregular, entre otros. El verdadero trasfondo de estos tratados y acuerdos es obtener un control eficiente y mayor sobre las reservas energéticas del petróleo y del gas en territorio nacional, así como una mayor intervención

sobre territorios estratégicos que contienen importantes dotaciones de biodiversidad en todo el continente americano. Hablamos de áreas como el Corredor Biológico Mesoamericano que comprende desde el sur-sureste mexicano, pasando por los países del Istmo Centroamericano y llegando hasta las fronteras con Colombia y Panamá. “El programa CRS no fue ideado ni por el gobierno estatal ni por el gobierno federal. Sus orígenes y elementos rectores pueden rastrearse en documentos y comunicados de instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial. Esta institución preconiza la integración económica como la principal arma de lucha contra la pobreza, y como vía para “llevar el desarrollo a todos los rincones del mundo”. (Boletín sobre las Ciudades Rurales de CAIK). En este sentido, el territorio chiapaneco cobra vital importancia en el proceso de reordenamiento territorial ya que ofrece grandes posibilidades de ampliar circuitos económicos de alta rentabilidad para los inversionistas; sustentándose en el control de la biodiversidad, el agua, la producción energética, la extracción de minerales y petrolera, el desarrollo de la industria turística y la incautación de grandes extensiones de territorio para el monocultivo y la agroindustria. Igualmente, como consecuencia de las relaciones de poder existentes hoy en día en todo el planeta, el acceso, gestión y usufructo de

los recursos naturales están limitados y controlados por el poder geopolítico de los países ricos y los organismos multilaterales que pretenden la apropiación de territorios a los que antes no tenían acceso. En este momento, la geopolitización de los recursos naturales ha arrojado una nueva doctrina de

“seguridad ambiental”, que se lee como el aseguramiento o protección de zonas ricas en recursos estratégicos frente a escenarios de incertidumbre que pongan en peligro la estabilidad de la economía. Esta nueva doctrina promovida por los países ricos integra dentro de la estrategia de seguridad nacional el posicionarse, responder o reducir cualquier incertidumbre que desequilibre su desarrollo económico. Uno de estos países es Estados Unidos, que integró esta doctrina (2008) dentro de su Plan de Seguridad Nacional. Desde luego este concepto de seguridad ambiental se presenta ante la opinión pública como garante de la conservación del medio ambiente, la ayuda humanitaria y el desarrollo social para los más pobres. En este sentido, desde los años 90s, América Latina se coloca como reserva estratégica de Estados Unidos. Centroamérica y el Cono Sur operan en función de la geopolítica estadounidense vía el Comando del Sur y otros esquemas como el Plan Colombia. Canadá y México ya están bajo control militar estadounidense por medio del Comando del Norte, la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) y actualmente la Iniciativa Mérida. Todos estos planes militares representan el candado de seguridad de los tratados de libre comercio como el de Amé-


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Asimismo, hay otro elemento que juega un papel fundamental en la desarticulación del modo de vida indígena-campesino: la cuestión alimentaria. En Nuevo Juan de Grijalva, las cientos de personas allí concentradas han perdido la capacidad de producir sus propios alimentos. En palabras también de un habitante de la ciudad rural: “Allá todo lo cosechábamos nosotros. Si queríamos pescadito íbamos al rio y allá lo conseguíamos. No nos costaba comprar sino que lo pescábamos. No sé cómo, pero cada quien buscábamos la forma de vivir. Aquí no hay con qué”. La separación o alejamiento del campesino o campesina de su tierra trae importantes consecuencias sobre su alimentación y nutrición, y más aún, conlleva la dependencia total del dinero como forma de supervivencia. Esta subordinación alimentaria y económica es claro ejemplo de una estrategia que busca subsumir a la población bajo el control del mercado, destruyendo cualquier vestigio de autonomía, soberanía o independencia.

Sergio Eduardo Carrera Quezada Posgrado en Historia-UNAM iztlacyo@hotmail.com

Como dice un miembro de la Junta de Buen Gobierno del Caracol I de La Realidad respecto de las Ciudades Rurales: “El mal gobierno nos promete tierra preparada, con luz, agua potable, vivienda, hasta nos alimentan. Es sólo vivir y engordar como un puerco, eso es lo que nos prometen pues”.

FOTO: Códice de San Pedro y San Pablo Atlapulco

Ubicadas dentro de la lógica del Proyecto Mesoamérica, las Ciudades Rurales funcionarán entonces como una forma de lo que David Harvey llamó “acumulación mediante desposesión”. La separación entre el campesino y la tierra que es la base de la acumulación capitalista, sin la cual el capital no tendría mano de obra ni recursos naturales para explotar.

EL AFÁN POR REUBICAR: LAS CONGREGACIONES DE LOS INDÍGENAS EN LA NUEVA ESPAÑA

Concentradas en las ciudades rurales, las comunidades indígenas y campesinas no sólo pierden libre determinación sobre su modo de producción, sino también sobre la reproducción de sus culturas permaneciendo supeditadas a los sistemas de regulación social estatales.

En este contexto en el que el Programa de CRS tiene como meta principal eliminar la dispersión de la gente, hecho que los gobiernos estatal y federal consideran factor determinante de la pobreza, desde el calendario de abajo nace la alternativa de los Caracoles zapatistas, que representan una opción concreta en donde las “comunidades dispersas” están involucradas en un intenso proceso de desarrollo de sistemas autónomos de salud, educación y producción fuera del control social del Estado y de la lógica acumulativa y destructora del capital. Los Caracoles, “esos espacios liberados que son dichos gérmenes de un mundo nuevo, no capitalista” (Aguirre Rojas, 2007), constituyen un gran obstáculo frente al “espacio abstracto” de supercarreteras, plantaciones intensivas, extracción energética y Ciudades Rurales de la nueva fase del Proyecto Mesoamérica en Chiapas.

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n la agenda de las instituciones de gobierno en México siempre ha estado presente la necesidad de controlar el mapa demográfico de su territorio. Incluso en tiempos del dominio de la corona española, ésta desarrolló un proyecto para modificar el patrón de asentamiento disperso con el que estaban organizadas las sociedades indígenas en América, el cual se llamó “junta, reducción o congregación”. El propósito era que los indios fueran concentrados en pueblos planeados bajo los cánones europeos para facilitar su evangelización y que adquirieran las costumbres de gobierno occidentales. Pero otros objetivos menos espirituales eran extraer los mayores beneficios económicos de la población nativa con el control de su fuerza de trabajo y sus recursos naturales. Junto al desplome de la población provocado por la guerra de conquista y las epidemias, el desplazamiento forzoso realizado de forma sistemática por el gobierno español quizá fue una de las experiencias más traumáticas por las que han atravesado los pueblos indígenas.

FOTO: Orin Langelle

rica del Norte (TLCAN) y los “planes de desarrollo” como el Proyecto Mesoamérica a lo largo de todo el continente.

En un inicio este proyecto estuvo a cargo de las órdenes religiosas. Sus miembros argumentaban que en ellos recaía la responsabilidad de cristianizar a los naturales y que para conseguirlo era necesario juntarlos en pueblos, pero reconociéndoles sus derechos sobre sus dominios y jurisdicciones. No obstante, la intención de los frailes era regular la vida civil, política y religiosa de los indios. Entre 1531 y 1533 Vasco de Quiroga fundó en México y en Michoacán los

primeros pueblos-hospitales de Santa Fe, llamados así porque en estos asentamientos se recibía a los indios de manera afable y hospitalariamente, invitándolos a que aprendieran la fe cristiana. Otros intentos de reubicar a la población indígena dispersa se dieron en torno a los conventos recién edificados, durante los gobiernos de los virreyes Antonio de Mendoza (1535-1550) y Luis de Velasco (1550-1564), quienes se apoyaron en el trabajo de los misioneros y consideraron la opinión de los caciques para elegir los asentamientos. Muchos de estos conventos fueron construidos muy cerca, si no es que encima, de antiguos centros religiosos prehispánicos. Desde mediados del siglo XVI los procesos de congregaciones corrieron a cargo del poder virreinal, lo que reflejó un marcado interés de la corona para que los funcionarios civiles tomaran el control de los pueblos y restar la influencia de los religiosos. El imperio español dio continuidad a la formación de nuevos pueblos o a la concentración en los ya existentes, lo que haría más eficiente la cobranza de los tributos. Al mismo tiempo las tierras desocupadas por los indios desplazados servirían para crear las villas de los españoles. Durante la década de 1590 y la primera de la siguiente centuria se realizó el mayor número de congregaciones en todas las provincias de la Nueva España. Y aunque había leyes que protegían los derechos de los indígenas por las tierras que desocuparan, la verdadera intención del gobierno

novohispano era disponer de las sementeras que quedaran sin cultivar para repartirlas entre los colonos europeos y fomentar el desarrollo de la propiedad privada. Este fue el periodo más intenso de congregaciones, en el que fue necesario el nombramiento de funcionarios para que realizaran las diligencias de reubicación, la asignación de tierras y los espacios de residencia a la población concentrada en los pueblos seleccionados para las nuevas reducciones. La mayor parte de los indígenas había sido removida en estos años, pero a lo largo de los siglos XVII y XVIII se efectuaron concentraciones forzadas en el norte novohispano y en zonas de colonización tardía. En las congregaciones hubo diversas implicaciones, que iban desde los cambios a la traza urbana hasta el ajuste a nuevas reglas de convivencia. Las respuestas de la sociedad indígena frente a la política virreinal de reubicación fueron diversas, pero las más frecuentes fueron la resistencia abierta a abandonar sus lugares de origen y la exigencia de sus derechos por la posesión de sus parcelas. En muchos casos se verificó que una buena parte de la población había regresado a sus antiguos asentamientos, ya que las tierras que les habían asignado eran de menor calidad. Estrategias como estas continúan ejecutándose por las poblaciones que actualmente son desplazadas de manera forzada por el Estado mexicano, que en su afán por impulsar los llamados proyectos de desarrollo, justifica sus políticas demográficas para dar continuidad a la explotación de los recursos y de la gente en el territorio nacional.


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“DESARROLLO” Y CIUDADES RURALES Milton Gabriel Hernández García ENAH-CEDICAR

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l amplio debate que hay sobre el tema-problema del “desarrollo” muestra claramente que la lucha social al respecto no se despliega exclusivamente en el terreno de las acciones, sino también en el de los conceptos y en el de la construcción social del sentido. De tal suerte que la disputa constituye un campo de fuerzas que se expresa de múltiples maneras, en una arena de conflictividad, dominio y construcción de hegemonía, resistencia y contra-hegemonía.

des. El mejor proyecto es malo si no se consulta a los ‘verdaderos beneficiarios’. Nosotros estamos planteando un desarrollo con autonomía de los pueblos indígenas, un desarrollo que en ningún lado vemos que diga que queremos cambios de residencia, porque no queremos dejar nuestros lugares; un proyecto de desarrollo donde sí queremos vivienda, claro que sí, vivienda ecológica, pero no en otros lugares. En el tema de la Ciudad Rural no vemos la propuesta de cómo se van a fortalecer o a incluir los sistemas normativos de los pueblos, cómo se va a dar la impartición de justicia, o cómo se va a reforzar nuestra identidad cultural (…) no estamos de acuerdo en que se sigan violando los derechos de los pueblos”.

Desde esta perspectiva, un modo de vida históricamente configurado se considera una “barrera al desarrollo”, ya que “priva a las comunidades del acceso a los servicios públicos, a la infraestructura y a las oportunidades que ofrece el crecimiento económico”. En el documento “Proyectos estratégicos en materia social”, del gobierno estatal, se establece como un eje de desarrollo la promoción de la reubicación de la población dispersa de la “zona de influencia” de los centros urbanos. Con esto se busca abatir la pobreza multidimensional en que se encuentra, según datos oficiales, el 64 por ciento de la población rural de este estado. Así –ya sea generando conectividad por medio del transporte mecanizado o reconcentrando a la población rural en núcleos urbanos–, se pretende desplegar el modelo de desarrollo para combatir la pobreza como una estrategia de “desarrollo territorial rural”. Señala un funcionario: “El gobierno del estado propuso 50 áreas de atención como objetivo para los seis años del presente gobierno. Hicimos un análisis geo-estadístico para primero identificar cuáles eran las localidades que estaban en situación vulnerable por dos razones: porque están en los municipios de alta o muy alta marginación o porque están con un grado de alejamiento de los centros urbanos y de los subcentros de servicios (…) La iniciativa para la integración del sistema microregional es una propuesta del gobierno federal a través de la Secretaría de Desarrollo Social, es una propuesta que elaboramos para acompañar el proyecto del gobierno del esta-

FOTO: Niktehapk

Las políticas de desarrollo que se dirigen específicamente hacia la población rural del estado de Puebla se enmarcan en un supuesto que se pretende hacer pasar por axioma: la dispersión territorial de los asentamientos campesinos e indígenas es la causa fundamental del “estancamiento productivo”, de su “pobreza extrema, marginación y rezago socio-demográfico”. do que es el proyecto de Ciudad Rural versión Puebla”. El gobierno estatal ha anunciado desde 2011 la creación de 50 Ciudades Rurales, iniciando en el municipio de Zautla con el proyecto piloto. Frente a la imposición de estos proyectos, el posicionamiento de

organizaciones como Unidad Indígena Totonaca Náhuatl (Unitona) ha sido claro: no existe posibilidad alguna de negociar una estrategia de desarrollo como ésta, en un escenario en que se atenta contra su forma de vida, sus territorios, sus sitios y rutas sagradas, las milpas agrobiodiversas y los derechos co-

lectivos de los pueblos consagrados en múltiples instrumentos jurídicos estatales, nacionales e internacionales. Señala un militante: “(…) Creo que el proyecto de Ciudades Rurales pudiera ser bueno, el más bueno o el más malo, pero me parece que tiene un detalle: no ha sido ni siquiera consultado a las comunida-

Como se puede observar, desde una perspectiva crítica, alcanzar el “paradigma del desarrollo” no equivale para los “subdesarrollados” (el mundo de la periferia) aspirar a los “estándares de vida” de los países desarrollados (del centro) sino construir una forma de vida en la que no exista más discriminación, exclusión y subyugación. Es decir, más que algo que tenga que ver con el atraso tecnológico y la carencia, el subdesarrollo es entendido desde abajo como algo que tiene que ver en primera instancia con un conjunto multiforme de relaciones de poder, inclusión subordinada o subsunción y al mismo tiempo, exclusión. Sin embargo, en el campo discursivo, la noción de desarrollo ocupa hoy día un papel central en las políticas de Estado y en la acción empresarial sobre mundo rural y campesino. Siempre que se trata de “atender” las necesidades de la población indígena y campesina, aparece la palabra “desarrollo” en medio de un complejo aparato discursivo. Y es que la idea de desarrollo tiene una profunda raíz histórica en la filosofía de la historia moderna que entendía el proceso histórico como “progreso” y que en el siglo XX configuró el supuesto de que una sociedad sólo puede aspirar a la modernidad si se inscribe en el único e inevitable camino del crecimiento y la expansión de la economía capitalista.

A partir del análisis geoestadístico, el gobierno de Puebla ha identificado 50 áreas de mayor aislamiento a nivel estatal, susceptibles de ser reubicadas bajo la estrategia de las Ciudades Rurales. Estas zonas son las que se encuentran a más de ocho kilómetros de un centro urbano. Fuente: Iniciativa para la Integración del Desarrollo Microregional, Sedesol, 2012.

Los pueblos y comunidades indígenas ya mucho saben de esto. Llevan siglos luchando y resistiendo contra la dominación. Es por ello que se sospecha que tal vez estas políticas de desarrollo encubren en realidad, políticas de muerte, de despojo y destrucción del modo de vida campesino-indígena. Así lo demuestra el hecho de que las Ciudades Rurales en Puebla vienen acompañadas de proyectos de minería a cielo abierto, presas e hidroeléctricas, a los cuales les estorba la población rural.


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HACER COMUNIDAD DESPUÉS DE LA DESGRACIA Leopoldo Trejo

Se trata de un fenómeno temido por los pueblos que habitan la Sierra Madre Oriental y su declive costero, pues con él llega el riesgo de perecer ahogados por sus aguas o sepultados por la tierra que arrastran. Así ocurrió el 4 de octubre de 1999, cuando la depresión tropical número 11 cobró vida y luego entró en contacto con el frente frío número 5, lo que generó una gran cantidad de vapor de agua que habría de descargarse por espacio de cuatro días sobre la Sierra Norte de Puebla y gran parte de la región septentrional de Veracruz. Para la mañana del 8 de octubre los periódicos de Puebla hablaban de más de 200 muertes en los 35 municipios afectados en esta enti-

dad, además de pérdidas millonarias en carreteras, siembras y ganado; en fin, se trató de un desastre de magnitudes épicas. En esos días la lluvia no cejó en intensidad y obligó a los ríos a abandonar sus cauces, al tiempo que los cerros de desgajaban dejando caer por sus laderas avalanchas de lodo y piedra que a la postre sirvieron de sepultura a cientos de personas.

dentro de otro asentamiento ya establecido. Los antiguos pobladores del Mixún pasaron a formar parte de la comunidad de Santa Cruz.

FOTO: A FOTO Arturo t Alf Alfaro G Galán lá

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n el calendario católico el 4 de octubre está dedicado a San Francisco de Asís. No obstante, en el medio rural mexicano la celebración del fraile está ligada al conocimiento agrícolameteorológico y por eso hablamos del “cordonazo de San Francisco”. Con esta expresión los campesinos nombran a las fuertes lluvias que suelen marcar el final del temporal y el inicio de los “nortes” o heladas.

La dinámica que se genera entre la población originaria y la recién llegada ha distado de ser tersa. Mixún ha tenido que aprender a hacer las veces de barrio, y los pobladores originarios de la Santa Cruz se hacen a la idea de que ellos también son un barrio.

El municipio serrano de Pantepec, Puebla, fue triste testigo de una de las desgracias humanas más dolorosas. Mientras se guarecían de la lluvia en el pequeño jardín de niños de la comunidad totonaca del Mixún, dos promotoras educativas y 15 pequeños fueron tragados por la tierra. Los testigos cuentan que se escuchó un tronido muy fuerte y al momento la tierra se abrió justo donde estaba la escuela haciéndola caer al fondo del enorme orificio.

comunidad del Mixún. Es así que junto con el dolor de haber perdido a un hijo o una esposa, las familias debieron afrontar el no tener un techo, no ser una comunidad.

casez de predios para vivienda, y sobre todo la pobreza que los mantiene sin tierra, forzó a los sobrevivientes a esperar por los apoyos gubernamentales.

Llenos de zozobra, los sobrevivientes del Mixún abandonaron sus casas llevando consigo todo lo que pudieron salvar, pues sabían que no habrían de regresar a sus hogares. Las lluvias de octubre de 1999 marcaron la desaparición de la

Gracias a las redes parentales y rituales que caracterizan a los pueblos indígenas, algunas familias pudieron establecerse temporalmente en alguna de las comunidades totonacas que ocupan la parte oriente del municipio. Pero la es-

Se inició un proceso de reacomodo poblacional que supuso la dotación de predios y casas a los damnificados. Sin embargo, la respuesta gubernamental no contempló el reacomodo de la comunidad como tal; optó por integrarla

Los mecanismos de reciprocidad y competencia que se han generado responden a una lógica profunda común a varios pueblos indígenas de nuestro país. Conocidos como sistemas de barrios duales, estas formas de organización socio-territorial son buen ejemplo de cómo algunas coyunturas (el desastre y las políticas gubernamentales) son canalizadas según formas o patrones culturales internos. En este contexto, es muy probable que la gente del Mixún tienda a marcar las fronteras del barrio (que son de su comunidad), al mismo tiempo que sus anfitriones intentarán imponer un sistema jerárquico donde ocupen la posición superior.

nuestro trabajo, ella nos proporciona sus frutos. Nuestro territorio es el lugar donde nacemos, vivimos, soñamos y en el cual morimos.

montañas, trayendo enfermedades, problemas sociales, división de las comunidades y descomposición social y moral.

Para los pueblos la tierra y los ríos no son una mercancía, por eso no se venden. Varias ponencias mostraron que en contraposición a esta visión, el sistema neoliberal busca privatizar la tierra, los ríos, la luz, el agua, los bosques y la cultura. En nuestra región se muestra claramente que este sistema tiene una voracidad por apropiarse de todos los recursos posibles de la Sierra Norte de Puebla, dejándonos contaminación, destrucción de las

Es indispensable el derecho a la consulta, el derecho a la decisión individual de los afectados, pero sobre todo el derecho a la decisión colectiva, pues nuestro territorio no tiene un solo dueño, nos pertenece a todos.

Puebla

NUESTRA SIERRA, SIEMPRE VERDE, HOY AMENAZADA DE MUERTE Alma Adriana Zárate Arroyo ENAH

La convocatoria provino del Consejo Tiyat Tlali y participaron cerca de mil personas del propio municipio, pero también de Cuetzalan, Huehuetla, Hermenegildo Galeana, Tetela de Ocampo, Zacapoaxtla, Zapotitlán de Méndez, Tlapocaya, Zaragozay Zautla, entre otros, así como invitados de la ciudad de Puebla, del estado de Veracruz, del Distrito Federal, y académicos e investigadores de diversas universidades. Allí, organizaciones que representan la vida, la tierra y el patrimonio cultural, como la Unidad Indígena Totonaca Náhuatl (Unitona), la Pastoral Indígena, la Coordinadora Regional de Desarrollo con Identidad (Cordesi), Tetela Hacia el Futuro y Organización Indígena Independiente Ahuacateca Nahua y Totonaca (OIIA) reflexionaron colectivamente sobre el plan para frenar los proyectos mineros e hidroeléctricos que se están imponiendo en la región.

Además de informar acerca de la construcción de hidroeléctricas que habrá en la Sierra Norte de Puebla y los daños socioambientales que implican, se alertó sobre el hecho de que estas obras son sólo parte de una cadena de “proyectos de desarrollo” que traerán beneficios principalmente a las empresas privadas. Entre esos proyectos, se dijo, está la explotación de minas a cielo abierto y algo que se promueve desde el gobierno federal: las Ciudades Rurales Sustentables, cuya justificación es reagrupar a las comunidades que están muy dispersas y con escasas condiciones para que el gobierno las proporcione servicios. En Zautla, Puebla, ya se está construyendo una. “El agua es sagrada, no es una mercancía”, dijo la representante de la Asamblea Veracruzana a la Iniciativa de Defensa del Medio Ambiente. Dio a conocer el caso de varias hidroeléctricas que han perjudicado enormemente a las comunidades y al entorno natural en su estado. Se dijo que ninguna comunidad está en contra del progreso, pero sí

de la destrucción, porque las empresas tienen una vida aproximada de entre cinco y 10 años. Después de eso, se van, pero los daños para los habitantes de estas regiones son permanentes. Las organizaciones buscan que se frene este tipo de proyectos, ya que los consideran un ataque a la vida y quieren defender su tierra, su patrimonio y sobre todo a la fuente de vida de todos nosotros, la madre naturaleza. Los compañeros y compañeras de las organizaciones tienen muy claro que la Sierra Norte de Puebla funge como pulmón del propio estado y además de Tlaxcala y parte de Hidalgo. Por eso la lucha es por no venderla, porque la tierra es de todos y nosotros somos parte de ella, se concluyó en este foro. En la declaratoria final se establecieron las principales ideas surgidas de la discusión: Que el concepto de tierra, como madre, para los pueblos originarios, significa vida, alimentación, trabajo, espiritualidad, y que al mismo tiempo que le ofrecemos

FOTO l Ri FOTO: Á Ángell M Morales Rizo

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l 6 de septiembre pasado se realizó en la cabecera municipal de Ahuacatlán, Sierra Norte de Puebla, un foro de información para alertar a la población sobre las amenazas al territorio.

El foro concluyó con una oración comunitaria náhuatl y con muestras de solidaridad entre los pueblos que quieren seguir caminando en la defensa de nuestra madre tierra.


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Sinaloa Puebla

EL PROGRAMA DE VIVIENDA DE LA TOSEPAN TITATANISKE Miguel Meza Castillo

Es significativo su avance: en sólo seis años se han beneficiado cuatro mil del total de 19 mil socios; destaca que el programa se ha sustentado en la participación y organización comunitaria. “Para tener acceso, uno tiene que ser activo, participar en las reuniones y estar organizado y no disperso”, dice Antonio, miembro de la Tosepan, Aunque el programa, como varios otros de Tosepan, opera recursos gubernamentales, las decisiones son tomadas por el colectivo y se orientan por los objetivos definidos por la organización. La cooperativa de ahorro y préstamo Tosepantomin es responsable del manejo de los recursos del programa; la Tosepan Toyektanemililis se encarga de adquirir, producir y distribuir los materiales de construcción; la Tosepan Ojtesentkitinij produce accesorios de bambú y madera, y la Tosepan Pajti impulsa ecotecnias como estufas ecológicas y huertas familiares. Y están los supervisores de vivienda, responsables de la buena construcción. Así, el programa ha potenciado el trabajo colectivo con un enfoque integral y sustentable. Iniciado en 2006, este programa es uno de los ejes de un modelo de desarrollo rural impulsado por la Tosepan, cuya estrategia es la diversificación de actividades, en la que participan de forma coordinada las ocho cooperativas que la conforman, y donde se articulan diversos programas enfocados al uso adecuado y sustentable de los recursos financieros y naturales de la región. El fondo financiero del programa está integrado por el ahorro de los socios; el crédito, que es proporcionado por al caja de ahorro y préstamo, y los subsidios, provenientes de la Comisión Nacional

CIUDAD DE ENSUEÑO EN MEDIO DE UNA PESADILLA

Adriana Rodríguez Cabo Doria Maestría en Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Sinaloa

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de la Vivienda (Conavi). Estos dos últimos componentes dependen del ahorro del socio, lo cual crea un círculo virtuoso que potencia los recursos. La sustentabilidad ocurre así en lo financiero, pero también en lo social, pues el programa induce a que cada vez más personas ahorren. “Muchos que no eran socios le entraron a la organización por el interés del crédito para vivienda”, dice Álvaro.

uando en algún momento de 2007 la administración de Felipe Calderón decidió dar luz verde a lo que pretendía ser una ciudad de ensueño para los jubilados estadounidenses, se desencadenó una serie de procesos, aún en marcha, en la dinámica habitual de este gobierno: todas las ganancias para políticos y empresarios, todas las pérdidas para los habitantes del lugar.

Así, al tiempo que ha crecido el número de beneficiados con vivienda, se ha elevado el de ahorradores. En 2007 los socios de la caja de ahorro y préstamo eran seis mil cien y en 2012 suman 18 mil 900, lo que ha fortalecido la base social de la Tosepan. Este ascenso se atribuye también “a las tasas de interés que se paga por el ahorro y porque el servicio de pago de remesas les interesa, y como ven que el servicio es bueno y confían en la organización algunos dejan sus remesas como ahorro”, dice Álvaro.

Concebido de inicio como un desarrollo turístico inmobiliario por el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), el Centro Integralmente Planeado (CIP) de Teacapán se empezó a vender como un desarrollo que tendría el doble de tamaño de Cancún: más de 40 mil cuartos de hotel, la mayoría en realidad condominios; dos marinas, una de ellas para mega yates; tres campos de golf; canales para deportes acuáticos y un sinfín de áreas comerciales. Todo ello barnizado con una capa de sustentabilidad que reflejaba en áreas como un “centro cultural para adultos activos”, una ciclovía, granjas y mercados “orgánicos”, viveros y una “Universidad del Turismo”.

La construcción de vivienda se sustenta en buena medida en el uso de materiales de la región –lo cual permite reducir costos-, aunque también se usan materiales industriales. El responsable del área de materiales de la zona comenta: “En la región hay bancos de materiales y lo que hacemos es buscar los más cercanos para surtir más rápido y más barato, pero además la gente los prefiere porque los conoce. Algunos prefieren la grava de piedra de cerro por costumbre, pero otros la que se produce con piedra de río porque no tiene salitre y la casa tiene un ciclo de vida mayor, pues el salitre pica la varilla”. Cada socio participante en el programa decide qué tipo de casa quiere y elige los materiales. Pero los supervisores desempeñan un papel muy importante, pues sugieren la buena orientación de la vivienda para aprovechar la luz natural; la buena ventilación para evitar la humedad, y el uso de ecotecnias, como los biodigestores para tratar el agua, aditamentos para aprovechar el agua de lluvia, estufas ecológicas ahorradoras de leña y huertos familiares y corrales de gallinas y guajolotes para la producción de alimentos sanos. El programa de vivienda es parte de una modelo de desarrollo rural sustentable que respeta los modos de vida de los integrantes de las comunidades nahuas, totonacas y mestizas que son parte de la Tosepan Titataniske.

El sitio en el que se ubica el CIP ahora llamado Playa Espíritu (a los estadounidenses les costaba pronunciar Teacapán) se encuentra en el municipio de Escuinapa, en el sur de Sinaloa, en las costas del Mar de Cortés. Las dos mil cuatrocientos hectáreas que adquirió Fonatur para el desarrollo le fueron vendidas por el ex gobernador y ex secretario de Reforma Agraria, Antonio Toledo Corro a razón de 500 mil pesos la hectárea. Con esta transacción, Toledo Corro se embolsó más de mil millones de pesos de dinero público. Al día de hoy continúa un proceso legal en el que la comunidad indígena de Chametla acusa al ex Gobernador y a Fonatur de despojo de parte de sus territorios ancestrales. Poco antes de que se hiciera el lanzamiento del CIP, la información se filtró a las personas adecuadas: empresarios pesqueros de Sinaloa comenzaron a adquirir las tierras de los ejidos colindantes con el CIP. Un caso ilustrativo de esta dinámica de especulación y acaparamiento de tierras se dio en el ejido Isla del Bosque. En junio de 2008 se intentó tener en un mismo día tres asambleas ejidales: en la primera se reconocería como nuevos avencidados a empresarios mazatlecos. En la segunda los avencidados obtendrían la calidad de ejidatarios. En la tercera y última se desincorporarían 600 hectáreas de los terrenos de uso común del ejido, que serían asignadas en

FOTO: Molly Miller

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l programa de vivienda de la Unión de Cooperativas Tosepan Titataniske busca “que los socios tengan una vivienda sustentable, donde también produzcan y consuman alimentos sanos”, dice su asesor Álvaro. Se trata de dotar a los campesinos de la organización de viviendas en las que puedan habitar con tranquilidad y seguridad y que sean ahorradoras de energía, aprovechen el agua de lluvia y cuenten con espacios para producir alimentos sanos para la familia, es decir que sean viviendas dignas y sustentables.

EL CENTRO INTEGRALMENTE PLANEADO DE TEACAPÁN:

parcelas a los nuevos “ejidatarios”. Todo ello en presencia del visitador de la Procuraduría Agraria. Los inconformes con el despojo se manifestaron en el lugar y fueron desalojados por la policía municipal, y comenzó entonces un conflicto que se prolongó hasta finales de ese año, teniendo como saldo final un muerto y la concreción de la venta de las tierras de uso común. A lo largo de 2010 y 2011 se realizaron los trámites por parte de Fonatur ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para la obtención de los permisos ambientales para el CIP. En el ínter, se conformó una coalición de organizaciones que se oponían al modelo de desarrollo que se pretendía imponer, con los lemas: “¡Yo vivo aquí, mi opinión cuenta!” y “Otro CIP es posible”. La coalición llegó a agrupar a dos federaciones y una unión de cooperativas de pescadores y acuicultores; dos ejidos; 34 cooperativas de pescadores; siete organizaciones ambientalistas, y a varios catedráticos de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Esta coalición recurrió a los cauces institucionales y, mediante procesos de reflexión compartida en talleres, presentó una serie de propuestas a las autoridades encargadas de la evaluación de los impactos ambientales del CIP. Finalmente, en febrero de 2011 la Semarnat autorizó la construcción de la primera etapa del CIP y comenzaron las obras en el lugar. A lo largo de todo el proceso, una preocupación se hizo manifiesta: ¿Cuántas personas llegarían a vivir a Escuinapa y a Isla de Bosque como resultado del desarrollo del CIP? ¿De qué servicios requerirían? ¿Cuál era la capacidad del municipio para atender un crecimiento exponencial de Isla del Bosque y proveerla de servicios, cuando ésta es considerada como el “pueblo de apoyo” del proyecto de Fonatur? Hoy esas preguntas siguen sin respuesta. Se sabe que Isla del

Bosque, una localidad de poco más de cinco mil habitantes ya está creciendo por la llegada de trabajadores de la construcción de distintas partes del país. Se sabe también que la actividad agrícola del ejido se encuentra en riesgo por la construcción de la marina, que, según los expertos de la región, generaría la salinización del acuífero del que depende el cultivo de miles de hectáreas de chile y tomate. Se sabe también que el agua disponible para consumo humano en la región es ya insuficiente y que el CIP tendrá garantizado su consumo por sobre cualquier otra consideración. Se prevé el crecimiento de Isla del Bosque, que pasaría de ser un pueblo habitado por pescadores y campesinos, a una ciudad mediana de migrantes que lleguen a trabajar a la ciudad de ensueño. Una reedición de Cancún y sus cinturones de miseria. Pero del doble de tamaño. Mientras tanto, Fonatur y las autoridades estatales y municipales blindan el proyecto. En estos días se discute el Plan de Desarrollo Urbano de Isla del Bosque cubriendo las formalidades de la consulta, pero sin asegurarse de que la población del lugar pueda participar en los procesos de manera informada, de la misma manera en que transcurrió la consulta del CIP. A lo largo de todo este proceso ha quedado claro que los cauces institucionales para la participación social son insuficientes. En lo que se refiere a impacto ambiental, porque aun y cuando haya disposición y reflexión social sobre los aspectos técnicos de una obra, la autoridad no está obligada a considerarlos. Y en lo que se refiere a la posibilidad de transformar una localidad rural en una ciudad mediante la reconfiguración del territorio asociada a un mega proyecto, porque simple y sencillamente, en México no evaluamos los impactos sociales. Ahí las tareas pendientes.


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San Luis Potosí y Querétaro

ENTRE EL HAMBRE Y LOS HURACANES: REACOMODOS Y RELOCALIZACIONES DE LAS COMUNIDADES PAMES Marco Antonio García Hernández Maestría en Desarrollo Rural, UAM-X

Un ejemplo de esta influencia negativa es el repoblamiento del norte de Querétaro, a raíz tanto de la irrupción de fenómenos atmosféricos como de la falta de mecanismos económicos para enfrentarlos en los años recientes, y ya desde la década de los 60s. El hambre y los huracanes. Los pames de la región queretana migraron en los años 50s desde Santa

María Acapulco. El mayor número de pames se registra en la región de Tancoyol, municipio de Jalpan de Serra. Los “pames viejos” reconocen a Santa María Acapulco como la cuna de la pamería. Lo anterior se desprende del relato de don Nicho, recabado en 2002 por los antropólogos Diego Prieto y Alejandro Vázquez en la localidad de las Nuevas Flores: “Casi los más viejos no somos de aquí, somos más bien del otro lado del río Santa María, de la mera mata, allá están nuestros papás y abuelos enterrados, allá están nuestros tíos y familiares, yo viví allá como 10 años, luego se puso difícil la cosa y me vine a trabajar para Tancoyol, acá, cortando caña”. El relato referido por don Nicho, se complementa con el de otro pame, don Juan Martínez, vecino del ejido de Santa María Acapulco, quien me confío las vicisitudes de los años 50s en la zona: “Tristemente hemos pasado en aquel tiempo, cuando empezó uso de la razón de mi propia persona; empecé de saber cuál es el sufrimiento y la ternura de anterior desde año 1950, dicen de la gente que hubo un fracaso. Tan fuerte y tristeza por la sequías que hubo más

cán a la zona. Sin embargo, tal movilidad no fue del todo arbitraria, ya que dicho territorio era históricamente recorrido por los pames en sus andanzas de recolección y caza para la subsistencia. La reducción en pueblos y ejidos desarrollada a partir de la colonización, cuarteó la dinámica territorial pero no rompió con la experiencia del espacio. FOTO: Ecoantropo

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l patrón de poblamiento. Uno de los debates más interesantes en torno a los pames o xi´oi –pueblo originario que actualmente se ubica en el estado de San Luis Potosí y en una pequeñísima fracción del norte de Querétaro– es el de su patrón de asentamiento o poblamiento. Ejercido históricamente como estrategia de adaptación ante los profundos cambios acaecidos tras la imposición del modelo sociopolítico importado por la colonización, quizá sea más adecuado verlo, por lo menos desde la segunda mitad del siglo XX, como consecuencia y condición del presente modelo capitalista que impacta sobre los proyectos de vida de los pueblos indígenas del país.

de cuatro años duró y no ha llovido nada, absolutamente y se acabó aguas de las presas y los artesianos se secaron y los vecinos de las comunidades sufrieron con crueldad de sed y hambre (…) y por cual motivo que se aprovechan a la gente porque no hay maíz (…) y algunos por necesidad ser un trueque de un kilo de frijol con un petate, y nadie va decir que no, porque hambre son muy fuerte. (También) Hubo un tormenta como ciclón que se cayó como media noche el mes de septiembre año 1955 que cuando se cayó tor-

menta tropical lo tumbaron cerros y montes y el cerro de la comunidad Mezquital se lo tumbó y se corrió un señor Félix Morales vecino de Mezquital y ese tiempo también se fue mucha gente para Querétaro”. Como se puede apreciar, el desplazamiento hacia Querétaro, estuvo condicionado principalmente por el hambre, derivada tanto de las condiciones sociales de marginación y exclusión, como por la devastación provocada por la sequía prolongada y le llegada de un hura-

Hablar de los pames sin los pames resulta ya un ejercicio académico insuficiente, y francamente retrograda. En Querétaro, hasta hace algunos años, muy pocas personas sabían de la existencia de los pames, de hecho no existían en el censo de población como tales. En San Luis Potosí, tuvieron que ser arrasadas familias enteras y casas completas por el huracán Gert en 1993, para que su presencia aflorara entre la sociedad potosina. Actualmente, los pames se enfrentan no sólo a los huracanes, sino a un modelo económico que los deja sin opción, a la filosofía del desarrollo económico imperante que espera que el hombre de las sociedades no capitalistas comience por convertirse en hombre “desarrollado” antes de gozar de las ventajas de una economía “desarrollada”.

Chihuahua

LOS RARÁMURI Y SUS ESTRATEGIAS DE ASENTAMIENTO Ismael Mejía Hernández ENAH

Una de esas estrategias es su patrón de asentamiento disperso: debido a la escasez de planicies o mesetas lo suficientemente amplias en la sierra para establecer una población grande, donde además se pueda sembrar, los rarámuri han optado por establecerse en pequeñas planicies donde

habitan dos o tres familias. Un ejemplo es el municipio de Batopilas, Chihuahua; allí la mayoría de la población es rarámuri, y de acuerdo con el Segundo Conteo de Población y Vivienda, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de las 569 localidades existentes, 52 por ciento están conformadas por una o dos viviendas, donde habita 12.71 por ciento de los rarámuri; el otro 87.28 vive en localidades de tres o más viviendas.

largo de su historia, adaptándose y modificando lo que consideran necesario para su permanencia como grupo.

Aunado a esto y debido a las condiciones extremas del clima –en lo alto de la sierra el termómetro alcanza en invierno hasta 20 grados centígrados bajo cero y en las barrancas en verano hasta 40 grados centígrados–, los rarámuri desarrollaron la movilidad estacional: en época de lluvia se trasladan a lo alto de la sierra, donde además aprovechan para sembrar, y en invierno bajan a las barrancas.

No obstante la distancia física que implica vivir en rancherías, y que podría poner en riesgo su cohesión como grupo y/o comunidad, han establecido las teshuinadas: reuniones entre miembros de diferentes rancherías para ayuda en el trabajo particular de quien convoca –armar una cerca, construir una casa o recoger la cosecha– y para ceremonias de curación o religiosas –como Semana Santa o 12 de diciembre–, donde además realizan bailes de matachín y pascola o trabajos comunales como arreglar la iglesia o abrir un camino y donde se

Con estas condiciones naturales propias de la sierra, los rarámuri han construido toda una cosmovisión y estructura social a lo

Tienen preferencia por vivir alrededor de la familia nuclear y en ocasiones la familia extensa, desde donde tejen sus relaciones sociales cotidianas. A partir del núcleo familiar, se reparten los roles que han de desempeñar cada uno de sus integrantes en las actividades económicas, laborales y sociales.

FOTO: Víctor Hugo García Ulloa

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principios de este año los medios de comunicación difundieron una noticia estremecedora: los rarámuri se estaban suicidando por la falta de alimentos propiciada por la sequía persistente por años en la sierra Tarahumara. Sin embargo, quienes hemos estado allí, sabemos que es prácticamente imposible que los rarámuri actúen así; si hay un grupo que ha logrado sobrevivir a las inclemencias de la naturaleza es el de ellos, y aunque las características de la sierra son complicadas para vivir –por el suelo quebradizo que dificulta la siembra y lo accidentado de las montañas– los rarámuri han podido ocuparla como su hábitat durante siglos, desarrollando múltiples estrategias socioculturales para ello.

toma y comparte una bebida de maíz fermentado, conocida como teshuino. Ahora bien, este patrón de asentamiento ha significado un dolor de cabeza para los chabochi (hombres blancos), quienes a lo largo de la historia han pretendido concentrarlos en un solo lugar para evangelizarlos, obtener fuerza de trabajo, llevarles programas asistenciales o “acercarlos a los beneficios de la modernidad”, sin conseguirlo o al menos no del todo.

Y es que, si bien es cierto que este patrón de asentamiento ha dificultado al Estado mexicano llevarles servicios básicos como asistencia médica, escuelas, electricidad, agua entubada, también es cierto que el contacto con los chabochi ha significado para los rarámuri que se apropien de sus mejores tierras de cultivo, que les impongan un método curativo ajeno al suyo, un formato de educación en su mayoría ajeno a sus necesidades y un sistema legal de justicia diferente a sus usos y costumbres. De ahí que muchos de los programas sociales que se han implementado para los rarámuri tengan resultados escasos, porque si bien en el discurso son incluyentes e integrales con su cultura, al momento de llevarlos a la práctica únicamente quedan en discurso. Esto ha provocado que los rarámuri hayan encontrado en su patrón de asentamiento una manera de alejarse de las instituciones de los chabochi, aunque ello implique establecerse en las peores tierras para cultivo de la sierra, donde las condiciones son más ásperas para la vida humana.


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Sonora Evento: Seminario de Actualización Crisis, Seguridad y Soberanía Alimentaria.Organiza: Asociación Mexicana de Estudios Rurales, A.C. (AMER). Lugar y fecha: Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) e Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) UNAM. Circuito Mario de la Cueva, s/n, Zona Cultural, Ciudad Universitaria, México DF. Del 31 de agosto al 5 de octubre de 2012. Informes: http://www.amer.org.mx/

UN NOMADISMO SILENCIADO

LA SEDENTARIZACIÓN COMCÁAC Sofía Medellín Urquiaga y Mauricio González González ENAH / CEDICAR AC cooperativista, que los comcáac aprovecharon fundando en 1938 la Sociedad Cooperativa de Pescadores de la tribu Seri, SCL, que lidió con las condiciones desfavorables que ofrecía Kino, lo que motivó en mucho que en 1941 se tomara una decisión drástica: emigrar a El Desemboque, al norte de Kino.

FOTO: Adriana D.

Evento: Día Nacional del Maíz. Organiza: Campaña Sin Maíz no hay País. Lugar y fecha: Zócalo, Capitalino. 29 de septiembre de 2012. A partir de las 15:00 horas. Informes: http://

www.sinmaiznohaypais.org/

Evento: Día Nacional del Maíz. Organiza: Varias organizaciones. Lugar y fecha: Mazatlán Villa de Flores, Oaxaca. Explanada Municipal. 29 de septiembre de 2012. 10:00 horas.

Libro: Quetzaltlahtolli: Palabra Náhuatl contemporánea. De: José Concepción Flores Arce, Xochime.

Evento: Coloquio internacional “La Antropología social en el siglo XXI”. Organiza: Licenciatura en Antropología Social, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Lugar y fecha: Auditorio Román Piña Chan, ENAH, del 1 al 8 de octubre de 2012. Informes: jefatura.antropologia@gmail.com y www.enah.edu.mx

Libro: Movimientos indígenas en la Sierra Norte de Puebla. Una historia contemporánea. De Gabriel Hernández García. Editorial: Navarra y CEDICAR. Presentación: 3 de octubre, 14:00 horas. Lugar: Auditorio Román Piña Chan, ENAH

Libro: Los grandes problemas nacionales. Coordinado por Armando Bartra. Editorial ITACA. Presentación: 5 de octubre, 14:00 horas. Lugar: Auditorio Román Piña Chan, ENAH

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uenta un mito comcáac (seri), que en el origen no existía tierra ni vida. Fue Hant Caai, “El que hizo la tierra”, quien creó a los animales terrestres y acuáticos, pero al inicio los puso en una gran panga en el mar. Más tarde creó una tortuga marina para que le ayudara a formar la tierra, Hant Quizim, “El que endurece la tierra”, quien volvió la tierra firme. Sin personas ni plantas sobre ella, Hant Caai creó primero un gran árbol de torote, material presente en las canastas seris que ayudó a secar la tierra, y después dio vida a un hombre, una mujer y un caballo, a quienes puso bajo el árbol. Eran gigantes; Hant Caai pobló la tierra con gigantes. El rastro material de este pueblo se puede fechar hasta dos mil años atrás, donde diferentes bandas recorrían, de acuerdo con las temporadas del año, un territorio que se extendía desde Puerto Lobos hasta bahía de Guaymas, que se ampliaba tierra adentro hasta el valle de Hermosillo, en el actual Sonora. Fue en el virreinato cuando inició el proceso de sedentarización de este pueblo, con expediciones militares desde el siglo XVII, con éxito fue relativo, al enfrentar a un pueblo guerrero constituido por numerosas bandas. No obstante, el trabajo religioso logró establecer algunas misiones, destacando la gestión del jesuita Eusebio Kino, cuyo primer contacto documentado fue realizado en 1685, en una expedición que exploró la costa sonorense y la Isla Tiburón –a la que llamó Punta de Tiburones– y un brazo de mar al que nombraron El Sacramento, hoy estero Santa Cruz, donde observaron campamentos comcáac.

La política indigenista tuvo su anverso en el trabajo misionero del Instituto Lingüístico de Verano, que reinició la evangelización de la zona. Como era de esperarse, esto motivó conflictos que se tradujeron en la división del poblado, siendo los no conversos quienes decidieron emigrar y fundar Punta Chueca, al sur del Desemboque. Los trabajos del Instituto Nacional Indigenista (INI) en los años 50s consolidaron los servicios en ambos poblados que, incluso a inicios del presente siglo, se hacían cargo de llevar agua a Punta Chueca. Los conflictos con el gobierno se avivaron cuando en 1963 decretaron la Isla Tiburón como Reserva Natural de Refugio de Fauna Silvestre, prohibiendo a los comcáac habitar en ella, afrenta mayor, pues no sólo había sido su refugio durante la guerra de exterminio, sino es a la fecha lugar sagrado, “de fuerza”. La demanda de los seris sobre su territorio logró en 1970 la dotación de una extensión de 91 mil 322 hectáreas como ejido y, en 1974, la asignación del Canal del Infiernillo como zona de exclusividad pesquera comcáac; pero fue hasta 1975 cuando la tenencia de la Isla Tiburón les fue reconocida como posesión comunal (120 mil 756 hectáreas, la ínsula más grande del país).

La cualidad de pueblo recolector, cazador y pescador les permitió mantener su presencia nómada en la parte de la costa durante toda la Colonia, mas algunos grupos fueron congregados en tres poblados al noroeste de Hermosillo: en Santa María del Pópulo, Nacamerí y Ángeles. Y si bien se indujeron prácticas ganaderas y oficios propios de los conquistadores, frecuentes fricciones, saqueos y sublevaciones dieron cuenta de su férrea resistencia, lo que motivó a que se ordenara su traslado forzado a México, que condujo a una desbandada seri que retomó las estrategias estacionales de manutención, con eventuales ataques a ranchos y misiones, enfrentamientos que configuraron la política de exterminio que en diferentes fases recorrió la región desde

el siglo XVIII hasta principios del siglo XX, después de la Revolución. Esta guerra tuvo varios frentes que, paralelamente, inició diferentes tipos de apropiación territorial. A finales del siglo XIX comenzó en la costa la actividad pesquera, fundada en especies como la emblemática totoaba y el tiburón, cuyo principal mercado era Estados Unidos. Para 1930 la población comcáac se calculaba en un total de 175 personas, asentadas en algunos campamentos entre Bahía Kino y la Isla Tiburón, quienes poco a poco tuvieron mayores intercambios con pescadores y empresarios turísticos que se establecieron en Bahía de Kino. A mediados de los años 30s comenzó la política de organización

Fue en ese periodo cuando se consolidaron los poblados comcáac mediante una serie casas de interés social que las más de las veces sólo fueron ocupadas como bodegas, siendo los traspatios el centro de convivencia y dormitorio idóneo para las condiciones desérticas. Actualmente las acciones de promoción al desarrollo son llevadas por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y por la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). Estas instancias intentan ofrecer, sin mucho éxito, alternativas productivas a la pesca altamente impactada. La innovación en esta sedentarización comcáac hoy está de la mano de un proyecto de servicios turísticos que ofrece cabañas rústicas en El Desemboque, intentando con ello, bajo decisión propia, la preservación de su territorio.


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Distrito Federal

LAS MALVINAS, EN XOCHIMILCO

Don Mario, testigo de la historia de Tlachiutepec.

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an Ignacio Tlachiutepec, en la delegación Xochimilco, es un asentamiento con una historia añeja pero tiene en la organización de sus habitantes 30 años claramente registrados. Ubicado en la zona de montaña de esta delegación sureña, el referente inmediato de los paseos en trajinera y la producción de la chinampa cede ante la realidad por la aparición, a los costados de la carretera Xochimilco-San Pablo, de un buen número de asentamientos denominados “irregulares” o “fuera de casco urbano”. Sobre las laderas de los cerros y terrenos circundantes surgen los parches a base de cemento y monobloc que claramente identifican la urbanización que se va haciendo en estos sitios. Sin embargo, don Mario, sentado en el patio de su casa mientras muestra fotografías de los trabajos comunitarios del paraje en la década de los 80s, nos cuenta que la historia de Tlachiutepec es distinta. Señala que las 109 familias censadas en esta colonia tienen sus raíces en San Andrés Ahuayucan, a escasos diez minutos de ahí. Cuenta que a fines de los 20s e inicios de los 30s, sus abuelos fueron los promotores de los bienes comunales para establecer los límites entre cada poblado, “pero lejos de resolver los problemas, en aquella época lo que ocurría es que los pueblos vecinos sólo se agarraban a balazos”. Eso, a pesar que existía documentación –de la cual tiene copias, asegura– como la Cédula Real del siglo XVIII, donde los españoles reconocían a la gente común de Ahuayucan, a los comuneros. En tal documentación se marcan los distintos parajes que conformaban el antiguo territorio de San Andrés y del cual Tlachiutepec era uno de ellos. Nunca se arregló nada porque no hubo quien representara los intereses del pueblo. Los límites comu-

nales de San Andrés llegaban poco más allá de San Francisco Tlanepantla, hasta el monte, pero con el tiempo Tlalnepantla y Cuauhtenco se fueron ampliando. De Ahuayucan ya nadie se interesó por lo comunal, pues los vecinos prefirieron ser pequeños propietarios. Don Mario recuerda que, herencia de sus abuelos, la documentación pasó a manos de su papá, pero fue su mamá, doña Ignacia Millán –bisnieta de Placido Olivares, segundo subteniente de Zapata en Tlatenango, Morelos–, quien reinició la lucha por recuperar las tierras comunales. Fue así como la gente del pueblo que no tenía tierra propia para vivir apoyó a doña Ignacia, quien a finales de los 70s empezó a moverse en los tribunales para recuperar la tierra, pues además aparecieron “dueños” que ya empezaban a fincar casas de fin de semana. También don Eusebio y su esposa, que atienden su negocio semifijo de quesadillas junto a la primaria a pie de la carretera, recuerdan cómo en aquellos años los fines de semana doña Ignacia voceaba en el pueblo e invitaba a la lucha para recuperar la tierra. Ellos, que no tenían casa propia en Ahuayucan, se animaron y –ya sea dejando a sus hijos encargados, o cargando con ellos– asistían a las marchas y visitas a los tribunales para hacer presión junto con los demás vecinos. Recuerdan cómo cerca de donde ahora está la escuela primaria “Agustín Banda Sevilla” y el kínder “Callialtepetl” había una cabaña donde carros lujosos llegaban para hacer sus comidas los fines de semana. Eran tiempos de lucha, dicen. Parte del paisaje actual de Tlachiutepec son las casas de tabicón, algunas con acabados y techos de losa, otras más con techos de lámina. Existen también algunos

andadores sin asfaltar y otros más con huellas ecológicas, pero algo que se observa en todos los accesos a las viviendas, o lo que podríamos interpretar como algunas esquinas de la colonia, son los tambos metálicos de 200 litros, donde, de acuerdo con una programación, la delegación Xochimilco les lleva agua potable a los vecinos. Es donde el tandeo de agua se reparte en los sitios considerados fuera del Programa de Desarrollo Urbano. En su recuento de lo logrado en 30 años, don Mario señala primero cómo se recuperaron nueve hectáreas en los tribunales agrarios por medio de una sentencia, y llegado el momento debieron decidir entre ser comuneros o pequeños propietarios. Optaron por lo segundo. Cuenta cómo se repartió la tierra de acuerdo con las leyes agrarias y detalla también que a los vecinos de San Andrés –compañeros de la lucha– que tenían más de cinco años viviendo en el pueblo se les entregó un pedazo de tierra para vivir. Calcula que están ocupadas actualmente aproximadamente dos hectáreas. Rememora cómo en aquellos años, cuando tomaron la tierra, los pobladores de las comunidades vecinas los enfrentaban y los acusaban de paracaidistas e invasores, a lo que siempre ataja diciendo que tiene en su poder las sentencias de los tribunales agrarios y que son originarios de Ahuayucan. En esos años les quemaban sus casas y se enfrentaban con piedras. Producto de esas luchas, y en el contexto de la guerra que inició en 1982 entre el Reino Unido y la república de Argentina por las islas Malvinas, los vecinos de Tlachuitepec también adquirieron ese sobre nombre para su paraje, que aún hoy día es más popular que

San Ignacio. Recuerda que para Tlachiutepec la lucha de las mujeres fue trascendental y tuvieron su “dama de hierro”. Fruto de la lucha y cooperación entre vecinos, están la sala de juntas, la cancha de basquetbol y el área de juegos infantiles. Colocaron la tubería para el drenaje listo sólo para conectarse. Cuentan con terreno para un tanque de almacenamiento, así como áreas forestada, reforestada y por reforestar en el cerro Tepetlitic. Entre vecinos hicieron las banquetas, guarniciones y la capilla de San Ignacio que, en honor de doña Ignacia, celebran cada 31 de julio. Para su fiesta patronal reciben las “promesas” de colonias vecinas y se organizan bailes.

Pasos Un día los rurales llegaron de nuevo a la ciudad del lago. En bola, se entiende, porque ya estaban allí como sombras y retales humanos desde hacía tiempo.

Don Mario recuerda cada gestión: por la luz, el teléfono, la compra del transformador y las escuelas, pero sobre todo los trámites para obtener el uso de suelo, la alineación y el número oficial, pues ello significaba tener acceso al agua potable domiciliaria y el drenaje. Gestiones que, claramente señala, se detuvieron en su paraje desde que las administraciones delegacionales cambiaron en 1997. Han avanzado en todo lo que marca la ley, pero siguen atorados. Parte de su lucha es también contra la corrupción, pues dice que ellos han respetado el convenio de crecimiento cero firmado de manera mancomunada con anteriores administraciones, pero la propia Delegación Xochimilco ha favorecido el crecimiento de más asentamientos alrededor de San Ignacio –y en otros poblados– al no actuar y aplicar la ley. Finaliza diciendo que “la ley es para quien puede pagarla, la ley se la aplican a los pobres, pero a los que tienen dinero y la pagan a esos no les afecta la ley”.

Llegaron en bola pisando las calles. Pisando fuerte las calles. Llegaron en bola. Con pancartas, banderas, volantes. Las calles centrales tomaron sus huellas de pies desnutridos, cansados, con grietas, de pies campesinos. Pisaban fuerte, muy fuerte, esos pies esas calles del centro. Ya eran tiempos globales. Pedían, recuerdo, lo realmente absurdo: tierra, libertades, alimento. Que no a las trasnacionales –decían–, tampoco al sometimiento. Que precios libres de cuota, que nada a los monopolios. La bola desembocó en el Zócalo por Madero. No eran cientos: eran miles los rurales llegando al centro del centro. Bien recuerdo. Ya eran tiempos globales y pedían lo imposible:

FOTO: Juan Carlos Loza Jurado

FOTO: Juan Carlos Loza Jurado

Juan Carlos Loza Jurado carloslozaj@yahoo.com.mx

Que educación para todos, que libertad a los presos; que autogobierno del pueblo y no sé cuántos inventos. Ya eran tiempos globales y aún pisaban el centro. Julio Moguel, Alebrijes y otros poemas, Editorial Juan Pablos.


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Argentina

RECUPERAR TERRITORIOS Darío Aranda

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ra y extracción de madera. Aunque en menor magnitud, con el paso del tiempo el desalojo de comunidades indígenas nunca se detuvo.

En la década reciente, los pueblos originarios de Argentina han recuperado –mediante la acción directa– 240 mil hectáreas de territorios ancestrales. Estaban en manos de la multinacional Benetton, empresas mineras, grandes estancieros, Ejército y Gendarmería Nacional.

Luego de diez años de insistir por la vía administrativa, con exiguos resultados, en 1997 un trawün (asamblea) decidió avanzar con recuperaciones territoriales, acciones directas.

Los pueblos indígenas de Argentina fueron despojados de la mayoría de sus territorios en campañas militares que se iniciaron en 1879, políticas de Estado que se ejecutaron bajo el nombre de Campaña del Desierto (aunque no era desierto, sino un lugar habitado desde hacía generaciones). La decisión había sido introducir nuevos territorios al mercado capitalista, para cría de ganado, agricultu-

El Consejo Asesor Indígena (CAI) es una de las organizaciones referentes de la lucha del Pueblo Mapuche. En la década de los 80s, a fuerza de movilizaciones y debates lograron una legislación provincial de avanzada (Ley 2287). Los puntos más novedosos eran la expropiación de tierras para entregar a las comunidades y la investigación histórica del despojo territorial, con posterior restitución.

Entre 1987 y 1989 realizaron reafirmaciones territoriales (asambleas donde se remarca la pertenencia a un lugar) en 30 mil hectáreas de la provincia sureña de Río Negro. En 2000 se produjo la primera recuperación, de la Comunidad CasianoEpumer, ocho mil hectáreas que había usurpado un empresario y terrateniente local. Entre 2002 y 2005 se avanzó sobre otras 30 mil hectáreas, siempre en manos de grandes empresarios. Hasta enero de este año, y con una veintena

CARTA ABIERTA A LA COMUNIDAD DE ECOSUR Los medios de comunicación masiva de alcance nacional y estatal no han dado la cobertura suficiente y necesaria para que la ciudadanía se forme una opinión y tome posiciones preven vas sobre la ola de violencia y terror que ha envuelto desde hace varios meses al municipio de Tacotalpa (Tabasco), y otros aledaños del mismo estado y del vecino Chiapas. Primero, el pasado 27 de abril, ocurrió el asesinato de cuatro niños de la comunidad de Villa Luz (Tabasco), de edades entre los siete y diez años que obligaron al emplazamiento del ejército en el poblado de Tapijulapa. Resurge ahora con seis personas jóvenes y adolescentes desaparecidas en las úl mas dos semanas, de las cuales tres fueron encontradas ultrajadas y asesinadas. Entre ellas, nuestra querida compañera, la bióloga Durvin Ramírez Díaz, encontrada sin vida el viernes 31 de agosto, después de cuatro días de desaparecida. Ella fue secuestrada cuando se dirigía, a pie y en transporte colec vo rural, a impar r un taller en el ejido La Pila. Durvin se desempeñaba como técnica de campo en proyectos relacionados con la Universidad Intercultural del Estado de Tabasco (UIET) y ECOSUR. Era madre de dos niños de edad escolar de primaria y esposa de nuestro querido amigo Carlos Jiménez Aranda (Charly), inves gador y docente de la UIET, a quien acompañamos en su dolor y apoyaremos en su duelo.

FOTO: Avkin Pivke Mapu-Komunikación MapuChe

a multinacional italiana Benetton posee en la Patagonia Argentina 970 mil hectáreas, el equivalente a 48 veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires. Es el mayor terrateniente del país. En 2007, un matrimonio del Pueblo Mapuche (Atilio Curiñanco y Rosa Rua Nahuelquir) decidió recuperar su territorio ancestral y, en una acción inesperada para el poder político y empresarial, se instaló en 535 hectáreas en el corazón de las estancias de los hermanos Carlo y Luciano Benetton.

Rosa Rua Nahuelquir y Atilio Curiñanco

de casos, el Pueblo Mapuche de la provincia de Río Negro llevaba recuperadas 160 mil hectáreas. La Confederación Mapuche de Neuquén (CMN) tiene cuatro décadas de historia en las reivindicaciones del Pueblo Mapuche de la provincia de Neuquén, en el sur de Argentina. Aunque en la actualidad los mayores conflictos territoriales se dan por la avanzada de empresas petroleras, mineras y estancieros, lleva recuperadas 73 mil hectáreas. En 1995 comenzó

con la mayor acción de recuperación, en un predio llamado Pulmarí, que había sido apropiado por el Estado luego de la Campaña al Desierto, expropiado por el primer gobierno peronista (1946) y una de las mayores estancias, transferida al Ejército. En el lugar siempre permaneció un cementerio indígena. Éste y arte ancestral en piedras confirman la pre existencia indígena. El Pueblo Mapuche siempre exigió a devolución territorial.

Nosotros, académicos de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH), de la Universidad Autónoma Chapingo (UACH), de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), de la UIET y de ECOSUR, integrantes del proyecto CONACYT-FORDECYT 143303 “Ges ón y estrategias de manejo sustentable para el desarrollo regional en la cuenca hidrográfica transfronteriza Grijalva”, expresamos nuestra profunda indignación por los hechos ocurridos, nuestro dolor por las familias de las víc mas, y nuestra impotencia por no poder acompañar libremente en sus esfuerzos de desarrollo a los miembros de las comunidades con las que colaboramos desde hace dos años, dejándolas en su marginación ancestral, en la inseguridad y el terror. Además de echar por erra los avances que en materia de desarrollo regional sustentable se hayan logrado mediante el ecoturismo y otros programas asistenciales en años recientes (Tapijulapa pertenece al Programa Pueblos Mágicos), los hechos ocurridos vulneran gravemente los avances obtenidos en la capacitación local por el proyecto FORDECYT Cuenca Grijalva, con la par cipación de numerosos miembros de las ins tuciones arriba citadas y de la población de ocho comunidades de los municipios de Tacotalpa (Tabasco) y Hui upán (Chiapas). En la región alta de la cuenca Grijalva, en los municipios chiapanecos de Motozintla de Mendoza y Mazapa de Madero, también se han presentado recientemente incidentes graves de inestabilidad social por inconformidades electorales que impideron el libre acceso al área por varios días. Igualmente, los medios nacionales y estatales omi eron informar a la ciudadanía sobre estos bloqueos.

Luego de reiterados reclamos, la CMN recuperó 70 mil hectáreas, incluidas diez mil que estaban en manos del Ejército. Nueve comunidades, 900 familias, tres mil 500 personas, volvieron a territorio ancestral. La mayor parte de las recuperaciones territoriales se dieron en el sur del país, pero hay excepciones en el extremo norte. Formosa es una de las provincias más pobres del país, con un gobernador feudal (Gildo Insfrán) que se mantiene desde hace 25 años en el poder. En

Denunciamos ante las autoridades responsables las condiciones de inseguridad y de desinformación que afectan a gran parte del país, pero en par cular a las regiones en las que aportamos nuestro trabajo de inves gación, docencia a jóvenes y construcción de capacidades en las comunidades. Asimismo, solicitamos la solidaridad de las ins tuciones e individuos que apoyan y realizan las ac vidades de inves gación y desarrollo en todo México. Las ins tuciones académicas públicas en la región han orientado su vocación al entendimiento y solución de los graves problemas sociales, económicos, de salud y ambientales que aquejan a las poblaciones más marginadas de los estados de la frontera sur de México y, por tanto, nuestra denuncia y pe ción cuentan con el respaldo moral de nuestras respec vas comunidades académicas. Con nuaremos con nuestro compromiso de aplicar los recursos opera vos limitados que se nos asignen para atender los problemas de muchas de las poblaciones más marginadas en nuestro país, buscando a la vez la seguridad de los integrantes de nuestros grupos y de las comunidades par cipantes. Demandamos al Gobierno Federal y a los de Tabasco y Chiapas que apliquen todo su esfuerzo y capacidades para esclarecer los lamentables hechos, devuelvan al seno de sus familias a los jóvenes desaparecidos y garan cen el estado de derecho y la seguridad en acuerdo con las comunidades para poder realizar nuestras tareas en beneficio de quienes menos enen en la región. (Siguen hojas con firmas e ins tuciones de adscripción) Responsable de la publicación: Mario González Espinosa


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En abril de 2010, familias del Pueblo Pilagá de tres comunidades decidieron volver a su territorio, 547 hectáreas. La Federación Pilagá, conformada por 20 comunidades apoya políticamente la recuperación. “Resistimos desde 1492. El Estado debe escuchar, no pedimos regalos, tienen que cumplir la ley. Acá vivieron nuestros antepasados, no es de empresarios ganaderos ni de Gendarmería, es del Pueblo Pilagá”, explicó el presidente de la Federación, Saturnino Miranda. El poder político, judicial y económico cuestiona las acciones directas de recuperación territorial. Pero los pueblos indígenas han logrado, además de la batalla política, dar la pelea jurídica, y tienen de su lado el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que en Argentina tiene rango supralegal (por encima del Código Civil y Penal). “Siempre que sea posible, los pueblos indígenas deberán tener el derecho de regresar a sus tierras tradicionales en cuanto dejen de existir las causas que motivaron su traslado y reubicación”, detalla el artículo 16 del Convenio 169. La Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada en septiembre de 2007, remarca en su artículo 10 “la opción del regreso” frente a los desplazamientos forzados y, en su artículo 28, legisla que “tienen derecho a la reparación, por medios que pueden incluir la restitución por los territorios y los recursos que tradicionalmente hayan poseído u ocupado o utilizado de otra forma y que hayan sido confiscados, tomados, ocupados, utilizados o dañados”. La comunidad mapuche Lefimi vivió por más de cien años en Taquetrén, clima desértico de Chubut, corazón de la Patagonia. Hasta que en la década del 80 fue estafada por un empresario local que se quedó con sus diez mil hectáreas. En diciembre de 2009, la comunidad volvió a su territorio ancestral, recuperó seis mil hectáreas, enfrenta al mismo empresario que desalojó a sus ancestros y, como si fuera poco, a la multinacional minera Panamerican Silver, que planea extraer plata y plomo. “Desde hace años que queríamos volver a un nuestra tierra. Intentamos hablar con el gobierno pero nadie nos atendió. Nos cansamos de mendigar y decimos volver”, explicó paciente Germán Lefimi, de 38 años. Advierten que no dejarán su tierra, “ni por dinero, ni por otras tierras, ni por nada”.

Cuba

LAS TERRAZAS EN LA SIERRA DEL ROSARIO: UNA CIUDAD RURAL SUSTENTABLE León Enrique Ávila Romero Universidad Intercultural de Chiapas leonavilaromero@yahoo.com.mx Yo no sé por qué razón cantarle a ella, si debía aborrecerla con las fuerzas de mi corazón. Todavía no la borro totalmente, ella siempre está presente como ahora en esta canción. Incontables son las veces que he tratado de olvidarla y no he logrado arrancarla ni un segundo de mi mente, porque ella sabe todo mi pasado, me conoce demasiado y es posible que por eso se aproveche… Polo Montañez

E

n la guerra de Independencia en Cuba, el ejército español utilizó los métodos de tierra arrasada, con la finalidad de acabar con el campesinado que apoyaba la lucha emancipadora, y se concentró a la población en grandes aldeas, las cuales eran controladas política y económicamente. En la Revolución mexicana, el general Juvencio Robles en Morelos realizó similares acciones. Consistían en “ordenar la concentración de los habitantes de muchos pueblos en algunos centros importantes, mientras pegaba fuego y arrasaba las aldeas para así terminar con los nidos de zapatistas”, según señala Adolfo Gilly en su libro La revolución interrumpida. De acuerdo con Juan Pedro Viqueira y Mario Ruz, en su libro Chiapas, los rumbos de otra historia, “el general Alvarado ordenó un programa de reconcentración de poblaciones en ‘aldeas estratégicas’. Los departamentos de Tonalá, Tuxtla, Chiapa y La Libertad, al sur del Grijalva, fueron declarados zonas rebeldes. Todos sus habitantes deberían reacomodarse en pueblos controlados por el gobierno o serían considerados y tratados como rebeldes (…)”. Es así que cuando provienen desde el gobierno propuestas de concentrar a la población rural en un solo lugar, surge la memoria sospechosista, por lo que el presente apartado le haremos de abogado del diablo, y encenderemos el debate con base en una experiencia singular que se viene desarrollando en la hermana república de Cuba desde la década de los 60s del siglo pasado. El gran actor de la Revolución cubana fue el campesinado, el cual a partir de una guerra de guerrillas fue la base fundamental que permitió el triunfo en 1959. Con el ingreso del país a la esfera soviética, se generó una especialización de la producción agrícola, con énfasis en los cultivos tropi-

FOTO: Lídice Valenzuela

1947, durante el gobierno de Juan Perón, la Gendarmería Nacional asesinó a no menos de 500 indígenas del Pueblo Pilagá. El hecho fue conocido como la “matanza de Rincón Bomba” (por el nombre del paraje). La Gendarmería se apropió del territorio indígena.

cales, en particular la caña de azúcar, y se dejaron de lado otras actividades. Existían terrenos degradados en los que era necesario impulsar procesos de restauración forestal; es así que en el municipio de la Candelaria, en la provincia occidental del Pinar del Río, se construyeron unas terrazas en las cuales se sembraron árboles en más de 50 kilómetros cuadrados, y se planteó la creación de una villa que fuera un ejemplo en la convivencia entre el ser humano y la naturaleza: se ideó como una pequeña ciudad en miniatura, la cual se dotaría de todos los servicios ( escuela, médico, vías de acceso, entre otras) y sería un ejemplo del socialismo en el medio rural. Osmani Cienfuegos, hermano de Camilo, dirigente histórico de la Revolución cubana, fue el primer director de la villa –que se denominó Las Terrazas–; eso permitió a la villa tener ciertas singularidades respecto a la población rural de la isla (la cual sufría las políticas del mercado común de los países socialistas, y decisiones burocráticas e ineficientes en el agro). Existía un mercado no regulado por el Estado entre los habitantes de la villa y el surgimiento de una actividad empresarial. Esto lo podemos observar en la presentación del complejo: “Sus cinco mil hectáreas de ríos, valles, montañas y bosques forman parte, desde 1985, de la Reserva de Biosfera Sierra del Rosario, que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). En 1968 esta zona se sometió, de manera

experimental, a un sistema de terraceo a fin de repoblar las áreas montañosas, dañadas por más de tres siglos de deforestación. Ello se complementó con la edificación – en 1971– de la comunidad de Las Terrazas y la apertura de vías de acceso necesarias para el desarrollo del área. Estas vías permitieron su conexión con la red vial nacional en todas direcciones. En 1990 comienzan los planes para organizar Las Terrazas como un destino turístico, basado en sus múltiples atractivos naturales, históricos y socio-culturales (…)”. De acuerdo con Osmani Cienfuegos, al evaluar la actividad de Las Terrazas y su apuesta por el turismo: “Esto implicaba impulsar una actividad económica que fuera capaz por sí misma de darle a ese ambiente físico, a esa comunidad, un modo de vida y una participación superior a la media. A partir de ahí, el desarrollo de esa actividad económica ha permitido que desde el punto de vista social y económico, la gente que vive en ese espacio geográfico mire su vida de una manera un poco distinta y se va incorporando a todas las manifestaciones (...)”. A casi 35 años del denominado Plan Osmani, Las Terrazas se ha convertido en un complejo turístico que ha coadyuvado a la diversificación de ingresos en el medio rural, la generación de una singular belleza escénica y la convivencia del hombre con la naturaleza. En un primer término se pensaría que se ha generado la posibilidad de una alternativa civilizatoria dada la presencia de una propuesta de desarrollo sus-

tentable enfocada en múltiples dimensiones: ambiental, sociocultural y económica. Desde 1995 el complejo no recibe dinero del Estado, y se parte de un proceso autogestionario, en el cual los pobladores participan activamente en la toma de decisiones y la reparación del complejo en diversas áreas (carpintería, plomería y albañilería, entre otras). Esto ha permitido la generación de una propuesta singular que tiene diversos puntos débiles que en la construcción de una alternativa, deberían ser subsanados: a) El desplazamiento de la población local sobre el extranjero por la generación de divisas (un centro planeado para el turismo social entendido como el derecho al ocio que tenemos los seres humanos, ha sido transformado lentamente en un centro ecoturístico para los extranjeros, limitando la capacidad de carga del complejo) b) La presencia de universidades extranjeras que han realizado procesos de bioprospección en el Área Natural Protegida (ANP) Sierra del Rosario y de incipientes procesos de mercantilización de la naturaleza en la búsqueda de los negocios verdes. c) La relación con los entes administrativos gubernamentales continúa siendo difícil y de corte burocrático. Para finalizar, debe destacarse que experiencia de Las Terrazas es única; sería iluso y utópico pensar trasladarla a otras áreas geográficas.


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Guerrero

PUEBLOS FANTASMA Y COMUNIDADES BALDÍAS EN LA SIERRA

MIEDO DE IRSE, MIEDO DE QUEDARSE Lorena Paz Paredes En la noche escribo en mi diario todo el miedo del día. Aprendí ya que lo mejor es callarse. Mis papas querían que nos fuéramos de la comunidad. Pero ¿adónde, cómo? No hay lugar para la paz... Y de todos modos algún día nos tenemos que morir.

do. No hablamos con nadie. Y es que hay que andarse cuidando, no hay en quien confiar”. El temor y la desesperanza son los sentimientos de las que se quedan: “Les tengo coraje a esos que llegan a decirnos ‘No digan nada, y si algo ven, ustedes no ven nada, cierren los ojos’. Nos dicen qué debemos decir, cómo debemos ser. Estamos viviendo una fuerte opresión. Los sentimientos de una están muy enterrados”.

Testimonio de una joven de la sierra de Guerrero

M

uchos pueblos y caseríos del México rural han ido vaciándose en la década reciente. El campo se está despoblando por falta de trabajo, por una agricultura que no alcanza, por una larga sequía que acabó con milpas y ganados, por inundaciones, por abandono gubernamental, por hambre, por desesperanza. Pero también por el miedo y por las amenazas de los grupos armados. En las serranías guerrerenses de hoy, quedarse en la comunidad es arriesgar la vida o vivir en el espanto.

“La gente se sale porque tiene miedo de que la maten –cuenta una serrana–; les avisan, nomás, que si se quedan se mueren. Varios llegan sólo a la cabecera municipal, pero los que tienen parientes en otros estados, pues para allá agarran camino…”. Algunos regresaron a recoger algo de la milpa, como el hijo mayor de la señora María, que fue desplazada de Barranca del Bálsamo con su familia y hoy vive en Petatlán. “Yo le digo: “Mi´jo, mejor regrésate, no le hace que perdamos todo. Aunque sea que nos quede la vida ¿no?”, cuenta María. Y es que a algunos de los que volvieron les fue mal: “Mi compadre ya no estaba en el pueblo –dice Delia–, regresó él a vender sus vacas, lo agarraron

FOTO: Gabriel Figueroa

Desde hace algunos años, las poblaciones serranas de Petatlán y de gran parte de La Montaña de Guerrero están sumidas en la violencia. La causa es la guerra entre cárteles del narco que se disputan el territorio donde se siembra amapola y el trasiego de drogas y armas. En 2011 esta guerra desató una cascada de despoblamientos forzados. Más de 80 familias de 15 comunidades tuvieron que huir. Los pueblos serranos desertados son Zapotillo, Campo del Cielo, El Timbirichal, El Roblar, La Florida, El Huamilón, Los Limones, Carrecilleras, El Parazal, El Zapotillal, Parotitas, Las Galeras, Barranca del Bálsamo y El Cuajinicuilar. Varios estos pueblos quedaron totalmente deshabitados.

Una zona despoblándose rápidamente, una sociedad desmoronándose en silencio. Un territorio donde los pueblos están heridos de muerte:

a tiros. Ahí nomás quedó. Otros lo fueron arrimando pa’bajo”. “Antes se iban los adultos y los jóvenes –dice María–, ahora se van las familias completas”. Algunas mujeres que salieron de El Parazal acabaron retornando al pueblo pero solas, ya sin el marido: “Porque no podemos estar de arrimadas en la cabecera municipal con tanto niño”. Saben que es peligroso regresar a la sierra. “Pero allá tenemos la casa, la huerta y algo podrán comer los chamacos”, dicen. En El Parazal en 2011 vivían 23 familias, pero para septiembre de ese año diez habían dejado el pueblo. Cinco meses más tarde quedaban ahí sólo tres casas habitadas. En Barranca del Bálsamo vivían 22 familias, pero 20 fueron obligadas a desterrarse a fines del 2011. “De las familias que salimos amenazadas, volvieron tres a Barranca –dice María–. ¿Que van a hacer las mujeres lejos de su casa y sus terrenos? ¿Cómo mantener al niñerío?, ¿Vamos a vivir nomás de aire?... Yo en cambio no vuelvo... No quiero que me espanten... Aunque tenga que sufrir la pobreza”.

Al principiar 2012, retornaron a Barranca primero dos familias, luego tres y así hasta llegar a 12. Pero cuando unos armados mataron a don Justiniano Rosas Farías, padre de Perfecto Rosas Martínez, uno que había sido secretario del PRD, y poco después los militares allanaron la casa del muerto dizque buscando armas, la población se espantó y las 12 familias que habían vuelto al pueblo y que en total eran unas cien personas, cargaron de nuevo sus bultos y se regresaron en pequeños grupos a la cabecera municipal. Hoy Barranca del Bálsamo es un pueblo fantasma. La gente que se queda o que se va y regresa vive en la zozobra y la que se va para no volver pierde la esperanza. Así relatan los quedados lo que es vivir en el miedo: “Antes nos comunicábamos por radio para pedir cosas, ahora ni eso, porque dicen que estamos mandando mensajes secretos. En la clínica de El Parazal, los armados se llevaron todo y los médicos no quieren regresar… Las de (el programa) Oportunidades iban casi cada mes y llevaban un registro de la talla y el peso de los niños, pero ya no van más… Tampoco trabaja-

mos las parcelas con libertad: por puro miedo no salimos temprano ni llegamos tarde a los trabajaderos. Y si la milpa está retirada de la casa, nomás no vamos, por temor a que por ahí salgan los armados. Ora hay que pedir permiso para ir a la milpa… En el pueblo los niños ya no son libres de salir de sus casas, tienen miedo. Y a las jóvenes se las quieren robar a cada rato. “Tenemos miedo de estar y miedo de salir. Hemos perdido la libertad de vivir. Yo y mi esposo hemos querido salirnos… Pero luego pienso: ‘¿por qué tengo que irme, dejar mi casa, dejar mi huerta, dejar mi bosque? ¿A poco tengo a fuerzas que dejar lo mío sólo porque otros quieren?’”. Hay labriegos que se resisten a obedecer a los nuevos dueños del pueblo: “Primero invitaron a mi esposo a que agarrara las armas –cuenta una serrana–. Él dijo: ‘No, yo de eso no sé’. Luego le dijeron: ‘bueno, pues entonces siembra y te pagamos bien’, y él dijo: ‘No, yo no sé de eso, nomás le sé a la milpa’. Y que nos dicen: ´Bueno pues, por orita no les vamos a hacer nada’. Y eso qué. Ya nos dejaron con el mie-

“Yo creo que ya no hay comunidades aquí –se lamenta María–. Sólo hay familias arrimadas, arrinconadas, bocabajeadas y calladas. Gente que ni siquiera puede hablarse, ayudarse. Porque la violencia nos desaparta, nos quita hijos, sobrinos. ¿Y entonces? ¿Cómo vamos a estar unidas las familias, si ya metieron la podredumbre adentro?, si ya pusieron a fuerzas el arma en manos del hijo, si ya le dijeron a una: ‘Tú nomás te callas, si llegan los encapuchados o la camioneta con los armados, baja los ojos, no digas nada, ándate derechita y entonces a la mejor no le pasa nada a tu familia’”. Al principio “los violentos” presionaban a hombres jóvenes para que colaboraran. Ahora también las mujeres y niños están obligados. Hay poblados donde los armados hacen asambleas exigiendo apoyo. “Que las mujeres les den de comer cuando ellos quieran, y que no se anden enojando porque los hombres ya agarraron las armas. Los niños y niñas tienen que espiar también. Y los pobrecitos, ¿qué van a saber si los encapuchados son de un grupo o son de otro? –se lamenta María– Seas hombre o seas mujer, estas obligada. Ya no somos libres ni dueños de nuestras vidas”. Poblados baldíos o sitiados donde mujeres que antes se atrevieron a organizarse pasando del silencio a la palabra, tienen hoy que volverse de humo. “Antes queríamos que nos vieran, que nos oyeran, a nosotras, las pobres, las mujeres, las locas. Y ora hacemos lo que sea para pasar desapercibidas: portarnos silencias, no hacer ruido, no andar contradiciendo, no levantar la voz, no atreverse a mirar de frente, nunca, nunca…”


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