“ Con las alas abiertas” Cuando sus pies se convirtieron en ramilletes de Santa Rita, sus manos en bellas mariposas y del gran dolor de espalda le comenzaron a creces un par de alas blancas, mi amada madre le dio la orden, a su corazón, que apagara sus viejos latidos y la pusiera en movimiento hacia su nueva vida. Hacia la vida espiritual que nos espera después de transitar esta estación corporal. Ella, mi amada madre, se fue preparando para ese maravilloso momento. Primero fue cerrando, de a poco, todos los lugares por donde entraban los ruidos mundanos. Dejó de reunirse con sus amiga a tomar mate. Dejó de sentarse a conversar con su vecina en la vereda. Después dejó de ver televisión, de escuchar sus programas preferidos por la radio. Y sólo dejó que nuestras voces la invadan como el sol invadían la casa. Mi amada madre era su casa. En cada ambiente sus alegrías y dolores. En cada rincón sus recuerdos y sus proyectos… En cada puerta la espera y la paciencia. Así como la artritis le causaba serias molestias en algunas articulaciones, algunos ambientes de la casa le hacían doler el alma. Ella, supo el día que se elevaría por sobre nosotros. Es más, me parece que eligió el momento y la hora. La ceremonia fue purificadora y los signos claros. A la mañana nos pidió que la bañáramos. A la tarde que le pasemos agua bendita por todo su cansado cuerpo. A la noche dijo que estaba molesta y, a la mañana temprano, a la hora en que pedía que abriéramos las ventanas para que el sol complete la alegría de la casa, comenzó a batir sus hermosas y angelicales alas. Besándole la frente y acariciándole su mano derecha, la acompañé, como lo hice con mi padre, con las benditas palabras hasta su desprendimiento. Le dije que se quedara tranquila que yo estaba allí, y le fui contando donde se encontraban cada uno de sus hijos, nueras, yernos, nietos y bisnietos...Entonces moviendo lentamente su mano aspiró el nuevo aire y se dejó llevar. Sé que las puertas del cielo estaban abierta desde hacia varios días. Su nieta preferida la esperaba, me parece que la vi cuando le decía:-- Dale abuela Cuca, dale, vení, acá no existen los problemas, ni los dolores...Vení que vamos a cantar y nos vamos a divertir. Entonces, mi amada madre, con su mejor sonrisa, pasaporte directo para entrar al cielo que tiene los que han cumplido con la humanidad, se elevó... Durante el velatorio el poema “A mis nietos”, de su autoría, colocado en la cabecera fue el mejor, más perfumado y perenne ramo de flores-palabras que la acompañó. Sus nietos en la despedida colocaron en su pecho hojitas de menta, un anillo, un trozo de ónix, corazoncitos de papel con mensajes de todos, un rosario de nudos y otro de semillas. Yo sé que ella no está allí encerrada, el cuerpo es como una ropa que usamos mucho tiempo y sirve para que los otros nos reconozcan, después no tiene ningún valor. Ella esta donde están los que entran a formar parte de Dios. Los que agrandan su sentido. Los que dieron testimonio de que el Amor existe porque se corporizó en ellos para hacerlo visible. Ella esta en cada uno de nosotros “con las alas abiertas” por donde andemos en este maravilloso y bendito mundo. Esta con sus amados muertos. En la claridad de su casa y en los gorriones que día a día la visitaban. Ahora su casa es un altar. Un recortado tiempo de su vida, Un sagrado lugar para que nos reencontremos con su cordial y alegre espíritu, las fotos familiares y su diarios de comentarios, poemas, dibujos, recuerdos y pensamientos donde refugió su libertad y se proyectó hacia el futuro. Dicen que venimos al mundo para mejorar la humanidad, mi amada madre lo hizo y nos dejó ese importante mandato. Le doy gracias a Dios porque la tuvimos y le pido fuerza, paciencia y alegría para que todos podamos cumplir con nuestro mandato antes de partir. -HOMENAJE A MI AMADA MADRE DOÑA MARIANA ABRAHAM DE LARICECristina Larice de Roura