Hágase La Luz Fría, desolada y estéril, Como un sepulcro vacío, Gira la atmósfera a oscuras En constante remolino. Gira y dibuja en su forma, Un gran espiral rojizo, Que se abre aterrador, En ancho y perfecto círculo. Como si fuese una boca Sofocada por el grito, Un gran hueco impenetrable, Un hoyo negro, un abismo, Un útero gigantesco Por donde va a ser parido Con dolor el Universo, Tras infernales designios. Y allí puja y allí espera, Como un animal herido, Como leona en su jaula Que ruge a cada latido. Y ruge y puja y espera En un profético rito, Hasta que el tiempo se cumpla Y cuando se haya cumplido, Tras un rugido inmortal ¡¡Tierra y Luz, habrán nacido!!
Adán y Eva Bajo tu brazo despierta Como un ave acurruca, Desnuda, frágil, fecunda, Hembra primera y profana. Tibia la piel de sus senos Sobre tu cuerpo descansan Y vas sintiendo en el tuyo Que se clavan como garras. Un calor que va creciendo, Que arde como dos llagas Y un deseo incontrastable Que te flagela y amansa.
Carne de tu misma carne, Carne tuya, sangre sacra, Que la vence y la doblega Y en las entrañas le estalla. Infortunio de lo eterno, Pequeñez que se agiganta Y el pecado original Como un cáliz se derrama. ¡Ojos de sierpe que miran! ¡Lengua de sierpe que calla! Muerde el polvo la culebra Disfrutando de su hazaña… Hembra y Macho dando vida… ¡¡Al sagrado protoplasma!!
El Crimen de Caín Lleva la ira en sus ojos En el semblante y el gesto, Rígida y corva la espalda, Áspero el labio reseco, Ronca la voz por la furia, Sucio y revuelto el cabello, En animal convertido, Feroz, salvaje, colérico, Con la boca toda abierta Como si fuese un engendro, Que va vomitando muerte Porque lo ahogan los celos. En su brazo tiembla el odio, Suda el arma entre sus dedos Y en el cuerpo del infausto Hunde el hacha con desprecio Y en un solo golpe le abre En dos mitades el pecho. La sangre brota caliente Marcando un doble sendero Y espantado de sí mismo Con horror, mudo de miedo Vaga errante y fugitivo, Gemebundo y lastimero, Huyendo en pos de aquel crimen… ¡Infame, brutal, siniestro!
El Diluvio Universal Bajo las aguas la muerte, Sobre las aguas la vida Y allá en el fondo perece La vil escoria elegida. Como carne devorada Por una hambrienta jauría, Como fétida resaca Que se estanca en las orillas, Como una pústula infecta Circunyendo las heridas. Bajo las aguas la muerte, Sobre las aguas la vida, Sobre las aguas el Arca Redención y eucaristía. ¡Oh Divino Maderamen! ¡Oh Santísima Ignominia! ¡Oh Cataclismo Sagrado! ¡Triste Alianza concebida! ¡¡Deus, Deus Miserere!! En vano la escoria grita. ¡¡Páter Noster Miserere!! El Diluvio purifica. ¡Pobres hijas de Caín! La muerte como un estigma Sobre ellas los manantiales Derraman sus aguas frígidas.
De Polvo Eres Ante el altar insurrectas Prostituidas, monstruosas, Hermanadas con la noche Copulan entre las sombras, Como bestias infernales, En aquelarre incestuosa. Débil reptil infecundo, Bajo las faldas le asoma, Al eunuco miserable De ansias pecaminosas.
Y así, desnudas y herejes Frente al estéril que goza Fornican desenfrenadas Las insanas pecadoras. Escena negra que el humo De las ardientes antorchas, Bajo la espesa tiniebla Busca ocultar y no logra. Porque si hay ley, hay castigo Y es Dios quien juzga la forma. Porque es ruin el adulterio Y la lujuria ponzoña Que bajo ríos de azufre ¡¡¡Arda Sodoma y Gomorra!!!
Éxodo Moribundos y harapientos, Esqueléticos, sin vida, Temerosos como ovejas Cuando los perros vigilan. En éxodo infatigable La recua humana judía, Como esclavos trashumantes Uno tras otro, caminan. Un Dios que todo precave, Un imperio de rodillas, Atrás la toga y el cetro, Las siete pestes egipcias, Los cráneos sobre la arena Y las bestias que relinchan Entre murallas de fuego Y océanos que se agitan. Allá adelante el enviado, Tierra Santa y Prometida, Murmullo sordo de pasos Voces que injurian y gritan Y en éxodo formidable Unos tras otro y en fila… Marcha la humana columna ¡Más sedienta y más bravía!
El Mesías Un batir de alas negras Va ensombreciendo la tarde Como si fueran crespones Que están colgando del aire. ¡Anunciación del Mesías! ¡Muerte a los niños que nacen! Fría y decrépita muerte. Humo denso que se expande, Como se expande la lepra Que va ulcerando la carne. ¡Anunciación del Mesías! Hedor que deja la sangre. Rey de reyes al que anuncian. Hijo de Dios el que nace. Pequeño ser que a sus plantas El mundo habrá de postrarse. ¡Anunciación del Mesías! ¡Olor a incienso en el aire! Carne trémula y divina Vacío el vientre que late, Que suenen salmos gloriosos Y evangélicos timbales, ¡¡Que el negro Imperio se hunda Y un Nuevo Reino se alce!!
El Sermón de la Montaña Allá en lo alto, en la cima De la escarpada montaña, En donde el eco consigue Su más pura resonancia, En donde el sol reverbera Refulgente como flama… Jesús, Hijo de María Coronado por un aura, Entre sus fieles camina Igual que un ángel sin alas. ¡Bienaventurados los pobres! ¡Los que andáis sin esperanza!
Así os digo a vosotros, Los que creen en mi palabra, ¡Que habréis de heredar la tierra! ¡Todo amor y toda gracia! Yo no soy digno señor, Más lo seré si lo mandas… ¡Lo mando! Clama el Señor Y el eco no clama, ¡Sangra! Como si el grito le hubiera Hecho trizas la garganta Para que el clamor se oyera Con más pura resonancia. ¡Bienaventurados los pobres! ¡Los que andáis sin esperanza!
Lázaro Delgado, enjuto al extremo, Sobre una cama de piedra, Está Lázaro sin vida Como un espectro que sueña. Bajo los sucios andrajos Que cubren su carne muerta, Todavía gorgotean Junto a las pústulas negras, Sobre el rígido cadáver Los humores de la lepra. Y sea lepra y no importa Que esté limpia o purulenta, Jesús posará sus labios Sobre las llagas abiertas Y enjugará las heridas Con santísima clemencia. Resurrección de la carne Traída de las tinieblas. ¡Yo soy la luz y la vida! ¡La verdad de la existencia! ¡Te doy vida perdurable En el cielo y en la tierra! Yo soy la luz y la vida… Vamos Lázaro ¡¡¡Despierta!!!
El Monte de los Olivos En la orfandad de la noche, Con amargo desamparo, En tristísimo silencio, Con un profundo quebranto, Con dolor irredimible, En atribulado llanto, Heme aquí Padre Mío Humildemente postrado. Temeroso como un niño, Falto de fe, derrotado, Con una pena tan honda Que me está haciendo pedazos. ¿Qué de mi vida me pides, Y morir como un esclavo? ¿Por el que habrá de negarme Antes de que cante el gallo? ¿O por aquel que al besarme Me traiciona con su engaño? ¿No es injusto que reciba Por tanto amor tanto daño? ¡Más te daré lo que pides… ¡¡¡ Mi vida para salvarlos!!! Que se haga tu voluntad Y en un pacto inacabado, Aquí te entrego mi sangre ¡¡Para el perdón del pecado!!
El Dolor de María Clavado de píes y manos, Los ojos turbios, sin brillo. Como un animal colgado Sufriendo un feroz castigo. Desangrándose de a poco, Moribundo pero aún vivo, Cuelga Jesús de la cruz En horrendo sacrificio. ¡Misericordia Señor! ¡Piedad y clemencia te pido! ¿No ves su trágico rostro?
¿No escuchas esos gemidos? ¿No ves que exuda su carne Todo el horror del martirio? Tú, Poderoso, Omnipresente… Su fiel y amado testigo, Su muleta y su sepulcro, Su salvación y su abismo. La razón de sus plegarias, Su verdad, su fe, su abrigo… ¡No lo abandones ahora! ¡¡Calma su dolor Dios Mío!! Circúndalo con tus brazos… ¡¡¡No ves que tiembla de olvido!!!
La Resurrección Allí, sobre la dura piedra De esa tumba triste y santa, Donde coadyuva el silencio, Donde solo hay polvo y miasma, Donde se escucha el gemido Pertinaz de los fantasmas. Allí, como estaba escrito, Resucita y se levanta Para gloria de los pueblos Y esperanza de las razas. ¡Tan puro e inmaculado! ¡Tan limpio de cuerpo y alma! Lleno de amor por los hombres, Bendecido por la gracia. A la diestra de Dios Padre, Guiando la recua humana. ¡Felices los que creen sin ver, Desafiando a la ignorancia! ¡Felices! Pues verán si creen. ¡He ahí la fe cristiana! Mi paz os dejo a vosotros, Mi enseñanza y mi palabra. Que la paz este contigo… ¡¡En este valle de lágrimas!!
Lara Ribero