ELOGIO del OCIO

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colección DOCUMENTOS de la BIBLIO-POP SECCIÓN “PECADOS (DE LOS) CAPITALES”

ELOGIO DE LA OCIOSIDAD

por BERTRAND RUSSELL

Tapa, diseño y edición pedagógica: SATURNINO GONZÁLEZ Difunde: Biblioteca Popular Los Libros de la Buena Memoria Defensoría Popular Autónoma de Caballito labibliopop@gmail.com / labibliopop.blogspot.com abril de 2012, Ciudad de Buenos Aires.


INDICE pág. ELOGIO DE LA OCIOSIDAD ............................................................................................ 1 por BERTRAND RUSSELL CAMPAÑA EL “MAL” DEL AHORRO PRESTARLOS A ALGÚN GOBIERNO INVERTIR EN EMPRESAS INDUSTRIALES ................................................... 2 ¿QUÉ ES EL TRABAJO? LA PROPIEDAD DE LA TIERRA ................................................................. 3 LA PRODUCCION EXCEDENTE LA MORAL DEL TRABAJO LA TÉCNICA MODERNA ................................................................................... 4 4 HORAS DE TRABAJO UN MUNDO SENSATO ............................................................................ 5 LA ÉTICA DEL TRABAJO EL SABIO EMPLEO DEL TIEMPO LIBRE ..................................................... 6 LOS COMUNISTAS Y LAS FEMINISTAS TRABAJO MANUAL................................................................................. 7 EN OCCIDENTE GUERRA EN RUSIA VOTACIÓN POPULAR .............................................................................. 8 CONCLUSIONES ERRADAS EL HOMBRE MODERNO ................................................................................... 9 CONSUMO, PRODUCCIÓN Y PROPÓSITOS EN EL PASADO ............................................................................................. 10 EL SISTEMA ACADEMICO UN MUNDO DONDE NADIE SEA OBLIGADO A TRABAJAR BERTRAND RUSSELL por ADRIÁN PAENZA BARBERO EN ALTA MAR MORIR AHORCADO DIOS NO EXISTE REFLEXIONES FINALES

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ELOGIO DE LA OCIOSIDAD por BERTRAND RUSSELL 1935 omo casi toda mi generación, fui educado en el espíritu del refrán «LA OCIOSIDAD ES LA MADRE DE TODOS LOS VICIOS». Niño profundamente virtuoso, creí todo cuanto me dijeron, y adquirí una conciencia que me ha hecho trabajar intensamente hasta el momento actual. Pero, aunque mi conciencia haya controlado mis actos, mis opiniones han experimentado una revolución. Creo que se ha trabajado demasiado en el mundo, que LA CREENCIA DE QUE EL TRABAJO ES UNA VIRTUD HA CAUSADO ENORMES DAÑOS y que lo que hay que predicar en los países industriales modernos es algo completamente distinto de lo que siempre se ha predicado.

C

CAMPAÑA [*] Todo el mundo conoce la historia del viajero que vio en Nápoles doce mendigos tumbados al sol (era antes de la época de Mussolini) y ofreció una lira al más perezoso de todos. Once de ellos se levantaron de un salto para reclamarla, así que se la dio al duodécimo. Aquel viajero hacía lo correcto. Pero en los países que no disfrutan del sol mediterráneo, la ociosidad es más difícil y para promoverla se requeriría una gran propaganda. Espero que, después de leer las páginas que siguen, los dirigentes de la Asociación Cristiana de [*] Todos los TÍTULOS, SUBTÍTULOS, negritas, subrayados, VERSALES y MAYÚSCULAS han sido ocurrencias del afán pedagógico del editor. (N. del E.)

Jóvenes emprendan una campaña para inducir a los jóvenes a no hacer nada. Si es así, no habré vivido en vano. EL “MAL” DEL AHORRO Antes de presentar mis propios argumentos a favor de la pereza, tengo que refutar uno que no puedo aceptar. Cada vez que alguien que ya dispone de lo suficiente para vivir se propone ocuparse en alguna clase de trabajo diario, como la enseñanza o la mecanografía, se le dice, a él o a ella, que tal conducta lleva a quitar el pan de la boca a otras personas, y que, por tanto, es inicua. Si este argumento fuese válido, bastaría con que todos nos mantuviésemos inactivos para tener la boca llena de pan. Lo que olvida la gente que dice tales cosas es que UN HOMBRE SUELE GASTAR LO QUE GANA, Y AL GASTAR GENERA EMPLEO. Al gastar sus ingresos, un hombre pone tanto pan en las bocas de los demás como les quita al ganar. EL VERDADERO MALVADO, DESDE ESTE PUNTO DE VISTA, ES EL HOMBRE QUE AHORRA. Si se limita a meter sus ahorros en un calcetín, como el proverbial campesino francés, es obvio que no genera empleo. Si invierte sus ahorros, la cuestión es menos obvia, y se plantean diferentes casos. Una de las cosas que con más frecuencia se hacen con los ahorros es PRESTARLOS A ALGÚN GOBIERNO. En vista del hecho de que el grueso del gasto público de la mayor parte de los gobiernos civilizados consiste en el pago de deudas de guerras pasadas o en la preparación de guerras futuras, el hombre que presta su dinero a un gobierno se halla en la misma situación que el malvado de Shakespeare


2 que alquila asesinos. El resultado estricto de los hábitos de ahorro del hombre es el incremento de las fuerzas armadas del Estado al que presta sus economías. RESULTA EVIDENTE QUE SERÍA MEJOR QUE GASTARA EL DINERO, AUN CUANDO LO GASTARA EN BEBIDA O EN JUEGO.

Pero –se me dirá– el caso es absolutamente distinto cuando los ahorros se habla de

BERTRAND RUSSELL picamente, se le despreciará como persona alocada y frívola. Nada de esto pasa de lo preliminar. Quiero decir, con toda seriedad, que la fe en las virtudes del TRABAJO está haciendo mucho daño en el mundo moderno y que EL CAMINO HACIA LA FELICIDAD Y LA PROSPERIDAD PASA POR UNA REDUCCIÓN ORGANIZADA DE AQUÉL. Ante todo, ¿QUÉ ES EL TRABAJO?

INVERTIR EN EMPRESAS INDUSTRIALES.

Hay 2 CLASES DE TRABAJO; RA

Cuando tales empresas tienen éxito y producen algo útil, se puede admitir. En nuestros días, sin embargo, nadie negará que la mayoría de las empresas fracasan. Esto significa que UNA GRAN CANTIDAD DE TRABAJO HUMANO, QUE

la 1 : MODIFICAR LA DISPOSICIÓN DE LA MATERIA EN, O CERCA DE, LA SUPERFICIE DE LA TIERRA,

HUBIERA PODIDO DEDICARSE A PRODUCIR ALGO SUSCEPTIBLE DE SER DISFRUTADO, SE CONSUMIÓ EN LA FABRICACIÓN DE MÁQUINAS QUE, UNA VEZ CONSTRUIDAS, PERMANECEN PARADAS Y NO BENEFICIAN A NADIE. Por ende, el hombre que invierte

la 2 : MANDAR A OTROS QUE LO HAGAN.

sus ahorros en un negocio que quiebra, perjudica a los demás tanto como a sí mismo. Si gasta su dinero –digamos– en dar fiestas a sus amigos, éstos se divertirán –cabe esperarlo–, al tiempo en que se beneficien todos aquellos con quienes gastó su dinero, como el carnicero, el panadero y el contrabandista de alcohol. Pero si lo gasta –digamos– en tender rieles para tranvías en un lugar donde los tranvías resultan innecesarios, habrá desviado un considerable volumen de trabajo por caminos en los que no dará placer a nadie. Sin embargo, cuando se empobrezca por el fracaso de su inversión, se le considerará víctima de una desgracia inmerecida, en tanto que al alegre derrochador, que gastó su dinero filantró-

EN RELACIÓN CON OTRA MATERIA DADA; DA

La primera clase de trabajo es desagradable y está mal pagada. La segunda es agradable y muy bien pagada. La segunda clase es susceptible de extenderse indefinidamente: no solamente están los que dan órdenes, sino también los que dan consejos acerca de qué órdenes deben darse. Por lo general, 2 grupos organizados de hombres DAN SIMULTÁNEAMENTE DOS CLASES OPUESTAS DE CONSEJOS; ESTO SE LLAMA POLÍTICA. Para esta clase de trabajo NO se requiere el conocimiento de los temas acerca de los cuales ha de darse consejo, sino el conocimiento del arte de hablar y escribir persuasivamente, es decir, del ARTE DE LA PROPAGANDA.


ELOGIO DE LA OCIOSIDAD LA PROPIEDAD DE LA TIERRA En Europa, aunque no en Norteamérica, hay una tercera clase de hombres, más respetada que cualquiera de las clases de trabajadores. Hay hombres que, merced a la propiedad de la tierra, están en condiciones de hacer que otros paguen por el privilegio de que les consienta existir y trabajar. Estos terratenientes son gentes ociosas, y por ello cabría esperar que yo los elogiara. Desgraciadamente, su ociosidad solamente resulta posible gracias a la laboriosidad de otros; en efecto, su deseo de cómoda ociosidad es la fuente histórica de todo el evangelio del trabajo. Lo último que podrían desear es que otros siguieran su ejemplo. LA PRODUCCION EXCEDENTE Desde el comienzo de la civilización hasta la revolución industrial, un hombre podía, por lo general, producir, trabajando duramente, poco más de lo imprescindible para su propia subsistencia y la de su familia, aun cuando su mujer trabajara al menos tan duramente como él, y sus hijos agregaran su trabajo tan pronto como tenían la edad necesaria para ello. EL PEQUEÑO EXCEDENTE SOBRE LO ESTRICTAMENTE NECESARIO NO SE DEJABA EN MANOS DE LOS QUE LO PRODUCÍAN, SINO QUE SE LO APROPIABAN LOS GUERREROS Y LOS SACERDOTES. En tiempos de hambruna no había

excedente; los guerreros y los sacerdotes, sin embargo, seguían reservándose tanto como en otros tiempos, con el resultado de que muchos de los trabajadores morían de hambre.

3 rante las guerras napoleónicas y hasta hace cien años, cuando la nueva clase de los industriales ganó poder. En Norteamérica, el sistema terminó con la revolución, excepto en el Sur, donde sobrevivió hasta la guerra civil. Un sistema que duró tanto y que terminó tan recientemente ha dejado, como es natural, una huella profunda en los pensamientos y las opiniones de los hombres. Buena parte de lo que damos por sentado acerca de la conveniencia del trabajo procede de este sistema, y, al ser preindustrial, no está adaptado al mundo moderno. LA TÉCNICA MODERNA HA HECHO POSIBLE QUE EL OCIO, DENTRO DE CIERTOS LÍMITES, NO SEA LA PRERROGATIVA DE CLASES PRIVILEGIADAS POCO NUMEROSAS, SINO UN DERECHO

equitativamente repartido en toda la comunidad. LA MORAL DEL TRABAJO ES LA MORAL DE LOS ESCLAVOS, Y EL MUNDO MODERNO NO TIENE NECESIDAD DE ESCLAVITUD. Es evidente que, en las comunidades primitivas, los campesinos, de haber podido decidir, no hubieran entregado el escaso excedente con que subsistían los guerreros y los sacerdotes, sino que hubiesen producido menos o consumido más. Al principio, era la fuerza lo que los obligaba a producir y entregar el excedente. GRADUALMENTE, SIN EMBARGO, RESULTÓ PO-

LA MORAL DEL TRABAJO

SIBLE INDUCIR A MUCHOS DE ELLOS A ACEPTAR UNA ÉTICA SEGÚN LA CUAL ERA SU DEBER TRABAJAR INTENSAMENTE, AUNQUE PARTE DE SU TRABAJO FUERA A SOSTENER A OTROS, QUE PERMANECÍAN OCIOSOS. Por este medio, la compulsión re-

Este sistema perduró en Rusia hasta 1917, y todavía perdura en Oriente; en Inglaterra, a pesar de la revolución industrial, se mantuvo en plenitud du-

querida se fue reduciendo y los gastos de gobierno disminuyeron. En nuestros días, el noventa y nueve por ciento de los asalariados británicos se sentirían realmente impresiona-


4 dos si se les dijera que el rey no debe tener ingresos mayores que los de un trabajador. El concepto de deber, en términos históricos, ha sido un medio utilizado por los poseedores del poder para inducir a los demás a vivir para el interés de sus amos más que para su propio interés. Por supuesto, los poseedores del poder ocultan este hecho aún ante sí mismos, y se las arreglan para creer que sus intereses son idénticos a los más grandes intereses de la humanidad. A veces esto es cierto; los atenienses propietarios de esclavos, por ejemplo, empleaban parte de su tiempo libre en hacer una contribución permanente a la civilización, que hubiera sido imposible bajo un sistema económico justo. El tiempo libre es esencial para la civilización, y, en épocas pasadas, sólo el trabajo de los más hacía posible el tiempo libre de los menos. PERO EL TRABAJO ERA VALIOSO, NO PORQUE EL TRABAJO EN SÍ FUERA BUENO, SINO PORQUE EL OCIO ES BUENO. Y CON LA TÉCNICA MODERNA SERÍA POSIBLE DISTRIBUIR JUSTAMENTE EL OCIO, SIN MENOSCABO PARA LA CIVILIZACIÓN.

LA TÉCNICA MODERNA ha hecho posible REDUCIR enormemente la cantidad de trabajo requerida para asegurar lo imprescindible para la vida de todos. Esto se hizo evidente durante la guerra. En aquel tiempo, todos los hombres de las fuerzas armadas, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en la fabricación de municiones, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en espiar, en hacer propaganda bélica o en las oficinas del gobierno relacionadas con la guerra, fueron apartados de las ocupaciones productivas. A pesar de ello, el nivel general de bienestar físico entre los asalariados no especiali-

BERTRAND RUSSELL zados de las naciones aliadas fue más alto que antes y que después. La significación de este hecho fue ENCUBIERTA POR LAS FINANZAS: los préstamos hacían aparecer las cosas como si el futuro estuviera alimentando al presente. Pero esto, desde luego, hubiese sido imposible; un hombre no puede comerse una rebanada de pan que todavía no existe. La guerra demostró de modo concluyente que la organización científica de la producción permite mantener las poblaciones modernas en un considerable bienestar con sólo una pequeña parte de la capacidad de trabajo del mundo entero. Si la organización científica, que se había concebido para liberar hombres que lucharan y fabricaran municiones, se hubiera mantenido al finalizar la guerra, y SE HUBIESEN REDUCIDO A 4 HORAS DE TRABAJO, TODO HUBIERA IDO BIEN. En lugar de ello, fue restaurado el antiguo caos: aquellos cuyo trabajo se necesitaba se vieron OBLIGADOS A TRABAJAR LARGAS HORAS, Y AL RESTO SE LE DEJÓ MORIR DE HAMBRE por falta de empleo. ¿Por qué? Porque el trabajo es un deber, y UN HOMBRE NO DEBE RECIBIR SALARIOS PROPORCIONADOS A LO QUE HA PRODUCIDO, SINO

PROPORCIONADOS A SU VIRTUD, DEMOSTRADA POR SU LABORIOSIDAD. Ésta es la moral del estado esclavista, aplicada en circunstancias completamente distintas de aquellas en las que surgió. No es de extrañar que el resultado haya sido desastroso. Tomemos un ejemplo. Supongamos que, en un momento determinado, cierto número de personas trabaja en la manufactura de alfileres. Trabajando –digamos–


ELOGIO DE LA OCIOSIDAD ocho horas por día, hacen tantos alfileres como el mundo necesita. Alguien inventa un ingenio con el cual el mismo número de personas puede hacer dos veces el número de alfileres que hacía antes. Pero el mundo no necesita duplicar ese número de alfileres: los alfileres son ya tan baratos, que difícilmente pudiera venderse alguno más a un precio inferior. En UN MUNDO SENSATO, todos los implicados en la fabricación de alfileres pasarían a trabajar cuatro horas en lugar de ocho, y todo lo demás continuaría como antes. Pero en el mundo real esto se juzgaría desmoralizador. LOS HOMBRES AÚN TRABAJAN OCHO HORAS; HAY DEMASIADOS ALFILERES; ALGUNOS PATRONOS QUIEBRAN, Y LA MITAD DE LOS HOMBRES ANTERIORMENTE EMPLEADOS EN LA FABRICACIÓN DE ALFILERES SON DESPEDIDOS Y QUEDAN SIN TRABAJO. Al final, hay tanto tiempo libre como en el otro plan, pero la mitad de los hombres están absolutamente ociosos, mientras la otra mitad sigue trabajando demasiado. De este modo, queda asegurado que EL INEVITABLE TIEMPO LIBRE PRODUZCA MISERIA por todas partes, EN LUGAR DE SER UNA FUENTE DE FELICIDAD UNIVERSAL. ¿Puede imaginarse algo más insensato? La idea de que el pobre deba disponer de tiempo libre siempre ha sido escandalosa para los ricos. En Inglaterra, a principios del siglo xx, la jornada normal de trabajo de un hombre era de quince horas; los niños hacían la misma jornada algunas veces, y, por lo gene-

5 ral, trabajaban doce horas al día. Cuando los entremetidos apuntaron que quizá tal cantidad de horas fuese excesiva, les dijeron que el trabajo aleja a los adultos de la bebida y a los niños del mal. Cuando yo era niño, poco después de que los trabajadores urbanos hubieran adquirido el voto, fueron establecidas por ley ciertas fiestas públicas, con gran indignación de las clases altas. Recuerdo haber oído a una anciana duquesa decir: «¿Para qué quieren las fiestas los pobres? Deberían trabajar». Hoy, las gentes son menos francas, pero el sentimiento persiste, y es la fuente de gran parte de nuestra confusión económica. Consideremos por un momento francamente, sin superstición, LA ÉTICA DEL TRABAJO. Todo ser humano, necesariamente, consume en el curso de su vida cierto volumen del producto del trabajo humano. Aceptando, cosa que podemos hacer, que el trabajo es, en conjunto, desagradable, resulta injusto que un hombre consuma más de lo que produce. Por supuesto, puede prestar algún servicio en lugar de producir artículos de consumo, como en el caso de un médico, por ejemplo; pero algo ha de aportar a cambio de su manutención y alojamiento. En esta medida, el deber de trabajar ha de ser admitido; pero solamente en esta medida. No insistiré en el hecho de que, en todas las sociedades modernas, aparte de la URSS, mucha gente elude aun esta mínima cantidad de trabajo; por ejemplo, todos aquellos que heredan dinero y todos aquellos que se casan por dinero. No creo que el hecho de que se consienta a éstos permanecer ociosos sea casi tan perjudicial como el hecho de que se espere de los asala-


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riados que trabajen en exceso o que mueran de hambre. Si el asalariado ordinario trabajase cuatro horas al día, alcanzaría para todos y no habría paro –dando por supuesta cierta muy moderada cantidad de organización sensata–. Esta idea escandaliza a los ricos porque están convencidos de que el pobre no sabría cómo emplear tanto tiempo libre. En Norteamérica, los hombres suelen trabajar largas horas, aun cuando ya estén bien situados; estos hombres, naturalmente, se indignan ante la idea del tiempo libre de los asalariados, excepto bajo la forma del inflexible castigo del paro; en realidad, les disgusta el ocio aun para sus hijos. Y, lo que es bastante extraño, mientras desean que sus hijos trabajen tanto que no les quede tiempo para civilizarse, no les importa que sus mujeres y sus hijas no tengan ningún trabajo en absoluto. LA ESNOB ADMIRACIÓN POR LA INUTILIDAD, que en una SOCIEDAD ARISTOCRÁTICA ABARCA A LOS DOS SEXOS, QUEDA, en una PLUTOCRACIA, LIMITADA A LAS MUJERES; ello, sin embargo, no la pone en situación más acorde con el sentido común. EL SABIO EMPLEO DEL TIEMPO LIBRE –HEMOS DE ADMITIRLO– ES UN PRODUCTO DE LA CIVILIZACIÓN Y DE LA EDUCACIÓN. Un hombre que ha trabajado largas horas durante toda su vida se aburrirá si queda súbitamente ocioso. Pero sin una cantidad considerable de tiempo libre, un hombre se ve privado de muchas de las mejores cosas. Y ya no hay razón alguna para que el grueso de la gente haya de sufrir

tal privación; solamente un necio ascetismo, generalmente vicario, nos lleva a seguir insistiendo en trabajar en cantidades excesivas, ahora que ya no es necesario. LOS COMUNISTAS Y LAS FEMINISTAS En el nuevo credo dominante EN EL GOBIERNO DE RUSIA, así como hay mucha distancia de la tradicional enseñanza de Occidente, hay algunas cosas que no han cambiado en absoluto. La actitud de las clases gobernantes, y especialmente de aquellas que dirigen la propaganda educativa respecto del tema de la dignidad del trabajo, es casi exactamente la misma que las clases gobernantes de todo el mundo han predicado siempre a los llamados pobres honrados. Laboriosidad, sobriedad, buena voluntad para trabajar largas horas a cambio de lejanas ventajas, inclusive sumisión a la autoridad, todo reaparece; por añadidura, la autoridad todavía representa la voluntad del Soberano del Universo. Quien, sin embargo, recibe ahora un nuevo nombre: MATERIALISMO DIALÉCTICO. La victoria del proletariado en Rusia tiene algunos puntos en común con “LA VICTORIA DE LAS FEMINISTAS” en algunos otros países. Durante siglos, los hombres han admitido la “superior santidad” de las mujeres, y han consolado a las mujeres de su “inferioridad” afirmando que la santidad es más deseable que el poder. Al final, las feministas decidieron tener las dos cosas, ya que las precursoras de entre ellas creían todo lo que los hombres les habían dicho acerca de lo apetecible de la virtud, pero no lo que les habían dicho acerca de la inutilidad del poder político. Una cosa similar ha ocurrido en Rusia por lo que se refiere al


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TRABAJO MANUAL.

EN OCCIDENTE

Durante siglos, los ricos y sus mercenarios han escrito en ELOGIO DEL TRABAJO HONRADO, HAN ALABADO LA VIDA SENCILLA, HAN PROFESADO UNA RELIGIÓN QUE

tenemos varias maneras de tratar este problema. NO ASPIRAMOS A LA JUSTICIA ECONÓMICA; de modo que una gran proporción del producto total va a parar a manos de una pequeña minoría de la población, muchos de cuyos componentes no trabajan en absoluto. POR AUSENCIA DE TODO CONTROL CENTRALIZADO DE LA PRODUCCIÓN, FABRI-

ENSEÑA QUE ES MUCHO MÁS PROBABLE QUE VAYAN AL CIELO LOS POBRES QUE LOS RICOS y, en general, han tratado de

hacer creer a los trabajadores manuales que hay cierta especial nobleza en modificar la situación de la materia en el espacio, tal y como los hombres trataron de hacer creer a las mujeres que obtendrían cierta especial nobleza de su esclavitud sexual. En Rusia, todas estas enseñanzas acerca de la excelencia del trabajo manual han sido tomadas en serio, con el resultado de que el trabajador manual se ve más honrado que nadie. Se hacen lo que, en esencia, son llamamientos a la resurrección de la fe, pero no con los antiguos propósitos: se hacen para asegurar los trabajadores de choque necesarios para tareas especiales. El trabajo manual es el ideal que se propone a los jóvenes, y es la base de toda enseñanza ética. En la actualidad, posiblemente, todo ello sea para bien. Un país grande, lleno de recursos naturales, espera el desarrollo, y ha de desarrollarse haciendo un uso muy escaso del crédito. En tales circunstancias, el trabajo duro es necesario, y cabe suponer que reportará una gran recompensa. Pero ¿qué sucederá cuando se alcance el punto en que TODO EL MUNDO PUEDA VIVIR CÓMODAMENTE SIN TRABAJAR LARGAS HORAS?

CAMOS MULTITUD DE COSAS QUE NO HACEN FALTA. Mantenemos ocioso un alto por-

centaje de la población trabajadora, ya que podemos pasarnos sin su trabajo haciendo trabajar en exceso a los demás. CUANDO TODOS ESTOS MÉTODOS DEMUESTRAN SER INADECUADOS, TENEMOS UNA GUERRA: MANDAMOS A UN CIERTO NÚMERO DE PERSONAS A FABRICAR EXPLOSIVOS DE ALTA POTENCIA Y A OTRO NÚMERO DETERMINADO A HACERLOS ESTALLAR, como si fuéramos niños que acabáramos de descubrir los fuegos artificiales. Con una combinación de todos estos dispositivos nos las arreglamos, aunque con dificultad, para mantener viva la noción de que el hombre medio debe realizar una gran cantidad de duro trabajo manual. EN RUSIA, debido a una mayor justicia económica y al control centralizado de la producción, el problema tiene que resolverse de forma distinta. La solución racional sería, tan pronto como se pudiera asegurar las necesidades primarias y las comodidades elementales para todos, REDUCIR LAS HORAS DE TRABAJO GRADUALMENTE, DEJANDO QUE UNA


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VOTACIÓN POPULAR

CONCLUSIONES ERRADAS

DECIDIERA, EN CADA NIVEL, LA PREFERENCIA POR MÁS OCIO O POR MÁS BIENES. Pero, habiendo enseñado la suprema virtud del trabajo intenso, es difícil ver cómo pueden aspirar las autoridades a un paraíso en el que haya mucho tiempo libre y poco trabajo. Parece más probable que encuentren continuamente nuevos proyectos en nombre de los cuales la ociosidad presente haya de sacrificarse a la productividad futura. Recientemente he leído acerca de un ingenioso plan propuesto por ingenieros rusos para hacer que el mar Blanco y las costas septentrionales de Siberia se calienten, construyendo un dique a lo largo del mar de Kara. Un proyecto admirable, pero capaz de posponer el bienestar proletario por toda una generación, tiempo durante el cual la nobleza del trabajo sería proclamada en los campos helados y entre las tormentas de nieve del océano Ártico. Esto, si sucede, será el resultado de considerar la virtud del TRABAJO INTENSO como un fin en sí misma, más que como un medio para alcanzar un estado de cosas en el cual TAL TRABAJO YA NO FUERA NECESARIO. El hecho es que

en esta cuestión por 2 CAUSAS.

MOVER MATERIA DE UN LADO A OTRO, aunque en cierta medida ES NECESARIO PARA NUESTRA EXISTENCIA,

NO ES, bajo ningún concepto, UNO DE LOS FINES DE LA VIDA HUMANA. Si lo fuera, tendríamos que considerar a cualquier bracero superior a Shakespeare. Hemos sido llevados a

RA

la 1 : ES LA NECESIDAD DE TENER CONTENTOS A LOS POBRES, QUE HA IMPULSADO A LOS RICOS, DURANTE MILES DE AÑOS, A PREDICAR LA DIGNIDAD DEL TRABAJO, AUNQUE TENIENDO BUEN CUIDADO DE MANTENERSE INDIGNOS A ESTE RESPECTO. DA

la 2 : ES EL NUEVO PLACER DEL MECANISMO, QUE NOS HACE DELEITARNOS EN LOS CAMBIOS ASOMBROSAMENTE INTELIGENTES QUE PODEMOS PRODUCIR EN LA SUPERFICIE DE LA TIERRA.

Ninguno de esos motivos tiene gran atractivo para el que de verdad trabaja. Si le preguntáis cuál es la que considera la mejor parte de su vida, no es probable que os responda: «Me agrada el trabajo físico porque me hace sentir que estoy dando cumplimiento a la más noble de las tareas del hombre y porque me gusta pensar en lo mucho que el hombre puede transformar su planeta. Es cierto que mi cuerpo exige períodos de descanso, que tengo que pasar lo mejor posible, pero nunca soy tan feliz como cuando llega la mañana y puedo volver a la labor de la que procede mi contento». Nunca he oído decir estas cosas a los trabajadores. Consideran el trabajo como debe ser considerado, como un medio necesario para ganarse el sustento, y, sea cual fuere la felicidad que puedan disfrutar, la obtienen en sus horas de ocio. Podrá decirse que, en tanto que un poco de ocio es agradable, los hombres no sabrían cómo llenar sus días si solamente trabajaran cuatro horas de las


ELOGIO DE LA OCIOSIDAD veinticuatro. En la medida en que ello es cierto en el mundo moderno, es una condena de nuestra civilización; no hubiese sido cierto en ningún período anterior. Antes había una capacidad para la alegría y los juegos que hasta cierto punto ha sido inhibida por el culto a la eficiencia. EL HOMBRE MODERNO piensa que TODO DEBERÍA HACERSE POR ALGUNA RAZÓN DETERMINADA, Y NUNCA POR SÍ MISMO. Las personas serias, por ejemplo, critican continuamente el hábito de ir al cine, y nos dicen que induce a los jóvenes al delito. Pero todo el trabajo necesario para construir un cine es respetable, porque es trabajo y porque produce beneficios económicos. La noción de que las actividades deseables son aquellas que producen beneficio económico lo ha puesto todo patas arriba. El carnicero que os provee de carne y el panadero que os provee de pan son merecedores de elogio, porque están ganando dinero; pero cuando vosotros disfrutáis del alimento que ellos os han suministrado, no sois más que unos frívolos, a menos que comáis tan sólo para obtener energías para vuestro trabajo. CONSUMO, PRODUCCIÓN Y PROPÓSITOS En un sentido amplio, se sostiene que ganar dinero es bueno y gastarlo es malo. Teniendo en cuenta que son dos aspectos de una misma transacción, esto es absurdo; del mismo modo podríamos sostener que las llaves son buenas, pero que los ojos de las cerraduras son malos. Cualquiera que sea el mérito que pueda haber en la produc-

9 ción de bienes, debe derivarse enteramente de la ventaja que se obtenga consumiéndolos. EL INDIVIDUO, EN NUESTRA SOCIEDAD TRABAJA POR UN BENEFICIO, PERO EL PROPÓSITO SOCIAL DE SU TRABAJO RADICA EN EL CONSUMO DE LO QUE ÉL PRODUCE. ESTE DIVORCIO ENTRE LOS PROPÓSITOS INDIVIDUALES Y LOS SOCIALES RESPECTO DE LA PRODUCCIÓN es lo que hace que a los hombres les resulte tan difícil pensar con claridad en un mundo en el que la obtención de beneficios es el incentivo de la industria. PENSAMOS DEMASIADO EN LA PRODUCCIÓN Y DEMASIADO POCO EN EL CONSUMO. Como consecuencia de ello,

concedemos demasiado poca importancia al goce y a la felicidad sencilla, y no juzgamos la producción por el placer que da al consumidor. Cuando propongo que las horas de trabajo sean reducidas a cuatro, no intento decir que todo el tiempo restante deba necesariamente malgastarse en puras frivolidades. Quiero decir que CUATRO HORAS DE TRABAJO AL DÍA DEBERÍAN DAR DERECHO A UN HOMBRE A LOS ARTÍCULOS DE PRIMERA NECESIDAD Y A LAS COMODIDADES ELEMENTALES EN LA VIDA, Y QUE EL RESTO DE SU TIEMPO DEBERÍA SER DE ÉL PARA EMPLEARLO COMO CREYERA CONVENIENTE.

Es una parte esencial de cualquier sistema social de tal especie el que la EDUCACIÓN vaya más allá del punto que generalmente alcanza en la actualidad y se proponga, en parte, despertar aficiones que CAPACITEN AL HOMBRE PARA USAR CON INTELIGENCIA SU TIEMPO LIBRE. No pienso especialmente

en la clase de cosas que pudieran considerarse pedantes. Las danzas campesinas han muerto, excepto en remo-


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tas regiones rurales, pero los impulsos que dieron lugar a que se las cultivara deben de existir todavía en la naturaleza humana. LOS PLACERES

día producir un Darwin, pero contra él habrían de señalarse decenas de millares de hidalgos rurales que jamás pensaron en nada más inteligente que la caza del zorro y el castigo de los cazadores furtivos.

DE LAS POBLACIONES URBANAS

han llegado a ser en su mayoría PASIVOS: ver películas, presenciar partidos de fútbol, escuchar la radio, y así sucesivamente. Ello resulta del hecho de que sus energías activas se consumen completamente en el trabajo; si tuvieran más tiempo libre, volverían a divertirse con juegos en los que hubieran de tomar parte activa. EN EL PASADO,

EL SISTEMA ACADEMICO Actualmente, se supone que las universidades proporcionan, de un modo más sistemático, lo que la clase ociosa proporcionaba accidentalmente y como un subproducto. Esto representa un gran adelanto, pero tiene ciertos inconvenientes. LA VIDA DE UNIVERSIDAD es, en definitiva, TAN DIFERENTE DE LA VIDA EN EL MUNDO, que las personas que viven en un ambiente académico TIENDEN A DESCONOCER LAS PREOCUPACIONES Y LOS PROBLEMAS DE LOS HOMBRES Y LAS MUJERES CORRIENTES; por añadidura, sus medios de ex-

había una reducida clase ociosa y una más numerosa clase trabajadora. La clase ociosa disfrutaba de ventajas que no se fundaban en la justicia social; esto la hacía necesariamente opresiva, limitaba sus simpatías y la obligaba a inventar teorías que justificasen sus privilegios. Estos hechos disminuían grandemente su mérito, pero, a pesar de estos inconvenientes, contribuyó a casi todo lo que llamamos civilización. Cultivó las artes, descubrió las ciencias; escribió los libros, inventó las filosofías y refinó las relaciones sociales. Aun LA LIBERACIÓN DE LOS OPRIMIDOS HA SIDO, GENERALMENTE, INICIADA DESDE ARRIBA. SIN LA CLASE OCIOSA, LA HUMANI-

presión suelen ser tales, que privan a sus opiniones de la influencia que debieran tener sobre el público en general. Otra desventaja es que en las universidades LOS ESTUDIOS ESTÁN ORGANIZADOS, Y ES PROBABLE QUE EL HOMBRE AL

DAD NUNCA HUBIESE SALIDO DE LA BARBARIE.

UN MUNDO DONDE NADIE SEA OBLIGADO A TRABAJAR

El sistema de una clase ociosa hereditaria sin obligaciones era, sin embargo, extraordinariamente ruinoso. No se había enseñado a ninguno de los miembros de esta clase a ser laborioso, y la clase, en conjunto, no era excepcionalmente inteligente. Esta clase po-

más de cuatro horas al día, toda persona ¿con curiosidad científica podrá satisfacerla, y todo pintor podrá pintar sin morirse de hambre, no importa lo maravillosos que puedan ser sus cuadros. Los escritores jóvenes no se verán for-

QUE SE LE OCURRE ALGUNA LÍNEA DE INVESTIGACIÓN ORIGINAL SE SIENTA DESANIMADO.

Las instituciones académicas, por tanto, si bien son útiles, no son guardianes adecuados de los intereses de la civilización en un mundo donde todos los que quedan fuera de sus muros están demasiado ocupados para atender a propósitos no utilitarios. En


ELOGIO DE LA OCIOSIDAD zados a llamar la atención por medio de sensacionales chapucerías, hechas con miras a obtener la independencia económica que se necesita para las obras monumentales, y para las cuales, cuando por fin llega la oportunidad, habrán perdido el gusto y la capacidad. Los hombres que en su trabajo profesional se interesen por algún aspecto de la economía o de la administración, será capaz de desarrollar sus ideas sin el distanciamiento académico, que suele hacer aparecer carentes de realismo las obras de los economistas universitarios. Los médicos tendrán tiempo de aprender acerca de los progresos de la medicina; los maestros no lucharán desesperadamente para enseñar por métodos rutinarios cosas que aprendieron en su juventud, y cuya falsedad puede haber sido demostrada en el intervalo. Sobre todo, HABRÁ FELICIDAD Y ALEGRÍA DE VIVIR, EN LUGAR DE NERVIOS GASTADOS, CANSANCIO Y DISPEPSIA. El trabajo exigido bastará para hacer del ocio algo delicioso, pero no para producir agotamiento. Puesto que los hombres no estarán cansados en su tiempo libre, no querrán solamente distracciones pasivas e insípidas. Es probable que al menos un uno por ciento dedique el tiempo que no le consuma su trabajo profesional A TAREAS DE ALGÚN INTERÉS PÚBLICO, y, puesto que no dependerá de tales tareas para ganarse la vida, su originalidad no se verá estorbada y no habrá necesidad de conformarse a las normas establecidas por los viejos eruditos. Pero no solamente en estos casos excepcionales se manifestarán las ventajas del ocio. Los hombres y las mujeres corrientes, al tener la oportunidad

11 de una vida feliz, LLEGARÁN A SER MÁS BONDADOSOS Y MENOS INOPORTUNOS, y menos inclinados a mirar a los demás con suspicacia. La afición a la guerra desaparecerá, en parte por la razón que antecede y en parte porque supone un largo y duro trabajo para todos. EL BUEN CARÁCTER es, DE TODAS LAS CUALIDADES MORALES, LA QUE MÁS NECESITA EL MUNDO,

y el buen carácter es la CONSECUENCIA de la TRANQUILIDAD y la SEGURIDAD, no de una vida de ardua lucha. Los métodos de producción modernos nos han dado la posibilidad de la paz y la seguridad para todos; hemos elegido, en vez de esto, EL EXCESO DE TRABAJO PARA UNOS Y LA INANICIÓN PARA OTROS. Hasta aquí, hemos sido tan activos como lo éramos antes de que hubiese máquinas; en esto, hemos sido unos necios, pero no hay razón para seguir siendo necios para siempre.


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13 BARBERO EN ALTA MAR BERTRAND RUSSELL (*) por ADRIÁN PAENZA 2010 ertrand Russell vivió 97 años: desde 1872 hasta 1970. Nació en Inglaterra como miembro de una familia muy rica y ligada con la realeza británica. Vivió una vida llena de matices, abogó en contra de la guerra, peleó contra la religión (cualquier manifestación de ella), estuvo preso en varias oportunidades, se casó cuatro veces (la última a los 80 años) y tuvo múltiples experiencias sexuales de las que siempre se manifestó orgulloso. Si bien fue uno de los grandes pensadores y matemáticos del siglo XX, ganó un Premio Nobel de Literatura en 1950. Fue profesor en Harvard, en Cambridge y en Berkeley. (1) En fin: fue un tipo muy especial. Ahora bien, escapa al objetivo de estas líneas contar todos sus logros dentro del terreno de la lógica, que fueron determinantes para la evolución de esa rama de la ciencia. Pero, sin ninguna duda, uno de los capítulos más interesantes tiene que ver con su célebre paradoja de los conjuntos que no se contienen a sí mismos como elementos. Le propongo que me siga con tres ejemplos.

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(*) Publicado en Página/12, Bs.As., 2011-viii-3. (1) Hay una excelente biografía de Russell (The Life of Bertrand Russell, La vida de Bertrand Russell, publicada en 1976) en la que aparece una pintura perfecta de esta personalidad del siglo XX).

Un barco sale lleno de marineros y se dirige en una misión que lo tendrá muchos días en alta mar. El capitán advierte, con disgusto, que algunos de los integrantes de la tripulación no se afeitan todos los días. Y como en el barco había un marinero/barbero, lo convoca a su camarote y le da la siguiente instrucción: “Desde mañana, toda persona del barco que no se afeita a sí misma, la afeita usted. A los que prefieran afeitarse solos, no hay problemas. Usted ocúpese de los que no lo hacen. Es una orden”. El barbero se retiró y, a la mañana siguiente, no bien se despertó (aún en su camarote) se dispuso a cumplir la orden del capitán. Pero antes, naturalmente, fue hasta el baño. Cuando se disponía a afeitarse, se dio cuenta de que no podía hacerlo, porque el capitán había sido muy claro: él sólo podía afeitar a los que no se afeitaban a sí mismos. O sea que en tanto que barbero, no podía intervenir en afeitarse. Debía dejarse la barba para no infringir la norma de sólo afeitar a los que no se afeitan a sí mismos. Pero, al mismo tiempo, advirtió que no podía dejarse crecer la barba porque, si no, incumpliría también otra parte de la orden del capitán, que le dijo que no permitiera que ningún integrante del barco no se afeitara. El, entonces, tenía que afeitarse. Desesperado porque ni podía afeitarse (porque el capitán le dijo que sólo se ocupara de los que no se afeitaban a sí mismos) ni podía dejarse la barba (ya que el capitán no lo hubiera tolerado), el barbero decidió tirarse por la borda (o pedirle a alguien que lo afeite a él).


14 MORIR AHORCADO En una ciudad en donde las cosas erradas se pagaban caras, el rey decidió que una persona debía ser ejecutada. Y, para ello, decidieron ahorcarlo. Para darle un poco más de sabor, colocaron en dos plataformas dos horcas. A una la llamaron “el altar de la verdad” y a la otra, “el altar de la mentira”. Cuando estuvieron frente al reo, le explicaron las reglas: “Tendrás oportunidad de decir tus últimas palabras, como es de estilo. Según que lo que digas sea verdad o mentira, serás ejecutado en este altar (señalando el de la verdad) o en el otro. Es tu decisión”. El preso pensó un rato y dijo que estaba listo para pronunciar sus últimas palabras. Se hizo silencio y todos se prepararon para escucharlo. Entonces dijo: “Ustedes me van a colgar en el altar de la mentira”. “¿Es todo?”, le preguntaron. “Sí”, respondió. Los verdugos se acercaron a esta persona y se dispusieron a llevarla al altar de la mentira. Cuando lo tuvieron de ese lado, uno de ellos dijo: “Un momento, por favor. No podemos colgarlo acá, porque si lo hiciéramos, sus últimas palabras habrían sido ciertas. Y para cumplir con las reglas, nosotros le dijimos que lo colgaríamos según la validez de sus últimas palabras. El dijo que ‘lo colgaríamos en el altar de la mentira’. Luego, allí no podemos colgarlo porque sus palabras serían ciertas”. Otro de los que participaban arriesgó: “Claro. Corresponde que lo colguemos en el altar de la verdad”. “Falso –gritó uno de atrás–. Si fuera así, lo estaríamos premiando, ya que sus últimas palabras fueron mentira. No lo podemos colgar en el altar de la verdad.”

ADRIÁN PAENZA Ciertamente confundidos, todos los que pensaban ejecutar al preso se trenzaron en una discusión eterna. El reo escapó y hoy escribe libros de lógica. DIOS NO EXISTE Seguramente, de todas las maneras de presentar la paradoja de Bertrand Russell, ésta es la más llamativa. Se pretende probar que Dios no existe, nada menos. Pongámonos primero de acuerdo con lo que quiere decir Dios. Por definición, la existencia de Dios está igualada con la existencia de un ser todopoderoso. En la medida en que nosotros podamos probar que nada ni nadie puede ser omnipotente, entonces, nadie podrá adjudicarse el “ser Dios”. Vamos a probar esto “por el absurdo”; o sea, vamos a suponer que el resultado es cierto y eso nos va a llevar a una contradicción. Supongamos que Dios exista. Entonces, como hemos dicho, en tanto que Dios, debe ser todopoderoso. Lo que vamos a hacer es probar que no puede haber nadie todopoderoso. O lo que es lo mismo: no puede haber nadie que tenga todos los poderes. Y hacemos así: si existiera alguien que tuviera todos los poderes, debería tener el poder de hacer piedras muy grandes. No le puede faltar este poder, porque, si no, ya demostraría que no es todopoderoso. Entonces, concluimos que tiene que tener el poder de hacer piedras muy grandes. No sólo tiene que tener el poder de hacer piedras muy grandes, sino que tiene que ser capaz de hacer piedras que él no pueda mover.... No le puede faltar este poder (ni ningún otro, si vamos al caso). Luego, tiene que ser capaz de hacer piedras y que esas piedras sean muy grandes.


BERTRAND RUSSELL Tan grandes que, eventualmente, él no las pueda mover. Y ésta es la contradicción, porque si hay piedras que él no puede mover, eso significa que le falta un poder. Y si tales piedras no las puede hacer, eso significa que le falta ese poder. En definitiva, cualquiera que pretenda ser todopoderoso adolecerá de un problema: o bien le falta el poder de hacer piedras tan grandes que él no pueda mover o bien existen piedras que él no puede mover. De una u otra forma, no puede haber nadie todopoderoso (y eso era lo que queríamos probar). REFLEXIONES FINALES Todo esto forma parte de lo que se conoce con el nombre de la Teoría de Conjuntos. En principio, un problema no trivial es dar una definición correcta de lo que es un conjunto. Si uno trata de hacerlo (y la/lo invito a que pruebe), termina usando algún sinónimo: una colección, un agrupamiento, un listado, etcétera. Aunque no parezca posible y sea cual fuere la definición, los elementos de un conjunto pueden ser conjuntos también. (2) Bertrand Russell se preguntó: “¿Puede un conjunto tenerse a sí mismo como elemento?”. Y se contestó: “Me parece que hay una clase de conjuntos que sí y otras que no”. Y se disparó una gran controversia sobre la que hay muchísimo material escrito. Con todo, los tres ejemplos que figuran más arriba son manifestaciones de una misma pregunta (y lea la frase (2) Por ejemplo, un conjunto podría tener dos elementos: los números pares y los números impares. Como se advierte, cada miembro del conjunto es a su vez un conjunto en sí mismo.

15 que sigue con cuidado hasta entender qué dice): ¿puede un conjunto –que tiene como elementos a los conjuntos que no se contienen a sí mismos– ser un elemento de sí mismo? Así dicho, suena a un trabalenguas intelectual, pero es lo que se conoce con el nombre de Paradoja de Bertrand Russell. Parece imposible de decidir: luego de muchos años, los científicos dedicados a la investigación en lógica se pusieron de acuerdo en establecer que cualquier conjunto que se tuviera a sí mismo como elemento no es un conjunto y de esa forma resolvieron (en apariencia) la discusión. (3) En realidad, el problema quedó –por ahora– escondido “debajo de la alfombra”. Pero lo notable es que ejemplos como los que figuran más arriba continúan generando múltiples discusiones. Y aunque no lo parezca, una vez más, también es “hacer matemática”.

(3) Aunque parezca antiintuitivo, Russell pensó también en conjuntos que sí se contienen a sí mismos como elementos. Por ejemplo: el conjunto de todos los objetos que no son cucharitas de té. Este conjunto es el que contiene cucharitas sí, pero no de té, pero también tenedores, jugadores de fútbol, pelotas, almohadas, aviones de distinto tipo, etc. Todo, menos cucharitas de té. Lo que queda claro es que este nuevo conjunto (el que consiste en todo lo que no sea una cucharita de té) ¡no es una cucharita de té! Y por lo tanto, como no es una cucharita de té, tiene que ser un elemento de sí mismo.


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