Hacia la emancipación
El sutil arte de dominar
Lucía Escobar / Periodista guatemalteca
En un mundo cada vez más civilizado una pensaría que la tendencia a que desaparezca el machismo debería ir en aumento. Hoy en día, un hombre estudiado, sensible y educado no va por la vida gritando a los cuatro vientos que las mujeres deberían estar en la cocina o que es su obligación atender y cuidar a los niños de la casa. El nuevo hombre no grita fuerte, no tira platos, no agarra del moño a su pareja. Tampoco las mujeres progresistas andan gritándole puta a sus congéneres, ni acusando con el dedo a la otra cuando se sale del patrón establecido. Pero, ¿ha desaparecido el machismo de nuestras vidas? No lo creo, más bien mutó, aún existe cotidiano, invisible, bien disimulado en la rutina doméstica, arropado entre las sábanas sucias o traspapelado en la oficina. Para desenmascarar, dar nombre y estudiar esos sutiles actos de dominación, el psicoterapeuta especializado en estudios de la condición masculina, Luis Bonino acuñó el término micro machismos en 1991. Esas diminutas y casi imperceptibles prácticas son llamadas por otros especialistas como pequeñas tiranías, violencia blanda o terrorismo íntimo. Bonino designa micro machismo a las sutiles e imperceptibles maniobras y estrategias de ejercicio del poder de dominio masculino en lo cotidiano, que atentan en diversos grados contra la autonomía femenina. Hábiles artes, trucos, tretas y manipulaciones con los que los varones intentan imponer a las
o los micro machismos
mujeres sus propias razones, deseos e intereses en la vida cotidiana. Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son dispositivos mentales, corporales y actitudinales incorporados y automatizados en el proceso de ‘hacerse hombres’, como hábitos de acción/reacción frente a las mujeres. Otros en cambio sí son conscientes, pero todos forman parte de las habilidades masculinas desarrolladas para ubicarse en un lugar preferencial de dominio y control que mantenga y reafirme los lugares que la cultura tradicional asigna a mujeres y varones. Los micro machismos causan efectos en la psiquis femenina y producen daños que se agravan con el tiempo como: la inhibición de la lucidez mental, disminución de valentía crítica, fatiga crónica por sobre esfuerzo, agotamiento de reservas emocionales, sentimiento de incapacidad, impotencia o derrota, deterioro de la autoestima, actitud defensiva, disminución de poder personal, parálisis de desarrollo personal o profesional o irritabilidad crónica, todo esto genera un estado de ánimo depresivo y aumento de la culpa. En un intento de entender los micro machismos pregunté en mis redes sociales si podían darme ejemplos. Obtuve 97 respuestas en Facebook y un par de docenas en Twitter. La mayoría eran ejemplos de machismo puro y duro, actual y presente. Y otros cuántos sí reflejan esa sutileza de la que habla Bonino. ¿Qué piensan ustedes? ¿Qué otros ejemplos tienen?
Claudia Armas: Que le pidan a la mujer llevar la minuta de una reunión donde todos son colegas. Claudia LR: Que no sepan dónde se guarda nada, o que hacen cosas ‘para ayudar’, pues no consideran que sea responsabilidad compartida... María Marta Sandoval: Estamos en una reunión de amigos, hay que cambiar el pañal al bebé y mi novio de inmediato se levanta y busca la pañalera. Cuando se va, todos se ríen, me dicen ‘qué bien entrenado’ lo tengo y para colmo alguien pone un ruido de látigo con el celular. Izabel Acevedo: Las amigas o parientes mujeres si ven solo a mi pareja con uno de mis hijos, se ofrecen a cuidarlo y me lo dan cuando yo llego. Lizzy Rojas: Que ambos trabajen pero si el hijx se enferma, la que lo lleva al médico o se queda en casa es ella. Lidia Guerra: Cuando el esposo orgulloso dice que ‘ayuda’ en las cosas de la casa. @FairyMariela: podría ser la idea de que la porción de comida más grande sea siempre para el hombre porque lo necesita más. @elcondenadito: cuando parten pastel en la oficina generalmente quien lo hace es una chava.
Foto: Archivo laCuerda
La misoginia también es violencia
Andrea Carrillo Samayoa / laCuerda
Entró a la sala y se sentó a la par mía. Ambas esperábamos nuestro turno
asegura privilegios y la supremacía del hombre y lo masculino sobre la base de la inferiorización de las mujeres no es nada nuevo ni de ahora. Ya decía el filósofo francés André Glucksmann que el odio más largo de la historia, más milenario aún y más planetario que el del judío, es el odio a las mujeres. Si se dice que la misoginia existe desde la Antigua Grecia, más o menos por ahí del año 1200 antes de Cristo, cómo no va a ser necesario seguir poniendo el dedo en la llaga si en pleno siglo XXI continúan reproduciéndose ideas y actitudes que denigran y pueden llegar hasta la muerte violenta de mujeres. Lo perverso de la misoginia, y por eso la importancia de continuar señalándola, es que tiene un lado sutil que muchas veces no se reconoce ni se identifica como agresión. Ahí está el fulano del parqueo, así como existen chistes, frases y rutinas que podrían parecer inofensivas pero que de fondo y al seguirse repitiendo, agudizan la violencia. Estas formas que algunos podrían calificar de inocentes, también suman a esta gran problemática que impide a las mujeres el ejercicio libre de derechos, atentan contra su integridad y al mismo tiempo refuerzan esas ideas que hacen que haya hombres creyéndose sus dueños, con autoridad para decidir por y sobre ellas, sobre sus vidas y sus cuerpos.
para ser atendidas. Ella estaba colorada y se veía un tanto molesta, no se pudo contener y me dijo: tengo ganas de regresar a sopapear al del parqueo y yo pensé –me apunto porque algo grueso le ha de haber hecho para que esté así. El tipo había osado decirle: Seño es que a las mujeres la manejada no se les da, por eso le cuesta tanto parquearse, le hubiera dicho a su marido que la viniera a dejar, así más fácil para usted. Terminado el relato de lo sucedido entonces sí le dije -vamos pues yo la acompaño-, pero no lo hicimos aunque creo que ya con una aliada, ella estuvo muy tentada. Así las cosas, definitivamente hay cosas de las que no se puede dejar de hablar. Tocar de nuevo el tema de la misoginia no es salir otra vez con la misma cantaleta de siempre, como podrían pensar algunos cuando se insiste en seguir abordando una temática o problemática que afecta a las mujeres. Señalar esas prácticas y actitudes cargadas de desprecio, descalificación, odio y que pueden llegar hasta la violencia en contra de las mujeres sólo por el hecho de serlo, es importante si se quiere construir relaciones de respeto, armonía e igualdad entre las personas. Esta idea o sentimiento construido, resguardado en un orden social que
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Guatemala marzo 2016. No 187