Suplemento Cultural 17-03-2012

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50 años en Guatemala

RAMÓN ÁVILA

Una idea original de Rosauro Carmín Q.

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Guatemala, 17 de marzo de 2012


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Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012

Las esculturas de Galería de artistas

Ramón Ávila

El jueves 15 de marzo en El Túnel y en la nueva Galería de Rozas Botrán se inauguró la gran exposición retrospectiva con la que Ramón Ávila celebra sus 50 años en Guatemala. Es un grato recorrido no sólo por las diferentes etapas estilísticas (realistas, expresionistas, críticas, simbólicas, abstractas) y temáticas (paisajes, retratos, toros, máscaras, iglesias) de su trabajo artístico sino también por las diferentes soluciones técnicas (dibujo, grabado, pintura y, ahora, escultura) a través de las cuales ha canalizado sus necesidades expresivas y de comunicación.

C

o m o ya he escrito en repetidas ocasiones sobre su pintura y su dibujo, incluso en el hermoso catálogo de esta exposición, trataré en este artículo de propiciar un acercamiento crítico y afectivo a su escultura como paso previo a análisis más profundos y rigurosos sobre su estética y lo que con ella gana la expresión obra del artista y el arte y la cultura de Guatemala. A primera vista resalta en las esculturas de Ramón Ávila el mismo origen impulsivo y vital que se observa en sus dibujos y pinturas. También en ellas el artista parte de un impulso muy íntimo que se manifiesta, primero, como irrefrenable afán constructivo que, luego, se desarrolla compulsivamente como análisis y reflexión de sus propios hallazgos formales y expresivos en etapas sucesivas de creciente complejidad y lucidez que podrían prolongarse indefinidamente. Este impul-

POR JUAN B. JUÁREZ so íntimo se canaliza originalmente como trazo y dibujo y ciertamente se puede decir que toda su obra “abstracta” parte de estos trazos primigenios e instintivos; pero de la misma manera en que sus pinturas no son dibujos coloreados, sus esculturas tampoco son pinturas en tercera dimensión. Los dibujos son dibujos, las pinturas, pinturas y las esculturas, esculturas, y aunque todas estas formas de expresión obedecen al mismo impulso original, se puede decir que ese impulso sabe transformarse en cada caso, por sus propias necesidades internas, en línea, en color o

en volumen, y adoptar con naturalidad la “lógica” formal de cada género. Así, como los árboles a los que finalmente aluden, las esculturas de Ramón Ávila parecen surgir de la tierra y desplegar en el aire el laberinto hipnótico que su vitalidad ensimismada recorre una y otra vez, en órbitas excéntricas y asimétricas en torno a sus profundas preocupaciones afectivas y reflexivas. Cada una de sus esculturas es, evidentemente, una estructura formal. Lo que se condensa alrededor de ellas no se ve, no puede verse, pero de la energía que genera esa estructura dinámica que, como ya dijimos, se eleva desde la tierra, se desprende una atmósfera acogedora que quizás proviene del aire que circula por los espacios interiores o de las rendijas que están en el núcleo, pero que en todo caso es lo que “la estructura respira” y lo que se respira en la estructura. ¿Y qué decir de las vetas de la madera, que son cómo un ritmo que se ha formado lentamente en la naturaleza y que ahora le da a la estructura formal que son sus esculturas su naturalidad como forma y su inevitabilidad como expresión?


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Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012 Semana Santa en la ciudad de Santiago de Guatemala

Cofradía de Jesús Nazareno del Milagro

Ermita de la Cruz del Milagro. Martes Santo al atardecer. A la vera del río Pensativo, a las espaldas del templo y convento de la Limpia Concepción, los vecinos del barrio de Chipilapa, levantaron en 1713, una ermita en el mismo lugar donde una cruz de madera tembló por sí sola. El Cronista Juarroz refiere que ante testigos el juez eclesiástico autenticó el hecho, por consiguiente, la ermita fue llamada de la Cruz del Milagro.

S

e sabe que la ermita se edificó a expensas del vecino del barrio de Chipilapa, don Antonio Espinoza de los Monteros. Las paredes que no gozaron de la debida conservación ni protección como monumento histórico, no soportaron el paso del tiempo y cedieron a su derrumbe. Los escombros que aún permanecen en pie, reflejan que la ermita fue pequeña, sencilla y de una sola nave. La pequeñez de la ermita en sus inicios, se afirma con las varias peticiones que los vecinos y del prioste de la ermita hicieron al Noble Ayuntamiento para solicitar licencia de ampliación. El 18 de mayo de 1703 “el Ayuntamiento dió traslado al síndico procurador para que resuelva si es conveniente la ampliación de la Ermita de la Cruz del Milagro.” (1)La misma petición se repitió el 8 de junio del mismo año y el 20 de julio de 1728 (2) El 2 de diciembre de 1727 “El Pbro. Feliciano Rubio, prioste de la ermita de la Santa Cruz de los Milagros…’ en representación de los mayordomos de ella, en que piden se les conceda licencia para ocupar vara y media en cuadro, de tierra, con unos estribos para fortaleza de la ermita…’ Se otorgó previa vista de ojo, la licenciado solicitada.” (3)La ermita de la Cruz del Milagro tuvo en sus altares, obras meritísimas de los imagi-

POR MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

neros coloniales. Un Cristo de una vara atribuido al escultor Antonio de Rodas, Nuestra Señora del Patrocinio, San José con el Niño Dios y Jesús Nazareno que fue conocido como de los Milagros. Esta bella imagen es atribuida a Alonso de la Paz y Toledo. Nosotros lamentamos tanto la falta de confirmación de los escultores e imagineros que legaron verdaderas obras de arte y que tuvieron sus talleres en la ciudad de Santiago de Guatemala.A falta de referencia documental fehaciente, se tiene que usar el término de atribuida, porque con facilidad se incurre en un error imperdonable. Los archivos de las Cofradías se perdieron intencionalmente o por dejadez. O están refundidos en las iglesias o archivos sin que nadie se ocupe de rescatarlos. Lo lamentable sería que esos valiosos documentos hayan sido comidita de polillas, ratoncitos y cucarachas. Sigo creyendo que el temor que vivieron los vecinos rebeldes al traslado y el abandono a que fue sometida “la arruinada ciudad” de Santiago de Guatemala, dejó secuelas negativas con la pérdida de su referencia histórica. La indiferencia fue otro elemento decisivo. He contado que en el año de 1948 aún permanecían en sus altares y a la intemperie, las imágenes de la iglesia de San Gaspar Vivar. Los vecinos fueron obligados a trasladarse al nuevo asentamien-

to donde formaron un barrio con ese nombre y tal parece que todo lo dejaron abandonado. Por ejemplo, encontrar el documento sobre el Estudio del Valle de la Virgen por tres Oidores y que dí a conocer en El Imparcial, me costó, más de veinte años de búsqueda permanente en cualquier archivo que consultaba hasta lograrlo. La investigación necesita paciencia pero a la vez tenacidad. Las Hermandades actuales, carecen de su respaldo documental histórico. Eso me llevó a sugerir –hace varios años- a las actuales Hermandades de Pasión de la ciudad de Antigua Guatemala, no solo la conveniencia sino la urgencia de que entre sus miembros directivos, cuenten con un Cronista que se ocupe, cabalmente de recuperar su documentación histórica y la presente la ordenen en archivos de fácil consulta. Espero que valoren su importancia y la realicen.La imagen atribuida a Alonso de la Paz, tiene una expresión en la mirada que impacta. Sacude las fibras internas de quien se considere fuerte. Es irresistible demostrar ante El, humildad. Tiene en conjunto, una mansedumbre admirable alejada de lo terrenal. La corona de espinas hierre su frente y sus labios están resecos por la sed y la fatiga.En esta Ermita los vecinos le rindieron culto a la Imagen de Jesús Nazareno con una solemne procesión el Martes Santo al atardecer. Después de recorrer las calles del barrio de

Foto LA HORA: CLAUDIO OBREGÓN

Jesús Nazareno de los Milagros.

Chipilaba, se alejaba por las de la ciudad hasta la Plaza Mayor para hacer estación en la S. I. Catedral como era costumbre de la época. Por ser una procesión de luces, retornaba de noche entre un mar de cirios encendidos que portaban los vecinos que le acompañaron en todo el recorrido. En la oscuridad de la noche tuvo que ser una estampa misteriosa como salida de uno de los cuentos. Ya hemos dicho que por los daños causados por el terremoto de Santa Marta, don Martín de Mayorga –desde la Ermita- prohibió en principio las procesiones de la Semana Santa del año 1774, ya sea porque el paso en las calles se dificultaba. Aun permanecían los escombros y las edificaciones ofrecían peligro por haber quedado dañadas. Ese año se permitió que lo hicieran únicamente en el compás del atrio y del cementerio. En 1775 todas las cofradías solicitaron licencia para sacar de nuevo a sus procesiones y entonces don Martín de Mayorga accedió con ciertas limitaciones. Los Cofrades de Jesús Nazareno del Milagro, también pidieron licencia para sacar su procesión el Martes Santo como era costumbre. “Cofrades de la Cruz del Milagro como mas aya lugar ante V. parecemos y decimos que siendo tan decidido y conforme el dar culto a la Majestad de Dios Ntro. Señor especialmente en este tiempo en que hazemos recuerdo de la Pasión Sagrada de Ntro. Redentor por esta y por que ha sido costumbre celebrar el Martes Santo por la tarde a la sacratísima imagen de Jesús con una procesión que sale

por las calles de esta ciudad, a de servir Vno. De dar su licencia para que verifique este devoto acto y por tanto esta licencia que solicita vajo las mas condiciones que concedieron a las demas hermandades…” La respuesta de don Martín de Mayorga fue que “…concede la licencia… con tal que la procesión haya de estar devuelta en su iglesia a las seis de la tarde y de ninguna manera a otra hora que competa a la noche…” (4) Al igual que otras veneradas imágenes, la de Jesús Nazareno del Milagro, fue llevada en el año de 1780 al templo de San José en el nuevo asentamiento de la Ermita. El culto Divino desapareció por un tiempo. Fue hasta 1870 cuando de nuevo se fundó la Cofradía de Jesús Nazareno de los Milagros. Hasta 1954 fue una procesión muy sencilla que recorría las calles del barrio de San José. La devoción y el entusiasmo de don Mario Ruata, revivió su culto de tal manera que hoy es una de las grandes procesiones del Domingo de Ramos en la Semana Santa de la Ciudad Capital de Guatemala. Y la venerada imagen es conocida como el SOBERANO SEÑOR DE LOS MILAGROS... NOTAS 1.- Pardo, J. Joaquín. Efemérides, p. 130 2.- Pardo, J. J., ob cit. P. 165 3.- Loc. Cit. p 164 4.- Álvarez Arévalo, Miguel: Semana Santa: Procesiones en la época de Terremotos. Guatemala. El Imparcial, miércoles 28 de marzo de 1979


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Colabora

ramón Banús

artista

I

ngresar al mundo, a los mundos de Banús, es una expedición a la imaginería de lo guatemalteco, esa ontología desgarrada desde siempre, plasmada en una plástica que se busca y que busca. Origen y futuro de la mano en esta historia de Bonampaks y Méridas. Ramón Banús nace en 1938 en la Ciudad de Guatemala. La madre Carmen Mongrell es una valenciana cuya familia huye de los estragos de la Guerra Civil. El padre José “Pepe” Banús, guatemalteco de ascendencia catalana. Hombre de empresa y energía inacabable y múltiples oficios. El matrimonio se realiza por poder en España bajo el dramatismo de la huida de la familia y la perdida de sus bienes. Amigos ligados a los Ferrocarriles españoles ayudan a Carmen a salir de España y llegar a Guatemala a finales de 1936, dejando atrás los cañones todavía humeantes y la sangre de más de un millón de españoles. El padre de Carmen Mongrell, abuelo de Ramón, es el artista José Mongrell Torent (18701937) nacido en Valencia, pintor de colorido brillante y de gran producción. Aquí un antecedente familiar en lo que será muchos años después el interés primordial del nieto guatemalteco: la pintura. Ramón Banús se va de Guatemala en 1961 a la edad de 23 años. Viaja en un carguero italiano con unos cuantos dólares en la bolsa y la cabeza llena de sueños. Europa ha comenzado a marchar de nuevo después del espanto de la segunda Guerra Mundial. Ya no están las vanguardias, todos los ismos han acallado sus voces, pero quedan todavía artistas como Picasso, Matisse o Braque, que se han convertido en “kultgestalter”, con algo de reyes Midas. La pintura de Buffet refleja

Ramón Banús es uno de los guatemaltecos más unive vez, en su mundo plástico, uno de los universos más tendencia tan guatemalteca de sentir como necesidad oscilan siempre en esa búsqu Jaime Barri

las angustias de la conciencia poética frente a la amenaza de la destrucción masiva, el peligro atómico y los estragos de las armas mortíferas modernas. El periodo europeo de Banús será una década de acumulación de experiencias. En Italia se compenetra del Renacimiento que marcará para su incuestionable perfección en el dibujo. Banús dice de este primer período europeo: “Hubo una época en la que yo estuve muy entusiasmado con Matisse, con Chagal, con Paul Klee...Simplificaba muchísimo las figuras, pero obviamente no era una cosa natural. Después pasé a una época negra, en Barcelona, influenciado por Goya. pero con personajes que Yo conocía en la calle, sobretodo en La Bodega Bohemia; los cantantes, los ancianos, los mendigos de Barcelona que como Lorca decía: “Sacan a solear sus pecados a las ramblas”. La escuela de Viena, llamada también del Realismo Fantástico, marca la sensibilidad estética y poética de Banús. Conoce personalmente y trabaja con uno de los principales representantes de esta escuela como Fuchs. Pero no son sólo las escuelas y sus artistas representativos los que lo influyen y los forman. También es la escuela de la vida donde Banús encuentra, como Gorki, sus universidades. Es en la calle, en las tabernas, en trabajos como estibador de muelles, empleado de una agencia naviera, extra de cine, traductor, agente cinematográfico y gerente de una casa disquera, en donde Banús se compenetra de mundos dispares pero entrelazados esencialmente por la médula única que caracteriza en el fondo todo lo humano. Las exposiciones del joven Banús en Europa dejaban ya entrever ese camino al origen. Es

invitado a exponer en el Palacio Real de Milano. El gran maestro de Chirico visita una de sus exposiciones y lo elogia. La crítica europea, usualmente poco generosa con los artistas que proceden de pueblos sin historia, sin lugar en el mapa del arte mundial, le trata con respeto. En la Revista Europea-Barcelona 1967 se dice: “ Un dibujante a la pluma en plan artístico no es corriente encontrarlo en estos momentos en los cuales el trazo nervioso y la marcha ofrecen a nuestra sensibilidad la vibración exigida, Banús, el artista guatemalteco, cultiva esta difícil modalidad con carácter y auto exigencia técnica rigurosa.” Y el connotado crítico Santos Torroella escribe una reseña sobre una exposición del joven artista guatemalteco Ramón Banús, en el Diario El Noticiero Universal de Barcelona, también en 1967: “La habilidad paciente y reiterada del joven expositor es mucha, posee un acuciado sentido de las formas y no son pocos sus aciertos en trance de dar viabilidad positiva a las extremosidades fantasiosas de sus temas. Tiende en estos al sarcasmo, a poner en evidencia los más fuertes contraste entre la belleza y la fealdad, esta subrayada en lo infrahumano, y a enlazar de tal modo, con todas las fabulaciones fustigadoras de lo caído y lo grotesco que van del Bosco a Goya.” Retorna en 1971. Tras una corta estancia en San Salvador se establece definitivamente en Guatemala y comienza ganarse la vida “vendiendo tractores, sin saber manejar automóvil.” Siguen trabajos diversos y alejados del arte. Gerente de ventas y productor de comerciales para televisión. Pinta entonces 40 metros cuadrados de “pintura erótica” para un conocido motel de la Capital. Hasta que en 1979 renuncia a todo menos al arte y decide no hacer otra cosa

FOTO LA HORA: ARCHIVO

El Policía

que pintar. Banús levanta en los años 80 una obra plástica gigantesca y original. Nos lleva a menudo a espacios disímiles, donde puede experimentarse lo común que pueda haber entre un pordiosero y un magnate, entre una prostituta y una dama oligarca. Al mismo tiempo que los personajes venidos del submundo, de los burdeles, de las cantinas de mala muerte, tienen también los rasgos humanos que caracterizan a veces a sectores idealizados en la sociedad clasista y vertical guatemalteca. En 1986 publica partes de sus cuadernos de apuntes. Dibujos que había hecho a vuela pluma mientras caminaba por parques y sitios populares de la Ciudad de Guatemala. El “Cuaderno de Apuntes y Dibujos” Ala gran Flauta despierta de inmediato un

interés vivo que lleva hasta el debate y a una mesa redonda. Surgen las preguntas infaltables: Somos así? Por qué ellos y no otros? Quienes son los guatemaltecos? EsCriBE En la introduCCión: “Guatemala capital!. Hormiguero de rostros que en otros rostros repiten afanes y sueños. Parques y calles de Guatemala capital que nos obligan al reencuentro con nosotros mismos. Y posiblemente- si nos los propusiéramos- al encuentro de una solución. Solución a qué? Se preguntará más de alguno... Yo estoy seguro que en esos parques y en esas calles podemos encontrar la respuesta al verdadero perfil de nuestro destino.” En sus espacios pictóricos aparecen los marginados. Sin que falte la empleadita doméstica de


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aciones

s, a de lo humano

ersales, por sus viajes y cosmopolitanismo. Más a la s guatemaltecos. Banús representa en la plástica esa d la concreción de su propia realidad. Sus temáticas ueda de llevarnos al espejo. ios Carrillo

FOTO LA HORA: ARCHIVO

Amor si fueras aire y respirarte

origen campesino e indígena que recibe una carta de su novio que está haciendo el servicio militar en algún lugar “lejano” de nuestro pequeño país. Sin acudir a panfletos, ni condenas, ni proclamas capta plástica y magistralmente esa presencia que desgarra, que se deja sentir, que vibra en las atmósferas citadinas y en esos encuentros sociales que crea Banús en sus calles, en sus fiestas, en sus reuniones en torno a una mesa. Como en La Parranda, o en El Cabaret, cuadros que contienen esa opresión silenciosa, ese secreto callado y general, ese y en término de Foucault ese nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada. Es decir: el poder. Banús recorre parques y lugares públicos de la ciudad de Guatemala. No la capital metropolitana, con algo de Miami sin dejar nun-

ca petates y zarabandas. Como pintor de la Ciudad de Guatemala no se dedica a plasmar en sus telas edificios y lugares, sino más bien su verdadera pasión son las gentes, las personas que pasan, hablan y desarrollan en esas mismas plazas y calles toda la gama delas relaciones sociales. Banús es pintor de la condición humana, el maestro de los rostros, esas máscaras que usamos para mitigar el embate de las relaciones sociales presionadas y compungidas por el signo de la desproporción y los contrastes. Ramón Banús es también como retratista de la condición humana, el maestro de los rostros, esas máscaras que usamos para mitigar el embate de las relaciones sociales presionadas y compungidas por el signo de la desproporción y los contrastes. Rostros frívolos es una expresión de la

dramaturgia humana. Del teatro guatemalteco, unas veces cómico y grotesco, otras trágico. Y también burlesco. Dolorido, desafiante, contestatario y a la vez sumiso. La doble o triple naturaleza del guatemalteco. El indio, el ladino, el riquillo blanquito, el ricote moreno y mafioso, el pobre de solemnidad pero honrado, el político deshonesto y cínico, el campesino en su pobreza pero incrustado en un sueño bucólico y pastoral, el obrero sin empleo, el burócrata empedernido. En sus recorridos antropomórficos nos introduce a espacios donde reconocemos lo que no somos. Lo que no queremos ser. No se trata de retratos simplistas de prostitutas y delincuentes. Sino encontramos en sus personajes, los perfiles de la maldad confundida con la ternura, de la bondad traspasada por lo cruel. No es blanco ni negro, sino humano claroscuro. Quizás influencia del Bosco o del período de los Caprichos de Goya. No hay en otras palabras ni moralismo ni denuncia. Ni panfleto, ni prédica. Una cosa es segura alguien desde ahí, nos mira, nos habla, nos descubre, nos envuelve y nos lleva hasta las secuencias más hondas de las trepidaciones abismales que nos retuercen el alma. Como en El Comepiedras, que lleva la nostalgia de muerte en la mirada y la fuente mineral y última del universo en la mano. Banús no se preocupa “del pueblo” en abstracto. Ni de las dialécticas abstractas que se esfuman en polémicas sin fin, en cafeterías y paraninfos. Banús simplemente nos recuerda que existen individuos que se debaten entre la ilusión y el miedo. Que las prostitutas no son malas, ni buenas. Que también tienen sueños, angustia, hambre, sed de ser amadas. Por esta razón Ramón Banús es amargado entre sonrientes y sonriente entre amargados. Progresista entre oligarcas y conservador entre

“revolucionarios”. Su arte no es ni popular, ni elitico. Es arte. Por eso conmueve. Puede gustar o molestar pero no pasa indiferente. Es el caso de esa gran obra al óleo que es El Pueblo, pintada a inicios de los 80 en un período de especial violencia. Pero no encontramos un grito de protesta, ni una masa compacta que se muestra como sujeto de la historia. Sino aglomeraciones de gestos, miradas furtivas, genuflexiones de dolor, de miedo, de sueño, de angustia, de desolación masiva. Encontramos simplemente al pueblo, a la gente que se debate diariamente entre el deseo de vivir y los límites que impone la sobrevivencia. Gente que nos mira y que son mirados: el pueblo somos todos y en concreto nadie. Manuel José Arce habla de Banús como del cosmopolitano atitleco; la expresión no deja de cautivar, porque se pierde de pronto en el lago sin fondo donde está el Xocomil de las pasiones

de la vida, del amor, de la miseria, de la aurora y la noche. Banús no gusta de dioses ni de falsos adoradores del fuego. Ningún ismo. Ningún opio. Sea nacional o internacional. Le interesa la condición humana. Y en el retrato de un personaje simple, está la cotidiana verdad de la belleza, la prosaica realidad de existencias atrofiadas, reprimidas. Justamente ahí donde se juntan los lagos mágicos de Guatemala con los cielos eléctricos de la noche de Leonard Cohen, Bob Dylon. Y Verdi. Y Wagner. Y el marimbista más humilde de San Rafael Pie de la Cuesta. El artista Banús el más guatemalteco de los cosmopolitas y el más cosmopolita de los guatemaltecos no quiere retratar a Kukulkán, sino mostrarnos el Kukulkán que llevamos adentro. Y como el antiguo Terencio, podría también Ramón Banús decirnos, con toda su formidable obra: “Nada humano me es ajeno”.


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De otras partes

Las intimidades de Frida Kahlo

Normalmente la gente va acumulando en sus cajones –principalmente en los de la mesilla de noche– objetos tan variados como personales. Notas, fotos, suvenires, confesiones escritas, rastros de aventuras y otras muchas intimidades. Generalmente también cuando una persona muere hay varias posibilidades: o sus pertenencias son tiradas a la basura, o bien son guardadas en un depósito o se le rinden tributo con lágrimas que las van decolorando, pero inexorablemente poco a poco suelen quedar en el olvido.

J

ustamente esto parecía que sucedería con una serie de fotografías personales que cuidadosamente fue colectando, conservando y mimando la artista mexicana Frida Kahlo durante su vida joven y adulta. Cuando la pintora murió, su esposo Diego Rivera las tomó y a su vez, pidió a la persona encargada de administrar su legado, conservarlas y abrir la caja 15 años más tarde. Pese a la recomendación, la caja se mantuvo cerrada varias décadas, hasta ser finalmente expuesta al público en 2007. En 2012, gracias al Aritsphere, centro cultural perteneciente al condado de Arlington, parte del área metropolitana Washington D. C., y puesto que es ciudad hermana de la delegación mexicana de Coyoacán, la colección de fotos de Frida Kahlo ha sido expuesta en Estados Unidos por primera vez, lo que nos permite tener disponibles ante el público anglosajón más pistas acerca de las características personales de la insigne artista, en lo que es un modélico ejercicio de cooperación cultural del que también han participado el Instituto Mexicano de Cultura, la Embajada Mexicana además de los Museos de Kahlo y de Rivera en México. Y es que hace rato que Frida Kahlo conquistó al gran público mundial, sin embargo, su aporte al arte contemporáneo y a la cultura latinoamericana ha sido precedido por una enigmática

POR FADRIQUE IGLESIAS

aureola. Frida ha desarrollado sus propuestas a partir de la introspección, de contradicciones vitales y de la lucha por la igualdad, en términos simbólicos. Todos temas plenamente vigentes, desde el terreno sociológico hasta el estilístico, marcado por la actualidad de sus temas en el marco de la sencillez intimista, en la que justamente ahora incursiona con gran fuerza nuevamente la literatura o el cine independiente. Entre las piezas guardadas por Kahlo había retratos de su padre, el también fotógrafo profesional Guillermo Kahlo, había una serie de fotos tomadas por ella, otras incluso recortadas arbitrariamente y escritas a mano con notas, algunas piezas tomadas a ella posando y a otros amigos suyos, firmadas por artistas conocidos como Edward Wetson, Man Ray, Brassai y Tina Modotti. La sensación tras ver la muestra es haber entrado por un instante en la intimidad de la artista, en su espacio privado, llámese su habitación o en términos actuales su Facebook, y esa es la gran novedad que logra el curador de la muestra, Pablo Ortiz Monasterio. El resultado ha sido que el Artisphere se ha visto casi desbordado con el inusitado interés de las casi 2000 visitas del día de la inauguración, repitiéndose las varias centenas a lo largo de las siguientes semanas. Además, con

tal motivo, se han preparado una serie de eventos paralelos, teniendo en cuenta tanto a su público habitual –de por sí heterogéneo– como a la abundante comunidad hispana que vive en los alrededores. Se han proyectado dos ciclos de cine, uno relacionado con mujeres y el otro con la obra de Robert Rodríguez, además de talleres para niños y adultos sobre Surrealismo, dictados por un mago. Además de varios conciertos de indiscutible calidad, el primero de la banda mexicana de bluegrass Rana Santacruz, el se-

gundo de la cantante de flamenco versión ceutí La Shica y el tercero de la banda denominada por el Instituto Mexicano del Sonido quienes fusionan diversos ritmos de diferentes épocas -podrán verse en España en el festival Sonorama-, algo que solamente puede calificarse como ecléctico, en la onda precisamente del Artisphere. Por último, para cerrar el mes de marzo, habrá también un turno para bailar con el día de “La Mujer en la Salsa” y la actuación de los también mexicanos Los Quetzales.

En el Artisphere ya saben ampliamente como combinar los sueños, lo contemporáneo, lo vanguardista, lo rupturista con lo que es atractivo para quienes buscan arte del bueno, siempre mostrando hacia dónde apuntan las nuevas tendencias, y qué mejor que hacerlo recordando a una de las grandes artistas contemporáneas del mundo hispano, en el año designado por el Banco Mundial como el del estudio de la igualdad de género y en el día internacional que se la recuerda, el 8 de marzo.


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Semana Santa en la ciudad de Santiago de Guatemala.

Cofradía del Santo Cristo de Trujillo

Iglesia de San Francisco El Grande. Miércoles Santo en la mañana. Otra procesión que alcanzó renombre y solemnidad durante la Semana Santa, en la ciudad de Santiago de Guatemala, fue la del Santo Cristo de Trujillo. Para muchos lectores son desconocidas estas procesiones e imágenes. POR MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

FOTO LA HORA: MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

E

FOTO LA HORA: MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

La otra pieza rescatada fue el brazo derecho.

FOTO LA HORA: ARCHIVO Alba Lucerna Rosal (+)

Monumental templo de San Francisco El Grande.

n 1642, los piratas holandeses invadieron, saquearon y quemaron la ciudad de Trujillo en Honduras. La Iglesia católica no se escapó a su, codicia, furia y destrozo. Las imágenes sufrieron mutilaciones y otras fueron quemadas. Fray Anselmo de las Huertas, rescató –no sin esfuerzo y peligro- dos piezas de un crucifijo venerado. La cabeza y el brazo derecho y en calidad de reliquias, las llevó a la iglesia de San Francisco El Grande de la ciudad de Santiago de Guatemala. La comunidad franciscana las recibió con gran sentimiento de dolor y las hizo colocar en una urna con cristales, en el primer cuerpo del altar mayor. (1) El Cronista Fray Francisco Vásquez, describe los pormenores del ataque de los piratas holandeses a la ciudad de Trujillo y la forma cómo llegaron al templo y causaron los daños irreparables a sus imágenes. (2) Estas reliquias fueron veneradas por los fieles y la Cofradía que se formó en torno suyo. Entre los cultos que les rindieron estaba el de una procesión

Desde mi butaca

Ya vamos a ser ‘‘guatecos’’

Todo es cuestión de modas y modismos que se van imponiendo gradualmente, unos se quedan y otros se van. La vez anterior me referí a la forma como gritan los ayudantes de camionetas y de ruleteros los nombres de sus destinos: “YA” por Maya; NIZO, por Granizo; LAGRO, por el Milagro, etc. Y dentro de eso de acortar palabras se está introduciendo el de no decir GUATEMALA, sino GUATE, con lo que dejaríamos de ser guatemaltecos, para ser únicamente GUATECOS. No sé si les gustaría eso… a mí no.

P

or otra parte, se está generalizando el vocablo CHAPINES, que en una época fue adversado, pues decían que era como decirnos pantuflas, pero en estos días lo veo escrito, lo veo en televisión, lo oigo decir por la radio… a mí me gusta que me digan chapín.

POR JOSÉ ANTONIO GARCÍA URREA

A propósito, se me ocurre que deberían imprimir playeras que dijeran: SOY PURO GUATEMALTECO, SOY CHAPÍN, GUATEMALA EL MÁS BELLO PAÍS DEL MUNDO, y otros sobre el mismo tema que se les ocurrieran. El nombre lo adversan por lo de MALA, pero nuestra patria no es mala, al contrario, los chapines so-

mos pero requetebuena gente, hay sus excepciones como en todo conglomerado, pero es algo a lo que se refieren los extranjeros que nos visitan y de donde resulta que muchos de ellos se trasladan para acá. Recuerdo de un diplomático (norteamericano), que su período de estancia en Guatemala era de dos años, pero se las ingenió para estar cuatro y cuando

solemne matutina, por las calles de la ciudad de Santiago de Guatemala. Fuentes y Guzmán en su Recordación Florida, se refiere a su solemne procesión el Miércoles Santo por la mañana. Nos dice “…aquí consagrados y piadosos cultos, con júbilo y una devotísima y educativa procesión, el Miércoles Santo, por la mañana, se predican y ejercitan los desagravios de tantos sacrificios impropios, que fuera de separar y resumir los santos miembros de su sagrada efigie el golpe violento y atrevido de rabiosas descomulgadas manos de aquellos herejes, manifiesta una sangrienta y rota herida derecho del labio inferior, de donde dicen que al tiempo de recibirla de aquellos impulsos sacrílegos, vertió de ella la sangre que hoy se manifiesta haber corrido de su cisura, que como de un cuerpo natural se ve desunido y separado en un cutis del otro…” “Es verdaderamente hermosísima y edificativa su divina imagen, y que la hace más venerable y devota el celo y el cuidado de su atentísimo culto; pues solo gozan los fieles el consuelo de verla y venerarla una sola vez en el año…” (3)

se fue, se llevó a la cocinera porque le gustaba la comida chapina y hasta el loro, y, según dijo, al jubilarse se vendría a vivir acá. Mi maestro de cine (ya me he referido a él) era yugoslavo, ciudadano norteamericano por adopción; estuvo viviendo aquí varios años haciendo trabajos cinematográficos para una entidad internacional. A la vez de su alumno, fui su ayudante; me pagaba: fue quien, lo dije una vez, rescató la cabeza de Maximón de Atitlán, porque un cura español lo quemó, como lo había filmado, del negativo, yo tenía entonces mi cuarto oscuro, también soy fotógrafo, hice una serie de fotografías de todo el entorno de la cabeza tamaño 8 X 10” y de acuerdo a ellas, en Artes Plásticas la reprodujeron y él se la llevó a la Cofradía respectiva. Lo requetequerían. Pues un día, míster Richard tuvo que ir a Santa Bárbara, California, en donde tenía su casa y se fueron con su esposa, pero las personas de la casa aquí, en donde ellos estaban hospe-

Reliquia rescatada. El rostro del Cristo de Trujillo. Se nota el agujero de un disparo en el labio superior derecho. Esta procesión que por las mañanas del Miércoles Santo, salió de la iglesia de San Francisco El Grande, contó con el acompañamiento de las principales Autoridades del Reino y de numerosos fieles, cuando enfilaba por la Calle de la Nobleza hacia el barrio de Santo Domingo y luego en su estación en la S. I. Catedral. Su retorno al templo era a media tarde. Después del terremoto de Santa Marta, junto con otras imágenes de especial veneración, fueron trasladadas a la iglesia de San Francisco en el nuevo asentamiento de la Ermita, donde al correr de los años se extinguió su veneración y procesión. Notas 1.- Lamadrid, Fray Lázaro. Extracto de la guía turística de San Francisco en Antigua Guatemala., p. 19. 2.- Vásquez, Fray Francisco. Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús. t. IV, ps. 275-288. 3.- Fuentes y Guzmán, Francisco. Recordación Florida, t.1, p. 239.

dados se pusieron a llorar y él me decía: “¿Por qué la gente de aquí llora cuando uno se va? si es cosa de tomar el avión, viene y se va y regresa.” -Le dije: es que así somos los guatemaltecos, querendones, a ustedes les tienen cariño y por eso lloran. Él trató de fundar una escuela cinematográfica, fue novedad, hubo muchas y muchos inscritos, era gratuita, se reunían en el salón de actos del Instituto Central para Varones, pero al ver que el estudio era serio fueron desertando, nos quedamos cinco, de ellos yo. Pues van a ver, a míster Richard le gustaba el nombre de Guatemala, jamás reparó en el apócope, e incluso tenía el propósito de venir a vivir aquí. Pues el caso es que me parece que las autoridades de Gobierno correspondientes, no sé si Turismo o el Congreso de la República deben tomar cartas en el asunto para detener eso ya de andar mutilando el nombre de nuestra Patria, y que se diga verbal o escrito claramente: GUATEMALA, y se sancione a todo aquel que por esnobismo lo esté acortando.


8 Suplemento Cultural

Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012

Palabras de papel celofán

Chiviricuarta, cuentos y poemas de Álvaro Arrivillaga

Á

lvaro Arrivillaga Cortez es un joven médico que además de ser ferviente lector, también es, hasta el momento, un aficionado a escribir relatos de ficción, pero que, si se lo propone, podría convertirse en uno de los escritores guatemaltecos contemporáneos singulares, sobre todo porque, como en su primera seria incursión en el mundo de las letras, tiene la facilidad de exponer en blanco y negro acontecimientos o circunstancias reales o ficticias que son propias de la idiosincrasia guatemalteca. El libro recién entregado al autor durante un acto especial, lleva el sugestivo nombre de Chiviricuarta, que, para muchos compatriotas de las actuales generaciones, no implica ningún significado específico, pero a los adultos, especialmente de la tercera edad, les traerá recuerdos de su niñez y juventud porque se trata de un juego que era la diversión colectiva entre los menores de un barrio, una cuadra, un colonia de cualquier ciudad o poblado de la Guatemala de antaño. Es más explícita la escritora Lorena Flores Moscoso, en la contraportada de la obra, editada por IDEART, al señalar que “Chiviricuarta de Álvaro Arrivillaga nos transporta cuadros de costumbre contemporáneo (porque) los relatos describen, algunas veces, con sátira y otras con nostalgia, los ambientes, costumbres, oficios, tipos de personas en una sociedad guatemalteca o quizás universal. Las personas nos dejan una sensación de marginalidad, pero también de ternura, incluso de ingenuidad. “En estas páginas podemos encontrar un particular espacio donde la infancia y la adultez se fusionan y todo lector puede encontrar un vínculo”. El libro recoge mayoritariamente cuentos, pero, asimismo, da cabida a unos cuantos poemas de inclinación romántica, que deviene en una extraña mezcla de prosa y verso, y, de esa cuenta, el también escritor Jorge Eduardo Benavides, del Centro de Formación de Novelistas, de España, asevera que “Los cuentos y los poemas de Álvaro Arrivillaga nos

POR EDUARDO VILLATORO

muestran el delicado tapiz de una sociedad bulliciosa e hirviente de complejidad. “Son pequeñas estampas que abordan con precisión y agudeza los diversos registros de esa misma sociedad, captando como al vuelo su pulso más íntimo y revelándonos los muchos microcosmos que la conforman. Arrivillaga maneja con pericia muchos recursos del oficio y ello se nota claramente en estos textos”. CONFESIONES El mismo autor de Chiviricuarta admite que los relatos nacen de la necesidad de expresar historias propias de nuestro escenario guatemalteco. Son estampas que no pretenden más que describir situaciones que a pesar de su cotidianidad, pareciera que muchas veces no vemos o simplemente no queremos ver. En todo caso, los cuentos intentan ser un reflejo de nuestra sociedad, describiendo “nuestras condiciones de vida, nuestra idiosincrasia y nuestra multipluriculturalidad, poniendo en evidencia cómo funcionamos, cómo nos interrelacionamos y cómo vemos nuestro día a día”. Al margen de las historias cuyos contextos son propias de la violencia, la pobreza, la enfermedad y otras lacras de las clases populares, que persiguen que el lector no permanezca ajeno a esas encrucijadas de la vida, también se encuentran relatos que basados en el realismo mágico buscan adulterar la realidad y traspasar esa frontera que no siempre es común, en vista de que cada quien puede terminar de construir en su imaginación lo que no culmina en el texto. Confiesa Arrivillaga que algunos de estos cuentos surgen desde hace muchos años atrás, pero su contenido sigue teniendo vigencia en virtud de que, en esencia, “seguimos siendo los mismos”, al contrario de lo que el chileno Pablo Neruda evoca en uno de sus veinte versos de amor: “Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”. El autor revela que otros cuentos son el fruto de talleres literarios en los que ha participado y que, en su momento, fueron escritos en una modalidad

corta, pero que el tiempo y la experiencia los convirtieron en textos más extensos, de manera que “se constituyeron en historias redondas de principio a fin”. Arrivillaga justifica la presencia de poesías en un pequeño volumen de prosa, al indicar que no clasifican ni son segmentos de los cuentos, sino que los trata de ubicar como “pinceladas de otro género literario” que sólo aspiran sumar “realidad al libro”. El nombre de la obra surge

del hecho de que varios de los relatos tienen a niños como protagonistas, fuera de que chiviricuarta “es un vocablo muy guatemalteco que hace referencia a un juego infantil”, mientras que la portada, que muestra a un niño de tez oscura y que caracteriza a un chico de barriada aspirando el humo de un cigarrillo, insinúa que en Guatemala las condiciones atinentes a la educación., la vivienda, la salud y el desarrollo siguen siendo inmensamente desiguales, y de ahí que los

menos afortunados tienen “que crecer a empujones, a golpes y caídas”. En resumen, Chiviricuarta no sólo es un libro de cuentos que resulta un espejo de la realidad circundante de las clases medias bajas y populares, con incrustaciones de poemas, que podría llamar a la reflexión al estrato social propio de la existencia real y no imaginaria de Álvaro Arrivillaga Cortez, además de que entretiene en la soledad de las noches sin horizontes.


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