Suplemento Cultural 18-02-2012

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Suplemento Cultural Una idea original de Rosauro Carmín Q.

Mario García, más allá de lo clásico

El carnaval antigüeño Página 2

Guatemala, 18 de febrero de 2012


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La Antigua que viví

El carnaval antigüeño

A mediados del siglo pasado, allá por la década de 1940, las fiestas de carnestolendas como las llamaban las personas mayores o de carnaval por los jóvenes, fue alegremente celebrado por los vecinos de la ciudad de Antigua Guatemala, en su parque central y sus alrededores.

C

POR MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

on paciencia desde el mes de diciembre y aprovechando el tiempo de ocio, se cortaba en trozos pequeños, el papel de china que se guardaba de los regalos de cumpleaños. Rosado para las niñas y azul para los varones. Se agregaban otros colores: verde, amarillo, rojo, morado y naranja que mezclados se les llamaba retazos. Nosotros comprábamos por cinco o diez centavos, medio o un ciento de cáscaras de huevo, en las panaderías de María Toledo, El Cisne de doña Josefa vda. de Contreras o en la de María Gordillo. No era difícil procurar cuántas cáscaras se necesitaban porque entonces si se les agrega huevo al pan y a las tortas de cumpleaños. Se colocaban en agua en una bañera de zinc para que se limpiaran por fuera y se les desprendiera con facilidad la tela interna. Se emparejaban las puntas y secas las cáscaras, se le colocaban en su interior, un puño de retazos con un anicillo –un dulce pequeño que sólo la Lolita Moreira lo sabía hacer-. Se cubría el agujero con un trozo de papel de china de diversos colores, pegado con almidón o engrudo casero. Terminada esa fase, venía la artística. Pintar con anilina de variados colores y una pluma de paloma cada cáscara de huevo. De un solo color, de varios, con o sin figuras. Predominaba el gusto de cada quien. Terminada esta labor, los cascarones estaban listos para romperlos en la cabeza. Los hombres en las de las mujeres y viceversa. En grandes bolsas de papel íbamos al parque central a disfrutar del carnaval. El papel celofán con pedazos de papel de china, se cortaba en trozos menudos, lo más fino posible para formar el pica pica. En verdad que picaba porque al ser tan fino con facilidad se adhería a la piel. Para su fácil transporte se llevaba en bolsitas pequeñas de papel. Las vendedoras de cascarones, se colocaban en las entradas del parque y era una estampa muy alegre, ver el colorido de tantos cascarones acondicionados en grandes canastos. El carnaval se anunciaba con la llegada de la lotería o la polaca y los juegos mecánicos de don Mariano Arrazola. Se instalaban en el recodo del atrio de la iglesia Catedral y lo que fue el Palacio Arzobispal –donde- en ese entonces, funcionaban las oficinas de correos y telégrafos nacionales. Era motivo de alegría, especialmente para la chiquillada, ver cómo se armaban la rueda de caballitos, la de Chicago y la lotería con los premios al centro y las tablas que servían para sentarse y para colocar los cartones con varias figuras. En sacos pequeños de manta, se guardaba el maíz para señalar la figura que, una tras otra aparecía, hasta completar el cartón y cantar ¡Lotería! En espacios más amplios como la plazuela de la Merced, se agregaba la rueda de aviones y en San Felipe –para su piadosa romería- en su amplia plazuela o en el campo de la feria, se instaba el chicotazo que consistía en carritos pequeños que antes de llegar al borde de la pista frenaban por un instante, para luego seguir desplazándose entre el susto y el gusto del piloto. Mundo Arrazola era pequeño de estatura. Se subía sobre un alto taburete para cantar las figuras de la lotería. Era gracioso, juguetón y con cierto aire de picardía, cantaba cada figura para mantener despierto a los jugadores. “La muerte Quirina que andando se orina” ¡La muerte! repetían los ayudantes. “Las campanas de mi pueblo, llaman a misa a los creyentes. Unos van con devoción y otros a pelar el diente…”. ¡La campana!, repetían de nuevo los ayudantes y quienes tenían la campana en sus cartones, la marcaban con un grano de maíz. “Entre melón y melambas, hicieron una camiseta. Melón puso las mangas y melambas la pura jeta…” ¡el melón! Y así, con esa gracia, seguía hasta que alguien gritaba ¡Lotería! Y le entregan el premio consistente en varios vasos, ollas o sartenes. El miércoles de ceniza, apresuradamente se trasladaban a la plazuela y después al campo de la Feria de San Felipe con ocasión de su tradicional romería del primer viernes de cuaresma. Para muchos pasa inadvertido y los curiosos –en cambio- se preguntan ¿por qué el parque central de Antigua Guatemala, tiene dos

pistas? Una superior con bancos de calicanto y cubierta de mosaicos y la inferior, más ancha y extensa de tierra. Porque en ese entonces, prevalecía la diferencia social y cada una tenía sus propios modelos de vida. La parte superior del parque era para la sociedad y la de tierra llana para el pueblo. Fue hasta en la década del año cincuenta cuando se mandó a asfaltar ese entorno. Mientras el pueblo daba vueltas de oriente a poniente y se divertía con cascarones y pica pica, comprados en los canastos de sencillas vendedoras, los de la sociedad lo hacían a la inversa y se divertían con caretas, confeti de un solo color y serpentinas que vendía Pedro González en su almacén El Arlequín, situado en la calle del Arco, al costado de la farmacia Fénix. Estaba prohibido jugar con confeti de varios colores porque se presumía que se recogía del suelo. De esa forma los grupos sociales no se mezclaban y cada uno se respetaba y jugaba con lo suyo. Por supuesto que hubo algún joven atrevido a quien le gustaba una patoja de la sociedad y en un descuido se le acercaba, rompía el cascarón entre sus dedos y con delicadeza lo colocaba sobre su cabeza. La patoja lo agradecía ante la mirada tenebrosa de sus padres. Se convertía en escándalo social si la nena, tan bien cuidada y educada, se hacía novia de un chancle aguacatero. El carnaval antigüeño tenía también la alegría del baile. Don Neto Díaz arrendaba la sala del único cine de la ciudad. El piso se lustraba y para que los bailarines se deslizaran al ritmo de las piezas musicales, se regaba con escamas de borax. A los lados se colocaban las mesas de consumisión y en el escenario la mejor marimba de la ciudad, Non Plus Ultra, amenizaba el baile con toda clase de ritmos que era, el deleite de la sociedad antigüeña. La rumba y la conga despertaban el entusiasmo para

que las damas, con cierta discreción, movieran las caderas, porque excederse era mal visto y menos que el danzante bajara la mano a lugares abultados. El confeti cubría la cabeza de los danzantes y de un extremo a otro, se lanzaban las serpentinas. Para las muchachas de servicio olorosas al perfume “Los Tres Periquitos” y sus enamorados con el cabello asentado a base de vaselina aromatizada, don Pablito Miranda abría su salón de baile “La Fama” en la casa donde Carlos del Pozo puso su gasolinera en la calle del Arco. Esa casa tenía cubierto el techo, varios pilares para separar el área de baile de donde se colocaban las mesas y sillas para servir las bebidas. (Fue en esa casa donde don Justo Linares, fundó el ramal antigüeño del Partido Revolucionario que apoyó al Dr. Juan José Arévalo) Esta zarabanda la amenizaba la marimba “Royal” que dirigía Betío Pineda. Por cada pieza se cobraba al varón. Al inicio y de extremo a extremo de la pista, sendas personas con un lazo detenían a las parejas y al pagar pasaban al otro extremo para seguir bailando un poquito juntitos, porque hacerlo pegaditos era un atrevimiento. Acá, los cascarones y el pica pica ponían la nota alegre. El piso quedaba cubierto de cáscaras de huevo pintadas con anilina y cantidad de retazos de diversos colores. El martes de Carnaval, la fiesta se extendía hasta las altas horas de la noche y muchos aun con la resaca y el confeti y los retazos en la cabeza y la solapa, asistían piadosamente a la imposición de la ceniza. Las campanas llamaban a los fieles a las seis de la mañana y al hacer la señal de la cruz con la ceniza, el sacerdote pronunciaba el mensaje admonitorio en latín que, los medio entendidos lo traducían en que como del polvo venís en polvo te vas a convertir. De eso no hay vuelta atrás.


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Caja musical

La fuerza natural de Cerati y Spinetta

Son dos tipos delgados, desgarbados, rockeros, de apellidos italianos, de pelo rizado y moreno, acostumbrados a dejar riffs poderosos en sus guitarras y melodías penetrantes, bonaerenses, nacidos en los años cincuenta –uno a principios de década, el otro a fines-, sufridores del contexto de las dictaduras, y sobre todo transformadores de la música popular argentina o de la percepción de ésta fronteras afuera. POR FADRIQUE IGLESIAS

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uis Alberto Spinetta* y Gustavo Adrián Cerati son dos de los más importantes sobrevivientes de la leyenda del llamado rock latino. El único que tiene una sombra más alargada es Charly García. Todos ellos son supervivientes de una vida frenética, dirigida por esa bestia creativa que el trío sin proponérselo comparte. En una encuesta realizada años antes a varios músicos de la escena rockera argentina preguntando por el mejor álbum de la historia de ese país, proclamaron al disco “Artaud” vencedor y fue firmado por una de las bandas de Spinetta, Pescado Rabioso, en un guiño al literato francés Antonine Artaud. Cerati precisamente votó por aquella pieza musical. La importancia del triduo sacro del rock argentino compuesto por Charly, Spinetta y Cerati en América Latina es fundamental. Si el movimiento del rock mundial tiene base en Chuck Berry, Elvis, Los Beatles, Dylan y los Rolling Stones, lo que implica que la música de este género tenga el inexpugnable filtro británico y norteamericano hasta los años setenta (incluso después), en las décadas posteriores surge también el tamiz de influencia de estos tres argentinos en un gran espectro de la música rock en español, desde el Río Grande mexicano hasta el Cabo de Hornos chileno. El 4 de diciembre de 2009, Spinetta festejó 40 años de actividad musical con esos dos colegas en escena, entre otros, dedicando media docena de horas al nutrido público que atestaba el estadio de Vélez. Juntos, Spinetta y Cerati interpretaron Bajan y

poco tiempo después Té para tres, dos piezas antológicas. Pocos meses después de aquel concierto, Gustavo Cerati sufrió un ictus cerebral que lo dejó postrado en la cama de un hospital hasta hoy, en estado de coma. Por su parte, el Flaco Spinetta ha sorprendido esta semana a todos comunicando que padece de un severo cáncer de pulmón. Aún así, ambos se mantienen como pueden aferrados a una vida acelerada, violenta en lo artístico, transformadora. Spinetta impuso su impronta a fines de los setenta, Cerati lo hizo diez años más tarde junto con su banda Soda Stereo. A la manera de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, sus fans saltan de link en link, de noticia en noticia buscando rastros de ambos. Una persecución desbordada para encontrar esa buena noticia que no termina de llegar. También persiguen entrevistas, acordes y relatos relacionados que eviten especulaciones burdas. En cuanto a García, parecería estar repuesto de los nocivos fantasmas de sus adicciones, con unos kilos de más, y ha vuelto a dar conciertos. Los otros dos lo tienen mucho más complicado. Sus hinchas, en un ejercicio irrefrenable y quizás egoísta, esperan una difícil recuperación, la vuelta de ese patrimonio que ya es de todos, pero que no parece atravesar su mejor momento de salud. Pero lo cierto es que Charly, y sobre todo Cerati y Spinetta están vivos, en cuerpo y alma. Es de justicia recordarlos y poner play una vez más. * Luis Alberto Spinetta (19502012), murió el pasado 8 de febrero. Cerati permanece en coma desde el pasado 5 de mayo de 2010.


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Colabora

La geneaLogía de MicheL “La pLebe”, La verd

El pensamiento de Michel Foucault es complejo, nada fácil de asir. Es un cavilar genia de múltiples y convergentes hilos que magistralmente nos conducen al poder, a activamente -con la misma pasión que fueron escritos- de esos textos saltan sapos, cule la ignorancia. Irredento. Investigador de la ciencia. Arqueólogo del conocimiento, Por eso, entre otras cosas, llama tanto la atención

¿

Cuántas veces hay que releer un párrafo foucaultiano para entender qué quiso decir?, ¿qué realmente esconde? o ¿cuál es el verdadero, el profundo sentido de su original reflexión? A veces… muchas; muchas veces es necesario repasar tan solo un párrafo: habrá que releerlo para reentenderlo, para redescubrirlo. En tanto, degustar un par de entrevistas de este pensador francés, fue como beber varias tazas de café expresso por la mañana, para despertar de golpe a las circunstancias de ese mundo complejo que vivimos hoy. Sus palabras –su pensamiento veleidoso, terrible- atrapado hace ya varias décadas en un par de entrevistas, las sentimos vívidas. Intensas. Reveladoras. Más actuales que nunca. Intentaremos, intentaremos -nada más- acercarnos al pensamiento de este pensador sumamente crítico, tras la lectura de los capítulos “Poderes y estrategias” y “Verdad y Poder”, del texto “La microfísica del poder”, editado en 1985. Texto de múltiples temáticas, todas interesantes, pero de las cuales extraeremos las que más nos han interesado, para poder realizar este ejercicio foucaultiano. Y por espacio, seleccionados solo unos pocos conceptos, tal vez claves en su pensamiento. “LA PLEBE” Y EL PODER Foucault nos habla de “la plebe”, sin que se entienda como un concepto peyorativo, sino como el blanco constante y constantemente mudo de los dispositivos del poder. Es decir “el pueblo”. Ese pueblo que todos sabemos cuál es. “No es conveniente sin duda concebir a la plebe como el fondo permanente de la historia, objetivo final de todos los sometimientos, núcleo jamás apagado totalmente de todas las sublevaciones. No existe sin duda la realidad sociológica

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aciones

FoucauLt: Micro-poder,

dad y Los discursos

al que urde ciclos de imágenes sin fin; espiral de conceptos reveladores, hilvanador a “la verdad” y al discurso, como temas recurrentes. Si se inquiere, se leen ebras y cucarachas intelectuales que retuercen la mente de cualquiera, interpelando de la ciencia, del pensamiento posmoderno. Es difícil encuadrarlo, enmarcarlo. n y cautiva. POR RAMIRO MAC DONALD

de la plebe” (Foucault, 1985) Es válido. ¿No existe?, ¿si… siempre ha existido? Ese anónimo “Juan Pérez” -latinoamericano 100%- es “la plebe”, es el rostro foucaultiano y consignado como la plebe, escrito en minúsculas, incluso sin comillas. Lo que sucede, es que ese grupo social también, según este filósofo, escapa de algún modo a as relaciones de poder. Hay una energía no apresable en “la plebe”, por eso Foucault la redefine como “de la” plebe: “Hay de la plebe en os cuerpos y en las almas, en los ndividuos, en el proletariado, y en a burguesía, pero con una extensión unas formas, unas energías, unas irreductibilidades distintas”. 1985)¿Vale reducirla a una especie de espíritu de “la plebe” o del pueblo? La reducción de la plebe puede hacerse de varias formas: Por sometimiento efectivo, para su utilización como plebe. El ejemplo es la delincuencia del siglo XIX, Cuando ella se inmoviliza a sí misma en función de una estrategia de resistencia (a esa plebe que le ienen miedo los poderosos) Como anverso y límite del poder. Foucault habla más adelante, de a cuestión del ejercicio del poder, cuando se piensa corriente en término de amor (al maestro) o al deseo (de las masas por el fascismo) y se pregunta: ¿Pueden especificarse as formas de este consentimiento, “las razones del obedecer” en las que dicha subjetivación disfraza el funcionamiento? Seguramene estaba pensando en Mussolini, Hitler o cualquier otro dictador de a historia. “Lo que molesta, dice Foucault, es a afirmación del deseo de las masas por el fascismo, es que la afirmación encubre la falta de un análisis históico preciso” (1985) El no análisis del fascismo, agrega, es uno de los hechos políticos de estos últimos

años. Lo que permite hacer de él un significante flotante, cuya función es esencialmente de denuncia: “los procedimiento de todo poder son sospechosos de ser fascistas, del mismo modo que las masas son sospechosas de serlo con sus deseos. Bajo la afirmación del deseo de las masas por el fascismo se esconde un problema histórico que no se ha intentado resolver”, (1985) ¿Qué diría Foucault sobre el Pinochet, de Chile o el Ríos Mont, de Guatemala. ¿Es ese el amor a los tiranos, esa apetencia de “las masas” por los dictadores, ese amor al maestro que nos interpela, cuestiona y restriega en la cara a los humanistas del presente siglo, este filósofo de mediados del siglo XX? EL SISTEMA JURÍDICO Y EL PODER Hablar de sistema jurídico en términos foucoultianos es pensar en esta reducción del poder en la figura del maestro; del maestro que “dicta la ley” y que dice “la verdad”; del maestro que “censura y prohíbe”. Ese proceso de reducción del poder en la figura del maestro, está ligada a otra: la reducción de los procedimientos del poder en la ley de la prohibición. Los siguientes conceptos juegan un papel importante en el pensamiento de Foucault: Permite valorar un esquema de poder que es homogéneo a cualquier nivel en el que uno se sitúe, y en cualquier dominio: familia a Estado, relación de educación o de producción; Permite pensar el poder solamente en términos negativos: rechazo, delimitación, barrea, censura. El poder siempre dice no. Enfrentársele, es transgresión. Pensar en poder es pensar en un acto de palabras: enunciación de la ley, discurso de la prohibición. La forma del poder reviste la forma pura del “no debes” (1985) Una sola y única “formula” de

poder –la noción de prohibiciónasí es aplicada a todas las formas de sociedad y a todos los niveles de sometimiento. Esto implica que el poder es un “gran sujeto absoluto”: -real, imaginario a jurídico, poco importa- que articula la prohibición (y la represión) Es la soberanía del Padre, del Monarca, de la voluntad general (¿hoy conocida como voluntad popular’) La vieja concepción jurídica, dice Foucault, debe pasar por el análisis contemporáneo del poder en términos de líbido: un poder negativo que supone por un lado un padre, un soberano cuyo papel es prohibir y por otra, un sujeto que debe algún modo decir sí a esta prohibición. ¿Por qué el poder es pensado como sistema de derecho?...porque en Occidente, el derecho ha sido instrumento de máscara del poder. “El poder ha sido un instrumento efectivo de constitución de los poderes monárquicos de Europa, y durante siglos el pensamiento político ha girado en torno al problema de soberanía y de sus derechos” (1985) En tanto, debemos considerar al derecho como el arma de lucha del poder monárquico en el siglo XVII, que le ha servido para afirmarse y el modo de su verdadera representación no como pantalla o ilusión, sino modo de acción. Foucault afirma que “el derecho no es ni la verdad, ni la justificación del poder. Es un instrumento parcial y complejo”. (1985) Debe ser entendido como un sistema que permite una gestión política y económica a través de la diferencia entre legalidad e ilegalismo. Y agrega que “eso no significa que sea necesario admirar una forma inabarcable de dominación o un privilegio absoluto de la ley. Que no se pueda estar fuera del poder no quiere decir que está de todas formas atrapado” (1985) Foucault propone varias hipótesis a confirmar, relacionadas con

este tema, sumamente atractivas. A saber: El poder es co-extensivo al cuerpo social, no hay playas de libertad, no hay mallas en su red, Las relaciones de poder están imbricadas en otro tipo de relaciones, que condiciona y son condicionadas por el poder. Estas son multiformes, no solo de prohibición. Su entrecruzamiento esboza hechos generales de dominación, y esto implica procedimientos dispersados heterónomos y locales de poder que son reajustados, reforzados, transformados por estrategias globales…pero que coexisten con fenómenos de inercia, desniveles y resistencia, no solo a partir de la estructura binaria de dominantes y dominados, sino como una producción multiforme de relaciones de dominación integrables en estrategias de conjunto. Sirven como estrategias, no solo porque estén al servicio de un interés primigenio económico, sino porque pueden ser utilizadas como estrategias mismas. No existe poder sin resistencia. Igual que él, es múltiple e integrable a estrategias globales. Para Foucault el poder está representado en todos lados, eso es lo que denomina micro-poder y está en cualquier parte: en las instituciones, en las relaciones familiares, sexuales, laborales, educativas, etc. Foucault “admite que el estructuralismo ha sido el esfuerzo más sistematizado para evacuar el concepto de suceso no solo de la etnología sino de toda una serie de ciencias, e incluso, en el límite, de la historia. No veo quien pueda ser más anti estructuralista que yo. Pero lo que es importante es no hacer con el suceso lo que se ha hecho con la estructura. No se trata de colocar todo en cierto plano, que sería el del suceso, como de considerar determinante que existe toda una estratificación de tipos de sucesos diferentes que

no tienen ni la misma importancia, ni la misma amplitud cronológica, ni la misma capacidad para producir efectos” (1985) Esto se debe a que Foucault se desprendió del estructuralismo, que una vez abrazó con ardor y luego criticó. Pero reconoce en este movimiento, seriedad cientificidad, aunque posteriormente no compartiera sus métodos. Entre otros temas, Foucault habla del escritor, como el intelectual que tiene la conciencia universal, el “sujeto libre, se oponía a aquellos que no eran más que competentes al servicio del Estado o de Capital (ingenieros, magistrados, profesores)… pero señala… que el papel del escritor tiende a desaparecer como figura de proa, el profesor y la universidad aparecen no quizá como elementos principales sino como ejes de transmisión, puntos privilegiados de cruzamiento. Que la universidad y la enseñanza se hayan convertido en regiones políticamente ultrasensibles, la razón es sin duda esta…” (1985) en vista que muchos los intelectuales pasan por la universidad. Y el autor considera que esa figura del intelectual específico se ha desarrollado a partir de la segunda guerra mundial, posiblemente en el físico atómico, quien ha sido la bisagra entre el intelectual universal y el intelectual específico, recordándonos a Julius Robert Oppenheimer (1904-1967), conocido como el padre de la Bomba Atómica, que criticó la muerte de millares de inocentes tras las explosiones nucleares en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Él es considerado como ese ejemplo de tener un discurso de protesta que concernía a todo el mundo, en vista que la amenaza atómica era contra el género humano. Eso le dio capacidad de lanzar un discurso universal… y no fue perseguido, no por su discurso, sino por el saber que poseía.


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Arquitectura

La persona y la ciudad

¿Cuál es el evento más importante de nuestra era? Depende del día, pero en el caso de que pensemos en siglos y no en días, seguramente la urbanización de la humanidad es un fuerte contendiente. Hoy en día, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, en comparación a menos del 3% en el año 1800. Hasta el año 2025, se espera que China, por sí sola, tenga 15 “mega-ciudades”, cada una con una población que llegue al menos a 25 millones de personas. ¿Están los críticos sociales en lo correcto al preocuparse por la soledad atomizada de la vida en una gran ciudad? POR DANIEL A. BELL AND AVNER DE-SHALIT

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s cierto que las ciudades no pueden proporcionar el rico sentido de comunidad que a menudo caracteriza a los pueblos y ciudades pequeñas. Sin embargo, en las ciudades se desarrolla una forma distinta de comunidad. A menudo las personas se enorgullecen de sus ciudades, y tratan de fortalecer las culturas cívicas que las distinguen. La historia sobre el orgullo que se siente por la ciudad en la que se vive comenzó hace muchos siglos atrás. En la antigüedad, los atenienses se identificaban con espíritu democrático de su ciudad, mientras que los espartanos se enorgullecían de la reputación de fuerza y disciplina militar de la suya. Por supuesto, las áreas urbanas de hoy en día son enormes, diversas y plurales, por lo que puede parecer extraño decir que una ciudad moderna tiene un espíritu distintivo que permea la vida colectiva de sus residentes. Sin embargo, las diferencias entre, Beijing y Jerusalén, por ejemplo, sugieren que las ciudades realmente tienen un espíritu distintivo. Ambas ciudades están diseñadas con un núcleo rodeado por círculos concéntricos; sin embargo, el núcleo de Jerusalén expresa los valores espirituales, mientras que en Beijing representa el poder político. Además, el espíritu distintivo de una ciudad da forma a mucho más que a sus líderes. Beijing atrae a los principales críticos politólogos de

China, mientras que en Jerusalén, los principales críticos sociales abogan por una interpretación de la religión que mantiene que las personas son sagradas y no así los objetos inanimados. En ambos casos, a pesar de las objeciones a los principios específicos de la ideología dominante, pocos rechazan el espíritu distintivo propio de cada ciudad. También podemos pensar en Montreal, cuyos habitantes deben navegar en las aguas entreveradas de las políticas lingüísticas. Montreal es un ejemplo relativamente exitoso de una ciudad en la que tanto los anglófonos como los francófonos se sienten en casa; pero sin embargo, los debates lingüísticos dominan el escenario político, y dichos debates estructuran un espíritu distintivo del cual se apropian los residentes de dicha ciudad. Hong Kong es un caso especial, donde el modo de vida capitalista es tan fundamental que está consagrado en la Constitución (la Ley Básica). Sin embargo, el capitalismo al estilo de Hong Kong no se basa simplemente en la búsqueda de la ganancia material. Se sustenta en una ética confuciana que prioriza el cuidado de los demás por encima del interés individual, lo que ayuda a explicar por qué Hong Kong tiene el mayor porcentaje de donaciones caritativas en Asia Oriental. Por otro lado, París se distingue por su espíritu romántico. Pero los parisinos rechazan el concepto banal de Hollywood de que el amor es una historia que siempre tiene un final feliz. Su idea de romance se centra en su oposición a los valores formales y la previsibilidad de la vida burguesa. En verdad, muchas ciudades tienen identidades distintivas de las cuales sus habitantes se sienten orgullosos. El orgullo urbano, lo que llamamos “civismo”, es una característica clave de nuestras identidades en la actualidad. En parte, esto es importante porque las ciudades que tienen un espíritu distintivo claro resisten mejor a las tendencias homogeneizadoras de

la globalización. Es preocupante ver cómo los países proclaman ideales atemporales y orgánicos, pero la reafirmación de las particularidades de una ciudad puede ser vista como un signo de salud. Las ciudades chinas tratan de contrarrestar la uniformidad a través de campañas para recuperar sus “espíritus” sui géneris. Harbin, por ejemplo, se enorgullece de su historia de tolerancia y apertura a los extranjeros. Por otra parte, el sitio Web oficial de Tel Aviv elogia, entre otros atractivos, el papel progresista de la ciudad como un centro mundial para la comunidad gay. El orgullo urbano también puede impedir el desarrollo del nacionalismo extremo. La mayoría de las personas necesita una identidad común, pero puede ser mejor encontrarla en su apego a una ciudad que en su apego a un país que está armado y dispuesto a entrar en conflicto bélico con sus enemigos. Las personas que tienen un fuerte sentido de civismo, pueden tomar decisiones basadas en mucho más que simplemente un mero patriotismo, cuando se trata de decidir sobre compromisos nacionales Las ciudades que tienen un fuerte espíritu distintivo también son capaces de alcanzar metas políticas que son difíciles de lograr a nivel nacional. China, Estados Unidos e incluso Canadá pueden tardar años en poner en práctica planes serios para enfrentar el cambio climático. Sin embargo, ciudades como Hangzhou, Portland y Vancouver se enorgullecen de su espíritu “verde”, y van mucho más allá de los requisitos nacionales en materia de protección del medio ambiente. Se culpa a la urbanización de una amplia variedad de males sociales modernos, que van desde la delincuencia y la falta de civismo a la alienación y la anomia. Pero, mediante la infusión de sus espíritus e identidades únicas, nuestras ciudades, en los hechos, pueden ayudar a empoderar a la humanidad para enfrentar los desafíos más difíciles del siglo XXI.


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Galería de artistas

Mario García, más allá de lo clásico

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ario García (Antigua, Guatemala, 1967), junto a Mauro López y Flavio Santa Cruz, participa en la exposición titulada “Al arte tiempo” que se inauguró recientemente en la Escuela Nacional de Artes Plástica y que también se exhibirá en los próximos meses en el Cerro del Carmen, la Universidad Popular y varias galerías del país, recreando simbólicamente la travesía de su carrera artística. Se trata de artistas de la generación del 90 que reflexionan ahora no sólo sobre las intimidades de su carrera artística sino también sobre su tiempo histórico y la actitud con que lo enfrentaron en su obra. La luminosidad y transparencia del color, la sencillez de la composición casi escenográfica, la contención emocional en la descripción de los contenidos visibles de sus cuadros, los temas sencillos y cotidianos, el modelado escultórico de los personajes y el uso sutil de elementos simbólicos universales e inconscientes, alcanzan en la pintura actual de Mario García un equilibrio formal y expresivo al que bien podemos llamar clásico. Tal perfección, sin embargo, es el resultado de un proceso largo y complejo que se fundamenta en el desarrollo concertado de factores vitales muy simples: el dibujo, para el cual muestra un talento natural e innato, el estudio de la figura humana y la lealtad a sus orígenes de guatemalteco de la ciudad de Antigua. Para entender que con tales fundamentos su pintura representa la superación de lo académico, habría que pensar que para él el dibujo no es simplemente una habilidad técnica sino propiamente su manera personal de relacionarse con el mundo, su modo de conocerlo, de imaginarlo y expresarlo. De allí que del permanente ejercicio del dibujo derive no sólo una asombrosa facilidad para representar objetivamente la realidad sino sobre todo una penetrante lucidez para dar formas expresivas exactas y convincentes a sus realidades internas. También habría que tomar en cuenta que para él la figura humana no es simplemente un elemento formal más o menos complejo que pueda servir de pretexto para el ejercicio del dibujo, sino la inquietante manifestación de la personalidad, la parte visible del misterio de la vida individual, el punto sensible en que el mundo se divide en interno y externo. Así mismo, habría que admitir que la ciudad de Antigua no es el tema de fondo de su pintura, sino el escenario vital dentro del cual sus personajes adquieren espesor existencial, y con ellos su pintura toda se vuelve biografía, mensaje y aspiración. Sin embargo, dado el contexto histórico, social y político en el que surge la pintura de Mario García, podemos afirmar que no era la superación de lo académico lo que le importaba. Al igual que a otros artistas de su generación, la sensibilidad de la época orientó a Mario García hacia afanes artísticos e ideales estéticos relacionados más con la recuperación integridad de la vida humana, que con la consecuencia de una ideología política que, ante sus ojos, empezaba a perder su razón de ser. Obviamente, para Mario García el camino para la recuperación de la integridad de la vida humana estaba señalado por el equilibrio clásico, buscado y encontrado ya no en las frías rutinas académicas sino en la añorada plenitud de la ciudad de Antigua, apenas entrevista en los reflejos del agua, en la solemnidad ritual y pudorosa de las mujeres antigüeñas, en la luz conventual de un farol ferviente, en el volcán inamovible por el que baja el Cielo.

POR JUAN B. JUÁREZ


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Martí y la poesía Al pie de la letra

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artí aspiró con su poesía crear un verso sincero y sencillo que expresara la complejidad interior de su alma y la naturalidad de sus sentimientos; quiso hacer del lenguaje una metáfora sonora y musical que siguiera fielmente las vibraciones emotivas que palpitaban intensamente en su vida interior. En los Versos sencillos, colección de poemas cortos escritos en el último período de su exilio en los Estados Unidos entre 188990, y en los que su voz alcanza la cumbre de su esplendor y madurez, Martí afirma su intención “de poner –como giro novedoso de la poesía de su tiempo– el sentimiento en formas llanas y sencillas”. Es decir, de hacer presentes y durables con las palabras, para sí y para los demás, el contenido de vivencias fugaces y efímeras condenadas naturalmente a perderse bajo el torrente del tiempo. Esta voluntad decisiva coloca la poesía martiana en el firmamento del modernismo cultural que hacía época en el mundo Occidental en las décadas finales del siglo XIX. Como se sabe, el propósito esencial de la literatura y poesía modernista en América, con el que abrió un horizonte de ruptura respecto a la tradición, fue el de captar en un instante efímero del tiempo presente las diversas y múltiples formas culturales creadas por los hombres, por más lejanas en la geografía y la historia que pudieran estar o por más extrañas que parecieran a la percepción común. O para decirlo en palabras de Octavio Paz escritas en su ensayo iluminador sobre Rubén Darío, el modernismo estuvo animando por el deseo de fundir en la actualidad instantánea del presente, convertido en esencia y paradigma misma del tiempo, el exotismo y el arcaísmo cultural para poder llegar a ser contemporáneo de todo lo existente, así estuviera ausente. Pero como la poesía martiana no se propone ir en busca de los elementos culturalmente extraños y lejanos para asirlos en una imagen, en una palabra, que los vuelva presencia pura sino, más bien, quedarse simplemente lo más cerca posible de lo más cercano e inmediato de la vida, sus rasgos moder­nistas se tornan un tanto borrosos. Su lenguaje al querer expresar lo más natural que hay en la vida humana abre una distancia con este canon estético que al mismo tiempo abrazaba. Pero, a pesar de esta diferencia la poesía martiana no se deja envolver por la forma romántica. Pues es el sentimiento esencial que expresan y recrean sus versos, no es la nostalgia por la pérdida de un pasado arcaico y remoto –el lugar del origen– en donde todas las contradicciones de la vida humana estaban real o imaginariamente concilia­das. En la transparencia de su palabra no encontramos el deseo de revivir plena­mente ese momento perdido en el pasado en que los hombres fueron comple­tamente felices. Pero esta aspiración es inexistente en su poesía porque ese instante del origen no ha desaparecido del tiempo presente, del tiempo de su vida como hombre y poeta. Toda su existencia estuvo marcada y rodeada por la riqueza de los elementos naturales, subjetivos y objetivos, que lo forman. “Yo soy un hombre sincero / En donde crece la palma / Antes de morirme quiero / Echar mis

versos del alma. / Yo vengo de todas partes, / Hacia todas partes voy: / Arte soy entre las artes, / En los montes, monte soy”. Con esta fusión completa e integral que Martí imagina de lo humano y lo natural la armonía propia del origen se reconoce como presencia ante sí. La palabra le sirve para hacer surgir ante sus sentimientos lo que ya, de modo simple y directo, existe en el aquí y el ahora de su vida. La sencillez que caracteriza sus versos no es más, entonces, que el giro formal preciso y apropiado que sirve para expresar la forma de sentir esa presencia constante y esencial de los elementos originales de la naturaleza que brotan en la vida -y en la muerte- sin excepción y sin diferencia. Al lado opuesto del gesto y la intención romántica la poesía martiana revela diáfanamente el sentimiento que se encuentra siempre de modo natural entrelazado al origen natural que lo funda. Martí entendió, tal vez mejor que ningún otro en su época, que las formas naturales de vida del hombre americano son las que definen de modo esencial e intransferible la posibilidad de ser contemporáneo del mundo moderno. Pues la presencia central del sentimiento en el contenido de su vida revela el rasgo que insustituiblemente la identifica; es decir, la característica, que al diferenciarlo de los demás hombres que habitan en la modernidad, lo muestra como presente en el horizonte significativo de ese mundo. Lo natural de la emoción y el sentimiento, o mejor, la naturalidad con la que existen en la vida, es el signo dominante de un ser que no trasciende el origen de donde proviene en el tiempo. La conciencia de esta persistencia temporal del origen, en tanto su existencia es puro signo verbal-cultural siempre presente del pasado, es la que constituye la cla-

ve de la originalidad de la poesía martiana. Por eso la inocencia y pureza natural del niño, de su hijo amado, “el prín­cipe enano que tiene guedejas rubias”, se convierte en el tema privi­legiado de su canto en el Ismaelillo. “Ungeme siervo, / siervo sumiso: / No he de cansarme / de verme ungido! / Lealtad te juro, / Mi reyecillo! / Sea mi espalda / Pavés de mi hijo; / Pasa en mis hombros / El mar sombrío: / Muera al ponerte / En tierra vivo: - / Más si amar piensas / El amarillo / Rey de los hombres, / Muere conmigo! / Vivir impuro? / No vivas, hijo!”. Con esta confesión de amor a la pureza de un ser inocente Martí se confiesa solamente dispuesto a someterse libre y voluntariamente a sus mandatos. Es el hijo el único rey de su vida; el único que tiene el poder, que emana de su condición natural, de guiarla por el camino recto de la pureza ideal. A pesar de la precariedad y debilidad aparente que tiene el niño es el único ser que simboliza la forma verdaderamente humana del poder pues su alma natural no está marcada aún por el signo inmoral de la maldad; no está dispuesta para hacer daño o producir concientemente sufrimiento a los demás. El deber supremo de todo hombre es cumplir sus órdenes con la certeza absoluta que serán las órdenes más humanas de la vida. En ellas encontraran, como encontró Martí, la fuerza y la razón para reencontrar su sendero natural cuando éste se hubiera perdido. Este canto a la pureza de la vida se halla igualmente en su famoso poema La niña de Guatemala que Gabriela Mistral, gran admiradora de su obra, consideró como uno de los versos cumbres de la literatura hispanoamericana. Pero será una inocencia diferente que brota de un amor que se vive marcado dolorosamente por su imposibili-

POR CAMILO GARCÍA

dad. “Quiero a la sombra de un ala, / Contar este cuento en flor: / La niña de Guatemala, / La que murió de amor”. En este poema Martí nos revela el destino íntimo de la muerte al que conduce la pureza ideal de un amor no correspondido. La niña de Guatemala es la mujer que nos indica sin saberlo, y por obra de su inocencia, el límite que la destrucción del amor le coloca naturalmente a la vida. Ella muere de amor no porque sufra el pathos romántico que lo busca y lo reclama como la soberanía de la verdad sino porque la experiencia de su presencia constituye todo el contenido posible de su pureza natural. Perder su posibilidad es perder para siempre la vida misma que se sostiene en su poder unificante. La poesía martiana se nos presenta, entonces, como el verso que transcribe la sustancia íntima, sencilla y compleja a la vez, de sus sentimientos más naturales. Ella no se propuso como Rimbaud en su Temporada en el infierno, que sirvió de base al contenido estético y político del surrealismo en las primeras décadas de este siglo, cambiar la vida. Su ideal fue más modesto pero, al mismo tiempo si se quiere, más real. Pues para él se trató de integrar del modo más humano posible el verso y la vida; de fundir sin reservas las palabras bellas y sonoras de la poesía con las urgencias sensibles del ser humano. Para él, la poesía encuentra en la vida sensible su más profunda verdad que la justifica sin condiciones para justificarse a sí misma. Su lengua­je es el alimento natural del alma, la forma sustancial que embarga todo nuestro ser. Por eso no se puede vivir sin su aliento, sin la fuerza no violenta de sus palabras que animan y fortalecen el espíritu de quien las crea, las lee o las escucha. “Yo te quiero, verso amigo, / porque cuando siento el pecho / ya cargado y deshecho, / parto la carga contigo, / Verso, nos hablan de un Dios / adonde van los difuntos: / verso, o nos condenan juntos, / o nos salva­mos los dos!”. Pero esta función fundamental que Martí le atribuyó a la poesía sólo se podía cumplir como hecho sociocultural si lograba irrumpir libremente en el espacio público de la sociedad. Aunque esta idea no existe explícitamente en sus versos o en el contenido de sus artículos y ensayos, es posible deducirla de su pensamiento como una especie de supuesto impensado. No declaró nunca abrazar el programa del primer romanticismo alemán que aspiraba a restituir la poseía en el horizonte abierto de lo público como había ocurrido en el mundo clásico griego. Pero fue, tal vez, su intención más secreta y profunda. Su amor a la poesía fue equivalente al que sintió por la causa de la independencia política de su país del dominio colonial español. ¿Por eso, al entregar su vida a la lucha por alcanzar este propósito no lo hizo también para conquistar ese espacio de libertad que la faltaba a la palabra poética para asegurar y sostener la vida espiritual de todos los hombres de su patria? Intención ciertamente utópica para los tiempos modernos. Pero que, sin embargo, nos revela una vez más una profunda, y al mismo tiempo, sencilla verdad: entre la palabra y la libertad existe una unión indisoluble, una interdependencia recíproca. La primera necesita a la segunda para ser y la segunda a la primera para demostrar que es. Y al mostrarlo así Martí nos mostró un camino permanente e inacabable a seguir en América, se hizo contemporáneo de nuestra propia época.


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