Suplemento Cultural 21-01-2012

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Una idea original de Rosauro Carmín Q.

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Guatemala, 21 de enero 2012

Las hormonas del estrés saltan frente a las urnas electorales Páginas 4 y 5

José Colaj, artista sobreviviente Página 6

Manuel Sánchez Salvador, sus dibujos Página 7

Dios tenía miedo, de Vanessa Núñez Handal Página 8

El poncho momosteco, patrimonio cultural Páginas 2 y 3


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Nueva Guatemala de la Desde la portada

El poncho momos En acuerdo ministerial firmado el 20 de diciembre del año pasado, de la administración anterior, pero publicado hasta esta semana, la cartera de Cultura y Deportes declaró el proceso de elaboración de los ponchos momostecos, así como su tecnología tradicional, como patrimonio cultural de la nación. POR MARIO CORDERO ÁVILA

A

unque el poncho momosteco siga siendo un producto habitual, sobre todo en mercados frecuentados por turistas, la elaboración tradicional de éste se ha ido perdiendo, sobre todo por los costos, los cuales tienen que irse reduciendo ante el avance de otros productos similares más baratos, por la utilización de materiales sintéticos. La elaboración de estos productos se remonta en el siglo XIX, en Momostenango, que presenta las condiciones climáticas (frío) y de producción (cuidado de ovejas, árboles de alisos y encinos, así como el cardo santo) para su elaboración. Sin embargo, el proceso de elaboración es sumamente tardado y complicado, situación que ha hecho que las jóvenes generaciones no se interesen. Además, el mercado local se ha ido reduciendo debido al avance de las mantas elaboradas con materiales sintéticos, provenientes, sobre todo, de México. Pese a ello, el poncho momosteco continúa siendo una artesanía muy cotizada, especial-

mente en el mercado internacional, debido a su calidad, duración y por sus diseños que no dejan de ser, incluso, surrealistas, al ojo del turista estadounidense o europeo. Según cuenta la historia, el mismo Pablo Picasso dormía con un poncho momosteco, ofrecido por el poeta quetzalteco Jaime Sabartés, amigo personal del artista español, en un detalle descubierto por el poeta mayak’iche’ Humberto Ak’Abal, al ver una fotografía; él no podía dar crédito a lo que veían sus ojos, el poncho momosteco parecía mezclarse, a tal punto de parecer similar, a los cuadros cubistas. Pese a este detalle que podría sonar interesante, el poncho momosteco incluso ha ido perdiendo esa estética surrealista-cubista de antaño, y los “muñequitos” con sombrero se han ido, para dar paso a diseños más uniformes, con líneas y rombos, y dar paso a colores más vivos, para lo cual se hace uso de tintes y añelinas. Pero hoy día, el proceso de elaboración de estos ponchos está en caída libre. Según estimaciones, en Momostenango, apenas el

uno por ciento de la población se estaría dedicando a elaborar estas cobijas del modo tradicional. PROCESO Y es que precisamente lo que el acuerdo ministerial busca proteger es el proceso tradicional de elaboración. Esencialmente, éste inicia desde la obtención de la lana y su teñido, proceso el cual los artesanos han dejado en manos de los expertos. Es decir, actualmente, los que elaboran los ponchos ya no tiñen las lanas. Según el tamaño del poncho, éste puede requerir entre diez y treinta libras de lana pura; la enorme diferencia es que los productores se han tenido que habituar a los nuevos “estándares” de cama, y ya no basta con elaborar ponchos para una o dos personas, sino que han tenido que hacerlos según los tamaños imperial, semimatrimonial, matrimonial, queen y king size. Las lanas se encuentran en colores naturales como negro, blanco y gris. Sin embargo, por los nuevos requerimientos, sobre todo de

compradores extranjeros, también se requieren otros colores. Algunos pueden realizarse con tintes naturales; por ejemplo, los colores morado y café se elaboran con tinte natural del palo de aliso, mientras que los colores beige se elaboran con tinte natural del encino. Pero para obtener colores rojos, amarillos o azules, son necesarios la añelina o tintes naturales. Ya con la lana teñida, inicia el proceso de desmadejado, con el cual interviene la primera máquina que entraría dentro de la producción que ahora está bajo protección. Con una rueda, se le da vueltas para separar todo el hilo de lana, hasta separarlo y tenerla lista para utilizarla. Después, con el telar, inicia el proceso de elaboración. Las manos de los artesanos se han vuelto hábiles para ir mezclando los hilos de colores, sin confundirse entre las decenas de madejas del telar. Entre las dificultades de este proceso, está la de crear el diseño, ya que en muchas ocasiones ya no se venden las estampas tradicionales, y actualmente es más viable vender ponchos a rayas, o bien con


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teco, patrimonio cultural

símbolos mayas. El tradicional muñequito de sombrero, que se tomaba de la mano con otro similar, se está perdiendo. Simbólicamente, estos muñequitos entrelazados simbolizaban la unión de los pobladores de Momostenango, que trabajaban unidos en la elaboración de estos ponchos. Parece sintomático que cuando la mayor parte del pueblo ya no se dedica a esto, estén desapareciendo, también, estos signos colectivos. Una vez terminado el proceso del tejido, con un cepillo ancho, elaborado con cardo santo, se inicia el inicio de felpado (pelpado), y que consiste básicamente en suavizar la tela, y eliminarle un poco las púas que al contacto pican ligeramente al friolento, pero que tarda poco en acostumbrarse. Lo más difícil viene después. La comercialización del producto se complica por la competencia de la frazada mexicana, elaborada con telas sintéticas, algunas con diseños del personaje de moda, o con colores uniformes y vivos. Y, sobre todo, mucho más barata. En la carretera de Momostenango, aún es posible ver a los productores extendiendo sus

ponchos para ofrecerlo a los viajeros. En el regateo, quizá el vendedor se vea obligado a rebajar hasta 50 quetzales su producto. MERCADOS La venta se vuelve un poco más fácil en locales fijos de los mercados; sin embargo, el público objetivo de éstos se enfoca más en el extranjero, quien no regatea, pero que también es el más escaso. Abraham Pérez es un comerciante que desde hace 30 años ofrece ponchos momostecos en el Mercado Central, de la zona 1 capitalina. Entre sus productos, un poncho puede llegar a costar hasta Q250.00 quetzales, por lo que no es tan fácil vender varios ponchos en un solo día, a menos que un turista llegue para llevarse varios, para comercializarlos en el exterior. A pocos metros del local de don Abraham, sobre la 8a. calle y avenidas aledañas de la zona 1, los comercios de telas ofrecen mantillas realizadas con poliéster y con tela “polar”, que ofrecen un costo menor, y con buenas condiciones para ofrecer calor. La diferencia consiste en que un poncho

momosteco puede llegar a durar hasta 30 años, mientras que un poncho sintético, cinco. COSTOS Debido a la decadencia del negocio, los productores de ponchos en Momostenango han ido cambiando sus hábitos de producción, sobre todo en lo que es más costoso. Para abaratar los costos, una tendencia que han tomado es que el poncho no se realiza con cien por ciento de lana, sino que se comparte con el algodón, alcanzando la mitad del material. Asimismo, se está eliminado el proceso de teñido, que si bien no es costoso, pero sí tardado, y se ha optado por algodón ya teñido, o bien optar por tintes sintéticos. Y, por último, como ya se ha resaltado, la eliminación de complicados diseños, que han dado paso a simples rayas, si no es que, dentro de poco, se opte por un solo color liso y uniforme. El acuerdo ministerial, número 1201-2011, expresa, en su artículo tres, que el Instituto de Antropología e Historia, de la Dirección

General del Patrimonio Cultural y Natural del Ministerio de Cultura y Deportes, debe, en el plazo de tres meses, emitir las reglas de protección, defensa, investigación, conservación y protección del proceso de elaboración de ponchos momostecos. Y como medida de protección, se solicita crear un manual o documento que registre la elaboración tradicional de los ponchos para su conservación y que no haya alteraciones en la manufactura de los mismos que desvirtúen el proceso de creación. Sin embargo, habría que cuestionarse si no es necesario que, además de ello, haya ciertas medidas como la promoción en el interior del país y en el extranjero de los beneficios de los ponchos en relación a su costo y calidad; o la facilitación de créditos para productores, o la creación de escuelas-taller para la transmisión. Porque las ideas se concretan en el plano material, y no sólo en el espiritual, ya que un simple manual, más que para conservar, podría servir para recordar, en un futuro, como se hacían esos picantes, pero sabrosos ponchos momostecos.


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“TRIBUNA, NO MOSTRADOR”, Clemente Marroquín Rojas DECANO DE LA PRENSA INDEPENDIENTE

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colabor

Las hormonas deL estrés saLtan

El 20 de noviembre de 2011, en la edición especial del New York Times Sam Roberts escribió el artículo “Ana de tres profesores que sometieron a experimentación una población israelí durante las reñidas elecciones nac encontraron niveles más altos de hormonas glucocorticoides, como el cortisol, qu POR RAMIRO MA

S

egún el reporte periodístico, tras las investigación los científicos hicieron la siguiente deducción: “La gente que planeaba votar por el candidato no favorito tendía a exhibir aún más estrés, lo que ratifica un estudio realizado en Estados Unidos que encontró que los niveles de cortisol de quienes votaban por Barack Obama se mantuvieron más estables que aquellos que sufragaron a favor de John McCain, al revelarse los resultados de 2008. El artículo del periódico norteamericano, que hasta su quinto párrafo identifica este trabajo, como “el primer estudio en explorar el bienestar psicológico de verdaderos electores mediante una medición endocrina ante la boleta” realizado por los profesores Israel Waismel- Manor, de la Universidad de Haifa, y Gal Ifergane y Hagit Cohen, de la Universidad Ben-Gurión del Négue (Israel) y fue publicado en un reciente número de la revista European Neuropsychopharmacology. Los científicos realizaron su experimento en Omer, un pueblo 112 kilómetros al sur de Tel Aviv, y esperan replicarlo dentro de un año, cuando Estados Unidos de Norteamérica, vaya a las urnas para elegir presidente y substituir a Obama. El estudio presentado por los profesores israelitas, forma parte de un enfoque epistemológico que realizan investigaciones que caen en la clasificación de ciencias que, formando parte de un paradigma particular, permite observaciones empíricas, según lo propone Padrón. El presente trabajo busca interpretar epistemológicamente la forma cómo los tres israelitas, han logrado presentar un estudio con variaciones observables, en procesos de producción científica que obedecen a determinados sistemas de convicciones acerca de qué es el conocimiento y sus vías de producción y validación, sistemas que buscan tener un carácter preteórico, ahistóricos y universal. Estos son conocidos con Enfoques Epistemológicos, según Padrón, y “este enfoque vendría a ser una función que transforma determinadas convicciones de fondo, inobservables, asociadas a distintas comunidades académicas”. EPISTEMOLOGÍA, CIENCIA Y ELECCIONES PRESIDENCIALES Esther Díaz, en su página WEB, considera que “la epistemología es a la ciencia, lo que la crítica de arte al arte. El artista produce obra de arte, el crítico la analiza. El científico produce teorías y prácticas científicas, el epistemólogo reflexiona sobre ellas. La epistemología construye conceptos sobre el conocimiento, cuyos principales ejemplos son extraídos de la

ciencia”. Tras esta puntualización, nos interrogamos públicamente: ¿Qué implicancias puede tener esta investigación científica hecha en Israel y que se realizará el próximo año en Estados Unidos, cuando se efectúen las elecciones para el próximo presidente? Por otro lado: ¿Qué otro tipo de investigaciones relacionadas podrían programarse (en diferentes partes del mundo) en correspondencia al estrés que registran las personas pocos segundos antes de enfrentarse a la urna electoral y emitir su sufragio? Estamos conscientes del debate entre la línea fundadora o concepción heredada y la epistemología crítica o alternativa, ya que la primera propugna por la ahistoricidad, forzocidad, universalidad, formalización y neutralidad ética del conocimiento científico. El estudio israelita señalado, podríamos interpretarlo enmarcado en esta primera línea heredada, pues busca presentarse como un proyecto a-histórico, que sea calificado adecuadamente para efectuarse hoy o mañana. Pretende ser universal, porque está elaborado en Israel y ya había un antecedente en Estados Unidos de Norteamérica o en cualquier parte del mundo… y es formal porque tiene todos los visos de ser sistemático y con fundamentos científicos, y seguramente pretende, como todos, presentarse como poseedor de neutralidad ética, sin sesgos de ninguna especie. Por lo menos, con una pretendida neutralidad. Coincidimos con Díaz que el concepto de “universalidad no es sólo una construcción lingüística, un modo de generalizar enunciados sobre constataciones empíricas que no por numerosas dejan de ser singulares; así como los enunciados, que no por ser claros dejan de ser metáforas del mundo”. Según la autora, las comunidades científicas buscar imponer experimentos de valor universal aunque se trate de una generalización aventurada con la posibilidad que, en cualquier momento, se demuestre lo contrario o que, por algún golpe de suerte, otra la venga a reemplazar. ¿Es una metáfora del mundo actual eso de ir a votar por el candidato que seguramente encabeza las preferencias y que las hormonas endocrinas glucocorticoides resulten alteradas, si el mencionado político no es nuestro favorito? ¿Este tipo de estudios se va a convertir, en el futuro, una práctica común… y antes o después de ir a votar tendremos que pasarle proporcionando una muestra de nuestra saliva a los científicos para que pronostiquen el futuro presidente de nuestra nación? O bien, en unos años, otros científicos descubrirán que el cortisol ya no es el glucocorticoide más importante en el hombre, porque se descubre accidentalmente que una

nueva hormona (inexplicablemente desconocida) desplaza su función para resistir el estrés. Si bien, esto es una exageración y un ejemplo poco probable, no es imposible en el campo de la investigación. De nuevo, basándonos en Díaz, ¿podríamos inferir qué componentes surgen de los dispositivos de saber-poder detrás de éste trabajo de investigación de los científicos israelitas? Hacemos la extrapolación a la pregunta que ella bosqueja sobre la vida del connotado científico francés Luis Pasteur: “¿Cabe preguntarse sobre la pertinencia de la división, con fines de estudio, entre historia externa e interna de la ciencia como orientadora del análisis de las teorías y las prácticas científicas?”, ¿Podríamos anticiparnos a decir que sí este estudio buscará convertirse en un paradigma científico, entonces, no sería muy conveniente establecer (con la mayor certeza posible) cuáles son los componentes comerciales de trasfondo, que promueve las empresas que expenderán más temprano que tarde el fármaco corticosferoide, como el elemento indispensable para realizar este experimento? ¿Son estas algunas de las rutinarias pertinencias entre historia interna y externa, al momento de orientar las teorías y prácticas científicas futuras? Recordemos que, quien posea más potencial económico tendrá las mayores posibilidades de poner a prueba sus hipótesis. Esto ha permitido a las élites más poderosas del mundo así como a los países más desarrollados, la posibilidad de seguir desarrollando sus propias investigaciones científicas, incluso en temas de ciencias básicas, expone Díaz. MODERNISMO/ POSMODERNISMO Este experimento científico del que nos informa el New York Times, realizado en un pueblecito de Israel, podría formar parte de ciertos signos reveladores de esta época posmodernista que estamos viviendo, de esa energía que busca la universalidad de la razón, que se desprende de aquel espíritu dieciochesco de la ilustración, que los pensadores defendían como “El ideal del Progreso”. ¿Es la razón científica la que marca nuestros derroteros? Aunque, en la actualidad, ese ideal de Progreso se haya tergiversado o se vea conducido por las grandes corporaciones empresariales, que manejan a su sabor y antojo el saber-poder de la ciencia. Díaz, como navaja de Occam, esgrime: ¿ciencia libre, al servicio de una investigación comprometida únicamente con la búsqueda de la verdad, o ciencia dependiente de las inversiones económico-tecnológicas? Díaz nos recuerda que “La urdimbre que sostiene el conglomerado simbólico y material al que llamamos

>época> se teje con distintas maneras de considerar el tiempo o la idea de temporalidad. La antigüedad se regía por los arquetipos de su propio pasado. Para encontrar sus modelos hegemónicos se guiaba por arquetipos arcaicos. La modernidad, en cambio, apuntó al futuro. Todo había que hacerlo en pos de un mañana mejor. Ése era el ideal de la ciencia, que progresaría hasta poder conocer los más recónditos secretos de la naturaleza; de la ética-política, que crecería en justicia al ritmo de una racionalidad en aumento; y del arte, que devendría obra totalmente racionalizada.” El ritmo de la racionalidad de nuestras sociedades democráticas podría ir en aumento con proyectos científicos como realizados en Israel… lo ponemos en la picota para que sea realmente evaluado. Pero… al parecer, ese es el ideal epistemológico que plantea conocer con anticipación el resultado que se conocerán en las urnas, tras el conteo de los votos emitidos por un pueblo, aunque si le da muestra de su saliva

a los científicos (afuera de los centros de votación) podría conocerse unos minutos antes para confirmar o desmentir las tendencias de quien será el ganador final, basado en las hormonas alborotadas de los votantes. Es el concepto de temporalidad que contempla nuestra modernidad, para tratar de entender los más recónditos secretos de nuestra mente, a través de la huella estresante, que deja la política en nuestro organismo ¿Apunta esto a querer anticiparse al futuro, aunque fuera unos solos minutos? Por supuesto… quien conoce lo que puede suceder, quien logra predecir el futuro (posmodernas pitonisas) puede tener el control de los hechos y se hará más fácilmente de poder. O lo puede negociar y traspasar a alguien más poderoso. En tanto, el asiduo colaborador del New York Times señala, con la cabeza llena de frialdad científica, que “debemos entender que las emociones no son meramente sentimientos; con frecuencia conllevan un componente fisicoendocrino que tiene el


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raciones

n frente a Las urnas eLectoraLes

alizan el estrés de los ciudadanos frente a las urnas”, en el que se da a conocer el resultado de la investigación cionales del 2009. El grupo de científicos tomó muestras de saliva de personas que estaban a punto de votar y ue son secretadas por las glándulas suprarrenales y están asociadas con el estrés. AC DONALD, M.A. surables entre sí?

potencial de afectar biológicamente la toma de decisiones en las urnas”. Basado en los autores del estudio israelita, estima que la presencia de niveles más altos de la hormona indicada, pueden afectar la memoria de los votantes. En lo personal, parece ser un exceso de sofisticación, aunque entendemos el nivel de estrés que significa para cualquier ciudadano de este mundo posmoderno, que ha tomado conciencia que con su voto individual, pueda contribuir a votar (o botar) a un gobierno, sea porque no le simpatice o lo considere equivocado… o hacer ganar al candidato de su preferencia. En el interior de la urna electoral, son apenas dos o tres segundos frente a su historia personal y a la de su país, tal vez un segundo fatal o feliz, pues al marcar la papeleta dejará aquel estresado signo de su voluntad, marcado para siempre. Y esa suma de individualidades conforma y prefiguran nuestras prácticas democráticas del siglo XXI. El acto de marcar una pape-

leta (o emitir su voto electrónico en la sociedad digitalizada de hoy) ha tenido desde siempre visos de ser traumático… ahora se puede comprobar racionalmente que se manifiesta en estrés, porque en tras la investigación que ocupa nuestra atención, se pueden medir los niveles de hormonas glucocorticoides, como el cortisol, para connotar si iba a votar por el candidato de las preferencias. ¿Cuán posmodernas son nuestras investigaciones, verdad, hasta donde hemos llegado para descubrir el espíritu imperante en nuestro tiempo? ¿Será que este ejercicio de interpretación del estrés frente a las urnas en Israel, puede demostrarnos el determinismo, la racionalidad, la emancipación, que plantea el mundo moderno para intentar explicar la realidad o bien ya es parte de un estructura del mundo posmoderno que -como afirma Díaz- sólo puede haber consensos locales o parciales (universales acotados), diversos juegos de lenguaje o paradigmas inconmen-

EL ANUNCIADO DESENCANTO DE LA POSMODERNIDAD El periodista Roberts, del New York Tiimes, escribe que “una manera de reducir el estrés, (le sugirió WaismelManor) sería fomentar el sufragio de los votos por correo para eliminar la actuación pública de votar. Acudimos a un lugar público donde hay muchos extraños, gente que probablemente no me conoce, checarán mi identificación y determinarán si puedo votar, quizá me enfrente a una fila larga, y realmente quiero regresar a ver el partido en la televisión, y es probable que me tope con mi tía Edna, y no la puedo ver ni en pintura, etc.” Así pasaríamos de la forma pública y viva voz, en la Grecia antigua, al Ágora electrónica de estos primeros años del siglo XXI, para emitir nuestro voto por correo o electrónicamente. ¿Se reduciría entonces el estrés del acto de votación? Díaz recuerda que el proyecto de la modernidad apostaba por el progreso, hacia una ciencia que avanzaba hacia la verdad, hacia una vida ética y fundamentada en normas racionalmente… uno de esos componentes es el ejercicio democrático del voto. Esta idea que se delinea (en el párrafo anterior) como la imagen de un ciudadano al que le parece tedioso, trabajoso el hecho de ir a votar en público (aunque sea un derecho/obligación que le brinda el sistema de democracia representativa) parecería contradecir ese espíritu de progreso del que nos hablaba la modernidad. Vivimos una época de desalientos y desengaños, como la plantea elocuentemente Díaz: “La modernidad, preñada de utopías, se dirigía hacia un mañana mejor. Nuestra época -desencantada- se desembaraza de las utopías, reafirma el presente, rescata fragmentos del pasado y no se hace demasiadas ilusiones respecto del futuro”. Ese desencanto se ejemplifica claramente con la lapidaria frase del propio investigador israelita Waismel-Mano: “y realmente quiero regresar a ver el partido en la televisión”. Entonces se entiende que, para el ciudadano posmoderno, cumplir con la obligación democrática de ejercicio al voto es parte de un monótono rito cada cierto número de años, así no más, porque lo que en verdad le interesa a este ciudadano, es ver el partido de futbol que se juega en un ignoto escenario a miles de kilómetros de su casa; un partido entre dos equipos archirrivales y representantes de lejanías físicas y culturales, de un país que nunca podrá visitar…

tragándose la publicidad subliminal que destellan las sudorosas camisetas de estos gladiadores posmodernos. Por lo menos, ahora, se juega por fortunas inimaginable, ya no la vida en el otrora terreno sangriento del circo romano. Esa profunda desilusión por los valores que realmente importan y que deberían ser relevantes, se manifiesta en la vida del hombre posmoderno en todos sus ámbitos personales y sus creencias más íntimas. Díaz recuerda a Kant, diciendo: “también él, borracho de futuro, patentiza en sus tres críticas la división tripartita de la cultura. En su Crítica de la razón pura el filósofo pretende fundamentar la ciencia moderna, esto es, el conocimiento. Pues desde su concepción epocal, conocimiento es sinónimo de ciencia. Esta ciencia guiada por la razón se regía por leyes universales, necesarias y a priori”. En tanto, el hombre posmoderno cree hoy que información es igual a conocimiento y como la información aparenta estar democráticamente a la disposición de todos, al acceder a los mass media, él cree que tiene grandes conocimientos sobre la vida… aunque sean apenas, cortes y re-cortes de datos manipulados por quienes controlan la circulación de las noticias del día… y resulten nada más que inputs, bits o haces destellantes de un sistema mundial exitoso de comercio de textos e imágenes, que forma parte de una industria cultural globalizada, todos, todos atrapados en la misma red. Igual que tras la aparición del telégrafo, el contenido de los periódicos se convirtió en información/mercancía, hoy representa simplemente basura muy bien procesada, empacada con papel de colores y un lacito (moñita) que nos susurra en forma reiterada al oído descaradamente: -consúmeme, consúmeme, consúmeme, soy “tu” marca preferida. ENFOQUES EPISTEMOLÓGICOS Según Padrón (citado al inicio de este trabajo) los enfoques epistemológicos son determinadas convicciones de fondo, inobservables, asociadas a distintas comunidades académicas. ¿A cuáles de las orientaciones prevalecientes se adscribe el presente trabajo de los israelitas? De acuerdo con el autor, estaría enmarcada en el enfoque empirista/realista, pues realiza sus fundamentos en base a mediciones, experimentaciones e inducciones controladas, pues los tres científicos judíos debieron tomar muestras de una población determinada (el universo de votantes, basado

en algún calculo estadístico apropiado) La experiencia fue basada en los principios de la ciencia neurofisiológica para ubicar y determinar las hormonas que demostraran estrés, de aquellos “sujetos” que acudían a las urnas. Luego, los tres científicos, hicieron inducciones, en base a los resultados obtenidos de las pruebas de la saliva. Este es el formato de cualquier trabajo que genere conocimiento, basado en un enfoque empirista/ realista de la ciencia, que en todo caso, los anglosajones le otorgan un valor epistemológico muy relevante dada su tradición, según Padrón. Este tipo de conocimientos tiene su base en la ciencia de los objetos observables, denominada “empirismo-realista, Círculo de Viena, neopositivismo o neoconductismo”. La tesis central es que todo el conocimiento es inductivo, proveniente de los datos de los sentidos puestos en contacto con la realidad o sea, la experiencia. La ciencia, en este marco, debe observar el fenómeno, paso a paso. Y es reconocido como tal, solo lo que puede ser ofrecido a la experiencia. Todo lo demás, para el empirismo-realista, es pura especulación o filosofía. El experimento de los tres profesores israelitas, concuerda y encaja exactamente con esta descripción. En tanto, de acuerdo con lo planteado por este autor, las preferencias precongnitivas que asumieron los científicos israelitas, al presentar su investigación sobre el estrés en el momento de elegir primer ministro o presidente, el estudio se basa en la primera perspectiva del triángulo: desde el mundo 1, como propuso Popper: las cosas, los objetos… o bien Ogden, desde el referente de la comunicación. Esta concepción epistemológica de la ciencia tiene sus particulares sistemas de conocimiento, su manejo propio de la información y la forma como resolver sus problemas particulares, y “se orienta a la percepción sensorial, el uso del poder de los sentidos y a las cosas observables”. Este tipo de concepciones científicas conciben la Filosofía Analítica, como dijimos, siguiendo la herencia del Círculo de Viena y de la llamada Concepción Heredada, y representa un concepto científico de análisis y énfasis riguroso, así como fidelidad a su programa trazado. Esta es la perspectiva de fondo que sobresale en el trabajo presentado por los tres israelitas, que registra el New York Times, el 20 de noviembre pasado en la edición de Prensa Libre... y con estas comunidades académicas definidas, que no se observan a simple vista, se les pueden asociar.


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Galería de artistas

José Colaj, artista sobreviviente

Más que crítico o comentarista de arte, me considero una especie de mensajero, encargado de divulgar las buenas noticias de los artistas de Guatemala, sus exposiciones, sus premios, sus viajes, sus logros. Sin embargo, la noticia que tuve que comunicar el pasado 30 de diciembre fue muy triste: murió mi amigo, nuestro amigo, José Colaj Subuyuc, pintor de Comalapa, que es como decir pintor de las entrañas de Guatemala. Hay más de una razón para que nos sintamos como los personajes que habitan sus cuadros: inconsolables, contemplando el espacio vacío que dejan los muertos que amamos, viendo el abismo y dejándonos atraer hacia él con la resignación que nace de la aceptación del destino y, al mismo tiempo, rebelándonos contra ese destino con todas las fuerzas espirituales que nos mantienen atados al misterio de la vida. POR JUAN B. JUÁREZ

E

l sentimiento intenso que en este momento triste y doloroso nos permite sentirnos como protagonistas de sus cuadros, que nos hace sentir que formamos parte de una de sus pinturas, y que, para alguien que ahora nos viera desde fuera, nos presta la apariencia de personajes salidos de sus obras, este sentimiento era el que poseía a José Colaj no sólo a la hora de pintar sino siempre, a la hora de vivir, contemplando el río incesante que arrastra a las generaciones hacia algo peor que la muerte: el olvido. Y ahora que ese río incesante también se lleva los despojos de nuestro amigo, es el momento en que cobramos conciencia que no es la muerte lo que le da a la vida su carácter trágico sino que es el olvido el que pone en entredicho el sentido de los afanes de los que seguimos vivos. No olvidemos que José Colaj es pintor de Comalapa y que Comalapa, al igual que toda Guatemala, es un pueblo de sobrevivientes. La obra de José Colaj es una obra de sobreviviente, una lucha incesante no contra el destino de todos los seres humanos, sino contra el olvido, ese cáncer inducido de la memoria que disuelve el sentido de la existencia, que le quita razón de ser a los afanes históricos de los individuos y de los pueblos. Si antes no comprendíamos esta dimensión de la obra del sobreviviente de San Juan Comalapa, ahora que la muerte nos convierte a nosotros en inconsolables sobrevivientes de José Colaj, en contempladores del abismo que se abre a sus espaldas, estamos en posición de comprender su obra y su vida y de querer y lograr que permanezca y perdure en la memoria de los guatemaltecos.


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Entre Anaqueles

Nada hay imposible

Nada hay imposible cuando la fuerza de voluntad es poderosa y se impone. Basta un impulso. Un deseo y un querer hacer. Nosotros mismos somos los primeros en sorprendernos, de lo que somos capaces de hacer. Muchas cualidades y destrezas, están adormitadas y corren el riesgo de perderse. Basta una oportunidad para expresarlas. Ejemplos sobran. Al correr de la vida, es indispensable mantener viva una ilusión y no permitir que nada la marchite y menos dejarla que muera. La ilusión nos mantiene activos sin fijar edad ni sexo.

A

POR MARIO GILBERto GONZÁLEZ R.

esa ilusión, tenemos que agregarle la maravillosa oportunidad de aprovechar el tiempo. Tiempo que ya los antiguos advertían que por no ser nuestro no debíamos de desperdiciar. Ilusión y tiempo se conjugan en don Manuel Sánchez Salvador que, superando las limitaciones visuales, hace dibujos y pinturas que sorprenden por el trabajo minucioso y delicado con que los realiza. Don Manuel padece desde niño de daltonismo. Limitación que no le permite distinguir los colores pero que tampoco es un impedimento para pintar y dibujar. Aun así se las ingenia para saber qué color usar y el resultado es fascinante. Ver un dibujo de don Manuel –además de apreciarlo con sorpresa- invita a meditar de lo que se es capaz cuando se pone en juego la buena voluntad y no se deja vencer por nada que trate de impedirlo. Siempre existe un medio para lograrlo. Honesto desde luego. Og Mandino en su libro El vendedor más grande del Mundo nos regala una sabia reflexión. El roble al primer golpe de la hacha, permanece firme, resistente, pero de tantos golpe repetidos al fin cae vencido. Con lo que nos quiere decir que la persistencia es necesaria para alcanzar un logro. Don Miguel Limardo en Luces Encendidas nos ofrece otro ejemplo:

A un sólo paso de la cosa más grande. “A veces nos esforzamos con denuedo por la realización de un ideal que hemos acariciado toda la vida. A punto ya de tenerlo en nuestras manos, o nos detenemos o volvemos atrás. Un pequeño esfuerzo más y eso hubiera bastado.” Para mayor claridad nos refiere: “Mark Twain, aquel fino humorista estadounidense, se encontraba una vez en gran estrechez económica. Estaba entonces en toda su efervescencia en los Estados Unidos la búsqueda de oro en el lejano oeste. Invitó a un amigo aprobar fortuna. Se hicieron de los utensilios necesarios y hacia allá partieron. Se fueron a una montaña y empezaron a escarbar en busca del preciado metal. Estuvieron días y más días sacando cubos de tierra, pero no aparecía la más mínima señal de oro. Casi agotados, decidieron sacar unos cuantos cubos más y de no lograrlo abandonarían lo que se propusieron. Así lo hicieron y al no conseguir nada se retiraron muy disgustados. Pero sucedió que esa misma noche cayó un fuerte aguacero que puso al descubierto la superficie donde brillaba un rico filón del ansiado oro. Pasaba por allí un caminante y, al verlo, se fue y declaró el descubrimiento y la fortuna fue suya. Mark Twain lo comentaba y decía: ‘Estuve sólo a unos cuantos cubos de la fortuna’” A principio del nuevo Año, cuando se forjan tantos retos, ilusiones, proyectos y propósitos, vale la pena reflexionar sobre lo leído y más aún –que es lo importante- ponerlo en práctica sin desmayo ni flaqueza, aun se encuentren dificultades que intenten su no realización. Cuando don Manuel me mostró sus dibujos y pinturas quedé fascinado, más aun al saber de sus limitantes visuales. . Quien las ve, duda si realmente padece de ese mal. Don Manuel Sánchez Salvador nació el 15 de marzo de 1932 en el pueblecito de Almería llamado “Nacimiento” y para aclarar mis dudas y tranquilizar mis inquietudes sobre sus dibujos y pinturas, me dijo: “Me aficioné a la pintura a los 5 o 6 años de edad para hacerme yo mismo los juguetes pintados en cartón y recortarlos en forma de soldados o cualquier cosa que me gustara, pues éramos muy pobres

y padecíamos los daños de una guerra que nos destrozaba entre hermanos y sin padre no teníamos ningún dinero para comprar nada.” Un viejo principio psicológico reza que el interés es producto de una necesidad. Cuando las limitaciones económicas se manifiestan, el interés surge poderoso para superarlas y no dejarse vencer por el fracaso y menos, justificarlo por esas limitaciones. Como un escudo espartano, Og Mandino en su libro el Vendedor más grande del Mundo, pone en el cariño y experiencia de Pathros este consejo a Hafid. “Nunca te avergüences de emprender algo aunque fracases, porque aquel que no ha fracasado nunca no ha intentado tampoco nada” Y añade: “…hay un precepto que debes de recordar…guárdalo siempre fijo en la mente y vencerás obstáculos aparentemente imposibles que ciertamente te confrontarán, como le ocurre a todo aquel que tiene ambiciones.” ¿Y cuál es ese precepto? –preguntó Hafid- “El

fracaso no me sobrecogerá nunca si mi determinación para alcanzar el éxito es lo suficientemente poderosa.” Y don Manuel –tal vez sin sospecharlopuso en práctica esa determinación poderosa. El mismo lo confirma. “Con el paso de los años empecé a pintar con colores, pero como era daltónico desistí de realizar grandes cosas en pintura y me dediqué mayormente a dibujar con plumilla en blanco y negro, pero al gustarme más el color, realicé algunos trabajos, preguntándole a la gente por los tonos del colorido y así me defendía un poco y sacaba mis trabajos hacia delante con mucha vergüenza de enseñarlos, hasta que últimamente decidí crear por mi cuenta y con los tonos que se me figuraban algunos trabajos, sobre todo de simetría, que yo creo conveniente, ya que así, no tengo qué preguntar a nadie, pero si pinto personas, animales, paisajes etc. entonces si pregunto, pues todos los colores oscuros y todos los colores los veo iguales, sólo distingo la intensidad de cada uno, si son más claros o más oscuros. Por ejemplo, un rojo lo confundo con el verde oscuro, con el marrón u otro similar y lo mismo me pasa con lo azules, violetas etc., los amarillos con los sienas claros, para mí todo son lo mismo, no sé qué color es. Una vez que ya me dicen el color hago mezclas un poco absurdas que a veces me salen bien o medio bien, pero así es la forma que tengo de medio defenderme para salir hacia delante y poder enseñar mis trabajos.” Me impresiona su espontánea sencillez. Porque además de hacer estas cosas bellas, tiene destrezas para otras manualidades como arreglar cintas de video y casete con aparatos que él mismo ha fabricado. Deseo que el lector disfrute de los dibujos y pinturas de don Manuel Sánchez Salvador y confirme que cuando hay buena voluntad, todo es posible.


8 Suplemento Cultural

Nueva Guatemala de la Asunción, 21 de enero de 2012

Revista de libros

“Dios tenía miedo”, de Vanessa Núñez Handal

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Por Luis Guillermo Ibáñez

s t a novela, publicada recientemente por la escritora salvadoreña Vanessa Núñez Handal, que ya antes nos había dejado impactados con su primer trabajo publicado “Los locos mueren de viejos”, reúne la historia de Natalia, una mujer con su vida ya realizada pero que carga con el fantasma de la Guerra Civil salvadoreña en la memoria, y la culpa en el corazón, por haber pasado como volando todos esos años, “mientras otros peleaban allá en las montañas”. Ella relata sus recuerdos, desde el lente que podía hacerlo porque fue suyo: Su lugar de niña y adolescente clasemediera, desde donde describe el conflicto, con todo su horror, y reflexiona sobre este. Tras tirar la cortina de humo que sus padres se esforzaron por poner delante de sus ojos para que nunca viera la realidad que estaba tras las ventanas de su casa que “se convirtió en una fortaleza”, Natalia decide investigar sobre aquellos años de miedo, donde hasta su Dios, que es uno reservado, con temblor en las piernas, se volvió cobarde. Es a través de consultas a los archivos de la UCA, donde encuentra periódicos de la época, que desenvuelve secretos directamente relacionados con la desaparición de su primo Edgardo, y desentraña la verdad del conflicto que tantas noches le ha robado el sueño, y que la persigue convirtiéndose en una pesadilla aun cuando ella está despierta, afectando incluso su vida familiar. En la novela, que me parece muy bien documentada y, por demás, bien lograda, se alternan entrevistas de Natalia a conocidos suyos, conferencias, fragmentos de periódicos, rótulos, gente anónima que cuenta su historia, la que nunca pudieron sacar del pecho por temor. La novela se convierte en un collage que, a ratos, recuerda a La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Esta es la segunda novela que Vanessa Núñez Handal publica, con el sello F&G Editores, y que la coloca ya en un buen lugar dentro de las letras salvadoreñas, y, claro, centroamericanas.

Enhorabuena, pues, por Vanessa y su increíble novela, y también, por la literatura salvadoreña, que consigue, con ella, a una escritora que también hace historia. SEMBLANZA Vanessa Núñez Handal nació en San Salvador, El Salvador, en septiembre de 1973. Posee estudios de una maestría en ciencia política y una maestría en literatura hispanoamericana. Ejerció como abogada hasta el 2006. En el 2001 se trasladó a vivir a Santiago de Chile, y en el 2002 a Guatemala, donde reside y se desempeña como tallerista de escritura creativa y catedrática en las universidades del Valle de Guatemala y Rafael Landívar. Ha sido ponente invitada de la Universidad de Liverpool, Inglaterra, del Instituto Latinoamericano de Viena, Austria, de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala y de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. También participó en el programa para artistas de la Residencia Casamarles, Barcelona, España. Ha publicado diversos cuentos y fragmentos de su obra en revistas de Alemania, España, Colombia, El Salvador, Guatemala y México. En 2008 publicó su primera novela, “Los locos mueren de viejos” (Guatemala: F&G Editores).

Revista de libros

“Últimas palabras” de José Barnoya García

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POR MARIO CORDERO ÁVILA

l próximo martes 24 de enero, a las 18:30 horas, en el Centro Cultural “Luis Cardoza y Aragón” de la Embajada de México (2a. avenida 7-57 Zona 10), se presenta la nueva edición de “Últimas palabras” de José Barnoya García, presentado por Francisco Pérez de Antón, José Luis Perdomo Orellana y el autor. La entrada es libre. Ésta es la tercera edición de este libro de 24 cuentos brevísimos. F&G Editores retoma esta publicación, que inicialmente había sido publicada en 1991. La nueva versión viene acompañada, de igual forma que las anteriores, con ilustraciones del finado maestro Marco Augusto Quiroa, quien había realizado una ilustración para sendos cuentos. Tal y como no lo deja de esconder la dedicatoria de Barnoya, esta colección de microrrelatos está influida por el maestro de la narrativa brevísima, el también guatemalteco Augusto Monterroso. Pero las semejanzas no se refieren únicamente a la brevedad, sino también en lo mordaz y en lo irónico de los textos, así como ese deseo de desmitificar las ideas preconcebidas, que a veces aceptamos únicamente por fe o por costumbre. El microrrelato que da título a la colección, “Últimas palabras”, evidencia la amargura, pero a la vez la ironía, de un personaje perverso previo a fallecer: “Agonizante, el dictador entreabrió la boca para decir. Perdono a todos y cada uno de mis enemigos, con la única condición de que no asistan a mi entierro. Pueden quedarse en sus tumbas.” Así como puede observarse en el anterior ejemplo, Barnoya se desnuda de artificios lingüísticos y de retórica bofa que sólo infla de páginas los cuentos, y va directo al grano, economizándose signos de puntuación, en cuanto la sintaxis se lo permite, para culminar de una vez por todas con el cuento, y sorprender, de golpe, al lector, sobre todo si éste está desprevenido. A diferencia de Monterroso, la narrativa breve de Barnoya sí está ambientada en una realidad más guatemalteca, sobre todo dentro de una guerra interna. Sí, y es que buena parte de la ironía y la amargura es comprensible sólo en una sociedad injusta y poco desarrollada como la nuestra, periféri-

ca al conflicto armado. Más de veinte años después, Barnoya puede volver a revitalizar este libro, también a modo de protesta de que nuestro país sigue siendo tan injusto como el de hace dos décadas. José Barnoya García nació en la ciudad de Guatemala el 23 de enero de 1931. Médico y cirujano egresado de la Universidad de San Carlos de Guatemala; realizó estudios de urología en Boston y Nueva York. En Guatemala, trabajó durante 20 años en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social y como profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Recibió una mención honorífica en el “Certamen Permanente 15 de Septiembre” del Ministerio de Cultura en 1982 y en 1988 obtuvo el “Premio de Crónica Inédita” de la Municipalidad de Guatemala por su obra “La ciudad que perdió su identidad”. Reconocido en Guatemala por su trayectoria en la Huelga de Dolores de la Universidad de San Carlos. En poesía ha publicado: “La última navidad y algo más” (1967), “Primeros pasos de una niña cualquiera” (1968), “Entre la risa y el llanto” (1969), “Siempre vivas a la muerte” (1981) y “Cosas de niños” (1970). Entre sus libros de cuentos están “Letras” (1983) y “Panzós y unas historias” (1984, 1986 y 1990). Ha publicado los relatos históricos “Historia de la Huelga de Dolores” (1970) y “Amigo mártir” (1974) y las novelas “Al cruzar la calle” (1981) y “Los cien años del insecto” (1996). Ha sido columnista de El Imparcial (1971-1981), Siglo XXI (1992-2009) y El Periódico (2010 a la fecha). Su último libro es una selección de sus columnas de opinión, “Hablando solo” (2004).


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