Suplemento Cultural Una idea original de Rosauro Carmín Q.
Guatemala, 11 de junio de 2011
Alejandro Noriega: artista del siglo XXI
EL PRIVILEGIO DE SER INVALISTA
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Futuro de rollos fotográficos cada vez más velado
La importancia de saber leer para la seguridad pública
Samuel Beckett entre actrices y silencios
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Nueva Guatemala de la La Antigua que viví
EL PRIVILEGIO
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irectores como don Antonio Castro y Escobar, don Rafael Moreira, general Rodolfo A. Mendoza, coronel Ovidio Sierra Camey, profesores Abrahan Orantes y Orantes, Miguel Morazán y Florencio Gálvez, habían dejado su impronta y los exalumnos, ya profesionales, la recordaban siempre. Cada quien en su tiempo. Por ejemplo: los primeros años narrados por el exalumno y periodista Federico Hernández de León y el licenciado. Fernando Juárez y Aragón, el renacimiento del Instituto y Escuela Normal y el prestigio que alcanzó bajo la dirección del general Rodolfo A. Mendoza. En tiempos de don Abrahan Orantes y Orantes, se internacionalizó el concurso de oratoria y un grupo de estudiantes en 1924, eligieron por primera vez en el estudiantado del país, a una señorita para investirla como reina estudiantil. Una pléyade de distinguidos y cultos profesores de indiscutible solidez académica y basta experiencia docente, reforzaron la labor de los directores y juntos hicieron del Instituto Antigüeño, el templo del saber para la juventud deseosa de superarse. Elenita Cubas, Herminio García, Oscar Murga, Rodrigo Alcayaga, Benedicto Estrada, José Lafuente, Abelino Ponce Sierra, Francisco Palomo Aragón, Guillermo Arzú Matheu, Rafael de la Hoz Zepeda, Otto Cintora Funes y el catedrático de catedráticos don J. Adrián Coronado Polanco, fueron el aval de la formación académica de los alumnos. El profesor don José María Vielman España, que impartió las materias de latín, filosofía e idioma español, en una carta del 8 de marzo del 2004, dejó escrito que: “Un día miércoles, ocho de septiembre de 1938 dicté mi primera clase de latín, en el Instituto Normal de Varones de la Antigua Guatemala….Allí conocí a mi primer director don Florencio Gálvez y al subdirector don José E. Abril, símbolo de toda una época en la educación de la Antigua
Es tal el prestigio que goza –desde sus inicios– el Instituto Antigüeño que, llegar a ser su alumno, es un privilegio. Ha sido el Instituto de los antigüeños y de quienes allende sus fronteras, están ávidos de adquirir conocimientos sólidos que fortalezcan el edificio de sus vidas y se les abran las puertas de nuevos horizontes. Ha sido y es, un Instituto formador de personas y de profesionales. POR MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.
Guatemala. A partir de ahí trabajé 34 años en cuyo lapso y en distintas épocas, impartí diversas asignaturas…” He contado en otras oportunidades que mi madre tenía el agradecimiento, como la flor más delicada de su jardín espiritual. Hay que dar las gracias –me decía– por lo mínimo que se reciba. Lo que recibía del Instituto, era mucho más de lo que esperaba. Era mi formación personal y académica. ¿Cómo agradecerlo? Fluyeron muchas ideas y me quedé con una que le hacía falta al Instituto, escribir y divulgar su historia. La tarea me entusiasmó a mí mismo, porque así podía conocer en primicia lo que hasta entonces era desconocido y de lo que se hacían referencias esporádicas. Su historia estaba esparcida en la memoria de exdirectores, exprofesores, exalumnos, vecinos viejos y en los anaqueles de archivos que nadie consultaba. Procurarla y ordenarla no fue nada fácil, pero tampoco imposible porque el impulso que la alimentaba era el sentimiento de agradecimiento y el deseo, a la vez, de que se conociera su riquísimo pasado. Así conocí a exirectores y profesores vencidos por el paso del tiempo. A varios exalumnos de la primera graduación y promociones posteriores que peinaban canas. A vecinos viejos que fueron testigos de la construcción del edificio y de sus primeras clases. A dos exinstructores de la escuela práctica que fue la cimiente de la escuela primaria: don Ciriaco Orenus, sastre y don Manuel Roma, herrero. Y para hermosear la investigación histórica, a quien fue la primera reina estudiantil en 1924. Los archivos, dieron sorpresas inesperadas y la documentación
dormida en sus anaqueles, respaldó la memoria histórica de quienes fueron sus actores principales. Ordenado ese riquísimo y virgen material, le dio vida a la reseña histórica del Instituto “Antonio Larrazábal” que di a conocer por primera vez en las
páginas del Diario El Imparcial en 1962. Carecía el Instituto de una exposición visual de su pasado y aproveché parte de ese material para conformar “La Galería de exdirectores y primeros egresados. Única y completa –entonces– en los establecimientos de secundaria del país. Procurar las fotografías de quienes habían dirigido el Instituto y fueron los primeros egresados, tuvo su grado de dificultad. Hice viaje especial a San Salvador para procurar la fotografía del profesor don Florencio Gálvez. Fui atendido con toda amabilidad y sus familiares me dieron la dirección de la viuda. Vivía a tres cuadras de mi residencia en la ciudad de Guatemala. Como ese ejemplo, hay otros que fueron vencidos por la tenacidad, el entusiasmo que cada dato ofrecía y por el sentimiento de gratitud. La limitación económica –tan decisiva para la realización de muchos sueños– hizo tambalear mi proyecto de formación académica y estuvo en riesgo de no realizarse. Fue la mano generosa de mi hermano Ju-
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DE SER INVALISTA
lio Alberto, la llave maestra de oro para abrir de par en par las puertas del Instituto Antigüeño y gozar del privilegio de ser su alumno. Ese fue otro motivo poderoso para expresar mi gratitud. La lectura de su historia y la formación de la galería, despertó especial alegría y gratos recuerdos entre los exdirectores y exalumnos. Desde México D. F., el exalumno Juan J. Tarragó N., expresó: “He leído con dedicación y entusiasmo su valioso trabajo “Reseña Histórica del Instituto Antonio Larrazábal. Me parece un trabajo valioso para la historia de la educación en la bella y acogedora Antigua Guatemala, apacible ciudad en la que viví lo años más felices y tranquilos de mi existencia. Allá comencé mi primaria, en el Colegio Antigüeño y al nombrar al general. Rodolfo A. Mendoza, director del Instituto de Varones, pasé con la mayoría de alumnos a cursar la complementaria a aquel bienamado centro educacional.” Por su parte, el ex – Director y ex –catedrático don Abrahan Orantes y Orantes, al procurar su fotografía para la galería, escribió: “La noble tarea que usted. se ha impuesto, mi distinguido amigo, constituye algo que verdaderamente lo honra, porque en nuestro medio, es muy difícil que alguien se ocupe de recordar a los maestros que han hecho algo por la juventud. Hay en ese Instituto de la Antigua
una obra tenaz y perseverante de muchos mentores que dejaron ahí, sus mejores años y su buena voluntad, en aras de la causa generosa de la educación…colaboró conmigo aquel soñador que se llamó don José Abril, apóstol fervoroso cuya memoria vive en el corazón de sus discípulos, por su rectitud y celo, por sus virtudes de educador sin mácula y por su espíritu disciplinario, cuyos frutos fueron el aprendizaje sin farsas, el orden y el respecto perfectos, la marcialidad de la Compañía de Caballeros Alumnos y la sólida posesión del deber como norma. Por todo esto, la empresa de usted, tan pura como un manantial que brota sin otro objetivo que su fervor de maestro, conmueve por espontánea y generosa.” El 8 de Agosto de 1959, siendo director del Instituto Antigüeño, el profesor Fausto Aguilar Manzanares, en un acto académico presidido por el Ministro de Educación licenciado Vicente Díaz Samayoa exalumno invalista y ganador del primer premio en oratoria- y de exdirectores, de sus familiares, de autoridades del departamento y del municipio, exalumnos, alumnos e invitados, hice entrega de la galería de exdirectores y primeros egresados. Prof. Enrique Toriello (18741877) como símbolo del intento del gobierno de Justo Rufino Barrios, de fundar en Antigua Guatemala, un instituto literario de segunda
enseñanza el 9 de septiembre de 1874 y cuya existencia fue efímera porque la Ley Orgánica del año siguiente, no contempló su existencia y quedó convertida en una escuela de educación primaria, en cambió la Escuela Normal fundada el 3 de Marzo de 1893 por el presidente de la República general José María Reyna Barrios, es el Instituto que llega a nuestros días y su primer director lo fue el profesor Antonio Castro y Escolar (1893-1897), le siguieron: profesor Rafael Moreira Morales (1898-1899), profesor Martín Quezada (1899-1903), profesor Gildardo R. Palencia (1903-), profesor José. Mercedes Fuentes Valenzuela (1914-1915 y 1927-27), coronel Rodolfo A, Mendoza (1915-1918), profesor J. Adrián Zepeda (19181919), profesor J. Julio Cordero (1919-1921), profesor Miguel Morazán (1921 y 1945-46), profesor Adolfo Vides Urrutia (1922), profesor Macario Rivas Sotomayor (1924), profesor y coronel Hermógenes González Mejía (1924-25), profesor Adrián Zapata Castañeda (1925), capitán José Everardo. Abril (1925-26), ingeniero Miguel G. Midence (1926), coronel Joaquín O. Guzmán (1927), profesor Miguel Vásquez (1927, general José. Ovidio Sierra Camey (19281931), profesor Rubén E. Recinos (1931-31), profesor Abelardo A. Rodas Ara. (1931-31), profesor Abrahan Orantes y Orantes (19311938), profesor Florencio Gálvez (1938-1944), profesor Carlos Cóbar (1944-45), doctor. Alfredo Aldana Hernández (1946-1947), Raúl Polanco R. (1947-1950), profesor Federico Sandoval Ríos (19501954), profesor Juventino Mármol Samayoa (1954-1955), José María Lazo Jurado (1955-1958), profesor Fausto Aguilar Manzanares 1959. Treinta y una fotografías ampliadas de 11x14 pulgadas, rotuladas y enmarcadas que ese día se colocaron a lo largo del ala sur del edificio. También la de los primeros egresados de bachiller. licenciado J. Antonio Villacorta C., licenciado Francisco Muñóz Beteta, licenciado. Juan José Pellecer, doctor. Carlos Catalán Prén, Bachiller. José R. García y pendientes de procurar las fotografías de: Abelardo Alvarez R., Rafael Estrada U., Filiberto Ponce Sierra y Florencio Urízar Noriega. El director del plantel don Antonio Castro y Escobar, recomendó al bachiller, J. Antonio Villacorta C., que debía de graduarse de maestro.
Llamó al distinguido maestro don Rafael Moreira Morales para que lo preparara, de esa forma el licenciado. Villacorta C., fue el primer maestro egresado en Antigua Guatemala. De premio, el director Castro y Escobar le obsequió un libro sobre las maravillas del mundo con una elocuente dedicatoria: “Entre Dios y la madre está el maestro.” El acto de la primera graduación se realizó el 25 de octubre de 1895 en uno de los salones del que fue colegio de San Borja, más tarde, mercado municipal. Esta galería es digna representante del Instituto de los eternos valores, porque como dicen los exalumnos, “quien puso un pie en el INVAL, nunca lo olvida.” Presumo que las autoridades del Instituto Normal para Varones, hoy “Antonio Larrazábal”, la han de tener en gran estima, actualizada y a la vista en un lugar digno, no solo por el esfuerzo para lograrla sino por lo que significa para la vida histórica de un plantel con los kilates del Instituto Antigüeño. Y como todo es posible en la viña del Señor, me resisto aceptar que un Ddrector –con la tolerancia tácita del claustro de catedráticos, tan celoso de las actividades del Instituto– cometa un acto de incultura e irrespeto arrumbándola en el cuarto de los cachivaches.
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FUTURO DE ROLLOS FOTOGRÁFICOS CADA VEZ MÁS VELADO
En la Galería Image City Photography, Gary Thompson se deleita señalando las características de luz, contraste y nitidez en una de sus mejores impresiones, un paisaje invernal a la puesta del sol en el acantilado El Capitán del Parque Nacional de Yosemite tomada con una cámara Pentax de película fotográfica, que compró en 1999 por 1.700 dólares. POR BEN DOBBIN
S
u esposa Phyllis, que comenzó a practicar fotografía artística cuando ambos se jubilaron en la década de 1990, prefiere una Hasselblad X-Pan para paisajes, como una toma con modificaciones de velocidad de un puerto en Nueva Escocia. De 11 socios y residentes artísticos en la galería privada en Rochester, los Thompson son los únicos que no se han cambiado a las cámaras digitales que no usan película. Pero quizá estén cerca de llegar a ese momento. “Me gusta el color que tenemos en la película, la luz natural”, dijo Phyllis Thompson, de 70 años, que se casó con su novio de secundaria hace 50 años. “Pero las cámaras digitales mejoran cada vez más y llegará un momento en el que posiblemente ya no se puedan comprar más rollos. Entonces tendremos que cambiar”.
Al comienzo del siglo XXI los aficionados a la fotografía compraban cerca de 1.000 millones de rollos al año en Estados Unidos solamente. Este año podrían comprar menos de 20 millones, más 31 millones de cámaras desechables, que suelen ser muy requeridas por los turistas en las playas, según la Asociación de Mercadotecnia de Fotografía. Eastman Kodak Co. puso a la venta el primer rollo de película flexible en 1888. Para 1999, más de 800 millones de rollos se vendieron tan solo en Estados Unidos. El año siguiente marcó el cenit de ventas combinadas de rollos (más de 786 millones) y cámaras desechables (162 millones). Pero la caída en las ventas de cámaras de película durante la última década ha sido igualmente sorprendente. Las compras en Estados Unidos se han desplomado de 19,7 millones de cámaras en el 2000 a 280.000 en 2009 y podrían ser me-
nos de 100.000 este año, dijo Yukihiko Matsumoto, principal investigador de la asociación, con sede en Jackson, Michigan. Para el analista de InfoTrends Ed Lee la desaparición de las películas está haciéndose más evidente. “Si extrapolamos la tendencia de las ventas de rollos y la desaparición de las cámaras con cinta, daría la impresión de que las películas fotográficas habrán desaparecido casi completamente en Estados Unidos para el final de la década”. Entre aquellos que todavía dependen de las películas, por lo menos parte del tiempo, están los aficionados avanzados y algunos profesionales que se especializan en imágenes de la naturaleza, viajes, ciencias, documentales, museos, bellas artes y fotografía forense, según sondeos de mercado. El resto de las personas que usan rollos tienden a ser de ingresos bajos o de edad avanzada, de 55 años en
adelante. Aunque también hay cada vez más devotos que crecieron en la era digital y quizá se convirtieron por una hora mágica en el cuarto oscuro durante la preparatoria o la universidad. Otros simplemente se sienten atraídos por su mejor calidad comparada con las fotos digitales e incluso se aventuran a carreras de “retrofoto”. “En todo, desde las bodas y los retratos a las fotografías comerciales, los jóvenes profesionales consideran las cámaras digitales tan predominantes que buscan algo que los distinga”, dijo Kayce Baker, director de mercadotecnia en Fujifilm North America. “La parte artística es algo que sus clientes ricos quieren ver”. Kodak continúa siendo la mayor fabricante de películas fotográficas, mientras que la japonesa Fuji le sigue de cerca. Pero las películas de consumo masivo y las profesionales que fabrican se han reducido a pocas decenas de tipos de película en unos cuantos formatos, lo que es otro de los factores en la caída en el revelado de películas. El centro de revelado Scott’s Photo en Rochester hizo el gran cambio este año y dejó de revelar rollos a color diario porque ahora uno de cada 20 clientes, o menos, le trae rollos. Hace una década “revelábamos 300 rollos en un día bueno, ahora vemos unos ocho o 10 rollos en los pocos días que revelamos” dijo el propietario del establecimiento Scott Sims. Para las masas apresuradas no se puede detener el reloj. “Hay cantidades de imágenes digitales que se toman a diario, especialmente con los celulares, que nunca llegarán a estar en papel”, dijo Therese Mulligan, presidenta administrativa de la Escuela de Artes y Ciencias Fotográficas en el Instituto Tecnológico de Rochester. Gary Thompson, quien ha montado exposiciones con sus mejores fotografías desde hace 32 años, también se da cuenta que está llegando al final de una era. “Cuando las cámaras que usan película se descomponen, la gente no se compra otra sino que cambia a las digitales,” dijo. “Al final probablemente terminemos por hacerlo. Hay una cierta nostalgia, especialmente cuando estoy trabajando con una de mis grandes cámaras toscas. Esto será triste, pero cuando pase me adaptaré”, agregó.
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Reportaje
LA IMPORTANCIA DE SABER
LEER PARA LA SEGURIDAD PÚBLICA
Cuando los soldados de la OTAN entrenan a la policía afgana, sus clases más intensivas no son de puntería, patrullaje o control de disturbios. Son de leer y escribir.
S
ólo el 11% del personal básico y 35% de los suboficiales en el ejército y la policía afganos saben leer y escribir, de acuerdo con entrenadores de la OTAN. Eso está minando la efectividad de las tropas en momentos en que la OTAN trabaja para preparar a las fuerzas de seguridad locales para eventualmente entregarles el poder. Ha habido numerosos reportes de miembros analfabetos de las fuerzas de seguridad afganas metiéndose en problemas. Una unidad del ejército pidió un ataque aéreo contra sí misma en julio porque nadie podía leer el mapa. Oficiales que no pueden leer los números de serie de sus armas ni saben qué calibre usan. Una unidad que estableció un punto de control, pero no podía leer las tarjetas de identificación de los automovilistas que pasaban. A menudo la policía no puede escribir las declaraciones de testigos ni examinar las leyes. En algunos casos, jefes policiales estaban robándose los salarios de sus subordinados, y reclutas analfabetos no podían detectar el robo. “El analfabetismo es como la ceguera”, dijo el coronel Mohammad Hashim, el jefe afgano de entrenamientos del Centro de Entrenamientos de la policía. “Ninguno de ellos podía resolver un problema. Ninguno de ellos podía aplicar la ley”. Una cumbre de la OTAN en Lisboa acordó comenzar a entregar las responsabilidades de seguridad a las fuerzas afganas a inicios del 2011, con el objetivo de una transición total para el final del 2014. Pero a las fuerzas afganas les falta mucho que avanzar para entonces. Crear una fuerza de seguridad eficiente y confiable es crucial en los esfuerzos de la OTAN para minar al Talibán, en el campo de batalla y en la opinión de los afganos, que no confían en el sistema judicial. El Talibán ha usado desde hace tiempo la corrupción y el caos legal como una herramienta de reclutamiento, prometiendo estabilidad y el imperio de la ley por medio del uso de la justicia islámica. Antes de que la OTAN se hi-
POR KATHARINE HOURELD
ciese cargo de las misiones de entrenamiento, muchos reclutas policiales afganos simplemente recibían el uniforme y armas y salían a pelear. Tenían una tasa de bajas tres veces más alta que la del ejército afgano, una tasa anual de deserción de 24% y eran muy criticados por incompetencia y corrupción. La OTAN espera que nuevos cursos de entrenamiento enseñando a los reclutas a leer y escribir mejoran lentamente la situación. Aproximadamente 74% de los 30 millones de afganos son analfabetos, y el porcentaje es aún mayor entre las fuerzas de seguridad, porque pocas per-
sonas educadas se inscriben. Aquellos que lo hacen son oficiales, donde la tasa de alfabetismo es mucho mayor, de 93%. El Talibán y otros grupos extremistas hacen sus reclutamientos entre el mismo sector poblacional, pero saber leer no es tan necesario para su guerra de guerrillas — sus combatientes no tienen muchos reportes ni tarjetas de identificación que leer. Pero para las fuerzas de seguridad afganas, “el alfabetismo es asunto de vida o muerte”, dijo el brigadier general estadounidense Neasmith, que encabeza el entrenamiento del ejército. El teniente general William Caldwell, máximo comandante
del entrenamiento de la policía y las fuerzas armadas, no consideraba el alfabetismo como parte de la misión, pero “mientras más lo examinó, se dio cuenta de que es fundamental”, dijo Neasmith. Ahora, el entrenamiento básico de seis semanas, 313 horas, para la policía dedica 48 horas a enseñarles a leer y escribir, más que las 44 horas dedicadas a tiro al blanco. El Ministerio del Interior ha aumentado el tiempo dedicado a enseñar a leer y escribir a 176 horas para reclutas de la más exclusiva Policía Nacional del Orden Civil, una fuerza cuya tarea es ayudar a mantener el control del territorio recuperado por la OTAN y las fuerzas afganas. Eso equivale a un mes extra en las aulas en momentos en que un avance en el sur del país, el bastión del Talibán, tiene a la OTAN necesitada de una fuerza policial bien entrenada para retener el terreno ganado. Recientemente, la OTAN redujo los requerimientos de lectura para ingresar a la Policía Nacional a primer grado, de tercero grado, parte de un esfuerzo para ampliar rápidamente las fuerzas de seguridad afganas.
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Productos de importación
SAMUEL BECKETT ENTRE ACTRICES Y SILENCIOS
A Samuel Beckett lo leía a través del prisma del teatro. De joven era asiduo a una escuela de teatro. Iba como es lógico por las actrices. Me apasionaba ese desdoblamiento que hacían en escena, cómo se convertían en otras mujeres, pero de algún modo eran las mismas. En silencio las veía cambiar de piel. Eran otras, pero siempre eran las mismas. Estas actrices amateurs me llevaron de la mano hacia Artaud y Beckett. En ambos el fracaso se tejió de manera diferente, pero de todos modos ambos quedaron atrapados: Artaud en la locura y Beckett en el silencio; ese silencio donde las palabras se desgastan, se empobrecen. No por casualidad está ese proverbio árabe: “No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir sea más bello que el silencio”. Las obras teatrales Fin de partida y Esperando a Godot hoy se representan y todavía causan esa extrañeza desesperada, esa desazón que se instala en el espíritu como un moho enfermizo. En las dos piezas se opera una peculiar metáfora de ese absurdo del existir donde sojuzgamos a alguien o donde esperamos algo sin saber nada al respecto. Somos como mendigos carcomidos por el tiempo que estamos a la expectativa. Desde un bote de basura todavía articulamos palabras, pero la inutilidad de nuestro esfuerzo, de nuestra voz perdida en el ruido de la prisa y los horarios se da de bruces con el vacío. Beckett como escritor siempre tomó distancia con las criaturas de su teatro o de sus novelas, al parecer le interesaban slo las palabras y su efectismo sicológico, ni siquiera la belleza o su significado, sino ese trabajo de zapa a nivel de los sentidos y del alma. Siempre tomó distancia tam-
bién de la vida literaria, era un extraño que trataba de alejarse siempre, de dejarlo todo (como su personaje Clov), pero se quedaba sin encontrarse del todo a gusto en nada. Antes de ser profesor realizó un conjunto de trabajos menores. Creyó ver en Joyce la cúspide de la literatura y por algún tiempo fue su secretario, pero eso también al parecer le cansó. Sus primeros libros fueron Belacqua en Dublín (relatos, 1934) y su novela Murphy (1938). Emil Cioran, que lo trató mucho en París, lo considera un escritor que busca la iluminación en el sentido del budista, o como lo escribió Cioran: “El budismo dice, de quien busca la iluminación, que debe obstinarse tanto como el ratón que roe un féretro. Todo verdadero escritor realiza un esfuerzo semejante. Es un destructor que aumenta la existencia, que la enriquece minándola”. En dicha tarea Beckett llegó al extremo.
POR CARLOS YUSTI
Era irlandés de pura cepa que adoptó Francia como su paradero movible. Escribía en inglés y francés. Como su preocupación básica era el lenguaje, era su propio traductor, y ejerció en este oficio sus traiciones respectivas. Buscaba cierto ritmo, cierta musicalidad más que una aproximación veraz con lo que intentaba expresar. Detestaba todos los trabajos que desempeñó. En uno de los tantos encuentros con Cioran le preguntó al filósofo que si trabajaba. Cioran que era un vago a tiempo completo; le confesó que desde hacía mucho tiempo le había perdido el gusto de ser productivo y que para él escribir era un torturante suplicio. A Cioran le sorprendió que Beckett le dijera que escribir le producía mucha alegría. Los biógrafos de Beckett cuentan que cuando recibió el Premio Nobel de Literatura se sumió en la tristeza y la depresión. Joyce no lo obtuvo, pero a pesar de este triunfo Beckett supo que su fracaso con las palabras era una cruz privada que cargaba a cuestas, lo que al final lo volvió más sombrío, retraído y silencioso. Uno de sus últimos libros, escrito dos años antes de su muerte, Rumbo a lo peor, es el ejemplo perfecto del fracaso. Es una novela que se tensa en arco y dispara una reflexión sobre el fracaso de comunicarse, de hablar para comprender al otro. La novela está escrita en un estilo nada sencillo a tal punto que el propio escritor se vio sobrepasado por el texto que él mismo no pudo traducir al francés. Lo que pierde al ser humano es que a lo largo de su existencia no comprenda nada, no comprenda incluso con aquellos con quienes habla, esa es su gran tragedia. Las palabras parecen surgir de un bote de basura al que ningún transeúnte parece escuchar. Solo los mendigos y hambrientos del mundo hurgan en la basura para alimentarse y no precisamente de palabras. Samuel Beckett pareció entenderlo, pero ya había fracasado aunque edificó un universo donde las miserias humanas se unen como los granos uno a uno hasta formar ese imposible montón. Cioran lo ha escrito mejor: “Su universo es quizás un infierno, pero un infierno milagroso, puesto que en él uno se libera de la doble tarea de vivir y de morir”. Muchos años después seguí frecuentando a las actrices, ya no me interesaba el teatro como estética, pero seguía cautivado por la doble vida de las actrices, quizás todos somos actores aficionados en ese teatro constante que es la vida, todos actuamos para salir librados (lo mejor posible) de esas situaciones trágicas o cómicas. En fin, leí todo lo que encontré de Beckett, y coincido con Paul Auster cuando asegura: “La palabra clave en todo esto, creo, es desahucio. Beckett, que comienza con poco, termina aún con menos. El movimiento en cada una de sus obras es hacia una especie de alivio, por el que nos conduce a los límites de la experiencia —a un lugar donde los juicios estéticos y morales se vuelven inseparables–. Este es el itinerario de los personajes en sus libros, y también ha sido su propio progreso como escritor”. Beckett fue despojando a su obra de todo andamiaje estilístico, desahució frases, eliminó párrafos completos y se fue quedando con lo esencial. Fue royendo como los ratones el féretro de su escritura hasta encontrar esa luz breve, pero intensa, del silencio, de ese mutismo que hace equilibrio en el gesto o en una mirada que se proyecta fija hacia un punto en el vacío. Uno de seguro también acabe escribiendo balbuceos inconexos hasta llegar exhausto a esa meta donde el silencio es una expiación y una liberación.
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Galería de artistas
Alejandro Noriega: artista del siglo XXI
S
POR JUAN B. JUÁREZ
i nos atenemos a la cronología Alejandro Noriega (Guatemala, 1967) sería en todo caso un artista de transición, a caballo entre los siglos XX y XXI; y dado que lo fundamental de su experiencia vital (la niñez y la juventud) y de su formación artística se definió en el siglo pasado, en pleno auge —por lo menos en Guatemala— del arte moderno, uno estaría tentado a ponerle también a él el marbete de moderno. De hecho, con técnicas y procedimientos que hoy, desde un punto de vista ultra contemporáneo, se consideran tradicionales, creó una pintura que lo acercaba al expresionismo abstracto y que le valió el reconocimiento del público y hasta un premio en la Bienal de Arte Paiz a principios de los años 90. Siguiendo esa línea de razonamiento, diríamos que a partir del 2000 adoptó la tecnología un poco tardíamente, cuando ya existía una generación formada en un ambiente cibernético, por llamarle de alguna manera, que se expresaba con naturalidad con medios tecnológicos que, a diferencia de él, no habían “adoptado”. Sin embargo, lo que define la contemporaneidad de Alejandro Noriega no es el uso de los medios expresivos que la tecnología pone en las manos de las nuevas generaciones, sino el malestar y el incomodo que le produce el papel y el lugar que la concepción tradicional del arte (moderno) le otorgan al artista y a los productos de su trabajo: un dudoso prestigio que en la práctica equivale a una marginación dorada de los asuntos que verdaderamente tienen importancia en la vida social de una comunidad. Ese sentimiento de profunda frustración ante la inutilidad del trabajo artístico se gestó en Alejandro Noriega mientras desarrollaba exitosamente una prometedora carrera de artista; y ante la disyuntiva de explotar con cinismo su talento creativo o bien renunciar por completo a un oficio inútil, decidió mejor luchar por devolverle el poder al arte y utilidad al trabajo del artista. En este punto habría que aclarar que el poder del arte está relacionado con la conciencia, la verdad y la realidad; y la utilidad del trabajo del artista significa su contribución a la formación de la conciencia de las personas de la comunidad sobre la verdad de su realidad. Nada de aspiraciones a la belleza ni de fanfarronadas sobre los grandes temas artístico-sociales que caracterizan al arte moderno; nada, tampoco, de genialidades individuales que luego se convierten en mercancía. Más bien una actitud lúcida y crítica para captar en los hechos cotidianos lo que decide el sentido de la vida, y para expresarlo en un lenguaje abierto, cuya elocuencia no se funda en lo estético sino en la verdad. Claro, los hechos cotidianos que en la actualidad deciden el sentido de la vida son bastante complejos y no se dejan captar fácilmente, sobre todo porque forman parte de un sistema dentro del cual son “normales” y por tanto “in-significantes”. De allí que para ver su decisivo significado y su peligrosa incongruencia haya que sacarlos del contexto donde son habituales y normales, un recurso que Noriega utiliza muy eficazmente. Así, realiza en su computadora grandes vallas que publicitan hechos cotidianos de su vida en Guatemala y lleva a dimensiones gigantescas los grafitis que encuentra en las calles que recorre diariamente y las inserta digitalmente en los edificios de las inmaculadas urbes europeas. En su más reciente exposición, titulada “Te amo, te odio, sin ti no puedo vivir”, en alusión a la ciudad de Guatemala, presentó un video en las que se suceden las imágenes en blanco y negro de un asesinato en un autobús urbano, un nutrido grupo de zopilotes sobre un mausoleo algo pretencioso, un espacio en blanco donde revolotea una mosca y, a todo color, un personaje, chara o indigente, durmiendo la mona a la hora pico en una calle cualquiera. No hay en esa secuencia de imágenes ningún afán cívico, ninguna intención moralista, ninguna
reflexión sobre la vida y la muerte y la banalidad de las ambiciones humanas; es simplemente el registro objetivo —si se le puede llamar así— de lo que define a un contexto urbano, a un clima, no importa si propicio u hostil, donde se desarrolla una convivencia social. Alejandro Noriega no se hace ilusiones al respecto, pero logra in-
troducir subrepticiamente y en secuencia más bien lenta esas imágenes en la conciencia para una posible, aunque no necesaria, reflexión que le depararía a su trabajo de artista una posible, aunque no necesaria, utilidad. Y entre esas posibilidades inciertas e irónicamente barajadas, un sentido a su obra.
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Revista de libros
OBRAJE
Los libros no están a merced de sus autores y, una vez que se desprenden de sus manos, su viaje es incierto. Mario Roberto Morales escribió Obraje en 1970 y en 1971 obtuvo un premio que no incluyó la publicación de la novela, que, inédita, se difundió entre los amigos y recibió de éstos severas críticas —mezquinas y poco certeras, ¿envidiosas?—, lo que hizo que el autor engavetara su trabajo. Los vaivenes personales y la represión política del gobierno de Guatemala provocaron que Obraje se perdiera durante 28 años, pero gracias al azar y la amistad, el texto fue recuperado y, 40 años después, sale a la luz. El escritor lo acepta como un trabajo de juventud con ecos del boom latinoamericano, pero también con un ímpetu contrapuesto, una antinovela que no sigue una historia lineal (con un inicio y un cierre circulares) y que puede leerse de manera aleatoria. Por Carlos López
E
n este relato, el narrador no emite juicios directos, más bien constata a través de diversos personajes una realidad compleja, evidente, a veces, y, otras, difícil de desentrañar. Obraje es un poblado de Guatemala, un microcosmos donde transitan seres que mueven al lector al sufrimiento, la comprensión o la risa. Güicho, el protagonista, es un joven común, sensible, confundido, que en su etapa adulta llega, sin convicción alguna, a ser presidente de la república. Morales logra retratar a este protagonista (el protagonista principal es el pueblo) como un ser lleno de contradicciones. El núcleo de ese pequeño mundo es la familia de este personaje: su madre, la Chus, una mujer falaz y poco cariñosa que lo castiga «por su bien»; su padre, don Ricardo, un boticario que antes de serlo vendía cristos de casa en casa y que suele emborracharse durante días enteros y amanece casi siempre en Las Horas Felices, el prostíbulo del pueblo. Güicho tiene una formación desigual, producto de las supersticiones de su madre y el machismo de su padre. El lector que avanza en la lectura va uniendo hilos y piezas para completar una historia de apariencia chusca y trasfondo terrible. El rompecabezas nunca se completa. El autor deja huecos porque sabe que las personas no están hechas de una sola pieza; por el contrario, son falibles, desconfiadas, ambiciosas, inconsistentes, racistas. El ambiente del pueblo está mezclado con diversas culturas y tradiciones; en un cerrado núcleo conviven indígenas, españoles, chinos. Coexisten, también,
la magia y la religiosidad, la corrupción y la hipocresía. Lo que es difícil de encontrar es la verdad porque Morales, con su ojo certero, nos presenta seres que se mienten una y otra vez, que van en contra de sus deseos, que no tienen convicciones y que si las tienen, renuncian a ellas. Esto da lugar a matrimonios fallidos, sexualidades mediocres, amores nunca realizados, indecisiones determinantes. Hay un drama de insatisfacción y frustración en todos los personajes que anhelan siempre estar en otro lugar, en otra existencia. Están, además, las jerarquías que se vuelven ridículas por la ostentosa violencia que refleja la falta de carácter. Así, el coronel tira balazos a lo loco o aprueba que se mutile a machetazos a un militante de la guerrilla o planea «limpiar de comunistas al pueblo». Los mundos en apariencia opuestos se vinculan: el burdel y la escuela de monjas, los militares y la lavandera que lee el futuro. Ésta es una lotería triste donde la vedette, el soldado, la monja, el adolescente, el indígena, la madre, el borracho, el Lic. el Doctor, el Coronel, el presidente forman un entramado lamentable. Todo parece estar a punto del estallido. La crueldad explícita o soterrada es una constante. También lo es el alcohol que domina a los personajes deseosos de atajar su cobardía y su dolor. El autor no hace concesiones ni cae en lugares comunes. En vez de encariñar-
se con sus personajes, los deja actuar. Con la magia de la palabra, sin pretensiones, retrata muy bien lo que sucede en la interioridad de los protagonistas y en su interacción social. El sentido del humor enfatiza el drama, una chispa que sale a flote en los diálogos y en las situaciones (como en el plan de don Cruz López y sus amigos para hacer la revolución). La juguetona estructura de la obra retrata la fragmentación social y, en un espacio más limitado, la desintegración desgarrada de cada individuo. El autor consiguió en esta novela de juventud sopesar un momento crucial en la historia de Guatemala y dejar constancia de sus desigualdades. Él
considera Obraje como una hermana gemela de El tiempo principia en Xibalbá, de Luis de Lion, su camarada. Mario Roberto Morales también consiguió dejar un testimonio que sigue incomodando a muchos. El autor conoce el poder del lenguaje, la peligrosidad latente de la palabra escrita. Su valiente trabajo escondido durante 40 años, sale ahora, por fortuna, al encuentro de sus lectores. No puede ser calificado de otra forma el hecho de que el autor, al releer el libro, haya cambiado su opinión inicial, y decidido publicarlo para enterrar las críticas malintencionadas de sus amigos y compañeros de letras y armas.