Guatemala 20 de agosto 2011
Suplemento Cultural Una idea original de Rosauro Carmín Q.
El Estado y el terror en Guatemala, según Carlos Figueroa Ibarra
El arte tras el 11 de septiembre de 2001 Obra pictórica de Francisco Tún
Mujeres mayas vistas con una cámara afgana
2 Suplemento Cultural
Nueva Guatemala de la En primera
Carlos Figueroa Ibarra: social entender los Carlos Figueroa Ibarra, doctor en Sociología, columnista de Diario La Hora y profesor de la Universidad de Puebla, guatemalteco de origen, ha sido autor de varios libros en los cuales analiza objetivamente diferentes circunstancias de la sociedad guatemalteca y latinoamericana.
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POR MARIO CORDERO ÁVILA
utor de “El proletariado rural en el agro guatemalteco”, “Paz Tejada. Militar y revolucionario”, “Los que siempre estarán en ninguna parte. La desaparición forzada en Guatemala”, y, más recientemente, “¿En el umbral del posneoliberalis?” El jueves pasado, se presentó una reedición de su libro “El recurso del miedo. Estado y terror en Guatemala”, escrito hace 20 años, y que Figueroa Ibarra accedió a reeditar, con correcciones y ampliaciones, con el sello F&G Editores. “El recurso del miedo” es un libro que surge de una experiencia personal: el asesinato de sus padres y la persecución de la que fue objeto por parte de las fuerzas represivas del Estado. Por ello, se dio a la tarea de analizar objetiva y sociológicamente cuáles eran las causas de esa represión. Por ello, en “El recurso del miedo”, analiza las causas históricas de la cultura del terror en Guatemala, y se detiene en el análisis de la coyuntura del período en que el general José Efraín Ríos Montt fungió como jefe de Estado, ya que es allí donde, a criterio del sociólogo, se produce un punto de inflexión que sienta las bases para la “democracia” de los últimos 30 años en el país. En una entrevista, Figueroa Ibarra profundiza con respuestas largas a frases que se le plantearon a manera de motivos para su reacción. - ¿Quisiera que comentara la imagen que representa el Centauro, que es una de las imágenes centrales en las que apoya su tesis? - El libro se divide en dos partes; la primera está destinada a analizar los motivos por los cuales en Guatemala se observó el genocidio más grande de América contemporánea, que incluye a Estados Unidos. No estamos hablando de los exterminios de los pueblos de América, que fueron terribles… Las dictaduras más sanguinarias, con una vocación más fuerte al terrorismo de Estado, se observaron en Guatemala. Este libro nace de una tragedia
personal: el asesinato de mis padres, el 6 de junio de 1980. El hecho de que yo mismo sea sobreviviente de un escuadrón de un grupo paramilitar, el Ejército Secreto Anticomunista; el hecho de que varios de mis colegas -que estaban amenazados de muerte junto conmigo- no hayan sobrevivido, sino que fueron asesinados, como Julio Alfonso Figueroa, Jorge Romeo Imeri y Ricardo Juárez Gudiel. Pero más allá de esa experiencia personal, el libro trata de indagar las causas de por qué sucedió lo que sucedió en Guatemala. En ese sentido el libro es, como digo en sus páginas, es la búsqueda de la paz de la razón. Yo necesitaba encontrar una explicación de un hecho terrible que marcó mi vida para siempre. Entonces, la primera parte está destinada a analizar las causas históricas y sociales de este hecho. En esto yo parto de la base de que no se puede explicar únicamente por la maldad, o porque eran sicópatas. Al contrario, estoy absolutamente convencido de que quienes planearon y llevaron a cabo todas estas acciones de terrorismo de Estado de enorme violencia contra la población no eran enfermos mentales, sino que era gente en pleno uso de sus facultades mentales y con una enorme (pero perversa) racionalidad. La segunda parte del libro es el análisis de lo que significó para Guatemala la coyuntura el golpe de Estado de 1982 que llevó a Efraín Ríos Montt a ocupar la Presidencia de facto. Allí es donde surge la metáfora del Centauro. Hasta antes de Ríos Montt, el Estado guatemalteco quiso conseguir la estabilidad política solamente a través de la represión. A partir de Ríos Montt, encontraremos un proyecto polí-
tico que buscaba alternar la represión, ¡que fue terrible!, con medidas políticas que desarmaran política e ideológicamente a la insurgencia. Entonces el Estado ya no es sólo una bestia, sino que el Estado se convierte en mitad bestia, mitad humana: de ahí viene la imagen del Centauro, que está tomada de “El Príncipe” de Maquiavelo, quien dice que en la antigüedad a los futuros gobernantes se les daba como preceptor al Centauro Quirón, para que les enseñara a gobernar con la fuerza de la bestia, pero también con el ejercicio de la razón o las leyes, ésa es la razón de la imagen. Estoy absolutamente convencido de que el régimen de Ríos Montt buscó y ensayó una nueva forma de enfrentar a la insurgencia y, creo yo, que, independientemente lo que a él no le fue bien, sentó las bases de un proyecto que habría que desembocar después en esta democracia de baja calidad que tenemos ahora. - Supongo que la tesis es que este proyecto se lo encargaron a él, no que él lo llevara como propuesta… - Bueno, en efecto no es que fue algo que surgiera de su cabeza. Sabemos bien que él estaba en su casa y lo fueron a sacar para que encabezara una iniciativa que procedía de oficiales jóvenes, mandos medios, que, a la postre, será un problema, porque en el régimen de
Ríos Montt las jerarquías fueron subvertidas, y los altos mandos no necesariamente fueron los que más poder tuvieron en esos 18 meses, sino que fue un conjunto de jóvenes oficiales que estaban metidos en ese proyecto que yo llamo Reformismo Contrarrevolucionario. Ríos Montt agarró bien la idea y la encabezó. Yo creo que esa idea se expresa en lo que él dijo en algún momento de que un guatemalteco con hambre es un buen comunista, y un guatemalteco sin hambre era un buen anticomunista. Por lo tanto, había que quitarles el hambre a los guatemaltecos para entrenar al anticomunismo, pero también había que hacer las masacres… en las dos direcciones. Vemos la imagen del Centauro actual; la imagen de “Fusiles y frijoles” condensa esa política binaria, bicéfala que se dirige a la población. Por supuesto, este proyecto enfrentó no sólo el ataque de las fuerzas insurgentes, sino también de la incomprensión de las clases más pudientes del país, que les gustaba mucho que hubiera represión; lo que no le gustaba era que hubiera que hacer algunas reformas para conseguir estos objetivos de estabilización política. Y esto es otro de los motivos por los cuales el Gobierno de Ríos Montt zozobró con el Golpe de Estado que encabezó Mejía Víctores en agosto de 83. - Esta coyuntura, según su tesis, es lo que nos marca en esta “democracia” actual… - Sí, yo creo que sí. Precisamente el jueves 11 de agosto salió un artículo en La Hora, en el cual planteo todo este papel de Ríos Montt, en el cual analizo que toda esta “democracia” nace manchada de sangre, porque para poder instaurarlo, había primero que derrotar al enemigo insurgente, que surgió por las grandes injusticias que existía en la población, y por ello había que masacrar a la población, para poder quitarle el agua al pez, todo lo que ahora se conoce como el Plan Sofía. - El fallo de los anteriores Gobiernos fue no combatir en la lucha ideológica. La población percibía las injusticias y miraba a la insurgencia como un grupo que buscaba un cambio, pero con la lucha ideológica se cambió la tendencia. - Sí, y en ese sentido considero que Ríos Montt fue exitoso, porque las masacres y todo el aspecto represivo, más toda la argumentación que él dio, el camino que dejó marcado, finalmente fue el camino que derrotó estratégicamente a la insurgencia. Cuando hablo de derrota estratégica estoy hablando de que la insurgencia, a partir de allí, abandonó la senda de la conquista del poder, y empezó a encaminarse por la senda de la negociación, para llegar a los Acuerdos de Paz. Militarmente, no se observó una derrota plena de la insurgencia; el problema fue que el proyecto político de la insurgencia quedó quebrado después de todo este proceso. Por supuesto, que yo disto mucho de convertirme en un apologista de Ríos Montt, simplemente estoy destacando el papel que él cumplió. Al contrario, creo que
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persona
“Es un deber del científico “motivos del lobo” es el mayor genocida en la historia de Guatemala. Pero como tracé el objetivo de analizar esto racionalmente, más allá de sentimientos, de emotividades, de que soy víctima, sino de tratar de entender las causas, es por eso que me permito opinar. - Dentro del libro comenta que una de las características de este Estado es la incapacidad de crear consensos, debido a que se acostumbró a la represión. - En efecto, así sucede. El Estado guatemalteco padeció desde 1954 de una crónica falta de consenso, y, además, cometió la torpeza de ejercer su política desde el anticomunismo más ramplón. Por lo tanto, metió en el mismo saco a los comunistas, socialdemócratas y a los demócratas cristianos, y reprimió a todos estos sectores. Como diría Fuché, el asesor de Napoleón, “es peor que un crimen, es un error”, frase que se puede aplicar a los asesinatos de Manuel Colom Argueta y de Fuentes Mohr, que tuvieron un alto costo político para la dictadura, porque aventó hacia la insurgencia a sectores que pudieron estar dentro de la legalidad. Pero la dictadura no quiso, e hizo la terrible cosa de la Quema de la Embajada de España, y empezó a actuar terrible y criminalmente torpe, y su desgaste fue muy evidente, por lo que motivó el Golpe de Estado de marzo de 1982, que terminó siendo encabezado por Ríos Montt. En efecto, la gran tarea que se planteó Ríos Montt fue cómo construir un consenso para un Estado que no lo había tenido desde 1954, y era una tarea titánica, y tuvo muy poco tiempo, pero marcó derroteros que resultaron ser novedosos en la historia de Guatemala. - Este libro se reedita 20 años después, y como dice usted, surge de una experiencia personal, por lo que surge la duda de que si el análisis es correcto. Pero 20 años después, vemos que la tesis aún tiene vigencia. - Yo sí me propuse hacer un análisis frío, más allá de mi problema personal, porque es un deber del científico social al distanciarse críticamente del objeto que se estudia. Entender los “motivos del lobo”, ponerse en los zapatos de los arquitectos del terror y comprender sus motivaciones. Veinte años
después, puedo decir que sigo sustentando lo que propuse, y por eso yo acepté esta segunda edición, que es corregida y aumentada, pero que las líneas esenciales de interpretación no las he modificado. Yo considero, por ejemplo, que el terrorismo de Estado fue producto de una cultura del terror que se instaló en el seno de la clase dominante y del Estado, que tiene raíces históricas, que arranca con la opresión colonia, el racismo, las figuras autoritarias de las dictaduras liberales, la paranoia anticomunista de la Guerra Fría y el rompimiento de la guerrilla, que atizó toda esa tradición histórica y la elevó. Sigo pensando que esa cultura del terror estaba instalada en las clases dominantes, pero que se irradiaba en la sociedad. Y aún ahora, esa cultura del terror, está muy presenten. Basta ver los comentarios que reciben los columnistas de prensa, que en buena parte de los casos no hay discusión de los argumentos, sino que una descalificación de una gran virulencia y de una gran violencia verbal. - Consisten en descalificar o mostrarse totalmente a favor… - Y no es por defender mi caso, sino que eso se da tanto en columnistas de izquierda como de derecha. No hay discusión ni se trata de comprender los motivos; eso refleja esa cultura política. Otro ejemplo es la predilección de la Mano Dura, lo mucho que gusta la figura del hombre fuerte, ¡no de la mujer fuerte!, que vendrá a ordenar mágicamente el desarreglo social en el que vivimos, es parte una cultura de terror en la que vivimos. La sanción positiva que hoy observamos a la mal llamada la limpieza social, que es una monstruosidad, que independientemente se aplique a delincuentes, es una monstruosidad. Y hay amplios sectores que aprueban ese tipo de posiciones y acciones. Todo ello refleja que los temas que yo comento en el libro siguen estando presentes, a pesar de que ya no hay insurgencia, cuando ya no hay dictadura militar, cuando supuestamente vivimos en una democracia representativa. - En una de sus columnas, usted comentaba sobre la actualidad de Ríos Montt y la previsible desaparición del FRG como partido político en estas elecciones. A pesar de ello, la figura del exdictador pareciera que está allí, casi intocable. Aunque su partido no tenga un presidenciable o una bancada fuerte en el Congreso, se observa que él permanece muy tranquilo… - Bueno, él ha garantizado su impunidad. Es ya un octogenario. Ha sido diputado reiteradamente y hasta presidente del Congreso, lo cual revela el tipo de impunidad que hay en
el país con este tipo de personajes, y a pesar de que los señalamientos de genocidio, muy previsiblemente él gozará de impunidad hasta el fin de sus días. Es una verdadera lástima porque Ríos Montt pudo haber sido otro tipo de personaje. Si hubiera seguido el sendero que estaba llevando en 1974, cuando fue candidato presidencial del Frente Nacional de Oposición, su veta reformista lo hubiera hecho pasar como un dirigente político de gran estatura. Desgraciadamente eligió otro camino; a pesar de que la justicia no se le aplique y muera en la impunidad, la historia indudablemente lo condenará. - Veinte años después de la actual coyuntura vemos esta figura de “Fusiles y frijoles”, vemos que es precisamente lo que ofrecen las campañas políticas: combate a la inseguridad y empleo o combate al hambre; al delincuente lo voy a perseguir, y al que es bueno le daré alimentación. - Pero yo digo que estos “frijoles” son limitados a comparación de lo que se ofrecía en tiempos de Ríos Montt. Yo he estado viendo con relación a todos los planteamientos en las campañas presidenciales es que el gran problema que se ofrece resolver es la inseguridad. Y la solución al problema de la inseguridad es una propuesta punitiva, que va desde la Mano Dura, hasta poner a los militares al centro del combate de la delincuencia. En términos a los frijoles, todas estas candidaturas siguen ofreciendo más de lo mismo, son planteamientos neoliberales, cuando se vive la crisis profunda del neoliberalismo. La inseguridad no puede resolverse sólo en términos punitivos y represivos, sino que hay que desmantelar todas las causas de ese problema. Mientras haya cientos de jóvenes sin acceso a las oportunidades, pues allí está la cantera de los delincuentes. Y no quiero decir que todo pobre tienda a ser delincuente. Pero con el uno por ciento de los cientos de miles de pobres que se dediquen a actividades delincuenciales ya tenemos un grave problema. - Una diferencia sensible de las propuestas de “Frijoles y fusiles” actuales es el Estado desfinanciado, y esto le pasó al actual Gobierno, que queriendo mantener los programas sociales y brindar seguridad, no les alcanzó y les cortaron las fuentes de financiamiento. En la visión de esta reforma estatal planteada por Ríos Montt, era importante la captación de los recursos. - Ahí tenemos el problema sustancial, que es el problema de la Reforma Tributaria fallida
en este país. Habría que recordar qué planteaba Castillo Armas aquella tarde fallida de julio de 1957 cuando fue asesinado; estaba planteando la necesidad de una reforma tributaria. Y nadie puede decir que Castillo Armas era un comunista. Pero estaba percibiendo la necesidad que el Estado tenía de una recaudación fiscal mucho más amplia. Y así podemos ir observando la historia de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, las continuas tentativas de los gobernantes para ampliar la base impositiva y hacer que los sectores más pudientes paguen impuestos, pero ha sido una historia de continuos fracasos. Vemos a un Fuentes Mohr que enfrentó el problema, y lo que resulta sintomático, 30 años después, su hijo, Fuentes Knight, enfrentó las mismas circunstancias. A Ríos Montt le pasó lo mismo. Planteó una tímida reforma tributaria, solamente lo del IVA, que es una carga que va al consumo, pero eso fue uno de los motivos que se esgrimió desde la derecha para atacarlo y uno de los motivos para derrocarlo. Pues encontramos uno de los cuellos de botella de este problema de Estado. Por supuesto, que la Reforma Tributaria debe ir encaminada a la dirección de un impuesto sobre la renta, y no sobre el consumo. El problema es muy grave, muy fuerte y muy difícil de llevar a cabo. - Se han hecho propuestas en cuestión de reformas tributarias, pero esto me recuerda que en su libro plantea también la característica del gatopardismo del Estado: se plantea que todo debe cambiar para que todo continúe igual. - Esta fue la lógica transformista del libro y que yo advierto en Ríos Montt, quien no planteaba cambios para transformar todo, sino para que se mantuviera el orden que había entrado en crisis. Pero Ríos Montt enfrentó la incomprensión de la clase dominante. Claro, él también puso lo suyo, como su fundamentalismo religioso evangélico, su autoritarismo, su forma poco política para dirigirse a los distintos sectores, el atizar la pugna religiosa entre católicos y protestantes, y, que en el fondo, él quería perpetuarse en el poder. Todo ello hizo zozobrar ese proyecto que él encabezó. En mi opinión, tenemos una clase dominante que no es una clase dirigente y no tiene una intención estatal, ni es capaz de impulsar sus propios intereses haciendo coincidir con los intereses de la nación.
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Nueva Guatemala de la Asunción, 20 de agosto de 2011 Reportaje
Las pérdidas culturales del 11/9 Cartas manuscritas de la escritora y activista de comienzos del siglo XX, Helen Keller. Cuarenta mil negativos de fotografías de John F. Kennedy tomadas por su fotógrafo personal. Esculturas de Alexander Calder y Auguste Rodin.
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POR CRISTIAN SALAZAR Y RANDY HERSCHAFT
demás de causar la muerte de casi 3 mil personas y destruir las Torres Gemelas, verdadero monumento de la ciudad de Nueva York, los ataques del 11 de septiembre del 2001 acabaron con archivos y obras de arte de valor incalculable. En algunos casos, se destruyeron no sólo los objetos sino también sus inventarios. Las pérdidas humanas hicieron pasar a segundo plano las pérdidas de papeles y una década después los especialistas no han determinado a cabalidad qué se perdió y qué fue recuperado, lo que les impide dar una forma definitiva al rompecabezas de la historia. “No puedes hacerte una idea clara porque faltan elementos clave”, afirmó Kathleen D. Roe, directora de operaciones de los Archivos del Estado de Nueva York y copresidenta del Proyecto de Documentación del World Trade Center, el nombre oficial de las torres. “De modo que uno no tiene una imagen precisa”. El complejo incluía siete edificios: las dos torres, tres edificios de oficinas pequeños, un hotel Marriot y una oficina de aduanas. También fue destruido un rascacielos apenas al norte de las torres. En las torres había 430 compañías y decenas de oficinas del gobierno. La misma CIA tenía una oficina secreta en el 25to., piso del rascacielos, que albergaba además el centro de comando para emergencias y una dependencia del Servicio Secreto. Entre las pérdidas materiales figuran bosquejos y esculturas, in-
FOTO LA HORA: AP National September 11 Memorial & Museum
Vista de una página de pruebas fotográficas de William DeCosta, encontrada con daños tras los ataques del 11 de septiembre de 2001.
FOTO LA HORA: AP Alex Brandon
Visitantes observan la exposición sobre el 11 de septiembre en el Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania.
cluida un molde de la escultura de Rodin El Pensador, que reapareció brevemente después de los ataques para volver a desaparacer al poco tiempo. Se hallaron fragmentos de otras esculturas. La Biblioteca Ferdinand Gallozi, del Servicio de Aduanas, tenía una colección de documentos relacionados con el comercio, algunos de ellos de la década de 1840. Los negativos de Kennedy, sacados por el fotógrafo Jacques Lowe, estaban guardados en una caja de seguridad a prueba de incendios en el 5 World Trade Center, un edificio de nueve pisos. Helen Keller International, cuyas oficinas, localizadas a una cuadra del lugar, se incendiaron, perdió un modesto archivo. También se perdieron documentos secretos en el Pentágono, blanco de otro ataque el mismo día. Se contrató a una empresa privada especializada en responder a desastres, BMS CAT, para que tratara de recuperar material de la biblioteca, donde fue a parar la trompa del avión empleado en ese ataque. La firma dijo que había recuperado todo menos 100 volúmenes. Se restringió el acceso a información relacionada con la invasión soviética a Afganistán en la década del 80, pues Estados
Unidos se preparaba para lanzar un ataque al mes siguiente. En Nueva York, personal de la CIA y del Servicio Secreto inspeccionaron los restos trasladados a un terreno en Staten Island en busca de documentos y discos duros con información secreta e informes de los servicios de espionaje. Dos semanas después de los ataques, archivistas y bibliotecarios se reunieron en la Universidad de Nueva York para discutir cómo documentar lo que se había perdido y formaron la Fuerza de Tareas sobre Documentación de las Torres Gemelas. Pero recibieron apenas un puñado de respuestas a una consulta sobre objetos dañados. “La actual atmósfera de litigio, la política y la desconfianza predominantes tras los ataques del 11/9 hacen que compartir información sea una tarea compleja”, expresó el último informe del proyecto, que circuló en el 2005. Las dependencias del gobierno nacional están obligadas por ley a reportar la destrucción de archivos de la Administración Nacional de Archivos y Récords, pero ninguna lo hizo. Dicen que es algo comprensible, tomando en cuenta las circunstancias.
“Como es de esperar, los organismos estaban más preocupados con las pérdidas de vidas y con el restablecimiento de las operaciones que con la preservación de archivos”, comentó David S. Ferriero, jefe de archivos del gobierno. Steven Aftergood, director del proyecto sobre secretos del gobierno de la Federación de Científicos Estadounidenses, declaró: “Bajo circunstancias extremas, como las del 11 de septiembre, los procedimientos rutinarios de preservación de archivos no se cumplen. No están pensados para hacer frente a la destrucción de edificios u oficinas enteras”. La Equal Employment Opportunity Commission, encargada de combatir la discriminación en los empleos, tuvo que reconstruir mil 500 casos de discriminación, según Elizabeth Grossman, quien supervisaba a los abogados del organismo cuando se produjeron los ataques. Los procesos se demoraron meses. Había copias en las computadoras hasta el 31 de agosto del 2001. Jan Ramirez, curadora del National September 11 Memorial & Museum a ser inaugurado en el sitio que ocuparon las torres, dijo que no había conciencia de la necesidad de proteger archivos.
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Reportaje
El 11/9 todavía supera la imaginación de los artistas
Aunque han pasado 10 años, los sucesos del 11 de septiembre de 2001 todavía superan la imaginación.
“
No creo que el arte pueda ‘competir’ con algo como el 11/sep”, dijo Jess Walter, cuya novela posterior The Zero fue finalista para el Premio Nacional del Libro estadounidense en 2006. “¿Qué podría ser más nítido que las imágenes de aquel día, las hayamos visto en persona o por televisión? ¿Quién podría filmar una película tan vívida como lo que vemos al cerrar los ojos: la torre humeante, el cielo azul, el segundo jet que se inclina hacia la otra torre?” Decenas de libros, películas y obras han narrado y analizado los ataques terroristas, sus causas, sus consecuencias tanto emocionales como culturales y políticas. Las reacciones van desde el dolor discreto de la obra The Guys, de Anne Nelson, hasta el exitoso thriller cinematográfico Babel, de Alejandro González Iñárritu. Pero ningún personaje ficticio o historia inventada han penetrado en la mente como los sucesos mismos. Ninguna película ha podido igualar el poder y el horror de las escenas borrosas del avión al estrellarse contra una de las torres gemelas o la foto de un hombre que cae de la otra torre. El 11 de septiembre inauguró una nueva clase de miedo. Desde los sermones de los puritanos que arribaron en el siglo XVII, la imaginación estadounidense ha evocado a un dios iracundo, fantasmas de pecados, el holocausto nuclear, espías de la Guerra Fría, asesinos solitarios e invasiones de extraterrestres. Los ataques fueron una pesadilla de otra clase: planificados a miles de kilómetros; dirigidos no por un jefe de estado sino por un fanático exiliado; realizados no por profesionales sino por una banda de voluntarios suicidas. Nuestros terrores son globales, como en Shalimar the Clown, de Salman Rushdie, una novela sobre un artista de la cuerda floja convertido en asesino y ambientada desde California a Cachemira. En Syriana, protagonizada por George Clooney y Matt Damon, historias paralelas incluyen a un consultor en energía en Ginebra, un agente de la CIA en Irán y migrantes desempleados en Pakistán. En Babel, protagonizada por Brad Pitt y Cate Blanchett, el destino de un pastor de cabras marroquí se entrelaza en el desierto con el de una mujer estadounidense de San Diego. “Los estadounidenses tenían esa vieja sensación de aislamiento e inviolabilidad, y el 11/sep fue el
POR HILLEL ITALIE
FOTO LA HORA: AP Paramount Vantage,Murray Close
Cate Blanchett y Brad Pitt, en actuación para la película Babel, de Alejandro González Iñárritu, director mexicano, que trata sobre los ataques del 11 de septiembre.
fin de la sensación irresponsable de que habían ganado la Guerra Fría”, dijo Jonathan Galassi, presidente y director de la editorial Farrar, Straus & Giroux, que acaba de publicar The Submission, una novela de Amy Waldman sobre un estadounidense de origen paquistaní que gana un concurso para diseñar un monumento a las víctimas de un ataque similar. “Y de repente aparecieron enemigos distintos, problemas diferentes que eran peores, mucho peores”. Penetrar en la mente de otro es una hazaña para cualquier autor de ficción, pero algunos han tratado de desentrañar los pensamientos de los extremistas. En The Last Days of Mohammed Atta, Martin Amis rastrea el fin de uno de los atacantes del 11/sep. Terrorist, de John Updike, comienza con las reflexiones de un adolescente musulmán ante las tentaciones de Occidente: “Estos demonios tratan de quitarme a mi Dios. Todo el día, en la Escuela Secundaria Central, las chicas se contonean y se burlan y muestran
sus cuerpos suaves y sus cabelleras seductoras”. Los críticos discuten hasta qué punto los escritores han sido capaces de responder a los sucesos. Michael Rothberg, en la revista especializada American Literary History, escribió un ensayo titulado A Failure of the Imagination (un fracaso de la imaginación) en el que criticó a los autores por concentrarse excesivamente en sus propias emociones. En un ensayo de 2007 en Esquire, Tom Junod analizó Falling Man, de Don DeLillo y sostuvo que el autor había descrito mejor el mundo pos11/sep en sus novelas pre11/sep White Noise y Mao II. Falling Man, escribe Junod, “es la mejor demostración hasta el momento de que cuando los aviones se estrellaron y los edificios se derrumbaron, entramos en la ‘era de la no ficción’, en la que el periodismo está mejor capacitado que la ficción, incluida la de los escritores más dotados y ambiciosos, para aprehender lo que sucedió y, más importante aún, lo que está
sucediendo”. John Freeman, director de la revista literaria Granta, cree que no existe un género artístico “capaz de comprimir una dinámica tan compleja en una sola narración o forma”. Como Junod, reconoce que los periodistas “empiezan a aprehender el contexto amplio de esos sucesos y cómo son mucho más grandes que la ciudad de Nueva York u Osama bin Laden”. Pero también defiende Falling Man, la novela breve de DeLillo situada en el mismo lugar y día, por ser “el único libro que captura el ojo de la tormenta”. “Todo lo demás que he leído o visto busca la redención o algún sentido”, escribió Freeman en un correo electrónico. “Con su estilo inquietante y fantasmagórico, con esa triste historia de gente que trata de llegar a su casa después del suceso y no lo consigue, Falling Man es el único libro que tiene el valor de recordarnos que no hay manera de encontrarle un sentido a semejante trauma”.
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Galería de artistas
El mundo de Tún desde adentro (II)
“El mundo de Tún visto por Guillermo Monsanto” (Galería El Áttico, Serviprensa Centroamericana, Guatemala, 1996) describe al artista y a su obra desde la perspectiva de la estética romántica: el artista genial que surge de la nada, brilla intensamente por un breve instante por razones que nada tienen que ver con su trabajo y luego desaparece dejando tras de sí una obra incomprendida por sus contemporáneos, pero que las generaciones posteriores rescatan del olvido y valoran con fervor. POR JUAN B. JUÁREZ
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sí, dice Monsanto que “parece ser que no hay artistas anteriores a él con una expresión de este tipo”, y que el artista “no tiene contacto, antes de entrar en el ambiente de las exposiciones, con las comunidades de artistas populares de Comalapa, Sololá u otros poblados del altiplano”; aunque si asienta con firmeza que “Tún es un artista de raíces indígenas con una forma muy personal de expresión”. Esa rareza, que sin duda sirve para explicar la súbita valoración de sus obras en el mercado de arte a partir de mediados de los 90 (la “tunmanía” que menciona el autor), es, sin embargo, lo que precisamente hay que disolver para entrar en el mundo de Francisco Tún, ya no como una anomalía de la tradición o un caso insólito de genialidad artística, sino precisamente como un mundo —su obra— que emite señales significativas sobre nuestra cultura y nuestra sociedad. Porque Tún es justamente “el otro”, al que no queremos ver, al que quizás podemos ad-mirar desde lejos —siempre de lejos en el tiempo y en el espacio—, a pesar de que es parte nuestra y que sin él, negándolo, nunca alcanzaremos la plenitud ni como cultura, ni como sociedad, ni como seres humanos. Francisco Tún era un indígena de la ciudad de Guatemala. Es decir, que no estaba en el campo ni era campesino. Que su pintura no pueda relacionarse con la que se hace en los pueblos indígenas, más que un rompimiento con la tradición, significa un desarraigo: Tún es alguien que, apartado de sus raíces, vive en otro mundo. Y esto es algo más que un dato. Vivir en otro mundo apartado de sus raíces significa no poder comunicarse por no tener memoria ni, propiamente, nada que comunicar; es como padecer de amnesia y estar condenado a vivir eternamente en el presente; un presente enorme, incomprensible, agobiante y angustioso, tan enorme y abrumador que no deja entrever ningún futuro o tener una añoranza que no permite construir una ilusión, o una esperanza, y frente al cual la persona agota su vida como una anécdota intrascendente. La originalidad y la autenticidad de la pintura de Francisco Tún vienen dadas porque pinta el mundo que ve desde esa perspectiva de desarraigado: con asombro y con angustia pintaba siempre ese presente sólido e impenetrable que sólo él, carente de nostalgias y de imposibles esperanzas, podía ver, que lo acosaba sin acogerlo, dejándolo siempre afuera, solo. El mundo de Tún, como podemos verlo en sus cuadros, no era maravilloso, pero tampoco extraño; al contrario, nos resulta vaga y amenazadoramente familiar. “Entre el sector indígena y el no indígena” lo sitúa Da-
goberto Vásquez, y el dato se vuelve revelador únicamente si recordamos lo que puede padecer la dignidad y la integridad de una persona que se encuentre en esa zona indefinida de nuestra historia, de nuestra sociedad y de nuestra cultura, y que no es neutral ni híbrida sino simplemente atroz. De allí que tampoco resulte extraño que, a excepción de Rolando Ixquiac Xicará —otro pintor indígena de la ciudad de Guatemala—, los artistas que compartieron con Francisco Tún en el ambiente alegre y creativo de las galerías vieran en su pintura “otra cosa” y se maravillaran de las soluciones formales de las que se valía el artista para expresar... nadie supo qué cosas. Y en ese orden de impresiones, también resulta sintomático que fuera la crítica Edith Recourat quien descubriera la obra de este singular artista, la impusiera en las galerías con la autoridad que le daba entre nosotros —tan necesitados de la aprobación extranjera— su origen francés, y que bajo su tutela floreciera por algunos años y prácticamente desapareciera del ambiente artístico cuando ella falleció. Pareciera que la pintura de Tún no se agota en la mi-
rada de los expertos. “La gente entiende lo que dice cada cuadro —reclamaba el artista—…pero ustedes con eso del primitivismo, “subrealismo”, simbolismo, arruinan las pinturas”, y con ello ponía el dedo en la llaga. Y es que para comprender su pintura, más que sólo verla, hay que asumirla, situarse en la perspectiva del desarraigado sin memoria, sin pasado ni porvenir, como lo hacían esas gentes sencillas como él que sí sabían de lo que hablaba cada uno de sus cuadros. No hay que ver en ellos “soluciones formales” pues se trataba de un testimonio vital que se expresaba espontáneamente con un lenguaje plástico elemental pero que se volvía elocuente por la extrema tensión existencial con que era manejado. En ese sentido no hay en su pintura ni ingenuidad ni infantilismo, sino más bien una intuición lucida de su situación y un manejo consciente de los únicos recursos expresivos con los que contaba: tablas, latas, pintura doméstica, telas ordinarias, etc., y el lenguaje plástico elemental que, forzado a expresar un mundo demasiado complejo, alcanza en las manos de Tún una densidad poética verdaderamente conmovedora.
concurso, dijo que las fotografías le recordaban imágenes antiguas. “Fue muy fuerte para mí”, dijo Lemus. “La idea fue tomar fotos de estas mujeres en sus trajes y recordarlas”. La ganadora del concurso de este año fue Rosa Lidia Aguare Castro, de 23 años, originaria de Santa Lucia La Reforma. Aguare Castro dijo que ella y las otras concursantes hablan quiché y tratan de aprender las antiguas danzas de sus comunidades. Durante el concurso, la ganadora llevó un tocado de lana sobre la cabeza. Al igual que otras participantes bailó y explicó en su idioma materno y en español cómo era su vida como maya del siglo XXI. En un país donde 40% de la población se identifica como indígena, el título de Reina Indígena Nacional es un gran honor, igual o más prestigioso que convertirse en Miss Guatemala. “Es importante porque en Guatemala hay muchas influencias que vienen de afuera”, dijo Aguare Castro. “Este festival protege todo, las danzas tradicionales y costumbres de Guatemala”. Abd dijo que las cámaras oscuras también están amenazadas en Afganistán por las influencias externas. Cuando Abd visitó ese país en 2006, vio a muchos fotógrafos callejeros usando esas cámaras para pasaportes y retratos, pero durante una visita cuatro años después Abd se dio cuenta de que las cámaras digitales se habían apoderado del mercado y que era raro ver los equipos antiguos. Las cámaras digitales se hicieron cada vez más baratas y populares en el mundo en esos años, mientras que las cámaras viejas dejaron de usarse, dijo Abd. Aprender los procesos metódicos de las cámaras oscuras ha sido una revelación, dijo Abd. “Me gusta bastante la idea de hacer esos retratos de esta manera porque estoy regresando a la idea de la fotografía sin iPhones o ese tipo de tecnología moderna”, dijo Abd. “Se trata de tener esa conexión con la gente que estoy retratando porque ellos tienen que estar completamente quietos y pasar un poco de tiempo sólo conmigo, viéndome con mi cámara”.
Nueva Guatemala de la Asunción, 20 de agosto de 2011
Las mujeres miran a la cámara pacientemente desde la oscuridad, sus collares de plata y sus tocados de tela les dan un aire de realeza. Algunas sombras fantasmales se posan sobre sus rostros en las fotografías blanco y negro, mientras que el brillo difuso de la luz recuerda imágenes de otra época. El fotógrafo Rodrigo Abd viajó en julio a la ciudad de Cobán, en medio de las montañas, para fotografiar a las mujeres que tratan de convertirse en la Reina Indígena de Guatemala, quien recibe la distinción por ayudar a mantener viva la gran herencia maya del país. A su vez, Abd trataba de mantener viva una tradición del otro lado del mundo al utilizar una cámara con una caja obscura de madera que había comprado en Afganistán. Abd, nacido en Argentina, es parte de un movimiento mundial de fotógrafos que están retomando el uso de cámaras fijas con cajas oscuras de madera, que usan tecnología del siglo XIX y con las que se producen fotografías instantáneas, luminosas y nostálgicas. Colocó la cámara en una reunión del ayuntamiento municipal e invitó, una a una, a las participantes en el concurso para que se sentaran frente a un fondo negro. Las mujeres se mantenían quietas, hasta por dos minutos, mientras que Abd tomaba las fotos con la luz que entraba directamente por el lente sobre el papel fotográfico dentro de la caja de la cámara. Después producía una impresión en negativo de la foto al pasar el papel fotográfico por el revelador y fijador dentro de la caja. Finalmente repetía el proceso para hacer una impresión en positivo. El largo tiempo de exposición que se necesita para fijar las imágenes generó expresiones serenas y pensativas de las mujeres, lo que las hace parecer de otra era, casi como retratos en la pared de un templo. “No se pueden hacer gestos muy expresivos”, dijo Abd. “Estás frente a una cámara fija, necesitas estar tranquilo y dejar de moverte”. José Sierra Lemus, el organizador del
Por JACK CHANG
con cámara afgana antigua
Retratos de mujeres mayas
Galería de artistas
Suplemento Cultural 7
Nueva Guatemala de la Asunción, 20 de agosto de 2011
Suplemento Cultural 8
Revista de libros
¿Murió realmente Butch Cassidy en Bolivia?
Un coleccionista de libros raros dice que tiene un manuscrito con pruebas de que Butch Cassidy no murió en un tiroteo en Bolivia en 1908 sino que regresó a Estados Unidos y vivió apaciblemente en Washington por casi tres décadas. Por MEAD GRUVER
E
l manuscrito, “Bandido invencible: La historia de Butch Cassidy” (Bandit Invincible: The Story of Butch Cassidy) data de 1934. Tiene 200 páginas, el doble que una novela del mismo título de William T. Phillips que no llegó a ser publicada. Phillips falleció en 1937. El coleccionista de libros de Utah Brent Ashworth y el escritor de Montana Larry Pointer dicen que el texto aporta las mejores pruebas que se conocen, con detalles que solo Cassidy sabía, de que el “Bandido invencible” fue realmente una autobiografía y de que Phillips no era otro que el famoso pistolero. No todos están convencidos, sin embargo. “Puro cuento”, comentó Dan Buck, un historiador especializado en Cassidy. “No tiene nada que ver con la vida real de Butch Cassidy ni con lo que se sabe de su vida”. Los historiadores tienden a coincidir en que el nombre verdadero de Cassidy fue Robert LeRoy Parker y que nació en 1866 en Beaver, Utah, el mayor de 13 hijos de una familia mormona. Robó su primer banco en 1889 en Telluride, Colorado, y se unió a un grupo de ladrones de ganado que se escondían en un aislado paraje llamado The Hole in the Wall, al norte de Wyoming. Desapareció de la zona antes de que los ganaderos lanzaran una guerra total contra los ladrones en 1892. Cassidy pasó un año y medio en una cárcel de Laramie tras ser pillado con tres caballos robados y dedicó la mayor parte de los siguientes 20 años a robar bancos y trenes con la pandilla “Wild Bunch” en el Oeste de Estados Unidos y en Sudamérica. El autor de “Bandido invencible” sostiene que conoció a Cassidy desde la niñez y que nunca se topó con “una persona más valiente y con mejor corazón”. Admite haber cambiado los nombres de personas y lugares. Pero algunas de sus descripciones encajan demasiado bien con lo que se sabe de la vida de Cassidy como para que aludan a otra persona, según Ashworth, propietario de B. Ashworth’s Rare Books and Collectibles en Provo. Una de esas descripciones alude a una visita de un juez a la cárcel para hablar con Cassidy en febrero de 1895. El juez ofreció dejar atrás el pasado y solicitar al gobernador un perdón para Cassidy. Cassidy se negó a estrecharle la mano. “Le debo decir que ajustaré cuentas con usted, por más que sea lo último que hago”, respondió Cassidy, según Phillips. Los archivos oficiales del estado de Wyoming tienen una carta que escribió el juez que sentenció a Cassidy en 1895. La carta cuenta que Cassidy parecía muy resentido y no aceptó “propuestas amistosas” de otro juez, Jay Torrey, que visitó al bandido en la prisión.
Una foto tomada en Fort Worth, Texas, en 1900, en la que aparece Butch Cassidy (sentado a la derecha). FOTO LA HORA: AP Sociedad de Historia de Nevada Cassidy había demandado a Torrey dos años atrás por llevarse ocho cabezas de ganado suyas, según Pointer. “Lo que me llama la atención es que es un dato medio irrelevante”, comentó Pointer. “¿Quién se puede acordar de un detalla como ese. ¿De que le ofrecieron estrechar la mano y él se negó en una cárcel de Wyoming en 1895?”. El gobernador William Richards perdonó a Cassidy en 1896. “Bandido invencible” describe también cómo Ed Seeley, otro bandido, le dijo a Cassidy cómo llegar a un remoto paraje del Cañón de Bighorn en el norte de Wyoming. Pointer, autor de “Buscando a Butch Cassidy” (In Search of Butch Cassidy), cree que la Wild Bunch se refugió allí más que en Hole in the Wall, escondite que las autoridades ya conocían. “(Seeley) Ya se había escondido allí un verano. A menos que uno tuviese un guía que conocía a fondo la región, era imposible encontrar ese lugar”, dice el manuscrito. Los archivos indican que un ladrón de ganado Edward H. Seeley estuvo preso en la cárcel de Wyoming cuando Cassidy estuvo allí, señaló Pointer. Nadie, con excepción tal vez de algún vaquero de la zona, conocía a Cassidy o a sus amigos. “La razón lógica de que Phillips estuviese al tanto de ciertos detalles es que se conocían”, expresó. En 1991 Buck y su esposa, Anne Meadows, ayudaron a excavar una tumba en la localidad boliviana de San Vicente donde supuestamente estaban los restos de Cassidy y su compañero de andanzas, Harry Longabaugh, o el Sundance Kid. Análisis de
ADN indicaron que los huesos no eran los de los dos bandidos estadounidenses, pero Buck, un escritor que vive en Washington, asegura que sus investigaciones revelan que los dos seguramente murieron en un tiroteo con soldados bolivianos en 1908. Hay numerosas historias de que Sundance fue visto vivo mucho después de la aventura sudamericana. Y más todavía que dicen que Cassidy también sobrevivió. Un hermano y una hermana de Cassidy aseguraron que lo visitaron en un rancho de la familia cerca de Circleville, Utah, en 1925. “La mayoría de la gente que estuvo allí creía que era él que había vuelto”, dijo Bill Betenson, quien recuerda que su bisabuela Lula Parker Betenson siempre hablaba de la visita de un individuo que identificó como su hermano Cassidy. El manuscrito tiene un final de Hollywood. Acorralados por soldados bolivianos cuando intentaron robar un tren, Butch y Sundance deciden hacerles frente. Sundance muere en la batalla y Butch escapa. Se va a Europa, se somete a una cirugía plástica en París y planea regresar a Estados Unidos para reunirse con una vieja novia en Wyoming. La mayoría de los relatos del manuscrito tienen poco que ver con las andanzas conocidas de la Wild Bunch. Pointer sostiene que Cassidy, o Phillips, estaba escribiendo una obra de ficción. Documentos revelan que Phillips se casó con Gertrude Livesay en Adrian, Michigan, en 1908, tres meses después de la llegada de la última carta de que se tenga noticias de Cassidy desde Bolivia, de acuerdo con Pointer. Buck, en cambio, insiste en que la boda tuvo lugar varios meses an-
tes del tiroteo en Bolivia en el que habrían muerto Butch y Sundance. En 1911 la pareja se radicó en Spokane, donde algunos amigos de Phillips dijeron que, años después, éste les contó un secreto: él era realmente el famoso bandido. En los años 30, Phillips vendió su participación en la firma Phillips Manufacturing Company y visitó la región central de Wyoming, donde varias personas de la zona de Lander, incluida una vieja novia de Cassidy, dijeron que el bandolero pasó el verano allí en 1934, acampando, contando historias de la Wild Bunch y cavando pozos en busca de un botín enterrado. “¿Toda esta gente fue embaucada por un impostor de Spokane?”, preguntó Pointer. “No eran gente ignorante, bobalicones. Eran pilares de la comunidad y hay que tomar en serio lo que relataron”. Un hijo adoptivo de Phillips, William R. Phillips, creía que su padrastro era Butch Cassidy, según Pointer, quien lo entrevistó en los años 70. William R. Phillips ya falleció. En 1938, luego de la muerte de su marido de cáncer, Gertrude Phillips le dijo a un investigador que ella y su esposo habían conocido a Cassidy, pero que Phillips no era él. Phillips fue cremado y sería muy difícil comprobar mediante análisis de ADN si era Cassidy. Carol Thiesse, directora del Museo de Pioneros del Condado de Fremont en Lander, dice que la información disponible le hace pensar que Cassidy sobrevivió a la aventura boliviana. “Si Phillips no era él, sin duda sabía un montón acerca de Cassidy”, expresó.