Suplemento Cultural 5-11-2021

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Memoria de dos editoriales importantes: El Fondo de Cultura Económica y La Editorial Cultura

Guatemala, 6 de noviembre de 2021

suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro Carmín Q.


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presentación l registro de lo acontecido en dos editoriales como el que presentamos ahora es un documento precioso para el estudio de las ideas en Guatemala. La crónica de esos eventos, su circunstancialidad, son perlas para el investigador deseoso de conocer la evolución del pensamiento. Ese es el valor del texto que nos ofrece en esta edición Max Araujo. Su trabajo, a manera de memoria, al tiempo que reconoce protagonistas, da sentido al desarrollo de dos instituciones consideradas señeras por su actividad en la divulgación de la cultura en el país. Con el artículo de Max, el Suplemento presenta el texto vencedor del Certamen de Ensayo literario breve, “Celebración del día de muertos en mi comunidad”, otorgado por la Casa de Desarrollo Cultural de Santa Lucía Cotzumalguapa. Las ideas no tienen un lugar privilegiado para su creación, por ello cedimos el espacio a Luis Rudy Xalín. Que la lectura sea de su provecho y active su deseo por un mundo mejor. La esperanza debe ser nuestra insignia. Hasta la próxima.

es una publicación de:

Dos editoriales estatales importantes. El Fondo de Cultura Económica (México) y Editorial Cultura (Guatemala) Max Araujo

Escritor

Por la curiosidad de conocer las nuevas instalaciones del Fondo de Cultura Económica de Guatemala llegamos un día por la mañana, de hace dos meses, con el escritor Haroldo Requena, a la sede donde se me dijo que “estuvo” la librería Piedrasanta, ubicada en la 11 calle entre 6 y 7 avenida de la zona 1.

P

ero mi sorpresa fue agradable porque la mencionada librería continúa en dicho lugar, compartiendo espacio con el Fondo de Cultura Económica de Guatemala. Pude ojear entre los anaqueles de ambas editoriales algunos ejemplares de libros, pero lo más valioso fue la plática que tuvimos con Cesar Médina,

gerente en Guatemala de la empresa que, con personalidad jurídica propia como sociedad anónima, es la sucursal de la editorial mexicana. Ese día Cesar me obsequió el libro “Historia de la Casa. Fondo de Cultura Económica (19341996)”, escrito por Victor Diaz Arciniega. De la lectura de ese libro, muy bien documentado, que


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incluye citas de otros textos, entre estos, artículos en medios periodísticos y entrevistas a muchos de los protagonistas, me enteré del origen de esa editorial estatal, que en sus inicios pareció un híbrido entre pública y privada, con presencia, años después, de ocho filiales en distintos países del mundo. Uno de ellos es Guatemala. Tuve el gusto de conocer la sede de Colombia, hace 9 años, ubicada en el centro histórico de Bogotá, muy cerca de la biblioteca Luis Angel Arango, una de las más importantes de esa ciudad, y del museo dedicado a Botero. La librería del Fondo forma parte del Centro Cultural Gabriel García Márquez, que el gobierno de México construyó en 2008, con un diseño del reconocido arquitecto Rogelio Salmona, como parte de la red de centros culturales que tiene en distintos países del mundo. Forma parte de un sector de la capital de Colombia dedicada a la cultura. Es un edificio hermoso de tres niveles, con cafetería y salones para galerías y auditorios. Yo llegué a Colombia para participar en una de las reuniones de CERLALC, representando al Ministerio de Cultura y Deportes, como en otras ocasiones de los años que llevamos del siglo 21. Me enteré también, en el libro de Diaz Arciniega, cómo por equivocación el fondo económico con el que se inició se convirtió en su nombre comercial, cuya vocación inicial fue la de publicar textos de economía, y cómo poco a poco se fueron creando colecciones para otras áreas. La aventura no estuvo exenta de frustraciones, de aprende y corrige, de pérdidas económicas, de apoyos de entidades del Estado, de particulares y de empresas comerciales, en las que la audacia y la confianza de su Junta de Gobierno y de sus directores, jugaron un papel de primera línea. Fue crucial en la toma de sus decisiones la intervención en algunas épocas de los ministros de Hacienda y de Presidentes de la República, pero el papel protagónico lo tuvieron, entre muchos más, personalidades como Daniel Cosio Villegas, Jesús Silva- Herzog, destacado economista, y Alejandro Orfila, argentino. La sustitución de este último en su administración dio origen a la editorial Siglo XXI, tan importante

para la literatura hispanoamericana. Según el autor del libro el origen del Fondo de Cultura Económica se remonta a 1921 “cuando un grupo de jóvenes inquietos, emprendedores, se echaron a cuestas la organización de un Primer Congreso internacional de Estudiantes… que gracias a su éxito decidieron reunir en una sola federación a todos los estudiantes de todos los países de nuestra América”. Contaron con el apoyo del presidente Alvaro Obregón y del ministro José Vasconcelos. A partir de ese momento todo fue soñar, buscar apoyos y en un momento crear una editorial. Son 465 páginas las de libro. Concluyo esta parte de la historia comentando que de 1996 a nuestros días hay material para una publicación que nos cuente de estos años, como la gestión actual del escritor Paco Ignacio Taibo II, a quien conocí personalmente cuando llegó a la Biblioteca Nacional de Guatemala a realizar un generoso donativo de libros para la sala de niños, y de un pequeño escenario. Es parte de la remodelación que realizamos de esa sala, con el apoyo de la exviceministra del patrimonio cultural Gladys Palala y de muchas personas más, cuando fui Director del Patrimonio Documental y Bibliográfico. Compartimos un almuerzo en el mercado central, con él y con Cesar Medina. Esto sucedió cuando vino a presentar a la FILGUA 2019 la novela “Requiem por Teresa” de Dante Liano. La llegada del Fondo de Cultura Económica a Guatemala tiene dos etapas. La primera, cuando en los años noventa del siglo pasado se organizaron las ferias del libro México-Guatemala, que se realizaron en el edificio de la antigua Facultad de Derecho, hoy MUSAC. Eventos que fueron una bocanada de aire fresco, no solo por la cantidad de editoriales que llegaron de México, entre ellas El Fondo, y la participación de editoriales guatemaltecas, sino también por la presencia de escritores mexicanos, conferencias y mesas redondas. Años antes con COPRONIHUAC realizamos varios exitosos bazares de libros usados, en el antiguo Paraninfo de la Usac, en la 2 avenida de la zona 1. Era una necesidad sentida

la realización de ferias de libro. De ahí el éxito de la FILGUA. La segunda, cuando los personeros de El Fondo decidieron crear una sucursal en Guatemala. Fui testigo de la llegada de la persona a quien se le encomendó ese trabajo, de las reuniones sociales que mantuvimos con él, de quien por más esfuerzos de memoria que hago no ubico su nombre, así como de la compra y remodelación de la casa que fue su primera sede, situada en la 7 avenida de la zona 9. Recuerdo la llegada del Presidente Zedillo y de un contingente de escritores mexicanos que le acompañaron para la inauguración. A partir de ese momento esa sede fue para muchas personas, --yo me incluyo entre estas--, un punto de encuentro y un lugar para realizar eventos de literatura. Esa época terminó cuando a uno de los gerentes que llegó posteriormente cerró el bar que se encontraba en un segundo nivel, construido a propósito, e inhabilitó el Salón Maya, que fue un excelente auditorio para los actos. Posteriormente con la llegada de Cesar Médina se comenzó a usar de nuevo dicho salón. A pesar de ello pocas veces llegué a la sede del Fondo, que ha sido también una editorial para autores guatemaltecos. Se me incluyó, en el 2002, en uno de los libros que se hicieron en ediciones bilingües, español-un idioma maya. Esta fue la “Antologia de Cuento. Lema Tzijonem”. Colección Intercultural Luis Cardoza y Aragón. Coedición: Fondo de Cultura Economica de Guatemala, Comunidad de Escritores de Guatemala y Helvetas de Guatemala. La coordinadora del proyecto fue Sagrario Castellanos. (Se incluyeron dos narraciones de mi libro “Cuentos, fábulas y antifábulas). Por los medios de comunicación me enteré del traslado de la sede de la zona 9 a la zona 1. De los motivos circulan algunas versiones. Para conocer más de esa extraordinaria Editorial, recomiendo el texto, ameno y explicativo, que el recién fallecido Mario Roberto Morales publicó este año en una de las ediciones de elAcordeón, Pasa a la página 4.


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Viene de la página 3. suplemento cultural de elPeriodico, con ocasión del centenario de creación de El Fondo. Sirva la anterior historia para recordar el nacimiento y parte del trabajo de Editorial Cultura, por la renuncia que este año hizo de su dirección el poeta y escritor Francisco Morales Santos; quien la dirigió desde los últimos años del siglo XX hasta nuestros dias. Época de la que se debe escribir un libro como el que les comenté de la historia del Fondo de Cultura Económica, en el que se narre sobre su nacimiento, quienes la han dirigido, anécdotas, sus colecciones, y muchas cosas más. En abono a ese posible libro cuento algunas de los hechos en los que participé o de los que tuve conocimiento. El primero de ellos está relacionado con su creación, y tiene que ver con la sugerencia que hizo Juan Fernando Cifuentes Herrera a Ana Isabel Prera y a Marta Regina de Fahsen, quienes en 1988 ocuparon los cargos de Ministra y de Viceministra de Cultura, respectivamente, para que fuera creada una editorial. Cifuentes fue contratado por dichas autoridades para que se hiciera cargo de la comunicación social del recién creado ministerio. Venía de una trayectoria exitosa como expresidente del grupo editorial Rin 78 y como Director de la Tipografía Nacional. En ambas instituciones realizó una extraordinaria labor en la publicación de libros de autores guatemaltecos. El caso es que tuvo

una respuesta afirmativa, pero no hubo un documento legal de creación de la misma. El primer libro que se publicó, que apareció con el sello de Editorial Cultura, fue la novela “Bajo la fuente” de Manuel Corleto. Presumo que el nombre de la editorial fue idea del propio Juan Fernando. El segundo hecho que narro se relaciona con que en 1990 fui invitado por Marta Regina de Fahsen, cuando asumió como Ministra de Cultura

y Deportes, para que ocupara el puesto de jefe de la asesoría jurídica del Ministerio. Meses después de mi nombramiento se me solicitó, por el hecho que describiré más adelante, que fuera miembro del Consejo Asesor de la Editorial, cargo que compartí, a partir de la mitad de 1990 a enero de 1991, con Cifuentes, con Luis Alfredo Arango y con María del Carmen Pellecer. Un día de ese periodo Cifuentes me preguntó cómo

se podría hacer para vender los libros que publicaba Editorial Cultura. Le respondí que no había forma legal. Sucedió que un día, de ese 1990, caminando por la cuarta avenida de la zona 1, con destino a la Alianza Francesa, me encontré con el abogado y escritor René Villegas Lara, exprofesor mío en la facultad de Derecho de la Universidad Mariano Gálvez, quien por esos días era el jefe de la asesoría jurídica de la presidencia de Marco Vinicio Cerezo Arévalo. Le comenté del problema de Editorial Cultura y me prometió resolverlo. Fue así como el 7 de agosto de 1990, por su sugerencia, el Presidente de la República emitió el Acuerdo Gubernativo número 717-90, por el que se autoriza al MICUDE para que pueda vender al público la producción de objetos culturales que sus dependencias elaboren. Ese acuerdo le ha permitido a la mencionada editorial vender los libros que publica. Otro hecho que sucedió en ese año fue cuando el sindicato de los trabajadores de la planta central del Ministerio indicó que sabotearían la publicación de la colección “Estuche”, que coordinó Maria del Carmen Pellecer. Esta colección estuvo al cuidado de Enrique Noriega. El hizo también la selección de los autores. Dialogué con los directivos del sindicato, quienes indicaron que lo harían porque habían tenido un problema con Cifuentes, pero que estando yo de por medio, no había ningún problema. Por eso en esa colección, que se hizo en papel craft, de sesenta gramos, con un estuche


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de cartón ship calibre 18, en hojas sueltas, con el nombre de Poesía Guatemalteca Siglo XX, serie Antonio Brañas, apareció mi nombre junto a Arango y Cifuentes, como Consejo Editorial. Fue el primer Consejo de la editorial, creado así, “de hecho”. En esa colección “cuyos folletos no pasaron de 30 hojas se publicó poesía de los siguientes autores: -- incluyo el título de sus obras-- Luis Eduardo Rivera, - Las voces y los días-, Rafael Gutierrez, - Epigramas a Angélica-, Edgar Gutierrez,- Para concluir su hechizo-, Aida Toledo, -Brutal batalla de silencios-, Francisco Najera, Su cuerpo, las palabras--, Sergio Morales, -- Fósiles y otros restos--”, Violeta Blanco, -Sueños Paloma-, Mario Roberto Morales, - Epigramas-, Mendez Vides,- Recuento de Batallas-, Antonio Brañas, - Poesía escogida-. Creo que el otro autor, para la colección de once folletos, fue del mismo Noriega, pero desapareció de mi librera. A principios de enero de 1991 en una reunión que se realizó en mi oficina profesional ubicada en el Edificio El Patio, en la zona 4, decidimos las obras se publicarían en 1991, entre ellas “El animalero” de Humberto Ak´abal. Ya he contado en otras ocasiones cómo por solicitud de Arango aprobamos incluir en los libros esa obra; con la que su autor inició su exitosa carrera literaria. Levantamos en esa ocasión un acta, cuyo texto incluí en el libro “Desandado huellas. Apuntes. Entrevistas y documentos para el estudio de la literatura guatemalteca de los años ochenta del siglo veinte” que publiqué con la Editorial Palo de Hormigo en el año 2000. El acta en mención sirvió a las autoridades que asumieron los cargos en el MICUDE, a partir de enero de 1991, para la publicación de los libros sugeridos. Como muchos guatemaltecos, al desligarme del primer consejo asesor, seguí de lejos la trayectoria de Editorial Cultura, siendo que en los años noventa entre sus encargados estuvieron Marco Vinicio Mejia, Armando Rivera y Lucía Escobar. Y sucedió que en el año 2000 fui invitado por Otilia Lux de Cotí, Ministra de Cultura y Deportes, para que fuera uno de sus asesores específicos. Ya Paco Morales Santos estaba a cargo de la editorial, por lo que él le habló a Otilia para que se le comprara una computadora apropiada. Requerimiento que fue atendido. La editorial contaba con personal de apoyo. Una de mis sugerencias fue que el Premio Nacional de Literatura no se otorgara a dedo o por un consejo nombrado expresamente, y que este fuera otorgado, previa convocatoria, por el Consejo de la Editorial Cultura, constituido en cada ocasión como

jurado para dicho premio. A la ministra Cotí le pareció apropiada la idea y la aprobó. A partir de entonces cesó la intervención de las autoridades en la decisión del otorgamiento del premio, - del que he narrado en otro texto cómo fue que surgió--. Por eso fue injusto que se acusara en 2003 que ella había decidido el otorgamiento del Premio Nacional a Ak´abal, expresando que había sido porque él era maya. El galardonado fue propuesto por la Academia de Lenguas Mayas de Guatemala y la decisión la tomó el Consejo Asesor para las Letras integrado en ese año por Francisco Morales Santos, José Luis Perdomo, Enán Moreno, Luis Alfonso Beteta y Carlos René García Escobar. El premio fue rechazado por Humberto por razones que se hicieron públicas. Me consta del valioso trabajo realizado en Editorial Cultura por sus directores en distintas épocas, especialmente de Morales Santos, en la publicación de obras literarias, en su mayoría de autores guatemaltecos. Cada año se publican entre 20 y 25 títulos, a veces un poco menos o un poco más, por lo que según mi promedio, de 1989 a 2021, a 22 títulos por año, nos da un número de 726 títulos, por mil copias cada tiraje, nos arroja un resultado de 726,000 ejemplares. Cada año se hace entrega gratuita a bibliotecas y centros culturales. Estos datos son inexactos, son presunciones mías. Cuando en los años dos mil se decidió continuar con el certamen 15 de septiembre, creado en la época del doctor Juan José Arévalo, que por años estuvo a cargo del Departamento de Letras de la Dirección General de Bellas Artes, del Ministerio de Educación, las autoridades decidieron que fuera el maestro Morales Santos, como director de la Editorial Cultura, quien se encargara de ese certamen. Y así fue desde ese momento, pero también Paco se comprometió a coorganizar con el Centro Cultural Luis Cardoza y Aragón, de la embajada de México en Guatemala, el Certamen Mesoamericano de poesía Luis Cardoza y Aragón. Fue diligente además para que Editorial Cultura expusiera en un stand, con elegancia y de manera apropiada, en todas las FILGUA realizadas, en venta los libros publicados por esta casa editorial. Le dedicó tiempo y esfuerzo. En otro momento de la historia fuimos con Morales Santos los representantes del Ministerio de Cultura y Deportes ante el Consejo Nacional del Libro. Nos correspondió por ley presidir el mismo. Muchos autores hemos sido

beneficiados con la Editorial Cultura en publicaciones. En mi caso con la segunda edición del folleto “La noche de un día duro”, en el 2006, y con la primera edición del “Breviario de legislación nacional sobre las expresiones culturales tradicionales, los conocimientos ancestrales y los derechos de los pueblos indígenas en materia de cultura, en el 2011. Pero también se me incluyó en las siguientes antologías: 1) Segunda edición de “Joven narrativa guatemalteca”. Selección, prólogo y notas: Lucrecia Mendez de Penedo. (Tres narraciones del libro “Cuentos, fábulas y antifábulas”). 2) “Las huellas de la Pólvora. Antología del Cuento Guatemalteco”. Colección Narrativa Guatemalteca Siglo XX. Serie Augusto Monterroso. 1988. Antologistas: Armando Rivera e Isabel

Cultura, fue la creación de distintas colecciones, en las que se incluyen obras de autores destacados, de jóvenes escritores, de escritores mayas y de escritoras mujeres. En esto hay una gran similitud con el Fondo de Cultura Económica, al igual que con las penurias, alegrías y éxitos que tuvo. A veces se tuvo que enfrentar a órdenes veladas para que publicara algún autor. Nunca cedió. En otras ocasiones buscó el consejo de otras personas. En 2009 una autoridad del Ministerio le solicitó que todos los libros tenían que llevar el título original, -- en español--, y enseguida la traducción a un idioma maya. Me buscó y le solucioné el problema indicándole que según La Ley de Derecho de Autor y Derechos Conexos no se permitía esto sin el consentimiento expreso y por

Aguilar Umaña. Editorial Cultura y Magna Terra. (Cuento incluido: “y para que te metés en babosadas pues” del libro “Puros cuentos los de mi abuelo y otros cuentos”. 3) “Antología del cuento guatemalteco del siglo XX”. 2015 antologista: Enrique Noriega. Editorial Cultura. Colección Guatemala. (Se incluyó el cuento “Los aviones vuelan como zopilotes”, del libro “de balas, de bolos y de bolas”. 4) Segunda edición de “Mis manos son tu superficie”. Antología de Narrativa Guatemalteca” 2019. Selección y Notas de Francisco Morales Santos. (Se incluyó el cuento “Los reyes del rock” del libro “Cuentos, fábulas y antifábulas”, de la serie “Clase del 68”). Uno de los aspectos que hay que destacar del trabajo del maestro Morales Santos, al frente de Editorial

escrito del autor, pues se convertía en un nombre compuesto. Que sin su consentimiento se podía cometer un delito. Explicó a la autoridad de mi opinión y ahí terminó el problema. Este año la sede de Editorial Cultura fue trasladada del Palacio Nacional de la Cultura a la Biblioteca Nacional. Hace dos meses el maestro Francisco Morales Santos renunció a su cargo. Le sucede el joven escritor Luis Pedro Villagrán Ruiz. No le será fácil sustituir a Morales Santos, pero estoy seguro que hará un buen trabajo. Valiosos escritores, con mucha experiencia, le acompañarán como operarios. Paco lo tuvo con autores destacados como Vania Vargas, Wingston González, y Carmen Lucia Alvarado, entre otros. Parte del éxito será contar con un consejo editorial apropiado.


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LO QUE SE ESTÁ LLEVANDO EL RÍO (*) Luis Rudy Xalín

El río empezó por llevarse una tumba con su cruz. Rápido, arrastró otra y después otras. Al río no le importa qué difunto está enterrado en el cementerio. Ni siquiera tiene remordimiento por quitarnos a donde ir a adornar o recordar a nuestros muertos. Inexorablemente, el río es como el olvido, su caudal se está llevando una parte importante para los aldeanos.

E

n mi comunidad, días antes al 1 de noviembre, o ese día, los deudos limpian las tumbas, llevan a sus hijos para inculcarles el respeto y amor al lugar sagrado donde descansan los restos de sus seres queridos. En bicicletas, motos o de a pie llevaban azadones y palas para reconstruir las tumbas de tierra y remplazar la cruz; los que tienen panteones de concreto, vuelven a pintarlas. En casa, la noche del 31 de octubre, las señoras cocinan manzanilla, camote o ayote y posterior, los niños ayudan a prepararlos en dulce. Preparan comidas que preferían en vida los difuntos y el famoso fiambre. En algunas casas frente al altar fotográfico vasos de agua y cambian las veladoras y las flores. ¡Ah!, y no pueden faltar los tradicionales tamales… Esa noche varios grupos de Moros se dispersan por la aldea, pasan a las casas donde han sido invitados, bailan y piden conservas, comida, licor o dinero. El día 2 de noviembre, la mayoría visitan el cementerio para disfrutar del baile de los Moros, desde el mediodía en adelante. Algunas personas llevan al cementerio comida y bebida para compartir y ofrendar sobre las tumbas, en señal de que recuerdan la comida que preferían en vida de sus difuntos. Unos adornan con las toallas de plásticos multicolores, flores naturales o artificiales, coronas de diferentes tamaños o remplazan cruces viejas por unas nuevas. Otros, aprovechan a llevar a sus niños a visitar otros

sepulcros, para recordar a los vecinos, amigos o familiares. Este año indudablemente, algunos no tendrán a donde ir a rememorar anécdotas. En invierno, las lluvias acrecentaron otra vez el caudal del río hasta desbordarlo. A orillas del río, a un costado del cementerio solo queda arena en lugar de las tumbas. Quizá solo quedarán los árboles grandes que dan sombra al camposanto, y se llevaran todos los nopales. Antes, cuando eran niño, mi padre nos explicaba que la fruta de las tunas dentro del perímetro del camposanto, no se debe comer, para evitar que algún mal espíritu aprovechara la ocasión y fuese a la casa, en la noche, a espantarnos con ruidos extraños: como el arrastre de cajas, silbidos, gritos o golpecitos contra la ventana simulando que alguien nos tirara piedrecitas. En la entrada principal, por ambos lados, los vendedores levantan techos y ofrecen toda clase de bebidas alcohólicas, agua de frutas y gaseosas. Ahí se puede comprar tostadas, chuchitos, churrascos, papas fritas y demás exquisitos platillos. Por doquier suenan las campanas de los vendedores ambulantes de helados de barquillos, chocobananos y/o topogigios. Más o menos al mediodía, llegan los tan esperados Moros, esa especie de convite. Desde lejos, primero se aproxima un grupo, se escucha la música de una grabadora que llevan en la parrilla de una bicicleta. Más lejos viene otro grupo, llevando su equipo de sonido en la

palangana de un carro. Y así, un tercer grupo lleva su música sobre una carreta de mano. Ya sean dos o tres grupos, que por lo regular se reúnen en la entrada principal del cementerio, se dedican a bailar solos o con sus parejas. Entre los moros unos van disfrazados de señoritas con ropa provocativa, o personajes animados, monstruos o simples personajes campesinos. De los Moros sobresale, el pescador: anda con su atarraya de pita y que en vez de plomo como contrapeso, tiene pedazos de olotes. Él va tirando su red, asegurándose pescar un zapato, una llanta o algo para intercambiar por unos centavos con el dueño de la prenda. Las personas que se resisten a darles una moneda son ahuyentadas con alguna basura o palito que atrapen con su atarraya. Risas, carcajadas y algún llanto se escucha en esta celebración. Y así entre bailes, quema de cuetes y morteros, se pueden identificar a los que custodian al grupo, siempre llevan un varejón que utilizan para ahuyentar a los patojos abusivos, o para amagar en broma a los espectadores. No puede faltar el diablo bailando con la diabla. Otro personaje infaltable es el Mico: “Y te saco de repente, y te saco de un vagón, para mi fruto me ha de dar, este señor panzón”. “Y te saco de repente, y te saco de una maceta, para mi fruto me ha de dar, la hija de doña Anacleta”. Y así con dotes de poeta, dominando la rima perfecta, el Mico hace de las suyas, todas las monedas o billetes que recibe lo va echando en un calcetín. Al final, cuentan el dinero recaudado y se lo reparten o compran licor. El Mico es el causante de que muchos niños lloren por su aspecto casi real: viste completamente de negro y usa una máscara que ya tiene varias décadas, su cola es la funda de un paraguas rellenado con algodón, pero su habilidad de darle movimiento lo hace ver que es una cola real… Y así en mi aldea celebran el Día de los muertos. Todos los años esperan con ansias esta celebración. Para los que están ausentes, lejos de la patria, solo les queda acariciar los recuerdos y admirar los videos o fotografías por las Redes Sociales. El día que regresen y quieran ir a dejar un ramo de flores o a llorar sobre la tumba de sus padres o abuelos, no podrán, quizá ya no habrá cementerio, ni tumba, ni cruz… Solo el río implacable. Cada año, el caudal se lleva una parte, a este paso sepultará el cementerio, más no los recuerdos… hay que luchar contra el olvido. * Primer lugar. Certamen de Ensayo literario breve. “Celebración del día de muertos en mi comunidad”. Casa de Desarrollo Cultural de Santa Lucía Cotzumalguapa


CUENTO

Guatemala, 6 de noviembre de 2021 / Página 7

EL MURMULLO DE LOS ANCESTROS Juan Carlos Vílchez

Escritor

Cuán irresistible es el deseo de merodear y observar ese edificio. Algo inevitable me empuja hacia él, sin que yo pueda defenderme y reflexionar sobre un impulso tan poderoso. La atracción se manifiesta siempre, pero más intensamente después de las diez de la mañana, a partir de la hora que abre sus puertas la exquisita dulcería instalada en sus recintos.

A

unque tiene un nombre relacionado con este tipo de negocios, en realidad no se trata de un establecimiento común, -es decir- de una cafetería con exhibición de panes variados y algunas comidas ligeras, sino de un espacio interior en penumbra, con pequeñas sillas gastadas por el uso y con abundante oferta de pasteles y bombones confeccionados con recetas muy tradicionales, según lo atestiguan documentos impresos del año 1820, enmarcados como cuadros en las paredes pintadas de un blanco deslumbrante, casi aterrador. El inmueble data -con toda certeza- del mismo siglo, con dos plantas y un estrecho entresuelo, todo ello diseñado en un estilo muy sobrio y sin mayores alardes arquitectónicos. Está ubicado en una de las anchas avenidas principales, a la par de un nudo de nuevas vías y accesos ferroviarios, inaugurados en las últimas décadas, allí donde confluyen varios canales que comunican entre silos pequeños ríos con el lago, en el barrio comercial de la ciudad. La construcción no tiene jardín perimetral y se encuentra en el trayecto este de la calle, rodeada de viviendas similares, todas de la misma época y con los mismos patrones estéticos. Curiosamente la acera de enfrente, -o sea- todo el lado oeste, está sembrada de una larga fila de apartamentos grises y uniformes, de seis pisos de altura, terminados en el periodo posterior a la rendición -y aunque ya no quedan señales-, cuentan los comensales que este fue uno de los sectores más devastados por los bombarderos de la fuerza aérea inglesa (RAF) en 1944. La casa que alberga la repostería de mis sueños ha sobrevivido a la destrucción y gracias a su extraño e inusitado descubrimiento, ahora yo puedo disfrutar de sus novedades y delicias. Diariamente, atraído por olores y texturas recién salidas del horno, doy rienda suelta a mis instintos más gustativos y secretos, entro a la pastelería y pido algo diferente a lo consumido el día anterior. La oferta y variedad de productos es inagotable,

las opciones son innumerables y se pueden combinar entre sí, lo que contribuye a infinitas posibilidades de sabores, aromas y formas. Mientras habito la ciudad, todos los días tomo el metro o camino casi dos kilómetros desde mi posada en Altona, hasta llegar a la Grindel Allée Número 27 para cumplir con el rito de sumergirme en esa atmósfera de susurros y señales, insinuadas en la variedad de especies, harinas y azúcares pertenecientes a siglos ya derruidos y que por alguna razón insospechada se apoderan de mi voluntad, al extremo de atraparme y convertirme en un prisionero de designios aún desconocidos. En mis recorridos, a veces me acompaña el amigo Gilberto Bessa, oriundo de Baurú, Sao Paulo y descendiente de sefarditas portugueses, quien desde hace muchos años tampoco ha podido eludir la tentación cotidiana de participar en este festín de paladares y degustaciones. En el transcurso de mis visitas a este local tan adictivo, también he tenido la oportunidad de entablar conversaciones con viajeros de toda clase, especialmente comerciantes, llegados a este puerto tan próspero y dinámico desde los cuatro puntos cardinales. Todos concuerdan en la naturaleza acogedora de este lugar dedicado a la producción y venta de pudines, tortas, bizcochos y demás artificios derivados del culto ancestral a los cereales de la tierra. También coinciden en la existencia de un eco casi imperceptible de tristeza y desarraigo, quizás ligado a la cercanía de tiempos muy duros y que se respira en cada rincón de la estancia, impregnada de sustancias ultramarinas y exóticas. Por supuesto que en el devenir de días y meses, he conocido y saboreado exhaustivamente toda clase de “delikatessen”, ya sea con la mirada ausente frente a una taza de café o contemplando la lluvia y la nieve a través de los cristales. También he podido acercarme de manera espontánea a la propietaria de las instalaciones hasta establecer una relación respetuosa y cordial. Con ella he compartido mesas y tardes de invierno, con preguntas mutuas sobre nuestros orígenes y propósitos. Extrañamente yo he llegado hasta aquí sin haberlo previsto, pero vengo de un país que no alza vuelo, de un territorio sin vínculos donde las leyes no tienen valor, de un progreso trunco y trucado por un pasado, que se difumina en reyertas y afanes estériles de juventudes delirantes, azuzadas por hábiles impostores sin rostro. Ella me ha presentado a su madre, auténtica, octogenaria y

lúcida, con quien he podido indagar la reciente historia de la metrópoli, de la calle y de la guerra. No ahorra detalles cuando revela sus recuerdos. Nacida en el vecindario, refiere haber conocido de niña, a una familia de judíos alemanes habitando la casa, fabricantes de la más fina porcelana y desaparecidos pocos meses antes de los bombardeos. Recuerda con nitidez los apellidos y los repite con vehemencia tratando de convencerme de que con ella las equivocaciones no son posibles. Le creo sin ninguna sombra de duda, pues los datos que ella me anuncia son parte de informaciones fragmentarias también registradas por mi memoria, aunque en circunstancias diferentes. El enigma de mi apego a ese sitio se va esclareciendo entonces y atónito entiendo al fin, la imperiosa necesidad de mi presencia en ese ambiente, el murmullo rondando mis oídos desde el primer día, acaso el incontenible y quejumbroso llamado de mis ancestros sobre la sangre derramada en tantos cuarteles y campos de concentración, junto al pretexto de pasteles tan antiguos, exhibidos como un puente entre el ayer y el hoy, para compartir con nuevas bocas de la vida, los afectos y sabores de antaño.


Página 8 / Guatemala, 6 de noviembre de 2021

POESÍA

P

Pere Gimferrer

ere Gimferrer (Barcelona, 22 de junio de 1945). Poeta, narrador, ensayista y traductor. Escribe en español, catalán e italiano. Es miembro de la Real Academia Española desde 1985 y

Premio Nacional de las Letras Españolas en 1998. Sobre el poeta, Antonio Lucas nos dice: Gimferrer cree más en la verdad contagiosa de la emoción. En la impresión que algo deja y cómo ésta sedimenta, dando lugar a emociones

nuevas. O renovadas. Aunque nada resulta accidental o improvisado en su escritura, sino que todo responde a un proyecto literario muy bien articulado desde el origen. Aunque si le preguntas, lo niega.

Cuchillos en abril

Primera visión de marzo (II)

Odio a los adolescentes. Es fácil tenerles piedad. Hay un clavel que se hiela en sus dientes y cómo nos miran llorar.

La tarde me asaltaba como una primavera en Arezzo, y yo cedía al repertorio de emociones y usos de poeta: deidades se materializaban a mi voz, faunos ígneos amenazaban cada gruta, sombras de mí mismo me esperaban bajo el tapial de álamos. (Todavía no he hablado, ni lo haré, de otros prodigios, alcotán o ninfa Egeria, clase de francés a mis doce años o recuerdos de una guerra no vivida, primeras horas con Montaigne o inútiles lecciones de solfeo, minotauro de Picasso y poesía entre mis apuntes, toda una memoria abolida por el silencio encapuchado de esta tarde.) Penitente el jardín, las hojas ciegas amarilleaban obstinadamente. Sin duda vine a esto, y no llamado por un rito o mística revelación; sabiendo, y aceptando, que nada iba a hallar sino en mí mismo. Así el jardín es otra imagen o rodeo, como al final de un súbito pasillo la luz se abre y el balcón llamea, ignorado hasta entonces; o más bien la pausa entre relámpago y relámpago, cuando en la oscuridad todo es espera y de pronto llegó (¿pero era esto?). Luces inquietan el jardín, como el balneario - un quinteto en la pérgola, té, gravilla - donde aún es posible reconocerse, aquél, bajo los sauces tártaros, y estar allí sin que nadie lo sepa, como uno que viajó consigo mismo en el avión, entre brumas neerlandesas, y aún hoy lo ignora. Fácil, fácil conquista, marzo y árboles rojos. Surtidor el unánime, tened piedad de mí.

Pero yo voy mucho más lejos. En su mirada un jardín distingo. La luz escupe en los azulejos el arpa rota del instinto. Violentamente me acorrala esta pasión de soledad que los cuerpos jóvenes tala y quema luego en un solo haz. ¿Habré de ser, pues, como estos? (La vida se detiene aquí.) Llamea un sauce en el silencio. Valía la pena ser feliz. Primera visión de marzo (IV) Ordenar estos datos es tal vez poesía. El cristal delimita, entre lluvia y visillos, la inmóvil fosforescencia del jardín. Un aro puede arder entre la nieve bárbara. Ved al aparecido y su jersey azul Así puedo deciros esto o aquello, aproximarme apenas a la verdad inaprensible, como buscando el equilibrio de una nota indecisa que aún no es y ya pasó, qué pura. Violines o atmósferas. Color muralla, el aire proyectando más aire se hace tiempo y espacio. Así nosotros movemos nuestras lanzas ante el brumoso mar y son ciertas las luces, el sordo roce de espuelas y correaje, los ojos del alazán y tal vez algo más, como en un buen cuadro. Primera visión de marzo (III) ¡Con qué tenacidad insiste la columna! Serpiente o mármol o marfil en el silencio ovalado de la plaza impone su ascensión: oro o musgo que crece, sal y rumor de luces submarinas. Medallones del sol, a plomo sobre el aire, se fijan en el muro y su estertor calcáreo: arden, mueren, desmienten una verticalidad hecha de sombra. Veo con otros ojos, no los míos, esta plaza soñada en otros tiempos, hoy vivida, con un susurro de algas al oído viniendo de muy lejos. Atención: bajo el viento de marzo la plaza en trance vibra como un tambor de piedra. Mar o libro de horas, se trata de ordenar estos datos dispersos.

Primera visión de marzo (I) ¡Transmutación! El mar, como un jilguero, vivió en las enramadas. Sangre, dime, repetida en los pulsos, que es verdad el color de la magnolia, el grito del ánade a lo lejos, la espada en mi cintura como estatua o dios muerto, bailarín de teatro. ¿No me mentís? Sabría apenas alzar lámparas, biombos, horcas de nieve o llama en esta vida tan ajena y tan mía, así interpuesta como en engaño o arte, mas por quién o por qué misericordia? Yo fui el que estuvo en este otro jardín ya no cierto, y el mar hecho ceniza fingió en mis ojos su estremecimiento y su vibrar de aletas, súbitamente extáticas cuando el viento cambió y otras voces venían - ¿desde aquella terraza? - en vez de las antiguas, color de helecho y púrpura, armadura en el agua. Tanto poema escrito en unos meses, tanta historia sin nombre ni color ni sonido, tanta mano olvidada como musgo en la arena, tantos días de invierno que perdí y reconquisto sobre este mismo círculo y este papel morado. No hay pantalla o visera, no hay trasluz ni éstas son sombras de linterna mágica:

cal surca el rostro del guerrero, roen urracas o armadillos el encaje de los claustros. Yo estuve una mañana, casi hurtada al presuroso viaje: tamizaban la luz sus calados de piedra, y las estatuas - soñadas desde niño - imponían su fulgor inanimado como limón o esfera al visitante. Visión, sueño yo mismo, contemplaba la estatua en un silencio hecho sólo de memoria, cristal o piedra tallada pero frío en las yemas, ascendiendo como un lento amarillo sobre el aire en tensión. Hacia otro, hacia otra vida, desde mi vida, en el común artificio o rutina con que se hace un poema, un largo poema y su gruesa artillería, sin misterio, ni apenas este sordo conjuro que organiza palabras o fluctúa de una a otra, vivo en su contradicción. Interminablemente, mar, supe de ti: gaviotas a lo lejos se volvían espuma, y ella misma era una larga línea donde alcanzan los ojos: unidad. Y en el agua van y vienen tritones y quimeras, pero es más fácil decir que vivo en ella y que mi historia se relata en su pálido lenguaje. Pentagrama marino, arquitectónico, qué lejano a este instante muerto bajo la mesa, al sol en la pecera y el ámbar en los labios, a la lengua de cáñamo que de pronto ayer tuve. Interiormente llamo o ilumino esferas del pasado y me sé tan distinto como se puede ser siendo uno mismo y pienso en el mejor final para este raro poema empezado al azar una tarde de marzo. Selección de textos por Gustavo Sánchez Zepeda.


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