Suplemento Navideño 23-12-2020

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Suplemento Especial de Diario La Hora, Guatemala 23 de diciembre de 2020

Suplemento Navideño 2020

La Adoración de los Reyes Magos, Peter Paul Rubens, (1609).

Coordinación: Mauricio José Chaulón Vélez


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En nacimiento de Cristo en el arte de la Antigua y la Nueva Guatemala Fernando Urquizú

Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala

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l origen y desarrollo de los Nacimientos o Belenes como obras de arte en lo que actualmente constituye territorialmente América Central, obedece a una onda tradición proveniente del desarrollo de la cultura hispánica en el antiguo arzobispado de México, del cual se desprendió el de Santiago de Guatemala, cuya principal fuente de referencia podemos encontrarlo en los libros de estampas, reproducidas en xilografías y grabados con el tema: la Vida de la Virgen y La Pasión de Cristo de Alberto Durero, ampliado posteriormente por Biblia Natalis y la Biblia de la Virgen cuya referencia de consulta abarcó todas las manifestaciones artísticas, tanto cultas como populares, evidentes todas las artes cuyo breve análisis referiremos someramente basados en el análisis de estos libros contrastado con la serie de pinturas inspiradas en estos impresos, que refieren la Vida de la Santísima Virgen, que se encuentran en catedral metropolitana de Guatemala, que asociaremos con otras en fuentes del arte de situadas o provenientes de la ciudad de Santiago, como antigua sede del obispado y posteriormente arzobispado como un aporte a nuevas investigaciones acerca de estos temas de la cultura nacional actual, aún no comprendidos a cabalidad a pocos meses de iniciar la conmemoración del Bicentenario de su independencia política de España. El Nacimiento o Belén En la presente exposición identificamos el Nacimiento o Belén como una composición artística compuesta por tres figuras esenciales: la Virgen María, San José y el Niño Dios, destinada a recapitular la venida de Jesús a la tierra cada 25 de diciembre como parte fundamental de un proceso didáctico, cíclico anual, empleado por la Iglesia católica en el periodo de desarrollo de la cultura hispánica, que actuó como brazo ideológico de la monarquía española para alcanzar un estándar en el imaginario individual y social

que consideraba la familia como eje fundamental de la sociedad de donde se desprendía la cohesión social hacia las comunidades, pueblos y reinos. Este tipo de composición derivó de las representaciones teatrales del nacimiento de Jesús que con el paso del tiempo evolucionó, siendo acompañado de varias manifestaciones artísticas concatenadas en una “totalidad”, dirigida a los cinco sentidos para ampliar la capacidad de captación en el proceso de enseñanza aprendizaje cuyo refinamiento fue aplicándose en el mundo occidental como parte de la aceptación del imaginario cristiano como forma de convivencia a partir del edicto de tolerancia que le dio validez en el imperio romano hacia el año 365 con la aprobación su emperador Constantino. El triunfo del cristianismo como medio de cohesión ideológico fue un factor decisivo en el proceso de expulsión de los moros en 1492 en la España peninsular, año en el cual, también llegaron al Nuevo Mundo a donde expandieron el imaginario cristiano cuyas formas de enseñanza y aprendizaje fueron reorientadas y extendidas con la aprobación del Concilio de Trento en 1563 cuando la Iglesia cristiana ya estaba divida en católica y protestante. La expansión de la cultura española en el mundo determinó la fundación de los primeros arzobispados católicos en el Nuevo Mundo en Nueva España y Perú a donde llegaron oficialmente los primeros impresos, como los citados anteriormente, que fueron utilizados para expandir el pensamiento cristiano, y fue así como bajo el brazo de los predicadores y autoridades clericales se introdujo su uso como material didáctico proveniente especialmente de la casa Plantan del reino de Flandes, firmados por Alberto Durero desde finales del siglo XV. En Guatemala, aún no se han localizado a la fecha impresos originales. Sin embargo, su presencia en la segunda mitad del siglo XVII es factible de probar a través del análisis de esculturas,

como: la Virgen del Socorro, que se encuentra en la Catedral de Metropolitana de Guatemala y Jesús de la Paciencia, que se encuentra en la en la iglesia de la Merced donde puede apreciarse la influencia directa de la portadilla de dichas publicaciones en ambas esculturas. La necesidad de expansión de la cultura hispánica bajo los mismos parámetros que en la península ibérica planteo la necesidad de la aplicación del concilio de Trento en los arzobispados fundados en México y Lima, con la diferencia que debían adaptarse a la didáctica del evangelio a las costumbres existentes, así como elaborarse los materiales de enseñanza con lo que se tenía a mano pero siempre siguiente estrictamente prescripciones para lo cual se compusieron e imprimieron los libros de apoyo: La Biblia Natalis y la Biblia de la Virgen, que ampliaban el uso de las imágenes con símbolos iconográficos y prescripciones iconológicas narradas en latín para vencer las barreras idiomáticas y de analfabetismo tanto en el Viejo como el en Nuevo Mundo. Estos impresos sirvieron de referencia para ordenar el sentido ritual de las ciudades como Santiago de Guatemala en donde una serie de capillas y templos nos hacen evidente la secuencia ordenada de la enseñanza y recapitulación del evangelio, que se apoyaba en el calendario litúrgico que podemos advertir fácilmente en la lectura secuencial concatenada de la serie de cuadros identificados en la presente exposición como: “la Vida de Nuestra Señora” que se encuentra en la Catedral Metropolitana de Guatemala, que tienen como puntos de apoyo al cuto religiosos, dos capillas dedicadas a la Virgen María; una a la Virgen del Socorro y otra a la Coronación de María Santísima como reina y madre de todo lo creado, donde la escultura original del retablo fue sustituida por otra similar de la Virgen de Concepción evidente en una fotografía tomada por William Cameros con motivo de la conmemoración de su festividad celebrada en la catedral metropolitana

el 9 de diciembre de 2020, que nos permitió visualizar la relación entre las distintas imágenes de la Virgen, que desde su concepción hasta su muerte resurrección y vida eterna deja un mensaje compuesto por una serie de valores morales que aún en el lumbral de la tercera década del siglo XXI, siguen vigentes; permitiéndonos percibir la construcción de varias capillas e iglesias de la Antigua Guatemala y así concatenar el sentido ritual y festivo de las conmemoraciones de fin de año que aún subsisten en nuestro imaginario actual. Los cuadros de la vida de Nuestra Señora y correspondencia con sus capillas de Gozo en la Antigua Guatemala Esta exposición que toma como referencia la serie de cuadros titulados la Vida de Nuestra Señora, referidos en xilografías y grabados de la Vida de Nuestra Señora, realizados por Alberto Durero, ya referidos ampliados por la Biblia Natalis y Biblia de la Virgen, son publicaciones ampliamente ilustradas puestas a mano por los arzobispos y obispos desde la última década del siglo XVI y aunque no se haya encontrado todavía la documentación oficial en nuestro medio, esta puede rastrearse a partir de la influencia en los monumentos. En este contexto, una primera referencia impresa, está basada en la imágenes de Durero: la “Concepción de María”, cuya devoción se reafirmó en la ciudad cuando fue nombrada patrona de la orden de San Francisco y estableciendo asistencia a su festividad por parte de las autoridades desde 1613, dicha advocación contó con una capilla paralela al templo; en el cual, coexistieron varias cofradías de esta devoción, que contaban con otras capillas y retablos en la; trasladándose varias a la Nueva Guatemala, adquiriendo capital importancia, la de españoles, que se transformó en nacional en tiempos del general Rafael Carrera a mediados del siglo XIX, luego reorientada en el configuración de la republica liberal


Suplemento Navideño en tiempos del general José María Reina Barrios en la última década de este siglo de donde transcendió en el apoyo del anticomunismo de mediados del siglo XX; sobreviviendo esta devoción en el imaginario secular y postmoderno, al contar con valiosos estudios realizados por investigador Miguel Álvarez Arévalo y su posterior restauración ya en las segunda década del siglo XXI por especialista Luis Manuel Muñoz. El nacimiento de María Santísima, así como su presentación en el templo acompañada de sus padres Santa Ana y San Joaquín, figurada en la serie de cuadros ahora referida, es perceptible en el templo de Santa Ana de la Antigua Guatemala, donde solo subsiste la construcción y una escultura de esta advocación proveniente del periodo de esplendor de la cultura hispánicas. Sin embargo, el arte del país cuenta con una idea más completa materializada en retablo dedicado a la “Sagrada Familia” en la capilla norte del traceptum de la iglesia de la Merced de la Nueva Guatemala, que nos explica de manera didáctica el papel de los padres de la Virgen, como ejemplo generacional en la transmisión de valores del capital simbólico familiar. El cuadro de Los desposorios de la Virgen y el Transito del Señor San José, guardan una profunda relación cuyo foco didáctico está relacionado con la construcción del templo del Señor San José, conocido como el Viejo en la Antigua Guatemala, debido a que la parroquia fundada en las ruinas readecuadas parcialmente de la Tercera Catedral de Santiago, lo tomó como su patrono. Una relación documental podemos deducirla de las novenas dedicadas al padre putativo de Jesús, que citan sus Dolores y Gozos referidos en publicaciones especializadas por el investigador Juan Alberto Sandoval Aldana como la publicada en suplemento de Navidad del diario La Hora en su edición de 2007. En este sentido es interesante anotar que los templos referidos en la presente exposición, dedicados al culto de la Virgen y el Señor San José, están ubicados en el Este y Oeste de la Antigua Guatemala. El cuadro de la Anunciación a María por el ángel Gabriel tiene correspondencia en una iglesia conocida como de “Los Remedios” dedicada a la “Virgen de la Expectación del Parto” que funcionaba como una parroquia diocesana al norte de la Antigua Guatemala, donde se encontraba una escultura de esta advocación que preside actualmente la iglesia del Calvario de la Nueva Guatemala, cuya festividad era muy importante en adviento ya que marcaba el inicio de las posadas, esta devoción paso

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a la nueva capital del reino con mucha vigencia, que ha llegado hasta nuestros días. La pintura de la Visitación a la Santa Isabel, también contaba con una capilla, actualmente en ruinas, presidida por una composición de escultura que representa “La Visitación de María a su prima”, que se encontraba en la iglesia de la Escuela de Cristo de la Antigua Guatemala de donde fue sustraída por manos sacrílegas, que no solo atentaron contra el patrimonio tangible e intangible del país; sino desaparecieron una parte fundamental de su memoria histórica porque estas ruinas no fueron conectadas como parte de un proceso didáctico que implica una secuencia lógica de construcción de los templos ahora motivo de estudio. El Nacimiento de Jesús, alcanzó una forma de expresión local en el frontispicio de la iglesia del Beaterio de Belén en la Antigua Guatemala, cuando le fue adherida a la composición inicial la imagen del hermano Pedro de Betancourt producto de su reconocimiento como beato de la iglesia y por tanto modelo de vida en la cultura hispánica, la relación de grabados y arquitectura puede ser rastreado a partir de investigaciones realizadas por el especialista en el tema Ricardo Toledo Palomo, ampliadas por la investigadora Luz Midilia Marroquín en la segunda década del siglo XXI, en el análisis de la colección de Tarjas del Museo del Libro Antiguo. La temporada de Adviento contaba en el imaginario local con otras conmemoraciones de orden monárquico como; la de los Desagravios a Dios Nuestro Señor, que se llevaba a cabo cada 26 de diciembre con asistencia obligatoria de las autoridades locales, debidamente identificadas por el investigador Mario Ubico Calderón e historiadas en publicadas en el suplemento de Navidad del diario La Hora de 2011 nos dan cuenta de la existencia de otras conmemoraciones vigentes de 1725, que debieron transformarse después de la independencia política de España. En relación a los cuadros ahora referidos podemos citar el de “La circuncisión de Jesús”, conmemora el día en que los niños tomaban su nombre es decir Jesús, al que se añadieron los títulos de Hombre y Salvador, que se representa en el lenguaje iconográfico con el anagrama JHS, que suele colocarse en el centro de una custodia. Esta conmemoración es propia de la Catedral Metropolitana de donde se irradia a sus parroquias templos rectorares y de ordenes religiosas y se realiza el 1 de Enero con una imagen del Niño Jesús de pie, que originalmente era desnuda, situación

La adoración de los pastores, Pedro Ramírez “El Mozo”, (Catedral metropolitana de Guatemala).

que fue reorientada por la iglesia mediante la práctica vestirlo en Año Nuevo, trasladándolo del pesebre a un trono o sillita dando continuidad las fiestas adviento y renovando el sentido del nacimiento que particularmente en Guatemala se ha mantenido hasta entrado el siglo XXI. “La Epifanía de Cristo” o su proclamación de Jesús como Rey de reyes, tenía como epicentro de conmemoración en la Antigua de Guatemala la iglesia del poblado de San Gaspar, en cuyo frontispicio figura un nacimiento compuesto por una escultura de la Virgen del Rosario, que se veneraba desde aquel entonces en la iglesia de Santo Domingo y otra de San José de la iglesia de San Francisco, en el segundo cuerpo de dicho templo figura una escultura de la Virgen de

la Asunción de manera semejante a la que se encuentra en la catedral, así como la que preside el templo de esta advocación en la Nueva Guatemala. La escultura de estuco de la Virgen de la Asunción que se encuentra en el segundo cuerpo de la iglesia de San Gaspar de la Antigua Guatemala es flanqueada por las de los reyes magos Melchor y Baltazar, mientras que en una hornacina de coronamiento debió haberse encontrado la escultura del rey Gaspar patrón de esta iglesia cuyo retablo principal se encuentra en el Museo de Arte Colonial de la Antigua Guatemala. Estas obras de arte tienen correspondencia directa a la lectura prescrita en la Biblia Natalis y se constituyen en evidencias directas de la reconstrucción del imaginario de la cultura hispánica local.


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La Epifania en el arte guatemalteco y las Devociones populares en torno a los Santos Reyes Magos Melchor Gaspar y Baltazar Juan Alberto Sandoval

Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala

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n el ciclo mayor de la Navidad, las tradiciones y devociones populares dedicadas a los Tres Santos Reyes Magos en Guatemala, tienen su origen en los diferentes procesos que se desarrollaron en torno a la primitiva evangelización y la incorporación, violenta o sutil, de los nuevos conversos a la estructura filosófica y doctrinal del cristianismo, en la cual, el arte en todas sus manifestaciones fue determinante. La producción artística procedente del periodo de la dominación hispánica, relacionada con esta temática, nos da los primeros indicios. Al hacer deducible el arte regional mesoamericano, en las ramas de la pintura y la escultura, dejando para otros estudios la bastedad de ejemplos en los campos de la música, las danzas el teatro y la literatura, podemos afirmar que las primeras representaciones plásticas con este tema fueron creadas para integrar los retablos para vestir templos y conventos, a partir de la segunda mitad del siglo XVI. A guisa de ejemplo podemos citar las obras que forman parte de las colecciones estatales en las iglesias y museos de Guatemala, las cuales son producto del intenso intercambio artístico entre el virreinato de La Nueva España y la Capitanía General del reino de Guatemala, realizadas por los pintores barrocos mexicanos Cristóbal de Villalpando, Pedro Ramírez, Juan Correa y Miguel Cabrera, por mencionar algunos nombres que brillan rutilantes en el firmamento de las artes hispanoamericanas las cuales aún se exponen en la Catedral Metropolitana sede de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala en La Nueva Guatemala de la Asunción y el Museo de Arte Colonial de La Antigua Guatemala, Sacatepéquez. Por otra parte, en los monumentales retablos que se conservan en los templos de las ciudades del valle central

La adoración de los Reyes, Pedro Ramírez “El Mozo”, (Catedral metropolitana de Guatemala).

de México, cuyos habitantes llegaron a nuestro suelo formando parte de las falanges de los españoles que conquistaron y sojuzgaron la región, podemos apreciar, entre las escenas de la representación de la natividad de Jesús, dos que son fundamentales, siendo éstas la Adoración de los

Pastores, que se encuentra colocada, por orden cronológico, sobre la “calle” de la Epístola, es decir a la izquierda del mueble y en la “calle” del Evangelio, a la derecha, la Adoración de los Tres Santos Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltazar. Estas dos epifanías estuvieron

siempre presentes en los retablos que vistieron los templos de las ciudades europeas y las de las colonias españolas a ultramar, en el continente americano, particularmente y con mayor énfasis, en las ciudades virreinales de México y el Perú. En Puebla de los Ángeles, México, ornando una de las naves procesionales del templo del convento franciscano de San Miguel Arcángel de Huexotzingo, existe una obra que presenta la escena de la adoración de los tres Reyes magos, probablemente de finales del siglo XVI, atribuida al pintor Baltasar de Chávez Ório (15481620) llamado Echave “El viejo”, cuya observación directa del original por parte del autor en el año 2016 , motivó este ensayo. Aparece también un trabajo de similares características a la obra angelopolitana en el templo de San Bernardino de Xochimilco, cuya referencia se agradece a la periodista e investigadora mexicana Isabel Aquino Romero, vecina de la ciudad de San Luis Huamantla, Tlaxcala, quien amablemente me compartió la referencia documental del Instituto Nacional de Historia de México, en ella la autoría de la obra se atribuye al artista Simón Pereyns, quien pudo haberla realizado en el año de 1584. Ambas “adoraciones” o epifanías tienen singular importancia en la celebración de los misterios relacionados con el nacimiento del niño Jesús, tema central del ciclo de la natividad, la primera por ser la realizada por el pueblo judío significado en los pastores de Belén y la segunda, la de las naciones de la gentilidad, en clara alusión a la adoración de los Tres Santos Reyes Magos procedentes de Asia, Europa y África, el mundo conocido en esa temporalidad, haciendo énfasis en el pensamiento teológico de la época, que gustaba de contraponer las dos manifestaciones. En las obras pictóricas referidas no


Suplemento Navideño hay ninguna novedad iconográfica ni alguna sutileza que las impregne de originalidad, como sucederá posteriormente a partir del siglo XVII. Podemos inferir que esta situación obedece a que el tribunal de la Inquisición no hubiera permitido ningún cambio en las composiciones artísticas, agregado a que la mayoría de pintores novohispanos mexicanos al igual que los santiaguinos en Guatemala, tomaron como modelos, sin ser posible ninguna alteración, los dibujos y grabados europeos, los cuales llegaron desde las cortes españolas al Puerto de la Veracruz en México y en consecuencia desde allí a Guatemala, para ser entregadas a los obispos quienes los distribuyeron entre los artistas locales residentes en sus prelaturas, sirviendo estos diseños como la base para la producción de las obras de arte con temas religiosos relacionados con la vida de Jesús, la Virgen María y de los Santos en los distintos misterios de fe, inspirados en fuentes hagiográficas de gran impacto en el mundo de la plástica occidental, tales como la leyenda Dorada Medieval de Santiago de la Vorágine, los evangelios apócrifos y los canónicos. Ya en el siglo XVII, a pesar de la vigencia de la real disposición vigilada por la iglesia y el Santo Oficio, los artistas locales sacan partido del carácter popular de la escena, de los contrastes que ofrecen las rusticas vestimentas de los pastores y lo ampuloso de los atuendos de los Tres Santos Reyes Magos, el esplendor de sus finos brocados, la riqueza exquisita de sus joyas y de los presentes onerosos para el niño Dios, encerrados en finos cofres, y sobre todo, el tipo aristocrático de los santos adoradores visitantes del recién nacido Rey de reyes, personalizando con ciertos detalles y genialidades su trabajo. No se puede dejar de citar las dos magnificas “Adoraciones”, obras de Cristóbal de Villalpando, realizadas en la segunda mitad del siglo XVII, que se encuentran expuestas en la pinacoteca de la Iglesia de San Diego, en México, y que forman parte de los catálogos del pintor, cuyo trabajo fue el más numeroso y prolijo en el intercambio entre ese país y Guatemala, siendo posible apreciar en el acervo del Museo de Arte Colonial de La Antigua Guatemala y el templo de San Francisco El Grande de La Nueva Guatemala de la Asunción, una muestra de su extraordinaria calidad artística en las obras que integran la Serie de “La vida de San Francisco”, piezas autógrafas y fechadas, la mayoría, en 1692. En beneficio del Maestro Villalpando, debe mencionarse que una de las innovaciones que imprime en su obra, consiste en incorporar

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en la composición de las pinturas relacionadas con la Natividad, un “foco” de luz que ilumina al grupo de personajes, brotando los rayos del cuerpo del niño Jesús recostado en el pesebre, irradiando un resplandor que delinea y enfatiza las figuras de la Virgen María y San José, sacando de las sombras de la penumbra, las siluetas de los pastores y los tres Santos Reyes Magos. Este procedimiento empleado por Villalpando, impregna sus obras de un carácter especial y les confiere un cierto “encanto”, que las caracteriza, el cual es tomado para la realización de uno de los cuadros más importantes sobre este tema, como lo es “El nacimiento”, obra maestra de grandes dimensiones (6x3 metros), del Pintor novohispano del siglo XVII, Pedro Ramírez, “El Mozo”, autor de las pinturas de la Serie “La vida de la Virgen Maria” que se exponen actualmente en la nave central de la Catedral Metropolitana de La Nueva Guatemala la Asunción. La obra maestra de Ramírez, fue encargado para la Rectoría del Convento de Padres Bethlemitas, filial de la Orden hospitalaria fundada en Guatemala en el siglo XVII por iniciativa del ahora Santo Hermano Pedro de San José de Betancourth, difundida en las américas (Centro, norte, sur e insular) por Fray Rodrigo de La Cruz, su sucesor. La casa conventual Bethlemita que fue fundada en el virreinato de la Nueva España, con hospital anexo, funcionó en el crucero de las calles de Tacuba y Bolívar, en donde se conservan aún en la actualidad, parte de sus ruinas, lugar del que irradió, entre otras virtudes y méritos que le corresponden a la Orden Betlehemita y a su fundador, la difusión de la tradición de Las Posadas Guatemaltecas en la capital del vecino país y en consecuencia su irradiación a todo el territorio mexicano en sustitución de las misas de Aguinaldos, siendo enriquecidas con juegos y otras actividades lúdicas para infantes que coadyuvaron a la evangelización y enseñanza de la doctrina católica incorporando la quiebra de cerámica, ritual antiguo de los pueblos originarios, modelando piñatas de ese material pintadas convenientemente para atraer a los niños, decoradas con siete 7 picos que representan los siete pecados capitales. No era de extrañarse. En el lugar de origen de las posadas, La ciudad de Santiago de Guatemala, la procesión nocturna incorpora instrumentos de aliento y percusión creados por los antiguos músicos Mayas, complementados por otros de origen europeo y africano. Conociendo la forma y los medios por los que se introduce y se da a conocer la devoción a los reyes magos en Guatemala y su presencia a través

del arte plástico, en lo relacionado a las tradiciones populares de su día, el 6 de enero, según estudios realizados por el Licenciado Mario Ubico Calderón, profesor titular de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos, el “Cambio de Varas”, en los primeros días del año, es decir la entrega del Bastón que simboliza la autoridad de los alcaldes y otros puestos de dirección local a las nuevas autoridades en los pueblos y ciudades del interior, fue motivo para vincular esta actividad a la festividad religiosa del día, la cual fue observada por el fraile dominico y viajero inglés Tomás Gage en la primera mitad del siglo XVII, según la descripción de su viaje por Guatemala contenida en su crónica de viajero, la cual refiere que “El día de los Santos Reyes, los alcaldes y todos los oficiales de justicia vienen también a rendir sus homenajes y a traer sus ofrendas a ejemplo de los santos reyes, porque ellos representan el poder y la autoridad del rey”. El Santo Hermano Pedro de San José de Betancourth, en su testamento, menciona que a mediados del siglo XVII, en el reino de Guatemala, se celebraba con fervor la festividad en torno a los Santos Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltazar, con una solemne procesión: “La víspera de los reyes, en memoria de la adoración que hicieron al Verbo Divino, se traen las imágenes de los Santos Reyes desde el convento de la Merced a esta casa de Belén, repitiendo a coros el Rosario”. En pleno siglo XXI, en la ciudad de México, la solemne y festiva procesión de la Entrada de los Reyes se registra sin interrupción saliendo de la Sede conventual de la Merced finalizando frente a las ruinas de la casa Bethlemita de esa ciudad. Como testimonio de la veneración del Santo guatemalteco, de origen Canario, sobre el misterio de la encarnación, los hechos anteriores y posteriores, en el escudo de la Orden Bethlemita aparecen representados los tres Santos Reyes Magos por tres coronas ducales en formación bajo la estrella luminosa de Belén que los guío hasta el pesebre del niño Jesús. Las festividades del 6 de enero tuvieron como principal sede la iglesia del pueblo viejo de San Gaspar Vivar, que se encuentra a tres kilómetros de la ciudad de La Antigua Guatemala, en las faldas del volcán de Agua, cuya fachada y altar mayor es presidida por las imágenes de los tres Reyes magos, recibiendo en aquel lugar especial veneración desde mediados del siglo XVI hasta la fundación del pueblo nuevo de San Gaspar de Vivar en la Nueva Guatemala de la Asunción, en el sector principal de la actual zona 8 de la ciudad capital, como parte de las normas del reglamento

de traslación del rey Don Carlos III, después de ocurrida la ruina de la ciudad en 1773, entre los 13 pueblos que se ubicaron en la periferia a la ciudad de Santiago, trasladada a su nuevo asentamiento en el valle de la Ermita, se incluye el de San Gaspar Vivar, que se ubicó, a partir de 1777, en las afueras de la ciudad en las prominencias y declives del cerro y garita llamados “De Buena Vista”, a la orilla del antiguo Camino Real (La actual Avenida Bolívar, en las zonas 4 y 8, sector sur poniente de la ciudad). En este lugar se continuó realizando la fiesta de los Santos Reyes el 6 de enero de cada año, produciéndose verdaderas muestras de arte en torno a la danza y el teatro popular con sus dramatizaciones y desafíos. En cuanto al carácter de las festividad y su alcance, estas devociones se extendieron desde el espacio sagrado del templo hasta los espacios domésticos, trasladándose los rituales específicos y ceremoniales al dominio popular, que se convirtieron, con el paso del tiempo, en devociones públicas y privadas, cuyos ejercicios piadosos se prolongaron de uno a nueve días consecutivos previos la fecha de la festividad, con carácter de preparación o premonitorios, conmemorando las motivaciones y los momentos más significativos de la búsqueda de los tres hombres sabios que la tradición reconoce y su encuentro final con el niño Jesús recién nacido. Estos antiguos conocimientos quedaron plasmados en pequeños libretos de mano llamados “Novenarios” que fueron elaborados para tal finalidad, auspiciados por los mismos devotos, cuyos ejemplares fueron realizados en imprentas de La Nueva Guatemala de la Asunción a principios del siglo XIX, encerrando en ellos las oraciones, rezos, cantos y letanías transmitidas de generación en generación por las “rezadoras” conservándose las antiguas fórmulas. Aunque los embates liberales de finales del siglo XIX y la modernidad que afectó la vida citadina de los novoguatemalenses durante el siglo XX, que parecen olvidar la duración del ciclo que se extiende hasta el 02 de Febrero de cada año, el 6 de enero en el viejo barrio del Pueblo de San Gaspar, sigue siendo motivo de fiestas y ceremonias solemnes en torno a la imagen de la Inmaculada Concepción y la cansada, pero extasiada figura de los Tres Reyes que, conforme la tradición, ese día son “acercados” al pesebre del niño en el nacimiento de la casa, que ya sentado y vestido, recibe a tan ilustres visitantes durante el rezo del “Cabo de novena” amenizado con un armonio desvencijado y la voz destemplada de las “cantoras” del barrio, entre ponches y golosinas, como signo de la convivencia y socialización fraternal propia de esta época.


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La religiosidad popular sobrevivira contra cualquier pandemia Juan Manuel Castillo Zamora Comunicador social y periodista

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l 2020 será recordado por millones de personas como el año en que un molesto virus nos arrebató de tajo la subvalorada belleza de la cotidianidad, y es que, antes de la pandemia, la más agresiva del último siglo, pocos reparaban en lo maravilloso que resulta salir a dar un paseo al aire libre, abrazar a un amigo en medio de una desconocida masa y de salir de copas con los amigos. En 2020 escondimos la sonrisa detrás de esa incomoda mascarilla, esa que nos disfraza y nos mantiene atemorizados. Salimos a las calles siendo potenciales portadores de un virus desconocido que se manifiesta como un resfriado insignificante o como una embolia agresiva que te entuba y te mata, sin remordimientos ni consideraciones. Entonces, deambulamos por la vía pública y nos alejamos del que intenta aproximarse, nos da pavor saludar a los amigos y darle una moneda al desempleado, aunque este nos suplique ayuda mientras el semáforo detiene el pesado y molesto tránsito, que no

cesa porque la vida misma no lo hace y porque las necesidades son ahora más urgentes que hace algunos meses atrás. Lo cierto es que, nunca antes la simpleza, la que se encontrábamos literalmente en la esquina, cuando acudíamos a la tienda sin máscaras ni temores, había sido tan apreciada por esa masa inconforme y desmotivada. Ahora lo más soso nos resulta emocionante. Ojalá pudiéramos aglomerarnos en cualquier plaza para ver cualquier cortejo de cualquier imagen, pero la pandemia, la que se propagó sin misericordia por casi todos casi todos los pueblos del mundo nos impide hacer lo que amamos e incluso lo que antes nos molestaba. La pandemia, suscitada por la propagación mundial del Covid-19 nos enseñó que lo que antes dábamos por sentado puede interrumpirse, sin previo aviso, ni preparación alguna. Este famoso virus nos arrebató el deleite de ver a la imagen de nuestros amores durante la Semana Santa pasada y repitió su cruel acto para las fiestas de diciembre, las que

con inconmensurable amor dedicamos a la Inmaculada concepción y la Virgen de Guadalupe. Y con ese dichoso virus, apoderado de nuestro entorno, vimos transcurrir marzo y abril, sin los aromas del incienso ni el corozo. Las jacarandas y buganvilias se preguntaron qué pasa, por qué el nazareno no está en las calles. Los barrios del centro histórico se asemejaron a un cementerio y lloraron desconsoladamente al ver las plazas y los atrios desiertos. El Covid-19 golpeó sin piedad nuestras pintorescas manifestaciones externas de fe y a todo lo que hay detrás de ellas, hablo de elementos, que desde el constructo social son intangibles como la cohesión social, la recuperación de los espacios públicos, la fraternidad y la unión familiar y otros varios a los que podríamos dedicarles varias líneas. Ahora vimos como el famoso virus se robó los días más pintorescos de nuestro diciembre. Las imágenes de la virgen de Concepción no bailaron con efusividad para su pueblo. Los juegos pirotécnicos

no iluminaron los cielos de los atrios ni las plazas que esperaban con fervorosa fe el paso de la madre de Dios. Tampoco hubo interpretaciones de la Danza de Los Moros, frente a las andas que portan las imágenes de la Inmaculada. Los mariachis no le llevaron serenata a la imagen de la Virgen de Guadalupe y la Municipalidad no tuvo que cerrar varias cuadras a la redonda en ocasión de esta festividad. El Covid-19 nos arrebató algunas expresiones multicolor características de estos días, pero hay algo que no podrá hacer tan fácilmente: robarnos la religiosidad popular, esa que trasciende las pandemias, los encierros y los aforos limitados. La fiesta de la Inmaculada, ese dogma decretado por la iglesia católica en un lejano 1,854, tiene un importante realce en Guatemala y eso ninguna pandemia lo podrá cambiar. Bálsamo en los tiempos de Covid-19 Tanto en marzo y abril como en diciembre, la religiosidad popular encontró en la tecnología un aliado y defensor. Las transmisiones en vivo de misas, conciertos e incluso de algunas procesiones intramuros, son ese bálsamo que mitiga la obligada ausencia de lo que por años percibimos como natural, como “otro año más”, enunciado que solíamos acompañar de una falsa verdad concluyente: “hasta el próximo año”. La tecnología, el uso de las redes sociales, los “live”, son herramientas que mantienen la religiosidad popular intacta, a pesar de la pandemia y todas las molestas restricciones que esta conlleva para un fervoroso pueblo que espera ver bailar a la madre de Dios en las calles citadinas de una urbe que la aclama. El escenario para 2021 para los meses próximos es todavía incierto. No hay ninguna certeza de que el cristo de nuestros amores recorra las calles de su ciudad en la Semana Santa próxima, como tampoco la hay de que las fiestas de la Inmaculada se puedan desarrollar con normalidad, pero de lo que si podemos estar completamente convencidos es que la religiosidad popular del resiliente y devoto pueblo guatemalteco se hará más fuerte.


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Los tres reyes magos en el ideario de las fiestas de fin de ano en Guatemala Mario Alfredo Alvarado Vela Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala

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a llegada de las fiestas de fin de año en Guatemala, tienen una connotación muy especial es al igual que otras conmemoraciones del calendario litúrgico de la iglesia católica las muestras más palpables de un sincretismo y misticismo único de la tierra del Quetzal. En este sentido la realización de los tradicionales nacimientos se encuentra sus orígenes en la época colonial de la mano del hermano Pedro de San José de Betancourt, quien introdujo esta práctica a nuestro país cuando aún nos encontrábamos bajo la dominación de la corona española. La realización del nacimiento es todo un arte que en este artículo no vamos a tratar este tema pero si de unos personajes que desde el siglo XVII se encuentran plasmados en todo lo relacionado a lo visual de la navidad en Guatemala. En la biblia se habla de la llegada de unos sabios procedentes de oriente para venerar al niño Dios lamentablemente el libro sagrado no dice, ni el numero ni nombres de estos personajes así mismo tampoco se menciona que sean reyes. En este sentido la cultura occidental fundamentada en las creencias ancestrales de las tradiciones orales les puso por nombre a estos tres personajes: Gaspar, Melchor y Baltazar ambos bajo esta misma interpretación terminaron, siendo reyes y hasta se logró construir una catedral en Alemania donde supuestamente están enterrados estos personajes, este criterio se empezó a ver ya en el siglo III de nuestra época. En este mismo contexto estos personajes llevan presentes que mas adelante se fueron dándole diversas interpretaciones como: oro para un Rey, incienso porque es Dios y mirra porque fallecerá en su misión de redentor. Con la llegada de la edad media Melchor empezó a ser visto como el representante de los europeos, Gaspar de los pueblos de Asia y Baltazar del continente africano estos relatos también se enriquecieron de las tradiciones extraídas de los evangelios apócrifos que vienen a dar un lugar

bien importante a estos personajes en el proceso de adoración del hijo de Dios. En el caso de Guatemala existen ya desde la colonia bellas tallas y obras pictóricas que recrean a estos personajes en una situación de adoración y de llevar presentes a Cristo recordemos que la presencia de un rey de color en esta escena no será sino más formal hasta en el siglo XIV. Por lo cual en nuestro país esta representación, está bien definida en base a los cánones de la época colonial, hasta nuestros días, pero también es importante acotar como en el ideario de las fiestas de fin de año estos personajes fueron ganando un espacio y presencia al día de hoy. El proceso de evangelización del Nuevo Mundo fue una constante difícil para la iglesia católica tras la conquista y necesito de múltiples elementos que auxiliaran a los religiosos en sus labores para con los naturales de estas tierras. En este mismo contexto las

disposiciones del concilio de Trento que coinciden con estos procesos en América fueron determinantes, para poder lograr mediante el arte y las representaciones de la plástica dejar también plasmado el misterio de la natividad y la presencia de estos tres enigmáticos personajes. En el siglo V el papa León I fue quien finalmente determino la existencia de estos personajes y fijo su numero en tres ahora bien en el lejano oriente las iglesias que se separaron de la comunión de Roma fijaron el numero de estos personajes en doce como hasta la actualidad ellos lo siguen creyendo. Con el paso del tiempo estos personajes lograron tomar una gran notoriedad al establecerse dentro del calendario litúrgico de la iglesia católica su festividad que se llamó la Epifanía fijándose para cada seis de enero. En el caso de nuestro país la festividad se fue expandiendo, hasta fundar poblados bajo la protección de estos

personajes como San Gaspar Vivar en la periferia de la ciudad de Santiago de Guatemala o la tradicional feria que se realiza en el otrora barrio del Guarda Viejo cada día de reyes para conmemorar a estos personajes. En este sentido la llegada y el desarrollo del capitalismo comenzó a desplazar a estos personajes en muchos casos por la figura de Santa Clause o Papa Noel quien comenzó a verse como el icono de la navidad y quien entrega los presentes desplazando a los reyes magos. En la actualidad el culto y devoción a los reyes magos está presente en los poblados que los tienen como patrones, pero también en las distintas casas donde se les tiene veneración en cada nacimiento que se realiza siendo el día de reyes una expresión de esas tradiciones ancestrales que perduraran hasta nuestros días frutos del sincretismo y mestizaje que han existido desde el siglo XVI en nuestro país.


Suplemento Navideño

Página 8 / Guatemala, 23 de diciembre de 2020

Cofradias penitenciales y ciclo navideno en la Guatemala colonial Mario Alfredo Ubico Calderón Universidad de San Carlos de Guatemala

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n Santiago Capital del reino de Guatemala, y sus muchos pueblos circundantes fue común la celebración de la Cuaresma y Semana Santa, mediante las actividades de cofradías y hermandades de Jesucristo en su pasión muerte y resurrección, de N.S. de Dolores así como santas y santos mencionados en los evangelios, en todas esas organizaciones piadosas era común actividad pedir limosnas en cuaresma y Semana Santa, sin embargo en esta ocasión se conocerá que algunas de ellas también celebraban ciertos días del ciclo navideño, esta situación no limitaba o dejaba sin efecto el que otras cofradías ciertamente celebrasen con gran pompa la Navidad y otras festividades de la época, como sucedía en todos los templos de Guatemala, señalando a modo de ejemplos la festividad de N.S. de Concepción en el templo franciscano, N.S. de Candelaria el día 2 de febrero en el templo parroquial de ese nombre o prácticamente todo el ciclo navideño en las comunidades betlemitas del Hospital de Convalecientes y Beaterio de Belén. En el siguiente cuadro se observan varias cofradías de Jesús Nazareno y una de Virgen de Dolores en las cuales destaca una o más festividades del ciclo navideño que ellas celebraban con especialidad. Año

Cofradía

Documento

Actividad

1675

Jesús Nazareno de San Jerónimo

Ordenanzas

Celebración con misa rezada en Navidad y día de la Circuncisión del Señor.

1693

Jesús Nazareno de Cuyotenango

Ordenanzas

Que el día del Dulce Nombre de Jesús haya procesión, sermón y elecciones de autoridades.

1697

Jesús Nazareno d e Mazatenango

Ordenanzas

Que el día del Dulce Nombre de Jesús se diga misa con sermón y procesión.

1707

Jesús Nazareno de Guazacapán

Ordenanzas

Celebración de la fiesta del Dulce Nombre de Jesús con sermón y procesión. Esta actividad era celebrada el 14 de enero de cada año.

1707

Virgen de Dolores del Cerro

Libro de cofradía

Celebración de la festividad del “Niño Perdido” el 14 de enero de cada año.

1735

Jesús Nazareno de Retalhuleu

Ordenanzas

Celebración del Dulce Nombre de Jesús.

Elaboró: M. Ubico C.

Se destaca en esta oportunidad las actividades de celebración festiva propia de la época navideña en varias de las cofradías penitenciales que funcionaban no solo en la Capital del Reino sino en pueblos del interior de la antigua provincia de Guatemala, destaca la cofradía de Jesús Nazareno de San Jerónimo la cual celebraba la Navidad y la festividad de la Circuncisión del Señor el 1 de enero (hoy día la Iglesia Católica celebra a Santa María Madre de Dios), mientras que la mayoría de las cofradías objeto de atención celebraban la festividad del “Dulce Nombre de Jesús”, que por la información emanada de la cofradía de Jesús Nazareno de Guazacapán del año 1707 era celebrada el 14 de enero de cada año, sin embargo esta celebración se remonta al siglo XIII cuando las autoridades pontificias incentivan la devoción por el santo nombre de Jesús, siendo dominicos y franciscanos quienes difundieron esa devota practica en los siglos subsiguientes. Actualmente

esa celebración se lleva a cabo usualmente el 3 de enero, sin embargo se ha visto que antiguamente podía ser otro día, pero siempre en el mes de enero. Especial atención merece la cofradía de N. S. de Dolores del Cerro que celebraba el 14 de enero la festividad del “Niño Perdido”, la cual es coincidente con la del “Dulce Nombre de Jesús, en realidad ambas se refieren al Niño Jesús, en el caso del “Niño Perdido” recuerda el pasaje bíblico cuando Jesús de 12 años de edad estuvo tres días perdido en Jerusalén y sus angustiados padres lo encuentran en el templo, en medio de los doctores de la ley; sin embargo, en Guatemala es como “Dulce Nombre de Jesús” como se identifica más ampliamente la festividad. En otros países como Perú también se conoce esta celebración como del ”Niño Perdido”. En el templo de Santo Domingo de la Capital del Reino existía un altar dedicado al “Dulce Nombre de Jesús” y la escultura aún

se conserva en el templo dominico de la Ciudad Capital y representa a un niño de la edad que narra el pasaje bíblico. Algo mas es posible leer en otros artículos de este servidor, uno titulado: Acerca de la festividad del “Niño Perdido” en la Época Colonial, en el Suplemento Navideño del diario La Hora del 18 de diciembre del 2010, y el otro llamado: Algunas festividades poco conocidas del Ciclo Navideño en la Época Colonial, en el Suplemento Navideño de La Hora del 22 de diciembre de 2011. Diversas cofradías consideraron las celebraciones del ciclo navideño, aunque por la naturaleza de esas organizaciones encargadas del culto y veneración de Jesucristo en Cuaresma y Semana Santa tuvieron en la celebración del Dulce Nombre de Jesús una festividad en la cual varias de ellas coincidían, no sólo en las actividades de culto sino como un referente para regir el cambio de autoridades.


Suplemento Navideño

Guatemala, 23 de diciembre de 2020 / Página 9

La “demanda” para celebrar las fiestas del ciclo navideno en la Capital del Reino de Guatemala Mario Ubico Calderón

Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala

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n Santiago, Capital del Reino de Guatemala, las celebraciones desde el día 8 de diciembre y su víspera dedicado a la Virgen de Concepción, las subsiguientes fiestas que culminaban con la Navidad todavía se prolongaban en enero con otras solemnes y festivas actividades entre ellas el día de Reyes, el Dulce Nombre de Jesús y concluían con la celebración de la festividad de N.S. de la Candelaria el 2 de febrero. Todas ellas fueron siempre motivo de júbilo y satisfacción. En estos eventos era necesario contar con cera, ornamentos, música, preparativos de la procesión, cohetes, alimentos y bebidas para los participantes, entre otros gastos, de tal manera que muchas cofradías echaban mano de sus fondos para sufragar estas actividades, en otras con limitados recursos se hizo necesario que se llevaran a cabo “demandas”, es decir la solicitud de efectuar la recolección de limosnas yendo algunos cofrades por las calles, de tal manera que pudieran obtener recursos que les permitiera afrontar los gastos. En seguida se dan a conocer algunos ejemplos de este tipo de actividad recolectora de fondos, acontecida principalmente en la Capital del Reino, aunque se cree que fue común en muchos pueblos del interior de Guatemala. La presente información es una síntesis de un artículo que está incluido en un trabajo mayor de este servidor titulado “El ciclo navideño en Santiago capital del reino de Guatemala y sus alrededores”, a ser publicado. Capilla de Santa Ana de indios adjunta al templo franciscano En 1697, un documento hace ver que Juan de los Ángeles y Antonio de Morales alcaldes de justicia del Barrio de San Francisco, Nicolás de Morales alcalde de la cofradía del “Santo Nombre de Jesús” fundada en la capilla de Santa Ana “contigua a la iglesia“ del convento de San Francisco, así mismo Agustín Pérez y Manuel Juárez mayordomos de la cofradía de N. S. Santa Ana fundada allí también, se esforzaban por obtener licencia para reedificar su sede, pero también se menciona la demanda con la cuna del Niño. Lo ilegible de una parte del documento no permite conocer cuáles eran esas otras actividades, inclusive una llevada a cabo el Jueves Santo.

pedir limosna, pero en este caso los cofrades salían con el “Misterio” completo. En este caso se habla del “Misterio” es decir de la Virgen María, San José y el Niño Jesús.

Ruinas del Colegio e Iglesia de la Compañía de Jesús Antigua Guatemala en 1840.

Ermita del Espíritu Santo Este sacro recinto se hallaba situado en el barrio del mismo nombre al poniente de la ciudad, y en diciembre del año 1705 los mayordomos y oficiales de la cofradía del Espíritu Santo hicieron ver a la Superioridad Eclesiástica que: “… como es notorio la dicha cofradía se sustenta y pasa de las limosnas con que los fieles cristianos acuden en las pascuas de Navidad y Reyes de cada año porque no tiene otros medios para la limosna de las misas y ornamentos del altar, cera y otras cosas necesarias…” pidieron licencia para salir con la cuna del Niño Jesús por la ciudad para obtener las limosnas del vecindario. Ermita de Santiago Para el año 1705 los cofrades de N. S. de La Merced de la ermita de Santiago en el barrio de San Antón de la Capital del Reino solicitaron permiso para: “…que en estas santas pascuas podamos pedir limosna en esta ciudad con la cuna del Niño Jesús…”. La respectiva autorización la obtuvieron el 22 de diciembre de 1705.

que: “…no permita salgan mujeres a pedir limosna, ni menos que los demandantes dejen la cuna del Niño Dios en casa alguna sino que la vuelvan a la iglesia al tiempo del medio día…”. Ingenio dominico del Cerro Redondo (cercano al volcán del mismo nombre, entre los actuales departamentos de Guatemala y Santa Rosa) Este caso no alude a una cofradía de la Capital del Reino pero si a un lugar del suroriente de Guatemala, allí es posible observar cuanto se extendió esta costumbre de demandar con la cuna del Niño Jesús. Aquí los alcaldes y mayordomos de la cofradía de N. S. del Rosario fundada en el ingenio del Cerro Redondo de los dominicos, pedían autorización para llevar a cabo la demanda, en esa ocasión se mencionó que los cofrades salían por la comarca pidiendo limosna desde la fiesta de Concepción, Navidad, día de Reyes y se prolongaba su afán hasta el Domingo de Ramos. Esta petición para recolectar limosnas se autorizó el 24 de noviembre de 1708.

Templo parroquial de N.S. de Candelaria Para el año 1711 se conoce la autorización emanada del obispado para que la cofradía del Niño Jesús fundada en la iglesia parroquial de N. S. de Candelaria pudiese pedir limosnas en tiempo de pascua de Navidad, pero se le encarecía al cura párroco

Cofradía de S. Benito de Palermo del templo Franciscano Existen modalidades de esta costumbre, una de ellas es la que practicaban en 1711 los encargados de la cofradía de San Benito de Palermo con sede en el templo franciscano, en su resolución la Autoridad eclesiástica hizo ver: que se concedía la licencia para

Cofradía de N.S. de Guadalupe del proyectado pero no realizado templo del mismo nombre. En el año 1712 se detecta una variante más y es la de los cofrades de N. S. de Guadalupe que tenían de sede un templo provisional situado en la periferia de la Ciudad, ellos pedían salir con la imagen del Niño Jesús para recolectar limosnas y celebrar a la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre, sin embargo en este caso la Superioridad Eclesiástica dijo no porque ya existía una recolección de limosnas con intención de obrar un templo formal. Sin embargo este proyecto no solo fue lento sino se vio interrumpido con el terremoto del 29 de septiembre de 1717. En este caso la demanda era con una imagen del Niño Jesús. En la Nueva Guatemala de la Asunción Cofradía de N. S. del Carmen Para los años 1785,1787 y 1789 en la Nueva Guatemala de la Asunción persiste esta costumbre, esto se infiere de la información emanada de la Cuenta General de las limosnas y gastos de la cofradía de N. S. del Carmen, allí se consigna que en 1785 se hizo cuenta de “La limosna recogida por el hermano Ignacio el segundo día de Pascua con la cuna del Niño”, en 1787 se menciona que en diciembre los hermanos Santiago, Ignacio y German “que salieron con la cuna…” y en diciembre de 1789 nuevamente hubo actividad con ese fin. Venerable Orden Tercera También sucedió lo mismo para los hermanos de la Venerable Orden Tercera franciscana, en los gastos de esta organización para el año 1818 se menciona: Por cuatro pesos seis reales que se recogieron por las calles en la limosna de la cuna del Niño de la Hermandad.” Como se pudo observar en los anteriores ejemplos, la demanda de Navidad era una actividad que implicaba un esfuerzo de los interesados para, inicialmente obtener un permiso y luego recorrer caminos y poblados en busca de benefactores que con sus limosnas posibilitaran la obtención de fondos y sufragar de ese modo las festividades de diciembre y enero de cada año.


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Página 10 / Guatemala, 23 de diciembre de 2020

El tiempo en las fiestas de fin de ano en Guatemala: religion, cultura popular y capital Mauricio Chaulón Vélez

Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala

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as fiestas de fin de año en Guatemala constituyen uno de los dos ciclos amplios de celebraciones en la cultura popular de los pueblos del país. Sin restarle importancia y valor a otras festividades y sin pretender caer en absolutos, podemos decir que junto a la Semana Santa son las de tiempo más extendido de celebración y conmemoraciones, construyéndose una cohesión social que permite afianzar relaciones diversas. Ambas poseen bases religiosas cristianas, fundamentalmente del catolicismo, pero son eminentemente sincréticas en nuestro país. Todos los grupos étnicos les otorgan elementos y se dan, por lo tanto, características y manifestaciones comunes a nivel de todo el territorio nacional, pero podríamos afirmar que también poseen un carácter plurinacional en su rica diversidad. Así, aunque su origen sea religioso y tengan muchos ritos asociados a ello, también son no religiosas. En publicaciones anteriores del Suplemento Especial Cultural de Semana Santa de La Hora, me he referido a esto respecto a la Semana Santa guatemalteca. Ahora lo haré con las fiestas de fin de año, porque para el tema que define este artículo es importante abordarlo. La institucionalidad de la Iglesia determina el inicio y el final de fiestas, marcando sus propios tiempos. Pero la cultura popular hace también lo suyo en relación al tiempo, tomando algunas disposiciones eclesiales pero haciendo predominar su propia perspectiva como pueblo. Tanto el tiempo de Adviento como el de la Navidad son extraordinarios para la liturgia de la Iglesia católica y se determinan en su calendario con ritos específicos en los templos, los cuales se transfieren al espacio privado, o sea el de los hogares. La cultura popular toma varias de estas representaciones y enriquece sus significaciones, sumando otras prácticas que le dan sentido al contexto. Por ejemplo, para muchos sectores del pueblo, las fiestas de fin de año comienzan con la Quema del Diablo el 7 de

diciembre. Sin duda, es la primera de las actividades decembrinas que llaman a la reunión de familiares y vecinos para realizarla en común y compartir. Comienza el ambiente de fiesta para continuarlo con el culto a la Inmaculada Concepción. Incluso, podríamos decir que para algunos grupos el principio de las fiestas es con el rezo de la novena a este dogma mariano el 30 de noviembre, coincidente con la semana del Primer Domingo de Adviento. Y aunque la Iglesia institucionalmente determina qué rituales son los que corresponden a cada día o celebración, la gente les da sentido con su vida y sus procesos sociales a través de las actividades comunitarias en el espacio público de la calle o en la compartición entre casa y casa, o sea afuera de los templos. Por eso es que el pueblo aumenta el jolgorio de los rezados de la Virgen de Concepción, de la

Virgen de Guadalupe y de la Virgen de la Esperanza, conocida esta advocación también como Nuestra Señora de la O. Cohetillos, luces, toritos, colores, danzas y música alegre le otorgan el ropaje popular a los rezados, trascendiendo la norma de las letanías. Estas advocaciones, aunque no sean meramente navideñas, reconectan con la idea de la maternidad sin la cual no puede entenderse el nacimiento de Cristo, al mismo tiempo que es un concepto clave en las representaciones de familia en sociedades como las nuestras, sobre todo en el papel histórico fundamental de las mujeres como salvaguardas de la cultura y de la vida. Y no con esto quiero decir que solo se limita a las mujeres que son madres en las familias, sino a todas las que componen los grupos familiares. Las posadas abren la casa y reciben

a la comunidad, recreándose y reforzándose el tejido social. Al mismo tiempo, al igual que la Nochebuena y la Navidad en sí, evocan la solidaridad y la unión entre la gente, haciendo llamados de paz, de memoria, de recuerdo, de esperanza y de utopía. El abrazo de la Navidad es uno de los más esperados en el año dentro de esos códigos de la cultura popular, entrelazado con las bebidas y comidas que son mestizajes, o con ese rezo a las doce para animarse entre el olor a pólvora y sonidos pirotécnicos a pedirle al Niño Dios y a la Sagrada Familia en el nacimiento mestizo porque se concrete esa esperanza. El año viejo se celebra también, aunque más se convierte en remembranza y pronto se pasa al Año Nuevo, otra vez por medio de las utopías que están representadas en múltiples esperanzas: trabajo, salud, economía, bienestar propio y familiar, cese de


Suplemento Navideño violencias, y ahora más que nunca que llegue a su fin la crisis sanitaria por la pandemia del Covid19. Quienes no están vuelven a estar, los muertos y los vivos, en esas doce y en esos abrazos de aquellas horas del 24 al 25 y del 31 de diciembre al 1º. de enero. Es momento de música hasta el amanecer si es posible. Es momento de pensar en la Novena del Niñito Jesús, con todos los villancicos populares hispanoamericanos, y aunque lo que manda la Iglesia es ir a misa el 25 de diciembre, el 1 de enero y el 6 de enero, la fiesta popular demanda que la fiesta continúe con sus novenas a Jesusito, las cuales llevan implícita la comida y el chocolate o el café, y por qué no, el ponche y los licores que se compraron para las navidades y la despedida del año. Y sigue el tiempo de las reuniones familiares y con amigos, tal y como se hicieron en los denominados convivios, previos a la Nochebuena y en la semana entre Navidad y Año Nuevo, solo que ahora con la torta de Reyes. Aunque en Guatemala la festividad de los Santos Reyes o de los Tres Reyes Magos quedó disminuida por múltiples razones, la torta sigue vigente, e incluso contiene el elemento del muñequito que es en realidad una representación del Niño Jesús, para que a quien le salga debe dar una fiesta de cierre del ciclo de estas festividades de fin de año el 2 de febrero, día de la Virgen de Candelaria, que evoca la presentación del Niño Jesús en el templo y la iluminación de esa nueva vida en el Mesías en brazos de su madre inmaculada, quien ya ha sido celebrada plenamente en todo diciembre como portadora de esa esperanza. Así, la institucionalidad de la Iglesia no es la única que determina los códigos para las festividades. Es el pueblo el que las construye, reconstruye y reconfigura desde sus representaciones sociales en su vida diaria. Hacia ellas y desde ellas enfoca las utopías dentro de una compleja realidad que todos los días presenta enormes dificultades. Incluso, en esas fiestas que continúan después del 25 de diciembre hasta el 2 de Candelaria se permite un robo: el del Niño Jesús, para que, al igual que sucede con quien obtenga el muñequito de la rosca de Reyes, quien sea el ladrón debe dar la fiesta al término de la Novena para así tener la razón de volverse a reunir esa comunidad que en la fiesta popular se reencuentra, ya que el devenir cotidiano nos separa cada vez más con los tiempos del capital. Sin embargo, el capital también empuja por imponer sus formas. Como en todo, pretende transformar en mercancía la espiritualidad propia del tiempo de fin de año y lo ha logrado. Tanto en lo religioso como en lo no religioso, el capitalismo ha

Guatemala, 23 de diciembre de 2020 / Página 11

impuesto el consumo como uno de los elementos más característicos de la época, sobre todo expresado en el concepto de los regalos. Se utilizan todas las ideas y relaciones que provienen de la paz, de la solidaridad, del compartir, del dar, y se convierten en fetiches que enajenan al ser humano de su fiesta para convertirla en presión social y económica, así como en gastos o excesos. La fiesta muchas veces se traduce en violencias de todo tipo, contra otras personas o contra sí mismo, lo cual también es un proceso de rompimiento de la colectividad y de la enajenación, lo cual profundiza el individualismo a la par del ya reforzado en la búsqueda incesante de los regalos. No alcanza con el estreno del vestuario, como un símbolo de finalización del año y el inicio del otro, a través de la representación de esperanzas que es lo que contiene la Sagrada Familia en el pesebre o el simple término del ciclo natural, sino que debe ser el regalo más caro o el endeudamiento para excederse. Así, el capital comienza a anunciar la Navidad desde octubre a través de la publicidad y de los medios masivos de comunicación. La música y los símbolos inclinan a comprar y es por ello que los centros comerciales se abarrotan. Y si bien es cierto que eso permite recapitalización monetaria directa, no hay un equilibrio entre el gasto y la deuda, por lo que unos pocos ganan mucho y son muchos más quienes quedan endeudados. Es una de las consecuencias directas a la clase trabajadora que resulta alienada, como en muchas otras relaciones y otros momentos, de las fiestas. Y ahí existe una lucha por el mundo, aunque muchas veces sea difícil para las mayorías ver en dónde está la clave para no caer en la trampa de la alienación. Esa es la razón por la que muchas empresas ligadas

directamente a los grandes capitales de la clase dominante guatemalteca insisten en llevar a cabo grandes actividades masificadas, intentando hegemonizar el tiempo de las fiestas de fin de año, incluso convirtiendo sus espectáculos de luces pirotécnicas y árboles navideños en plazas como los actuales inicios de la «Navidad nacional», pasando por encima de los tiempos de la cultura popular y de la Iglesia misma. No cabe duda que estas fiestas constituyen, como lo dije

al principio de este breve artículo, en uno de los ciclos festivos más importantes en el país. La esperanza, la utopía y las contradicciones del tiempo en las fiestas de fin de año en Guatemala se encuentran, tanto como expresiones de la cultura popular religiosa y no religiosa, como por la fuerza con que diversos intereses se mueven desde ellas, porque indiscutiblemente generan dinámicas sumamente amplias y profundas, y son, como todo, dialécticas.


Suplemento Navideño

Página 12 / Guatemala, 23 de diciembre de 2020

Nuevas resoluciones de ano nuevo?

?

Trudy Mercadal Investigadora social

A

estas alturas, ya sabemos cómo es que va la cosa: la gente comienza a anunciar, en oleada cada vez más creciente, sus resoluciones para el año venidero. En consecuencia, sentimos la presión, también, de generar resoluciones (por irreales que sean) y anunciarlas. A lo mejor hasta nos la creemos, por un ratito al menos, que las vamos a cumplir. También es posible que creamos que hemos llegado a nuestras resoluciones de manera independiente y que estas son muy originales. Y bueno, no es cosa de negar que, técnicamente, es cosa buena eso de ponernos metas para mejorar nuestra vida, aunque para eso no necesitamos de una fecha en especial. Más aún si recordamos que fechas como Navidad, Año Nuevo, fiestas patrias y demás, son más o menos arbitrarias y han cambiado a través de la historia dependiendo de quién determina el calendario que se usará durante algún período histórico. Para mejorar nuestra vida, si realmente estamos determinados a hacerlo, cualquier momento es bueno. Aun así, hacer una revisión a ojo de pájaro de las resoluciones que hacemos es muy ilustrativo, pues estas son representativas de quienes somos como personas y como cultura. La mayor cantidad de resoluciones, según varios estudios estadísticos, gira alrededor de vivir más saludablemente, perder peso, hacer más ejercicio, aprender algo nuevo, viajar, leer más o ahorrar, entre otros. De hecho, de acuerdo con un sondeo por la empresa Inc. Report (2019), aproximadamente el 70 por ciento de resoluciones de año nuevo son comer más sano. Son, sin embargo, ideas muy generales y amplias, sin un plan específico de acción. El hecho es que son metas a demasiado largo plazo, pues un año es un período extenso para una resolución sin planificación, es decir, sin horarios y fondos agendados para la resolución, sin mojones establecidos para monitorear el progreso. Por ende, paramos tirando la toalla una y otra vez. Pero ¿saben quién sí se beneficia de esta oleada de resoluciones de año nuevo? ¡El mercado! Las empresas en las industrias de la dieta, nutrición y “fitness” (gimnasios, spas), métodos para dejar de fumar y viajes, entre otros, generan muchas ventas del fenómeno de las resoluciones de año nuevo. Por poner un ejemplo, como es bien sabido, las personas compran promociones y ofertas de membresías de un año entero en un gimnasio, pero solo usan una pequeña porción de la promoción, aunque la hayan ya pagado, pues si están

asistiendo como resultado de una resolución de año nuevo, al rato dejan de asistir. ¿Por qué sucede esto? Me parece que está relacionado a caer en optimismos intensos, pero mal cimentados. En épocas más prósperas y en países como Estados Unidos, aproximadamente 60 por ciento de las resoluciones no se cumplen para nada. Aunque estos estudios no son sobre Guatemala, imagino que aquí los resultados serán similares o, incluso, mayores, porque en Guatemala se gana menos y, culturalmente, carecemos de menos disciplina para planear y lograr metas a largo plazo. También tiene que ver, en muchos sentidos, con ser relativamente privilegiados, con tener razones para tener esperanzas de invertir en lograr resoluciones que incluyan comprar membresías a gimnasio, productos para dejar de fumar, estudiar, viajar, etc. La mayoría de gente en situación de pobreza, que vive al día, que no se siente en control de su futuro y de sus circunstancias, seguro mira el futuro con temor, como un eterno sobrevivir de cada día y con bastante desesperanza de que les depara el año nuevo. La realidad, según estudios diversos, es que las metas que más funcionan son las de corto plazo, no solo porque son más fáciles de lograr, sino porque al irlas logrando, se va cimentando lo que se llama popularmente “auto estima”, en este caso, el darse cuenta de que lograr las metas inmediatas es posible y la persona va así, de a pocos, sintiéndose más motivada y extendiendo sus metas a temporalidades más realizables. Entre las más alcanzables, las más sostenibles en el tiempo, son tales como gastar menos en comprar cosas que se pueden hacer en casa (comida y café, por ejemplo), reunirse con amigos o amigas cercanos más a menudo, o sea, cosas muy específicas con plazos que pueden ser cortos y constantemente renovables y que, en

general, no requieren de gastar (y, a la larga, desperdiciar) mucho dinero. De hecho, una gran cantidad de estadísticas muestran que con acciones como cocinar en casa, se pierde peso casi automáticamente y mejora la salud. La gente que se encuentra contenta consigo misma y los suyos, siente menos presión de gastar en bobadas. Este tipo de resoluciones, claro, no le convienen al mercado, pues el capitalismo se sustenta de que gastemos en cosas innecesarias. Estamos atravesados por el capitalismo y sus imperativos de consumo. No puede ser sino bueno resolver desabonarnos de esos modos de ser. Sin embargo, la cultura tecnocrática típica del capitalismo neoliberal, exacerba el fenómeno de las resoluciones para año nuevo. Estas se han convertido en una especie de acto performativo, es decir, algo para plasmar en las redes sociales, para alardear, cuyo propósito es sustentar el ego. La verdad es que, a muchos de los usuarios de redes que leen estas resoluciones de los demás, les interesa poco. Una de las formas por las que se sabe esto, es por sondeos a los usuarios sobre si recuerdan las resoluciones de sus amigos y resulta que la mayoría de gente olvida pronto las resoluciones de los otros. Aún así, el hecho de que sus conocidos publican resoluciones, incita a hacerlo también. Y como todo en las redes, toma efecto de cámara de eco, de amplificación, y la gente replica versiones de las nociones que inundan los medios, pero nadie pone atención real a los demás. El fenómeno de las resoluciones ha sido hábilmente cooptado por el mercado, por industrias que sacan ganancia de estas. En revistas y periódicos entrevistan a celebridades y les preguntan sus resoluciones de año nuevo. Abundan encabezados como “Las 10 resoluciones de año nuevo más populares”, “Como lograr cumplir con sus resoluciones de año nuevo”, “Resoluciones

de año nuevo que inspiran” y, para aquellas personas que no caen en lo de las resoluciones, “Porqué hacer resoluciones de año nuevo”. Hasta a otras empresas empujan con esto. En un artículo titulado “9 resoluciones de año nuevo para la pequeña empresa”, se recomienda capacitar a los empleados, mediante contratar empresas que provean capacitaciones; mejorar la presencia digital, que implica invertir en sistemas móviles que habiliten la presencia digital; publicitar mejor y optimizar la huella tecnológica, todo lo cual implica, de alguna manera, mayor inversión y gasto. Repito, sin embargo, que no es que sea malo resolver mejorar nuestra vida y superarnos como personas. De hecho, es posible que enfrentemos cambios en esta dinámica. La pandemia del Covid-19 ha tenido profundos efectos económicos y culturales. En esta encrucijada de impacto económico y cultural, se ha dado una depuración de cómo gastamos—en parte, porque ahora convivimos menos en el ámbito público y hay menos fondos para hacerlo. Será interesante ver si hay cambios en el fenómeno de las resoluciones de año nuevo. ¿Se abocará la gente a una visión más colectiva y solidaria del quehacer de la vida a futuro? ¿Una más activa participación ciudadana e involucración humanitaria? ¿Menos gasto y mayor creatividad? O, como nos incitan el mercado, los medios y los gobiernos, ¿volveremos a un vaivén esquizofrénico entre “la nueva normalidad” y el mismo individualismo consumista de siempre? El tiempo nos dará la respuesta. Vale la pena tener en mente la conclusión del sociólogo e historiador David N. Bellah, quien determinó que cada ser humano se define por los compromisos personales que hace en su vida y que estos compromisos, sean cuales sean, serán inevitablemente políticos, aunque no lo parezca a simple vista. Es decir, nuestras decisiones personales, tienen a la larga un impacto social. Esto, por ejemplo, lo evidencian fenómenos como la acelerada destrucción del planeta. ¿Serán, entonces, estas nuevas resoluciones, más que decisiones efímeras, compromisos para el bien común? ¿Compromiso hacia la intolerancia para la corrupción política y la injusticia social? ¿Para inclinarnos hacia el enriquecimiento intelectual, espiritual y comunitario? ¡Ojalá! Fuentes: “New Year’s Resolutions Don’t Work” (C. Anagnos, Foundation for Economic Education, diciembre 2019), Habits of the Heart: Individualism and Commitment in American Life, (D.N. Bellah, 2007)


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