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El objeto del mes

El objeto del mes

La inmunidad contra Covid-19

Los términos en muchas ocasiones llegan a generar confusiones y en el desconcierto que provocan conducen a interpretaciones que pueden distorsionar la visión de la realidad. Esto va más allá de lo que imaginamos. Un ejemplo al que siempre recurro es a la palabra rostizado, que en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) no existe; aunque es un vocablo que en la República de El Salvador, Honduras y en México significa asar, principalmente el pollo. Al parecer, cuando llegaron los franceses a México durante la segunda intervención (1862-1867), empleando el verbo “rôti” que significa precisamente asar en francés, se suplió por la palabra “rostizar” y ahora se utiliza sin confusión. Esta cuestión carece totalmente de importancia cuando consumimos este alimento que, dicho sea de paso, es muy valorado en toda la república.

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La etimología de las palabras nos brinda una inmejorable oportunidad para comprender mensajes; sin embargo, el término inmune no tiene un significado etimológico preciso. En el siglo XIV, la palabra inmune solamente se refería a la indulgencia de servicios públicos como el hacer un servicio militar, pagar impuestos o no recibir algún tipo de castigos; pero en 1879, el químico y bacteriólogo francés Louis Pasteur (1822-1895), al parecer tomó la raíz del verbo latino munio, munire que significa fortalecer, fortificar o reforzar; y el prefijo in, que indica una situación en el interior. De ahí se creó el adjetivo inmune que vendría a significar algo como “internamente reforzado o protegido”. Hay lingüistas que plantean como origen el verbo immunire que es “instalar algo en el interior con fines de protección”.

Pero si el origen de la palabra es incierto, la forma en la que se establecen medidas de defensa contra los virus o la proporción de la población que debe alcanzar niveles lo suficientemente efectivos como para afirmar que se posee una protección comunitaria efectiva, es totalmente incierto. En pocas palabras, no sabemos lo que puede llegar a suceder con un virus tan letal y tan infeccioso como el SARS CoV-2 (cuyo apelativo proviene del acrónimo inglés: Severe Acute Respiratory Syndrome Síndrome Respiratorio Agudo Grave y el CoV-2 de Coronavirus 2).

La primera vez que se informó del SARS fue en Asia, durante el mes de febrero del año 2003. A los pocos meses este problema de salud, caracterizado esencialmente por la insuficiencia respiratoria de carácter extremadamente grave y potencialmente mortal, se propagó a América, Europa y Asia, dando como total a 8 mil 98 enfermos con una cifra de 774 personas fallecidas. Al determinar que esta enfermedad tenía a un coronavirus que tuvo una mutación, se denominó CoV y el nombre completo de SARS CoV (lo que explica el por qué ahora a este nuevo virus se le denomina CoV-2).

Covid-19 viene a ser el nombre de la enfermedad (Coronavirus Desease seguido del año en el que se descubrió el primer caso).

Otro término que de alguna manera me incomoda es el de “inmunidad de rebaño”, pues si bien la palabra inmune nos da una idea de protección interna, la palabra “rebaño” de acuerdo al diccionario de la RAE, se refiere a una manada de animales, especialmente ovinos (que producen lana); una congregación de fieles a una religión, con respecto a los “pastores espirituales”; o a un conjunto de personas que se mueven en conjunto o que se dejan dirigir con relación a gustos, opiniones, sentires o agrados. Sea como sea, la palabra rebaño incluso llega a ser utilizada despectivamente para calificar a un grupo de individuos que potencialmente es manipulable.

En inglés, la palabra herd significa efectivamente rebaño, pero también multitud, y si bien hablando en términos de la lingüística como tal, es válido denominar a una exposición masiva humana como rebaño, desde mi particular punto de vista y también filológico, por supuesto aceptando mi ignorancia del tema, considero que es mejor utilizar la traducción de “multitud” o “colectiva” como un término más apropiado.

Hace unos cincuenta años no era raro que, ante brotes de sarampión, las madres buscaran juntar a los hijos alrededor de los enfermos para que adquiriesen un problema de salud con una baja probabilidad de complicaciones; y es que, en este caso, el sarampión tiende a ser benigno en la infancia, a diferencia de los adultos, en quienes da lugar a cuadros extremadamente aparatosos y con una muy alta probabilidad de tener complicaciones. Era una forma de “vacunación” colectiva que buscaba ser no solamente natural sino también bastante efectiva, aunque por supuesto se corría el riesgo de que la enfermedad se complicara y diera lugar a un problema de salud que podía incluso ser mortal. Ahora ya existe una vacuna que se aplica incluso en forma gratuita, brindando no solamente seguridad, sino también resultando en términos económicos en algo barato, considerando lo que puede llegar a representar en un gasto el tratamiento en su conjunto cuando la patología se complica.

Con Covid-19 no es posible hacerlo. Hablando en términos de inmunidad, no sabemos exactamente cómo podríamos ser expuestos sin riesgos a un microbio que ha mostrado un extraordinario grado de infectividad y una muy alta capacidad de daño que va más allá del sistema respiratorio que es su vía de entrada. No existe en este momento un tratamiento, y si bien en ciertas poblaciones impera la probabilidad de tener la enfermedad sin complicaciones, para nadie es noticia que algunos países con sistemas de salud desarrollados, ante la pandemia, se vieron rebasados y alcanzaron un alto número de muertes que pudiesen haber sido evitadas, de haber tenido una infraestructura suficientemente efectiva para enfrentar un número inusitado e inesperado de casos.

La mejor forma que tenemos ahora para enfrentar esta pandemia es el aislamiento; pero debido a las graves consecuencias económicas que se generan al detener la mayor parte de las actividades productivas, quienes se encuentran involucrados en el ámbito político se ven cada vez más presionados buscando la manera de salir de esta especie de bloqueo. La medida que puede ser la mejor es el escalonamiento en el regreso al trabajo, considerando a aquellas personas que tienen menor riesgo de complicarse, mientras se buscan alternativas como tratamientos o vacunas. Un enfermo que ha sanado adquirirá una inmunidad o protección específica para el SARS CoV-2; sin embargo, no será definitiva esta defensa si el virus llegase a tener una mutación.

Lo cierto es que se podrá llevar a cabo un nuevo ingreso a las actividades productivas en la medida en la que el conjunto de la sociedad se encuentre con un estado inmune óptimo; existan tratamientos seguros, efectivos y accesibles; se encuentre una opción de vacunación y podamos aspirar a una inmunidad colectiva entendiendo que la epidemia se detendrá en la misma medida en la que se detengan los contagios. En este sentido pueden desarrollarse pruebas que determinen en qué medida cada uno de nosotros podría estar protegido y de esta manera poder reingresar a la fuerza laboral.

Por lo pronto debemos entender que no existe una certeza sobre el nivel, el grado, la calidad y la naturaleza de la inmunidad que se podrá requerir para estar protegidos, no solamente para esta pandemia, que forma ya una parte importante de nuestra historia, sino para las que potencialmente puedan y habrán de emerger; pero es imprescindible comprender que a partir de esta experiencia, nuestra vida debe de tener cambios profundos. Esto no es malo, pues la orientación se debe dirigir a mejorar las condiciones de vida en general. El SARS CoV-2 no respeta estratos sociales, de modo que debemos buscar la forma de establecer sociedades más igualitarias en todos los sentidos. Si en el siglo XIV la epidemia de peste bubónica marcó la necesidad de evolucionar hacia una etapa de desarrollo como fue el Renacimiento, la dura experiencia que estamos viviendo puede marcar un pilar para que juntos podamos construir una sociedad más evolucionada y por lo mismo, que se oriente a que todos vivamos mejor, con más justicia y sobre todo, equidad.

* jgar.med@gmail.com HACE UNOS CINCUENTA AÑOS NO ERA RARO QUE, ANTE BROTES DE SARAMPIÓN, LAS MADRES

BUSCARAN JUNTAR A LOS HIJOS ALREDEDOR DE LOS ENFERMOS PARA QUE ADQUIRIESEN UN PROBLEMA DE SALUD CON UNA BAJA PROBABILIDAD DE COMPLICACIONES

José Sergio Contreras Méndez *

Todos los seres humanos tenemos un patrón de vida determinado por nuestra personalidad, entendida ésta como la forma de relacionarnos con nosotros mismos y con el entorno, y que posibilita la resolución de conflictos inconscientes, lo que da lugar a la obtención de satisfactores que con mayor o menor fortuna permiten un equilibrio “armonioso” a nuestra existencia. Con la crisis que la pandemia del coronavirus ha generado, sobre todo por su potencial letalidad, este modelo de sobrevivencia individual ha entrado en shock, ya que además del riesgo a la integridad física, ha implicado múltiples conductas de ajuste a fin de contener los riesgos inherentes de este problema de salud pública. Tan solo por mencionar uno de los cambios más relevantes en nuestra vida está el confinamiento domiciliario, que al reducir la vida social obliga a ver en el hogar la mayor fuente de gratificación y frustración, fenómeno nos lleva a recrear en dicho espacio un estilo de vida sana que nos permita sentirnos a gusto. Ya que de no ser así se corre el riesgo de obtener satisfacciones que atenten en contra de nuestra persona o la de los demás como podrían ser a manera de ejemplo; el consumo de sustancias, violentar la relación con la pareja, abusar sexualmente de menores, etcétera. En el caso de la frustración se podría inculpar a la actual condición de desencantos pretéritos de nuestra biografía.

Estos ajustes y las amenazas descritas dan lugar en nuestro organismo a una respuesta de alarma, siempre y cuando se tenga la capacidad de tener consciencia de la realidad en que se vive, ya que personas con retraso mental, esquizofrenia o demencia están imposibilitadas para ello, e inclusive personas consideradas “normales” pueden recurrir a un mecanismo de defensa psicológico llamado negación, lo que les permite evitar el encuentro con la realidad. La respuesta mencionada consiste en un primer momento en inquietud, aprensión, incertidumbre y miedo. Pero a medida que esta situación persiste, puede derivar en una clara condición de ansiedad, en donde síntomas como; la opresión en el pecho, sudoración, y sensación de cuerpo extraño en la garganta y de falta de aire, podrían generar la idea de estar cursando con sintomatología de Covid-19, lo que lleva a una mayor angustia pudiendo identificarse con facilidad otros datos de ansiedad como son palpitaciones, resequedad de boca, colitis, hormigueos, temblores y miedo, entre otros, que si no son contenidos podrían incluso desembocar en una crisis de pánico donde estos síntomas se viven de manera extrema e intensa, al punto que el sujeto puede experimentar una sensación de perder la razón o muerte inminente. No es raro que en esas condiciones se manifiesten síntomas de depresión mayor con la que se asocia a lo ya descrito; alteraciones en el ciclo de sueño, de la alimentación, en el control de peso, en la función sexual, incapacidad para disfrutar de las cosas, apatía, irritabilidad, fragilidad emocional, autoreproches, disminución del autoestima, aislamiento, tristeza, ideas de muerte, ideas e intentos suicidas. Vale la pena considerar que estos últimos datos clínicos podrían explicarse por una reacción de duelo.

Los cambios que esta realidad ha impuesto en la vida cotidiana ponen en serio riesgo el control de padecimientos psiquiátricos crónicos como la esquizofrenia, y los siguientes trastornos por déficit de atención, obsesivo compulsivo, bipolar, de personalidad, de la alimentación y por abuso de sustancias.

Estas condiciones clínicas, las más de las veces, exigen la atención del especialista en salud mental, ya que no sólo se requiere la clara identificación del padecimiento con el que se cursa, sino de diferenciarlos de otros no tan comunes como lo son la hipocondriasis, la somatización e inclusive la simulación, en esta última el sujeto finge a fin de obtener beneficios o evadir responsabilidades. Además de que el profesional en cuestión debe instituir un tratamiento específico, ya sea de orden psicoterapéutico o farmacológico.

Covid-19 y salud mental

Más allá de los ambientes médicos especializados, la aparición del coronavirus que da lugar a Covid-19, ha irrumpido en todos los espacios de la vida con tal celeridad y magnitud que ha obligado a los seres humanos a una reacción adaptativa individual y social sin precedentes. De tal suerte, que después de cinco meses de la aparición de los primeros casos clínicos, la respuesta se ha caracterizado por el azoro, la impotencia, la incertidumbre y el miedo. Lo que ha traído consecuencias no sólo en el terreno de la salud física y mental, sino en esferas tan diversas como la vida personal, interpersonal, familiar, académica, laboral, y hasta implicaciones sociales, ambientales, y económicas, de tal contundencia que se ha llegado a cuestionar con toda seriedad el modelo de civilización vigente.

María de Jesús Albuerne Fentanes *

Cuarentena, aislamiento y salud mental

La cuarentena es a menudo una experiencia no agradable para quien la padece. La separación de las personas queridas, la pérdida de la libertad, la incertidumbre de la enfermedad, el aburrimiento, la falta de sentido de lo que se está viviendo, pueden crear efectos en la salud mental de las personas. El impacto psicológico que causa en el bienestar de la gente afectará por consiguiente el mundo de las relaciones.

Un cambio en los hábitos y costumbres exige readaptar uno de los principales recursos que tenemos como es el apoyo social o las relaciones con los otros. Estrés, irritabilidad, nerviosismo, agotamiento, ansiedad, confusión y miedo como reacciones asociadas a dificultades de concentración y eficacia en las actividades cotidianas en la casa, pueden llegar a convertirse a largo plazo en depresión o estrés postraumático. Considerar situaciones de escasez, la sobreexposición a información poco clara, inadecuada o contradictoria, pueden también contribuir a ser fuente de estrés y angustia.

El hombre es un ser relacional, nace y vive en una familia, y el aislamiento afectará de manera diferente a cada uno de sus integrantes en función de sus particulares rasgos de personalidad. Las reacciones hacia los otros miembros de la familia pueden ser de intolerancia y exigencias, llegando a expresarse niveles de violencia tanto física como verbal hacia los más vulnerables, esto es, niños, mujeres y ancianos, estos últimos mayormente vulnerables en condiciones de soledad. La importancia de un entorno familiar funcional y sano, junto con la habilidad para continuar y reorganizar las actividades en el hogar, a través de generar diariamente rutinas donde se contemplen el autocuidado e higiene personal y de casa, procurar espacios disponibles para el juego y actividades recreativas, sin pasar por alto el respeto por el espacio vital de cada uno.

Conectar y comunicarse con familiares, amigos y vecinos a través de los medios virtuales disponibles ayudarán a cultivar el contacto social y el bienestar emocional. Actualmente en el confinamiento el tiempo sobra y pasa lento, la familia puede tener la posibilidad de dialogar y compartir cosas que anteriormente no había tiempo de hacer. Tiempo para reflexionar sobre la propia vida, replantear las prioridades y valores podrá contribuir a que se salga de este aislamiento psicológicamente reforzados y resistentes.

En este aislamiento, podemos aprender a ser más flexibles y comprometidos con nosotros mismos, con los demás y con el medio ambiente, a ser más conscientes de nuestra fragilidad y vulnerabilidad humana y que no tenemos el control sobre muchas áreas de nuestro entorno. La salud mental y las reacciones que aparezcan dependerán de múltiples factores como la duración de la cuarentena y el aislamiento, de si se cuenta o no con acceso a servicios de salud y provisiones y qué tanto se forma parte de un grupo de riesgo.

* malacatux@yahoo.com.mx

Mención aparte merece el fenómeno de violencia intrafamiliar que la cuarentena puede exacerbar, y que entre otras formas puede expresarse a través de ignorar al otro, descalificarlo, puntualizar los defectos y los equívocos, sabotear tareas y acuerdos, lenguaje despectivo, ironías, estigmatizaciones, descalificaciones, bromas de mal gusto, incumplimiento de responsabilidades o incluso faltas de respeto y agresiones físicas o sexuales. Dichas conductas pueden expresarse de un conyugue a otro, entre padres e hijos, o entre hermanos. De no acotarse, se van escalando al punto que se perpetúan y agravan dando lugar a una grave disfunción familiar.

No todo en esta crisis tiene que ser negativo, también podemos y debemos tomarla como una oportunidad; a nivel personal podríamos replantearnos nuestra propia existencia, reaprendiendo de yerros y fracasos, así como posibilitando el logro de metas pendientes. A nivel familiar, visualizando de una forma más integral a nuestros afectos más cercanos, lo que abre la posibilidad de reencuentros y experiencias inéditas de las que “nunca antes se tuvo tiempo”. A nivel social, se puede cuestionar si un mejor mundo es posible, por ejemplo, como quedó demostrado en la Ciudad de Nueva York (capital financiera y cultural del mundo) el sistema de salud quedó sobrepasado de tal manera que es inevitable cuestionar el modelo capitalista de prestación de servicios médicos. Ante estas oportunidades, Covid-19 podría ser algo más que una tragedia, y esa posibilidad está en nuestras manos.

* paco.contrerasaguirre13@gmail.com

Ricardo Pérez Avilés *

Con reconocimiento al personal de salud por su entrega, fortaleza y sacrificio. A los mexicanos en Estados Unidos, que, no obstante, la política antinmigrante del presidente de ese país envía millones de dólares para sus familias, fortaleciendo la economía nacional, a costa de su situación, pero como ejemplo de quienes practican la solidaridad.

El problema grave y real en nuestro país es la pandemia del Covid-19 (no el único), aunque el gobierno lo está enfrentando, hasta el momento, adecuadamente; para ello ha estado reconstruyendo el sistema de salud que los gobiernos neoliberales destrozaron. Hoy se construyen, reconstruyen y readaptan hospitales, se compra y repara equipo médico, se recobra control de medicinas y se contrata personal médico.

En la emergencia y ante las condiciones descritas, se debía contar con apoyo de toda la sociedad, pero los grupos de poder del modelo neoliberal, resentidos por la reducción de los espacios de saqueo, entre ellos el de la salud, aprovechando la pandemia han emprendido campañas no para ayudar a su solución sino para recuperar el poder como claramente lo han manifestado. Para ello, ocultan los logros alcanzados y minimizan los esfuerzos de millones de mexicanos, pero no sólo eso, con su infraestructura mediática ocultan, deforman, atacan y critican lo que se hace y arriesgan a la población.

Destacan sus campañas para demeritar al doctor Hugo López-Gatell, responsable visible del programa gubernamental ante la contingencia y al equipo que cada día recrea y aplica este programa. Por ello remarcamos la importancia de estos.

L AS INSTANCIAS CON LAS QUE SE BUSCA LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA

Los mexicanos debemos tener claro la forma y quiénes están al frente para procurar la solución del problema. No es un hombre el que decide la política para enfrentar el Covid-19, sino por ley es el Consejo de Salubridad General (CSG), el cual se apoya en la ciencia.

El CSG emitió la declaratoria de emergencia de marzo pasado: Acuerdo por el que se declara emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor, a la epidemia de enfermedad generada por el virus SARSCoV2 (Covid-19) 1 .

El CGS se integra por un presidente y un secretario (doctor Jorge Alcocer V. y doctor José Ignacio Santos P.), además por Vocales Titulares (Secretarios de Estado: de Hacienda y Crédito Público, de Desarrollo Social, de Medio Ambiente, de Economía, de Agricultura y Desarrollo Rural, de Comunicaciones y Transportes, y de Educación Pública; los directores del Instituto Mexicano del Seguro Social y del ISSSTE, el Titular del DIF, la Presidenta de la Academia Nacional de Medicina A. C., el Presidente de la Academia Mexicana de Cirugía A.C y el Rector de la UNAM). Colaboran Vocales Auxiliares (Directora del Conacyt, el Director del Instituto Politécnico Nacional, el Director General de Sanidad Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional, el Director General Adjunto de Sanidad Naval de la Secretaría de Marina, el Secretario General Ejecutivo de la ANUIES, el Presidente Ejecutivo de la Fundación Mexicana para la Salud, Secretarios de Salud de cinco estados y la Coordinadora General de Protección Civil, de la Secretaría de Gobernación 2 . Finalmente, tiene invitados (representante de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud. Los directores de Prestaciones Médicas del IMSS, del ISSSTE, de los Laboratorios Biológicos y Reactivos de México S. A., los directores de la Facultad de Medicina de la UNAM y de la Escuela Superior de Medicina IPN, los presidentes de la Canifarma y Canacintra, entre otros).

Este órgano oficial además de estar integrado en su mayoría por gente experta, que tiene la capacidad de planear y operar los acuerdos en sus ámbitos de acción y responsabilidad, recurre a expertos en el tema de la salud.

Es importante que el presidente de la República recurra a las instancias oficiales y a los científicos en este tema, porque esto aclara a los mexicanos con base en qué se toman los planes y las medidas en esta emergencia nacional.

Que esto sirva para tener la capacidad crítica de distinguir los discursos de odio y frustración que envenenan el ambiente, poniendo a la población en graves riesgos, porque ése es su objetivo: entre más muertos, mejor, eso demostrará la incapacidad del gobierno. Lamentable, pero ésa es su baja condición humana

G RUPO DE CIENTÍFICOS QUE TRATA AL COVID-19 EN MÉXICO

Son 19 expertos que laboran en instituciones públicas y educativas del país 3 , han publicado más de mil artículos científicos, la mayor parte integrantes del Sistema Nacional de Investigadores, que, desde el 27 de febrero trabajan en distintos procesos de reflexión, planeación y evaluación para hacerle frente a la contingencia. De ellos incorporamos mínima referencia:

Acción gubernamental y mentes que crean las medidas ante pandemia del Covid-19 en México

directiva en el gobierno federal y amplia capacidad para la integración y manejo de grupos directivos de alto nivel.

Doctor José Luis Alomía Zegarra. Director General de Epidemiología. Médico Cirujano General de la Universidad Autónoma de Montemorelos, Nuevo León. Diplomado en Epidemiología. Epidemiólogo de Gestión de la escuela de Salud Pública “Bloomberg”, Universidad Johns Hopkins, EU.

Doctor Mauricio Hernández Ávila. Director de Prestaciones Económicas y Sociales del IMSS. Diplomado en Estadística en el IMAS-UNAM. Maestría y Doctorado en Epidemiología en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard en EU.

Doctor Freddy Rafael Domínguez Sosa. Médico infectólogo del Hospital Central Sur de Alta Especialidad de Pemex. Experto en infectología.

Doctora Lorena Rodríguez Bores. Secretaria técnica del Consejo Nacional de Salud Mental. Maestra y doctorante en Salud Mental Pública por la UNAM.

Doctora Alethse de la Torre Rosas. Directora del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH-Sida. Maestra en Salud Pública en países en vías de desarrollo por la London School of Hygiene and Tropical Medicine de Reino Unido.

Doctor Ricardo Cortés Alcalá. Director general de Promoción de la Salud y experto en epidemiología. Posgrado en la UNAM. Director de Vigilancia de enfermedades no transmisibles. Líder operativo del Centro Nacional de Enlace para el Reglamento Sanitario Internacional y del Servicio Mexicano de Inteligencia Epidemiológica.

Doctora Olivia Pérez Arellano. Secretaria de salud de la Ciudad de México. Doctora en Ciencias en Salud Pública por el Instituto Nacional de Salud Pública. Maestra en Medicina Social por la UAMXochimilco.

Doctora Guadalupe Espitia Hernández. Especialista en Neumología y Medicina Interna del ISSSTE. Doctora en Medicina. Doctora en Administración por la UNAM. Especialista en Medicina Interna.

Teniente de Fragata Víctor Gómez Bocanegra. Jefe del departamento de epidemiología de la Dirección General Adjunta de Sanidad Naval de la Semar. Experto en Epidemiología. Maestro en Salud Pública.

Mayor Médico Cirujano Luis Felipe Madrigal Mendoza. Jefe de Salud Pública de la Dirección General de Sanidad Militar de la Sedena. Experto en Salud Pública. Médico Cirujano. Especialista en Medicina de Urgencias.

Doctor Víctor Hugo Borja Aburto. Director de Prestaciones Médicas del IMSS. Doctorado en Epidemiología por la University of North Carolina at Chapel Hill.

Doctor Gustavo Reyes Terán. Titular Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad. Impulsor de cambios a esquema de tratamiento para VIH. Fundador del servicio para Inmunocomprometidos y del Departamento de Enfermedades Infecciosas INER.

Doctora Ana De la Garza. Directora de Investigación Operativa Epidemiológica y Doctora en Salud Pública.

Doctora Celia Alpuche Aranda. Directora del Centro de Investigación sobre Enfermedades Infecciosas del Instituto Nacional de Salud Pública.

Doctor Christian Zaragoza. Especialista en epidemiología. Director de Información Epidemiológica.

Doctora Concepción Grajales Muñiz. Coordinadora de Vigilancia Epidemiológica del Instituto Mexicano del Seguro Social. Especialista en epidemiología.

Doctor Ruy López Ridaura. Director General del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades.

Doctor Jorge Alcocer Varela. Secretario de Salud. Especialidad Médica en Medicina Interna, en Reumatología e Inmunología Clínica en el Instituto Nacional de la Nutrición. Posgrado en Inmunología en el ICRF Tumour Immunology, en la Universidad de Londres, y Doctorado en Ciencias Médicas UNAM.

Doctor Hugo López-Gatell Ramírez. Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud. Médico Especialista en Medicina Interna. M. en C. Médicas y Doctor en Epidemiología. Experiencia

Concluimos con la esperanza de que la máquina destructora del neoliberalismo se borre del planeta, porque su modelo de vida trae en sus entrañas la destrucción del mundo, la exclusión, la desigualdad, la pobreza, el hambre y la enfermedad de los humanos. Para que eso se logre debemos cobrar conciencia y actuar en consecuencia, pues de otra forma no se podrá construir un nuevo mundo.

* ricardo.perez@correo.buap.mx

1 Diario Oficial. Lunes 30 de marzo de 2020

2 Expansión Política. https://politica.expansion.mx/mexico/2020/03/30/lo-que-debes-saber-del-funcionamiento-del-consejo-de-salubridad-general

3 https://www.infobae.com/america/mexico/2020/03/31/estos-son-los-cientificos-mexicanos-que-trabajan-en-el-combate-al-coronavirus/

Giuseppe Lo Brutto *

Pensando desde México en la pospandemia

El 2020 será recordado por la pandemia del Covid-19, más aun por habernos hecho entender que un virus puede paralizar al sistema. A mediados de año aún no sabemos cuándo acabará este confinamiento. Lo cierto es que han cambiado de un día para otro las relaciones sociales. De repente, todo se ha puesto en discusión, nuestras certezas, nuestra manera de pensar, entender y vivir esa vida sin límites que hasta hace unos meses parecía ser la normalidad de una sociedad que, en sus contradicciones, seguía sin frenos el camino del progreso y de la globalización.

PENSAR EN UNA POSPANDEMIA IMPLICARÁ, POR LO TANTO, ESTAR CONSCIENTES DE LAS DIFICULTADES EN QUE SE ENCONTRARÁ UNA SOCIEDAD ACOSTUMBRADA A RESOLVERLO TODO CON EL MERCADO . DE ESTA MANERA, ES FUNDAMENTAL ENCONTRAR LAS RESPUESTAS NO DE MANERA COYUNTURAL SINO ENTENDIENDO QUE ESTA PANDEMIA BRUSCAMENTE HA ACELERADO PROCESOS QUE SE VENÍAN DANDO DESDE HACE DÉCADAS

La pandemia ha agudizado esa crisis de la sociedad neoliberal que muchos ya en México hemos vivido, interiorizado, y dado una respuesta contundente el 1 de julio de 2018. Además, a partir de la crisis del Covid-19 se han podido acelerar muchas de las acciones que se proponen como trascendentales en los cambios de la vida pública del país. Entre ellas, poner al centro la importancia de la salud para la población construyendo las bases para fortalecer un sistema sanitario totalmente abandonado en los últimos 30 años.

En este sentido, esta crisis ha permitido crear en nuestro país mecanismos para acelerar la capacidad de respuestas y de fortalezas para un sistema de salud público que cobije a toda la población mexicana. Es importante también señalar que muchas de estas acciones no han sido solamente prerrogativas de México, sino se han adoptado en otras partes del mundo en el que el dilema solidaridad vs condicionalidad es parte de un debate político diario que pone al centro de éste la ineficacia de las acciones que regularmente han sido las respuestas a las crisis, centradas más en socializar las pérdidas y beneficiar a unos pocos.

Pensar en una pospandemia implicará, por lo tanto, estar conscientes de las dificultades en que se encontrará una sociedad acostumbrada a resolverlo todo con el mercado. De esta manera, es fundamental encontrar las respuestas no de manera coyuntural sino entendiendo que esta pandemia bruscamente ha acelerado procesos que se venían dando desde hace décadas. De repente, se están resquebrajando certezas y estructuras que creíamos inmutables. La pandemia por lo tanto se vuelve el catalizador de la crisis de una globalización neoliberal que ha sido en muchas facetas sinónimo de destrucción ambiental y desigualdades.

Las respuestas a ello han sido diferentes y fragmentadas, sin embargo, muestran la manera en la que se está pensando al futuro de esta sociedad. Por lo tanto, también la manera de pensar y hacer política cambia, y se adapta a nuevos retos y desafíos que nuestra sociedad enfrenta. Por lo que, en el debate político quedan rezagados y sin argumentos los defensores de un neoliberalismo a oltranza que no logran situarse en este mundo cambiante.

Sin duda, uno de los resultados de la pospandemia será también le enorme crisis social que arrasará tanto en los países periféricos como en los centrales. Lo que apenas logramos ver como una simple crisis económica y de salud coyuntural corre el riesgo de transformarse en la crisis más profunda del sistema capitalista que puede dejar descobijados a millones de personas sobre todo en aquellos países en los que las estructuras de amortización social son débiles o no existen.

Las crisis históricamente han cambiado las estructuras de la sociedad y ha puesto en discusión el orden vigente. En momentos de pandemia han puesto en tensión también a la relación política-medicina. Por lo tanto, en una crisis como la de hoy, queda claro que pensar en la pos-pandemia no puede hacerse poniendo al mercado como solución, sino que el retorno al Estado se vuelve más que necesario. Entre las medidas que se han propuesto está la de la renta básica. En este sentido, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha señalado en varias ocasiones la necesidad de destinar parte del presupuesto a los más necesitados señalando la importancia de esta medida en un momento en el que tan solo en la región latinoamericana los pobres pasarán hasta 210 millones en 2020, es decir, con un aumento de casi 20 millones con respecto a 2019, y los pobres absolutos aumentarán unos 15 millones llegando casi a 83 millones durante este año.

La crisis del Covid-19 nos pone como sociedad frente a enormes retos. Saberlos enfrentar dependerá sobre todo de la voluntad política de los gobiernos, y aquellos que ponen al bienestar de las personas en primer lugar tendrán sin duda mayores posibilidades de enfrentarlos. Entre ellos, podemos señalar sin pelos en la lengua al gobierno mexicano.

Finalmente, esta crisis es también una oportunidad para repensar a nivel político, social y económico varias cosas en un contexto de tensión social sin precedentes y en el que, no hay que olvidarlo, los resultados de ello podrán ser a la vez de grandes cambios o de enormes retrocesos.

En realidad, esta crisis sin precedentes pone a la sociedad global, y no solamente a la mexicana, frente a los grandes dilemas si seguir con el mismo modelo de siempre o si es posible poder generar condiciones que permitan cambios sustanciales. Para muchos, poner al Producto Interior Bruto (PIB) como misura del bienestar ha llevado a la sociedad a un abismo en el que la fractura metabólica es tan evidente que en la relación hombre/naturaleza, esta última está respondiendo de manera contundente dejando al hombre sin alternativas. Por ello, se propone crecer solamente en aquellos sectores que permitan un beneficio social para la población en general y para el medio ambiente rompiendo dogmas y barreras culturales que parecían hasta hace unos meses insuperables.

Todo ello se da en medio de una infodemia que en todo el mundo quiere desprestigiar el trabajo que varios gobiernos están haciendo para combatir la pandemia del Covid-19.

La pandemia ahora y la pospandemia en unos meses (eso esperamos) exacerbará las tensiones políticas y sociales porque a una crisis económica, social y ambiental se tendrá que añadir en muchos países una crisis política. Todo dependerá de las respuestas que cada gobierno está dando. Sin embargo, la infodemia complicará mucho las cosas en aquellas situaciones en las que ya existe una diatriba fuerte entre diferentes sectores de la sociedad y en las que los nacionalismos de extrema derecha están creciendo de manera exponencial.

* @giuseloby / giuseloby@msn.com

sÉpilon Jaime Cid

”Este es un mundo que domestica para que desconfíes del prójimo; para que sea una amenaza y nunca una promesa.” Eduardo Galeano (1940-2015) Escritor

“El problema es que no se puede sostener para siempre un cierre de esas características. La gente se levantará y se rebelará si se prolonga por tanto tiempo.” Johan Giesecke (1949 - ) Infectólogo

El miedo produce reacciones irracionales, reacciones que no tienen sentido, que no tienen ningún fundamento y no tienen justificación alguna cuando se trata de respetar la dignidad y la integridad de las personas.” Hugo López Gatell (1969 - ) Epidemiólogo

Jaime Ornelas Delgado *

América Latina y la crisis social del capitalismo

 “[Las crisis son] Soluciones violentas puramente momentáneas de las contradicciones existentes, erupciones violentas que restablecen pasajeramente el equilibrio roto”

(Carlos Marx, El Capital, FCE, 1959, t. III: 247).

La crisis económica que vive el capitalismo mundial se inició apenas despuntaba la segunda década de este siglo, cuando el capitalismo no terminaba de salir de la crisis financiera de 2008-2009. Particularmente, en América Latina, durante el decenio 2010-2019, el crecimiento de la economía disminuyó notoriamente debido a la caída de los precios de los commodities, consecuencia de la contracción de las economías que el Fondo Monetario Internacional (FMI) denomina “emergentes” (India y China, principalmente), así como de la guerra comercial contra China, emprendida por Donald Trump apenas asumió la presidencia de Estados Unidos.

Las cifras ofrecidas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) muestran que en la década de 2010-2019, posterior a la crisis financiera de 2008, “la tasa de crecimiento del PIB regional disminuyó del 6 por ciento al 0.2 por ciento”, incluso, en el período 2014-2019 se registró el menor crecimiento de la región desde la década de 1950, cuando fue de apenas 0.4 por ciento (CEPAL. Segundo Informe Especial: “Dimensionar los efectos del Covid-19 para pensar en la reactivación”, 21 de abril de 2020, p. 1).

A esta crisis de acumulación de capital, se sumó la aparición y pandemia del Covid-19, que, de acuerdo con la misma CEPAL, “Impactó América Latina y el Caribe en un momento de debilidad de su economía y de vulnerabilidad macroeconómica.”

Pero esto no fue todo. Afirma con razón, Noam Chomsky, que el asalto neoliberal a nuestros países convirtió la salud en una mercancía y se abandonó el sistema sanitario público, a cuya debilidad hay que agregar su escasa e insuficiente infraestructura, y que, manejado con criterios de lucro, dispone de una limitada cobertura para atender a la población que padece enfermedades vinculadas a la pobreza y a una inadecuada alimentación, pero cuyo costo de atención no es redituable en los términos de costo/beneficio, como gustan plantear estas cuestiones los economistas neoliberales.

Pero si bien la crisis económica que se desenvolvía de manera desigual en el mundo, no derivó de la pandemia, ambas se producen con las características que les imprime el capitalismo; lo que hizo la pandemia fue amplificar y agudizar la crisis económica al momento de hacerse simultáneas; de hecho, la pandemia (que se declara por su índice de expansión y no por la gravedad del virus), fue un factor importante en la mundialización de la crisis económica que se desenvolvía afectando de manera desigual a las naciones del mundo, es decir, la pandemia, además del severo daño ocasionado a la salud pública, universalizó la crisis económica, de manera que FMI, en voz de su directora, Kristalina Georgieva, afirmó, a finales de marzo: “La pandemia por el nuevo coronavirus llevó a la economía mundial a una recesión y serán necesarios fondos masivos para ayudar a las naciones en desarrollo” y enfatizó: “Está claro que hemos entrado en recesión, que será peor que la ocurrida en 2009, como consecuencia de la crisis financiera mundial.” Por supuesto, Georgieva oculta que no es la pandemia la que lleva a la economía mundial a una recesión, sino la contradicción del capitalismo: entre producción social y apropiación privada del producto. En realidad, el desarrollo capitalista le son consustanciales las crisis periódicas de sobreproducción, como hechos violentos para ajustar las relaciones sociales de producción a una nueva situación que permita reiniciar el proceso de acumulación.

Este fenómeno inédito, la coincidencia de ambas crisis, y la rápida expansión de la pandemia en América Latina, permiten caracterizar la situación por la que atravesamos, tal como lo hace la CEPAL, como una “crisis sanitaria, económica y social.”

Entre otros impactos agudizados por la pandemia, se pueden contar la ruptura de las cadenas de producción y distribución debido a la suspensión de actividades productivas; la drástica disminución de la actividad turística hasta casi su desaparición y pérdidas severas en hotelería, así como del transporte aéreo y terrestre vinculados a esa actividad; reducción de las ventas y ganancias en la industria automotriz; la disminución del comercio internacional y la fuga de capitales de los países dependientes hacia los centros financieros (según el FMI, en marzo, “las naciones emergentes han sufrido un éxodo de capitales por más de 83 mil millones de dólares ”); pero, sobre todo, se han cancelado una buena parte de los empleos formales y de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, están “en riesgo de perder su ingreso mil 600 millones de personas ubicadas en la economía informal” (La Jornada, 30-4-20: 4); asimismo, la pandemia mostró lo debilitado de los sistemas de salud en buena parte del mundo, pero sobre todo en los países dependientes, en los cuales el neoliberalismo hizo estragos sin fin.

Esto significa que, tanto la crisis económica, como el coronavirus, golpean con mayor fuerza a la población empobrecida, sobre todo al llegar a países con sistemas de salud deteriorados o demolidos por el neoliberalismo. Si la elevada contagiosidad del coronavirus ha hecho trastabillar la estructura hospitalaria en las economías metropolitanas, en los países dependientes puede provocar tragedias inimaginables. En México, como en todos los países, el principal riesgo es que la pandemia supere el umbral de saturación del sistema hospitalario público, lo que conlleva, inevitablemente, para la población más pobre y la más vulnerable, una agravación de su situación social.

ESTE FENÓMENO INÉDITO, LA COINCIDENCIA DE AMBAS CRISIS, Y LA RÁPIDA EXPANSIÓN DE LA PANDEMIA EN AMÉRICA LATINA, PERMITEN CARACTERIZAR LA SITUACIÓN POR LA QUE ATRAVESAMOS , TAL COMO LO HACE LA CEPAL, COMO UNA “CRISIS SANITARIA, ECONÓMICA Y SOCIAL”

Por otra parte, no sorprende la respuesta de la sociedad mexicana para enfrentar unida a un enemigo invisible y brutal. Lo ha hecho en diversas ocasiones. Con la crisis social del capitalismo, las prioridades de nuestro país y del gobierno se han trastocado; lo urgente ahora es atender las dos emergencias simultáneas, que no estaban en el calendario: la pandemia del Covid-19 y el agravamiento de la recesión económica. Hoy nos agobia la pandemia, pero no se puede descuidar el despegue.

Pero la crisis ha suscitado reacciones políticas que hacen más difícil enfrentar los problemas de las crisis. Tal es el caso del sector más belicoso de los empresarios, que quieren aprovechar la situación para fortalecerse políticamente. Gustavo de Hoyos, dirigente de la Coparmex con pretensiones de ser candidato de la derecha en las elecciones de 2024, ha llevado al terreno político sus diferencias con el gobierno. De esta manera, en medio de un persistente golpeteo de una derecha pueril e insolente, el gobierno realiza sus actividades de combate a la pandemia y la de avanzar en la superación de una crisis económica de insospechada magnitud.

Lamentablemente, diversos medios de comunicación se utilizan como ariete contra el gobierno; a estos se han unido algunos sectores minoritarios, pero con capacidad económica para utilizar esos arietes en su beneficio, parecen solazarse con la crisis social y pretenden atribuirla a “la mala conducción del actual gobierno”, afirmación que soslaya no sólo las herencias neoliberales, sino la recesión mundial.

También puede ser cierto que el coronavirus no se haya propagado intencionalmente con fines políticos, lo cierto es que en México la derecha ha pretendido deslegitimar las políticas y programas gubernamentales difundiendo, incluso, noticias falsas para mostrar la ineficacia de las medidas adoptadas por las autoridades sanitarias. En todo caso, se trata de fabricar hechos y noticias que dispongan a la opinión pública contra la 4T. Por fortuna, los mexicanos conocemos hasta la saciedad a los adalides de la derecha: Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes navegaron en las mismas aguas por las que navegó Genaro García Luna.

* ornelasdelgadojaime@hotmail.com

Héctor Bernal Mendoza *

Después de la pandemia: ¿prosperidad sin crecimiento?

Mucho se ha reflexionado sobre lo que vendrá después de la pandemia por Covid-19. Muchas de las voces y opiniones apuntan a que el escenario será apocalíptico, amenazador para la clase trabajadora, especialmente si este tipo de situaciones se vuelve a repetir en un futuro cercano por fenómenos similares, y con ello se colme la tolerancia de los empresarios y de los gobiernos capitalistas que han aceptado de mala gana dejar de obtener grandes dividendos a los que están acostumbrados por detener la producción, disminuir el consumo y ¡horror!, enviar a sus trabajadores a sus casas obligatoriamente con sueldos. Estas perspectivas señalan implícitamente que la crisis traería como consecuencia un mayor apego al mundo capitalista, el ultra consumismo y el impulso a agotar nuestros recursos antes de que otros se los acaben o saqueen.

Algunas voces difieren, y aunque parecen más una plegaria colectiva que viene principalmente desde la izquierda de todas las naciones, consideran que tenemos un atisbo esperanzador de mejora civilizatoria, una vez que hayamos superado la crisis sanitaria y hayamos puesto todas nuestras ideas y nuestras experiencias en orden. El que suscribe forma parte de este grupo.

Y es que a pesar de la terrible caída de las economías de las naciones, emblemáticamente representado por la caída los precios del petróleo, que el 19 de abril tuvo su jornada más dramática y nunca antes vista al haber caído el barril de referencia en EU (el West Texas Intermediate) a -37.63 dólares por la obvia baja en la demanda internacional, situación previamente anunciada el 9 de abril cuando hubo el altercado de OPEP y no-OPEP (donde nuestro país fue tema central de esa discusión por las negociaciones para bajar la producción como medida para aminorar la inminente caída de los precios), y de que en nuestro país existe una terrible situación de muchas personas que trabajan de manera informal o sin seguridad social (México tiene 57.7 millones de personas de 15 años y más de la Población Económicamente Activa reportados oficialmente este año), la marcha de la sociedad con una baja considerable en el consumo energético basado en combustibles fósiles, nos puede indicar que lo que durante décadas negaban los negacionistas (valga la redundancia) de que nuestra civilización desde este siglo XXI puede marchar en sus economías y en un estilo de vida digno y confortable sin alto consumo carbónico. Y esto es una gran enseñanza desde este modesto punto de vista. ¿De qué estamos hablando? Quizás algunos estén pensando que lo que observamos en realidad es una mayor pobreza, desempleo y catástrofes sociales y económicas de todo tipo. La intolerancia, la mezquindad y la discriminación se ha exacerbado en estos tiempos de pandemia, y lo único que podría salvarnos y regresarnos a la “normalidad” es volver a activar la gran producción, generar millones de empleos, trabajar más y así incrementar el gran consumo. Que “esta es la gran oportunidad de hacer negocios adaptándose a las nuevas situaciones” —vociferan sin descanso en los medios de comunicación—, y con esta fórmula no volver a temer los sinsabores del desempleo, de la quiebra de negocios y la carencia de artículos de primera necesidad.

Pero no, no es eso de lo que estamos hablando, porque sigue siendo la misma gran falacia, la misma mentira del capitalismo, que en buena medida nos ha llevado a crisis como la que estamos viviendo. Sí, si hablamos de la desaparición de los estereotipos de estilo de vida que ha impuesto el capitalismo. Y sí, hablamos en particular de la necesaria disminución del estilo de vida de los más ricos y poderosos de cada país. Ha llegado la honesta y legítima oportunidad de decir basta a ese estilo de vida derrochador y hasta voraz, y reordenar todas las economías para que se destinen más recursos a las tecnologías y sistemas de bajo consumo de carbono, incluida la agricultura, la cual ahora le debe quedar más claro a todos que debe transitar hacia la Agroecología, y traspasar los conceptos de Agricultura verde y Agricultura Orgánica, que no eran más que otra forma de hacer grandes negocios, pero continuando consumiendo grandes cantidades de energía fósil.

Implica también considerar en serio el avanzar hacia la reducción de las jornadas laborales formales en días y en horas de trabajo, para que a la par que detenemos la gran producción, garanticemos que todos los seres humanos tengan un trabajo que les permita un mínimo de vida digno, y puedan dedicarse a actividades de bajo consumo de carbono, como lo hemos observado en estos días de contingencia y encierro, donde muchos están haciendo cosas interesantes para enfrentar el estrés del confinamiento, y que no solo son benéficas para la salud mental y física, como la horticultura, la jardinería y la producción de alimentos sanos, sino que nos permiten visualizar el sueño acariciado durante décadas de ser soberanos en alimentos, que como hemos visto es lo más básico para enfrentar todo tipo de crisis.

SI LOGRÁRAMOS ESTO DESPUÉS DE AQUILATAR LAS EXPERIENCIAS POR LA CRISIS DEL COVID-19, AVANZARÍAMOS HACIA UNA SOCIEDAD MÁS SEGURA , CIERTAMENTE, PORQUE NO TENDRÍAMOS EL RIESGO DE HAMBRUNAS Y SUS SECUELAS DE VIOLENCIA Y DELINCUENCIA , PERO TAMBIÉN HACIA UNA SOCIEDAD MÁS JUSTA Y MÁS ESTABLE ANTE LA INMINENTE E INEVITABLE APARICIÓN DE NUEVAS AMENAZAS SANITARIAS , Y OTRAS QUE SIN DUDA SERÁN DERIVADAS DE LA VORAZ SOCIEDAD CAPITALISTA QUE HEMOS CONSTRUIDO Y DEL IMPACTO QUE ÉSTA HA TENIDO EN EL MEDIO AMBIENTE

Si lográramos esto después de aquilatar las experiencias por la crisis del Covid-19, avanzaríamos hacia una sociedad más segura, ciertamente, porque no tendríamos el riesgo de hambrunas y sus secuelas de violencia y delincuencia, pero también hacia una sociedad más justa y más estable ante la inminente e inevitable aparición de nuevas amenazas sanitarias, y otras que sin duda serán derivadas de la voraz sociedad capitalista que hemos construido y del impacto que ésta ha tenido en el medio ambiente.

Recapitulando, hay que insistir en que esta crisis nos ha dado la pauta para observar objetiva y empíricamente algo que de ninguna otra manera se podría haber hecho, y es que podemos como sociedad global bajar las emisiones de gases de efecto invernadero que ha puesto en jaque la humanidad y a la biodiversidad y agrobiodiversidad por el calentamiento global. Después de décadas de intentar que los gobiernos de países como China, EU y otras grandes economías, aceptaran reducir sus emisiones a como fue acordado en el Protocolo de Kyoto en 1997 de al menos un 5 por ciento de las emisiones de estos gases entre 2008 y 2012 en comparación con las emisiones de 1990, y que no fue posible por oposición de los negacionistas y de todos los intereses del capitalismo. Sabemos que es una baja temporal, como han señalado diversos organismos internacionales como la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que ya ha hecho algunas estimaciones en las grandes ciudades donde se está presentando con mayor fuerza la pandemia, e incluso, una vez superada la crisis, sean mucho mayores las emisiones (todos querremos salir con prisa por nuestra tajada de energía que no pudimos consumir, viajando, comiendo, comprando).

A pesar de lo anterior, ahora queda más claro que no solo es posible, sino en las condiciones actuales es moralmente y políticamente exigible. México que por el momento está luchando por recuperar sus recursos energéticos que fueron saqueados por la corrupción y el despilfarro de los gobiernos neoliberales anteriores, debería ya poner en serio en su agenda política el transitar hacia esta nueva y posible realidad que se nos presenta, una nueva prosperidad que no implique crecimiento económico desmedido y voraz, dando los pasos necesarios para desligarnos de las fuentes de energía fósil, y de paso desvincularnos de las grandes naciones capitalistas, como Estados Unidos, donde se ve más lejana esta posibilidad, por el momento.

* h_bernal@hotmail.com

Alberto Cordero *

Cien años de soledad **

Una noche, por la época en que Rebeca se curó de vicio de comer tierra y fue llevada a dormir en el cuarto de los otros niños, la india que dormía con ellos despertó por casualidad y oyó un extraño ruido intermitente en el rincón. Se incorporó alarmada, creyendo que había entrado un animal en el cuarto, y entonces vio a Rebeca en el mecedor, chupándose el dedo y con los ojos alumbrados como los de un gato en la oscuridad. Pasmada de terror, atribulada por la fatalidad de su destino, Visitación reconoció en esos ojos los síntomas de la enfermedad cuya amenaza los había obligado, a ella y a su hermano, a desterrarse para siempre de un reino milenario en el cual eran príncipes. Era la peste del insomnio.

Cataure, el indio, no amaneció en la casa. Su hermana se quedó, porque su corazón fatalista le indicaba que la dolencia letal había de perseguirla de todos modos hasta el último rincón de la tierra. Nadie entendió en la casa la alarma de Visitación. “Si no volvemos a dormir, mejor”, decía José Arcadio Buendía, de buen humor. “Así nos rendirá más la vida. Pero la india les explicó que lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido. Quería decir que cuando el enfermo se acostumbraba a su estado de vigilia, empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado. José Arcadio Buendía, muerto de risa, consideró que se trataba de una de tantas dolencias inventadas por la superstición de los indígenas. Pero Úrsula, por si acaso, tomó la precaución de separar a Rebeca de los otros niños.

Al cabo de varias semanas, cuando el terror de Visitación parecía aplacado, José Arcadio Buendía se encontró una noche dando vueltas en la cama sin poder dormir. Úrsula, que también había despertado, le preguntó qué le pasaba, y él le contestó: “Estoy pensando otra vez en Prudencio Aguilar.” No durmieron un minuto, pero al día siguiente se sentían tan descansados que se olvidaron de la mala noche. Aureliano comentó asombrado a la hora del almuerzo que se sentía muy bien a pesar de que había pasado toda la noche en el laboratorio dorando un prendedor que pensaba regalarle a Úrsula el día de su cumpleaños. No se alarmaron hasta el tercer día, cuando a la hora de acostarse se sintieron sin sueño, y cayeron en la cuenta de que llevaban más de cincuenta horas sin dormir. —Los niños también están despiertos —dijo la india con su convicción fatalista. Una vez que entra en la casa, nadie escapa a la peste.

Habían contraído, en efecto, la enfermedad del insomnio. Úrsula, que había aprendido de su madre el valor medicinal de las plantas, preparó e hizo beber a todos en brebaje de acónito, pero no consiguieron dormir, sino que estuvieron todo el día soñando despiertos. En ese estado de alucinada lucidez, no solo veían las imágenes de sus propios sueños, sino que los unos veían las imágenes soñadas por los otros. Era como si la casa se hubiera llenada de visitantes. Sentada en su mecedor en un rincón de la cocina, Rebeca soñó que un hombre muy parecido a ella, vestido de lino blanco y con el cuello de la camisa cerrado por un botón de oro, le llevaba un ramo de rosas. Lo acompañaba una mujer de manos delicadas que separó una rosa y se la puso a la niña en el pelo. Úrsula comprendió que el hombre y la mujer eran los padres de Rebeca, pero aunque hizo un grande esfuerzo por reconocerlos, confirmó su certidumbre de que nunca los había visto. Mientras tanto, por un descuido que José Arcadio Buendía no se perdonó jamás, los animalitos de caramelo fabricados en la casa seguían siendo vendidos en el pueblo. Niños y adultos chupaban encantados los deliciosos gallitos verdes del insomnio, los exquisitos peces rosados del insomnio y los tiernos caballitos amarillos del insomnio, de modo que el alba del lunes sorprendió despierto a todo el pueblo. Al principio nadie se alarmó. Al contrario, se alegraron de no dormir, porque entonces había tanto que hacer en Macondo que el tiempo apenas alcanzaba. Trabajaron tanto, que pronto no tuvieron nada más que hacer, y se encontraron a las tres de la madrugada con los brazos cruzados, contando el número de notas que tenía el valse de los relojes. Los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón. En un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.

Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía sobre la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la Ciénega. Fue así como se quitaron a los chivos las campanitas que los árabes cambiaban por guacamayas, y se pusieron a la entrada del pueblo a disposición de quienes desatendían los consejos y súplicas de los centinelas e insistían en visitar la población. Todos los forasteros que por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos supieran que estaban sanos. No se permitía comer ni beber nada durante su estancia, pues no había duda de que la enfermedad sólo se transmitía por la boca, y todas las cosas de comer y de beber estaban contaminadas de insomnio. En esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población. Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir.

* acordero@fcfm.buap.mx

** Gabriel García Márquez, Cien años de soledad. Ed. Diana (Agosto 1986).

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