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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 3 de julio de 2016 ■ Núm. 1113 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Revueltas

Silvestre o la música como acto solidario

ElEna Poniatowska El desafío de la pregunta. Los porqués de los corazones inteligentes

Fabrizio andreella

Desaparecidos: imprescindible número de Blanco Móvil

Francesca GarGallo

Odioso caballo: un libro despiadado

MuhaMMad alí: El Más Grande


Francesca Gargal

Des Padres y familiares de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal rural Isidro Burgos, septiembre de 2015 Foto: Víctor Camacho/ La Jornada

Primogénito de la célebre y talentosa familia de los Revueltas, Silvestre fue compositor, director de orquesta –por ejemplo, de la Sinfónica Nacional–, violinista, secretario general de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, y a lo largo de su breve tránsito por el mundo fue un apasionado absoluto tanto de la música como de la vida misma, de la que abrevó con velocidad e intensidad impresionantes. Recientemente se han realizado varios actos en memoria del autor de Homenaje a García Lorca y La noche de los mayas, entre muchas otras composiciones, y el texto de Elena Poniatowska que publicamos se suma a esos reconocimientos. Publicamos además un ensayo de Fabrizio Andreella sobre el desafío intelectual implícito en el hecho mismo de formular preguntas, así como artículos sobre Odioso caballo, el más reciente poemario de Francisco Hernández, y el último número de la revista Blanco Móvil, cuyo insoslayable tema son los desaparecidos de este país nuestro atravesado por el dolor.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

imprescindible número de LAS MADRES DE MIGRANTES HABLAN DE 80 MIL DESAPARICIONES. HAY MÁS DE 300 MIL EN LOS ÚLTIMOS 10 AÑOS SEGÚN LA CRUZ ROJA.

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ay en el verbo “aparecer” un no sé qué de aterrador: la aparición es mágica, por ende inesperada, fuera de la capacidad de ser entendida, conlleva cambios en la vida de la persona a la que algo o alguien se le aparece y por lo general es aprovechada por las religiones. Su antónimo, construido sobre la misma palabra precedida de “des”, prefijo que provine del latín y que significa “negación” o “contrario”, es aún más ominoso. Si la aparición de la Virgen ha marcado la vida de varios niños en Fátima como en Croacia, la desaparición de hijas, hijos, amigas y maestros ha marcado la vida de generaciones enteras en diversos lugares del mundo, hoy precisamente en México. Las guerras de cifras acompañan el horror. La tendencia a dar a la baja la muerte y desaparición de los propios enemigos o aliados es un instrumento que casi siempre devela de qué lado está el portavoz de la cifra. Así, hoy en México, el gobierno y los medios de prensa afines afirman que hay 27 mil 659 personas desaparecidas en el territorio nacional, mientras las madres de las y los migrantes que recorren el país año tras año en busca de sus hijos hablan de aproximadamente 80 mil migrantes eclipsados en el territorio nacional, las organizaciones de familiares de desaparecidos denuncian decenas de miles y hay quien rumora que la misma Cruz Roja Internacional de forma no oficial sostiene que en México han desaparecido más de 300 mil personas en los últimos diez años. Yo nunca olvido la valentía de las madres de las mujeres secuestradas, desaparecidas, torturadas y asesinadas en Ciudad Juárez, quienes en 1993 pusieron por primera vez el dedo en la llaga de las desapariciones de personas al mencionar que por cada mujer víctima de feminicidio había ocho más de las que no se conocía el paradero. La cifra enorme de la violencia feminicida es reflejo de la cifra enorme del ocultamiento de la verdad con respecto al destino de las personas. Junto con el muchacho comerciante que habla con su mamá por celular mientras recorre una carretera en

Coahuila y de repente no responde más a las palabras de la madre y nunca más lo hará por años y años, desaparecen en México especies animales, derechos consagrados, medicinas en los hospitales públicos, monumentos arquitectónicos de barrios devorados por la empresa edilicia, editoriales que se la juegan por un autor o autora desconocida aún, en fin, posibilidades y recuerdos que construyen la memoria personal y colectiva de una nación que otrora estuvo abierta a la solidaridad hacia quienes sufrían las consecuencias de políticas siniestras. ¿Dónde ha quedado el México que acogía a las pintoras surrealistas? ¿Dónde la nación que alimentaba a los niños huérfanos de la Guerra civil española? Desaparecidos, el número 133 de la revista Blanco Móvil, apela a muchas formas de la memoria y el derecho a la vida, a lo que no quiere apagarse y lo que se resiste a la constatación de la impermanencia de las imágenes y personas que tocan nuestra conciencia. Coordinado por Cynthia Pech, este número de nuestra revista apela al recuerdo que no olvida y al hacerlo no sólo mantiene la dignidad humana, sino que engendra la narración como forma de escritura y oralidad que permite el conocimiento de una historia. Es poesía épica, como el “Lamento por la vida de David”, de Mercedes Alvarado, que sostiene la imposibilidad de llorar la muerte de quien no ha muerto, de quien nadie ha dicho que ha muerto, de quien se adueña del silencio de la casa, de quien no ha encontrado el tiempo de volver. Es denuncia política del sistema económico que transforma cualquier acto en la oportunidad de mayores ganancias para los más ricos del mundo, avasallando el último resquicio de ética de los sectores medios, como en la irónica narración de “La Liga de los Muertos Extraordinarios”, de Gerardo Amancio. Es la poesía civil de Juan Domingo Argüelles y su país de pesadilla. Son los estudiantes de Ayotzinapa, de Coral Bracho y David Huerta. Tanto como el tiempo desaparecido de Marcela London, quien añora a la niña que alimentaba a los pájaros, el cuerpo yerto y limpio de carnes que evo-

Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uiS t oVar , Edición: F ranCiSCo t orreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S C o g a r C í a n o r i e g a , Diseño de portada y dossier: m arga P eña , Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: El mayor del siglo XX Ilustración de Daniel Ruiz Primo Martinez Fuente: Flickr/ CC BY-NC-SA 2.0

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.


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llo Celentani

saparecidos, Blanco Móvil ca Margarita Drago al hablar del mar mancillado por los vuelos de la muerte, la fecha de un día cualquiera, cotidiano, vivido, donde los instantes del pasado se pierden y la hija pequeña que se lleva de la mano permite captar el tiempo perdido con las hijas mayores, evocado por Rubén Don. Han desaparecido los derechos laborales tanto como los periódicos impresos, los antes de nuestra vida, como cuando el agua no costaba, que Adolfo Castañón enumera con la fuerza de la voz poética: entre paréntesis nos dice que cuando todos los días son los mismos muertos, recordamos que éramos tan felices cuándo usábamos las muertas como título de novela. Al desaparecer, las personas, las imágenes, las construcciones de un esfuerzo colectivo, los árboles y los jaguares sangran y el aullido que nos despierta su ausencia nos desgarra hasta la ropa. Por ello Jorge Boccanera enumera preguntas violentas como: “¿Quién cubrió sus nombres con escombro y navaja creyendo en la inmortalidad del albardán histrión bufo risible de todo lo obediente?”

José Ángel Leyva, el solidario poeta duranguense, el enamorado del verso amigo, con sus odas a la joven que descendió del autobús en Ciudad Juárez y fue tragada por la tierra, y a los migrantes que “no estuvieron aquí camino al otro lado”, que “nunca pasaron por aquí” porque “hay peregrinos que dejan de existir para no ser prisioneros”, hace que al leerlo se cierre la garganta con un nudo de dolor y emoción. Es lo mismo que sucede en el Museo de la Memoria Indómita cuando uno se pierde entre las decenas y decenas de zapatos de madres, hermanos, padres, hijas, familiares de personas que en todos los rincones de México no cejan en la búsqueda de sus hijas desaparecidas y sus hermanos sustraídos por la nada. Alfredo López Casanova, el escultor y activista, en efecto ha grabado las suelas de los calzados corroídos por la búsqueda, imprimiendo en ellos las historias de amor y esperanzas que alimentan la resistencia de quien en México exige a la vida un mun-

do donde caminar por las calles no sea sinónimo de peligro. Entre las hojas impresas en verde, color de la esperanza de encontrarlos con vida, y los zapatos de sus madres, me sentí como en el desierto adormilado que llora las estrellas en los poblados yaqui, en el cañón donde es preferible arrojarse antes que caer prisioneros, que la memoria Vicam enalte ce a través de los versos de Juan Manz Alaniz. Si vivir sin dolor es imposible, que el silencio de la pesadilla se rompa en historias e imágenes, con sus solidaridades y sentires compartidos, para permitirnos saber, como humanidad consciente, que la desaparición no es un destino impostergable. Un futuro de paz también nace de las letras comprometidas con las emociones que regresan cada noche y que, con Blanca Pulido, deseamos que no sean más como los árboles talados, sino como la fortaleza del bosque

Diversas organizaciones civiles asistieron al acto de protesta México es una fosa. Depositaron una prenda para simbolizar a las víctimas de la violencia en México. En el evento participaron algunos padres de los normalistas de Ayotzinapa, 6 de diciembre de 2015. Foto: María Meléndrez Parada/ La Jornada


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El desafío de l

Los porqués de los c Fabrizio Andreella fabrizio108@yahoo.com

Street art hecho por Scampi

Las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre. Milan Kundera, La insoportable levedad del ser

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DE CAGUAMAS Y MANTRAS

ra una noche oscura y tempestuosa y en el Súper 7 no había nadie más que yo y un borrachito que quería llevarse su caguama. Tratando heroicamente de enderezar su trayectoria y de encubrir su delirante beatitud bajo una máscara improbable de frío desdén, llegó con determinación, ésa sí impecable, a la caja. La mujer admiraba sus uñas variopintas, melancólica o soñadora, es difícil decirlo, porque no se le veía la cara de tan ensimismada que estaba. Esperaba que ese soporífero turno nocturno se acabara sin comprometerse a brindarle al mundo desentonado de la noche una ojeada o una sonrisa inmerecida. El diálogo, por así decirlo, que presencié fue rápido como el evaporar de un deseo desvalijado por un coito fraudulento e ilegal. Pero fue también una escena que parecía sacada de una película de Kaurismaki. Como bailarina naufragada, la caguama se contorsionó bajo la mirada ausente de la cajera, que repitió por enésima vez, con efecto involuntariamente chusco, el mantra ineludible de su devoción empresarial: “¿Encontró todo lo que buscaba?” Una mueca silenciosa y mefítica rastrilló la cara del borracho y se encargó de contestar la pregunta. Ese espectáculo indecorosamente romántico me confirmó una sospecha que tenía guardada en mi cuarto de reflexiones tímidas y pudorosas. Es decir, cuántas veces las preguntas que hacemos mecánicamente todos los días son inútiles y hasta ridículas, puro relleno barato para embutir el silencio obscuro y tempestuoso que percibimos como amenaza.

DE NIÑOS Y FILÓSOFOS

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ste preámbulo sirve para introducir y compartir el desarrollo tomado por aquella sospecha que me ha facilitado una certeza lograda escuchando las preguntas de los niños. Me he convencido de que en esa tierna edad la filosofía crece espontáneamente, como flores primaverales en el jardín de la mente humana. Pablo Picasso dijo una vez que “todos los niños nacen artistas, lo difícil es seguir siendo un artista cuando crecemos”. Dudo de esta afirmación cubista, pero estoy seguro de que sí, todos nacemos filósofos. ¿Qué quiere

LA HERMOSA IGNORANCIA EN LA INFANCIA. HAY MENTES DOMESTICADAS “LLENAS DE SUPOSICIONES CONVERTIDAS EN CERTEZAS”.

decir ser filósofo, si no vivir en el asombro y cultivar la pregunta como alimento orgánico y sostenible? ¿Y qué hacen los niños cuando se emboban con la mirada fija en la nada o nos atormentan con preguntas interminables o absurdas? ¿Por qué el fuego quema? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué hay gente mala? La mente del niño, la mente que emite esas interrogaciones que no tardan en fastidiarnos, es efervescente, ligera, curiosa. Antes de ser domesticada, no está llena de suposiciones conver tidas en creencias. Antes de haber absorbido las normas de los adultos, al niño no le da vergüenza su ignorancia y tampoco le da miedo equivocarse o jugar con las preguntas. Atreverse a imaginar algo nunca imaginado anteriormente lo entretiene mucho, porque para él la imaginación es un parque de diversiones libre de la influencia del pasado. Esta mente libre de explorar sin censuras y sin morbosidades las posibilidades que surgen en el camino es la mente filosófica, que no es necesariamente culta pero sí es exploradora y no se conforma con lo que es comúnmente aceptado simplemente por ser consuetudinario.

sionarias, inocentes y abiertas a lo desconocido, el niño se torna en el emisario de un mundo que los adultos han ocultado y olvidado. Las respuestas del adulto tienen a menudo una especie de fatalismo mezclado con cinismo que comunica un mensaje muy claro: el mundo maduro es un mundo de respuestas y sentencias, los adultos están ocupados en la vida “real” y ya no se hacen esas preguntas que son inútiles o deletéreas. El niño aprende entonces que los detalles prácticos de la vida son más importantes que las abstracciones y que el tiempo dedicado a la reflexión es un desperdicio. Así se ve presionado u obligado a someterse a los límites autoinfligidos de la mente adulta, a aceptar como única realidad lo obvio y axiomático.

DE COFRES Y REALPOLITIK digas tonterías”, “eso pasa porque tiene que “ N opasar y punto”, “será la voluntad del Señor”,

ara el niño cada instante es un principio, la inauguración de un posible. Por eso puede pasar de manera repentina y sin aparente motivación de la risa al llanto o viceversa. Su existencia cruza la llanura diáfana del tiempo sin permitir que sus huellas condicionen los pasos sucesivos. Las preguntas del niño son como burbujas que afloran a la superficie desde la intimidad más profunda y silenciosa. Esto es así porque aún no tiene la mente adiestrada para trabajar como un autómata que promete al ego la realidad que ya frecuenta. La ausencia de una identidad formada que moldea el mundo con los conceptos, le permite no recrear incesantemente una figura conocida y aplacadora del mundo. Su exploración de la realidad está libre de prejuicios y el filtro del conocimiento es muy blando, por ende, su mente está mucho más dispuesta a albergar preguntas raras o absolutas.

“¡Ya basta de preguntas!” Estas reacciones precipitadas y nerviosas revelan que en el adulto esas preguntas están todavía sin resolver porque el hábitat –la educación, la sociedad, las normas, los proyectos– nos ha adiestrado a no preguntarnos lo que no es concretamente remunerativo. Todos hemos sido filósofos hasta cuando nos hemos permitido ser libres exploradores de lo real. Por eso las respuestas tajantes del adulto, que cortan el diálogo con el “niño filósofo”, encubren un embarazo mal disimulado y una sensación de derrota interior no admitida. Contestar de esta manera concluyente es entonces una manera de interrumpir el camino que está tomando el diálogo con el niño para evitar enfrentar lo que hemos logrado arrinconar con tanto esfuerzo: vivir sin la incomodidad de las preguntas profundas. Sin embargo, tener un niño quiere decir tener un pequeño cofre lleno de preguntas que esperan simplemente ser reconocidas como puertas de senderos desconocidos. La pregunta del niño puede ser un desafío a las costumbres mentales con las cuales el adulto ha construido, rodeado y protegido su vida, esa realpolitik que justifica, legitima y honra la falta de una sonrisa cándida y las arrugas de ansiedad en la cara del adulto.

DE RESPUESTAS Y ADULTOS

DE NATURALIDAD Y DOMESTICACIÓN

DE TIEMPO Y ADIESTRAMIENTO

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sas preguntas –¿Qué es el tiempo? ¿Por qué la gente muere? ¿Qué quiere decir “real”? ¿Por qué las parejas se separan?– no necesitan ser congruentes, agradables, aceptables o conformes con la realidad conocida. Cuando hace esas preguntas atrevidas, vi-

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asta que no se identifica con un papel, invitado u obligado a interpretarlo por los padres, el niño no tiene apegos y condicionamientos mentales fuertes. Tiene sólo una relación espontánea con sus necesidades corporales. Sin embargo, la relación con el sistema


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la pregunta.

corazones inteligentes cultural empieza muy pronto a desplazarlo de su naturalidad. “Te vas a poner muy fuerte si comes toda esta carnita”, “no hagas eso porque te voy a pegar”, “si te portas bien te voy a regalar esto”. Estas frases inoculan ilusiones, amenazas y chantajes como formas del amor familiar y dan al niño las primeras señales de una realidad desconocida, es decir, en el mundo de los adultos el amor se gana con una actitud de adulación y una voluntad sometida a fin de ser consentidos. Es así que el pesado maquillaje de la domesticación empieza a colorar de tintas artificiales el alma del niño. Es así que la personalidad natural empieza a ser domada para formar al ser que la familia y la sociedad requieren.

DE DIÁLOGOS Y AVENTURAS

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ara el niño, la palabra que pregunta puede ser un recurso para capturar la atención de los adultos cuando su ego se siente marginado o ignorado. Puede ser un simple juego para gozar de la palabra como herramienta gozosa y que, con el pasaje de la exploración táctil y visual a la exploración lingüística y de la imaginación, se revela siempre más poderosa. Puede ser una manera para explorarse a sí mismo, corporal y mentalmente. Pero cuando la pregunta es profunda, existencial, abstracta, filosófica –¿quién soy?¿Qué quiere decir infinito? ¿Cómo nació el mundo?– el niño está buscando un diálogo, un compañero de exploración, un colega detective que le ayude en su investigación, un Virgilio que lo acompañe entre infiernos y paraísos, pero con la pluma no de Dante sino de J . k . Rowling. No pide respuestas, pide aventuras. Es evidente que desde esta perspectiva no es necesario, frente a una pregunta, tener la erudición necesaria para dar una respuesta eficaz entendida como la receta correcta. Es suficiente acogerla, tomarla en serio, vivirla como una aventura para compartir con el niño el recorrido de un pedacito del laberinto resplandeciente que es el enigma de la vida.

desconocido de la exploración mental mucho más que el adulto, y aspira a aventurarse entre las olas de la existencia de una forma lúdica. Entonces, para el niño la pregunta es al mismo tiempo la vereda misteriosa que se adentra en la selva de la imaginación y un claro en el bosque de la realidad.

DE VUELOS Y PERSPECTIVAS

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ultivar el asombro y la curiosidad le permite al niño vivir con más intensidad y profundidad, gracias a la familiaridad con la exploración de su propia mente. De hecho, la pregunta profunda nace en el niño por una intuición que lo instala en un punto de vista nuevo y bien determinado. Una función importante de la respuesta del adulto es entonces dar a conocer también otros espacios posibles, otros ángulos y perspectivas para no encerrarse entre las paredes que han permitido la aparición de la pregunta. Evitar la fijación de la mirada y aprender a desplazarse y escuchar la polifonía del mundo es una práctica que podemos enseñar a los niños, para reaprenderla también nosotros, adultos que hemos perdido esta capacidad hundiéndonos en obsesiones o depresiones. De esta manera le permitimos al niño subir sobre su pregunta como si fuera una alfombra mágica y maniobrar en su curiosidad como si fuera el viento que la lleva. Mural público realizado por Julien Malland, también conocido como Seth Globepainter

DE MUNDOS Y NARRACIONES

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n fin, ¿cómo relacionarse con las preguntas profundas del niño? La primera tarea del adulto es tomar en serio la pregunta y no castrarla con una información fría que satisface solamente a él y entorpece la mente del niño. Demasiadas veces las respuestas son meros datos que desconocen y aniquilan la realidad de donde ha salido la pregunta y amansan la exploración del niño. Luego es necesario entender que la respuesta forzada y apresurada del adulto es la terminación prematura de la narración que el niño está tratando de crear con su interrogación y que no quiere que se acabe. El adulto piensa que la pregunta necesita de una respuesta, pero el niño está buscando la manera de ampliar su mundo, no de limitarlo con respuestas que lo cristalizan en unos conceptos. Más que dar una respuesta, es mejor ramificar la pregunta y penetrarla junto con él. La pregunta “¿por qué hay gente mala?”, puede originar una apasionante reflexión compartida si, en lugar de aspirar a una respuesta irrebatible, la relanzamos con: “¿Qué es para ti el mal? porque a mí no me queda del todo claro”, y luego seguir, por ejemplo, así: “¿Y por qué crees que eso sea malo?”, “¿te ha pasado portarte mal?”, “¿no crees entonces que le pueda pasar a todos portarse mal?”, “entonces quizás no hay gente mala, hay solamente gente que actúa mal”, etcétera.

DE OBSTETRICIAS Y REYES DE ZAMBULLIDAS Y VEREDAS

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s idea común que el pensamiento del niño sea primitivo y que tenga que ser normado, domesticado, encauzado para que crezca y se torne maduro. Pero el niño no es solamente un miniadulto; es también un individuo con su realidad y está abierto a los misterios de la vida que su mente y su alma tratan de abordar. En un contexto familiar, escolar y social que no quiere ocultar la raíz profunda de una interrogación, el niño es libre de formular las preguntas que le surgen espontáneamente de sus zambullidas en su alma, es decir, de lo desconocido. No quiere que algo o alguien apague su pregunta con una respuesta concluyente. Al contrario, está dispuesto a adentrarse en el mar

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l niño no quiere un experto, quiere un aliado y cocreador de su narración que estimule su capacidad de interrogarse a sí mismo. Esa es la figura obstétrica del filósofo socrático que no instala su verdad en la mente del discípulo, más bien lo ayuda a descubrir la propia verdad que tiene dentro de sí. Dios se apareció en un sueño al rey Salomón, quien le pidió la sabiduría necesaria para gobernar. Al Altísimo le gustó la petición de Salomón y le concedió “un corazón sabio e inteligente” (Reyes, 3-12). Creo que cada vez que un niño nos hace una de sus infinitas e ilógicas preguntas, deberíamos recordar que sin saberlo nos está pidiendo eso: ayudarle a tener un corazón inteligente


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Marco Antonio Campos

Odioso caballo:

un libro despiadado A SUS SETENTA AÑOS FRANCISCO HERNÁNDEZ PUBLICA ESTOS “CONTINUOS LATIGAZOS AL CUERPO Y AL ALMA”.

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l 20 de junio pasado Francisco Hernández cumplió setenta años y los celebra publicando en la editorial Almadía un nuevo libro, Odioso caballo. Hay obras admirablemente crueles y despiadadas; la de Francisco Hernández es una de las más. En la poesía mexicana, salvo El tigre en la casa, de Lizalde, es difícil hallar notables antecedentes. Hernández proviene del orbe negro y del cielo casi despoblado de ángeles de Las flores del mal, de Los cantos de Maldoror, de Sebastián en el sueño, de las cortaduras salvajes de Paul Celan, de las novelas de Thomas Bernhardt, de los aforismos como cuchilladas hondas de e . m . Cioran. En Odioso caballo los versos de Hernández son continuos latigazos al cuerpo y al alma –a su cuerpo y a su alma– sin importarle que muchos ya estén llenos de llagas. La mala estrella persigue a esos poetas que crecen sin hallar refugio en medio de la tempestad incesante. ¿El amor? Para Hernández es “el Mal supremo”. ¿Y Dios? Sí, pero es un “Dios tuerto”. Francisco Hernández toca pocas cuerdas rítmicas, pero son musicalmente exactas para escribir lo que desea decir. Dos enfermedades aparecen como pesadilla en el libro: la depresión y la epilepsia. No faltan asimismo imágenes de mutilación de la naturaleza: árboles de rapiña, pájaros que perforan las vigas, cerdos que engullen viñedos, venados sin cuernos en los helechos… El eje central del libro es el caballo, que tiene en los poemas variados significados de destrucción y muerte, pero sobre todo es símbolo e imagen del Padre y del padre: de Dios y del padre biológico. En las páginas Dios es un caballo monstruoso que cabalga para llevar a todas partes el Mal. Hernández se pregunta por la identidad del Ser Supremo: “¿O Dios o caballo?: Odioso caballo.” Al escribir un poema importa la verdad estética y no la verdad biográfica. Se puede mentir o fingir o engañar, y si se hace bien y suena bien, el poema es estéticamente eficaz. Aquí Hernández hace suyas dos ciudades que se cruzan y se entrecruzan en su imaginario: la pequeña Paterson, de William Carlos Williams, y la Lima que ambularon César Vallejo, Sebastián Sa-

lazar Bondy y Antonio Cisneros. Al leer los poemas el lector está seguro de que Hernández las ha visitado para seguir huellas, atmósferas, calles, casas, sitios de trabajo, cafés, de los poetas que admiró y vivieron en ellas; jamás ha puesto un pie ni en Paterson ni en Lima. En algo se igualan en su imaginario: Lima es horrible y Paterson es horrible. En Paterson, por un lado, se repiten en su imaginación, se configuran y se desfiguran, los grabados de Durero, y se advierte la solitaria y poderosa presencia de Athanasius Kirche, “el hombre que supo todo o leyó todo”. Por otro lado, habitan

“La dentadura de mi padre/ avanza hasta donde duermo./ Sube a mi cuello de postura infantil,/ para después morderlo/ sin hacer caso/ de mi grito.

miles de peruanos pobres que han llegado a Paterson a buscar el sueño americano que probablemente no alcanzarán. En el libro hay también un capítulo de veintisiete fragmentos sobre la obra del joven pintor mexicano Moris (Israel Meza Moreno), alma gemela del poeta. Los cuadros de Moris acaban siendo una galería donde Francisco mira pasar imágenes en los que halla momentos de su vida y donde la piel recupera “la animalidad del paraíso”. Hay cuadros de Moris que turbadoramente le recuerdan a Hernández al padre odontólogo: “La dentadura de mi padre/ avanza hasta donde duermo./ Sube a mi cuello de postura infantil,/ para después morderlo/ sin hacer caso/ de mi grito./ Manchada por gotas de sangre,/ la cuna es una paila hirviendo./ Mi madre regresa y la dentadura/ se sumerge otra vez en su vaso de agua.” Pero de pronto hallamos también breves piezas de nostalgia pura: “Amanecer. Anochecer. Envejecer./ Amar el altar donde pudimos,/ por un instante,/ ser el mar.” En el libro encontramos asimismo una lectura que describe la situación terrible y sangrienta del México de los últimos ayeres y del hoy desalmado. México se ha vuelto un gran periódico de nota roja que se lee no sin horror. Aquí y allá aparecen en nuestro territorio fosas comunes, decapitados, ahorcados, mujeres violadas…Un país con una media de treinta y cinco muertes al día y donde la amapola crece más frondosa “cuando la riegan/ con sangre fresca”. En el desafío y en las provocaciones a la muerte, hay en Odioso caballo un hilo conductor con Calacas (2003) de Rubén Bonifaz Nuño. Hernández tiene de continuo a la muerte en la vista y a su vez la muerte lo avista. Uno la afrenta y la otra espera. Curiosamente la casa paterna de San Andrés Tuxtla, Veracruz, estaba pintada de amarillo. Valga la asociación: de los cuatro caballos que montan los jinetes del Apocalipsis, al que más parece oír y ver Hernández, es al amarillo. Francisco Hernández muestra en cada nueva entrega por qué es uno de los mayores poetas vivos en Latinoamérica. Odioso caballo es un alto ejemplo. Y nosotros no dejamos de celebrar su obra y de enorgullecernos de su amistad

Francisco Hernández. Fuente: cultura.gob.mx


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Saúl Toledo Ramos

El Más Grande EL BOXEADOR QUE SE NEGÓ A COMBATIR EN VIETNAM.

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oxeadores buenos ha habido de todas partes y de cualquier época desde que tal disciplina existe. Ningún otro, sin embargo, mereció tanta atención como Cassius Marcellus Clay Jr. No es para menos: su activismo en favor de los derechos de la raza negra, sus filias políticas, sus declaraciones en terrenos varios, siempre punzantes y certeras, inflamaron conciencias puritanas y mentes estrechas una y otra vez. Más allá de las batallas que libró en el ring, Muhammad Alí –como se le conoció después de que se convirtió al islamismo– pasará a la posteridad por otros enfrentamientos, los que encaró como el complejo ser humano que fue. Toda su vida fue una pelea y apenas en el inicio de ésta, en el segundo asalto, digamos, luego de obtener la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma, el belicoso sistema estadunidense le mandó un recto letal a la mandíbula al cancelarle su licencia de boxeador, segregándolo del deporte por tres años y medio, que presumiblemente habrían sido los mejores de su carrera. La razón era simple: Clay se negó a enrolarse en las fuerza armadas para combatir en Vietnam, arguyendo que no tenia por qué ir a enfrentar a personas que no conocía y que nunca le habían hecho nada. Detractores salieron hasta de abajo de las piedras. El púgil resistió el golpeteo. Los jabs y volados del establishment lo pusieron contra las cuerdas pero no lo doblegaron. Para beneplácito del los fanáticos del boxeo, al iniciar el tercer episodio, Alí tuvo el coraje suficiente para reinventarse y, dentro de eventos que mucho tenían de circo, obsequiar exhibiciones memorables –George Forman, Joe Frazeir– en tierras exóticas –Zaire, Filipinas. De su retorno fue testigo el mundo entero. Alí siempre dijo lo que quiso tal y como lo pensaba. Atacó a sus adversarios no sólo con su estilo único de danzarín privilegiado, de cruza increíble de mariposa y abeja (imitado luego por otros, Sugar Ray Leonard, por mencionar sólo uno), sino también con burlonas e irónicas diatribas. En varias oportunidades derribó a fuerza de palabras inteligentes a entrevistadores atolondrados que intentaron ridicularizarlo en público. Mucho tenía de bufón y sobreactuar era parte inherente a su personalidad. En cierta ocasión se

El campeón de peso pesado Muhammad Alí, conocido entonces como Cassius Clay, parado sobre el retador Sonny Liston, 25 de mayo de 1965. Fuente: Youtube

Arriba: el joven Cassius en 1954. Abajo: junto a su amigo Malcolm X, después de vencer a Sonny Liston por el título de peso pesado en 1965. Fuente: Youtube

prestó para el lamentable espectáculo de batirse con Antonio Inoki, un artemarcialista que se pasó casi toda la pelea arrastrando su trasero sobre el cuadrilátero, tratando de patear al pugilista. Alí se limitaba a esquivarlo mientras gesticulaba y le profería una interminable letanía de insultos. No obstante, también era un hábil negociador. Uno de los actos más importantes que se le recuerdan data de 1990, cuando intervino frente a Saddam Hussein para liberar a quince rehenes estadunidenses cautivos en Irak. Para ese entonces se codeaba con altas figuras de la política de su país, como los presidentes Jimmy Carter y Ronald Reagan, entre otros. El combate más duro que encaró Cassius Clay empezó en 1984, cuando le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson. Acostumbrado a la lucha cuerpo a cuerpo, resistió durante más de treinta años los embates, pero era evidente que cada round lo ganaba el padecimiento. Así fue hasta el pasado 3 de junio, cuando el Superman negro visitó la lona de manera definitiva. Es curioso ser testigo de los homenajes, de las delirantes declaraciones que Todomundo le dedica ahora que está muerto. El refrán se cumple a pie juntillas: El Rey ha muerto. Viva el Rey


SilvestreRevuelta

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o la música como acto solidario Elena Poniatowska EL COMPOSITOR MEXICANO FUE TAMBIÉN VIOLINISTA Y DIRECTOR DE ORQUESTA. MURIÓ EL 5 DE OCTUBRE DE 1940 DE BRONCONEUMONÍA.

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eer a Antonio Muñoz Molina en Babelia de El País es un premio, así como lo es desvelarse con Elvira Lindo en Noches sin dormir: último invierno en Nueva York. El pasado 28 de mayo, Antonio dedicó su artículo a Silvestre Revueltas, el mayor compositor del siglo xx mexicano, quien vivió entre muchos acelerando y crescendo cuasi grandioso. Hijo de una familia legendaria compuesta por doce hermanos, los Revueltas, Silvestre fue su primer prodigio; estudió violín en Estados Unidos y regresó a México en 1937. En plena Guerra civil, en 1937 viajó al congreso antifascista de Valencia, España, como miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios ( L e a r ) al lado de Octavio Paz, Elena Garro, José Mancisidor, Juan de la Cabada, José Chávez Morado y María Luisa Vera. Fernando Gamboa ya estaba allá. El general Miaja los pastoreó bajo los bombardeos que iluminaban el cielo y los estallidos de obús que fascinaban a Octavio Paz y aventaban a Elena Garro debajo del primer mueble. Después de que André Gide denunciara con valentía a la urSS , los delegados se dispersaron; Octavio Paz y Elena Garro viajaron a París y Silvestre Revueltas dirigió sus obras en el Palau de la Música en Barcelona. Aunque Alberti se espantó con la gordura de Revueltas, en el ii Congreso de Escritores Antifascistas en julio de 1937, recordó haber conocido en la calle a “un hombre ancho, grueso, de cara y ojos bonachones, despechugado, sin corbata”. Lo vio de nuevo y escribió que había alcanzado físicamente las mismas proporciones que Balzac. El concierto, varias obras suyas para pequeña orquesta, dirigidas por él, en un salón de los amigos de México y en Madrid ¡En Madrid!: “Colorines, Homenaje a Federico García Lorca, El renacuajo paseador, Himno de los mexicanos combatientes en España”: este era el programa. Luego, en el mitin del teatro de la Comedia, dos obras grandes, Caminos y Janitzio. Bastaba. Casi demasiado para conocerle. Con sólo el Homenaje a Federico y El renacuajo me hubiera dado cuenta de lo que es este hombre, de su inmensa capacidad y talento, de lo mexicano y universal de su música. Muy mexicana su música, nada localista; popular pero sin transcripciones. Lo que Manuel de Falla hizo con lo andaluz, con lo español –más aún en su última época– logra Silvestre Revueltas con el acento de su país, y de manera magistral. Rafael Alberti también escribió en La Voz, el 24 de septiembre de 1937: Octavio Paz, un jovencísimo poeta, para mí ya una realidad de la verdadera poesía mexicana, pronunció aquí en

Madrid, sobre su compatriota, palabras justas, valorizadoras. Una de las condiciones primordiales de Revueltas es su gracia, la burla sana y fuerte que corre de pronto por su música. Bienvenido a Madrid, a este hondo corazón de España, viejo, nuevo y silvestre todavía, este Silvestre mexicano, hombre, artista, que en medio de nuestra tremenda lucha nos deja una profunda estela de optimismo, de potencia, de genio.

De García Lorca, a Revueltas le gustaba decir en voz alta: Ay, cómo me duele quererte como te quiero. Por tu amor me duele el aire, el corazón y el sombrero.

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ilvestre escribió: “En Barcelona no parece sentirse la guerra. La gente hace su vida habitual con poca diferencia. Además me parece encontrar una revolución organizada, muy lejos del lirismo charro de nuestras exaltaciones momentáneas. La gente está seria: lucha y trabaja. Saluda con el puño en alto, gravemente, sin teatralidad. El teatro es el frente. Inmisericorde y sin ‘make-up’.” ¿Sabrán los jóvenes músicos del mundo quién es Silvestre Revueltas? ¿Sentirán lo que son los remos de una barca en el agua al ritmo de Janitzio? Sensemayá –ligado a la poesía del cubano Nicolás Guillén–, La noche de los mayas, Planos y Homenaje a García Lorca, recogen el encantamiento de los ritmos populares, baile, duelo y son, la “célula rítmica de ocho sonidos esencia de la pieza que tiende a lo obsesivo como en el Bolero de Ravel”. En 1934, el gobierno encargó a Revueltas rendirle un homenaje al presidente asesinado en el parque de la Bombilla, el general Álvaro Obregón. Revueltas compuso: Caminos y explicó: “Caminos un poco tortuosos: probablemente sin pavimento y que no recorrerán las limusinas. Por lo demás, lo suficientemente cortos para no sentir su incomodidad, o lo suficientemente alegres para olvidarla.” Edgar Varèse, Ernest Ansermet y Aaron Copland admiraron a Silvestre. Carlos Chávez, envidiosillo, escribió: “Cuando fundé la Orquesta (Sinfónica Nacional) y me nombraron Director del Conservatorio, la primera persona en que pensé fue en Revueltas. En esa época tocaba en Alabama.” En la película Redes, dirigida por Fred Zinnemann, la música de Revueltas parece una partitura hecha con los rostros quemados y las manos de miseria de los pescadores de Veracruz, “pueblo forjado en todos los do-

Silvestre Revueltas al centro acompañado de milicianos. Pozo Blanco, España.

Ante el autorretrato de Van Gogh escribió: “Su rostro refleja la angustia de todos los hombres. Siento su presencia. Siento su dolor, su fuerza dentro de mí, como si fueran mías.”


3 de julio de 2016 • Número 1113 • Jornada Semanal9

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LAS cuarenta vueltas al sol de un GENIO

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Con trabajadores de una mina en el estado de Hidalgo, México, 1939. Fotos: Biblioteca digital Silvestre Revueltas

lores con su agrio sabor de desconsuelo y su dura consistencia” (“agrio sabor de desconsuelo y dura consistencia” me hace pensar en Muñoz Molina). Silvestre, Fermín y José fueron alcohólicos, los tres vivieron a México como una patada en el culo, los tres se asombraron con su crueldad, los tres se indignaron con su corrupción y su miseria, los tres escogieron al cantinero en vez del psicoanalista “…señor cantinero, sírvame otra copa que quiero olvidar”. Muchas noches, Silvestre regresó a su casa borracho y sin camisa porque la había regalado en la calle. Con razón escribió: “Hacer el bien es algo muy complicado que requiere de un exquisito tacto y un gran talento.” Como a Van Gogh, a Silvestre lo internaron en un hospital psiquiátrico. Ante el autorretrato de Van Gogh escribió: “Su rostro refleja la angustia de todos los hombres. Siento su presencia. Siento su dolor, su fuerza dentro de mí, como si fueran mías.” Silvestre murió de una bronconeumonía. Su mujer, “creyendo que se trataba de la resaca de unas copas, lo llenó de cervezas heladas. En la noche no podía respirar y salió a la calle a tomar aire, con una camisa de mezclilla abierta como era su costumbre. Tenía una fiebre muy alta. Vagó por las calles, cuando regresó a su casa, ya se encontraba muy grave”. Silvestre murió a los cuarenta años; Fermín, pintor, a los treinta y cuatro; José, escritor, a los sesenta y dos; Rosaura, actriz, vivió hasta los ochenta y seis años y protagonizó La sal de la tierra, película prohibida por el gobierno por defender a los mineros. Silvestre Revueltas es uno de nuestros grandes creadores. Desde el otro lado del Atlántico, Antonio Muñoz Molina rinde homenaje al compositor, pero también al hombre solidario con la España republicana y con la mejor catarsis de todas: la cantina

ólo cuarenta y un años vivió Silvestre Revueltas. A sus diecinueve ya había compuesto Adagio (1918) y consagró veintidós años de su existencia a la composición musical. Su obra se fue multiplicando poco a poco: escribió piezas para violín y piano, obras sinfónicas, ballets, canciones y composiciones teatrales. Entre su repertorio se encuentran: Tragedia en forma de rábano (1924), Tierra pa’ las macetas (1929), Dúo para pato y canario, El tecolote (1931); Ferias y alcancías (1932); Tocata (1933), Platos (1934) y Redes (1935). Además de Janitzio (1936); Sensemayá, Canto y pequeña orquesta (1938). Creó la banda musical de las películas Vámonos con Pancho Villa, La noche de los mayas, Caminos, Ocho por radio, La bestia negra, El indio, Ferrocarriles de Baja California y El signo de la muerte. Compuso obras como El renacuajo paseador, Música para charlar y Magueyes, entre muchas otras. Lo último de su creación apareció en 1940, es decir el año en que murió. Musicalizó la obra teatral Este era un rey y las películas ¡Que viene mi marido! y Los de abajo. Homenaje a García Lorca y La coronela. La noche de los mayas (1939) es la obra mayor de Silvestre Revueltas, fue compuesta para la película del mismo nombre, dirigida por Chano Urueta y protagonizada por Arturo de Córdova, con el apoyo de Gabriel Figueroa no obstante, en la actualidad esta pieza goza de autonomía y es presentada en salas de concierto y ha sido grabada infinidad de veces. Sensemayá (canto para matar a una culebra) es un poema sinfónico inspirado en el escrito del cubano Nicolás Guillén es una de sus obras más conocidas. Revueltas escuchó a Guillén y fue contagiado por la cadencia y ritmo de su poesía. Lo retrató en los altos de la tuba, acompañada por las trompetas y otros instrumentos. En 1943, su hermana Rosaura Revueltas adquirió los derechos de todos sus manuscritos, los cuales habían permanecido sin publicar


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3 de julio de 2016 • Número 1113 • Jornada Semanal

La otra piel, Marcela Sánchez Mota, La Cifra Editorial, México, 2015. Centena de cien poetas. Hyakunin Isshu, Fujiwara no Teika, Universidad Veracruzana, México, 2015.

LA COMUNA FANTÁSTICA DE ASCONA EDUARDO CERDÁN

El prólogo, la nota preliminar y las versiones de los poemas aquí reunidos corren a cargo de Aurelio Asiain, conocedor y entusiasta de la cultura en general y la literatura japonesa en particular, y la selección es de Fujiwara no Teika, quien la llevó a cabo nada menos que hace 779 años. Para quien desconozca el dato, esta Centena… “es el más popular de los libros del canon clásico japonés y desde hace siglos generaciones sucesivas lo memorizan desde la infancia”, como bien dicen los editores de esta nueva edición. Ellos mismos afirman que “esta es una de las primeras traducciones completas a nuestra lengua”, y si bien es discutible que también se trate de “la primera que rinde tributo al rigor estricto del original” –que sería tanto como sostener que es la mejor traducción de este libro jamás practicada–, sí se trata de una edición digna de encomio, por cuanto aproxima al lector en español un corpus poético de relevancia capital y difícilmente accesible.

Bitácora Pública, número 12, México, junio-julio 2016. En esta edición, la revista morelense celebra su primer año de vida y ofrece una charla con la novelista Ángeles Mastretta, en la cual aborda el tema de las mujeres en el ámbito social y sus batallas contra el machismo; también se publica una entrevista póstuma con Vicente Gandía, en la cual el pintor español, avecindado en Cuernavaca en sus últimos años, relata su experiencia en el arte de la pintura. Poemas de Diana Álvarez, Viridiana Blanco, Bernardo Ruiz y el poeta marroquí Jalal El Hakmaoui complementan la entrega. Con tema erótico, Rocío Barrionuevo comparte las “Historias de la vida íntima”; dos textos narrativos: Ivo Quallenberg y Rosario Moreno. Hugo Calderón desdobla su incisivo análisis sobre las recientes elecciones. En el análisis social, Daniel Galindo escribe sobre la ética en tiempos electorales, Ricardo Tapia aborda “El debido proceso” y Lizeth Juliana García habla sobre la “Potestad sancionatoria del Estado y teoría de la sanción administrativa”. Feliz aniversario.

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oplaban los vientos de la preguerra en Europa. Era 1900 y se comenzaba a gestar una comuna anarquista en Ascona, ciudad de la Suiza italiana ubicada entre los Alpes, a orillas del Lago Maggiore. Por su ambiente favorable, aquella ciudad se convirtió en el sitio ideal para establecer una burbuja utópica: Monte Verità. Ida Hoffman y Henri Oedenkoven, aterrados por los extremos del capitalismo y el socialismo, confiaban plenamente en que el Lebensreform (‘la reforma de vida’), sería la solución para todo. Aseguraban que la vuelta hacia el origen, el contacto con la naturaleza y la comunión del espíritu con el cuerpo explotarían el potencial físico e intelectual que la sociedad nos obliga a reprimir. Así se originó Monte Verità, comuna que se volvió un mélange de gente algo chiflada: anarquistas, psiquiatras, escritores, bailarines, naturistas y teósofos que andaban desnudos, se curaban con el sol y se metían quién sabe cuántas sustancias. Figuras importantes como Jung y Herman Hesse visitaron el lugar, por cierto. Traigo esto a cuento para hablar de una novela que recrea aquel universo fantástico. Me refiero a La otra piel, de Marcela Sánchez Mota, que obtuvo el Premio Juan Rulfo a Primera Novela otorgado por el inba, fue tallereada en la Escuela de Escritores de Mario Bellatin y también fue leída y comentada nada menos que por Daniel Sada. La Cifra Editorial publicó el libro hace ya dos años y en 2015 sacó a la luz su segunda edición. El motor de la novela es la búsqueda de la memoria personal de Mirella, la protagonista, cuyo padre le confiesa antes de morir: “Tu madre es Sophie Lenz, vivió en Ascona.” A partir de entonces, Mirella, una historiadora del arte interesada en el dadaísmo, se embarca en un viaje a la semilla. Su vida se sacude de pronto no sólo por la muerte del padre: también por el desequilibrio sobre su identidad. Se pregunta entonces quién fue Conchita, la mujer que la crió como madre, y cómo demonios llegó a México si nació en la Suiza italiana. Mediante un flujo de conciencia que todo el tiempo le habla en segunda persona al padre que ya sabemos muerto, nos embarcamos en una reconstrucción del pasado: del origen de Mirella y de lo que fue Monte Verità, donde vivió su madre biológica, según se entera la protagonista por unos documentos que su padre mantuvo ocultos durante mucho tiempo y que incluso intentó destruir. No quiero arruinar la trama de la novela, que es de veras plausible, así que me abocaré a señalar algunos elementos que me parecen destacables. En la prosa pulidísima de Sánchez Mota aparecen ecos de obras literarias que son, a todas luces, el germen de algunos pasajes de La otra piel. Llega, por ejemplo, el eco de Sebald, quien en Austerlitz incluye una nota de periódico sobre un

sujeto que se mantuvo congelado durante años. En un pasaje muy disfrutable, Sánchez Mota hace una narración en donde también aparece una mujer que ha permanecido congelada. Y la autora, como Sebald, también incluye fotografías que acompañan la narración y que, si bien pueden omitirse sin que ello afecte la lectura de la novela, resultan iluminadoras para recrear el universo extraño de Monte Verità. Antes de ir a Ascona, en su intento por recuperar su pasado, Mirella viaja al norte de México, de donde es originario su padre, para interrogar a sus tías solteronas, agonistas que recuerdan a las de La casa de Bernarda Alba. El asunto del misterio y el viaje, por otra parte, me parece un déjà vu de las historias de Perec. Asimismo, la descripción de los paisajes de Saltillo nos remiten un poco a la siniestra Luvina de Rulfo, con quien, por cierto, Sánchez Mota tiene mucha afinidad si consideramos que Pedro Páramo utiliza el arquetipo de la búsqueda del padre y La otra piel hace lo mismo, pero con la figura materna. Algo que también reclama nuestra atención es el uso de elementos fantásticos en La otra piel. La narradora cuenta, verbigracia, una escena de cuando era niña que involucra a una mujer parecida a una bruja de las clásicas, como las que aparecen en los cuentos de hadas. Luego, cuando la protagonista ya se encuentra en Suiza y visita Monte Verità, revive, literalmente, tiempos pasados y ve, como si de una película se tratara, a Sophie, a Otto —quien podría ser su padre biológico–, a un grupo de mujeres que se contonean en un baile sensual que se torna siniestro y monstruoso, a un hombre masturbándose en uno de los baños de la comuna, a un tigre blanco... Lo que me parece notable de La otra piel son, en especial, dos cosas. La primera es que abreve en tradiciones novelísticas extranjeras, de corrientes ajenas como el surrealismo, y que logre combinarlas con el contexto mexicano. Marcela Sánchez Mota describe con gran acierto tanto los paisajes de los Alpes suizos como los horrores vividos en 1968, en donde al hermano de la protagonista le mutilaron un dedo. La segunda virtud que encuentro yo en La otra piel es la presencia de nuestro folclor, trabajado de manera muy afortunada. El padre de Mirella, que por supuesto tuvo contacto con los anarquistas de Monte Verità, no se volvió afín a estas ideas sólo porque sí. Sánchez Mota nos explica que la abuela de Mirella murió porque, en lugar de acudir a un médico, fue a buscar a un personaje apodado El Niño Fidencio, un supuesto brujo o chamán o quién sabe qué, que tenía fama de curar enfermos con magia, algo típico del folclor mexicano. El padre, desde entonces, se vuelve fóbico a las supersticiones y se apega al racionalismo. De lo anterior extraigo otro punto: Marcela Sánchez Mota no deja cabos sueltos. La novela es un universo autótrofo en donde todo se resuelve, todo tiene una justificación y los personajes cuentan con una psicología muy bien desarrollada. La otra piel es, como versa la contraportada, “a un tiempo histórica e intimista”, lo cual no es nada fácil. Unir las piezas de la historia de Monte Verità y al mismo tiempo reconstruir el pasado personal del personaje principal implica un enorme riesgo creativo, del cual Marcela Sánchez Mota sale muy bien librada. La otra piel es el feliz debut de una novelista atípica en el panorama contemporáneo mexicano, una muestra de auténtico rigor literario •

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LEER

Número 1113 • 3 de julio de 2016

México tóxico: emergencias químicas, Lilia América Albert y Marisa Jacott, Siglo xxi Editores, México, 2015.

HISTORIALES TÓXICOS Y DEUDAS AMBIENTALES EN MÉXICO OLLIN VELASCO

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últimas fechas, la capital mexicana ha sido motivo de primeras planas por sus altos niveles de contaminación. Contingencias ambientales llegan y se disipan, alborotando debates en los que la política, la legislación al respecto y los reproches ciudadanos dan para llenar enciclopedias de controversia. No obstante, para entender una problemática como ésa, hay que ver un poco más allá de lo superficial. Estar informado se convierte, entonces, en una cuestión ineludible. Y para ese tipo de menesteres, libros como México tóxico son de lectura obligada. ¿Sabe usted cuántas miles de sustancias dañinas respira, come y bebe al día?, ¿conoce su procedencia y las repercusiones que podría traerle la exposición continua a ellas? En este título, Lilia América Albert y Marisa Jacott despejan dudas y valoran el tema desde diversos ángulos y a distintas profundidades. Antes de horrorizarse con los pormenores del veneno en que gradualmente se va convirtiendo el aire que todos respiramos, es preciso saber qué es una emergencia química, por qué se produce, cuáles pueden ser sus alcances y cuál ha sido el tóxico historial de México a lo largo de décadas de urbanización desmedida y cuidado irresponsable del entorno. Luego de años de investigación, trabajo de campo y acopio de resultados nada alentadores, América Albert y Marisa Jacott lograron organizar y conjuntar en un todo bastante esclarecedor los distintos enfoques bajo los que se puede analizar la situación ambiental y de prevención de posibles desastres de esta naturaleza en el país. Si bien es cierto que esta obra tiene un sesgo marcadamente teórico, debido a la formación científica de sus creadoras, al terminar de leerla cada pieza del rompecabezas encaja con las aledañas. La confluencia de aspectos legales, físicos, químicos, sociales y ecológicos no se siente forzada; al contrario, se dejan entrelazar de una forma muy natural. La riqueza del trabajo de estas prestigiosas investigadoras radica en que equilibra dosis puras de exposición de datos, con análisis cualita-

tivos y cuantitativos, contraste de hechos con marcos legislativos nacionales e internacionales y, algo que lo hace distinto a este de otros tratados, es que da propuestas reales para mejorar la realidad. En las 306 páginas del libro, tendrá ante sí las imágenes escritas de más de cien tragedias ambientales mexicanas ocurridas entre 1972 y 2015. De igual forma, sabrá los pormenores de ejemplos sobresalientes situados en otros tiempos y latitudes del planeta. Las explosiones, derrames de hidrocarburos, contingencias por mala calidad de aire, incendios descontrolados y fugas letales no sólo han ocurrido en Veracruz, Tabasco, Oaxaca, Edomex, etcétera; las faltas de control también se han perpetrado en Italia, India y otros países, en los que el descuido y la compulsión por producir han arrasado con la integridad del ecosistema. El recuento es desafortunado por lo que informa, pero refresca y nutre la memoria; apela a que, después de dimensionar la desgracia que somos capaces de provocar, no se propicien las condiciones para replicar las mismas negligencias en otras coordenadas del mapamundi. Si de verdad desea volver a respirar, comer o beber tranquilamente, lograr que las siguientes generaciones también lo hagan, así como contribuir a que el propio planeta se dé también un merecido respiro, zambúllase en la lectura. El texto ya lo tiene, la decisión es suya •

Mitla. Su desarrollo cultural e importancia regional, Nelly M. Robles García, Fondo de Cultura Económica/ El Colegio de México, México, 2016.

PARA ENTENDER LO QUE NO DEBIERA SER OSCURO ANTONIO SORIA

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omenzando por Aurelio Nuño, quien con seguridad casi total es el peor secretario de Educación que ha padecido este país –otro fue el inefable Emilio Chuayfett, y sólo por eso la duda–, son muchísimos opinadores profesionales, lo mismo que gente de a pie, que difícilmente alcanzan ya no a entender, sino siquiera a imaginar las razones por las que las consecuencias de un conflicto entre autoridades federales y aquellos a quienes afectan directamente las decisiones unilateralmente tomadas por dichas autoridades, verbigracia el que ha tenido tan lamentable cima en la matanza de Nochixtlán, entre la sep , la pgr , la Policía Federal y otras instancias por un lado, y la disidencia magisterial de la cnte por el otro, tiene mucho qué ver con el vínculo profundo que

hay entre un maestro rural y la comunidad a la que pertenece. A su vez, esa vinculación telúrica tiene raíces que conducen directa directamente a la persistencia –y muchas ocasiones la resistencia– cultural. Añádase a lo anterior la palabra “Oaxaca” y lo que se obtiene es una realidad bastante más compleja de lo que suponen las simplificaciones y las generalizaciones de pseudopolitólogos y otros demandadores de represión ejemplar y/o festejadores de la represión efectivamente aplicada a estas alturas. Desavisados como los antedichos harían muy bien si combatieran su nefasto desasnamiento con la lectura de libros como éste, de la antropóloga mexicana Robles García, quien desde la década de los años ochenta del siglo pasado ha realizado investigaciones y trabajo de campo en Mitla y Monte Albán, que arrojan luz histórica y antropológica sobre las culturas originarias asentadas en el actual territorio oaxaqueño, que permite aquilatar la importancia y los alcances de aquellos grupos humanos prehispánicos, sin cuya impronta y, hay que insistir, sin cuya permanencia a lo largo de los siglos, la realidad actual sería sencillamente incomprensible. Patrimonio cultural de la humanidad desde 2010, Mitla es muchísimo más que un atractivo turístico en los que abunda la riquísima y hoy institucionalmente vilipendiada Oaxaca. El entendimiento del presente, y por ende la solución a los problemas que dicho tiempo plantea, pasa necesariamente por el conocimiento de la historia, sus protagonistas, su cosmovisión. No faltarán quienes vean borrosa la línea sociocultural que va desde la antigua Mitla hasta las actuales comunidades, muchas de ellas eminentemente indígenas, conformadas por grupos poblacionales donde prevalece la convivencia tutelada por usos y costumbres, en donde un profesor no es sólo un empleado de la sep sino al mismo tiempo parte importante del tejido social. Libros como éste, que explican de manera amplia y amena el desarrollo cultural y la importancia regional de las antiguas culturas, abonan precisamente contra esa mirada emborronada •

@JornadaSemanal La Jornada Semanal visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/

En nuestro próximo número

EL BOSCO, MARCEL SCHWOB y otras vidas imaginarias Antonio Valle

jsemanal@jornada.com.mx


ARTE Y PENSAMIENTO ........

3 de julio de 2016 • Número 1113 • Jornada Semanal

Francisco Torres Córdova

Ricardo Venegas ricardovenegas_2000@yahoo.com

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Merienda Padre entra con la mirada brillante, sacudiendo la cabeza, quitándose la gabardina y el sombrero; saca el brazo por la puerta y los sacude fuera, sobre los cuatro escalones que bajan al patio y que él acaba de subir corriendo para no mojarse. Los cuelga en el baño, seca las gotas que dejaron, algo cuenta como que le quiere dar risa, pero le hacemos señas para que se quite y nos deje ver. Madre dice Es tarde, como dormida, y parece que Padre la va a abrazar pero ella se sienta y Checo se le sube a las piernas, Tú sírvete, dice. Padre hace a un lado los cubiertos, la jarra, las piezas de pan que dejamos. ¿Ya lo trajiste?, pregunta Madre y Padre mete la cabeza en el plato, Creo que el viernes, parece que dice, con la boca llena, y alarga el brazo para hacerle cosquillas a Checo, pero mi hermano reniega y Mayte dice Déjalo y Madre No seas brusco, y Padre va a la cocina y vuelve con el plato lleno, humeando una espesa columna que huele a perejil •

Ricardo Yáñez DE PASO Carmen Es la comprensión en persona, y tal vez sólo desde la comprensión se pueda ciertamente dialogar. No conozco a nadie más querido que ella; antes, claro, estuvo en esta nuestra vida Hugo Gutiérrez Vega, otro tótem del cariño, de la atención, del buen humor (y entre ellos circulaba todo ello, fluía, nos abarcaba, llenaba de contento –de un estar ahí que era un para siempre estar aquí). Leer a los amigos se llama uno de sus más recientes libros; como creo todos, sencillo y de una inteligencia clara, clarísima, y casi, de tan limpia, inhalable, pulmonar –y exhalable después de la limpieza que en nosotros, lectores, pusieron sus palabras. El pasado 10 de junio, día históricamente nefasto, infausto por asuntos de todos conocidos, fasto (primera acepción) fue, y fausto (segunda) para muchos, especialmente pero no sólo para los tonaltecas y los tapatíos, pues se inauguró la Biblioteca Carmen Villoro en el municipio jalisciense de Tonalá, otro espacio, sabemos, de natural y extrema respiración •

bitácora bifronte

ftorrescordova@gmail.com

monólogos compartidos

Inmutable, pero con voz

Silencio vital

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E HA DICHO que en los poetas mexicanos, sobre todo en la generación de los setenta, puede advertirse un efecto “retro”; la influencia de los clásicos y de las vanguardias. Quizá este “efecto” ha sido uno de los mejores argumentos para quienes han proclamado el fin de la poesía, no así para los que la declaran dentro y fuera del poema y afirman que hay mucho todavía por decir. En un país en el que se le llama “grilla” al justo reclamo, en el que las antologías se editan con dineros públicos para validar grupos literarios y amistades entrañables; en el que coeditar consiste en favorecer a las grandes editoriales y dejar de lado a las independientes, en el que los funcionarios de la cultura utilizan los recintos públicos como la sala de su casa, en donde las simpatías son decisivas antes que las trayectorias, y en el que nos cuesta lo indecible reconocer el talento del otro, es menester que la poesía haga acto de presencia por sí misma de vez en cuando. Inmutable (Laberinto, 2016), de Jorge Hernández, es un poemario que nos remite al tiempo en el que el primer hombre comenzó a nombrar las cosas. Es el Génesis que nos remite a la creación de Adán, fuimos polvo y en polvo acabaremos esparcidos; ¿acaso un relámpago entre dos oscuridades? “He perdido todo pero queda mi sangre enamorada”, dice el poeta que evoca al buscón don Francisco de Quevedo y Villegas:“polvo serán, mas polvo enamorado”, dicta el último verso del soneto imnortal. La palabra es la apuesta de quien sabe, como Wislawa Zimborska en memorable sentencia, que “escribir es la venganza de una mano mortal”. Las búsquedas de Inmutable apuntan en gran medida a la tradición (al modelo digno de imitación); el autor no quiere engañar o impresionar a sus lectores con juegos artificiales o con pirotecnia. En sus referencias, él mismo señala los rumbos de los que se ha nutrido su obra. Sabe que la originalidad es una idea erosionada y vaga: no hay nada nuevo bajo el sol. Así, el bardo dice “Aquietando el tiempo, te he matado cuando todo ha muerto, donde la ceguera es noche por temor al no existo”, y con ello revela su estirpe: ningún poeta nace solo o en la oscuridad, abreva de la tradición que él mismo se construye acompañado de una caravana de lecturas. El erotismo, el amor cortés –postmoderno-, el juego, la paradoja, los rompecabezas armados por artes memoriosas y el tiempo cancelado abren una puerta inmutable, una celebración que sólo el autor puede invocar, y nos invita a mirar con ojos diestros lo que se altera, lo que sí cambia. En Inmutable habita una voz en movimiento: “Con la impaciencia de un mosquito/ te hubiera hecho el amor,/ pero ahora la poesía es urna lacerada/ por eso enladrillo puertas y ventanas./ Mi habitación, prostituta inanimada/ con sábanas apagadas en rabia/ cada velada, cada mañana/ pronuncia la misma tonada/ …te hubiera hecho el amor/ con la paciencia de un mosquito” •

NO DE PRONTO se queda quieto, suspendido al dar un paso, entre dos palabras, entre dos bocados. Uno en principio no entiende qué pasa, por qué todo junto se pasma y se cierra afuera en la calle y cunde su sombra en la mente y el cuerpo. Más tarde ese día o al día siguiente de nuevo, al bajar una escalera, al subir a un autobús o salir a una tarde lluviosa, una mañana al lavarse la cara, de noche a la ruidosa mitad de una broma en un bar con amigos, uno se queda más quieto, más tensos los ojos, casi vidriosa la piel en las manos y una gota de viejo sudor que resbala en el pecho. Uno se da cuenta entonces que no fue sólo un instante, un aire frío que cruza la frente, un tropiezo en la sangre. Uno recuerda que hace tiempo que así se detiene tantas veces al día que ya son quebradizas las horas y el sueño poroso, los labios se secan y hormiguea en la conciencia una alerta incesante, un peligro inminente y ubicuo que quema la nuca con su aliento sicario. Mientras, desde el bisel de sus torres el poder difunde salivosos discursos, estridentes fanfarrias que proclaman futuros de mármol, exclusivos rincones con jardines perpetuos a salvo de toda violencia, la pura a mansalva, la sutil de camisas con puños de seda y fistoles de oro y coral, la urdida en el tenaz y rabioso despojo, la del radiante cascabel del consumo, la paciente y siempre certera de reformas y leyes de fino diseño y vocación de pandemia, sus guiños y claves de pacto entre pares y nones de asambleas y senados, cabildos y cortes, muy lejos sin duda de los dientes que pierde al morder el vacío la vasta miseria, pero con vista a la casa que socarrona y artera destella blancura en las altas colinas de cada ciudad. Uno se queda quieto así, en el umbral de uno mismo, con una desazón soterrada que zumba en la voz y en el agua que somos, que tiñe los ojos de miedo rojizo, pone cerrojos en ventanas y puertas, cancela caricias y juegos, y nos deja en los hombros el hedor a esa muerte inicua y enferma que nos crece en la vida su azuloso y brillante tumor, San Fernando, Tanhuato, Ayotzinapa, Tlatlaya, Nochixtlán… Ahí la palabra se espesa en la boca: algo quiere decir que rompa, que sacuda el letargo, el temor y la secreta vergüenza, que retumbe la voz en el aire de nuevo y redima a la muerte de esa muerte sorda y vacía, y le devuelva su aliento primero, su silencio vital. Tal vez eso reclama el poeta, la intimidad de su muerte y con ella clara y entera su vida.Y la nuestra:“El mundo se me entra por los ojos/ Se me entra por las manos se me entra por los pies/ Me entra por la boca y se me sale/ En insectos celestes o nubes de palabras por los poros/ Silencio la tierra va a dar a luz un árbol/ Mis ojos en la gruta de la hipnosis/ Mastican el universo que me atraviesa como un túnel/ Un escalofrío de alas y olas interiores/ Escalas de olas y alas en la sangre/ Se rompen las amarras de las venas/ Y se salta afuera de la carne/ Se sale de las puertas de la tierra/ Entre palomas espantadas” (Altazor, fragmento, canto i , Vicente Huidobro) •

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........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1113 • 3 de julio de 2016

Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com @mquemain

LA OTRA ESCENA

Poseídos, la vida lúbrica de los fantasmas

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OSEÍDOS, UNA HISTORIA de fantasmas de Henry James: así titulan y promueven este montaje que dirige Martha Luna en compañía de un conjunto solvente y dotado que va del vestuario (Cristina Sauza), escenografía (Mónica Kubli), iluminación (Arturo Vega), video escénico (/Antonia Fritche) y la música original (Alejandro Castaños), hasta las actuaciones de dos niños (Fede Porras y Matilde Luna) que tienen en el contrapunto a Ángeles Marín, una de nuestras actrices de más alta calidad en la escena mexicana. Quien conozca Otra vuelta de tuerca de Henry James sabe que es la historia de una institutriz sin experiencia que responde un anuncio que ofrece un trabajo para cuidar a un par de niños huérfanos atravesados por la singularidad de la posesión. Tras la entrevista con su tío (Jorge Karlóz), desinteresado absolutamente de que el destino de los niños sea un obstáculo para su vida, a su decir, a todas luces inadecuada y poco ejemplar para niños como sus sobrinos, decide encargarlos sin mucho protocolo a esta nueva pasajera del barco espectral en que se ha convertido la mansión. El enfoque de la dirección resulta interesante al insinuar que la vida de ese tío corre en un orden homosexual por los amaneramientos de ese dandy decimonónico. Sin embargo, se queda con la lectura tradicional donde la institutriz entrevistada hace del encuentro con el tío una fantasía amorosa visible cuando se instala en la mansión campirana y a solas en su habitación se aprieta el pubis después de un baño donde humedece hasta la transparencia su fondo, hasta mostrarse en un desnudo que sorprende a una audiencia salpicada de niños atraídos por “los fantasmas” prometidos.

Una sirvienta (Claudia Frías) y un ama de llaves, la señora Grose (Alejandra de la Rosa), juegan a crear el misterio que enlaza el pasado de los niños, de la mansión y de esa pareja de fantasmas, Peter Quint (Jorge Karlóz) y la señorita Jessel (Rosalba Castellanos), con el presente de una institutriz que enloquece poco a poco ante la aparición de los alterego fantasmales que poseen a los niños introducidos en un horizonte incestuoso y seductor que hacen infernal la estancia de su institutriz. El andamiaje de la puesta en escena utiliza todo el espacio de la sala principal en El Círculo Teatral y expande el horizonte perceptivo del espectador, al convertir el escenario en un territorio de 360 grados donde todo se juega en un espacio en el que el público está contenido en la escena y tras él ocurren una serie de acontecimientos que se traducen en sonidos y efectos que permiten pensar que a espaldas nuestra continúan las acciones. Esto es posible gracias a un eficaz dispositivo escenográfico que se acompaña de la música que compuso Ale-

jandro Castaños y de un amplio diseño de sonido, algo efectista, pero no queda otra si se quiere crear una atmósfera de suspenso y giros de atención que cambian de sentido y dirección para sorprender, asustar, alterar, a un espectador que no se espera el acoso terrorífico a la señorita Giddens, tan erotizada como sus pequeños tutelados. Martha Luna trae nuevamente la polémica consideración de los niños sobre la escena y su funcionamiento actoral. La dirección, la guía evidente que representa el diseño de sus movimientos y su comprensión, así como su docilidad frente a las exigencias del director, hacen de su trabajo un tránsito digno e interesante. No son niños ajenos al hecho escénico y eso permite su autenticidad actoral. Es posible que haya niños en la escena a condición de que exista un director capaz de entender para qué están ahí y cómo son capaces de vincularse. Ángeles Marín y Alejandra de la Rosa son una guía que impide que sean dos adultos chiquitos forzados. Poseídos es una producción de Lunario y El Círculo Teatral (Veracruz 107, colonia Condesa, sábados y domingos, 19 y 18 hrs.) que permite que el despliegue de recursos se convierta en un trabajo solvente sin falsas promesas, con una producción donde no hacen falta elementos que se suplan con imaginación (como suele suceder cuando la pobreza económica domina el escenario). Valdría la pena –aunque se trate de una temporada corta– mayor sincronicidad entre el trabajo de los fantasmas y los niños para entender esa historia de amor erótico que transcurre entre Quint y Jessel y termina por lubricar la imaginación de la señorita Giddens. Habría que repensar también (la alternancia, de acuerdo al público) el desnudo de la institutriz, aunque se convierta al final en uno de los bellos recuerdos de esta puesta •

Alonso Arreola @LabAlonso

Réquiem por Nochixtlán

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ARA UN GRAN SECTOR de la población resulta incomprensible, incongruente, que los maestros lleven a cabo acciones de “agresión social”. Ante bloqueos, rapamientos, saqueo o destrucción de infraestructura pública no hay cómo apoyarlos, se dice. Empero, no parece inteligente generalizar juicios ante un movimiento tan grande y variopinto como el magisterial, endilgándole sin cuestionamiento ocurrencias o delitos de personas o grupos aislados. Y perdonará nuestra lectora, nuestro lector; si iniciamos así nuestra columna de hoy es porque no podemos ignorar lo sucedido en Nochixtlán. Hechos así nos impiden hablar de música que no sea para misas, funerales u oratorios. Partamos de que las condiciones que el sistema educativo de nuestros gobiernos ha impuesto a sus docentes (no sólo de aquellas zonas), durante décadas, nos afectan a todos independientemente de nuestra actividad o situación geográfica. Hablamos de un conflicto que no se va a solucionar con la homologación de criterios nacidos en una reforma “correcta” desde lo macro y lo integral (conceptos imposibles en la polarización y la pobreza), y que soslaya necesidades comunitarias, rasgos culturales y otros hechos elementales. ¿Ejemplos? Si un alto porcentaje de los maestros en conflicto es indígena; si tantas escuelas son un techo sobre cuatro palos; si muchos de los alumnos no hablan español; si miles deben caminar horas para asistir a clase; si no tienen materiales mínimos; si no hay luz o internet; si los docentes han de pasar años en comunidades alejadas a sus propios pueblos, etcétera; si eso y muchas cosas más suceden por un rezago de décadas, desatenciones y robos multimillonarios, ¿cómo observar con justicia las imágenes que algunos eligen proyectar en noticieros y medios al servicio de intereses particulares o políticos? ¿Cómo confiar en líderes

BEMOL SOSTENIDO de partidos que quieren sacar provecho con las fluctuantes filias y fobias de la opinión pública? No tenemos una respuesta. Lo nuestro es juntar sonidos y palabras. Lo que sí sabemos es que un enfrentamiento de policías armadas con civiles donde ocurren muertes (de un lado o de otro), es reflejo de mal gobierno, aunque éste a su vez sea producto de una sociedad sin educación y ésta sea consecuencia de un sistema pedagógico que alienta al ciclo entero. En tal circunstancia, es el gobierno el que debería romper el círculo vicioso. Pero, ¿cómo esperar que ello ocurra si la evaluación que exige a quienes carecen de tantas cosas es incapaz de aplicarla en sí mismo? Verbigracia: los militares en Tlatlaya, la policía en Iguala, la casa blanca, la Ley 3 de 3 rasurada... Siga usted la lista. Dicho esto, ¿qué tienen que ver el problema educativo y las movilizaciones de maestros con la música u otros asuntos de este suplemento cultural? Todo. Tiene que ver con la imposibilidad de estar en un mundo que se pueda

leer de mejor manera, con apreciar al otro, con respetar al entorno natural, con refinar la sensibilidad y nutrirse de ideas, arte y reflexiones que aumenten nuestra felicidad y la de quienes nos rodean. Tiene que ver con la justicia. En un ambiente mal educado, la música que se escucha, como tantas cosas más, estará lejos de la calidad. El hecho de que veamos a entretenedores como j . Balvin o Gloria Trevi de jurados en la televisión mexicana, de que numerosos bodrios sigan llenando teatros (Timbiriche, Kabah, OV7, Magneto, Mercurio), de que músicas populares alienten la violencia y el maltrato a la mujer, dice mucho de los vacíos en las aulas. Sí. Desconfiamos de las intenciones de unos y otros líderes (de gobiernos o sindicatos), pues no creemos en quienes crecieron al calor de la corrupción. Tampoco nos gustan las formas de protesta que atentan contra derechos básicos de la sociedad. Pero negamos que todos los maestros de un movimiento sean güevones o delincuentes. Claro que nos urge una reforma educativa. Claro que debemos evaluarnos. Claro que se han cometido errores de forma y estrategia en el lado de quienes alzan la voz. Pero el cambio ha de ocurrir primero en el seno del sistema central del putrefacto gobierno para luego corregir al estatal y el municipal, y entonces llegar a la escuela de la comunidad en donde conviven alumnos y maestros. Exigirlo a la inversa es perverso, creemos. Dicho esto, mientras los diálogos para una pacificación y reforma verdaderas suceden y alcanzan mayor sabiduría que la nuestra, sugerimos recordar y honrar a los muertos y desaparecidos escuchando algunos réquiems de compositores notables, como Palestrina (Missa pro defunctis à cinq voix), Mozart (Réquiem), Berlioz (Grande Messe des Morts), Verdi (Messe de Requiem), Britten (War-Requiem), Ligeti (Réquiem), Stravinski (Réquiem canticles) y, ¿por qué no?, Joseph Julián González con su Misa azteca. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


ARTE Y PENSAMIENTO ........

3 de julio de 2016 • Número 1113 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

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NTES, YO ERA BUENÍSIMA para ir de vacaciones al mar. A la playa que fuera, sin dinero, sin filtro solar, con un traje de baño luido y unas chanclas. Tengo presente, en este mismo momento en el que escribo, la sensación de poner la toalla en la arena, extenderla y tenderme boca abajo, arrullada por el ruido de las olas. La arena se sentía dura y caliente a través de la toalla y el sol, bueno, ya saben cómo es asolearse en esas condiciones, es exquisito. Este agradable estado propiciaba una duermevela muy particular: luminosa y puntuada por los graznidos de las gaviotas. Cuando el sol comenzaba a quemar me levantaba, caminaba a la orilla del agua (y sentía cómo bajo las plantas de los pies se iba haciendo una suerte de islita,

Foto: Carlos Ramos Mamahua

mientras las espuma siseaba y las olas se retiraban) y luego nadaba un rato. Siempre cerca de la orilla, la cobarde. Delicioso y caribeño, porque en la costa del Pacífico he tenido aventuras alarmantes y en una de ellas salí con el calzón del biquini a medio muslo y las rodillas como un Cristo. Así que el Caribe fue el destino, con distintos presupuestos, un montón de veces. No importaba si estaba en una playa atestada a la que hubiera llegado en pesero, o en un hotel en la orilla.“Añade ciencia y añade dolor”, dice el Eclesiastés. Ahora veo los hoteles donde estuve y lo primero en lo que me fijo es si están construidos respetando las dunas y me lleno de sospechas acerca de su viabilidad ecológica. Hace unos años tuve una experiencia caribeña con mi marido. El Conafe me contrató para ilustrar un libro, hice el trabajo, me pagaron y me fui con el cheque a una agencia de viajes. Era temporada baja, bajísima.“Qué regalazo le voy a dar. Se va a poner feliz”, me dije. Acabamos, viaje todo pagado, en un hotel al cual no creo que podamos regresar. El cuarto era enorme, el baño tenía una tina grandísima y desde el balcón veíamos una alberca de agua salada donde haraganeaba una tortuga laúd. Había pocos huéspedes, el servicio era velocísimo y la playa –en Cancún– semejaba una postal tridimensional. Cada día comíamos algo distinto: camarones empanizados con coco y cosas por el estilo. Engordamos kilo y medio en una semana. Vimos pelícanos, delfines, mantarrayas, gaviotas, cangrejos, iguanas, etcétera. Leímos novelas, nos levantamos para ver el amanecer desde el balcón del cuarto y yo tomé las fotos submarinas más malas de la historia con una cámara de doscientos pesos. Casi nadie usaba celular, así que nada interrumpía la contemplación del éter. Él se aburrió como una ostra pero yo, atarantada por el sol, no me di cuenta hasta el final de la estancia. A cada rato se levantaba a sacudir la arena que se metía entre las páginas de su libro;

se iba a dar la vuelta, casi en círculo porque no había más que arena. Junto a la alberca había un señor que enseñaba cómo “hacer artesanías”. Es decir, pintar flores sobre tortugas de barro. Le ofreció una a mi esposo y éste se negó con cara de alarma. Del otro lado de la alberca había un bar donde unos gringos jóvenes comenzaban a tomar tequila desde las diez de la mañana. Se bebían los caballitos de un trago, jugaban dizque waterpolo y comían montañas de nachos con queso, convencidos de que estaban probando exquisiteces mexicanas. Para las tres ya estaban dormidos y cocinándose bajo el sol, con las gorras sobre la cara. –Vámonos al cine, a ver lo que sea –me dijo mi esposo la tarde del cuarto día. Fuimos a ver Waterworld, con Kevin Costner, y llegamos media hora antes de la película. Luego fuimos a la única librería de la ciudad, donde naturalmente, encontró un libro que nadie había querido comprar y que lo estaba esperando: algo sobre el contenido social en la poesía de Ramón López Velarde. Al volver a la ciudad me confesó que una semana le pareció demasiado tiempo. Ocasionalmente hemos vuelto a la playa, en versiones baratas de ese viaje, pero ya sólo sabemos descansar haciendo adobes: calificando, escribiendo, resolviendo cosas relacionadas con el trabajo. No creo que se pueda repetir el estado de feliz ignorancia de aquellos días. El país es otro, el turismo de playa suele ser malo para los ecosistemas y estamos como en la casa, porque nos vamos a todas partes con el teléfono. Creo que lo voy a hacer perdedizo, o por lo menos lo voy a apagar. Voy a leer novelas, a rentar Waterworld aunque me pareció malísima y a comer camarones con coco. A ver si con eso descanso•

LAS RAYAS DE LA CEBRA

Haciendo adobes

Del estrepitoso fracaso de la guerra contra las drogas del gobierno mexicano

A

L PRINCIPIO FUE proclamada en los medios, por todo lo alto. Con harta enjundia. Felipe Calderón la enarboló como pendón legitimador de su presencia espuria en el gobierno. Después la negó. Dijo que no era “guerra”, pero las fuerzas armadas, con sus tanquetas, helicópteros y miñones armados hasta el cepillo, dejaron los cuarteles y salieron a la calle. A nuestras calles. Para las que nunca fueron preparados y ello fue evidente en el terrible trato al público en retenes y operativos. No sorprende que cometieran luego toda clase de atropellos contra la población y aun que terminaran perpetrando gravísimas violaciones a los derechos humanos. Hay sendas demandas en la Corte Penal Internacional de La Haya al menos contra Felipe Calderón y se presume una extensión de la demanda (interpuesta por el abogado Netzaí Sandoval) en que se acusa también de crímenes de lesa humanidad a Enrique Peña Nieto. Increíblemente, los dos más recientes presidentes de México son culpables de que precisamente tantos mexicanos estén muriendo y desapareciendo a diario. Sea como copar tícipes desde esa nebulosa comandancia general de las fuerzas armadas –tal que se erige el presidente cada seis años– o por omisión, cuando esas fuerzas armadas han cometido atrocidades como las masacres de Tlatlaya y Tanhuato, o tantos episodios en que civiles inermes son asesinados por soldados o policías. Por error o a mansalva. La guerra contra las drogas nació más como un amago gubernamental que como un programa planeado y concreto, con metas trazadas, y no hizo sino atomizar a los grupos del crimen en células que a su vez se subdividieron o crearon células nuevas. Esto generó migraciones locales de grupos delincuenciales, lo que conocemos como “efecto cucaracha”, y el resultado fue una dispersión geográfica tal que hoy muchas plazas que estaban tranquilas ya tienen células o grupos organizados y, para más inri, con los años supimos que hay muchos policías y hasta miembros de las fuerzas armadas involucrados en las bandas criminales. No por nada del Ejército mexicano surgieron los Zetas. La guerra contra las drogas en México más bien fue una monumental colección de suposiciones equivocadas, improvisaciones al vuelo y golpes mediáticos, con capturas muy comentadas en los medios, sobre todo en la televisión, de algunos grandes jefes del crimen organizado. Con cada captura se anunció un formidable golpe a las estructuras del narco y del crimen organizado. Televisa y tv Azteca celebraron capturas de narcotraficantes como grandes logros del gobierno… Patrañas. Una pifia tras otra.Y encima, algunas capturas supusieron errores procesales y a más de un narco ha tenido que liberarlo el gobierno o hasta ha tenido que devolver bienes incautados. Pero más cuestionable se

vuelve todo el enorme, sanguinario y violento circo cuando reparamos en los informes sobre el consumo de drogas duras en el principal mercado consumidor: Estados Unidos. En 2011, a cinco años de iniciada la carnicería, algunos reportamos el informe de la Oficina para la Atención de las Adicciones, un organismo de la Casa Blanca, en que se consignaba que, contrario a las alegres predicciones de la presidencia mexicana, las drogas duras en tránsito desde México

Foto: Roberto García Ortiz

experimentaron en ese entonces el más alto pico de consumo, por ejemplo de cocaína y su derivado, la piedra o crack, en siete años. Tras otros cinco años, y después de cientos de miles de mexicanos muertos con violencia o desaparecidos, los picos de consumo han vuelto a ser los más altos y con un elemento harto preocupante para el país vecino: repunta nuevamente la adicción a la heroína. Pero además ya no se trata de un fenómeno urbano, de ghetto o propio de minorías étnicas, sino de una exponencial multiplicación de los adictos a los opiáceos y la heroína mexicana, la que se cultiva principalmente en Guerrero y zonas de Sinaloa, Durango, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León y que permea constantemente por la frontera entre México y Estados Unidos. Si antes había más adictos en barrios lumpen de Los Ángeles, Chicago, Atlanta o Nueva York, hoy las sobredosis se multiplican en barrios clasemedieros de ciudades como Huntington,Virginia, Springfield, Oregón o Cape Cod, en Massachusetts. Demasiada sangre ha corrido. Demasiados miles de millones desperdiciados. Debimos usar todos esos recursos en escuelas y hospitales para mexicanos y nunca permitir que un par de enanos mentales nos llevaran a esta carnicería, a este deterioro social que ahora ya parece indetenible. Y la droga corre como agua •

CABEZALCUBO

tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

Verónica Murguía


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1113 • 3 de julio de 2016

Luis Tovar

Ricardo Guzmán Wolffer

@luistovars

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ENTRO DE LA AMPLIA obra de José Rubén Romero (México, 1890-1952) tanto como escritor, activista y embajador, destaca en la búsqueda del humor La vida inútil de Pito Pérez (1938), no sólo por apartarse de los escritos sobre la Revolución del propio autor, sino por contener una visión diversa a la usada por sus contemporáneos para hablar de esa Revolución que marcó a una generación de escritores. La vida inútil... fue un éxito y ello se ha reflejado, además de los enormes tirajes agotados, en las tres adaptaciones cinematográficas que, sin embargo, pierden la gracia de la narrativa de Romero, quien para 1938 ya tenía mucho camino recorrido como escritor. A partir de la propia biografía, contada por Pito Pérez a cambio de botellas y copas, no sólo nos enteramos de la sociedad rural de Michoacán (el autor nació en Jiquilpan, tierra del Lázaro Cárdenas), donde lo mismo aparecen los abusivos comerciantes, que los vagos borrachos como el personaje central. No por ello será una obra moralista: la madre era tan buena que prefería cuidar a otros niños en lugar de los propios. Sus hermanos son educados uno para sa-

Manuel Guízar interpreta a Pito Pérez

cerdote y otro para abogado: así el primero los cuidaría “de tejas arriba” y el otro los defendería “de tejas abajo”. A Pito Pérez, para tener ambos mundos al alcance, lo hacen acólito: ni echa chile al incensario, para hacer llorar a los devotos y al sacerdote, ni se orina en la sacristía, ni se roba el dinero. Bueno, al principio. Pito usa la sotana todo el tiempo, no para mostrar su devoción, sino por falta de pantalones. Pronto se lleva las limosnas, casi obligado por otro acólito de más edad, a quien obedece, entre otras razones, por carecer de “personalidad legal reconocida para acusar a los hombres ante los tribunales del fuero común”. Al ser sorprendido, prefiere irse a conocer mundo, donde pronto hará su “entrada triunfal al país de los borrachos. Desde entonces, por mi boca habla el espíritu… del vino y, como los profetas de la antigüedad, paso la vida iluminado”. Los diversos trabajos se suceden, pues Pérez no logra conservarlos. Ya sea por encamarse con la esposa del patrón (uno tan gordo que lleva años sin ver a su “Jesusito ni retratado en un espejo”) o beberse los preparados con alcohol o tomar adelantos de pago. La narración se vuelve descriptiva de la vida rural michoacana, pero también sirve para criticar la estratificación social, los abusos eclesiásticos (el cura con el que trabaja Pérez pide dinero e insulta a

los feligreses, incluso en latín para hacerse el sabio aunque no entienda las frases que se aprende de memoria) y, vaya casualidad, la pésima administración de justicia, con jueces corruptos y necios, y ayudantes peores: Pérez aconseja a los pobres (pues los ricos todo logran con su dinero) que cumplan la ley, “pero que se orinen en sus representantes”.De lo local pasamos a lo nacional y, así, a la visión de una universalidad donde se padecen los mismos problemas en muchos lugares, además de los tocados por el narrador. Pérez dedica un capítulo a sus transitares carcelarios, donde le toca interpretar a Jesús en Semana Santa y, al ser crucificado, altera todos los diálogos, empezando por el “Padre, castígalos; se hacen que no saben lo que hacen”. Romero sorprende por incluir en esta obra casi pedestre, su versión de los cielos. Un San Agustín a la mexicana, mezclado con Jiménez, el de Picardía mexicana. Reclama a sus interlocutores:“¿Puede usted decirme cuál es mi realidad y cuál mi ficción?” Rasga el cielo y se asoma a la gloria: los árboles son de verde artificial; el prado, un tapete estilo Luis xv ; ve a los Santos discutir; advierte en el rebaño de ovejas blancas a los distintos tipos de personas: si son esposos engañados, tienen cuernos; si son adúlteras, tienen la sonrisa; hay carneros lanudos, son los ricos que donaron a la iglesia; carneros con charreteras por haber muerto después de combatir a los enemigos de los cristianos; carneros con los genitales dorados y corona de mártir, son los casados con ricas que fornicaban por obligación; las vírgenes virtuosas son ovejillas que se refregaban contra los árboles. Al preguntar por las ovejas negras, un cura le contesta que esas son los pobres de la Tierra y que están en el Purgatorio o en el Infierno, pues los pobres “lo merecen todo” y si se rebelaran, terminarían en el Infierno, así que más les vale estarse quietos. La vida inútil de Pito Pérez es una obra sobre lo grotesco, pero con peculiaridades delicadas que muestran a Romero como un escritor vigente •

D

E ACUERDO CON algunos medios de comunicación, el mexicano Artemio Narro, que suele firmar solamente con su nombre de pila, es un “artista autodidacta […] en la escena del arte contemporáneo desde los años noventa” que se ha desempeñado sobre todo en video, instalación y performance. Asimismo, se informa que su primer largometraje de ficción, titulado Me quedo contigo (México, 2014) tuvo un costo que rondó los 120 mil dólares, obtenidos mediante subastas de arte y otros métodos poco usuales; que el filme fue rechazado en más de siete decenas de festivales cinematográficos, sin embargo de lo cual ha obtenido reconocimientos en algunos otros, por ejemplo el Premio del Público en el Vancouver Latin American Film Festival y el de Mejor Película en el Festival de Cine de Durango –aunque lo de tan multiplicado rechazo suena casi como estrategia promocional, por lo que se leerá a continuación– y que, en palabras del propio realizador, quien a su vez fungió como productor, coguionista y editor, desde el principio la película fue concebida como un acto de provocación. Si este último propósito es mensurable en función de la cantidad de personas que abandonan la sala de proyección antes de que el filme termine de ser exhibido, cabe concluir que Me quedo contigo resultó en efecto provocadora, aunque tal vez no tanto como su autor supuso o pretendió: al menos el día que este ponepuntos volvió a verla –en una sala de la Cineteca Nacional, lugar donde, si cabe la comparación, acude un público más curtido, aguantador y tolerante que el habitual en salas comerciales–, el recinto fue abandonado cuando mucho por unas cinco o seis personas, y quedaría por averiguar si esas deserciones fueron ocasionadas por el rechazo a la forma y el contenido de aquello que se presenciaba, o si en cambio lo fueron por simple y también posible tedio. (Al respecto, uno recuerda el éxodo masivo provocado por dos filmes muy diferentes a éste, decididamente superiores en cualquier sentido, además de provocadores en grado supremo, sólo que en un sentido tan lejano como es posible de lo epitelial y lo palmario: para terminar de ver El caballo de Turín (Béla Tarr, 2011) e Inland Empire (David Lynch, 2006), en sendas exhibiciones de corrida normal, aquellas veces quedamos en la sala no más de diez asistentes.)

E l ExcEso y la violEncia El propio Artemio lo declaró más de una ocasión desde que Me quedo contigo fue exhibida por vez primera: su idea surgió a manera de respuesta a los feminicidios en Ciudad Juárez,combinada con el resultado de una especulación: ¿qué pasaría si fuera al revés,

es decir, que la víctima de la violencia de género, las vejaciones innombrables, el abuso sexual extremo, el homicidio y demás atrocidades de las que, como bien se sabe,ha sido víctima una cifra jamás determinada con exactitud de mujeres no sólo en aquella ciudad fronteriza sino también, por ejemplo,en el peñanietesco Estado de México; qué pasaría, pues, si ese ser humano humillado hasta el extremo no fuese una mujer sino un hombre? El siguiente paso, se colige, fue confeccionar una historia a modo para que dicha inversión de roles fuese plausible y verosímil. El resultado son los noventa y nueve minutos de superlativización, franco recargamiento de tintas y exacerbamiento de situaciones, expresiones verbales y actos vejatorios, agresivos y violentos en los que consiste el filme casi en su totalidad, perpetrados por un cuarteto de mujeres jóvenes contra un hombre en cuyo cuerpo es practicada una innumerable cantidad de abusos,siempre uno más escatológico y repugnante que el anterior. Visualmente repulsivo, lo que cabe apuntar como acierto puesto que esa era la intención confesa del realizador, sin embargo el punto más destacable del filme no es lo grotesco de la puesta en escena sino el trasunto que le da pauta: el cuarteto de personajes femeninos –entre los cuales destaca tanto por la importancia del personaje como por su desempeño histriónico Ximena González Rubio– tiene una clara filiación idiosincrásica y socioeconómica que en la vida cotidiana, en la vida real de quienes pertenecen a esa clase social, se articula precisamente en virtud de una serie de extremos: extremo es su alejamiento del resto de la sociedad, tanto como la voluntaria ignorancia de la naturaleza de esta última, y extremo es también el sentimiento inconsciente pero terriblemente patente, de esa clase adinerada y poderosa, de que el resto del mundo, personas incluidas, están ahí para ser usadas al mismo nivel que un automóvil o una casa. Una película incómoda, ciertamente, por lo bien que refleja los horrores de la decadencia ética de una sociedad castificada •

CINEXCUSAS

Lo extremo repulsivo

José Rubén Romero y el exquisito grotesco

GALERÍA

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ENSAYO

3 de julio de 2016 • Número 1113 • Jornada Semanal

Andrés Caicedo:

José María Espinasa

E

l escritor colombiano Andrés Caicedo, autor de Que viva la música, está marcado por un curioso destino en el que cada cierto tiempo se vuelve a él para recordar su genio, su importancia como escritor, su papel de figura de culto, su pasión por el cine. Y sin embargo, esa recurrencia tiene algo de fantasmal, de absurda y de insumisa a las leyes de la publicidad y la mercadotecnia actual. En la novela mencionada, equidistante de Bajo el volcán (Malcolm Lowry) y de Se está haciendo tarde (José Agustín), inmortalizó a la ciudad de la rumba: Cali. En México no ha tenido muchos lectores. Hace ya casi veinte años publiqué en la revista Nitrato de Plata varias cartas que dan cuenta de su pasión por el cine y del génesis de la revista Ojo al Cine, piedra angular de la crítica sobre el celuloide en América Latina. Recuerdo también alguna vez haber visto ejemplares de su novela en una librería mexicana, casi escondidos en la mesa de novedades, y haber presentado el cortometraje documental que sobre él hizo su amigo y responsable de algunas de esas recurrencias, Luis Ospina, en el Centro de Capacitación Cinematográfica (ccc). Entre la amplia colonia colombiana que vive en México se le suele leer, recordar y comentar, pero no ha pegado entre los lectores mexicanos. Caicedo –que nació en 1952– va a cumplir el año que viene cuarenta años de muerto. Su temperamento angustiado lo llevó al suicidio a los veinticinco y nos dejó –parecía– para siempre la duda de si había llegado a ver los primeros ejemplares de su novela Que viva la música. El editor del libro, el poeta y crítico

Juan Gustavo Cobo Borda, insinuó recientemente que sí la vio impresa. Ya fallecido, sus amigos han ido volviendo mítico su baúl del cual se desentierran también de forma recurrente textos inéditos. Un volumen desigual pero absolutamente fascinante fue el que reunía sus heterodoxos relatos Destinitos fatales, otro, el que reunió sus críticas de cine. El que pudo ser su antecedente directo, Fernando Vallejo, se iría por esos años a estudiar cine a Italia, y después vendría a México, donde dirigiría algunas películas y terminaría por volverse, en un tono ácido y pesimista, uno de los grandes escritores colombianos contemporáneos. Los textos de Caicedo son típicamente sesenteros. Pero no han envejecido, siguen como Rayuela (Julio Cortázar) y la ya citada Se está haciendo tarde, conservando su capacidad de conmover y expresar una insatisfacción marcada por la rebeldía juvenil que, gracias a su rechazo –repulsa– a la política se volvió un movimiento político de singular importancia en las rebeliones estudiantiles del ’68. En estas fechas, los platos fuertes son las películas Y todo comenzó por el fin, en la que se rememora no sólo a Caicedo sino al propio Ospina y a Luis Mayolo, los núcleos centrales de aquella utopía que bautizaron como Caliwood, y que terminó por cambiar el cine y la cultura de Colombia. Y la adaptación de Que viva la música por Carlos Moreno, que muy pocas personas han tenido la oportunidad de ver en México y que no ha sido bien recibida por la crítica colombiana. Cada que ocurre una de estas recurrencias me vuelvo a preguntar el porqué Caicedo, un escri-

tor de culto en Colombia, fuera de ese país es muy poco conocido; en México sus libros no se encuentran, no están en bibliotecas, mucho menos en librerías y ni siquiera entre los propios escritores ha sido leído. ¿Podrá el cine romper este destino fatal de Caicedo? Cuarenta años de su muerte y sesenta y cuatro de su nacimiento es un tiempo suficiente para que la figura de personaje maldito dé paso a una valoración de su calidad literaria. Y una de las razones para no interesarse mucho es –pienso– que el lector mexicano es poco dado a la frecuentación de las obras marcadas por los dorados sesenta si no vienen del inglés. Por ejemplo: si bien José Agustín sigue contando con algunos fieles lectores de sus obras, se le lee cada vez menos y pocos de sus libros se reeditan. Los otros escritores (empezando por el fallecido el año pasado, Gustavo Sainz, pero también Juan Tovar y Parménides García Saldaña) vinculados directa o indirectamente a la onda son prácticamente desconocidos. El interés de los lectores actuales está marcado por otra tendencia, como muestra la moda vigente por Salvador Elizondo y Ulises Carrión, y eso ha condicionado, por ejemplo, que las editoriales no se animen a publicar a Caicedo fuera de Colombia. ¿Qué distingue a Que viva la música? El ritmo febril de una noche de parranda con el fondo de la música popular colombiana, el uso de una prosa vertiginosa y muy expresiva de ese “apurar la copa”, de ese morir joven tan cioraniano aún no contaminado por ese otro morir joven de las drogas, no sólo por el consumo sino por la violencia que ellas desatan en su mercadeo clandestino. Y, por otra parte, la ilusión, que hoy se siente ingenua, de poder expresar en la literatura las ganas de vivir intensamente y con una libertad inesperada. Caicedo puede ser, como han sido víctimas otros escritores, de lo que podremos llamar el síndrome del baúl. Hace años, desde un autobús en Cuernavaca, vi en un puesto un periódico local que decía a ocho columnas: “Se robaron el baúl de Elena Garro.” Nunca encontré después ese periódico, pero ante la proliferación de inéditos y cartas de la gran escritora, autora de Los recuerdos del porvenir, pienso que ese baúl no tiene fondo, como parecen no tenerlo, en planos distintos, los de Pessoa y Caicedo. Si Borges imaginó el paraíso como una biblioteca, Caicedo debió hacerlo como un cineclub con filmoteca adjunta y si él la está programando, el resto debe importarle ya muy poco •

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