Suplemento Semanal

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CHILE 2019

IMÁGENES DEL OCASO NEOLIBERAL

SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 3 DE NOVIEMBRE DE 2019 NÚMERO 1287

Mario Garcés D., Marcos Roitman Rosenmann, Rosa Moussaoui, Antonio Valle, Gustavo Ogarrio y Alejandro García Abreu


LA JORNADA SEMANAL

Portada: Susana Hidalgo. “La imagen es de todos y habla por sí sola”

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CHILE: IMÁGENES DEL OCASO NEOLIBERAL El lunes 14 de octubre algo estalló en Santiago, la capital de Chile: bajo el peso inmenso de sus contradicciones originarias y la profunda desigualdad social emanada de sus postulados, el neoliberalismo económico-político está dando señales muy claras de aproximarse a su fin, al menos tal como se le propugna y encomia desde los centros mundiales de poder, los cuales no casualmente eligieron una zona –Latinoamérica– y un país, Chile, como el primer laboratorio para experimentar con recetas gubernamentales, financieras y de política social excluyentes, cuyo saldo trágico para las grandes mayorías se ha vuelto insostenible e insoportable. Y es la juventud chilena, seguida por todo un pueblo, la que con toda su creatividad y su fuerza está empujando un cambio urgente no sólo para la hermana República de Chile, sino para toda América Latina y cualquier país víctima de un sistema claramente agotado y masivamente repudiado. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Rosario Mateo Calderón FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga LABORATORIO DE FOTO: Jorge García Báez, Ricardo Flores, Jesús Díaz y Felipe Carrasco PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción

OCTUBRE DE 2019: ESTALLIDO SOCIAL EN EL

CHILE NEOLIBERAL

Dónde empezó, cómo y por qué ha crecido el conflicto; quiénes son los sectores sociales y los actores políticos en desencuentro; qué papel juegan los antecedentes históricos aún vigentes en la sociedad chilena –la memoria y fantasma de la dictadura; la “transición” a la democracia, la “elitización” de la política y los políticos, los enormes contrastes en las clases sociales–, los medios de comunicación masiva y los nuevos recursos de comunicación en manos de los jóvenes, indiscutibles protagonistas de las protestas; la guerra declarada, el toque de queda y el “nuevo pacto social”, son algunas de las preguntas que contextualiza esta crónica-ensayo sobre el conflicto que se vive estos días en Chile.

Mario Garcés D.* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Los sucesos

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urante la semana del 14 al 18 de octubre, los estudiantes secundarios llamaron a evadir el pago de los boletos del Metro de Santiago, como una forma de protesta frente a una reciente alza de las tarifas de este importante medio de transporte. “Evadir, no pagar, otra forma de luchar” fue la consigna que cientos de estudiantes coreaban a la entrada de las estaciones de Metro, desde el lunes 14 en adelante. El conflicto comenzó a crecer, contando con el apoyo tácito de gran parte de la población, cuando la tarifa del Metro alcanza, en horas punta, 830 pesos chilenos (1.2 dólares estadunidenses). El día jueves 17, mientras las estaciones eran custodiadas por Carabineros de Fuerzas Especiales, el conflicto se radicalizó con ataques a las instalaciones de algunas estaciones, especialmente los torniquetes. Pero no fue hasta el viernes 18 que el conflicto se expandió y amplificó con manifestaciones en estaciones de alta concurrencia de usuarios, que alteró el funcionamiento regular de Metro, que transporta diariamente a aproximadamente 2.8 millones de santiaguinos. Se empezaron a cerrar estaciones y se incrementó la represión en distin-


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tos lugares, alterando todo el sistema de transporte de una ciudad de 7 millones de habitantes. Cuando anochecía, la policía se vio aparentemente superada y el gobierno amenazaba a los manifestantes con aplicarles la Ley de Seguridad Interior del Estado y no ofrecía ninguna salida al alza de tarifas. O sea, sólo se criminalizaba la protesta acusando a los manifestantes de “vándalos y criminales”. A las 20:30 horas comenzaron a sonar las cacerolas en distintos barrios de Santiago y muchos manifestantes se congregaron a la entrada de varias estaciones del Metro con mayor presencia de jóvenes de los barrios populares. Se iniciaron entonces ataques e incendios de algunas estaciones del Metro más el saqueo de locales comerciales y supermercados. A estas alturas, el Metro había suspendido todas sus operaciones en la ciudad y el gobierno se reunió de urgencia en La Moneda, para decretar, pasada la medianoche, el “estado de emergencia”, que entregó el sostenimiento del orden público a los militares. La estrategia del gobierno fue equivocada y tardía en todas sus etapas. El viernes, cuando el conflicto aumentaba, sólo ofreció represión, que estimuló aún más la movilización. El sábado 19, con estado de emergencia en ejercicio, las manifestaciones tomaron un doble giro: a) junto a la expresión pública del malestar mediante caceroleos y manifestaciones en plazas y grandes avenidas, se multiplicaron los saqueos a supermercados y farmacias; y b) la protesta se extendió a las provincias y se hizo nacional, de norte a sur del país, al menos desde Iquique hasta Punta Arenas, con mayor intensidad en Valparaíso y Concepción, las dos ciudades mayores después de Santiago. En esta fase de la movilización, aún en desarrollo, el estado de emergencia fue desafiado y desobedecido por la población, al punto que la noche del sábado se impuso el “toque de queda” en Santiago, Valparaíso y Concepción. Tampoco el toque de queda alcanzó los efectos esperados y las manifestaciones públicas y saqueos continuaron.

Chile vivía entonces el mayor “estallido social” desde que se recuperó la democracia, es decir en los últimos treinta años. Un estallido que nadie podía imaginar o prever, aunque muchos admiten hoy que los síntomas existían y existen desde hace ya bastante tiempo. Como colofón de lo que hemos narrado, el presidente Piñera, en la sucesión de errores y fantasías de su gobierno, declaró el domingo 20 de octubre, al anochecer, que “estábamos en guerra”. Por una parte, desde el gobierno y el Estado, las instituciones viven su peor momento de credibilidad y legitimidad, producto no sólo de la corrupción –de la que ya no se salvan ni las Iglesias– sino además de su abismal distancia e indiferencia con la sociedad y particularmente con el pueblo. Por otra parte, desde el punto de vista de las clases populares y sus luchas, esta movilización que conduce a un “estallido” se hace sin un convocante central, sin orgánicas conocidas (ni partidos, ni la cut, ni coordinaciones territoriales), por lo que adquiere un “cierto” carácter espontáneo, que hay que matizar en el sentido de que los estudiantes secundarios y diversos movimientos sociales generaron sus propios procesos de organización y de expresión pública que preceden a este estallido: el movimiento mapuche desde fines de los años noventa; el movimiento estudiantil, secundario y universitario (mochilazo, en 2002; revolución pingüina, en 2006; movimiento por la educación pública, en 2011); el movimiento “No + afp”1 desde 2016; el “mayo feminista” de 2018; los diversos movimientos socio ambientalistas y de lucha por el “agua y los territorios”; las luchas y huelga de los profesores en 2018, etcétera. Todas estas luchas tienen un alto valor, pero carecen hasta ahora de instancias de coordinación y unificación suficientes.

Las razones del malestar Existe cierto consenso en los medios, entre los políticos e intelectuales y en el sentido común, que

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Estudiantes protestan contra el aumento de costo del Metro y autobús, Santiago, Chile. Foto: Esteban Félix / AP. Arriba: Claudio Reyes / AFP.

el problema es más que el alza de los boletos del Metro, que gatilló las movilizaciones. Esta fue “la gota que rebalsó el vaso”, o siguiendo una cierta tradición, los chilenos reaccionamos “cuando el agua nos llega el cuello”. El consenso se mueve en dos direcciones: a) La desigualdad estructural de la sociedad chilena, que se ha vuelto insoportable; b) La acumulación de abusos y alzas en los servicios públicos de luz y transporte, de salud (sobre todo, medicamentos), viviendas e incluso de productos de primera necesidad. Se podrían sumar otras razones, como la precarización de los derechos sociales y el creciente endeudamiento de la población, especialmente la más pobre con las tarjetas de crédito, que van desde el supermercado hasta la ropa, el auto y los artículos electrónicos. Hay también una razón política: nada se puede cambiar, por más que los ciudadanos se movilicen y por miles, si no cuentan con la anuencia de la derecha o del gobierno de turno, por ejemplo, las pensiones de hambre y el sistema de afp, los bajos salarios, el sistema de educación pública, que sólo se pudo cambiar parcialmente, el sistema de salud pública, el acceso a vivienda, etcétera. En suma, las “largas sombras de la dictadura”2 implicaron que la política fuera monopolio de los poderes de facto, especialmente del gran empresariado y de los partidos políticos; que la promesa de la transición, de que “la alegría ya viene”, sólo alcanzó para algunos y excluyó a las grandes mayorías, que sólo fueron vistas como “objeto” de políticas públicas –administradas por variados tecnócratas– y nunca como derecho a la participación y a la iniciativa del propio pueblo. Para decirlo de manera breve y concisa: la política es un asunto de los políticos y la población / PASA A LA PÁGINA 4


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debe confiar en ellos –en su sensibilidad, su noción de “servicio público” y otros eufemismos– para que la sociedad progrese. Por lo demás, la economía, creciendo, es capaz por sí sola de ofrecerles más trabajo, más recursos y sobre todo, más consumo. En realidad, como lo indicó en alguna oportunidad un político e intelectual antaño de izquierda (de los que hay muchos), la mayor democracia es la que produce el mercado. Mientras más consumidores tengamos, más efectiva es la democracia. Podríamos seguir abundando en esta línea, pero creo que la mayoría del país lo sabe: vivimos en un país dual, un país para pobres, con un segmento que camina hacia la clase media, y un país para ricos, con su propio segmento de clases medias prósperas. Esta dualidad tiene expresiones visibles y manifiestas: salud para ricos y para pobres; educación para ricos y para pobres; barrios y viviendas para ricos y para pobres… La reproducción “moderna” del viejo e histórico clasismo chileno, que en esta coyuntura estalla, como muchas otras veces en la historia de Chile, en la cara de los poderosos.

El estallido como forma de expresión popular No es la primera vez que los adolescentes chilenos se ponen a la vanguardia de las luchas sociales. ¿Por qué los estudiantes secundarios? Una hipótesis posible y para bien de nuestra sociedad, es que los adolescentes están pensando y lo hacen con mayor libertad que los adultos. Pero no sólo piensan sino también “actúan”, sin medir muchas veces sus consecuencias y, más todavía, su acción tiene efectos. Cuando se les criticó que el alza de precios de Metro no afectaba a los estudiantes, respondieron con claridad meridiana, “sí, pero afecta a nuestras familias” y en esta respuesta lograron dos victorias: sumaron a sus madres y padres, y le quitaron el piso al discurso de Piñera y la derecha que siempre dice actuar en defensa de la familia. ¿Por qué el Metro? Esta es una pregunta que muchos se han hecho y que genera sentimientos ambivalentes, ya que Metro es un bien público y presta un gran servicio para el transporte. Pero, habría que agregar, el Metro simboliza el orden y el Estado, dicho en lenguaje juvenil, representa “el sistema” que organiza la vida cotidiana de la ciudad. El ataque al Metro, si lo vemos en retrospectiva, efectivamente golpeó al sistema y desarticuló el orden de la ciudad (como reza el refrán popular: ”para hacer una tortilla hay que quebrar huevos”, y esta vez se quebraron). Si el Metro representa al Estado, la red de supermercados y farmacias representan al “mercado” y el “estallido social” creó la ocasión para “pasarles la cuenta”.

CHILE: “NADA PODRÁ SEGUIR Escritora y cineasta, la francochilena Carmen Castillo trabajó cerca del presidente Salvador Allende. Después del golpe de Estado de 1973, los militares abatieron a su compañero Miguel Enriquez, jefe del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (mir), resultó ella misma gravemente herida y encontró finalmente refugio en Francia. Desde el corazón mismo del sublevamiento popular, Carmen conserva una “memoria viva”. Carmen Castillo describe un movimiento horizontal que cristaliza el rechazo de un modelo de desigualdad y la decisión de los jóvenes de las clases populares de no aceptar más las indignas condiciones de vida que hoy padecen.

Repertorios de acción de las clases medias y de los más pobres La mayor sorpresa para el gobierno y para todos los chilenos fue que, decretado el “estado de emergencia”, las movilizaciones continuaron, la medida que ponía militares en las calles no actuó como antídoto ni descomprimió la protesta, que tomó dos formas: caceroleo y ocupación de plazas (Plaza Italia, en el centro y Plaza Ñuñoa, en el sector oriente entre las más visibles en Santiago) así como “marchas” en provincias y saqueos en los barrios de Santiago e importantes ciudades a lo largo del país. Las manifestaciones fueron reporteadas por los medios de comunicación (radio y tv) de modo casi ininterrumpido, con un doble discurso: protestar pacíficamente es un derecho, saquear es un delito. En este discurso de los medios está en juego la legi-

Manifestantes antigubernamentales. Foto: Rodrigo Abd / AP.

Rosa Moussaoui ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

-¿Cuál es la atmósfera de las marchas populares que han surgido hoy en Chile? -Es un ambiente extraordinario debido a la multitud de colectivos y organizaciones ahí presentes, la originalidad de las pancartas que ondean y expresan, incluso con humor, sus demandas sociales, pero sobre todo por el soplo que imprime la juventud de los barrios populares y los estudiantes a este movimiento. Todas las generaciones se entretejen, y lo que resulta evidente es la determinación a conservar las calles y el rechazo a ceder al miedo. Nadie se deja llevar por el festival de demagogia del discurso del presidente Sebastián Piñera, que esconde un gran desprecio frente a las exigencias de los chilenos. Pero lo que llama la atención a los que vivimos estos acontecimientos, es que esta represión no detiene nada ni a nadie. No logran suscitar un repliegue. El desplazamiento de un ejército listo a disparar no produce el efecto buscado: obligarnos a regresar a casa. Esta respuesta represiva, la postura marcial del gobierno que se dice “en guerra”, ha provocado lo contrario: una ampliación de la movilización. El miércoles, los que protestaban osaron ir más allá del perímetro prohibido logrando continuar su camino, mientras un grupo, en ese mismo momento, bailaba la cueca bajo las ventanas del Palacio de la Moneda, a pesar de la despiadada represión llevada a cabo


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COMO AYER”

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Entrevista con Carmen Castillo* |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

en el centro de la ciudad. Los chilenos ocupan la calle. Yo he padecido el golpe de Estado, la dictadura. Pero mi indignación de ver al ejército desplegado de esa manera no produjo en mí ninguna parálisis, al contrario. Nosotros mismos, los mayores, hemos sido contagiados por esta desaparición del miedo... -¿Quiénes son los manifestantes que espontáneamente salieron a las calles? -El motor de este movimiento es una juventud transversal. No solamente los estudiantes: todos los barrios populares están en las calles con esta juventud precarizada, sin empleo. Todo comenzó con un gran “¡Ya Basta!”, por el rechazo a pagar tan caro los transportes en común que cada día transportan 2.5 millones de pasajeros. El Metro fue atacado, incendiado, porque es el símbolo de este sistema, de una modernidad bien regulada. Uno camina, toma el metro, padece trayectos hasta de dos horas, uno trabaja, uno obedece. Y uno tiene que pagar, además, precios exorbitantes para los que perciben el salario mínimo. Desde este punto de vista, Chile era el sistema perfecto. Nadie podía imaginar lo que vendría. Aquí, en el laboratorio del neoliberalismo, eso funcionaba muy bien: la población aguantaba la opresión, absorta por el consumo, las tarjetas de crédito, el endeudamiento… con, desde luego, una sociedad para los pobres y otra sociedad para los ricos. Una educación para los pobres, y otra educación para los ricos. Lo mismo para el sistema de salud, de transportes, todo....

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timidad de la protesta social, que revela la acción de dos grupos sociales distintos, la de clase media (la participación de las clases medias representa un duro revés para la derecha y el gobierno que han pretendido validarse prioritariamente a través de estos sectores) y la de los sectores más pobres. A estos últimos se les criminaliza con una variedad de argumentos que van desde la condena a la violencia hasta la defensa de la democracia. Lo que no se dice es que la precariedad de la democracia es el resultado del predominio de los intereses de unos pocos, que han sido protagonistas de los mayores actos de corrupción en los últimos años, y que, además, se protegen entre sí mediante juicios prolongados y sin destino o restituyendo algo de lo robado al Estado, o con condena a “clases de ética”. La convivencia de diversos repertorios de acción genera diferencias en la “opinión pública” fuertemente reforzada por los medios de comunicación, que condenan en coro “la violencia”. Sin embargo, hay que admitir que si esto no hubiese ocurrido –los ataques a los símbolos del Estado y de mercado–, no estaríamos en medio de un estallido y de una crisis que abre las posibilidades de recrear y reimaginar el futuro de la sociedad chilena. La represión y la presencia militar en las calles surtirán sus efectos, especialmente con relación a los saqueos, pero no es claro que disminuya la presión social y política diversificando los repertorios

de acción (o, dicho de otro modo, las formas de lucha), mediante marchas, caceroleos, paralizaciones, pronunciamientos públicos, llamados a “protesta nacional”, donde las acciones pacíficas convivirán con brotes de violencia social. Las diferencias en los repertorios de acción generan divisiones y conflictos que pueden dificultar políticas de alianza y ser manejados por el gobierno y los medios de comunicación como una estrategia para legitimar la represión.

El protagonismo de los jóvenes Un hecho que ha llamado la atención en las movilizaciones de los últimos días es la visible presencia juvenil. Desde los orígenes del movimiento, que comenzó con los estudiantes secundarios, y prácticamente en todas las movilizaciones en plazas, avenidas y también en los ataques a supermercados y las cadenas comerciales, en todas partes, “los jóvenes la llevan”. Este es un fenómeno tal vez universal; sin embargo, en Chile adquiere una connotación especial: se trata de las nuevas generaciones que no vivieron la dictadura y que, de alguna manera, se puede sostener que no son portadoras del “miedo” que acompañó a sus madres, padres, abuelos, abuelas y generaciones que los preceden. Se trata también de nuevas generaciones que están participando en cambios culturales relevan-

Los manifestantes gritan consignas en contra de su gobierno; las protestas han sacudido a toda una nación. Foto: Rodrigo Abd / AP.

tes y de diversa naturaleza. Cambios en la estética, en la relación con sus cuerpos, en los modos de vestir, en la sexualidad, las relaciones de pareja, en las nuevas formas de inserción laboral y de sobrevivencia (con cada vez más extendidas estrategias de trabajo informal) y, tal vez lo más evidente, con un fuerte recurso a la comunicación digital, que suponen redes de comunicación e intercambios –en tiempo presente– de información, convocatorias, análisis, juegos, distracción y una suerte de “opinión pública” entre pares. De este modo, los jóvenes de hoy participan en una nueva subjetividad –más libertaria y más ciudadana–, con sus propios medios de comunicación e intercambio que los dispone a la movilización en tiempos mucho más veloces que en el pasado. Estamos entonces en medio de nuevos actores y de nuevas temporalidades. Entre los muchos sucesos de cierto impacto público, el lunes 21, cientos de jóvenes de clase media marcharon por la Avenida Providencia y se manifestaron en el Apumanque y frente a la Escuela Militar, en Apoquindo con Vespucio, en el corazón de los barrios de la burguesía chilena, un tipo de manifestación inimaginable en tiempos pasados. / PASA A LA PÁGINA 6


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En Chile, la gente sufre una inmensa crueldad pero se avizora un cambio, incluso si es imposible predecir cómo va a acabar este levantamiento. Lo que es evidente, es que el acontecimiento ha tenido lugar y que nada podrá seguir como ayer. Yo participo, con mi colectivo de la escuela popular de cine, con micro acciones abiertas, proyección de imágenes y asambleas de barrios. Estos encuentros incluyen a todo el mundo en torno a reivindicaciones sociales y al sentimiento de que la vida ya no vale nada, de que ya no hay nada que perder. Hay sindicalistas, ecologistas, feministas, ciudadanos comprometidos con conflictos o grupos de barrios, personas solas que se reencuentran con otras. ¡Es magnífico! ¡Ustedes se imaginan lo que uno siente cuando tiene el privilegio de vivir un despertar semejante! Una manifestante apuntan con una resortera durante los enfrentamientos con la policía en Valparaíso, Chile, el viernes 25 de octubre de 2019. Foto: Matías Delacroix / AP.

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Cuando “lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer” Este “estallido social” nos sorprende en medio de un agotamiento de las formas políticas tradicionales. Desde el punto de vista de los medios de comunicación, de gran protagonismo en estos días, y haciendo de los periodistas una suerte de “intelectuales orgánicos” de la crisis, lo que se sostiene es que el diagnóstico ya es definitivo: la desigualdad y los abusos condujeron al “estallido social”. El gobierno de Piñera, después de varios desvaríos, admite que ha tenido que escuchar “la voz de los ciudadanos”. Desde la izquierda y de las redes sociales, se indica: “el pueblo se cansó”. En las primeras horas de las movilizaciones, avezados analistas se preguntaban: ¿Cómo esto no se pudo prever? ¿Dónde estaba el director de Inteligencia? ¿Y los asesores del gobierno? Incluso más, sin ninguna consideración sobre las causas de la movilización, las primeras declaraciones oficiales del Ministro del Interior y de la Ministra de Transporte, simplemente condenaban a los violentistas y criminalizaban a quienes protestaban. Para los grupos en el poder, la protesta y el estallido social los sorprendió, no lo pudieron prever y, tal vez, tampoco lo imaginaron. Esta situación es reveladora de la escisión y la distancia de la política para con la sociedad, del “desacoplamiento” de lo social y lo político, base sobre la cual se organizó la transición a la democracia, que excluyó y subordinó a los movimientos sociales que lucharon en contra de la dictadura. Este fue, de algún modo, el resultado de la adaptación de la centroizquierda –demócratas cristianos, socialistas y pepede (Partido Por la Democracia, creado a fines de la dictadura)– a la Constitución de 1980 (heredada de la dictadura) y al modelo neoliberal. La primera adaptación –a la Constitución del ’80– condujo a la “elitización” u “oligarquización” de la política; la segunda adaptación –al modelo neoliberal– condujo a la “mercantilización” de la vida social (y de paso a la colonización del Estado por los grandes grupos económicos nacionales y trasnacionales, con sus reiterados episodios de corrupción). En este contexto, tanto la derecha, por razones obvias, como la centroiz-

Los jóvenes de hoy participan en una nueva subjetividad –más libertaria y más ciudadana–, con sus propios medios de comunicación e intercambio.

quierda, se asimilaron a las lógicas neoliberales, mejoraron sus ingresos (especialmente los parlamentarios y altos funcionarios públicos) y vaciaron progresivamente la política de contenidos ideológicos. Se hicieron todos, hombres y mujeres funcionales y pragmáticos(as). Es contra esta forma de ejercicio de la política, desprestigiada en el tiempo y con débil legitimidad, que estalló en estos días la protesta social exigiendo cambios profundos que atiendan las demandas ciudadanas y populares. La situación en las fuerzas progresistas, de izquierda extraparlamentaria y de los sectores populares, tampoco es tan sencilla. El pueblo chileno, en los últimos cincuenta años ha sido protagonista de dos grandes epopeyas: la Unidad Popular y las Protestas Nacionales en contra de la dictadura. Ambas terminaron en derrotas, con altos costos humanos, políticos y simbólicos. Su evaluación aún no termina de realizarse, se escabulle o se la niega, responsabilizando a los enemigos de la izquierda. Desde una perspectiva histórica, me parece que el punto nodal no resuelto tiene que ver con problemas que aún nos acompañan y que el actual estallido social vuelve a poner sobre la mesa: las relaciones entre el Estado y la sociedad civil; el papel de los movimientos sociales y de los sujetos colectivos del cambio social. El resultado de las adaptaciones de la centroizquierda y el de las negaciones para evaluar

las derrotas históricas nos han conducido al desarrollo de una izquierda difusa, diluida, que participa del sistema político, y a una izquierda anarquista (especialmente juvenil) y otra que vive del pasado, rememorando glorias y todo aquello que no fue. En rigor, uno de los mayores costos de las derrotas es la crisis de la institución “partido político de izquierda”. Probablemente, la mayor novedad en los últimos años ha sido la creación del Frente Amplio, que agrupó a diversos partidos y colectivos de izquierda, algunos de reciente creación, y que alcanzaron una importante representación parlamentaria en las elecciones de 2017. Hasta ahora, han tenido un desempeño mediocre en el parlamento y no han logrado constituirse en un referente político significativo. Su mayor debilidad, sugerentemente, radica en su débil relación con los sectores populares. El cuadro no sería completo si no tuviéramos en cuenta el desarrollo de los tradicionales y los nuevos movimientos sociales. En el caso de los primeros (sindicalistas, campesinos y pobladores) se han debilitado como sujetos colectivos, mientras que los segundos – mapuche, feminismo, estudiantes y ambientalistas– han incrementado su presencia pública. El mayor desafío en la actual coyuntura tiene que ver con el fortalecimiento de estas dinámicas de la sociedad civil, que en lugar de archipiélago debieran ser capaces de constituir un “continente”, reforzando los intercambios y generando instancias de unidad social y política.

Salidas políticas de corto y largo plazo Resulta muy difícil prever las salidas a la actual crisis social y política por la que atraviesa la sociedad chilena. En muy corto plazo, si el domingo se había decretado ”estado de emergencia” en Santiago, Valparaíso y Concepción, con “toque de queda incluido”, el martes 22 de octubre, el estado de emergencia se extendió tanto por el norte como por el sur del país. Santiago funciona a medias, con una sola línea de Metro y un insuficiente servicio de buses, los supermercados abren parcialmente sus puertas (con apoyo militar y de carabineros), la mayor parte de las farmacias y los bancos están cerrados y los servicentros registran largas filas de


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Los abusos son demasiado fuertes, la conciencia de la injusticia es demasiado grande. Las luchas desde 2006 son incesantes, al creerles a esos gobiernos que pretenden ser de izquierda y que no han hecho más que administrar el modelo neoliberal de Pinochet. Desde luego que uno no puede compararlo con los treinta años que han pasado desde la dictadura, pero las políticas ejercidas a lo largo de este período no han hecho más que agravar la injusticia y el saqueo. Al grado de que Chile pertenece totalmente, a pesar de todo, a las multinacionales. Ellas poseen todo: el agua, las montañas, la tierra, el océano, la electricidad, los transportes. ¡Todo! La lucha por el agua, en el Chile de hoy, es una lucha profundamente anticapitalista. La palabra “revolución” no ha sido pronunciada en estos días. Pero líneas de perspectivas aparecen con la reivindicación de una Asamblea Constituyente, el llamado a una nueva Constitución. Cada día, se descifran nuevas pistas. La palabra “igualdad”, esa palabra tan formidablemente densa, que había sido evacuada del vocabulario político en beneficio de la palabra equidad, hoy día regresa de nuevo. Ondea en las marchas con la palabra “liber-

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tad”. En el punto en que ahora nos encontramos, lo que yo presiento es que esos archipiélagos de luchas pueden crear un continente popular donde la mayoría de los chilenos podrá reencontrarse. -Ustedes han padecido en carne propia la innombrable violencia de la dictadura de Pinochet. ¿Cómo resuena hoy este movimiento en ustedes? -Sabes, cuando uno sobrevive a todo eso, lleva dentro una memoria viva. Yo no siento ninguna nostalgia. Simplemente resiento que mi generación no haya sabido transmitir suficientemente esta historia, nuestro modo de hacer política en aquellos años. Haciéndome parte de ello, yo no pienso en el golpe de Estado. No es eso lo que tengo en la mente cuando atravieso el toque de queda. Yo enfrento, junto a esta juventud que se rebela, los retos de hoy con la experiencia del pasado. Lo que yo llevo en mí de Salvador Allende, de Miguel Enríquez y de mis amigos asesinados, torturados, desaparecidos, no es su muerte. Es su vida. *(Fragmento) Publicada originalmente en L’Humanité

Foto: Martín Bernetti / AFP

Un hombre enciende una vela en memoria de los manifestantes asesinados durante los ataques a las manifestaciones antigubernamentales en Santiago, Chile, el domingo 27 de octubre de 2019. Foto: Rodrigo Abd / AP.

automóviles que buscan abastecerse de gasolina. La ciudadanía se desplaza como puede y el toque de queda nos acompaña desde hace días. Las movilizaciones en avenidas y plazas y los caceroleos se siguen reproduciendo, con inusitado vigor y entusiasmo a lo largo del país, incluidos los “barrios altos” de Santiago. Los manifestantes no sólo reclaman respuestas a las demandas sociales (las mismas que han generado el malestar y el estallido social), sino también el fin del “estado de emergencia” y el retiro de las fuerzas militares de las calles. Las víctimas fatales hasta hoy martes 22 de octubre, suman 15 personas, 11 en los saqueos y 4 por acción directa de carabineros o militares, amén de malos tratos y humillación de mujeres, desnudadas en recintos policiales. Para el miércoles 23 diversas organizaciones sociales convocaron a un paro nacional de actividades. Las respuestas del gobierno se han centrado básicamente en el control de “orden público” y el

presidente Piñera ha transitado, desde el absurdo al declarar “que estamos en guerra” el domingo 20, para moderarse el lunes 21, llamando a generar las condiciones para un nuevo “acuerdo social”. Los políticos de derecha y centroizquierda amplían la noción y sostienen la necesidad de un nuevo “pacto social”, que en rigor en Chile nunca ha existido. En el ínter, el jefe de la Zona de Estado de Emergencia de Santiago, al día siguiente de la declaración de guerra de Piñera, indicó en televisión: “Soy un hombre feliz y no estoy en guerra con nadie.” Su declaración sorprendió a todo el mundo y pareciera que no existe consenso en las Fuerzas Armadas sobre la conducta a seguir en la actual situación. Curiosamente, mientras el presidente tomaba la posición “militar” declarando “la guerra”, el jefe militar tomaba una posición “política”. Más allá de las diferencias entre el jefe político y el jefe militar, la posición del gobierno se mueve entre la represión y la búsqueda de acuerdos con

la clase política. El martes 22, Piñera invitó a los jefes de partidos a La Moneda, pero no concurrieron los dirigentes socialistas, comunistas y del Frente Amplio. El temor que circula entre militantes de la izquierda y los ciudadanos que protestan es que Piñera busque reproducir la “democracia de los acuerdos”, una estrategia que organizó la transición a la democracia para producir acuerdos elitistas entre los partidos excluyendo a la sociedad civil y los movimientos sociales. El conflicto y la inestabilidad, todo indica, se van prolongar, generando o “un empate catastrófico”3, o una salida golpista (o autogolpe de Piñera) poco probable por ahora, o un fortalecimiento de la movilización y los movimientos sociales que debiera tener como horizonte un “proceso constituyente” (o Asamblea Constituyente en forma o reformas parciales a la Constitución), para lo cual es necesaria una coordinación social y política suficiente que impida que la energía desatada termine disipándose. Por ahora, nadie puede predecir cómo se conjura esta crisis. Lo único claro es que Chile ya no es el mismo que el de ayer, gracias a su pueblo movilizado l Notas 1. afp, Asociación de Fondos de Pensiones, basado en la capitalización individual y en manos de empresas privadas, sin participación de los trabajadores. 2. Título de un libro que evalúa los treinta años de democracia: Julio Pinto (editor). Las largas sombras de la dictadura, lom, Ediciones, Santiago, 2019. 3. Noción acuñada por Antonio Gramsci para referirse a situaciones de confrontación de dos proyectos nacionales de país, así como de oposición social e institucional y una cierta parálisis en el Estado para resolver su propia parálisis.

*Historiador Director de eco, Educación y Comunicaciones.


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Chile 2019: Una muy necesaria y oportuna reflexión sobre el contexto histórico, los motivos y los posibles alcances de la reciente ola de protestas en Chile bajo el lema “no son 30 pesos, son 30 años”, que ya conforma la llamada “revolución de paz” en contra de la violencia neoliberal y la declaración de guerra del presidente Sebastián Piñera, quien instauró el estado de excepción y de emergencia (como Lenín Moreno en Ecuador) ante el “derecho de vivir en paz” (Victor Jara dixit).

Gustavo Ogarrio |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Para mis chilenos entrañables: Iris y Pablo, Maira y David, Magali y Claudio; para Francisco “Chino”, para Jorge Etchevers, para Amanda Y no me digas ¡pobre!/ por ir viajando así/ no ves que estoy contento/ no ves que voy feliz/ viajando en este tren,/ en este tren al sur,/ tren al sur… “Tren al sur”, Los Prisioneros, letra de Jorge González

Preámbulo: Chile como la “sede clásica” del neoliberalismo en América Latina

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ara Pedro Lemebel, la transición a la democracia en Chile fue más bien una “museificación de la memoria”: la dictadura de Augusto Pinochet permaneció en ella informalmente, en el miedo del regreso de los militares al poder, en la disciplina económica del libre mercado, en el despojo sistemático de los “recursos naturales”, en la huella del exterminio y la desaparición; formalmente en la Constitución de 1980, la cual intentaba hacer obligatoria la continuidad del modelo económico y la impunidad del régimen militar. La transición más “exitosa” de una dictadura a la democracia en América Latina fue la de Chile: a pesar de los esfuerzos por formar una memoria de justicia ante los crímenes de la dictadura, de instaurar comisiones de la verdad, de una resistencia tenaz, política y cultural, contra la amnesia democratizadora, se impuso un régimen del olvido que liberó el pasado inmediato dictatorial para que actuara en el futuro cercano de la democracia. La transición a la democracia en Chile fue un pacto de control político y militar: concertación y democracia restringida. Lemebel también le da nombre a esta liturgia de la simulación de un cam-

imá ocas

bio de época: el “festín democrático”, las “misas culturales” de la memoria sin justicia, “el show cultural chileno” de la vuelta de la democracia fue también un agrio y aburrido coctel que poco a poco se fue transformando en una nueva dictadura: la del capitalismo neoliberal como la medida de todos los miedos y de todos los deseos, el libre mercado liberando las fantasías materialistas de lo imposible: la vivienda, la salud, la educación… la “diversión y el entretenimiento”; la vida, la muerte y el dolor se volvieron mercancías de una forma totalitaria, una jaula de créditos, deudas y una brutal desigualdad para la sociedad chilena, que se enmascaraba en la alegría hipostasiada de los números “positivos” de la macroeconomía. Chile quedó hipotecado en los anhelos de la privatización, disparó como nadie los deseos de corrección política de un libre mercado articulado a un eficiente sistema de control políticomilitar, imaginario y real, concentrado en la figura de un Ejército de imagen totalitaria y de un cuerpo policíaco-militar de eficacia simbólica, como lo es carabineros. Chile se volvió la “sede clásica” (como le gustaba decir a Marx sobre Inglaterra) del neoliberalismo en América Latina. La miseria crediticia e hipotecada del grueso de la sociedad chilena “coincidió” con el despliegue de la riqueza neoliberal de las élites, tal y como Marx afirma que “la miseria de las masas trabajadoras”, entre 1848 y 1864, corrió paralela a un “incomparable desarrollo de la industria y el comercio” (Manifiesto de la Primera Internacional, 1864). Sin embargo, la dictadura neoliberal del capital en Chile estalló un día de octubre de 2019 y tal parece que nada volverá a ser igual. Al menos, en las imágenes de esta “revolución de paz”, que no ha disparado un solo tiro, es posible encontrar ya símbolos que anuncian una utopía de corto plazo que se convierte en pregunta: ¿es posible vivir en América Latina sin la dictadura del capitalismo neoliberal?


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ágenes del so neoliberal

“No son 30 pesos, son 30 años” Todo comienza aparentemente en los bolsillos. En Ecuador, el primero de octubre se anuncia la suspensión del subsidio a los combustibles y empieza una protesta popular e indígena de alcance todavía insospechado, pero que pone en crisis al gobierno de giro neoliberal de Lenín Moreno. Las protestas también se concentran contra un actor transnacional –el Fondo Monetario Internacional (fmi)– y esto las convierte conscientemente en protestas contra el neoliberalismo: la inminente alza de los combustibles se desplaza a los transportistas y de ahí al alza del transporte y de ahí a un alza de precios y de ahí a la huelga general. No es solamente el valor relacional del combustible: es el sistema económico neoliberal que obliga a Ecuador a tomar medidas de ajuste para que el fmi haga efectiva su promesa de créditos blandos.

La Marcha Más Grande de Chile y diversas imágenes de las manifestaciones desde el pasado lunes 14 de octubre. Fotos: Rodrigo Abd / AP.

En Chile, el 18 de octubre también se anuncia un ajuste: ante el anuncio de que se elevará el precio del Metro, estallan las protestas. Primero en abierto desafío contra el alza, después se despliega la capacidad relacional del aumento: va del dinero por gastar a la pérdida de valor del salario y del trabajo, de ahí se activa la evocación de las privatizaciones… transporte, educación, salud. Todo esto se expresa con cacerolas y cantos en los que estalla también la memoria: “No son 30 pesos, son 30 años” de régimen neoliberal. Tanto en Ecuador como en Chile se decreta el toque de queda, el estado de excepción y de emergencia, como una medida de control político/ PASA A LA PÁGINA 10


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CANTO Y REBELDÍA EN CHILE Y LATINOAMÉRICA En este artículo se abordan las canciones que a lo largo de la historia han probado su incuestionable capacidad para generar memoria. Las palabra cantada genera conceptos e imágenes de hechos que permanecen en la mente, sobre todo cuando esas canciones han quedado grabadas (palabra que curiosamente es utilizada más bien para una de las artes visuales) en la memoria gracias a soportes como acetatos, cassettes, cedés y, más recientemente “flotando” en la “nube” o en la memoria de dispositivos digitales.

Antonio Valle ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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militar que hace transparente la articulación entre la actualidad destructiva del capitalismo neoliberal y la continuidad en “democracia” del “espíritu” de dictadura. La violencia policíaca y militar, la “furia del interés privado” (Marx dixit), con la que se defiende el neoliberalismo genera imágenes espeluznantes, dolor, persecución, desapariciones y crímenes de Estado. El neoliberalismo en su fase de crisis política y económica en América Latina se repliega hacia una herencia dictatorial que “militariza” la defensa del capital. Es en Chile donde la voz espectral del neoliberalismo encarna ya en una ideología abiertamente bélica. El 20 de octubre, el presidente Sebastián Piñera le declara la guerra a la sociedad chilena: “estamos en guerra contra un enemigo poderoso”, afirma. Después se deja retratar con una corte de militares, a manera de una informal junta militar: la imagen fotográfica como esa semiótica del terror que está por venir. Sebastián Piñera da el paso que le faltaba al neoliberalismo: hace transparente la criminalidad oculta del Estado neoliberal. Ese “estamos en guerra” es una afirmación espeluznante que asume la herencia espectral y genocida del dictador Augusto Pinochet, poniéndola al servicio del nuevo fascismo: el del momento abiertamente criminal de la ley del valor capitalista, el totalitarismo del empresariado y del mercado neoliberales… la vida, la salud, la educación, el Metro, la riqueza mineral, la muerte y el dolor, impuestas absoluta y violentamente como mercancías. Además de abiertamente criminal, es la declaración más delirante y absurda de guerra: armamento de alto poder contra cacerolas y cantos.

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ara quienes nacimos a mediados del siglo xx, pocas cosas existen tan dolorosas como la muerte del doctor Salvador Allende, con quien, en 1973, literalmente víctima de un golpe (de Estado) se hicieron pedazos las aspiraciones democráticas de Chile y con ello de América Latina en su conjunto. Con la extraña muerte de Pablo Neruda (al lado de la desaparición de miles de chilenas y chilenos de todas las edades y pertenecientes a todas las clases sociales), se entronizó la dictadura de Augusto Pinochet. El artero militar y sus epígonos civiles intentaron hundir durante cerca de medio siglo a una de las tradiciones culturales más ricas y profundas del orbe. No obstante, aunque en apariencia silenciaron los instrumentos y las voces de la resistencia en el interior del país andino, hubo una fantástica explosión de solidaridad en toda Latinoamérica. En términos cronológicos, Chile aparece en el centro de los movimientos culturales, políticos y militares que, a lo largo del siglo xx, integraron la siniestra cadena de dictadores como Somoza en Nicaragua y Alfredo Stroessner en Paraguay, además de las dictaduras militares que comenzaron en Chile y posteriormente se impusieron en Argentina y Uruguay. Casi una década antes, la derecha fascista latinoamericana derrocó con un violento golpe de Estado al presidente de Brasil Joäo Goulart y veinte años antes al presidente Jacobo Árbenz en Guatemala.

A pesar de la violencia contra los pueblos, sus artistas e intelectuales, la historia de los pueblos latinoamericanos quedó registrada en novelas, cuentos, poemas y canciones. El movimiento subterráneo por el que fluyeron las canciones de protesta o de canto nuevo se reprodujeron por todo el continente. Canciones de grupos como Quilapayún (la famosa banda chilena que nació en la década de los sesenta, cuya canción más conocida es “El pueblo unido jamás será vencido”, y cuya letra ha sido cantada miles de veces en todos los países del continente: “De pie, cantar/ que vamos a triunfar./ Avanzan ya/ banderas de unidad./ Y tú vendrás/ marchando junto a mí/ y así verás/ tu canto y tu bandera florecer./ La luz/ de un rojo amanecer/ anuncia ya/ la vida que vendrá.” Inti-Illimani (nombre quechua que significa “águila dorada”) es otro conjunto chileno, creador de “Venceremos”, himno mítico del movimiento de la Unidad Popular que triunfó en las elecciones presidenciales de Chile, con el que Salvador Allende ascendió al poder en 1970. Ambos grupos, después del golpe militar que dejó miles de asesinados, desaparecidos y torturados, tuvieron que exiliarse.

Víctor Jara, Silvio y Pablo: el derecho de vivir en paz Fue preciso que pasara medio siglo para que las canciones de Víctor Jara, músico y compositor alta-


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mente sensible, volvieran a ser cantadas por los manifestantes de Chile. Recientemente volvieron a escucharse en distintas ciudades y plazas canciones que reclamaron de nuevo el concepto básico de “El derecho de vivir en paz”, negado hasta ahora por el régimen derechista (sinónimo internacional de autoritarismo) de Sebastián Piñera: “Indochina es el lugar/ Más allá del ancho mar/ Donde revientan la flor/ Con genocidio y napalm/ La luna es una explosión/ que funde todo el clamor/ El derecho de vivir en paz.” Tampoco es una casualidad que en otras plazas de la reciente reconciliación popular chilena, hombres y mujeres, jóvenes, viejos y niños se abrazaran mientras escuchaban la canción de Silvio Rodríguez “Vamos a andar”: “…con todas las banderas/ trenzadas de manera/ que no haya soledad…// Vamos a andar/ en verso y vida tintos/ levantando el recinto/ del pan y la verdad// Vamos a andar/ matando al egoísmo/ para que por lo mismo/ reviva la amistad.” Canción cantada, bailada y “abrazada” de manera multitudinaria que –imagino– debió levantar ámpulas de vergüenza o envidia en algunos poetas consagrados durante el período neoliberal en México. Otra de las canciones emblemáticas que se deslizó a contracorriente durante la larga noche de las dictaduras y su correlato neoliberal en Latinoamérica es “Canción por la unidad Latinoamericana”, de Pablo Milanés, cuyos versos revelan el montaje ideológico y mediático que durante décadas fue impuesto en todo el continente: “Realizaron la labor/ de desunir nuestras manos/ y a pesar de ser hermanos/ nos miramos con temor…” Otra canción clásica de Pablo Milanés que acompañó a las recientes movilizaciones de los chilenos rebeldes es: “A Salvador Allende en su combate por la vida”: “Partías el aire/ saltabas

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Foto: Matias Delacroix / AP.

las piedras,/ surgías perfecto de allí,/ jamás un pensamiento de pluma y palabra/ devino en tan fuerte adalid.// Cesó por un momento la existencia,/ morías comenzando a vivir.// Volaba,/ lejos tu pensamiento,/ justo hacia el tiempo/ de mensajes, de lealtades, de hacer.” Finalmente, una de las canciones más recordadas por estos días de gloria para los chilenos es “Santiago de Chile”, de Silvio Rodríguez. Las poderosas y terribles imágenes de sus versos serán perdurables en la versión de Miguel Ríos: “Hasta allí me siguió como una sombra/ el rostro del que ya no se veía/ y en el oído me susurró la muerte

que ya aparecería.// Allí yo tuve un odio una vergüenza,/ niños mendigos de la madrugada/ y el deseo de cambiar cada cuerda por un saco de balas.// Eso no está muerto/ no me lo mataron/ ni con la distancia, ni con el vil soldado.”

Chico Buarque, Violeta Parra y los estudiantes Absolutamente reveladora fue –y sigue siendo– la canción “Me gustan los estudiantes”, compuesta por Violeta Parra, pieza emblemática de las movi/ PASA A LA PÁGINA 12

Foto izquierda: Esteban Félix / AP. Foto derecha: Rodrigo Abd / AP.

Esta declaración le da continuidad a las formas de la violencia neoliberal en América Latina, cuya metáfora de “guerra” comienza precisamente en México, con Felipe Calderón en su desastrosa “guerra” contra el “crimen organizado”.

Salvador Allende: “Las grandes alamedas” se abrirán a la memoria

Así como el espectro de Pinochet y de la dictadura retornan en la “guerra” de Piñera contra la sociedad chilena, una de las imágenes de mayor poder evocativo en la “revuelta de paz” es la de Salvador Allende… a la que se suma la de Víctor Jara. El primero es evocado como la figura en la que se concentra la primera furia del asalto militar a la democracia; el momento del despojo militar de la “vía chilena” al socialismo. Allende reaparece en imágenes y frases que sirven como referentes para pensar la continuidad de la sociedad chilena en su crítica al capitalismo criminal y militar. Allende, en 1973, ubica con precisión la matriz internacionalista y nacional de la relación entre capitalismo y agresión militar a la sociedad: “El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición.” De estas palabras se pueden extraer las coordenadas del actual “golpe de Estado neoliberal” de Piñera: el capital neoliberal, a través de sus instituciones como el fmi, articulado a los defensores gubernamentales / PASA A LA PÁGINA 12


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Foto: Martín Bernetti / AFP.

lizaciones que los jóvenes chilenos –y de otros países, incluido México– han sostenido contra la privatización de la enseñanza. El siguiente es un ejemplo de sus ingeniosos versos: “Me gustan los estudiantes/ jardín de nuestra alegría/ son aves que no se asustan de animal ni policía/ caramba y samba la cosa/ que viva la astronomía”, versos que se entrelazan con una de las frases más famosas de Salvador Allende: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica.” Otra pieza contracultural, aunque de tono festivo, es “A pesar de usted”, escrita e interpretada por Chico Buarque, que de esa manera no sólo se oponía sino que incluso celebraba la capacidad lúdica y sensual de la resistencia cultural y política de los brasileiros: “A pesar de usted/ mañana ha de ser otro día// tendrá entonces que ver/ al día renacer/ derramando poesía.” ¿Cómo olvidar a la argentina Mercedes Sosa, cantando “métale a la marcha/ métale al tamor/ métale que traigo un pueblo en mi voz”. La derecha fascista en América Latina, particularmente los nazis infiltrados en Brasil, Argentina y Chile, constituyeron una red secreta que violentó de manera sistemática la vida cotidiana de los pueblos de estas tres naciones. Todas estas canciones, aunque muchas veces en tono bajito, fueron cantadas por multitudes durante la larga y oscura noche del período neoliberal que concluye. “They Dance Alone” (Cueca Solo)” es una canción de Sting incluida en el álbum Nothing Like the

Foto: Rodrigo Abd / AP.

Sun, canción solidaria con las mujeres chilenas que llevan en sus manos las fotografías de sus amados desaparecidos: “Hey Mr. Pinochet/ Su siembra huele mal/ Y ese dinero que recibe/ Pronto se terminará/ No podrá comprar más armas/ Ni a sus verdugos pagar/ Imagine a su madre/ danzando siempre en soledad// Danzan con los muertos/ Los que ya no están/ Amores invisibles/ No dejan de danzar/ Danzan con sus padres/ Sus niños también/ Y con sus esposos/ En soledad.”

México: canto nuevo y resistencia musical Nosotros vivimos una guerra sucia a la mexicana, que también veníamos de matanzas conocidas como “la Plaza de las Tres Culturas”, “el ’68” “Jueves de Corpus” o “el halconazo de 1971”. No es casualidad que en la década de los años setenta Eugenia León formara parte del grupo “Víctor Jara”. Es importante reconocer que México se convirtió en refugio predilecto del exilio chileno, período en el que también florecieron centros de cultura latinoamericana como la famosa Peña Tecuicanime, de Anthar López y Margarita Cruz en la colonia Roma, o la peña El sapo cancionero, ubicada en Ciudad Satélite. En México el canto nuevo y la música de protesta fue llevada a las universidades, auditorios y plazas públicas por Óscar Chávez, Amparo Ochoa, Eugenia León, Guadalupe Pineda, la peruana Tanía Libertad y

de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.” Como afirma el historiador José del Pozo Artigas, en su libro Allende: cómo su historia ha sido relatada (lom, 2017), el legado del presidente socialista chileno es el de una “revolución inconclusa”, que sirve para “cuestionar a la izquierda de hoy” y al neoliberalismo militar, también de hoy; además de que abre las alamedas para imaginar otro destino para Chile y América Latina.

“Es hora de cambiarlo todo”: el momento cero de una utopía

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Las manos nuevas de Víctor Jara

chilenos de este totalitarismo del mercado, “creó el clima” para que las Fuerzas Armadas afirmaran su tradición golpista y de violencias contra la sociedad chilena. De Víctor Jara se canta como un himno de resistencia civil “Derecho de vivir en paz”, el derecho de protestar contra el neoliberalismo, contra el gobierno criminal de Sebastián Piñera, de impulsar un nuevo pacto constitucional que termine con la continuidad pinochetista en la vida legal y formal de Chile. En medio de la violencia militar contra la sociedad, ante el estado de emergencia que persigue, desparece y aniquila, en “la marcha más grande de Chile” del viernes 25 de octubre, “la luna es una explosión que funde todo el clamor”.

Salvador Allende y Víctor Jara son protagonistas de otra batalla: una batalla por los símbolos, la memoria y el presente. Los dos han muerto al menos dos veces: una cuando fueron asesinados por el régimen militar de Pinochet, la otra cuando se impuso la censura de sus legados, de sus imágenes, palabras y canciones. Sin embargo, hoy se vive en Chile y en América Latina un recomienzo icónico e ideológico de sus figuras. Las últimas palabras de Allende sirven a esta nueva fase de la batalla desde el presente por la memoria, por el significado y los símbolos de las luchas que se acaban de activar en su resistencia al neoliberalismo: “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde,

Una fotografía que se ha viralizado en las redes sociales se ha transformado también en una imagen icónica de esta revuelta de paz en Chile. Se le atribuye a Susana Hidalgo, actriz chilena. En esta foto se capta una columna repleta de ciudadanos chilenos, con la bandera mapuche que ondea en lo más alto de la columna, banderas de Chile por todos lados; una multitud protestando con el humo y el sol o el fuego que languidecen en el horizonte. A esta foto se le ha añadido la consigna: “Es el momento de cambiarlo todo”. Es la imagen de la crisis del orden neoliberal, pero, sobre todo, es la imagen de una utopía: es posible vivir sin el capitalismo neoliberal y esto se puede lograr con una revuelta y organización masiva de paz. Las imágenes de la rebelión civil en Chile son las imágenes de esta utopía a corto plazo para toda América Latina: el anhelado fin del neoliberalismo, el desmontaje de un sistema económico, político y cultural basado en el totalitarismo de la mercancía, que pensaba que nada se le podía resistir y oponer al proyecto histórico de privatizar las necesidades básicas, el “espacio público”, la enfermedad, la felicidad, la tierra, el agua, el mar, la luz…los deseos, las almas, los cuerpos; tal y como afirmaba Marx: “encontrar un mundo nuevo a partir de la crítica del antiguo” l


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por León Chávez Texeiro, talentoso compositor y cantante quien integró el grupo Urbano Pacheco, relacionándose con cantantes como Judith Reyes, o con grupos como Los Nakos y Los Folkloristas. De manera semejante a las canciones de Víctor Jara, las composiciones de Texeiro abordan situaciones de la gente más pobre en las grandes ciudades. Un ejemplo de ello es la canción “Guadalupe Salazar” (quien) “murió de alcohol y vergüenza/ a su lado solamente había un gran perro gris… no pudo más con la renta/ y el desalojo la mató”. Posiblemente este período de la resistencia cantada en México se cierra con las composiciones de Rockdrigo González, quien falleció durante el terremoto de 1985, en plena instrumentación de la etapa neoliberal. Su canción “Rancho electrónico” habla de “nopales automáticos/ con sus charros cibernéticos/ y sarapes de neón// Era un gran pueblo magnético/ con Marías ciclotrónicas/ tragafuegos supersónicos y su campesino sideral…” La siguiente fase de resistencia musical de la cultura popular en América Latina es la que conocemos como “Rock en tu idioma”, pero esas canciones son materia de otro capítulo. Por ahora, esta “Rayuela” de La Jornada sintetiza el clima y el tono de una derecha desenmascarada por la nueva unidad popular de Chile: Como alma en pena andan intelectuales y políticos que vendieron el modelo chileno como el buque insignia del progreso en América Latina l

Foto: Matías Delacroix / AP.

EL CHILE NEOLIBERAL Tras las protestas el miedo cambió de bando. Hoy son los arquitectos del neoliberalismo quienes están en shock. La memoria colectiva del golpe de Estado era una advertencia para disuadir cualquier movilización social. La toma espontánea de las calles por millones de chilenos evidencia el hartazgo hacia una plutocracia que vive su mundo a espaldas de la ciudadanía.

Marcos Roitman Rosenmann ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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ás allá de los acólitos de Pinochet, socialistas como Ricardo Lagos, expresidente, acuden en defensa del modelo. En declaraciones a El País afirma que las manifestaciones son el resultado del éxito del modelo neoliberal. “Teníamos un 40% de pobres y ha bajado a 10% en las últimas tres décadas. Ese 30% tiene nuevas demandas. La primera no volver a ser pobre, pero la segunda es la necesidad de que el Estado provea más bienes públicos de los que proveía antes.” Sin rubor, concluye que las protestas no buscan un cambio de modelo económico. Ese es el nivel de arrogancia. Pero las cifras de cepal lo desmienten. En 2016, Chile fue declarado el país más desigual de la ocde. El 10% más rico percibe el 40% de los ingresos y concentra el 66,5% de la riqueza neta, mientras que el decil más pobre apenas supera el 1% y no accede al 2%. Se estima que 450 mil hogares padecen déficit de vivienda adecuada y 45 mil carecen de agua potable, electricidad, y servicios esenciales. En cuanto a la educación superior, la matrícula anual oscila entre los 3 mil y 8 mil euros. Los estudiantes sólo pueden acceder a las facultades mediante créditos de la banca privada. Más de 400 mil estudiantes se encuentran atados a créditos con una morosidad superior al 40%, junto a un paro juvenil que roza el 20%. Sebastián Piñera declaró al país en guerra “contra un enemigo implacable, que no respeta

Y EL PAÍS QUE QUIERO

a nadie ni a nada, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”. Hoy, mientras aún sigue la represión, otorga a las fuerzas armadas un sobresueldo del 30% y un 20% a carabineros, por su actuación. Su cambio de gobierno es más de lo mismo. Empresario golpista, su hermano José ocupó las carteras de Trabajo, Previsión Social y Minería con Pinochet. Su fortuna se formó al amparo de los crímenes de lesa humanidad. Defraudó, robó y, gracias al negocio de las tarjetas de crédito, se convirtió en uno de los hombres más ricos de Chile. Mientras, José, el ministro, creaba el sistema privado de pensiones para regocijo del capital financiero. Tras la dictadura, prestó sus servicios al gobierno de José Maria Aznar. Financiado por la ceoe y el Círculo de Empresarios publicó un manual de culto en la derecha española: Una propuesta de reforma del sistema de pensiones en España. En 2005, su libelo: Una casa dividida, cómo la violencia política destruyó la democracia en Chile, defiende el golpe de Estado: He escrito este ensayo como una contribución a la causa de que nunca más se quiebre la democracia en Chile, para lo cual estimo imprescindible conocer las razones que la destruyeron y concordar hacia el futuro tres principios fundamentales para una convivencia pacífica: a) bajo ninguna circunstancia, con ninguna justificación, y en ninguna forma, un grupo debe propugnar, / PASA A LA PÁGINA 14


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y mucho menos iniciar, la violencia como mecanismo de cambio económico, social o político bajo un régimen democrático, b) iniciada la violencia por algún sector, ella debe ser atajada de inmediato por el gobierno de ese momento, dentro de la ley pero aplicando toda la fuerza de la ley, y c) el rechazo a los que propician y ejercen la violencia, y el apoyo al gobierno que la combate con mano firme, debe contar con el apoyo unánime y decidido de la sociedad política y sociedad civil. Sebastián, presidente, su alumno aventajado, decreta el estado de emergencia y el toque de queda. Las fuerzas armadas toman el control, disparan a quemarropa, violan mujeres, torturan y reprimen como hicieron tras el golpe de Estado. Según el informe del Instituto Nacional de Derechos Humanos a fecha 26 de octubre, han sido detenidas 3 mil 163 personas, de las cuales 545 son mujeres, 2 mil 150 hombres y 343 son menores de edad. En cuanto a los heridos en hospitales, hay mil 51, de ellos 531 con impactos de bala y 125 presentan pérdida o lesiones oculares. Muertos, contabilizan diecinueve, entre ellos un menor. La continuidad del modelo económico y social, entre la dictadura militar y los gobiernos posttiranía, es completa. En Chile rige la Constitución de 1980, redactada en dictadura. La desigualdad social, la pobreza extrema, constituyen uno de los mayores escándalos de la historia de Chile. No pocos ministros de la Concertación, socialistas, excomunistas, radicales, ex del mir, socialdemócratas, se subieron al proyecto neoliberal a costa de corromperse y esquilmar al pueblo. Todos los presidentes están salpicados por escándalos: Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz Tagle, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera. Piñera pide perdón con un paquete de medidas parche, afirmando que “no fue consciente de los problemas y sus consecuencias, como tampoco lo fueron sus predecesores en el gobierno”. Insultan

Sebastián Piñera canceló dos grandes cumbres internacionales después de casi dos semanas de protestas nacionales que han dejado al menos 20 muertos. Foto arriba: Matías Delacroix / AP. Foto abajo: Martín Bernetti / AFP.

la inteligencia. Ellos son los artífices del hambre, la injusticia social, la sobreexplotación y el asesinato de los dirigentes del pueblo mapuche. En el mea culpa, declara desconocer las reglas que rigen la economía de mercado y, con ello, los orígenes espurios de su fortuna. A mor de corrupto, idiota. Vendieron el país. Los chilenos no son propietarios de sus riquezas. Endesa controla las hidroeléctricas, Banco de Santander y bbva los ahorros, Telefónica las redes, Repsol los hidrocarburos, Prosegur, la seguridad. Por no mencionar los productos de consumo en manos de compañías estadunidenses, canadienses y europeas. Monsanto en fertilizantes, semillas y soya, y los medicamentos se los reparten las trasnacionales Hoffmann-La Roche, Pfizer, Johnson&Johnson, Sanofi, Novartis, Gilead Sciences, Merck. Los parques naturales han sido vendidos. ¿No son

conscientes? Lo son. Por ello, la consigna para mantener la mentira neoliberal obliga a redoblar el apoyo a Sebastián Piñera y criminalizar las protestas. El Chile que quiero debe esperar. Un proceso constituyente, los derechos de autonomía y restitución de los territorios usurpados al pueblo mapuche, la sanidad universal, impuestos progresivos al capital, la recuperación de las riquezas básicas, una enseñanza gratuita y de calidad, vivienda, trabajo y sueldo dignos, junto a una sociedad democrática son parte de la lucha anticapitalista y contra el neoliberalismo. El optimismo por la presencia de millones de chilenos en las calles nos da épica, suma para abrir las grandes alamedas, pero no nos engañemos: sin proyecto, sin organización, la necropolítica seguirá vigente l


Arte y pensamiento

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Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars

Morelia 17 (ii de iii) Cielo amargo Titos Patrikios

Me empapo junto con los muertos del cementerio militar. Por mis entrañas pasan los ramales del agua me hacen una vieja túnica con agujeros de bala que se disuelve despacio sobre los huesos de un soldado. Y era una lluvia extraña que no esperan los campos. Me empapo en nuestras tierras salvajes con mis compañeros muertos. Por los caminos del agua por las piedras subterráneas busco nuestra raíces perdidas y un cielo amargo que si llueve y si no llueve ellos nunca verán. Y era una lluvia común que cae estos meses.

Titos Patrikios (Atenas 1928), abogado, sociólogo y traductor, es también miembro de la Primera Generación de Postguerra o de la Derrota. Formó parte de la Resistencia durante la ocupación alemana y estuvo a punto de ser asesinado por los colaboracionistas. Después de la Guerra civil griega (1946-1949) fue arrestado por sus ideas de izquierda y condenado al exilio durante tres años. Traductor de Lukács, Stendhal, Balzac y Valéry, es autor de quince libros de poesía. En 1992 recibió el Premio de Poesía Internacional Salerno, y en 1994 el Premio Nacional de Poesía de Grecia por toda su obra.

LO QUE SIGUE es un comentario, breve por necesidad, acerca de cada uno de los nueve filmes –todos producidos este mismo año– que integraron la Sección de Largometraje Mexicano de ficción, de la competencia oficial del ficm19: Con su cuarto largoficción, titulado Esto no es Berlín, Hari Sama demuestra tres cosas cuando menos: la primera es doble, compuesta por continuidad y regularidad, con sus nueve producciones entre cortos, documentales y largoficciones, a razón de una cada dos años y medio en promedio. Segunda y tercera no son halagüeñas: entre una comedia inicial, un par de dramas meridianos y ahora una evocación del propio pasado, es imposible identificar en la trayectoria de Sama un discurso consistente en lo temático y formal. La tercera, evidentísima en Esto no es Berlín, huele a involución: engolosinamiento visual, malas hechuras narrativas y, a raíz de un casting menos que mediano, dirección de actores floja o permisiva en extremo, hablan de un cineasta que, curiosamente, pareciera satisfecho dando palos de ciego. En el extremo opuesto se ubica David Zonana con Mano de obra, su ópera prima largoficcionista, luego de dirigir tres cortometrajes que lo pusieron en la mira. Productor en Las hijas de Abril, 600 millas y Chronic: el último paciente, ahora Zonana escribe y dirige mientras Michel Franco –director de aquéllas– es productor. Sin importar la suerte que corra en cartelera, lo cual de seguro sucederá tarde y mal, Mano de obra es sin lugar a dudas una de las mejores películas mexicanas del presente año. Estupendamente actuada, con el protagonista Luis Alberti en plan sobresaliente y el resto del elenco en magnífico nivel, hay solidez en cada rubro para contar una historia de lucha entre/intra clases sociales, sin estridentismo y con gran eficiencia. Al regiomontano Sebastián Padilla, debutante con su Muerte al verano, le sobró y le faltó: en lo primero anótese sobre todo la postproducción –acabó dando una prueba

más de que película mal concebida y peor filmada no se salva en la post–, pero también un exceso de manos y, quizá, voces opinantes, entre el guionista Alexandro Aldrete, los productores Alejandro Durán, Gabriel Nuncio y de nuevo Aldrete, el fotógrafo Edwin Jaquez y los editores –¡tres!– Israel Cárdenas, Gilberto González Penilla y Juan Pablo Celis. Siete personas apoyando/ influyendo en un exdiseñador gráfico al que pudo venirle bien un poco de soledad creativa para no hacer un filme olvidable al primer minuto de haberlo visto. En lo segundo –lo que le faltó– hay varios aspectos, pero amén de una trama digna de ese nombre y no el manidísimo banda-roquera-juvenil-dará-primer-concierto-y-tiene-pedos, el más grave fue histriónico: qué bien le habrían venido actores siquiera solventes al filme, no el conjunto de muy limitados chavales entusiastas del que se echó mano. También regiomontano, Carlos Lenin Treviño Rodríguez, egresado del cuec y autor del estupendo cortometraje de ficción 24°51’ Latitud Norte, filmado hace cuatro años y merecedor de numerosos premios, escribió con Jorge Guerrero Zotano La Paloma y el Lobo, en el que por desgracia todas las virtudes mostradas en el corto se le volvieron defectos, comenzando por el casting –con ser actor de buen nivel, Armando Hernández ha demostrado no poder llevar él solo encima todo el peso dramático de un filme, y aquí no le ayuda sino todo lo contrario su copartícipe Paloma Petra–, siguiendo con las decisiones formales de pretendida contribución estética o atmosférica, vaya uno a saber, verbigracia su primer y muy tedioso plano secuencia, y terminando con las terriblemente flojas ataduras de una trama de suyo desleída y endeble: érase una vez una pareja de jóvenes obreros pobres que vivían en un lugar donde hace muchísimo calor, que sueñan con irse a un lugar donde haya agua, cuyos días transcurren uno igual al anterior, sólo puntuados por un piquete de estudiantes de secundaria que los bullean. Créase o no, eso es todo  (Continuará.)

Véase La Jornada Semanal, núm. 1231, 17/viii/2014 Versión de Francisco Torres Córdova

Mano de obra


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LA JORNADA SEMANAL 3 de noviembre de 2019 // Número 1287

Ensayo/ Alejandro García Abreu

Costamagna y Zambra: literatura para las urgencias del presente chileno “La sangre y los muchachos arrancando”

L

a barbarie reclama violencia. Su antagonista, la cultura, sufre daños directos y colaterales. Por ejemplo, no se realizará la Feria Internacional del Libro de Santiago, programada entre el 4 y el 8 de diciembre en la estación Mapocho. La Cámara Chilena del Libro resolvió no llevar a cabo la versión 2019 de la feria “después de evaluar los últimos acontecimientos ocurridos en el país”. Como si fuese una premonición de los días que corren, Alejandra Costamagna (Santiago de Chile, 1970), una de las más prestigiosas escritoras chilenas contemporáneas, escribió en El sistema del tacto (Anagrama): “‘¡[...] Chile!’, han gritado. Y el palo en la nuca –¡tomá, intrusa!– y la sangre y los muchachos arrancando.” En una entrevista con Diego Zúñiga, Costamagna afirmó: “Descubrí un vínculo que se podía hacer también con la venida a Chile de mis padres, la resonancia de ese desarraigo.” Apela a la Historia. En El sistema del tacto se lee: “Evolución política. En 1978, en el terreno de la política internacional, se iniciaron negociaciones con Argentina por el viejo problema del canal de Beagle, en el extremo s del continente americano, que fueron nuevamente rotas.” “La muchacha comprende que su regreso a Chile es inminente. Pero el viaje no puede haber sido en vano, piensa. Entonces decide escribir una carta”, se lee en Animales domésticos (Literatura Random House) de Costamagna. En “Yo iba a ser un recuerdo cuando grande”, Alejandra Costamagna se refiere a “las pifias de la democracia chilena”. La escritora continúa: “La memoria aparece [...] como una colección de ruidos inestables, un corte transversal en la quietud del presente, un tejido labrado con retazos de lo que se recuerda y, también, de lo que se ha decidido olvidar. La memoria como una valiosa forma de la ficción.” Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-Barcelona, 2003) no escatimó elogios. Escribió: “En voz baja y Ciudadano en retiro, de Alejandra Costamagna, son logros en sí mismos pero sobre todo son la promesa más firme de una literatura que no renuncia a nada. Las jóvenes escritoras chilenas escriben como demonias.” “Las esquinas mentales de una generación que creció pensando que la novela, la historia, era la de los padres. Una generación que es también el susurro de una voz perdida”, escribió Costamagna en “Yo iba a ser un recuerdo cuando grande”, texto sobre su colega Alejandro Zambra, pero también sobre su propia obra.

Alejandro Zambra y Alejandra Costamagna

“Una historia propia”

A

lejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) –gran exponente contemporáneo de la literatura chilena– asevera en No leer: “Quienes nacimos a comienzos de la dictadura crecimos buscando y contando la historia de nuestros padres y tardamos demasiado en comprender que también teníamos una historia propia.” Esa historia surge ahora también en las calles de Santiago. “Todos estaban metidos en política, mamá. Usted también. Ustedes. Al no participar apoyaban a la dictadura –siento que en mi lenguaje hay ecos, hay vacíos”, dice el narrador en Formas de volver a casa (Anagrama) de Zambra. “Gazmuri comienza a hablar derechamente solo. Habla sobre diversas conspiraciones políticas”, escribió en Bonsái. La escritura sobre los libros del otro es recíproca. “Alejandra Costamagna escribe […] para buscar”, afirma Zambra en “Animales domésticos”, texto perteneciente a No leer. Zambra se refiere al silencio. “Habíamos recopilado testimonios, opiniones de políticos y expertos en educación, pero no pasó nada. La situación era escandalosa y durante un tiempo la noticia salía en los diarios, pero súbitamente sobrevino ese silencio tan chileno y sospechoso que entonces lo cubría todo”, concluye el narrador de “Larga distancia”, relato incluido en Mis documentos. Ese silencio también es evocado en “Instituto Nacional”, cuento del mismo libro: “¿Pero qué piensa usted de Pinochet?, insistió otro González, González Torres (eran seis los González en el curso)./ Eso no importa, dijo serena y tajantemente. Yo soy el profesor de ciencias naturales. Yo no hablo de política.” El escritor y editor chileno Germán Marín es el eje de “El turista más antiguo de Barcelona”, contenido en No leer. Zambra se refiere a Historia de una absolución familiar: “una novela interrumpida por las urgencias del presente, o bien un diario de vida”. Costamagna y Zambra también responden, literariamente, a las urgencias del presente 


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