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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 10 de mayo de 2015 ■ Núm. 1053 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Vietnam Kyra Núñez

Viaje a Indochina: un periplo por el sudeste asiático, X abier F. C oronado • Fuga de cerebros, F abrizio L orusso Carta de F unes el M emorioso a don L orenzo de M iranda


10 de mayo de 2015 • Número 1053 • Jornada Semanal

BAZAR DE ASOMBROS LOS PORRÚA Y LA PROMOCIÓN DE LA LECTURA Podría decirse que la percepción mayoritaria que se tiene de Vietnam a nivel mundial es más bien cinematográfica y tiene que ver, de manera casi absoluta pero indudablemente parcial, con la guerra que de 1959 a 1975 el pueblo vietnamita sostuvo contra el ejército de Estados Unidos, y que durante poco más de tres lustros ocasionó la muerte de millones de habitantes de este pequeño país de Indochina. Cuatro décadas después de la Victoria de la Primavera –es decir, el retiro de las tropas estadunidenses–, Vietnam es muchísimo más que un lugar común, ya sea bélico o cinematográfico, como puede verse en la crónica de Kyra Núñez, gran conocedora del país de Ho Chi Minh, que ofrecemos a nuestros lectores. Completa el viaje otra crónica, ésta de Xabier F. Coronado, quien recientemente recorrió todo el sudeste asiático. Comentarios y opiniones:

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pocos se dieron cuenta de que este magnífico tra­ bajo narrativo, junto con Los cristeros y los bragados, de José Guadalupe de Anda, es uno de los testimo­ nios más crudos, fieles, objetivos y bien escritos sobre las guerras cristeras y sus consecuencias. Pensativa es una novela en la que predomina la oscuri­ dad. En ella están las osamentas, los cráneos aguje­ reados y las memorias enfermas de las guerras fratricidas que oscurecieron los años veinte y el principio de los treinta de nuestro país. Chucho el Ninfo y Baile y cochino de nuestro perio­ dista y narrador Facundo nos producen un renovado regocijo. Su costumbrismo trasciende la anéc­ dota al interpretarla y darle sentido crítico. Los personajes de la realidad adquieren una fuerza especial cuan­ do se les retrata en vivo y se les pone a hablar como ellos hablan. De esta manera la caricatura o, si usted quiere, la parodia, cumplen una función li­ teraria y, al mismo tiempo, una ingente tarea de crítica de las costumbres. No recuerdo de momento cuántos títulos tiene Sepan Cuantos. El título de la colección nos autoriza a no ser dema­ siado precisos. Lo que sí sabemos es que todos son buenos, sencillos y baratos, y que todos han colaborado de manera notable a la promoción del libro en nuestro medio dominado por comerciantes feroces y por mercachifles capa­ ces de torcer el camino de la crítica literaria para servir a sus intereses. Pensemos en todos los presti­ gios falsos que en unos cuantos años han desapare­ cido y en las enfáticas declaraciones sobre la genia­ lidad de autores que escribieron un librito más o menos ingenioso y después desaparecieron de la vida literaria. Sepan Cuántos no utiliza esas tácticas de los “creativos” de la propaganda literaria y de sus servidores que en revistas y suplementos les ayu­ dan a crear prestigios falsos para vender sus produc­ tos tristemente perecederos. Sobre mi mesa están Facundo, Micrós y Goytor­ túa. Ayer me resplandeció la tarde al releer, en la edición Porrúa, el Acto preparatorio de Al filo del agua, de Agustín Yáñez

jornadasem@jornada.com.mx

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esde hace varias décadas, la familia Porrúa (con todos sus patriarcas, familiares, divisio­ nes y subdivisiones) ha venido realizando una notable y digna de encomio y celebración tarea de difusión masiva de la literatura mexicana. Pre­ sentaciones austeras y elegantes, excelentes prólo­ gos e impecable selección de textos, son las carac­ terísticas de estos notables editores que tienen como ejemplo ilustre de su vocación literaria la co­ lección Sepan Cuantos. Los precios de sus libros son accesibles para casi todos los bolsillos y conozco varios casos de estudiantes preparatorianos que han formado sus pequeñas bibliotecas con libros de Porrúa. Ahora que estoy seleccionando li­ bros para hacer algunas donaciones, me he encontrado con ejemplares de las distintas colecciones de Porrúa que jugaron un papel importantísi­ mo en mi conocimiento y estudio de la literatura mexicana. Los puse so­ bre mi mesa y día a día releo algunas de sus páginas y revivo el gozo de la primera lectura. En mis manos están los cuentos de Micrós, el inol­ vidable Ángel de Campo, que con El Pinto. Notas biográficas de un perro y “Chato Ba­ rrios”, demuestra que el periodismo es un géne­ro de la literatura tan hermoso e ilustre como los otros. Pienso que Micrós debe ser leído por todos los que quieran dedicarse al periodismo. Su sensibilidad social, su espíritu justiciero y libertario y su prosa fluida y amena cumplieron un papel fundamental en el desarrollo de las primeras inquietudes que die­ ron paso a nuestros movimientos revolucionarios. Veo al Chato Barrios, en el estrado de la “amiga” manchado por el carbón del negocio familiar y sos­ teniendo en sus manos sorprendidas el humilde diploma que daba fe de su capacidad estudiantil. En las primeras sillas se sentaban las señoronas y los señorones dueños del barrio, acompañados por sus hijos relamidos y racistas. El pobre Pinto sostiene un largo y angustioso monólogo en el que nos habla de su vida, sus trabajos y sus dolores de perro callejero. De repente apareció el libro de Jesús Goytortúa, Pensativa. Esta sorprendente novela ganó un con­ curso de El Universal y fue publicada por Porrúa. Muy

Hugo Gutiérrez Vega

Vietnam Portada: Tigre de cuarenta décadas Collage de Marga Peña

Directora General: Carmen Lira Saade, Director: Hugo Gutiérrez Vega, Jefe de Redacción: Luis Tovar, Edición: Francisco Torres C órdova , A leyda A guirre R odríguez y R icardo Y áñez , Coordinador de arte y diseño: F rancisco G arcía N oriega , Diseño de portada y dossier: Marga Peña, Diseño de Columnas: J uan G abriel P uga , Relaciones públicas: V erónica S ilva ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: A lejandro P avón , Publicidad: E va V argas y R ubén H inojosa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh­témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui­tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jor­nada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.

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Kilómetros

Hartwig HKD, Time Goes Bye Bye. Fuente: Flickr/ CC BY-ND 2.0

Miguel Santos

Para mi padre

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n hombre dormitaba en la habitación de un hospital. Otro hombre realizaba los ejercicios de calentamiento previos a iniciar los 60 minutos de ca­ rrera con los que daba inicio a la semana. El primer hombre tenía conciencia de que no le quedaba mucho tiempo, pero no podía hacer nada, la vida había pasado. Dormitar era como hacer los ejercicios de calentamiento para una carrera de la que desconocía el tiempo y la meta. El segundo hombre pulsó el cronómetro e inició el trote. Al principio siempre le era difícil acostumbrarse, los músculos y los pulmones le reclamaban la fatiga del fin de semana. En el hospital le habían tratado lo suficientemente bien, aunque me pregunto si lo suficientemente bien es suficiente para un hombre que llegó con los días contados. A su esposa, que ha estado junto a él todo el tiempo, parece que el suficientemente bien le ha resultado insuficiente. A los 20 minutos el cuerpo ya se había acostumbrado. Aumentó la velocidad y comenzó a disfrutar el ejercicio. Era la primera vez que recorría aquella ruta y sentía que ese detalle le traería nuevas perspectivas e ilusiones a la semana. Entre sueños veía la sombra de su mujer, decaída y difuminada, esto lo llevaba a pensar en el insuficiente buen trato que le brindaban enfermeras y doctores, así que pidió a todos los dioses que le concedieran iniciar la carrera desconocida lo más pronto posible. Con es­ fuerzo, alzó el brazo y le indicó a su esposa que encendiera la radio, esa era una de las ventajas que conlleva el irse a morir a un hospital que ofrece buen trato, su cuarto disponía de un reproductor de música y podía echarlo a andar cuando quisiera. El lugar por el que ahora pasaba era un halago para los sentidos y lo motivó a subir la velocidad. La situación

le trajo a la mente una película que vio hace muchos años, no recordaba el nombre. Mientras corría, el viento lo acariciaba con suavidad y sin importunarlo, los árboles a su paso se desprendían de las hojas que el otoño había extenuado, la canción que el reproductor tocaba parecía ir en sincronía con el instante, las hojas en el suelo se levantaban aparentando participar de la carrera. Aquella canción le recordó su infancia en la casa paterna, el momento era perfecto. Al escuchar la canción, que comenzó a sonar en la radio, la mujer se echó a llorar. Era su canción, aquella que habían bailado incontables veces y que le traía recuerdos de las mejores épocas de su vida, cuando él estaba completamente sano y la dicha parecía no tener fin. ¿Por qué, por qué, por qué, justo ahora comenzó a sonar? Se preguntó, mientras llevaba la mano hacia el rostro, y trataba de esforzarse para que su marido no la escuchara so­ llozar. ¿Por qué justo ahora, cuando todo está por terminar? El momento era perfecto, la carrera, los árboles, la canción, el viento, su corazón acelerado que parecía estar diciendo: quiero más, más, más, un poco más, sé que tú puedes, haz un esfuerzo. Cuando reconoció la canción, se olvidó de su mujer, es decir de esa mujer que estaba sentada a su lado y hacía todo lo posible porque él no se diera cuenta de que estaba sollozando. Prefirió acordarse de la otra, la joven, ésa con la que bailó aquella canción infinidad veces y era el mejor recuerdo de su existencia. Se abandonó a la música, se vio con ella, su joven esposa, bailando en la sala; también vio a su hijo, mirándolos como a dos locos. Sintió cómo de pronto su corazón se aceleraba y parecía estar diciendo: quiero más, más, más, un poco más, sé que tú puedes, haz un esfuerzo. El cronómetro marcó los 60 minutos y poco a poco fue dis­ minuyendo la marcha. El esfuerzo había sido considerable, sintió que la semana y su cuerpo se lo agradecerían. Ahora sí estaba en condiciones de comenzar a planear el

resto del día, se sentía poseedor de una energía suprema. Realizó unos estiramientos y se dirigió al auto. Justo al terminar la canción el corazón del hombre se detuvo, el momento parecía como sacado de una pe­ lí­cula. Enfermeras y doctores llegaron, miraron a la mujer, una de las muchachas se acercó y la abrazó, pidiéndole de una forma muy amable que saliera unos instantes del cuarto, había que seguir el protocolo. Ya en el coche, miró el reloj, vio la fecha y cayó en la cuenta de que en unos días sería el cumpleaños de su padre; tal vez no fuera una mala idea llamarle, hacía mucho tiempo que habían roto la comunicación. La ocasión se prestaba como un buen pretexto para tratar de res­ tablecer los lazos, ya había pasado mucho tiempo del altercado, no valía la pena continuar extendiendo rencores que por su parte ya se habían evaporado. El tiempo y la distancia habían hecho un buen trabajo. En el pasillo del hospital, la mujer pensó que debía llamarle; aunque su esposo había sido muy terminante en que no se le dijera nada, ya estaba muerto. Ella, ahora más que nunca, necesitaba restablecer la comunicación con su único hijo. Tal vez la noticia lo haría dejar a un lado los viejos rencores y lo motivaría a cruzar la distancia que los había separado por tantos años. Con suerte podría tomar un avión y estar aquí mañana, pensó. Tomó el celular, buscó el número y marcó. Mientras manejaba de regreso a casa recibió la llamada, miró el número y no lo reconoció, así que prefirió no contestar. Buscó en la lista de la música y puso aquella canción que había escuchado cuando estaba corriendo y que tanto le recordaba a sus padres. Volvió a pensar en el momento perfecto por el que había pasado hace unos minutos: la carrera, los árboles, la canción, el viento; también recordó aquella película vista hace muchos años, todavía no se acordaba del nombre, lo que sí recordaba era que el protagonista al final se moría en uno de esos hospitales que ofrecen un muy buen trato

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Juan Manuel Roca

De la carta enviada por Funes el Memorioso a don Lorenzo de Miranda EL POETA COLOMBIANO PONE AL PERSONAJE DE BORGES A ESCRIBIRLE AL JOVEN PERSONAJE DE LA OBRA MAESTRA CERVANTINA SIGNADO POR LA VOCACIÓN POÉTICA.

Señor: Lorenzo de Miranda

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Castillo o Casa Del Caballero del Verde Gabán

ivo de inquilino en las páginas de un libro, como usted vive en las suyas. Me asedia la memoria como a otros los asedia la locura. Por ejemplo, y es algo que he compartido con un escritor que desde su avanzada y progresiva ceguera razonó sobre mi debilidad por la memoria llamándome el memorioso, me apasiona la historia o la leyenda de Ciro, el rey persa que sabía uno a uno el nombre de los innumerables miembros de su soldadesca, como me atraen como imán otros datos sin importancia, de tan precaria trascendencia para la olvidadiza humanidad. La leyenda sobre mis portentos memoriosos se la debo, pues, a ese escritor que vivía en la admiración de que un hombre corriente, y se incluía en tan gregario racimo, no pudiera ver sino lo grueso de los objetos, sus formas evidentes y que yo, Ireneo Funes, hijo de una mujer cuyo oficio doméstico era planchar ropas ajenas e hijo de un padre de oficios variopintos y hasta inventados, pudiera, donde todos ven un pan, casi adivinar el movimiento propio del trigal del que proviene. Algo así como ver las partes y no engañarse únicamente con el todo. Pero no estoy, a pesar de ese don, dotado para ser crítico de arte o cosa parecida. Aunque sepa que el córtex prefrontal dorsolateral izquierdo es la parte del cerebro humano responsable del juicio estético visual, según comprobaciones de un grupo de científicos de su rumorosa España, que realizan sus investigaciones en la Universidad de las islas Baleares. Hoy, un día cualquiera en el que me sé a punto de morir, pues todo indica que mis pulmones se congestionan, he leído, mi hidalgo señor Lorenzo de Miranda, unos versos suyos, unas raras glosas que ya puedo repetir como quien enciende en su cerebro y en su lengua un eco guardado en las gavetas de la memoria. Me he decidido a escribirle desde la ficción de mi existencia y desde la aflicción de la misma. Y es que sus glosas –con sus justos cuatro versos– y sus sonetos que tanto entusiasmaron al señor don Quijote hasta hacerlo decir a él, tan docto en letras, que se las estaba viendo con “el mejor poeta del orbe”, esos versos, repito, se entreveran a cada paso con mi vida: ¡Si mi fue tornase a es, sin esperar más será, o viniese el tiempo ya de lo que será después...!

Esas sesenta y nueve letras bastaron para colmar mi atención. Quisiera el cielo que “mi fue” anclara en lo que soy, sin vivir de prestado en memorias ajenas. Pero estoy condenado a repetir. Puedo repetirle, por ejemplo, uno a uno los diálogos que usted, mi buen señor, tuvo con un caballero andante llamado don Quijote de la Mancha. Y todo lo que tuvo ocurrencia durante su estancia en el Castillo del Caballero del Verde Gabán, su legítimo padre que tropezara e invitara al de la Triste Figura tras oírlo hablar de poesía y de historias remotas de caballería, muchas de ellas entreveradas. Los versos de Garcilaso de la Vega dichos por don Quijote en homenaje a Dulcinea del To­ boso y su dulce y enfebrecida explicación de la ciencia de la caballería andante, ciencia que contempla conocimientos teológicos, médicos, de aromado herbolario, de astrólogo y tantos otros saberes, me condujeron a verdades que yo sólo consigo enumerar. Nunca escribo versos tan finos como los suyos, don Lorenzo, pero los aprendo, que es otra forma, un tanto huera, valga la verdad, de grabarlos en una tarja invisible. Sé que usted afirmaba no querer parecer “de aquellos poetas que cuando les ruegan digan sus versos los niegan y cuando no se los piden los vomitan” y desde entonces me cuido de decir aún los que otros me prodigan. Me atrevo a decirle Don, pues entiendo que esa palabra, descompuesta en cada una de sus letras, quiere decir De Origen Noble. Y lo hago a pesar de sus dieciocho años de edad, según las cuentas de su padre, Caballero del Verde Gabán. Mi locura es cartesiana, don Lorenzo, no como la de su bizarro huésped, el “entreverado loco lleno de lúcidos intervalos”. No tan cartesiana quizá como la de Pierre Menard, otra invención de mi creador o, mejor, un alter ego de mi amigo Borges, ese poeta nacido en Buenos Aires en el año de 1889, el mismo año en que él, mi padre literario, anunció mi muerte por “congestión pulmonar”. Pu e s b i e n , ese tal Menard

tuvo vocación de espejero, pues se dedicó a copiar, como un servil espejo, las aventuras narradas por ese historiador árabe de nombre exótico como el Oriente, Cide Hamete Benengeli. Era como si Menard atrajera desde las antípodas una estrella fugaz con un espejo. Pero yo no he muerto, en puridad. Vivo de inquilino en las páginas de un libro, como usted vive en las suyas. No me agrada confundir las historias, pero hablando de espejos, esa Dulcinea que le evocaron unas simples y ordinarias tinajas a don Quijote en casa de su generoso padre, de don Diego, tan sólo por haber sido torneadas por alfareros del Toboso, esa Dulcinea, repito, se refleja sin permiso en muchos otros cristales. No es que ella, la amada evanescente, preguntara como lo hace la madrastra de la saga infantil a su servil cris-


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tal quién es la más bella del universo. Pero bastaba con que su espejo fuera azogado por las fabulaciones conmiserativas de Sancho o por el otro espejo de locura del andante señor de las derrotas, para que apareciera como la más hermosa mujer y la más dulce utopía del levantisco caballero libertario. Le envidio haber conocido a Don Quijote, un Cid en armas, un Cicerón en elocuencia, como dice su historiador. De la misma manera envidio el coloquio sostenido por su padre, don Diego de Miranda, con el andariego y estrafalario señor de los caminos, mientras va trocado en el Caballero del Verde Gabán, intercambiando opiniones y creencias. Que las palabras del Quijote sobre la poesía lleguen de nuevo a usted, don Lorenzo. Las repito memorizadas del coloquio que tuvo con su padre: la poesía “no ha de ser vendible”, dice en un momento. “No se ha de dejar tratar de los truhanes”, agrega. Y es que su padre, antes de llevar a Sancho y a su amo a las estancias del castillo, le habló con orgullo de hombre generoso e inteligente, de un hijo “embebido” en los reinos de la poesía. También afirmó que “letras sin virtud son perlas en el muladar”. “Yo, señor Caballero de la Triste Figura, soy un hidalgo natural de un lugar donde iremos a comer hoy, si Dios fuere servido”, fue la invitación que don Diego le hizo a don Quijote durante la jornada en la que éste alimenta su olvido, olvido de los apaleamientos sufridos, de los dientes quebrados por el vuelo atinado de una pedrada, de la lluvia de estacas, de las artes encantatorias padecidas en la confrontación con el Caballero de los Espejos. Debo decirle a usted, y si pudiera hacerlo a su padre, que Funes no es apócope de Funesto, buen señor. Pero el que sufre tiene memoria, era algo que decía con plena conciencia Cicerón. De otra parte, un escritor francés, Montaigne, agregaba para mi desgracia que “saber de memoria no es saber: es tener lo que se ha dado a guardar a la memoria”. Mi pastor, mi guía, mi creador, mi inventor, mi padrastro que tanto admiró las mitologías y las in­ venciones de Cervantes, parece que de alguna manera quería despojarme de algunas libertades. De esta manera y a guisa de ejemplo, es como me describe, don Lorenzo, al final de uno de sus agudos relatos: “Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.” Conocer detalles y datos, fechas y números, recuerdos y estrellas, vocabularios infinitos, en inglés, en francés, en portugués, en latín, no me dan acceso a la poesía. Pero aquello que tanto me ha inquietado de sus versos: ¡Si mi fue tornase a es, sin esperar más será, o viniese el tiempo ya de lo que será después...!

a cada tanto vuelve a mí como un ritornelo, como si me rebelara ante mi creador y pudiera pensar más allá de los linderos de una portentosa memoria de archivero. Poder escribirle a usted puede resultar un acto de rebeldía aprendido al de la Triste Figura, como ir galopando por un llano junto al Caballero del Verde Gabán para luego llegar a su casa en procura del tiempo futuro, del tiempo de lo que será después. Vivo de inquilino en las páginas de un libro, como usted vive en las suyas. Pero puedo repetirle, como un estruendoso eco llegado de otra parte: Deus in nobis, Dios está con nosotros

Arcimboldo, The Librarian, 1566

Desierto amor Diana Bracho

Hay un espacio entre la voluntad y el deseo donde estás tú serenamente agazapado, trágico tigre dormido de mis llanuras. Quiero seducirte con mi humedad. Y son tus ojos nublados por la noche los que siempre me hacen el amor. Hay un lugar entre la vida y la nada donde tus deseos alimentados por el hambre de estar cerca me tocan. En ese espacio más real que lo tangible sobrevive nuestro amor sin piel luminoso y oscuro hermoso y cruel como un desierto.


Francesco Paroni Sterbini, Life on Mekong River /Flickr/ CC BY-ND 2.0

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Viaje a Indochina: UN ACERCAMIENTO A LOS VESTIGIOS DE SU HISTORIA MILENARIA, EL EXOTISMO, SUS TEMPLOS, BARRIOS, TIANGUIS Y POLICROMOS CEMENTERIOS CHINOS, ENTRE MUCHOS OTROS HALLAZGOS.

Xabier F. Coronado La tierra se nos muestra por medio de la imagen, puesto que la tierra es muy grande e inabarcable por nosotros, imposible de recorrer ni en su totalidad ni región por región. Ptolomeo

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iajar al Extremo Oriente es una de las experiencias más sugestivas que se pueden vivir. En mi caso era un viejo proyecto que se hizo posible gracias a que me llegó la llave necesaria para realizarlo: el dinero. Sin embargo, no se piense que es necesario mucho dinero para viajar por estos países. Si no se tienen pretensiones de lujo y uno se conforma con las comodidades básicas, tanto el alojamiento como la comida o los desplazamientos son realmente baratos, bastante más de lo que cuestan donde vivimos. El desembolso fuerte es el boleto de avión. Lo conveniente es llegar a Bangkok, el aeropuerto de destino más barato porque cuenta con más tráfico. La capital de Tailandia es la puerta de entrada al sudeste asiático, una ciudad atractiva y casi siempre benévola con el despiste y la ignorancia del turista occidental. Una vez allá hay vuelos para desplazarse a otras ciudades de la pe­ nínsula indochina, aunque el avión te quita la experiencia del viaje terrestre que, si se dispone de tiempo, es lo más recomendable, pues posibilita el contacto directo con el medio y da la dimensión real del camino recorrido. Así, pues, Bangkok es el lugar ideal para comenzar un periplo que tiene muchas rutas posibles. En mi caso no tenía nada preconcebido. Antes de viajar trato de documentarme sobre la historia, cultura, política y economía de los lugares que quiero conocer. Evito totalmente las guías turísticas, esas biblias del viajero moderno que, si bien tienen sus ventajas, hacen que todos recorran los mismos lugares como si integrasen una caravana que se mueve de forma individual, que les proporciona la aparente seguridad de un viaje organizado pero dándoles sensación de independencia. Empero, evitar seguir los pasos que marca una guía no libera de encontrarse a menudo con esa masa de turistas que se mueve por el pla­ neta. Además, a pesar mío, soy considerado uno de ellos. ¿Por qué Indochina? Las motivaciones eran varias, entre ellas la atracción por lo lejano, las diferencias socioculturales o el supuesto exotismo. También su fascinante historia, desde la casi desconocida Antigüedad hasta los episodios consabidos de colonialismo occidental y con-

flictos bélicos que llevaron a su liberación en la segunda mitad del pasado siglo. Otro de los atractivos es la posibilidad de visitar una serie de países que por tierra (autobús o tren) no están muy distantes unos de otros y que, a pesar de su cercanía, historia común y semejanzas culturales, mantienen rasgos de identidad que los hacen diferentes entre ellos. Mi idea era viajar por los cinco países que forman lo que se conoce por Indochina: Tailandia, Myanmar (Birmania), Laos, Vietnam y Camboya.

HISTORIA Indochina es el lugar, más allá del ancho mar, donde revientan la flor, con genocidio y napalm. La luna es una explosión que funde todo el clamor. El derecho de vivir en paz. Víctor Jara

La historia de estos países se fragua desde una memoria compartida, donde se han ido registrando los episodios que moldearon la personalidad que actualmente tiene cada uno de ellos. Al estar situados en la ruta de paso entre India y China, la influencia de estas dos grandes culturas asiáticas ha marcado su desarrollo desde la An­ tigüedad. También existen referencias y vestigios del contacto con otras civilizaciones más lejanas: Ptolomeo (siglo ii ), en sus mapas ubica el puerto de Cattigara en el delta del río Mekong, Vietnam, donde también se encontraron monedas y cerámicas romanas. En Indochina se formaron reinos prósperos que forjaban hierro y bronce, trabajaban el oro y eran productores

de arroz. Uno de los más antiguos fue el de Funán, que ocupaba Camboya y el delta del Mekong, que perduró hasta el siglo vi . A partir de entonces, guerreros jemer establecieron un imperio que abarcó casi todo el sudeste asiático, crearon una cultura única que se desarrolló de los siglos ix al xiv . La muestra nos la dejaron en lo que fue su capital: la grandiosa Angkor. En la costa oriental de la península indochina se formó el reino de Champa (siglo ii al xviii ) y después el imperio de Annam, con capital en Hue, que mantuvo su vigencia hasta 1955. En la parte occidental, los pequeños dominios quedaron unificados en el reino de Siam, la actual Tailandia. Marinos portugueses, comerciantes holandeses, misioneros franceses y españoles, llegaron a Indochina a partir del siglo xvi . Los franceses querían dominar y explotar tierras en Asia –los ingleses no los habían dejado en India– y a finales del siglo xix constituyeron la Indochina Francesa, formada por los territorios de Annam, Tonkín y Conchinchina, en Vietnam, además de los protectorados de Laos y Camboya. Después de la segunda guerra mundial, el movimiento de liberación vietnamita (Viet Minh) liderado por Ho Chi Minh, derrotó a los franceses y terminó echándolos de Indochina. Después vino la intervención de Estados Unidos y la lucha por la independencia. En 1976, tras la victoria definitiva sobre el imperialismo occidental, llegó la paz y la unificación en una sola república vietnamita.

EL VIAJE El viaje no termina jamás. Sólo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... José Saramago

Llegar a Bangkok por avión es como llegar a la capital de México: la inmensidad urbana no se abarca totalmente desde el aire y se aterriza en la parte oriental de la ciudad. En el centro, en uno de los márgenes del río Chao Phraya, encuentro hotel en una calle tranquila. Enfrente, en un mercado, hay puestos de comida a cualquier hora. Me paso casi una semana recorriendo sin rumbo la ciudad. Descubro la gente, los templos, los barrios y tianguis, los canales de agua, hasta que llego a percibir el ritmo del latido de la metrópolis y me ubico en el nuevo continente. En la estación de Hua Lamphong, junto al barrio chino, salen los trenes para el norte. La primera etapa es Ayutthaya, Buda mentiroso en el Palacio de Gand en Bangkok


Calle de Saigón

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Niña de la tribu Akha en Laos

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antigua capital del reino de Siam; allí tomo contacto con la historia y la cultura, veo los primeros elefantes trasportando gente y me alojo junto al río en una acogedora casa de madera de teca, desde donde puedo contemplar el paso de las barcazas. Sigo viaje. En Lopburi me sorprenden los monos que viven en los templos y más de una semana después llego a Chiang Mai. La ciudad es tranquila, cosmopolita, llena de historia, un lugar para conocer despacio, dándose tiempo, rentar una bici, visitar las montañas. Diez días bajo cielos abiertos, entre templos llenos de colorido, me dejaron un sabor a nada conocido. Sigo ruta; por delante se abre todo un mundo por descubrir, el sueño de un pata de perro.

un periplo por el sudeste asiático

Más al norte está el pueblo de Pai entre montañas. Mi habitación se abre al poniente, debajo del cerro donde hay un templo y una estatua monumental de Buda. Camino por sendas entre bosques, descubro cascadas y lugares sublimes. Me toca la fiesta de Loi Kratong: barquitos de tronco de plátano, con flores, incienso y veladoras, que se ofrendan a la fluidez al agua, y globos encendidos que ascienden hacia la luna llena, siembran de luces trémulas la imagen oscura de la noche. Me cuesta dejar todo eso atrás. Paso dos días en Chiang Rai, otra ciudad histórica, donde descubro un extraño monasterio budista en las rocas. Después vuelvo a la montaña, aún más al norte, hacia el oriente del Triángulo de Oro. Estar en Mae Salong es como visitar China; carteles y rótulos muestran ideogramas. El opio se cambió por plantaciones de té verde, aunque todavía se cultiva para autoconsumo. En la sierra hay aldeas donde viven las tribus Akha, Lahu, Lisu y Karen, camino por allí durante días. En la frontera con Myanmar encuentro una pareja de italianos que quieren entrar al país y, como yo, no tienen visado. Conseguimos un pase por una semana. Nos dio tiempo para recorrer el nordeste y llegar al límite con China. Es una zona sin turismo donde es difícil comunicarse pues casi nadie habla inglés. Es diferente a Tailandia, casi no hay coches, sólo motos y bicicletas. Salir al atar­ decer por el lago que está en el centro de la ciudad de Keng Tung es una experiencia inolvidable. Paseamos en penumbra rodeando el agua, la calle se llena de lugares donde preparan comida a las brasas, cenamos y tomamos cerveza sentados en taburetes de mesas enanas, iluminadas con débiles luces de colores. Descubrir el río Mekong, que delimita las fronteras de Myanmar, Laos y Tailandia, fue decisivo pues se convirtió en el eje del resto del viaje. Desciendo por su cauce en lancha, durante tres días inolvidables, hasta Luang Pra-

bang en Laos. El lugar es tan bello como turístico y en las calles se ven grupos de franceses jubilados que viven en Indochina parte del año. Varios días después me detengo tres noches en Vang Vieng, un lugar paradisíaco lleno de agua, rocas, cuevas y arrozales, donde muchos turistas llegan, literalmente, a reventarse en fiestas extremas que duran día y noche. Continúo hasta Vientián, la capital de Laos, situada a orillas del Mekong. Me quedo unos días, la ciudad es agradable y hago rutas por el río en bicicleta. Sigo hacia el sur, hasta Savannakhet, un puerto fluvial de edificios coloniales abandonados, rodeado de lagunas donde se crían búfalos. Dejo atrás Laos y paso a Vietnam. Me dirijo a Hué, la antigua capital del reino annamita; se trata de la impresionante ciudadela imperial, restaurada después de los bombardeos estadunidenses. En la costa se suceden los po­ licromados cementerios chinos. Recorro kilómetros en bicicleta atravesando pueblos alineados a lo largo de la carretera, entre dos aguas. Me dirijo al norte del país, y después de una noche en autobús llego a Hanói. Otra gran metrópoli, llena de mercados exóticos y barrios de calles estrechas. El puente de Long Biên une las dos partes de la ciudad separadas por el delta del río Rojo, lleno de islas rurales donde crece todo tipo de cultivos. Visitar la bahía de Ha Long es llegar a un lugar imaginario. Cientos de islotes y rocas forman un mar laberíntico surcado por veleros chinos y barcas de pescadores. Hay pueblos sobre el agua con sus calles y avenidas, sus tien-

das y casas flotantes. Estoy en el norte de Vietnam, cerca de la frontera china. Tras una semana vuelvo a Hanói; dos horas al sur está el pueblo de Tam Coc, donde las mujeres reman en lanchas por canales entre arrozales y rocas cársticas. Se pasa a través de cuevas para llegar a viejas pagodas llenas de belleza y misterio. Sigo la costa hacia el sur hasta Hoi An, pequeña ciudad de una belleza inquietante, llena de comercios antiguos y turistas orientales. Nha Trang es una amplia bahía con vestigios arqueológicos de la civilización Champa, donde llega el turismo ruso durante el invierno. Después de caminar por las inmensas dunas de Mui Ne, llego a ciudad Ho Chi Minh, la antigua Saigón, situada en uno de los nueve dragones fluviales que forma el Mekong antes de llegar al mar. El delta es un inmenso entramado de ríos y canales donde viven millones de personas, uno de los ecosistemas más ricos del planeta. Me quedo dos semanas; recorro brazos de agua, visito aldeas, pueblos y ciudades. En una de ellas, Sa Dec, vivió la escritora Marguerite Duras y es el lugar donde se desarrolla su novela El amante. Llevo casi tres meses de viaje y emprendo la etapa final: atravesar Camboya. La capital, Phnom Penh, es un gran paseo en las riberas del Mekong donde salen a caminar todos sus habitantes. La ciudad de Siem Riep es la puerta al complejo arqueológico de Angkor, un lugar que supera toda admiración posible. Es necesario salir de la corriente de los cientos de turistas que lo visitan diariamente y perderse en la selva para descubrir las maravillas arquitectónicas creadas por la cultura jemer, un conjunto de monumentos erigidos para dar culto al amor y la espiritualidad. Bangkok, comienzo y fin de este periplo, me recibió otra vez con urbanidad y calurosa frescura. Los últimos cinco días me dediqué a profundizar mis recorridos por la superficie intrincada de una ciudad que refleja en sus calles la luz y la cultura de Asia. Todos los lugares reseñados en este texto merecen capítulo aparte y marcan la ruta de un viaje personal a través de la realidad presente de los pueblos de Indochina, siguiendo los vestigios de su historia milenaria. Al viajar se graban muchas cosas en la memoria y, al analizarlas, nos dan la dimensión de la huella que nos dejaron. En mi caso, me queda la sensación de asombro ante la belleza, de agradecimiento por la digna hospitalidad recibida y, sobre todo, de simpatía, respeto y admiración, porque sentí en la gente que habita estos países, una actitud alegre y equilibrada ante la vida. Volví cargado de historias que rezuman esas sensaciones y que necesito contar con detalle para no olvidar todo lo que viví, conocí y aprendí en ellas


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el nuevo

Kyra Núñez

Vietnam

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A CUATRO DÉCADAS DEL TRIUNFO EN LA GUERRA AMERICANA, “LA MÁS BRUTAL DE TODAS LAS GUERRAS” LA VICTORIA DE LA PRIMAVERA Y SUS SECUELAS.

cuatro décadas de la repudiada Guerra americana, Vietnam ha emergido como el nuevo tigre de Asia. Ni los más dramáticos bombardeos de B52 sobre Hanoi ni los letales ex­ foliantes rociados sobre los pueblos viet­ namitas del centro y sur, impidieron que el ejército del Viet Minh y la guerrilla del Viet Cong, en la magistral es­ trategia “Campaña Ho Chi Minh” en abril de 1975 liberaran, una tras otra, Quang Ngai, Bienh Phuoc, Hué, Danang prosiguiendo su marcha hasta tomar Saigón el día 14; el mundo festejó la bandera que ondeó en el palacio presidencial anunciando, el 30 de abril, la reunificación nacional y la victoria militar contra los estadunidenses. La “más brutal de las guerras” había terminado. La pionera de las revoluciones de primavera le costó al país no menos de 5 millones de muertes, la secuela genética del napalm con el Agente Naranja en otros 3 millones de vietnamitas, el éxodo de un millón de personas al extranjero y el desplazamiento de millares. ¿Qué es lo interesante de este cuadragésimo aniver­ sario de la liberación del sur? Para mí, la postura “políti­ camente correcta” con que se trata a Estados Unidos. La normalización de las relaciones diplomáticas entre Hanoi y Washington en 1995 le dio otro giro a la historia nacional. Recuerdo sorprendida que, en un libro de his­ toria, a la guerra contra América fue explicada en una frase de doce líneas. En el Vietnam de hoy pocos dicen directamente “derrotamos al ejército estadunidense”, la fórmula es: celebremos la reunificación. A cuarenta años de la victoria, Vietnam es el ave Fénix que además es el centro más floreciente del progreso a

Complejo comercial situado en el suroeste de Hanoi, en el distrito de Metri-Tu Liem

todo vapor. Un crecimiento económico que no para; este primer trimestre de 2015 se situó en 6.5 por ciento y a final de año espera superar la cifra de 7 mil millones 874 mil 312 dólares obtenidos del turismo el año anterior.

LA VICTORIA DE LA PRIMAVERA En tiempo real, el rítmico sonido de los motores del avión de Vietnam Airlines que se prepara para aterrizar en Ciudad Ho Chi Minh me pone a pensar en la irreprimible marcha del pueblo vietnamita que hoy se presenta como virtual tarjeta postal en el 40 aniversario de la Reunifi­ cación Nacional. En el vuelo de París a Ciudad Ho Chi Minh no hay asiento libre; mi compañera de viaje es una jovencita de Saigón vestida a la última moda, incluyendo cuatro aretes en su oreja izquierda, pestañas postizas y piel de porcelana, que agraEn la Feria del Libro de Hanoi

Puerta de la ciudadela de Hue Imperial City, Vietnam, en 1968 y 2012

dece modesta los elogios; alrededor nuestro, la mayoría de los pasajeros somos extranjeros, según confirmo al aterrizar porque son pocos quienes entran como nacionales. En la vida actual vietnamita, la de iPhone, tabletas y laptops, que mecánicamente usa casi todo mundo, sobre todo en las zonas urbanas, sorprende aún, como a fines de los años setenta sorprendía escuchar en altavoces colocados en las intersecciones de tráfico los programas de noticias y de música revolucionaria, aunque la atención dure el tiempo del semáforo en rojo que detiene el tráfico infernal de vehículos –ôto, xedap, xe clo, xe tai, y millones de xe gan may: motocicletas. Como hace cuatro décadas, los altavoces trasmiten lo que el partido comunista o los líderes de la nación quieren decirle al pueblo vietnamita. Este mes de abril de 2015 lo que se está escuchando es celebratorio: cuarenta años del triunfo de la guerra contra los estadunidenses. Cuarenta años de la reunificación del país. Setenta años de la independencia nacional luego de la derrota a los franceses. Vietnam entró el 1 de abril en modo festivo. El rojo abunda tanto como las consignas en grandes espectaculares que incitan al progreso nacional, a la paz. Películas, documentales televisivos con sobrevivientes de la guerra, programas musicales como el de los veteranos de la guerra de Vietnam, y hasta el Thang Long, Teatro de las Marionetas de Agua, recordarán la hazaña de 1975, hecho histórico aunque los jóvenes tengan otros objetivos en mente; los graduados universitarios en visita al Templo de la Literatura, en Hanoi, considerada la primera universidad nacional, quieren un buen trabajo, dinero para comprarse un carro, viajar… y por eso las ofrendas budistas de las chicas con blancos Ao Dai en sedas satinadas que vuelan con la brisa matinal y los chicos de toga, sudorosos en este clima tropical.


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tigre de Asia Panorámica nocturna de la ciudad de Ho Chi Minh

Aspecto de la ciudad de Saigón

De nombres harto impronunciables hoy se dicen Juan por Hoang, Ignacio por Nguyen, Poncho por Phuong… y de Lucía, Alicia y Kelly ¡hay un montón! Ciertamente, dice Hoa, la Guerra americana impactó a todos, pero lo que se requiere ahora, en todas partes, es abocarse a los estándares internacionales de respeto a los pueblos y a las soberanías de las naciones. Hoan, por su parte, añade que el aniversario del triunfo contra los estadunidenses es bueno porque estimula el orgullo del país y espera que los turistas comprendan su cultura y porque quieren a su nación. Tam añade que él desea que todo vaya mejor, no solamente para él sino para todo el pueblo vietnamita. “Ah, sí –interpela la primera–, mis abuelos sufrieron mucho, por eso es bueno que el país sea rico.” Los jóvenes no se anclan en la Guerra americana, como Trinh en la Feria del Libro de Hanoi, donde compra uno de Donald Trump, de quien admira sus habilidades financieras.

Viejos o jóvenes han sabido sacarle provecho al su­ frimiento. Los bombazos de hoy son del turismo, con su derrama económica constante, y también de las inver­ siones extranjeras que el año pasado pusieron al país como el primer receptor de Inversiones Extranjeras Directas ( fdi por sus siglas en inglés), que alcanzaron 3 mil millones de dólares en 2014. Saigón se muestra a propios y extraños al desnudo; es decir, sus túneles como el de Cu Chi, las casas cuyos subsuelos abrían hacia el laberinto de refugios, el mismo Palacio Presidencial de donde partieron en acelerado repliegue los helicópteros llevando a funcionarios del régimen depuesto, pero también el Hotel Rex, donde soldados del ejército estadunidense y los corresponsales de guerra se animaban con el disfrute de mujeres bellas, muchas re­ sultaron militantes del Ejército de Cabellos Largos, parte de la guerrilla del Viet Cong.

CUATRO DÉCADAS DIFERENTES No es la primera vez que regreso a Vietnam, donde viví los tres últimos años de la década de los setenta (mi primer hogar fue en el hotel Thong Nhat en Hanoi, cuyo refugio antiaéreo fue probado por pacifistas como Joan Baez y otros solidarios del Viet Cong y opositores a la cruenta guerra; hoy es hotel de cinco estrellas, el Metropole, y su refugio es un museo). Fueron años de carestías, se vivía con abastos de cupones, y el único supermercado, frente al lago Hoa Kiem, no tenía sino estantes semivacíos, algunos productos soviéticos, pero tenía mucha propaganda cívica (hoy es la Plaza Trang Tien donde, frente a los ventanales de Dior, los novios se toman la foto de su enlace

matrimonial). En los años ochenta no se vio mucho progreso y no era para menos; recién salido el país de una guerra atroz donde los sobrevivientes emergieron de verdaderas pesadillas y tuvieron que enfrentar la reintegración a una sociedad en paz con las secuelas, físicas y psicológicas del sufrimiento, cuando la amenaza de la invasión china se sintió real, cuando sus países vecinos, Laos y Kampuchea, vivían guerras civiles, y cuando el gobierno nacional no tenía ni un dong (moneda nacional) para programas de desarrollo económico, la situación era comprensible. A principios de los noventa, Vietnam salió de su aislamiento internacional gracias a los primeros resultados de la decisión radical del Congreso Comunista de 1986, innovadora por tratarse de un país socialista: el programa nacional Doi Moi (Renovación), la apertura económica al mundo que vivía al ritmo de la globalización. Aprendieron de lecciones externas, como la mexicana. Hoan Bich Son, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea Nacional, en una entrevista en 1994 aseguró que, examinando bien la política económica mexicana y el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica con el resultado de la guerra del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional, Vietnam había optado por la inclusión popular a la economía. No le pasaría lo mismo que al régimen de Carlos Salinas de Gortari –me dijo. El Doi Moi se rigió por el fundamento de darle al pueblo la oportunidad de beneficiarse directamente de los programas econó­ micos globalizadores. Para el nuevo milenio, Vietnam ya es una economía emergente con crecimiento de doble dígito y un ingreso per capita de mil 998 dólares mensuales. De la noche a la mañana las inversiones se dispararon, algunas incluso provenientes de los vietnamitas que huyeron durante la guerra y de los que se expatriaron por el temor, me dijeron en 1997, a que los comunistas los aniquilaran en centros de re-educación; la cuestión es que las grandes ciudades de Hanoi, Saigón, Danang, Hai Phong y Can Tho comenzaron una fabulosa transformación urbana, y con ésta y los programas de empleo extensivos a las cincuenta y ocho provincias, se embarcaron en la propuesta de Vietnam como destino de capitales y de turismo porque se abrieron al ingreso del empresariado, sobre todo en el ramo de las telecomuni­ caciones, de la maquila y del rubro hotelero de lujo, aprovechando así tanto la mano de obra accesible como los incontables recursos naturales. Sus numerosos acuerdos de libre comercio engordan al nuevo tigre económico. Hoy, el vietnamita es un pueblo que progresa a un ritmo endiablado, como se observa en Hanoi y en Ciudad Ho Chi Minh. A pesar de ello, si el avance es notable, aún existen vendedoras agrícolas en las calles ofreciendo productos del diario, como vegetales y frutas recogidos en las madrugadas en sus parcelas, para completar el ingreso familiar que permita enviar a sus hijos a la universidad, y todavía es posible darse el lujo de un corte de pelo en plesigue

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10 de mayo de 2015 • Número 1053 • Jornada Semanal

ATRACTIVO MUNDIAL QUE MÉXICO NO APROVECHA

na banqueta. Estas son ciudades donde la gente se occidentaliza en una evolución desenfrenada incluso en la apertura religiosa: el Domingo de Ramos, la catedral San José estuvo repleta de fieles y la procesión de los chi­ quillos del catequismo fue la más larga; comunistas, el ochenta por ciento de la gente no profesa religión, pero se mantiene el budismo con 9.3 por ciento y el catolicismo ha subido a 6.7 por ciento de la población. Vietnam es un caldero de actividad comercial donde la inventiva individual para la mejoría cotidiana personal y familiar no tiene límites –a lo mejor se debe a la tasa de alfabetismo de 93.2 por ciento de la población. La política del Doi Moi disparó el empleo informal… en Hanoi como en Ciudad Ho Chi Minh no hay casa cuyo frente no sea una tiendita, sobre todo en los viejos centros urbanos, pues en los alrededores lo que priva son los grandes malls y galerías con productos ad infinitum.

LOS HÉROES DE AYER Y DE HOY Vietnam tiene récord bélico. De la larga guerra de independencia que acabó con la Cochinchina de Francia, pasando por Japón, y la cruenta guerra de Estados Unidos (¿quién puede olvidar la masacre de My Lai?), bien puede decirse que dos tercios de la historia nacional reciente ha sido empapada en sangre y se dice que por ello en cada corazón vietnamita hay un insaciable amor a la paz y a la felicidad. Parece que hoy día a eso se dedican. Es una sociedad hiperactiva de jóvenes que empuja a la nación hacia el futuro. El pasado… pasado es. No se dedican a echarle leña al fuego para alimentar resentimientos contra invasores aún frescos en la memoria colectiva de los padres y abuelos sobrevivientes y vencedores de las guerras del siglo anterior, sino que prestos adoptan lo que Occidente les trae, ya sea en materia de educación o hábitos de consumo. Por eso y más es atrayente regresar al país del Tío Ho, el Presidente Ho Chi Minh, respetuosamente visitado en su Mausoleo en la Plaza de la Paz, donde ondean majestuosas las banderas rojas con la estrella amarilla del país socialista y la comunista de la hoz y el martillo; donde no muy lejos permanece la colosal estatua de Vi Le-Nin (Vladimir Ilich Lenin) en su parque epónimo. Imposible no traer al recuerdo a otros héroes inmortales. Las hermanas Trang, que repelieron la invasión china; luego en el modernismo, el General Vo Nguyen Giap, el estratega del triunfo de Dien Bien Phu contra los franceses y jefe militar de la guerrilla del Viet Cong (murió de 102 años en 2013); a la generala Nguyen Thi Dinh, la diplomática de los Acuerdos de París de 1954, el Ejército de los Cabellos Largos, el Primer Ministro Pham Van Dong que culminó el Mapa de la Determinación que hizo

Souvenirs vietnamitas

posible el triunfo de abril de 1975, hoy llamada Victoria de la Primavera. Eran, hace cuatro décadas, soldados y soldaderas, del ejército y de la guerrilla, de cuerpos de viento, de sandalias de plástico, de armas caseras y rusas, de ropa color obscuro para camuflaje en la naturaleza, quienes se enfrentaron al conocido como el más poderoso de los ejércitos del mundo moderno, el estadunidense, el de los hombres enormes, de botas de cuero, de uniformes con diseños de hojas, de cascos protectores, de armas sofisticadas como el napalm y el Agente Naranja… la llamada Guerra ame­ricana es etiquetada como “la más brutal de todas las guerras” y la ganaron los vietnamitas en un esfuerzo epopéyico. Hay también artefactos heroicos que en el Museo de Historia Militar atizan la imaginación: el mig 21 f 96-5121 que, piloteado por Pham Tuan, de la fuerza aérea comunista, derribó nada menos que un “castillo flotante” como se conocía a los b 52 de la fuerza aérea estadunidense, en las navidades de 1972 en cruel ataque contra Hanoi; o el tanque t 54b de la brigada 843, el mismísimo que llegó al Palacio Presidencial de Saigón el 14 de abril de 1975 y acabó con la última guarida del régimen de Diem. Concurridos igualmente son los mercados de pulgas que venden remanentes de la Guerra americana, desde un radio portátil hasta encendedores Zippo, con los que prendían fuego a los cultivos y bosques para hacer salir a los guerrilleros de sus escondites, y tanto más. En Café Cong (Café Comunista) la juventud se reúne para mostrarse con las novedades electrónicas mientras beben, ya no el té verde de antaño, sino café a la moda; por algo el país es el mayor productor y exportador del grano negro en el sudeste asiático; lo curioso es el servicio en tazas, platos y cubiertos de metal, exactamente como lo usaba hace cuarenta años el ejército comunista.

¿Cómo no sorprenderse de que en este país socialista de partido único, el comunista, las grandes marcas acaparen el sueño de muchos consumidores? ¿Cómo cuestionar el interés por el idioma inglés, cuando es el lenguaje sin pasaporte del mundo de los jóvenes, o cuestionar la decisión de una madre de enviar a sus hijos a universidades europeas? Lo cierto es que se trata de un país que debiera ser atrayente para México, con quien abrió relaciones diplomáticas precisamente hace cuarenta años, en mayo de 1975. Esta es una ocasión que sirve para el examen de los pendientes en las agendas mutuas, explica Martín Muñoz Ledo, jefe de Cancillería en la embajada mexicana, sin embajador designado. La balanza comercial está a favor de Vietnam porque éste se vende bien, mientras que a los inversionistas mexicanos como que les falta audacia para promocionar, por ejemplo, la experiencia en ingeniería de construcción carretera, o intensificar la agenda cultural para abrir el abanico de ofertas que México tiene en los rubros de la economía y el comercio. Para el diplomático, ambos países podrían asumir lecciones mutuas, aprender de temas que les son familiares y complementarse, pues si los vietnamitas atraen por su esfuerzo, por su lucha por alcanzar sus objetivos hasta triunfar, los mexicanos poseen muchas cosas pragmáticas en el campo de la salud, de las ciencias, de la educación. Queda mucho por hacer para resolver este déficit de México frente a Vietnam, por lo que Muñoz Ledo considera que sería bienvenida la presencia mexi­ cana, no solamente del gobierno sino de individuos, de industriales, empresarios, desarrolladores de cultura y promotores educativos. Lo que nos queda de este regreso a Vietnam es la realidad de que, por ejemplo, en 1993 la pobreza en una población de casi 70 millones fue de sesenta y cuatro por ciento, mientras que en 2008, con 85 millones de habitantes, cayó al 17 por ciento (Banco Mundial). El bienestar se presume general porque es evidente la mejoría en la calidad de la vida, incluso la rural y artesanal, además; la gente siempre está afanosa. ¿País ideal? Vietnam aún tiene guerras por ganar. La elevada contaminación ambiental en las grandes ciu­ dades que ensombrece el desarrollo urbano con una capa de polución que oculta los rascacielos de los grandes corporativos asiáticos; el aumento en el tráfico sexual de mujeres y niñas y en la violencia doméstica; el apego a las legislaciones universales en materia de derechos humanos y al disfrute de las garantías individuales y no solamente la promoción comercial; el ciberterrorismo y apertura total a la informática, escasez de agua, alcoholismo, el aumento de accidentes de tránsito, la falta de estructuras jurídicas fuertes en materia laboral, la libre sindicalización y muchas instituciones débiles, la igualdad de género y, sobre todo, ganar la guerra contra la corrupción rampante de la que tanto se habla. En palabras de Kellie: “El significado de este cua­ dragésimo aniversario va dirigido especialmente a mi generación de jóvenes. No hay más guerra. Tenemos las mejores oportunidades para estudiar y desarrollar nuestro país. Con un país más grande, pienso que seremos más fuertes que cuando había, como hace cuarenta años, dos países, dos gobiernos. Sin embargo también vemos el lado obscuro. Un espacio más grande, más y diferentes grupos, otras formas de pensar, este es el reto de nuestro gobierno actual: equilibrio para todo y encontrar el modelo más efectivo para desarrollar nuestro Vietnam.” Por ahora su ejemplo, el de vivir en paz, el de construir para la paz, es un derecho alcanzado

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LEER

Jornada Semanal • Número 1053 • 10 de mayo de 2015

Sendas de Garibay, ensayos y entrevistas, Ricardo Venegas, Ediciones Eternos Malabares/ Conaculta, México, 2015.

DIBUJO DE GARIBAY JUAN DOMINGO ARGÜELLES

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icardo Garibay fue un escritor de verdadero talento y un enemigo acérrimo de la insinceridad. Por ello tenía la rara virtud de hacer enfadar a medio mundo, ese medio mundo donde no faltan los mediocres y donde no escasean los enfermos de vanidad. Sus poses pugilísticas llevaron a varios a juzgarlo y sobre todo a prejuzgarlo del modo más inconsciente, lamentable e irracional. Y al opinar de él, y al denostarlo, estas almas de Dios ni siquiera se tomaron la molestia de leerlo. Para Garibay, “ser escritor es ser para los demás, sí, ciertamente, pero desde mí y hacía mí. Existo y mi existencia es lo único que tengo”. Era arrogante, sí, pero únicamente ante los demás, no ante el oficio literario para el cual era más que humilde. Lo que muchos jamás le perdonaron, y otros siguen sin perdonarle, fue su forma directa de decir las cosas, rayana a veces en el cinismo, pero es que la verdad casi nunca es bella: las palabras lo son, o pueden serlo, pero lo que las palabras dicen no es lo que siempre quieren escuchar o leer las buenas conciencias. No únicamente su literatura, sino también su periodismo fue así: directo, verdadero, certero, impúdico, pero especialmente fuerte. En 1970 Jorge Hernández Campos le dijo, a propósito de escribir una columna quincenal para el suplemento Diorama de la Cultura, de Excélsior: “Aprovecha tu impudor para decir las cosas y dilas, todas.” Y fue así como creó no únicamente un estilo sino un subgénero dentro del periodismo (la confidencia literaria en sus hallazgos y paraderos) en el que hoy muchos recurren a lo autorreferencial únicamente para contar sandeces, ridiculeces y cursilerías sobre su ínfima existencia, aburrida y ridícula, que no le importa a nadie, y quizá ni siquiera al propio cronista de su vacío. Garibay, en cambio, en lo que luego fue su libro Cómo se pasa la vida (de título manriqueano), lo que dice es lo que nos involucra a todos los que existimos en alegría y sufrimiento. Que fue un escritor de talento lo demuestran sus libros, sus muchos libros; pero para saberlo hay que leerlo. Y leerlo quiere decir verlo sin prejuicios, y valorarlo justamente como lo que es: un escritor de plena vitalidad. Porque Garibay está más vivo que muchos de los que todavía gozan el privilegio del aire. Ahí está él, en sus libros. ¿En dónde más podría estar un verdadero escritor? Sabía lo que decía y lo decía sin contemplaciones, sin concesiones, y él, que era arrogante, incluso sin autocomplacencia, afirmaba: “Literatura es decir

inútilmente una vez más, y no de la mejor manera, lo que ya se dijo muchas veces de la mejor manera. Quizá esto es lo cierto. Literatura no es cantidad, qué va. Y por supuesto, literatura es cantidad. Mientras aquí no escriban hasta los perros y no se publiquen mares de páginas inflamables, no vislumbraremos –sorpresas aparte– la natural obra maestra mexicana. Sí, calidad es cantidad. De la cantidad asciende la literatura.” Ricardo Garibay escribió muchísimo y leyó aún más. Sus Obras reunidas, que no completas, apenas caben en diez gruesos volúmenes. Y supo transmitir, comunicar, con elocuencia, su pasión, su inteligencia, su placer y su irritación con respecto a lo leído. No creyó jamás en la popularidad y esto lo salvó de muchas vejaciones de la moda: “La gran popularidad –dijo– no es garantía y ni siquiera indicio de virtud ninguna; es pacto con la masa, es bajar a la calle y ser leído en la media calle y ahí mismo olvidado.” Él, que con tanta maestría se ocupó de lo popular y que no tiene igual para captar el habla y los múltiples lenguajes de la gente, no es en realidad lo que se puede llamar un escritor “popular”. Sin embargo, habría que redescubrirlo en un país donde la literatura es cada vez más la aburrida crónica autobiográfica de quienes no tienen en absoluto una existencia que pueda interesar a nadie. Por fortuna, en 2013, Josefina Estrada, que lo conoció y lo sigue leyendo, publicó una amplia Antología garibayesca de más de seiscientas páginas. Ricardo Garibay nació en 1923 y murió en 1999. Lo que nos dejó es una extraordinaria obra literaria, además de una enorme lección reflexiva y apasionada que tuvo la generosidad de ofrecer a muchos de los jóvenes que mayoritariamente lo admiraron y lo admiran, y que, venciendo sus temores, se acercaron a él. Entre ellos, Ricardo Venegas (1973), poeta y editor, lo entrevistó y consiguió algunas de las revelaciones garibayescas que nos lo revelan en todo su espíritu. El resultado es este libro. Sendas de Garibay consigue su propósito de interesarnos en el escritor y, al mismo tiempo, de revelarnos la condición humana del artista. Lejos de los chismes al uso, en estas páginas resplandece la experiencia literaria, pero también el entusiasmo y el fervor. Gracias a ellas, los lectores de Garibay fortalecemos nuestra admiración, y no sería nada extraño que los que no lo han leído aún vayan a buscar sus libros después de que Venegas les haya presentado al escritor a través de estas espléndidas entrevistas. En este libro el diálogo es inteligente, no únicamente las respuestas del maestro, sino las preguntas del lector que, con admiración pero también con sutileza, va haciendo que el viejo escritor se confiese, que, confiado en la cordialidad y el respeto de su interlocutor, ofrezca lecciones de vida y literatura. Así, le dijo al entrevistador, para que lo escuchemos y lo leamos los demás: “Los temas están por todas partes, en el aire, en las conversaciones todas, en lo que se lee, en lo que se viaja, en lo que se vive, en los tropiezos, en los pequeños triunfos.” Al referirnos a los “pequeños triunfos”, vale decir aquí que Garibay no tuvo los que mereció más allá del triunfo de las páginas escritas y solucionadas con maestría. Generoso como siempre lo fue,

Vicente Leñero, su amigo, recordó esta historia de mezquindad nativa (propia de nuestro medio literario) cuando en 2001, en su discurso de recepción del Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura, evocó a Garibay e hizo el siguiente alegato-homenaje: “Quiero empezar este breve texto con una dedicatoria a Ricardo Garibay, que mereció estar aquí antes que muchos; antes que yo, desde luego. Y no lo estuvo. Negados, sistemáticamente, para el poderoso prosista, los reconocimientos de su propio país.” No hace falta agregar que este reconocimiento se lo han dado a segundones que, según sus dones –sus escasos dones– serán olvidados en el mañana inmediato en tanto la obra de Ricardo Garibay cobra nuevos ímpetus. Este libro de conversaciones servirá para que quienes no conocen del todo al escritor sepan quién y cómo fue, y vayan a sus libros y encuentren el tesoro de su prosa, de su poderosa prosa, como dijera Leñero, que es uno de los milagros literarios del siglo xx mexicano. El lector disfrutará este libro de conversaciones literarias y aprenderá de él. Aprenderá, sobre todo, que la humildad ante el oficio es el único modo de escribir grandes páginas. Todos los grandilocuentes con su oficio, lo único que han hecho son inflamadas y bobas grandilocuencias que se desinflan más pronto que tarde •

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En nuestro próximo número

LA DESAPARICIÓN DE LO INVISIBLE Fabrizio Andreella

Borges e Islandia Entrevista con José Agustín


ARTE Y PENSAMIENTO ........

10 de mayo de 2015 • Número 1053 • Jornada Semanal

Ricardo Venegas ricardovenegas_2000@yahoo.com

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Democracia Leo en uno de aquellos artículos de don Atanasio Argúndez y Ávila, aquel juez que creía más en la justicia que en las leyes, que le fueron censurados por el taimado subdirector de La Voz de la Costa:“Algunos se adelantaron, se afianzaron, de algún modo, paso a paso, torcidamente se apropiaron del poder y legislaron para que los dueños de todas las decisiones sean ellos mismos y no quienes puedan en verdad oponerse. Ahora los vemos simulando diferencias, abrumándonos con un mismo discurso vacío, machacado una y otra vez, disfrazado de contienda. Pero todos comparten la misma sed de mando, y saben que la mejor manera de conservarlo es cerrar filas y repartirlo entre ellos. Ajenos a sus componendas, sin manera de participar en lo que esos simuladores determinan, sin oportunidad de intervenir, somos testigos de su empoderamiento, al que llaman democracia. Somos sólo los espectadores, la comparsa que ellos necesitan para legitimar su mascarada.” •

Ricardo Yáñez DE PASO Marcial Habría cumplido –para mí apenas– sesenta años la semana que acaba de pasar. Nuestra ciudad es cruel, y no resulta fácil ver a los amigos; sin embargo ahora me parece que dada tal circunstancia nos encontramos muchas veces, casi siempre en la bohemia, aunque algunas nada más en la política, dicho quizá mejor (ignoro si al respecto habrá consenso), en la resistencia cultural. Una única ocasión lo vi molesto, enojado, de ánimo turbio, quién sabe por qué. De ahi en más, contento, generoso, atento, entretejiendo bien el hilo de la conversación, de –tenía oído absoluto– la canción. Puede que pasara por amiguero, pero era que sabía ser amistoso, y sobre todo ser amigo. Lo que como su apellido queda, Alejandro, era su segundo nombre (hasta la adolescencia ocultó el primero, pero un día de confidencias con Arturo Cipriano, quien hacía lo propio con su segundo, cuasi ritualmente decidieron que privilegiarían el antes relegado). Largo y tendido nos vimos en Jalapa, Guadalajara, Morelia… Cerraré recordando que en la capital michoacana, flanqueado por sus hijos Luz y Marcial, a quienes abrazaba querendón, y girando la voz a su derecha, a su izquierda, efusivo, bromista expresó: “La mujer de mi vida…, y mi amor imposible.” •

bitácora bifronte

Francisco Torres Córdova ftorrescordova@gmail.com

monólogos compartidos

La impiedad de la medicina

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liver Sacks, el neurólogo que escribió el volumen Awakenings en 1973, narró su experiencia como médico al suministrar un tratamiento a supervivientes de encefalitis letárgica. En 1969, Sacks les administró a sus pacientes una droga llamada L-dopa, la cual en principio los reanimó, para luego perder el efecto y hundirlos nuevamente en su letargo. La historia fue llevada al cine por Penny Marshall y el actor Robin Williams protagonizó a Sacks. Despertares (1990) fue una cinta que en muchos sentidos rememora el juramento de Hipócrates, el cual, entre otros asuntos, precisa:“ Si observo con fidelidad mi juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí la suerte adversa.” A principios de este año, a Sacks se le detectó un cáncer en fase terminal, lo que llaman metástasis en el argot de la medicina. Lejos de maldecir su suerte, el ahora legendario galeno de las causas humanitarias escribió para un diario estadunidense un mensaje que conmueve: “No puedo decir que no tenga miedo. Pero mi sentimiento predominante es el de la gratitud. He amado y he sido amado; he dado mucho y me han dado bastantes cosas; he leído, viajado y escrito.” Hace algunos meses fui testigo de cómo algunos galenos atienden a sus pacientes. María de los Ángeles se operó en una clínica particular de Cuernavaca, en la intervención le retiraron un tumor; al terminar la operación todo parecía en orden, hasta que, luego de unos días, comenzó a sentir molestias en los intestinos. La familia le marcaba al médico para que le recetara algo contra el dolor. Lejos de atender a su paciente, el galeno a veces no se tomaba la molestia ni de contestar las llamadas. Cobró por la operación y se desentendió. A la derechohabiente del Issste se le canalizó al hospital ubicado en el municipio de Zapata, que parece clínica particular, pero tiene todas las carencias. Las veces que pude acompañarla, pese al dolor y la demacración que presentaba, las recepcionistas la hacían esperar hasta por más de una hora. Y eso que estábamos en lo que llaman “urgencias”. Mientras las recepcionistas platicaban alegremente y se paseaban sonrientes con su café en la mano, María de los Ángeles agonizaba. El día en que partió la acompañé al hospital, nadie pudo hacer nada por ella. El cáncer estaba muy avanzado y ningún médico pudo diagnosticarla ni darle tratamiento, pese a la infinidad de estudios que se le hicieron en laboratorios particulares y en los del propio I ssste . La pésima atención en el sector salud proyecta una imagen, más que de nosocomio o de alternativa de vida, de verdadero mausoleo. Oliver Sacks debería ser la inspiración de muchos médicos. Uno de los mejores exámenes para graduarse sería que atendieran a su propia madre: con ello se revelaría mucho de la humanidad del aspirante. Por lo pronto, esperemos que el juramento de Hipócrates se cumpla •

Los ojos de las cosas El cuerpo hundido en su propio peso y emergiendo apenas a una suave tentación de movimiento; larga la respiración y los ojos atentos bajo los párpados cerrados, en los labios un calor de horas que pueden ser minutos y los minutos días de otros años algunos incluso venideros; en la garganta el suave letargo de la voz a un lado apenas del sonido que pone a las palabras en el mundo, ahora con otra resonancia, con una inteligencia nutrida por el sueño pero aún en la vigilia. El corazón retumba por dentro de los huesos y a la vez en otra parte suya, lejos de la conciencia que lo olvida y no lo oye y lo da por cierto y confirmado, y sin embargo también en las paredes del vacío primigenio que le dice desde siempre que no lo es. Brilla entonces oblicua a los órdenes del mundo la hoja de vidrio, de agua, metal o humo del día o de la noche en el saber cotidiano y útil de la vida con sus ruidos, sus aristas y rumores, el flujo en que se trenza su dura voluntad con el absurdo que tanto la dispersan y concentran. No es la anestesia del quirófano, la cima de un desmayo, el sopor de la pereza o el fondo o la meseta sin bordes de un delirio, y en su recinto delicado no asoman “las cumbres peladas del insomnio.” Cada quien su duermevela, claro, pero si no se corta en las orillas del instinto inicial de la vigilia; si no se quiebra por alguna vana urgencia o al fin se hunde y se dispersa atrapado por el sueño, el pensamiento se desdobla y multiplica, se oye a sí mismo y se mira, se dilata y se precisa en un vasto soliloquio tramado en el deseo y la memoria, los dos extremos de la bestia sustantiva y la incesante criatura que somos, un pie en cada una. Es la noción más consciente que tenemos de la muerte sin morir y la más lejana de la vida sin vivirla, a un paso de su apremio, a salvo de ambas y en su centro. Lo que era vago entonces enciende sus contornos y poco a poco destella en la penumbra lo que somos en los ojos de las cosas. Desde el quicio de esa ausencia anclada en la presencia, el poeta se descubre cierto y ajeno, en medio del cauce en el que fluye la vida con la muerte: “¿Por qué abren las cosas alas para que yo pase?/ Tengo miedo de pasar entre ellas, tan conscientemente paradas./ Tengo miedo de dejarlas atrás de mí quitándose la Máscara.// Pero hay siempre cosas atrás de mí./ Siento su ausencia de ojos mirarme y me estremezco./ Sin moverse, las paredes me vibran en los sentidos./ Hablan conmigo sin voz diciéndome las sillas./ Los dibujos de los manteles tienen vida, cada uno es un abismo./ Brilla sonriendo con labios visibles e invisibles/ la puerta abriéndose conscientemente/ sin que la mano sea más que el camino para abrirse./ ¿De dónde es que me están mirando?/ ¿Qué cosas incapaces de mirar me están mirando’/ ¿Quién acecha todo?// Las aristas me miran./ Realmente sonríen las paredes lisas.// La sensación de ser sólo mi espinazo.// Las espaldas.” (“Episodios. La momia”, fragmento v, Fernando Pessoa, versión de Francisco Cervantes.) •

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Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com @mquemain

Pintado y Popesku, las amigas de Dostoievsky

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ARAMAZOV, TODO ESTÁ PERMITIDO, de Ylia O. Popesku y María Inés Pintado, dirigida por el joven realizador Hugo Abraham Wirth, es resultado de un trabajo de investigación y comprensión profundo, solvente, comprometido con la literatura, la actuación y la dirección escénica entendida como un proceso de conjunto que enriquece el trabajo final. La dramaturgia, la autoría, es extraña, porque la obra es de Dostoievsky y aparece atribuida a dos jóvenes actrices que si bien confían en su belleza, su juventud y fortaleza física, la primera estructura en la que sostienen su trabajo es la escuela de actuación rusa, rigurosa y exigente, y su capacidad de reformular la poética del escritor para transformar esta obra imaginada para hombres y ponerla a gravitar en el físico de dos actrices que cambian el punto de vista y potencian el texto bajo la dirección de un joven que responde a la demanda de un proyecto ambicioso, inteligente y de gran compromiso ético. Popesku y Pintado contradicen la idea de un actor objeto, dócil y sumiso a los dictados de un director, y Hugo Abraham Wirth no se impone tampoco con autorretratos obsesivos de sí mismo y “su lectura” del clásico ruso. Es una puesta en escena donde el espectador puede ver paso a paso los detalles de una dirección mesurada, profunda, cuidadosa de los tonos, limpia, con un trabajo vocal admirable a pesar de la acústica del Teatro Legaria, donde se presentará sábados y domingos hasta el 31 de mayo. Tanto Pintado como Popesku son reincidentes. Dostoievsky es la misma piedra. Hay que informar que Karamazov es la segunda parte de una trilogía que empezó con Dostoievsky: el demonio y el idiota, que dirigió Alber-

LA OTRA ESCENA to Lomnitz a principios de 2014 con las actuaciones de dos actrices más: Haydeé Boetto y Cassandra Ciangueroti. El tema de la modernidad también era un hilo conductor entonces, a través de pares de opuestos que indagan sobre el bien y el mal, la bondad y su contraparte, la estupidez y el orgullo como formas de las patologías inaugurales del siglo xix en el mundo burgués del siglo xx . La presencia de Los hermanos Karamazov ya estaba en ese montaje que integraba El príncipe idiota y Demonios. Entonces eran cuatro mujeres sobre una escena de una desnudez impecable, imaginativa, poética, también construida y concebida iluminando el espacio por Carolina Jiménez. Sería injusto obviar el trabajo de Adela Cortázar, porque el vestuario completa un cuadro que le da unidad plástica a toda la articulación entre lo inmóvil y el flujo intenso de los dúos que van y vienen.

Debe acreditarse también a Vicente Rodríguez, cuyos música original y diseño sonoro animan un gran proyecto escénico bajo el estilo de un realismo psicológico de gran exigencia actoral, por la precisión del gesto y el movimiento que pone en juego una escena de mujeres con el poder de diluir admirablemente el género para hacer escuchar los grandes problemas y desencuentros de un ser humano. Ambas actrices se entregan en un dúo sobre el que sólo se pueden ejercer preferencias de gusto. Las dos son poderosas y con un control de la corporalidad que permite intuir un gesto, un guiño que hace posible presentir un movimiento, anticiparlo. María Inés Pintado tiene la responsabilidad de cuatro personajes: dos muy genéricos (una visitante y una “mujer”) pero no menos impactantes, y además es Dima y Smerdiakova. Popesku es Ivanka y Koklakova. Aunque esto suene muy general y a lugar común, justamente el valor de la trilogía y la largueza del trabajo permiten aproximarse a gradaciones de esa mundanidad tan dolorosa. Aquí el drama alcanza tanta sutileza en lo femenino porque se confronta con la materialidad y lo fantasmático de un universo materno (“todos deseamos su muerte”) capaz de castrar, de estupidizar a su prole al grado de que esas hijas un poco lorquianas se atreven a apostarle hasta a la muerte en nombre de su libertad. Todos los que participan en esta puesta son apasionados de la literatura rusa y de un teatro que exige riesgo, capacidad de expresarse corporalmente y suponer que el actor y el conjunto también están habitados por una ética personal y grupal, que les permite pensar que cada paso sobre la escena enriquece al mundo, ilumina nuestro tránsito y significa un combate frontal a la voracidad y la ambición que campea en un mundo sin límites aparentes, donde “todo está permitido”. Karamazov es un alegato contra la omisión y la indiferencia que nos esteriliza y nos lleva a confundir como naturaleza la construcción de un mundo oprimido •

Ylia O. Popesku y María Inés Pintado

Alonso Arreola @LabAlonso

El Cruce: Formosa y Asunción

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l arpista toca pegadito a una máquina de rayos x mal ubicada en el centro de la sala. Ambos conforman un cuadro surrealista, extrañamente agradable al momento de la espera. Dos niñas bailan alrededor con sendas sonrisas, inconscientes de su ahogo en el complejo mar de tresillos y síncopas que segundo a segundo teje el dios sentado frente a ellas. Sí. Visto a la distancia el arpista es una deidad o un charlatán (casi la misma cosa) cuyas manos engañan a la lógica. Invisibles a los ojos distantes, las cuerdas de su instrumento dejan el mundo material para derramarse en el tiempo, brincan de una dimensión a otra como si crearan un agujero flotando en el espacio. ¿Quién lo diría? Fue hasta el último momento, minutos antes de subirnos al avión, cuando pudimos escuchar el corazón sonoroso de este territorio, el objeto del que tantos compositores e intérpretes notables se han enamorado. ¿Adivina la lectora, el lector, por dónde andamos? Estamos en el aeropuerto de Asunción, en Paraguay, saliendo a Buenos Aires. Hemos participado en un par de encuentros que nos han hecho pensar y sentir muchas cosas; que nos dan algo de esperanza pero también tristeza frente a una labor que parece imposible: la unión, el acercamiento entre pueblos originarios de Latinoamérica separados por la distancia geográfica, por el abismo lingüístico. El primero ocurrió en Formosa, en el lado argentino de esta curiosa y caótica frontera que pocos pasan si la comparamos, verbigracia, con las bocas monstruosas que unen a México y Estados Unidos vía terrestre. Se llamó “El Cruce. Ancestral & contemporáneo. Sabores, sonidos, saberes”. Fue una pequeña y breve conjunción entre seis lenguas (contando al castellano, aunque muchos

BEMOL SOSTENIDO puristas nos corrijan la plana) y tres países. Nos referimos al guaraní paraguayo, a los mapuche, qom y wichi argentinos, y al náhuatl mexicano. Sucedido en el Galpón c de la Costanera, una estructura para usos múltiples a la vera del río Paraguay, extensión del Paraná; este cruce mezcló no sólo palabras sino músicas y recetas de cocina como las del Laboratorio Experimental de Chipa, ese pan de queso en forma de aro por el que transita el paladar de toda la zona, muy independientemente de la división geopolítica. Allí conocimos la sensibilidad y el talento del cantautor Víctor Riveros, quien hace honor a la suavidad del guaraní. También escuchamos un poco de la rara propuesta de Fabio Inalef y la muy bella exhibición de Ema Cuañeri y Mirna Paulo, quienes combinaron dos lenguas distintas (qom y wichi, respectivamente) en torno a la imaginería de un percusionista argentino con influencias brasileiras. Con todos ellos –exceptuando a Inalef– partimos luego a Asunción. Allí, en el marco de la Feria del Libro de Paraguay, compartimos nuevos sonidos y palabras en el Festival de Música en Lenguas Originarias Latinoamericanas. Producido con poco presupuesto, éste coincidió con el de Formosa, cuya falta de experiencia, producción y difusión se equilibró con esfuer-

El Cruce, con participación de artistas de México, Paraguay y Argentina

zo y originalidad, con la claridad y el interés ante un tema urgente que finalmente parece cobrar fuerza en distintas naciones. Desde el creador de la experiencia completa, Marcos Ramírez, hasta la hospitalaria embajadora de Argentina en Paraguay, Ana María Corradi, pasando por todos los involucrados, percibimos un intento honesto por aprovechar las rutas que los apoyos culturales de Mercosur, Arpa (Argentina-Paraguay) e Ibermúsicas están abriendo en esta parte del continente. Es así como, pese a la inevitable inercia de la Guerra de la Triple Alianza hace doscientos años, tuvimos el privilegio de atestiguar una vez más aquello en lo que creemos y que también deseamos para México: por conducto del conocimiento y la valoración de la cultura ajena, de una educación integradora y respetuosa, podremos transformar la sensibilidad general frente al mundo indígena, tan sobajado a lo largo y ancho de América Latina. Algo de ese espíritu intentaremos llevar a la Feria del Libro de Buenos Aires (filba), a donde nos dirigimos. Acá nos han tratado bien. Muy bien. Acá se asustan de lo poco que saben y entienden sobre los 43 de Ayotzinapa, sobre las asesinadas de Ciudad Juárez. Colofón. Estamos en Buenos Aires. Nina, que ha ido al aeropuerto por nosotros, trabaja en la filba . Es cantante, bailarina de tango y actriz. Al ver nuestro entusiasmo dispara “mi Buenos Aires queridoooo”. El sol saca sus tijeras y recorta sombras a nuestro alrededor mientras el frío se queda dormido en casa. Todo promete. Lástima que vengamos a descomponer las cosas en una feria dedicada a Ciudad de México, a decirles que lo nuestro va re mal, que el robo y la violencia y la corrupción parecen no tener fin. Pero lo entenderán. Su pasado (y presente) los hace empáticos y fuertes. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


ARTE Y PENSAMIENTO ........

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Jorge Moch Verónica Murguía

Lo mucho que hemos perdido

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UANDO LEÍ, HACE MÁS de veinte años: “A sus cinco hijos les pegaba cuando sacaban malas calificaciones en la escuela y también cuando sacaban dieces. Los castigaba cuando se portaban bien y cuando se portaban mal. Les echaba jugo de limón en los ojos lo mismo si hacían travesuras que si le ayudaban a barrer la casa o lavar los platos de la comida…”, la alarmante descripción de La peor señora del mundo, supe que Francisco Hinojosa era un escritor capaz de contar con gracia cualquier cosa. Hasta verdades incomodísimas, como la de que hay madres que le hacen la vida imposible a sus hijos, o que la vida es injusta y suele descalabrar al mejor portado. Este libro indispensable rompió a fuerza de sinceridad y humor los moldes que sometían a la literatura infantil mexicana y la liberó de su formato didáctico y mora-

lista. Antes de la aparición de la célebre señora, y en otro tono, Hinojosa había publicado El informe negro, esa traviesa fábula detectivesca para adultos. Su sorprendente registro abarcaba, pues, desde la ironía en el relato para adultos, hasta la hipérbole más exagerada y juguetona, ideal para los lectores infantiles. En Aníbal y Melquíades, por ejemplo, aparece un niño tan esmirriado que chupaba los dulces porque no le daban las fuerzas para masticarlos; Amadís de anís es la historia de un niño que de tan goloso se convier te en un chico de azúcar. Hinojosa también ha escrito libros de poesía, crónicas de viaje, un largo ensayo autobiográfico sobre la migraña en racimo, y libros de cuentos. Faltaba que incursionara en la literatura juvenil. Cuando apareció Con los ojos abiertos, supuse que sería algo así como el hijo de La peor señora del mundo y de Tom Sanabria, el inolvidable detective del Informe negro. Me imaginé un libro mordaz, como casi todos los suyos, ingenioso y sonriente. Y me equivoqué, porque Con los ojos abiertos es un libro escrito con ternura y una delicada melancolía. Protagonizado por Sara, una joven de pocos recursos que atiende un puesto de libros en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam y Eliseo, un muchacho de familia adinerada, reticente poseedor de un temperamento trágico, cuyas puntas se afilan con los ataques de insomnio y angustia que lo atormentan, esta historia registra el dolor y la alegría del primer enamoramiento sin endulzar sus amarguras. Sara vive sola, en un pequeño cuarto de azotea que alquila después de abandonar la casa familiar. No hay, entre sus parientes, uno solo que le demuestre amor: ni su frívola y cruel madrastra, ni las hermanastras vanidosas y tontas. El padre es débil, el hogar una pocilga, y Sara

la única que se rebela contra la desidia. Su parecido con la Cenicienta no pasa inadvertido: Hinojosa establece un hábil juego de identidades dándole el apodo de “Príncipe” a Eliseo, el hijo de la familia con ínfulas que lo rechaza en la misma medida en la que busca controlarlo. Sara y Eliseo no son dos héroes, son dos personas. Hinojosa ha construido en este libro a dos voces una realidad familiar y reconocible poblada por seres de carne y hueso. Sara, gracias al atormentado “Príncipe”, descubre a Dostoievksy, la lectura. Él encuentra en ella la fuerza vital que necesita y quizás no pueda aprovechar. La historia de amor de estos dos va, naturalmente, en contra de todo. De la inocencia de Sara, de la angustia insomne de Eliseo, de las familias. Pero los protagonistas aprenden y se hacen adultos cumpliendo con los rituales del primer amor, de los encuentros eróticos cuyo placer se acentúa por el temor a perder al otro, con el descubrimiento de la solidaridad de sus amigos. Porque los rodea el círculo compacto de la amistad. Así, aparecen en el libro el amor por la música, las primeras experiencias con el alcohol, el baile, el cine, la pintura y una extraña danza, entre faje coreografiado y tabla gimnástica, inventada por los amigos de Sara y llamada La Tarantiul. Es el primer amor: Eliseo y Sara lo viven como si fuera el último, porque así fuimos, así somos. Quizás sólo a esa edad se tiene la energía para amar con esa disposición a la renuncia. Ella cree que él es su príncipe, él sospecha que en ella está la salvación. No revelaré el final, pero como todos los primeros amores, la relación se consume en una llama tan intensa como breve; estrella que ilumina la noche de Eliseo y el sol del día en el que Sara obser va el mundo que le da la bienvenida •

LAS RAYAS DE LA CEBRA

Ver en la oscuridad

STED Y YO Y la mayoría de quienes conocemos salimos perdiendo tras más de treinta años de neoliberalismo salvaje, de paulatina claudicación en lo que alguna vez pudimos llamar dignidad nacional, hoy tan a la compraventa, de entrega denodada de la riqueza estratégica de los mexicanos a grupos trasnacionales y de especulación financiera. Hemos perdido de todo, lo intangible, como el orgullo, el amor patrio o el deber cívico, y lo tangible, como la tierra pública, los recursos, el trabajo, el poder adquisitivo, la tutela del Estado y el patrimonio o la posibilidad de construir uno sólido, duradero y garante de una vejez sin carencias. Bastaron unos pocos sexenios, seis desde la grisura delamadridista hasta el de negros barruntos del peñismo, para que el neoliberalismo, disfrazado de simple apertura comercial impulsada por Carlos Salinas de Gortari como secretario de Programación y Presupuesto, y luego como presidente y jefe del grupo político que sigue mangoneando la agenda nacional, se adueñara de todo, lo contaminara todo y el país pasara a ser una especie de sucursal de negocios de consorcios mundiales. El desmantelamiento de las empresas estatales para ser reconvertidas en activos de la iniciativa privada dio lugar a una vorágine privatizadora profundamente corrupta, de turbios menesteres y procesos de desincorporación terriblemente opacos que empezó en las telecomunicaciones para culminar con el agua, llevándose entre las pezuñas el petróleo, el gas, la energía eléctrica y buena parte de los servicios básicos de ese mismo Estado debilitado, adelgazado según los dictados del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, porque precisamente en vir tud de su función reguladora resultaba estorboso para los planes de las trasnacionales y sus alecuijes mexicanos vendepatrias. Así, a menos de cuarenta años del inicio de la demolición del Estado mexicano, apenas algunas instituciones quedan en pie o se han visto fortalecidas de alguna manera, pero no las que se inscribirían en políticas públicas de sanidad y cultura, como el Instituto Mexicano del Seguro Social, las organizaciones estudiantiles y magisteriales (hoy convertidas en entidades desafectas al régimen) o las universidades públicas (todas ellas y sus símiles han sufrido en cambio constantes embates cupulares y terribles recortes presupuestales), sino las de control, intimidación y contención del descontento popular o las expresiones dinámicas de genuina oposición política (que se ha vuelto, también, una especie en extinción): las policías, las fuerzas armadas y los grupos paramilitares y de choque. En poco más de treinta años las esperanzas de muchos mexicanos se han visto co n f ro nt a d a s co n m uchos de nuestros peores temores. Hace poco más de treinta años no teníamos idea de la clase de hoyo socioeconómico y cultural en el que nos estábamos metiendo. La mayoría de los mexicanos por indiferencia, por simple

apatía o franca indolencia, permitimos que Salinas consumara el fraude electoral de 1988 y desde entonces el país va en picada. La docena trágica panista, ese remedo de oposición que desperdició la oportunidad histórica de cimentar una verdadera renovación nacional, se tradujo en dos sexenios de corrupción y complicidades acendradas y una espiral de violencia que ahora sigue multiplicándose por los rincones de un México en el que, a diferencia del que muchos tuvimos suerte de habitar, ya no se puede viajar con la familia a un destino turístico sin poner la integridad física o la vida misma en vilo. Pero durante décadas preferimos ver a otro lado, festejar los adivinables estribillos del Chavo del Ocho y de Chabelo; creer que Eugenio Derbez es chistoso y López Dóriga veraz; que el ingenio de Platanito, las Lavanderas o Guerra de chistes disimula su vulgaridad pedestre. Y coreamos narcocorridos y melodías gruperas a sabiendas de que se tugurizaba la cultura popular del mexicano, obviando que las grandes disqueras están amafiadas con las televisoras para producir sus propios ídolos hueros. Y dimos y recibimos mordida. Y dimos a nuestros hijos, o nos dieron nuestros padres cuando claudicaron también ellos, todo lo que fue pedido aunque no se mereciera, y creamos así generaciones de tiranos insolentes, ignorantes, que ahora llamamos yúniors, o ladies y mirreyes. Y no hay mucho que hacer. Mirar con estupor, si acaso entre un escándalo y otro, cómo se hunde el barco. Con todo y ratas. O tratar de rescatar algo. Algo que nos recuerde siquiera lo mucho que hemos perdido •

CABEZALCUBO

tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch


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........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jaime Muñoz Vargas

Luis Tovar

Cortázar y la mecánica de chicle

Simples brevedades largas

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N CAMPESINO ME DESCRIBIÓ la situación con esta metáfora:“Los que se van del rancho son como las sandías: crecen más allá de donde los plantan, pero no se despegan del origen.” Asombra la sencillez de la imagen porque describe a la perfección lo que frecuentemente pasa con quienes se van: que por más tierra o agua que pongan de por medio, se llevan la atmósfera de la niñez y la juventud adherida como un fantasma en el alma y jamás terminan de desprenderse. Entre los escritores hay muchos ejemplos de distanciamiento forzado o voluntario. Uno de los más famosos es el de Cortázar, quien luego de nacer, casi por accidente, en Bélgica (1914), pasó de niño a su espiritualmente natal Argentina. En Banfield, uno suburbio del llamado Gran Buenos Aires, transcurrió su decisiva juventud y allí comen-

zó el largo camino que décadas después lo llevaría a convertirse en uno de los protagonistas de la literatura mundial. En Cortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar (Seix Barral, 2013), el escritor y periodista Diego Tomasi (Morón, 1982) rastrea el pasado del autor de Rayuela entre las calles, las amistades y los oficios que luego, cuando tomó la decisión de brincar definitivamente el A‑ tlántico, alimentarían su nostalgia y sus papeles. Se trata entonces de un libro importante en la amplia bibliografía sobre Cortázar, ya que saca a la luz la enorme influencia que la Capital Federal tuvo sobre un autor que, pese a su ulterior radicación europea, jamás dejó de mirar con gratitud su pasado porteño. Tomasi escudriña sobre todo en las amistades que sobreviven a Cortázar y en su abundante correspondencia. El trabajo de investigación, ciertamente complicado debido a que entre 1930 y 1950 el inmenso cuentista era un joven absolutamente desconocido, rinde frutos espléndidos, tantos que Tomasi puede incluso calcular los días exactos que Cortázar pasó en Buenos Aires: alrededor de seis mil días, “menos de una cuarta parte de su vida”. Sin embargo, más allá de ese cómputo a todas luces aproximado, apunta: “Ese juego matemático es eso. Un juego. Un juego de números que no guarda relación con la enorme influencia que la ciudad ejerció sobre él.” La gravitación de Buenos Aires en el espíritu de Cortázar tiene que ver directamente con lo desafiante y enriquecedor que fue, a un tiempo, su etapa de formación. La capital fue el primer estímulo de su voraz cosmopolitismo, el sitio donde halló la literatura francesa, el jazz, la pintura, el cine, el aprendizaje de la traducción profesional como trabajo alimenticio, los afectos para siempre. Tomasi examina cronológicamente los pasos de Cortázar, sus estancias de trabajo en Bolívar, Chivilcoy y Mendoza, su relación con familiares y amistades, el

GALERÍA

@luistovars

encuentro con Aurora Bernárdez, su contacto con Borges, su trabajo en la Cámara del Libro, su despacho de traductor y en general su relación, entre tersa y áspera, con una ciudad que, sin que él lo sospechara, estaba marcando para siempre su literatura. Es de suponer que la vivencia europea de Cortázar está mejor documentada que la porteña, pues la fama que construyó en París a partir de los sesenta propició una avalancha de entrevistas, reconocimientos, ensayos y fotografías. Se sabe menos, mucho menos, sobre la andanza cortazariana en el ámbito argentino, el de su juventud. Por ejemplo, sobre la nula relación con su padre. Tomasi la recuerda en un pasaje memorable, cuando Julio Cortázar padre le escribe a su hijo ya adulto y le pide que firme sus textos de prensa con el añadido del segundo nombre. El escritor, distante, le respondió así: “Con mi nombre Julio Cortázar he publicado un libro, y numerosos ensayos en revistas de b . a . Por una simple razón de mantenimiento profesional de mi nombre, sumándose a otra de eufonía que me interesa más que la anterior, no puedo incorporar mi segundo nombre, ni siquiera su inicial.” La inicial a la que se refiere es la “f”, de “Florencio”. Cortázar tomó la decisión de abandonar Buenos Aires. Se va de allí en octubre de 1951, en barco y despedido por sus cercanos. Lo que siguió fue adueñarse de París, cierto, y comenzar el amplio armado de sus mejores libros. Pero no pudo evitar que los aires de Buenos Aires llegaran hasta su buhardilla y alimentaran sus relatos. La ciudad formativa y rechazada se convirtió entonces en una especie de chispa permanente para encender la nostalgia creativa. Lo expresó en una carta a su amigo Eduardo Jonquières, variante metafórica de la sandía que mencioné al principio:“Irse no es nada. La cosa es darse cuenta que hay una mecánica de chicle, que te has quedado adherido y te vas estirando.” • Escena de LuTo (México 2013)

u To (MÉXICO, 2013) es el nombre del filme de ficción –de una hora y dos minutos,

parece largometraje breve aunque más bien sea mediometraje extenso– dirigido por Katia Medina Mora, a partir de un guión escrito por ella misma, que además fungió como coproductora en compañía de Edwin Jaquez, quien a su vez hizo labores de cinefotógrafo. A juzgar por los créditos, Medina Mora y Jaquez no contaron con apoyos estatales, ni siquiera los que pueden obtenerse por medio de Eficine. Los protagonistas son Patricia Garza y Juan Pablo Almeida y, al igual que de la propia Medina Mora, no es mucho lo que se sabe, o al menos lo que este ponepuntos pudo averiguar, de sus respectivas trayectorias profesionales. Quede como especulación, pero este pareciera ser el primer ejercicio cinematográfico de la autora con apellidos de magistrado de la Suprema Corte recién ungido. Lo mismo puede quizá decirse de Almeida, mientras que de Garza debe mencionarse un par de papeles secundarios en sendas producciones, así como uno coprotagónico en un filme titulado Sobre ella, también de 2013. Lo que Garza sí tiene es un extenso currículum televisivo. Vayan los anteriores datos, o tal vez mejor dicho la ausencia de los mismos, en abono a la comprensión de la naturaleza del filme, que produce la rara sensación de hallarse frente a una elementalidad, bisoñería o simpleza que, en un primer momento, pueden dar la apariencia de ser voluntarias, conscientes y perfectamente asumidas, pero que muy pronto en el pietaje acusan síntomas de yerro por la vía, bastante transitada por cierto, de creer que se está haciendo algo complejo o profundo: no bien arranca la segunda secuencia, es claro que LuTo no está apelando a ninguna economía de recursos que, poéticamente hablando, le haga decir más con menos, ni tampoco está obteniendo –a saber si está buscando, aunque de a ratos pareciera que sí– concreción a partir de la síntesis y la condensación. Más antes que después, la deseable o –deseada– economía recursiva se delata enteramente como lo que es, pobreza de recursos, mientras la quizá igualmente pretendida condensación se muestra, y tan luego como antes de que concluya el primer tercio de la cinta, sólo como escasez concentrada. En otros términos: de principio a fin, LuTo recurre a la yuxtaposición secuencial de un presente diegético y un pasado reciente, cuyo propósito es exponer las claras diferencias entre el ahora y el antes en la vida de la pareja protagonista. El problema no es ese, por supuesto, ya que como bien se sabe hay diez mil cintas o más estructuradas de igual modo; el asunto es que las mencionadas diferencias quedan perfectamente establecidas desde el primer juego de oposición cronológica, sin embargo de lo cual el filme insiste en dicho recur-

so narrativo bastante más allá de que lo ha agotado. De hecho, LuTo no consiste en nada más que en dicho juego de tiempo presente salteado con numerosos flashbacks y, para su infortunio, prácticamente no hay ningún elemento en el diseño de arte que le dé elocuencia a las transiciones cronológicas salvo la vestimenta de los personajes, y esto aun deficientemente, porque la relativa brevedad del tiempo transcurrido entre pasado y presente –deducción personal esta última, pues la cinta no ofrece asideros de ningún tipo al respecto– hace imposible apreciar diferencias notables en tal sentido. Acerca de la trama puede mencionarse algo como lo que se dijo antes sobre la estructura: incontables películas abordan el tema, de cualquier modo jamás agotado, del raising and fall amoroso. Pero por eso mismo, y debido a causas más que obvias, el interés no puede consistir en la improbable presentación de novedad alguna sino en la particularidad, la singularidad, de la historia en cuestión; además, claro, dicho interés también debería ser suscitado en virtud de la eficiencia narrativa y la tensión dramática que un autor sea capaz de imprimirle a su propuesta, máxime cuando se trata de un tema así de recurrente. Sobre la narratividad de LuTo ya se dijo lo que sucede, mientras que la tensión dramática –y a pesar de que se cuenta con un cuerpo de diálogos no luminosos pero sí más que pertinentes– es afectada de raíz por la solvencia, mediana o menos que eso, de la pareja protagonista, cuyo desempeño histriónico deja bastante que desear y obliga a pensar en inexperiencias o, quizá peor, en deformaciones televisivas, más evidentes en tanto son ellos solos quienes llevan el peso total de la historia que se cuenta. Podría decirse que LuTo es como su duración: para lo que parecía buscar le faltó y para lo que a fin de cuentas exhibe le sobró •

CINEXCUSAS

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ENSAYO

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Por qué un cerebro huye? ¿Tiene miedo o coraje? No está bien en donde está. Sale de su juicio y acaricia la locura. Se separa de sí mismo y de las materias grises a su alrededor. ¿Qué es un cerebro en fuga? Es un hombre, una mujer, una persona, identificados con su parte razonante, metonímicamente. Su cerebro los define, se proyecta fuera del cráneo y de su ciudad. Es un fruto verde de la mundialización que va madurando en su peregrinaje por la aldea global. Durante más de una década, en Italia, España, Grecia y Portugal, se ha propalado un mito-realidad: el de la épica fuga de cerebros. Mito, porque el fenómeno se ha idealizado y mistificado. Se han ensalzado presuntos héroes e historias de éxito, se han minimizado y escondido fracasos y precariedades de los nuevos migrantes globalizados. Como si su viaje, muchas veces sin retorno, fuera algo romántico y resolutivo, producto de los genes de Marco Polo y Cristóbal Colón, y no la consecuencia del declive socioeconómico de Europa. Y es una realidad, ya que son millones los individuos que abandonan países supuestamente desarrollados para buscar fortuna, espacios o reconocimiento en otras latitudes. A veces esto implica perderse y no encontrarse jamás, mentir o fingir, vestir idiomas y costumbres ajenos, como en una pieza teatral improvisada. Es riesgoso; es el cerebro que emigra y cambia de ropa. Y hay sitios, como México y América Latina, en los que parece más fácil hacerlo, ya que el espacio es enorme y la sociedad variada, fragmentada, con huecos que llenar. El extranjero goza de hipervaloraciones, tantas veces ficticias que pueden traducirse en ventajas concretas o, incluso, en una mayor autoestima o presunción personal, según la inclinación de cada quien. Es decir, hay quienes se creen mucho, saben actuar y venderse bien, aun no teniendo realmente nada especial que mostrar, y quienes se insertan, más humildemente, en estas contradictorias y acogedoras realidades para disfrutar agradecidamente las posibilidades que ofrecen. O para capacitarse más y explotar oportunidades distintas, extraviadas en su país y recuperadas en el nuevo. Y hay quienes mezclan un poco de las dos posturas. La fuga de cerebros es una metáfora fascinante y dramática que pretende inducir la idea de

10 de mayo de 2015 • Número 1053 • Jornada Semanal

que no arriesgan nada, pues cuentan con substanciosos patrimonios y apoyos familiares, y los que están a la merced de una vulnerabilidad que ellos mismos tratan a P u g de negar o ignorar. Pero allí están. n a u J e cion d il u s t r a Más de 4 millones de italianos viven fuera de su país, según datos de gobierno. Muchos de ellos no están empadronados en el registro de residentes en el exterior y mantienen su que los que se van lo hacen conscientemente y domicilio oficial en algún municipio del bel tienen éxito gracias a su singular inteligencia. paese; por lo tanto, es posible suponer que los Básicamente, se supone que su país, las instituexpatriados son más, tal vez unos 6 millones, ciones y su familia los educaron, gastaron recures decir el diez por ciento de la población. Buena sos, les proveyeron de salud, escuelas gratuitas parte de ellos está fuera del sistema. Son cerebros de calidad y becas, formación técnica o finuras y brazos que los medios nacionales tratan como culturales, comerciales o empresariales, y ahora fenómenos y como motivo de orgullo, inventanlos expulsan. Se supone, también, que algo así do programas y columnas ad hoc sobre ellos, pasa con muchos mexicanos en Estados Unidos. presentándolos como herederos de Leonardo da La realidad es la falta de oportunidades en sus Vinci “que tanto logran hacer en el extranjero”. países, tan avanzados como anquilosados, sobre El desempleo juvenil en Italia es del cuarenta todo después de la crisis de 2008-2009. Entonces, y cuatro por ciento, por eso la gente se larga. se habla aquí de una huida que casi nunca es una Mientras los medios buscan historias de talentos decisión feliz y ligera, sino que con el tiempo se migrantes, siempre “exitosos y felices”, pese al vuelve dolorosa y obligada. desarraigo y la vulnerabilidad que muchos Hoy se van, armados de grados universitapadecen, esconden las llagas de un país sin rios, quizás con algún apoyo familiar y más rumbo cuyos jóvenes están forzados a huir y no recursos que antaño, miles de trabajadores intepueden regresar, aun queriendo, aun siendo lectuales y talentosos reinventores de sí mismos, más motivados y reconocidos, aun contando con pero también masas de ciudadanos euromediteexperiencias y planes prometedores. rráneos sin tantas perspectivas, sin planes definiPero Italia, España o Portugal no tienen dos, en conflicto con su propia tierra y pueblo, planes para ellos y se han vuelto expulsores con sus mentalidades y hasta consigo mismos; es netos de población. La cifra de inmigrados, gente en busca de algo distinto que hacer, con o procedentes de África, Sudamérica y Asia, ya no sin capitales y expertise a su disposición. rebasa la de los que salen. La tasa de natalidad Más allá del cerebro no se pueden olvidar los sigue a la baja. Es una tendencia común a varios brazos. No todos los nuevos migrantes de las países con economía “madura”, pero en la Europa crisis europeas en las últimas dos décadas se meridional se agrava por la falta de políticas definirían como “intelectuales”, o al menos públicas para revertirla, por la dura embestida de presuntos intelectuales; muchos son obreros, la precariedad laboral, el deterioro de los salarios técnicos, aprendices, cocineros, comerciantes, y las tutelas sociales del welfare state. artesanos, carpinteros o pequeños empresarios El año pasado, cuestionado por una periodisque fundan su actividad en lo manual. Están los ta de c n n sobre el desempleo imperante y el “drenaje de cerebros”, el primer ministro Matteo Renzi contestó arlequinescamente: “No sé si sea un gran problema; hay muchísimos italianos afuera, muy inteligentes, capaces y listos, que están cambiando el mundo y no les pido que vuelvan a nuestro país, les pido que me den una mano para llevar a Italia al futuro.” Pero mientras Renzi espera una mano, sigue la sangría de mentes y brazos hacia un futuro de incertidumbres •

Fuga de cerebros Fabrizio Lorusso

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