■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 19 de octubre de 2014 ■ Núm. 1024 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Jack
Kerouac realidad y percepción literaria Xabier F. Coronado
1914-2014: cien años de intensidad, EnriquE H. GonzálEz • Entrevista con Carlos arEllano Marosa di GiorGio diez años después, alEjandro MiCHElEna
19 de octubre de 2014 • Número 1024 • Jornada Semanal
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bazar de asombros PeriPecias de la guerra fría
Hugo Gutiérrez Vega Como buen amigo, el embajador no se limitó a dar me secas instrucciones, sino que entró en detalles y me contó lo siguiente: el funcionario, primer se
Cuarenta y cinco años después de
cretario en Ankara, había sido declarado persona
su muerte, la imagen y la obra
non grata por el gobierno turco. Callaré su nombre,
literaria de Jack Kerouac siguen
pero les contaré que el bullying diplomático le ha
honrando el nombre de su novela
bía puesto un cruel apodo: la Venus Garapiñada. Este apodo tenía sus ribetes de homofobia y des
más conocida: En el camino. El rey
cribía el maltrecho cutis de aquel primer secretario.
de los beats, pionero del mejor
Las razones aducidas por el ministerio turco eran
espíritu de los años sesenta del
muy claras: el secretario de la embajada de México
pasado siglo, sigue siendo uno de
mantenía relaciones estrechas con un consejero de la embajada de Estados Unidos y, al mismo tiempo,
los más altos emblemas de una
se reunía frecuentemente con un segundo secre
cultura –la estadunidense– que
tario de la embajada Soviética. Decían los turcos
por fortuna no sólo es capaz de
que era, por lo tanto, un activo espía doble. En su
mostrarse tanática y egoísta, sino
declaración incluían fotografías y mensajes com prometedores. Nuestra Secretaría de Relaciones
por el contrario, como se desprende de la narrativa, la poesía y la vida misma de Kerouac, tiene también un lado espiritual ancho y luminoso. El texto de Xabier F.
Exteriores actuó con rapidez y ordenó al presunto
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n 1964, este bazarista era consejero cultural de la embajada de México en Italia, presi dida por un diplomático ejemplar, don Rafael
Fuentes. En esos años, la mayor parte de los italia
Coronado que ofrecemos a
nos aseguraba haber estado en la Resistencia y
nuestros lectores revisa los
manifestaban su odio al fascismo. Recuerdo a un
aspectos más relevantes de este
funcionario cultural dedicado a las relaciones con América Latina. Sus relatos sobre su lucha contra
autor indispensable. Publicamos
el autoritarismo tenían un tono melodramático,
además una entrevista con el
acentuado por sus heroicas gesticulaciones. Una
cantautor mexicano Carlos Arella-
vez recibimos una fotografía en la que “el resisten
no, así como un recuento de los
te” aparecía muy orondo al lado de Pavolini, uno de los lugartenientes del llamado Duce.
nacimientos y las muertes célebres
Un día el embajador me mandó llamar para pe
acaecidos en los años de 1914 y
dirme que aceptara la comisión de recoger en el
2014, respectivamente.
aeropuerto a un funcionario de nuestra embajada en
jsemanal@jornada.com.mx
Llegué al aeropuerto en el momento en que sa lían los pasajeros de la línea turca. Reconocí al com pañero en desgracia. Me presenté, le ayudé a hacer los trámites migratorios y aduanales. Cruzamos las palabras indispensables y le dirigí una sonrisa ama ble para hacerle menos dura la terrible experiencia. En mi Opel un tanto vetusto viajamos rumbo a la ciudad y le pedí que me hablara de los lugares que debían visitarse en la hermosa patria de Kemal Pachá. Dijo algunas palabras y cayó en el silencio. Al día siguiente desayunamos en el hotel y lo llevé al ae ropuerto. Yo cumplí las instrucciones y le dije que un funcionario lo recogería en México. Recuerdo sus palabras de despedida: “Gracias por respetar mi silencio.”
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Ankara, alojarlo en un hotel discreto, recogerlo al día siguiente y ponerlo en el vuelo de klm que salía
Comentarios y opiniones:
espía que regresara a México vía Roma.
rumbo a México haciendo escala en Ámsterdam.
Arriba: Cartel anticomunista en la postguerra. Fuente: ccis.edu
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Directora General: Carmen Lira Saade, Director: Hugo gutiérrez Vega, Jefe de Redacción: LuiS toVar, Edición: FranCiSCo torreS CórdoVa, aLeyda aguirre rodríguez y riCardo yáñez, Coordinador de arte y diseño: FranCiSCo garCía noriega, Diseño portada y dossier: marga Peña, Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Iconografía: a rturo F uerte , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a LeJandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: El artista y su modelo Collage digital de Marga Peña
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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La Teoría de la Gravedad Extendida y el bestiario cósmico Norma Ávila Jiménez
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n El libro de los seres imaginarios, Jorge Luis Borges relata cómo aquella bestia de pelo negro y brillante que se refugia en los bosques emite cantos gloriosos siempre y cuando no la vean; cuenta acerca del pez resplandeciente que habita el fondo de los espejos y sobre el ave Fénix, imagen de la resurrección, entre otros seres que forman un bestiario fantástico. Aunque éstos pertenecen al mundo de lo irreal, de alguna manera remiten, por el asombro que ocasionan, a los conceptos y teorías que en las últimas décadas se manejan en la física moderna: los multiversos, la materia y la energía oscuras, la teoría de cuerdas, las ondas gravitacionales y los agujeros de gusano. Sus características, tan especiales y sorprendentes, los hacen conformar un bestiario cósmico, fuente de inspiración de grupos de científicos que trabajan para comprobarlos. A esa lista cósmica cabe agregar la reciente Teoría de la Gravedad Extendida.
laxia espiral, registró que las lejanas al centro de la galaxia se mueven tan rápido como las cercanas. Eso fue inesperado, ya que la masa visible de la galaxia no tiene la suficiente fuerza de gravedad para mantener a las estrellas lejanas girando tan rápido como las cercanas. “En lugar de proponer una materia indetectable, exótica u oscura, el fluido oculto propuesto por Descartes o el éter aristotélico, Rubin consultó la relación Tully-Fisher. Ésta señala que la fuerza centrífuga, dependiente de la velocidad de rotación y de la gravitación –dependiente de la masa–, están equilibradas, por lo tanto, la velocidad de las galaxias –y de las estrellas en éstas–, en algún momento llega a ser constante.” La Ley de la Gravedad de Newton –basada en la Tercera Ley de Kepler–, postula que en el Sistema Solar los planetas más cercanos al Sol se mueven más rápido que los alejados de nuestra estrella. El descubrimiento de la Infografía: Mariana Espinosa y Jaime Ramos. Fuente: www.dgcs.unam.mx
¿No hay materia oscura?
La teoría de La GravitacióN exteNdida Si no hay materia extraña que mantenga a las galaxias unidas dentro de un cúmulo y a las estrellas girando alrededor de su centro, ¿es posible estructurar una teoría de la gravedad modificada, compatible con lo propuesto por Newton y Einstein –con su planteamiento del espacio-tiempo que se curva por la fuerza de gravedad? Esa es la apuesta de Sergio Mendoza Ramos, Xavier Hernández Doring y otros expertos del iaunam : basada en la relación Tully-Fisher, la denominan Teoría de la Gravitación Extendida. “A nadie le gusta modificar cosas: en el siglo xViii no les gustaba la ley de Newton, tardaron en aceptarla; la teoría de Einstein fue aceptada hasta que se comprobó que la luz emitida por una estrella se curva al pasar junto a otro objeto celeste debido a la fuerza de gravedad, durante el eclipse de Sol de 1919.” En cuanto a su propuesta, Mendoza Ramos asegura haber obtenido buenos resultados cuando la han puesto en práctica. Un ejemplo es la investigación que Xavier Hernández Doring y Christine Allen Kitchener –también astrónoma del iaunam – realizaron a partir de los catálogos de estrellas binarias. Analizaron las velocidades de rotación de los pares de estrellas y observaron que si están muy juntas, su movimiento sigue lo señalado por Kepler y Newton, pero cuando se desplazan por órbitas abiertas no siguen esos parámetros. “Entonces, la Ley de la Gravitación Universal tiene que modificarse en esos sistemas binarios y no necesariamente agregando materia oscura invisible, cuya existencia no se ha podido comprobar.” La Teoría de la Gravitación Extendida también la han aplicado para estudiar la distribución de la luz y las velocidades de los objetos que conforman el Sistema Solar, así como de varios cúmulos de galaxias.
¿tampoco hay eNerGía oscura?
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En 1998, astrónomos de Australia y Estados Unidos plantearon la existencia de la energía oscura, considerada como una materia exótica que está acelerando la expansión del Universo. Según estos investigadores, ocupa setenta por ciento del Cosmos, Sergio Mendoza Ramos y Xavier Hernández Doring. Fuente: dgcs.unam.mx es invisible y sólo ha podido detectarse por sus efectos de repulsión (que repele). Ante ese planteamiento y en defensa de la Teoría de la Gravitación Extendida, en información publicada en la página web Cosmonoticias, Xavier Hernández cuestionó que se gasten millones de dólares en querer detectar a la energía oscura “y no aparece”. Además del grupo mexicano, otros en España, Italia, Sudáfrica, Israel y Francia trabajan en la teoría citada. En la época del esplendor barroco, varios artistas representaron la alegoría de la verdad revelada con el paso del tiempo. ¿Qué conceptos o teorías del bestiario cósmico prevalecerán?
En 1998, astrónomos de Australia y Estados Unidos plantearon la existencia de la energía oscura.
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Para explicar la teoría citada, el doctor Sergio Mendoza Ramos, investigador del Instituto de Astronomía de la unam ( iaunam ), primero se refiere a las observaciones que el astrónomo Fritz Zwicky realizó en 1933 del cúmulo de galaxias Coma. Zwicky se dio cuenta de la falta de equilibrio entre la masa total de las galaxias y su fuerza centrífuga (que aparentemente tiende a alejar a los cuerpos del centro). “Lo que observó es similar a ver a unos niños jugando en los volantines: lo normal es que, quien no se sujete fuerte, salga volando. Sin embargo, por alguna razón, esos niños, aunque no se agarren fuerte, siguen dando vueltas. Para su sorpresa, Zwicky vio que estas galaxias no se separaban del cúmulo aunque les faltara masa.” A la materia invisible presente en esas galaxias, que sólo se detectó por sus efectos gravitacionales, se le ha denominado materia oscura y ocupa el veintiuno por ciento del Universo. Cuatro décadas después, la astrónoma Vera Rubin, al observar cómo rotan las estrellas alrededor de una ga-
astrónoma demostró los límites de la ley newtoniana, aplicable sólo a objetos cercanos. “La gravedad entonces tiene escalas, no actúa igual a cualquier distancia”, asegura Mendoza Ramos.
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1914-2014: 100 100 cien años de intensidad enrique Héctor gonzález
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e dice que el siglo pasado realmente comenzó con la gran guerra de 1914. Y, en efecto, llama la atención que, tanto en México como en el resto del mundo, el azar haya ensartado en ese año el nacimiento de una generosa cantidad (que no generación) de autores que resultarán fundamentales a lo largo del siglo. Este 2014 cumplirían un siglo de vida, pero sólo uno de ellos, el poeta chileno Nicanor Parra, ha alcanzado la centuria con el corazón en funcionamiento. En lengua alemana, el novelista y testigo de su tiempo Gregor von Rezzori, nacido en la Austria imperial, lo mismo que el psicoanalista Igor Caruso (autor de un libro leído a manera de manual por los divorciados del pasado siglo, La separación de los amantes), así como el gran humorista Arno Schmidt, cuya desternillante novela La república de los sabios merece un mejor lugar en nuestros libreros, nacieron hace cien años. Cercano geográficamente a ellos, el autor de los Trenes rigurosamente vigilados, el narrador checo Bohumir Hrabal (1914-1997), se convierte, casi sólo con esa obra, en novelista esencial de la literatura centroeuropea de la segunda mitad del siglo xx , a la altura de sus compatriotas Milan Kundera y Josef Skvorecky. Nacido igualmente en 1914, Weldon Kees, poeta estadunidense de la generación de Elizabeth Bishop, John Berryman y Robert Lowell, pero acaso menos leído que los otros tres porque murió apenas cumplidos los cuarenta años, es autor de The Last Man, libro que aun en la traducción conserva un sugerente acervo de imágenes en crudo. El mismo Berryman nació también este año de marras y su obra, como si el medio siglo estadunidense, en cierto modo, cohesionara visiones fatalistas en una poesía que deviene casi prosa cortada a hachazos, es poco menos que luz gangrenada. Suficientemente célebres son otros escritores nacidos hace un siglo y a los que se ha rendido mención u homenaje, en diversos medios, a lo largo de los meses que lleva el año; por ejemplo, William Burroughs, el beat sin grupo y una “inconciencia” de la literatura moderna, lo
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que equivale a decir: pura lucidez alcanzada desde la heterodoxia y la marginalidad, y la novelista Marguerite Duras, cuya deliciosa prosa poética sobrevive a (o es consecuente con) sus inicios en el nouveau roman. Tal vez menos traducidos pero igualmente espléndidos son otros autores centenarios como Dylan Thomas, el poeta de Swansea, Gales, muerto tempranamente (1953) y recuperado en su seudónimo nada menos que por Bob Dylan (“después de la muerte primera ya no hay otra”, escribió Thomas); Mario Luzi, gran poeta italiano –“en lo hondo de mi tumulto, imperceptible”–, y el narrador estadunidense Bernard Malamud, menos conocido quizá que otros novelistas judíos de su país como Saul Bellow, Bashevis Singer o Philip Roth, aunque su obra se ha llevado al cine varias veces y es de una intensidad propiamente secular.
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Pero como nacer y morir son platillos complementarios en el ameno menú de la existencia, 1914 no nada más parió autores de inestimable estirpe sino también permitió que la hilandera mayor se llevara en su madeja majadera a ciertos célebres escritores de alta escuela, algunos, naturalmente, en el frente de batalla. Es el caso de Charles Péguy, filósofo “cristiano sin Iglesia” que, junto con Maritain y Paul Claudel, representan una vinculación típicamente francesa entre catolicismo y pensamiento crítico. Por idénticas razones (¡y cuántos escritores, en grandes guerras o batallas perdidas, no han perecido en aras de una causa de escasa correspondencia con su inutilidad para las armas!), Alain-Fournier muere en 1914 en Verdún, dejando a la posteridad una novela, El gran Meaulnes, obra de iniciación acaso más famosa que plenamente lograda y que ha alcanzado versiones fílmicas y hasta musicales. El narrador y Premio Nobel alemán Paul Heyse murió también hace cien años, pero de muerte natural y luego de haber escrito tan vasta obra como parca fue la del poeta vanguardista austríaco George Trakl (1887-1914), quien si no murió propiamente en alguna escaramuza sí luego de un segundo intento de suicidio atribuible a la depresión de atender, sin mayores medios para hacerlo, un improvisado sanatorio instalado en las trincheras, seguramente advirtiendo, según lo escribe en “Duelo humano”, cómo “el semblante del que ha muerto se reanima en la ventana”. Otra poeta menos expresionista que intimista, la uruguaya Delmira Agustini, murió también hace una centuria; siete años antes había publicado El libro blanco, donde a pesar de su erotismo descorazonado alienta poemas en que la urgencia amorosa se resuelve en turgencia casi vegetal de los sentidos. Dos escritores estadunidenses, finalmente, cierran este apresurado obituario cumplido hace un siglo: el filósofo Charles Sanders Peirce y el cuentista Ambrose Bierce. Entre ambos la única evidente afinidad es la rima de sus apellidos, pues ni siquiera es seguro que hayan muerto el mismo año: al cáncer puntual que terminó con el creador de la semiótica moderna, en abril de 1914, mal corresponde una de las desapariciones más enigmáticas del siglo anterior (Fuentes y Lovecraft la han novelado), la de Bierce, quien se internó a fines de 1913 en nuestro país para enfrentar o fraternizar con Pancho Villa, y cuya muerte hay que conjeturar hacia enero del año siguiente. Su obra, según ocurre con los grandes amargados –hay quien lo llamaba bitter Bierce–, debe ser leída en clave humorística, como en buena medida la de Kafka, la de Quevedo, Borges o Cioran, ya que es siempre motivo simultáneo de pasmo y regocijo, de la difícil amalgama entre la vana crueldad y la tierna credulidad: to sense or not to sense, that is the humour, como él mismo escribió.
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2014, para concluir, es año que amenaza de muerte, como si se cobrara de tal manera lo que hace un siglo la vida tan generosamente prodigó.
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100 Ilustraciones de Huidobro
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Cualquier instante es bueno o desastroso para nacer o disfuncionar, pero hace cien años ocurrieron, por lo me-
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Como nacer y morir son platillos complementarios en el ameno menú de la existencia, 1914 no nada más parió autores de inestimable estirpe sino también permitió que la hilandera mayor se llevara en su madeja majadera a ciertos célebres escritores.
nos, otros nueve nacimientos que los lectores en lengua española no tenemos sino que aplaudir, dado que no siempre puede localizarse tan precisamente el punto de partida de obras cuyo vigor el tiempo se ha encargado de acendrar. Por lo menos resulta redundante referir, a estas alturas, que en marzo y en junio se cumplieron los centenarios de Octavio Paz y Efraín Huerta, respectivamente, dos poetas esenciales del siglo pasado en nuestro país y cuya amistad de juventud puede leerse ahora como la reunión cordial de dos ejemplos de ejecución poética e intelectual de alto calado. En agosto, septiembre y noviembre de hace un siglo nacieron asimismo tres de los narradores más originales de Hispanoamérica: los argentinos Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares, y el mexicano José Revueltas, cada uno –como diría Borges de Quevedo– una literatura en sí mismo, novelistas espléndidos y no menos memorables cuentistas, como estupenda narradora en corto fue también Armonía Somers (19141994), escritora uruguaya de la talla de otras que, como su paisana Cristina Peri Rossi, la chilena María Luisa Bombal y las dos Luisas argentinas (madre e hija, la Levinson y la Valenzuela), concibieron desde el Cono Sur del continente una obra de largo alcance y peculiar originalidad. Son de infaltable recordación, por si 1914 no hubiera sido pródigo en nacimientos ilustres, tres poetas de nuestra lengua que representan a su generación de manera insoslayable. En primer lugar, el español Miguel Hernández, voz de la Guerra civil y de la muerte siempre perspicua que lo segó dos años antes de que llegara a los treinta, como dos después de esa edad lo hizo con Joaquín Pasos, el poeta nicaragüense más prometedor de la generosa vanguardia de ese país, junto con José Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra, en una nación que, luego de Darío, no se ha cansado de aportar registros líricos de toda índole. Casi por último, este septiembre es el mes en que Nicanor Parra, el poeta vivo más agudo e incómodo de nuestra lengua, ya histórico y aún vigente, cumple sus cien años, genuino como una canoa que no ha de llegar a puerto sino de llagar el mar a golpes de ocurrencia, altanero como una plaza despótica o la luna en octubre.
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2014, para concluir, es año que amenaza de muerte, como si se cobrara de tal manera lo que hace un siglo la vida tan generosamente prodigó. Se dirá que todo el tiempo y en todos lados ocurren decesos lamentables, pero basta recorrer los meses que llevamos desde enero para advertir que el centenario de nacimientos tan insignes como los distinguidos en los párrafos precedentes, se ha resarcido de la deuda de forma igualmente desprendida, sobre todo en la primera mitad del año.
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Este 2014 hemos lamentado la muerte del crítico Emmanuel Carballo, junto con Huberto Batis uno de los más influyentes animadores, editores y críticos literarios del siglo pasado en nuestro país; la de Federico Campbell, narrador y periodista de estilo preciso y sorprendente originalidad; la del filósofo Luis Villoro, que hizo de la política una reflexión vital y de la vida cotidiana un altísimo ejemplo de pensamiento solidario. Asimismo, el poeta nayarita de alma tapatía Ernesto Flores murió en marzo pasado. Dos escritores españoles de generaciones y oficios disímiles, el poeta novísimo Leopoldo María Panero, especialista en Lewis Carroll, vale decir, en el lado absurdista, lúdico, cortazariano de la realidad literaria, y la longeva novelista Ana María Matute, ganadora del Premio Cervantes y sólida voz de la postguerra española, han muerto este 2014, así como la narradora sudafricana Nadine Gordimer, autora de La hija de Burger y una veintena de novelas que le valieron el Premio Nobel en 1991. Entre los poetas mayores hubo que lamentar la muerte de Juan Gelman, un escritor argentino cardinal; un autor para el que Tantear la noche tiene que Valer la pena, si me adhiero a los títulos de dos de sus libros; un poeta cuyo apego a objetualizar las palabras se encuentra con que, de pronto, la sintaxis estorba y el aliento se detiene y la poesía es música sincopada: las pausas que hace el silencio entre dos formas vivas. La lengua también echa ya de menos, desde enero de este año, la escritura de un polígrafo excepcional: José Emilio Pacheco, quien apuntó sus flechas hacia casi todos los géneros literarios sin errar, ni siquiera en el renglón de la calidad humana, donde muchos artistas fallan pues se cumplen en lo que hacen, en el celoso legado de su obra. Novelas como Morirás lejos y Las batallas en el desierto, sus ensayos sobre el modernismo y numerosos poetas por él esclarecidos, su poesía reunida en Tarde o temprano, las amenas crónicas adosadas al título de Inventario (será un Principio del placer leerlas reunidas), casi todo lo que midió con la pluma este Rey Midas de las letras constituye una lectura obligada, mejor que obligatoria. Por último, estos cien años de intensidad literaria corroboraron que todo tiene un comienzo y un fin con la muerte, en 17 de abril como Sor Juana, de Gabriel García Márquez, el Cervantes más a la mano que tenemos, cuya novela paradigmática, de tan esencial, ya se dice sola con el nombre de su inventor, como le ocurre al propio autor del Quijote. Porque no son, ninguno de los dos, progenitores de un texto sino creadores de un mundo autónomo, con sus estrellas propias y su aire particular y su ritmo propicio y sus propensiones inestimables. Porque la novela del ingenioso hidalgo y la de la estirpe condenada a un siglo de soledad no tienen ni tendrán una segunda oportunidad sobre la Tierra dada su irrepetible vocación de invención y juego, la mala pasada que ambas le hacen sufrir a la realidad, la voluntad lúdica más genuina concebida en lengua española. Creo que el Gabo murió este 2014 sólo para cerrar un ciclo que no nació con el siglo, sino catorce años después. Y catorce, lo sabemos desde antiguo, quiere decir infinito
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rocanrol Foto: Ludwin Cuevas. Fuente: Poblano.mx
entrevista con carlos arellano Porfirio Miguel Hernández Cabrera El maestro Carlos Arellano (México, df, 1957, pero “poblano por adopción”) es uno de los más vitales cantautores mexicanos independientes. A contracorriente del difícil medio musical, empezó a componer y a cantar sus rocanrolas y a moverse en los ámbitos de la marginalidad. Ha continuado creando su obra y luchando por difundirla entre quienes estén dispuestos a escuchar una alternativa alejada del simplismo y del comercialismo del gran circuito musical mexicano. A propósito de su primer disco, José Agustín escribió: “Con el brío del grupo o con los acordes de su lira, Carlos Arellano ha llegado a un espléndido inicio de carrera musical: dueño de su propia concepción del arte, fiel a su mundo más íntimo, talentoso en la composición, sabio con las palabras y rico en matices, su álbum Canciones domésticas [1987, Pentagrama] llega para fortalecer el dinámico y renovado rock mexicano.” Sus siguientes producciones fueron El baile de las cosas (1990, Pentagrama) y Nada en su sitio (1994, Metztli). Escribió “El Boiler” y “Dámelo”, dos canciones que Nina Galindo incluyó en su disco Antropofagia amorosa (1993). Después grabó La miscelánea de la física (1996, inédito) y varios álbumes publicados en edición de autor: En vivo en La Ciudadela (1996); La jauría (1998), un excelente disco de duetos con cantautores como Rafael Catana, Fausto Arrellín, Roberto González, Gerardo Enciso y Armando Rosas, entre otros; y Zombra 0 (2009), grabado en vivo y en estudio en Puebla. Con el tiempo, el maestro Arellano devino en un solitario cantautor, y en la nomenclatura musical actual es más conocido como trovador, parte de la “trova contemporánea”, que como rockero del célebre Movimiento Rupestre; olas y etiquetas musicales a las que se sobreponen la honestidad y la vigencia de su propuesta. Esta entrevista tuvo lugar el 1 de febrero de 1995, cuando Arellano acababa de publicar Nada en su sitio y estaba a punto de cumplir treinta y ocho años. Sin embargo, “por azares de la vida”, como se suele decir, la entrevista se quedó archivada por casi dos décadas. Hoy que cumple treinta años de carrera artística como solista y cuarenta de sus inicios tocando en grupos, La Jornada Semanal publica un fragmento del largo diálogo que tan amable y pródigamente me concedió, el cual es no sólo una muestra de la apreciación que hace de su obra hasta ese momento, sino también parte de la historia del movimiento sonoro independiente mexicano. Valga este pequeño homenaje para festejar que el “treintañero” maestro Arellano sigue acompañando melodiosamente a los entonces treintañeros (retratados en su homónima canción) de los años noventa del siglo pasado (y a los de este siglo), pero también para celebrar a toda una generación de hacedores/as de música que ha dejado una huella importante y que debe dejar de ser vista como el “Lado B” de la cultura musical de nuestro país.
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arlos, ¿cómo arranca tu carrera musical? –Ora sí que es un asunto viejo. En el ‘94 cumplí veinte años de haberme iniciado en este rollo de empezar a hacer grupos. En el ‘74, cuando entré a la prepa, hice mi primer grupo, que se llamó Tortuga. Luego surgió una especie de moda por este asunto de recuperar los ritmos latinoamericanos, junto con una posición política en las canciones. Yo fui arrastrado por esta ola y me metí con varios grupos a esta onda –todo esto en Puebla–, y formé un grupo que se llamaba Nuevo Gallo, luego otro que se llamaba Teotonatli, aquellos nombres que se usaban. Era una cosa muy curiosa porque, a la par de estar tocando este género, seguía comprando mis discos de rock. Como yo seguía siendo rockero, aunque ejercitara otra música, tenía un afán por combinar la música que oía, que era rock, y este asunto. El último grupo en el que estuve en esa onda fue Nuevo Gallo –que duró como cinco años–, con el que al final de mi pertenencia empecé a fusionar cosas. De repente, la gente se empezó a abrir y a no ser tan dogmática, y más o menos como que gané la batalla entre estas dos vertientes. En el ‘83 trueno con el grupo, aunque éste sigue; regreso al rock como ejecutante, como músico, y junto con otros amigos formamos otro que se llamó Tierra Baldía. En el ‘84 dejo al grupo porque me voy ocho meses a vivir a España, en un viaje que es como mi recuperación como músico de rock. De hecho, desde mucho antes de entrar a ese grupo, y desde los anteriores, estoy haciendo mis canciones, y ya con Tierra Baldía gran parte del repertorio era mío. Me voy a Europa en el afán de ejercitar y mostrar mis canciones; se me habían juntado muchas porque siempre había sido parte de grupos. Regreso a finales del ‘84 y decido dedicarme de lleno a ser solista; me interesa cantar mis canciones y decido no cantar más las de otra gente. Canciones domésticas es el producto de un grupo de canciones que compuse al regreso de Europa. El disco lo hice a partir del apoyo de muchos amigos; los cuates me dijeron: “Oye, ¿por qué no las grabas?”, y yo: “Pero no sé cómo empezar.” Siempre el primer disco es muy difícil, no sabes qué puertas tocar, a quién le hablas, qué haces. Después de muchos apoyos, un amigo me dio lana para venir a grabar aquí en el dF, en un estudio de Antonio Russek, e hice un demo de esas canciones, nada más con guitarra. Con ese demo hice varias copias, una
VOZ iNTERROGADA
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y otras marginalidades se la mandé a José Agustín, porque unos años antes lo había conocido en Puebla; otra se la mandé a Modesto López y otra a Memo Briseño. Hubo muy buena aceptación del demo con esas gentes, y el primero que me impulsó fue José Agustín, quien me dijo: “Oye, están suaves las rolas, pero por qué nos las arreglas un poco, las vistes más, les metes grupo como para venderlas ya más formalmente; así como están...” Entonces le hablé a Modesto y él me dijo: “Órale, le entramos”, y le hablé a Tierra Baldía y armamos el disco en una patada. Es muy chistoso porque, a la distancia, veo que el disco fue hecho a las totales carreras; lo grabamos en veinte horas, diez de grabación y diez de mezcla, y ahora que tengo un poco más de experiencia en esto digo que es una locura grabar así, pero creo que ganó en muchas cosas. Es un disco que ahora reivindico mucho por la frescura que tiene, a pesar de fallas de producción en general. –De Canciones domésticas una rola que se escuchó mucho en la radio comercial del df a finales de los ochenta fue “Nunca dejaré que te vayas”. ¿Cómo ocurrió esto y por qué no se te ha vuelto a programar? –Es un caso muy curioso. Resulta que el disco salió y un día me dicen que la canción estaba sonando en la estación Espacio 59. Entonces, cada que venía sintonizaba la radio y varias veces la escuché; Fernanda Tapia me mandaba avisos, se echaba un rollito con alguna de sus locuras que siempre dice, por ejemplo: “Por ai le mandamos un aviso a Carlos Arellano, cuando andes por acá vennos a visitar.” Cuando por fin me conecté con Fernanda le pregunté que cómo había llegado el disco a sus manos, y ella nunca me supo responder, me dijo: “Bueno, llegó aquí, es parte del stock de la radiodifusora y yo no sé tampoco.” Entonces, bien a bien no sé cómo fue el asunto, fue un rollo muy natural; es decir, no hubo payola, la compañía nada pagó, yo no fui a entregarlo ni hablé con los directores de programación, fue un asunto sumamente fortuito. Creo que lo más lógico es que les gustó a los que programan, pero digamos que yo no moví nada más que las manos para hacer la canción y cantarla, y llegó sola ahí. –Se podría decir que todo ese auge que había de “rock en tu idioma”, ¿de alguna manera contribuyó a que se te programara? –Creo que sí, porque el tipo de programación de Espacio 59 respondía a eso, al auge que le intentaban dar al “rock en tu idioma”, como en ese momento lo publicitaban. –¿Cómo ves el trabajo realizado en tu segundo disco? –Este disco es también muy ecléctico, respondió a lo que venía saliendo en Canciones domésticas. De hecho, el primer disco me dio chance de conocer a muchos músicos, me permitió venir a tocar más seguido al dF . Entonces, cuando estaba preparando El baile de las cosas se me antojó mucho invitar a muchos amigos que había conocido, que ya los conocía como músicos, pero no los conocía como cuates. Quise hacer un gran mitin de músicos que me gustaban e hice un disco que salió así. Si le ves Foto: Pau Macias. Fuente: Poblano.mx
los defectos, le falta unidad de sonido, va saltando por muchos lados porque van metiendo la mano muchos músicos, desde un rocanrol que toca Briseño hasta una balada como “María Eugenia” –que toca un trío que se llamaba Tránsito, que era un grupo, ¿qué será?, de nuevo canto o algo así–, que es un rollo un poquito más fresón; a mí se me antojó mucho ese toque porque es una canción más íntima, más tierna, más suavecita. Invité también a Daniel Tuchman –a mí siempre me ha gustado mucho su trabajo– y a Luis Rojas, un amigo que me parece un extraordinario pianista de rocanrol, un chavo de una trayectoria larguísima, que luego se desaparece mucho. Conocí a Federico Luna, quien me dio todas las facilidades para hacer este segundo disco; me dejó meter mano y hacer y deshacer. Claro, de algún modo él iba cuidando muchos aspectos
musicales y me conectó con músicos que en ese momento yo no conocía.
Con el tiempo, el maestro Arellano devino en un solitario cantautor, y en la nomenclatura musical actual es más conocido como trovador.
–¿En qué sentido? –Dicen que me encuentro mejor, y que me es más natural, el asunto acústico que el pesado; críticas que acepto, pero finalmente funcioné a base del capricho, de decir: “Tengo estas ganas, entonces voy a hacer un disco de este tono”, y desde un principio sabía que corría el riesgo con este asunto, porque nadie más que yo dice cómo voy a hacer los discos. Hubo una participación sumamente importante de los músicos; yo compuse las letras de las canciones, aunque en tres de ellas la música la compuse con el grupo. El blues “Qué será” lo fuimos haciendo juntos Diego Rosas y yo, pero él me ayudó muchísimo, por eso la coautoría. Fue un trabajo colectivo y se nota mucha distancia entre los dos discos anteriores y éste. Es un disco completamente rockero, sin concesiones, muy eléctrico, e incluso de repente agarra tanta velocidad que hay canciones, como “No te quedes con él”, que me costaba trabajo cantarlas porque no tengo la tesitura adecuada, allí yo me imaginaba a Robert Plant cantándola. Todas estas cosas que te platico iban siendo actos conscientes y son parte de lo que otra gente vio como lados flacos, pero así se me antojó hacer este disco.
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–¿Qué diferencias encuentras entre Nada en su sitio y las dos producciones anteriores? –Muchas. Te voy a contestar un poco con la historia de este disco. Antes de grabarlo yo venía trabajando durante dos años con el grupo con el que lo grabé. Tenía rato de no estar con un grupo y desde un principio empezamos a inventar este disco los tres: el baterista, que es Mario Chánez; el guitarrista, que es Olinto Montiel; y yo. Quise hacer un ajuste de cuentas con los grupos de rock pesado que había escuchado, y esos dos músicos eran muy adecuados para eso, porque de algún modo nos unía ese gusto. Aquí sí busqué mucho volver al sonido, que fuera un disco muy marchoso, con mucha energía, que fuera un disco plenamente rockero, que por cierto me ha traído críticas de mucha gente.
–¿Hasta dónde quieres llegar musicalmente? –Mi conflicto está siempre en la supervivencia económica, también tengo conflictos a nivel de producir mejor mis discos. Uno de los problemas que tenemos los que andamos en este territorio de la marginalidad, es el de producir con mejor calidad. Espero que desde la independencia se puedan ir resolviendo estas cosas. Es decir, no es necesario estar en una gran compañía para hacer un disco competitivo a nivel de sonido, de calidad auditiva, y poder seguir haciendo realidad mis proyectos. Claro, a la par, estos caprichos siempre te van llevando, y ese es el gran problema, porque siempre se desfasa el lado económico, va por detrás. Además, conforme van pasando los años, te vas haciendo más viejo, el rollo del éxito se te va haciendo más lejano y hasta chance es sano ese alejamiento, desdeñarlo, ningunearlo, ese es un mecanismo mental medio extraño. Entonces, eso: seguir grabando, que se me sigan ocurriendo cosas
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Kerouac JacK
realidad y percepció
Xabier f. coronado
Jack Kerouac jugando con una radio. Atrás, notas del manuscrito que se convertiría en la novela The Town and the City, circa. 1945
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Escribe para que el mundo vea la exacta imagen que tienes de él Jack Kerouac
n la historia de la literatura hay tendencia a reunir a los escritores en grupos. Lo usual es identificarlos por su estilo o hacerlo atendiendo a motivos generacionales. Sin duda, esta práctica satisface el afán de clasificar que tiene la mente humana, pero su innegable validez entraña riesgos, sobre todo porque impone una uniformidad que nunca es del todo cierta. Como consecuencia, las individualidades quedan en un segundo plano, mediatizadas por las características grupales que en teoría comparten. Por eso es importante liberar a los escritores de su movimiento literario, incluso en aquellas clasificaciones acertadas, cuando el lazo que los une es evidente. En el caso de los autores que se enmarcan dentro de la denominada Generación beat, son conocidos los hechos, tanto vitales como literarios, que forjaron el vínculo entre ellos. Desde la década de 1940 se convirtieron en activos cronistas de la realidad que compartían, y en protagonistas de sus propias novelas. Como en todas las historias, hay un suceso que señala el principio, un evento que determinó la relación humana y literaria de estos escritores. Ocurrió en el verano de 1944,
cuando un amigo de Allen Ginsberg, Lucien Carr, apuñaló a su compañero David Krammerer en un parque de Nueva York y arrojó el cuerpo al río Hudson. Jack Kerouac y William Burroughs se vieron involucrados en el crimen por encubrimiento. Posteriormente, todos ellos sintieron la necesidad de relatar aquellos hechos. En 1945, Kerouac y Burroughs escribieron, en un mes, una novela a cuatro manos que tuvo que esperar más de sesenta años para ser publicada (Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques, 2008). Por su parte, Ginsberg relató con detalle lo sucedido en sus diarios y comenzó a escribir una novela que pensaba titular Canción de sangre y que fue boicoteada por la Universidad de Columbia. Aparte de ese fatal suceso, abundan los momentos aciagos e inquietantes en la vida de estos escritores. A nivel literario sus relaciones fueron estrechas: la novela de Burroughs El almuerzo desnudo (Naked Lunch, 1959), debe su título al ingenio de Kerouac, que en 1957 viajó a Tánger para visitar a su amigo y ayudarle a organizar y mecanografiar ese texto, que no terminaba de cuajar. Burroughs se pasaba el día inmovilizado por la morfina y recuerda: “Yo estaba tan drogado que podía mirarme la punta del zapato durante ocho horas.” Por su parte, Ginsberg también reconoce la influencia de Kerouac en la de-
dicatoria de su libro Aullido (Howl and other poems, 1956): “A Jack Kerouac, nuevo Buda de la prosa americana […] Diversas frases y el título ‘Aullido’, han sido tomados de él.”
Caminos de vida Todavía nos quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la vida Jack Kerouac
Muchas carreteras convergen en la vida de Jack Kerouac, caminos personales que abarcan cada rasgo de su naturaleza. Recorriéndolos, el autor canalizó sus inquietudes para materializarlas en forma literaria y satisfacer la necesidad que sentía de realizar una práctica intelectual propia. Los caminos de la vida siempre están determinados por las circunstancias. En este caso, las raíces católicas y francófonas de su familia marcaron la personalidad de “TiJean”, nacido el 12 de marzo de 1922 en Lowell, Massachusetts. Su educación religiosa se vio reforzada por la relación con su hermano Gerard, que murió cuando el pequeño Jean Louis apenas tenía cuatro años. Esa temprana influencia fue muy importante para el camino literario de Kerouac, que en Visiones de Gerard (1963) reco-
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ón literaria poetas puros, que liberaban a la literatura de “las falsas manos de lo falso”, para convertirla en “una nueva Locura Santa”, directa y sencilla, sin abstracciones ni justificaciones, con el compromiso de señalar lo propio de manera sucinta; en definitiva, “el auténtico canto triste del hombre”. En Kerouac, la literatura también se alimenta de una ruta sonora, que tiene el ritmo sincopado del jazz y la velocidad del bop, de donde extrae los conceptos de libre asociación e improvisación, componentes fundamentales que dan esencia y estilo a la escritura inmediata y vibrante que practica a lo largo de su obra: “El volcado del lenguaje es un fluido ininterrumpido de la mente en secretas y personales ideas-palabras, soplando (como un músico de jazz) el tema de una imagen.”
Por tierras mexiCanas Era el viaje más fabuloso de todos. Ya no era de este a oeste, sino al mágico sur Jack Kerouac
México fue destino habitual de los caminos de Kerouac. Desde la primera visita en 1950 hasta la última en 1962, viajó seis veces a México. Una relación intensa que se re-
fleja en sus libros de diferentes maneras. La primera travesía fue con Neal Cassady y quedó inmortalizada en la cuarta parte de En el camino (On The Road, 1957) cuando “Sal Paradise” (Jack) y “Dean Moriarty” (Neal) alcanzan el final del camino, localizado en Ciudad de México. En Viajero solitario (1960) se narra la fascinación inmediata y profunda que le provocó recorrer México: “Hay la sensación de que se entra en la Tierra Pura, […] este sentimiento campesino de la vida, esta eterna alegría de la gente no preocupada por grandes problemas de cultura y civilización. […] La Tierra es India.”
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“Y soy un extraño sin felicidad/ caminando las calles
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nocía: “Me enseñó la reverencia por la vida... Así que yo estoy escribiendo para honrar eso.” Los escritores de la Generación Beat no compartieron raíces religiosas: Ginsberg era judío y Burroughs se había formado en el culto a sí mismo. En cambio, los tres recorrieron la tortuosa senda de los psicotrópicos, desde el alcohol a la benzedrina, de la morfina al peyote; afecciones confesadas públicamente y por las que fueron estigmatizados. Una travesía compartida por laberintos en los que muchas veces se perdieron: Jack Kerouac quedó envuelto en una niebla de alcohol y narcóticos que no se disipó hasta su muerte, en Florida, a los cuarenta y siete años. En el camino espiritual de Kerouac, catolicismo y budismo confluyen para formar una visión mística propia, abierta y plural. El orientalismo marca parte de su existencia y deja huella en su obra literaria a través de títulos que aluden a ideas budistas, como Los vagabundos del Dharma (1958) o Satori en París (1966). También sentía devoción por el haikú japonés y dejó escritos más de mil poemas con esa estructura; unos quinientos fueron recopilados en el volumen Book of haikus (2003). “Aleteando al viento de la tarde,/ en una verja blanca,/ una telaraña.” Tánger 1957. La formación literaria de Kerouac recibió otras variadas influencias, resultado de la lectura de obras de todo género, época e idioma que el autor consumía con la avidez de una adicción: Dostoievsky, Joyce, London, Hemingway, Saroyan, etcétera. Thomas Wolfe marcó el estilo de su primera novela, La ciudad y el campo (1950), y uno de sus mentores reconocidos, Henry Miller, escribió el prólogo de Los subterráneos (1958). En los caminos literarios de Kerouac se enlazan sendas poéticas y narrativas. El autor define con claridad el tipo de poesía que practicaban él y los escritores de su generación. En un texto titulado “Los orígenes del gozo en poesía” (Poemas dispersos, 1971), escribe: “Es una especie de nuevavieja poesía lunática zen, escrita tal y como entra en la cabeza según va viniendo; poesía que regresa a su origen, […] en vez de grises palabrerías académicas.” Una poesía de
de México…”
Ese deslumbramiento de los primeros viajes cambia a medida que se suceden los períodos de estancia en la capital mexicana. Desde su cuarto en la colonia Roma descubrió los rincones de la ciudad, que se convirtieron en lugares de inspiración, gozo y sufrimiento para este inquieto escritor: “Y soy un extraño sin felicidad/ caminando las calles de México…” (“Soledad mexicana”, Buda y otros poemas, 2008). En las innumerables caras de la urbe poliédrica, Kerouac encontró reflejadas imágenes que tomaron vida en diversos poemas recopilados en Orizaba 210 Blues (1956) y Cerrada de Medellín Blues (1961). En México City Blues (1959), un libro de poesía estructurado en más de doscientos “coros”, dejó una serie de cuadros improvisados que giran en torno a la existencia humana; en ellos, poesía y música funden sus formas en un jazz literario de ritmo chilango y melodía budista. En la novela Tristessa (1960), Kerouac describe una Ciudad de México sórdida; es una crónica romántica, con enfoque espiritual, de un submundo marginal de drogadicción y sexo en el que a menudo llegaba a involucrarse. Como consecuencia, su visión del país evoluciona desde una impresión llena de misticismo hasta la aceptación de la realidad desamparada y mísera. El resultado es
un México más realista, que también es urbano y mestizo, donde depresión y euforia conviven.
obra y trasCendenCia Siempre he considerado que escribir era mi deber en la tierra Jack Kerouac
El volumen total de la obra de Kerouac es notable: alrededor de una veintena de libros publicados, algunos de ellos póstumos. Hay novela, poesía, relatos de viaje, libros autobiográficos, como Big Sur (1962) o La vanidad de los Duluoz (1968), y otros de difícil clasificación como Book of Dreams (1960) o Doctor Sax (1959), recuerdos de niñez con tintes góticos, redactados en el departamento que compartió con Burroughs en México. Se puede considerar a Kerouac un cronista fiel de su percepción del mundo, buscador incansable de una fórmula inédita para comunicar la realidad personal a través de la literatura. De esa búsqueda, que implicó investigación y experimento, resultan sus sketches literarios que son apuntes del momento vivido. “Al esbozar, todo se activa delante de ti en profusión sin número, sólo tienes que purificar la mente y dejar que derrame las palabras”, explicaba en una carta a Ginsberg, que concluía así: “Es la única manera de escribir. […] es absoluto, nunca falla, es lo más auténtico.” Los esbozos realizados entre 1952 y 1957 fueron recopilados en un volumen repleto de dilatados flashes de fresca literatura, que sorprenden por dinámicos y exhaustivos: Libro de esbozos (Book of Sketches, 2006) Esta manera de escribir le llevó a desarrollar el concepto literario de “prosa espontánea” (kickwriting), una técnica que aplicaba en la mayoría de sus textos. Kerouac dejó dos escritos: “Credo y técnica de la prosa moderna” y “Fundamentos de la prosa espontánea”, en los que planteó sus propuestas sobre creación literaria: “Escribe para recuerdo y asombro de ti mismo”; “deshazte de tus inhibiciones literarias, gramaticales y sintácticas”; “escribe lo que creas insondable, desde lo profundo de tu imaginación”. Los antecedentes literarios de la prosa espontánea podríamos encontrarlos en los textos en trance de Yeats, el monólogo interior del Ulises, de Joyce, el trascendentalismo de Ralph w . Emerson y el naturalismo descriptivo de Thoreau. Kerouac es un escritor innovador, empeñado en dinamizar las formas literarias convencionales, hasta prenderlas con una chispa y hacerlas brillar con la luz del instante. Al repasar sus libros nos sorprende el derroche de imaginación y energía que trasmiten. Ante la obra de Kerouac es necesario un estudio integral que deje de lado valoraciones superficiales, como el manido comentario de Truman Capote sobre su literatura (“Eso no es escribir, es teclear”). Más acertado parece este análisis sobre el carácter y la trascendencia de su obra que nos dejó Henry Miller: “Kerouac es un amante apasionado del lenguaje […] que se complace en desafiar las leyes y convenciones de la expresión literaria que ahora está tullida; y rompe las trabas de la comunicación entre el lector y el escritor.” Kerouac hace de su escritura un acto de culto, resultado de una sensibilidad apasionada por la belleza de la vida, por describir la diversidad del mundo empleando todos los sentidos. Sus textos poseen un ritmo que recuerda el latido del corazón. También muestran la necesidad de trascender actitudes previas, de incumplir acuerdos tácitos, en especial aquellos que favorecen lo convencional. Los lectores tenemos que agradecer a Jack Kerouac su total entrega a la escritura. En el mapa de su camino literario, cada libro marca un punto de encuentro con este autor fundamental para la literatura contemporánea. Una obra compleja donde podemos degustar todos los sabores de la realidad, desde el ácido y amargo al más dulce y exquisito
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leer Plegaria por un papa envenenado, Evelio Rosero, Tusquets, Colombia, 2014.
el asesinato de la sonrisa de dios José ángel leyVa
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i La carroza de Bolívar coloca al caudillo en el carnaval de la historia y lo expone como el héroe que no fue, como el valiente que sabía cuándo huir de la batalla y abandonar a sus huestes, si no sólo es humanizado sino además se le despoja de la investidura épica para mostrarlo como un político hábil para ganar la gloria inmerecida, Plegaria por un papa envenenado es justamente lo contrario: la reivindicación de un hombre justo y coherente con los principios de su fe, pero una amenaza para los intereses de su Iglesia, particularmente de El Vaticano. Luego de sus incursiones por la geografía política de su Colombia en Los ejércitos (Premio Tusquets Editores de Novela), con la que logra una radiografía implacable de la violencia cebada en los más débiles y desprotegidos, en los pobres, pero teniendo sin remedio sus efectos también e n l o s p o d e ro s o s , y l u e g o d e entrar sin complacencias en la historia, desacralizando a la figura más venerada en su país y en Venezuela, el autor se desplaza hasta la Santa Sede para hurgar en sus infiernos. Albino Luciani, Juan Pablo i, es el personaje central de este relato que fluctúa entre la novela negra, inevitable relación con El nombre de la rosa, de Umberto Eco, y una prosa con tintes de dramatismo espiritual, de dialogismo, pero sobre todo un discurso lírico como soporte del entramado mundano, de los juegos del poder y la aspiración de salvar al hombre. Albino Luciani, Patriarca de Venecia, conocido por el pueblo italiano como “El Papa de la sonrisa”, “La sonrisa de Dios”, y por la prensa como “El Papa de septiembre”, fue el pontífice 263 de la Ciudad Estado, y el que menos días permaneció al frente de la curia romana: apenas treinta y tres amaneceres en la Basílica de San Pedro. Juan Pablo i , en proceso de beatificación, junto con su sucesor Juan Pablo ii, murió el mismo año de ser elegido por el Colegio Cardenalicio, septiembre de 1978. En este juego de ficción, sobre las pistas de la historia, Rosero se suma a la teoría del asesinato. Aunque la novela revela una investigación seria sobre los antecedentes de Juan Pablo i , las circunstancias un tanto azarosas de su ascenso, su vocación pastoral, su ánimo ecuménico, nos coloca ante todo frente a los riesgos de sus ideas y su ejemplo de auténtico cristianismo, según el autor. La amenaza de su humildad y su nula visión política, desde la perspectiva del poder institucional, convence a los poderosos habitantes de El Vaticano para entrar en contubernio con la mafia siciliana y eliminar la indeseada presencia. “La sonrisa de Dios” es borrada del mundo por sus representantes en la Tierra. Entre
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pasillos secretos, salas desconocidas, escaleras escherianas, el vigilante de los tesoros materiales de la Santa Sede, el obispo Paul Marcinkus, originario de Illinois, Estados Unidos, va destilando odio a lo largo de esos días de pontificado contra un personaje que siembra de preguntas los temas intocables, como el celibato, el derecho de las mujeres a la ordenanza sacerdotal, las acusaciones de pederastia, la corrupción y los malos manejos financieros. “No se le podía pedir más a Karol Wojtyla: era el Papa que la Curia deseaba: confirmó a Marcinkus en su puesto de timador; no hizo nada contra los socios mafiosos del Banco del Vaticano, y nada contra el cardenal Cody, libidinoso y derrochador”, escribe sin tapujos Rosero. En medio de esa trama de complicidades y de impunidad, “El Papa de la sonrisa” se desenvuelve en el candor de su visión humana con la voz de las prostitutas de Venecia a manera de coro trágico. Una plegaria por el Papa escritor de cartas se va tejiendo a lo largo de estas páginas resueltas a develar los oficios letales del poder. Rosero confirma en esta breve novela su capacidad narrativa y sus afanes poéticos que se hunden en los silencios, en las profunda intimidad de sus personajes. No podemos evadir el dardo que nos lanza como lectores y como probables católicos: “He aquí la misión del catequista; sustituir a Jesús y dar a los niños con el catecismo el agua de la vida eterna./ El fruto no puede faltar, y segura es la recompensa del Señor, que ha dicho: Todo cuanto hayáis hecho a uno de estos Pequeños, lo habéis hecho a Mí.” • Hermanos en armas. Policías comunitarias y autodefensas, Luis Hernández Navarro, Para leer en libertad, México, 2014.
la crónica como arma ricardo guzmán Wolffer
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os movimientos de abril de 2013 en Guerrero, donde intervinieron las autodefensas, fueron una sorpresa para muchos, menos para los habitantes que terminaron por vitorear la puesta en libertad de Nahum Santos. Atrás del movimiento de autodefensa no sólo hay una sociedad en busca de la paz que supone un Estado de derecho, están muchas organizaciones campesinas, magisteriales e indígenas. Los hechos que documenta el autor son precisos y tienen la virtud de no limitarse a lo sucedido en una región, sino establecen vínculos con otras épocas del mismo lugar o con movimientos paralelos en otros territorios de la República: Michoacán, Tamaulipas, Morelos, entre muchos. Precisa la distinción entre autodefensas (civiles armados que enfrentan a la delincuencia) y las policías comunitarias (guardias nombradas por la comunidad, estructura de seguridad con siglos de historia). Las voces y las causas son distintas, pero tienen un fondo común: la necesidad de vivir en las peores condiciones; en muchas ocasiones, a pesar de las instituciones públicas: no sorprendería que procuradurías de justicia intentaran detener, desarmar o desacreditar a estos movimientos populares, pero la descalificación apareció en donde menos se esperaba: la Comisión Nacional de Derechos Humanos, documenta Hernández. Se identifica a la administración de Felipe Calderón como aquella donde las acciones bélicas desencadenaron la violencia de tal forma incontrolada
que fue necesario para la ciudadanía buscar la sobrevivencia, pero la historia muestra que muchos detonantes no son nuevos, que la guerra sucia tiene décadas, que el abandono agrario tiene más. Un panorama complejo donde son más actores de los publicitados. Al lado de narcos y demás delincuentes, están las guardias blancas, los grupos paramilitares y el Ejército, pero también organismos y asociaciones internacionales, además de los vecinos del norte que vigilan todas las áreas de la producción nacional, incluso para establecer qué lugares son útiles para el turismo. El autor retoma el papel del ezln , recuerda las fallas del tlcan y hace el recuento de la nota roja que durante un sexenio mostró la verdad imposible de maquillar con miles de víctimas y familiares desatendidos, y millones de espectadores asustados. Ahora se busca ocultar cifras y rostros, pero la realidad está a la vista. Con una detallada revisión de esta parte de la historia reciente de México, Hernández muestra con eficacia cómo la sociedad tiene caminos para la autodeterminación, aunque a muchos no les guste; y, a veces, para morir con dignidad. La edición forma parte de un amplio proyecto literario que busca difundir gratuitamente el conocimiento en áreas relevantes del quehacer nacional. Este libro, como otros sesenta títulos, pueden descargarse en www.brigadaparaleerenlibertad. com Hermanos en armas... es un libro que plantea un escenario que no termina de ser digerido por sus muchas implicaciones •
Pequeño yo-ver. Poemas e ilustraciones de los niños de Coyopolan, El Paisano y Las Vigas, Veracruz, María Guadalupe Flores Grajales (coordinadora), Ivec/Conaculta, México, 2014.
Vuelo y color de la montaña José cruz domínguez osorio
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ien se puede afirmar, en el caso de esta novedad editorial, que su contenido fue pensado y escrito por los niños y que será leído por otros niños de la misma edad, aunque seguro también por jóvenes y adultos. Los autores son niños que han tenido y gozado la posibilidad de transformar en palabras su realidad. La voz de la montaña se transfigura en la voz de estos pequeños, que han dado vida a las páginas del libro como resultado del taller “Garabatos, tramoyas y letras” en las Casas uv (Universidad Veracruzana). Si la poesía es voz de las emociones, aquí los pequeños ofrecen sus emociones, y en su palabra describen a la muñeca, el camino, el machete, entre muchos otros objetos, así como el paisaje natural: los cerros, el cielo y el río, por citar algunos. Algunos de estos poemas fueron escritos en colectividad, por ello es oportuno apuntar que el proceso creativo no es tan individual; un ejemplo es el “Poema a los dulces”.
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Además de los poemas, también fueron escritas y seleccionadas ciertas frases al azar, reunidas en “Jugando con palabras”, donde se ve que entre éstas y la ficción breve no hay distancia alguna. Podrá el lector, entonces, andar por los terrenos de la microficción. La otra parte del contenido está compuesta por el cuerpo de las ilustraciones. Algunas ocupan la página completa y otras fueron diseñadas en escala menor. Hay descansos visuales en las páginas, conformados por espacios en blanco, que en algunas páginas se complementan con un pequeña viñeta (diminutas nubes, árboles y aviones). La propuesta gráfica, creada especialmente para la obra, está hecha a lápiz, animada por la presencia del color del crayón. Al abrir y andar las páginas de este libro se vislumbra el paisaje de los versos y de la prosa de los creadores, pequeños guías que explican la infinitud de sus emociones, de sus días y de la realidad campirana. Si las editoriales que se dedican a publicar libros para el pequeño lector dirigieran su mirada a lo que ocurre fuera de las grandes ciudades, se darían cuenta de que detrás de las montañas, aparte de la llanura o el bosque también florece la palabra de niños y niñas que, con orgullo y sonrisa, comparten lo sencillo que es atravesar las veredas del tiempo y de la vida •
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arte y pensamiento ........
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Naief Yehya
Ricardo Guzmán Wolffer
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ienTras la muerTe y su extensión se reinterpretan con la variante del zombi, donde simplemente se trata de establecer la motricidad del cadáver, a veces con consciencia, la lectura de otras paráfrasis hace palidecer a esta moda literaria occidental sorprendentemente asumida por un público que ha logrado, por ejemplo, romper en México el récord mundial de la “marcha zombi”, donde más de 150 mil disfrazados deambularon por las calles. La elucidación literaria de esa constante humana, en otras latitudes, establece, por lo menos, las limitantes del presupuesto occidental del zombi. Con su primer libro, El bebedor de vino de palma, Amos Tutuola (Nigeria, 1920-1997) muestra que esa visión apenas es suficiente y que las posibilidades son infinitas. En El bebedor... hay muchos difuntos que parecen estar vivos: funcionan como antes de morir, pero estamos ante una figura esencialmente distinta del zombi occidental contemporáneo. Habrá quien diferencie los muertos de Tutuola al argumentar que se trata de mitología africana, precisamente la yoruba, en contraposición al zombi occidental, donde escritores y cineastas parecen carecer de cualquier concepto de historia del género. Y tal vez tengan razón, pues la narración de Tutuola aparenta ser la transcripción de una larga tradición oral africana, pero no es así. El autor nigeriano involucra su propia imaginación y el personaje narrador de El bebedor... deambula por muchos reinos de muertos, de semimuer tos y de dioses para buscar a quien le preparaba ese vino de palma. Al principio, ante las cantidades de vino que bebe sin dificultad, suponemos que se trata de un viaje por el personal inframundo alcohólico; pronto advertimos cómo va más allá de una alucinación. El bebedor deambula por montañas y caminos para toparse con seres mágicos. Los fallecidos tienen sus distintos pueblos y se mezclan con deidades. Incluso el narrador en algún momento se autonombra como “El padre de los dioses que todo lo puede” y eso le permite cambiar de forma y aplicar conjuros y magia para salvarse, junto con su esposa, de muchos seres capaces de golpearlos, comérselos y cosas peores. La muerte en la obra de este autor africano es un bien, una propiedad del personaje: cuando él y su esposa están por entrar a un reino fantástico más, por prudencia venden su muerte y alquilan su miedo. Gracias a esa venta logran pasar por muchos trances, ciertos de que sobrevivirán; podría ser una muestra más de que son dioses, pero en ello radica la diferencia central literaria: entra y sale de la condición humana, por propia decisión: es una alegoría del valor y de la certeza de saberse hombre en ese mundo de muertos, de dioses malvados y de animales fantásticos, capaces todos de transformar a una persona en un objeto o un animal; el bebedor enfrenta dolores y peligros con la certeza de que
no morirá, pues su autoconfianza le hace capaz de sentirse y actuar como “el padre de todos los dioses”. Así, la muerte es un tránsito, pero también una decisión de ese contador de cuentos: muy distinto del zombi occidental, mero recipiente de la vida cerebral y que, al morir, sólo puede deambular y comer a otras personas. El bebedor entra y sale de los reinos fantásticos. En otro momento atrapa a la muerte y la entrega a cambio de información. El hombre se siente parte de la naturaleza
y ese tránsito a la muerte es amistoso e incluso reivindicador: cuando en uno de los reinos se topa con los niños muertos, éstos son capaces de agredir al narrador y hacerlo sangrar por los sufrimientos infantiles padecidos en vida por aquéllos. Las mujeres deben ser recatadas hasta en la muerte: por seguir a un caballero, la joven desobedece a su padre y cae en las redes de ese fantasma que en realidad tiene todo el cuerpo formado con partes alquiladas, mismas que devuelve hasta quedarse en la cabeza, de la que lentamente también regresa carne y órganos, hasta quedar en la sola calavera. Sus posteriores obras, especialmente Mi vida en la maleza de los fantasmas, muestran a un autor más consolidado y que incluso reflexiona sobre el bien y el mal a partir de la mirada infantil del narrador. Pero El bebedor... deja en claro el alcance de esa versión africana, donde la muerte es parte de la integración humana con el universo y no la otra postura, la del zombi, donde el cuerpo es un cascarón que debe ser violentado para suponerlo útil después de la inconsciencia. La fantasía africana que se muestra universal • Ilustración de Claudia Scatamacchia
Adiós al lenguaje, de Jean luc Godard
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ean luc Godard lleva ya algunas décadas diciendo adiós al lenguaje, o por lo menos a las viejas concepciones del lenguaje y la comunicación. Su trabajo comenzó a dar un giro hacia el desmontaje de las palabras y la reinterpretación del idioma a través de una exploración de la imagen que ha resultado tan prolífica como influyente en la cinematografía mundial. A sus ochenta y tres años, Godard sigue siendo el cineasta inconforme, revolucionario y provocador que arrancó su carrera como uno de los autores centrales de la nouvelle vague. Su cine sigue girando en torno a sus preocupaciones políticas, estéticas y morales, las cuales en su trabajo siempre conviven con el sexo, el arte, la literatura y la música en fusiones y fricciones que ponen en entredicho la relación de la imagen y el sonido, desequilibran toda certeza en cuanto a la narrativa audiovisual y el proceso creativo mismo, con lo que prácticamente toda película de Godard, desde Le mepris (El desprecio, 1963) es un filme dentro de otro filme. Es un cineasta fascinado por confundir registros y parámetros, por componer y descomponer imágenes mediante la superposición de aforismos, citas y juegos de palabras; por provocar reacciones mediante parpadeos, sugerencias e insinuaciones visuales, así como por la continua fractura de la ilusión fílmica. Pero más que nada, Godard siempre ha estado obsesionado con la historia del cine y con contar esa historia a través del cine. Godard comenzó a incorporar imágenes de video en sus filmes desde 1974 y siempre se ha mantenido a la vanguardia tecnológica, de ahí que no sorprende el hecho de que use tecnología de 3 d (de hecho ya la había usado en el corto Los tres desastres, de 2013) y de la cámara del iPhone en su reciente Adiós al lenguaje, filme que fue parte del programa del Festival de Nueva York de 2014. Esta película, que para nada parece una despedida, es una reflexión apesadumbrada y a la vez cargada de ironía sobre la digitalización de la cultura y lo que significa la satisfacción intelectual instantánea, en una época en que llevamos en el bolsillo dispositivos superpoderosos que tratan insistentemente de convencernos de lo que es realmente importante. Adiós al lenguaje se dispara en muchas direcciones, desde un homenaje a Byron y Mary Shelley, hasta alusiones a un Estado entrometido y paranoico en donde la gente no sabe de qué trata El archipiélago Gulag. Godard va de la seriedad y el desconsuelo que le causa ver a una sociedad hundida en una ignorancia programada e hipertecnológica, al humor (Adieu au langage se vuelve "Ah Dieu Oh langage") escatológico cuando el protagonista habla de la importancia de la mierda en la cultura mientras defeca (este es un curioso eco
de la nueva cinta de David Cronenberg, Map of the Stars, donde Julianne Moore hace algo semejante). La narrativa en este breve filme (de apenas 70 minutos) está desgarrada y re-ensamblada en forma de un collage radiante y vertiginoso, un caleidoscopio frenético, una cacofonía que no permite distracciones y cada palabra parece tener un peso específico fundamental, o bien nada tiene importancia por sí mismo y el todo es mucho mucho más que la suma de las partes. Sin embargo, rara vez es lo mismo para todos los espectadores. El filme número 39 del autor de Sin aliento (1960) tiene como eje una relación amorosa en descomposición, una mujer casada y un hombre soltero, un tema que ha abordado antes en sus exploraciones de la infidelidad y la agonía, del lento enfriamiento del amor, de la pasión por los golpes, de la fascinación por el desprecio. Sin embargo, hay otro protagonista igualmente importante y cuyo punto de vista se vuelve más y más relevante a medida que avanza el filme, el del perro Roxy, que se convierte en una especie de observador neutral del mundo, liberado de cargas ideológicas. Un ser fuera de la cultura, sin prejuicios. Godard no hubiera recurrido a la 3d si no pensaba emplearlo de manera radical y, si bien por un lado lo usa para añadir niveles de lectura y significado a sus composiciones ya de por sí saturadas de imágenes, texto e intervenciones, por el otro se vale de esta tecnología como un recurso para mostrar literalmente la “separación” de los amantes al panear con un ojo mientras deja estático el otro, con lo que se crea un efecto desconcertante, irónico y significativo (no tardarán los imitadores en apropiarse de sus descubrimientos). Así, nuestro campo de visión se extiende y se contrae, poniendo en evidencia los límites y posibilidades de lo observable. Más que una despedida, Godard está constatando que el lenguaje, como lo entendemos, nos está abandonando, para dejar su lugar a otra cosa que aún no hemos podido nombrar •
jornada virtual
Tutuola y los muertos vivientes
galería
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........ arte y pensamiento
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola @LabAlonso
germaine@pegaso.net
yayoi Kusama: “la princesa del punto”
L
a conTroverTida arTisTa de origen japonés Yayoi Kusama (Matsumoto, Japón, 1927), también conocida como la princesa del punto, está causando revuelo en el Museo Tamayo. Las entradas están agotadas desde el día de la inauguración y largas filas de visitantes esperan pacientemente su turno para el ingreso al recinto, cuyo recorrido se realiza en forma programada en pequeños grupos. Y es que Kusama es un fenómeno cultural que levanta tolvaneras a su paso dondequiera que se presente en el mundo. Contra viento y marea, y a pesar de sus severos trastornos psiquiátricos (o quizás gracias a ellos), Yayoi
Kusama es hoy en día una celebridad que ha sabido integrarse y destacar en cada escenario circunstancial que le ha tocado vivir. Actualmente, a sus ochenta y seis años, sigue trabajando con el dinamismo y la pasión irrefrenable que la caracterizan y nos sigue sorprendiendo con una pintura fresca, enigmática, irreverente, producto de un estilo absolutamente personal que se ha convertido en su sello distintivo. Kusama es hoy en día una “marca global” que ha conseguido con su empeño y amplia visión colocar su creación en las primeras filas del mainstream internacional y aprovechar –no sin un dejo de ironía mordaz– el escenario de la cultura del espectáculo que nos ha tocado vivir en este mundo controlado por la obsesión mediática y tecnológica. Kusama emigra a Nueva York en 1957 huyendo de una sociedad reprimida y conservadora en la que su intuición visionaria no tenía cabida. Huía también de la violencia de unos padres que la maltrataron física y psicológicamente hasta el punto de provocarle un cuadro de experiencias alucinacinatorias que marcaron su infancia y, paradójicamente, también fueron de alguna manera el leitmotiv de su creación artística. Animada por Georgia O´Keefe, con quien sostenía correspondencia, llega a Nueva York en el momento crucial en el que el ámbito vanguardista de la postguerra estaba en ebullición. La herencia del Nihonga (pintura tradicional japonesa) la llevó a incursionar en una abstracción biomórfica gestual de un preciosismo técnico que origina su primera marca de estilo personal: las pinturas de red monocromas, conocidas como Redes infinitas. Éstas trasminan ya su obsesión por la repetición de formas y patrones que dará lugar al célebre Polka dot (punto) que se ha convertido en su reconocida “marca global”. Su pintura se hace merecedora del reconocimiento inmediato, pero su espíritu rebelde e inconforme la
Sala de espejos del infinito – Campo de falos
lleva a incursionar en nuevos y más audaces experimentos con el collage y la escultura. Comienza una serie de obras escultóricas inspiradas en objetos domésticos cubiertos con protuberancias fálicas, que detonarán sus impactantes instalaciones con barcas y salas recubiertas de espejos y atiborradas de falos moteados (Sala de espejos del infinito-Campo de falos-o entretenimiento). Su idiosincrasia conservadora japonesa la puso en conflicto con el liberalismo sexual occidental, la cultura de la comida rápida y el consumismo, como se puede ver en las obras realizadas con objetos fálicos y otros recubiertos con sopas de pasta. Sus instalaciones y happenings provocaron más de un escándalo por sus desnudos practicando sexo explícito y sus mensajes de protesta política radicalizada, en los que desplegó, con una fuerza tan evocadora como turbadora, los conceptos que componen su discurso ético y filosófico, inspirados en aspectos del espiritualismo new age, los mensajes de liberación sexual, la repetición obsesiva de formas como metáfora del infinito, la alienación y el enfrentamiento con la otredad. La nutrida y espectacular (en todos los sentidos del término) exhibición en el Tamayo muestra la interrelación que existe en toda su obra, a pesar de la variedad de medios que ha utilizado. Su propia figura ha sido parte de su lenguaje estético distintivo, como se puede apreciar en la sección que recoge una selección de impresos y fotografías que documentan sus acciones, sus diseños de moda y sus mensajes políticos. El arte de Yayoi Kusama es atrevido y complejo, divertido e intrigante en todas sus facetas; un arte que exige la participación del espectador y deja abiertas muchas líneas de interpretación. Además de ser una empresaria consolidada que ha conseguido autopromover su imagen y su marca, es una creadora sui generis que ha sabido profundizar, explorar, estudiar y trascender su condición psicológica para crear un discurso de una lucidez intelectual y poética sin límites • Yayoi Kusama
King crimson a tres baterías... [Todos somos ayotzinapa.]
¿T
res baTerías? vaya. Desde el principio tuvimos dudas de que eso funcionara, sobre todo pensando que el material a ejecutarse no había sido escrito para semejante dotación. Se trataba, mayormente, de un tributo a los primeros discos del grupo en los tiempos de Greg Lake y John Wetton (In the Court of the Crimson King, Starlees and Bible Black, Islands, Larks’ Tongues in Aspic). Tales cosas pensábamos sentados en una butaca antes de que iniciara el último show de la gira 2014 de King Crimson, ocurrido el 6 de octubre en el teatro Moore de Seattle, ciudad donde nosotros mismos tocaríamos al día siguiente. [ Todos somos Ayotzinapa.] Rodeados por barbas blancas y playeras estampadas en los setenta, también pensábamos: tal vez Robert Fripp –fundador y líder del grupo con sesenta y ocho años de edad– tuviera razón una vez más y su ocurrencia nos deslumbrara como sucedió con el doble trío de 1996, cuando a su guitarra se sumó la magia de Bill Bruford, Pat Mastelotto, Trey Gunn, Tony Levin y Adrian Belew. Entonces había dos baterías funcionando contra dos guitarras y dos bajos y el resultado estremeció al mundo del rock progresivo con la efectividad de partituras que claramente exigían un par de motores rítmicos. [ Todos somos Ayotzinapa.] A diferencia de entonces, empero, ahora escucharíamos a un septeto en el que conviven, además de las baterías de Pat Mastelotto (Stickman, tu), Gavin Harrison (Porcupine Tree) y Bill Rieflin (rem, Ministry), los bajos de Tony Levin, la voz y guitarra de Jakko Jakszyk y los alientos de Mel Collins. El origen de esta “nueva” alineación (cambiante desde 1969) fue el criticado álbum A Scarcity of Miracles de 2011, firmado por Fripp, Jakszyk y Collins. Los tres (respaldados por Levin y Harrison) encarnaron uno más de los incontables ProjeKcts, esos experimentos de Fripp paralelos a King Crimson . [ Todos somos Ayotzinapa.] Vestidos elegantemente (camisas blancas; trajes, chalecos y corbatas negros), los siete músicos aparecieron bajo una luz cenital poderosa que sólo en la última canción (“21 st Century Schizoid Man”) cambiaría su tono ambarino por un rojo profundo (gran momento). Precedidos por sus propias voces en off pidiendo no ser fotografiados ni grabados en video, con las tres baterías al frente y el resto de los músicos en un segundo nivel posterior, King Crimson mostró un extraño y nuevo interés por la espectacularidad escénica. Al frente de cada intérprete, sea en un monitor, amplificador o en un tambor, se podían leer un par de letras enmarcadas en un cuadro. Dichas letras aludían al nombre del músico y a la tabla periódica de los elementos, como si cada uno hubiera sido elegido en forma científica (allí el nombre de la gira: K Cr, Elements). Detalle que muchos hubieran agradecido en el pasado cuando Fripp yacía a oscuras y negaba entrevistas, pero que ahora nos parecieron un poco sospechosos. [Todos somos Ayo-
tzinapa.] El volumen fue excesivo y la suma de tres baterías pocas veces consiguió convencernos de su pertinencia aplastante. Dos hubieran sido más que suficientes (dejaríamos fuera a Harrison cuyo virtuosismo individual pareció desconectarse del lenguaje colectivo). Más que su mecanismo polirrítmico fue la coreografía y vistosidad las que pusieron de pie al teatro, pleno de entusiastas que aplaudían, más que un concierto, a una trayectoria entera. Algo semejante sucedió con los alientos de Collins, sobre todo en tenor y flauta, que nos parecieron fuera de lugar, lejanos al color de un Crimson crudo y distorsionado. Pero bueno, soslayando lo churrigueresco, el contenido fue encomiable y hubo momentos memorables. Aquí las
canciones:“Larks’Tongues in Aspic (Part One)”,“Pictures of a City”,“vrooom(Coda: Marine 475)”, “A Scarcity of Miracles”, “Red”,“Hell Bells”,“The ConstruKction of Light”, “Level Five”, “The Talking Drum”, “Larks’ Tongues in Aspic (Part Two)”,“Interlude”, “The Letters, Sailor’s Tale”, “The Light of Day”,“One More Red Nightmare”, “Starless”. Encore: “Hell Hounds of Krim”, “21st Century Schizoid Man”. [Todos somos Ayotzinapa.] Por cierto, no sabemos si Crimson regresará a México, pero lo que sí podemos compartir –sobre todo para quienes tocan la guitarra– es que Robert Fripp volverá a Cuernavaca con un curso más de preparación en torno a su Orchestra of Crafty Guitarists. Sucederá del 1 al 10 de febrero de 2015. Como se trata de un seminario con cupo limitado, los interesados deben escribir lo antes posible a: leo@cge.mx. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos. Y no lo olvide, apreciable lectora, lector: Todos somos Ayotzinapa, porque no hay música que valga si tantos desaparecen y mueren a diario •
bemol sostenido
Jornada Semanal • Número 1024 • 19 de octubre de 2014
artes visuales
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arte y pensamiento ........
19 de octubre de 2014 • Número 1024 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Ana García Bergua
En verdad que me hallaba justo al borde del valle del abismo doloroso, que atronaba con ayes infinitos. Dante, Infierno
C
ada que aparecen Fosas criminales en este país, desde la dantesca con trescientos cadáveres en Tamaulipas durante el sexenio anterior, hasta el hallazgo reciente de los cuerpos de los normalistas asesinados por policías en Ayotzinapa, Guerrero, pasando por las atrocidades que hemos leído en Chihuahua, Coahuila, Sina-
loa, Michoacán, Veracruz, etcétera, uno siente que todo está carcomido y a punto de derrumbarse, que el terror (“fálico y agresivo”, diría Octavio Paz) da paso al horror, ese lugar vacío y abismal donde se termina la esperanza. Dos sexenios van de este terror sin nombre que hay quienes lo explican por la inhumanidad del capitalismo actual, el neoliberalismo que le llaman, y la descomposición política a grados pestilentes que padecemos, pero más allá de las causas económicas y sociales no deja de sobrecoger esa parte de la naturaleza humana que asoma en la barbaridad de las ejecuciones. Antes el mundo entero se estremecía con los crímenes de Jack el Destripador; ahora hay destripadores igual de enfermos por todas partes y por lo visto a los gobernantes no les acaba de parecer del todo mal si tienen algo que ver con sus intereses económicos o políticos. Escuchaba ahora (hoy que escribo esto es 9 de octubre y ayer tuvimos eclipse de luna, la luna roja de Wozcek) una entrevista en el programa de Aristegui a un político ya muy desprestigiado que explicaba que los policías o sicarios-policías que asesinarían a los estudiantes de Ayotzinapa los habrían confundido con sicarios del bando contrario, de ahí la saña, de ahí el horror. Yo me quedé pensando: ¿y si hubieran sabido que eran estudiantes normalistas, habrían sido más humanitarios?, ¿existe la humanidad en algo así? Este hombre (Bejarano), explicaba que esas barbaridades son su modo de mandarse mensajes. Peor que las de un animal muy salvaje que sólo devora para saciar su hambre, pensé. El león hinca los colmillos en el cuello del venado y se lo come, no lo tortura. En el sexenio anterior corrieron imágenes escalofriantes de lo que son capaces de hacer los seres humanos y ahora de nuevo vimos el rostro de la muerte en un estudiante, en un país muy distinto: en 1968 todavía una amplia porción de la sociedad reconocía el horror. Ahora despertamos por turnos, como ocurrió con el Movimiento por la Paz con Justicia y
Dignidad, que logró la Ley de Víctimas; el problema es que las víctimas siguen y siguen, en medio de una especie de acostumbramiento adormecedor y brutal. Durante los años de la Revolución, unas partes del país se iban ensangrentando mientras en otras la vida transcurría más o menos igual. No había tantas comunicaciones ni mucho menos; los periódicos consignaban los avances de los distintos (muchos) bandos y facciones, y quien no leía no se enteraba si no pasaban por sus tierras, hasta que la mecha prendida se generalizó. Además, tardaban en llegar. Es paradójico que ahora nos enteramos de todo al minuto y hasta opinamos y elevamos la voz, como antes se decía, pero se siente inútil. Ojalá y ya no lo sea. Dirán que la masacre de Ayotzinapa, como Aguas Blancas, como la otra, serviría para detener esto. Yo no creo que las masacres sirvan para nada (y tampoco lanzarle piedras al ingeniero Cárdenas). Tampoco sirve un orden militar que se usa para reprimir y coludirse a ratos con los malos. Serviría un estado de derecho al que los ciudadanos nos pudiéramos acoger, sin corrupción y sin reveses, sin que los políticos, los funcionarios, los policías, se vendieran al crimen. Un “lado de aquí”, mayor al de esa oscuridad. Yo no entiendo grandes cosas de política (lo cual en el fondo no me disgusta, pues las elucubraciones de ese género tienen mucho de engaño y de serpiente que se muerde la cola) y seguramente cuando salga esta columna ya se sabrán m á s co s a s : n o s é s i h a b r á m á s manifestaciones por todo México y por todo el mundo –ojalá–, si las exigencias de esclarecimiento de los hechos habrán logrado su cometido, si será el comienzo de una gran campaña de desbarbarización de nuestro país. Ojalá y dentro de dos domingos, los lectores podamos decir que algo se logró con las protestas, que por fin se vio la dimensión enloquecida de este horror que deja sin esperanzas a los jóvenes de nuestro país.Y que las fosas dejen de hablar su siniestro idioma •
Ilustración de Juan Puga
degradación “chistosa” Para don Manuel Carrillo
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unca va a admiTir ninguno de los socios o propietarios de los consorcios televisivos en México su responsabilidad en la degradación sostenida, paulatina y aparentemente suicida de nuestra sociedad, esta sociedad que parecería condenada una y otra vez al fracaso. Pero han sido los medios masivos los grandes responsables de algunas de las más lamentables facetas de nuestra idiosincrasia. La de la derrota, la del conformismo, la de millones de sumisos, de bobos, de ena-
jenados. Son los grandes consorcios de los medios en buena parte tan o más responsables que los mediocres funcionarios que han pasado por tantos gobiernos igualmente mediocres, omisos o deliberadamente criminales en ese lamentable ahondamiento de inmensas lagunas en la cultura colectiva y popular donde escasean el talento o la vocación artística y campean en cambio la estulticia, la vulgaridad y la franca, desnuda idiotez. Han lanzado los grandes poderes fácticos desde hace mucho sus avatares, sus paradigmas, sus embajadores disfrazados de lo pintoresco, de lo cómico, de lo galán o simpático: fachadas, monigotes, esperpentos. Marionetas que resultaron en los hechos a lo largo del tiempo tan eficaces en el arte de la distracción de los grandes intereses nacionales que las finas corbatas han llegado incluso al atrevimiento soez, sin importarles un bledo las consecuencias de ese desaseo institucional que ya vivimos encarnizadamente, de poner uno de sus juguetes en Palacio Nacional. A jugar que gobier-
que llevan en el doblez agazapados los intereses de lucro del barón Azcárraga o el clan Salinas y sus respectivos socios de siempre, más los que sumen del extranjero en la inminente ola de saqueo de la riqueza energética nacional. La preceptiva de la cupular avaricia desfondada convertida en guión de telenovela, vaya. A diferencia de las televisiones de otros países, incluso orientadas como Televisa o tv Azteca a nada más que al lucro –allí grandes consorcios estadunidenses o la rai italiana, o televisoras de esquema híbrido como la bbc inglesa, la Deutche Welle de Alemania, t v 5 en Francia o Antena 3 de España, y desde luego a diferencia de televisoras socialmente comprometidas, como la televi-
na. Y ya preparan en el sureste, se dice, al que podría ser el sucesor monigote, con idéntica telenovela romántica incluida en el primoroso pero nefasto montaje. Los ídolos en México no son de barro, sino de pixeles. Podríamos creer que alguno de esos sucesos mediáticos tuvo éxito por azar, por simple preferencia del público, pero que una y otra vez surjan en la palestra figurines que van de Pedro Infante –cuando en lugar de la televisión colegía el cine la moda, la sensiblería y hasta el habla popular– a Luis Miguel o de Cantinflas a el Vítor, exhibe la obviedad de una estrategia diferenciada y deliberada que apunta a nichos socioeconómicos propicios por su pobreza, marginación o ignorancia, lo que ya de suyo se inserta en el diseño de una planeación estratégica, clasista, manipulada desde la oligarquía. Baste recordar los bastante recientes y vergonzantes episodios de telenovelas y bodrios parecidos –en programación tanto de Televisa como de tv Azteca– en que los diálogos de los personajes, de suyo acartonados y sosos, salpicaron además de verborrea laudatoria a las imposiciones contrarreformistas del gobierno de Enrique Peña Nieto, por-
sión nacional de Canadá– los consorcios mexicanos no solamente no se atienen a un organismo regulador por parte del Estado, porque el Estado sencillamente no existe en los hechos, o no existe para esos consorcios. El Estado, como el autócrata de la novela, son ellos. Ellos disponen funcionarios, mueven legisladores que cabildean para sus oficinas particulares; hacen o destruyen figuritas de lentejuela y oropel, construyen festivales, ferias, conciertos o carnavales o los dinamitan cuando les suponen competencia. Hacen y deshacen. Parecería que el hombre propone y las televisoras –y los bancos, y las tiendas departamentales, y las mineras, y los especuladores urbanos– disponen. Y aunque han degradado tanto la cultura colectiva que encontramos “chistoso” a un imbécil que titula su programa Cien mexicanos dijieron o a una ebria sucia como la Chupitos o escarbamos risa en los malos estribillos repetidos miles de veces de Chabelo, el Chavo del Ocho o cualquiera de los estereotipos inflados de Eugenio Derbez, la gente reirá, celebrará sus chistes, sus ridiculeces y obscenidades. Mientras los jefes cuentan, encerrados a piedra y lodo, el dinero •
cabezalcubo
Fosas
paso a retirarme
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
........ arTe y pensamienTO
Jornada Semanal • Número 1024 • 19 de octubre de 2014
Orlando Ortiz
S
i uno se preGunTa desde cuándo hay literatura, de inmediato salta una respuesta: desde que se inventó la escritura, es decir, desde que hay letras. Si se piensa un poco más, podría argumentarse que el relato debe tener origen más remoto (la era de las cavernas). Así, es posible que la narrativa sea la primera expresión “literaria” sin letras. No obstante es imposible dudar de que la poesía es la expresión príncipe. Y si nos reducimos a la etimología, más aún, pues poesía, como todo lo saben, es creación. Así, la narrativa sería la primera expresión “literaria”, sin embargo, siempre se ha dicho que la poesía es la expre-
sión príncipe.Y estoy de acuerdo, pues poesía es creación. Sin embargo, eso es lo que menos me preocupa ahora, pues en este momento mi pregunta es si habrá literatura en el futuro. Aproximadamente a mediados del siglo pasado fue vaticinado, por muchos, intelectuales y todo lo contrario, el fin de la novela; es más, desde mucho antes se consideró que la novela, por ser la expresión más vulgar de la literatura, además de nociva para la moral, etcétera, estaba destinada a desaparecer. El caso es que a lo largo de varias centurias se ha seguido escribiendo novela. Escribiendo y publicándose, en preciosas ediciones, manuscritas –con viñetas policromas–; después, con la llegada de la imprenta, se imprimieron formando las páginas con tipos móviles; más tarde el linotipo facilitó el proceso, mismo que se alivianó con el offset y los actuales sistemas computarizados. En resumen, se puede decir que a lo largo de varios siglos la literatura se ha difundido y ha permanecido gracias a la letra impresa en papel. No se puede soslayar que la supervivencia de las obras también está en relación con su calidad, pero éstas habrían quedado en la oscuridad de lo ignoto si no hubieran sido impresas. La literatura es letra, sería mi primera aseveración, de carácter perogrullesco pero emitida con plena convicción. Desde hace algunos años, los jóvenes aspirantes a ser escritores –novelistas, poetas, dramaturgos, ensayistas, cronistas– me señalan que el libro como tal, en papel impreso y encuadernado, ya pasó a la historia; la digitalización es lo de ahora y lo del futuro. (Sin embargo, curiosamente, estos defensores a ultranza de la digitalización han seguido buscando –y algunos lo han logrado– que su obra sea imprimida a la usanza tradicional, y de preferencia por una editorial “reconocida en el mundo” –regional o nacional, valga el rebuzno. Algunos editores han incorporado a su catálogo editorial versiones digitalizadas de algunos o de la mayoría de sus títulos. Versiones que se venden a un precio poco menor que el de las versiones impresas en papel. Hasta aquí la literatura sigue siendo letra, legible en pantallas pero letra al fin, y su calidad sigue estando en la liza para determinar su permanencia. Puede argüirse que esta característica es la respuesta a una nueva realidad, es decir, responde a las peculiaridades de la vivienda contemporánea, pues la reducida dimensión de las mismas imposibilita a los lectores tener libreros amplios, en cambio un cd o un usb , conteniendo varias obras, cientos de páginas, será lo más indicado. El libro impreso en papel quedará en los museos o, en el
mejor de los casos, en algunas bibliotecas que por falta de presupuesto no tengan una buena dotación de equipo electrónico. (Nunca faltarán los “retro” que prefieran tener un libro en las manos a cargar con una tablet o una laptop, es más, habrá los que, como yo, se deleiten con el aroma de un libro recién impreso). Hasta aquí es evidente el papel que han jugado los editores e impresores en la producción y difusión de la literatura. Buenos o malos, justo o injustos –con los autores– su desempeño ha sido decisivo. Sin embargo, hace algunas semanas me alarmó que una reunión internacional de editores, uno de ellos declarara que en el siglo xxi se llegará a la “edición” de libros con nuevas manera de contar historias, quizá con geolocalizadores para que en función del lugar donde se encuentre el lector pueda cambiar la trama, o “volúmenes” de ensayos que se completarán con palabras claves. Otro de los asistentes a esa reunión aclaró que todavía no estamos en la era digital, pero ya la tenemos enfrente y “vamos por la creación de relatos sin texto, con audio, voz, animaciones…” Llegados a ese momento, ¿que será la literatura, si ya no habrá letras, tampoco una habilidad narrativa para tramar o capacidad para manejar el lenguaje o crear personajes o preocupación por el estilo? ¿Se habrán preguntado los editores, entonces, qué función van a tener? •
Twitter: @luistovars
vaciar el tintero (ii de iv) A los Lopera, tan queridos
Y
o soy incapaz de imaginarla y tú, querido Gabriel, seguramente preferirías no ser capaz de traer a tu memoria esa imagen que no voy a calificar –no puedo–, porque ningún adjetivo parece suficiente para describirla completa o, más bien, para resumir lo que deben haber sentido tú y tus hermanos cuando la vieron. Pero necesito romper el silencio en torno a esa imagen porque, ¿sabes?,
últimamente hay muchísimas, demasiadas razones de este lado del mundo para no quedarnos callados, y algo me dice que hay una conexión tal vez poco evidente, pero muy profunda, entre aquello que a ti y a los tuyos les partió la vida en dos mitades y esta realidad, acá, que nos está dejando tan solos y tan huérfanos. Supongo que allá, en tu hermoso país igualmente desangrado como el mío, tampoco faltan los que hablan de la “madre patria”, los que la invocan con intenciones e ideas tan abstractas que terminan por no decirle nada a nadie, o tan falsamente colectivas que uno advierte de inmediato que se trata de un truco pobre y vil y triste para obtener algún beneficio individual. Te preguntarás qué tiene que ver eso de la “madre patria” con ustedes, con el parteaguas que les tocó vivir hace unos años. Déjame responderte así: sucede que hay una película llamada La vida después que cuando la vi, hace un año por estas fechas, no pude por supuesto sino pensar en ti y en tus hermanos; y sucede que hoy, frente a un dolor idéntico al que tú y los tuyos han vivido y al que de algún modo han sobrevivido, entendí el hecho central de esas dos historias –la de ustedes, la del filme– como símbolos gemelos de una tragedia que, aun pareciendo múltiple, se resume en una sola: la que consiste no sólo en quedarse sin la madre de uno, sino en ser el testigo, necesariamente horrorizado, de su putrefacción. Mi incapacidad se quiere imaginar qué cosa indescriptible podrá sentirse cuando, al final de una búsqueda desesperanzada, larga, imponderablemente amarga, lo que hallas es anulación y muerte, humanidad perdida, una suerte de retorno a la barbarie que no se sabe si atribuir a la locura, a las circunstancias personales, al contexto en que se vive, o a todo eso al mismo tiempo. Por ahí va la historia de los dos hermanos de La vida después, huérfanos con madre que salen a buscarla, que transitan por innúmeras dificultades para encontrar su paradero –comenzando esas dificultades no en el momento en que se lanzan a la búsqueda sino desde mucho
antes, cuando su madre, aún estando ahí con ellos, ya parecía perderse–, que en el trayecto dudan, o al menos uno de ellos, si seguir buscando porque en el fondo saben que no será lindo ni bueno lo que encuentren, pero con todo no les queda más remedio que seguir porque, sin lugar común posible ni espacio para sornas, es absolutamente cierto que madre sólo hay una, y bien sea por temor a la orfandad, por simple ética o porque les vaya la propia vida en ello, es indispensable hallarla, vale decir tenerla, no importa cómo pero eso: tenerla. Fue ahí, Gabriel querido, donde tuve la certeza de que el cuento es uno solo: el de ustedes pegando carteles en las calles y en los parques buscando a su madre, que un mal día salió de casa y no volvieron a saber de ella hasta que llegó esa imagen que sigo sin atreverme a ponerle un adjetivo; es el mismo cuento de la película de David Pablos, con su par de hermanos adolescentes que al final prefieren no mirarse en los ojos de la muerte que ya habita en los ojos de su madre, a pesar de que les ha tocado recorrer medio país en busca de ella o, quizá deba decir, de sus despojos; a pesar de que se trata de la búsqueda de un cuerpo más que de un ser –tú sabes lo que digo–; y entonces el tercer cuento, hermano: el de mi madre patria, que no sé si sepas pero en estos días no dejamos de encontrarla, o nada más su cuerpo y no su alma, arrojada en una fosa clandestina, desollado el rostro, vaciadas las cuencas de los ojos… Ella, joven y buscándose a sí misma en el reclamo y la protesta por los motivos que tú quieras, empleando métodos plausibles o todo lo contrario, eso no importa, recibida a punta de balazos por el padre –es decir, el fondo real de la figura de autoridad en nuestro pensamiento occidental–, masacrada, vuelta charco de sangre y tripas y dolor inenarrable. Dije antes locura, circunstancias o contexto. No lo sé, Gabriel querido; algo pude ver en la película, y quizá tú que tienes nombre de anunciador puedas decirme qué desgracia anuncian estas muertes pero, sobre todo, cómo vivir después de tantas • (Continuará.)
cinexcusas
alerta ¿naranja o roja?
Luis Tovar
prosaÍsmos
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enSAyo
19 de octubre de 2014 • Número 1024 • Jornada Semanal
marosa di giorgio diez años después Alejandro Michelena
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l 17 de agosto del año 2004 amaneció húmedo y brumoso, con una llovizna sutil que le daba a Montevideo un tono de misterio poético. En esa jornada dejaba este mundo Marosa di Giorgio, una poeta en cuya originalísima obra lo cotidiano se imanta de misterios insondables. Había nacido en 1932 en la ciudad de Salto, por ese entonces la más importante del norte del Uruguay, y residía en la capital desde 1978. Cultora de un estilo considerado “inclasificable”, llamó la atención de los más exigentes lectores de poesía a mitad de los años sesenta; fue a partir de un libro intenso y deslumbrante de prosa poética titulado Historial de las violetas (1965). A partir de esta obra se multiplicó el culto y la admiración por esta escritora enigmática, que evocaba una y otra vez en su extraña y sugestiva poesía un ámbito original y pletórico de vibraciones panteístas, inspirado en su infancia rural en la zona de quintas de los alrededores de Salto. El influyente crítico Ángel Rama saludó entusiasmado la aparición de Historial de las violetas en el semanario Marcha. Amigo de agrupar a los escritores en categorizaciones operativas, ubicó a Marosa en un sector de excéntricos de la literatura nacional, a los que bautizó como “raros”. Le hacían compañía –en esa lista de Rama– desde Isidore Ducasse o Conde de Lautréamont, hasta Mario Levrero. La mudanza de la poeta a Montevideo renovó el interés en su producción, que aumentaba en títulos pero seguía empecinadamente fiel a un estilo, un imaginario, un peculiarísimo uso de la fantasía. En ese microcosmos tan personal se amalgamaban la madre omnipresente, las magnolias y otras flores, los abuelos evanescentes y ciertos animales entre simbólicos y oníricos. La poesía de Marosa fue entusiasmando en esos años a grupos crecientes de lectores. Fueron los tiempos de su plenitud creativa y de su mayor actividad. Luego aparecieron Los papeles salvajes, publicado por Editorial Arca en 1989, donde se reunía todo lo que había escrito hasta el momento.
La tertulia del Sorocabana Promediados los ochenta, otra faceta de Marosa
que comenzó a destacarse fue la interpretación de sus propios textos. Había tenido formación y actividad teatral en Salto siendo joven, pero en esta nueva etapa evidenció un talento muy destacado. Realizó infinidad de recitales en Uruguay y en Argentina, pero el punto más alto se dio con el unipersonal titulado El lobo, que fuera puesto en escena por el dramaturgo y director Ricardo Prieto. Ese mismo texto fue llevado al cine más tarde a través de la cámara de Eduardo Pincho Casanova. Recibió la escritora en aquellos años importantes premios, como el Fraternidad de la organización judía B'nai B´rith (1982) y la beca Fulbright (1987), que le permitió viajar a Israel y de paso a Europa por primera vez, así como a Estados Unidos; en ambos casos fue objeto de notas críticas y de infinidad de entrevistas. Mientras tanto, desde que llegó a Montevideo, ella reinaba cada atardecer en medio de la tenue bohemia montevideana, centralizando una tertulia en el café Sorocabana a la que asistían habitualmente el poeta Rolando Faget, el narrador Miguel Ángel Campodónico, el crítico Wilfredo Penco, el escritor Leonardo Garet, el actor Claudio Ross, la poeta Concepción Silva Belinzon, la narradora Paulina Medeiros, el dramaturgo y narrador Ricardo Prieto, el pintor Eduardo Mernies, el dramaturgo y erudito Ariel Mastandrea, y quien esto escribe. Al mágico conjuro de su presencia hierática y cargada de enigmas se acercaron también algunas veces el poeta Elder Silva, coterráneo de Marosa, y los narradores Mario Delgado Aparain y Hugo Fontana, así como desde fines de los ochenta la poeta e investigadora literaria Marisa Guevara, viniendo de Buenos Aires. Esta rueda de café fue un ámbito muy valioso de diálogo, tolerancia y libertad en medio de la dictadura, y durante los años que siguieron Marosa siguió irradiando inteligencia, creatividad y conocimiento. Ella era la figura central, más allá de que no siempre interviniera y nunca monopolizara la palabra; su magnetismo era suficiente para que todos la consideraran el fiel de la balanza del coloquio. Por otra parte, su curiosa figura –piel pálida, labios pintados de un rojo subido, lentes estilo mariposa, ropa de colores contrastantes y sensualidad evanescente– se tornó habitual en las noches
del centro capitalino. Saliendo de un cine, o entrando al teatro, o simplemente caminando por 18 de Julio. Avanzaron los años y Marosa di Giorgio, ya considerada un referente de la lírica platense en su costado fantástico, siguió dando a conocer nuevos títulos. Poco a poco su prosa fue virando de lo puramente poético a los toques más decididamente narrativos. Surgieron de ese modo sus relatos especialísimos de El camino de pedrerías (1997). La intención narrativa y el bucear en el tópico de lo erótico la harían desembocar en el ejercicio de novela titulado Reina Amelia (1999). Y en su peripecia de cada atardecer, se la veía compartir mesas en el Sorocabana de la calle Yi, el Bar Mincho ubicado casi enfrente, y más avanzada la noche en el boliche Lobizón.
Triunfo en la orilla de enfrente Promediados los años noventa se afirmó de manera inusitada su prestigio en Buenos Aires, donde no solamente se leía y lee su poesía, tal vez más que en el Uruguay, sino que se tornó ‒por su creativo decir y actuar sus textos en los recitales, por su talentosa capacidad performática‒ en artista de culto. Se le llegó a comparar con la mítica Vera Valdor, extraordinaria figura del under porteño de los años setenta y ochenta. Este impacto marosiano en la gran ciudad sigue vigente a través de las multiplicadas ediciones de sus libros, y de los grupos de teatro que año tras año adaptan sus textos a la escena. En 1993 recibió una invitación a Francia, con beca de residencia por varios meses, y en 2001 la premió el Festival de Medellín, Colombia, el más importante de Latinoamérica en el género. Viajó la poeta a recibirlo y realizó allí recitales multitudinarios. Han pasado diez años desde que Marosa di Giorgio nos dejó, tal vez escabulléndose de la mano de “la liebre de marzo”, o del brazo de algún extravagante animal brumoso de su creativo bestiario. En todo este tiempo se han multiplicado ‒casi todas en Buenos Aires, y desde allí proyectándose al mundo‒ las reediciones de sus obras. Es en el presente una de las poetas uruguayas de mayor proyección internacional •
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