Semanal29052016

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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 29 de mayo de 2016 ■ Núm. 1108 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Eihei

Dogen,

la sencillez y el zen Iván García Cantos del pino real

Eihei Dogen

De la New Age postmoderna a la contracultura El legado vivo de

Ricardo Martínez La Santa Teresa de

Carmen Parra


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El japonés Eihei Dogen, más conocido sencillamente como Dogen, fue el gran reformador del budismo japonés en el siglo XIII y, junto a sus contemporá-

neos Rumi y a Hadewijch de Amberes, es considerado como

Aviones

Tabby, The wonder years, streetart

uno de los grandes maestros espirituales de todos los tiempos. Con Rumi, Dogen comparte la doble condición de líder espiritual y poeta. Cantos del pino real es una de las obras más hermosas

Gustavo Ogarrio

de este gran maestro de la meditación, y aquí ofrecemos a nuestros lectores las versiones que el poeta argentino Hugo Gola, muerto hace poco menos de un año, dejara sin publicar. Completa el número un ensayo de Miguel Ángel Adame sobre la New Age postmoderna y la contracultura, una entrevista a propósito del Catálogo razonado de la obra pictórica de Ricardo Martínez, así como un artículo de Vilma Fuentes en el que habla de la Santa Teresa de Carmen Parra.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

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l avión bajaba sin calma, envuelto en las perturbaciones atmosféricas de una tarde azu-

elevación inverosímil y que volveríamos a intentar el descenso ante la indiferencia sagrada de los vol-

lada de viernes santo; vientos cruzados que manoteaban el fuselaje y que lo hicieron rebotar sobre el suelo pantanoso de la megaurbe sin destino. Alcancé a mirar a mi hija de diez años: su rostro del “no pasa nada, papá” que observaba sin repulsión esa nada que se abría cuando el ave maldita de acero se volvía a elevar, como un pajarraco ebrio; su madre, que vomitaba en esas bolsitas que tienen el tamaño de una boca humana, me miró con su baba valiente y herida de amor colgando como un amuleto. Alguien gritó sin que nadie reprodujera su terror; un actor anciano que viajaba a mi lado abrió las manos para rezar, su acompañante le miró con ternura un tanto desesperada. El avión volvió a dar la vuelta sobre el gran valle que reposa desde hace siglos en su ataúd de millones de tinacos. Regresó algo de calma cuando el piloto anunció que una turbulencia nos había obligado a la

canes milenarios. Aterrizamos como quien regresa de la burbuja de la muerte, como quien se asoma por un segundo al otro lado de la espeluznante vida e imagina, desde ese silencio embrutecido de miedo, pajarracos agonizantes y destripados, sombras de hielos antiguos, antílopes desfigurados, páginas de diarios inexistentes publicando la lista de pasajeros; el ensayo imprevisto de su propia nada. ¿Qué somos cuando bajamos en caída libre en esos aviones del terror? ¿Qué somos ante las bombas en los aeropuertos, ante las balas que duermen aún su destino de pulmones o de estómagos estupefactos? ¿Qué somos ante los misiles teledirigidos que provienen de otros tantos misiles teledirigidos en esta sinfonía global del espanto? Algo menos que héroes mortecinos y secretos, tirados para siempre al borde del camino

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Cuatro ventanas de Italia en Oaxaca 29 de mayo de 2016 • Número 1108 • Jornada Semanal

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Alessandra Galimberti

NOTICIAS, DOCUMENTALES, CANCIONES Y FOTOGRAFÍAS DE AQUÍ Y ALLÁ.

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n Oaxaca siempre suceden cosas: las planas policíacas, política y cultural de los periódicos se pelean persistentemente la primicia. La primera te revuelve inexorablemente las tripas, la segunda el alma y la tercera, felizmente, te reconcilia, otra vez, con el mundo. Así pues, el enésimo feminicidio del año, del mes o del día comparte titulares con la apología mediática en pro del más rancio-puro-renovado priismo-muratismo y con las reseñas o notas o avisos que dan cuenta, por ejemplo, qué maravilla, del rastro mediterráneo en la urbe zapoteca. Y es que en este mes de abril, mes de las jacarandas en flor, ya retornados a sus hogares y sus rutinas todos los turistas y visitantes de Semana Santa, los que aquí vivimos, presenciamos (en pasado reciente y presente a la vez) cuatro puntadas de Italia, de la mano de artistas y/o sus creaciones que han llegado de un modo u otro aquí a esta ciudad desde allende. En el marco de la gira de documentales Ambulante, se proyectó en el patio colonial del Museo de Arte Contemporáneo, oscurecido y guarecido de la lluvia por una gran lona negra, la película Fuocoammare del cineasta Gianfranco Rosi, misma que recientemente ganó el Oso de Oro en la actual edición del Festival de Berlín. Fuocoammare es el título de una vieja canción de marineros. Significa algo así como “fuego en el mar”, aludiendo a cómo divisaban ellos, empa­ vorecidos, el agua enfurecida, en chispa, enrojecida en pleno bombardeo durante la cruenta e interminable segunda guerra mundial. Sin embargo, la película no hace referencia a la violencia del pasado conflicto ar­mado, sino a otra violencia, peor, igual, quién sabe, pero sin duda actual, de ayer mismo, de hoy y seguramente, lamentablemente, también de mañana: el naufragio masivo y continuo –fruto de las erradas o criminales o genocidas políticas europeas de migración– de centenares de hombres, mujeres, niños, bebas, procedentes del continente africano, frente a las costas impotentes de Lampedusa, una pequeñísima isla de pescadores, allá, en el sur-sur italiano, más cerca de Túnez que de Sicilia, donde sus pocos seis mil habitantes de férreas creencias y prácticas católicas no saben bien qué hacer fuera de compadecerse, persignarse y santiguarse. Una de las últimas imágenes del documental muestra la bodega de una de las embarcaciones: cuerpos sin vida, ahogados, asfixiados, encimados, apiñados, igualito que en los antiguos barcos esclavistas. Antaño sellaban los cuerpos de los esclavos con la carimba, una marca de fuego; hoy, los refugiados llevan la marca del agua. Llaga. En el sur profundo de Italia se ubica igualmente el origen del fotógrafo Ferdinando Scianna. De Bagheria, específicamente; el pueblo siciliano donde se filmó años atrás Cinema Paradiso. Una exposición suya, procedente de las salas del Museo Nacional de San Marcos en Ciudad de México, puede verse ac­ tualmente en el Centro Cultural Santo Domingo. Se trata de una minuciosa selección de sus primerísimas imágenes, de los años sesenta, al estilo todavía del más puro neorrealismo italiano, que retratan y devuelven en contrastantes impresiones en blanco y negro estampas de la profunda religiosidad popular siciliana, tan llena de fervor, éxtasis y pasión. Para Scianna la fotografía es relato, registro, documentación, pero también, tal como comentaba pícaro en una reciente entrevista, es juego, es pecado, atrevimiento y sensualidad. Será por eso

tal vez que entre las vein­ titantas fotografías de rezos, espinas, procesiones, trajes negros, penitencias y arro­dillamientos ante Cristos dolientes, destaca una luminosa y sugerente foto de Hermafrodita tendida desnuda (o desnudo) en el Louvre. Suspiro. Llegados por separado directamente desde ultramar, sin escala en la capital ni gran­ des y oficiales recintos culturales de por medio, dos jóvenes italianos (él y ella) hacen igualmente presencia con su arte en esta Verde Antequera. Él, Luca Ferraris, músico, compositor, multi instrumentista, de bigote ancho y barba frondosa, aterrizó con un charango andino colgando de su hombro izquierdo. Pero en realidad, siempre anda en busca de un piano. Y cuando lo encuentra – o bien porque lo renta, o se lo prestan o se lo truequean por melodías y promesas– se viste de camisa blanca, se sienta frente a él y, tras unos segundos de silencioso ensimismamiento, se arranca para entonar esperpéntico con sus dedos alargados sus composiciones propias –entre el swing y el jazz, la broma y la bruma– que desparraman una mi­r ada sonora, anárquica y pirandelliana de la vida o, también, indistintamente, interpretar –jocoso– viejas canciones napolitanas como la mítica “Tu vuó fa l’americano” de Renato Carosone, donde se hace burla y sátira del proceso de americanización que sufrió Italia en la posguerra tras la victoria de los y las partisanas, y la derrota del régimen nazifascista un 25 de abril del ya lejano 1945. Memoria. Ella, Maya Art, así se llama, nacida en Polonia y criada entre Brescia y Venecia, en el norte de Italia, llegó para quedarse hasta nuevo aviso en Oaxaca, volando desde Londres donde ha estado desarrollando gran parte de su trabajo artís­ tico. Maya Art hace fotos. Fotos de personas, pero sobre todo de mujeres, de mujeres desnudas, ataviadas con sus propios cuerpos, collares, pulseras, frutas (mango, sandía, papaya) y todas sus imperfecciones que no hacen otra cosa que resaltar sus bellezas propias, armonías e individualidades, rompiendo con modelos, estereotipos y mercadotecnias. Y luego, las remarca, las redibuja, las reconfigura con un pincel, con pintura al óleo, a mano alzada, buscando mutar lo blanco en color y lo negro en insinuante luz. Vientre, piel, deseo


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De la New Age postmoderna

Una reunión de New Age Rainbow Gathering en Bosnia, 2007. Fuente: www.wikiwand.com/ CC BY-SA 3.0

Miguel Ángel Adame Cerón

a la contracultura

PROLIFERAN LAS TERAPIAS DE TODO TIPO, LOS GURÚS Y LAS NEORRELIGIOSIDADES. EN ESAS “GALAXIAS” ESTÁ ENCERRADO UN POTENCIAL HUMANO EMANCIPADOR.

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l mercado mundial capitalista del siglo xxi se ha hiperglobalizado y, con niveles de homogenidad, se ha hibridizado, rehaciendo y reconociendo sectores y nichos. Con la llegada del neoliberalismo, la digitalización y la postmodernidad, lo sólido se ha desvanecido: los Estados, las grandes ideologías, las religiones convencionales. Así, el llamado mercado de la nueva espiritualidad o de la New Age ha funcionado para paliar, dar menús, consolar y reconsagrar a los sujetos colectivos e individuales en sus vínculos externos e internos: con el kosmos, con sus socialidades y con selfs (cuerpos-mentes). 2

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e trata de un mercado complejo donde operan procesos de producción, circulación, trasnacionalización, reterritorialización y relocalización (donde las “raíces” se mueven y trasplantan). La New Age se manifiesta en redes, nebulosas, circuitos, neoperegrinaciones, nuevas mecas (como Te­ poztlán, Morelos), nodos, etcétera, y se ha trenzado con el turismo, las industrias culturales, el entertainment, la espectacularización, las religiones oficiales y populares, lo cyber mediático y los servicios para la salud y el relax. Las mercancías-productos-bienes materiales, digitales, mentales, sociales, simbólicos y etéreos de la New Age provienen de todas las épo-

cas históricas, de todas las geografías, de todas las culturas y religiones; son, entre otros: templos, centros holísticos, spas, cultos, danzas, mantrams, creencias, cosmovisiones, multiterapias, enteógenos, cuarzos, músicas, limpias, esencias, amuletos, inciensos, ángeles, gimnasias, meditaciones, tradiciones y espiritualidades. Se presentan como productos, ofertas, opciones y servicios combinados, revitalizados, a la manera de nuevos movimientos religiosos, de subculturas, de religiones reseteadas, de sectas, de centros de sanación, de congresos, de lugares de encuentro, de ferias, de actos litúrgicos, de actitudes devocionales... En fin, se trata de renovadas maneras de sacralidad y de ideologías áuricas permeadas por el fenómeno mercaderil, de los circuitos, de los nodos y de los líderes, maestros y gurús postmodernizados. 3

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nivel del ego consumidor, las ofertas espirituales (a modo de directorios y buffets), llenan y palian sus vacíos, sus neoculpas, sus nuevos dioses, sus neurosis, sus depresiones, sus desprotecciones, sus identidades queer, sus narcisos: su corporeidad y su Psi debilitada. La globalización del capitalismo a través de neoliberalismos, postmodernismos, hipermodernismos, fundamentalismos y “guerras religiosas” ha empujado a esa versatilidad, conectividad polivalente, desen-

cuentro y reencuentro de los yo que aspiran a sobrevivir, a afianzarse, a desestresarse en medio de los desmembramientos, de las fuzzycidades, de las incertidumbres y la pérdida de identidades: se imponen las neorreligiosidades micros en anhelo ansioso de esos re-liges. No es que en las épocas ante­ riores no haya sido el interés individual elemento clave en la búsqueda de religiosidades y contactos místicos con lo santo, la energía cósmica, lo esotérico, lo numinoso o lo parapsicológico, puesto que de buscadores de la visión, peregrinos, yoguis, místicos, chamanes, faquires, curanderos, sanadores e iluminados hay casos en casi todas las sociedades precapitalistas y capitalistas del siglo xx (de estas últimas, las generaciones beat, hippie y psicodélica, son ejemplos Huxley, Castaneda o Jodorowsky en la reciente modernidad de los años cincuenta y sesenta). Las posesiones, los trances, los vértigos, los éxtasis y los estados alterados de conciencia como vías están testimoniados a nivel colectivo e individual –la antropología, la historia de las religiones, la psicología, entre otras, han dado cuenta de ello (véase Éxtasis, misticismos y psicodelias en la posmodernidad, del propio autor). Empero, la postmodernidad capitalista ha acelerado la desconstrucción institucionalizada, étnico-societaria y auténticamente movimentaria de estos fenómenos para presentarlos con una accesibilidad marketingizada, dirigida a nichos con potencialidad dinerario-consumidora-aceptadora.


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o es que toda esta parafernalia místico-espiritual no pueda ser utilizada vitalmente, porque lo puede potencial y realmente; pero las mediatizaciones y las recepciones corporalideológico-mentales son predominantemente consumistas, enajenadas y subsumidas por el ca­ pital. Carecen, generalmente, de un aspecto crítico, y tanto a los emisores como a los mediadores y receptores, les falta aquel espíritu rebelde, contestatario y contracultural. Aunque la génesis de este boom neo-ageriano como “macromovimiento” y bussines (como lo ha planteado Julia Carozzi) está en la contracultura urbana y juvenil de los países imperialistas de los

cincuenta/sesenta, dicho nacimiento sí contenía elementos subalternos y antiistémicos. En efecto, bajo la era de la protesta, del acuarius y de la rebelión juvenil de los sesenta se desarrollaron los planteamientos y las prácticas de movimientos underground, subversivos, antiautoritarios, alternativos e incluso revolucionarios: comunitarismo, ecologismo, feminismo, medicinas alternas, artisticidad, psicoespiritualidad, experimentación corpóreosexual y del ser interior (véase Crítica de la vida cotidiana y contracultura juvenil, también del autor). Sin embargo, en los ochenta/noventa el capitalismo mundial empujó la disolución sustancial (y contrarrevolucionaria) de esa era que desarrolló rebel-

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días y utopías como propuestas de transformación de las sociedades capitalistas (incluidas las del bloque soviético), y fue en ese tránsito que se engendró esta “Nueva Era” sometida a los dictat de la globalización neoliberal, postmoderna y ciber que, como parte de la producción neoindustrial, se consolidó como nuevo mercado, y que interpela permanentemente a los vacíos átomos de esta época o, como dice v . Merlo, les dirige seductores “llamados” . No obstante, dentro de esas galaxias, redes y praxis mercantilizadas, acomodaticias, despolitizadas e ideologizadas, está encerrado un gran potencial humano no sólo contracultural sino emancipador

Culturas tradicionales y estados no ordinarios de conciencia

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os Estados No Ordinarios de Conciencia (enoc ) son el marco de explicación para entender el aspecto mental-vivencial-energético que experimentan los chamanes en la mayoría de los episodios ritualísticos intensos. Este concepto, por supuesto, no surgió de las sociedades chamánicas, sino que fue desarrollado por estudiosos de la neuropsicología y neurofisiología y hace referencia a un conjunto de estados neuropsíquicos y neurofisiológicos que se diferencian del Estado Ordinario de Conciencia ( eoc ) o estado de vigilia/alerta, en el cual los humanos funcionamos racionalmente (estar “despierto”) durante la mayor parte de la jornada o del quehacer diurno: comemos, hablamos, trabajamos y nos desplazamos con/en él. En dichos Estados No Ordinarios (enoc ), se modifica el eoc y se verifican otras situaciones y experiencias neuropsicológicas y de conciencia en términos de sensopercepciones y transformaciones mentales-fisiológicas-energéticas: espaciotemporales, visiones, actividades diferenciadas de ondas, ritmos y áreas cerebrales, modos de coherencia interhemisférica, sustancias bioquímicas, psicoactivas y neurotransmisores activados o reactivados, reacomodo de flujos energéticos y de campos bioelectromagnéticos, cambios en los sentidos, en partes del cuerpo y en la identidad del “yo”, etcétera, de tal manera que el sujeto que los experimenta se sitúa en estados sui géneris, especiales y/o intermedios de conexión entre la realidad física y la realidad psíquica. Se ha llegado a plantear en los humanos la existencia de más de veinte estados no ordi­ narios de la conciencia: 1) de sueño, 2) dormido, 3) de ensoñación, 4) sofrónico o de relajación, 5) hipnogógico, 6) hipnopómpico, 7) hiperalerta, 8) letárgico, 9) rapto, 10) visión, 11) histeria, 12) fragmentación, 13) regresivo, 14) concentración, 15) meditativo, 16) la rêverie (estado de re­ versión psicoemocional), 17) revelación, efecto “eureka”, 18) experiencia fuera del cuerpo, 19) ex­ periencia cercana a la muerte, 20) memoria almacenada, 21) trance, 22) éxtasis, 23) iluminación. En su libro Estados no ordinarios de conciencia, desde una perspectiva un tanto romántica y al estilo new age o, como él dice, “constructiva y constructora” (donde no cabe “el sufrimiento”), Michel Nachez plantea diferencias signi­ ficativas entre ambos estados de la conciencia humana, como las siguientes: mientras en los eoc se presenta acción ordinaria, habitual y rutinaria, en los enoc la acción es exploratoria de las fuentes energéticas; mientras en los eoc el conocimiento es intelectual, conceptual, lógico, racional y analítico, en los enoc es intuitivo, simbólico, mítico, arquetípico, analógico y sintético; mientras en los eoc las facultades son intelectuales y conceptuales, en los enoc son intuitivas y precognitivas; mientras en los eoc la concentración es esforzada y dispersa, en los enoc es intensa, facilitadora y generadora; y mientras en los eoc los sentimientos-emociones son habituales y los negativos (ira, miedo, odio...) se acentúan, en los enoc son más equilibrados, pacíficos y unitarios.

Así, a partir de las percepciones y experiencias que se tienen, que conectan aspectos cognitivos y emocionales, la conciencia puede pasar por diversos estados, cada uno de ellos con conceptualizaciones (formación de esquemas cognitivos de la realidad) que le son propias y que son relativamente inaccesibles de unos estados a otros. Las técnicas para inducir enoc en las culturas chamánicas (arcaicas, de cazadores-recolectores-pescadores, nómadicas/seminomádicas) se concentran en la utilización de tambores, cantos, danzas y rituales, plantas y sustancias psicoativas, y en algunos casos del aislamiento, ayunos y reclusión. También muchas culturas tradicionales (colectivistas) de todo el mundo manejan dichas técnicas basadas en los ritmos, las percusiones, las respiraciones y movimientos corporales como saltos, contorsiones, sacudimientos, giros de cabeza y torso. En el islam místico se da entre los sufíes, cuyos instrumentos de música, danzas, oraciones y una respiración especial abren paso a enoc durante las ceremonias. En las culturas que practican más la meditación (India, Tíbet, área budista, etcétera), los enoc se buscan en ejercicios de respiración-concentración, recitando mantras, salmodias y cantos, practicando aislamiento, tocando instrumentos de aliento y de cuerdas. En suma, los pueblos “folk” siempre han utilizado los medios a su alcance para inducir enoc: bio-químicos: sustancias vegetales, fumigaciones; físicos y técnicos: cantos, danzas, instrumentos musicales; psicológicos y culturales: iniciaciones, tradiciones, creencias, conexiones mitológico-ritualísticas, saber oral y empírico y visión/percepción del mundo. Pero en dichas sociedades con tradición hay personas más “especializadas” en enoc que otras (principalmente por sus cualidades, por su formación-aprendizaje o por designación a través de sueños, ensueños o alucinaciones: el chamán, el vidente, el curandero, el sanador, el mago, el canalizador, el médico tradicional, etcétera). Michel Nachez propone una recuperación para el presente de esos conocimientos y técnicas tradi­cionales, pero dentro de las perspectivas de la su­peración personal, de la Nueva Era y de los neo­c hamanismos. Es decir, de maneStreetart, dominio público ra más o menos individualizada/mercantilizada, con vistas a funcionar mejor dentro del sistema, o inclusive para “mejorar el mundo”, pero sin cuestionar sus estructuras socioeconómicas y políticas. La postura de este Nachez no deja de tener sus bondades pero, en nuestra opinión, es acrítica y complaciente. En efecto, hay técnicas enoc , como las chamánicas y de sociedades precapitalistas y tradicionales que pueden recuperarse hoy, pero para ampliar nuestras capacidades individuales y colectivas con el propósito de transformar la sociedad capitalista alienada, sin tener que aceptar las posturas sagradas-religiosas y de galaxias mercadotécnicas como la New Age

Miguel A. Adame


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El legado vivo de entrevista con Aurora Avilés Juan G. Puga

RicardoMar La tarde, 1951, óleo sobre tela, Blanton Museum of Art

LA HISTORIADORA HA LOCALIZADO VARIAS OBRAS DEL PINTOR.

-¿E El pintor en su estudio. Foto: Cortesía Fundación Ricardo Martínez

Aurora Avilés es egresada de la maestría en Historia del Arte de la unam y actualmente colabora con la frm como investigadora. Su labor comprende la localización de obras del artista que se encontraban sin registro, encaminada a la elaboración de un Catálogo razonado, así como las presentaciones y modificaciones digitales que se han hecho al mismo. Aurora Avilés trabaja con Dabi Hernández, quien además de colaborar en aspectos digitales, ha realizado investigaciones en el área de dibujos y viñetas de Ricardo Martínez, publicados en varios libros a partir de la década de los cincuenta y, con ello, ha formado una extensa base de datos.

n qué consiste el trabajo de localización que realizas? –Algunas veces me traslado al domicilio de los coleccionistas; por ejemplo, esta mañana fui a San Ángel a visitar a la hermana de un coleccionista quien, al fallecer, le entregó dos obras de Martínez; una de ellas es un dibujo fechado en 1976 y la otra un boceto realizado en óleo en la cubierta de cartoncillo de un cuaderno de dibujo, firmado y fechado en 1977. El lunes pasado fui a Bosques de las Lomas a verificar y registrar una obra en poder de un familiar de otro coleccionista. Todas ellas fueron adquiridas directamente del artista y llevan la dedicatoria correspondiente. En cuanto a obras en el extranjero, periódicamente realizo búsquedas en internet y recien­ temente, al buscar en la página web del Blanton Museum of Art de la Universidad de Texas en Austin, me enteré de que había obra de Ricardo Martínez y, al revisar la base de datos, localicé, dentro de la sección de arte latinoamericano, cuatro obras registradas, por lo que solicitamos información sobre dichas obras y de ser posible imágenes de ellas. En total eran cuatro obras, dos de ellas con imagen y dos que sólo tenían una ficha. La frm tenía conocimiento de una de ellas y se tenía una imagen en blanco y negro que Jenny Jiménez, quien también colaboró con el catálogo, encontró en los archivos de la Galería de Arte Mexicano. Al comparar la imagen con la del museo encontramos que era la misma. El Museo nos proporcionó una imagen en alta resolución. La obra lleva el título de La tarde y data de 1951. Asimismo, adquirimos las imágenes en alta resolución de las otras tres obras, que están realizadas con la técnica de serigrafía. Una de ellas está fechada en 1955 y las otras dos no tienen fecha, sin embargo, en los registros del museo están catalogadas como realizadas hacia 1950.

Las ventajas de las galerías estadunidenses y europeas es que permiten al usuario hacer búsquedas en línea; es así como hemos podido localizar más obra del artista. La Galería de Arte Mexicano tiene en sus archivos el registro de varias de las obras que en algún momento pasaron por la Galería, por lo que se conoce su existencia, pero no su localización: de esta obra, por ejemplo, se sabía de su existencia por haber sido registrada, pero no se sabía dónde se encontraba. Hace poco asistí a Zona Maco, un evento de arte contemporáneo en el que hay una sección más pequeña de galerías invitadas de arte moderno. Al llegar al stand de la galería Oscar Román encontré una pieza de Ricardo Martínez y, al entrevistarme con el galerista, me informó que tenía más obra. Tomé una fotografía de la obra y la cotejé en la Fundación con un registro en blanco y negro proporcionado por la Galería de Arte Mexicano. –¿El catálogo está terminado? –Aún no. Se planea realizar una edición impresa y otra digital que incluyan, además del registro de cada obra, una apreciación con textos y estudios de corte más académico. Por ahora la función del catálogo es dar la seguridad a coleccionistas de que los cuadros están debidamente registrados como de la autoría de Ricardo Martínez. Algunos solicitan además certificados de autenticidad de la Fundación. Esto es importante, ya que permite establecer una ruta crítica a partir de su venta. Hasta la fecha se han registrado 710 óleos sobre tela, 192 bocetos, 30 sanguinas y 213 dibujos. Pablo Martínez calcula que el catálogo podría estar terminado en dos años. Otra de las ventajas de la búsqueda es poder relacionar bocetos con su obra correspondiente; por ejemplo, tenemos ya registrado un boceto firmado en 1973 y, al realizar búsquedas periódicas en casas de subastas, nos enteramos de que se subastó un óleo fechado en el mismo año y era muy similar al


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boceto. De esta manera pudimos relacionarlo con la obra terminada y así es como aparecerá en el catálogo. El boceto era propiedad de un matrimonio que tenía amistad con el pintor. La información se incluye en la base de datos en la sección de bocetos y esto nos permite relacionar los cambios por los que atravesó la obra, desde el momento de su concepción hasta su realización. El objetivo de la frm a través del catálogo es continuar con la labor de estudio, investigación, difusión, conservación y localización de la obra de Ricardo Martínez. También partimos de la idea de que para el estudio de la obra es necesario verla reunida, agruparla y, entonces –algo que constituye otra de las ventajas del catálogo al ser ordenado cronoló­ gicamente– se puede apreciar la continuidad y los cambios e influencias que atravesó el artista antes de definir su estilo, lo cual sucede a finales de la década de los cincuenta. De esta manera, nuestro trabajo, además de consistir en un control de la obra, resulta aún más interesante, ya que abre las puertas a la investigación, tanto a especialistas como a coleccionistas

rtínez

Sin título (dos figuras frente a un maguey), serigrafía, 1955, Blanton Museum of Art

Mujer con vaso en rosa, óleo sobre tela,1984. Colección Clara Jusidman

Sin título, serigrafía, 1945, Blanton Museum of Art

Vicisitudes de un catálogo

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no de los principales objetivos de la Fundación Ricardo Martínez, establecida por sus hijos a poco de la muerte del artista, es la elaboración y eventual publicación de un catálogo razonado que recoja la mayor información del mayor número de obras posible. Hemos sido afortunados en contar para ello con el apoyo de nuestro equipo de archivo e investigación, Dabi Hernández y Aurora Avilés, jóvenes dinámicas y entusiastas, dedicadas a su labor y familiarizadas con el artista y con su obra. El proceso ha sido largo y no siempre sencillo, y sin embargo gratificante. Diversas instituciones e individuos han proporcionado de buen grado información, tanto sobre obras en su colección, como acerca de otros coleccionistas, quienes a su vez nos han remitido a terceros. En algunos casos ha sido posible identificar obra y coleccionistas hasta entonces desconocidos. Sólo durante el mes febrero se logró localizar aproximadamente veinte obras y registrar doce, y constantemente se recibe información sobre otras. El establecimiento de la ruta crítica de las obras ha sido en ocasiones motivo de alegría, ya que detrás de algunas hay además una ruta afectiva que va más allá de la relación formal entre el artista y el coleccionista, que permite apreciar el punto de vista de este último: qué le atrajo de la obra, cómo llegó a ella, su relación con el artista y si adquirió otras. Algunas colecciones, además de su gran valor artístico, cuentan historias conmovedoras. Para la Fundación Ricardo Martínez la elaboración del catálogo es una obligación para con el artista, sus estudiosos y coleccionistas. Para sus hijos es un deber moral

Zarina Martínez

Niña con mujeres, 1945. Óleo sobre tela, Galería Oscar Román


Eihei

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29 de mayo de 2016 • Número 1108 • Jor

Dogen, la sencillez y el zen Iván García

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FUE INTEGRANTE DE UNO DE LOS CLANES MÁS PODEROSOS DE JAPÓN Y REFORMADOR DEL BUDISMO. Bian Jingzhao, Grúa de Dan. Dominio público

ogen, conocido también como Eihei Dogen (por el templo Eihei, que él mismo fundó), fue el gran reformador del budismo japonés en el siglo xiii , al establecer el soto zen (o zen de la meditación sentada), que aprendiera en China y que fue fundado en ese país en el siglo ix . Aunque desde latitudes muy distintas, fue contemporáneo de los místicos Rumi y Hadewijch de Amberes, y es junto con ellos uno de los grandes maestros espirituales y literarios de todos los tiempos. Como señala Alberto Silva (un verdadero conocedor del soto zen en Latinoamérica y coautor de una flamante traducción de los Diarios de viaje, de Basho), Dogen recibió al nacer el nombre civil de Kigen Minamoto Fujiwara, lo que revela su perte­ nencia a los clanes más poderosos de Japón. Sin embargo, quedó huérfano desde muy niño y esto incidió notablemente en su vida, hasta que a los veintitrés años emprendió el viaje decisivo a China.

Los poemas que aquí se presentan pertenecen a los Cantos del pino real. ¿Por qué Dogen, siendo el gran maestro de la meditación sentada, escribió cantos, tratados y poemas? Es conocida la controversia que el soto zen mantuvo con el rinzai zen (al cual han sido afectos poetas del continente americano como Jorge Eduardo Eielson, Gary Snyder y Paulo Leminski, o por lo menos a una variación de este linaje), ya que –a muy grandes rasgos– el primero subraya que la iluminación sólo se consigue meditando sentado y el segundo considera también a la palabra y al acto cotidiano. ¿Por qué entonces Dogen cultivó la poesía? No fue nunca un artilugio externo a su experiencia. Como señala Silva, Dogen no creía “en distinciones como soto, rinzai, incluso escuela y, menos, zen. Dogen hace énfasis en zazen shikantaza (solamente sentarse) y en el hecho de que ‘práctica y despertar son uno y lo mismo’, así como en la ne­ cesidad de ‘realizar un esfuerzo sostenido’.” El propio Hongzhí, que en el siglo xii fundó el monasterio chino de “la iluminación silenciosa” (donde Dogen aprendió el soto), también cultivó la palabra.

La traducción ha sido un feliz descubrimiento, ya que pertenece nada menos que al poeta argentino Hugo Gola. La encontramos entre sus papeles, alrededor de 2011, cuando dejó Ciudad de México tras un exilio de varias décadas y volvió a su país. Des­ conozco si los tradujo del francés, portugués o italiano, que son las lenguas con que trabajaba. Los papeles no consignaban ninguna referencia, ni siquiera la de Dogen; sólo tenían dos correcciones de su puño y letra. ¿Qué pudo haber llevado a Gola a traducir a Dogen, sin importar que fuera de manera indirecta? Diría que antes que temas o ideas, lo motivó un talante de vida; más exactamente, una vida sencilla, campesina, que fue tan íntima para ambos. En los poemas de Dogen aparecen las nubes, el viento, la luna apacible y algunas reflexiones sobre la precariedad del ser humano, la mística de la escritura y el surgimiento de un espíritu verdadero ante el desamparo. Esas fueron preocupaciones que también desvelaron a Gola, lo cual permite que Dogen hable con tal felicidad en nuestra lengua


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Cantos del pino real Dogen Yamasho, Koi, carpa, circa 1840-42. Dominio público

I. De vuelta en mi choza cubierta de caña Hace ya un año tuve que alejarme como el sol solitario en el inmenso espacio. Mas aquí estoy de vuelta. Hasta las nubes se regocijan. Por la montaña, siempre conservé un fervoroso amor.

II

En el viento de primavera con los pétalos rodó una palabra que acababa de decir. ¿Habrá sido ella tal vez el canto de la flor?

III

Las montañas despuntan en los vastos espacios, por ellas es posible cabalgar las nubes, y también el extraño privilegio de remontar el viento.

IV

Las flores de cerezo de mi pueblo natal se abren como siempre, su color es idéntico cada primavera.

VI. Cuando ya no tenemos un lugar donde vivir aparece el verdadero espíritu El pájaro acuático no deja ningún rastro de ida ni de vuelta. Sin embargo, no pierde nunca su camino.

VII

Como nosotros en el inicio del verano la choza de paja cambia de vestido se cierra sólo con tabique delgado que apenas se sostiene.

VIII

Desde la antigüedad, santos y sabios vivieron cerca del agua. Porque vivieron cerca del agua pescaron peces hombres y hasta la Vía.

IX. ¿Existe en el mundo un solo ser verdadero? ¿Quién puede, en este mundo, considerarse verdadero? ¿Quién de nosotros puede decir dónde termina el cielo azul?

V

No crean que el tiempo que pasa se parece al viento y a la lluvia que van de Este a Oeste. El mundo entero cambia, no es inmutable. Pasa.

X. Zazen En las aguas del espíritu la luna se derrama apacible. Si una ola las altera se hunde hasta el fondo y convierte el barro en luz.

Qian Xuan, Principios de otoño, siglo XIII. Dominio público

XI. Perder su tiempo las veinticuatro horas del día Más de cuarenta años han pasado tan rápido como un conejo que huye, como un cuervo en el cielo inmenso.

XII

Mi choza se cerró frente al invierno como antes el monte Shirayama en Koshi. Afuera, hielo y nieve bruma y nubes.

XIII. El verdadero ojo del Dharma Las olas mueren en la orilla, el viento ha dejado de soplar. Una barca abandonada, la luna a medianoche brilla con todo su esplendor.

XIV. Sin utilizar caracteres Imposible definir lo que está más allá de las palabras tampoco en el pincel debe quedar una gota de tinta.

XV. La noche del año en que cayó la primera nieve Luna llena en el rojo follaje del otoño. Primera nieve en la noche más larga. ¿Cómo no celebrarla? V ersiones de H ugo G ola Katsushika Hokusai, Monte Fuji en otoño, período Edo. Dominio público


LEER La partida, Alberto Chimal, La madre y la muerte, Alberto Laiseca, Nicolás Arispe (ilustraciones), Fondo de Cultura Económica, México, 2015.

EL LIBRO-OBJETO Y LA BANDA DE MOEBIUS RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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ual banda de Moebius, este libro aparenta tener dos sentidos pero se trata de una sola cara: estas dos historias se encuentran emparentadas por la temática y, sobre todo, por los magníficos dibujos de Arispe. El texto de Chimal es arquetípico: habla de la creación de la tristeza. Una madre ve morir a su hijo en un terremoto. Al pedir a los dioses que se lo devuelvan, sucede; con la salvedad de que el alma vive, pero el cuerpo no. En poco tiempo la carne se pudre y el niño sufre, encerrado en ese terrible cuerpo con insectos que lo consumen. La madre intenta acabar con su martirio pero no logra matarlo, precisamente porque ya está muerto. Termina por quemarlo, pero las cenizas se esparcen por todo el mundo, como la gota de sangre que contamina el mar entero, y provocan la tristeza en quienes las aspiran sin darse cuenta. Las calaveras de Arispe h a c e n d e e s t a m a d re y d e e s t e h i j o l o s s e re s primordiales que, aunque rinden culto a otros dioses y éstos se burlan de ellos, al dejar viva el alma en un cuerpo muerto, personifican a la madre tierra y a su hijo, el hombre: la hacedora originaria no acepta perder a su creación y en su necedad de trastocar el orden natural castiga al propio hijo-calavera por hacerle perder su calidad de mortal, de ente natural: lo torna en una entidad que alcanza al resto de la humanidad. Esta historia de los forjadores del desconsuelo humano se vuelve más profunda en su alcance mitológico con la representación de un par de calaveras vestidas que los evidencia como seres eternos: ¿qué puede haber más intemporal y universal que los cráneos con alma y sufrimiento? Añádanse los muchos detalles en las magníficas y lúgubres láminas: cuando la madre ruega a los dioses, vemos un retrato de un ser casi lovecraftiano en lugar de alguna figura conocida por las religiones contemporáneas. Cuando la madre baña al hijo, la tina está rajada: el agua, símbolo de la vida, escapa a la pareja y no sólo el hijo está condenado a desaparecer, también la madre, en tanto en la historia sólo existe por la relación filial. Al abrazar al hijo, la madre está en un campo lleno de sapos, presagio de la catástrofe y atributo de los muertos desde el antiguo Egipto y la Edad

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Media; incluso entre las brujas, el sapo es símbolo del demonio: aunque no aparece ningún diablo en el texto o las ilustraciones, uno se pregunta qué dios es capaz de hacer sufrir a la madre terrenal y al hijo caído en un terremoto, víctima de un destino ajeno a las acciones del hombre. En la lámina donde vemos al niño en el piso, con una soga de ahorcado, rota en un extremo, Chimal remarca que el infante grita y “sólo sufría”. Aunque suponemos que el panorama destrozado obedece al temblor de la primera lámina, al final de la historia entendemos que sólo la madre y el hijo, ya vuelto viento del alma humana, habitan ese paraje devastado, con objetos rotos y un cielo siempre amenazante. Entes primigenios, forjadores de la humanidad hasta la eternidad: víctimas de esa condición autoimpuesta por el extraño amor de una madre calavera. Por su parte, la historia de Laiseca no le pide nada a la de Chimal: la muerte le roba al hijo a una madre, aquí personificada en una zorra, símbolo de la inteligencia en muchas latitudes. Ésta, para recuperar a su hijo, irá perdiendo partes de su cuerpo para llegar al valle de la muerte. Sorprendida del logro de la madre, la calavera le devuelve a su hijo, pero está muerto. La última lámina del texto nos muestra a la zorra ciega, sin brazos ni piernas ante un horno con fuego. Suponemos que el hijo está adentro, pues el desolado cuarto no lo muestra. Las dos historias se juntan, como banda de Moebius, en una lámina central que incluye a las dos madres devastadas, en un dibujo espejo, en sendos paisajes, observadas por su respectiva liebre que interroga con la mirada. La liebre, ser lunar, representación derivada de la vida surgida de la muerte, termina por ser vehículo para el espectador que entiende que atrás de esas muertes terribles y llenas de representación puede estar la semilla del porvenir, pero el precio por la abnegación es muy alto. Se retoma la tradición infantil donde las historias no eran dulcificadas y se confronta al niño lector con símbolos y mensajes que requieren ser descodificados. Amén de todo lo cual, se trata de una edición notable de pastas duras que nos recuerda por qué los libros siguen siendo objetos para atesorar y heredar • Los ángeles de Lupe Pintor, Alberto Salcedo Ramos, Almadía, México, 2015.

CRÓNICAS A RITMO DE AGUARDIENTE Y TEQUILA OLLIN VELASCO

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ada día se teje con numerosas historias dignas de recordar. Sin embargo, las de Alberto Salcedo Ramos no sólo se recuerdan, sino que noquean. Sus palabras van enfundadas en guantes que, al golpear, reconstruyen personas, desgracias y costumbres de tiempos en plena ebullición. Colombiano y costeño, este autor impregna las diecinueve crónicas reunidas en Los ángeles de Lupe Pintor con un inconfundible sabor a su natal Barranquilla, al tiempo que recrea paisajes en blan-

co y negro de la violencia que aqueja a distintas latitudes en un continente. Lo mismo se incluye la historia de un niño indígena que camina cinco horas a través de la selva para llegar a la escuela, que la de un equipo de travestis que corren detrás de un balón de futbol para ganar libertades, así como la desgracia de un país mutilado por minas antipersonas, o las proezas de un hombre dedicado a contar chistes en velorios caribeños, a cambio de casi nada. La colección temática de Salcedo Ramos habla de la riqueza de su trasfondo y de la presencia del cronista en las tierras que plasma con grafías. Sus renglones hacen sentir la asfixia por el calor en el Darién chocoano; las mujeres curtidas por años de soledad en el pueblo que se asume como Macondo, por ser cuna de Gabriel García Márquez; lo mismo sucede con los cláxones desquiciantes de la capital mexicana, e incluso el aire ralo de un pueblo arrasado por paramilitares colombianos. No obstante, al leer la obra, es imposible no reparar en que tiene hilos conductores bien definidos. Uno de ellos, que se convierte incluso en motivo de la intensa vibración de las casi trescientas páginas del libro, es el deporte. Ya sea sobre el ring, en una cancha de futbol o durante la sobremesa de una entrevista con alguno de sus protagonistas, los dramas de quienes dan vida a estas crónicas desfilan ante los ojos del lector sin más filtro que el de Salcedo, en su faceta de coleccionista de memorias. Los miedos, pasiones, batallas ganadas y desamores de personajes como el púgil mexicano Lupe Pintor (mejor conocido como El Grillo de Cuajimalpa), a quien el fantasma de la muerte del boxeador Johnny Owen por sus propios puños, en 1980, no lo deja dormir en paz, se exponen con la honestidad de una conciencia intranquila. Así, desde los funerales en la costa colombiana hasta el recuento de tiempos dorados en la capital azteca, Saucedo dibuja poco a poco las entrañas de dos naciones hermanadas por un idioma propio y violencias enquistadas que se convirtieron en sinceros lugares comunes. Tanto el deporte como el conflicto armado y la cultura popular se vuelcan en una suerte de catálogo de “imperdibles”, en el que hasta las rencillas que tuvo el autor de la famosa canción “La gota fría” (popularizada por la interpretación de Carlos Vives) con otro conocido vallenatero colombiano, se libran sobre papel a ritmo de aguardiente y tequila. Leer Los ángeles de Lupe Pintor da la sensación de conocer Colombia y desconocer México. Y luego viceversa. No importa el ritmo al que se consuma, el final llega acompañado de un sentimiento de plenitud y nostalgia agridulce. El recorrido termina por coronarse con un verdadero regalo de Saucedo: una sección sorpresa de textos personalísimos, que de alguna forma completan un círculo de emociones mediante una suerte de bonus track. El también autor de libros como La eterna parranda, Botellas de náufrago y El oro y la oscuridad, deja que el lector se enjuague el rostro durante el último round y da un último masaje a modo de reconforte y ventana abierta a su interior. He ahí una razón de que sea tan difícil no seguir de cerca su prosa. El barranquillero sabe perfectamente cómo alternar el ritmo al

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LEER

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lector, de modo que ni lo deja caer de bruces a la lona, ni tampoco le da el pase final para anotar gol. El también maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano ( fnpi ) logra que los pies de quienes testifican esas vidas se hundan en la podredumbre, pero a la vez les da alas para ver la situación un poco más de fuera, para creer que hay esperanza aún en la tragedia más inhumana. Andar por las páginas de Salcedo demuestra que no tener una barrera clara entre la literatura y el periodismo puede ser de lo más sano, cuando de pintar complejos panoramas actuales se trata; enseña que aunque los golpes de la realidad duelan, a veces sólo queda pedir más para lograr que la curiosidad encuentre paz • Modernidad, crisis y crítica, José Guadalupe Gandarilla Salgado, ceiich - unam , México, 2016.

POR UNA UTOPÍA NO COLONIAL ORLANDO LIMA ROCHA

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na crítica al capitalismo, anclada a la modernidad, como expresión de dominación colonial en nuestra América a lo largo de su historia hasta la actual globalización: ese es el enfoque que presenta Modernidad, crisis y crítica, obra reciente del filósofo mexicano José Guadalupe Gandarilla Salgado. En efecto, para el autor se trata de poner en cuestión “el programa sociocultural de la modernidad”, en su condición de colonialidad por medio de su “expansiva vocación capitalista”, como un modo a-social de producción, esto es, por su condición de dominación colonial tanto estructural como subjetiva que, en opinión del autor, opera en nuestra América desde el siglo xvi hasta la actualidad. Tal es el objetivo que desarrolla a lo largo de los ensayos contenidos en la obra, con la finalidad de explicitar un posible diálogo entre las obras de los filósofos Enrique Dussel y Bolívar Echeverría. La obra en cuestión se propone plantear que dicha crisis de la modernidad se agudiza a nivel ideológico de tal forma que, para el autor, llama a pensar en proyectos alternativos a la modernidad misma para una dimensión alternativa del capitalismo. En este sentido, aborda la importancia del pensamiento gestado en la llamada Teoría Crítica y su apuesta por una crítica a la racionalidad de la modernidad como totalidad que, siguiendo al autor, deja de lado “la condición de colonialidad como el hiato mayor a superar”.

Ante ello, Gandarilla afirma que “no hay cierre de totalidad, este es un campo de lucha” y plantea, para un pensamiento alternativo que no deje de lado esta estructura de larga duración (la colonialidad), explorar los rumbos actuales sobre la discusión de la modernidad en América Latina que ponen en crisis al pensamiento euroamericano. Todo ello sin dejar de lado los planteamientos de pensadores clásicos al respecto, como Marx y la “corriente cálida” del marxismo (según célebre expresión blochiana), donde Walter Benjamin y Ernst Bloch tienen un lugar importante, entre otros pensadores de igual talante. Desde nuestra América, Gandarilla explora los planteamientos, siempre sugerentes sobre los ethos históricos, del pensador ecuatoriano/mexicano Bolívar Echeverría (1941-2010) y su apuesta por recuperar la “ambivalencia de la modernidad” más allá de la modernidad capitalista. Cuestión ésta que deja abierta el autor para plantear una posible lectura de trascender la modernidad desde planteamientos echeverrianos. Propone leerla desde el llamado “giro decolonial” (cuya historicidad no queda aclarada en el libro), donde se inscribe el propio Gandarilla (retomando elementos de Pablo González Casanova sobre el colonialismo), y su apuesta por una “des-colonización” que implicaría un “más allá” de la modernidad en tanto condición de colonialidad. Los anteriores temas y enfoques están, sin duda, abiertos a la discusión, diálogo y debate en virtud de que se hace posible trascender los marcos que aherrojan nuestra creatividad histórica. En definitiva, Modernidad, crisis y crítica enfatiza la tarea de “superar las limitaciones ideológicas” (expresión de Bolívar Echeverría) para un pensamiento crítico (y sin duda necesariamente autocrítico) sobre la situación de dominación y por la recuperación de una utopía de vida digna, que Gandarilla propone llamar (a partir de un debate posible con Echeverría) “mestitud” como expresión “de una actitud que crea una identidad (…) en donde se sintetiza y desde donde se re-construye ‘lo común’” por una resignificación colectiva de lo político. Concepto último que es, además, una categoría en ciernes en la obra de Gandarilla, por lo cual tiene aún un desarrollo abierto •

Historia de la risa y de la burla. De la antigüedad a la Edad Media, Georges Minois, Universidad de Sonora/Universidad Veracruzana/Ficticia Editorial, México, 2015.

Estética de la risa. Genealogía del humorismo literario, Luis Beltrán Almería, Universidad de Sonora/Universidad Veracruzana/Ficticia Editorial, México, 2015.

Ambos volúmenes forman parte de la colección Biblioteca de Ensayo Contemporáneo que, por lo que puede deducirse, contendrá una serie o subcolección llamada Al Vuelo de la Risa, coordinada por Martha Elena Munguía y Claudia Gidi, de la cual este par son la pri‑ mera entrega. El primero es traducido por Jorge Brash y su original francés data del mismo 2015, mientras el segundo corre a cargo del catedrático de litera‑ tura comparada español Beltrán Almería, autor entre otros ensayos del hermanado con éste La seriedad y la risa en la literatura occidental, de 2002.

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En nuestro próximo número

IMRE KERTÉSZ, EL NARRADOR DE AUSCHWITZ Iván András Bojar y Gustavo Ogarrio

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

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Naief Yehya

Agustín Ramos

A Alejandro Solalinde

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N EL COMPENDIO Mis chistes, mi filosofía, el esloveno Slavoj Žižek cuenta algo que ya había yo visto en una historieta de Rius durante los albores de la píldora anticonceptiva, la oración idónea a la Virgen: “Oh, tú, que concebiste sin pecado, ayúdame a pecar sin concebir.” Ya después, al reflexionar sobre la frase pícara, Žižek es contundente:“En el perverso funcionamiento del cristianismo, la religión es, de hecho, invocada como una salvaguarda que nos permite disfrutar de la vida con impunidad.” (The Puppet and the Dwarf: The Perverse Core of Christianity, Cambridge, Massachusetts: mit Press, 2003). El poeta Ismael Mercado Andrews hubiera dicho: No quiero ser como el amanecer que termina con todas las fiestas. Porque así pasa, el gozo de la gracia se acaba, y más aprisa mientras más luminosa es la reflexión. Sin embargo ni todos los amaneceres acaban con el nuit debout ni toda religión funciona per versamente ni, menos aún, sir ve siempre como escudo de impunidad. ¿Podrá haber una nueva experiencia religiosa? Quizá. Y tanto como urge una verdadera política, lo digo desde la detestable temporada electoral y sintiendo más firmeza en la ilusión del creyente que en la razón del votante. Así que trataré de tres libros de ficción, cuyo tema es la autocrítica de la fe, con la convicción de que la experiencia ética empieza por la autocrítica o no es experiencia, ¿y cuál experiencia puede convocar más ética que la experiencia espiritual? Hijo de hombre, de Miguel Ángel Hernández Acosta (Jus, 2011), narra el desgarramiento de la conciencia ante el compromiso genuino con la fe. Nunca he querido averiguar por qué el autor de una novela de arquitectura y ritmo perfectos para convertir lo complejo en revelación, adoptó el mismo título empleado por Roa Bastos medio siglo antes. El segundo libro es El Santo Don Patricio y otros demonios (Garabatos, 2015), de David Alberto Muñoz, compuesto por relatos que ilustran, con la forma que les exige cada fondo y viceversa, los conflictos morales planteados por la religión en las múltiples caras de la cotidianidad. Y el tercero, Fragmentos de identidad recuperada: el sacerdote casado (Ed. de autor 2015), de Ramón Jiménez López y Arturo Ramos Ortiz, más que novela testimonial, testimonio novelesco sobre el significado del celibato para quien siente el llamado al sacerdocio pero rehúsa renunciar a ese sí mismo que es su cuerpo. Hijo de hombre (de Hernández Acosta) presenta a un joven abandonado por su padre a “la mitad del camino de la vida”. Solo, sin dinero, en medio de la nada, con una noticia testamentaria que lo empuja a caminar sobre el filo de su tiempo, entre dudas que se irán agrandando porque más que relacionarse con bienes materiales, hincan sus colmillos en sus aspiraciones juveniles. Al momento de morir, el padre lo reconoce como hijo y le entrega su versión del abandono en que los dejó a él, a su hijo, y a la madre, su mu-

High Rise, de Ben Wheatley Arquitectura y moral En 1975 James Graham Ballard publicó su punzante alegoría social High Rise o Rascacielos, que seguía los pasos de dos de sus más impactantes novelas: Crash (1973) y Concrete Island (1974). Las tres giraban en torno al impacto social, emocional y sexual que imprimían los paisajes manufacturados sobre el hombre moderno. Las primeras dos eran reflexiones sobre la autopista y los páramos inútiles que se creaban a su alrededor, y la tercera trataba acerca de un gigantesco y lujoso edificio autosuficiente. Ballard siempre estuvo obsesionado con la manera en que el entorno, y en particular la arquitectura y las obras de ingeniería, condicionan nuestros deseos y fantasías, así como moldean nuevos instintos. Crash convertía el accidente automovilístico en fetichismo e Isla de concreto actualizaba la historia de Robinson Crusoe como un marginado accidental del tráfico vial y de la modernidad. High Rise era la más irónica de las tres; aquí la sociedad quedaba estratificada verticalmente, con los ricos viviendo en los pisos superiores y la gente de recursos modestos en los bajos, con una especie de clase media entre los dos. Un corte de luz y una serie de sucesos extraños desataban una auténtica lucha de clases entre los pisos que se vuelve una orgía sangrienta.

Infierno en la torre

jer. Con el vér tigo de pasar de una or fandad a medias a una or fandad co m p l e t a , e s e h i j o d e h o m b re va adentrándose en el legado paterno, el oficio de pastor de almas, el compromiso con una religión horizontal, extensa, que no baja del cielo a la tierra ni del altar jerárquico al reclinatorio del feligrés, sino que atrae por su intuición de lo sagrado, de lo ignoto, de la potencia de lo inmaterial, aun en un pueblo minero, Real del Monte, donde su religión no es la hegemónica. Esta novela, armazón perfecta para develar la complejidad de una decisión irrevocable, penetra los misterios del culto religioso y atisba con crudeza el poder de manipulación de la fe popular o, más simplemente, de las creencias de la masa. Así, el joven afronta la disyuntiva trágica de rebelarse y rechazar ese llamado que él reconoce como designio paterno, y quizá divino, o bien accede a congregarse y a objetivar su dolor para depositarlo en los fieles. Digo que la disyuntiva es trágica porque cualquiera que sea su elección, de un modo o de otro, el protagonista termina objetivando “el dolor, constituyéndolo en objeto”, haciendo “existir en otro mundo” ese dolor, confiriéndole “una materialidad que ya no es la materialidad del cuerpo sino la materialidad de las palabras”, puesto que es a eso justamente, a lo que tiende la literatura, según Maurice Blanchot en El espacio literario, a comenzar en el verbo “para presentar un dolor, no para representarlo”. •

El director Nicolas Roeg trató sin éxito de llevar High Rise a la pantalla hace más de treinta años. Hubo otros intentos que también fracasaron por diversas razones, lo cual fue consolidando la noción de que era un libro inadaptable. Esto cambió cuando el director Ben Wheatley (Kill List, 2012 y A Field in England, 2014 ) puso en escena la adaptación hecha por él mismo y su colaboradora habitual, Amy Jump (quien también es su esposa), y que tiene como protagonista a una de las estrellas en ascenso del momento, Tom Hiddleston, en el papel del doctor Robert Laing. La cinta se estrenó en el pasado Festival de Tribeca de Nueva York y emplea el punto de vista de Laing, quien se muda al piso 25 del edificio después de la muerte de su hermana. En poco tiempo el médico descubre la rígida estructura social que gobierna las relaciones entre los inquilinos. Laing es un hombre indiferente, desapegado y a la vez cordial que puede navegar entre las clases sociales, y es a través de él que conocemos al arquitecto Anthony Royal (Jeremy Irons), el autócrata constructor que preside el complejo habitacional desde el lujo decadente del último piso (con guiños a la nobleza francesa y a Marie Antoinette), un departamento-palacio versallesco donde los poderosos celebran fiestas de un esnobismo grotesco e intencionalmente caricaturesco. Asimismo, por él podemos acercarnos a los vecinos de los pisos bajos que viven al día y a los profesionistas que aspi-

(Continuará.)

Ben Wheatley

ran escalar socialmente, pero que son vistos como seres inferiores por la oligocracia.

Inquilinos y zombis La cinta de Wheatley no logra encontrar el tono de sátira cruel y sutil de la novela. Sin embargo, rinde un honesto homenaje a las palabras de Ballard, recrea con habilidad la estética chic de los años setenta y realiza un complejo mosaico de ambición, elegancia, pomposidad y civilidad que se desmorona en un caos de violencia, crueldad y sexualidad atroz. El descenso hacia el salvajismo es el tema central del subgénero del cine de zombis y en cierta forma se ha convertido en una obsesión del siglo xxi. En aquellas cintas, el zombi representa al otro, una clase despojada, sin nada qué perder, que acecha para arrebatar a los sobrevivientes su humanidad e incorporarlos a las filas de los desposeídos. Estas cintas tratan acerca de la ruptura del contrato social (la legitimidad de la autoridad del Estado sobre el individuo), la destrucción del medio ambiente y el colapso de la infraestructura que permite las comodidades y seguridad de la vida moderna.

El orden y desorden neocon En una época de guerra permanente no es raro que nuestras pesadillas fílmicas nos hablen sin cesar de la culpa y temor que les producen a las naciones poderosas los Estados fallidos, los países desgarrados por las armas que viven día a día el hambre, la violencia y la desintegración moral. Wheatley evoca directamente la política neoconservadora de la era de Tatcher como epílogo para esta fantasía. Las consecuencias de la “reducción” del Estado, la desaparición de la protección social, el militarismo y el brutal abismo entre el pueblo y la alta burguesía sólo pueden tener un desenlace. En esta cinta pertinente, fascinante y oportuna, en vez de zombis tenemos un microcosmos de inquilinos que abandonan la certeza de la normalidad por permitir la destrucción de las normas que protegían a la sociedad de la ambición y la negligencia. Y mientras el mundo se derrumba víctima del nihilismo de los poderosos y la complicidad de las masas, suena una muy emblemática versión de la canción s . o . s . de abba , tocada por Portishead •

JORNADA VIRTUAL

Militancia (i de ii)

TOMAR LA PALABRA

naief.yehya@gmail.com


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1108 • 29 de mayo de 2016

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

germainegh@casalamm.com.mx

Verdad y no en la galería Nina Menocal

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N LA GALERÍA Nina Menocal se presenta la exposición Verdad y no que reúne a los artistas Máximo González (Argentina, 1971) y Jorge Wellesley (Cuba, 1979). La curadora, Nancy Ramírez, hace coincidir a estos dos artistas cuyos trabajos confluyen en ciertos temas de actualidad, como el consumismo, la comunicaciónincomunicación, la geopolítica, la globalización, es decir, aspectos espinosos de la historia económica, social y cultural de nuestra era. Ambos artistas desarrollan prácticas multidisciplinarias que incluyen pintura, dibujo, escultura, fotografía, instalación, video, y en el caso de González, acciones performáticas. Máximo González vive y trabaja en México desde hace trece años, mientras que Jorge Wellesley residió en nuestro país una temporada y en la actualidad radica en Miami. La curadora eligió como hilo conductor de la muestra las obras que ambos han desarrollado en torno al lenguaje utilizado como concepto intrínseco en su multivariado quehacer artístico. Conocí el trabajo de Wellesley en la 11ª Bienal de la Habana en 2012, donde participó en el importante proyecto Detrás del muro, colectiva de artistas cubanos que se despliega como evento colateral en el malecón habanero. En esa ocasión atraparon mi atención sus obras en las que utiliza las vallas publicitarias como vehículo transmisor de mensajes que llevan implícita una profunda carga filosófica.“Mi obra –expresa el cubano– ha estado permeada por los conceptos como temas y no sólo como estructuras internas de un tipo de arte conceptual.” En su trabajo, el texto es una constante que revela sus cavilaciones sobre la realidad a partir de guiños que funcionan como detonadores de una denuncia política y social. Su técnica pictórica y dibujística es de un refinamiento extremo y sus pinturas, acuarelas y dibujos tienen una calidad formal impecable. Una pieza sugestiva en la muestra es la titulada Five words (Cinco palabras): Se trata de cinco cajas de acrílico en cuyo fondo blanco leemos las palabras Truth (Verdad), Honor (Honor), Life (Vida) Past (Pasado), Time (Tiempo) delineadas con pequeñas oquedades. En el interior de las cajas colocó balines plateados sueltos, y la idea es que el visitante tome las cajas con sus manos cubiertas por un guante protector y las mueva de tal suerte que los balines queden depositados en las oquedades y las letras de cada palabra se hagan más evidentes. Esta pieza interactiva tiene como propósito plantear la relevancia de estos cinco conceptos con los que, en realidad, no se debería jugar. La acuarela Democracia quizás sea la síntesis de algunas

de sus constantes reflexiones: en una composición abigarrada vemos una serie de vallas sin contenido dispuestas en forma circular sin orden alguno, como si se tratase de una reunión disparatada. Wellesley imprime un sesgo irónico a los títulos de sus piezas y juega deliberadamente con las palabras y las imágenes para expresar su malestar sobre temas como la censura, el poder, la libertad, la esperanza. Máximo González recurre a medios y técnicas muy variadas para expresar también sus reflexiones políticas y sociales. Recuerdo el proyecto Changarrito que presentó en el marco de la Feria de arco en Madrid en 2005, como respuesta a la selección oficial de artistas que representaron a México, el cual consistía en la exhibición de piezas pequeñas, realizadas en un tono totalmente juguetón, por diversos creadores que se mostraban en una especie de mueble ambulante. Desde entonces, el Changarrito ha seguido su ruta por varios países y sedes, incorporando a un gran número de artistas que crean obras ingeniosas y divertidas a precios accesibles para el consumo del gran público. En la presente muestra, González presenta obras de diversas temáticas. Desde hace unos años viene desarrollando una serie de piezas realizadas con papel moneda en desuso que recorta y pega en sus collages, teje con destreza unos delicados petates y borda con delicadeza sutiles siluetas, recurriendo a técnicas que se utilizan en la tradición popular. Las piezas Che y Y siguen luchando (Atenco) están hechas con carteles recuperados de manifestaciones que ha intervenido para dar un sentido totalmente diferente al mensaje original. Los mensajes de Máximo González y Jorge Wellesley hablan de una crisis de comunicación, de una crisis social, según ha buscado expresar Nancy Ramírez en su curaduría. La lectura personal de cada espectador abre un abanico de interpretaciones • Democracia, Jorge Wellesley Arriba: Y siguen luchando Atenco y Che

Imperdible: Tulipa Ruiz, Leiden, Ingrid Beaujean y Sol Pereyra en vivo

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L MOMENTO DE ESCRIBIR esta nota, el futuro de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil estaba por decidirse. Haya pasado lo que haya pasado, desde nuestra respetuosa ignorancia nos sumamos a los muchos artistas e intelectuales de aquel país que se han opuesto al golpe y las artimañas de una maquinaria corrupta, comparable con la del propio Congreso mexicano. Iniciamos con estas palabras, lectora, lector, porque una de nuestras invitadas en este domingo es Tulipa Ruiz, notabilísima compositora, cantante y diseñadora paulista que en menos de ocho

años ha conseguido llamar la atención internacional con tres discos sugestivos en el horizonte latinoamericano (y porque claro, ella también se ha mostrado a favor de la democracia de su patria). Tulipa se presentará en el Plaza Condesa de Ciudad de México este miércoles 1 de junio, compartiendo escenario con tres colegas bien conocidas en nuestra tierra: Leiden (Cuba), Ingrid Beaujean (México) y Sol Pereyra (Argentina). Cada una sonará con su grupo, aunque imaginamos que en algunas piezas harán dúo, trío o cuarteto, pues resulta difícil imaginar una oportunidad igual en el futuro. Todas están ligadas de una u otra forma al sello discográfico Intolerancia, y todas se caracterizan por un sonido electroacústico en el que pesan las letras y una atractiva contaminación de géneros latinos con pop, rock y jazz. Adelantamos que Leiden tiene un alma poética que fluye continuamente desde su apellido y hasta su lúcida frente, de ida y vuelta. Ella se inclina por sonidos color de madera y en su estar sobre las tablas nos recuerda a un sol de montaña. Su sentido folclórico no es típico ni trillado. Digamos que sabe mirar hacia el mañana. Ingrid Beaujean es sutil. Lo suyo es etéreo y apela a un espíritu jazzístico que la sitúa en una zona particular entre las cantantes jóvenes. Su voz posee una dulzura natural que se cuida de no explotar en vano. Sol Pereyra, por su lado, encuentra resultados francos. Si bien tiene un impulso acústico parece que su alocución descansa más en la electricidad. Apuesta por letras que juegan al lance y sabe que su rumbo tiene que ver con el pop, lo que se evidencia en su desempeño escénico. Ahora bien, ignoramos qué tanto signifique para usted la palabra Grammy. A nosotros ha dejado de entusiasmarnos hace tiempo. La razón es que las nominaciones a estos premios dependen de criterios extramusicales además –o por encima– de la calidad. Y si esto fuera poco, habría que diferenciar la versión latina de la anglosajona, pues los controles y filtros son distintos. En fin. Lo cierto es que en el caso que nos ocupa, el jurado no se equivocó y ganó credibilidad. Leiden, Ingrid Beaujean, Sol Pereyra, Tulipa Ruiz

Al nominar y premiar a Tulipa Ruiz sucumbió a algo inevitable, pues su talento es un tsunami sin freno. La banda que la rodea es de las más interesantes que hemos escuchado recientemente. Su concierto de 2012 para el canal mt v de Brasil nos parece memorable. Se trata de un combo liderado por su hermano Gustavo, guitarrista, a quien podríamos tildar de genio porque encuentra la manera de no quedarse con las ganas de nada, arriesgándose a situaciones extremas. En otras palabras, quien escucha a este conjunto no puede parar de moverse y sonreír ante las intrincaciones armónicas que tejen sus guitarras, la extraña sonoridad de sus distorsiones, el poder de un bajo que coquetea con el rock, la intromisión de cuerdas que condensan el aire, la generación de coros influenciados por Tome Zé, de ritmos a la manera de Lenine, todo un abrevadero de caprichos. Ella, Tulipa, está al frente. Es la voz singular que da en el centro, allí donde se balancean el candor, el virtuosismo y la buena interpretación. Siempre alegre, la manera como dispara su timbre chirriante causa un placentero desconcierto. Los arreglos que la cobijan delatan sabiduría por sus espacios y dinámicas. Le aseguramos que si la busca en un rato libre no podrá dejar de verla y, seguro también, comprará un boleto para conocerla sobre el escenario del Plaza, allá donde celebrará su primera visita a México mostrando lo grabado en sus discos Efemera, Tudo Tanto y Dance. Leiden, creemos, presentará piezas de su álbum homónimo, también reflejado en el magnífico dvd La vuelta al sol. Sol Pereyra, por su lado, hará sonar su trilogía Blablabla, Comunmixta y Tráeme agua. Ingrid Beaujean podría presentar piezas de Amartya, disco que hiciera con su hermana gemela, así como algo de su proyecto con el pianista Daniel Wong. Aunque se trata de especulaciones, lo cierto es que entre todas suman una docena de álbumes y muchas rutas posibles, por lo que saldremos satisfechos y, probablemente, enamorados. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

@LabAlonso

ARTES VISUALES

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

29 de mayo de 2016 • Número 1108 • Jornada Semanal

Ana García Bergua

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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

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N LOS MUROS de la desdichada ciudad de Pompeya, sepultada en la lava del Vesubio hace cerca de dos mil años, se conservaron muchísimos graffiti escritos por los romanos que ahí vivían, desde los más jocosos y sexuales, hasta los filosóficos y los religiosos, pasando por las consabidas ventas de objetos, anuncios de las luchas de gladiadores y avisos comerciales. Los busqué en la red y me encontré con unos muy curiosos en el blog www.almacendeclasicas.blogspot.mx, ordenados según el lugar en que se pintaron (casas, tabernas, templos, prostíbulos), entre otras, cosas como “El oficial de finanzas del emperador Nerón dice que esta comida es veneno”, “Antiochus disfrutó aquí, con su novia Cithera”, “Atimetus me dejó preñada” o “Veinte parejas de gladiadores, que pertenecen a Aulo Suettius Antenio y su liberto Níger, lucharán en Pozzuoli en el 17, 18, 19 y 20 de marzo. También habrá una cacería de animales y competencias atléticas”, que además de hablarnos de cerca sobre cómo era la vida en la antigua Roma, fijan el fugaz paso de sus habitantes, tan fugaz como el nuestro por estas calles. Algunos son obra de Ovidio o Virgilio, otros son muestra de sabiduría, como éste, un poco aterrador: “Si descuidamos un mal pequeño, se hace muy grande.” Pero en realidad no sé por qué me gustó mucho el más sencillo y previsible: “Publius Comicius Restitutus estuvo justo aquí con su hermano”. Será que siempre conmueve el afán humano de dejar constancia en algún sitio de que un buen día estuvimos aquí, bajo el mismo sol.“Aquí estuvo Ramón”, rascamos en la piedra, confiados en que el muro durará un poco más que nosotros. Desde aquellos romanos (y mucho antes, desde los primeros hombres que pintaron en cuevas), desde que somos niños muy chicos y libres, en cuanto alguien nos da un lápiz, una crayola, confiamos a las paredes nuestros secretos. Las paredes se antojan, por eso es tan difícil mantener las ciudades como páginas blancas, las casas de un solo color, sin que a alguien le asalte la tentación de dejar su huella. Desde hace décadas muchos jóvenes que no sé quiénes son –sería fácil decir que son gente de la calle, seres anónimos, pero es lo último que desean– se afanan en dejar sus nombres con letras muy abultadas e incomprensibles para la mayoría en las bardas y los edificios. Me pregunto quién entiende esos graffitti y para quiénes se escriben. Es en muchos casos un lenguaje de algún modo cifrado, lenguaje de tribus múltiples, cada una de las cuales tiene sus códigos; en otros los graffiti anuncian grupos mu-

sicales o bien, los menos en nuestra ciudad, lanzan consignas políticas. También se pintan verdaderos cuadros, hermanos de los frescos pompeyanos, si bien estas pinturas de nuestros muros citadinos suelen ser más bien fantásticas, nada costumbristas, a excepción de los artistas que han adoptado este soporte para sus obras muy reconocidas. ¿Habrá alguien que quiera pintar nuestras costumbres, para cuando el Popocatépetl se derrame y no quede de nosotros más que rayones en los muros? Quizá los arqueólogos del futuro se convenzan de que nuestra letra siempre fue colorida y abultada, y que todos la sabíamos leer. Y que esa algarabía de frases superpuestas, como de muros gritones, seguía en realidad un orden riguroso que todos respetábamos en nuestros escritos más modestos. Hace muchos años escribí una pequeña crónica de viaje sobre el puerto de Veracruz. En ella consignaba unos graffiti que había encontrado en el muro de los pescadores, entre ellos una declaración de amor en el faro,“Oscy te ama”, y otro más bien extraño, que informaba de problemas fisiológicos y deportivos (“Cuando corro por aquí, cómo me apesta el culo”). Pero me gustó mucho la declaración de amor porque se daba a espaldas de la ciudad, de cara al mar, le hablaba sólo a su amada o quizá ni siquiera, desahogaba su secreto como quien lanza un mensaje en una botella. Se dirá que en todas las ciudades los graffiti son los mismos, pero ahí radica su encanto; yo diría que en sus trazos corren, de siglo en siglo, de ciudad en ciudad, nuestro fondo humano, nuestro grito desconcertado y nuestras ganas de permanecer. Ésos que quizá se trasminan a nuestras manos cuando tocamos un muro viejo y nuestra palma intuye otras más antiguas, quizá la de un esclavo pompeyano que en medio del terror escribió: “Me he escapado. He huido. La esperanza y la fortuna, ¡adiós!” •

H

AY UNA SERIE DE videos en YouTube de un comediante, malabarista y mago llamado Andrés O’Hagan. Al parecer el señor O’Hagan es católico devoto y pone al servicio de su credo sus medianitas habilidades histriónicas con espectáculos teatrales de comedia y magia, usualmente para chicos de colegios privados, en que enhebra tópicos presuntamente educativos que sintetizan toda la ya conocida cauda de prejuicios en que suele incurrir la Iglesia católica cuando busca coartar vidas íntimas ajenas, sean católicas o no. O’Hagan es un usual invitado al canal María Visión, ariete mediático del excardenal Juan Sandoval Íñiguez en la zona conurbada de Guadalajara. María Visión tiene sus estudios en el centro de Zapopan y es la televisiva punta de lanza de ese catolicismo recalcitrante, intransigente y belicoso que no ceja en sus empeños discriminatorios, por un lado, por ejemplo, contra la comunidad Lésbico Gay Bisexual Transgénero e Intersexual ( lgbti ) y por otro sigue empecinado en su campaña de ignorancia y desinformación en temas de salud sexual. Y no es un fenómeno mexicano; como señala el poeta, escritor y activista gay argentino Gustavo Pecoraro en un estupendo análisis acerca del clero de su país respecto de las conquistas de derechos de esa comunidad que en América Latina ha sido históricamente vilipendiada (La Iglesia, los papas y los condones, vía corresponsales enclave. org): “En 1993 en Argentina, el Cardenal Antonio Quarraccino ya soñaba con un exilio ‘rosa’:‘Yo pensé si no se puede hacer acá una zona grande para que todos los gays y lesbianas vivan allí. Que tengan sus leyes, su periodismo, su televisión, ¡hasta su Constitución! Que vivan como en una especie de país aparte, con mucha libertad. Ya sé que me van a acusar de propiciar la segregación ¡No! pues sería, en todo caso, una discriminación a favor de la libertad […] también os voy a decir que así se limpiaría una mancha innoble en el rostro de la sociedad’.” (sic). El oportunismo de Peña Nieto de institucionalizar fórmulas de convivencia como el matrimonio igualitario para remontar el descrédito público es de todos modos algo positivo para la comunidad lgbti , pero las resistencias sociales y culturales en México, alimentadas por esas Iglesias retardatarias (también en otros cristianismos, como el protestante o el ortodoxo el rechazo existe; la homofobia ha estado siempre allí) son demasiado grandes. Sobre todo si esas Iglesias porfían en hacer proclamas condenatorias. Ha sido monolítica e inamovible durante casi medio siglo, al menos, la posición del clero respecto del condón como medida indiscutible de contención de la pandemia mundial del Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida ( sida ) toda vez que es de los pocos recursos probadamente efectivos para evitar la transmisión del temible Virus de Inmunodeficiencia Humana ( vih ). Hay clérigos y jerarcas eclesiásticos que se atreven a afir mar tajantemente que el condón “no sirve”. Y llegan al extremo lamentable de soltar esas graves y solemnes tonterías precisamente donde la

ignorancia y la miseria han constituido caldo de cultivo para el fanatismo: en países como el nuestro o los más pobres de África, donde padece sida hasta el cincuenta por ciento de la población, muchas veces por esas directrices de pésima información. La Universidad de California ha conducido modelos de investigación que van desde los tres hasta los quince años de duración y seguimiento, evaluando cuidadosamente a individuos y parejas, tanto heterosexuales como homosexuales, que utilizan el condón masculino como medida de prevención. Aunque los individuos per tenecen prácticamente a todas las etnias que aglutina el territorio estadunidense (reclutados por medio de la organización no gubernamental hivnet en Boston, Chicago, Denver, Nueva York y Seattle) los estudios se basan en el área de San Francisco. También la misma unive r s i d a d c o n d u j o u n p r oye c t o d e p r e vención del sida/vih en Kiwali, Ruanda, con interesantes resultados. En ambos casos se determina que la tasa de transmisión de enfermedades sexualmente asociadas (herpes viral, gonorrea, sida, etcétera) se reduce dramáticamente en proporciones de 4.1 inicial a 1.8 puntos porcentuales. Las creencias religiosas –como la ausencia de las mismas, desde luego–, son cosa muy de cada quien. Sin embargo, no parece correcto, por decir lo menos, que se utilice el espacio público (por ejemplo, las emisiones de María Visión) para hacer prédica de tintes religiosos que desinforma y aún puede llevar a la gente a enfermar y morir • (Continuará.)

CABEZALCUBO

Clero retardatario, condón y sida (i de ii)

PASO A RETIRARME

Arañar las paredes


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1108 • 29 de mayo de 2016

Orlando Ortiz

Luis Tovar @luistovars

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N SU PROYECTO DE discurso de ingreso a la Academia, Antonio Machado escribió: “Los períodos revolucionarios, como el nuestro, son, contra lo que generalmente se afirma, los más insignificantes y los más equívocos de la historia, porque en ellos lo interesante ha pasado ya o no ha llegado todavía...” Los recordé porque siento que lo más interesante ya pasó o no ha llegado y porque me puse a decidir qué tema abordaría en esta columna. Por un lado estaba esa declaración del arzobispo Fabio Martínez, convencido de que “es más grave que una mujer aborte que un sacerdote abuse de un niño”; por otra parte, no dejaba de hacerme ojitos el tema del incremento alarmante de la tasa de secuestros en por lo menos cuatro estados, en lo que va del año: el de México, Tamaulipas, Guerrero y Veracruz. Esto obligaría a desarrollar el tema de la violencia y el segundo informe de Ayotzinapa presentado por el giei. La indebida divulgación del padrón electoral, la violencia y acoso contra las mujeres, la delincuencia organizada, los derechos humanos, la absurda ley mocha para el consumo de la mariguana, la desmesurada deuda de los estados, lo que ocurre en Brasil, o en Venezuela, la brillante tesis del “malhumor social”... en fin, temas hay para dar y regalar, entre ellos, el del Sistema Nacional Anticorrupción. Decidí detenerme aquí. Ya sé que mucho se ha escrito al respecto, y no faltan quienes dejándose llevar por furibundos arrebatos personales, exigen la inmediata renuncia de Peña Nieto como condición sine qua non para que, como por arte de magia, se resuelvan toooodos los problemas del país, entre ellos y sobre todo la corrupción. Hay ocasiones en las que, no por estar convencido, sino para hacer que los otros vean más claro, me uniría a demandas de ese tipo. Me callo la pregunta: suponiendo que el Presidente renunciara hoy, ¿quién lo reemplazaría? Alguien más del partido gobernante, estoy seguro, y suponiendo que fuera honestísimo, ¿acabaría la corrupción? Lo dudo, por no decir categóricamente que no. La corrupción es una mal endémico del sistema. Insisto: del sistema. La corrupción está en eso que llaman los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal. Y no sólo en el gobierno, también en lo que antes llamaban “fuerzas vivas”, es decir, empresarios, comerciantes, autoridades eclesiásticas, banqueros... en todo, para no abusar de la enumeración. También como panacea para que las próximas elecciones sean impolutas, se exige que todos los candidatos cumplan con la declaración 3 de 3. No creo que eso resuelva el problema, pues sabemos que abundan los políticos que se

las ingenian para aparecer como casi modestos clasemedieros, pues sus fortunas, propiedades y manejos financieros están a nombre de otros. Y cuando por culpa de oscuras y siniestras venganzas son acusados y a veces metidos en chirona, a la postre resultan inocentes, los liberan y no sólo les devuelven todo sino que casi casi exigen a la ciudadanía que pida perdón a los susodichos. No dudo, mucho menos niego, que el mentado Sistema Nacional Anticorrupción contribuirá considerablemente a que mejoren las cosas, pero quedará, al igual que la ley para el consumo de la mariguana, bastante incompleta si no fijamos la mirada en el sistema judicial. Porque hasta ahora hemos aceptado y se ha manejado que a la República la rigen tres poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Ya desde finales del siglo xix algunos intelectuales señalaban que era exagerado el Poder Ejecutivo, y ya en el siglo pasado se vio cómo los otros poderes se sometían vergonzosa y descaradamente a él. A finales del xx se consiguió que el Legislativo operara con cierta autonomía (esto no es sinónimo de eficacia), pero nadie le daba importancia al poder judicial. Si acaso tildaban de corrupto a algún juez, pero al poder como tal no se le daba (¿no se le da?) importancia. Saltándome algunos pasos, yo me pregunto: ¿por qué se da la corrupción? Y me respondo: porque la impunidad campea tan tranquila en todos los niveles de gobierno y en la totalidad el Estado, en la sociedad. El problema es que debido a esa impunidad la clase política sigue imponiendo como candidatos a gente corrupta, a maleantes, y desprecia que la gente está cansada de esa impunidad. Lo malo de esto es que pueden preverse estallidos sociales pero no un verdadero cambio, pues no hay a la vista una organización revolucionaria capaz de dirigir ese movimiento. Como dije antes: no se trata de cambiar personas, el mal es estructural y reclama una intervención quirúrgica, seria, no la amputación de un miembro •

Los premiados Ayer sábado 28 se celebró la ceremonia de entrega del premio Ariel que otorga la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas ( amacc ), por lo que en este momento ya se sabe quiénes son los ganadores; empero, como estas líneas son escritas el miércoles próximo pasado, cabe hacer un ejercicio de futurología que, con y sin paradoja, todavía no recibe pero ya recibió contestación en los hechos. A mejor largometraje de ficción están nominadas la colombiana El abrazo de la serpiente, la argentina El clan, la brasileña El lobo detrás de la puerta, la española Truman y la chilena El club. Por su excelente factura, intensa sobriedad, difícil tema y otras cualidades, esta última debería ser la ganadora. Sin embargo, por haber competido por un Oscar, la primera tiene una ventaja más o menos injustificada, mientras la segunda causó cierto revuelo tampoco del todo merecido. En largometraje documental están Los reyes del pueblo que no existe, El hombre que vio demasiado, Made in Bangkok, Tiempo suspendido y El paso. Debería ganar este último, del ya antes triunfador Everardo González, y ojalá que nadie se vaya con la finta paisajístico-preciosista del primero. A guión original están nominados los de 600 millas, de Gabriel Ripstein e Issa López; El Jeremías, de Ana Sofía Clerici; Celso García, de La delgada línea amarilla; Gloria, de Sabina Berman y Las elegidas, de David Pablos. El primero ganó el premio correspondiente en Cannes y eso pesa, de modo que sería una agradable sorpresa que el Ariel lo ganara el último; en todo caso, basta con que no se cometa la burrada de premiar a El Jeremías, que ni siquiera debió ser nominado. A guión adaptado se nominaron Yo, de Matías Meyer; Dólares de arena, de Israel Cárdenas; La extinción de los dinosaurios, de Luis Ayhllón; Hilda, de Andrés Clariond y Un monstruo de mil cabezas, de Laura Santullo. El último debería ganar y, una vez más, con que no se reitere el despropósito con el pésimo Yo, habrá que darse por satisfechos. Como mejor actriz compiten Geraldine Chaplin por Dólares de Arena, Verónica Langer por Hilda, Jana Raluy por Un monstruo de mil cabezas, Sofía Espinosa por Gloria y Flor Eduarda Gurrola por El placer es mío. Quizá esta sea la categoría más competida, pues salvo el desempeño de Gurrola, mediocre para su capacidad, cualquiera de las otras cuatro podría ganar, y si es Espinosa, mejor. A mejor actor fueron nominados Kristian Ferrer y Tim Roth, ambos por 600 millas; Damián Alcázar por La delgada línea amarilla; Marco Pérez por Gloria y Tenoch Huerta por Mexican gángster. La leyenda del charro misterioso. Competida como la anterior, salvo un Kristian Ferrer que ya acusa limitaciones y un Alcázar esta vez lejos de su nivel habitual, el resto tiene iguales oportunidades. Entre Pérez y Huerta debe quedar el Ariel. En fotografía concursan Tonatiuh Martínez por Mexican gangster, María José Secco por Te prometo anarquía, Carolina Costa por Las elegidas, Emilia-

no Villanueva por La delgada línea amarilla y Martín Boege por Gloria. Las dos últimas son en realidad trabajos estándar, a diferencia de las tres anteriores, de las que sobresalen la uno y la dos y, de éstas, la primera. Como mejor director participan Anwar Safa por El Jeremías, Rodrigo Plá por Un monstruo de mil cabezas, Julio Hernández Cordón por Te prometo anarquía, Gabriel Ripstein por 600 millas y David Pablos por Las elegidas. Con excepción de Safa, que realmente no debería estar en esta quinteta, los otros cuatro tienen idéntica oportunidad. Apellido y Cannes mediante, quizá Ripstein se lleve un premio que debería ser de Pablos o, en su defecto, de Hernández, este último un cineasta totalmente sui generis. A ópera prima fueron nominados 600 millas, La delgada línea amarilla, Hilda, Gloria y El Jeremías. Una vez más, la fama precedente hará quizá que 600 millas gane, sin embargo de lo cual a este ponepuntos le gustaría mucho ver triunfar a Gloria. Y otra vez: a saber qué movió a los miembros de la amacc a insistir con El Jeremías, filme bastante poco agraciado al que todo el tiempo se le ven las costuras. Finalmente, por el Ariel a mejor largometraje de ficción compiten Las elegidas, La delgada línea amarilla, Gloria, Un monstruo de mil cabezas y 600 millas. Es altamente probable que se lo den a la última, pero debe ganar la primera. Ya entregados los Arieles cuando estas líneas son leídas, la pregunta es forzosa: de las más de veinte películas referidas, ¿cuáles ha visto el amable lector? •

CINEXCUSAS

Los premiadores, el premio y los premiados (ii y última)

Uno de tantos temas

PROSAÍSMOS

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ENSAYO

Castillo interior, reflexión con el cráneo de Atapuerca

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adie ha hecho el retrato de Dios. Si acaso Dios tiene una imagen, no puede ser sino imaginaria. Lo mismo en la mente de cada quien que en las obras maestras de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, o de otros artistas en otros frescos y pinturas, las representaciones de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo están hechas a imagen y semejanza del hombre. Sin embargo, hay quienes Lo han visto y han escuchado Su palabra. Su visión puede enloquecer e, incluso, fulminar. Esta visión aparece, acaso, en ese estado de éxtasis que es la transverberación, término proveniente del latín transverberare, de trans (a través) y del verberare (golpear), fenómeno místico de origen católico: traspaso espiritual del corazón horadado por un rayo de luz que el amor inflama. Para alcanzar ese estado de éxtasis, de “la música callada, la soledad sonora” (San Juan), misticismo y poesía devienen caminos a esa accesión:

Y abatirme tanto, tanto, Que fui tan alto, tan alto, Que le di a la caza alcance. San Juan de la Cruz

Momento poético del encuentro del alma con algo superior a la vida que vence a la muerte. Asido en esa cúspide de la aparición de la palabra vuelta cosa en una comunión del Verbo y él, el poeta se transfigura al escuchar palpitar el vacío estelar cuando los astros palpitan. Mística y poeta, Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582), conocida como Santa Teresa de Ávila, logró acceder a la transverberación y, aún más raro, escribir sobre la más alta experiencia mística: Vi, entonces, un ángel que tenía en la mano una jabalina de oro, cuya punta dejaba escapar una llama. De repente, me atravesaba el corazón hasta las fibras más profundas y me parecía que, al retirarlas, se llevaba los jirones. Después, me dejaba entera abrasada por el amor de Dios. El dolor era tan vivo que me arrancaba gemidos, pero acompañado de tal voluptuosidad que habría querido que no cesara jamás.

Su descripción de ese momento no va más 29 de mayo de 2016 • Número 1108 • Jornada Semanal 16 lejos, no puede ir más lejos. Para hacerla, tendría que mostrar las imágenes de su iluminación, experiencia en sí misma, por esencia, incomunicable. Lo que sí puede comunicarse, o imaginarse, son las expresiones, los gestos, del visionario poseído en los instantes de la transverberación. Gian Lorenzo Bernini va a plasmar en una escultura animada por su genio la transverberación de Santa Teresa en El éxtasis. El virtuosismo de su cincel, capaz de atrapar la flexibilidad de las Mi infancia carnes, es sólo igualable a su sentido de la puesta Bernini buscaba, al contrario, revelar ese en escena y de una cierta teatralidad donde las artes dialogan y componen vastos frescos al éxtasis espiritual, cuya fuerza, el sobrecogiservicio de una fe triunfante. Su arte, típicamen- miento que causa, estremecen a la misma carne. te barroco, se caracteriza por la búsqueda del El auténtico artista, ¿no busca el lado oculto, invimovimiento, la torsión de las formas, lo espec- sible de las cosas, ese enigma que subyace en el tacular y los efectos de la ilusión. Bernini puso interior de los cuerpos y los anima? Asir con su todo el genio de su arte en la torsión del cuerpo pincel o su cincel ese misterio que anhela revelar esculpido de la santa y en la representación y manifestar. El éxtasis es, quizás, una de las más atractivas teatral de la expresión de los rasgos de su rostro, en los cuales logró reflejar al mismo tiempo el tentaciones que puede experimentar un artisdolor y el gozo de Santa Teresa con el corazón ta. Sentir su obsesión es el primer paso en esta herido, atravesado, por la punta en llamas de la búsqueda del Grial de la creación. Resistirle es confesarse vencido, ceder a ella es una victoria. jabalina de oro. Carmen Parra ha cedido a la tentación que La escultura de Teresa de Ávila, situada en la capilla Cornaro de la iglesia de Santa María de la hace del vencido el vencedor. Era de esperarse: Vittoria en Roma, cuya arquitectura, construc- su pintura, ¿no ha sido consagrada a plasmar ción y decorado fueron concebidos por Bernini ángeles, arcángeles, mariposas, aire, éter, revopara acogerla, respira, palpita, parece a punto de loteo, levitación, vuelo? Ese vuelo cuyo secreto desvanecerse, de morir y celebrar su propia resu- Carmen intenta descubrir y revelar. Ambición más luciferina que angelical. El vuelo y el éxtasis rrección. El misterio de la transverberación de la santa son del dominio divino. Tratar de atraparlos, y poeta española no ha tentado sólo a Bernini. Su de comprenderlos, de vivirlos, puede causar la expresión de ese éxtasis de dolor y gozo ha sido caída en un abismo sin fin. Pero este precipicio pintada y esculpida en otras obras maestras: anunciado hace aún más incitante la tentación. No me sorprendió que Carmen Parra pintara Heinrich Meyring en Venecia, o Antonio Verrio en la iglesia Saint-Exupère de Toulouse. ¿Qué a Santa Teresa de Ávila. Que sus pinceles buscamás excitante para un artista que desea crear una sen manifestar el éxtasis expresado en su rostro obra maestra? Expresar con los pinceles o el adolorido y gozoso. En las telas de Parra aparece Santa Teresa cincel las palabras de Santa Teresa de Jesús cuanabrazada por un ángel en vuelo, se une a él hasta do escribe: formar un solo cuerpo. Los corazones transidos cuelgan de un techo como candiles de luz que Vivo sin vivir en mí iluminan la visión de la santa. Ese corazón atra Y tan alta vida espero vesado por la llama divina. El corazón en donde Que muero porque no muero… se hallaron las cicatrices de la herida cuando se hizo la autopsia al cuerpo de la santa. Estigmas Esta divina unión, del éxtasis, vestigios de la transverberación • Y el amor con que yo vivo, Hace a Dios mi cautivo Y libre mi corazón; Y causa en mí tal pasión Ver a mi Dios prisionero, Que muero porque no muero. La expresión de éxtasis del rostro esculpido por Bernini ha sido confundida con la expresión del orgasmo físico. Se equivocan, sin duda, quienes suponen tal intención en un hombre de fe, incapaz de la blasfemia que sería confundir un acto sexual con la trasverberación o visión de Dios.

La Santa Teresa de Carmen Parra Vilma Fuentes Transverberación de Santa Teresa


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