La Gualdra 414

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 414 /// 23 DE DICIEMBRE DE 2019 /// AÑO 9

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Luis Armenta Malpica. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.

Luis Armenta Malpica es poeta, ensayista y director de Mantis Editores. Premio Jalisco en Letras; Premio Nacional de Poesía José Emilio Pacheco; Premio de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz; Diplôme d’Excellence Librex en Iași, Rumanía; y Premio Jaime Sabines-Gatien Lapointe, Canadá-México. Cavaler al Poeziei Capitalei Marii Uniri Iași, y finalista del Premio Letterario Internazionale Camaiore (Italia), entre muchos otros reconocimientos. Autor de veinticinco poemarios, siendo los más recientes Götterdämmerung (Quebec, 2015), Greetings to the Family (España, 2016), Voința luminii (Rumania, 2017), Chiamatemi Ismaele (Italia, 2019) y Enola Gay (España, 2019). Libros y poemas de su autoría han sido traducidos al alemán, árabe, catalán, francés, gallego, inglés, italiano, maya, neerlandés, portugués, rumano y ruso.

[Una entrevista con Luis Armenta Malpica, por Armando Salgado, en páginas centrales]


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La Gualdra No. 414

Editorial Corría el año de 1879 cuando en el municipio de Villa de Cos, Zacatecas, nació Severo Amador, hijo del historiador Elías Amador, de quien heredó la pasión por la lectura y las bellas artes. Severo poseía una sensibilidad desbordada, además de poeta y narrador fue un artista plástico muy interesante. Vivió apenas unos años en Zacatecas y desde muy pequeño migró a la Ciudad de México; migró como muchos de nuestros paisanos lo siguen haciendo todavía, dejó estas tierras y en su memoria, las imágenes del semi-desierto lo acompañaron siempre. Recordándolo ahora pienso que en realidad su mente tenía una gran capacidad de almacenar imágenes, sonidos y emociones que no terminaron de procesarse del todo, de ahí que algunas le sirvieron para crear y otras se quedaron ahí, hablándole constantemente hasta que murió recluido en La Castañeda, aquel triste hospital siquiátrico en el que acabó por negar su nombre y adoptar intermitentemente el de Conde Taka Makala o el de Yörik Valencia -al final sólo respondía a este último nombre inventado-. Dice la canción que “Podrás cambiar de nombre, de patria, de todo, modificar tu rostro, tu historia, tu modo, pero por más que borres, que limpies, que cambies, la huella de mis besos tendrás en la cara”, y yo me pregunto ¿qué tiene que pasar en la vida de una persona para intentar borrar su nombre? Severo Amador amó tan severamente cuando era joven que rechazó una beca para viajar a París, cayó en el alcoholismo, fue preso de una profunda melancolía y, sin embargo, no dejó nunca de crear. Quiso borrar su historia, la de una tierra lejana -la suya-, la de un amor mal logrado, la de cientos de voces que lo perseguían, hasta que obedeció a una de ellas -como escribiera Octavio Paz: “¡Hunde la mano, coge el fulgor, el pez solar, la llama entre lo azul, el canto que se mece en el fuego del día!”-. Incendió todo. De nada sirvió. Severo fue su actuar al propiciar que todo lo consumieran las cenizas, todo, menos el recuerdo; todo, menos las imágenes y las voces, ésas parecían no cesar. En 1925 fue ingresado al siquiátrico, cinco años después de que tuviera su única exposición individual inaugurada el 20 de marzo de 1920, cuando tenía ape-

nas 41 años, en el Círculo Zacatecano de México. El próximo año se cumplirán 100 años de esa exposición de la que muy pocos registros quedan, pero de la que se sabe estuvo conformada por 80 piezas, algunas de las cuales fueron rescatadas por la familia y por una casa de subastas. Severo, como Francisco Goitia, también se sumó durante su juventud a las filas revolucionarias; el de Villa de Cos se integró a las fuerzas zapatistas después de haber fundado una academia de dibujo en la ciudad de Aguascalientes. Este artista zacatecano es más conocido actualmente por su obra literaria, “publicó, entre otros libros, uno de cuentos, Bocetos provincianos (1907), cuadros de costumbres a la manera naturalista, y, años más tarde, dos colecciones de versos, Cantos de la sierra (1918) y Las baladas del terruño (1931), este último póstumo, en los que describe paisajes, escenas y tipos regionales, procurando reproducir el léxico popular”,1 a esos libros hay que agregar también el de Confesión (1905), Carbunclos (1908), y Pensamientos (1918). De él sigue faltando rescatar sus contribuciones como profesor en la Academia de Dibujo en Aguascalientes y sobre todo entender por qué es que jamás regresó a Zacatecas. Cerramos así este año gualdreño, recordando a Severo Amador en el año 140 de su natalicio y recordando también a Julio Ruelas, quien fuera su maestro en la Academia de San Carlos a finales del siglo XIX y con quien expusiera en la XXIII Exposición de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1898. Julio Ruelas cumpliría 150 años en 2020, pero ésa es otra historia, de la que seguramente seguiremos hablando en los números gualdreños del próximo año. Nos vamos de vacaciones, pero regresamos en enero. Va desde aquí nuestro deseo sincero de que el próximo año sea venturoso para todos. Que Dios reparta suerte y salud. Que disfrute su lectura.

Contenido La infinita travesía de voces en la obra de Pacheco Por Rafael Calderón

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Conmoción y arquitectura: Luis Armenta Malpica Por Armando Salgado

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Buñuel en el contexto del cine mexicano [Primera parte] Por Iván Ávila Dueñas

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Sontecomapan Por Magdalena Okhuysen Instrucciones para discutir con su novia Por Adán Echeverría

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La bolsa Por Maliyel Beverido

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com 1 Severo Amador, en Enciclopedia de la Literatura en México http://www.elem.mx/ autor/datos/42

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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La infinita travesía de voces en la obra de Pacheco 6 Por Rafael Calderón

Libros

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reo, con sinceridad, El infinito naufragio (Hotel de las Letras, 2019), es una antología llamada a convertirse en canónica para conocer mejor la obra de José Emilio Pacheco. Ésta reúne poemas, relatos e “inventarios” publicados por su autor en libros, revistas y suplementos durante medio siglo. Son tres géneros literarios que registran con certeza ineludible una parte importantísima de su franqueza poética y el registro de la infinita travesía de voces. Sin embargo, falta algo, y en esta ocasión, el gran ausente de los géneros es aproximaciones, así como una mínima muestra su novelística. Pero es la antología que sale al encuentro de los lectores el mismo año que están cumpliéndose ocho décadas del nacimiento del autor y un lustro de su ausencia física. La selección y el prólogo son de Laura Emilia Pacheco quien –igual que su padre– es escritora, editora y traductora literaria. “Sobre todo poeta, Pacheco consagró su vida a la literatura, a la palabra escrita sobre la arena de los días. Fue heredero de la mejor literatura mexicana, hispánica y universal; miembro de la estirpe de poetas conscientes de que el nombre secreto del Mal es el tiempo, que todo lo consume”, sentencia Laura Emilia como suerte de unidad crítica en el párrafo inicial del breve prólogo. Hasta ahora son tres las antologías publicadas que registran una identidad para conocer la obra de Pacheco. Reflejan la presencia del escritor en su dimensión imprescindible de la lengua castellana. Una de éstas se publicó hace diez años en España y lleva introducción de Francisca Noguerol, bajo el título inconfundible: Contraelegía (2009); la segunda, salió días después de su inesperada muerte, Los días que no se nombran (2014) del mismo Pacheco pero seleccionada con la colaboración inequívoca de Jorge Fernández Granados; finalmente, El infinito naufragio. Las dos primeras, enteramente dedicadas a la poesía; la de Laura Emilia, lleva el magnífico sufijo: Antología general. En su estudio Francisca Noguerol nos lleva a reflexionar a partir de sus conclusiones precisas y visionarias y suelta con rigor crítico: Pacheco es el autor que hay que consolidar como un clásico de la poesía en la tradición hispánica, y a partir de esto surge la lectura de sus poemas como resumen de un análisis detallado. Muestra rigor y precisión y lanza sus reflexiones: Contraelegía impone el resultado de su estilo y es sobresaliente: detalla y analiza, determina, todo a partir del título de un poema de Irás y no volverás. Fernández Granados acierta con esa suerte de la complicidad entre poesía y escritura, registra la poética con una revisión a la vez diferente, una y otra vez, revela el cómo y por qué: uno es el poeta de sus dos primeros libros, otro, el que evoluciona con No me preguntes cómo pasa el tiempo, y así, prosigue indagando su constante: es la esencia imprescindible o entrañable y deja ver su presencia para reconocer que ya es un clásico del idioma y su nombre se inscribe más allá de la poesía mexicana. Por su parte, Laura Emilia Pacheco enjuicia

la obra a partir de esta selección y con una luminosidad intensificada el resumen o primera puerta de acceso está en el poema que abre El infinito naufragio. Es común que sea otro, y no el poema que se llama “La enredadera”, el que abra una selección poética. Creo, éste, manifiesta la luminosidad intensificada del verso y por su ritmo, la fuerza de su música y el sonido. El eco se impone y consagrada la unidad y lo que significa estar ante la lectura que resulta maravillosa. El verso inicial es apasionante: “verde o azul, fruto del muro, crece”, pero es la enredadera una planta de tallos trepadores; el color azul o verde, se vuelven inconfundible, y

en la pared de las casas se apoya o bajo el recoveco de sus ramas es perturbador el sol del mediodía. Se asemeja a la casa que se divide entre cielo y tierra, pareciera estar suspendida en el aire y “con los años se va haciendo más rígida”. Como resumen final recuerdo que Laura Emilia desde hace tres décadas –por lo menos– es colaboradora en los principales periódicos, revistas y editoriales en lengua castellana, y radica en la Ciudad de México, donde nació en los años sesenta del siglo XX. “Toda antología es injusta. Siempre habrá un texto faltante o uno que sobre, según el juicio y la memoria de cada lector”. Con esta anto-

logía, Pacheco ya no es el mismo, ni será igual; la obra literaria es parte de un infinito permanente de la escritura para conocer o naufragar por ese mundo fantástico y examinar el mundo poético de Pacheco, junto al de Leopardi, ahora que están unidos en esta universalidad de la poesía, por el título de esta antología de un verso que corresponde al poeta italiano y en el tiempo fue instalado en castellano por otro poeta, Antonio Colinas, biógrafo de Leopardi y amigo entrañable del poeta mexicano. Esto es resultado de esa red subterránea de la poesía y del diálogo infinito entre influencias y reconocimientos.


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LA GUALDRA NO. 414

Poesía

Conmoción y arquitectura: Luis Armenta Malpica 6 Por Armando Salgado

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uis Armenta Malpica (Ciudad de México, 1961). Es poeta, ensayista y director de Mantis Editores. Premio Jalisco en Letras; Premio Nacional de Poesía José Emilio Pacheco; Premio de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz; Diplôme d’Excellence Librex en Iași, Rumanía; y Premio Jaime Sabines-Gatien Lapointe, Canadá-México. Cavaler al Poeziei Capitalei Marii Uniri Iași, y finalista del Premio Letterario Internazionale Camaiore (Italia), entre muchos otros reconocimientos. Autor de veinticinco poemarios, siendo los más recientes Götterdämmerung (Quebec, 2015), Greetings to the Family (España, 2016), Voința luminii (Rumania, 2017), Chiamatemi Ismaele (Italia, 2019) y Enola Gay (España, 2019). Libros y poemas de su autoría han sido traducidos al alemán, árabe, catalán, francés, gallego, inglés, italiano, maya, neerlandés, portugués, rumano y ruso. Luis Armenta Malpica representa en México y otros países el equilibrio entre obra y persona. La calidad de su trabajo y el gran profesionalismo con el que ha andado por los caminos literarios, plasman su enérgica huella en estos asideros de la palabra. Armando Salgado: Nuestro país tiene puntos donde se concentra la literatura: el centro firme, el noroeste presente y el sur-sureste insistiendo. Cuéntanos de tu relación con el occidente mexicano: ¿qué apreciación tienes de este lado?, ¿qué se ha escrito?, ¿ha influido en tu escritura?, ¿qué se hace actualmente? Luis Armenta Malpica: No creo que sean tantos los focos de creación los que podría llamar predominantes y mucho menos si hablamos de regiones o estados. Me conformaré con decir que en Guadalajara hay una larga y fecunda tradición de narradores y poetas que, desde el siglo XIX le han dado sitio a la literatura jalisciense en todo el país. El occidente mexicano no ha estado tan unido como otras regiones. Guadalajara, por ser la segunda ciudad más importante del país e, insisto, por su tradición artística, siempre ha tenido alguna rivalidad con la Ciudad de México y un intercambio superior al que tiene con Colima, Michoacán, Guanajuato, Nayarit, Aguascalientes o Zacatecas, los estados vecinos. En cambio, desde hace años y todavía, Guadalajara recibe a estudiantes y creadores incluso de San Luis Potosí o Sinaloa. Soy curioso y me interesa lo que se escribe en el país, pero no creo haber recibido una influencia directa en mi trabajo, como sí ocurrió con los poetas de Tabasco o de Chiapas que leí con fruición en mis inicios: José Gorostiza, José Carlos Becerra, Juan Bañuelos y Óscar Oliva, por mencionar un par de nombres solamente por estado, mantienen mi admiración y tutoría sobre mucho de lo que escribo. Estoy trabajando, como editor, con gente del noroeste, de Colima, de Chiapas, como lo hice un tiempo con Chihuahua o Sonora. Pero esa es mi labor editorial, que no influye en mi obra. Por otra parte, la tradición estadunidense que reviso desde hace años sí que me ha obligado a repensar mis re-

/// Luis Armenta Malpica. Foto de José Ángel Leyva.

cursos y lenguaje. Y esto es lo que yo considero una influencia real. En Guadalajara, cierto grupo muy visible está escribiendo desde una postura desenfadada y humorística (sarcástica, más bien), desprolija y desacralizadora, que puede remontarse a Salvador Novo, Gerardo Deniz, Abigael Bohórquez o Ricardo Castillo (para situarnos en la tradición mexicana) pero cuyos vínculos cercanos son las poéticas más arriesgadas de Chile, Perú o Argentina. Sin embargo, hay muchas variaciones de lenguaje y registro. Y si esto ocurre en mi propia ciudad, lo mismo opino para el resto del país. Ya no hay corrientes o escuelas dominantes, sino una pluralidad y mezcla de posibles poéticas. Lo celebro y, sin embargo, me parece un tanto peligrosa esta lectura electiva entre comunes, pues lleva a la descalificación de los opuestos e, incluso, a una supuesta superioridad entre lo que tiene más riesgo y lo que se trabaja de manera menos innovadora, como si el mecanismo del poema fuera, por sí solo, lo que hiciera posible la poesía. Por el lado contrario, existen muchas voces que se han adormecido en la comodidad de la emoción y la estampa de familia, que no ofrece desconcierto, elusión ni misterio en sus formas. Yo busco el equilibrio entre la conmoción de lo humano y la arquitectura de un texto, sin exigirlo a los demás, sin reprochárselos tampoco. AS: Desde Voluntad de la luz (CONACULTA, 2006), Llámenme Ismael (FOEM, 2014), hasta Enola Gay (Vaso Roto, 2019), tu poesía muestra gran madurez, una fluctuación en estructuras desde la sintesís narrativa o un axioma extendido, con el peso justo para la forma y valor único en contenidos: ¿qué elementos consideras necesarios

para superar continuamente lo que has publicado? LAM: Mi proceso ha sido la indagación de formas y lenguajes, la búsqueda de una ruptura de lo que me he planteado desde mi primer libro en una reelaboración de ciertas obsesiones y preguntas. Soy un poeta de tradición también: mis ritmos lo señalan. Mi larga lista de figuras tutelares lo demuestran: Dante, Whitman, Vallejo, Pessoa, Seferis, Montes de Oca, Gonzalo Rojas, John Ashbery u Ocean Vuong (para situarme desde lo más lejano a un autor que no llega a treinta años actualmente). Escribir es mi manera de expresar mi condición humana y sus desavenencias con el mundo: me molestan la intolerancia, la violencia que se ejerce hacia los jóvenes y las mujeres, el predominio del poder y de la corrupción, el preocupante regreso a la derecha radical o a una izquierda fallida y vengativa, el contubernio de las autoridades con los grupos de poder y el narcotráfico, entre otras cosas. Y no tengo más arma, más defensa hacia adentro, que mostrar mi malestar en un poema. Por ejemplo, para resarcir mi cuota de machismo, me he inclinado por el trabajo de poetas como Inger Christensen, Anne Carson, Margaret Atwood, Pascal Petit, Sharon Olds, María Auxiliadora Álvarez, Tamara Kamenzain y Cristina Rivera Garza. No busco superar lo publicado porque no estoy en la escritura como en una carrera, ni contra mí ni contra otros. Persigo ciertas explicaciones de mi vida, un ajuste de perspectiva sobre lo que ha representado vivir en este siglo y una readecuación de tiempo y del espacio en el que desarrollo mi escritura. De allí que considere necesario no repetir un libro ni quedarme en lo que ha funcionado mejor en los lectores,

sino romper esos esquemas y buscar en un hielo cada vez más quebradizo la firmeza del alma. Me tiene encantado la hibridación de géneros: que se pueda escribir un poema con aliento de ensayo y propuestas teatrales o de diálogo, que una anécdota tomada de un registro policiaco sea capaz de convertirse en prosa de intención y alimentar versículos y tonos diferentes. Por allí encamino mis mejores esfuerzos. No en la multidisciplina que agrega sonido e imagen a un poema, o se refuerza con acción corporal y teatralidad externa. No es lo mío. Yo ejerzo la palabra en la poesía y busco la poesía en las palabras. Nada más: palabra por palabra. AS: Desde su creación (1996), Mantis Editores es un referente editorial en el país y fuera de él: ¿cómo fueron sus inicios y cómo ha evolucionado?, ¿dónde y cómo se consigue su acervo?, ¿hay algunos libros en su catálago que sean emblemáticos y que hayan provocado mayor interés en ti?, ¿cómo relacionas el oficio de poeta con el de editor? LAM: Intentaré responder en orden, como en las preguntas anteriores, este engarce que tan amablemente me propones. Mantis Editores inicia en 1996, a la par que mi carrera literaria, sin más idea que la de publicar a mis compañeros cercanos. Con el tiempo me di cuenta que en realidad busco darle salida a la mejor poesía, sea de mis vecinos, mis paisanos o de alguien que no conozco aún, estén vivos o muertos. Entonces aparecen autores jóvenes y más consolidados que forman un catálogo superior a 400 títulos (vamos para 500) y en los años recientes he procurado pasar de la traducción y publicación de voces importantes en México a hacer el camino inverso: que se traduzcan y publiquen,


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AS: Ante los cambios sociales y la posibilidad

de nuevas formas de leer el mundo, ¿qué otros elementos consideras necesarios en la vida práctica de las personas?, ¿consideras que la literatura es clave ante estos cambios para incidir en el pensamiento crítico y en la consolidación estética de las personas? LAM: La literatura y el arte en general no aportan nada al mundo globalizado que vivimos. Podría ser, más bien, una amenaza para esa economía liberal que ha demostrado con creces su fracaso aunque se niegue a morir. No es lo mismo la vida práctica que el neoliberalismo. Así que no juzgo a quien viva de una manera práctica. Yo quisiera ser más práctico a veces y menos idealista. En cambio, un pensamiento crítico resulta indispensable no nada más para entender lo que acontece en estos tiempos tan convulsos, sino para enfrentarlo, para determinar ciertos cambios posibles desde la trinchera del individualismo intelectual y humanista. No me queda claro el concepto de “consolidación estética de una persona”; si te refieres a que tenga mayor cultura artística y mejor desarrollo de sus actividades de reflexión y crítica hacia el fenómeno del arte y de la sociedad en general, considero que esta y todas las épocas han padecido la apatía y el ignorancia de las enormes mayorías y que el arte sigue siendo un aspecto esencial para una gran minoría. AS: ¿Qué suele hacer Luis Armenta Malpica todos los días, para sentirse bien consigo mismo? LAM: Intento vivir la vida de la mejor manera y sin muchos pendientes. No me preocupa el éxito ni me deslumbran los reflectores, así que mi trabajo discreto y tenaz resulta favorable para ese “estar en paz”. Amo muchísimo, viajo muchísimo y escribo y leo bastante; la música no se aparta de mí, ni los amigos, ni la familia. Si no volteo tanto a la ventana, hacia fuera, incluso el mundo es bello. Con eso basta. Pero no es así en verdad: me siento bien de la misma manera cuando charlo con alguien sobre lo que podemos hacer para disminuir la violencia o el acoso hacia las mujeres, cuando hay una manifestación contra un político deshonesto o una política que lleva a la pobreza o desamparo, cuando alguien levanta su grito y su puño por los derechos de todos. Aunque sea por marchar un poco al lado de ellos, me siento bien.

Bonsái: un libro bajo la almohada El diario empieza aquí: donde tus ojos ven cruzar la navaja y el potente rugido de su vuelo ascendente. Boqueas toda la asfixia de la sangre y en la piel no se mueve ningún signo. El alfabeto se repite en nosotros como se calla un beso y es el aire y la angustia y el impulso lo que te vuelve un pez de tan humano. Boqueas todo ese semen que gira con sus hélices hacia un destino más adentro de ti más allá de ese glande inflamado de tinta que te desaparece y te revela. Boqueas una orfandad tan blanca como el poema: en el rompecabezas de tu vocabulario gotean esos trazos del animal que se forma en tu piel y se transforma en ti: en algo más que yo: en un nosotros que nos desaparece. Boqueas ese vitral en cuya curvatura se forma un camaleón un doble vibratorio de astillas y fragmentos palabras separadas de una en una hasta formar un bosque o un infierno. Boqueas, por fin un dolor que atravesó la página desde sus catacumbas: esa noche más láctea y tan inmóvil. Ceniza de la tinta que hasta decir mi nombre se consume. Hasta aquí el poema: la primera palabra por caer en tu piel. Después vendrán los sueños que tuvo Kurosawa por si acaso dormimos. Pero antes sólo un árbol:

[inserte aquí un bonsái]

De Enola Gay (Vaso Roto, España, 2019)

Poesía

en coedición con Mantis o con apoyo de la editorial, las voces mexicanas que podrían interesar a los lectores de otras lenguas y países. De esta manera hemos conseguido que se editen directamente en alemán y al árabe algunos títulos, y otros en edición bilingüe al francés, portugués, inglés, rumano, italiano, etc. Mantis Editores apuesta por la distribución mediante una empresa formal, pero dado que Educal y FCE en este arranque de sexenio no tienen bien definidas sus estrategias, buscamos no perder ese contacto directo con universidades y librerías, cafebrerías y centros culturales. Así, el catálogo completo está lo mismo en la librería Carlos Fuentes de la Universidad de Guadalajara que en La Pasajera, ambas en Guadalajara, en la librería Bonilla de la Ciudad de México o en la Casa Universitaria de la UANL (Monterrey). Me complace haber recirculado una pequeña antología titulada Poesía en prenda de Abigael Bohórquez antes de la aparición de su poesía reunida por parte del Instituto Sonorense de Cultura, lo mismo que en traducciones al portugués, francés e inglés. La reaparición de Mamá morfina de Eros Alesi, Aguas aéreas de Néstor Perlongher o Espejo humeante de Juan Bañuelos también me enorgullecen. Yo empecé como poeta (me llamo poeta a partir de la primera publicación, aunque el término se construya día con día) en mi propia editorial, así que han sido caminos paralelos y convergentes. Me exijo y busco lo mismo para mí que para lo que publico, con la salvedad de que tengo un consejo editorial que me apoya en la revisión de materiales para conseguir ese equilibrio de calidad, riesgo y pluralidad que creo que muestra nuestra nómina de autores y títulos. Como poeta, excepto con traducciones, mis libros más recientes ya no están publicados por mí. Nunca he tenido pudor por publicarme, porque finalmente no es un dinero público ni trabajo para institución alguna, en cuyo caso sí estaría en desacuerdo. Al ser una pequeña empresa (que recibe coediciones o apoyos en muchas ocasiones) quien tiene la última palabra soy yo. Pero mi respeto y gratitiud hacia el consejo editorial es mayúsculo porque otorga credibilidad y congruencia a un proyecto editorial independiente.


Cine

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Buñuel en el contexto del cine mexicano [Primera parte] 6 Por Iván Ávila Dueñas “Cuando hablo de poesía no estoy pensando en ella como un género. La poesía es una conciencia del mundo, una forma particular de relacionarse con la realidad... Un artista así puede discernir las líneas del diseño poético del ser. Es capaz de ir más allá de las limitaciones de la lógica coherente, y comunicar la profunda complejidad y la verdad de las conexiones impalpables y los fenómenos ocultos de la vida”. Andréi Tarkovski

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uis Buñuel llega a México en 1946 y se inserta en una cinematografía que va tomando rumbo hacia lo que será su mejor gran época. Siempre incómodo, a veces incomprendido y otras atacado por hablar en un tono distinto, diferente, casi desconocido contra cada uno de los valores que el cine nacional solía defender a ultranza: el progreso, la religión, la burguesía, la madre, el machismo, los valores morales, el nacionalismo, etc. Buñuel nació cuando el cine tenía apenas 5 años de haberse inventado, creció viviendo las primeras experiencias de observar las imágenes en movimiento. Sus estudios universitarios los hizo establecido en la residencia de estudiantes y perteneció a la llamada Generación del 27 de España junto a Salvador Dalí, García Lorca, Max Aub, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, entre otros. Buñuel recordaba haber visto las películas de Pabst; El último hombre, de Murnau; y sobre todo las películas de Frizt Lang, en particular Tres luces, de 1921, como una de las experiencias que lo transformarían definitivamente. En 1925 se va a París en donde tuvo un acercamiento más formal a la producción cinematográfica y ahí trabajó con Jean Epstein en un par de películas; al mismo tiempo, contra los consejos de Epstein -quien le llegó a decir: “Tenga cuidado, advierto en usted tendencias surrealistas. Aléjese de esa gente”-, tomó contacto con los movimientos artísticos de la post guerra. En 1929, financiado por su madre, filmó El perro andaluz al lado de Salvador Dalí, bajo una regla muy simple: “no aceptar idea ni imagen alguna que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural. Abrir todas las puertas a lo irracional”. El perro andaluz terminaría por ser una de las obras fundacionales del cine como arte y que introdujo a Buñuel en una de las vanguardias más significativas del siglo XX, el movimiento surrealista, que al mismo tiempo lo enfrentó con una serie

/// Luis Buñuel. La imagen forma parte de la exposición “Buñuel en México”, de la Cineteca Nacional, en exhibición hasta el 2 de enero de 2020.

de insultos y amenazas que lo persiguieron hasta su vejez. Después, en 1930 filma La edad de oro y causa un gran escándalo en su estreno que termina con el incendio de la sala y la censura de la película. En 1933 filma, gracias al apoyo de su amigo Ramón Acín, el documental Las Hurdes, que sería censurada por la Segunda República por considerarla denigrante para España. A mediados de los años 30 funda la compañía Filmófono en España donde de alguna manera complementa su aprendizaje del oficio de la producción cinematográfica. Los tiempos turbios de la guerra civil española (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), lo llevaron a moverse entre España, Francia y Estados Unidos hasta que en un mal momento de su carrera -en el que se le cerraban las puertas por las declaraciones de Salvador Dalí publicadas en su autobiografía que calificaban a Buñuel de ateo y comunista- se le presentó una posibilidad de filmar en Francia una adaptación de La casa de Bernarda Alba, eso lo trae a México al hacer una escala rumbo a París. Durante el viaje, la película no logra concretarse y Buñuel se quedó varado, en ese contexto, el productor Oscar Dancigers le propone dirigir una película, así surge Gran Casino, un drama ranchero repleto de canciones. Así comenzó un giro radical en la vida de Buñuel, que poco a poco lo reinsertaría en el medio cinematográfico hasta volverlo a colocar en los más altos niveles de esta disciplina como arte. La presencia de Buñuel en el México

de los años 40 significa el contraste de la alta cultura europea contra el México post revolucionario aún en ciernes. Si bien era un país lleno de oportunidades, no existía una estructura cultural sólida; México estaba aún tratando de inventar su nueva identidad post revolucionaria, buscando asentarse en sus raíces, con maneras artísticas muy esquemáticas y a veces hasta inocentes; Buñuel en cambio venía de una vanguardia, un sistema de pensamiento artístico surgido de un manifiesto y con una postura estética clara, una forma de expresión instintiva e irracional, la subversión del subconsciente. Buñuel más cercano ideológicamente a la novela realista, estaba en contra de la idealización de la pobreza y de la postura del neorrealismo italiano; se oponía por principio al romanticismo y al maniqueísmo, y la escuela mexicana utiliza estos recursos para llegar al público amplio. Cuando estaba a punto de llegar a México las películas de mayor resonancia eran María Candelaria, de Emilio Fernández; y Distinto amanecer, de Julio Bracho. A pesar de su prestigio internacional, Buñuel navegó siempre entre el cine personal y el cine de oficio o de pretensiones comerciales. A ojos del mexicano promedio, y de la mayoría de los productores, la incomodidad quizá fuera la característica principal que definía a Buñuel. No era un tipo fácil, ni de ideas sencillas; siempre procuraba un pequeño giro en el drama que volvía las películas más simples en incómodas. Y debe haber existido un gran

temor por parte de los productores el saber leer e interpretar a tiempo sus propuestas antes de caer en la perdición. Porque ¿a quién si no a él se le ocurriría que en medio de una escena de crueldad donde se golpea a un ciego, propusiera que en el edificio abandonado del fondo hubiera una orquesta de cien músicos tocando sin que se le oyera? Evidentemente, el productor Oscar Dancigers no lo dejó hacerlo, pero a la distancia cabe preguntarse qué hubiera sido de esa secuencia de haberlo dejado hacer su voluntad. Era un rompimiento radical de lenguaje que ahora estamos acostumbrados a ver, pero en 1949 que se filmaba esa película parecía una verdadera necedad, un sin sentido. Buñuel fue poblando este imaginario suyo de constantes narrativas y temáticas, reiteraciones las llamaba él, que fueron definiendo su estilo personal. Imágenes guiadas por una lógica y una visión del mundo absolutamente particular. Como la fuerza de la sexualidad y la constante sustitución del objeto de deseo, la frustración, el amor total, su interés por las parafilias, como las piernas femeninas, por ejemplo… Sobre estas constantes temáticas que ayudan a mostrar el mundo de Buñuel a través de sus películas, podría hacerse una diferenciación: existe una parte que se refiere a los temas escondidos en la trama que siempre cuentan esa misma historia que le interesa al autor, otra parte se relaciona más con el desarrollo y carácter de los personajes, una sección más trata de referencias meramente visuales y una


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Cine

/// Luis Buñuel junto a Alberto Isaac, Gabriel García Márquez, Luis Alcoriza Gloria Marín, Arturo Ripstein, entre otros. Foto del Archivo de Casa Buñuel en México.

/// Fotograma de Los Olvidados, película de Luis Buñuel, 1950.

última se relaciona con las diferentes manifestaciones subconscientes de los personajes. Las constantes básicas sobre el tema se refieren a una sustitución del objeto de deseo, a la imposibilidad de conseguir lo que se quiere, a la incomprensión hacia las intenciones inocentes de liberación y a la reducción de espacio en que se desenvuelven los personajes. Cuando los personajes se ven imposibilitados para poseer lo que anhelan, lo sustituyen en un vano intento de satisfacción que intenta reducir el riesgo de explosión interior. La sustitución, aunque se vuelve un sistema de control, una válvula de escape que ayuda a mantenerse dentro de los límites socialmente aceptados, también muestra la frustración de los actos contrarios a las verdaderas posibilidades y aspiraciones, y ubica al personaje dentro de la limitante condición humana. Los personajes de Buñuel están en una búsqueda constante de conseguir algo que les es imposible lograr. El sentimiento de predestinación a la condena los lleva a sumirse en el deterioro moral, en la soledad y en el pesimismo absolutos. Cuando encuentran el sentido de su búsqueda por liberarse de su condición –ya sea a través de la práctica religiosa o de la transformación de sus hábitos- el grupo social que los rodea es incapaz de comprender la intención inocente que se oculta a través de sus acciones. Resulta un acto agresivo hacia el medio social el querer rechazar una forma de vida en la que todos están inmersos, y se considera el rechazo como un acto de rebeldía hacia la dominación y la obediencia. Tal incomprensión se halla muy relacionada con un cumplimiento irreversible del destino de los personajes, porque por más intentos que hagan por alejarse, por huir física o espiritualmente, el espacio en que se desenvuelven los limita hasta llegar a oprimirlos, hasta mostrarles que no pueden ir demasiado lejos sin regresar a las mismas normas y a las mismas culpas, con todas las consecuencias que trae a la conducta el aislamiento. Con sus reacciones y su manera de interpretar las cosas, con el desarrollo de su carácter a lo largo de la trama, los personajes muestran otras de las preocupaciones de Buñuel: el uso de la sexualidad como medio de dominación, el límite frágil entre la razón y la locura, y la búsqueda permanente de la salvación.

expiación y la humildad, ni quienes intentan abandonar su medio para alejarse de su destino y de la carga emocional que les causa el entorno. Imaginemos el México de los años 40 y 50, imaginemos el cine más inocente, sus actores más estereotipados, las fórmulas cinematográficas repitiéndose hasta el cansancio y a la vez imaginemos a un director recién llegado al que se le ocurren escenas como la de una madre mexicana con deseos sexuales, una mujer que es capaz de seducir por gusto a toda una familia, un burgués conservador y católico enfermo de celos que quiere coser la vulva de su mujer, un viaje en camión o en tranvía donde se suceden los deseos más peligrosos, un hombre fuerte de barrio como traidor de clase, un burgués aburrido que

El cine de Buñuel no es optimista, e incluso sus finales felices despiertan la más profunda compasión por sus personajes, que terminan envueltos en la irremediable predestinación de sus actos. Son tan incontrolables sus deseos y obsesiones, que se pierden por querer alcanzarlos. Y es que el bien y el mal absolutos se hallan tan cercanos, que resulta difícil diferenciarlos, como se vuelve difícil distinguir entre la razón y la locura cuando alguien busca en medio de una mundo abstracto y rebuscado, la máxima entrega por una idea o el simple sacrificio por los demás. “Usté p’al lado bueno y yo p’al lado malo. Ninguno de los dos servimos para nada”, decía López Tarso en Nazarín. Los tiempos no son los más convenientes para personas guiadas por el ideal de ser felices a través de la

/// Gran Casino, 1947. Una película de Luis Buñuel.

sueña con matar gente, un Cristo que carcajea, los ataques de una mujer enferma de pasión sexual, un cura que siente su labor eclesiástica inútil, un tío que droga a su sobrina para seducirla -pero antes la viste de novia-, un lugar de donde no se puede salir sin razón aparente, un prospecto a santo que vive encima de una columna… En el cine mexicano de Luis Buñuel las cosas parecen suceder de una manera normal, pero siempre, en el drama más simple al mínimo descuido, habrá algo que trastoque los valores convencionales. Alguien decía: “como en toda película personal de Buñuel, el argumento es sólo un pretexto para mostrar ideas que van más allá”. ¿En qué imaginario existen esas historias y esos mundos? ¿De qué se ha nutrido esa mente? La batalla de Buñuel por expresarse ganó territorios con mucha lentitud y cada golpe que daba a la buena consciencia mexicana parecía ganarle libertad de palabra. Conforme va consiguiendo más libertad temática y mejores condiciones de producción en México, la crítica europea va redescubriendo al Buñuel de los escándalos de los inicios del cine y lo encuentra casi oculto en un país subdesarrollado de Latinoamérica, narrando historias de un lugar que a sus ojos era exótico, algo que lo volvía más excéntrico aún. Con Los olvidados se pedía su expulsión del país; después del éxito europeo y de ganar en Cannes, cesaron los insultos, la película se reestrenó en México con cierto éxito de taquilla y ganando la mayoría de los premios Ariel. Así, poco a poco comienzan a aparecer oportunidades de coproducción que le permitían ampliar su libertad creativa en ambos esquemas. Fue un yugo que comenzó a ceder de a poco. Buñuel conseguía con sus películas, logros internacionales a un ritmo que ningún director de la industria mexicana estaba logrando. Nicholas Ray le preguntó alguna vez cómo lograba hacer películas interesantes con presupuestos tan pequeños y Buñuel le contestó: “Yo plegaba mi historia a la cantidad de dinero de que disponía. En México, nunca había superado los veinticuatro días de rodaje. Pero sabía que la modestia de mis presupuestos era también la condición de mi libertad”. [Continuará en el siguiente número de La Gualdra]


8

LA GUALDRA NO. 414 // 23 DE DICIEMBRE DE 2019

6 Por Magdalena Okhuysen

Río de Palabras

H

ay escenas que sólo puede registrar la memoria; el viajero lo entiende cuando llega a Sontecomapan; cansado e impulsado a seguir, motivado por el latido entusiasta de las experiencias del recorrido, se dispone a recapitular sus momentos clave; busca la taza de café que ha dejado al pie de la hamaca y se ladea para tomarla del suelo; un viento suave abraza su costado y cuando se reincorpora con la taza entre las manos, descubre la luz del sol que reverbera sobre las hojas de los árboles; se complace en esa especie de llovizna cayendo sobre los miles de verdes que de repente le parece que se ríen; acentúa también la luz las sombras. El hombre siente la brisa columpiarse en el abrazo cálido del ocaso, una brisa que refresca recuerdos sutiles aparecidos de pronto. Es un momento exacto; la luz recorre cuesta abajo el camino del horizonte, acompaña al sol, con elegancia, como en los antiguos mitos, sin prisa ni calma, simplemente “así”... El viajero entiende de golpe que es uno entre los otros; acepta el hecho de su singularidad acentuada, multiplicada y difusa entre todas las singularidades de quienes han visto suspenderse en la eternidad una danza semejante; maravillado comprende que frente a sus ojos puede ocurrir de vez en cuando uno que otro milagro. Una sensación de infinito se le siembra en el ánimo y germina espontáneamente en un silencio pleno que se instala para acompañarlo durante el trance —perfecto y fugaz— de la conciencia luminosa de ese instante, de esa totalidad indómita. Sontecomapan es tierra cálida y

Sontecomapan

/// Natividad románica de Santa María de Aviá, frontal de altar, Barcelona, siglo XIII. Con esta imagen les deseamos a todos nuestros lectores Feliz Navidad y un venturoso año 2020.

fértil de la costa; se dispone siempre a recibir la noche en medio del jolgorio

Instrucciones para discutir con su novia* 6 Por Adán Echeverría

A

segúrese primero de tener novia, de otro modo se verá tonto discutiendo con el aire. Déjele hablar y trate de no distraerse. Baje usted la cabeza apenado para forzar un Te estoy hablando. Manténgase calmo y conteste con premura. Que note la cooperación en no alterarla. Haga movimientos imperceptibles, podría impacientarla con probabilidad de desenlaces catastróficos. Al entender el motivo de su enojo, endurezca el rostro, apriete las mandíbulas, para usar cada una de las frases que

su novia ha dicho a favor de usted. Tiene que practicar en este punto, requiere destreza; remueva el pasado, consiga escenas donde ella haya errado y tráigalas al momento actual. Al primer signo de franco retroceso de su novia, usted avanzará más. Hágala parecer desamorada y culpable. Cuando ella diga el primer Lo siento, sabrá que lo ha logrado y puede decidir en qué momento otorgarle el perdón, con el firme compromiso de parte de ella para que no vuelva a ocurrir, y entonces dele un beso. *De Los turbios femeninos (minificciones).

que trae consigo el vuelo de las aves; entre fuertes, sonoros aleteos, miles de pájaros aterrizan en sus nidos o en las ramas de los árboles que hoy les guardarán el sueño; su alboroto horada el silencio que parecía haberse edificado como un bloque de aire–viento–atmósfera–espacio; las cigarras empiezan ya a asfixiar también la calma del calorcito manso del verano… ya viene el verano, sí, ya se siente el

calor. La luz cae en una inflexión más o menos angular, la vida se desborda entre los árboles, satura el aire que se hace casi denso y se funde en el océano de sonidos, de la fuerza intensa de presencias que ya a estas horas no se ven, las aves, los insectos, el agua, la tierra, esa mirada que se abisma en la experiencia: el movimiento de todo conviviendo a cada instante en la existencia.

La bolsa

6 Por Maliyel Beverido

E

lla iba a ese café de la Calle Principal una vez por semana. Siempre llegaba con una o dos bolsas de la boutique de moda, rebosando de paquetes cuidadosamente envueltos, que colocaba sobre la mesa. - Otra vez de compras, doñita. - ¡Qué le va uno a hacer, si hay tantas cosas lindas! - ¿Un café nada más? - Sí, querido, ¡hoy he comido espléndidamente!

El mesero le servía un café negro. A veces ponía en el platito, al lado de la taza, una galleta. Ella bebía parsimoniosamente, miraba a los paseantes y saludaba con un gesto de la mano, aunque no le respondieran. Luego pagaba su café y dejaba una generosa propina. Pero el mesero sabía que debajo de su elegante abrigo de fieltro, ella llevaba siempre el mismo vestido raído, que las bolsas las recogía en los basureros de los barrios opulentos y que no podía pagar otra cosa que ese café.


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