SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 317 /// 21 DE NOVIEMBRE DE 2017 /// AÑO 7
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Daniel Medina. Fotografía: Mariana Pacho de la Vega.
Daniel Medina (Yucatán, 1996) es autor de los libros de poemas Mímesis para gusanos, Casa de las flores y Una extraña música. Obtuvo el Premio INBA-CEDART de Poesía 100 Años de Letras Mexicanas 2014, el Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara 2014, Mención Honorífica en el Premio Internacional Caribe-Isla Mujeres de Poesía 2015 y el Premio Peninsular de Poesía José Díaz Bolio 2017. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, albanés e italiano. [La belleza pasajera de Daniel Medina, una entrevista por Armando Salgado, en páginas centrales]
2 LA GUALDRA NO. 317 /// 21 DE NOVIEMBRE DE 2017 /// AÑO 7
La Gualdra No. 317
Editorial
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ucy Blues es un trío que José Cruz Camargo, líder de la reconocida banda Real de Catorce, emprendió como proyecto hace casi tres años al reunir a dos talentosos y jóvenes músicos: Miguel Korsa (guitarra y armónica) y Charly Mercado (percusiones); José está a cargo de las composiciones, la armónica, el dobro y la voz. El lanzamiento de esta banda data de enero de 2015 y en muy poco tiempo ha logrado consolidarse como una agrupación que hace del blues su mejor manera de comunicarse con el mundo. Apenas en febrero de este año lanzaron su producción discográfica llamada Somos los hijos del diablo, un álbum doble: Eros es el nombre del primer disco; Tanatos, el del segundo; quince canciones en total. Eros y Tanatos son las dos caras permanentes del discurso de este músico poeta que viaja por los linderos de la muerte y hace de esta cercanía constante una “alegoría a la vida”; en esta paradoja conceptual, Camargo Zurita, quien nació un Día de Muertos hace 62 años, sigue navegando por los patios de cristal aferrándose a la vida todos los días. Aún sin caer, Agua con sal, Un par de ojos, El grillete, Botellas de mar, Mi mojo, Cobalto, Blues del deportado, Tu cama, Jenny, Te por ocho, Robert Johnson, El club del infortunio, Lydia Lyalosha y Lucy Magic, son los nombres de las canciones incluidas en Somos los hijos del diablo. De éstas, algunas han sido incluidas en álbumes anteriores de Real de Catorce, pero en esta producción, con nuevos arreglos, se escuchan completamente diferentes; digamos que las tristezas, aunque parecidas, pueden ser infinitamente interpretadas para que el sabor de las lágrimas al pasar por la garganta nunca sepa igual. Este viernes 24 Lucy Blues estará en Zacatecas, dentro del programa Vive la Ciudad, en la Plazuela Miguel Auza. Este trío de músicos talentosísimos nos hará pasar una muy buena noche de blues; yo les recomiendo que vayan a escucharlos, porque es una excelente agrupación musical y porque es un buen momento por el que José está pasando, pese a las dificultades permanentes a las que se enfrenta por su estado de salud. La esclerosis múltiple que padece desde años ha modificado su forma y prácticas de vida, pero no su pasión por la música, por el arte. José ha sabido encontrar también en la música un asidero, y en el contacto con su público un elíxir que lo revitaliza. José está más vivo que nunca: sigue siendo un ser humano infinitamente sensible,
Contenido preocupado por los problemas sociales, comprometido con las causas urgentes, un crítico inteligente y un poeta de alma joven, inmarcesible. Comparto con ustedes, a manera de invitación para que asistan a acompañarlo en esta nueva aventura musical, la letra de su canción Botellas de mar, que seguramente cantará al lado de Lucy Blues este viernes 24 en la Plazuela Miguel Auza.
La curaduría participativa, una alternativa para hacer exposiciones atractivas Por Violeta Tavizón
Rimas indóciles Por Maliyel Beverido
En mi calle vive el príncipe del cáncer la dama venérea y un viejo que hace blues cada puerta es como un bálsamo bendito para el miedo, el amor y la piedad. En esta calle flotan botellas de mar.
Alucinante, libre, influyente: agustiniana Por Mauricio Flores
En mi calle duerme el diablo en una estufa corta cartucho y mata un violador una niña más de plata resplandece como flor de Sodoma, en la quietud. En esta calle flotan botellas de mar.
La belleza pasajera de Daniel Medina Por Armando Salgado
Pide un deseo en mi calle y verás la pasión de Jesús. Pide un deseo en mi calle y tendrás el perdón de un ladrón. En mi calle baila un ángel pandillero al pie de su tumba, un Chevy 56 de sus alas cuelgan crímenes pequeños y un tornado al este de su Edén. En esta calle flotan botellas de mar. En mi calle nunca ha entrado un policía es duro el sendero, oscuro el callejón por el ojo de aguja de este reino arden Roma y el trono del Señor. En esta calle flotan botellas de mar.
Spielberg: un retrato íntimo del realizador Por Adolfo Nuñez J Úrsula viendo formar lectores Por Eduardo Campech Miranda
Desayuno en Tiffany´s, mon ku La Libertad del Diablo, de Everardo González Por Carlos Belmonte Grey El Picaporte Rehúsa y reúsa Por Simitrio Quezada
Pide un deseo en mi calle y verás la pasión de Jesús. Pide un deseo en mi calle y tendrás el perdón de un ladrón. En mi calle rigen lunas vangoghianas rojas de brandy y crudas de vermouth una ráfaga de noche mexicana parte el labio de mi alma de norte a sur. En esta calle flotan botellas de mar. Que disfrute su lectura.
Directorio
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Dos libros de poesía en Zacatecas, en El Santero
Notas al margen No se crea ni se destruye, sólo se transforma Por José Agustín Solórzano
Arena Por Alberto Huerta Cariño Por Pilar Alba De cómo perder una amistad Por Vicente Soriano Tlachi
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
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12 Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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6 Por Violeta Tavizón
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ctualmente la museología está tomando distintas vertientes respecto a cómo deben de hacerse las exposiciones. En este sentido existe por ejemplo la teoría del campo expandido, que a pesar de haber nacido en la década de 1970, aún está en auge ya que este tipo de curadurías se hace seleccionando objetos de distintos tipos, utilizando diversos recursos del ámbito de las bellas artes para que se materialice el proyecto. De ahí que para un tema, se eligen pinturas, esculturas, grabado, instalaciones, performance y música, por citar un ejemplo. El objetivo de esta teoría es expandirse más allá de la técnica sin perder el hilo de la temática. Por otra parte, existe la museología crítica que tiene por misión la provocación y la reflexión. Para esta teoría museológica, el museo es un espacio de intercambio, en los que se exhiben conflictos que pueden o no llegar a resolverse. Estos museos tienen un papel social y trabajan muy de cerca con temas vinculados con la comunidad en la que se encuentran. La posición revisionista y reflexiva de este tipo de curadurías críticas llega a ser en ocasiones controversial, ya que toca las fibras más delicadas de una sociedad, de un país o de un grupo político. Siguiendo con estas nuevas tendencias, ahondaremos brevemente en la curaduría participativa ya que muchos museos alrededor del mundo están haciendo curadurías de este tipo con la intención de cambiar el discurso tradicional y hacer algo que realmente sea atractivo e interesante para la comunidad o para un tipo de público en específico.
Nina Simon es una joven directora del Museo de Santa Cruz en California y está abriendo brecha en el campo de la curaduría participativa ya que es de las pocas personas que han producido textos que pueden servir de guía a quienes queremos adentrarnos en esta innovadora tendencia. En su libro The participatory museum, Nina responde a la primera pregunta que a cualquiera de nosotros se nos puede ocurrir: ¿Por qué un museo tiene que ser participativo?, actualmente el museo es una institución cultural en la que los visitantes pueden crear, compartir y conectar. Con “crear” se refiere a que el visitante puede contribuir con sus ideas, objetos o expresiones creativas; “compartir” se vincula con la discusión (el diálogo) que las personas pueden entablar como resultado de una exposición, llevarse esas ideas a casa, y reinterpretarlas bajo su propio juicio; y finalmente “conectar” significa que el visitante en el espacio de exhibición socialice con otras personas, o que el personal socialice con el público.
Es así como el museo enfrenta nuevos retos, por medio de sus exposiciones tiene que cambiar pensamientos que en muchos de los visitantes son universales y se repiten en cada institución, como por ejemplo: “las instituciones culturales son irrelevantes en mi vida”, “la institución nunca cambia”, “la mirada autoritaria de la institución cultural no incluye mi punto de vista o me da un contexto para entender lo que presenta”, “la institución no es un espacio creativo donde pueda expresarme y contribuir a la historia, ciencia o arte”, y por último “la institución no es un espacio confortante en el que me sienta libre de hablar sobre mis ideas, con mis amigos o con extraños”. Para el curador que quiere adentrarse en la curaduría participativa o co-curaduría, el reto es aún mayor, ya que tendrá que quitarse varios estigmas que por tradición carga sobre la espalda, aquí sólo menciono algunos: -“Lo sé todo sobre el tema”: El
hecho de que sea un excelente académico no le da el derecho de tener que verter todo lo que sabe en el cedulario de una exposición. Debe de tener la habilidad de diversificar la información y sólo redactar textos breves que realmente le interesen al visitante. -“Entre más palabras rebuscadas, mejor”: Cuántas veces nos hemos topado con cedularios o incluso con títulos de exposiciones que simplemente son incomprensibles. No se pueden escribir cédulas con un vocabulario especializado, la información debe de ser democrática y comprensible para todos los públicos. -“Que aprendan”: Esto lo he escuchado muchas veces, el público que visita una exposición, al menos en la actualidad y en mi propia experiencia, no va a aprender. Ir a un museo es una experiencia más allá del aprendizaje, se va al museo a pasar el tiempo, a divertirse, a descubrir algo que no se sabía, incluso sólo es un lugar para sacarse selfies y verte “intelectual” en redes sociales. En próximos artículos me permitiré ponerles algunos ejemplos más tangibles de esta tendencia museológica, mientras tanto les recomiendo lean el blog de Nina Simon, quien hace propuestas muy interesantes sobre el rumbo que puede tener el museo. *Curadora.
Arte
El Templo de las Musas La curaduría participativa, una alternativa para hacer exposiciones atractivas
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LA GUALDRA NO. 317
Poesía
Rimas indóciles 6 Por Maliyel Beverido I Rendido de amor y guerra, rendido mi corazón, a la sombra de esta tregua desembolsa una canción. Y no le falta pasión, pero falla el estratega en mostrar con decisión al mundo lo que le aqueja A veces tiene demencia, a veces tiene razón, empeñarse la inocencia en esta desolación, de callarse la querencia y convertirla en blasón.
II No halla mi cerebro su asidero, se ahoga el corazón con un suspiro, el suelo me da un vuelco si te miro, la vida se detiene si te espero. Y cuento al infinito y vuelvo al cero, me deja la jornada sin respiro, estoy tan a tu alcance, tan a tiro, que no puedo apartarme del sendero. Y vuelvo a guarecerme en ese nicho Amar es contingente, ya lo he dicho; como el azahar que brota el limonero, qué dulce me resulta este capricho.
III El suspiro es acaso contingencia, exhalación del cuerpo convertido en alma, que yerra y divaga hasta encontrar posada, en aquel eco que le dé presencia.
IV (Homenaje a Lope de Vega) Ir y quedarse, permanecer partido, paisano y forastero en todos lados, llevar con pena el cuerpo abandonado, dejar el ánimo en el cuerpo habido. Dilapidar el brillo descubierto en ágiles centellas que se apagan al paso de los pasos que se atardan, y con las sombras cultivar un huerto Hablar con uno mismo como el otro, prestar a los demás palabra propias, y negar a toda audiencia su coloquio; Es así, sin quererlo quedar solo, fatalidad de una riqueza inopia de la que con vehemencia se hace acopio.
/// Marco Alejandro Chávez Pérez. Xolotl. Linografía. 90 x 30 cm. 2016.
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Se está haciendo tarde (final en laguna)
A lo lejos apenas se escuchaba In a Gadda da Vida: Iron Butterfly… J. A.
6 Por Mauricio Flores*
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cuarenta y cinco años de publicada, Se está haciendo tarde (final en laguna), la novela que el mexicano José Agustín (1944) escribiera, buena parte de ella, durante su reclusión en el desaparecido penal de Lecumberri, se mantiene como una obra literaria robusta y atractiva para el público lector. Sus atributos, reconocidos desde entonces por la crítica, bien se resumen en lo dicho por Hernán Lara Zavala: “original, influyente y revolucionaria”. No es gratuito que la novela haya sido reeditada en varias ocasiones, y que ahora tengamos la oportunidad de releerla en una edición conmemorativa a cargo de Nitro Press (sello que ha hecho trabajos similares con títulos de Gerardo de la Torre y Gonzalo Martré). Por donde nos asomemos a esta novela de José Agustín, representa una destacada primicia literaria en un medio donde lo nuevo pronto se hace viejo, y donde lo viejo, y bueno, no tiene las mismas consideraciones que solemos regalarle a lo primero. Cierto que para la fecha de su publicación (1972), el autor era todavía un joven. Pero también no, puesto que con veintiocho años había publicado ya La tumba y De perfil, importantes novelas a partir de las cuales se empezó a hablar de literatura de la onda. Dixit Margo Glantz. Se está haciendo tarde… puede considerarse como una novela contracultural (una detallada y atinada ubicación de la misma
Contracultura Se está haciendo tarde (final en laguna) acaso sea la novela de José Agustín que mejor expresa su influencia, aportación e importancia dentro de las letras mexicanas: ahí hace alarde de su enorme virtuosismo y agilidad verbal, de su finísimo oído y de su enorme libertad espiritual. Es, sin duda, la obra más representativa de su madurez, la más arriesgada, la más innovadora y experimental y donde mejor expresa su voluntad de estilo y su claro interés por las ideas subversivas. Iconoclastas y en franco favor de la contracultura.
se encuentra en los textos que acompañan la reedición a cargo del propio Lara Zavala, Mauricio Bares, Andrés y José Agustín Ramírez, Fernanda Melchor, Iván Farías y Yolanda de la Torre). Y cómo no si formas y contenidos atrapan al lector y lo llevan al universo que muestra, siempre desde la intimidad, alucinante o templada, de cada uno de los personajes. Unos jóvenes en pleno reventón acapulqueño. Rafael, de veintitantos años, se monta en un superexpreso de lujo para visitar a Virgilio, quien vive en el puerto (sitio revisitado en la obra agustiniana). Éste, diler, camello, conecte, el
Maestría Lo que realmente me motivó a buscar más libros suyos […] fue la forma tan íntima y entrañable con la que José Agustín se dirige siempre a sus lectores, tomando el lenguaje de todos los días y cotorreándolo, desvergándolo (o despapayándolo, como dirían en mi tierra) para crear un arma poderosísima: una voz literaria capaz de atravesar la superficie aparentemente imperturbable de lo cotidiano y alcanzar ese chiclocentro oscuro. Denso y repugnante, que todos ocultamos en nuestro interior. Una voz límpida y mercurial que alcanza una maestría indiscutible en Se está haciendo tarde (final en laguna), una de las novelas más arriesgadas de la literatura mexicana del siglo XX.
Hernán Lara Zavala Fernanda Melchor
bueno, lo introducirá en una aventura de excesos y proyecciones al lado de un par de gringas, Gladys y Francine, y del joven Paulhan. Un periplo que dura tan solo un día (drogas, alcohol, sexo, tarot, alucine) pero que parece nunca concluir debido al aliviane de cada uno de ellos. Gran humor ¿Qué quiere decir alivianarse?, pregunta alguien en la novela, sin encontrar acuerdo entre los demás. ¿Un seminario de semántica en pleno Caleta?, interviene el narrador. Ya que si algo tiene también esta novela, y con muchas dosis, es un gran humor, omnisciente e involuntario, que acompaña a personajes y situaciones toda la jornada. (Te ves más vieja de lo que eres, como si tuvieras ciento setenta y ocho años y no los ciento cuarenta que
tienes). Una única jornada, a la manera de aquella gran novela de la literatura universal que en mente tendrá el lector. De acuerdo a De la Torre, “la feroz censura setentera” impidió el rodaje de la versión fílmica de Se está haciendo tarde…, aun cuando, para esas fechas echeverristas, “proliferaron con velocidad conejuna las cintas de ficheras”. Cuando también, con la intervención de José Agustín, se escribe el guion de El apando, antes novela que José Revueltas imaginó en la misma prisión de Lecumberri, ahí recluido por su participación en el movimiento estudiantil de 1968. No deberíamos olvidar que el 13 de mayo de 1971, Revueltas saldría de Lecumberri, en tanto que el 7 de julio, cincuenta y tantos días después, José Agustín.
Árbol Con los años, la cosa no ha cambiado mucho ante los dueños de la literatura del país. En mi opinión, la obra de José Agustín plantó su propio árbol desde hace casi cinco décadas. Al igual que Revueltas, Arreola, Rulfo, Paz, Fuentes, y quien me digan, creó una literatura. Y quizá ha sido el escritor mexicano más leído, más imitado, más compartido, más fumado, más reeditado, en los últimos cuarenta años. El más influyente, pues. Se está haciendo tarde (final en laguna), quizá la cumbre más alta de un escritor que inició muy joven y que aún escribió obras magníficas, es la explosión de un sueño colectivo. Un “hasta aquí llegamos” generacional. Y no podía tener una mejor representación escrita que el máximo reventón, expresado del modo más libre posible y llevado a sus últimas consecuencias: encontrarse cara a cara con el vacío y la ausencia de sentido. Mauricio Bares José Agustín, Se está haciendo tarde (final en laguna), Nitro Press, México, 2017, 304 pp. *@mauflos
Libros
Alucinante, libre, influyente: agustiniana
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La belleza pasajera de Daniel Medina* Poesía
a voluntad. Siguiendo esto, me parece que quienes escribimos en Yucatán (no digamos todo el sureste) poco tenemos en común. Descreo totalmente de los escritores que se sienten capaces de decir “aquí escribimos sobre esto”, me parece ridículo y ése es un ejercicio muy dado por algunos autores yucatecos. Ahora, desde mi visión, el paso obligado es sobre todo la gran poesía en lengua española: Neruda, Vallejo Darío y Paz, por mencionar algunos, para luego ir atrás o adelante, tomar partido. Yo vivo la poesía como quien necesita de algo realmente. No hay mucho más. También puedo decir que la poesía, aquí, no se vive como se tiene que vivir: como un oficio común y por extensión un goce. Existen foros que van cambiando eso, revistas, pequeños grupos. Anteriormente los poetas y el gobierno eran uno solo. Poesía apenas tuvimos. Me parece que ahora hay una independencia del terruño y los grupúsculos. Seguramente pronto, muy pronto, podamos decir que en Yucatán se vive de tal o cual manera, cuando la mayoría haya abandonado las lamentables prácticas de escritores anteriores. /// Daniel Medina. Fotografía: Mariana Pacho de la Vega.
6 Por Armando Salgado
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n esta segunda entrega leeremos a Daniel Medina (Mérida, 1996), una de las voces jóvenes que ha despuntado en la península yucateca, y por supuesto, entre los escritores de su generación. No creo en el término “poesía joven”; las poéticas en su asimilación generan distintos trayectos personales de aprendizaje como lo expresa César Coll, y la edad no es una categoría que determina, al contrario, la suma de múltiples experiencias hace de la escritura poética un campo flexible y siempre en evolución. La generación de experiencias es multifactorial, y poetas como Arthur Rimbaud o Silvia Plath lo averiguaron a temprana edad, por lo que definir un camino único siempre será un error. Ante esto, Daniel Medina es a mi gusto un joven con experiencia, ávido lector y ante todo dispuesto al aprendizaje. Armando Salgado: Daniel, naciste en los 90, en el sureste mexicano. Nuestro país es un mosaico donde cada Estado tiene una cultura propia, que absorbe además otras culturas. Un joven como tú, con oficio y constancia en el trabajo académico y en la labor profesional que desempeñas como poeta, ¿qué podrías compartir de esa latitud a la que perteneces?, ¿qué leen los poetas de tu rumbo, qué escritores son el paso obligado cuando se aspira a la escritura?, ¿cómo vives y cómo se vive la poesía en Yucatán? Daniel Medina: Quiero empezar diciendo que amo inmensamente la ciudad en la que vivo. No siento la necesidad de irme
sino de permanecer hasta que un motivo poderoso me haga cambiar esto. Siendo así, creo que la zona sur de México tiene cierta magia, como que por ejemplo Chiapas es
prácticamente parte de Centroamérica, o que la península es casi otra pequeñísima nación. De alguna forma, como sociedad, nos sentimos apartados o independientes
AS: En tu trayecto personal de aprendizaje, ¿qué elementos consideras clave para escribir como ahora escribes, para pensar como ahora piensas? ¿Qué hay en tu obra escrita y publicada, qué elementos son tu columna escritural que debamos conocer antes de leerte? DM: Hay dos tipos de elementos clave: los externos y los internos. Los primeros tienen que ver con lo que leemos, con lo que hemos aprendido de los otros. Le debo todo lo que he aprendido a ciertos profesores de la preparatoria y la universidad; a los amigos que escriben y a los que no escriben; a mi familia y gente cercana. Aprender de la vida y de la poesía es de cierta forma la misma cosa. Luego están los elementos internos, que son la interpretación de esas enseñanzas: ahí le doy crédito a mi perseverancia, a que he trabajado hasta no poder, como quienes de verdad aman la escritura. Más allá de la juventud, creo en eso de dejar cuerpo y alma en el poema. Y en lo que he escrito y publicado hay, sobre todo, variables. Siempre me comentan que escribo distinto en cada serie de poemas, que no tengo una voz. Con riesgo a equivocarme digo que sí, que no la tengo y que sigo buscando una cosa que no me interesa encontrar. En cuanto a temas, hay en mis poemas asuntos de la naturaleza humana: el amor, la muerte, el lenguaje y, sobre todo, el desasosiego de la duda, la no certeza del mundo. “Lo de siempre”, dirían por allá. No sé qué hace a mi obra ser mi obra. Quizá lo sea porque surgió de mis dudas internas que, como dije antes, son una canalización de todo lo que vemos. AS: Como escritor joven, ¿qué dificultades has hallado en la escritura de poesía?, ¿qué
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AS: Con respecto a la cultura generacional, hay propuestas que detonan estéticas en la escritura, ¿te identificas con jóvenes de tu generación?, ¿qué otros poetas de los 90 debemos de leer? Además, si pudieras hacer tu línea del tiempo personal, ¿qué poetas mexicanos, independientemente de una generación, son claves para ti?, ¿a quiénes recomendarías? DM: No creo demasiado en las generaciones. Siendo así, no me siento parte de una, pero diría que sí, la afinidad estética e ideológica existe. Me identifico con algunas propuestas de escritura y sobre todo me interesan las búsquedas que no se dejan llevar por las tendencias. Podría decir, por ejemplo, que me interesa el trabajo de Irma Torregrosa y de César Bringas, por decir nombres; también el de Xel-Ha López Méndez y Ángeles Dimas. Omito, claro, muchos nombres, aunque se puede partir de estos cuatro que no son precisamente lo que “me gusta” sino lo que me interesa en materia de lectura (más allá de lo recreativo). Todos ellos muy buenos poetas, y todos ellos muy distintos. En cuanto a la gran tradición mexicana, hombre, diría que es importante leer a Paz, Gorostiza, Cuesta, Bonifaz Nuño, Chumacero, José Emilio Pacheco, Bohórquez, Owen, Velarde… Esos clásicos nuestros a los que se debe regresar siempre. También otros más recientes como Elsa Cross, Max Rojas y Francisco Hernández. Tenemos mucha, pero mucha poesía brillante y para todos los gustos. Recomiendo, también, leer poetas más cercanos a nosotros en cuanto a carne y hueso, poetas que están activos ahora mismo y en momentos de lucidez impresionante, en plena creación. Hay que aspirar a leerlo todo (esa empresa imposible pero necesaria). AS: Leí tu libro Una música extraña, publicado por The Ofi Press, en su colección mexicana donde aparecen poetas como Ingrid Valencia, Julia Santibáñez e Ingrid Bringas. En él hallo esa bella —y abismal— manera de sintetizar lo extraño en este mundo volátil. Háblanos sobre él. ¿Qué hay detrás de sus cortinas?, ¿qué ingredientes guarda entre sus páginas?, ¿cuánto tiempo invertiste, ¿cuántas lecturas hay en su cocción?, ¿qué representa para ti obtener este certamen literario a tan corta edad?
Malpica. Comencé a trazar esos textos finales con paráfrasis de estos poetas, con intertextos que dieron como resultado una serie de poemas en los que no sólo pretendo hablar del lenguaje (parte de la naturaleza humana en tanto comunicación) sino dialogar con estos y otros poetas. Al terminar el brevísimo libro decidí enviarlo al Premio de Poesía José Díaz Bolio. Pasaron los meses y sorpresa: obtuve el premio, por tercer año consecutivo participé, siendo esta la ocasión en que menos lo esperaba. Así son las cosas. Ya lo decía el enorme Nicanor Parra: “Los premios son como las dulcineas del Toboso, mientras más pensamos en ellos más lejanas, absortas, más enigmáticas”. Este premio me hizo el año: primero porque lo obtuvo un libro al que entregué cuerpo y alma; segundo porque tuve la fortuna de que mi libro fuera evaluado por un jurado de altos vuelos y, tercero y más importante, porque esto otorga siempre la posibilidad de continuar con el oficio, de ser leído. Siempre he pensado en los premios como pequeñas confirmaciones. Tres lectores (llamados jurados en este caso) dan el visto bueno de la obra de uno y eso siempre se agradece. Obtener un premio es, queramos o no, un ponerse en el contexto de las cosas.
DM: Este libro del que hablas es, precisamente, extraño para mí: por su proceso, por su construcción y por lo pequeño del volumen. Inicié con él gracias a la obsesión que tengo con el idioma esperanto como lenguaje total. Tardé unos ocho meses en escribir cuarenta textos para luego revisar y corregir otro par de meses hasta llegar a su mínima expresión: doce breves poemas. Creo en eso, en las condicionantes que pone
el libro, el poema, y que no podemos mediar. En ese proceso me dediqué a otros proyectos sin descuidar Una extraña música, y para cada trabajo busqué ciertas lecturas; hubo entonces una mezcla de temas y registros que sin embargo conectaban perfectamente con las ideas del esperanto y de mi libro. Entre esas tantas lecturas hay regresos y encuentros con diversos autores: Paz, López Velarde, Jeremías Marquínes, Heaney, Bonifaz o Luis Armenta
*Daniel Medina es autor de los libros de poemas Mímesis para gusanos, Casa de las flores y Una extraña música. Obtuvo el Premio INBA-CEDART de Poesía 100 Años de Letras Mexicanas 2014, el Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara 2014, Mención Honorífica en el Premio Internacional Caribe-Isla Mujeres de Poesía 2015 y el Premio Peninsular de Poesía José Díaz Bolio 2017. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, albanés e italiano.
La ciudad se hunde: la estadística, los cuerpos volátiles, se hunde la ciudad imaginaria que se escribe. Se devora el idioma con su poética intención de piedra. Un relámpago. El corte de los ríos. El tono azul del cielo reflejado en la corriente. A duras penas Esperanto te reconozco en la piel, en la hoguera de sombra en que mi carne es combustible. La breve escritura en las paredes confirma tu naturaleza, tu imposibilidad de vivir en el presente, en el decir de ahora. Y a duras penas Esperanto retrocedo sobre las huellas y la sangre. El horizonte –dotado con la extrañeza de la música– comienza a desaparecer y el otro lenguaje cobra fuerza. Dibujada como la hoz al árbol, tenemos la esperanza de que nos necesites tanto como nosotros a ti, como nosotros al mundo.
Poesía
le recomendarías a los lectores que aún no dan ese salto hacia el vacío y que desean escribir? DM: Siempre es complicado dar el primer paso, el primero de muchos, para luego lanzarse al vacío. Y me parece que hay infinidad de complicaciones, aunque todas superables. Puedo hablar de dos consejos que son, a su vez, las grandes complicaciones. Primero, me parece que se necesita ser sincero, y no hablo de verosimilitud sino de aquello de Nervo: Mas al decir amor, dolores, muerte, digámoslo en verdad, con amor, con dolores y con muerte. Hablo también de la necesidad de escribir, de comunicar ciertas cosas. En segundo lugar, dicen que escribir es un oficio imposible porque nunca alcanzamos nada. Ser poeta es saberse atrapado en la medida imperfecta del mundo. Y en ese sentido, nos toca trabajar mucho y tomar la lectura como una parte vital de la existencia, entregarse totalmente a la pregunta. Ser escritor es comprometerse con la eterna búsqueda del otro en el vehículo de las palabras.
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Promoción de la lectura
Cine
Spielberg: un retrato íntimo del realizador 6 Por Adolfo Nuñez J.
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todos nos ha logrado sorprender con alguna de sus cintas y en más de una ocasión ha hecho que nuestro amor por el cine se haga más grande. Todos en algún momento de nuestra vida hemos visto una película de Steven Spielberg. En los primeros minutos del documental Spielberg, producido por la cadena televisiva HBO vemos al realizador mismo hablando sobre la cinta Lawrence de Arabia (1962), sobre la primera vez que la vio en una sala de cine, del impacto que generó en su persona y en su ambición de hacer películas o en sus propias palabras “dedicarse a eso o morir en el intento”. Bajo la dirección de Susan Lacy, y en voz del propio Spielberg, dicho documental narra la historia del cineasta, de su vida personal y su carrera, tomando como principal referencia sus películas más emblemáticas y el impacto que generaron al momento de ser lanzadas, tanto para el público como para sí mismo. A través de declaraciones de actores y directores, así como de críticos de cine y periodistas se muestra el éxito, la relevancia y la vanguardia de la obra de Spielberg, y que refleja la manera en la que sus películas definieron las reglas y el modo de hacer cine en Hollywood. Al contar los primeros acercamientos del director con el cine comercial, se nos muestra en imágenes de archivo a un joven Steven Spielberg a finales de los 60’s conviviendo con George Lucas, Brian de Palma, Martin Scorsese y Francis Ford Coppola, en la que es llamada por los medios de aquel entonces
“la nueva generación de directores”, o como el mismo Spielberg menciona, algo similar al movimiento literario de los años 20 pero en el cine.
Al momento de explicar el proceso creativo y el génesis de la mayoría de sus cintas, Spielberg es muy específico en señalar que la mayoría de los temas que toca están íntimamente relacionados con su vida personal o con sucesos de su pasado. En ese sentido, es comprensible ver que muchas de sus cintas, más allá de mantenerse dentro de las reglas más básicas del cine de escapismo de fantasía y ciencia ficción también tocan temas como las familias disfuncionales y el duelo después del divorcio, elementos esenciales en dos de sus cintas más representativas, E.T. (1982) y Close Encounters of the Third Kind (1977, y que Spielberg menciona fueron el mejor medio para lidiar con la separación de sus padres. Por otra parte, en La Lista de Schindler (1993) y Munich (2005), dos de sus cintas más polémicas, el realizador señala que ambas películas fueron su intento de reconciliarse con sus raíces judías, con las que siempre tuvo problemas en su juventud. Como tal, es claro que Steven Spielberg es un director que entiende que una cinta sólo logra funcionar si respeta las reglas dentro de su propia lógica, sin importar cual haya sido el tema o género que haya desarrollado una película atrás, un lujo que se puede permitir al lograr posicionarse como el director más exitoso de todos los tiempos. Así pues, al hacer dichas conexiones personales el documental demuestra que Spielberg entiende el poder y la importancia del arte en nuestras vidas, para curarnos y para demostrarnos de lo que somos capaces, y que al igual que él, que vive y respira cine, es una idea que debemos compartir con el mundo.
Úrsula viendo formar lectores 6 Por Eduardo Campech
Miranda
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na de las características de Cien años de soledad, reflexionada a menudo por Úrsula, es que pareciera que todo es cíclico, que todo se repite como una espiral que se expande conforme pasa el tiempo. Algo similar pensé cuando leí a Alberto Maguel en las siguientes líneas: Como hemos visto, en el siglo XV la puntuación seguía siendo errática, y las mayúsculas se usaban de manera incoherente. Muchas palabras se abreviaban, a veces porque el estudiante se apresuraba a tomar notas, pero como manera habitual de escribir una palabra –tal vez para ahorrar papel-, de modo que el lector no sólo tenía que ser capaz de leer por fonética sino también reconocer lo que significaba la abreviatura. Por último, tampoco la ortografía era uniforme; la misma palabra podía aparecer escrita de diferentes maneras.
Miro en esa descripción la manera como muchas personas escriben en redes sociales. Pareciera que sólo cambió el formato y el instrumento. Pasamos del papel, la pluma y la tinta a la pantalla táctil, o teclado, y los dedos.
¿Estamos ante una regresión en la historia de la escritura?, ¿volvemos, lastimosamente, al pasado?, ¿alguna ocasión hemos avanzado como sociedad? Sí y no. Sí, como práctica social y no como práctica escolar. Sergio Pérez Cortés, en su libro La travesía de la escritura, narra algunas escenas escolares de la época clásica romana: En ningún momento, la escritura estaba
asociada a la composición personal, porque la norma antigua prescribía que la educación debía estar orientada por los principios de imitación y memorización de los modelos tradicionales. Dominaban la copia y el dictado, porque éstas son formas de repetición y memorización.
¿Recuerdas aquellos ejercicios de primaria en la materia de español?, ¿aquellas sesiones tormentosas de dictados sin sentido? Pues, siguiendo con Pérez Cortés, “Cuando los autores
romanos rememoraban sus años escolares, los que le venía a la mente eran esas sesiones fastidiosas y los castigos salvajes recibidos de sus profesores”. Al menos los “castigos salvajes” ya no son pan de cada día (una mala broma del destino cambió los roles). Cuando hablo de leer la realidad para formar lectores, intento hacer énfasis en la necesidad de conocer las necesidades y contextos de aquellas personas con quienes deseamos trabajar. Pero también de qué sucede con la sociedad en torno a la palabra. Leyendo el primer capítulo de “La travesía de la palabra” parece que estamos en Macondo y que Úrsula mira cómo no aprendemos que alfabetizar no es formar lectores. Porque episodios como los descritos también se presentan en la formación de lectores. Es sintomático que cuando un grupo escolar presenta determinados problemas al leer, está reproduciendo lo que el docente en turno les transmitió con la enseñanza de la comprensión lectora, del conocimiento y goce de la literatura, de su relación con los libros, de su manera, frecuencia y gusto por leer. Dime cómo lees y te diré cómo leen tus alumnos. Una máxima que puede aplicarse casi a ojos cerrados.
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21 DE NOVIEMBRE DE 2017
Desayuno en Tiffany´s, mon ku La Libertad del Diablo, de Everardo González
Cine
6 Por Carlos Belmonte Grey
L
as personas aparecen 72 minutos enmascaradas. Las máscaras muestran sus costuras en las uniones de las quijadas, en el contorno de ojos, labios y nariz, y enmarcan la circunferencia de la cabeza. Decimos 72 y no 74, que es el tiempo total del documental, porque al final sólo una de ellas osa quitársela y mostrar su rostro ante la cámara de Everardo González en su más reciente documental, La Libertad del Diablo. Estas costuras son claramente una metáfora de las cicatrices todavía evidentes en los cuerpos y espíritus de todos estos testimonios vivos ligados, ya sea por el lado de las víctimas o victimarios, al narcotráfico. Además, las máscaras alinean a las personas, les conceden por un momento ser amorfos y ser humanos detrás de un pedazo de tela; pero sólo un momento porque inmediatamente es imposible no separarlos. Además,
las máscaras dejan sólo visible las “ventanas del alma”, ojos y boca; las lágrimas terminan por deformar la tela y los parpadeos denotan el dolor, mientras que los labios y las lenguas recuerdan el rencor e indiferencia de unos y otros. González y Daniela Rea (coinvestigadora) se dieron a la tarea de recolectar testimonios de personas que son familiares de víctimas directas o fueron víctimas de secuestros y torturas, de buscadores de desaparecidos y actuales activistas, o bien que son
los propios perpetradores de la violencia. González y Rea se encerraron con ellos, les pusieron estas máscaras y los dejaron hablar y contar sus historias de vida. No hay más voces que ellas y ocasionalmente la pregunta detrás de cámara lanzada por el propio González para insistir en alguna narración. Los únicos momentos de aire son los insertos del exterior de las casas, en el campo o en la carretera, sin gente -la que hay tiene también máscaras-, en día grises, nublados y lluviosos que sólo hacen acentuar lo
deshumanizado del espacio. Los perpetradores de la violencia se convierten en la voz y en la sombra transversal de las historias y de la empatía del espectador con las víctimas. González (Los ladrones viejos, 2007) quiso tan solo documentar el estado de shock del mexicano actual, de ése que vive en el siglo XXI en México. La Libertad del Diablo tuvo su premier mundial en el Festival de Cine de Berlín (Berlinale) 2017 en donde obtuvo el premio Amnistía Internacional, en seguida se llevó el Premio Mezcal del Festival Internacional de Cine de Guadalajara 2017 y ha estado nominado y proyectado en otros tantos festivales, incluyendo el Festival Viva México de París. Desde que se exhibió en Berlín, el público y la prensa se hicieron eco de la cantidad de gente que abandonó la sala a causa de la crudeza de las historias (no se le puede acusar de violencia gratuita ni pornografía visual), pero en México no se puede -o debe- esconder la evidencia, se debe tomar conciencia de ella.
El Picaporte Rehúsa y reúsa 6 Por Simitrio Quezada
H
ace poco leí en un medio de comunicación local que “el gobernador reúsa dar declaraciones”. Así, sin “h”. Debemos, pues, recalcar que la diferencia entre los verbos rehusar y reusar es la diferencia entre no aceptar (o de plano rechazar) y reutilizar. Ésa es la explicación más lógica. Rehusar trae como resabio esa “h” que en latín era “f”. La palabra original era “refusar”, muy parecida en sonido y significado a “rechazar”. “Re” significa “hacia atrás”; “fusare”, “consumir, desgastar”, por lo que la palabra implica un “no” al desgaste. “Francisco rehusó la oferta” significa que Francisco no quiso echar mano de esa oferta: no la consumió, no la utilizó, la dejó pasar. “Los docentes rehusaron ir a la huelga” significa que ellos pudieron “sacar jugo” a ese derecho pero prefirieron por ahora dejarlo intacto. “Me rehúso a tener dos esposas” quiere decir que no quiero, aunque sí pueda hacerlo. Reusar, en cambio, toma al prefijo “Re” con su significado de “volver a” y al
sustantivo “usus”, uso. “Voy a reusar esta botella que tenía Clamato para ponerle limonada”. “Puedes reusar este aceite tres veces”. “Reusemos nuestras mochilas de secundaria”. La Real Academia de la Lengua Española sugiere que dejemos de emplear el verbo “reusar” y en su lugar pongamos “reutilizar”. Sin embargo muchos decimos que eso implicaría restar riqueza al idioma, y que, igual que sucede con los gerundios, en lugar de temer y encerrar toros en el corral aprendamos a torearlos. Tanto rehúsa como reúsa, y los demás verbos conjugados que se pronuncien con acento grave, deben llevar tilde para dividir el diptongo con la “e”, que es vocal fuerte. Por eso es yo rehúso y yo reúso, tú rehúsas y reúsas, ellos rehúsan y reúsan, y, en modo subjuntivo, que él rehúse y reúse, que ellos rehúsen y reúsen. Envíe comentarios y demás inquietudes a: siquezada@hotmail.com
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LA GUALDRA NO. 317
Libros
Dos libros de poesía en Zacatecas, en El Santero El juego cruel. Poemas de la guerra Edición Giampiero Bucci Obra gráfica de Alfonso López Monreal
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l juego cruel, poemas de la guerra, es una dimensión donde el enfrentamiento es inevitable. Pensemos en el dios Ares, una potencia que no se contiene en sí misma y arrasa y domina todo. Pero también pensemos en Afrodita: esa otra potencia que no se contiene en sí misma e igualmente arrasa y domina todo. Ahora imaginémoslos atrapados por la etérea y poderosa red del dios Hefestos. Estos poemas, de estos 12 poetas, cuyo nervio es pinchado por la pasión, nos cantan la vida a través de la guerra. Por una parte está Ares, y por la otra, Afrodita. La vida es la que discurre entre sus cuerpos, en el enfrentamiento de los mismos. El roce de sus potestades, produce una música que estricta y paradójicamente no compete de todo al mundo de lo celeste, sino que da fe absoluta de la música terrena, de aquella que provocan los cuerpos al encontrarse. El libro contiene poemas de Homero, Simónides, Arquíloco, William Butler Yeats, Guillaume Apollinaire, Ezra Pound, Georg Trakl, Rupert Brooke, Giuseppe Ungarretti, T.S. Eliot, Paul Éluard y Bruno Ventura, en su idioma original y traducidos al español. Una señal del cielo De José Javier Villarreal José Javier Villarreal (Tijuana, Baja California, México, 1959), es poeta, ensayista y traductor. Ha publicado: Estatua sumergida (1981), Mar del Norte (1988), La procesión (1991),
Portuaria (1997), Bíblica (1998), Fábula (2003), La santa (2007) y Campo Alaska (2012). Como ensayista: Los fantasmas de la pasión (1997), El oro de los siglos (2011), Por una nueva anunciación (2011), Las penas del guardador de rebaños. Tras la huella de Polifemo (2013) y la antología crítica sobre Rubén Darío, por su 150 aniversario, Darío / La crónica de un adelantado (2017). Ha traducido a Ezra Pound, Manuel Bandeira, Oswald de Andrade, Czeslaw Milosz, Murilo Mendez, Lèdo Ivo, Ferreira Gullar; tradujo y antologó La poesía del siglo XX en Brasil; así como la selección Nueve poetas portugueses para un nuevo siglo preparada por el poeta Nuno Júdice. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, el Premio Nacional de Poesía Alfonso Reyes, el World Cultural Council y el Barbón de Oro, en dos ocasiones. Respecto a la poética de Una señal del cielo, Mario Rodríguez Fernández ha escrito: “La poesía de lo cotidiano es una frase cliché para designar una línea de la poesía latinoamericana que presenta entre sus eslabones varios poemas de Darío, como ‘Epístola a la señora Lugones’, continúa con el chileno Carlos Pezoa Véliz en ‘Tarde en el hospital’, alcanza un punto culminante en Nicanor Parra, para desarrollarse en las más variadas formas, como las representadas por Roque Dalton y José Emilio Pacheco. Villarreal se sitúa en esta línea con propiedad”.
La presentación en Zacatecas de El juego cruel. Poemas de la guerra, y Una señal del cielo se llevará a cabo en El Santero [espacio cultural de la Fundación López Monreal], el sábado 25 de noviembre a las 8 de la noche; los comentarios estarán a cargo de del poeta zacatecano Javier Acosta.
Lucy Blues, proyecto de José Cruz en Zacatecas ¡Vive la Ciudad! VIERNES 24 de noviembre 2017 20:00 horas Plazuela Miguel Auza
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21 DE NOVIEMBRE DE 2017
Notas al margen
No se crea ni se destruye, sólo se transforma Notas al margen
Por José Agustín Solórzano
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n 1748, el científico Mijaíl Lomonósov envió al matemático Leonard Euler una carta en la que describía la ley de la conservación de la masa. Casi cuarenta años más tarde, Antoine Lavoisier hizo lo propio y enunció la ley de la conservación de la materia. A principios del siguiente siglo, retomando las ideas de Demócrito y Epicuro de Samos, John Dalton propondría su teoría atómica, una que se adecuaba perfectamente a la ley de conservación de la materia e incluso se basaba en ella. La aportación de Dalton fue tan importante para el pensamiento científico que no sólo serviría para pesar los átomos, sino que “heredaba” problemas químicos a los físicos. Fue luego de casi cien años que pudo demostrarse la existencia real del átomo, con el famoso artículo de Einstein sobre el movimiento Browniano. Él mismo, al enunciar la ecuación más famosa del siglo XX: E=mc2, demostraba que la masa y la energía eran una misma cosa. Actualmente sabemos que el átomo no es indivisible, como planteaban los griegos, y se conocen, gracias a la física cuántica, entre 150 y 200 partículas elementales más “pequeñas” que el átomo. Así hoy, la Ley de Conservación de la Materia también se llama Ley de Lomonósov-Lavoisier, pues se reconoce a ambos la elaboración de la misma. En el campo científico no sólo se comprende, sino que se considera natural que los grandes descubrimientos no surjan por “generación espontánea”, sino que sean parte de un recorrido que comenzó hace muchos años y que seguirá por muchísimos años más. El conocimiento científico se ve como un flujo constante. El átomo no es una aportación de Dalton, como tampoco lo es de Demócrito o de Lucrecio, quien rescató mucho del trabajo filosófico del griego; la gravedad no fue “creada” por Newton, ni la relatividad espacio-temporal por Einstein, ellos sólo fueron “descubridores”, supieron detener unos segundos el río del conocimiento para apreciarlo y sacar de él un poco de lucidez frente a la incertidumbre que era y sigue siendo el Universo para el ser humano. El discurso científico es una construcción colectiva, y entre más penetramos en el flujo del conocimiento más nos es necesario la participación de los otros para generar “grandes hallazgos”. El hombre de ciencia siempre muere inmerso en una frustración insalvable, sabiendo que todavía no lo ha dicho todo; pero también entiende que sus aportaciones serán la piedra angular de nuevos descubrimientos. Quizás, quien ha resumido mejor lo anterior fue el mismo Isaac Newton, quien en una carta a Hooke escribió: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado en hombros de gigantes”. Pero Lomonósov también fue un hombre de letras, fue el creador de la primera retórica adaptada al ruso y de la primera gramática rusa, que combinaba el eslavo antiguo religioso con la lengua vulgar. Fue poeta oficial, bajo el reinado de la emperatriz Isabel I de Rusia, y compuso odas, epístolas y tragedias. También investigó los idiomas eslavos. En 1760 publicó la primera historia de Rusia, y reglamentó la forma de escribir en los modelos oficiales y temas religiosos. Creó la Universidad de Moscú y, además, sus investigaciones sobre los efectos químicos de los minerales sobre el color lo llevaron a involucrarse en el arte pictórica del mosaico. Mijaíl Lomonósov, al igual que otros de sus coetáneos, englobaban la búsqueda del conocimiento y la creatividad en una misma esfera. Para este científico ruso, crear arte en mosaico era una consecuencia de sus investigaciones científicas, así como la gramática de una lengua o la belleza de la poesía eran tan necesarias como el estudio geográfico. Lomonósov no sólo nos ofreció una ley de la conservación
de la masa, que posteriormente se convertiría también en una de conservación de energía, sino que nos enseñó que el conocimiento es también movimiento, flujo y energía, y que al igual que la materia, tampoco éste se crea ni se destruye. El conocimiento, al igual que la creatividad, al ser movimiento, sólo sufre transformaciones. Alberto Manguel escribe: “Cualquier gran libro incluye en sus páginas todas las lecturas anteriores, de forma que, después de una primera incursión, la historia […] diluye su sorprendente final, asimila su conclusión a su principio y se reescribe a sí misma en la mente del lector, […] de forma que ya no podemos leer la novela [tal como la leímos antes], sino tal como la leyeron los victorianos, los lectores pre y post-freudianos, los modernistas y postmodernistas y así sucesivamente”. En este fragmento del ensayo “La pantalla de Hal”, Manguel se refiere a la novela Dr. Jekyll y y Mr. Hyde, de Stevenson, pero bien puede aplicarse a toda obra literaria. ¿No es El Quijote una obra llena de lecturas anteriores? En ella no sólo leemos a Cervantes, sino a todos los comentaristas, anónimos o no, que han pasado por sus páginas. Al abrir esta obra, fundadora de la literatura española, nos hallamos frente a un sinfín de lecturas y de interpretaciones previas a la nuestra, pues al contrario de Cervantes, El Quijote y Sancho Panza no han muerto y siguen transformándose a cada encuentro con cada lector diferente. El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha ya desde el momento de comenzar a escribirse era una construcción colectiva, la literatura es un intento por sincronizar y sincretizar la realidad; la novela de Cervantes es, en un principio, el retrato de un momento histórico real: la España del siglo XV, y también el diálogo del autor con sus coetáneos, una sátira de las novelas de caballería que los románticos convertirían en un elogio a la libertad, pero también fue una mirada nostálgica de los autores españoles de la generación del 98, entre otras muchas cosas; para hoy, más de 400 cientos años después, considerarse como una obra indispensable en la Literatura Universal. Borges, uno de los escritores que mejor entendió la literatura como movimiento, escribió un homenaje magistral al Quijote y a lo que significa realmente escribir. En “Pierre Menard, autor del Quijote”, el argentino nos presenta a un personaje que re-escribe, línea por línea, palabra por palabra, la obra de Cervantes, la vuelve a crear, en un tiempo y en un lu-
gar diferente; pero no es más la misma novela, es otra, porque ésta ha sido vuelta a hacer, no se ha reciclado (como sí pasa con mucha literatura actual), sino que se ha re-inventado, y la diferencia es que Menard no es sólo un copista, sino que es un lector y, para Borges, quien lee crea. En esta brillante e intelectual broma de Borges queda claro que la transformación ha sucedido. La materia literaria se vuelve otra, se transforma a través de la energía de la verdadera lectura. Al respecto Manguel dice: “La distinción irónica que hace Borges tiene una aplicación práctica. Toda lectura es interpretación, toda lectura revela las circunstancias del lector y depende de ellas”. Y es que la triada escritor-libro-lector, que conecta sus vértices a través de la lectura, no es unidireccional. El libro es el campo físico donde la transformación sucede a partir de la lectura, pero el escritor funge como el primer lector de la obra, mientras que el lector es a su vez el segundo escritor de la misma y así sucesivamente. Tal vez desde esta perspectiva nos quede más claro lo que Manguel escribía sobre que cualquier libro incluye en sus páginas todas las lecturas anteriores, y es que en ese campo de pruebas han sucedido y siguen sucediendo todos los encuentros entre lectores y escritores que invariablemente son uno y otro a la vez. El autor primero se difumina hasta casi desaparecer y queda sólo la lectura, el personaje que se reinventa, como una materia original convertida en energía que volverá, en algún momento a ser materia. “Todos (aun quienes no han leído el libro) saben quién es don Quijote. A su lado Cervantes es casi fantasmagórico, un personaje mucho menos importante en la obra, un intruso que de vez en cuando comenta u opina…”. Actualmente vivimos en un mundo donde el copyright se impone y la originalidad se oferta en los escaparates, no sólo en las librerías, sino en la mayoría de los proscenios públicos. Ser original parece ser una de las obsesiones de los nuevos artistas y de la gente común que busca sobresalir, no sólo escribir un gran libro “original”, sino cometer la mayor estupidez “original” para ser trending topic o llegar a las millones de visualizaciones en el YouTube, pero la verdadera originalidad no rechaza lo anterior, sino que lo incorpora. La única manera de ser original es asumiéndose parte de un diálogo constante, de una transformación permanente, y generando desde ahí un collage que integre una propuesta personal con una necesidad compartida, pues la literatura ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
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LA GUALDRA NO. 317 /// 21 DE NOVIEMBRE DE 2017
Arena Río de palabras
Para Jánea Estrada
/// Fotografía de Eduardo Román Quezada, El Torque, intervenida por Alfonso López Monreal con acuarela y óleo. 50 x 60 cm.
6 Por Alberto Huerta
H
asta donde sus ojos alcanzaban a ver eran dunas. Un mar de arena. Y la resolana inclemente. Y que si miraba con atención, éstas se movían. Las dunas cambiaban de lugar. Crecían. Disminuía su tamaño. El calor del sol era insoportable. Resultaba difícil caminar sobre esa superficie movediza.
Cariño
De cómo perder una amistad
6 Por Pilar Alba
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a semana pasada te dije que no podía, se me hace que ésta tampoco; querer es poder, ya sé que siempre me lo dices… pero pues a veces no se puede; en esta ocasión así va a hacer… No, no es que sea malo ni quiero herir tus sentimientos. Tú sabes, mejor que nadie, que sí quiero verte, estar cerquita, pegadito, así contigo, darte de besos en la orejita, oler tu cuerpo, tu cabellito... Ya ves cómo me pones loco, para qué quieres otra prueba... Sí, sí pienso en ti a cada rato, cuando ando en la calle, en el trabajo o aquí en mi casa, nomás ando pensando: ¿cuándo será fin de semana para poder ir a verte? Pero pues ya ves. Éste no se pudo y el próximo, ya te dije que a lo mejor tampoco… no, no te pongas triste, vas a ver que voy a echarle ganas, haré lo posible… ya sé que tú también quieres verme, que tú también piensas en mí; pero es que he tenido varios imprevistos, tú ya sabes, varios gastos… no te enojes, te prometo juntar algo, ya ves que siempre me lo dices: sin dinero nomás nada… y yo quiero tu cariño.
Estaba encandilado. Los rayos del sol se reflejaban en los granos de arena. No había nada donde guarecerse de las inclemencias de los rayos solares. Una roca. Una cueva. Árboles. Sólo arena. El viento caliente movía la arena de las dunas. Agobiado por el calor se desplomó, cayó de bruces. Dio una brazada, pero los brazos se enredaron en la sábana, con la colcha… Se golpeó la cabeza con la esquina del buró… despertó.
6 Por Vicente Soriano Tlachi
E
l cirujano se asomó al pasillo para olisquear un poco de aire fresco. Una extracción de bala en el vientre de un muchacho lo había ocupado más allá del tiempo requerido. Observó que venía caminando y con ropas de civil, un colega. –Échame la mano por esta vez. –No friegues –respondió el médico colega–. Quedé con la familia de llevarlos al cine. –Ahora tú, mañana yo. Además, no creo que un ligero retraso tuyo los incomode. Minutos después la jefa de las enfermeras le entregó al médico colega un uniforme quirúrgico. Tras ponérselo, entró al quirófano y procedió a suturar el vientre del delincuente. Entre
broma y broma de los dos, el médico colega se pinchó el dedo. –¡Cabrón! –terció–, ¡ten más cuidado! –Tranquilo, no pasa nada. –Tú qué sabes de este paciente. Para no tener dudas, el cirujano revisó una vez más el historial clínico. Leyó algo que tal vez no miró con delicadeza la primera vez: VIH. Al poco rato el médico colega salió apresuradamente del quirófano. Buscó un asiento en el pasillo. Unos segundos sería alcanzado por su amigo, el cirujano. Quería reconfortarlo, decirle algo a su favor. No encontró las palabras precisas. Lo cierto es que así fue como se perdió una amistad.