SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 301 /// 10 DE JULIO DE 2017 /// AÑO 7
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Sergio Garval. Al fondo, su pieza La bella y la bestia, colección de Irma Valerio.
El artista plástico Sergio Garval (Guadalajara, Jal., 1968) inauguró el viernes 7 de julio su exposición Los caprichos de Caín, en el Extemplo de San Agustín en la ciudad de Zacatecas; esta muestra está integrada por 30 pinturas, 3 dibujos y 5 esculturas y permanecerá en exhibición hasta octubre de este año. Garval está convencido de que en México es tiempo de fijar posturas claras; su obra, de técnica impecable, confronta al espectador consigo mismo, es provocadora e inteligente, fiel reflejo de este artista y de su tiempo. [Una entrevista con Sergio Garval en páginas centrales]
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La Gualdra No. 301
Editorial
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lías Manzo Hernández nació en la ciudad de Zacatecas el 22 de abril de 2004. Su caso en el medio musical es singular; aunque desde muy temprana edad tuvo contacto con la música de concierto debido a que su padre –el pianista y profesor universitario Antonio Manzo- es docente de la Unidad Académica de Artes de la UAZ, no fue sino hasta apenas hace 4 años que se interesó de manera formal en el estudio del piano. No siempre quiso ser pianista; hace algunos años, Eli (como le dicen de cariño) quería ser luchador, más tarde cambió ese deseo por el de ser un guitarrista famoso de rock, y después su interés se volcó a la medicina pediátrica: hace tres años, la primera vez que lo entrevistamos, decía que cuando fuera grande quería ayudar a niños enfermos de gravedad; Elías estuvo muy enfermo cuando nació y tal vez el vago recuerdo de los hospitales le motivó en su momento a querer ser médico. Ese deseo duró hasta que decidió estudiar piano bajo la tutoría de su padre, de 2013. A partir de ahí empezó a destacar por su talento y por su velocidad de aprendizaje: ante lo notorio su avance, se le animó a participar el Primer Concurso Nacional de Piano Infantil Cedros U.P.-Yamaha, que convoca a jóvenes pianistas de todo el país entre 8 y 17 años de edad en el que resultó ganador. Después de esto, Elías fue invitado a presentarse en el Teatro Metropolitano de la Ciudad de Tampico, Tamaulipas; y a la edad de 9 años debutó como solista en el Festival Cultural Zacatecas con la Orquesta Filarmónica de Zacatecas, dirigido por Alfonso Vázquez. Tres años después, fue becado para participar en el International Keyboard Institute & Festival en la Ciudad de Nueva York, donde tomó clases con prestigiados maestros reconocidos internacionalmente. Hace cuatro años soñaba con presentarse en Bellas Artes, sueño que conquistó en octubre de 2016, cuando se presentó como solista de la Orquesta Sinfónica Nacional. Posteriormente asistió como intérprete en el Festival Internacional Cervantino 2016 en el Teatro Juárez de la Ciudad de Guanajuato.
Contenido La pasión por el piano hizo que Elías, que estudiaba el cuarto año hace tres años en la Escuela Narciso Mendoza, terminara la primaria y en un año la secundaria completa en sistema abierto; hoy está dispuesto a terminar la preparatoria de la misma forma para poder dedicarse de lleno a sus estudios musicales. En el presente año ha tocado con la Filarmónica de la UNAM en la Sala Nezahualcóyotl y con la Orquesta Sinfónica de Xalapa, convirtiéndose en el solista más joven de México en presentarse junto a las Instituciones Sinfónicas más importantes de nuestro país. Hoy es estudiante de tiempo completo en Música con especialidad en Piano en la Unidad Académica de Artes de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Entre sus premios más importantes destacan, además del mencionado, los siguientes: en 2016, fue ganador del Primer Lugar en la IX Bienal Internacional de Piano en Mexicali, Baja California; y hace apenas unos días obtuvo la Mención Honorífica y Tercer lugar en el Concurso Internacional de Piano Carmel Klavier en Indiana Estados Unidos este 2017. Elías Manzo Hernández está seleccionado para Obtener el Premio Nacional de la Juventud 2017, en la categoría de expresiones artísticas y artes populares; estamos en espera de los resultados que próximamente se publicarán, pero ya de entrada es un ganador para nosotros. ¿Cuántos niños como Eli habrá en Zacatecas? Me atrevo a afirmar tanto en la capital como en los municipios seguramente existen niños con mucho talento que para desventura de ellos y nuestra, no han encontrado la forma de canalizar ese talento. Ojalá que las autoridades educativas enfocaran un poco de los muchos recursos que tienen para ubicar a estos niños y fomentar en ellos la educación artística. Como ya había dicho en ocasiones anteriores, estoy convencida de que el arte puede cambiarlo todo. Que disfrute su lectura.
Directorio
El golpe súbito de los cuentistas norteños Por Carlos Martín Briceño
Exposición Pasión por lo cotidiano, de Pedro Valtierra En el Museo Zacatecano
Un novelista (viajero) llamado Guillermo Fadanelli Por Mauricio Flores
Sergio Garval En México es tiempo de asumir posturas Por Jánea Estrada Lazarín
Los libros que no son libros Por Eduardo Campech Miranda Okja, de Bong Joon-ho Por Adolfo Nuñez J.
Desayuno en Tiffany´s, mon ku Rara Por Evelyne Coutel El Picaporte Conspicuo y perspicuo Por Simitrio Quezada
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Notas al margen De vuelta al laberinto de la Poesía Mexicana [Primera parte] Por José Agustín Solórzano
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El Pinacate Por Alberto Huerta Solita Por Pilar Alba Despedidas Por Gerardo del Río
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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El golpe súbito de los cuentistas norteños 6 Por Carlos Martín
Briceño
los que viven en las tierras mexicanas ubicadas más allá del Trópico de Cáncer, allí donde impera el silencio opresor del paisaje desértico y la avasallante anchura de su entorno. Concuerdo con Eduardo Antonio Parra cuando escribe en el prólogo que en la narrativa del norte “predominan el movimiento y la tensión dramática que se desenvuelve en espacios abiertos, por encima de la reflexión o las escenas desarrolladas en ámbitos cerrados”. Muy cierto. Quien se acerque a estas historias lo constatará: nada de complejos pensamientos internos o monólogos interiores tan frecuentes en los textos de los narradores sureños, donde el acompasado movimiento del océano, la quietud de sus ojos de agua y el sopor del trópico parecen haber dotado a sus escritores de un ritmo diferente, de una cadencia campechana que embriaga con lentitud. Dice el crítico literario Sergio González Rodríguez, que los cuentistas del norte, a diferencia de los sureños que van soltando la tensión poco a poco, “eligen el golpe súbito desde la primera línea”. El mismo efecto siente uno cuando abre Norte, Una antología y se topa con que el primer cuento es La fiesta de las balas, el violento relato revolucionario de Martín Luis Guzmán, tomado directamente de su novela El águila y la serpiente. Parra ha dispuesto a los auto-
res de este libro por orden cronológico, comenzando con un clásico como Martín Luis Guzmán (1887-1976) hasta terminar con el joven y prolífico narrador regiomontano Luis Panini (1978), algo que el lector agradece, pues es ésta una manera didáctica de conocer cómo se ha ido conformando la literatura de una región con el paso del tiempo. Y aunque el mismo antólogo comente que “como en toda reunión de relatos, florilegio o antología, en ésta no están todos los que son”, echo de menos la presencia de Amparo Dávila, Daniel Herrera, Joel Flores y, sobre todo, del genial narrador duranguense Jaime Muñoz Vargas. Si algo bueno tienen las antologías es que permiten dar a conocer a escritores que por diversas razones, no obstante la calidad de sus obras, han permanecido navegando en la nave del olvido. Tales serían los casos de César López Cuadras, incluido aquí con su espléndido relato costumbrista El león que fue a misa de siete (basado, seguramente, en un hecho real), y el de Irma Sabina Sepúlveda, quien aparece con El oso, un nostálgico e irónico cuento que lo mismo arranca sonrisas que conmiseraciones. ¿Qué es lo que más me gusta de esta antología? Me gusta su rapidez, su variedad, su abierta clasificación B, su facilidad para seducir al lector incipiente y atrapar al lector joven. Mi hijo Emilio,
Eduardo Antonio Parra (compilador.), Norte. Una antología, ERA / Fondo Editorial de Nuevo León/ Universidad Autónoma de Sinaloa, México, 2015, 329 p.
Libros
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n el verano del 2007 viajé junto con mi esposa a El Fuerte, Sinaloa, una pequeña ciudad colonial ubicada a unos 80 kilómetros de Los Mochis, y en la que había nacido mi querida suegra. Llegamos cerca de las doce de la noche, cuando todo mundo dormía. Llamó mi atención el silencio del sitio y el rumor suave y persistente del río que parecía resguardar la paz de los forteños. Incluso los perros, que en cualquier poblado del centro o del sureste nos hubieran recibido con algarabía, permanecían callados. Era, cómo olvidarlo, el peor año de la guerra del estado contra las drogas, la gente se refugiaba temprano en sus casas y por todos lados se escuchaban historias de muerte que helaban la sangre. Cuento lo anterior porque, luego de leer las historias que conforman Norte. Una antología, el libro compilado por Eduardo Antonio Parra, me resultó imposible no evocar aquel viaje donde conocí de cerca tierras mexicanas tan distintas de las mías. Si en verdad, me dije, en México caben muchos Méxicos, y ni siquiera la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos estados de la república ha logrado liquidar del todo las diferencias y la diversidad, ¿por qué no hablar de literaturas regionales? Con esta premisa, y con la idea de demostrar que la riqueza de los escritores norteños va más allá de la moda generada por la literatura del narco, Eduardo Antonio Parra ha seleccionado cuarenta y nueve autores oriundos de nueve estados del país para conformar Norte, una antología. Cinco estados fronterizos (Baja California, Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, Sonora y Tamaulipas), dos estados muy norteños (Durango y Sinaloa) y otros dos (Guerrero y Jalisco) que, para mi gusto, salvo por la calidad de sus autores, no tendrían razón de haber estado incluidos. Pero para justificar su inclusión, el autor de Los límites de la noche, que no se conforma con los límites geográficos, ha diseñado en su imaginario un norte donde caben muchos nortes: los nortes sociológicos y lingüísticos de un antólogo nacido, curiosamente, en Guanajuato, pero cuyas historias transcurren en la frontera, en el desierto o en la montaña, los espacios que considera naturales para sus personajes. Todos los cuentistas incluidos, es justo señalar, son escritores avecindados, nacidos, encariñados o identificados abiertamente con el norte, cada uno con edades, intereses y tiempos muy distintos, pero todos convergen en su voluntad por contar relatos que reflejen la idiosincrasia y el habla de
que recién cumplió los trece, la leyó de cabo a rabo y la disfrutó enormemente. Y cómo no, si allí están Luis Humberto Crosthwaite, Antonio Ramos Revilla, Federico Campbell, Julián Herbert, Magolo Cárdenas, Miguel Méndez, Gabriela Riveros, Liliana V Blum, Jesús Gardea e Ignacio Solares con relatos chispeantes, redondos, que tienen que ver con los temores de la niñez y la adolescencia. Alfonso Reyes, Julio Torri, Rafael F. Muñoz, Nellie Campobello, Ramón Rubín y Abel Quezada con historias del pasado que no pierden vigencia por su frescura. Y luego José Revueltas, Rafael Ramírez Heredia, Edmundo Valadés, Pedro de Isla, David Toscana, Cristina Rascón Castro, Vicente Alfonso, Luis Jorge Boone, Élmer Mendoza y Juan José Rodríguez con textos de aparente solemnidad, pero plagados de ese humor y desenfado norteños que los vuelven dolorosamente divertidos. Es ésta, pues, una antología que reúne a grandes autores de la literatura mexicana y a autores contemporáneos que ya se han ganado un lugar en la República de las letras, un muestrario inteligente de lo más relevante del cuento norteño publicado a lo largo del último siglo. Un libro que vale la pena leer porque los narradores seleccionados demuestran que el cuento en México, independientemente de la región desde la cual se narra, ha alcanzado registros sublimes. Evoco, para cerrar mi comentario sobre esta antología, de nuevo mi visita al El Fuerte, Sinaloa. Nos alojamos, cómo olvidarlo, en casa de la abuela de mi mujer, una antigua y fría casona del centro, de altísimos techos sostenidos por gruesas vigas de madera desde donde nos observaba una cucaracha solitaria a la que traté, infructuosamente, de matar lanzándole zapatos. Al día siguiente, luego de una noche de sueño inquieto, nos despertó el seductor aroma de los huevos con machaca, los frijoles bayos y las tortillas de harina recién calentadas que la abuela, con todo y sus ochenta y seis años, preparaba diligentemente en la cocina. Fue entonces cuando comprendí, que más allá de la amenaza del narco y de las advertencias de las autoridades, la gente de esta región había aprendido a gozar y a no bajar la guardia, porque en situaciones de riesgo, “soportando pacientemente las pruebas que el destino envía”, tal como decía Chejov, es cuando el ser humano aprende a sacar lo mejor de sí mismo. Entendí que esto era la vida, que esto era, en verdad, lo más admirable de los habitantes del Norte.
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Artes visuales
Exposición Pasión por lo cotidiano, de Pedro Valtierra en el Museo Zacatecano 6 Redacción
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l Gobierno del Estado de Zacatecas a través del Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde” y del Museo Zacatecano, invitan a la inauguración de la exposición fotográfica Pasión por lo cotidiano, del maestro Pedro Valtierra, la cual se llevará a cabo el jueves 13 de julio a las 19:00 hrs. en el Museo Zacatecano. Se trata de una muestra de cerca de 60 fotografías en las que Pedro Valtierra comparte imágenes recogidas de la vida cotidiana a lo largo de muchos años y en muy diversos lugares de México, Cuba, República Árabe Saharahui Democrática, El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Lo que para la mayoría de la gente pasa inadvertido en el diario acontecer, Pedro Valtierra lo contempla con su mirada de artista de la fotografía. La exposición se compone de 10 tópicos: mirada, caminantes, movimiento, mujeres, personajes solitarios, infancia, escuela, números, paisaje urbano, paredes que hablan. Complementan la exposición fotográfica otras piezas como carteles, algunas de sus primeras cámaras fotográficas, periódicos, revistas, folletos y a petición del Museo Zacatecano se exhibirán por primera vez algunos de los premios recibidos por su destacada trayectoria como el Premio internacional “Rey de España” en 1998 y el más reciente Premio al Mérito en Ciencias y Artes 2016 en la categoría de Artes Visuales. Pedro Valtierra ha resumido de
esta manera su quehacer artístico: “la fotografía es una forma de relacionarme con la gente, de poder manifestarme como periodista y como hombre ante los problemas de la vida, ante la alegría de los seres humanos, la felicidad de los niños, la angustia de muchas personas que sufren. La fotografía me ayuda a hablar
sobre esto. Es la vida en un tiempo”. Pasión por lo cotidiano es una pequeña muestra de las más de 350 mil fotografías que guarda su archivo personal, conformado a lo largo de 42 años de su oficio como reportero. En el evento inaugural participará la escritora y periodista Ana Luisa Anza; se
/// Ahuacatlán Puebla, 1980 Foto: ©Pedro Valtierra/Cuartoscuro.com
/// Refugiados internos en la selva del Petén Guatemala, 1982 Foto: ©Pedro Valtierra/ Cuartoscuro.com
/// Ciclista /// Chapultepec Ciudad de México, 1998 Foto: ©Pedro Valtierra/Cuartoscuro.com
presentará el catálogo de la exposición y habrá una breve intervención musical a cargo de Adrián Villagómez. Recuerde, la cita es el jueves 13 de julio a las 19:00 hrs. en el Museo Zacatecano, Antigua Casa de Moneda, Calle Dr. Hierro No. 307, esquina con Callejón de la Moneda, Centro Histórico de esta ciudad.
Plaza de la Revolución La Habana, Cuba, 1998 (durante la visita de Juan Pablo II) Foto: ©Pedro Valtierra/Cuartoscuro.com
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Un novelista (viajero) llamado Guillermo Fadanelli Libros
6 Por Mauricio Flores*
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os nuevos títulos del escritor mexicano Guillermo Fadanelli (1960) están ya en librerías: El billar de los suizos. Memorias atendidas y Al final del periférico, crónicas de viaje y novela, que sumados al extendido listado de obra inacabada, empezada hace unos veinticinco años, lo apuntalan como una de las presencias más destacadas de las letras mexicanas contemporáneas. Pasan los años y Fadanelli sigue dándonos gratas sorpresas. Tanto a los lectores que apenas lo descubren como a los fieles que le siguen la pista. La narrativa del autor, que no titubea en practicar los distintos géneros, permanece fresca, propositiva y de no sencilla clasificación. La suya es una prosa cargada de creíbles vivencias, tan a la mano de todos, pero también de reflexiones que se hospedan en lugares un poco más oscuros. De entre las muchas cuestiones que habrá de acentuar en su narrativa, está esa manera en la que logra hilar los cabos relegados por la normalidad, la vida diaria, el lugar común, lo políticamente correcto y la hipocresía. En El billar de los suizos… Fadanelli pasa de turista a viajero; en Al final… de nostálgico a memorioso. Sin más: juzgue el lector. (Y pues córrale a la librería por las llaves del universo fadanelliano. Un sitio festivamente habitable donde, entre a muchos más, nos encontraremos a nosotros mismos). El billar de los suizos… Se trata de 26 crónicas de viaje y una presentación que, ya en forma de libro, satisfacen la necesidad del autor de “reunir mis crónicas de viaje con el propósito de inventar que en verdad tuve un pasado y que los continuos viajes que realicé durante un cuarto de siglo, no fueron más que estaciones de un tren que ya no posee un destino”. “Si el paseo es agradable”, abunda Fadanelli, “entonces el destino resulta secundario”. La mejor de las fórmulas para trascender de turista a viajero, acota quien escribe aquí. “Uno se conoce a sí mismo cuando viaja a un lugar o a una ciudad extraña, pero mentiría, porque no creo que exista ese tan celebrado uno mismo y, en cambio, sí una reunión de personas que se encuentran en el tiempo dentro de un cuerpo que tarde o temprano reanudará la marcha y no volverá”. ¿Cuántas personas somos en realidad? ¿Cuántas? Recuérdense a Jekyll y Hyde. Que a dónde viajó Fadanelli... A Leukerbard (un pequeño pueblo de
Suiza), La Habana, Berlín, Montevideo, Buenos Aires, Madrid, Florencia, Zaragoza, Lyon, París, Nantes, Esmirna, Lisboa, Oaxaca y más. Ciudades de muchas particularidades. Ciudad es, dice Fadanelli, un “conjunto de casas y plazas pobladas de humanos y uno que otro animal”. Aunque también nos confiese su debilidad por visitar zoológicos y cementerios, cuando los hay, y de muchas citas (convincentes) emplazadas tanto en los viajes como en el libro, de las que se da un ejemplo aquí. Lo que más me gusta de una mujer desnuda son sus ojos: Kingsley Amis (“mujeres que se vuelven misteriosas en cuanto se desnudan. Y así hay ciudades”, acota el autor). Nuestro destino es el fracaso: Stevenson. Abomino de la vida nueva y del lugar desconocido. Ya vi todo lo que nunca había visto. Ya vi todo lo que todavía no vi: Fernando Pessoa. Las ciudades llevan siempre la batuta de la imaginación humana: Walter Benjamin. Miró hacia los Alpes por la ventanilla y comentó: si estas montañas fueran obra de los suizos serían más planas: personaje de Paul Theroux. Hoy se viaja demasiado. La gente parte en bandadas hacia tierras extrañas, sin temor, como si fueran legítimos propietarios: Robert Walser. Quien haya respirado el polvo de los caminos de México ya no encontrará paz en ningún otro pueblo: Pino Cacucci. Las metáforas comunes son las mejores,
porque son las únicas verdaderas: Borges. Para que el suceso más trivial se convierta en aventura sólo es suficiente contarlo. El hombre es un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y de las ajenas… y trata de vivir su vida como si la contara: Sartre. Es cierto porque es absurdo: Tertuliano. Al final del periférico… Tuvo el ¿tino? Fadanelli de publicar esta novela por aquellos días en la que nos encontramos en el diario con la siguiente noticia: Terror en Monterrey: alumno balea a maestra y compañeros, antes de suicidarse. Si bien la historia que se contiene en ella nos hable de las andanzas de un grupo de adolescentes, recién habitantes de un barrio capitalino, otrora a las afueras de la gran Ciudad de México: Cuemanco. Tejida a base de los recuerdos del narrador, recuerdos “que no tienen ni cola ni cabeza; son alucinaciones que provocan sentimientos y euforias repentinas”, la novela va logrando una larga lista de instantáneas citadinas en torno a unos niños marcados por la violencia, pero también por el castigo. Los niños, quienes “a lo largo de su infancia son más castigados que ningún otro ser sobre la tierra”. Ahí, en una zona aún no aplastada por el vértigo de la monstruosidad urbana, ocurrirán los sucesos que irá descubriendo el lector, producto de la memoria y la elaboración literaria de un Fadanelli, quizás dos, que ahora des-
cubre lo intentado desde entonces: “Reunir en una obra todo el sentido y la emoción de haber vivido durante un instante, y retener, por medio de la literatura, aquel momento en la memoria”. Novela que habla de niños, y vuelve a ellos, y que con la destreza narrativa de su autor nos coloca al lado de esos personajes irresponsables. No es la adolescencia, se pregunta Fadanelli, “pura y absoluta responsabilidad de los padres”. “Una pistola en manos de un adolescente no parece tener otro destino que la muerte trágica e insulsa de algún otro ser desafortunado: las armas no las carga el diablo, como suele decirse, sino los niños. Los niños se empujan entre sí, en cualquier edad, quieren hacerse espacio, jugar a ser los más fuertes, arrebatarle la comida a los vecinos y levantar la barbilla en franco alarde de victoria. “Sean boxeadores o matemáticos, los niños gustan de las demostraciones: se matan entre sí con tal de demostrar una teoría, un cuento, lo que sea”. De este calibre el principio de novela fadanelliana. Y qué final… *** Guillermo Fadanelli, El billar de los suizos. Memorias atendidas, Cal y Arena, México, 2017, 134 pp. ——Al final del periférico, Random House, México, 2017, 188 pp. * mauflos@gmail.com
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Sergio Garval Artes plásticas
En México es tiempo de asumir posturas 6 Por Jánea Estrada Lazarín
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ació en Guadalajara en 1968. Es egresado de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara. En 1994 obtuvo una beca del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco. En 1999 cursó una residencia de estudio en la School of Visual Arts de Nueva York. En 2003 obtuvo una beca de Jóvenes Creadores del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y miembro del Sistema Nacional de Creadores del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de 2007 al 2010. Su primera exposición individual fue Pasajeros en la Galería Jorge Martínez de la Universidad de Guadalajara en 1994, y desde allí ha participado en más de 40 exposiciones individuales y más de 150 colectivas en galerías y museos de México, Latinoamérica, Estados Unidos, Europa y Asia, entre los que destacan: el Museo Raúl Anguiano en Guadalajara, Museo de Arte Contemporáneo de Morelia, la Casa Museo Diego Rivera de Guanajuato, en la galería de la Secretaría de Hacienda; en Zacatecas en los museos Francisco Goitia y Pedro Coronel y más recientemente en el Extemplo de San Agustín, recinto en donde actualmente exhibe Los caprichos de Caín, exposición que permanecerá hasta octubre en ese lugar. A propósito de esta última exposición, platicamos con Sergio Garval en Zacatecas. Jánea Estrada: “Soy un hombre, nada extraño me es ajeno”, pensé en este proverbio la primera vez que vi tu obra y sigo pensando en que tienes una gran inclinación hacia lo humanista… Sergio Garval: Sí, desde la juventud tengo ese interés, mis lecturas y contactos son orientados a lo humano. Siempre he tratado de entender qué es lo que somos y la relación entre nosotros mismos. Quiénes somos partiendo de nuestra realidad y sus contextos históricos; pero también me interesa analizar al individuo dentro de su colectividad. El ser humano está en una búsqueda permanente; seguimos teniendo más preguntas que respuestas en este proceso de sabernos: tenemos dudas existenciales, por qué estoy aquí, cuál es mi misión… y en esta travesía por encontrar respuestas hay muchas confrontaciones que generan claro oscuros que como artista me interesa abordar, desarrollar, estudiar, profundizar en ellos, porque finalmente son mis búsquedas, mis fragilidades. JEL: ¿En esas búsquedas, en esas confrontaciones, hay temor también? SG: Después de esta exploración, el temor ha sido a través del tiempo, y cada vez soy más conciente, sobre mi exposición como individuo en mis obras, porque de alguna manera también me expongo yo… Soy parte de lo que pinto, de lo que hago, soy parte de esas fragilidades, dudas, miedos, incertidumbres, de búsquedas estéticas… de arte. El arte es eso, búsqueda, me reconforta, es una catarsis que en sus procesos y en la conclusión de cada una de sus obras me aporta, me da certidumbres. En mi obra hay reflejos, si no necesariamente autobiográficos, de mi manera de leer el mundo… JEL: A propósito de confrontaciones, veo en tu obra que abordas y analizas el sentido tragi-cómico de la vida; es como si nos presentaras una especie de imágenes de una obra teatral que tú estás construyendo a partir del caos… SG: Hay lecturas diferentes, pero tú lo percibiste muy bien, hay quien sólo ve tragedia, yo por el contrario lo veo hasta con ironía, por eso no me pesa tanto, la carga no es tan
/// Sergio Garval en casa de Irma Valerio. Fotografía de Jánea Estrada L.
densa… porque hay mucho sentido del humor negro, en realidad son absurdos. Por ejemplo, a pesar de que en mi obra hay cuestionamientos sobre el poder, sobre los medios de comunicación, el consumismo, la religión… también tenemos los absurdos de la descontextualización de personajes, los llevo a escenarios que no son los suyos y eso nos hace entender lo que somos, nuestra fragilidad. JEL: Y veo que tiendes a poner a tus personajes en un nivel superior dentro de la composición: de la misma forma que hay un sobreviviente de un tsunami sobre un carro, hay un obispo sobre un carrito de mercado… SG: Sí, y lo veo en dos líneas. La primera en términos de composición, porque así funcionan las piezas; por otra parte, muchas de mis series son como islotes y los seres humanos quedan siempre en la parte más alta, porque en una inundación, por ejemplo, tú tratas de subir para salvarte… JE: ¿La intención es colocar a lo humano “sobre” todo? SG: Sí, creo que lo hago inconscientemente… Mira, donde está más explícito es en el cuadro del tsunami, ante una eventualidad como ésa, el ser humano trata de subir el lugar en el que se encuentre más seguro: “desde arriba estoy seguro pero puedo ver lo que viene, tengo margen de poderlo controlar”. JE: Ahí veo parte del drama, el ser humano puede o no generar el caos, pero lo pones en un lugar en donde él tome la decisión,
genere la estrategia, para salvarse… SG: Sí, somos los responsables de salvarnos o dejarnos llevar por las eventualidades, pero en cierta forma también hay que ver hasta qué punto estamos condicionados por nuestro entorno. Hay situaciones en las que nos podemos salvar, pero otras en las que no podemos controlar nuestro destino… JEL: Eso me remite a la pintura barroca, que tenía también una intención didáctica para el espectador, pero en tu obra veo también otras intenciones… SG: Así es, mi obra tiene más bien una intención testimonial. Trato de no asumir una postura moral, panfletaria o dogmática. Más allá del bien y del mal, pretendo decir “esto es lo que yo veo, ahí está”. JEL: Toda obra es hija de su tiempo… SG: Debería, pero no necesariamente, pero no necesariamente todos las artistas pretenden o aspiran a que así sea. Ése es el cuestionamiento o la confrontación que yo veo con los creadores de este país, que a veces no asumen o no tienen la consciencia de que toda obra creada tiene que ser coherente, acorde y consecuente a su historia… JEL: Al asumir una postura ante el mundo en que te tocó vivir, quiéraslo o no, política, estás asumiendo una posición revolucionaria porque hay en ella una intención de crítica pero también de cambio social, de sacudir las estructuras… SG: Lo que yo reflejo no sé si está bien o mal, pero lo que sí te
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/// Sergio Garval en la exposición Los caprichos de Caín. Fotografía de Andrés Sánchez.
JEL: ¿A qué le atribuyes esta disfuncionalidad social? SG: Creo que en principio a una falta de educación y cultura, valores; estamos enfocados a cuestiones más banales y eso genera que estemos transitando por esta vida con vacíos muy grandes. El arte, la educación y la cultura nos aportan, nos fortalecen, su ausencia nos limita. El arte y la cultura nos permiten generar empatías con el otro, con el entorno, pero también propician el entendimiento de la verdadera importancia de las cosas. JEL: ¿Qué se debería hacer para fomentar el arte, la cultura y la educación en la sociedad? SG: Se trata de voluntad, de querer hacerlo. Pero me parece que no hay un interés real… Los políticos, no son líderes, éstos provienen de un sistema que no fomenta la educación reflexiva, son parte del problema y son los que generan las leyes… Por supuesto estamos generalizando, pero si tenemos un presidente que no ha leído, si no sabe decirte ni de qué se tratan tres libros, imagínate qué tan grave es el asunto… JEL: Y a propósito de eso ¿tú qué lees? SG: Me gusta leer, la lectura es mi gran compañía, soy una persona curiosa, me gusta la novela, sobre todo aquélla que te relata entre líneas lo importante, que no es explícita; la poesía me gusta mucho también. Vargas Llosa me gusta mucho, acabo de leer de él Lituma en los Andes –una obra muy de él, muy libre- y la otra llamada El sueño del celta –que trata de un personaje irlandés y de una travesía por el estado congolés; estoy ahora leyendo a Stendhall, Rojo y negro, que te habla de la condición del individuo y los absurdos de la sociedad, cómo nos manejamos con careta, cómo se busca el vivir realidades paralelas para complacer a lo convencional. Las grandes verdades del mundo y del ser humano se leen entre líneas. Eso podemos verlo en la literatura de Homero, Víctor Hugo, Balzac… García Márquez, Carlos Fuentes y a través, por ejemplo, de la poesía de Pablo Neruda, Quevedo, Bukowski –con su poesía descarnada, a veces-, Oliverio Girondo –cuyos poemas tienen mucha musicalidad-. JEL: Mencionaste de estos libros y escritores características que yo encuentro en tu obra: tiene la capacidad de relatar mensajes entre líneas,
SG: A mí me gusta pensar que la obra de un creador, de un artista, tiene que ser inteligente. Me acerco a lo que refleja inteligencia a nivel estético, pero también placer. Yo soy un individuo de placer, soy un sibarita en ese sentido; me gusta disfrutar los colores, los sabores, las formas, todo lo bueno de la vida. Los seres humanos somos entes racionales, intelectuales, pero también somos emocionales. Sigo sintiendo placer con el manejo de los materiales y todos esos registros del proceso me hacen acercarme, lo conceptual está implícito pero no es lo más importante. La belleza ahí está, pero me interesa más la que te confronta.
generar la reflexión sobre lo humano y la sociedad y hay en ella musicalidad. SG: Sí, hay mucha música; yo establezco también una relación entre lo que hago y la poesía; a nivel estético tienes que aventurarte y tienes que recorrer cada una de las partes de la obra, porque en algunas hay sonidos estridentes y en otras hay silencios remanentes. La idea es que mi obra le comparta al espectador esos contrapesos. JEL: ¿Si tu obra fuera música de qué tipo sería? SG: Sería una música intensa, una música de mezclas raras, no pasiva… una música con temperamento. Creo que por eso me gustan el jazz y el blues, porque tienen esa nostalgia y ese peso emocional, son profundos, ahondan en lo espiritual. Tal vez tendría algo de rock, me gusta el rock clásico como el de Pink Floyd, Led Zeppelin, los clásicos; y también me gusta Mozart y Beethoven. /// Sergio Garval. Fotografía de Andrés Sánchez.
JEL: Hay quienes han identificado influencias en tu lenguaje plástico de Bacon y Freud; yo veo muchos vasos comunicantes entre la literatura y la música con tu trabajo. Contemplo Los Caprichos de Caín y escucho una sinfonía que refleja la relación contigo y con el mundo. Para finalizar, dime, por qué hacer pintura y escultura en en esta época en la que hacer video, instalación y performance, expresiones más relacionadas con el llamado arte contemporáneo, podría ser más afín a los movimientos de mercado del arte… SG: No creo en los cánones de moda, creo que regirte por la moda es uno de los grandes peligros y desaciertos del medio; tratamos de condicionarnos mucho de acuerdo a lo que está vigente. Yo respeto a mucho a quienes se dedican a hacer esas expresiones artísticas. Pero también creo que el artista tiene que reconocer su voz, eso es lo que lo que lo hace ser: el cómo y a través de qué se expresa. En ese sentido yo creo que el artista tiene que encontrar su autenticidad, con honestidad… saber quién es, cuáles son sus inquietudes y qué es lo que quiere expresar. A los jóvenes les recomiendo que se escuchen y en algún momento que se vean en el espejo hasta poder decir: ése soy yo, con todas las carencias, pero también con aciertos y virtudes… y respetar a ese individuo; desgraciadamente vivimos un tiempo de toda esta alienación, en el que el
sistema de producción neoliberal y el mercado, tratan de homogenizar todo. En ese sentido lo más cómodo es subirte a la cresta de la ola de la vanguardia o de la moda. Pero yo creo que lo más importante es reconocer cada quien sus necesidades y posibilidades expresivas y asumir una postura honesta con ellas. Yo desde muy joven sentí mucho placer con el dibujo, por el conocimiento de la anatomía, de la composición, de los escorzos, del espacio, el conocimiento por el color, los matices, las texturas, el manejo de las pinceladas, la pintura, la materia… los mundos que puedes abordar desde el formato bidimensional y tridimensional… pero también el contacto con los materiales es muy importante para mí porque puedo tocarlos, sentirlos, modificarlos y transformarlos. Yo trato de ser un creador que se expresa a través de ciertas herramientas; no pretendo ser un experto teórico que sepa la extensa variedad de términos relacionados con el grabado, la pintura, la escultura, el arte, las técnicas. De alguna manera me acerco a estas disciplinas, a ciertas técnicas que me permiten expresar mi mundo iconográfico… se me dan la pintura, el grabado y la escultura con ciertos márgenes y son lo que me place, por eso lo hago. JEL: ¿Qué te hace acercarte a una obra de arte?
JEL: Entonces estás hablando de lo sublime, lo que no necesariamente es bello pero te confronta, te emociona, te sacude… SG: Sí, y en conexión con el arte atemporal, me refiero a las obras de los grandes maestros de las cuales no necesitas una explicación textual para comprender y sentir lo que experimentas cuando las ves. Yo no tengo problema con los artistas conceptuales o contemporáneos; es más, yo soy también contemporáneo porque estoy creando hoy y el origen de mis procesos siempre es conceptual, pero después viene la cuestión plástica y estética… que yo haya decidido emplear técnicas tradicionales es porque es el medio que más disfruto y el que mejor se me da. La libertad está en el intelecto; por eso me gustan las obras que no tienen que ser explicadas por medio de un texto. El tiempo decide qué es lo que permanece… de ahí su atemporalidad. La exposición Los caprichos de Caín, permanecerá en exhibición en el Extemplo de San Agustín hasta el mes de octubre. Visítela, se puede generar un diálogo muy interesante con respecto a la obra ahí expuesta: son 30 pinturas, 3 dibujos y 5 esculturas, realizadas por este artista que pretende sacudir, pero también despertar emociones y confrontaciones intelectuales con lo establecido. Gracias a Sergio Garval, por la entrevista, por las largas charlas sostenidas durante este fin de semana, coincidimos: en México, es tiempo de asumir posturas y tenemos que hacer un esfuerzo mayor por difundir el arte, la cultura y la educación antes de que este barco termine por hundirse.
Artes plásticas
puedo decir es que lo hago con verdad. En mi obra siempre aspiro a lo genuino y a que tenga dignidad. Creo que el artista es un ente que comunica; asumido así, como comunicador, tiene que asumir posturas intelectuales. Me parece que la postura intelectual no es un lujo, es una obligación no sólo para aquellas personas relacionadas con el proceso de conocimiento, es una obligación para todos. El gran problema es que nos referimos al término de “intelectual” con pincitas, pero no es más que el ejercicio del pensamiento crítico. Yo como artista tengo la responsabilidad de, a través de mis procesos de confrontaciones reflexivas, de asumir una postura con fortaleza, ante los acontecimientos que estamos viviendo, porque los artistas no solamente somos creadores de imágenes, somos comunicadores de ideas, no podemos desvincularnos de nuestra realidad, y más cuando nuestra realidad nos desborda. En México estamos viviendo una catarsis en todos los ámbitos, por lo mismo no podemos crear como en otras latitudes, tenemos que ser consecuentes con lo que vivimos: los mexicanos estamos viviendo una disfuncionalidad social de un tiempo para acá y me parece que tenemos que generar un testimonio.
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Los libros que no son libros Promoción de la lectura
6 Por Eduardo Campech Miranda
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urante mucho tiempo he profesado que el primer libro que leí, y vinculó a la lectura, fue Cien Años de Soledad. Sin embargo, en las últimas semanas he realizado una retrospección más minuciosa y detenida buscando en los rescoldos de la memoria algún otro contacto significativo con el acto lector. He dado con dos. Uno me lo ha referido uno de mis tíos paternos, Humberto, el otro surgió de la oscuridad intempestivamente. Uno no tiene a los libros como representantes, pero sí a la palabra escrita, el otro no es literatura. Me dice mi tío Humberto que en mi infancia pedía leer el diario deportivo Esto (igual que el maestro que tuvo Felipe Garrido). La demanda se incrementaba los lunes. Supongo que las crónicas de los partidos de futbol, primordialmente cuando el tema eran las Chivas Rayadas del Guadalajara, multiplicaban mi anhelo por pasar mis ojos por aquellas hojas color café. Leía las columnas de Fernando Schwartz y de Jorge “Che” Ventura. Los demás deportes no eran de mi interés absoluto. De hecho, padecía cuando se acercaba el Super Bowl o la Serie Mundial. Por alguna extraña razón prefería Esto a Ovaciones. No tengo el registro nemotécnico de cuándo dejé de ser asiduo lector de ese diario. Después de haberse manifestado como una luz muy repentina, está la lectura del libro Lo negro del negro Durazo. Supongo que lo leí entre los diez y doce años. Me asombraba el poder, la corrupción, la sangre fría, la fastuosidad, todo representado en un amigo de la infancia de José López Portillo. Su lectura me llevó a conocer, al menos referencialmente, la existencia de un edifico llamado Partenón, en Grecia. Cierto es también que no me propició ni buscar información al respecto, pero tampoco continuar leyendo. Entre estos materiales y Cien años de soledad hay un título
más: Canasta de cuentos mexicanos. Lacónico, como muchos adolescentes, mi veredicto en torno al libro de Traven fue: está bien. Reitero: más allá del placer inmediato, y de la aceptación del segundo libro, ninguno de estos materiales me abrió la curiosidad para adentrarme a otros textos, a otras lecturas, a otras voces. A ponderar la lectura como un acto de distracción. La pregunta que me planteo ahora es ¿por qué no registre estos contactos como significativos en mi proceso lector? Sencillamente porque no lo fueron.
Pese a que el primero me ofrecía el gusto de recrear los encuentros deportivos, el segundo me informaba y conocía circunstancias de mi mundo, el tercero fue herramienta para aprobar un bimestre, faltó algo: romper la idea que lo único válido por leer son los libros de literatura (los demás no cuentan). Ni siquiera el de Traven porque había sido para una tarea. Pero tampoco ninguno de ellos despertó en mí la pasión que desató Cien años de soledad, a pesar de no entender nada, la emoción experimentada me sigue hasta ahora.
Okja, de Bong Joon-ho 6 Por Adolfo Nuñez J.
Cine
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n la más reciente edición del Festival de Cine de Cannes una de las cintas que más polémica creó fue Okja del director surcoreano Bong Jonn-ho [The Host (2007), Snowpiercer (2014)], pero no por el contenido o la temática que la cinta contenía, sino porque al tratarse de una producción original de Netflix, las proyecciones de la cinta se relegaron a sólo ser a través del servicio de streaming en dicha plataforma y no en salas de cine. En su momento dicha controversia terminó por opacar el propio valor de la cinta, pero actualmente con la cinta ya disponible en Netflix, el resultado final demuestra una historia ingeniosa, original y muy efectiva con reminiscencias claras al cine de Hayao Miyazaki y Steven Spielberg. En la cinta seguimos a Mija (Seo-Hyeon Ahn), una niña que arriesga su vida para proteger y rescatar a su mejor amiga Okja, un cerdo gigante que ha sido modificado genéticamente por la marca de transgénicos Mirando, dirigida por la arrogante empresaria Lucy Mirando (Tilda Swinton). En contraparte conocemos a un grupo de activistas con métodos poco ortodoxos en contra del maltrato animal que es dirigido por Jay (Paul Dano); ellos buscan ayudar a Mija a rescatar a Okja y de esa manera lograr desenmascarar a la empresa fraudulenta de Mirando. En su acercamiento a la ciencia ficción a través de su filmografía (en específico con The Host y Snowpiercer), Bong Joon-ho ha sido consciente que más allá del espectáculo
visual que dicho género propone, el efecto que resuena en el espectador debe ser desarrollado de una manera más provocadora y crítica. En este caso, el realizador logra a través de memorables personajes en situaciones por demás excéntricas, y otras tantas hasta absurdas, crear consciencia sobre el veganismo frente a las malas políticas de las corporaciones de alimentos, llevando ambos frentes hasta el extremo. Como tal, tanto el mensaje ecologista como la relación afectiva entre la niña y el peculiar animal jamás se terminan de diluir una con otra, gracias a dinámicas secuencias (entre las que destaca una emocionante persecución en las calles de Seúl) y una enorme crudeza en las partes más condenatorias y críticas, y que demuestran el gran talento de Jonn-ho (el guion también es de su autoría). De manera casi caricaturesca, la película se va desarrollando con un ritmo trepidante y muy entretenido, pero a
pesar de ello cuenta con secuencias que logran conmover y en sus puntos más oscuros hasta aterrorizar al espectador. En una iteración al E.T. de Spielberg, Okja demuestra la poca o nula capacidad de asombro de las personas en la actualidad frente a las maravillas de la naturaleza, nutridas por el consumismo y el banal uso de aparatos digitales. Dicho punto es brillantemente ejecutado en una secuencia en la que el enorme animal corre confundido destruyendo todo a su paso en un centro comercial y una chica huye aterrorizada, no sin antes actualizar su Snapchat (con filtro incluido) en medio de todo el caos. Más allá de todo el espectáculo, al final Okja es una película con un mensaje poderoso que pierde todo rastro de superficialidad por la sinceridad y el corazón con los que es ejecutada, evidencia hacia dónde nos dirigimos como seres humanos y la dignidad que le debemos a las otras especies sencillamente porque compartimos el mismo mundo.
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Desayuno en Tiffany´s, mon ku
Rara
Cine
6 Por Evelyne Coutel
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n un artículo que realizó a raíz de la publicación de la novela Nada (1944) de Carmen Laforêt, la escritora Carmen Martín Gaite forjó la expresión “chica rara” para remitir a un paradigma de mujer “desviante” que no se conformaba con las pautas de conducta doméstica y amorosa dictadas por la sociedad y las conveniencias. Rara, el título del primer largometraje de la directora chilena Pepa San Martín, hace pensar en esta expresión y sugiere de inmediato que la trama se va a centrar en una problemática relacionada con la feminidad. Pero, de hecho, el título va mucho más allá, ya que, en el cartel de la cinta, la segunda “r” de “rara” está escrita al revés, lo que permite especificar la temática: la homosexualidad femenina, sugerida a través de la
“inversión” de la letra, que remite a la noción de inviduos “invertidos”, para retomar un término que se usó para designar a los homosexuales, especialmente a los hombres, en un sentido intolerante, por supuesto. Habida cuenta de esos elementos programáticos, la temática enfocada por la directora es totalmente previsible, con lo cual la atención del espectador se desplazará al tratamiento que se le da. A este respecto, la originalidad de la película consiste en contemplar la homosexualidad desde el punto de vista de Sara, una preadolescente que vive en Viña del Mar –un pequeño pueblo chileno– con su madre Paula, con la novia de ésta, y con su hermana menor, “la Cata”. Lo interesante es la contraposición del punto de vista respectivo de las dos niñas. Mientras la menor se encuentra todavía en el mundo de la infancia con su característica
inocencia y espontaneidad –hasta el punto de dibujar sin tabú a su familia “atípica” en la escuela–, la hija mayor se está dando cuenta de los problemas que pueden surgir cuando se vive, no con un padre y una madre, sino con dos madres. De ahí que la problemática central de la cinta no sea tanto el deseo homosexual y su aceptación o inhibición –como ocurre en otras películas como La vida de Adèle o La bella temporada– sino más bien la evolución del modelo de familia tradicional y la existencia de modelos alternativos que no gozan de aceptación unánime. El plano inicial, en el cual se ve a Sara de espaldas caminando por los pasillos de su colegio, traduce su estado de ánimo. La profundidad de campo es escasa, de modo que cuanto la rodea aparece borroso, lo que sugiere la hostilidad del ambiente en el cual se encuentra la pro-
tagonista, así como su sentimiento de soledad al no poder compartir su “secreto” con sus compañeros de clase. Sin embargo, el foco desde el cual emerge el cuestionamiento de la familia formada por las cuatro mujeres no es el colegio. El “agente perturbador” será el padre de las dos niñas, quien no ve con buenos ojos el marco familiar instituido por su ex mujer. Su protagonismo en el desarrollo de la acción implica la incorporación de una mirada masculina que en este caso se relaciona con el machismo. Las escenas en las cuales Paula se enfrenta con su ex marido son contempladas por Sara desde el coche, de manera que los gritos apenas se escuchan, como para indicar su inutilidad y augurar un final anunciado e inevitable, respaldado por la ley, el motor invisible que precipita el desenlace.
El Picaporte Conspicuo y perspicuo
6 Por Simitrio Quezada
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xiste en latín el hermoso verbo “specere”: contemplar, mirar, apreciar. De él se derivan en nuestro idioma palabras como aspecto, espejo, perspectiva, introspección, perspicaz, sospecha, despectivo, expectativa, entre otras. También dos vocablos poco utilizados y muy ricos: conspicuo y perspicuo. “Conspicuo” une al verbo specere el prefijo co/con: unión, junto a, en colectividad. El conspicuo es el mirado, apreciado o distinguido en medio de los demás, en la comunidad. Es el visible, el sobresaliente, el ilustre. Como buen adjetivo puede utilizarse en sentido positivo, comparativo y superlativo: “es conspicuo”, “es más conspicuo que…” y “el más conspicuo”. “Perspicuo” toma el prefijo “per”, que significa “a través de”: es decir lo claro, lo transparente. “Trans parare” es lo que alguien muestra “a través de”, y de ahí viene la palabra transparente. “Per specere” es lo que se aprecia “a través de”, y de ahí viene el vocablo perspicuo. En la práctica, perspicuo se utiliza más en las personas que en las cosas, al referirse a la claridad de aquéllas al dar explicaciones. Con esta lógica, preferimos decir que el agua
que brota de tal grifo es transparente y que el profesor fue perspicuo a la hora de darnos las instrucciones para contestar el examen. Es mejor eso a decir que fue “transparente al hablar”. Envíe comentarios y demás inquietudes a: siquezada@hotmail.com
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Subyacente Manifiesto, de Javier Díaz Riva Palacio
6 Museo Francisco
Goitia
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ubyacente Manifiesto es una exposición que contará con más de 50 piezas en distintos materiales como pasta vaticana, bronce y madera, elaboradas entre el año 2016 y 2017. Javier Díaz Riva Palacio es originario de la ciudad de Zacatecas, Zac. A iniciativa de su abuelo materno estudia dibujo en el Instituto Zacatecano de Bellas Artes, durante los años de 1968, 1969 y 1970 con el maestro Castañeda. Su formación dentro de la pintura y la escultura ha sido de carácter autodidacta, tomando como pretexto principal de trabajo la figura humana así como las texturas que evocan el tiempo, la historia
y la nostalgia de su natal Zacatecas, despojando siempre su obra de toda intención sentimentaloide, lo que da como resultado la expresión onírica–acróstica de la cantera y la piel. Desde 1987 es miembro del taller Arte en Bronce de la ciudad de Aguascalientes y del 2002 del taller Art 21 Studio de la Ciudad de Guadalajara, Jal. A partir de 1998 incursiona en el ámbito de las letras, primero con un arte-objeto con cinco pequeños poemas denominado Poe mínimo y posteriormente con el libro de poesía y narrativa corta llamado “No hay más amor que el de las piedra”. En 2004 realiza estudios acerca de la simbología universal aplicada a la iconografía contemporánea en la ciudad de París, Fr. y en 2006
realiza diplomado en escultura simbólica contemporánea en la Universidad de Urbino, It., con el Maestro Giancarlo Lepore. Es autor de los monumentos al Migrante Zacatecano, a los Cien años de Rotary International, a don Pedro Vélez, a don Federico Sescosse, a Venustiano Carranza, a Antonio Aguilar Barraza, al Matlachín Zacatecano, entre otros, en la ciudad de Zacatecas, así como otros tantos en ciudades como Guadalajara, Jal., Monterrey,
N. L., San Antonio, Tx. Su obra forma parte de colecciones privadas en varias partes de México, Canadá, Bélgica, Suecia, Estados Unidos de América, Italia, Francia y Croacia. Ha participado en más de noventa exposiciones colectivas y más de veinte exposiciones individuales. Subyacente Manifiesto, de Javier Díaz Riva Palacio, se inauguró el jueves 6 de julio y está en exhibición actualmente en el Museo Francisco Goitia.
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Notas al margen De vuelta al laberinto de la Poesía Mexicana
6 Por José Agustín Solórzano
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ace un par de meses escribí un artículo titulado “¿Y la poesía, apá?”, que publiqué en un par de medios electrónicos e impresos, en el mismo invitaba a los lectores a contestar una encuesta sobre sus hábitos lectores referentes a la poesía. La intención era, tal cual lo dije en aquel entonces, “reunir los datos y la información suficientes para hacer un artículo sobre el tema de la poesía y sus lectores en México”. No creo que los datos reunidos sean los suficientes para hablar con superlativa autoridad sobre el tema de la poesía en nuestro país; sin embargo, considero que sí lo son para realizar un texto que, a partir de ciertas suposiciones surgidas de las respuestas dadas a esta encuesta, pueda poner en mesa de discusión varios tópicos referentes a quién lee poesía, qué poesía lee y, claro, por qué la lee. Contestaron la encuesta un total de 123 personas, entre ellas estudiantes universitarios de filosofía, de literatura, normalistas; así como libreros, escritores, profesores de preparatoria y de universidad, una repostera, un ingeniero químico, un arquitecto, y un par de diseñadores, además de algunos grupos de preparatoria y secundaría pública que hicieron el total de 76 alumnos. Respondieron 18 preguntas que iré enumerando a lo largo de este artículo y en las que me detendré para analizar y reflexionar acerca de los resultados obtenidos. Antes me parece necesario comentar que me fue difícil conseguir que estas 123 personas contestaran la encuesta; para la mayoría, incluso para las que leen poesía, es innecesario responder un cuestionario sobre sus hábitos lectores. Algunos mencionaron que les daba güeva, otros simplemente me dijeron que no veían la necesidad de una encuesta cuando ya sabemos que en México nadie lee poesía. Ya lo sé, les dije, pero sondearlo puede ser divertido; puede, incluso, que nos llevemos una sorpresa. Adelantándome un poco debo decir que no nos sorprenderemos mucho con los resultados, efectivamente nadie o –para no ser apocalípticos- casi nadie lee poesía. La poesía les interesa a poquísimas personas y a esas poquísimas personas es difícil hacerlas hablar del género como si fuera algo de lo que valiera la pena. Tal vez no necesitemos profundizarlo mucho, el lector como ser antisocial, arisco, es también egoísta y prefiere no dialogar con quien no lee. Pensémoslo un poco: las campañas en pro de la lectura las llevan a cabo los no lectores en su mayoría: las instituciones, los políticos, las organizaciones de bienestar social, las editoriales. Los lectores, incluso los escritores, son ariscos y más de uno prefiere encerrarse en su casa, con sus libros y despreocuparse por los otros que no leen. ¿Y si todos leyéramos no dejaría el libro de ser un espacio de culto, un sitio de exclusividad para los superdotados y los intelectuales?, ¿leemos para diferenciarnos de la chusma no lectora? A mí qué me importa saber los motivos del que no lee, si yo sí lo hago. En fin que para conseguir que 123 personas contestaran mis preguntas tuve que ir más allá de las redes sociales y de mis conocidos –en su mayoría escritores y lectores habituales-, realicé el cuestionario a jóvenes con diferentes intereses a quienes les di un curso sobre fomento a la lectura y narrativa; también me ayudaron compartiendo la encuesta con algunos chicos de prepa y secundaría, más los que respondieron a través del correo electrónico, algunos conocidos y otros no. La idea era obtener no sólo respuestas de gente interesada en la poesía, sino también de gente que la lee de vez en cuando o que rara vez ha escuchado de ella; así, a pesar de que 123 no es un número suficientemente amplio para hablar de una
generalidad en los hábitos lectores de nuestro país, sí nos permite –tomando en cuenta que no todos los encuestados son lectores consuetudinarios- darnos una idea y plantearnos más de una pregunta interesante sobre la poesía en México. 1.- ¿Lees poesía? 47 dijeron que sí, mientras que 76 dijeron que no. A pesar de que el 76 coincide con el número de estudiantes de preparatoria y secundaria que respondieron la encuesta, hay que decir que algunos de ellos (menos de 10) dijeron sí leer poesía; mientras que algunas de las personas con intereses literarios comentaron “ya no leerla”, o “leer muy poco”. Es importante resaltar también que la gran mayoría de quienes respondieron la encuesta por medios electrónicos lo hizo afirmativamente, pues sería muy raro que, por este medio, la encuesta llegara a alguien que no estuviera interesado en la literatura o que, simplemente, no leyera. 2.- ¿Has leído poesía mexicana, podrías mencionar a algún autor? 69 dijeron que sí, mientras que 54 dijeron que no. Podría parecernos curioso que la mayoría haya respondido afirmativamente, más si tomamos en cuenta que en la primera pregunta fueron más los que dijeron no leer poesía; sin embargo, esta segunda cuestión se refiere a si en algún momento de su vida la han leído, por ello fueron más los sí. En cuanto a los autores, se mencionaron un total de 32; entre los que destacan Octavio Paz, con 9 menciones; Sor Juana, con 8; Jaime Sabines, con 10, y Rosario Castellanos, con 5. Entre los otros poetas hay clásicos mexicanos como Villaurrutia (1), Efraín Huerta (3), José Emilio Pacheco (3), Amado Nervo (4), Gilberto Owen (1) o Pellicer (1); pero también se mencionó a poetas contemporáneos como Marco Antonio Campos (1), Francisco Hernández (1), Eduardo Lizalde (1), Julia Santibáñez (1), Armando Salgado (3), Cecilia Juárez (1), entre otros. Es importante comentar que quienes hicieron mención de los escritores más jóvenes fueron del grupo de encuestados que contestaron por medio de Facebook o por correo electrónico; es decir, del grupo de los lectores habituales de poesía, y también es importante hacer notar que quienes mencionaron a poetas jóvenes se encuentran en un círculo cercano a los mismos, y la mayoría incluso los conoce personalmente. Éste comportamiento se repite en varias de las preguntas subsecuentes: el encuestado nombra a los pocos
poetas que conoce o a quienes conoce personalmente o de manera cercana. Lo anterior no incluye un juicio de valor, pero ya lo comentaré más adelante con detenimiento. En lo que respecta a los poetas que más menciones obtuvieron hay que decir que los resultados son evidentes y tienen que ver, por ejemplo, en el caso de Paz -a quien muchos estudiantes de preparatoria y secundaria mencionaron- o Sor Juana -con quien sucedió lo mismo- con que se trata de arquetipos del poeta, personajes que se relacionan con “El Poeta” o con “La Poesía”; de sobra está decir que la gran mayoría de los estudiantes que mencionaron a alguno de ellos ni siquiera los ha leído, y para comprobarlo basta ver que entre las otras respuestas de los encuestados de nivel medio o medio superior se encontraba Frida Kahlo, Miguel de Cervantes, “el del himno nacional”, Pablo Neruda, Juan Rulfo; casos todos que nos permiten acercarnos a la concepción de poeta que manejan estos jóvenes. ¿Frida, Cervantes? Es decir, todo lo que entra en su esfera semántica de “cultura” puede bien relacionarse con el subconjunto de “poesía”. Viendo lo anterior no podemos pedirles que sepan que Neruda a pesar de ser poeta no es mexicano, o que Juan Rulfo fue narrador aunque a su prosa comúnmente se le agregue el adjetivo de poética. Con Sabines fue diferente, todas las menciones vinieron de los encuestados por medios electrónicos, y un par de los estudiantes normalistas. Es más que interesante este resultado pues, primero, Jaime Sabines fue quien se refirió mayor número de veces, 10, lo que evidencia lo que todos creemos saber: que se trata de un poeta popular, pero ¿por qué los jóvenes estudiantes no lo ubicaban ni de nombre?, ¿será que a pesar de ser popular sigue sin ser institucional? Además, como veremos en la siguiente pregunta, fue Sabines también el más mencionado como poeta mexicano favorito, las menciones vinieron en su mayoría de personas con intereses literarios y escritores, ¿entonces? ¿Qué no se dice en el mundo literario que el chiapaneco es un poeta que apenas y gusta a los adolescentes, y que una vez se crece se deja de lado? ¿Será falso el mito del Sabines iniciático?, ¿estaremos olvidando que la poesía de Sabines sigue siendo poderosa no sólo para los jóvenes que intentan acercarse a la poesía, sino también para los lectores de cualquier edad que siguen leyéndolo y mencionándolo como un referente de la poesía mexicana? [Continuaremos con las respuestas en la siguiente edición]
Notas al margen
[Primera parte]
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LA GUALDRA NO. 301 /// 10 DE JULIO DE 2017
El Pinacate Río de palabras
Para Bernardo Araujo. Para Nacho y Fernando Betancourt
6 Por Alberto Huerta
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o último que vio el Pinacate fue un reflejo metálico que avanzaba hacia él a una velocidad vertiginosa. Venía muy orondo, caminando muy de las de acá. Muy tiriris. Acababa de tortease a la Güicha. ¡Ay, güey! Esta pinche nalguita me deja viendo bizcos. Me voy a acabar como los cautines… a purititas recalentadas. Me cae. Y es que la Güicha está muy bien de sus formas. Tiene mucho de dónde agarrar. Ora que nos arreglemos con las cheves y los mezcales en la feria me la voy a llevar al río. Me voy a comer un pollito con papas. ¡A huevo! Cómo de que no. El sol de abril es cabrón. Pica. Y al rayo ya anda uno todo sudado y hediondo. Con la ropa mojada. El Pinacate suspiró. Y con el pañuelo chamagoso se limpió el sudor de la frente. La merca. Debo dejar bien clavada la merca en una cantona que nadie conozca, que ni se las huelan de que ahí está. Tengo que cortarla para que rinda más. No, de que se vende, se vende… Mientras haya tantos locotes en la calle, bien arreglados, bien acá. A mí me hubiera gustado tocar sones huastecos con la jarana… Sí, a huevo. Jaranear en todos los fandangos. O el arpa… ¡Uta,
sería bien chingón! Y dejar de andar haciéndole al mafioso… Lo único seguro que voy a sacar son unos putos plomazos. O que me corten los tompiates… O la cabeza… La cholla. Me cae que no. ¿Qué necesidad había? Al rato se me envenena el alma. Cómo de que no. Ya en el cotorreo todo se hace fácil, fácil de a madres. ¡A huevito que sí! Tengo que clavar la merca bien clavada. Y a la Güicha. Cómo de que no. Ya nada de besotes de tirabuzón y lengua. Y apachurrones de chichis y nalgas. Y que salga en hombros el Silverio. No, ya no. Ahora me la clavo. Suspira. Y mueve las manos dentro de las bolsas del pantalón. A la jefita le tengo que comprar el refri. Para que guarde sus gelatinas y no se le echen a perder. Y unas chanclas gabachas. ¿Yo? Con mi medallita de orégano de Malverde. Bien chingona. Grandota. Y que pese un chingo. Con eso y la bendición de la jefita me pela los dientes la jura… Y los malandros… ¡A huevo! Con la ayudadota de La Niña Blanca… La cabeza rebotó en el adoquín como cuando caen los cocos. La chompeta del Pinacate tenía los ojos y la boca bien abiertos. Cuando el cuerpo se desplomó, cayó temblando, sí, con una temblorina de viejito… ¡Qué gacho! Sip. ¡Bien gacho! ¡Re gacho!
Solita 6 Por Pilar Alba
A
y no, yo mejor así solita. Camino en la vida por el lado de la calle que me plazca, si quiero me cruzo de acera, por el sol o la sombrita; así solita ni quién me diga nada. Que si se me antoja una nieve o pararme más de media hora viendo alguna vitrina; imaginándome cómo me quedará un vestido, contando las calorías que debo dejar de consumir para ponérmelo, hasta que finalmente me valga madre y en la plaza me compre una bolsa de churritos con salsa. Así solita ni quién me critique, ni quién me diga entre dientes como si fuera comentario amable: como que te ves más llenita. Poder meterme a un café, fumarme un cigarro sin que a otro le moleste porque le apesta la ropa, porque el humo le produce tos. Salir y regresar a mi casa a la hora que me dé mi gana. Quitarme los zapatos, la ropa; andar en calzones buscando en el refrigerador algo para calmar el hambre, sin tener que prepararle a alguien que diga que está frío o que la crema quedó salada. Meterme a la cama, ver la tele o revisar el celular hasta que me llegue el sueño, sin tener que escuchar que estoy desperdiciando el tiempo viendo puras pendejadas. Acomodar a mi gusto las almohadas, desparramarme en la cama, sin sentir el calor asfixiante de otro cuerpo. No importa que de repente me den ganas de compañía o de calmar las ansias… para eso tengo un juguetito guardado en un cajón debajo de la cama.
/// El artista plástico José Luis Cuevas falleció el pasado 3 de julio, así lo recordamos en La Gualdra. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.
Despedidas 6 Por Gerardo del Río Otra mirada predice la despedida un rayo de luz abrillanta el ámbar crepuscular no hay frases precisas o contundentes ni rosarios de lágrimas ni nubes que distraigan el paisaje sólo un gesto con la mano y la creciente sensación de infinitud la noche se aroma de madreselvas y la gata reclama atención agua fresca y croquetas en su plato.