SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 321 /// 18 DE DICIEMBRE DE 2017 /// AÑO 7
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Sergio Garval. Inventario. De la serie “Exquisitos pepenadores”. Óleo/ tela. 120 x 100 cm. 2008.
Gilles Lipovetsky (París, 1944) es el autor de La era del vacío, El imperio de lo efímero, El crepúsculo del deber, La tercera mujer, Metamorfosis de la cultura liberal, El lujo eterno (con Elyette Roux), Los tiempos hipermodernos (con Sébastien Charles), La felicidad paradójica, La sociedad de la decepción (con Jean Serroy), La pantalla global, La cultura-mundo, El Occidente globalizado (con Hervé Juvin), La estetización del mundo y De la ligereza, entre otros. Presentamos un dossier especial sobre este ensayista y pensador francés que ha dedicado su vida al análisis de la posmodernidad e hipermodernidad, la cultura de masas, el consumo y la cultura como mercancía.
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La Gualdra No. 321
Editorial
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ace apenas unas semanas tuvimos la oportunidad en Zacatecas de disfrutar una muy buena programación de eventos culturales en el ex templo de San Francisco durante la Feria del Libro y la Palabra, en la que estuvieron incluidas conferencias y conciertos que convocaron a un numeroso y ávido público lector. Una de las conferencias que más llamaron la atención, y por lo mismo más concurridas, fue la del pensador y ensayista francés Gilles Lipovetsky. El encargado de presentarlo en esa ocasión fue Sigifredo Esquivel Marín, quien dijo al iniciar la comparecencia que pretendía sustentar “la idea de que Lipovetsky es un pensador indispensable para entendernos en el mundo contemporáneo. Indispensable no quiere decir santificable, no se trataría de ponerle veladoras y formar una capilla más, sino de pensar con, contra, desde, hacia, y en compañía, de Lipovetsky”. Realmente me gustaron mucho tanto la presentación como la conferencia –pese que al final no haya habido espacio para una sesión de preguntas y respuestas que hubiera sido todavía más enriquecedora para los ahí presentes-, de ahí que conversando con Sigifredo me propuso que hiciéramos para La Gualdra el número especial que hoy les presentamos: un dossier en el que se abordan desde diferentes perspectivas los postulados del ensayista francés. Invitados por el mismo Sigifredo, colaboran en este número especial cinco especialistas en el tema. El primero de ellos es el Dr. en Filosofía Nelson Guzmán, quien tiene diversas publicaciones sobre Hegel y Bataille, que actualmente coordina el Doctorado en Filosofía e Historia de las Ideas en la Universidad Autónoma de Zacatecas, donde es profesor investigador. Nelson nos presenta un artículo llamado “La filosofía y el espectáculo”, en el que aborda cómo Lipovetsky “logra entrever una salida ambigua: la educación. Dentro de la inercia y el agotamiento de los pueblos, el desafío está en la consumación de un humanismo estético”. Claudia Campos, por su parte, nos comparte “Notas sobre hiperconsumo del capitalismo de producción al capitalismo cultural”, un texto dividido en dos apartados: ‘Hiperconsumo en el capitalismo cultural’ y ‘Del consumo cultural desigual –la diversidad desigual en el contexto latinoamericano’. Claudia es Maestra en Docencia y procesos institucionales en la UAZ, profesora del área de sociales-humanidades, coordinadora de talleres de sensibilización artística y creatividad, e investigadora in-
Contenido dependiente en estudios culturales y teoría del arte. Jorge Ignacio Ibarra es Doctor en Filosofía por la UIA-México DF, miembro del SNI y coordinador del GINVEC -grupo de investigación de la FFYL-UANL-. Ibarra participa en este dossier con el artículo “Gilles Lipovetsky y el imperio de las urbes efímeras”, un texto en el que aborda el caso de la modernidad en Monterrey “un caso evidente de una modernidad latinoamericana que se acomoda perfectamente a lo descrito por Lipovetsky, es el expediente de un olvido en aras de un futuro dominado por la visión del mercado y la eficiencia, la prisa y la ansiedad por la novedad”. Donovan Hernández Castellanos, nos comparte su texto “Actualidad de Lipovetsky. Tres notas intempestivas”, en el que habla del hiperconsumo, la bancarrota moral, los poderes de seducción del libre mercado, el hedonismo posmoderno, y el retorno de las derechas en el mundo y la evidente militarización de las políticas de seguridad. Donovan es Doctor en Filosofía por la UNAM, es profesor de “Teoría política contemporánea” en la Universidad Iberoamericana y forma parte del consejo académico de Cultura DH. En páginas centrales aparece un texto de Sigifredo Esquivel Marín, quien es profesor investigador en la Universidad Autónoma de Zacatecas e instructor de Hata Yoga; ha realizado estancias posdoctorales en las Universidades de Sevilla y en la Universidade Estadual Darcy Ribeiro; tiene diversas publicaciones sobre filosofía de la educación, literatura y pensamiento francés contemporáneo y en 2106 obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Teatral. En su artículo “Mi encuentro con Gilles Lipovetsky” nos comparte una excelente reflexión crítica sobre su experiencia al conversar con éste y sobre la conferencia que impartió en Zacatecas. Participan en este número también los artistas Susana Salinas, Marco Chávez, Sergio Garval y Juan Carlos Villegas, quienes generosamente nos proporcionaron imágenes de su trabajo para acompañar los textos de esta edición. A todos, mi más sincero agradecimiento. Con este número cerramos el año de ediciones gualdreñas. Deseo agradecer profundamente su lectura y acompañamiento durante este año que está por terminar, que la paz y la justicia nos acompañen y que Dios reparta suerte en el 2018. Nos leemos en enero.
Directorio
La filosofía como espectáculo Por Nelson Guzmán Robledo
Notas sobre hiperconsumo del capitalismo de producción al capitalismo cultural Por Claudia Campos Gómez
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Mi encuentro con Gilles Lipovetsky Por Sigifredo Esquivel Marín
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Gilles Lipovetsky y el imperio de las urbes efímeras Por Jorge Ignacio Ibarra
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Actualidad de Lipovetsky. Tres notas intempestivas Por Donovan Adrián Hernández Castellanos
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Felices Fiestas
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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La filosofía como espectáculo Dossier Lipovetsky
6 Por Nelson Guzmán Robledo*
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firma E. M. Cioran, que hay ciertos autores que nos atraen por las contradicciones que nutren sus obras: la persona de Nietzsche, miope, solitario y enfermizo, contrasta con el heroísmo jovial que anhelaba su doctrina. Isidore Ducasse, combate consigo mismo en las dos únicas obras que escribió. La ética de la renuncia del ego parece estar en las antípodas de la agria arrogancia de Schopenhauer. En estos casos, las contradicciones se dirigían a cuestiones que superaban los estrechos márgenes del siglo. Eran combates contra Dios o el hombre en términos absolutos. Algo relativamente distinto sucede con las contradicciones inherentes a los pensadores de la segunda mitad del siglo pasado y lo que continúa en este. Habiendo dado muerte a Dios y a la metafísica, pero careciendo de la ingenuidad propia para fomentar anhelos totales, los filósofos no han tenido otra opción que volver hacia sí mismos, dirigir su atención a las anomalías que rigen el tiempo presente. El objeto del pensamiento contemporáneo no es otro que lo contemporáneo mismo. Abdicado de lo absoluto, la preocupación por el pasado no tiene como fundamento ni la atención del canon ni el descubrimiento de la alteridad, sino a lo sumo, la solución de contraste que permita reflejar la propia condición, principio y fin del pensamiento actual. Enamorado de sí mismo, el pensamiento contemporáneo encuentra, como quizás todos los rasgos de la cultura occidental contemporánea su figura mítica en Narciso. Enamorada de sí misma, encuentra en el estanque inmóvil la imagen de sus obsesiones, no sólo por la persistente observación y el escudriñamiento de sus peculiaridades, que parecen abandonar todas las vicisitudes universales, para concentrarse en la región de “nuestros tiempos”. Es también la mirada estética que eleva a problema universal la propia condición. La lectura de Lipovetsky es atinada en numerosos rubros. Cierto, la sociedad actual es indiferente y apática, sostenida en un hedonismo superfluo que incluso hace del arte un objeto de consumo que se mimetiza con la producción capitalista, o mejor aún con la especulación bursátil. Una sociedad ausente, marcada por una pulsión de muerte debilitada, que no se encuentra en búsqueda de su propia disolución o catástrofe, pues la radicalidad no deja de ser incómoda, y por lo tanto, sólo le es congruente la inercia, la sociedad de indiferencia. El capitalismo ha llegado a un punto crítico en que la producción pasa a estar sujeta al consumo. Se transita del consumo del producto a la producción del consumo. Todo ello, síntoma de un aletargamiento universal que se manifiesta en el tedio. En medio de su diagnóstico parece que Lipovetsky logra entrever una salida ambigua: la educación. Dentro de la inercia y el agotamiento de los pueblos, el desafío está en la consumación de un humanismo estético. Pero aún ahí, hay indiferencia. La contemplación deviene espectáculo. Pasividad frente a la escena. Tanto la política como el arte se convierten en productos del consumo del espectáculo, que no nos son ajenos: Trudeau es recibido como actor de Hollywood por las distinguidas representantes parlamentarias mexicanas que se toman selfies con el apuesto primer ministro; nuestro presidente se convierte en el mejor clown involuntario, o el
/// Susana Salinas. De espalda espera. De la Serie Detupés.
estado de derecho en la sección roja de consumo masivo por nuestra obscena fascinación por el gore. Su lectura del capitalismo está aquejada sin embargo del mismo narcisismo que denuncia. El universo que describe no se extiende siquiera al planeta global, tan importante a la consideración de la sociedad presente. Cierto, el consumo es el modelo, la idea del Bien platónica que el tercer mundo contempla entre las sombras de la línea de producción. Lipovetsky lee un capitalismo de consumo, porque habita y contempla sólo un lado: el obrero francés no es, ni se puede asemejar al niño bangladesí que produce las zapatillas que aquél calza. Si al describir la política como espectáculo, Lipovetsky renuncia a cualquier salida drástica, es porque su obra misma está aquejada del mismo principio. Es una sociología espectacular del espectáculo. Sin radicalidad en su pensamiento, parece estar aquejado también de aquello que denuncia. Realicemos entonces una
revuelta cómoda, eduquemos y eduquémonos. Nada podemos hacer contra la avasalladora máquina del capital-consumo, firmemos entonces un pacto virtuoso de justo medio. O mejor, simulemos una crítica del espectáculo montando uno. El espectáculo del pensamiento. Hagamos sesiones fotográficas, conferencias con aforos llenos, acompañados con juegos de luces, en el marco de un evento bien publicitado. Esto en modo alguno pretende ser una refutación del diagnóstico que su obra ofrece de nuestros tiempos, sólo es la observación que pone a su obra como otro ejemplo de lo que ella misma denuncia. Lo que se echa de menos, es al menos, la ironía. *Nelson Guzmán Robledo: Licenciado en Filosofía, doctor en filosofía por la UNAM, realizó estancia posdoctoral en la Universidad Complutense de Madrid. Tiene diversas publicaciones sobre Hegel y Bataille, actualmente coordina el Doctorado en Filosofía e Historia de las Ideas en la UAZ, donde es profesor-investigador.
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Notas sobre hiperconsumo del capitalismo de producción al capitalismo cultural Dossier Lipovetsky
6 Por Claudia Campos
Gómez*
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. Hiperconsumo en el capitalismo cultural Una nueva visita, una tercera, al Mundo Feliz de Huxley es necesaria. Las fuerzas desconocidas e impersonales que trabajan horas extras a favor de un imaginario colectivo de libertad, generan a la vez una ola de caos y desesperanza. Los sistemas de producción, las relaciones interpersonales, la ciencia, el arte y la educación han rebasado la ficción literaria; los modos de vida se imponen en una constante confusión entre realidad y ficción, vivimos entre sueño, realidad e ilusión; diferenciarles resulta casi imposible, tanto que hoy la incertidumbre es una de las emociones más verdaderas. La instauración de un sistema económico mundial terminó por desdibujar las fronteras geográficas e individuales y afectar sistemas de producción y relaciones laborales. Entramos en una dinámica consumista agravada por hiperproducción, hiperconsumo e hiperrealidad; la tecnología es el eje sobre el cual se entrecruzan una serie de fenómenos sociales. Desde esta perspectiva la cultura es un telón de fondo del escenario donde los sujetos actúan bajo la dirección de la globalización y el capital, y cuyo único rol interpretativo es consumir. El consumo, como nunca antes, se sitúa en nuestras vidas como una situación relacional; la cuestión radica en poder estar en contacto con quienes nos rodean. “Ha nacido una nueva modernidad”, anunciaba Gilles Lipovetsky en La felicidad paradójica. Si bien en su primer momento la modernidad nos ofrecía la capacidad autorreflexiva en torno al conocimiento (técnico y teórico) y a las formas en que éste permite transformar las sociedades y a sí mismo, la nueva modernidad se supera, no es el conocimiento sino la información lo que importa. Pero desde la perspectiva cultural, la nueva modernidad tiende hacia universalización identitaria a través de las prácticas consumistas más variadas. El concepto de hombre libre capaz de discernir y decidir en relación a su ser en el mundo ha mutado en una nueva generación que aspira, no a ser libre de pensar, sino a ser capaz de elegir y de consumir cualquier cosa. En esta nueva revelación del sujeto libre-pensador-consumidor Lipovetsky nos muestra un consumidor potenciado, es decir, que al tiempo se encuentra cada vez más informado y por tanto, es deseable, sería cada vez más infiel, reflexivo y “estético”; lo cual no necesariamente garantiza un consumo crítico y reflexivo, pero sí implica la búsqueda
/// Sergio Garval. Los hijos de Caín. Óleo / tela. 2010.
de una toma de distancia respecto a los objetos e insumos que forman parte de una gran diversidad y se despliegan en el mercado mundial. Los procesos de subjetividad que se construyen en torno a las nuevas formas de participación de los sujetos en el consumo se nos presentan todavía extraños, ajenos; vivimos un acelerado proceso de subjetivación por y a través de objetos y experiencias mercantilizadas y mercantilizantes, bienes que a fin de cuentas no son sino fetiches de una felicidad pasajera, porque al final el día se imponen las condiciones reales de vida. Según Lipovetsky nuestras sociedades son cada vez más ricas, pero un gran número de personas vive en la precariedad
y debe economizar. El mercado hace la mayor de sus ofertas en tiempos de pobreza, desempleo y crisis. Si como dije, estos consumos no son sinónimos de felicidad eterna, suelen ser motivo de satisfacciones reales e implican uso, desgaste, adquisición, disfrute, y la recepción de significados provenientes de un bien o servicio que además de satisfacer una necesidad, involucra el manejo de estructuras simbólicas que directa o indirectamente influyen en la construcción de la identidad y obviamente de nuestra relación con el otro. Por esta razón, la delgada, pero sofisticada línea que dividía los bienes de uso de denominados culturales parece desvanecerse, en favor
de una democratización generalizada de las posibilidades adquisitivas de los sujetos y de una posible apertura desde la tolerancia a las más diversas prácticas culturales. Falta entonces saber si esta última respondía o no a las aspiraciones del capital por tener más consumidores al precio que sea. Esta disminución de la calidad en favor de la cantidad, nos llevaría a un posible descrédito de los bienes culturales. Qué es la cuestión de fondo, si desde una postura positiva de la problemática, creemos todavía que un consumo reflexivo y crítico marcaría una diferencia. Para los detractores del hiperconsumo los bienes simbólicos tendrían como característica justa-
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2. Del consumo cultural desigual –la diversidad desigual en el contexto latinoamericano Desde su origen, los estudios culturales se imponen como una teoría que pretende comprender, entre otras cosas, las demandas culturales de la sociedad y sus modos de apropiación de los bienes culturales. Si la ecuación capitalista funcionara a la perfección, la fórmula nos diría que si se expone con mayor accesibilidad un creciente número de bienes culturales al consumo en masas, su preferencia y
Dossier Lipovetsky
mente que su valor económico no es correspondido a su valor simbólico. Sin ánimo de ser reduccionistas y menos si hablamos del fenómeno denominado hiperconsumo, los bienes denominados culturales podrían en ocasiones escapar a esta nueva dinámica global, pero de la misma manera podríamos llegar a creer que incluso la consciencia humana trabaja sin vacilaciones a favor de la máquina capitalista. No se trata de forzarnos a estar en un lado de la balanza, sino de comprender que las divisiones que daban estructura y acomodo a nuestra realidad ya no existen. Estaríamos más bien frente a una bipolaridad humana, que viaja entre el placer del consumo y el displacer de vivir en el mundo consumista. Somos sujetos bipolares, y en nuestros mejores días, acertamos y generamos algo que sorprende al poder del capital, es ahí que radica la extraordinaria potencia del ser humano. En palabras del filósofo francés, sean cuales fueren las amenazas que pesan sobre la educación y la cultura, las aspiraciones trascendentes, reflexivas y críticas de los sujetos no han quedado decapitadas en absoluto. Las razones para tener esperanza no han caducado. No habrá salvación sin avance del consumo, redefinido según nuevos criterios. Habría que replantear la noción de consumo cultural como una práctica de subjetivación plural y ésta como un conjunto de prácticas y procesos de subjetivación sociales. Que no se encuentra ligada únicamente a la adquisición y uso de los llamados bienes y servicios culturales. Si bien el consumo cultural está en sintonía con la cultura consumista capitalista no se puede concebir como una totalidad homogénea. Los sujetos no son simples consumidores sino interlocutores activos con los productos culturales. Las prácticas de consumo revelan una nueva relación con las cosas, con los demás y con uno mismo. La emergencia de nuevas subjetividades subversivas y emancipadas tal vez podría ser una nota discordante en el concierto monocorde de una globalización cultural uniformizante y neutralizadora. Por ello advierte Lypovestsky la nueva sociedad que nace funciona con hiperconsumo, no con “desconsumo”.
/// Sergio Garval. Resurrección mediática. Óleo / tela. 115x140 cm. Colección particular.
obviamente consumo se elevarían exponencialmente. Lamentablemente, un fácil acceso, no siempre significa un consumo masivo y todavía menos que éste sea continuado, receptivo y crítico. Muchas de las versiones de los bienes denominados culturales (manifestaciones artísticas principalmente) se extienden a lo largo de un sinfín de grandes y pequeñas ciudades, y aspiran que sea desde la diversificación y la masificación, bajo las reglas mercadotécnicas y del capital, que su consumo aumente, bajo la premisa de que su uso y disfrute habrá de potenciar el horizonte de sentido de los consumidores. En contraste, para América Latina los usos y prácticas culturales juegan o interactúan todavía bajo ciertas reglas del campo cultural explicado en la sociología de Bourdieu, que responden principalmente a la noción de capital cultural y como indicara Lipovetsky tienen una relación directa con el origen de los sectores de población para quienes van dirigidos. En este sentido, sobre el análisis de las dinámicas del capitalismo y las nuevas relaciones mercantiles de la industria con la cultura, América Latina abre una posible discusión, con las investigaciones de autores que comienzan a registrar y problematizar los eventos discontinuos entre los sistemas económicos de la región. Estaríamos hablando de un diálogo entre una visión univer-
salista del capital y el análisis de una realidad cultural local, antagónica y diversa. Los diversos ejercicios que en materia de información cultural que se han realizado en México datan apenas de treinta años, se cuentan instrumentos como la Encuesta nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales, cuya última edición fue llevada a cabo en 2010 (INEGI, 2014); la Encuesta Nacional de Lectura, y las encuestas a públicos de museos, teatros, librerías y bibliotecas ubicadas en la Ciudad de México. Frente a estos ejercicios institucionales (oficiales) de captación de datos, han surgido iniciativas como la de Ernesto Piedras, economista; y Néstor García Canclini, antropólogo, quienes incursionan en el estudio de lo que se entiende como la industrialización de la producción cultural en América Latina, fenómeno que articula nuevas relaciones entre los bienes simbólicos y las innovaciones tecnológicas, además de la economía y las finanzas. Estos estudios pretenden dar cuenta de los nuevos procesos culturales y las relaciones de producción, distribución y consumo en México; incluyen áreas como la tarea de museos, la industria editorial y de entretenimiento y la industria cinematográfica, artistas y arte contemporáneo, instituciones culturales e incluso el acceso a la comunicación, medios digitales y conectividad. En este orden de
ideas los estudios de consumo cultural deben atender a fenómenos diversos de comunicación y ciudadanía, que se gestan en prácticas tan normalizadas como la preferencia por ciertos objetos, bienes o servicios. Por ejemplo, en una ciudad como Zacatecas, pese a ser reconocida por el número y calidad en sus museos, el panorama no es muy distinto que el resto del país. El museo sigue siendo un espacio para las élites culturales y no logra todavía ser un espacio accesible a las clases sociales desfavorecidas; sigue en lo concerniente al museo una lógica de inclusión minoritaria y exclusión masiva. Habría que democratizar la cultura y su acceso real. Si bien las nuevas formas de entretenimiento y las opciones que la red plantea a los usuarios podrían ampliar estos márgenes de interés en la producción artística de una ciudad, región e incluso del país, es necesario apuntar que la infraestructura existente y el acervo artístico cultural que poseen estas instituciones hacen deseables nuevas políticas de acceso y aprovechamiento democráticas, creativas, educativas e inclusivas. A manera de conclusión En la era del hiperconsumo no todo está dicho, como el mismo Lipovetsky apuntara, la ley de causa y efecto nos posibilita en la esperanza, porque entre mayor es la
decepción que genera la dinámica consumista, de felicidad intermitente, mayores son las invitaciones a no quedarse quietos, a revolucionar, en y desde el hiperconsumo hay una esperanza. La condición humana postula si no tengo lo que quiero, lucho por lo que quiero, y es dicha movilización en torno al deseo la que podría provocar un desplazamiento del orden establecido, a partir de diferentes y diversas conexiones humanas, con sus nuevas formas de ser de sentir y de pensar, y aunque no todas son de orden poiético–creativo, lo cierto es que desequilibran y desvirtúan la normalización de los sujetos y de la vida, es posible que desde la comodidad de una pantalla digital se asista a una revolución independiente. Mientras el Estado siga averiado, su tarea sigue sin cumplirse, porque a nadie más le atañe. No se trata de regresar a las políticas paternalistas autoritarias, sino de potencializar y respaldar proyectos de naciones con políticas culturales democratizadoras con acciones dirigidas a aumentar el acceso de oportunidades más allá de un carácter consumista. *Claudia Campos: Licenciada en derecho y maestra en Docencia y procesos institucionales en la UAZ, profesora del área de sociales-humanidades, coordinadora de talleres de sensibilización artística y creatividad, investigadora independiente en estudios culturales y teoría del arte, profesora certificada de francés.
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Dossier Lipovetsky
Mi encuentro con Gilles Lipovetsky 6 Por Sigifredo Esquivel
Marín*
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esde adolescente había leído su obra y por fin se presentaba la oportunidad de conocerlo personalmente. De joven, soñador e imaginativo tenía largas horas de insomnio en intensas conversaciones imaginarias con Lyotard, Baudrillard, Derrida, Blanchot, Lipovetsky, entre otros, leía alguno de sus libros e imaginaba que estaban sentados en animados diálogos conmigo. El martes 21 de noviembre del 2017 recibí una llamada de Alfonso Vázquez, director del Instituto Zacatecano de Cultura, me invitaba a una cena privada con Gilles Lipovetsky a las ocho de la noche; me dijo que se trataba de una velada especial e íntima. No lo pensé dos veces, agradecí la invitación y respondí que ahí nos veríamos. Tenía un curso en línea a las nueve de la noche, lo reprogramé más tarde. Llegué a las ocho en punto, a esa misma hora estaban arribando los demás invitados. Toda la tarde había estado ensayando posibles expresiones de diálogo en un francés champurrado de español, por fortuna a la cena acudió Jeremy, traductor e intérprete. Nos esperaba una mesa reservada en pequeño salón de un restaurante de comida típica. Cada asiento tenía un personalizador con su nombre. Intercambié el mío con un amigo que estaba cerca del pasillo para poder retirarme cuando fuera la hora de mi curso. Se nos presentó a cada uno de los asistentes. Lipovetsky es un hombre de mediana estatura, viste de colores discretos, sonrisa afable, mirada penetrante. Analista crítico de la cultura saludable, con más de setenta años está en plena forma. Aún conserva vitalidad y agilidad de espíritu y cuerpo. Nos preguntó que a qué nos dedicábamos, yo respondí que era profesor, alguien añadió que también era escritor; imaginé cuántos escritores conocería un hombre que viajaba dando conferencias y cursos por todo el mundo. Al principio yo hablaba poco. Todos charlaban de lo que hacían; yo escuchaba. Alguien más dijo que había leído en el año 2000 su libro La era del vacío. Pensé que su primera edición en español era de 1986 y que yo lo había leído en 1993, cuando era estudiante de humanidades. Entonces me atreví a contar una anécdota, hablaba de forma lenta, pausada, Jeremy traducía al maestro:
/// Sigifredo Esquivel Marín y Gilles Lipovetsky en Zacatecas.
“En los años noventa, cuando era estudiante de humanidades la mayoría de nuestros profesores eran ex-curas, para ellos la filosofía llegaba hasta Francisco Suárez, luego se perdía en el nihilismo moderno. Pero la gran debacle la representaba la peste nihilista del posmodernismo y la literatura del fragmento: Lyotard, Derrida, Deleuze, Vattimo, Blanchot, Bataille, Cioran, Lipovetsky, Baudrillard”. Luego añadí con voz más firme que, “justo eso fue lo primero que hicimos en mi generación: leer a todos esos autores, aún no había Internet y los libros recientes eran de difícil acceso. Así que mis amigos y yo buscamos los libros como pudimos, circulábamos artículos y fotocopias. En particular Lyotard,
Baudrillard y su trabajo maestro, el suyo –asentí, dirigiéndome hacia él– nos parecían que ofrecían alternativas realmente novedosas a la filosofía y a la cultura. Llegó a Zacatecas el crítico de arte Jorge Juanes, y trajo la discusión seria de la filosofía contemporánea y posmoderna. Mis amigos y yo –concluí– terminamos haciendo tesis e investigaciones sobre Lipovetsky, Cioran, Bataille, Baudrillard, Deleuze, entre otros”. Entonces le brillaron los ojos, hizo una pausa, comenzó a hablar sosegadamente: “A principios de los años setenta, siendo muy joven Lyotard comenzó a ser maestro en la Universidad de París VIII, daba un espléndido curso sobre el estructuralismo, era riguroso y creativo en
sus análisis, pero sobre todo era fino, elegante, con un gran estilo. Siempre tenía el auditorio lleno. Escucharlo y seguirle, fue una influencia decisiva”. Agregó Lipovetsky que había participado junto con Lyotard y otros en proyectos de carácter político. Aproveché para comentarle que Lyotard, Debord, Castoriadis, Morin, Lefort, entre otros, formaron en mediados del siglo pasado el grupo intelectual crítico marxista anti-estalinista Socialismo o barbarie, respondió Lipovetsky que él también se adhirió al grupo y participó en otro proyecto de marxismo crítico denominado Debate; pero lo hizo de forma intermitente y nunca estuvo ligado a un grupo específico –añadió. Entonces pensé en la
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/// Gilles Lipovetsky. Foto de Agenda Roja Valencia.
res como Lipovetsky y Baudrillard, asentí para mis interiores que por más grande que sea alguien no escapa a la competencia (prot)agónica por el reconocimiento. Finalmente no dejamos de ser más que seres humanos con virtudes y defectos, pero sobre todo, con defectos. Sin pretenderlo, para ese entonces, había acaparado la charla con el maestro. Entre broma y seriedad dijo que se trata de aprender a ver, hacer del arte de la observación una estrategia de vida: “En realidad no sabemos ver, no vemos lo que sucede desde el acontecer mismo sino desde ideas previas”. Por eso recordó la presentación en Barcelona de la traducción española de su libro El imperio de lo efímero, le preguntaron: ¿entonces Armani ha sustituido a Marx?, por la interrogación, dijo, supuse que se trataba de un periodista, y entonces pensé, que la cuestión era verdaderamente importante, “respondí que era una buena pregunta para la cual no tenía respuesta”. Siguiendo a Simmel y a Benjamin, Baudrillard y Lipovetsky han subvertido la relación entre superficie y profundidad. Por eso el maestro sugirió “pensar sin reservas ni paracaídas. No ofrecer baratijas ni espejitos de humo ante la crisis. Descreer de los libros
y de los grandes intelectuales que ofrecen soluciones al pensamiento y a la cultura”. Por último pregunté, en mi pobre francés, pues el intérprete estaba disfrutando unos buenos caballitos de mezcal, que si había leído a algún escritor mexicano que le haya gustado, me respondió que a Octavio Paz, que incluso lo citaba en sus obras. Se hizo una foto colectiva y me despedí. Al día siguiente, se me invitó a presentar su conferencia en el Museo Rafael Coronel. No faltaría quien por mezquindad o envida se indignase porque me habían invitado a cenar y luego a presentar a Lipovetsky en su estancia zacatecana; en realidad fueron un conjunto de oportunas casualidades las que conspiraron para que se dieran así las cosas. Quizá fuera que había leído sus libros y me interesa el contexto del pensamiento contemporáneo francés de posguerra, lo demás: es el bendito azar. Hice un pequeño texto introductorio a su obra. Luego me integré al público escuchando su conferencia titulada “Consumo cultural”; ahí expuso las principales ideas de su obra: La estetización del mundo. Vivir en la época del capitalismo artístico. Radicalizando El advenimiento de la sociedad post-industrial de Daniel Bell, Lipovetsky considera que la producción
industrial y la producción cultural ya no remiten, como antes, a universos radicalmente diferenciados. Ahora “los sistemas de producción, distribución y consumo están impregnados, penetrados, remodelados por operaciones fundamentalmente estéticas”. Estilo, belleza, movilidad de gustos y sensibilidades se imponen como imperativos axiológicos en todas las áreas de la sociedad; definiendo el capitalismo de hiperconsumo como un modo de producción estético que hace que las diversas esferas de interacción humana se hibriden, se mezclen y hagan cortocircuito inter-penetrándose bajo una nueva fase de modernidad que nos caracteriza como hipermodernidad, que es, al mismo tiempo, reflexiva y estético-emocional. El público se decepcionó porque lo cortaron antes de que terminara su exposición ya que seguía otro evento. Yo quedé un poco decepcionado de su elocuente exposición porque al final sentenció que no hay alternativas frente al capitalismo y en caso de que pueda haber son inmanentes al mismo. Por mi parte no me resigno a pensar que un modelo ecocida y genocida como el capitalismo es el único horizonte posible de vida y de pensamiento. Pensar desde dicha hipótesis, pero en contra y más allá de ella, creo que es una de las tareas que nos ha dejado Lipovetsky en Zacatecas. Flaco favor le hacemos a un pensador si repetimos acríticamente sus ideas. Paradójicamente confirma otra hipótesis de uno de sus libros emblemáticamente titulados: La sociedad de la decepción: “Pero aunque la decepción forma parte de la condición humana, es preciso observar que la civilización moderna, individualista y democrática, le ha dado un peso y un relieve excepcionales, un área psicológica y social sin precedentes históricos”. Así que no hay mejor forma de confirmar la decepción que el final de una conferencia de Lipovetsky sea francamente decepcionante. *Sigifredo Esquivel Marín: Ensayista, instructor de Hata Yoga, profesor-investigador en la UAZ. Ha realizado estancias posdoctorales en las Universidades de Sevilla y en la Universidade Estadual Darcy Ribeiro; Premio Internacional de Ensayo Teatral 2016. Tiene diversas publicaciones sobre filosofía de la educación, literatura y pensamiento francés contemporáneo.
Dossier Lipovetsky
atmósfera de Socialismo o barbarie, en sus aguerridas discusiones, imaginé debates y polémicas interminables en largas jornadas hasta el alba con un agudo argumentador como Castoriadis; en esa cena no confesé mi admiración por la inteligencia desmesurada del autor de Los dominios del hombre; claro está, las críticas despiadadas y ácidas de Castoriadis contra el posmodernismo han sido virulentas y lapidarias, aunque algo de animadversión asoma tras bambalinas. Luego nos habló de la primera publicación de La era del vacío, del ataque de sus adversarios: “En principio veían el libro los sociólogos demasiado filosófico, y los filósofos demasiado sociológico. Y su argumento principal, la tesis sobre el individualismo, como disparate fuera de lugar”. Sonrió: “Ahora es un lugar común del pensamiento y de la cultura”. Los conceptos e ideas que se derivan de la hipótesis individualista son moneda de cambio del pensamiento actual: hipermodernidad, hedonismo, hiper-consumo, ligereza… “Bueno es que nada más y nada menos le enmienda la plana a Freud en torno al narcisismo” –comenté. Nos habló de su último libro sobre La seducción (Plaire et toucher. Essai sur la société de séduction), dijo que el título erróneamente se relacionaba con el acoso sexual, ya lo habían invitado varias empresas a que hablara para prevenir tal situación; le recordé que en 1979 Baudrillard ya había publicado De la seducción; libro capital sobre el asunto. El maestro contratacó: “El libro de Baudrillard tiene el mérito de abrir la discusión, pero concibe la seducción como expresión de coquetería femenina. No profundiza el tema”. Después matizó las cosas, y dijo que los primeros libros de Baudrillard “son realmente notables y rigurosos, no así los últimos cuando se volvió perezoso y no leía ni citaba a nadie sino a su mismo núcleo de ideas que reciclaba”. Aclaró que, fueron amigos y que poco antes de la dolorosa enfermedad y muerte del autor de Estrategias fatales había coincidido con él en Centroamérica. Por mi parte pensé en la extraña rivalidad y amistad que puede haber entre dos grandes pensado-
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Dossier Lipovetsky
Gilles Lipovetsky y el imperio de las urbes efímeras 6 Por Jorge Ignacio
Ibarra*
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/// Marco Alejandro Chávez Pérez. Nexcoyotl. De la serie Los Hijos de la Nahuala. Linografía. 30x100 cm. 2017
ras el último golpe de la retroexcavadora cayo el último muro de la vieja casona en el centro de Monterrey, dos o tres piedras que se mantenían de pie se parten sobre el piso. Los sillares amarillentos, material regional por excelencia en el Siglo XIX, se amontona en el terreno ubicado muy cerca de la Macroplaza, espacio modernista que en los ochenta del siglo pasado se plantó en corazón de la capital borrando buena parte del plano antiguo y algunos edificios venerables de la época porfiriana. Lamentando esta última perdida del legado arquitectónico de la capital neoleonesa (escaso de por sí, arrasado por caudillos carrancistas de la revolución de 1910 y depredadores urbanos millenials) se encuentran dos o tres vecinos observando silenciosos la demolición: Monterrey destruye y construye con la velocidad de la urgencia del mercado global, en este camino desbocado no es importante la memoria, o el legado, la urgencia es la creación de espacios para que la actividad comercial continúe. Velocidad y olvido son dos temas fundamentales que Lipovetsky pone en la mesa de la discusión de la cultura de nuestro tiempo se observan en este acto de demolición. El caso de Monterrey es paradigmático así como ilustrador de las distintas velocidades que la modernidad mexicana o bien latinoamericana presenta como característica singular. Debe destacarse aquí el afán de nuestras élites políticas de copiar los modelos de Europa y luego de Estados Unidos erigiendo avenidas, bulevares, plazas, monumentos y toda clase de construcción que agregara un toque de modernidad evidente a las poblaciones venidas de la edad colonial desprovistas en buena parte de eso que llamaríamos funcionalidad urbana moderna. Al igual que Monterrey, otras urbes del país, como León, Guadalajara, Querétaro o Zacatecas, todas ellas con su pasado económico particular, se quieren modernas y actuales, sin considerar por supuesto, la gran urbe mexicana por antonomasia que es la Ciudad de México. Sin embargo, sabemos, esta modernidad se da por pedazos, trazos aquí y allá que se superponen a la vieja población novohispana; así las piedras antiguas se confunden con los muros españoles, luego modernos. Lipovetsky ha pensado que la modernidad no tiene preocupación por el pasado, su camino es un camino que no ve por lo que queda atrás, lo cual por supuesto responde a una lógica particular de la moda y el consumo. Una ciudad como Monterrey es un caso evidente de una modernidad latinoamericana que se acomoda perfectamente a lo descrito por Lipovetsky, es el expediente de un olvido en aras de un futuro dominado por la visión del mercado y la eficiencia, la
prisa y la ansiedad por la novedad. Otras ciudades mexicanas, debemos recordar, no observan esta velocidad de lo efímero de una manera tan palpable, pues, digámoslo así, poseen una secreta sabiduría para incorporar lo moderno con su legado histórico. Ciudades que guardan la herencia novohispana, herencia de auge y esplendor, del dominio y la civilización mestiza, contrastan con las urbes industriales y mercantiles de la frontera norte. La misma Ciudad de México nos ofrece en un mismo lugar las dos caras de una modernidad que no perdona y se instala arrasando lo antiguo o bien en las periferias. Es el caso también de Querétaro, donde los rascacielos se abren paso entre las cúpulas católicas y el acueducto. La cuestión en una modernidad como la nuestra es la convivencia de diversos tiempos históricos, diversas formas de apreciación del tiempo, algo que no termina de cuajar del todo. Hubo un tiempo en que pensadores como Samuel Ramos u Octavio Paz trataron de explicarse y explicar a mexicanos y extranjeros en qué consistía eso que pudiéramos llamar la realidad mexicana. Sus resultados dieron con el lugar hoy común del sincretismo o mestizaje, de la ambigüedad del mexicano, de su lucha desesperada por el reconocimiento de las metrópolis y el resentimiento como norma de vida hacia lo que considera más poderoso y superior que él. El mexicano, lo mexicano como sustantivo se traslada a lo urbano en la forma de la arquitectura barroca que después pasa a los modelos europeos y americanos. Los tiempos de México, diversos y contradictorios conviven de esta manera en oposición y en ciertas ocasiones en armonía. La velocidad moderna se las ve con las caras de la tradición y la memoria. Lipovetsky ha dicho sobre este punto que el riesgo de la velocidad moderna es tal vez el olvido el caer en consumismo y la moda como referentes últimos de nuestra existencia. Nada más cercano a su visión de la realidad social que la transformación de nuestros centros urbanos, particularmente en el Norte del país en territorios dominados por la novedad desbocada y sin sentido. Lo efímero, aquel estado de transformación que sólo responde a los movimientos constantes de la oferta de la moda dicta para estas ciudades su rostro y una realidad moldeada en las pasiones construidas por el mercado. Bares y tiendas de ropa, copiados en su imagen y mercancías del modelo global de negocios. Alguien ha dicho por ahí que cada vez se distinguen cada vez menos las tiendas de un aeropuerto y otro, esté uno en Europa y el otro Asia, los tenis y ropa de marca, incluso los comerciales son réplica los unos de los otros, variando por supuesto, solamente el idioma; el mercado global dispone de esta manera los estilos y gustos del consumidor; la llamada “gentrificación” sustitución de los espacios vivos de los centros de una ciudad en corredores de
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conservado, levantarlo allá donde se encuentre caído o mermado, no condenar lo moderno sino antes bien armonizar con lo memoria y la tradición. Hablamos antes de velocidades, qué son éstas sino las distintas maneras de pensar y vivir que se reúnen en el espacio urbano. La moda, elemento que cuenta con una velocidad descomunal imprime presión sobre las mentes y cuerpos, empuja hacia el cuidado extremo de la apariencia. Es ésa una forma de pensar que tiene un correlato en la vida urbana, desde la proliferación de los establecimientos comerciales dedicados a la nutrición y los alimentos energéticos hasta aquellos dedicados a la venta de accesorios para celular, o arreglo de las uñas. El nuevo comercio está volcado hacia el entretenimiento y la imagen personal. La obra de Lipovetsky ha sido juzgada de moralista y superficial por hacer crítica de todos estos elementos de la vida actual, pero debemos tomar en cuenta que su intención es claramente constructiva. No se trata de denunciar simplemente la orientación hedonista y consumista del capitalismo en el siglo XXI, se trata de conectar las diversas herencias y modos de pensar en la urbe moderna. Sea Monterrey o Zacatecas, Querétaro o Ciudad Juárez; México como otros países de Latinoamérica posee una realidad compleja y variada de culturas con sus respectivas forma de pensar, complejidad que configura la construcción de nuevos valores morales, estéticos y políticos, incluso en una forma de convivencia urbana que tome como base la incorporación de lo viejo y lo nuevo. Lo efímero guiado por la identidad y la memoria. Lipovetsky es, como en su tiempo lo fue otro grande de la ciencia social como Georg Simmel (1858-1918) un estudioso de la vida urbana y la transformación de la cultura; pensar hoy las ciudades en la modernidad capitalista del siglo XXI implica pensar en grandes transformaciones y desafíos. Negar el cambio es absurdo, sin embargo, negar el olvido y el abandono es algo que está justificado si destruye nuestra identidad y nuestra posibilidad de convivencia, tal como lo fue en tiempos pasados. Nuestra modernidad singular exige como ha pedido Simmel y ahora Lipovetsky, incluir y vivificar, no excluir y dejar morir, así la más triste casa de la esquina hecha con adobe o ladrillo, debe sopesarse su aportación e historia, su posibilidad de contribuir al entorno urbano moderno. Respecto a la moda y las personas, lo mismo podemos decir, se trata de persistir junto a nuestras creaciones tecnológicas y disponer de nuestra imaginación construyendo nuestra identidad y nuestra memoria.
Dossier Lipovetsky
diversión y compras de moda, genera esta sensación de renovación artificiosa que hace de complemento a esta homogenización de los comercios en los aeropuertos internacionales. Sin duda, las situaciones aquí planteadas, familiares a muchos, nos llevan a plantear si no estamos enjuiciando duramente lo que podría ser una situación de progreso material que debemos agradecer por ofrecernos una felicidad asequible, en caso de disponer el efectivo necesario, y como el mismo Lipovetsky menciona, se trata de un súper mercado global, acompañado de su elemento liberal y democrático que nos ha dado paz pero también agrega ahí mismo lo siguiente: “el capitalismo ha creado una cultura de distracción, seducción y frivolidad” efectivamente, no solamente la moda en el vestir o en el cuidado del cuerpo, se trata también de una tendencia que impacta sobre las calles y nuestros edificios, nuestras plazas y espacios públicos. Lipovetsky ha llamado la atención sobre este imperio de lo efímero no afecta no sólo nuestras mentes sino el espacio mismo. Si nuestro juicio es duro, es porque lo efímero se ha impuesto despiadadamente como condición de vida tocando aquellas cosas que considerábamos debían ser inmovibles. ¿Es esto suficiente razón para condenar lo moderno y el capitalismo? Lipovetsky piensa que es suficiente, sin embargo debemos sopesar como dijimos antes algunas ventajas que este mundo efímero y consumista nos puede ofrecer. Pienso que el sociólogo francés da en el clavo cuando nos propone encontrar lo valioso y rescatable para convertirlo en la piedra de toque de una nueva conciencia que dirija esta velocidad moderna hacia algo realmente constructivo. Cuando hablamos de una realidad de distintas velocidades en nuestra realidad mexicana, de una modernidad mexicana que plantea de entrada una convivencia entre la tradición, memoria y lo efímero, pensamos en la resistencia de la identidad, o bien las identidades: la nacional, la local, la barrial, que día a día se enfrentan con los efectos de la modernidad y lo efímero. Las Morismas de Bracho en Zacatecas, festividad plenamente actual, a pesar de la distancia de la religión entre los jóvenes, permite poner en evidencia esta confrontación, si cuando observamos esos ejércitos de creyentes-celebrantes con sus estruendosos arcabuces y bandas de guerra, sus representaciones y batallas campales, nos es posible observar como sucede esta convivencia entre el peso de la tradición y la memoria y lo pasajero de lo efímero. El barrio con sus tradiciones e identidad persiste a lo efímero. Es claro que no toda ciudad mantiene un legado rico en prácticas de ese tipo, particularmente en la frontera norte del país. Sin embargo el punto es lo siguiente: la persistencia de la memoria puede ser el contrapeso al arrollador avance de lo efímero. Lipovetsky nos ha invitado a desarrollar esta memoria, en forma de tradición muchas veces, en otra en forma de conciencia cívica, para dirigir de alguna manera la fuerza de donde brota esa condición de evanescencia permanente que llamamos lo efímero. Echar mano del legado histórico donde este se encuentre
*Jorge Ignacio Ibarra: (Monclova, Coahuila 1970) Licenciado en filosofía por la UANL, Master en Difusión Cultural en la UANL, Doctor en Filosofía por la UIA-México DF, miembro del SNI, coordina el GINVEC, grupo de investigación de la FFYL-UANL. Su obra reciente se titula: El regreso de la Metafísica y la Tradición. “No hay que satanizar la época en que vivimos” de G. Lipovetsky, Milenio Diario, Diciembre 9 del 2017: http:// www.milenio.com/cultura/dominical/gilles_lipovetskyfilosofo-de_la_ligereza-vivimos_una_epoca_de_lo_ light_0_802720122.html 2 Lipovestsky, Gilles, El imperio de lo efímero, Barcelona, Anagrama, 2006. 1
/// Marco Alejandro Chávez Pérez. Tolchicuautli. De la serie Los Hijos de la Nahuala. Linografía. 30x100 cm. 2017.
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Actualidad de Lipovetsky. Tres notas intempestivas 6 Por Donovan Adrián
Hernández Castellanos*
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uchos han argumentado que Gilles Lipovetsky es un representante del desencanto de los tiempos actuales, en los que ninguna postura política parece surgir como una alternativa viable a las sociedades de libre mercado. Ciertamente el sociólogo francés carga las líneas de sus obras con minuciosos análisis del capitalismo de hiperconsumo, mostrando las transformaciones que ha introducido en cada esfera de la vida cotidiana: desde la elección del shampoo pasando por las nuevas formas de religiosidad new age; de la compra ansiógena del Black Friday a la supuesta elección mesurada de productos online; en fin, del consumo como una manera de lograr la distinción social al consumo como una manera de lograr experiencias individuales autosatisfactorias. Pero no por ello podemos concluir sin más que la sociología que practica sea light. Al contrario, Lipovetsky, más que un epígono de la bancarrota moral de nuestro siglo, es un peculiar estudioso de los estragos del individualismo contemporáneo. Bien visto, se trata de un pensador que hurga en las ruinas del proyecto liberal (que ha mostrado sus límites históricos) para llamar nuestra atención sobre los fenómenos patológicos que exacerban su lógica posmoderna. De igual forma, Lipovetsky es un nodo dentro de una serie heterogénea de herencias intelectuales que conforman a la cultura francesa. Formado en las tensiones que dividirán al grupo Socialismo o barbarie conformado por Cornelius Castoriadis, Claude Lefort y Jean-François Lyotard, el joven pensador aprendería a analizar las paradojas de la democracia moderna. Más joven que Pierre Bordieu y Georges Balandier, forma parte de una generación de sociólogos que incluyó a Jean-Claude Passeron y Loïc Wacquant; al igual que Jean Baudrillard, puso atención a los factores aglutinadores de seducción e hiperrealidad de las nuevas economías de la imagen; y su sempiterno interés por los fenómenos del espectáculo en el capitalismo global denotan una impronta de la Internacional Situacionista que es algo más que un déja vu. Al igual que Roland Barthes, Lipovetsky supo ver en los fenómenos aparentemente superfi-
/// Juan Carlos Villegas. De la serie 2000.
ciales de la moda, la publicidad o la mercadotecnia complejos artefactos de sentido. Pero de forma parecida a Michel Foucault, encontró en todos esos fenómenos las operaciones de dispositivos de poder. Sólo que éstos ya no se centran, como para Foucault, en el disciplinamiento moderno del sujeto, sino que se ejercen bajo la forma de la libre elección: todo, desde la espiritualidad hasta la preferencia sexual, parece estar bajo el mandato egológico del individuo. La paradoja que descubre Lipovetsky es que mientras más autonomía gana el sujeto, más controlado está por los poderes anónimos de seducción del libre mercado. II Si las sociedades posmodernas son regidas por mecanismos soft tales como los procesos comunicativos entre empresas y clientes, la seducción del diseño, el feed-back y las nuevas tecnologías del yo que se centran
sobre el individuo, el proceso de personalización analizado por Lipovetsky en obras como La era del vacío se comprende como el surgimiento de un nuevo tipo de narcicismo. Pero esta vez no se trata sólo de la fijación onanista del sujeto en sí mismo, sino de una forma de socialización suave que busca la conectividad y la cercanía más que los cortes abruptos. La búsqueda de experiencias que satisfagan, así sea momentáneamente, las necesidades hedonistas de los consumidores privilegia la emoción al concepto, la intuición a las teorías. De la disciplina hemos pasado a la erótica del control. Nueva gestión de los poderes que induce a la participación, al emprendimiento incluso; también a la patrimonialización de los bienes culturales, seguida de la descentralización administrativa de los Estados –que se descargan de las estructuras de seguridad que antaño componían los derechos sociales al bienestar.
Los nuevos fenómenos de masas abocadas al hiperconsumo personalizado de tecnologías Smart muestran la falta de rigidez de los marcos ideológicos de antaño. Los políticos convergen cada vez más en el centro y sólo son discernibles por los matices publicitarios que los consumidores observan apáticamente. Pero la personalización del consumo en las democracias liberales, que Lipovetsky había pronosticado en los tempranos años ochenta, no sólo se ha incrementado sino que ha transformado radicalmente las formas de subjetividad contemporáneas. La fijación narcisista del individuo sobre sí mismo apenas alcanza en las selfies su manifestación más superficial. Las nuevas tecnologías digitales han dado paso a ciberculturas donde las formas de poder son cada vez más personalizadas y, simultáneamente, cada vez más alejadas del control individual. Esto nos lleva a otra paradoja de la sociedad
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Dossier Lipovetsky
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posmoderna: hemos mencionado la palabra hedonismo. Pero el hedonismo antiguo (griego tanto como helénico) era una doctrina del placer descubierto en la austeridad de la vida; su ideal máximo era llegar a un estado vital donde predominara la ausencia del dolor (ataraxia). Por el contrario, el hedonismo posmoderno es un estado anímico dominado por la angustia y la ansiedad: consumo desregulado de ansiolíticos, pastillas para dormir, drogas que estimulen la creatividad y trabajos precarizados forman parte de una psicopolítica que asedia al individuo con la necesidad del último estímulo, del plus de goce. La nuestra no es una sociedad de la satisfacción, es una sociedad ansiógena y sobreestimulada. Es más tanática que erótica. III A pesar de su obvia vigencia, ¿qué le dice la sociología de Lipovetsky al mundo latinoamericano? Todo planteamiento teórico tiene sus límites y alcances, y ésta no es la excepción. Ciertamente los trabajos del francés arrojan luz sobre algunas tendencias significativas de la globalización actual; sin embargo, a la distancia resulta evidente que sus planteamientos surgen de ex-
periencias bien focalizadas. Sociedades como las de la Unión Europea padecen significativamente las contradicciones de un modelo desarrollista que, lejos de realizar el proyecto moderno -como habría sugerido de forma naive Habermas-, han agudizado sus condiciones críticas. Las crisis del capitalismo financiero de 2008 y los movimientos contestatarios de 2011 nos enseñaron que las tendencias de profundización de la lógica moderna, que Lipovetsky denomina hipermodernidad, no son una ruptura del programa anterior sino su manifestación extrema. Frente a este escenario unidimensional en el que está atrapado la mayor parte del pensamiento europeo, incluso el más crítico, resulta indispensable buscar diálogos y alternativas que incluyan al menos a las tres cuartas partes restantes del mundo: Asia, América del Sur y África. Lo mejor de la filosofía crítica europea no ha incursionado en ese sentido; muy por el contrario, se encuentra atrapada en una reinterpretación de universos de sentido eurocéntricos, que no pueden ser tomados seriamente como ejemplos para proyectos alternativos al capital financiero y su política de despojo en el Sur global. Así, la búsqueda de una reinter-
pretación del universalismo ecuménico de San Pablo realizada al unísono por Alain Badiou, Jean-Luc Nancy y Slavoj Žižek lejos de salvaguardar una idea fuerte para la política de izquierdas, muestra la profunda ignorancia de Europa por otras formas de espiritualidad y otros modos de vivir lo político en el mundo. De igual modo, el paradigma de las “sociedades de la información” ¿es aplicable en un país que, como México, sólo cuenta con un 40% de la población nacional con acceso a internet? Si la Teoría de la Dependencia nos enseñó que los modelos desarrollistas son una trampa para América Latina, pues profundizan el despojo de recursos naturales y los procesos migratorios desiguales en favor del Norte global y en perjuicio de nuestras sociedades, una de las preguntas fundamentales para la teoría y la práctica debería ser: ¿hacia qué otras modernidades alternativas podemos transitar?, ¿estas modernidades tendrían que aprender de la sobrevivencia cultural del ethos barroco como sugería Bolívar Echeverría?, ¿o, por el contrario, debemos avanzar hacia una transmodernidad en donde los explotados de la tierra alteren el sistema-mundo capitalista hasta transformarlo radicalmente?, ¿existen
procesos de modernización híbridos en América Latina?, ¿hasta qué punto es imperativo mostrar que no hay modernidad sin la colonialidad del poder, del ser, del saber y de la naturaleza como nos ha enseñado el giro decolonial? ¿Acaso no resulta fundamental entender la transversalidad del género que también se expresa en el poder colonial, según nos han enseñado María Lugones, Rita Laura Segato y Ochy Curiel? Finalmente, el retorno de las derechas en el mundo y la evidente militarización de las políticas de seguridad en los Estados del Sur global inscriben el duro problema del enemigo nuevamente en la jerga política y en las fantasías que negocian socialmente el terreno en disputa de lo simbólico. Estas voces de alerta –que, por ejemplo, el zapatismo– han dado motivos para asumir que el tiempo de la apatía posmoderna ha llegado a su fin. En su lugar necesitamos proyectos solidarios y respuestas fuertes para las preguntas acuciantes que nos impone nuestro tiempo. *Donovan Hernández Castellanos: Doctor en Filosofía por la UNAM, realizó su posdoctorado en la UAM-Xochimilco. Es profesor de “Teoría política contemporánea” en la Universidad Iberoamericana y forma parte del consejo académico de Cultura DH.
LA GUALDRA NO. 321 /// 18 DE DICIEMBRE DE 2017
Felices Fiestas
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Piero della Francesca. La Natividad. 1460-1475. Temple sobre tabla. 124 x 123 cm. Galería Nacional de Londres.
Compartimos con ustedes esta imagen para desearles felices fiestas y para agradecer su lectura y acompañamiento durante este año que está por terminar. Que la paz y la justicia nos acompañen y que Dios reparta suerte en el 2018.