SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 365 /// 10 DE DICIEMBRE DE 2018 /// AÑO 8
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Juan Carlos Villegas. Güerito de rancho. Tinta china y limón oxidado / papel. 35.5 x 39 cm. 2018
El artista plástico Manuel Felguérez cumple 90 años este 12 de diciembre y en La Gualdra nos sumamos a la celebración. Compartimos con ustedes este número especial dedicado al maestro nacido en Valparaíso, Zacatecas. Orgullo de esta su tierra, querido y admirado por todos nosotros.
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LA GUALDRA NO. 365 /// 10 DE DICIEMBRE DE 2018 /// AÑO 8
La Gualdra No. 365
Editorial
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l artista plástico Manuel Felguérez cumple 90 años este 12 de diciembre y en La Gualdra nos sumamos a la celebración. Compartimos con ustedes este número especial dedicado al maestro nacido en la hacienda de San Agustín del Vergel, perteneciente al municipio de Valparaíso, Zacatecas, en 1928; y que como varios de nuestros habitantes es también un zacatecano migrante. Salió de Valparaíso junto con su familia a la Ciudad de México cuando era apenas un niño, pero nunca ha dejado de estar presente; de él sí podemos afirmar que es profeta en su tierra. No sólo es reconocido por su indiscutible aportación a la historia del arte mexicano, su bonhomía además le ha llevado a ser considerado como uno de los artistas más queridos y admirados en Zacatecas. El pasado 25 de octubre la Universidad Autónoma de Zacatecas le otorgó el Doctorado Honoris Causa; en el marco de las celebraciones por sus 90 años, el maestro Felguérez nos concedió una entrevista que pueden ustedes visualizar completa en la página de La Jornada Zacatecas TV, y de la cual reproducimos una parte en páginas centrales de esta edición. En este número encontrará también el texto de Claudia Campos Gómez, “Manuel Felguérez de la pintura a la autopoiesis”, en el que habla de que el maestro Felguérez “dejó temporalmente tierra mexicana, entonces inundada por una tradición artística nacionalista, un estilo que no terminó por convencerle”, y explica asimismo por qué la obra del maestro se puede considerar como una especie de sistema de símbolos, “un sistema auto-productivo-autopoiético”, dado que su pintura “se caracteriza por la apertura, la comunicación, el diálogo y una sensibilidad expresiva que se extralimita, fluye y parece regresar su potencia a lo infinito”. Daniel Garza Usabiaga, colabora en este número con su texto “Manuel Felguérez y el orden industrial y tecnológico de la máquina y la cibernética”, en el que habla sobre la serie de piezas realizadas por el maestro zacatecano, El espacio Múltiple, presentada por primera vez en 1973 en el Museo de Arte Moderno (MAM) de la Ciudad de México. No sólo aborda el cómo llegó el artista a concebir esta obra, sino que contextualiza esta producción en una época decisiva en la historia del arte mexicano: “Las obras de este
periodo no son comúnmente discutidas aún y cuando pueden ser vistas como un importante antecedente de obras que realizará durante los años setenta, como la serie La máquina estética. Y es que en estas pinturas de finales de los sesenta, Felguérez parece articular escenarios en los que lo humano y la máquina y la tecnología, lo orgánico y lo inorgánico, se confrontan”. Adolfo Nuñez J., por su parte, nos habla del documental El caos y el orden, dirigido por el cineasta español Miguel Ángel Tobías quien, “con una mirada llena de curiosidad y respeto indaga en el origen, la trayectoria y el trascender histórico del artista originario de Zacatecas, haciendo énfasis en el auge de la llamada generación de la Ruptura, que el artista encabezó para revolucionar el arte mexicano”. En contraportada, encontrarán también la colaboración de Alfonso Vázquez Sosa, director del Instituto Zacatecano de Cultura, quien nos comparte una breve crónica sobre el día que acompañó al maestro Felguérez a la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Nueva York, y en la que la Durban Segnini Gallery de Miami presentaba su propia colección del artista zacatecano en el área de Arte Moderno. Para finalizar, otro artista plástico de Zacatecas, haciendo honor a la amistad que lo une a nuestro homenajeado, le dirige una carta en la que recuerda cómo fue que conoció su obra y cómo ésta lo motivó en sus procesos creativos; me refiero a Alfonso López Monreal, de quien compartimos su emotiva “Carta a Manuel”. Agradecemos la colaboración de los autores que participan en esta edición; así como a Juan Carlos Villegas por la imagen realizada exprofeso para nuestra portada; y al diligente personal del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez por las fotografías que aparecen en este número y por las facilidades prestadas para la realización de la entrevista. En La Gualdra nos sentimos muy contentos por ser parte de esta celebración por los primeros noventa años de vida del maestro Manuel Felguérez, a quien felicitamos sinceramente y agradecemos su presencia en nuestras vidas. ¡Felicidades, maestro! Que disfrute su lectura.
Directorio
Contenido Manuel Felguérez de la pintura a la autopoiesis Por Claudia Campos Gómez
Manuel Felguérez 90 años de pasión por el arte y la vida Por Jánea Estrada Lazarín
Manuel Felguérez y el orden industrial y tecnológico de la máquina y la cibernética Por Daniel Garza Usabiaga El caos y el orden, un documental sobre Manuel Felguérez Por Adolfo Nuñez J.
Un buen día con Felguérez Por Alfonso Vázquez Sosa Carta a Manuel Por Alfonso López Monreal
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Manuel Felguérez de la pintura a la autopoiesis
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l tiempo es el gran aliado de la creación, siempre puedes hacer algo nuevo, mejor, ha expresado de una y varias maneras Manuel Felguérez quien revela así, en pocas palabras, la pasión que le mueve a realizar su trabajo artístico y a dedicar su vida a la creación. Es un artista que ha sabido reconocer el valor de la emoción, la sensibilidad artística le caracteriza como ser humano y como creador. Su obra es un proceso de apertura al mundo de la posibilidad creativa y creadora, porque acude al binomio expresión-emoción. Si bien le preocupa el valor estético y compositivo, logra ir más allá, porque quien le observa, inicia un viaje que le retrotrae al origen, a la pulsión de vida, a no ser otra cosa sino sentir. Al inicio de su carrera Manuel Felguérez se fue de México embarcado en una aventura, motivado por la inquietud estética y consiguió encallar en un renovado e interesante tratamiento de la forma y el color. Dejó temporalmente tierra mexicana, entonces inundada por una tradición artística nacionalista, un estilo que no terminó por convencerle. En su carrera, Francia es una pieza clave, es ahí donde redescubre su vocación, donde su poder expresivo despierta. En el taller parisino del artista de origen ruso Ossip Zadkine vivió un interesante acercamiento con el cubismo y la deconstrucción de la forma hacia la abstracción geométrica que más tarde habría de caracterizar gran parte de su trabajo. Manuel Felguérez es sin duda un artista innovador, universal, que posee un lenguaje artístico único que le ha permitido trascender el contexto nacional y a sí mismo. Nada en Felguérez es casualidad, seguir las pistas de su trayectoria resulta una entrañable y casi fantástica con-
tinuidad de destellos en la historia reciente del arte. Sucedida como una entrega de estafeta entre una genialidad artística y otra hasta lograr conectar el genio artístico de Kandinsky con el lenguaje único, sensible y cercano del maestro zacatecano Felguérez. Para Kandinsky como para Felguérez hay un flujo entre la motivación del artista y la sensibilidad del espectador. Fue el artista ruso quien concibiera la figura del artista como un filtro de la realidad natural. Como un sujeto capaz de traducir impresiones y transmitir expresiones espontáneas o elaboradas de acuerdo con los principios plásticos de la composición. Principio sensible que se dirigía del alma del artista a la del espectador y que estaba precedida de la intuición. Este artista imaginado, proyectado, concebido por Kandinsky halla nombre en el arte contemporáneo mexicano: Manuel Felguérez. Revolucionario desde el inicio y en esa constante se ha constituido como uno de los más importantes artistas mexicanos en el mundo. Si bien es un autor consolidado en el arte abstracto, su formación multidisciplinaria abonó a su creatividad e ímpetu transformador. Dos cualidades le caracterizan y le han abanderado durante
toda su carrera la novedad y la disciplina. Manuel Felguérez se mantiene en la búsqueda, en la continua metamorfosis de la materia en función del espíritu. Ha sabido traducir el caos del universo al intuir y develar un orden que a su vez se abre a la posibilidad infinita. Según el propio Felguérez su obra se puede considerar como una especie de sistema de símbolos, un sistema “auto-productivo”-autopoiético. La autopoiesis es una cualidad que distingue a un sistema que es capaz de crear una red de procesos de producción, transformación y reorganización de manera interdependiente y gracias a ello conservar su unicidad e identidad. En su obra, principalmente en la pintura, se encuentra la vida, las múltiples posibilidades de la materia maquinando procesos autopoiéticos. Todos los elementos que dispone en ella y en el espacio se comunican, implosionan y se extienden más allá de los márgenes mientras que la solidez compositiva le une, le contiene en un todo. La pintura del maestro Felguérez se caracteriza por la apertura, la comunicación, el diálogo y una sensibilidad expresiva que se extralimita, fluye y parece regresar su potencia a lo infinito.
/// Manuel Felguérez. Foto cortesía del MAAMF.
Los universos de Manuel Felguérez son sempiternos, por su capacidad autopoiética, apertura, recomposición constante, movimiento, por las relaciones posibles entre los elementos dispuestos dentro del cuadro, pero sobre todo por la distensión de la emoción originaria hacia la multiplicidad sensible sin fin, que se recrea continuamente. Esta esencia emotiva del artista le distingue, porque ha logrado incorporar una mi-
rada propia a los escenarios artísticos en México, con un merecido reconocimiento a nivel internacional, varios premios y una extensa y valiosa trayectoria, Manuel Felguérez es un zacatecano que nos regala un lenguaje artístico único y universal. Su arte es eso que en sus propias palabras describe como dar vida, una vida diferente a la materia, medianamente humana, que hable, que diga, que haga sentir…
/// Manuel Felguérez. Mural Efímero CU UNAM. Foto cortesía del MAAMF. Manuel Felguérez. Mural Efímero CU UNAM.
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Manuel Felguérez 90 Años
Manuel Felguérez 90 años de pasión por el arte y la vida Por Jánea Estrada Lazarín t
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anuel Felguérez Barra nació un 12 de diciembre de 1928 en la Hacienda de San Agustín del Vergel, en Valparaíso, Zacatecas. Migró junto con su familia a la Ciudad de México cuando era apenas un niño, pero nunca ha dejado de estar presente; de él sí podemos afirmar que es profeta en su tierra. No sólo es reconocido por su indiscutible aportación a la historia del arte mexicano, su bonhomía además le ha llevado a ser considerado como uno de los artistas más queridos y admirados en Zacatecas. El pasado 25 de octubre la Universidad Autónoma de Zacatecas le otorgó el Doctorado Honoris Causa; en el marco de las celebraciones por sus 90 años, el maestro Felguérez nos otorgó parte de su tiempo para platicar sobre sus planes y futuras exposiciones, su vida, sus recuerdos de Valparaíso; en esta entrevista además reflexiona sobre el por qué del estado actual de la cultura y las artes en el Estado. Aquí parte de esta conversación que agradecemos profundamente nos haya concedido.1 Jánea Estrada Lazarín: Es usted un artista migrante, como la mayor parte de nuestros habitantes de Zacatecas. Decía García Ponce que usted tenía la particularidad de regresar siempre al punto de partida... tenía usted aproximadamente siete u ocho años cuando el municipio de Valparaíso lo vio partir a la Ciudad de México, pero siempre regresa... ¿cuál es el ancla? Manuel Felguérez: Pues mira, físicamente soy güero de rancho... aquí somos así conocidos, en esta zona hay gente medio güera, ¿no? [ríe] Yo soy de ésos. El municipio en el que nazco es efectivamente Valparaíso; la hacienda se llamaba San Agustín, pero tenía otro “apellido”, se llamaba San Agustín del Vergel porque está en un ejido llamado el Vergel; o sea que imagínate los dos nombres: el paraíso y el vergel, se supone que fui muy afortunado. Lo recuerdo como un lugar bellísimo, sobre todo el de mi infancia, seguramente la mitad es imaginario... como el río que cuando voy ahora lleva poca agua,
/// Manuel Felguérez. Foto cortesía del MAAMF.
pero en mi infancia lo recuerdo como un tremendo río... Tuve mi caballo, se llamaba azabache porque era negro.
der la hacienda. No era un lugar pacífico, creo que nunca ha sido, pero en ese momento fue muy complicado.
El maestro Felguérez sigue recordando sus años de infancia, se deja llevar por el recuerdo de esos primeros años de vida en los que la situación del país era sumamente conflictiva por los levantamientos armados...
Pocas veces habla de su familia, pero en esta ocasión, hablar de su infancia lo lleva a compartir el recuerdo de sus hermanos...
MF: Siempre en las haciendas teníamos la ventaja, que como éramos los malos, teníamos mucho servicio porque había mucho campesino que vivía y trabajaba la tierra. En esa ápoca la hacienda, mi padre, había aguantado parte de la revolución, el movimiento cristero... y yo nazco prácticamente al fin de ese movimiento. A los peones de la hacienda generalmente se les llamaba “los leales”, porque los que no habían sido “leales” estaban metidos en el agrarismo, y el agrarismo no era pasivo, eran bastante bravos; el arco de la entrada de la hacienda estaba lleno de rifles... había corneta, se tocaba y los leales subían a la azotea a defen-
MF: Tenía dos hermanos más chicos que yo. Tuve una hermana que se murió al año y que está enterrada en el panteón de Valparaíso; mi madre se pasaba buscando dónde había quedado y nunca encontró el lugar exacto de dónde quedó. De Valparaíso prácticamente en el momento que salimos, salimos todavía con una guardia armada, a caballo, cuidando a la familia hasta que salimos de la zona. Y ya no volví nunca a Valparaíso hasta que tenía como 60 años. En 1988, Manuel Felguérez recibió por parte de Gobierno de la República el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes; pero desde principios de la década de los 70 había sido nombrado Miembro de Número en
la Academia de Artes de México y había recibido distinciones internacionales como la del Premio de Honor en la XIII Bienal de Sao Paulo en Brasil por El espacio múltiple. MF: Fuera de Valparaíso, más cerca de Fresnillo, teníamos una pequeña propiedad que se conservó porque teníamos lo que se llama “los medieros”, con los campesinos se hacía un contrato: “yo pongo la tierra, tú pones la semilla y en la cosecha vamos a tanto cada quien”. Por eso había que ir a firmar los contratos -yo no, mi madre- y a ver lo de la cosecha, a que se pesara para ver cuánto le tocaba a la familia. Eso hacía que regresáramos una vez al año. Su familia regresaba a Zacatecas periódicamente, de ahí que en la ciudad tuvieran una casa en la Calle de Arriba -la Guerrero- de la que todavía conserva fotografías y recuerdos, sobre todo por la vecindad que tenía con otra familia de artistas, la de los Coronel, que vivían en la Calle de Abajo, con quienes tendría des-
pués una amistad cercana. MF: A Valparaíso, años después, el regreso fue muy emotivo porque me recibieron con fiestas y banderitas en la plaza central, con los niños de las escuelas, ésa fue una vez muy bonita; pero otra fiesta que me hicieron fue con Meche... nos recibieron en un coche del año 50, de esos convertibles. Entonces íbamos sentados ahí, recorriendo toda la población [ríe]... todas las escuelas salieron, con niños con banderitas en las manos y adelante del coche iba una pick up con la banda... íbamos con música y banderas recorriendo Valparaíso... Eso no cualquiera, ésos son de los grandes recuerdos... del cariño. Manuel Felguérez disfruta de las cosas más sencillas de la vida; recordar esos momentos en su tierra lo lleva también a hablar de la comida que más le gusta, la de su tierra... MF: Me gusta la comida... la comida dicha zacatecana, toda, pero me gustan la tortilla y los frijoles, sobre todo. El queso de lumbre...
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el de Valparaíso, el clásico que es riquísimo fresco y cuando se hace viejo también sigue sirviendo; de ése cuando vengo siempre me llevo bastante. Muchas veces, con años de venir, la gente me ha regalado cosas... en este caso miles de veces regreso cargado del queso que me han regalado. Siempre la comida... Te cuento una anécdota boba, mi padre me llevaba a tomar helados a un lugar famoso en México y me decía “Qué quieres tomar, Manolo” -porque así me llamaba mi padre-, y yo le contestaba: frijoles. Y hacía unos corajes... [ríe otra vez mientras imita la voz de su padre] “¡Cómo frijoles, Manolo, te traigo a que comas pastel!”. De aquí se me quedó el gusto por los frijoles y el queso,
el gusto por la comida original; me sigue encantando comer con tortilla y me encanta cuando vengo a Zacatecas la forma en la que voy consiguiendo cositas... el queso de tuna también le encantaba a mi madre. Siempre llevo mi queso de tuna, cada vez hay menos, todavía lo consigo en el mercado, pero ya no es tan fácil. Así es el maestro, honesto, sencillo, el que dice a manera de broma que uno de los defectos que tiene es el tener muchos años... Manuel Felguérez, quien ha tenido el privilegio de hacer siempre lo que más le gusta y que dice también que cuando no tiene nada que hacer pinta... y “como cada vez tengo menos
que hacer, cada vez pinto más”. JEL: A qué atribuye usted el estado actual de las cosas en Zacatecas en cuanto a arte y cultura se refiere... porque tenemos un movimiento muy interesante en el Estado... MF: Mira, como que entre otras cosas hay la herencia. Por ejemplo, cuando preguntan ¿por qué hay estados que no tienen ni un pintor y en Zacatecas hay tantos? Pues te agarran siempre descuidado, pero debe ser por... y ya les repites a López Velarde, por el cielo y la tierra; sabes que tienen color, pero no nada más eso. Entras a Zacatecas y estás envuelto en color; las primeras imágenes religiosas de que tengo recuerdo en mi vida son las de mi visita a Guadalupe;
me encantaba ir a ver todos los santos de Guadalupe… había un San Francisco que se acercaba uno y se paraba -creo que ya no se para- en el coro. Todo esto son vivencias infantiles, la vivencia infantil… nace uno rodeado de arte, pues será por eso… Pero además hay la tradición, la herencia, la cultura. Empezamos a contar los con los pintores de la Colonia que pintaban en Guadalupe; pero luego quién sabe cómo y aparece Ruelas, un extraordinario grabador que luego se fue a París y lo enterraron en Montparnasse. Y luego, pues sale aunque sea Goitia, pero sale otro importante… Y luego salimos todos nosotros. Aquí en el primer museo que se inauguró, el Goitia, ya estábamos nosotros…
Su museo es ya muy importante pues es el único en todo el continente que está dedicado al arte abstracto y por lo valioso de su acervo, que el maestro ha sabido conformar a lo largo de su vida, gracias a la red de contactos que con otros artistas ha construido y a la habilidad como gestor cultural que lo ha caracterizado siempre. En La Gualdra, celebramos con júbilo sus primeros 90 años de vida y agradecemos la contribución, que con su ejemplo, ha legado a las nuevas generaciones de artistas zacatecanos. ¡Felicidades, maestro Felguérez!
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/// Manuel Felguérez en su estudio. Foto cortesía del MAAMF:
entonces estaba Ruelas, Goitia… y había tres salas para los jóvenes zacatecanos “que destacábamos” y todavía seguimos ahí. Cada salita se convirtió en un museo. Te digo que son usos y costumbres que sólo tiene Zacatecas: salen pintores y heredan cultura, y enredan a otros; y eso que era una primera presentación acabó con esta serie de museos que seguramente llegará un momento en la que ya no sabremos dónde poner tanta cosa... Ahora, ves en esta Bienal FEMSA la cantidad de nuevos pintores que ya brincaron la época del arte moderno, que están en lo que ahora llaman contemporáneo o no sé cómo le llamen; le van inventando nombres, todavía no saben cómo se llaman, pero que son absolutamente nuevos. Ni modo, la era mecánica acabó y empezó la electrónica. Y toda la gente que se está formando ahora tiene que tener otra mentalidad y tiene que hacer un arte diferente. Y empezamos a ver en la bienal FEMSA muchos ejemplos de nuevos impulsos y nuevas posibilidades del arte de gente muy joven que ya está haciendo cosas que valen la pena. Es inevitable, a mí me da gusto porque el arte tiene así que ser ruptura siempre. Entonces tienen que acabar con nosotros para que salgan otros; pero ese acabar es un decir, porque dentro de la teoría de diseño hay una cosa muy obvia que es que cada nuevo descubrimiento, cada nuevo material, prestigie al anterior. […] Siempre lo nuevo prestigia lo anterior; como nosotros, Ruptura, prestigiamos al Muralismo Mexicano. Cuando yo era chico los murales de Diego Rivera eran “los monotes”, digo, la gente no los apreciaba… salimos nosotros [la generación de la Ruptura] y ahora México se presenta con Diego Rivera y Frida y toda esa época -que nosotros rompimos-, bueno, ahora son los que tienen el primer lugar. Entonces digo, ojalá que salgan nuevas generaciones… en ese sentido le tengo mucha fe a este museo, que no pretende innovar, pretende conservar una época... En un siglo será un museo muy importante.
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Manuel Felguérez y el orden industrial y tecnológico de la máquina y la cibernética Por Daniel Garza Usabiaga t
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l Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez (MAAMF) cuenta, como parte de su acervo, con varias piezas de la serie El espacio múltiple realizadas por el renombrado artista zacatecano. En otros museos del país también existen obras pertenecientes a esta serie. No obstante, lo que hace única a la colección del MAAMF es que el conjunto de dichas piezas permite ver las intenciones originales de Manuel Felguérez al concebir esta serie, que se presentó por primera vez en 1973 en el Museo de Arte Moderno (MAM) de la Ciudad de México. Límite de una secuencia, La energía del punto cero o Signo convexo (todas fechadas en 1973) ilustran el desdoblamiento y redefinición de un diseño particular en obras bidimensionales (como serigrafías y pinturas hechas con laca automotiva) así como relieves y esculturas de carácter tridimensional. Sin duda alguna, esta concepción múltiple es algo de lo que otorga su tremenda originalidad a esta serie de Felguérez, misma que fue de primera importancia para el desarrollo de su producción durante los años setenta. Es importante mencionar cómo el artista llegó a la concepción de esta serie. Durante gran parte de los años sesenta Felguérez desarrolló una producción pictórica abstracta de carácter gestual, de acuerdo a su testimonio, influenciada por el legado del automatismo surrealista. Esta sensibilidad también se encuentra presente en sus murales hechos con chatarra, una solución que los emparenta con su interés con la máquina. Durante la segunda mitad de esa década, Felguérez comenzó a insistir en desplazar su trabajo hacia una tradición constructivista, en la que prevalecen las
/// Manuel Felguérez. El espacio múltiple. 1973. Foto cortesía del MAAMF.
tendencias racionales en el arte. A partir de 1967, el artista comenzó a estudiar sus pinturas gestuales y de ellas derivó una serie de constantes; un “alfabeto plástico”
constituido por la repetición de cuadrados, círculos y triángulos. Gradualmente también consolidó una lógica con respecto a la solución cromática: una paleta
de colores cálidos que giran alrededor de la aplicación del dorado y otra de tonos fríos cuando utilizara el plateado. El “alfabeto plástico” (y sus posibles derivaciones
/// La tecnología deshumanizada victima al hombre. Mural de Manuel Felguérez. Sala de Osaka. Foto cortesía del MAAMF.
en trapecios, óvalos, rombos o rectángulos), dicha lógica cromática y la idea de múltiples formatos son tres de los aspectos constantes que articulan la serie El espacio múltiple. Entre 1967 y 1970, las pinturas de Felguérez empiezan a incluir este nuevo “alfabeto plástico” a la par de formas biomórficas, rasgos gestuales y, en ocasiones, fragmentos de cuerpos humanos (en particular torsos femeninos). Las obras de este periodo no son comúnmente discutidas aún y cuando pueden ser vistas como un importante antecedente de obras que realizará durante los años setenta, como la serie La máquina estética. Y es que en estas pinturas de finales de los sesenta, Felguérez parece articular escenarios en los que lo humano y la máquina y la tecnología, lo orgánico y lo inorgánico, se confrontan. En cierta medida expresan cierta preocupación por la deshumanización del mundo a partir de un creciente andamiaje tecnológico. Una pieza que es elocuente de esta perspectiva es el mural que realizó en 1969 para el pabellón mexicano en la Exposición Internacional de Osaka en 1970. Titulado La tecnología deshumanizada victima al hombre, este lienzo de gran formato presenta el nuevo alfabeto de formas geométricas junto a fragmentos de torsos humanos y soluciones gestuales que pueden ser vistas como sugerencias de disoluciones violentas de cuerpos. Esta pintura recuerda algunas obras del artista surrealista Roberto Matta, como Pecador justificado (1952) que fue propiedad de Rufino Tamayo. El mural de Osaka también se puede relacionar con algunas de las escenografías realizadas por Felguérez para la película (1973) de Alexandro Jodorowsky. Es probable que a partir de los inicios de la década del setenta, Felguérez se concentrara exclusivamente
en la producción de El espacio múltiple, en miras a su exposición individual de 1973 en el MAM. A través de una interpretación de teorías provenientes del estructuralismo, la semiótica y la fenomenología, el artista concibió esta serie como un “constructivismo de transformación permanente”. Esta transformación constante puede apreciarse desde dos ópticas. Por un lado, el mismo alfabeto plástico y lógica cromática pueden producir un sinfín de diseños originales y únicos y, por el otro, la transformación que dicta cada solución y soporte en el paso de un diseño a pintura, a escultura y relieve. En sus escritos sobre esta serie, Felguérez reconoce el impacto del trabajo de Umberto Eco y en particular su concepto de obra abierta. En un texto de 1973, el artista escribe “De la aceptación de la estructura como un sistema de transformación emerge el concepto de obra abierta” y, posteriormente, cita a Eco “En arte, la teoría de la obra abierta no es otra cosa que la poética del pensamiento serial”. Enfatizo el término “serial” ya que, de nueva cuenta, se alinea con el mundo de la máquina y la tecnología. De hecho, el acabado de algunas de las piezas de El espacio múltiple cuenta con una apariencia industrial, como si no hubieran sido producidas por la mano humana. Esto es particularmente evidente en las pinturas hechas con lacas automotivas y las esculturas que presentan materiales plásticos y algunas superficies reflejantes, como el aluminio; todos materiales pertenecientes al sistema de producción industrial propio de la posguerra global. Vale la pena mencionar que aunque muchos de los diseños realizados por Felguérez para El espacio múltiple encontraron múltiples soluciones en serigrafías, pinturas, relieves y esculturas de mediano formato, el artista aspiraba a que también se
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/// Manuel Felguérez. Foto cortesía del MAAMF.
/// Manuel Felguérez. Signo convexo. 1973.
El caos y el orden, un documental sobre Manuel Felguérez t
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Por Adolfo Nuñez
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a vida y la obra de Manuel Felguérez, que es conocido como una de las figuras más importantes del arte mexicano durante la segunda mitad del siglo XX, es explorada a profundidad en El caos y el orden (2016), un documental dirigido por el cineasta español Miguel Ángel Tobías quien, con una mirada llena de curiosidad y respeto indaga en el origen, la trayectoria y el trascender histórico del artista originario de Zacatecas, haciendo énfasis en el auge de la llamada generación de la Ruptura, que el artista encabezó para revolucionar el arte mexicano. A través de obras y momentos clave, la cinta muestra el carácter arriesgado y subversivo de su protagonista. El filme rescata y presenta las mayores influencias de Felguérez, entre las cuales destacan los murales de la Capilla Sixtina, la arquitectura de la catedral de
Notre Dame, las acuarelas de Turner y las esculturas de Jean Arp. Por otra parte, el documental también muestra y analiza sus relaciones con otros artistas, su amistad con Jorge Ibargüengoitia, así como las dinámicas y rutinas que generó con los miembros del grupo de la Ruptura, tales como Lilia Carrillo y Vicente Rojo. Tobías nos muestra también los intereses de Felgúerez en diversas disciplinas, tales como la pintura, escultura, antropología, biología, taxidermia, geometría y hasta sistemas computacionales. El cineasta nos introduce en la intimidad de Manuel Felguérez en voz del propio artista, quien al momento del rodaje tenía 86 años. Con simpatía, lucidez y mucho ingenio Felgúerez habla de su vida y obra, así como de su ferviente deseo de reinventar al arte mexicano, y el énfasis que siempre señala debe existir entre la pieza y el espacio que la ocupa, principalmente con sus esculturas monumentales, así como en
el uso de materiales de desecho para sus ensamblajes e instalaciones. Tobías enfoca la mirada clara de Felguérez, que por momentos parece la de un niño, con un brillo peculiar, enérgico y lleno de sentido del humor. A través de una serie de entrevistas, entre las cuales destacan las opiniones de estudiosos del arte y la cultura mexicana tales como Elena Poniatowska, Juan Villoro y Rafael Tovar, el director recopila todo tipo de testimonios que ayuden a comprender de mejor manera la evolución del artista. A pesar de recurrir en su gran mayoría a la estructura documental habitual, Tobías no abusa de esa estructura narrativa y presenta atractivos recursos visuales, animaciones que reconstruyen figuras geométricas así como el registro de trabajo de Felguérez dentro de su taller. Todos estos elementos funcionan para asimilar de mejor manera el impacto de su obra y la influencia que la misma ha generado a través de los años.
Manuel Felguérez 90 Años
volvieran obras de arte público como murales (como el Mural portátil de 1973 que es parte de la colección del Museo Francisco Goitia) o esculturas (como La llave de Kepler que realizó en 1979 para El espacio escultórico de la UNAM). A mediados de la década de los setenta, Felguérez llevó su interés en el mundo de las máquinas y la tecnología a un nuevo nivel cuando empezó a desarrollar un proyecto que unía el arte con la cibernética: La máquina estética. No es posible subestimar la originalidad de este trabajo que lo coloca como un pionero en el desarrollo de nuevas propuestas en el campo del arte y la tecnología. Felguérez trabajó primero en universidades de México y posteriormente de Estados Unidos, donde colaboró con el ingeniero colombiano Mayer Sasson (esposo de la pintora Fanny Sanin), para desarrollar una programación que permitiera a una computadora dictar los diseños de obras artísticas a partir de distintas variables que consideraban, entre otras cosas, el “alfabeto plástico” de El espacio múltiple. Felguérez realizó pinturas y esculturas derivadas de los diseños dictados por la computadora, como Pintura 3 (1976) que también forma parte del acervo del MAAMF. Una de las intenciones de Felguérez al desarrollar el proyecto de La máquina estética era indagar sobre la posibilidad de una “sensibilidad artificial” (como contraparte a las discusiones sobre inteligencia artificial -IAque se encontraban en voga en el campo de la cibernética de esos años) al interior del mundo de la computadora, la máquina y la tecnología. Este interés, se puede decir, buscaba “humanizar” a la máquina como posible paliativo a un escenario de “deshumanización tecnológica”, explorado constantemente por el artista en sus pinturas de finales de los años sesenta.
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ace más de un año tuve la oportunidad de acompañar al maestro Manuel Felguérez en uno de sus muchos proyectos fuera del país. El motivo fue su participación en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Nueva York. La Durban Segnini Gallery de Miami presentaba su propia colección de Manuel Felguérez del 6 al 10 de mayo de 2017 en el área de Arte Moderno. Una vez en Manhattan, el maestro me citó en la Biblioteca Pública donde estuvimos conversando un buen rato para luego ir a comer a uno de sus lugares favoritos: El Grand Central Oyster Bar, ubicado en el sótano de la Terminal Central y a dos cuadras de la biblioteca. Mientras caminábamos al restaurante, me fue mostrando algunos edificios y me contó historias y anécdotas de sus vivencias en esta ciudad. Me sorprendió la lucidez con la que recuerda los lugares, los nombres de las personas y lo bien que ubica los diferentes recintos importantes de Nueva York. Nunca me imaginé las dimensiones del recinto al que ingresamos luego de avanzar entre multitudes de viajeros que usan la terminal de la Gran Central, pasando por callejones y las bóvedas subterráneas. El centenario restaurante es enorme, sin exagerar, había mesas para atender simultáneamente a más de 400 personas y a la hora en que entramos el lugar ya estaba casi lleno. La siguiente sorpresa fue el menú. Lo conocía perfectamente y me estuvo recomendando opciones para degustar las diversas variedades de ostras porque resultaba casi imposible revisar la lista de más de 200 posibilidades y entender la diferencia entre ellas. Seleccionó
una fuente variada que pudimos disfrutar los tres comensales, pues nos acompañaba su esposa Meche. El proceso fue similar para escoger el platillo fuerte y las bebidas adecuadas para maridar. Después de la comida nos trasladamos a upper Manhattan, donde se ubicaba la Feria. A la entrada nos entregaron los mapas para ubicar las galerías participantes y nos dirigimos al local 113, donde encontramos las diferentes piezas del maestro. La exposición abría 8 horas cada día, por lo
que pudieron apreciarla una gran cantidad de visitantes. Nosotros estuvimos ahí solamente unas 3 horas, durante las cuales el público pudo saludar personalmente a Felguérez que fue reconocido inmediatamente y quien no dudó en atender a cada uno de los que se acercaron a felicitarlo. Confirmé en ese momento la grandeza de Manuel Felguérez, un prestigiado creador con reconocimiento internacional, orgullo de México y digno representante de los valores artísticos de Zacatecas.
/// Manuel Felguérez y la Generación de la Ruptura. Foto cortesía del MAAMF.
Carta a Manuel Por Alfonso López Monreal t
H
ace ya muchas décadas cuando era yo alumno del Instituto Zacatecano de Bellas Artes, para mis maestros y compañeros -que fueron luego maestros a su vez- tú eras un outsider, un fuera de lugar... no encajabas con los talleres, los trabajos y la obra de los que ahí enseñaban. No es que fueran malintencionados, simplemente nuestros horizontes eran muy limitados y nuestra información escasa; de ahí que, si queríamos crecer, informarnos o estar en contacto con los movimientos de vanguardia de la época había que migrar. Recuerdo vagamente una plática que diste
por aquellos años; la reacción de los artistas locales fue un tanto agresiva, o de defensa; traíamos aún una mezcla de academicismo que nos llevaba al dibujo de bodegones, de callejones pintorescos de la ciudad o en el mejor de los casos, a la secuela de un muralismo mexicano mal entendido, desgastado y envejecido. En ese entonces para mí tu obra era un caos y una incógnita; sin embargo, cumplió su función de despertarme la inquietud; preguntarme sobre el origen y el significado de tu pintura me llevó directamente a entender el origen de lo creativo y de la esencia de toda obra de arte. Recuerdo luego aquellas exposiciones de época como La máquina estética y sobre todo aquélla del Espacio múltiple; y los escritos de
Octavio Paz sobre la misma en los que te consideraba como uno de los artistas mexicanos que mejores críticos eran de su propia obra, que podían escribir y debatir al tú por tú con la entonces Escuela Mexicana de Pintura y sus líderes. Así fue como empecé a relacionarme con tu obra y con la de tus contemporáneos, época de una gran efervescencia política y artística que nos marcó, nos abrió puertas y caminos a seguir -fuera de todo nacionalismo panfletario- y a aceptarnos como ciudadanos del mundo sin complejos o folclorismos superfluos. Ahora a tus noventa años sigues siendo el mismo joven de siempre; éste no es Manuel y ésta no es una pipa, éste que ves es el pintor aferrado y congruente con una de las corrientes,
si no la más revolucionaria, si la más radical del siglo veinte: el arte abstracto. Fiel representante junto con un grupo de excelentes pintores de esa corriente pictórica, que entre otras cosas dio paso a una aportación -tal vez la única en la historia del arte moderno-, la de un geometrismo abstracto cien por ciento latinoamericano; con escritores de la talla de Octavio Paz, García Ponce y creadores mexicanos en todas las áreas, participaron sin barreras, limitaciones o complejos en una corriente del arte universal. Gracias Manuel, a ti y a tu inseparable Meche por su amistad y sobre todo por tu lección de vida... cuando sea grande quiero ser como tú. Un abrazo y felicidades.