SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 391 /// 1 DE JULIO DE 2019 /// AÑO 9
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Vista general de la obra El mural del Pueblo, del pintor Ariosto Otero. Foto de Ángel Solano.
A inicios de la década de los años 80 Ariosto Otero Reyes, artista de origen colombiano (Concepción, Santander), radicado en México, y estudiante de la Antigua Academia de San Carlos, concibió una pintura de gran formato en el municipio de Tultepec, Estado de México. El mural del pueblo (1981) subsecuente a su primera gran pintura, Libros de las historias de mi pueblo (1980) realizada en el Palacio Municipal de Amecameca, ofrece un panorama poco estudiado sobre el temprano proceso artístico del autor.
[“El mural del pueblo: la obra de Ariosto Otero en Tultepec”, por Ángel Solano, en páginas centrales]
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LA GUALDRA NO. 391 /// 1 DE JULIO DE 2019 /// AÑO 9
La Gualdra No. 391
Editorial
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nteractividad Cultural y Desarrollo, A.C., es una de las 4 organizaciones no gubernamentales (ONG’s) que en México son reconocidas por la UNESCO, en este caso como coadyuvante en la instrumentación e implementación de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial; su director general, Carlos Villaseñor, estuvo la semana pasada en Guadalupe, Zacatecas, para dar un curso sobre Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial al personal del Museo de Guadalupe e invitados de los museos comunitarios de Vetagrande y Ojocaliente, Zacatecas. Este tipo de actividades en el museo se realizan gracias a la visión que tiene su directora, Rosa María Franco y a la voluntad por parte de Instituto Nacional de Antropología e Historia de que estos programas se lleven a cabo, considerando que entre más información y conocimiento se tenga sobre la importancia de salvaguardar el patrimonio, más interés pondrán los trabajadores de estos espacios culturales en implementar planes orientados a conseguirlo. Tuve la oportunidad de hablar con Carlos Villaseñor y toda esta conversación quedó registrada como “Carlos Villaseñor: Derechos Culturales y Salvaguarda del Patrimonio C. Inmaterial”, en el espacio de mi video columna semanal publicada en La Jornada Zacatecas TV en Youtube y en la página del diario.1 Interactividad Cultural y Desarrollo se dedica a la promoción de los derechos culturales y a la salvaguarda del patrimonio cultural; Villaseñor es todo un personaje en la vida cultural e intelectual de nuestro país; ha dedicado la mayor parte de su vida al estudio y análisis de los procesos culturales, las políticas públicas orientadas a este rubro y el impacto de todas las acciones -y omisiones- gubernamentales que afectan a las actividades relacionadas con la cultura y las artes en México. Hoy podemos decir que él es uno de los especialistas más sólidos en estas áreas del conocimiento y su opinión marca pautas indispensables a seguir para el análisis del desarrollo cultural y la participación ciudadana en la defensa de sus derechos culturales. “El patrimonio cultural inmaterial -dice Carlos Villaseñor- finalmente son estos intangibles, son las tradiciones, las costumbres, los ritos, las ceremonias, la forma en la que se expresan todas estas ideas que conforman la identidad de las personas, y que por cotidianas muchas veces pensamos que son para siempre” y no necesariamente es así; tenemos el ejemplo de
muchas de estas manifestaciones que por falta de un registro adecuado se pierden con el transcurso del tiempo. Por mencionar sólo uno de estos casos de “pérdidas” tenemos el hecho de que muchas danzas tradicionales se han modificado en cuanto a los instrumentos utilizados para su ejecución; algunas de ellas originalmente se tocaban con tambora y violín y hoy sólo se tocan con tambora porque no hubo quién aprendiera a ejecutar el segundo instrumento. Así podemos hablar de antiguas recetas de gastronomía familiar, de la elaboración de máscaras de madera para los coloquios realizados en los municipios zacatecanos y hasta de la entonación que los actores utilizaban en las ceremonias y actos teatrales tradicionales; todo es susceptible a perderse si no se cuenta con un plan de salvaguarda. De todo lo anterior nos habla Villaseñor, así como de la importancia de defender nuestros derechos culturales, pero ¿cuáles son éstos?, ¿qué podemos hacer para exigir que se respeten?, ¿ante quiénes debemos exigirlo? Si usted quiere saber más sobre esto, le recomiendo que vea el video mencionado; ahí además habla de cómo fue su participación en el consejo redactor de la Ley de Cultura y de los recortes que sufrió ésta en el proceso de revisión en el Senado de la República. ¿Esas omisiones en qué nos afectan? ¿Podemos promover que se incluya lo omitido? Ante la creciente preocupación de cómo es que se están llevan a cabo actualmente las actividades dentro de la Secretaría de Cultura, coincido ampliamente con Villaseñor en que ya no podemos darnos del lujo de considerar esto como si se tratara de “jugar a la verdulería”, ya no estamos en condiciones de decir “esto salió bueno, esto no, esto está calado”, como si de aguacates o jitomates se tratara, porque ya existen instrumentos jurídicos para que podamos tomar el desarrollo cultural en nuestras manos. En la defensa de nuestro patrimonio cultural material e inmaterial, en la exigencia de que nuestros derechos económicos, sociales y culturales se respeten debemos de participar todos. Y aquí está la invitación a que así sea, vea la entrevista y quedo en espera de sus comentarios. Que disfrute su lectura.
Contenido Alejandro Toledo ¿Hay algo más que la memoria? Por Mauricio Flores
El mural del pueblo: la obra de Ariosto Otero en Tultepec Por Ángel Solano
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Matria y las luciérnagas de Raquel Lanseros Por Antonio Rodríguez Jiménez #LeerEstáDeModa Por Eduardo Campech Miranda
Infidelidad y otras historias Por Carlos Martín Briceño
Anima: Thom Yorke y el onírico despertar Por Adolfo Nuñez J. Lugar común uno: Hacer el amor en un parque Por Pilar Alba
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Ver en Youtube: https://youtu.be/Txbj3FFmJqo Y ver en FB: https://www.facebook.com/LaJornadaZacatecas/videos/329644151289805/ 1
Directorio
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Alejandro Toledo ¿Hay algo más que la memoria? Op. Cit.
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Por Mauricio Flores*
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uestos a imaginar, bien podría haberle preguntado La Peque a Rulfo: —Oye, Juan, por qué no escribes otro libro… Y éste, referente literario de mayor hondura de las letras mexicanas, le habría contestado así a Josefina Vicens: —Oye, Peque, y por qué no escribes tú otro… Así, dotados de imaginación y frescura —el sello de la verosimilitud bien estampado, algo que sólo da el empleo de la verdad— resultan los diecisiete textos escritos por Alejandro Toledo (Ciudad de México, 1963) reunidos en ¿Hay algo más que la memoria?, miscelánea resultante de ejercicio del periodismo cultural durante ya varios años. Divido en dos grandes apartados, uno que aborda las preferencias lectoras del autor de obra universal, otro de la mexicana, ¿Hay algo más… es un libro personalísimo que toma su título de uno de los insertos; el dedicado, a manera de collage y en peculiar género, a la novela Farabeuf (Salvador Elizondo). Autor que junto Tario, Hernández, Rulfo, Arreola, Vicens, Bonifaz, Pacheco… alimentan permanentemente la lectura toledana. Periodista, ensayista, narrador y sobre todo lector, Toledo asume riesgos. ¿Qué es si no volver a Farabeuf? La novela “extravagante”, nos dice en “El instante de la muerte y el deseo”. “Un libro de esencia francesa escrito en la mejor prosa mexicana”. Pero eso no es todo, nos advierte enseguida. Ya que, de algún modo, Elizondo “prolonga en él [ella, Farabeuf] una forma narrativa usada exactamente hace diez años antes en la literatura mexicana por Juan Rulfo en Pedro Páramo, que es una novela estructurada fragmentariamente, en un juego de voces, y también una novela poética. Los fragmentos en Rulfo son como piezas que se enciman una sobre otra, para finalmente desparramarse; en Elizondo, es el cuerpo mutilado expuesto al respetable en la mesa de operaciones”. Porque a Toledo, se revelará ante al lector, el tejido autoral bien se le da. La referencia a banda múltiple, cual juego de carambola. ¿Ejemplo?, la interrelación Rulfo-Elizondo donde la prosa (investigación) toledana anuncia: “Sé que la admiración de Elizondo por Rulfo era absoluta. He revisado —muy someramente— los cuadernos de Elizondo, en posesión de la fotógrafa Paulina Lavista, y hallé varios dibujos que son homenajes a El llano en llamas, y encontré una postal que Rulfo le envió desde España”. Y que el autor de ¿Hay algo más… transcribe: Salvador: Es admirable la forma y el respeto que imponen en todo este país los grandes monumentos del pasado, quizá porque representan una supervivencia gloriosa jamás recuperable y mucho menos concebible. La agonía ha durado siglos. En cambio, Elizondo es algo vivo que se discute, se aprecia y moviliza a las generaciones actuales de modo muy positivo. Total, el interés por tu obra es inquietante, lo cual me alegra y me enorgullece personalmente. Felicidades de tu buen amigo Rulfo. Escribe que no… Otro tejido. Rulfo-Vicens. “Pues sí, verdad…”, por qué no escribieron más libros. “Con diferencia de dos años, Rulfo publica un volumen de cuentos y una novela y calla; en Josefina Vicens el proceso es distinto porque hay un salto temporal, de más de dos
décadas, entre El libro vacío y Los años falsos. Y el paisaje se complica e incluso se vuelve escheriano cuando se piensa que el tema de ese primer título suyo es precisamente la escritura, vista a la vez como necesidad y como imposibilidad. Ahí, cual si fuera una suerte de antigrafógrafa, Josefina Vicens escribe que no escribe, mentalmente se ve escribir que no escribe y también puede verse que no escribe…”. Aun colocados en las primeras páginas de ¿Hay algo más…, completan el mismo textos dedicados a las obras de Shelley, Joyce, Trumbo y Capote. Cuatro textos (salpimentados de guiños) a contrapelo del academicismo y la formalidad. ¿Recuerdas? ¿Hay algo más tenaz que la memoria?, pregunta Toledo y parece responder: ¿Recuerdas? Has vuelto después de algunas horas
Vuelto después de muchos años (…).
Algo había en todo ello que recordaba el mar… algo en aquel hombre indescifrable… ¿Somos el recuerdo de alguien que nos está olvidando? ¿O somos tal vez una mentira? *** Alejandro Toledo impartirá el curso Tario, Rulfo, Del Paso: lectura y escritura, del 2 al 4 de julio en el Centro Nacional de las Artes, de San Luis Potosí. Inscripciones abiertas. Alejandro Toledo, ¿Hay algo más que la memoria?, Universidad Autónoma de Querétaro, México, 2019, 186 pp. * @mauflos
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El mural del pueblo: la obra de Ariosto Otero en Tultepec Artes plásticas
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Por Ángel Solano*
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inicios de la década de los años 80 Ariosto Otero Reyes, artista de origen colombiano (Concepción, Santander), radicado en México, y estudiante de la Antigua Academia de San Carlos, concibió una pintura de gran formato en el municipio de Tultepec, Estado de México. El mural del pueblo (1981) subsecuente a su primera gran pintura, Libros de las historias de mi pueblo, (1980) realizada en el Palacio Municipal de Amecameca, ofrece un panorama poco estudiado sobre el temprano proceso artístico del autor. En la pintura pública de Tultepec, Otero plasmó una visión moderna sobre la vida de los pobladores de la hoy mundialmente conocida Capital de la pirotecnia. Oda concerniente a los quehaceres diarios de la sociedad tultepequense, misma que retrata personajes de su vida pública, política, popular y cotidiana. Un análisis de la obra monumental Realizado con pintura acrílica sobre dos paneles de muro aplanado, con medidas totales de 156 metros cuadrados, El mural del pueblo, llamado también Historia, Pirotecnia y Música de un pueblo,1 ubicado en una de las avenidas principales del municipio, es un referente coloquial y cultural en la vida de Tultepec. Durante 38 años ha mostrado un retrato múltiple de una sociedad que mantiene su historia entremezclada en la fiesta, la fe y la tragedia. Con cualidades referenciales y formales provenientes de la influencia de grandes muralistas como los maestros David Alfaro Siqueiros (Chihuahua 1896-Cuernavaca 1974) y José Clemente Orozco (Jalisco 1883-Ciudad de México 1949), esta obra temprana del maestro Otero narra la idea de lo caótico, lo heroico y lo popular como antesala para la existencia festiva y artesanal que da vida al pueblo pirotécnico. Con el uso de una paleta limitada y vibrante, en su composición original, Otero da cuenta de su visión mediante el manejo de formas geometrizadas o sobrepuestas que proporcionan la sensación de movimiento y que recuerdan, también, las soluciones gráficas de algunos murales del guatemalteco Carlos Mérida (1891-1984). Con predominio espacial, los sienas tostados generan un entramado visual que contribuye a la unificación de las diversas escenas, mismas que no mantienen una línea temporal y que dialogan con las composiciones y motivos populares del pintor Pieter Brueghel (hacia 1525-1569). En el mural ocurren variados acontecimientos representados por formas ideales, colosales y de características sobrehumanas entremezcladas con elementos evocativos del más tradicional costumbrismo. Al mismo tiempo son fragmentadas por ambiguos planos de color que se multiplican como evocación del desplazamiento que los personajes mantienen en el éxodo ceremonial, y que aluden a soluciones visuales provenientes de las vanguardias
/// Estado actual del mural [detalle]. Imágenes tomadas del video “El Mural” del señor Enrique Carranza y fotografía de Ángel Solano, 2018.
artísticas del Siglo XX como, por ejemplo, la obra de los futuristas italianos.2 Su contenido narrativo da cuenta de aspectos simbólicos relacionados con las ocupaciones comunes de los pobladores originarios del municipio. En él se perciben signos que hacen alusión a dos de los gremios más importantes de la historia de Tultepec, los músicos y, por su puesto, los pirotécnicos; ambos con fuerte presencia en la vida contemporánea del pueblo. Como consecuencia, la construcción del mural se divide en dos partes que se confrontan y unen al mismo tiempo. El lado izquierdo corresponde en su mayoría a efigies que evocan la elaboración y consumo de la pirotecnia. En contraparte, el módulo derecho evoca el ritmo y cadencia de la música que en este caso es sin duda, alegoría de los sonidos filarmónicos y estruendos de las bandas de pueblo. Mención aparte merecen las representaciones casi heroicas de un grupo de mujeres que caminan desde el lado izquierdo de la composición. Este fragmento parece evocar los ritmos, motivos, direcciones y la poética del óleo Las soldaderas, (1926) de José Clemente Orozco. Con sus hijos en brazos y elementos pirotécnicos en diversas manos, el ejército femenino es guiado por una mujer que porta en su extremidad derecha la llama con la que incendia el brazo izquierdo de un hombre, que a su vez se mueve velozmente, jalado por otro personaje, en dirección opuesta. Esta escena, indudablemente, recuerda La libertad guiando al pueblo,3 obra del artista francés Eugéne Delacroix y exhibida, actualmente, en el Musée du Louvre en París. Analogía que da testimonio sobre la idea romántica e idealista que Ariosto otorga
al pueblo de la pirotecnia. A diferencia de la representación en Delacroix, la de Otero no muestra el pecho descubierto ni sujeta una bandera, se inclina con fuerza siqueiriana para compartir la flama liberadora y mítica, es una especie de entidad divina que otorga a la humanidad el don de controlar o domar el fuego a través del autosacrificio. Concepto que permanece vigente en el imaginario colectivo de Tultepec y que se refleja en la cotidianidad de sus celebraciones, mismas que continúan a pesar de las múltiples catástrofes ocasionadas por la pólvora. En este fragmento del mural, la cita al trabajo artístico de Siqueiros es evidente, notamos similitudes en las estructuras morfológicas de algunos personajes que Otero transmuta, como su “victoria pirotécnica” o “su hombre en llamas”, ambos en permanente diálogo con soluciones plásticas del gran muralista. Entre estas apropiaciones notamos conexiones directas con el lienzo Homenaje a Cuauhtémoc. El mural del pueblo sustenta una composición simétrica, misma que es cortada por una puerta metálica, antiguamente decorada con estructuras circulares, soldadas en la superficie, que unificaban la lectura total de la pieza. Con una perspectiva central, casi renacentista, el mural constituye una escena global que se agranda en sus lados opuestos y decrece en su parte media. La composición de elementos está invadida por ritmos constantes que suben y bajan mediante la conexión visual de partes relacionadas por color o forma. Ejemplo importante son los círculos que se dibujan como evocación de los fuegos de artificio, los sombreros y los instrumentos musicales.
Otra característica son las aglomeraciones de personajes que se presentan en puntos estratégicos de la pintura, elementos que generan tensión visual y que sirven como estrategia para crear distancia mediante el contraste de tamaño en relación con los personajes que se presentan al primer plano de la composición. Los numerosos grupos, por un lado, son espectadores de las escenas bulliciosas que se perciben en las partes centrales y por otro, artesanos que incendian los elementos pirotécnicos o que constituyen marchas festivas desplazadas en diversas direcciones contrapuestas al movimiento de otros protagonistas. Dos ángulos confrontados, de cromatismo azul-gris y ubicados en la parte inferior total de la composición, se transforman en una calle y dividen el mural en dos espacios: lo terrenal y lo celeste. El cielo está construido por un tono negro profundo que funciona como telón para los fuegos de artificio y que puede observarse en gran parte del mural. El negro se transforma súbitamente, en la parte alta derecha, en un azul desaturado como evocación del día y en donde se congrega otro grupo de personas que caminan hacia la fracción delantera mientras tocan instrumentos musicales para hacer eco a los personajes que ocupan el primer plano y que también son músicos. En esta parte del muro se hace referencia a la relación que la fe y su vínculo religioso mantiene con las celebraciones populares. Ariosto introduce un símbolo católico que evoca el misterio de la trinidad. Observamos en la parte alta una paloma que se dirige hacia el espectador mientras arroja rayos de luz, formando un triángulo que conecta a dos personajes: una mujer que lleva un niño en brazos y un hombre que sujeta un
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pincel (padre, hijo y espíritu santo). En el mural, todos los grupos se dirigen a la parte superior central, en donde se encuentra la catarsis de la explosión pirotécnica y en donde el autor, utilizando otra marcha, coloca en un estandarte su firma. Debajo, un grupo de niños observa y participa de los acontecimientos místicos que la tradición pirotécnica permite. Ellos, los infantes, se transforman en protagonistas de la composición, al tener un espacio más amplio y estructurado por colores planos que les permiten sobresalir ante los cúmulos de elementos que conviven en todo el mural. Este grupo infantil adquiere elementos simbólicos que se conectan con los personajes adultos en otras palabras, se les otorga la misión de ser portadores de la historia y herederos de las costumbres. Hay niños con instrumentos musicales, otros con mecanismos pirotécnicos, un chiquillo, con pantalón azul ultramar, se eleva en una escoba con ayuda de un cohete que sujeta en su mano derecha y que le permite volar al infinito. Mientras una niña camina sigilosamente en la parte baja central con un vestido rosa mexicano, evocación de uno de los cromatismos más utilizados en las artesanías pirotécnicas. En El mural del pueblo todos los personajes danzan descalzos, son partícipes y artífices de un ritual. Acto que preserva y evoca la existencia universal de los ciclos opuestos, la vida y la muerte. La pintura pública de Ariosto es un poema desarrollado para enaltecer la identidad de una colectividad, un baile cotidiano que ha permanecido en la transformación de esos ideales, es un canto que enarbola los oficios artesanales como herramientas de transformación y lucha ante lo mecánico. Esta composición plantea, también, una reflexión sobre el concepto de comunidad, noción ampliamente estudiada por los sociólogos y que es el principio generador de rituales colectivos como las fiestas. En el mural podemos encontrar este precepto, al percatarnos de la síntesis visual que aglutina representaciones; iconografías y arquetipos conviven al ritmo de la tambora. En esta obra monumental encontramos figuras que hacen referencia a imágenes míticas, a deidades que se mezclan con personajes sacados de las representaciones que la Escuela Mexicana de
/// Fragmento del mural en donde se muestra la conexión de los elementos populares y la idea religiosa como mecanismo primordial en las festividades del pueblo pirotécnico.
temores al intelectualismo soberbio y egocéntrico que nos agobia, sin rencores y sin envidias”.6 Así nos deja clara su postura ante la idea originaria de la pintura mural como elemento que impacta en la vida cotidiana de una comunidad y que trasforma, de forma silenciosa, los pensamientos o sentimientos de una nación. “El mural es un ente épico, didáctico, arquitectónico, cinematográfico, una gran escenografía fija que cumple una enorme labor social y visual con la ciudadanía y con todos los seres del planeta”.7
/// Vista general de la obra El mural del Pueblo, del pintor Ariosto Otero.
Pintura, enarboló durante la segunda década del Siglo XX. También, en un acercamiento al momento histórico de su ejecución, se incorporan personajes con elementos o características de la última década de los años 70 así como estructuras que remiten a la Sicodelia, implícita en las repeticiones de franjas desprendidas de diversos personajes, mismas que recuerdan los efectos visuales de algunos videos musicales de aquella época. En El mural del pueblo podemos notar códigos que se abren al espectador para conseguir su inserción al mensaje con claridad, independientemente de las evocaciones histórico-artísticas que lo contienen. Ariosto muestra un pueblo arraigado en sus costumbres, en sus claves de pertenencia, en su estructura simbólica, misma que no ha cambiado del todo a pesar de las incorporaciones globales y urbanas en su núcleo. El pintor traduce la necesidad de pertenecer que el pueblo de la pirotecnia alimenta con fervor, es un artífice de la mitología que ha dotado de sobrenombres a los pobladores de Tultepec: “Tierra de artistas” o “Domadores de fuego”. Notas para la reflexión Poco se ha escrito sobre la obra mural de Ariosto Otero. Su trabajo se encuentra en diversos países de América Latina y da testimonio de una de las herencias más importantes del México antiguo. Existen algunos textos que se transforman, con el paso de los años, en una fuente
de reflexión concerniente a la permanencia del muralismo en México o sobre las preocupaciones constantes de un creador que se asume como heredero de los grandes muralistas mexicanos del siglo XX. Entre estas investigaciones se encuentra la de Patrice Giasson, doctor en Literatura Comparada por la Universidad de Montreal. Su texto La cabalgada de los muros nos presenta un panorama desglosado de las preocupaciones de Otero y de las imágenes que, en concecuencia, impactan y construyen algunos de sus murales. Temas recurrentes como la revolución, el pueblo, la comunidad, la patria y el cuerpo como ícono, son constantes en las construcciones que nutren su quehacer artístico. Giasson, también, nos deja claro la importancia de la obra pictórica de Ariosto, al compararlo son las figuras emblemáticas del pensamiento muralista del México moderno… “El trabajo de Ariosto Otero se inscribe en la línea de los grandes muralistas posrevolucionarios como Rivera, O’Gorman, Siqueiros, O’Higgins u Orozco, de los cuales se dice descendiente. De hecho, según el pintor, él representa la quinta generación de este movimiento”.4 Para Otero, como él mismo lo menciona en sus reflexiones y entrevistas,5 ser muralista en el tiempo actual es una postura crítica y subversiva. Otero declara “Propongo ante el proceso neoliberal un cambio de rumbo que nos exige autodefensa. La capacidad y sabiduría de artistas e intelectuales que no son del mercado globalizador al servicio de la humanidad, sin
* Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. FONCA. 1 Este segundo nombre aparece registrado en el catálogo de la exposición individual Ariosto Otero, Nueva iconografía de el libertador, Museo de Arte Carrillo Gil, Instituto Nacional de Bellas Artes, Cultura SEP, Dirección de Artes Plásticas, México, 1983. 2 Véase, Arte del siglo XX. Ed. Taschen, China, 2005. Volumen I. 3 Eugène Delacroix (1798-1863) realizó esta obra titulada El 28 de julio de 1830. La libertad guiando al pueblo en un lienzo de 260 x 325 cm; como síntesis de los eventos revolucionarios contra la monarquía ocurridos en París ese mismo año. 4 GIASSON, Patrice, La cabalgada de los muros. En: HYPERLINK “http://nuevomundo.revues. org/optika/7/” http://nuevomundo.revues.org/optika/7/ Consultada el 2 de enero de 2019. 5 Al respecto el lector puede consultar los textos: Ariosto Otero y sus murales educativos. Nuevo muralismo, añeja aspiración. Escrito por Guillermina Guadarrama Peña Investigadora del CENIDIAP. Museo del Muralismo y Los pueblos no guardan memoria, redactados por el propio Ariosto y publicados en su página Web. 6 OTERO, Ariosto. Declaración de Artista. En: HYPERLINK “http://www.ariostootero.com/ muralismo/?q=node/76” http://www.ariostootero. com/muralismo/?q=node/76 7 RIVERA, Karen, Los muralistas son una especie en extinción: Ariosto Otero Reyes. En: HYPERLINK “http://noticias.canal22.org.mx/2015/03/07/ los-muralistas-son-una-especie-en/” http://noticias. canal22.org.mx/2015/03/07/los-muralistas-son-unaespecie-en/ Consultada el 2 de enero de 2019.
Artes plásticas
/// A diferencia de la representación en la obra de Orozco, en donde las soldaderas caminan a espadas del espectado, el ejército de mujeres de Otero se muestra firme ante quien mira la escena. Fotografía de Ángel Solano (2018) e imagen tomada del libro Cien obras Maestras del Museo de Arte Moderno (1990) respectivamente.
/// Comparación de las alegorías que realizan los autores sobre el cuerpo femenino como una victoria o como representación de la patria. Fotografía de Ángel Solano (2018) e imagen tomada de la guía del Museo de Louvre.
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Matria y las luciérnagas de Raquel Lanseros t
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Libros Promoción de la lectura
Por Antonio Rodríguez Jiménez
La cuesta de las luciérnagas” es un poema fresco y bello que habla del pasado, pero Raquel Lanseros escribe en su libro Matria, con el que ha conseguido en España el doblete de los premios Andalucía de la Crítica y Nacional de la Crítica, que “todo el futuro seguirá agonizando / hasta que no sea suyo lo que les pertenece”. ¿Habla de los poetas diferenciales, olvidados, hundidos, vilipendiados o habla de otra cosa? Seguramente. Pero la poesía de Raquel Lanseros es singular y se sale de las líneas marcadas por la poesía hegemónica. Cuando Raquel Lanseros escribe: “Bendito sea el día, el mes, el año / y la estación, el tiempo, la hora, el punto / en que nació Poesía / que sabe hablar con Dios y nunca muere” se refiere, sin duda, a la verdadera poesía, a un tipo de poesía irrepetible, singular, única, a la poesía, en definitiva, que no es intercambiable, y la de Raquel Lanseros no lo es. Lleva un sello mágico, invisible, que la hace única, de una autenticidad elogiable. El poema “Escena de senectud” es impostado, pero se acerca desgarradoramente al tema y lo describe, lo hace palpitar con una magia encomiable. También hay en este libro, como ocurriera hace muchos años con Blanca Andréu, un guiño a los poetas culturalistas de los 70. El cansancio hacia la poesía neo-social es obvio, de ahí que en su poema
“Encuentros con Poseidón” haya reminiscencias de Gimferrer y de su libro Arde el mar cuando la poeta gaditana afincada en Madrid escribe: “Pero hay algo sin sombra ni adjetivos / que arde dentro de mí
como un beso del mar”. De modo que a pesar de que han pasado ya treinta años, nunca es tarde para decirle al lector que todos están cansados de oír la misma canción y es hora de cambiar, y para ello se evoca la poesía culturalista, veneciana, que ama las palabras y no es realista, lo que a pesar de los años supone una bocanada de aire fresco. El lector está cansado de leer siempre el mismo poema a través de los años. Algunos han dicho que Lanseros es una discípula de la escuela hegemónica, pero si se lee este libro el lector descubrirá que no lo es. Lanseros es el eslabón que une a Blanca Andréu con la actualidad, y con sus versos abre la esperanza a la nueva poesía española. Raquel Lanseros ( Jerez de la Frontera, 1973) ha publicado diversos títulos como Leyendas de promontorio, Los ojos de la niebla o Croniria, entre otros, y la han galardonado con el Premio Jaén, el Unicaja, o el Antonio Machado. Es una poeta constante, que trabaja y profundiza en su propia poesía, como ha demostrado en Matria, donde ahonda en sus orígenes, en sus raíces personales y hasta en lo más íntimo de sí misma. Aquí se consolida una poeta que vuela sin realismos monótonos. Ahora lo que se espera es que no le corten las alas a este bello pájaro poético, y no se alude aquí a que sea mujer, sino a la calidad de su poesía. *** Raquel Lanseros, Matria, Visor, Madrid, 2019.
#LeerEstáDeModa t
Por Eduardo Campech Miranda
E
l pasado 26 de junio se presentó la Estrategia Nacional de Lectura. En otras ocasiones, en este mismo espacio, he subrayado que las circunstancias en que se dan los esfuerzos por formar lectores en nuestro país son tan faltos de visibilidad que permiten que cualquier iniciativa que surja y se de a conocer mediáticamente es motivo de festejo, algarabía, reconocimiento y falta de crítica. El fin justifica los medios. Pero también los discursos, las omisiones, las ambigüedades. No se toca la cara oculta de la lectura. Esta vez no ha sido la excepción. El hashtag #LeerEstáDeModa dice mucho. Si leer está de moda, entonces la lectura es un acto temporal, superficial, enfocado a un sector, impuesto por las cúpulas. ¿Cuánto tiempo durará esa moda? Las modas son generacionales, ¿también serán así las acciones derivadas desde la propia Estrategia? Creo que no, que no cometerán el error de enfocarse en un solo rango de edad. Aunque a través de declaraciones, decisiones, omisiones y actos han mostrado que sus lecturas de la realidad no son adecuadas y que están pagando la novatada, tengo esperanza que prive el sentido común, que escuchen –y no sólo oigan- las voces que les rodean. Las palabras de la Dra. Gutiérrez Müller al
asignar un calificativo a la lectura que realiza la mayoría de los mexicanos son muestra de una inercia discursiva y real (en términos literarios), pero desafortunada en el ámbito de la formación de lectores. Si leer nos genera ser empáticos, si cada quien experimenta diversas emociones, si cada quien crea su polisemia lectora, entonces no enarbolemos la bandera de la superioridad a partir de nuestras propias preferencias lectoras. Leer es un acto de dignidad también, y la dignidad es algo que se pierde en esta vorágine de violencia en que vivimos. Si leer es una buena apuesta para, en palabras de los políticos, reconstituir el tejido social, debemos dejar de lado las “persuasiones” (también en términos de la estrategia) como aquélla de hace años donde aparecía “El enmascarado de plata” en posición de ataque acompañado de la leyenda: “Si no lees te madreo”. La gracia raya en la intolerancia. Y he aquí donde toma fuerza y sentido la distinción entre promoción y mediación de la lectura. También lo abordé en una colaboración anterior, por ello no me extenderé en ello, sólo intentaré resumir a partir de una analogía y un par de consignas. Hay quienes en su meritorio afán de formar lectores, confrontan el libro versus algún dispositivo electrónico. Como dato curioso, muchas de esas personas no hay experimentado el placer de
enfrentar a un videojuego (y muchas veces ni el del acto lector). A los promotores de la lectura les obsesiona colocar un libro en la mano de otra persona, no importa cuál libro, el que sea. No importan las necesidades del otro. El centro es el libro. Los promotores están, valga la expresión, chingue y chingue y chingue. El mediador seduce, invita, suscita. También chinga y chinga, pero bonito.
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Por Carlos Martín Briceño
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Libros
auricio Carrera es un genio, un genio para hacer literatura referencial, como él le llama a la literatura que se nutre con la realidad para reinventarla. Acabo de terminar de leer su libro de cuentos más reciente, Infidelidad (Premio Nacional San Luis Potosí 2017) -publicado por Ficticia, su editorial de cabecera- y no puedo menos que bajarme el sombrero ante este sexteto de historias que, como él mismo dice, “juegan con la siempre esquiva verdad para crear otros ámbitos de la realidad y la ficción”. ¿Qué tanto es verídico y que tanto es invento en estos relatos basados en anécdotas literarias? ¿Le llamó por teléfono el 2 de octubre Elena Poniatowska a Carlos Fuentes a Oregon -adonde había ido este último para acostarse con Jean Seberg- para contarle de la masacre de Tlatelolco? ¿Existió Juan Cerillo, el mexicano que peleó en la 46 Brigada del 8 Ejército Republicano Español al lado de Ernest Hemingway, Robert Capa y Moshe Ginsberg? ¿Tuvo el pintor Julio Galán durante su niñez un sótano donde, junto con sus amigos, daba rienda suelta a sus precoces aquelarres pictóricos? ¿Sufrió de impotencia José Revueltas cuando por fin tuvo en la cama a Clara, la joven astrónoma de la que se había enamorado perdidamente? En realidad las respuestas no importan tanto. Aquí lo verdaderamente trascendental es la manera en que el autor, valiéndose de su maestría en el género de la brevedad, recrea los escenarios pasados para resucitar y dar voz a los protagonistas de cada una de estas historias. En El beso, por ejemplo, el primer relato de la colección, y que a mi parecer es uno de los mejores, aparece Hemingway como periodista en el momento que cubre la guerra civil española desde el hotel Gran Vía, entonces el más lujoso de Madrid. Lo vemos con el puro en la boca, vestido con la arrogancia de un militar de alto rango, defendiendo su arsenal de mercancía que, según las leyendas urbanas, solía intercambiar por anécdotas. Cito: Nos pidió que lo acompañáramos a su habitación que era como una cueva del tesoro. Cualquier tienda de abarrotes se quedaba corta. Ultramarinos al por mayor. Estaba repleta de alimento, cigarro, embutidos, cajas de chocolates. Muchas botellas de brandy, vino y whisky. Era su manera de comprar historias. Aurora Boreal, el favorito de Mauricio Carrera (así lo declara en una entrevista), trata de José Revueltas y está cimentado en los diarios del escritor duranguense. La eficaz combinación de algunos de los fragmentos de estos diarios junto con la voz indiscreta del narrador omnisciente creado por Carrera, da como resultado una historia redonda con un final triste e inesperado. ¿Qué decir de Comala- Iguala, el siguiente cuento? Aquí el autor rescata la figura de Juan Rulfo y lo hace hablar desde el país de los muertos. Melancólico, sufrido, retobado, harto de tanta entrevista, molesto de ser constantemente acicateado por Arreola y Chumacero, el Rulfo de Carrera opina que al pinche México no le puede ir peor y que a él, ni siquiera en el otro mundo le son vedadas las desgracias. Cito: La verdad, los muertos sufrimos. No se está bien aquí entre tanta tristeza, entre tanta promesa que no se cumple, entre tanta muerte por todos lados. Es una chingadera. Te lo hubieran advertido: sufrir allá y sufrir acá. Bailongo es el más extenso de todos y es pura gozadera.
El lenguaje se vuelve el protagonista indispensable porque la historia está salpicada de albures al mejor estilo de Chaf y Queli, aquel dúo legendario que en los años setenta vendía montones de discos elepés con la leyenda “Sólo para adultos”. Desde que uno inicia la lectura se sumerge en el México de los años cuarenta y es testigo de un duelo de bailadores, Benito Camelo y su archienemigo Ventura Miranda, quienes compiten por la nada despreciable suma de quinientos pesos que ofrece el dueño del cabaret Nereidas a aquél que mejor baile, claro está, el danzón Nereidas. La historia, además, está condimentada con la aparición de personajes emblemáticos de la época: Luis Spota, Chava Flores y el luchador Terranova, entre otros. La lectura de México, qué lindo y qué herido, el penúltimo relato, me llevó a investigar en la red más datos sobre Julio Galán, el extravagante pintor coahuilense, experto en la cultura visual mexicana, al que yo, confieso con algo de vergüenza, conocía poco. Muerto prematuramente a los cuarenta y seis años de un derrame cerebral, Julio se convirtió en un emblema para todos aquellos artistas visuales que estaban hartos del mexicanismo puro representado por Frida y Diego. Mauricio Carrera homenajea en su texto al artista e invita al lector a acercarse
a la obra de este enfant terrible de las artes nacionales. La última historia, Infidelidad, basada en un hecho verídico, tiene madera para volverse memorable. La acción ocurre en las montañas de Oregon, durante la filmación de La leyenda de la ciudad sin nombre, aquel curioso western musical protagonizado por Jean Seberg, la musa americana de Jean Luc Godard. De pronto, a mitad de la filmación aparece el golden boy de las letras mexicanas, Carlos Fuentes, quien ha “hecho viaje” –como decimos los yucatecos– hasta Oregon para retozar con la Seberg, a la que había conocido en París. A partir de ese momento Fuentes, comienza a competir con Clean Eastwood por los favores de la actriz, sin tomar en cuenta que como él mismo escribiera en una línea de Los caifanes, “Luego las viejas te pintan la traición y la muerte te pone frío. Lo único que no lo deja a uno es su madre”. Para Carrera, que empezó su incursión en la literatura referencial con el libro de cuentos Las hermanas Marx publicado en 2004 también por Ficticia, ver el mundo desde el punto de vista documental siempre ha sido un juego, un guiño para que el lector determine qué pasajes son reales y cuáles ficticios. Infidelidad, el libro que hoy nos convoca, consolida su propuesta y ubica a su autor como uno de los narradores mexicanos más originales del nuevo siglo.
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LA GUALDRA NO. 391 /// 1 DE JULIO DE 2019
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Anima: Thom Yorke y el onírico despertar
/// Anima, el videoclip de Thom Yorke dirigido por Paul Thomas Anderson.
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Río de palabras
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Adolfo Nuñez J.
ejos de sólo funcionar como una vía más para promocionar un álbum, los videos musicales son una forma de arte poco valorada. Como prueba de ello se encuentran los trabajos de cineastas veteranos tales como Spike Jonze, Michel Gondry y David Fincher, quienes dirigieron videoclips antes de consolidarse y debutar en la pantalla grande. Un director que tampoco es ajeno a este medio es Paul Thomas Anderson (Magnolia, Phantom Thread, There Will Be Blood), quien después de haber dirigido el video musical correspondiente al tema Daydreaming del grupo de rock Radiohead, vuelve a colaborar con su vocalista Thom Yorke, en un proyecto que sólo puede ser descrito como la manera perfecta de conceptualizar la experiencia de escuchar su música en un medio visual. En un largo de quince minutos, Anima es un videoclip musical y a la par es un cortometraje con reminiscencias al cine mudo y a los filmes de Buster Keaton, que como tal no se parece a nada que se encuentre en Netflix, plataforma donde actualmente se encuentra disponible para streaming. El corto utiliza tres nuevas canciones del disco homónimo de Yorke -Not The News, Traffic y Dawn Chorus- para narrar una historia de amor con el uso de beats tecno y sintetizadores, así como elaboradas coreografías y juegos de luces en constante movimiento que
se tornan fascinantes de ver. Al inicio de Anima vemos a Yorke interpretando al pasajero de un tren en movimiento. A su alrededor, el resto de los pasajeros utilizan ropa casi idéntica y dormitan. Mientras él intenta mantenerse despierto cruza su mirada con una hermosa mujer, interpretada por Dajana Roncione, actriz italiana y novia de Yorke en la vida real. De manera repentina y al ritmo de la primera canción, todos en el tren comienzan a moverse en patrones, guiados por una fuerza invisible. En medio de todo el movimiento, Yorke nota que la mujer dejó lo que parece ser una lonchera de metal y trata de alcanzarla para dár-
sela, yendo en la dirección contraria al resto de las personas que se mueven al unísono. Después de la secuencia del tren, Yorke termina atrapado en una especie de purgatorio, una plataforma con suelo blanco en medio de un vacío negro donde intenta avanzar pero es arrastrado de manera constante hacia atrás por la gravedad y por el resto de las personas que se deslizan en el piso y se lo llevan consigo. Tratando de librarse de esta fuerza invisible, los movimientos de Yorke -quien resulta ser un actor de cine mudo innato- se vuelven más naturales conforme se acerca a la mujer que intenta alcanzar, y como resultado el último segmento del mini
filme fluye de una manera lírica, melancólica y por completo romántica. De una belleza inusitada, Anima es un caleidoscopio de coreografías sobre esclavos que se encuentran atrapados en la monotonía y la opresión de la era moderna, sobre objetos que intentamos obtener y que estamos destinados a jamás alcanzar. Pero sobre todo es una sublime representación del mundo onírico que encontramos al momento despertar, en ese punto medio entre los sueños y la realidad, y que se mantiene en nuestras cabezas incluso cuando salimos de la cama, casi como si fuera un monótono beat de una canción de Thom Yorke.
Lugar común uno: Hacer el amor en un parque t Por
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Pilar Alba
odo estará bien mientras encuentren un sitio más o menos discreto, en donde la oscuridad se vuelva cómplice y benévola con los amantes. Empezarán el jugueteo. El deseo irá aumentando y se verá tal vez frenado si de repente las torretas de una patrulla interrumpen el idilio, hasta que las luces se pierdan a lo lejos y se vuelva a sentir la confianza de no ser sorprendidos. Luego, volverán una vez más al juego; las caricias se retomarán, serán más intensas y los sonidos acallados cesarán de repente cuando se escuchen cada vez más cerca unos pasos. Se acomodarán la ropa, tratarán de ocultar la excitación y el miedo. A esas horas puede ser cualquiera y no se sabe con qué negras intenciones; tal vez sean otros que como ellos están buscando la complicidad del parque. Los pasos pasarán de largo, ni siquiera se percatarán de la presencia de los amantes que ocultos tras unas risas nerviosas retomarán el jugueteo. Entonces todo estará bien, los besos, las caricias el deseo, hasta que la humedad sorprenda a cualquiera de ellos y todo termine demasiado pronto.