SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 334 /// 16 DE ABRIL DE 2018 /// AÑO 7
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
César Tomás Encina Arroyo. Fotografía de David Castañeda.
César Tomás Encina Arroyo nació en la ciudad de Zacatecas. En 1991 inició sus estudios en la Escuela de Música de la Universidad Autónoma de Zacatecas para después continuarlos en la Escuela Nacional de Música (UNAM) bajo la tutoría del Mtro. Luis Humberto Ramos. Encina es Clarinete Principal de Camerata de Coahuila y Clarinete Principal de la Orquesta Filarmónica de Zacatecas. Es precisamente con la OFILZAC con la que participará en un concierto de gala, como solista, el próximo 22 de abril a las 19:00 horas en el Teatro Fernando Calderón, bajo la dirección de Lanfranco Marcelletti.
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LA GUALDRA NO. 334 /// 16 DE ABRIL DE 2018 /// AÑO 7
La Gualdra No. 334
Editorial César Tomás Encina Arroyo nació en la ciudad de Zacatecas. En 1991 inició sus estudios en la Escuela de Música de la Universidad Autónoma de Zacatecas para después continuarlos en la Escuela Nacional de Música (UNAM) bajo la tutoría del Mtro. Luis Humberto Ramos. Ha a cursos impartidos por los maestros Joan Enric Llunas, Abel Pérez Pitón, Michael Collins, Joaquín Valdepeñas. Ha colaborado con la Camerata Universitaria de la UAZ, Orquesta de Cámara de Bellas Artes, Orquesta Sinfónica Carlos Chávez, Orquesta de Baja California, Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, Orquesta Filarmónica de Durango. En 1996 obtuvo el premio a la Mejor Ejecución del Concierto para Clarinete y Orquesta de W. A. Mozart K. 622, teniendo como jurado al clarinetista Michael Collins (clarinete principal de la Royal Philarmonic Orchestra of London) y un año más tarde por su interpretación de la Sonata No. 1 para Clarinete y Piano de J. Brahms otorgado por el maestro Joaquín Valdepeñas (Principal de la Toronto Symphony Orchestra), ambas condecoraciones otorgadas por la Sociedad Internacional de Clarinetistas de México. Como parte del Cuarteto de Clarinetes “Arghül”, en 1998 obtuvo el premio en el Concurso de Música de Cámara convocado por el INBA; asimismo, fue seleccionado para participar en el Festival Internacional de Música Universitaria a realizarse en la ciudad de Belfort, Francia en sus ediciones de los años 1998 y 2000. César Encina realiza una intensa labor como docente en Torreón y Gómez Palacio; ha sido profesor en diferentes instituciones como la Orquesta Sinfónica Juvenil de Coahuila, Colegio Americano de Torreón, Centro de Estudios Musicales de Torreón y en la Escuela de Música “Silvestre Revueltas”. Recién acaba de cumplir 18 años como integrante de Camerata de Coahuila -la confianza que ha depositado en él Ramon Shade (director) lo hizo merecedor del nombramiento como concertino de alientos con esa asociación musical-; y también 25 años de labor docente e investigador en la Unidad de Artes de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Su objetivo, de acuerdo con sus palabras, es “que Zacatecas sea un referente en la ‘escuela de clarinete’ en todo México”. Encina es Clarinete Principal de Camerata de Coahuila y Clarinete Principal de la Orquesta Filarmónica de Zacatecas. Es precisamente con la OFILZAC con la que participará como solista el próximo
Contenido
22 de abril a las 19:00 horas en el Teatro Fernando Calderón, en un concierto de gala bajo la dirección de Lanfranco Marcelletti. Aquí les compartimos el programa: - Obertura Mexicana. Rodrigo Lomán (n.1986). - Concierto No. 2 para clarinete y orquesta en Mi bemol Mayor Op.74. Carl Marie von Weber (1786-1926). I. Allegro II. Romanze: Andante con moto III. Alla Polacca
Los rastros solitarios de la luz / Hikari no Kodokuna Kiseki de Juan Carlos Pinto [muestra fotográfica en la Casa Municipal de Cultura de Zacatecas] Por Magdalena Okhuysen Sergio Pitol (1933-2018) Defenderse de uno mismo Por Mauricio Flores
INTERMEDIO - Sinfonía No. 5 en Re Mayor Op.107. “La Reforma”. Félix Mendelssohn (1809-1847). I. Andante-Allegro con Fuoco-Andante-meno Allegro II. Allegro vivace III. Andante IV. Chorale: Ein’ feste Burg ist unser Gott. Andante con moto Allegro vivace-Allegro maestoso Del Concierto No. 2 para clarinete y orquesta en Mi bemol Mayor Op.74, de Carl Marie von Weber, que es en el que César Encina participará como solista, podemos decir que su autor está considerado como el “fundador de la ópera romántica; cuenta asimismo con una importante obra instrumental en la que, más allá de sus dos conciertos para piano, sobresale un grupo especial de obras escritas para instrumentos de viento, específicamente para fagot, trompa, y clarinete. Gran parte de esta particular devoción la dedicó a este último instrumento, el clarinete, escribiendo para él un Concertino, un Quinteto, un Dúo concertante (clarinete y piano) y dos Conciertos en el lapso de cinco años, de 1811 a 1815, época en la que el autor disfrutaba de la segunda mitad de sus veintitantos”.1 Que sea pues ésta una manera de invitarlos para que asistan el próximo domingo a escuchar a la Orquesta Filarmónica de Zacatecas, pero sobre todo, para escuchar a César Encina, uno de los músicos zacatecanos que más nos hacen sentir ese orgullo que suele experimentarse por quienes son excelentes artistas y llevan el nombre de Zacatecas por el mundo. Que disfrute su lectura.
Sergio Pitol Por Maliyel Beverido
Crónica de la celebración a San Juan de Dios, patrono de los pirotécnicos Fiesta y la violencia en la Capital de la Pirotecnia Por Ángel Solano
Plan Estatal de Lectura: brilla por su ausencia Por Eduardo Campech Miranda Pitol y el sueño de la realidad Por Carlos Flores Ready player one: nostalgia ochentera y cultura pop Por Adolfo Nuñez J. Premio de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón 2018 para Martín Zapata
Pedro José Márquez, un filósofo mexicano del siglo XVIII Por Oliver Eduardo López Martínez El Picaporte Ama al amor enamorado, enamoriscado, enamoradizo Por Simitrio Quezada
El pintor y el escultor Por Francisco Javier González Quiñones
El terror Por Alberto Huerta
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Directorio
Como en los cuentos Por Pilar Alba
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
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Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Los rastros solitarios de la luz / Hikari no Kodokuna Kiseki de Juan Carlos Pinto [muestra fotográfica en la Casa Municipal de Cultura de Zacatecas]
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omo parte de una propuesta de vinculación entre la Dirección de Arte y Cultura del Ayuntamiento de Zacatecas y la Fototeca de Zacatecas “Pedro Valtierra”, se contempla una muestra fotográfica integral, diseñada para un recorrido a través de las cuatro salas que la Casa Municipal de Cultura tiene para muestras temporales. Con esta muestra se ofrece una síntesis de lo que la evolu-
ción de la técnica fotográfica ha implicado como lenguaje; o, mejor aún, se propone un punto de partida para que, desde la contemplación y análisis de estos ensayos, el espectador tenga a su alcance otros criterios para reflexionar sobre el carácter de la fotografía como lenguaje artístico, sobre la relación entre arte, técnica, ciencia y tecnología, también sobre la posibilidad de considerar la fotografía como manifestación de una “tecnología sincrónica”. En esta ocasión, presentamos Los rastros
solitarios de la luz / Hikari no Kodokuna Kiseki, de Juan Carlos Pinto [Fotografía urbana / Digita], inaugurada el 14 de marzo con una permanencia hasta el 11 de junio. En la urbe más grande del planeta, las soledades también son enormes. Obligados al aislamiento por el devenir de la cotidianidad, los solitarios acuden inadverti-
damente a una sinfonía efímera en la que las cuerdas tensadas son el fluir del espacio y el peregrinaje de la luz. El tiempo se dilata y súbitamente ocurre la transformación. Florecen de claroscuro. Se marchitan con el maullido tartamudo del reloj. Desaparecen. Exiliados de un tiempo que ya no es sino una imagen, se convierten en los rastros de la luz. Juan Carlos Pinto
Artes Visuales
6 Por Magdalena Okhuysen
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Sergio Pitol (1933-2018)
Defenderse de uno mismo Literatura
6 Por Mauricio Flores* Escribir ha sido para mí, si se me permite emplear la expresión de Batjín, dejar un testimonio personal de la mutación constante del mundo. S. P.
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lgo extraño comenzaba a enredarse en la mente de Sergio Pitol. Tal vez el vacío, que todo lo ocupa, todo lo colma silenciosa e irremediablemente. Ni los fuertes ladridos de Sacho, su histórico bearded collie, traído de la Europa Oriental, lograban aguijonearle esa mirada ausente y cristalizada, la otra declarante en una conversación entre autor y reportero, apenas iniciados los años noventa. —¡Ya, Sacho!— casi le gritó ante la desbordada algarabía. Un talante perruno, tierno y puede que hasta sonriente, que se traducía en levantar sus grandísimas patas ante el cuerpo del visitante, pretendiendo lamerle la cara. Hasta que un segundo ya tranquilizó al bearded collie y, más, al recién llegado a la casona del Barrio de la Conchita, en Coyoacán. Entonces, Pitol estaba a punto de dejar la Ciudad de México para volver a Xalapa, sitio donde había radicado en varios periodos de su vida, tras concluir sus labores diplomáticas que lo llevaron a asentarse, durante unos veinte años, en París, Roma, Budapest, Praga, Moscú, Barcelona. No era fácil, aun con el entusiasmo del viaje, deshacerse de un predio construido por Luis Barragán y el traslado de las pertenencias, mayormente libros, preocupación saltaba a la vista en el escritor. Ahora, muerto Pitol, quedan los recuerdos de esa jornada y esos extraños silencios. Pero más que nada de una obra literaria (novela, cuento, ensayo, traducción) llena de memoria, viaje, fiesta, sueño y ausencia. Una miscelánea creativa (merecedora de importantes reconocimientos) que incluyó siempre el rigor y la mirada a sí misma. La defensa de sí mismo. * Descreo de los decálogos y las recetas universales. La forma que llega a crear un escritor es resultado de toda su vida: la infancia, toda clase de experiencias, los libros preferidos, la constante intuición. Sería monstruoso que todos los escritores obedecieran las reglas de un mismo decálogo o que siguieran el camino de un único maestro. Sería la parálisis, la putrefacción. * Escribir un diario es establecer un diálogo con uno mismo y, también, un conducto adecuado para eliminar toxinas venenosas. * El ideal de un escritor llegado a la edad provecta, tal como lo imagino, es escribir sólo dos o tres horas al día, leer todo lo que pueda, estudiar, revisar los clásicos del cine en video, quizás dar algún breve curso universitario, ir de vez en cuando unos días a la capital para visitar a los amigos más cercanos, asomarse a las librerías y a una que otra exposición de alto nivel
y al volver a casa gozar de la vida más confortable que se pueda proporcionar. ¿Viajar al extranjero? Por supuesto, pero no con frecuencia y sí con pocos compromisos. Un proyecto que se me convierte casi siempre en utopía. * Al organizar una novela lo que me interesa es construir una composición que pueda permitirme utilizar algunos efectos que de antemano imagino. La estructura es lo que decide la suerte de una novela. * Otra regla, la definitiva: jamás confundir redacción con escritura. La redacción no tiende a intensificar la vida; la escritura tiene como finalidad esa tarea. * Defiendo la libertad para encontrar estímulos en las culturas más varias. Pero estoy convencido de que esos acercamientos sólo son fecundos donde existe una cultura nacional forjada lentamente por un idioma y unos usos determinados. Donde nada hay o hay poco, el avasallamiento es inevitable y lo único que se crea es un desierto de vulgaridad. * Tanto los protagonistas de mi primera época narrativa, seres que viven a golpe con la vida e irremisiblemente mueren de mala manera, o desaparecen sin que nadie supiera a dónde se dirigieron, o en qué lugar del infierno se han acomodado, como la fauna esperpéntica que puebla mis últimas farsas, surgidas de una tensión intensa en el momento de la creación. Se trata de combate interior de dos corrientes antagónicas: el deseo de desgarrar el cordón
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umbilical y el placer de volver a la tibieza del seno materno.
Literatura
* Aunque nadie lo crea me turba y hastía hablar tanto de mí y lo que hago. Por eso me permitiré cerrar esta larga monserga con unas palabras de mi amigo Carlos Monsiváis: “Sergio Pitol ha escrito libros iluminadores, eso se sabe; son un testimonio del caos, de sus rituales, su limo, sus grandezas, abyecciones, horrores, excesos y formas de liberación. Son también la crónica de un mundo rocambolesco y lúdico, delirante y macabro. Son nuestro Esperpento. Cultura y sociedad son sus dos grandes dominios. La inteligencia, el humor y la cólera han sido sus grandes consejeros”. * De la única influencia de la que uno debe defenderse es la de uno mismo. * —Quiere que hagamos una prueba— me dijo Pitol cuando puse la grabadora en la mesa y Sacho se disponía a otro de sus sueños de aquel día. —No es necesario— le contesté, seguro de haber cambiado casete y pilas. —Hacemos una prueba… *** * @mauflos
Sergio Pitol 6 Por Maliyel Beverido
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os hizo creer que Xalapa era como Viena, Budapest, Varsovia o Praga. Fue parte de nuestro cotidiano los últimos 20 años. Paseaba con Sacho, su perro (luego fueron Homeo y Lola), por las calles del centro. Compraba su periódico en una esquina y luego se iba a un café. Respondía a todos los
saludos, estaba siempre dispuesto a tomarse una foto con quien se lo pidiera, nunca negaba una entrevista, visitaba todas las librerías. Era generoso, afable, cortés. Tan era parte del panorama habitual que muchos de quienes se ufanan hoy de haber estrechado su mano o cruzado algunas palabras con él en realidad no lo habían leído nunca. Muchos no saben a ciencia cierta cuáles fueron las preseas que le
fueron acordadas, pero era lo que se llama un notable, una personalidad internacional. Su obra más conocida era la gentileza con la que se conducía, su modestia. La mañana de su muerte las redes sociales se inundaron con instantáneas “yo con Sergio”, y la calle donde vivía (y donde permanece su extraordinaria biblioteca) quedó bloqueada por periodistas y curiosos. Hasta sus funerales
Sergio Pitol Sergio Pitol Demeneghi. (Puebla, México, 18 de marzo de 1933). Narrador, ensayista y traductor mexicano. Estudia Derecho y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. A partir de 1960 vive en varios países europeos y es embajador de México en Checoslovaquia. Posteriormente trabaja como editor y colabora en numerosos suplementos culturales de México y el extranjero. Sus novelas son ejercicios de estilo que, mediante un humor refinado y mordaz, ofrecen una mirada desencantada de la realidad. Merece mencionarse en este terreno su Trilogía del carnaval, formada por El desfile del amor (1984), Domar a la di-
fueron transmitidos en vivo de manera oficial y oficiosa, sin ningún pudor. Luego la ciudad se nubló, como es costumbre, y fui a constatar que en mi librero estuviera todavía un ajado ejemplar de El desfile del amor, que es mi favorito. No me dio clases (en el aula) y los encuentros o coincidencias que nos reunieron, aún mucho antes de que él asentara su domicilio en Xalapa, me los guardo como un íntimo tesoro. No tengo ninguna autoridad para argumentar por qué las letras en el mundo están de luto, pero espero que haya nuevos lectores que lo descubran. Sólo puedo decir que se ha ido un hombre bondadoso, un alma buena, de esas que tanta falta nos hacen.
vina garza (1988) y La vida conyugal (1991). De sus volúmenes de cuentos destaca Nocturno de Bujara (1982), con el cual obtiene el premio Xavier Villaurrutia. Compagina la escritura con la traducción al español de autores ingleses, checos, alemanes y rusos. Sus cuentos y novelas, influidos por Henry James en los recursos estructurales, se alejan de las tendencias literarias predominantes en las letras hispanoamericanas de su generación y destacan por su caracter erudito e irónico. En 2005 recibe el Premio Cervantes por toda su trayectoria. Falleció el 12 de abril de 2108. Fuente: Instituto Cervantes
Crónica
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Crónica de la celebración a San Juan de Dios, patrono de los pirotécnicos Fiesta y la violencia en la Capital de la Pirotecnia 6 Por Ángel Solano
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l 8 de marzo de 2018 Tultepec (Estado de México) se transformó, como cada año, en un receptáculo de miles de almas que son convocadas por una serie de conexiones ideológicas y síquicas que tienen en común una dirección clara, mostrar las cualidades del pueblo por festejar. Las calles a temprana hora fueron cerradas en diversos puntos de la urbe, las personas que llegaban a “La Capital de la Pirotecnia”, tenían que recorrer a pie las vías que llevaban al centro del pueblo, en donde los bomberos estaban listos para actuar por si era necesario. Mientras tanto, otros asistentes atravesaban, en con-
traflujo, las avenidas para alcanzar al cortejo que ya se encontraba recorriendo las calles principales. Y es que los organizadores de dicho festejo se reúnen en la casa del mayordomo en donde se realizan una serie de acciones religiosas como simbolismo que da inicio al recorrido de los toros pirotécnicos. La mayor parte de los asistentes portaban botellas y latas con bebidas alcohólicas mientras los patios de las casas aledañas se transfiguraban en sanitarios públicos o bares improvisados en donde se podían leer cartulinas fosforescentes incitando a los espectadores ha comprar lo necesario para su recorrido por el pueblo de la pirotecnia. Con el transcurso de las horas,
las calles se transformaron en verdaderos ríos de gente que reía, gritaba y mostraba su mejor atuendo, entre los puestos de alitas al carbón, carnitas, micheladas y todas las posibilidades de antojitos mexicanos. Los toros pirotécnicos monumentales, eran arrastrados por los grupos de participantes que gritaban consignas en apoyo a su cofradía. Toros construidos con estructuras metálicas que son cubiertas por capas de papel, engrudo y pintura para generar la imagen deseada y ataviados con centenares de explosivos y fuegos pirotécnicos. Algunos con dos cabezas, otros con elementos orgánicos provenientes de un estudio minuciosos de las cactáceas mexicanas, como enciclopedia
sobre ilustración científica; algunos más con incisiones de la cultura popular mexicana y con signos de culturas extranjeras como los cómics, el cine o la música de rock. Toros construidos mediante circuitos electrónicos, que bien se iluminaban, arrojaban humo de colores o se convertían en equipos de sonido móviles. También toros exvotos, dedicados a personas que murieron recientemente, ya sea por accidentes relacionados con la pólvora o por otras causas. Dispositivos festivos con lonas o pintas que contenían mensajes como “En homenaje a…“ o “A la memoria de…”. Poco a poco la cantidad de asistentes comenzaba a ser mayor, sólo se percibían masas acumuladas que
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con letras que hablaban del orgullo, el despecho y el amor, todo sucedía como en un cuadro de Pieter Brueghel o del Bosco, al mismo tiempo en el mismo lugar. Las emociones cambiaron cuando esas imágenes religiosas irrumpieron el transcurso lineal de los otros grupos. Personas enardecidas reclamaban, a las otras comparsas, el hecho de querer cortar el camino del recorrido y comenzaron a usar los toros como trincheras y barricadas para impedir la invasión. Aquello giró tan rápido que nadie pudo percatarse de lo que sucedía con claridad, hombres descamisados, como alegoría de la carta de la lotería llamada “El valiente”, corrían contra otros que intentaban resguardarse entre los carros estacionados a los lados de la calle principal, mujeres trabadas a mitad de calle, tratando de arrancar el cabello de su rival, eran custodiadas y jaladas por más de diez personas quienes no podían separarlas. Alguien gritaba desde lo alto ¡sangre, sangre, sangre!, mientras otros aterrados en la banqueta exclamaban ¡lárguense de aquí! El escenario se transfiguró tan rápido, como la pólvora al incendiarse, que la festividad a San Juan de Dios se tornó más bien una representación metafórica de la Roma antigua o una especie de guerra civil. Una mujer, que minutos antes, cantaba en un karaoke al aire libre, canciones de Laura
León y Juan Gabriel, ahora compartía un discurso relacionado con la identidad, la pertenencia y la comunidad, así como la importancia de nuestras tradiciones y su conservación. Una brecha comenzó a crecer a la mitad de la avenida y después las botellas de cerveza, vacías y llenas, volaban de un lado a otro; aquello se tornó, repentinamente, en un escenario de terror. El conjunto de hombres que seguía peleando sin camisa, contra otros, que nunca lograron escapar entre los autos, comenzó a moverse sin control al lado de un puesto que vendía elotes, mismo que despareció porque aquella mole arrasó, de forma feroz, todo a su paso. Alguien, que llegó hasta los descamisados les proporcionó pistolas de toques eléctricos y así uno a uno de los adversarios comenzó a retorcerse en el suelo. Otro partidario del grupo atravesaba furiosamente la escena con un cuchillo en su mano derecha, dispuesto a usarlo en el momento necesario. Unos conductores que repartían bebidas alcohólicas lo detuvieron y desarmaron antes que pudiera llegar al lugar de la riña. Mientras eso acontecía, las bandas no dejaban de tocar y proporcionaban a la escena un tinte extraño, de irrealidad. Más de diez minutos duró aquel suceso en donde la bestialidad manifestó sus diferentes formas de coexistir con la fiesta. Algunos espectadores llamaban desesperadamente
a los números de emergencia, la policía municipal nunca llegó. Aquello se consumió lentamente cuando la energía y la furia mermaron su capacidad, lo siguiente fue el recuento visual de los acontecimientos campales, jóvenes con cabezas sangrantes y cuerpos semidesnudos eran arrastrados o llevados en hombros sobre un tapete de vidrios rotos y restos de espejos retrovisores que volaron durante la trifulca. Acto seguido la fiesta continuó como si la memoria de todos los presentes hubiera anulado aquellos minutos de su vida. Los toros siguieron su camino hacia su última morada, el fuego ritual en el centro del pueblo, que ahora se encontraba invadido por miles de personas, quienes se enfrentaban al deseo de morir y se exponían ante las explosiones festivas. El panorama, lleno de connotaciones bizarras, ardía álgido en las rupturas de normas sociales y del “buen” comportamiento cotidiano. Las calles en su mayoría se transformaron en ríos de orines y basura y, los rincones oscuros, en lugares para el placer corporal. Allí se vivió todo lo que el mexicano es capaz de desear, resguardado por la estructura simbólica de su fe inquebrantable; arropado por la mirada amorosa de la Virgen de Guadalupe y San Juan de Dios.
Crónica
se movían en diferentes direcciones y por momentos chocaban entre ellas, presagio de lo que ocurriría más adelante. La cantidad de espectadores era tanta y los conjuntos de jóvenes en su mayoría, que arrastraban las cartonerías pirotécnicas, desquiciaron el flujo de aquel festejo; se fue tensando el ambiente. Todo se acercó a su normalidad cuando un grupo, que viajaba en una camioneta de carga, se incorporó a la senda. Este contingente rompía con todas las formas que, habitualmente, se habían presentado en el recorrido pagano-religioso. Bajaron de la parte trasera del vehículo una serie de quince a veinte personas, en su mayoría mujeres transexuales o transgénero y jóvenes homosexuales que portaban orgullosos collares en alusión al cromatismo del arcoíris, emblema, adoptado por un gran número de miembros de dicha comunidad, que representa el orgullo por las diferencias sexuales. Colocaron bocinas, comenzó la música y aquel grupo se transformó en un “ballet” que presentó una serie de coreografías, mismas que recordaban los bailes callejeros de Tepito. A la par, las imágenes religiosas de la Virgen de Guadalupe y San Juan de Dios se alzaban enérgicas sobre los lomos de algunos toros pirotécnicos y las bandas, que cada cofradía contrata para el recorrido, también sonaban
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Promoción de la Lectura
Plan Estatal de Lectura: brilla por su ausencia 6 Por Eduardo Campech Miranda
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l periodo gubernamental de la actual administración estatal no ha dado a conocer un Plan o Programa Estatal de Lectura. Las razones también se desconocen entre la población: lo mismo puede ser falta de interés hasta el diseño que aún está en marcha, pasando por múltiples explicaciones más. ¿Es necesario este documento? Sí. Porque él nos permitirá conocer, y de ser posible, participar desde la sociedad civil. No es sencillo. Por principio de cuentas habría que empatar las visiones de los sectores cultural, magisterial, bibliotecario, profesional, de gestores culturales, de mediadores de lectura y, desde luego, de gobierno. Entre los beneficios que se obtendrían sería en abatimiento de costos en varios rubros. Pero por otro, evitará que ocurrencias personales adquieran el status de Programa, sin serlo. Y no lo son simple y llanamente porque tampoco existe un documento rector (coherente con la política pública es-
tatal). Si digo “ocurrencias” es porque ante las exigencias de la ciudadanía en torno a la obtención de resultados, en el ámbito de los libros -lo he dicho y lo repito-, el espectáculo, la farándula, el culto a la personalidad (de un autor, mediador, promotor, libro) está por encima de los lectores (así, como masa). También sería una herramienta que vincule normativamente las instituciones que realizan actividades en pro del fomento de la lectura, el
libro y la formación de lectores. De lo contrario las líneas de acción seguirán obedeciendo a iniciativas personales dadas por filias y fobias, amistades y paranoias. Es decir, urge un instrumento rector de política pública en torno a la lectura. La confusión y desconocimiento de todo ello provoca que quien llegue a encabezar alguna dependencia gubernamental que tenga entre sus funciones las acciones hacia la lectura mencionadas, intente incidir, supervisar, e incluso,
Pitol y el sueño de la realidad 6 Por Carlos Flores
Literatura
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ealidad, concepto que gusta de ser pronunciado en los pasillos de diferentes facultades. No hay área de estudios psicológicos o filosóficos donde esta palabra no sea manoseada, violada, mancillada, reinterpretada o recreada, bajo el supuesto de toda una serie de ideas o paradigmas que los diferentes grupos o corrientes académicas consideran como la realidad legítima. Al respecto, Sergio Pitol mencionaba: “Al hablar de lo real me refiero a un espacio amplísimo, diferente a lo que otros entienden por estos términos y confunden la realidad con un aspecto deficiente y parasitario de la existencia, alimentado por el conformismo, la mala prensa, los discursos políticos, los intereses creados, las telenovelas, la literatura light, la del corazón y la de la superación personal”. Sin duda, nuestra contemporaneidad es un buen momento para traer a colación las palabras de Pitol, pues estamos llenos de esos discursos que simulan la realidad pero que en verdad no lo son. La gente de hoy ya no se sienta en las aceras de su casa a platicar con los vecinos sobre su vida
cotidiana, sino que se comunica por medio de dispositivo electrónicos para hablar de películas, televisión, memes y periódicos. Discurren sobre esa irrealidad construida con cimientos fantasmales que juegan a ser lo real. Así, nuestro recién finado escritor, a la edad de 24 años, cuando corrían los años 50, se dio cuenta pese al regocijo, al fervoroso diálogo y todas aquellas manías y obsesiones que tienen los jóvenes cuando de manera gregaria se juntan y dialogan como si fueran
los amos del mundo, que vivía en esa extraña insustancialidad que otorga el mundo moderno, en ese entreteniendo opiáceo que nos hace dormir bajo los laureles y aleja nuestros pasos de la vida plena. Pero un agudo sentimiento de extrañeza obligó a nuestro autor a huir de ese universo plástico, que más tarde, en los años 80, se concretizaría en un modus vivendi. Así que se condenó a sí mismo al retiro, por lo que durante un tiempo eligió una pequeña
dirigir, ámbitos que están fuera de su competencia, desatendiendo su tarea primordial. Uno de los rasgos que caracterizó a la administración anterior fue su desprecio y desinterés por el tema aquí tratado. Si este gobierno anhela ser diferente, deberá colocar a la lectura como un objetivo estratégico transversal de algunos componentes del Plan Estatal de Desarrollo. Pero atención: no estoy aludiendo, ni hablando de individuos. Las instituciones funcionan con, sin y a pesar de sus figuras. Puntualizo y reitero: la lectura debe ser una política pública fundamental. Que el interés plasmado en el discurso se lleve a la práctica. Pero también, por otro lado, habría que sensibilizar a quienes diseñan todos estos instrumentos y herramientas de gobierno. Acostumbrados a metas y objetivos de mediano y gran impacto, miran con desconfianza el proponerse un alcance del diez por ciento de la población. Esta cifra es una locura. La lectura no es acto de multitudes, pero sí podemos aspirar a engrosar la nación de lectores.
localidad, Tepoztlán, para practicar placeres mayores: el sueño y la lectura. En ese lugar, lejos del mundano vaivén y acelerado ritmo de la capital, se sumió en un casi estado zen, donde respiraba el mundo campirano, leía horas enteras, dormía y, sobre todo, escribía. Sus primeros cuentos fueron una especie de exorcismo, donde pudo dejar de lado sus ansiedades, temores y las memorias vagas de su mente que aún no cortaban el cordón umbilical. No fue sino hasta que viajó al extranjero, cuando tal vez aturdido por la fiebre de una enfermedad, confundió a una anciana, custodia del hotel donde se hospedaba, con su abuela, cuando cortó del todo esos escritos iniciáticos y descubrió, gracias a la influencia de Gombrowicz, Gogol y Bustos Domecq, que la realidad debe ser el eje de la literatura. Para saber cuál es esa realidad, basta sumergirse en su obra y encontrar la paradoja que ofrecen sus personajes ficticios al describir esa entelequia por donde fluctúan las almas humanas, donde las páginas de la obra de Pitol recrean con honestidad, sinceridad, pero no sin sarcasmo y burla, la realidad de la cual los seres mundanos poco a poco nos vamos desvistiendo. Murió en Xalapa, Veracruz, el 12 de abril. Descanse en Paz nuestro excelso autor, Sergio Pitol.
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Ready player one: nostalgia ochentera y cultura pop
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ay tantos sellos distintivos que hacen que la obra de Steven Spielberg se destaque del resto de sus contemporáneos, elementos particulares que están fundamentados en la experiencia pura e inmersiva que se vive al encontrarse en la oscuridad de una sala de cine. En ese sentido Spielberg siempre ha mostrado un enorme entusiasmo, al juguetear constantemente con el escapismo de una película como una expresión del séptimo arte. Si el cine es entretenimiento puro, Spielberg es el mayor cineasta de todos los tiempos. En Ready player one ese entusiasmo se vuelve evidente, casi como si la cinta fuera dirigida por un niño grande (uno de 71 años) con el ingenio y la habilidad para lograr plasmar en pantalla todos los elementos de una historia que está directamente arraigada a la cultura pop, al mundo geek de los videojuegos y a la nostalgia del cine de aventuras ochentero. La cinta plantea un futuro en el año 2045, donde una sociedad distópica sumida en el caos y el desorden social, lejos de querer resolver sus problemas deciden escapar de ellos yendo hacia una realidad virtual llamada OASIS. En este universo ilimitado se puede ser quien se desee sólo con estar conectado y lo que ocurre ahí define lo que pasa con las personas en el mundo real. El protagonista de la historia es Wade Watts (Tye Sheridan) una adepto a la cultura pop y el mundo de los videojuegos, quien en el OASIS vive bajo el alias de Parzival, y que junto con algunos amigos participa en una competencia masiva desarrollada por el fallecido dueño y creador original de dicho universo, James Halliday (Mark Rylance).
Esta competencia consiste en resolver tres retos que otorgarán las llaves para acceder al “huevo de oro” de Halliday, y aquél que lo obtenga heredará toda su for-
tuna y el control absoluto del OASIS. Todo el mundo busca resolver estos retos, también Nolan Sorrento (Ben Mendelsohn), el dueño de una compañía que desea adue-
ñarse del OASIS para monetizarlo. Basada en la novela homónima de Ernest Cline, Spielberg narra a través de la épica del héroe una aventura donde confecciona secuencias de acción visualmente apabullantes que referencian a infinidad de cintas, videojuegos, canciones icónicas, así como una espectacular escena que homenajea a The Shinning de Stanley Kubrick. Todas estas imágenes, lejos de sobresaturar el desarrollo de la historia funcionan como una gran celebración que nos recuerda las reglas más básicas del cine de entretenimiento como un enorme imaginario colectivo. Dentro de esta reiteración el director referencia su misma obra, y su constante jugueteo entre cine de autor y espectáculo se torna fascinante de ver. Spielberg nos lleva real y simbólicamente a nuestro cuarto de niño, donde se encuentran esas imágenes icónicas con las que crecimos, y las cuales acrecientan nuestra fascinación por esa cultura a la cual regresamos con invariable cariño y nostalgia. La idea de vivir en una sociedad virtual cobra un sentido generacional con los tiempos actuales, al mostrar todos los potenciales alcances que se pueden encontrar en la misma, pero que nos recuerdan que sólo en el mundo real es donde lo esencial realmente trasciende. En voz de uno de los personajes “la realidad es el único sitio donde se puede encontrar una comida decente”. Al final Ready player one se vuelve lo mismo que sus protagonistas esperan del OASIS, el acceso a una realidad emocionante y espectacular que se debe experimentar de la mejor manera posible y donde no existen límites para la imaginación. La misma realidad en la que siempre ha vivido Steven Spielberg.
Cine
6 Por Adolfo Nuñez J.
Premio de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón 2018 para Martín Zapata estilo literario. Por eso al leer sus obras sentimos que estamos leyendo a un autor de otro tiempo, aquel en el que la manera de hablar determinaba la personalidad del hablante, su visión del mundo. Tiempo pasado que al darse en el presente puede ser el futuro”. Así se refirió Fernando de Ita en Teatro Mexicano hace alguno años, para describir la obra de Martín Zapata. La Secetaría de Cultura informó la semana pasada que “Como un reconocimiento a su trabajo en el ámbito nacional, por generar obras que po-
seen una gran organicidad entre los elementos del texto dramático y la escena, dando como resultado propuestas estéticas, sólidas y originales, el escritor Martín Jesús Zapata Quiroz fue declarado ganador del Premio de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón 2018”. El premio será entregado en las XXXI Jornadas Alarconianas 2018, que se realizarán del 12 al 19 de mayo en Taxco, Guerrero. En La Gualdra, felicitamos a Martín y nos sumamos a la alegría por la obtención de este merecidísimo premio.
Teatro
“L
o insólito en Zapata es que sus textos están pensados línea por línea, palabra por palabra. Dirá el lector que así se escribe y estará muy equivocado porque si revisamos la dramática de nuestros autores posmodernos veremos que escriben sin pensarlo, quiero decir, por bloques, más atentos al efecto de su discurso que a la manera de formarlo. Zapata, en cambio, cuida la concatenación de las sílabas que devienen en palabras que forman frases que expresan una manera de decir las cosas, esto es, un
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LA GUALDRA NO. 334
Filosofía
Pedro José Márquez, un filósofo mexicano del siglo XVIII 6 Por Oliver Eduardo López Martínez
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asta hace algunos años la figura del filósofo Pedro José Márquez había sido mucho más reconocida en Europa que en el continente que le vio nacer. Su obra comprende una interpretación de la arquitectura clásica griega y romana, así como prehispánica, además de un importante legado de filosofía, estética, filología y teología, entre otros temas como la arqueología y la astronomía. Nace en Rincón de León en Guanajuato (México), en 1741. A la edad de veinte años entra a formar parte de la Compañía de Jesús, quienes en 1767 fueron expulsados del territorio entonces español hacia Italia por decreto del Rey Carlos III. Márquez exiliado primero en Bolonia, después en Roma, dedica sus estudios a la arqueología clásica, la arquitectura, la astronomía y a las antigüedades mexicanas. Un personaje muy importante de aquellos años en Italia es el embajador español José Nicolás de Azara, quien además de funcionario político es quien financia excavaciones arqueológicas de la Roma Antigua, posee una amplia biblioteca y antigüedades de todo el mundo, será él quien dé protección y apoyo a Pedro José Márquez. Así es como el jesuita participa en los descubrimientos arqueológicos y llegue a formar parte de las academias de artes de Bolonia, Roma, Zaragoza, Florencia y Madrid, espacios culturales y académicos en donde circulaban opiniones de los temas que fueron centrales en el siglo XVIII como las ideas ilustradas y el neoclasicismo, que forjaron el pensamiento de Márquez. El objetivo principal que tenía Márquez
en mente era la interpretación de la obra del arquitecto romano del siglo I a. c. Marco Vitruvio Pollión. A partir de De arquitecture conocido como Los diez libros de arquitectura de Vitruvio, Márquez fue elaborando los Apuntamientos por orden alfabético pertenecientes a la arquitectura de Marco Vitruvio Pollión, una especie de diccionario en el que desmenuzaba los términos usados por Vitruvio en su obra. Sin embargo, al realizar tal empresa, tuvo que discurrir por los ámbitos de la arqueología y la estética filosófica. La importancia de Pedro José Márquez radica en sus aportaciones como filósofo, humanista y esteta. Una vez que pretende interpretar
la arquitectura romana, entra en cuenta que la prehispánica es igualmente valiosa y universal. Da a conocer a la Italia de su tiempo el mundo prehispánico de su patria colocándolo en la categoría de clásico. Traduce al italiano la obra del antropólogo Antonio de León y Gama Descripción histórica y cronológica de las dos piedras que con ocasión del nuevo empedrado que se está formando en la plaza principal de México, se hallaron en ella el año de 1790, que más que una traducción, es una explicación a los italianos de la grandiosidad de la Piedra del Sol y de la Coatlicue, obras representativas de la cultura Azteca. Además, trató sobre las pirámides de
Xochicalco y Tajín como complejos arquitectónicos tan importantes como el Partenón y la ciudad de Pompeya. Filosóficamente hablando Márquez aporta dos reflexiones importantes. Una respecto al humanismo, basado en las culturas indígenas propone un humanismo sin desdeñar a los débiles o diferentes, sin distinción de lenguaje o etnicidad, un humanismo incluyente, que reconoce al otro como igual, para él un filósofo debe ser cosmopolita, que se incluya como ciudadano del mundo y parte de éste. Por otro lado, su legado está en la estética filosófica. Cuando pretende comprender el por qué la arquitectura es bella y agradable además de funcional, se da primero a la tarea de entender lo bello en sí, por qué los objetos nos agradan y nos parecen atractivos. En su disertación Sobre lo bello en general de 1801 presenta una reflexión acerca de temas como el gusto, el agrado, la belleza, etc. Se apoya en la filosofía griega, en las ideas ilustradas de sus contemporáneos, en teorías estéticas del medievo, entre otros, para construir una forma de pensar única. A pesar de que Pedro José Márquez vivió y construyó su pensamiento en el exilio, nunca dejó de escribir sobre su lugar de origen, y no sólo eso, regresó a la Nueva España en 1816 cuando dos años antes se restablece la Compañía de Jesús, una vez en México es nombrado rector del Colegio de San Pedro y San Pablo en la Ciudad de México, ahí tuvo entre sus alumnos a José Bernardo Couto, quien escribió la primera biografía de su maestro en el Diccionario Universal de Historia y Geografía publicado en 1854. El jesuita Márquez murió en la Ciudad de México en 1820 y es un filósofo mexicano digno de consideración.
El Picaporte Ama al amor enamorado, enamoriscado, enamoradizo 6 Por Simitrio Quezada
es “amorío”. En medio del amor “legal” y el no permitido está la palabra “amante”, entendida en cualquiera de los dos contextos. “Enamorado” es otra, más formal que “enamoriscado”, término que ingresó al habla coloquial del español en 1599. Por enamoriscado se entiende “el que cree que está enamorado o que comienza a enamorarse”, aunque esto no sea cierto. El afecto a enamorarse, en cambio, es el “enamoradizo”. Al que se ama se le llama amigo (amicus); al que no, enemigo (inimicus). Si fue amigo y ya no, se le “desamiga”, se le desama, se le enemista.
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a raíz indoeuropea “Amma” es en realidad la voz infantil para llamar a la madre. De ahí que “amare”, amar, nace como una palabra netamente maternal: significa originalmente “dar caricias de madre”. En cuanto al sufijo “or”, éste es entendido como efecto o resultado. Lo apreciamos en las palabras Calor, Color, Dolor, Fervor, Temblor, Pundonor, Honor, Grosor, Candor, Humor, Clamor, Primor, Clamor, Temor, Rumor y Tumor. Amare es Amar, y de esta palabra latina vienen buenas derivadas. “Amable” es el digno de ser amado. “Amasia” es originalmente la enamorada, aunque el vocablo derivó en sinónimo de “concu-
bina” cuando “amasiato” fue puesto como equivalente de concubinato o “relación
marital de un hombre con una mujer sin estar casados”. Otro vocablo relacionado
Envíe comentarios y demás inquietudes a: siquezada@hotmail.com
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16 DE ABRIL DE 2018
El pintor y el escultor 6 Por Francisco Javier González Quiñones adie sabe con certeza de dónde vino, cómo llegó a ese lugar y porqué se fue, al parecer el primero que lo vio, y tal vez el único, fue Carlos. Fue en un día seco y soleado, mientras paseaba a sus preciosas perras en las faldas del Cerro de La Bufa. Durante ese recorrido, cuando Carlos disfrutaba la esporádica y refrescante brisa que recorría la piel de la emblemática colina, de repente los ladridos de sus canes quedaron en silencio. Entre ese mutismo y el polvo que arrastraban sus mascotas, poco a poco, se fue distinguiendo una silueta humana que lo hizo salir de su ensimismamiento. El desconocido estaba desnudo y el color de su piel se confundía con la polvorienta tierra colorada, moteada por algunas hojas secas, ramas y minúsculas arenillas. Sin poder evitarlo la apariencia de ese extraño remitía al pintor Francisco Goitia. El insólito sujeto parecía un tanto desaliñado pero, al igual que el ermitaño Goitia, su misteriosa presencia irradiaba una tremenda calma que al instante alejaba todo tipo de preocupaciones. Su desnudez no resultaba perturbadora, tal vez porque la portaba con naturalidad y con una majestuosidad que incitaba a la admiración y al respeto. La mística experiencia fue interrumpida por la reiterativa nota musical
contenidos, Carlos recorrió con deleite la planicie de la espalda y reposó unos instantes su mirada en las soberbias nalgas de esa diosa de barro. Luego, caminando en torno a esa obra, suspiró ante el par de manzanas lácteas que equidistantes flotaban sobre un perfecto ombligo. Deslumbrado, casi se desvanece cuando reconoció el familiar rostro de esa magnífica escultura de arcilla. En ese intervalo de aturdimiento, los ojos de Carlos se cruzaron con los de su anfitrión, quien con una sonrisa de complicidad y un leve ademán, adivinando sus pensamientos, lo invitó a ejecutar su deseo. Acercándose a un rústico banco de trabajo, Carlos, quien a pesar de ser un excelente pintor nunca se había atrevido a plasmar la belleza de su amada en algún lienzo, tomó algunas herramientas de madera y comenzó a darle el toque final a ese rostro. Los detalles a corregir eran mínimos, pero consumieron minutos que se transformaron en horas. Con el correr de las horas llegó la tarde y antes que ésta se cubriera con el velo de la noche los dos artistas, el escultor y el pintor, teniendo de testigo a la bella estatua, cruzaron otra mirada de complicidad con la que sellaron un silencioso pacto. Cuando él llegó ella ya lo esperaba, pero no hubo ningún reproche de su parte, de hecho lo esperaba en la alcoba y ahí empezó a cumplirse el pacto convenido entre el escultor y el pintor.
Ella, entre sollozos y susurros, sintió que cada centímetro de su cuerpo fue acariciado como nunca antes, sin prisas, pero sí con un moderado vigor y un pausado asombro. La habitual frugalidad de palabras del artista se diluyó entre una agitada y rítmica respiración que se transfiguró en orgásmico placer que los llevó a un reposado sueño. Todavía era medianoche cuando él se levantó, hacía calor y ella mostraba la desnudez de su exquisita espalda. Procurando no perturbar su sueño, él se acercó al balcón en busca de un poco de aire fresco, al abrir la ventana y atisbar la montaña de su morada, recordó el pacto y enseguida se encaminó hacia el taller del artista, dispuesto a cumplirlo. Cuando el alboroto de unos exaltados noctívagos la despertó, ella instintivamente buscó el cuerpo de Carlos, pero su lugar estaba vacío. Este hueco la obligó a girar su desnudez y al hacerlo percibió luz en el taller. No era su costumbre interferir en el trabajo de su compañero, pero esta vez la curiosidad pudo más y al abrir la puerta del estudio lo sorprendió absorto en una pequeña escultura. La hermosa escultura de cera, montada en una base rectangular de aproximadamente 15 por 10 centímetros, era una mujer desnuda recostada casi boca abajo, a cuyos pies estaban las diminutas figuras de las mascotas de Carlos, quien, por su polvoriento rostro y el júbilo de ellas, parecía que acababa de regresar de su paseo por el Cerro de la Bufa.
Río de Palabras
N
que provenía del celular de Carlos. Al escuchar el apático “hola”, ella de inmediato notó en la voz de su compañero de vida algo que no entendió, por eso y sin rodeos le preguntó “¿Qué pasó, estás bien?”, la respuesta no se hizo esperar: “Sí, sí estoy bien, de hecho estoy muy bien, me siento extraordinariamente bien”. Conocedora de la sensibilidad de Carlos, ella atribuyó ese tono de voz, que sonaba a distanciamiento, a un estado de inspiración y optó por no interrumpirlo por lo que simplemente se despidió con un cálido “te veo en la casa”. Para entonces, las perrunas acompañantes de Carlos habían salido de su mutismo y sin dejar de ladrar seguían al extraño sujeto, quien, como si fuera su nuevo amo, los guiaba hacia lo que parecía ser la entrada a una oculta cueva. Ante esa situación, Carlos también se sumó a esa procesión y así pudo entrar a la morada de ese singular ermitaño, quien hasta ese momento no había pronunciado ninguna palabra. En realidad las palabras no fueron necesarias, sólo hubo que dejarse llevar por la magia del encuentro. La cueva no era tan profunda, después de unos cuantos pasos el hombre desnudo se detuvo para llegar a un amplio recinto iluminado por luz natural. Al centro de este recinto se encontraba una escultura femenina que irradiaba un erotismo desbordado en la simetría y el volumen que daba cuerpo a una sensual obra de arte. Entre espasmos
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LA GUALDRA NO. 334 /// 16 DE ABRIL DE 2018
El terror
Río de Palabras
6 Por Alberto Huerta
cara, lívido, con el estómago y las tripas pegadas al espinazo, tratando de
identificar y reconocer los taconeos en las espalda. No, no hablo del que
provocan los demonios, los muertos vivientes, vampiros y hombres lobos. Ni al miedo provocado por las ánimas, fantasmas y aparecidos. Ésos con una simple y llana mentada de madre se van con la cola entre las patas. No, no estoy haciendo referencia a esos miedos ¿No?, o ¿sí?
Hay algo en la mirada torva de las hienas que paraliza y aterra. Luis Sepúlveda
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sted ha sentido terror? Sí, usted, el ciudadano común y corriente, que en cuanto dan las 6:00 hrs. se levanta de la cama y después de ir al baño a orinar, se mete bajo la regadera y toma un baño tibio y rápido. Vestirse a la carrera y sentarse a la mesa a desayunar una taza de café y a darle rápidos y furiosos mordiscos a una pieza de pan y salir apurado rumbo a la oficina, en esta ciudad la mayoría trabaja en las oficinas o empleados de mostrador. Pues bien, le hablo de dormir con un ojo bien abierto y atento, muy atento a los ruidos extraños, a cualquier ruido. No al miedo, ése que se que se suda apestoso y agrio, ése que nos deja la boca reseca y con un sabor a cobre. El que obliga a echarse varios viajes al mingitorio. No, tampoco el que se siente en la oscuridad de una sala cinematográfica (iba a decir en las páginas de un libro, pero los burócratas no leen libros, muy apenas el Esto). No, le estoy hablando del que está bendecido, protegido por los hombres de negro y cuello blanco, con enormes anillos con piedras rojas. Y que hablan despacito y en susurros, con mirada lánguida y aliento alcohólico. Y que proclaman que la justicia la proporciona Dios Todo Poderoso. Ése que te obliga a caminar muy derecho, aprisita, y sin atreverse a voltear la
/// La pintora Joy Laville (1923 Isla de Wright, Gran Bretaña) recibió en 2012 la medalla de Bellas Artes por su trayectoria. Fue esposa del escritor Jorge Ibargüengoitia; su obra aparece en varias portadas de los libros del escritor. Falleció en el estado de Morelos a los 94 años de edad el pasado 13 de abril. En La Gualdra lamentamos el fallecimiento de esta artista plástica de quien Teresa del Conde se refiriera así: “Las pinturas de Joy Laville son espacios de tranquilidad, de solaz, también de soledad”.
6 Por Pilar Alba
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adie aprende de los errores del pasado. Seguimos tropezando con las mismas piedras, regresando a los sembradíos de trigo, levantándonos de la cama por el lado incorrecto. Nadie aprende y persistimos en la idea
Como en los cuentos insistente, que se convierte más bien en ilusión, en promesa de cambio, de posibilidad que todo mágicamente, de pronto, se transforme. Seguimos bus-
cando lo mismo sin encontrarlo y nos quedamos solos; destrozando nuestros, de por sí, jodidos corazones. Tomando a cucharadas el placebo del ahora sí: éste
es el bueno. Ahora sí: todo será diferente. Ahora sí: se esfumará la tristeza, viviremos para siempre felices, como en todos los cuentos.