La Gualdra 348

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 348 /// 13 DE AGOSTO DE 2018 /// AÑO 8

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

José Manuel Enciso González. Foto de Abraham Mendoza Enciso.

Decía el poeta Roberto Cabral del Hoyo que: “José Manuel Enciso, ejemplar autodidacto que en soledad y recogimiento ha ido arrancándoles al arte uno por uno sus secretos, lleva en el alma su ciudad natal. Lo compruebo así en una íntima comunión de afectos tras la contemplación atenta y conmovida en que se ahonda mi admiración a la obra del paisano ilustre”. El maestro José Manuel Enciso González falleció en la ciudad de Zacatecas el pasado 8 de agosto cuando faltaban pocos meses para que cumpliera 100 años. En homenaje a él y en reconocimiento a su contribución al establecimiento de un nuevo orden cultural en Zacatecas durante el siglo XX, esta Gualdra está dedicada a su memoria.


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LA GUALDRA NO. 348 /// 13 DE AGOSTO DE 2018 /// AÑO 8

La Gualdra No. 348

Editorial La tarde del 8 de agosto dejó de existir el maestro José Manuel Enciso González; el peso de los años finalmente venció la férrea voluntad de permanecer aquí de quien el próximo febrero cumpliría 100 años de vida. Recuerdo ahora las palabras del cronista del estado, Manuel González Ramírez, cuando durante el homenaje que se hizo al maestro Enciso el pasado mes de marzo, mencionaba que ese día se iniciaban los festejos por el primer centenario de su nacimiento. El maestro no llegó a cumplir el siglo, pero tuvo la fortuna de ser partícipe de la construcción de un nuevo orden cultural en Zacatecas; desde el siglo XX contribuyó a que se sentaran las bases de esta transformación y pudo además constatar en estos años del XXI que el esfuerzo había valido la pena. Se ha dicho del maestro Enciso que fue fundador del Instituto Zacatecano de Bellas Artes y que ahí mismo impartió clases en la Escuela de Artes Plásticas; también dio clases de dibujo en el ICAZ -y posteriormente en la UAZ-, de dibujo y pintura en el Colegio del Centro y en los llamados Jardines de Arte en espacios públicos como la Alameda, desde la década de los años setenta. Todo eso es cierto, como cierto es también que a la par de su labor como comerciante, ejerció toda una labor de promoción y gestión cultural que contribuyó a que se pasara de la afición a los primeros pasos de profesionalización en el terreno de las artes. El maestro Enciso tejió, casi sin percatarse de su magnitud, un entramado complejo de relaciones que confluyeron para que en la década de los años cincuenta -cuando era gobernador José Minero Roque y las actividades del Patronato Cultural de Zacatecas prácticamente iniciaban- se conformara el primer colectivo de artistas plásticos zacatecanos y expusieran por primera vez en el Casino de Zacatecas, gracias al apoyo del gobernador y de don Federico Sescosse por la parte oficial; pero gracias también al entusiasmo que logró generar al interior de una comunidad artística que ni siquiera se consideraba todavía así -se llamaban a sí mismos, modestamente, “aficionados”- y cuya formación había sido autodidacta. Este primer colectivo de artistas demostró en ese momento, que era necesario que se abrieran espacios más formales de capacitación artística, en los que pudieran aprender técnicas de pintura, grabado y dibujo, y esto facilitó que se diera lo que ya el gobernador Minero Roque pretendía desde años antes, la llegada

del IZBA, un espacio en el que se ofrecían clases de artes plásticas, música, danza y teatro. El IZBA fue la institución que antecedería al Instituto Zacatecano de Cultura. Al adentrarme en la investigación de mi tesis doctoral tuve la oportunidad de entrevistar al maestro José Manuel Enciso, quien me abrió las puertas de su casa y de sus recuerdos. Toda esa información la atesoro como algo valiosísimo porque me dio luz para comprender que, en Zacatecas, hay personajes como él, que con sus acciones, construyeron esta realidad que vivimos hoy. Lo que me dijo el maestro, en aquel entonces, es que su vida siempre había sido el arte; la frase se me quedó grabada para siempre y ahora la invoco para reafirmar que su papel no sólo se circunscribió a dar clases y a que se abriera el IZBA, sino que va más allá de lo que podemos imaginar: fue el bienaventurado enlace entre Francisco Goitia y Minero Roque, quienes planearon juntos la creación del Museo del Estado de Zacatecas, la programación de una serie de exposiciones de artistas nacionales e internacionales de artes plásticas en Zacatecas y varios de sus municipios, y el primer proyecto para que se conformara a nivel federal una Secretaría de Cultura. De eso y de las implicaciones de haber participado en el curso de historia de arte novohispano con el Dr. Francisco de la Maza hablo en mi trabajo de investigación que estoy por concluir y yo no puedo estar más que profundamente agradecida con el maestro Enciso -y con su familia-, no sólo por la información que me proporcionó, sino por todo lo que hizo en vida a favor de su ciudad, Zacatecas, que mucho tiene que reconocerle y agradecerle también. En este número gualdreño dedicado a su memoria, participan con textos -en orden de aparición- Alfonso López Monreal, José de Jesús Sampedro, José Enciso Contreras, Francisco Esparza Acevedo, Manuel González Ramírez y José Manuel Enciso Muñoz. Además de ellos, debo agradecer a Tere Enciso, Eugenio Mendoza y a su hijo Abraham, quienes nos facilitaron tanto la imagen de la portada como las de páginas interiores que provienen del archivo familiar. Que descanse en paz, el maestro José Manuel Enciso González, personaje fundamental en la historia cultural de Zacatecas. Nuestra solidaridad con su familia. Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Directorio

Contenido “La Cadena” de José Manuel Enciso Por Alfonso López Monreal Adiós, y... Por José de Jesús Sampedro

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El maestro José Manuel Enciso González: breve retrato del artista Por José Enciso Contreras

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José Manuel Enciso González [1919-2018] Mi vida siempre fue el arte

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Don José Manuel Enciso González, cronista pictórico de Zacatecas [Q.E.P.D.] Por Francisco Esparza Acevedo

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José Manuel Enciso González, un zacatecano excepcional Por Manuel González Ramírez

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Subir al cielo, bajar a la tierra Por José Manuel Enciso Muñoz

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Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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“La Cadena” de José Manuel Enciso 6 Por Alfonso López

Monreal

6 Por José de Jesús

Sampedro

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revio esto casi siempre a la Navidad, casi siempre recibía una postal-tarjeta de don José Manuel Enciso González: sobria, me deseaba sólo o “paz”, “bienestar”, “ventura”... A nombre suyo, decía, es decir: a nombre todo de la familia. La ilustraba un colorido o un sepia dibujo: de alguna escena, una calle, de algún objeto, un personaje... Y al contemplarla luego, al verla, casi siempre

/// El maestro Enciso con Alfonso López Monreal, durante el homenaje realizado en marzo de 2018.

/// Nota de 1980. Foto del archivo de la familia Enciso González.

/// José Manuel Enciso a principios de la década de los 70. Foto del Archivo de la familia Enciso González.

Adiós, y... también celebraba íntimamente yo aquella obvia prueba de una vida ciudadanamente generosa, fructífera, reflejada entre las infinitas líneas de una obra gráfica poseedora de un estilo (preciso: de una específica manera de percibir y de intuir el directo entorno) al servicio extremo de la figura, de los comple-

mentarios o alternos planos y pigmentos y volúmenes y contrastes de la figura. (Entre paréntesis, recuerdo aquí a otro contemporáneo nuestro: a don José Guerrero Guerrero, notable acuarelista y director de la Biblioteca Pública propia de comienzos de la década de los 1970 en la ciudad de Zacatecas). En sínte-

sis, una figurativa obra posible entonces gracias a una exacta memoria y a talento innato. Y a un culto (y profundo y profuso) y disciplinado trazo... Cierto: un día, conversando un tanto al garete, debajo de un violáceo y rojo crepúsculo que invadía apenas el sutil espacio de la Alameda, don José Manuel Enciso González me dijo que mientras más sencillo más complejo era el trazo. Y el violáceo y rojo crepúsculo aun mejor trazaba los arbustos, los árboles. “Un perpetuo instante éste”, pensé... Instantáneamente ahora petrificado.

José Manuel Enciso González In Memoriam

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ecordando viejos tiempos, escribía el otro día sobre una época en la que mi abuelo, quien iba por mí todos los días a la escuela, al regresar por las tardes se detenía en la Plaza de Armas para fumar un cigarro y platicar con los amigos, yo mientras tanto correteaba con los míos por los rincones de la plaza y así di con el Instituto Zacatecano de Bellas Artes -IZBA-; éste fue el inicio, mi incursión en las artes. En ese tiempo no sabía yo en que uno de los actores principales para la creación de dicha institución había sido el maestro Enciso, puedo decir que soy junto con otros un resultado o una consecuencia de aquellos talleres, por lo cual le estaré siempre agradecido. Siguiendo esta “cadena” de acontecimientos viene a mi memoria también haber llegado un día a su tienda, acompañado de mi abuelo, a comprar el corte para lo que sería mi primer traje, el que me confeccionaría un sastre muy cercano a su tienda. Su tienda me era muy familiar porque seguido mi abuela, costurera de oficio, me mandaba a comprar cierres o botones; recuerdo su establecimiento como un centro de reunión, casi siempre tenía visitas y gente platicando; había objetos de todo tipo en su mostrador, desde antigüedades, pinturas, artesanías huicholas o materiales de arte. Muy presente tengo también cuando asistía a sus clases de dibujo, formalmente dentro del IZBA y más informalmente en la alameda -no recuerdo muy bien si eran los sábados o domingos-. Además de que siempre tuvo un elogio por nuestros trabajos, nos endulzaba el día con todo tipo de caramelos o golosinas. Es inevitable ceder a la nostalgia y al romanticismo de esa época, como es inevitable acabar comparando aquello con nuestra realidad actual. ¿Cambiaría yo aquellas tardes de juegos callejeros y talleres al aire libre por toda la tecnología actual? Creo que no, sé que no tiene caso compararlo y es inútil pretender que nada cambie, ésa fue una época de nuestra historia vivida intensa-

mente y eso es lo que es justamente José Manuel Enciso: toda una época. Ya más reciente a mi regreso a Zacatecas aquellas experiencias nos unieron en una sólida amistad, tal vez no de vernos muy seguido, pero sí de tener siempre encuentros sumamente disfrutables y que ahora valoro más que nunca. Su calidad humana, su humor, su cariño por la práctica artística y su familia -amistad que se ve reflejada en las nuevas generaciones- son para mí lo que da un verdadero sentido a nuestra relación de vida y convivencia humana. Todos tenemos un lugar en esta vida y él me enseñó con su sencillez y humildad a saber cuál es el lugar que ocupamos dentro de la plástica zacatecana, él siempre lo supo y es un ejemplo, alejado de protagonismos superfluos, de envidias ajenas y falsas expectativas, sin otro fin que el de disfrutar hasta el último suspiro de vida de este quehacer amado. José Manuel Enciso es la cadena, la cadena de vivencias, de amistades, una larga cadena de amor a los hijos, nietos y familiares, una cadena de unión y vínculo creativo. Yo levanto mi copa y digo como la última vez que nos vimos: ¡Salud maestro! Salud por su vida y gracias por su amistad.


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José Manuel Enciso González In Memoriam

El maestro José Manuel Enciso 1 González: breve retrato del artista 6 Por José Enciso Contreras

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on bolitas de azafrán… un artista en ciernes José Manuel Enciso González, pintor, docente, promotor cultural y amoroso padre de familia estaba a punto de cumplir 100 años. Los escribo así en numerales arábigos para que mejor pueda entenderse la magnitud de esa venturosa edad, y en abono de esa claridad igualmente podría decir que al nacer nuestro artista, la actualmente vapuleada constitución política de los mexicanos sólo tenía dos años, por lo que supongo muy apenas comenzaría a caminar. En el mundo, la legendaria Revolución de Octubre alcanzaba igualmente la misma edad. Todavía más, cuando aquel niño nació en la ciudad de Zacatecas, el 17 de febrero de 1919, trascurrieron dos meses y en el sur del país emboscarían fatalmente a Emiliano Zapata. Y pasarían cuatro años más para el asesinato de Francisco Villa, en El Parral. Ha llovido algo desde entonces. Pero de estos hechos nada sabía al abrir los ojos aquel niño, que tras haber cursado más tarde algunos grados en la celebérrima escuela primaria Ignacio Zaragoza, de esta ciudad de Zacatecas, se trasladó con su familia a Villanueva para culminar sus estudios primarios. Según el mismo Enciso ha reconocido, fue en esta etapa villanovense cuando descubrió sus inclinaciones por las artes plásticas, pues uno de sus profesores que era por añadidura pintor, había abierto un pequeño taller particular de enseñanza para niños al que lamentablemente nuestro artista en ciernes no pudo inscribirse, pero ya estaba en su espíritu la semilla del arte. Su temprano gusto en la materia y las obras plásticas ejecutadas en este periodo germinal, motivaron que el cura de Villanueva le propusiera enviarlo a la Academia de San Carlos, pero las cosas en el país y en la familia no eran tan fáciles como lo relativamente serían en la actualidad y todo quedó en mero intento. Mas nada es capaz de detener una vocación cuando es genuina: Yo en aquel entonces tenía 13 años […] pero en esa época yo trabajaba en una tienda de abarrotes, y mi patrón constantemente me llamaba la atención porque sobre el papel de envoltura siempre estaba rayando, es más, con bolitas de azafrán dibujaba en color amarillo, así es que fueron kilos y kilos de papel dibujado en las envolturas.

Tras la muerte de su padre, en torno a 1936, en pleno cardenismo, regresaría a la Bizarra Capital para vivir en ella definitivamente. A la postre convertiría aquella deprimida y desolada pequeña urbe de cantera en su morada habitual, en el escenario de su productiva vida de artista, en el objeto y temática de muchas de sus obras, su obsesión, su habitadero y ambiente natural. Un pintor y su circunstancia Como autodidacta “en soledad y recogimiento”

/// Árbol genealógico. Archivo de la familia Enciso González.

lo ha caracterizado Roberto Cabral del Hoyo, y efectivamente, como tal se ha definido a sí mismo en varias ocasiones el propio Enciso, por lo que podemos decir sin sonrojarnos que su periodo formativo, propiamente dicho comenzó a partir de su regreso a la ciudad de Zacatecas, dedicando parte de su poco tiempo libre al dibujo y la pintura por su cuenta y riesgo. No es académico porque no tuvo inicialmente academia a la cual asistir ni el tiempo necesario para ello, y esta circunstancia marcaría uno de los propósitos de su vida: llenar ese vacío. Su práctica en solitario no se explicaba como fruto de afición pasajera sino de una vocación que se abría camino poco a poco, batallando con las peripecias de la vida, que no constituyeron obstáculo suficientemente grande como para impedir que en su momento asistiera a tomar cursos a la Ciudad de México, precisamente a los patrocinados en aquel tiempo por el Instituto Nacional de Antropología

e Historia, recibiendo lecciones de historia de México e historia del arte por parte de los insignes intelectuales Antonio Pompa y Pompa, y del potosino Francisco de la Maza, ni nada más ni nada menos. Casó con la señorita Rosaura Muñoz y juntos formaron prolífica y feliz familia. Son sus hijos Rosaura Alicia, María Guadalupe, José Manuel, Antonio de Jesús, Luz María, María del Pilar, Juan Luis, Teresa de Jesús, Gabriela, Laura Agustina, Verónica del Carmen, Agustín y Lucía Mayela. En este punto, y si me lo permiten los lectores, quiero detenerme un poco para comentar la importancia que Enciso concedió a su particular universo familiar. “Un detective verdaderamente bueno nunca se casa”, anotaría el célebre escritor Raymond Chandler, afirmación que puede ser plenamente válida para todos aquellos investigadores privados que se respeten, pero en sentido contrario, como llegó a escribir con mucha razón don Luis González y González, “se puede ser buen

historiador y causa de numerosa prole”, cuestión que también es absolutamente aceptable para los artistas plásticos como Enciso, quien al paso de los años, en desapego de cualquiera otra circunstancia, siguió campechaneando su tiempo entre el trabajo, la docencia y su vocación auténtica. Conviene destacar que el comercio se agregó a la lista de sus actividades, lo cual suena bastante lógico al momento de reflexionar acerca del empeño con que debía atender los requerimientos de la mesa familiar. Fue así como se convirtió tal vez sin proponérselo, junto con su establecimiento de venta de géneros, en parte característica del centro histórico. Ésta es una de muchas circunstancias que hacen excepcional a nuestro pintor, inclusive más allá de sus maravillosas técnicas de ejecución. Veamos si no. Por pura curiosidad, revisando las primeras biografías de pintores que se me atravesaron, descubro que numerosos


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Este texto es un fragmento del prólogo de un libro sobre la obra del artista, que prepara su familia.

/// José Manuel Enciso González. Fuente de los Faroles. Serie Zacatecas I. Carbón y pastel. 1974.

/// José Manuel Enciso González durante la cancelación del timbre por el centenario de la Toma de Zacatecas, 2014. Foto de Tere Enciso Muñoz.

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artistas se han distinguido por lo contrario de Enciso, es decir, por carecer de familia o tenerla pero muy exigua. Por ejemplo Doménico Teotocópulos, mejor conocido en el medio como El Greco, sólo tuvo un hijo, mas nunca casó con la madre, la toledana Jerónima de las Cuevas; no sería del todo arriesgado suponer que teniendo a doña Jerónima nomás para pasar el rato, ésta le saliera con su domingo siete, porque como Doménico se la pasaba en Venecia y Roma, tal parece que procreó por error. Otro pintor más va pasando por aquí en este momento, el alemán Alberto Durero, quien llegado el tiempo no salía de Colmar, Basilea y Estrasburgo, fue casado prácticamente a güevo por su propio padre, quien desde luego obtendría pingües ventajas con el enlace. Durero no tuvo descendencia. De Leonardo o Miguel Ángel ya ni decimos nada, casi todo mundo sabe que lo suyo lo suyo no eran las chicas. Pero bueno, en contraste pueden citarse otras notables excepciones, aunque en otros ámbitos artísticos e intelectuales, porque el genial músico barroco Johan Sebastian Bach tuvo nueve hijos en sus dos matrimonios. A nivel más local y en el terreno de la historia, para confirmar triunfante el apotegma de don Luis González, tenemos a don Elías Amador, indiscutible campeón en esta categoría, de quien se sabe procreó veinticinco hijos en sus dos matrimonios. Pero volvamos a un local comercial denominado La Cadena, que fue a donde estuvimos a punto de entrar antes de interrumpir la secuencia de este prólogo, con mi impertinente reflexión sobre la vida privada de algunos difuntos. ¿Quién que haya nacido en los buenos años del siglo XX zacatecano no recuerda aquella esquina privilegiada de Hidalgo y García Salinas? Casi enfrente de la catedral, a un paso de la Plaza de Armas y viendo hacia el centro comercial por excelencia de la añeja ciudad, la antigua plaza mayor ya para entonces adornada por el Mercado González Ortega. Recuerdo haber entrado a la tienda un par de veces siendo niño y luego ya mayorcito, acompañando a mi padre que iba a comprar casimires, o al inolvidable veterinario Pancho Vargas Carrillo, descreído y decidor villanovense amigo de infancia del maestro y más tarde de mi señor padre. Ahora mismo me está diciendo Ángela, mi asistente, que su abuelo el licenciado Jorge Flores acudía allí con frecuencia, como muchos zacatecanos, para abastecerse de los finos casimires ingleses que demandaba la impecable presentación de un abogado litigante de polendas. El propietario del establecimiento, siempre amable y educado como lo ha sido toda la vida, atingente, charlador y activo. Dueño y tienda, durante muchos años formaron un cuadro tan zacatecano como la mismísima Bufa. Contar con un local de esas características y ubicación, insospechadamente traería a la larga, pienso yo, consecuencias de singular importancia para un artista plástico con la acuciosa mirada de José Manuel Enciso. Pensemos en que atender La Cadena implicaba necesariamente mucho tiempo de permanencia en el centro de la ciudad, hecho que traía aparejada la posibilidad de visualizar no solamente las gastadas piedras de las fachadas, sino sobre todo a los numerosos lugareños de toda laya transitando por las banquetas, viandantes que pululaban por las calles principales en flujo multicolor que se reflejaría en el carácter de su obra.

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/// Itacate del moro. Serie Bodegones. Pastel. 2005.

/// Antigua calle de la Santa Veracruz. Serie Zacatecas II. Scratch. 1967.

José Manuel Enciso González [1919-2018] Mi vida siempre fue el arte1 […] estas imágenes de Zacatecas, de tan austera belleza, de tan perfecto equilibrio, en las que no falta ni sobra trazo alguno. Sé que, aun sin quererlo, frente a ellas mi actitud se vuelve intransigente. Es en el retrato de la persona amada donde más le exigimos al artista: no ya sólo la fidelidad a la apariencia física, sino también ese toque mágico capaz de hacer patente la belleza que únicamente nosotros creemos percibir. José Manuel Enciso, ejemplar autodidacto que en soledad y recogimiento ha ido arrancándoles al arte uno por uno sus secretos, lleva en el alma su ciudad natal. Lo compruebo así en una íntima comunión de afectos tras la contem-

/// Bimbalete. Serie Paisajes. Óleo/mazonite. 1955.

plación atenta y conmovida en que se ahonda mi admiración a la obra del paisano ilustre. Roberto Cabral del Hoyo, en: “José Manuel Enciso: dos, tres palabras…” [fragmento]. 1 Las imágenes, autoría del maestro José Manuel Enciso González, así como el texto del poeta Roberto Cabral del Hoyo, fueron tomados del libro José Manuel Enciso, Obra Selecta, Dosfilos editores, S. A. de C. V., Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde, Zacatecas, 2008.

/// Ex Hacienda de Cieneguillas (Zacatecas). Serie Haciendas. Pastel. 2002.


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/// Tunas. Serie Bodegones. Pastel. 2005.

/// Yucaltepen (Yucatán). Serie Paisajes. Carbón y pastel. 1973.

/// Vecindad del Jobito. Serie Zacatecas II. Scratch. 1968.

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/// Mutilado I. Serie Zacatecas I. Pastel. 2004.

/// Peregrinando a la caza del peyote. Serie Huicholes. Carbón y pastel. 1978.

/// Vaqueros. Serie Zacatecas II. Tinta. 2000.


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/// José Manuel Enciso González. Foto de Eugenio Mendoza.

Don José Manuel Enciso González, cronista pictórico de Zacatecas [Q.E.P.D.] 6 Por Francisco Esparza Acevedo

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uizá sin proponérselo, José Manuel Enciso González se convirtió en un auténtico promotor artístico de nuestro Estado. Lo es desde hace ya muchos años y lo hace a través de la pintura, el dibujo, la acuarela, el teatro, etcétera. Es autodidacta, pero ha asimilado la disciplina que exige dibujar una obra (por ejemplo) de Miguel Ángel y siguiendo las enseñanzas de Francisco Goitia, de Manuel Felguérez o de Pedro Coronel, José Manuel Enciso se inspira en la poesía de Ramón López Velarde y realiza su propia obra. O la realiza después de apreciar una vieja casona, un paisaje del semidesierto, un vendedor de tunas, un Cristo, la Verónica, la tradicional quema de Judas… Primero el trazo en cualquier papel, luego el detalle y, finalmente, una propuesta visual que se expone o que se imprime y que muestra a la siempre bella y respetable ciudad de Zacatecas. José Manuel Enciso

narra sus inicios en la pintura: Todo comenzó en la primaria; ahí se fundó un taller y ahí aprendí a dar mis primeros trazos. Tendría yo quince, dieciséis años, cuando el padre Antonio M. Aguilar me puso a pintar un telón de fondo para el salón de actos con el tema de San Juan Bosco con un grupo de niños entrando a un templo; al verlo ya terminado, el padre se ofreció a enviarme a la Ciudad de México para que yo estudiara artes plásticas en la Escuela de San Carlos, desafortunadamente mi padre falleció y tuve que hacerme cargo de mis hermanos. Pero su permanente entusiasmo por la pintura, el desarrollo de sus habilidades como dibujante y, sobre todo, su deseo de superación, serán fundamentales en su difícil transitar por la vida. De niño yo trabajaba en una tienda de abarrotes y mi patrón me reprendía

porque el papel siempre estaba rayado; dibujaba con bolitas de azafrán en papel color amarillo, y así fueron kilos y kilos de él y también muchos de mis dibujos. Mi patrón me reprendía, pero le gustaba que yo dibujara. A la fecha continúo haciéndolo en cualquier papel que me acomoda y esbozo algunos de los trazos de lo que luego puede ser un dibujo, y lo que no me gusta lo tiro, aunque me regañen mi señora y mis hijos.

Cabrera, ubicada entonces en una de las esquinas de Tacuba; en “La Gardenia”, ubicada en la Avenida Hidalgo; y en “El Porvenir”, con Antonio Garza. Tiempo después abre “El Precio Bajo” y por último “La Cadena” situada frente a la Catedral de nuestra ciudad (permaneció ahí más de treinta años), luego localizada en la Avenida Torreón. En todas y cada una de esas tiendas, combina el cumplimiento de su trabajo y el proceso de su pasión: la pintura.

La naturaleza y las personas son mis mejores maestros, afirma José Manuel, quien muestra orgullosamente sus dibujos de diversas obras de Miguel Ángel: Realizar este tipo de ejercicio implica una gran disciplina; la perfección de las obras de Miguel Ángel, trasladada a un dibujo, no es fácil en absoluto. Por eso reconozco que de él aprendí mucho; lo esencial: la disciplina de seguir adelante. Tanto en su infancia como en su adolescencia, trabaja en distintas tiendas: “El Nuevo Mundo” propiedad de Manuel

Desde que me casé, me desarrollé más en cuanto a la atención a lo artístico y hacia 1946 realicé un dibujo que me estusiasmó. El tema fue el cuatrocientos aniversario de la fundación de nuestra ciudad; se trataba de un cartel de bienvenida para los zacatecanos residentes en México. Lo expuse en Los Portales en el local de Samuel Zesati y resultó toda una novedad. Por cierto, ese dibujo-pergamino lo conservan los Borrego Hinojosa, entonces dueños de la Tenería de Jesús,


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porque a un ladito yo escribí que era cortesía de ellos; no me animaba a aparecer solo. Sigue pintando Amigo de Francisco Goitia, José Manuel Enciso refiere una anécdota:

Los cristos Uno de sus temas predilectos lo constituyen los cristos. ¿A quién no le inspira la figura de Cristo? Por lo menos a quienes nos asumimos como católicos, a todos; a mí me inspira particularmente el Cristo mexicano salido de las manos de los artistas y de los artesanos populares, ya sea en madera, en pulpa de caña de maíz, esculpidos en piedra o forjados en hierro. Estos cristos están hechos con un dramatismo tremendo, chorreados de tintes rojos de pies a cabeza y mientras más patéticos, más devoción se les tiene; ésos son los cristos que el pueblo prefiere, los que los mexicanos hacen no sólo como grandes artistas, sino también como fieles católicos. He presenciado cómo en su veneración la gente les ofrece una monedita, les reza,

Los huicholes Otro tema esencial en la obra de José Manuel Enciso se refiere a los huicholes: Del huichol me conmueve su silencio, ese mutismo en su vida. Es demasiado religioso y conserva una especial adoración por la naturaleza: por el agua, el cielo, la tierra, el peyote, el relámpago, el venado, las flores… Y hay en su arte una inagotable creatividad; por ejemplo, un colorido armónico que tanto pintor desearíamos poseer, que tanto pintor desearíamos plasmar como ellos. Debemos aprender del huichol que es gente que conoce y que sabe compartir. Su mundo me inspira y por eso yo los dibujo con respeto y dedicación. A los huicholes frecuentemente les buscaba trabajo o les ayudaba a vender sus artesanías, y debido a eso me hice su amigo; pero lo más curioso es que nunca he estado en la sierra con ellos, nuestro trato ha sido siempre en la ciudad, es decir, en un medio muy diferente al suyo. Paisajes y campesinos Haber vivido su infancia en Villanueva en contacto con sus campesinos, con sus jornaleros, con los problemas de un municipio rodeado de adversidades, despertó

/// Todo se ha consumado. Serie Cristos. Carbón y pastel. 2002.

en él esa sensibilidad que se refleja en su obra: paisajes y personajes pueblerinos del semidesierto que informan de un Zacatecas de añejos recuerdos. Me gusta contribuir a preservar lo nuestro, nuestras raíces y tradiciones, y lo hago aportando lo que sé hacer: la pintura en cualesquiera de sus técnicas. Todavía existen por ahí portones o ruinas de alguno casona, quizá importante de un dibujo. José Manuel acepta plenamente el momento del Zacatecas que le correspondió vivir y reconoce los contemporáneos beneficios de la modernización. Después de atender a los clientes de “La Cadena” y de instruir a su empleada, nos invita a un improvisado estudio ubicado al fondo de su establecimiento. Ahí apreciamos una serie de cuadros: Un mitin político (“el PRI de los sombrerudos”) en la Avenida Hidalgo, una mujer embarazada, un entierro, escenas de la feria de Villanueva, etcétera. Y apreciamos también los dos pósters realizados por él, alusivos a la Feria Nacional de Zacatecas. Ramón López Velarde El poeta jerezano constituye un fiel compañero para José Manuel y, aunque la época del poeta es muy diferente a la del pintor, gracias al arte confluyen. Innumerables trazos se basan en la sensibilidad de López Velarde; de ese equilibrio nacen obras ágiles, detallistas:

un grave sepelio, un potro encabritado, el cielo azul y la tierra colorada… Fomentador de las artes plásticas, interesado en enseñar el secreto del dibujo a los niños, confiesa: Aún no pinto el cuadro que me satisfaga absolutamente, siempre estoy inconforme y siempre estoy a la búsqueda de algo más, aunque hay cuadros que me agradan y a los que les guardo especial cariño. Un dibujante, un pintor que selecciona sólo aquellos temas en los que percibe una esencia, un alma. Un perfeccionista que rompe el papel si el trazo no lo convence. Un zacatecano modesto, sensible, rebosante de conocimiento y de amistades, custodio de lo más importante en su vida: la familia. La familia Descartar un posible desarrollo profesional en la Escuela Nacional de San Carlos en la Ciudad de México, la oportunidad de cursar algunos estudios básicos y, más todavía, la vida normal de un adolescente y recuperarse, no es fácil. Pero José Manuel Enciso tuvo la capacidad de hacerlo y realizarse. Ante el temprano deceso de sus padres, asume la responsabilidad de velar por el bienestar de su familia. Deja Villanueva, deja la escuela, vende su casa (único patrimonio) y, con sus hermanas y sus hermanos, se traslada a Zacatecas, con la sola bendición del canónigo Antonio M. Aguilar. Catalino, María Teresa, Jesús, Salvador, Enrique, Arturo y Miguel tienen constantemente el respaldo de su hermano José

/// Muchacho Huichol. Serie Huicholes. Acuarela. 1975.

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Don Pancho fue mi amigo y por supuesto conversábamos de pintura. Yo le mostraba mis trazos o mis dibujos con la idea de que él me dijera si estaban bien o no y su respuesta siempre era: “Sigue pintando”, nunca expresaba otra cosa al respecto, excepto el “sigue pintando”.

admira sus pies y sus manos ensangrentados, les acaricia el rostro imaginando que acarician un rostro semejante al nuestro, quizá esperando un favor, un deseo. Todo esto explica por qué pinto o dibujo cristos y por qué es tan importante para mí hacerlo.


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Manuel: de él reciben apoyo moral, económico, educativo y, sobre todo, el valor de vivir, de superar las adversidades. Todo eso seguramente sería motivo de una muy grata satisfacción para Agustín Enciso Robles y Agustina González Arellano, sus padres, de quienes guarda recuerdos, enseñanzas y principios vitales. Su vida está marcada por un permanente deseo de superación, como lo demuestra su indiscutido liderazgo familiar, su tenaz disciplina artística y la cotidiana atención que le otorga a su tienda (toda una tradición comercial en Zacatecas). Su vida José Manuel Enciso González nace en la ciudad de Zacatecas el 17 de febrero de 1919; diez años después se traslada a Villanueva, tierra paterna, donde transcurre gran parte de su infancia. Cursa la educación primaria en las escuelas “Ignacio Zaragoza” y “Benito Juárez”, de Zacatecas y de Villanueva, respectivamente; luego, ingresa a la Academia “Juana de Lira”, pero a la muerte de sus padres interrumpe sus estudios y cuida de su familia. Contrae matrimonio con Rosaura Muñoz García y juntos procrean trece hijos. Durante esa época asiste a seminarios diversos, dedicados al estudio de la sociedad y del arte. Con Francisco de la Maza, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, se actualiza en arte colonial mexicano; con Antonio Pompa Pompa, también investigador de esa institución, se adentra en la historia de México; asimismo, se inscribe a una serie de conferencias organizadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia relativas a la historia del arte mexicano, etcétera. En “La Cadena”, donde convergen tanto la factura de un casimir, un periódico de 1913, un libro de estética, bocetos a pluma, fotografías, y donde se escuchan acordes de música clásica, anfroantillana, sudamericana y rumbas flamencas, José Manuel atiende a sus indistintos clientes y conversa con ellos. Además, en este sitio se han dado cita todo género de personas: desde el ciudadano común hasta políticos, empresarios, eclesiásticos, militares, arquitectos, antropólogos, poetas, ganaderos, cronistas, bailarines, toreros y, por supuesto, huicholes y turistas que solicitan un dato. Y es que José Manuel Enciso constituye un inefable testigo del desarrollo de la ciudad. En su obra describe contrastantes vivencias que provienen de su infancia, de sus viajes por el país o por algunas ciudades de Europa, y que se plasman en innumerables aspectos de lo cotidiano: un pajarero, un funeral, un limosnero… O en un determinado acontecimiento histórico, ya sea de la Conquista o de la Revolución mexicana… O en escenas típicas de la fiesta brava o de las charreadas. Toda su obra remite a personajes y circunstancias reales. Es ya incontable el número de las exposiciones individuales y colectivas en las que ha participado (por ejemplo, al lado de Jorge Cázeres, pintor de los famosos Cerillos Clásicos) a nivel nacional como internacional. Imparte conferencias a solicitud de diferentes organismos públicos y privados,

/// Ex Hacienda de Santiago (mezcalera). Serie Haciendas. Pastel. 1997.

cisco” y “La fachada de la Catedral”, entre otras. Descubridor del atrio de la iglesia de San Francisco y de un friso ubicado debajo de una de una de las ventanas de la Catedral de Zacatecas (y que probablemente se romonta a los siglos XV o XVI). Obtuvo el primer lugar en el Concurso Nacional de Acuarela. Ha realizado variadas obras para el Vaticano durante los periodos de Pío XII, Juan XXIII, Paulo VI e incluso de Juan Pablo II, así como para los sucesivos presidentes de la República (desde Adolfo López Mateos), y para gobernadores de diferentes estados. Maestro de niños En diferentes momentos ha tenido la inapreciable oportunidad de enseñar y de aconsejar a las nuevas generaciones. Por eso no era raro verlo en plazas, callejones y calles de la ciudad instruyendo a tanto niño zacatecano, interesado en seguir el ejemplo de un maestro como él.

/// Yo tuve […] una novia muy pobre. Serie Lopezvelardeanos. Acuarela. 1968.

abarcando una amplia gama de temas como entre otros: Arte colonial de Zacatecas, Origen y desarrollo del arte colonial, Pintura y arquitectura colonial de México, Seminario sobre manifestaciones artísticas en la historia de Zacatecas, Arquitectura del siglo XVI en México y Arte colonial mexicano. En síntesis, su historia profesional es extraordinaria: fundador y director de la Escuela de Artes Plásticas del Instituto

Zacatecano de Bellas Artes; catedrático de la Universidad Autónoma de Zacatecas, del Seminario Conciliar de Zacatecas y de la Escuela Normal Manuel Ávila Camacho. Ex asesor de la Junta de Conservación de Monumentos Coloniales y miembro del Consejo Cultural del Estado de Zacatecas. Autor de monografías imprenscindibles para un mejor y más completo aprecio de nuestra ciudad: “La Catedral de Zacatecas”, “El Convento de San Fran-

Su esposa y sus hijos La fortaleza de José Manuel Enciso proviene de los valores que le inculcaron sus padres. Fue eso lo que le permitió triunfar ante las aciagas adversidades más el siempre firme y fiel apoyo de su esposa, Rosaura Muñoz García, y de sus hijos: Rosaura Alicia, María Guadalupe, José Manuel, Antonio, Luz María, María del Pilar, Juan Luís, Teresa, Gabriela, Laura, Verónica, Agustín y Mayela. José Manuel Enciso González, fácil a la amistad, compañero de ruta de artistas zacatecanos básicos como Antonio Pintor, José Guerrero, Ismael Guardado, y generoso maestro (entre sus discípulos se cuentan Alfonso López Monreal y Alejandro Nava), recibió el reconocimiento “Cerro de la Bufa” el 26 de abril de 1998. Mi pintura está dentro del realismo hecho a mi modo, o sea, a mi propia ejecución. No me apego tanto al bonitismo ni a la copia fiel del modelo, puesto que eso desemboca casi siempre a la simple artesanía comercial, concluye.


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13 DE AGOSTO DE 2018

José Manuel Enciso González, un zacatecano excepcional Ramírez*

E

l próximo pasado 8 de agosto de 2018, nuestro entrañable amigo, don José Manuel Enciso González, exhaló su último suspiro y encaminó sus primeros pasos hacia la inmortalidad. Un zacatecano de su calidad humana y de su talla, bien merece prevalecer en la memoria colectiva. Y esta ocasión de privilegio que nos otorga La Jornada Zacatecas, a través de este extraordinario y acreditado suplemento de La Gualdra que coordina la maestra Jánea Estrada, aprovecho para dedicarle unas cuantas líneas en memoria de nuestro homenajeado. Sobre todo, aquellos datos y rasgos que nos ayudan a justipreciar la figura de quien en vida fue don José Manuel, y quien el próximo 17 de febrero de 2019, hubiera cumplido 100 años de su arribo a este mundo. La primera vez que escuché el nombre y conocí a don José Manuel Enciso González fue en mi natal Villanueva, hace aproximadamente 40 años. Yo era un adolescente de apenas 12 años de edad. En ese tiempo, yo trabajaba como ayudante en la carnicería de Rogelio González Méndez, mejor conocido con el mote de “El Chailo”. El local estaba ubicado en el ángulo sureste del Mercado González Ortega de Villanueva. Fue en ese lugar donde conocí a don José Manuel. Casi todos los domingos se trasladaba desde Zacatecas, donde residía, para comprar los más diversos cortes para el consumo de su familia. Eran varios los motivos por los que iba a Villanueva. Encontrarse con el pueblo donde vivió sus primeros años de vida con sus padres y hermanos. Aunque él vio la primera luz en Zacatecas. Después de la crisis de 1929, toda la familia cambió su residencia de la capital a la ciudad de Villanueva, donde su padre se dedicaba al comercio. Así que era un permanente reencuentro con un pueblo que quería mucho y, sobre todo, por los parientes que ahí tenía. Además, a él le gustaba comprar carne ahí porque sabía que la carne era fresca y de muy buena calidad, además de “hacerle el comercio” a sus parientes y amigos. Algunas veces también llegó a surtir su despensa de la Carnicería “El Torito”, propiedad de mi familia y que estaba ubicada en el costado norte del mismo mercado. En ese escenario y circunstancias supe de la existencia de don José Manuel, un hombre educado, atento y culto, quien a veces traía consigo una cámara fotográfica, ya que era una de sus aficiones y apoyos para su trabajo como pintor. Cuando me vine a estudiar la licenciatura en humanidades a la Universidad Autónoma de Zacatecas, me lo encontraba en ocasiones en el interior o en la puerta de su tienda de telas “La Cadena”, cuyo local se encontraba en la Avenida Torreón, frente a la alameda central de la bizarra capital de nuestro estado. Más de una vez lo saludé, ya que nos reconocíamos como paisanos y parientes.

/// José Manuel Enciso González durante su homenaje realizado el mes de marzo de 2018. Foto: Crónica del Estado de Zacatecas.

/// José Manuel Enciso González. Archivo de la familia Enciso González.

Fue también en esa época, en 1992, cuando lo invitamos a participar al primer foro para historia de Villanueva, durante los festejos del tercer centenario de la fundación de mi pueblo natal. Fue en ese encuentro donde conocimos más de cerca otras facetas de don José Manuel. Sabía que pasó una parte de su niñez en el pueblo. Que al quedar huérfano de padre y madre se tuvo que hacer cargo de sus siete hermanos. Y que por ésa y otras eventualidades

se regresó a Zacatecas, donde trabajó en un ámbito que no le era ajeno desde sus primeros años de vida: el comercio. También aquí contrajo matrimonio con la señora Chagüita, con quien procreó 13 hijos. Y es aquí donde surge una interrogante. ¿Cuánto tuvo que trabajar para sacar adelante, primero a sus hermanos y después a su propia familia? Seguramente mucho. Y lo hizo con ejemplar generosidad y amor hacia los suyos, y ganándose el pan para todos

ellos de una manera honesta. También me enteré de primera fuente que don José Manuel siempre tuvo esa inclinación por el arte. Desde pequeño dejaba que su mano tomara cualquier cosa que “rayara” sobre cualquier superificie, especialmente sobre papel de todo tipo, para crear líneas y figuras que con el paso del tiempo se convirtieron en un estilo propio de su autor. Ejercería varias técnicas: dibujo, óleo sobre tela, acuarela, “pastel”, grabado y mixtas. De ello queda constancia en sus obras que están diseminadas por diversas partes del país y del extranjero. Hasta en El Vaticano llegaron algunas de ellas. No pocas veces le encargaron carteles para las ferias o conmemoraciones importantes. En varias ocasiones expuso sus obras, dentro y fuera del estado. Cuando dio su conferencia sobre “El arte en Villanueva”, en 1992, me di cuenta que no era ningún improvisado en el tema. Aunque en un principio fue autodidacta, en su momento tomó cursos con personajes de la talla del maestro Francisco de la Maza. Y de ello hizo gala en su conferencia, cuando describió los principales monumentos arquitectónicos de Villanueva. Con el paso de tiempo me enteré que él fue uno de los primeros miembros de la Junta Estatal de Monumentos y contribuyó de manera honoraria a la conservación del centro histórico de Zacatecas y de otras cabeceras municipales, entre ellas, su entrañable Villanueva. Por ejemplo, él fue el detonador del rescate del antiguo convento de San Francisco de Zacatecas, actual Museo Rafael Coronel. Despertando el interés de don Federico Sescosse que logró tal efecto. De igual forma, supe que fue uno de los primeros promotores de la fundación del Instituto Zacatecas de Bellas Artes (IZBA), así como fundador y maestro del área de artes plásticas de esa misma institución. Promoviendo la educación artística y el germen de nuevos artistas zacatecanos. Don José Manuel Enciso González fue un hombre polifacético. Ante todo fue una persona de una gran calidad humana. Fue comerciante, fotógrafo, artista plástico, benefactor, maestro, promotor del arte y la cultura, co-fundador de instituciones culturales y de formación artística, defensor del patrimonio cultural del estado, asesor técnico e inspector honorario de la Junta Estatal de Monumentos. Un zacatecano que dio mucho a Zacatecas de una manera discreta y generosa. En 2010, el Pueblo y Gobierno del Estado le confirió su prese máxima: la Condecoración Zacatecas y su nombre fue grabado en una placa que está en Palacio de Gobierno, donde el pasado mes de marzo de 2018, en vida recibió un homenaje y un reconocimiento signado por el gobernador Alejandro Tello. El pasado 9 de agosto recibió un homenaje póstumo en la Rectoría de la UAZ y donde fue despedido con honores, como corresponde un zacatecano ejemplar. Descanse en paz… y que siga viviendo a través de su legado en la memoria colectiva de los zacatecanos. *Cronista del Estado de Zacatecas.

José Manuel Enciso González In Memoriam

6 Por Manuel González


José Manuel Enciso González In Memoriam

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Subir al cielo, bajar a la tierra 6 Por José Manuel Enciso Muñoz

S

ubir al cielo como expresión de connotación religiosa a propósito de la muerte de mi padre, también podríamos entenderlo de manera pagana, inmanente, o tratar de entenderlo de otra mejor manera, artística y filosófica. Mi padre gustaba de subir al cielo a diario al contemplarlo y tomar de él lecciones de sabiduría. Supo mirarlo, asomarse al cosmos, a lo infinito, para luego bajarlo a la tierra pintando sus simulantes y multiformes nubes blancas de

día, amarillo-rojizas y violáceas en auroras y ocasos, con su fondo azul tan puro y cercano en Zacatecas. Tener un padre con largo recorrido en la vida, muchos años a cuestas, obliga a hacer frente a la maldad mundana; luego uno comprende que ha tenido suerte: descubrimos entonces, como lo dice Onfray, que tenemos “un padre sensato, asentado, calmo, sereno, despojado de las afectaciones de los años jóvenes, que ha vivido lo suficiente para no ser el incauto que se deja marear por los espejuelos de colores que la sociedad ofrece por doquier”.

/// José Manuel Enciso González. Bufa I. Serie Zacatecas I. Acuarela. 1992.

Siente uno que estaba trayendo de tiempos lejanos palabra autorizada, palabra de peso y fuerte, poderosa, una palabra de la época en que las palabras tenían un solo sentido: la palabra dada tenía valor de juramento y las cosas dichas, fuerza de ley. Mi padre me enseñó lo que en verdad quiere decir hablar. Escuchaba las disquisiciones de mi progresivo agnosticismo -como el de otros hermanos- contrastado con la fidelidad religiosa de la educación familiar, y pausadamente refrendaba sus convicciones, aceptando que también le cabían dudas. En nuestra familia de 13 hermanos,

por necesidad la pluralidad sentó sus reales, por lo que siempre fue factor de tolerancia y respeto. Mi padre nos indujo a la rectitud contra los atajos, a la derechura contra el zigzag, a las lecciones de la naturaleza contra los extravíos de los modernos tiempos, contra las pseudociencias y las subculturas; a la vida de pie, a la palabra plena, contagiando la riqueza de una sabiduría vivida ampliamente; a distinguir lo artificioso que tiene lo virtual de los tiempos actuales, a valorar lo plasmando en su arte: las realidades que implican autenticidad.


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