La Gualdra 402

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 402 /// 30 DE SEPTIEMBRE DE 2019 /// AÑO 9

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Sala Mexica, Museo Nacional de Antropología. Fotografía de Juan Carlos Basabe Bañuelos / C. INAH Zacatecas.

El pasado 17 de septiembre se cumplieron 55 años de la apertura del Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México, obra promovida durante el gobierno del Lic. Adolfo López Mateos por el entonces Secretario de Educación Jaime Torres Bodet y materializada por el reconocido arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez.

[La primera parte de Impronta zacatecana en el Museo Nacional de Antropología, por Carlos Augusto Torres Pérez, en páginas centrales]


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LA GUALDRA NO. 402 /// 30 DE SEPTIEMBRE DE 2019 /// AÑO 9

La Gualdra No. 402

Editorial A punto de comenzar el mes de octubre compartimos con ustedes algunos acontecimientos históricos relacionados con la cultura y las artes, además de los cumpleaños de algunos artistas destacados nacidos en Zacatecas. Un 4 de octubre de 1882 nació en la comunidad de Patillos, en Fresnillo, el pintor Benemérito del Estado Francisco Goitia; considerado como uno de los artistas más representativos y talentosos del siglo XX en nuestro país, hay alrededor de su vida un velo de misterio que devino en mito -intensificado con la película Un dios para sí mismo- que no nos ha dejado conocerlo del todo en otras de sus múltiples facetas: además de pintor, fue restaurador, inspector de monumentos en Xochimilco, coleccionista de arte, rescatista de perros callejeros, promotor de la cultura y las artes y un extraordinario gestor cultural. El 31 de octubre de 1959 comenzó a circular la noticia de la gravedad de su enfermedad y en marzo del siguiente año falleció. El cineasta Guillermo del Toro ha reconocido en las obras de Goitia una fuente de su inspiración para crear sus monstruos -y algunas de ellas se encuentran prestadas y en exhibición en su exposición en Guadalajara-. Vaya al Museo Francisco Goitia, ver el Tata Jesucristo y el Caballo famélico -sólo por mencionar dos de sus cuadros- será una experiencia única. En 1890, el 1 de octubre, el pintor Manuel Pastrana -cuya familia era originaria de Villanueva- recibió su nombramiento como profesor de la cátedra de dibujo de la Escuela Normal para Señoritas; el gobernador Jesús Aréchiga Mojarro le otorgó el documento que lo acreditaba como tal. Manuel Pastrana, egresado de la Academia de San Carlos en la Ciudad de México, no sólo fue profesor en la normal contribuyendo con esto a la formación de profesoras que luego se encargarían de transmitir estos conocimientos y amor por el arte a sus alumnos; Pastrana también daba clases particulares en su estudio, constituyéndose como uno de los primeros formadores del oficio de dibujar y pintar en la ciudad capital desde finales del siglo XIX. Además, alternaría a lo largo de los años su labor de docente con la relacionada a la preservación y conservación del patrimonio arquitectónico y la administración de espacios culturales al convertirse en el primer director del primer museo de arte en nuestro Estado, el Museo de Guadalupe. Parte de su obra pictórica puede ser apreciada en el mismo museo. El 24 de octubre de 1931 nació en la ciudad de Zacatecas el artista Rafael Coronel, hermano menor de Pedro. Falleció en mayo de este año. Su legado va más allá de su talento y su intensa carrera productiva; su generosidad, como ya hemos mencionado, también lo distinguió siempre. Hoy podemos afirmar que los zacatecanos tenemos en su museo, gracias a él, una de las colecciones más grandes de máscaras y

arte popular mexicano más grandes de América Latina; además de una colección de pintura de caballete de su autoría -cuya sala está pendiente de inaugurarse-. El 5 de octubre de 1937 nació en Zacatecas el pintor Antonio Pintor; autor de murales como el de Palacio de Gobierno, el del Seminario Conciliar en Guadalupe y el del Museo Zacatecano. Parte de su obra puede verse también en este museo. El 10 de octubre de 1945 nació en Sierra Hermosa, en Villa de Cos, Zac., el artista Juan Manuel de la Rosa quien se ha caracterizado por una producción prolífica y pulcra -muy relacionada con otras disciplinas artísticas como la literatura- y además, por su trabajo de investigación sobre los diversos materiales de soporte para sus piezas -especialmente el papel-, y por la utilización de hoja de oro y pigmentos naturales como la grana cochinilla. De la Rosa además es un incansable promotor de la cultura y las artes y ha hecho una especie de paraíso cultural en la tierra que lo vio nacer. El proyecto de Sierra Hermosa es un ejemplo de lo que puede hacerse exitosamente para difundir las artes, pero, sobre todo, de un profundo amor por su tierra y por su gente. El 3 de octubre de 1953 nació en la ciudad de Zacatecas, en una casona del centro histórico muy cercana al Indio Triste, el artista Alfonso López Monreal. Lo suyo -ha dicho en repetidas ocasiones él mismo- ha sido siempre el grabado, en este oficio puede decirse que se ha regocijado y ha hecho honor al artista migrante que se va y regresa para compartir lo aprendido en el extranjero; pero además es pintor, escultor y un incansable gestor cultural. Fue López Monreal quien fundara el taller de grabado de la UAZ y el extinto taller Francisco Goitia, así como el desaparecido también Núcleo ISSSTEZAC de Cultura. Su obra pública se puede apreciar en distintos espacios de la ciudad; en la década de los 80 participó junto con Pedro Coronel y Federico Sescosse en la remodelación del edificio que hoy alberga el Museo el Universo de Pedro Coronel y ya entrado este siglo fue el gestor del proyecto de la Ciudadela del Arte -incluida la recuperación del edificio- y de la remodelación de la Mina El Edén, sólo por mencionar algunos de sus proyectos. Amante de la fiesta brava, la buena comida, la poesía y la música, Alfonso sigue creando todos los días y generando proyectos en esta ciudad. Esta es sólo una muestra de lo acontecido en octubre. Felicidades a los que aún nos acompañan y felicidades también a los que ya no están con nosotros, pero, sobre todo, gracias por hacer de este espacio un lugar mejor. Que disfrute su lectura.

Contenido Desayuno en Tiffany’s, mon ku La izquierda en el cine mexicano del siglo XX [Primera parte: El automóvil gris, 1919] Por Xavier Robles

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Impronta zacatecana en el Museo Nacional de Antropología [Primera parte] Por Carlos Augusto Torres Pérez

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Sigo tratando de presionar y empujar fuerte el tema de la justicia frente a las víctimas: Javier Sicilia Por Jonathan Hayashi

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La trayectoria de Antonio Rodríguez Jiménez: Una silueta en el vacío. Antología poética (1979-2019) Por Fernando de Villena

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El camino Por Pilar Alba

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Desayuno en Tiffany’s, mon ku

[Primera parte: El automóvil gris, 1919]1 6 Por Xavier Robles

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s complicado definir el concepto de izquierda en el cine mexicano debido a que hay películas que fueron trascendentes por su contenido popular, pero que eran deficientes en el terreno estético, o viceversa. Hay también cineastas que comenzaron su carrera haciendo películas interesantes y terminaron haciendo un cine de derecha o francamente reaccionario. Hay otros filmes que tienen un contenido y una visión comprometida con las clases trabajadoras, los marginados o el pueblo en general que han ganado con el tiempo -aun con cineastas que no se caracterizaron después por su compromiso político o social- y finalmente están aquellas cintas meramente “populacheras”, que sólo buscaron la taquilla relativamente fácil del cine de moda. Sin embargo, también han habido cineastas responsables con sus contenidos políticos, sociales, históricos y estéticos, y son estos últimos los que nos servirán de referentes más destacados, sobre todo cuando parten del concepto de la lucha de clases. Antes del cine sonoro, hay pocos filmes de los que se pueda hacer mención. Quizá el más destacado de ellos sea La banda del automóvil gris (1919), de Enrique Rosas, Joaquín Coss y Juan Canals de Homs, película basada en textos cinematográficos de José Manuel Ramos, sobre una historia del propio Enrique Rosas y Miguel Necoechea, con la colaboración documental de Juan Manuel Cabrera. Transcribo a continuación el comentario de un texto anónimo escrito en “Películas del cine mexicano”, que forma parte de “Cinexos”, en Internet: “Estrenada el 11 de diciembre de 1919 en veinte salas de la capital del país, El automóvil gris se convirtió en la película más importante del cine silente mexicano. Su magnitud, popularidad y calidad provocaron que esta cinta se mantuviese vigente a lo largo de varias décadas. Todavía en los años sesenta no era raro encontrarla en exhibición, y su frecuente paso por la televisión también contribuyó a man-

tenerla viva en la imaginación de los mexicanos. Filmada originalmente como una serie de doce episodios, la cinta de Enrique Rosas fue una verdadera superproducción que superó las expectativas del público y la crítica de su tiempo. Basada en una serie de crímenes que sacudieron a la sociedad capitalina de 1915, El automóvil gris trajo por primera vez al cine mexicano la experiencia histórica inmediata. En este sentido, la cinta es una de la más contemporáneas de su tiempo, un enorme trabajo de ‘cinéma vérité’

que incluye dos elementos totalmente reales: el inspector Juan Manuel Cabrera interpretándose a sí mismo y la famosa escena final del fusilamiento real de los ladrones, filmada en 1915 por el propio Rosas. A nuestros ojos, algunos de los aspectos más encantadores de El automóvil gris se localizan en sus imágenes de una Ciudad de México empolvada y fantasmal, aún no recuperada por completo del ajetreo revolucionario. Las calles solitarias a pleno mediodía, las casas lastimadas por los enfrentamientos recientes, los rostros de

aquellos mexicanos que aún usaban sombrero y bastón, integran un testimonial involuntario de una capital mexicana muy diferente a la que hoy conocemos. A pesar de su fama, El automóvil gris estuvo a punto de no llegar hasta nuestros días. En un tonto pero comprensible afán por modernizarla, la serie fue reeditada y sonorizada en 1933. La prematura muerte de Rosas (ocurrida en 1920) y la poca conciencia que existía en aquella época sobre la importancia de preservar el patrimonio fílmico hicieron que la serie sufriera pérdidas irreparables. Ausentes están hoy las conexiones entre los diferentes segmentos que la integraban, quedando solamente un esbozo de la complicada trama que ideó su director. Sin embargo, lo que existe de El automóvil gris es suficiente para emocionarnos ante sus imágenes. En la cinta aún vibra el espíritu del intrépido Rosas buscando entretener a los espectadores de aquel lejano 1919”. Este comentario omite que gran parte de la popularidad alcanzada por El automóvil gris se debe a que el público la relacionaba con el hecho de que este grupo delictivo estaba formado por militares al servicio del general carrancista Pablo González. En el filme, los ladrones se disfrazaban de militares, pero la gente sabía que los delincuentes eran realmente militares, quienes protagonizaron uno de los casos más sonados de corrupción de aquella época. Por tanto, la película era en realidad un cine de denuncia social, de clara denuncia política, y en ese sentido, tanto por su contenido estético como por su contenido político, podría ser considerada uno de los más antiguos filmes de izquierda, que se conoce en la historia del país. 1 A partir de esta semana publicaremos una serie de textos escritos y facilitados por el escritor de libros cinematográficos, Xavier Robles (Rojo amanecer, 1989; Los motivos de luz, 1986). Robles, siempre comprometido con los movimientos sociales de izquierda en México, nos comparte los ensayos que esperamos aporten reflexión sobre el cine: Carlos Belmonte Grey.

Cine

La izquierda en el cine mexicano del siglo XX


Ollin: Memoria en Movimiento

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/// Galería de monolitos del Museo Nacional (Calle de Moneda). Ca. 1910. C. 361932.

/// Retrato de Genaro García, retrato. Ca. 1910-1920. C. 363240.

/// Porfirio Díaz, Genaro García y otras personas en el Museo Nacional. Ca. 1909. C. 352580.

Impronta zacatecana en el Museo Nacional de Antropología [Primera parte] 6 Por Carlos Augusto

Torres Pérez*

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l pasado 17 de septiembre se cumplieron 55 años de la apertura del Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México, obra promovida durante el gobierno del Lic. Adolfo López Mateos por el entonces Secretario de Educación Jaime Torres Bodet y materializada por el reconocido arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez para reubicar el acervo que se encontraba en su antigua sede, ubicada en calle de Moneda 13 (en el antiguo edificio de la casa de moneda), y en la cual había permanecido por casi 100 años, desde que

el acervo del Museo Nacional Mexicano -instaurado por decreto del presidente de la República Guadalupe Victoria en 1825- fue instalado allí por instrucciones del emperador Maximiliano de Habsburgo en el año de 1865. Podemos afirmar, sin lugar a duda, que el Museo Nacional de Antropología representa una de las obras icónicas del México del siglo XX y como es bien sabido, en su concepción, estructuración y construcción participó una pléyade de destacados personajes de la política, la academia, la cultura y el arte de aquella época; pero lo que para la mayoría resulta desconocido es la determinante participación que importantes personajes zacatecanos tuvieron

en diversas etapas de lo que en la actualidad es el recinto museístico más importante de nuestro país. Podría mencionarse que la aportación de los zacatecanos en lo que hoy es el Museo Nacional de Antropología se remonta hacia la primera década del siglo XX, ya que el 19 de abril de 1907 el erudito historiador Genaro García -abogado de profesión quien fuera durante muchos años representante de Zacatecas en la Cámara de Diputados y nacido en la ciudad de Fresnillo, Zac., en el año de 1867- es nombrado por el general Porfirio Díaz como subdirector y posteriormente como director del propio Museo Nacional. Durante su periodo al frente del museo, re-

/// Coatlicue antes de ser ingresada a la Sala Mexica en el Museo Nacional de Antropología e Historia. 1964. C. 228760.

estructuró la operación y organización del mismo y escribió el reglamento que giraba en torno a “Recolectar, conservar y exhibir los objetos relativos a la historia, arqueología, etnología y arte industrial retrospectivo de México y el estudio y la enseñanza de estas materias”. Bajo su dirección, el Museo Nacional se replanteó derivando en 2 museos: el Museo de Historia Natural (actual Museo del Chopo) y el Museo de Arqueología, Historia y Etnografía de México (acción que representa el primer paso de lo que a la postre se convertiría en el Museo Nacional de Antropología); este último fue reabierto el 9 de septiembre de 1910, en presencia del propio presidente Porfirio Díaz.

/// Patio central del Museo Nacional de Antropología. Fotografía de Juan Carlos Basabe Bañuelos-C. INAH Zacatecas.


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Asimismo, en su carácter de director del Museo Nacional, estuvo al frente de la comisión encargada de la exhibición presentada con motivo de las Fiestas del Centenario de la Independencia. Bajo la dirección del propio Genaro García, el museo además de albergar las piezas más significativas encontradas en los sitios arqueológicos del país, se convirtió en un importante centro de formación e investigación. Es en el año de 1940 cuando el Museo de Arqueología, Historia y Etnografía de México cambió su nombre por el actual Museo Nacional de Antropología al ser separada y trasladada la colección de historia del edificio de la Calle Moneda al Castillo de Chapultepec por decreto del presidente Lázaro Cárdenas, dando origen a su vez al actual Museo Nacional de Historia. Como podemos apreciar, la etapa del fresnillense al frente del Museo Nacional, marcó el inicio de la reorganización del sistema estableciendo las bases de lo que en la actualidad representa la columna vertebral de los museos que resguardan el patrimonio cultural del país. El nacimiento de lo que actualmente es el edificio que alberga el Museo Nacional de Antropología se dio hacia 1959, año en que Jaime Torres Bodet sostuvo una extensa charla con el Lic. Adolfo López Mateos sobre la imprescindible tarea de fundar un verdadero museo, en esa plática Torres Bodet afirmó lo siguiente: “Las joyas de nuestro arte precolombino se hayaban –más o menos ordenadas- en el viejo edificio de la calle Moneda. Presentarlas con dignidad implicaba para nosotros un apremiante deber”. El presidente acogió la idea con beneplácito. El lugar elegido para la nueva sede del Museo Nacional de Antropología fue el bosque de Chapultepec, en un terreno que era ocupado para la recreación de los empleados de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y en la cual existían varias canchas deportivas, por lo que no se provocaría ninguna deforestación. Según lo relata el propio Arq. Ramírez Vázquez, cuando se tomó la decisión de construir ahí el museo, Torres Bodet le pidió a López Mateos: “Indique usted al arquitecto qué es lo que espera del museo”. El presidente lo pensó un momento y dijo: “Quisiera que los mexicanos al salir de él se sientan orgullosos de serlo”. El museo se construyó en los siguientes 19 meses, inaugurándose un 17 de septiembre de 1964.

/// Adolfo López Mateos corta el listón inaugural en el Museo de Antropología.1959 (1964-09-17). C. 247132.

/// Adolfo López Mateos visitando una sala del Museo de Antropología. 1959 (1964-09-17). C. 247131.

/// Museo Nacional de Antropología. Fotografía de Carlos Augusto Torres Pérez-C. INAH Zacatecas.

[Continúa en la siguiente entrega de Ollin: Memoria en Movimiento] *Director del Centro INAH Zacatecas.

/// Patio central del Museo Nacional de Antropología. Fotografía de Juan Carlos Basabe Bañuelos-C. INAH Zacatecas.

Ollin: Memoria en Movimiento

/// Retrato de Pedro Ramírez Vázquez. Ca. 1965. C. 570148.


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Entrevista

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/// Javier Sicilia. Foto de Laura Durán.

Sigo tratando de presionar y empujar fuerte el tema de la justicia frente a las víctimas: Javier Sicilia 6 Por Jonathan Hayashi*

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ara el poeta mexicano, el analista se alimenta de la verdad del periodista. ¿En qué se ha convertido México en la última década? ¿Qué rumbo está tomando nuestro país en manos de un nuevo gobierno? ¿Qué pasado rescatamos? ¿Qué presente vivimos? ¿Qué futuro estamos construyendo? Con el inicio de una nueva transición de decisiones políticas, comenzó también una serie de azares que no podemos vislumbrar aún, pero que con la ayuda de una lista concreta de luchadores sociales como Pedro Kumamoto, Elena Poniatowska, Alejandro Solalinde y Carmen Aristegui, podemos sentir todavía una esperanza colectiva fuerte. La lista de verdaderos luchadores sociales se queda corta comparada con la lista de fosas clandestinas encontradas en la última década, la lista de recursos desviados, la lista de personas secuestradas, la lista de los periodistas asesinados en nuestro país. En ese corto menú de intelectuales y salvadores se encuentra sin duda el activista Javier

Sicilia; un poeta y analista nacido en 1956 en la Ciudad de México. En los últimos años ha encontrado al silencio como un aliado desde el suceso que acabó con la vida de su hijo. Un escritor que ha encontrado el sentido de alzar la voz desde el activismo para narrar el miedo que sienten las víctimas de la violencia de este país. Una voz que grita la defensa de sus derechos y garantías. Javier Sicilia ha escrito obras como A través del silencio (2002), La confesión; El diario de Esteban Martorus (2009); El fondo de la noche (2012); Vestigios (2013); y El deshabitado (2016). Ha sido recipiente de galardones importantes como el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares por su libro El bautista (1991); el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por Tríptico del desierto (2009); y el Reconocimiento Juan Gelman, otorgado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, por su labor como poeta, periodista y defensor de derechos humanos. Jonathan Hayashi: Su legendario chaleco... ¿su amigo más fiel? Javier Sicilia: Pues fue [ríe]. Además fue un

problema porque tenía demasiadas bolsas para mi estructura mental y todo lo perdía en las bolsas. Me lo puse precisamente porque creí que me iba a funcionar, pero lejos de eso me creaba problemas; un día dejaba el encendedor en una bolsa y no lo encontraba, los cigarros en otra bolsa y, bueno, siempre los chalecos de reportero me han gustado mucho. JH: ¿De qué se alimenta un analista? JS: Pues primero se alimenta de la verdad del periodista que es el reportero. Si el reportero es fiel el analista tiene la voz de la gente y entonces puede analizar y opinar. Se alimenta justamente de la verdad, pero la verdad a través de quien es el verdadero periodista: el reportero. JH: ¿Has encontrado todas las respuestas que has buscado? JS: No. Porque uno no encuentra nunca una respuesta para su razón. Yo la encuentro en lo que llamo la fe desnuda; una fe sin asideros en la realidad. Si me dicen “respuestas” en el mundo en el que vivo, encarnado en el

mundo en el que estamos, pues no. Seguimos viviendo mucho sufrimiento gratuito; el sufrimiento que genera el crimen, el que general la impunidad, el sufrimiento que genera, por parte los políticos, el encubrir la realidad y el enfrentar realmente el horror y


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Entrevista

/// Javier Sicilia. Foto de Laura Durán.

la justicia. Eso es lo que he buscado durante 8 años y lo que encuentro es una gran sordera por parte del Estado y de los gobiernos que han representado en los últimos 13 años el gobierno de este país, si es que se puede llamar gobierno a lo que estamos viviendo. JH: Pareciera que varios de nuestros políticos actuales se están develando como priistas. JS: No creo que se están develando. Andrés Manuel es el viejo PRI. Están develados anacrónicamente; el viejo PRI ya no es posible. Y no están leyendo el mundo moderno y lo que yo llamo la crisis civilizatoria. Están reproduciendo formas del pasado que lejos de sanar al país lo van a agravar mucho más para desgracia de México. Es producto de la sordera, de la ceguera y la soberbia que va de la mano con el poder y el dinero. JH: Usted no culpa a Dios de tanta desgracia, sino al humano, que por su libre albedrío ha ocasionado tantas penas. JS: Exactamente. Por eso hablo mucho en mi lectura de esa ausencia de Dios. Dios no está porque lo hemos desalojado. La responsabilidad de cuidar de esta creación que hizo Él, no es responsabilidad de Dios, es responsabilidad de nosotros. La providencia somos nosotros para nosotros mismos. Por ahí obra Dios, desde mi punto de vista. Pero también puede obrar el maligno para nosotros mismos. Mientras no entendamos que a nosotros nos toca custodiar y ser providencia para el prójimo no vamos a salir del infierno. JH: ¿Aprendemos a no extrañar a nuestros muertos o aprendemos a extrañarlos de manera más resignada? JS: No sé, la muerte tiene muchas facetas. Creo que la muerte es un mal. Es terrible. La ausencia es terrible. Hasta en el evangelio mismo, ese pasaje tan conmovedor cuando Jesús entra a la tumba de su amigo Lázaro. Pocas veces se repara en eso. Llevaba 3 días muerto. Apestaba. Le dicen “No entres”, y Él entra. Sabe que lo va a resucitar y sin embargo, llora. Llora porque el mal le hizo eso a su amigo y la muerte es un mal. Lo que hay que

buscar es cómo evitamos hasta donde nos es posible la muerte de los otros. Albert Camus, un gran escritor, decía: “No vamos a hacer un mundo donde los niños ya no mueran o no sufran. Pero si sabemos amar y sabemos conservar lo importante que es el aquí y el ahora, podemos disminuir su número”. JH: En el trato constante con las víctimas eres la pieza fuerte. La armadura. Después de un día como defensor, al llegar a casa, ¿el desarmarte te hace llorar? JS: Sí, yo he llorado mucho. Recuerdo los grandes momentos del movimiento. Yo llevaba la representación de las víctimas y pues las víctimas se recargaban, la prensa estaba encima, estaban los políticos, y uno tenía que presentar un rostro de mucha firmeza. Recuerdo que se concentraban sobre mí muchas cosas, muchas esperanzas, mucho sufrimiento de las víctimas en busca de respuestas. Uno tenía que estar firme. Recuerdo regresar a la casa, en casa de mi hermana que nos daba un bungalito a mi mujer y a mí, y me fumaba el último cigarro en la noche. Yo solo en el jardín. Y me ponía a llorar. Porque tenía que ser fuerte, pero era igual que todos los demás que estaban allá afuera con el mismo dolor, con la misma fragilidad, con la misma pequeñez. He llorado mucho. Mucho. JH: Es menos la probabilidad de encontrar intelectuales creyentes en un poder superior. JS: Yo tengo una fe, después de los sucesos, compleja y profunda porque no tiene un amparo en la realidad. Lo que yo tengo es un dato negativo. A mi razón parece que no hay nada. Eso es lo que en la mística se llama la fe desnuda, la fe sin asideros. Es la fe de Jesús en la cruz; donde no hay dato ni de Dios ni de los hombres. Y sin embargo, no pierde un contacto que es de otro orden. Del orden del amor, del vínculo. A pesar que no está, sí está. Me sostengo por el amor de los otros que está vinculado a la fe y a la esperanza. Hay algo que me sostiene de una fe de la cual no puedo dar una cuenta racional.

JH: ¿Qué lee un luchador social como Javier Sicilia? JS: Leo poesía. Estoy leyendo a un poeta que para mí es un gran vitalista, Saint-John Perse, del cual hice mi tesis de licenciatura. Leo mucha espiritualidad, leo a los místicos, leo novela, leo de todo. Tengo un mapa, una ruta donde me voy llevando a ciertos autores que me pertenecen en linaje espiritual. Estoy ahorita leyendo una novela del primer judío en ganar el Premio Nobel de Literatura, Shmuel Yosef Agnón, poeta de la diáspora muy espiritual y profundo. También he estado leyendo a la que le dieron el Premio Nobel de Literatura junto a Agnón, Nelly Sachs; gente con una profunda espiritualidad desde la perspectiva del judaísmo. JH: ¿Cómo son esos momentos de lectura? JS: Trabajo y escribo mucho. Ya no poesía. Pero sí mis artículos de Proceso, algunos ensayos sobre el silencio, y estoy escribiendo mis memorias que escribo para mi nieto. Es un libro que quiero dejarle a mi nieto para que me recuerde [ríe]. Para que sepa de dónde viene. Lo escribo para él. Entonces frente a la computadora fumo, recuerdo, analizo, leo y sigo tratando de presionar y empujar fuerte el tema de la justicia frente a las víctimas, que es otra de mis tareas. Ése es mi día: un café, cigarro, discusiones, soledad, pensamiento, amistad, amor con mi nieto, con mi hija, con mi mujer. Mi día se reparte en hechos amorosos de diferente nivel. Hasta fumar un cigarro para mí es un acto de mucho amor y de mucha presencia en la vida. JH: ¿Cuál es su palabra favorita? JS: Es una palabra que por desgracia se ha manejado y manipulado tanto. Es una palabra que se llama amor. El amor no dice nada. Es una experiencia [ríe]. Hay que saberla vivir para saber de qué profundidad es su sentido. De qué profundidad es la palabra. * Humano, lector, bebedor de cortados con vainilla, comunicólogo, profesor, periodista cultural, cazador de respuestas y soñador de un mundo mejor. @BosqueHayashi


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Río de Palabras

Libros

La trayectoria de Antonio Rodríguez Jiménez: Una silueta en el vacío. Antología poética (1979-2019) 6 Por Fernando de Villena

a veces asoma la felicidad y a veces el dolor. Pero el tema omnipresente en los nuevos poemarios sigue siendo el de la mujer, a veces mujeres fugaces que encienden la pasión de este vitalista que, sin embargo, ya comienza también a volver la vista hacia atrás y por ello en ocasiones toca el tema de la angelería, algo muy propio de la poesía cordobesa y sobre todo del grupo “Cántico”. Especial importancia tiene en este periodo su estancia en Marruecos como director del Instituto Cervantes de Fez. Allí, en el que Rafael Guillén nombró “El país de los sentidos”, Antonio Rodríguez Jiménez vuelve a sentir la plenitud y se detiene en el asombro de la mujer oriental y su misterio. Y la etapa final, hasta ahora, en la trayectoria del autor le llega con su paso al continente americano y más en concreto a México. Al principio percibimos su emoción ante cuanto va descubriendo, incluso los sabores, pero pronto lo vence la nostalgia, la añoranza, la tristeza… y ello conlleva una transformación vital y literaria. Lo vemos en versos como estos:

C

uando se escriba la verdadera historia de la Literatura Española de estas décadas de supuesta democracia, podrá comprobarse que la figura del cordobés Antonio Rodríguez Jiménez ocupa un lugar de primerísima fila no sólo como animador de las letras de nuestro país desde su dirección del extraordinario suplemento cultural Los Cuadernos del Sur y desde colecciones como “Los Cuadernos de Sandua”, sino también como autor de una copiosa obra que abarca diversos géneros como la novela, el relato, el artículo periodístico, el ensayo y, sobre todo, la poesía. Más de veinte poemarios conforman su producción en verso, muchos de los cuales aparecieron agrupados en el volumen La llave de los sueños (Poesía 1979-2012) con un magnífico estudio de José Lupiáñez. Después ha publicado otros dos títulos y hoy, en la elegante editorial mexicana Caudal acaba de aparecer su antología Una silueta en el vacío, prologada por Pedro Rodríguez Pacheco. Este libro puede servir muy bien al lector para conocer la trayectoria de Antonio Rodríguez Jiménez a través de cuarenta años de creación. He escrito en otras ocasiones sobre el autor. He hablado de sus poemas visionarios y llenos de imágenes, de su sensualidad sureña, de su admirable vitalismo, de los numerosos premios que avalan su andadura poética, de su importante lugar en el movimiento literario de la Diferencia, de su escritura apasionada y a la vez introspectiva, de su torrencialidad que lo acerca a autores como Neruda, de sus hallazgos metafóricos, de su tendencia en ocasiones a la metapoesía… Y he señalado también en su obra poética el empleo frecuente de los paralelismos, de los símiles deslumbrantes, de la correlación sintáctica y de la anáfora. A todo ello, añadiré hoy tomando como base la antología Una silueta en el vacío, que en la obra del poeta cor-

6 Por Pilar Alba

E

l camino siempre es un lugar de paso un ir y venir en constante movimiento. Un estar y no estar al mismo tiempo. Un río como el que Heráclito mencionó en algún momento. El camino es al tiempo punto de par-

“Un día de repente, decidiste cambiar los versos por la vida y nació un hombre. Es ése que se muere de tristeza en la esquina de una ciudad cualquiera. Los nombres ya han perdido el interés y vivir es crear sin tinta en las manos”.

dobés se puede hablar de varias etapas. Una primera marcada por el amor (que suele aparecer vinculado al mar). En ella las metáforas se encadenan y se acercan a lo hiperbólico. El segundo momento de su producción se vincula a la ciudad que lo vio nacer y donde pasó gran parte de su vida, esa Córdoba de tradición milenaria, culta y secreta. Ahora los poemas de Antonio Rodríguez se abren al

erotismo, a la pasión, a las sensaciones de color… En la tercera etapa, lejos de todo realismo plano, su poesía se va haciendo más dramática y se da paso a una fantasía mayor. Además, a partir de Los demonios de Vysehrad los escenarios del autor se amplían; ya no se limitan a la costa andaluza y a Córdoba, sino que reflejan un abanico de lugares (Praga, Nueva York, Fez…) donde

El camino

tida y destino. Echarse al camino es aventurarse a lo desconocido, es aceptar el reto de aban-

donar lo estático que puede representar la vida. Echarse al camino es una manera de

Su poesía, en fin, se hace más social, más de valiente denuncia contra los excesos del capitalismo, y a la vez descubre un hondo sentimiento de fracaso después de tanta lucha sin una justa recompensa. Y yo deseo concluir proclamando que, aunque toda existencia supone una derrota pues estamos citados con la muerte, la obra de Antonio Rodríguez Jiménez está ahí para vencer los límites del tiempo y el autor tiene aún mucho que decir.

no dejar que nos caiga encima el tiempo para cuando la muerte quiera alcanzarnos no nos encuentre en un solo sitio, para que no nos arrebate con su guadaña el aliento. Para jugar con la idea de que podemos ser eterno… hasta que un día y por voluntad propia deseemos detenernos.


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