SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 437 /// 22 DE JUNIO DE 2020 /// AÑO 10
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Tumba de Julio Ruelas en París con flores del IZC y de Jánea Estrada y Juan Carlos Villegas. Foto de Ignacio Chávez Rodríguez.
Este 21 de junio se cumplieron 150 años del nacimiento de Julio Ruelas, originario de la ciudad de Zacatecas. Sus restos mortales descansan, a voluntad suya, en el Cementerio de Montparnasse, en París, ciudad en la que vivió desde 1904 hasta el año de su fallecimiento en 1907. El año 2020 fue nombrado como Año de Julio Ruelas en homenaje a este artista, el viajero lúgubre, que nos llena de orgullo a los zacatecanos por su aportación a la historia del arte de nuestro país. En La Gualdra nos unimos a la celebración y lo recordamos con este número especial.
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LA GUALDRA NO. 437 /// 22 DE JUNIO DE 2020 /// AÑO 10
La Gualdra No. 437
Editorial
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ulio Ruelas nació el 21 de junio de 1870 en la ciudad de Zacatecas. Aunque migró junto con su familia a la Ciudad de México cuando tenía alrededor de 7 años y jamás regresó, su recuerdo y ejemplo perviven en la memoria de los zacatecanos; es Ruelas un emblema de los artistas migrantes y en la ciudad que lo vio nacer parte de su obra se exhibe en el Museo Francisco Goitia desde 1978 y un taller de pintura y grabado lleva su nombre desde la década de los años 80. De él hemos hablado en este espacio editorial prácticamente desde que iniciamos la aventura de gualdrear. A lo largo de 9 años, en nuestra portada han aparecido su Autorretrato y otras obras de su autoría como Dr. Pierrot; La Domadora; Margarita Ruelas Suárez en traje propio para salir; La Magnolia; La Crítica; Fausto, Mefistófeles y Margarita; y La leyenda de la mulata de Córdoba; esta última a propósito de la exposición Todo sobre Ruelas, realizada en 2015 en la Casa Municipal de Cultura gracias a la iniciativa de Álvaro O. Lara Huerta, su director en aquel entonces. Esa exposición fue la segunda de carácter individual de las dos que se le han hecho en Zacatecas, la primera fue organizada por el Instituto de Ciencias en 1946 y se llamó Exposición Nacional Julio Ruelas. Pocas exposiciones, pero nutricias para dos generaciones diferentes. Actualmente, el Museo Francisco Goitia tiene en resguardo una serie de obras que bien valdría la pena se exhibieran también algún día junto con las que se muestran en su sala de autor; sería una muy buena idea que pudiera hacerse una exposición con piezas invitadas de colecciones de otras partes del país... que La Domadora viniera a Zacatecas, por ejemplo, es un deseo que tengo desde hace años y espero que pueda cumplirse algún día. Recuerdo ahora a Alejandro Nava, fundador del Taller de Pintura y Grabado Julio Ruelas, quien viajó año con año a París y visitaba la tumba de Ruelas. Creo que de estar aquí hubiera celebrado en grande con una actividad de su taller... un taller que con la muerte
de Alejandro quedó prácticamente a la deriva; también sería buen momento para tomar una decisión sobre este espacio que ha sido el semillero de varias generaciones de artistas que permanecen en activo, creando en sus talleres propios y estudios particulares. José Juan Tablada, amigo de Ruelas se preguntaba en 1923: “¿Visitan la tumba de Julio Ruelas los artistas mexicanos que vienen a París? No sé; nunca hay flores sobre ella. Los cinceles de la lluvia han patinado el mármol, dándole esa última mano que es la obra del tiempo. La humedad manchó realísticamente el regazo de la musa desesperada sobre la losa tombal, y untó en su paleta simulacros de colores. Y la yedra completó el adorno de la tumba vertiendo sobre ella su inquieto esmalte. Ya no puede leerse la inscripción de la estela, oculta por las hojas devoradoras. Pero es la tumba más bella de toda la Ciudad del Reposo”. Sí es la tumba más bella y pensando en que este junio 21 pudiera no tener flores, y en vista de que no pudimos ir -debido a la contingencia por el Covid-19- a celebrarlo hasta allá, le mandamos flores Juan Carlos y yo, iniciativa a la que se sumó también el Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde. Quiero agradecer a mi querido amigo zacatecano radicado en París, Ignacio Chávez Rodríguez, quien cuando le compartí la idea de llevarle las flores al cementerio, inmediatamente se ofreció a llevarlas. Eran las 11 de la mañana allá -y las 4 de aquí- cuando me mandó la foto que aparece en la portada y un video para que viéramos qué hermosa lucía la tumba de Ruelas: “Me tomé una copa de vino rosado con él. Un vino fresco acorde con el solsticio de verano, similar a los que seguramente tomaba al celebrar sus cumpleaños en la Ciudad Luz”, me dijo, y yo le agradezco a él y a todos quienes participaron con sus textos en esta edición especial. Salud, por Ruelas, por el viajero lúgubre, en su 150 aniversario. Que disfrute su lectura.
Directorio
Contenido
El visionario Julio Ruelas Por Marcos Daniel Aguilar Julio Ruelas y Félicien Rops Por Anne Leyniers
Julio Ruelas. Negras orillas del abismo Por Mónica López Velarde Estrada
Los ecos en torno a Julio Ruelas Por David Castañeda Álvarez
Julio Ruelas y la Revista Moderna Por Verónica G. Arredondo
Una flor para Julio Ruelas Por Alejandro Carnicero Ruelas, refinado retratista Por Francisco Javier González Quiñones
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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El visionario Julio Ruelas t Por Marcos
Aguilar
Daniel
/// Julio Ruelas. Autorretrato. 1900. MUNAL.
más extenso, sin prejuicios, en donde cualquier pueda manifestar y no ocultar los males y las injusticias individuales y sociales
que ese mundo ya industrializado y mercantilizado estaba provocando tanto a la naturaleza como a la gente. Ahora en
Julio Ruelas y Félicien Rops t
Por Anne Leyniers
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ncrucijadas artísticas y temperamentales. Impresionantes testigos de su época Julio Ruelas (Zacatecas, México, 21 junio 1870-París, Francia, 16 septiembre 1907) / Félicien Rops (Namur, Bélgica, 7 julio 1833-Essonne, Francia, 23 agosto 1898). Uno es americano, el otro europeo, y ambos se identifican con corrientes artísticas de finales del siglo XIX como el simbolismo, modernismo, decadentismo principalmente y prerrafaelismo en ocasiones. Son artistas gráficos y presentan coincidencias que han sido comentadas por buen número de especialistas. En una breve nota de 1974 titulada “Julio Ruelas y Félicien Rops”, José Rojas Garcidueñas menciona a sus antecesores como Salvador Toscano, Justino Fernández, Crespo de la Serna, y hace su aportación, afirmando la evidente relación entre Rops y Ruelas. Enseguida, más investigadores estéticos profundizaron los estudios sobre Julio Ruelas, como Teresa del Conde, Fausto Ramírez y más recientemente Oscar Humberto Flores Flores, además de un gran número de autores, todos aludiendo a su cercanía. Ambos se especializaron en la técnica del aguafuerte y difundieron su obra ilustrando revistas culturales. Al igual, ahondaron en la representación de la figura femenina, sensual,
inquietante, dominadora y siniestra; erótica hasta la obscenidad para Rops, y atormentada hasta lo macabro para Ruelas. A unos cuantos decenios de distancia, vivieron en París, entonces ciudad de los placeres, donde reinaba el libertinaje y turismo sexual. Eran los tiempos del culto a la mujer fatal, ser dominante y espeluznante para unos, criatura sofisticada y misteriosa para otros, monstruo sexual, víctima torturada o perversa castigadora. Era el París
del Folies Bergère, de La Dama de las Camelias y otras Margarita, Violeta o Nana. Las prostitutas o cortesanas, según su suerte y talento, abundaban en la capital. La muchacha parisina encarnaba el refinamiento y la elegancia, pero también inspiraba el vicio, la decadencia libidinosa y todo tipo de deseos lascivos o fantasías sexuales. Ambos artistas han sido calificados, por sus contemporáneos y después, de numero-
/// Julio Ruelas. La Domadora. 1897. Colección A. Blaisten.
2020 parece que su nombre y su obra resuenan justo por tratar estos temas, pero ¿será que hoy Ruelas es nuestro contemporáneo porque manifiesta un horror parecido al que vivimos en esta segunda década del siglo XXI?, ¿será que la hipocresía y las ataduras sociales que plasmó con rostros, en pleno gobierno de Porfirio Díaz, son las mismas de hoy e incluso más agresivas?, ¿será que en pleno 2020 estamos más y más alejados de ese mundo natural idílico que ya evocaba y extrañaba Ruelas? Sin duda, las emociones trazadas por Julio nos representan, porque Ruelas fue un adelantado, un visionario que alcanzó a vislumbrar con el telescopio de su alma las batallas descarnadas, entre nosotros mismos, instigadas por la ambición de poder, el egoísmo, el cuidado de las apariencias, en un mundo, que como lo enseñó el zacatecano, solo necesita de la sinceridad, la empatía y la libertad para salvarse.
sos atributos aterradores que demuestran la violencia contenida en su obra. Considerados decadentes, inmorales y pervertidos, nos dejan siempre pensativos, a saber: ¿expresaron sus pesadillas y fantasías y/o encarnaron su época, representando su entorno, siendo actores y testigos, además de provocadores y resistentes a las contradicciones y fallas de la sociedad? La Domadora de Julio Ruelas (1897) y el Pornocrates de Félicien Rops (1878) Son dos obras emblemáticas de sus autores y de su época. Han sido ampliamente interpretadas, ofreciendo un abanico discursivo, ya que aluden a figuras imaginarias, simbólicas, fantasías personales plasmadas en el lienzo o alegorías encarnando el espíritu de su tiempo. La temática es bastante diferente, aunque la visión es igualmente sorprendente. La mujer de Rops deambula altanera y sofisticada, dócilmente guiada por un cochino hacia las puertas de la pornocracia, ojos vendados. La Domadora de Ruelas es más natural, concentrada en amaestrar al cerdo con su látigo, es ella quien guía al animal de circo. ¿Podría ser el “Pornocrates” dominado? Una reinterpretación, o solo evocación, la captura de una imagen seductora y adecuada para su propio universo imaginativo y pictórico. En lo que concierne esta visión compartida de la mujer, surge una pregunta: ¿Son unos artistas moralistas criticando la hipocresía decimonónica o unos perversos satánicos; unos misóginos convencidos al igual que la mayoría de sus contemporáneos o unos precursores anunciando el amanecer de un cambio societal?
150 Años de Julio Ruelas
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elebramos el 150 aniversario del nacimiento del mexicano Julio Ruelas (Zacatecas, 1870-París, 1907), uno de los artistas que, con dibujos, retratos, ilustraciones para revistas y algunos cuadros logró construir la imagen de toda una generación que trabajó para ofrecer un refrescante rostro a un ambiente intelectual y académico empolvado y un tanto acartonado como lo era del porfiriato de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Escritores y críticos de arte como Alfonso Reyes, Justino Fernández y José Juan Tablada escribieron durante la primera mitad del siglo XX que Ruelas por medio de sus escenas sacadas de las mitologías occidentales, de las fábulas y tradiciones orales, o de los poemas y textos filosóficos de su tiempo logró convertirse en el artista más influyente de
ese cambio de siglo, e incluso más allá, le dio al arte mexicano tintes modernos y rupturistas en relación con lo que se hacía en el país en aquellos años. Por ello, Julio Ruelas, en cierto sentido, inauguró el arte moderno en México no con vanguardias en las formas de la pintura, pero sí en la expresión de esta, ya que plasmó oscuras escenas que evocan emociones como el horror, la angustia, la frustración, el deseo prohibido, la perversión y la agonía de vivir atado a un mundo cuyas sociedades imponen normas que limitan el pensamiento y las emociones. Por ello, en Ruelas el tema de la muerte y el suicidio también es recurrente, como una forma de salida o iluminación ante la incomprensión de estos espíritus libres que como Ruelas deseaban desear, hacer, pensar sin que nadie les dictara el camino. Ahí la modernidad del zacatecano, uno de los primeros artistas de México que lucharon a través de su arte por un espacio
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150 Años de Julio Ruelas
Julio Ruelas. Negras orillas del abismo t Por Mónica López Velarde
El grabado, su trinchera. En París llegó a dominar la técnica del aguafuerte con la guía del maestro francés José María Cazin. Por su parte, también el óleo marcó un terreno profundo en su limitada producción. Muy admirado es la pintura Pierrot doctor (1898) y en el llamado por Juan José Tablada, “capricho al óleo”: Entrada de don Jesús Luján a la Revista moderna (1904) –donde el autor se representa como una sátiro ahorcado, ícono del artista en la modernidad. Dos piezas más completan el panorama pictórico mexicano más original de su tiempo. Me refiero a Fauno niño (1896), y la tétrica pintura Madre muerta (1901). José Juan Tablada decía que Ruelas “no solo poseía el don innato de sentir la forma y la facultad de expresarla”. Ruelas expresaba con su obra que Ruelas era insoportable. Instintivo y matérico, con cuadros de temas inquietantes, emerge la pintura y bajorrelieve en su espléndida belleza y verdad. Así Autorretrato de 1900 y La Crítica de 1907, apasionadas y coléricas, están llenas de clemencia. Por eso decimos que la obra de Julio Ruelas tiene como primer adjetivo: intenso y de nosotros como una reacción principal: la conmoción.
Estrada
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ulio Ruelas fue enterrado en 1907 en el cementerio de Montparnasse, en París; había nacido en Zacatecas. La sepultura del mexicano fue decorada por un mármol de más de un metro de largo, pieza del discípulo de Jesús Contreras, Arnulfo Domínguez Bello. Ruelas moría a los treinta y siete años. Una corta vida con una intensa obra. El zacatecano, después de estudiar en la Ciudad de México, partió a Alemania a principios de 1892 donde mira con atención la obra de Arnold Böcklin y la corriente Jugendstil del Art nouveau. Contemporáneo en existencia y propósitos, se convirtió en un autor de vanguardia a lado de Ángel Zárraga, Diego Rivera y Roberto Montenegro, pensionados en Europa. Su personalidad lo distinguirá como un creador único para la historia del arte mexicano, con una pieza inquietante para el fin de aquel siglo XIX: La Domadora (1897). Una mujer –cortesana desnuda, la describe Fausto Ramírez–, con medias negras hasta los muslos, sostiene en las manos un látigo. Un cerdo corre alrededor de ella mientras un simio es testigo del evento. La visión de una ronda que remite descarnadamente a lo carnal y sus excesos. La obra de Ruelas cita y hace homenaje a la de Félicien Rops, con la pieza Pornokrates del mismo año. El más moderno de los artistas mexicanos en el umbral del siglo XIX; taciturno, solitario, irónico, prototipo de la bilis negra, para Teresa del Conde; decadentista de buena cepa, hombre finisecular como lo entendió el Romanticismo, efectivamente Julio Ruelas dio cauce a su opinión sobre el tiempo que le tocó vivir y lo hizo a través de una crítica mordaz. Dufoo, director de la revista Azul, junto con Manuel Gutiérrez Nájera, solía decir: “Nuestra generación es una generación de tristes”. Bohemio, era de esperarse que, en territorio germano, impregnado por aquel Simbolismo de ánimo en lo terrible, el artista se manifestara como desesperanzado. Del Conde da cuenta de una carta que Ruelas manda a su hermano durante la estancia en Alemania donde escribe desde Karlsruhe: “Jamás me hubiera figurado que llegaría a ser algún día el hombre más oscuro de esta ciudad”. Su muerte temprana de tuberculosis lo confirma en definitiva como el héroe romántico en vida y obra. La atracción por el abismo Julio Ruelas tomó las armas de la creación y disparó sin piedad con gubias y tintas.
/// Julio Ruelas. Pierrot, doctor. 1898.
/// Julio Ruelas. Entrada de don Jesús Luján a la Revista Moderna. 1904.
La pasión según Ruelas Estrechamente relacionado con el Simbolismo de los poetas franceses –con Charles Baudelaire de protagonista–, se desarrolla
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/// Julio Ruelas. Madre muerta. 1901.
/// Julio Ruelas. La Crítica. 1906.
tal, que sobrepasaron su función temática para ser entidades independientes con un peso ontológico que conquistó la libertad, un nombre propio, y dejó la subordinación textual para poner sus productos en primerísimo plano. Dibujante de la Revista Moderna, el genio y temperamento de Ruelas lo convirtió, como apunta Xavier Villaurrutia, en “el ilustrador del Modernismo nacional”. El negro anguloso, lleno de contenidos y fatalidad, tono profundo y seco, el “atraído por el abismo”, a la manera que lo entiende Rafael Argullol, invadió el papel de una publicación que se convertirá en hojas sagradas esparcidas al aire, en un tiempo definitivo en la historia visual del país. La serie que ilustró estos poemas comparte características formales. Los temas difieren. El zacatecano propuso como sello de su estética los motivos
macabros, siniestros, o por lo menos melancólicos, como las ilustraciones a tinta y gouache que realizará
/// Julio Ruelas. Fauno niño. 1896.
para la traducción a El cuervo de Edgar Allan Poe. En la noche, un espléndido dibujo hace aparecer una imagen que es además altamente ornamental. Como negras orillas del abismo, al poema le vino bien el buen oficio del dibujante Julio Ruelas que expresó con un soberbio delineado, un paisaje excéntrico, exaltando el estado emotivo por medio del alto contraste del blanco y negro. Así, un hombre prototipo del personaje romántico, con capa y sombrero negro, escucha las palabras de Jesucristo. La escena podría verse costumbrista a no ser por la caligrafía que nuestro autor imprime en los ramajes que dan marco a los protagonistas, de un complejo diseño cercano al Art nouveau. La imagen da cuenta de un autor y su gesto plástico enraizado en una nueva mentalidad artística. Rainer Metzger dirá, por extensión de lo que concluye con Vincent Van Gogh, que Ruelas creaba para consolarse. Que su obra tiene mucho que ver con la nostalgia, la solidaridad y compasión por el otro. En todos sus cuadros, pero sobre todo en sus dibujos, tintas y aguafuertes, sentimos la proximidad del motivo. Pintura y estampa espesa y gruesa, más aún, creación densa, donde vemos cómo el autor se encuentra literalmente dentro de la obra y nos confronta.
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en Europa, en la década de 1880, el movimiento plástico del mismo nombre. Gustave Moreau será uno de sus más grandes artífices. Esta corriente artística tendrá como asuntos recurrentes el religioso, el erótico, la representación de la muerte, la enfermedad, lo grotesco y el pecado. En nuestro continente el Simbolismo se conoció como Modernismo. Todos nuestros pintores simbolistas estuvieron muy de cerca de la literatura. Zárraga es un buen ejemplo ya que el duranguense, además de la pintura, incursionó con cierto éxito en la poesía. Así, cuando Ruelas regresa de Europa vislumbrará un ambiente propicio para su sentimiento e impulso expresivo. Se encontró entonces con aquellas efigies literarias acordes a su temperatura emocional. Ahí departieron, en la misma mesa creativa: Amado Nervo, Juan José Tablada, Efrén Rebolledo, Luis G. Urbina, Alberto Leduc, Balbino Dávalos, Rubén M. Campos, Manuel José Othón, Jesús Urueta, Ciro B. Ceballos, Bernardo Couto Castillo; junto con pintores de la talla de Jesús Contreras, Roberto Montenegro, Gonzalo Argüelles, Leandro Izaguirre y Germán Gedovius, entre otros. Para entonces la Revista Azul, fundada por Manuel Gutiérrez Nájera, había tenido una existencia breve. Dejó de publicarse hacia 1896. Un vacío real y simbólico aconteció en el ambiente cultural del país. Amado Nervo, José Juan Tablada y Jesús E. Valenzuela fundan la Revista Moderna de Arte y Ciencia. Jesús Valenzuela hizo posible la salida a la luz pública de la edición. Después tendría a su más importante mecenas en don Jesús Luján. Sus dos épocas comprenderán de 1898 a 1911. Ruelas iniciará ahí uno de los episodios plásticos más relevantes en el arte nacional del siglo XX. Melancólico, amargo, incisivo, el zacatecano llenó una a una las páginas de Revista Moderna para hacer de sus dibujos, fracturas abiertas; de sus rasgos, gritos de afectación profunda de un deseo por descifrar; heridas a lápiz o buril que ahora consigna la historia artística, como profundas e inmortales. Expresión gráfica contundente y feroz, Ruelas ilustró los poemas con una savia y una sabiduría
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Los ecos en torno a Julio Ruelas el olfato lopezvelardeano que buscaba a Baudelaire, Verlaine y a Rimbaud. Pasé innumerables tardes en la biblioteca. Tardes de subversión conceptual al modo que lo entendía Gracián: unión de contrarios, lucha, agonía, hibridación de imágenes. Aquellos versos que tuvieron eco en los de Velarde, Tablada o en la obra de Ruelas, tienen eco en mí. Es por ello que quise escribir un libro a modo de homenaje en torno a los dibujos de Julio Ruelas. Su obra expresa una visión de mundo nostálgica de los simbolistas franceses, de los decadentes modernistas y de mis años de jóvenes ¿quién no tiene miedo a la sombra y sus fantasmas?, ¿quién no quiere, en un momento de su vida, los poderes de una bruja o de un vampiro?, ¿quién no rehúye a las supersticiones del Zodiaco? Las imágenes de Ruelas aún puedo verlas en la vida de todos los días, y más aún en estos tiempos apocalípticos de monstruos invisibles que nos tienen enclaustrados y que nos pueden ahogar hasta la muerte como al propio Ruelas. Sin más, aquí dejo mi poema y mi homenaje; mi eco: Si de todas formas mi corazón es un buitre arrinconado en el hueco negro de mis costillas,
/// Julio Ruelas. La bella Otero. Publicada en la Revista Moderna en 1906.
Por David Castañeda Álvarez t
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n varias ocasiones se ha advertido la dualidad del Modernismo hispanoamericano y el recorrido transitorio de una renovación de la métrica “y la exploración los temas orientales” a un eminente decadentismo, sobre todo en lo que atañe a los contenidos: mujeres fatales, monstruos híbridos, zodiacos siniestros, cristos indiferentes y un sinfín de imágenes nacidas de la zozobra y de la pesadilla. Y muchas veces he pensado que los personajes de aquel tiempo se entregaron a uno o a otro sin reservas. Vemos, bajo la radiante atmósfera del astro Rubén Darío, a prosélitos enquistados en sus rayos versificadores, pero más allá, en lugares lejanos, se encuentran los rebeldes, los marginados, aquellos que, a fuerza de darle la espalda, solo alcanzan a ver su propia sombra: el reflejo negro de su parte humana. A propósito de los festejos por Ramón López Velarde y por Julio Ruelas, he creído que ambos artistas comparten esa afinidad por las tinieblas, o por lo menos, por aquellas criaturas de naturaleza nocturna que constantemente amenazan con invadir el día. Y, aunque nuestro vate siempre
duda en entregarse a uno u otro camino (y esto es en suma la veta profunda de su escritura), el artista plástico no tiene miedo de abandonarse a los buitres o a los vampiros de la noche; no vacila ante el pecado burbujeante de una copa de champán; no rehúye de la insolente ebriedad ni de un oculto llamado a la muerte prematura. José Juan Tablada, genio amigo de ambos genios, recuerda en sus memorias1 las bacanales cíclicas de noches donde los artistas decadentes, agrupados en la Revista Moderna, ensayaban los juegos de la ebriedad y de la muerte, y de su consecuente renacer, al siguiente día, después del vómito y de la resaca. En “La bella Otero”, poema del cual Ruelas hizo un grabado, Tablada canta cómo perdían todo, en medio del carnaval, en los placeres del cuerpo: El fiero prócer que entró a tu alcoba, salió mendigo, pero glorioso y ebrio del vino de tus histerias, hoy rumia lirios..., piensa en tu ombligo... ¡Y un sol irradia sobre la noche de sus miserias! Este sentimiento no muy diferente al que escribía López Velarde en “Que sea para bien”:
Ya no puedo dudar... Consumaste el prodigio de, sin hacerme daño, sustituir mi agua clara con un licor de uvas... Y yo bebo el licor que tu mano me depara. Me revelas la síntesis de mi propio zodíaco: el León y la Virgen. Y mis ojos te ven apretar en los dedos —como un haz de centellas— éxtasis y placeres. Que sea para bien... Si el prócer zacatecano aún conservaba en la memoria los rescoldos de la Virgen, y aun Tablada, en sus primeros poemas, no se rebela por completo a los influjos preciosistas de Darío, Julio Ruelas, desde la plástica, se arroja directamente a las fauces de ese simbólico león. Sombrío e irónico, su mano saca de su sombra esas formas ocultas de la mente y las viste de horror y delirio, un quebranto de fin de siglo que atraía a los jóvenes creadores de entonces y de los actuales, supongo. Cuando yo era adolescente, y tenía la insolencia, arrogancia y esa fuerza subversiva (por lo menos en la mente) de aquella edad, procuraba desarrollar
si de todas formas juegas a darme las migajas de un pan duro oculto bajo tu falda, si mi ropa aún huele a ti y ese aroma se ha impregnado incluso de la desnudez más profunda como la de mi nombre, pero si solo te importan tus labios bien cerrados contra tu propio espejo y el duro metal de tu suave leche, toma mi dinero y mi dignidad, dilúyela con la sidra de la noche efervescente, asfíxiala en tu corsé de dulces rosas sin vida, pisa otra vez mi inocencia acrisolada bajo tu tacón de azul absenta y sal desmigajada, termina de una vez con ese buitre anémico y lastimado con tu voz salvaje cuando me dice: despierta, cariño, ya amaneció.
1 En La feria de la vida. Memorias I, México, UNAM, 2010, passim.
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Julio Ruelas y la Revista Moderna Yo, la verde diosa de la quimera, yo, quien a tu mente, hoy oscurecida por el pesar, da los ensueños color de rosa, los exotismos, los refinamientos de la ilusión. Yo puedo hacerte ver –como a Fausto el maravilloso espejo– la mujer, que si tu destino fuera menos cruel, te amaría. Bernardo Couto Castillo
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Por Verónica G. Arredondo t
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l viajero lúgubre Melancolía: palabra que permea la obra de Julio Ruelas. En su autorretrato, un semblante taciturno. De una visión provocada –tal vez por el láudano o el hachís– emergen sombras alargadas, figuras dolientes, representaciones semi-humanas de un imaginario dantesco. Hadas, faunos, musas, mujeres con cabellera ofélica, ahogadas en sensualidad o fatales prostitutas que ejercen dominio. Animales transformados con reminiscencias míticas: escorpión-mujer, mujer-tarántula, hombre-medusa, zancudosenanos, andróginos / hermafroditas, esfinges, sátiros, centauros, dragones y melusinas; seres con alas: demonios, esqueletos y duendes. Instrumentos de rasgadura: espina, daga, pincho y mordedura de cascabel. Gatos negros. Cuervos y zopilotes sobre cuerpos lánguidos. Apariciones que ululan como el viento. Ruelas Modernista Julio Ruelas nace en Zacatecas en 1870. La estancia será breve. El primer viaje lo emprende a la Ciudad de México a razón de los compromisos políticos de su padre, cuando este muere su madre lo envía a Alemania. Desde niño mostraba dotes para el dibujo, se inscribe en la Academia de San Carlos, transita por Holanda, Bélgica, Francia. La residencia en el extranjero le permite perfeccionar su técnica. Al volver a México realiza una interpretación personal de la poesía de los decadentistas en ilustraciones emblemáticas que configuraron estética y originalidad de la Revista Moderna, ya fuera en letras capitulares, viñetas o en pequeño formato en la técnica de aguafuerte. La revista se publicó por vez primera en julio de 1898, si bien, la idea original fue de Bernardo Couto Castillo, la coordinación y el financiamiento
estuvo a cargo de Jesús E. Valenzuela, durante los 13 años (cabalísticos) del proyecto. Pócima e influjo El poder de evocación en las imágenes de Ruelas es en sí mismo poético. A menudo, ocurría que los autores escribían inspirados por aquellas fábulas y viñetas. Entre las influencias notables en Ruelas se encuentran la poesía de los malditos, el gótico, el romanticismo, el simbolismo, la mitología clásica, autores como Baudelaire, Poe, Verlaine, Dante, Goethe, Ovidio e indirectamente Lautréamont, entre otros. Su trazo fino crea una atmósfera de pesadilla, ensoñación y delirio por efecto del consumo de opiáceos o del absinth, el hada verde, enmarcando escenas de muerte, éxtasis, lujuria, desolación, horror y crueldad. Con la hondura y lo orgánico del Art Nouveau, la femineidad expuesta como víctima o victimario. La Domadora La representación de la mujer en Ruelas apa-
rece con frecuencia como el cuerpo-objeto de tortura y masacre o como el prototipo de la femme fatale baudeleriana, belleza exuberante que anestesia los sentidos para someter y castrar. La ondulación de la crinolina en los vestidos recuerda a las bailarinas de los cabarets en el barrio Montmartre en París, lo que Toulouse-Lautrec retrata desde el frenesí del exceso y la sexualidad en su pintura y afiches publicitarios, en Ruelas La (mítica) bella Otero es una figura amenazante, doliente. El Año de Julio Ruelas El pasado 10 de marzo la LXIII Legislatura del Estado de Zacatecas decretó el 2020 como el “Año de Julio Ruelas”, iniciativa impulsada por Jánea Estrada, historiadora y promotora cultural, con la finalidad de rendir una serie de homenajes a la obra e imaginario de Ruelas. Un año de caos, ensoñaciones, vigilia y mal sueño. El tránsito del viajero lúgubre o de nuestro héroe trágico y atormentado por
el mundo. En medio un paisaje desolado, plagado de cuervos, la belleza. El trazo fino enmarca a los personajes imantados. Escenas. Pulsiones inseparables: vida y muerte. Efluvios. Montparnasse Ruelas muere en París en 1907. Fue sepultado en el cementerio de Montparnasse, a voluntad propia, próximo a la avenida para escuchar el taconeo de las bellas mujeres francesas. Sobre su lápida yace en mármol una mujer desnuda, hecha por el escultor Arnulfo Domínguez Bello. En Guadalupe, Zacatecas la calzada Julio Ruelas conduce al Panteón de la Purísima, para llegar es necesario transitar por la acera del Panteón de Herrera, con zapatos altos, si se es mujer. Se cumplen 150 años del nacimiento de Julio Ruelas. Sirva este homenaje para conmemorar la obra y la genialidad del pintor y grabador que fue, por momentos, zacatecano, cuyo legado es universal.
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Una flor para Julio Ruelas t Por
Alejandro Carnicero
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l fondo del salón, junto al piano, taciturno el pintor, recostado, pierde su mirada por el suelo al compás del fuerte cristaleo; con sus piernas cruzadas cual fauno se mostrará, en el óleo, ahorcado y así en la isla como en el bar —escenarios de funesto mal— inmolar a la profana carne dentro del baptisterio de sangre y donde la mano de Perseo sostiene de una gorgona el gesto y estrangula un ramo de serpientes —¡ay, los pétalos de ásperas pieles!— descubrir entre febriles bosques sus escenas cual cantos de oboes. El bohemio pintado de tedio embriagado por alas de ajenjo muestra sobre su severo rostro un amenazante exiguo monstruo de hinchados y esperpentosos senos y garras de desnudo esqueleto; sus ojos, tras las pupilas brunas, aguardan lamentos de las urnas, la lascivia de los viejos sátiros y de magnolias semblantes pálidos… Gestualizo el mal del fin de siglo y como último anhelo suplico cuando Otero vibre sus tacones y adviertas, Ruelas, mi canto en cobre estruja esta flor contra tu pecho, circunda en tu cuello mi cabello: recibe mi mano en el sepulcro de las lejanas tierras del luto.
/// Julio Ruelas, Autorretrato. 1894. Museo Francisco Goitia-Secretaría de Cultura-INBAL. Foto de Rosy Robledo.
Ruelas, refinado retratista t Por
Francisco Javier González Quiñones
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econfortándome rico ron, reposo rumiando recuerdos. Repentinamente resucita Ruelas, resplandeciente. Refinado retratista; renovador, re-
flexivo, raro, retraído, realista, reverenciado. Regiamente remozó retóricos relatos resaltando renombrada revista RM. Representando rúnicas reminiscencias renovó recónditos romances. Retrató resentidos renacuajos reprochadores. Recuperó retorcidas realidades; retocados retratos, robustos rocines reformados, rabiosos reptiles
revoloteándose, remotos refugios renacentistas, rancias riquezas rememoradas, rotundos redondeles rurales, remordidos rostros redimidos. Remembranza: Ruelas ruborizado, respirando reducidos respiros, rendido renaciste redivivo. Reverencia: Ruelas resucitado retumba, remueve, redime.