3
22 DE MARZO DE 2021
Pedro Coronel, el espíritu viajero*
t
Por Jánea Estrada Lazarín
P
ara 1960, Pedro Coronel había entablado relación con intelectuales como Juan Rulfo y Octavio Paz; estaba recién egresado de La Esmeralda por lo que viajó a París por primera vez, ahí tuvo la oportunidad de trabajar en los talleres de Victor Brauner y Constantin Brancusi; a su regreso expuso individualmente por primera vez en 1954. Un año después realizaría el mural en mosaico para el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social. En 1959, su cuadro La Lucha había obtenido el Primer Premio en el Salón Nacional de Pintura, organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, y que actualmente se exhibe en el Museo Francisco Goitia. Después de que Francisco Goitia obtuviera el premio de la Primera Bienal Interamericana de Pintura, Escultura y Grabado con su obra Tata Jesucristo, Pedro Coronel fue reconocido con el premio de Pintura José Clemente Orozco y la mención honorífica especial en escultura en la Segunda Bienal Internacional de Pintura, Escultura y Grabado organizada por el INBA en el Palacio de Bellas Artes. A partir de ahí, la vida de Pedro Coronel se convirtió en un ir y venir de México a distintas partes del
mundo; combinó su quehacer artístico con el oficio de conocer y coleccionar obras de colegas y artistas a quienes admiraba. Tras participar en varias exposiciones en Canadá, en 1961 también exhibió de manera individual en la galería Le Point Cardinal, en París. El texto de presentación estuvo a cargo de Octavio Paz, quien fuera “el primero en llamar la atención sobre las grandes cualidades de Coronel, cuando el artista abrió su exposición en la Ciudad de México, en 1954”, como lo afirmó Justino Fernández, quien consideró que todavía fue más importante la exposición de 1959, en la que “se reveló su poderosa personalidad en una serie de pinturas y esculturas”.1 Fernández se refería a la exposición Los habitantes: “fue en esta exposición que se me revelaron las cualidades extraordinarias y la originalidad de Pedro Coronel como artista; fue una inolvidable experiencia personal”. Respecto de la exposición de 1960 en Bellas Artes, el crítico de arte dijo también que en ella “había, a través de toda la obra, un sentido mexicano ancestral, sin que fuera posible determinar dónde se encontraba. Hacía mucho tiempo que no veíamos una exposición semejante, después de las de Orozco, Rivera, y alguna más reciente de Tamayo”.2 [...] París seguía siendo uno de los principales lugares en el
mundo para exhibir arte. Exponer en esa ciudad europea era un símbolo de estatus desde entonces, pero también de éxito en el mercado internacional. Coronel no solo expuso ahí, sino que decidió que en la Ciudad Luz establecería su residencia, si no de manera permanente, sí frecuente, de ahí que adquiriera una casa en uno de los barrios más hermosos de la ciudad francesa, cerca del Observatorio; ese lugar sirvió como residencia temporal a partir de la década del sesenta para artistas mexicanos que viajaban hasta allá, entre ellos, Francisco Toledo, con quien mantuvo una cercana amistad hasta su muerte. * Fragmento tomado de mi libro Una bizarra melancolía. La tradición plástica en Zacatecas, Secretaría de CulturaInstituto Zacatecano de Cultura, Ed. Texere, Zacatecas, México, 2020, pp. 204-206.
Justino Fernández: “Pedro Coronel: Ángel y demonio”, en Revista de la Universidad en: http://www. revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/ les/journals/1/articles/9736/public/9736–15134–1– PB.pdf (6/6/2018). 2 Idem. 1
Pintar y pintura Yo hablo con mi mano, tú escuchas con tus ojos. Shih Táo
Por Alfonso López Monreal t
L
a pintura es consciencia, vigor, empuje. Alteración de nuestra realidad, la actividad pictórica es provocadora en su esencia; nos libera, nos empodera y da autonomía. La pintura revela este mundo; crea otro. Muestra lo que no vemos, la realidad interior, la visión de las cosas. Pintar es un acto de fe, ángelus y condena; Fra Angélico y el Bosco. La pintura carcome, sana y embria-
ga; nos deslumbra e ilumina. Nos engaña y nos redime. La pintura es piel, tambor, huesos. Luz y sombra. Drama y ternura. Arte de burlar la realidad con el color para llevarnos a otra realidad. Aprendizaje de una técnica para transcenderla. Es meditación justificada por la concepción de la obra. Búsqueda utópica de la perfección, logros parciales de lo eminentemente humano. Rupestre, renacentista, naif, cubista, abstraccionista, surrealista, posmodernista. Lenguaje de signos, runa gestual.
Símbolo de nuevas esperanzas, invención mitológica. Es la evidente muestra del mestizaje entre culturas, Coatlicue y Cristo, ícono, serpiente emplumada, Malintzin y Verónica. La pintura nos enfrenta al misterio de nuestra condición: Eros y Tánatos. Complementarios: Rojo, verde. Azul, naranja. Amarillo, violeta. El no color y la suma de todos los colores. Nos deja viendo visiones. Parados frente al abismo del génesis, como al primer hombre en el primer día.
/// Pedro Coronel. Brindis del Bohemio. Óleo sobre tela. 135 x 100 cm. 1980. Colección privada.
Pedro Coronel 100 Años
/// Pedro Coronel. El ajolote. Óleo sobre tela. 58 x 184 cm. 1959. Colección privada.