5 minute read

Por Beatriz Pérez Pereda

RRG: Llegué a este tema a través de un diálogo que tuve con el poeta guasavense Román García sobre el suicidio del poeta ruso Serguei Esenin. Conversamos en torno a lo contradictorio e inverosímil que resulta el que un poeta que le canta a la vida, tome la determinación de quitársela por su propia mano. Y a partir de ese diálogo, hice una investigación histórica, en torno a los poetas que se han suicidado. El libro lo fui estructurando por apartados, los que se suicidaron por bala, agua, soga, gas, veneno, barbitúricos, anhídrido carbónico, raíles, vacío, entre otros. Y así se fue fraguando el libro. Me llevó cinco años terminarlo. La búsqueda estética del libro era buscar un mensaje claro y preciso, mediante un lenguaje sencillo y profundo, sin perder el ritmo y el tono, acompañado de recursos expresivos y figuras literarias que hicieran de cada poema el último viaje, como un merecido homenaje de cada poeta suicidado. La motivación que me llevó escribir este libro fue fraternizarme con todos estos poetas que entregaron su vida, a sí mismos, al vacío, a la nada.

BPP: En tu semblanza se menciona que eres poeta y fotógrafo, cómo ha incidido la fotografía en tu trabajo poético, o viceversa, quizá sea la poesía la que ha incurrido en tu mirada de fotógrafo. Platícanos un poco sobre esto. RRG: Decía Roland Barthes: A través de toda cámara fotográfica, debe de existir un ojo poético. Coincido con él, hay que saber mirar el mundo que nos rodea y transformarlo en poesía, es decir, vivimos en un mundo vulgar, hay que embellecerlo. Y no solamente hay que saber mirar, hay que saber oler, sentir, palpar… El poeta Su Shi dijo de Wang Wei: En su pintura hay poesía, y en su poesía pintura. Mis trabajos creativos fotográfico y poético se fraternizan y se vuelven uno solo para embellecer al mundo.

Advertisement

BPP: Publicaste un libro bilingüe en la lengua de los pueblos mayos yoremes, Maasobuiquim Sones de venado (Difocur, 2014), ¿cuál es tu postura frente a la traducción y el rescate de la cultura y lengua de los pueblos originarios? RRG: Es muy difícil traducir un poema o un canto ancestral de una lengua a otra, sin que exista la traición del original dentro del lenguaje y su comunicación. Realmente fui un intermediario guiado por una energía mayor para llevar a cabo ese trabajo espiritual de los cantos o sones de venado. El poeta Víctor Luna, dice en el prólogo del libro: Los sones de venado representan precisamente esa muestra de la gran poesía a la que aspira a llegar todo poeta, una poesía que sea escrita por todos, cantada por todos, y escuchada por los dioses, que le sirva para acercarse a lo sagrado en un éxtasis anónimo. Realmente el libro es de los mayos yoremes de Sinaloa, de su tradición, de su danza, de su música… Mi trabajo fue una investigación con mis amigos yoremes, músicos, danzantes, fiesteros, rezadores…

Maaso muquila Tebuj-yucu yoleme Jactua juiya anigua-po oou yumila-taca

Venado muerto Hombre vuelto flor ¿en qué parte del mundo del monte te desangras?

BPP: Actualmente quiénes son los autores que estás leyendo, lees únicamente poesía o también narrativa, ensayo, etc., cuéntanos un poco sobre tu biblioteca personal. RRG: Leo de todo. Actualmente estoy leyendo a Tu Fu, Wang Wei, la obra completa de Alberto Caeiro, Giuseppe Ungaretti, Walt Whitman y al poeta de la fugacidad de la vida, Omar Khayyam.

Poemas de Rubén Rivera García

ESPERANDO EL ZUMBIDO

Cuando un hombre presiente su muerte habla con lo que ama: dame una almohada, mujer, porque siento que caigo.

Solo se oyen abejas y un silencio de agua.

SUEÑO DESGARRADO

Pienso en los caballos de bruma, en los mendigos doblados por el frío. Estamos platicando, las miradas relampaguean en los platos llenos de cucarachas. El preso que duerme a mi lado tiene una corona de moscas y ronca. La luz del foco nos hace girar como insectos.

RUMBO A BUBASSA

Bajo el imperio del sol va montado sobre un camello; lleva una toalla enredada en su cabeza y un manto rojo como un musulmán. Rimbaud se burla de sí mismo por el disfraz y entre azulados nubarrones dice: Soy un servidor de Dios. En fin, ¡escrito está!, ¡así es la vida y no tiene nada de divertido! Me voy lejos a descansar de mí mismo y de los demás. ¡Vamos! La marcha, la carga, el desierto, el hastío y la rabia. Al atardecer deja tras de sí a los implorantes leprosos y el hedor de la civilización. Recorre la selva de ruidos y el sol extiende su plumaje aterciopelado que cae entre los árboles. Se oye un batir de alas semejante a un huracán. Lejos están los países de la blanca lepra y una procesión de elefantes avanzan a Babile. Rimbaud dice: buen negocio, buen negocio en marfil. ¡En marcha camelleros, en marcha, grita desesperado!, ¡ah, los pulmones abrazan, rugen las sienes!, ¡la noche rueda en mis ojos con este sol! La luna sale sonando sus pulseras y la desdicha abre sus párpados. Rimbaud dormita sobre el camello con un rifle entre sus manos y su sombra le apunta a la cabeza desde la aún ardiente arena del desierto nocturno.

MALDITOS CONTRA BONITOS

Qué bueno que te fuiste Arthur Rimbaud burlando a todos tus contrincantes. Pájaros suplan, pues, faltas de gentes que son poetas curados en salud.

Whitman, Cavafis, Rilke, y un alud de bellos jugadores delirantes. Varias figuras, rostros y semblantes, corren tras de ti, Baudelaire y Artaud.

Pero lo malo es que todo esto viene a dar en un fracaso irremediable como el amor si el tiempo lo detiene,

fallar un gol es más que despreciable; Rimbaud corrió como loco hasta la meta, falló: no era futbolista, era poeta.

This article is from: