SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 489 /// 9 DE AGOSTO DE 2021 /// AÑO 11
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Alfonso López Monreal, Manuel Denna, Susana Salinas y Juan Carlos Villegas en la exposición “Coincidencias”.
Para celebrar los 30 años de La Bodeguilla Zacatecas el pasado 6 de agosto fue inaugurada la exposición colectiva “Coincidencias”. Participan Adrián Ruiz Esparza, Alberto Ordaz, Ale Celis, Alejandro Ortega, Alfonso López Monreal, Diego Montoya, Eduardo Román “Torque” [+], Federico Martínez, Flor Castañeda, Gustavo Rivas, Gustavo Villagrana, Homero Gutiérrez, Humberto Valdez, Iván de la Torre, Iván Leaños, Jair Trejo, Javier Cortez, Jorge Rivera, Juan Carlos Basabe, Juan Carlos Villegas, Luciana Penjak, Manuel Denna, Omar Lemus, Rafael Ordóñez, Roberto Sandoval, Rossalina López, Sara Goaer, Susana Salinas y Víctor Ramírez.
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LA GUALDRA NO. 489 /// 9 DE AGOSTO DE 2021 /// AÑO 11
La Gualdra No. 489
Editorial La primera vez que entré a ese lugar era yo estudiante y vivía -por segunda ocasión- en el centro histórico. De eso hace ya 30 años. Era, permítaseme el tono nostálgico, un Zacatecas muy diferente, mucho más tranquilo, menos iluminado, mucho menos bullicioso como el de hoy, pero igual de hermoso. Las calles se quedaban quietas la caer la noche, apenas aluzadas por farolitos melancólicos como de los que hablaba Agustín, de esos que alumbran apenas la “calle desierta”. En aquellos años, a las 8 de la noche, si acaso estaban abiertos La Acrópolis, el ZAZ, El Arcano, otro bar que estaba justo en frente en la Av. Hidalgo, el bar del Posada de la Moneda... y La Bodeguilla. Fuera de eso había muy pocos lugares que ofrecieran comida, café, cerveza o una copa de vino. Luego, ya sabe, el centro se llenó de negocios, pero de esa época solo sobreviven dos de los mencionados. Hoy hablamos de La Bodeguilla porque este mes celebra su 30 aniversario; es un lugar localizado en el corazón de la ciudad, muy cercano al ex templo de San Agustín, en el callejón que del templo tomó el nombre y que antes de que Lolita y el Güero decidieran convertirlo en lo que es, fuera una tienda de máquinas para coser -La Singer-. Para celebrar estos primeros 30 años, se inauguró la exposición “Coincidencias” en la que participaron varios artistas, todos asiduos comensales: Adrián Ruiz Esparza, Alberto Ordaz, Ale Celis, Alejandro Ortega, Alfonso López Monreal, Diego Montoya, Eduardo Román “Torque” [+], Federico Martínez, Flor Castañeda, Gustavo Rivas, Gustavo Villagrana, Homero Gutiérrez, Humberto Valdez, Iván de la Torre, Iván Leaños, Jair Trejo, Javier Cortez, Jorge Rivera, Juan Carlos Basabe, Juan Carlos Villegas, Luciana Penjak, Manuel Denna, Omar Lemus, Rafael Ordóñez, Roberto Sandoval, Rossalina López, Sara Goaer, Susana Salinas y Víctor Ramírez. El título de la exposición organizada por Jorge García El Pollo, para celebrar a La Bode, me parece más que atinado porque justamente es un lugar en el que muchos hemos coincidido, nos hemos encontrado... recuerdo ahora a aquellas personas que originalmente nos atendían, los primeros que estuvieron detrás de la barra y en frente de ella: a un señor muy parecido a don
Quijote -y a quien le decíamos así-, a Lucy, a Chuy, a Pepe y al buen Polo. Ese señor, don Quijote zacatecano, era un buen lector y solía conversar sobre libros a la menor oportunidad, sobre todo con el pianista Oscar Tarragó, que quien mientras vivió en Zacatecas todas las tardes ocupaba su lugar al inicio de la barra en donde comía, bebía, leía y fumaba que daba gusto -en aquel momento todavía se podía-; Chuy era el serio, “el encargado”, platicaba poco; Lucy solo iba los fines de semana, amable siempre; Pepe era el parlanchín del equipo; y Polo era el orden, la seriedad y la amabilidad andando (falleció hace unos años, tiempo después de que dejó de trabajar ahí). Luego, el equipo cambió y desde la meritita Huasteca llegó El Pollo a comandar este espacio que hoy está de celebración y en el que, desde hace años, con una amabilidad y calidez sin igual, nos atienden también Chilo y Dany, a veces con el auxilio de Chava, Fer y de Christian. Pero ¿por qué hablamos de La Bode en La Gualdra? Porque ahí siguen coincidiendo no solo los artistas mencionados, también es un espacio frecuentado por académicos, universitarios, deportistas, periodistas, músicos y personas enamoradas de Zacatecas -muchos de ellos colaboradores gualdreños- que encuentran ahí un buen sitio para convivir y dialogar con los otros; bueno, hasta avances de tesis doctorales se comentan ahí... En La Bodeguilla se puede conversar y eso es algo que no en todos lados se da. Además, sus tapas, la tortilla española y las torradas son sensacionales -extraño las empanadas-. A causa de la pandemia, algunos hemos dejado de asistir con la frecuencia “de antes”, pero siempre es un gusto pasar y ver que la vida sigue, que las conversaciones continúan, que los lectores permanecen y que sus muros siempre estarán revestidos con arte. Desde aquí hacemos una invitación a que visiten la exposición de aniversario; enviamos nuestra felicitación a la familia García Guerrero y a todos quienes forman parte de este equipo que ha trabajado mucho para que este lugar permanezca. Larga vida a La Bodeguilla. Que disfrute su lectura.
Contenido La abolición de la esclavitud y los afrodescendientes [Primera parte] Por Georgina Indira Quiñones Flores
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Mujer en papel Rita Macedo, el lugar que ella soñó Por Mauricio Flores
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La marginación empoderada en El actor principal de Paula Markovitch (2019) Por Inela Selimovic
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Adobe y desembarco III Por Mariana Flores
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El sentido de pertenencia en dos películas animadas: Luca y The Mitchells vs. The Machines Por Adolfo Nuñez J.
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Respuestas Por Pilar Alba
Lo propio del capitán Ahab Por Guillermo Nemirovsky
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Directorio
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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La abolición de la esclavitud y los afrodescendientes [Primera parte] 6 Por Georgina Indira
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l año de 1808 fue fundamental para la monarquía española ya que entró en una profunda crisis política que derivaría en la separación e independencia de sus colonias de ultramar. Dos años más tarde, el 16 de septiembre de 1810, el cura Miguel Hidalgo hizo un llamado a la población para levantarse en armas ante la ausencia del monarca hispano y la usurpación francesa. Tradicionalmente, la imagen que predomina de este acontecimiento esencial en la historia de México es el de un movimiento popular que aglutinaba principalmente a indios y mestizos, por lo que resulta válida la pregunta sobre qué sucedió con la población afrodescendiente en el movimiento de independencia de México. Existe un vacío sobre lo que ocurrió con esta población durante y después de este movimiento independentista. Se sabe que los esclavos fueron un sostén económico importante en los siglos coloniales, que contribuyeron con su cultura, creencias y trabajo para forjar el ser novohispano. No obstante, esta población enfrentó una progresiva invisibilización en la transición al siglo XIX, aunque es conocido que héroes patrios como Vicente Guerrero y el mismo José María Morelos eran descendientes de africanos que tuvieron un papel destacado en el movimiento emancipador. María Elisa Velázquez sostiene que hubo un proceso de negación del reconocimiento negro y mulato en la formación del ser mexicano, se invisibilizó su presencia después de la lucha armada. Aunque continuaron desempeñándose en diversos sectores económicos, pero el racismo del siglo XIX los negó y se exaltó el mestizaje del indio y el español para construir el imaginario del naciente estado-nación. Las ideas racistas del siglo XIX negaron toda participación e importancia de la población africana y afrodescendiente en la construcción del país. Además, se privilegió la idea de que los negros eran una “raza” portadora de vicios, indeseables y opuestas al progreso. Se sostuvo la idea del mestizaje del indígena con el español y, de este modo, se condenó al “negro” al silencio y a su desaparición, incluso, de la historiografía. La crisis política producida por la abdicación de Fernando VII ocasionó que en América se debatiera la soberanía y se formaran juntas de gobierno, que en un principio pretendían salvaguardar los derechos del monarca, pero que abrió las puertas al sentimiento independentista o de autogobierno que los criollos ya no quisieron abandonar. En estos términos, varios autores han apuntado que los movimientos independentistas y autonomistas que se observaron a lo largo de Hispanoamérica eran de carácter oligárquico, muy lejos de la cuestión social. Por ello, la discusión sobre la esclavitud quedó relegada a un segundo término. Además, tanto los peninsulares como los
/// Abolición de la esclavitud (detalle), José Chávez Morado, 1955, fresco, INAH-Museo Regional de Guanajuato, Alhóndiga de Granaditas. Lugares INAH.
/// Miguel Hidalgo y Costilla, J. M. García Pinto, 1830, óleo sobre tela, INAHMuseo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec. Mediateca INAH.
/// Morelos, E. Revueltas, Siglo XX, óleo sobre tela, INAH- Museo y Archivo Histórico Casa de Morelos. Mediateca INAH.
/// Vicente Guerrero, Anacleto Escutia, 1850, óleo sobre tela, INAH-Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec. Mediateca INAH.
criollos eran dueños de esclavos y se beneficiaban con la trata negrera, por lo que las ideas de libertad e igualdad que se enarbolaban desde la Revolución Francesa chocaban con sus intereses económicos, de este modo el tema social resultaba espinoso y difícil de compaginar con los cambios que se estaban suscitando en Europa y América. A ello había que agregar el temor que se generó por la revolución social producida en Haití en 1791; los esclavos de la isla dieron el ejemplo de la libertad, lo que provocó temor de que otros esclavos emularan estas acciones. Para René Villaboy, algunas juntas y los grupos de poder criollo, prohibieron la trata negrera, pero no la esclavitud, porque la abolición de la esclavitud implicaba transgredir otro derecho, el de la propiedad. En las primeros constituciones se hablaba de la liber-
tad e igualdad de todos los hombres, pero también se consagraba la propiedad privada, así se eludía el tema de la esclavitud. En algunas regiones de América se crearon fondos para indemnizar a los amos por la pérdida de sus esclavos o, en su caso, se pretendía un proceso gradual de la abolición de la esclavitud con los decretos de libertad de vientres. En México, ¿cómo se enfrentó esta disyuntiva de la propiedad y la esclavitud? Miguel Hidalgo, el iniciador de la lucha emancipatoria, decretó la prohibición de la esclavitud el 19 de octubre de 1810 en Valladolid. Después emitió otros dos bandos desde Guadalajara, el 29 de noviembre y el 6 de diciembre del mismo año para insistir en la puesta en libertad de los esclavos. Lo anterior se ha interpretado como un fuerte componente de lucha social en su movi-
miento político. Otros más han sostenido que fue un acto caritativo de Hidalgo, que fue una manera de afectar a los españoles, dueños de esclavos, fue una tendencia de la época que empujaba el capitalismo y que el sistema esclavo estaba resultando anacrónico, las concepciones políticas después de la Revolución Francesa, los derechos universales del hombre, lo que incluía también a los esclavos. A diferencia de otras regiones, Hidalgo no indemnizó a los dueños de esclavos, por el contrario, estableció embargo de bienes para quien no acatara el decreto de libertad, incluyendo a los notarios que no extendieran las escrituras de libertad. *Profesora Investigadora adscrita a la Licenciatura en Historia, UAZ.
Ollin: Memoria en Movimiento
Quiñones Flores*
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LA GUALDRA NO. 489
Op. Cit.
Mujer en papel
Rita Macedo, el lugar que ella soñó 6 Por Mauricio Flores*
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o es sencillo adentrarse en la intimidad de los demás. Eso de ocupar espacios y momentos ajenos a nosotros, cuesta. Un poco menos cuando la persona en exposición, la otra, puede considerarse cercana. Alguien querido, por ejemplo. O cuando quien se sincera, deja de lado todas las máscaras, es alguien a quien ubicamos en el espacio público, referente de otra latitud que al entregársenos se torna privado. Íntimo. Revelación que al tiempo que nos sonroja nos pone al alcance oportunidades de espiritualidad y empatía. En tales linderos podríamos leer Mujer en papel (Memorias inconclusas de Rita Macedo. Recopilación y edición de Cecilia Fuentes), que a dos años de circular en librerías tiene ya cuatro ediciones, y fue ganador del Mejor Libro del Año 2020. El libro, editado por Trilce, recupera el gran número de escritos que la actriz (19251993) produjera, mediante el trabajo de varios años de su hija Cecilia (su padre el escritor Carlos Fuentes) y la incorporación de materiales gráficos, valiosísimos en ambos
casos para la conformación del (auto) perfil de la protagonista central, Rita Macedo. Sería a partir de la muerte del autor de La región más transparente que Cecilia decidiera “darle el lugar que ella soñó: tanto a su persona como a sus vivencias”. De modo que Mujer en papel pone en escena la vida de Rita Macedo a partir de su personalísima auto representación. “Mamá fue una mujer extremadamente intensa e insegura que proyectaba ser fuerte, agresiva y grosera”, escribe Cecilia. “La verdad, lo que tenía era miedo. Miedo a la soledad, a la humillación, a que la hicieran sentir tonta. Era perro que ladraba y mordía para evitar ser dañada. Pero su integridad era inigualable. Su profesionalismo también. Al grado de que, una vez metida en personaje, lo cargaba en mente, cuerpo y alma veinticuatro horas al día. Los demás éramos los simples coprotagonistas de su historia”. Nacida en el mismo año que Rosario Castellanos, Celia Cruz y Margaret Thatcher, lo anota ella misma, Rita Macedo vivió el México de la época de oro cinematográfica, y al tiempo que compartió escena con “los grandes” fue dirigida también por cineastas de la importancia de Luis Buñuel y el Indio Fernández. “Gané concursos de belleza e intenté hacerme de un nombre en Hollywood”.
En prosa directa y cuidada, detalla y teje sus vivencias profesionales y personales sin aparente limitación o censura. “Fui esposa frustrada y madre desconsiderada, esposa enamorada y madre cariñosa, mujer liberal y mujer abandonada. Reinventé el teatro en México y colaboré en la realización de algunas de las telenovelas juveniles más populares de nuestro país”. “Me comporté como fiera agresiva ante personalidades intocables, e hice fortuna recibiendo de amantes adinerados”, leemos. “Viví en más países y ciudades de los que puedo recordar y me codeé con los intelectuales más destacados del mundo de entonces y de ahora. Viví una infancia miserable, y me fui de este mundo bajo mis términos. Como todo lo que hice siempre. Esta soy yo, Rita o Conchita, como gusten”. Una mujer, un país Conforme avanza la lectura de las casi cuatrocientas páginas de Mujer en papel, se descubren no solo los interiores emocionales de la auto biografiada sino los años del México político, social y artístico de cinco décadas. Por supuesto que muchos detalles de su vida al lado de Carlos Fuentes quien, tras un primer encuentro, le regalará a Rita Macedo “una copia mecanografiada del libro que le iban a publicar”.
Poco más delante de ese 1958, detalla el relato, “Carlos me dio una gran sorpresa. Después de felicitarme (la actriz acababa de estrenar la obra Mesas separadas), me hizo cerrar los ojos mientras colocaba algo sobre mis manos. Era el volumen ya impreso de La región más transparente. En la primera página estaba impresa la dedicatoria: A Rita”. Mujer en papel, profusamente ilustrado, es también un libro de semblanzas, las que a vuelo de pluma en mano pergeñó a lo largo de su vida la actriz, sin mayor pretensión que plasmar la experiencia de sentir y mirar. Así es que perfila con exactitud a Luis Buñuel: “El Viejo. Así lo llamaban sus amigos de México, mucho antes de que realmente lo fuera. Era el título honorario otorgado a un hombre maravilloso que influyó en mí como ningún otro. Uno de esos sabios respetados en tiempos más sensatos. Un genio con la alegría y la malicia de un chamaco de seis años, a quien lo que más le gustaba era encontrar oportunidades para juguetear y reír”. Final La mañana del 6 de diciembre de 1993, Rita Macedo visitó a su hijo Luis de Llano en su oficina, le dijo que estaba ahí para despedirse. Horas más tarde, se quitó la vida. Dejó escritas sus memorias las cuales no concluyó, y ahora, veinte años después, se publican tras el ordenamiento y revisión de Cecilia Fuentes Macedo. Con ellas se publican cartas y dibujos entrañables del escritor Carlos Fuentes enviados a su hija desde el punto del planeta donde se encontrara. Los textos hablan de una Rita Macedo que va de su paso por diversos internados, la ausencia de su padre y una compleja vida marital, desde sus primeras rupturas con el productor Luis de Llano, con quien tuvo a sus hijos Luis de Llano Macedo y la exitosa actriz y cantante Julissa, hasta su intensa relación con Carlos Fuentes, padre de su tercera hija, Cecilia. Mujer en papel, memorias que como advierten los editores han causado “revuelo”, y que al terminarlas el lector sentirá haber estado muy cerca de las pasiones de su autora. 000 Mujer en papel (Memorias inconclusas de Rita Macedo. Recopilación y edición de Cecilia Fuentes), Trilce, México, 2021, 388 pp. * @mauflos
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9 DE AGOSTO DE 2021
6 Por Inela Selimovic*
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a crisis pandémica del COVID-19 ha demorado significativamente la circulación El actor principal de Paula Markovitch en festivales internacionales justo después de su producción en 2019. En el mes de agosto de 2021, sin embargo, El actor principal se presentará en el prestigioso festival de cine internacional Nowe Horyzonty en Polonia. La originalidad del filme no se halla solamente en la naturaleza del encuentro fortuito entre los personajes principales de México y Kosovo, sino también en la sutil crítica sobre los espacios físicos y socioculturales que ellos enfrentan. Rodado, en parte, en las alfombras rojas de la Berlinale en 2017, El actor principal es el tercer largometraje de Markovitch donde notamos la influencia estético-filosófica, en grados diferentes, de Ingmar Bergman, Jim Jarmusch, Mike Leigh, Wong Kar-wai y JeanPaul Sartre. El actor principal se diferencia estéticamente de las películas anteriores de Markovitch —Música de ambulancia (2009), Ayotzinapa 26 (2016), El premio (2011) y Cuadros en la oscuridad (2018)— principalmente por la hibridez de su puesta en escena que oscila entre la realidad vivida (la Berlinale del 2017) y la imaginada (las capas ficticias del argumento central). Situado en la plena Berlinale en 2017, El actor principal traza las andanzas de Luis (Marcelo Cerón), un actor mexicano no profesional, esencial en Espejos, una película fijada en el programa de la Berlinale, y plasma el tema de (no) pertenecer a nivel cultural, profesional y estético. Markovitch plantea este argumento a dos niveles intercalados. Por un lado, la directora se enfoca en un encuentro lingüística y culturalmente singular y fragmentado que elegantemente genera el desconcierto interpersonal entre los protagonistas, Azra de Kosovo (Vjollca Bajraj) y Luis de México. La inhabilidad de hablar el idioma común produce la necesidad entre los dos de tomar voz a través de lo emocional. Las expresiones emocionales (canalizadas por sus miradas, gestos, silencios, pensamientos medio expresados e inclusive bailados) se yuxtaponen con pocas palabras compartidas en inglés (y algunas en español y albanés), por lo tanto, los separan, confunden, intrigan pero también unen. Este tipo de intersubjetividad además expone ciertas implicaciones políticas hacia el contexto económico mexicano (la economía informal) y sobre la guerra de Kosovo (1998-1999). En El actor principal, sin embargo, las emociones —abiertamente compartidas, algo expuestas o simplemente desbordantes— sirven de pilares comu-
/// Paula Markovitch, directora de El actor principal.
nicativos que aclaran y confunden a la vez. La planteada ambigüedad nos obliga pensar en las implicaciones de la película más que en su trama. Este tipo de comunicación, cuya base se debe a los esfuerzos interactivos emocionales de gran ambigüedad, fortalece una intersubjetividad de contradicciones que repetidamente tienen sentido. El microcosmo de gran peculiaridad intersubjetiva en el sótano del hotel berlinés, por otro lado, imaginativamente fortifica un sutil interrogatorio sobre las expectativas en cuanto a la temática latinoamericana en el contexto de festivales internacionales. Según Markovitch, “Los festivales internacionales en su selección encarnan en general una mirada condescendiente del mundo latinoamericano. Los personajes no parecen tener características propias sino que solo están definidos por sus circunstancias. Los personajes ‘son su problema’”. La directora trata de no únicamente exponer dicha estrechez temática sino la mina a través del encuentro lingüísticamente singular entre Luis y Azra, cuyos pasados personales y políticos tampoco carecen de desafíos, marginaciones y victimizaciones. Para aclarar: la marginación física de Luis, sus escapes primero a la lavandería del hotel donde conoce a Azra y luego a las calles de Berlín, emblemáticamente alude a otros tipos de marginación políticocultural (étnico, racial, social) en un lugar europeo hacia los inmigrantes de países en vías de desarrollo. Al mirar El actor principal,
uno quizás piense en las olas migratorias recientes a través del continente europeo o tal vez la posición multifacética de estar desplazado sin privilegios. El breve contacto de Luis con Azra, una inmigrante de Kosovo y trabajadora del hotel, arroja luz sobre ciertos destellos de pertenecer a una de las categorías como las de refugiados, desplazados, disidentes políticos, sobrevivientes de guerras o de violencia política. Las marginación en dichas categorías es raras veces unidimensional. Markovitch tampoco refuta la existencia de realidades precarias de las cuales ciertas comunidades latinoamericanas innega-
blemente padecen. De hecho, la directora insinúa algunas de ellas en sus películas anteriores (el retorno crítico al terror de estado argentino [1976-1983] en El premio; o las complejidades socio-culturales en los espacios de villas miseria, en Cuadros en la oscuridad) entre otros ejemplos. En la última película, el trasfondo de Luis, quien es un ladrón carismático de espejos evoca la inevitable precariedad de la economía informal contemporánea mexicana. Los detalles de su pasado (los robos de Luis), sin embargo, no surgen para victimizarlo en El actor principal, sino más bien para subrayar su resiliencia, su fuerza personal, su libre albedrío y su imaginación. El trasfondo de Luis en gran parte inspira el argumento de Espejos y su rol del actor principal en ella. Los personajes en El actor principal, por lo tanto, insistentemente desafían las fáciles—o absolutistas—categorizaciones en cuanto a sus desempeños sociales o profesionales. Markovitch logra este tipo de crítica a través del protagonista sutilmente desafiante al exhibir su libre albedrío singular en un lugar de ciertas normativas que le resultan o poco familiares o poco interesantes. Además, lo no dicho o medio expresado en la película no queda silenciado, sino reverbera a nivel emocional con el potencial desafiante entre los protagonistas mientras que la poca presencia de Luis en la alfombra roja del festival (verdadero y ficticio) intensifica la importancia de Espejos, su director y las repercusiones por la ausencia del actor principal. En última instancia, la ausencia rebelde de Luis subraya su vitalidad. Las prácticas agenciales, la dignidad y las provocaciones de los personajes una y otra vez se presentan de maneras sutiles en El actor principal. Dado que lo paradójico es el eje principal del desarrollo argumentativo de la película, no sorprende que esta conciba una marginación no fija, casi porosa, una marginación que tampoco carezca del poder. Al trazar las interacciones del personaje principal en El actor principal durante su (no) participación en el festival europeo de gran prestigio, la película parece insistir en una marginación empoderada. * Inela Selimovic enseña en Wellesley College en Boston, EEUU. Selimovic ha publicado trabajos académicos en Revista Hispánica Moderna, Journal of Latin American Cultural Studies, Confluencia, Chasqui y Bulletin of Hispanic Studies. Es autora de Affective Moments in the Films of Martel, Carri, and Puenzo (2018) y co-editora de The Feeling Child: Affect and Politics in Latin American Literature and Film (2018) e Inusuales: hogar, sexualidad y política en el cine hispano (2020).
Cine
La marginación empoderada en El actor principal de Paula Markovitch (2019)
Río de Palabras
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Adobe y desembarco III
6 Por Mariana Flores*
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uando era pequeña, cuatro años, iba mucho al cine. Me llevaban casi cada miércoles o sábado. Cine Continental. Hoy es un supermercado. Recuerdo que mi madre me tomaba de la mano mientras que yo, con la otra, entregaba mi boleto a un viejito uniformado y sonriente. Partía el boleto por la mitad y lo depositaba en una urna gigante y transparente. Ese viejito era mi abuelo Carlos, quien llevaba poco más de treinta años como parte del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica. Carlos rolaba por los cines de la ciudad recibiendo los boletos y haciendo limpieza en los baños y en las salas del Cine Bella Época, del Continental, del Reforma y el Palacio Chino… Imagino lo que sería, tal y como lo contaba mi abuelo, que las personas llegaran a las salas de cine con ollas de frijoles, pollos rostizados, tortas, muéganos y gaznates para disfrutar de la permanencia voluntaria. Tanto contraste con que hoy no puedes ni soñar con nada ajeno a la dulcería. Carlos debía limpiar todo luego de la permanencia voluntaria, de las ollas y los gaznates. Contaba mi abuela que a veces, luego de su jornada laboral, llegaba a casa con alhajas que encontraba tiradas en el piso. Hasta un anillo de brillantes le tocó... Una de las prestaciones del Sindicato eran los boletos que conseguían para los empleados como Carlos, dándoles acceso a las galas y premieres. Él invitaba a Concepción y a sus hermanas para que le acompañaran a echar ojos de cerquita a La Doña, al Indio Fernández, a Dolores del Río y al Flaco de Oro, Agustín Lara. Elegancia. Recuerdo hoy a mi abuelo Carlos porque he caído en la cuenta de que tengo más de un año de no ir al cine. No sé que pensaría él de que los cines cerraron. O qué diría de las grandes cadenas, de la homogeneización de sus salas, del ocaso de los sindicatos. Y pensar que, apenitas, alcancé a nacer en el hospital del Sindicato del que mi abuelo era orgulloso miembro. A veces paso por ese edificio y todavía conserva el recubrimiento de mosaico color salmón. No es más un hospital del sindicato, es ahora privado, de esos donde te cobran hasta la risa o el llanto. Carlos, con su salario mínimo por limpiar los cines y recoger los boletos, más las horas extras que siempre buscaba sumar, construyó una vida junto con Concepción. Tuvieron dos hijos, les dieron educación y enfrentaron las vicisitudes de lo cotidiano, no de manera holgada pero sí de forma digna. Las necesidades fundamentales estaban cubiertas, casa, comida, educación y uno que otro lujillo. Mucho de esto se debió a que ambos trabajaron en equipo desde el comienzo. Concepción, entró al quite con los gastos desde que eran novios, con su reparadora de medias. Hasta el día que las medias dejaron de ser artículos de lujo y se conseguían ya desechables en los mercados. Se perdió la elegancia, decía mi abuela, y tuvo que cerrarla. Concepción cerró para siempre la cortina de su negocio, pero se abrió otras puertas, se puso
/// Mariana Flores. Cine.
viva y puso una tienda de abarrotes. Luego, ya con dos hijos, y mientras Carlos trabajaba de lunes a domingo, ella se iba a San Diego por fayuca: pistolas secadoras de cabello, aparatos de sonido, ropa, cremas, pijamas… El vestido de los quince años de mi mamá fue la sensación porque era del gabacho, al igual que un mini tocadiscos donde reproducía a Los Beatles a todo volumen en la fiesta. Un día la migra interceptó el camión donde mi abuela viajaba, la bajaron, la inspeccionaron y le quitaron toda la mercancía. Ya no volvió mas “al otro lado”, pero continuó con la vendimia. Desde que recuerdo siempre vi a mi abuela vender cosas, perfumes, cosméticos por catálogo, yogurt artesanal… y unos ositos miniatura de terciopelo que carga-
ban unos globos, que a la fecha no he vuelto a ver en otro lado. Desde la experiencia de este encierro pandémico, pienso en la certidumbre que ambos lograron para sí mismos y para su familia. Lo comparo con hoy, donde planear lo mínimo a largo plazo es para muchos un lujo. Privilegio. Carlos y Concepción planearon cómo vivir. Él planeó trabajar toda su vida en un mismo lugar, tener a sus hijos y hasta a sus nietas en un hospital producto de la seguridad social con la que contaba. Mi abuela pudo auto-emplearse. No dejes que se te cierre el mundo, su frase de cabecera. Arriesgar. Hoy veo lo estrecho que es el mundo ante la incertidumbre, ante la predominante incapacidad de sostener un plan de vida durade-
ro. Sobrevivimos en trabajos sin prestaciones, en el anochecer sindical, con tanto miedo a enfermar como su resultante quiebra, apañando chamba tras chamba… Escribir este tríptico de memorias, de adobe y desembarco me ha permitido valorar la capacidad de planear y de poder definir una trayectoria de vida. Y agradecer a la memoria de los nuestros, que como una vela izada nos recuerdan que cada tiempo tiene su pizca de incertidumbre, al mismo tiempo que sus posibilidades de ser tierra firme. *@LaMayaFlores Dra. en Ciencias Políticas y Sociales. Escritora y profesora.
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El sentido de pertenencia en dos películas animadas: Luca y The Mitchells vs. The Machines 6 Por Adolfo Nuñez J.
Cine
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n la época actual, la inclusión se ha vuelto una característica distintiva del cine hollywoodense; es cada vez más común ver películas producidas por grandes estudios que tienen personajes de todos los géneros, orientaciones sexuales, razas, identidades de género, etc. Históricamente, el cine hollywoodense siempre ha mostrado una visión occidental de la realidad, con parámetros muy definidos y hasta hace poco cuestionados. En ese sentido, es de celebrar que existan realizadores con la oportunidad de contar historias diferentes que logren funcionar como nuevas y poco conocidas visiones del mundo. Esta ventana hacia un cine más diverso ha encontrado dificultades, en un sector del público que insiste en señalar una “inclusión forzada” dentro de la industria fílmica, pero también en los mismos estudios de cine, que en algunos casos buscan aprovecharse y abanderan la causa de alguna minoría únicamente con fines publicitarios. Es así como en ocasiones el marketing de los grandes estudios se enfoca en la presencia de determinada minoría dentro de una película, más que en la calidad de la película en sí. La representación en el cine importa, pero también es sustancial que las historias que se están contando sean realizadas con genuina honestidad. Como tal, destacan dos películas animadas recientes, producidas por estudios grandes, y que brillan no solo por su técnica notable, también por el sentido de pertenencia que se encuentra presente dentro de sus historias. Por un lado se encuentra Luca (2021), la más reciente producción de Pixar, debut en cine del director Enrico
Casarosa, que narra la historia de Luca (Jacob Tremblay) y Alberto (Jack Dylan Grazer) dos niños que en realidad son criaturas marinas y que habitan en el ficticio pueblo de Portorosso, en la Riviera italiana durante la década de los 60. Ambos personajes ocultan su verdadera identidad al mundo real, al mismo tiempo que hacen amistad con la extrovertida Giulia (Emma Berman). Evocando por momentos al cine de Hayao Miyazaki, al final la película resulta ser un entretenido y muy emotivo retrato sobre la madurez emocional, la amistad y la tolerancia hacia uno mismo y hacia los demás. The Mitchells vs. The Machines
(2021) es la nueva película de Sony Animation, el estudio detrás de la excepcional Spider-Man: Into the SpiderVerse (2018). La cinta sigue la historia de Katie (Abbi Jacobson) una peculiar aspirante a cineasta que tiene una conflictiva relación con su padre, Rick (Danny Mcbride), razón por la que ambos realizan un viaje por carretera junto a la madre, Linda (Maya Rudolph) y el hermano menor, Aaron (Michael Rianda). Este viaje será interrumpido por la insurrección de las máquinas, que amenaza a toda la humanidad. Dirigido por el también debutante Michael Rianda, el filme está repleto de infinidad de referencias a la cultura
6 Por Pilar Alba
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uando seas mayor entenderás todas esas cosas, así que ya no preguntes, guarda silencio. Así le dijeron y se quedó callada esperando que las respuestas a todo aquello que ignoraba fueran llegando poco a poco. Pero no fue así. Llegaron por el contrario más preguntas. Así creció sin saber si el sol se iba a alumbrar a otro planeta cuando desaparecía y venía la luna, ni la cantidad exacta de las estrellas, ni de los litros del agua que tenía el mar. De igual manera siguió ignorando por qué su cuerpo cambiaba y tenía cada mes un sangrado que le ocasionaba dolores
debajo de la panza. No supo por qué los hombres la buscaban y querían de ella solo su cuerpo y pocas veces la escuchaban, mucho menos le proveían las respuestas que tanto buscaba. Así, callada, sin volver a preguntar nada siguió sin entender hasta el día en que dejó de sangrar, hasta que un hombre subió sobre su cuerpo y abrió su carne como una daga. No preguntó cuando tuvo que dejar su casa para irse a vivir con él, quien le regaló un anillo, un vestido blanco y una mirada que casi la mataba cuando se atrevía a decir algo. Cuando preguntó a su madre sobre el abultamiento en su cuerpo, le dio la única respuesta que recibió en su vida: Vas a tener una criatura; le respondió lacónica. Entonces la vida le fue dando respuestas, pero no precisamente a las preguntas que ella esperaba.
Río de Palabras
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popular, al mismo tiempo que aborda con enorme ingenio y sensibilidad temas como los peligros de la tecnología y la importancia de la familia en la búsqueda de una identidad. Gracias al talento y a la sutileza de sus realizadores, en ambas producciones se pueden encontrar lecturas que se relacionan con la lucha de diferentes grupos de minorías, que desean ser aceptados tal y como son por la sociedad actual. Con un alcance universal, este tipo de historias es la prueba creativa de que el mundo que habitamos no se limita a una sola experiencia, es un lugar vasto y para sorpresa de algunos, también es diverso.
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LA GUALDRA NO. 489 // 9 DE AGOSTO DE 2021
Lo propio del capitán Ahab 6 Por Guillermo
Elucubraciones
Nemirovsky*
H
ace muchos lustros, cuando yo todavía era un ser sensible, se me dio por pensar en las ballenas mientras caminaba por una avenida vacía del barrio de Tolbiac. Las imaginé retozando despreocupadamente en las aguas frías del océano, sin más obligaciones que las de jugar concienzudamente en estado de ingravidez, educar y cuidar a las crías, alimentarse y protegerse unas a otras. Acto seguido, comparé a esta plácida rutina (idealizada, claro está) con las sociedades engendradas por “el ser más inteligente” de la Tierra, y sentí vergüenza y rabia. Recuerdo que luché contra la melancolía. ¿En qué momento de la Evolución nos habíamos equivocado de camino? ¿Era inevitable desplegar, a lo largo de nuestra historia, tanta violencia, tantos modos de opresión? ¿Por qué no nos había sido posible constituir grupos humanos desprovistos de las maldades que nos caracterizan, si de verdad éramos tan inteligentes? No habíamos sido prácticamente capaces de crear relaciones sociales, ni incluso amorosas, fuera del sometimiento, ni economías viables sin explotarnos unos a otros, y sin mermar metódicamente las esperanzas de nuestros semejantes. Pero éramos la “especie superior”, la única con miramientos morales, y ello nos confería el poder de disponer de la vida de cualquier criatura existente. En realidad, poco o nada sabía yo sobre las ballenas, más allá de su etimología (del griego “phálainas”, derivado de un radical indoeuropeo que significaba algo así como “cosa hinchada”, y que también dio origen al vocablo “falo”). El único cetáceo con el que había interactuado, y es mucho decir, era Moby Dick. Leí, de niño, la novela de Herman Melville y, obviamente, pasé por alto muchos aspectos de la obra, entregándome más que nada a su dimensión aventurera, supongo que influenciado por mis lecturas de Emilio Salgari. La historia me impactó poderosamente, pero no tanto por la ferocidad del animal sino por la del capitán Ahab. Yo no podía entender que un ser humano, por ende “racional”, buscara vengarse de un animal que actuaba solo por instinto de supervivencia. Me parecía un comportamiento, justamente, irracional y rayano con la locura. Pero bueno, éramos superiores. La tradición filosófica establece un hiato entre el ser humano (me resisto a decir “el Hombre”) y el animal, por diversos motivos (quizás el más noble sea el hacer emerger y asentar la responsabilidad que tenemos para con ellos), y aún hoy mucha gente se
/// Penny Patterson le enseñó a la gorila Koko la lengua de signos, gracias a la cual las dos primates se comunicaban con frases complejas.
siente ofendida cuando se le recuerda la evidencia de nuestra animalidad. Muchos pensadores, de Aristóteles a Cicerón, de Rabelais a Alain, se abocaron a la tarea de separarnos del reino animal mediante sentidos aforismos que pretenden definir “lo propio del Hombre”. La razón, el bipedismo, la moral, la fabricación de herramientas, la risa, el arte, la cultura, el lenguaje, eran los salvavidas que nos mantenían a flote en el mar de la animalidad. El bipedismo parecería ser un criterio a priori pertinente, pero no resiste a la observación de la naturaleza: cualquier gallina sin mérito también es bípeda, por lo que Sócrates definió al ser humano como un “bípedo implume”. Cuando Platón se lo explicó a Diógenes, el genial pordiosero, este tomó un pollo, lo desplumó, y declaró: “hete aquí un hombre”. La razón y la inteligencia parecen, a primera vista, criterios muy adecuados, pero las investigaciones sobre las facultades cognitivas de diferentes especies revelan disposiciones mentales asombrosas en pulpos, primates, cuervos de Caledonia y demás elefantes. En algunas tareas, muchas de ellas ostentan mejores resultados que los del ser humano de corta edad, en cuanto a la resolución de problemas; y que el humano adulto, en términos de destreza y de memoria inmediata. Obviamente, el uso de la razón por el ser humano va más allá de lo que se observa en el resto del reino animal, salvo que uno sea un sucedáneo del capitán Ahab, por ejemplo. Pero elevarnos por encima de las demás especies alegando nuestras dotes intelectuales, es como si un concursante eligiera su propio perfil como criterio absoluto del certamen, o como si Stalin proclamara que el mejor dirigente ha de ser el más bigotudo. Si la palabra articulada es privativa del ser humano, con la salvedad
de algunas aves parlanchinas que poseen el habla pero no la lengua, que reproducen el significante sin acceder al significado, el lenguaje (la facultad de comunicar) es una realidad extremadamente difundida en la naturaleza. Ya sea mediante graznidos o rebuznos, percusiones, colores, feromonas y una infinidad de dispositivos y modalidades, casi cualquier animalejo tiene algo que comunicar, y es entendido por sus semejantes. Años atrás, la estadounidense Penny Patterson le enseñó a la gorila Koko la lengua de signos, gracias a la cual las dos primates se comunicaban con frases complejas que bien podían expresar cosas concretas, emociones o deseos (Koko manifestó que quería adoptar un gatito, y que le presentaran un novio). Sue Savage-Rumbaugh, otra primate primatóloga, le enseñó al bonobo Kanzi a comunicarse mediante teclados y ordenadores, con resultados también sorprendentes (un bagaje lingüístico que incluye la comprensión de unas 3000 palabras habladas y el uso de 348 símbolos, aunque asociados por una sintaxis rudimentaria: un léxico que algunos de mis estudiantes bien podrían envidiar). Varios investigadores comienzan a sospechar que la aparición de la palabra podría haber ocurrido antes de la emergencia de nuestra especie, en alguna rama tía del árbol genealógico que nos abarca. Si definimos la cultura como aquello que tiene en común un grupo determinado mediante la transmisión de conocimientos, de costumbres y de tradiciones, entonces existen culturas animales por doquier: fabricación de herramientas por simios y pájaros para pescar insectos, hábitos alimenticios innovadores (algunos monos envuelven los trozos de carne en una hoja, creando un sabor nuevo más al gusto de los comensales, una suerte
de gastronomía embrionaria), difusión de “dialectos” propios de un grupo, etc. Los adornos corporales son una de las prácticas culturales más antiguas de la humanidad, y pareciera ser exclusividad de nuestra especie vieja de 200.000 o 300.000 años. Sin embargo, se han hallado rastros de pigmentos de un millón de años, previos a la emergencia de nuestra especie, utilizados por alguna extinta rama ancestral de homínidos. Mal que nos pese, la cosmética (etimológicamente: entrar en relación con el cosmos) no es una invención reciente de nuestros abuelos. Pero entonces, ¿qué nos queda, qué nos caracteriza y nos distingue? ¿La moral? ¿La conciencia? ¿La conciencia de tener conciencia? Los etólogos (del griego “ethos”, conducta, la misma raíz que la del vocablo “ética”) nos demuestran que los simios, por ejemplo, tienen una sensibilidad particular con respecto a los comportamientos injustos, y que son capaces de empatía. Ambos aspectos son constitutivos de una moral incipiente. Muchas especies poseen la conciencia y la “teoría de la mente” (la capacidad de conjeturar sobre los pensamientos ajenos). El lenguaje, la cultura, la razón, el bipedismo y demás atributos del Homo sapiens existen o preexistían, en mayor o menor medida, en otras formas de vida. Sólo es una cuestión de graduación. Pero al forjar el concepto de animalidad, según el antropólogo y etnólogo Claude Lévi-Strauss, se crea una categoría en la que los grupos dominantes vierten todo cuanto abominan: los otros pueblos, los animales salvajes, las mujeres, los lisiados. Otra prueba de nuestra insuperable “inteligencia”, digna del capitán Ahab. *Traductor, profesor de la Universidad d’Evry- Universidad Paris-Saclay.