SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 357 /// 15 DE OCTUBRE DE 2018 /// AÑO 8
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Niño campesino, de Mardonio Magaña. Imagen del blog La Estancia del Refugio, Gto.
Después de la revolución de 1910 comenzó la historia moderna de las actitudes estéticas en torno a los fenómenos artísticos que quedaron inscritos dentro de la categoría de arte popular en México. Varios artistas e intelectuales fueron los responsables de articular una percepción y distintas concepciones alrededor de lo que también se ha llamado “arte del pueblo”. [“Magañita, Blanco, Martínez. Tres casos para evaluar la categoría de arte popular”, por Daniel Garza Usabiaga, en páginas centrales]
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LA GUALDRA NO. 357 /// 15 DE OCTUBRE DE 2018 /// AÑO 8
La Gualdra No. 357
Editorial
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l Festival Internacional de Teatro de Calle Zacatecas 2018 dará inicio este sábado 20 de octubre; la inauguración se llevará a cabo en Plaza de Armas a las 20:30 Hrs., con la participación del grupo alemán Theatre Titanick, que presentará la obra Alice on the run. El grupo Theatre Titanick es una de las compañías de teatro de calle más grandes de Europa; Alice on the run está inspirada en libro Alicia en el país de las Maravillas, de Lewis Carroll, la obra está llena de personajes que recrean el viaje de Alicia a través de lugares y situaciones extrañas: es una metáfora de la odisea de quienes buscan un nuevo hogar. En la página oficial de este grupo, comparten un video mediante el cual usted podrá darse una idea del espectáculo.1 Esta misma obra se presentará también el domingo 21 a la misma hora. Como es costumbre, el festival está programado para que las obras se presenten en las distintas plazas y plazuelas de la ciudad. En la Plazuela Miguel Auza, las funciones serán a las 19:00 Hrs. El sábado 20 y domingo 21 el grupo zacatecano DementeNmentE, presentará Maldoror…Historias desde el subsuelo. El lunes 22 y martes 23, Laboratorio Escénico Le Mat (Zacatecas) presenta la obra Avem; y el miércoles 24 y jueves 25 la Cía. Mar Gómez (España), presentará La vie en rose. En esta última obra -en donde se combinan el teatro gestual, la danza y el clown- se entrelazan pequeñas historias cotidianas, contadas con humor y movimiento en las que sus dos protagonistas “transforman lo que podría ser una bella historia de amor en una guerra sin cuartel por aniquilarse entre ellos”. En la Plazuela Goitia: el domingo 21, a las 18:00 Hrs., se presenta Cornisa 20 (Guanajuato), con la obra Los grandes amantes, Romeo y Julieta (el sábado 20 a la misma hora también se presenta en la plaza Bicentenario). El lunes 22 y martes 23, a las 20:30 Hrs., el grupo colombiano Ensamblaje, bajo la Dir. de Misael Torres, presenta Historia del soldado que ayer llegó desde la guerra; esta obra es “una garnacha de diablos”, una antigua forma de representación popular, en donde los diablos festivos con gestos, bailes y canciones dan vida a esta farsa teatral. El miércoles 24 y jueves 25, a las
20:30 Hrs., el grupo Maracaibo Teatro (España), presenta Fémina, las mujeres mueven el mundo, “un canto visceral y hermoso al poder histórico de las mujeres con una perspectiva claramente feminista”. Los días 26 y 27, el grupo zacatecano MoMo, presenta a las 21:30 Hrs., la obra Burana… clérigos vagantes. En la Plaza Bicentenario se presentan: el 21 y 22 a las 18:00 Hrs., La frontera vagabunda, de La Quinta Teatro (Querétaro). El 23 y 24, a las 20:30 Hrs., Luna Morena (Guadalajara), presenta ARKA. El jueves 25 y viernes 26, a las 18:00 Hrs., el Carro de Comedias de la UNAM, presenta Jarry y la máquina del tiempo: “Alfred Jarry, el gran dramaturgo amante de las bicicletas y la poesía, creador de la Patafísica como la ciencia de todo lo excepcional, emprende un viaje en el tiempo en búsqueda de las partes y artefactos que deberán completar su máquina del tiempo. En este viaje sinfín, Jarry revive su hilarante infancia y edad adulta, hasta el gran estreno de su pieza histórica Ubu Rey”. En la Plazuela del Moral se presentarán: el sábado 20, a las 21:30 Hrs., la obra Clandestinas, del grupo zacatecano Guía Nocturna (el sábado 27, a las 21:30 Hrs., se repite); el domingo 21 y lunes 22, a las 21:30 Hrs., la compañía francesa Voque, presenta la obra Contra las bestias. El martes 23 y miércoles 24, a las 21:30 Hrs., La Ciénega Teatro (Zacatecas) presenta la obra Sebo. El jueves 25 y viernes 26, a las 21:30 Hrs., Coatlicue 2.0, de la compañía TraZmallo Comunidad Creativa (CDMX). Finalmente, el viernes 26 y sábado 27, en Plaza de Armas, a las 20:30 Hrs., cierra el festival el grupo chileno La Patriótico Interesante, con la obra La Gran Amenaza. Que tenga usted una muy buena semana de teatro; recuerde también que el 25 inicia el programa museológico de la XIII Bienal FEMSA y que las actividades del Congreso Nacional Charro continúan. Agende desde ahora las actividades a las que asistirá. Que disfrute su lectura.
Directorio
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Contenido Rafael Pérez Gay La oscuridad iluminada Por Mauricio Flores
Magañita, Blanco, Martínez [Tres casos para evaluar la categoría de arte popular] Por Daniel Garza Usabiaga
Saturnino Herrán: el joven pintor excepcional Por Maritere Espinosa
Maniac: una miniserie de locura compartida Por Adolfo Nuñez J. Desayuno en Tiffany’s, mon ku Ana y Bruno dibujos animados y alucinados Por Carlos Belmonte Grey
Norte 360 [Exposición de Abel Lozano] Por Pilar Alba Blanco Por Alberto Huerta
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Ver video de Alice on the run: https:// www.youtube.com/watch?time_ continue=4&v=q6vwXnj1DAw
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Rafael Pérez Gay
La oscuridad iluminada Por Mauricio Flores*
El cerebro de mi hermano (2013). Sería un gran obsequio para el lector y el reconocimiento de un apartado fundamental en la narrativa del autor.
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urante la escritura de Perseguir la noche, la novela con la que Rafael Pérez Gay (Ciudad de México, 1957) completa su “tríptico familiar”, la presencia de la enfermedad, el dolor y el miedo fue inevitable. Se trata de una narración que ronda en torno a esas perturbadoras experiencias, pero también en los pasados personal y colectivo, siempre en búsqueda de “la sombra que pudimos ser, el fantasma de nosotros mismos”. Una novela atiborrada de melancolía. Sucedió que al arribo de los cincuenta, a Pérez Gay se le detecta un cáncer de vejiga. Enfermedad, “emperador de todos los males”, a la que se acompañará hasta su capitulación, periodo durante el cual el narrador habrá de asumir su manera de “habitarla”. Espacio a un tiempo para viajar a los primeros años del siglo XX de la Ciudad de México. “Una calle puede encerrar los secretos de una época”, escribe el novelista, y ya nos traslada así al mundillo de los modernistas mexicanos: Bernardo Couto, José Juan Tablada, Alberto Leduc, Ciro Ceballos y Julio Ruelas, quienes mucho habrán de decirle a Pérez Gay. “Rebeldes de las sombras, maestros del arrebato, hombres en desacuerdo con el gobierno de Porfirio Díaz, decadentes, bohemios, flores nocturnas en el alba del nuevo siglo”. ¿Novela de los modernistas?, preguntaremos. Sí. Por qué no. Aunque también del entendimiento de enfermedades y tratamientos; dolores agudos y crónicos, y de los testimonios sinceros del autor ante la experiencia. “Nada más inútil para un enfermo que las palabras. Les digo: no sirven de nada, los diagnósticos, los discursos: un cesto de basura”. ¿Informe sobre el dolor? Sí. Donde la cuidada prosa del Premio Mazatlán de Literatura 2014 lo revela como “la oscuridad que un día se ilumina y nos transforma”. Escribe el autor: “Durante la segunda noche en el hospital, en la oscuridad, me rebelé contra mi vida. En algún momento, llevado por una mano invisible, me encerré en una oficina a perder el tiempo con todo aquello que no me apasionaba: presupuestos, números, sumas y restas, ventas, labores directivas, proyectos. Tiré a la basura años de mi existencia, me decía apesadumbrado. No quise alargar el brazo y tomas a manos llenas lo que ofrece la vida, no
Los “otros” personajes
quise disfrutar sin reparos de todas las cosas que deseaba. Hasta ese día me había negado la libertad y había hecho el presupuesto de un prisionero. Me odié, y aunque me da pena decirlo, consideré merecido el castigo”. Cercanía de la muerte Luego de relatarnos los detalles del tratamiento al que tuvo que “someterse”, así se dice en la jerga médica, Pérez Gay revela el sentimiento que se genera con la cercanía de la muerte. “Con los días, el miedo desaparece, el sedimento es el dolor. Siempre es más fácil enfrentar el dolor que el miedo. El miedo taladra la voluntad con más insistencia que el dolor. He pasado treinta veces por el quirófano. La pérdida de la conciencia es una aventura extraña y, no me lo van a creer, un tanto placentera”. De regreso del cáncer, “las enferme-
dades serias que te perdonan la vida, o la muerte, te liberan”, el novelista volverá a aquéllos, sus queridos modernistas quienes “le salvaron la vida” y, por supuesto, a sus espacios de convivencia: “Quien siga las huellas del mapa del Centro de la Ciudad de México se encontrará, tarde o temprano, con fantasmas. Lo inquietante, les decía, será que esos fantasmas se preguntarán quiénes somos, de qué mundo extraño venimos, por qué vagamos en su ciudad sin rumbo fijo. Tengo más calles y espectros, los pondré aquí de vez en cuando, como corresponde a un coleccionista de sombras”. No sé si Pérez Gay o sus editores se habrán planteado ya la posibilidad de editar en un solo tomo la trilogía familiar conformada por Perseguir la noche y Nos acompañan los muertos (2009) y
Julio Ruelas (1870-1907). “… satánico, como Baudelaire, y es, como él aunque de menor intensidad, cristiano negativo. Es lascivo, porque la lascivia es pecado, que si no sería un amante”, lo retrató así don Alfonso Reyes. Amado Nervo (1870-1919). Ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay en 1918, “una cauda de homenajes lo persigue mientras una grave nefritis mengua la felicidad de su éxito. La vida da y quita al mismo tiempo. Murió en Montevideo. El regreso de su ataúd a México fue una apoteosis. Había muerto el mayor poeta de América”. José Juan Tablada (18711945). “Tablada abandonó el camino que le había trazado su amigo Ruelas, optó por la extraña luz del deporte y se convirtió en importador de vinos […]. Sus memorias reunidas en dos tomos, La feria de la vida y Las sombras largas, restauran la vida de su tiempo”. Bernardo Couto (1880-1901). “El producto más acabado de la mitología maldita […] Pagó con su vida el mito del artista adolescente devorado por la pasión literaria. Bien visto, Couto fue víctima de sus cualidades: la agresividad y el exceso de la prosa. La misma leyenda lo retrata perdido en burdeles y cantinas, consumido por la droga y el alcohol, concibiendo en el delirio una obra lo suficientemente terrible como para romper la pared entre la vida y el arte. Murió a los veinte años y dejó un libro de doce cuentos: Asfódelos”. *** Rafael Pérez Gay, Perseguir la noche, Seix Barral, México, 2018, 196 pp. * @mauflos
Op. Cit.
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Nunca fuimos contemporáneos
XIII Bienal FEMSA
Magañita, Blanco, Martínez
[Tres casos para evaluar la categoría de arte popular]
/// Dibujo de Martín Ramírez.
Por Daniel Garza Usabiaga t
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espués de la revolución de 1910 comenzó la historia moderna de las actitudes estéticas en torno a los fenómenos artísticos que quedaron inscritos dentro de la categoría de arte popular en México. Varios artistas e intelectuales fueron los responsables de articular una percepción y distintas concepciones alrededor de lo que también se ha llamado “arte del pueblo”. Ellos —sí, principalmente ellos: Jorge Enciso, Diego Rivera, Rufino Tamayo, Gerardo Murillo, Roberto Montenegro— centraron su atención en determinados objetos y autores, así como también desarrollaron distintas conceptualizaciones sobre su valor. Una de éstas, una idea central que perdura hasta el presente, tiende a cierto romanticismo: el arte popular es una expresión autóctona que guarda cierta voluntad de forma que corre, como una especie de ADN cultural, en los mexicanos. El productor/artesano, por ende, cuenta con una creatividad innata que lo hace imprimir
/// Escultura de Mardonio Magaña. Imagen del blog La Estancia del Refugio, Gto.
en sus objetos soluciones que se remontan a una plástica ancestral.1 Esto establece una especie de continuum entre el arte del pasado precolombino y la producción artesanal actual. Sin duda, se pueden establecer ciertos vínculos entre el arte antiguo y ciertas expresiones del llamado arte popular. Lo que resulta difícil de argumentar es que éstas sean el producto de una creatividad innata que parte de una identidad nacional. Prácticamente, a un siglo de su formulación como producto de un experimento en las artes durante un momento post-revolucionario, este tipo de narrativas merecen ser objeto de revisión, a la par de su problemática terminología. Nada más propio de revisión que el mismo término de arte popular, principalmente como un “arte del pueblo” en el que pueblo generalmente fue entendido bajo concepciones europeas, como la que corresponde al Volk. En México, la categoría pueblo ha servido para simplificar la diversidad cultural del país que, en cualquier caso, es mucho más compleja que, digamos, la idea del volk ale-
mán. Esto ha llevado a que, por ejemplo, bajo el término de “arte popular” se agrupen expresiones culturales que, propiamente dicho, deberían considerarse como artes indígenas. Aquí busco revisar una percepción particular, la idea de “la riqueza expresiva que subyace desde siempre en nuestro pueblo”. Se revisaran tres personajes “que brillan por derecho propio sin haber realizado estudios formales o sin, siquiera, haberse propuesto ser artistas, por lo que sus vidas resultan ejemplares para el entendimiento de las pulsiones creadoras que llegaron a abrirse por entre obstáculos insalvables”.2 Este trío de creadores se encuentra ligado, de una manera u otra, a lo que sería el dominio del arte popular. Como se verá, en cada caso esta categoría fue problematizada e, incluso, llegó a ser sustituida por otras nomenclaturas, relacionadas con la institución del arte, sus artistas y críticos, sus campos de estudio, sus espacios de exhibición, etc. Estos casos demuestran la artificialidad de categorías como “arte popular” y problematizan algunas ideas que acompañan
su formulación conceptual desde hace un siglo, como es el caso de la creatividad natural dada por la identidad nacional. El primer caso es Mardonio Magaña, el “auténtico campesino escultor”, como lo nombró Diego Rivera. En la época post-revolucionaria, “arte campesino”, “arte del pueblo” y “arte popular” se utilizaban prácticamente como sinónimos. Magaña nació en Guanajuato alrededor de 1866. Trabajó como peón de haciendas hasta que debido a los estragos de la revolución en el campo se mudó a la Ciudad de México en 1920. Justo por esos años comenzaron los debates más intensos sobre el arte popular dentro de la cultura del nuevo estado post-revolucionario. A los 55 años, Magaña empezó a trabajar como mozo de la Escuela de Pintura al Aire Libre de Coyoacán. En esa época también comenzó a hacer tallas en madera en esa escuela. Sus esculturas llamaron la atención de los distintos artistas que enseñaban y asistían a la escuela, como era el caso de Rivera. Para 1928, Magañita pasó de conserje a profesor de la escuela. Ese
año, también tuvo su primera exposición individual, a los 63 años. La migración del campo a la ciudad de Magaña trajo a la vista de Rivera y otros personajes un ejemplo vivo de lo que se discutía entre artistas e intelectuales en la capital en relación al arte popular y la creatividad “innata” del pueblo de México. Para el muralista, el trabajo del guanajuatense, por ejemplo, expresaba ese continuum cultural milenario al contener “la magia plástica de los tarascos”.3 Los temas de las tallas de Magaña son muy similares a las que aparecen en el trabajo de otros talladores, ebanistas o ceramistas de arte popular: escenas cotidianas, distintos tipos de personajes o animales. No obstante, visto desde la óptica institucional del arte de esa época, su trabajo se llegó a discutir, entre otras cosas, bajo consideraciones marxistas —principalmente— con sus múltiples representaciones de la figura del trabajador. El propio escultor contribuyó en el entramado de esta percepción con piezas como Campesino con hoz y martillo, sin duda una notable escultura con
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cierto carácter propagandístico. La atención que el trabajo de Magaña recibió lo ubicó de inmediato en el dominio del arte institucional, el discutido por artistas y críticos especializados y expuesto en galerías y museos. Aunque su trabajo, según sus críticos, se origina del mismo impulso y en muchos sentidos es similar al arte popular, dicha categoría nunca se aplicó de lleno a su producción. Esto no quiere decir que la figura de Magaña no haya sido utilizada en las discusiones de ese momento sobre el arte popular. La práctica no académica ni profesionalizada de Magaña ilustraba ese impulso creativo presente en el pueblo de México y su denominado arte campesino. Como su escultura del campesino con la hoz y el martillo, el artista funcionó también como una figura propagandística en este sentido, principalmente a partir de la lectura de su trabajo y su persona dada por Rivera. De nuevo, aquí se tendría que recordar el contexto de la época y el debate intelectual sobre el arte popular y la manera en que un personaje como Magaña podía reforzar ciertas perspectivas o enfoques. Después de Magaña no hay prácticamente nadie como él; otro “artista campesino” que, por ejemplo, haya sido coleccionado fuertemente por las instituciones museísticas del país o que aparezca de manera reiterada en las discusiones sobre el arte moderno en México en el siglo XX. Teodora Blanco, contrario a lo sucedido con Magaña, siempre ha sido considerada como una exponente de arte popular, generalmente dentro del rubro de “maestros”. No obstante, cuando su trabajo es discutido, generalmente se le asocia con ciertos aspectos relacionados al arte moderno. De origen oaxaqueño, Blanco es reconocida como creadora de un cambio técnico en la cerámica de Atzompa que transformó notablemente la apariencia de las piezas. Su innovación generó una nueva tradición de cerámica en la región que fue continuada por su familia y otros
/// Martín Ramírez.
/// Teodora Blanco Núñez, de Santa María Atzompa, Oaxaca, México.
ceramistas. No sólo esto, sus soluciones son destacadas por su originalidad e imaginación. En algunas piezas, el mundo animal, vegetal y de los objetos se entremezclan, ollas se transforman en cerdos o lechugas, de los vestidos emanan ratones y flores. Blanco presenta un mundo en el que tanto una mujer como una cabra pueden aparecen usando vestido y sombrero o sosteniendo un jarrón sobre sus cabezas. Críticos y estudiosos como Kojin Toneyama o Isabel Marín han comparado sus cerámicas con la estética del collage, de lo dispar o la ambigüedad que se podrían asociar con el surrealismo. Tanto con sus soluciones plásticas como técnicas, que incluyen la atención que le dio a detalles, hicieron que el trabajo de Blanco sobresaliera. Esto se reflejó en el interés de coleccionistas especializados en sus piezas, como Nelson Rockefeller, así como el estado mexicano que organizó más de una exhibición sobre su trabajo en el antiguo Museo de Artes e Industrias Populares. No obstante, esto no garantizó que su trabajo dejara de ser visto o entendido bajo una sola categoría. Por más que fue referido por varios críticos en cone-
xión a conceptos y momentos propios del arte moderno, aún hoy sigue circunscrito a una categoría determinada, la del arte popular. Quizá esto se debió a que apareció en otro momento histórico, durante los años sesenta y setenta, cuando el arte popular ya gozaba de una notable popularidad nacional e internacional. El hecho fue que el trabajo de Blanco nunca dejó dicho registro. A diferencia de Magaña, su producción no es considerada dentro de las discusiones de arte moderno. Finalmente el trabajo de Martín Ramírez puede ofrecer otra perspectiva y subrayar la arbitrariedad que puede existir al estudiar distintos fenómenos artísticos bajo determinadas categorías. Martín Ramírez nació en el estado de Jalisco en 1895 y en 1925 emigró a California. En 1931 fue arrestado y recluido en una institución psiquiátrica. Pasaría el resto de su vida confinado a instituciones de este tipo. Fue en estos sitios donde comenzó a dibujar. Sus piezas tienen mucho que ver con el arte popular, por ejemplo, con el tipo de diseños de la cerámica de Jalisco. Su sentido de ornamentación también se puede relacionar con esto y su método
de dibujo contempla la creación retablos, especies de repisas o pequeños escenarios. En este sentido, Martínez se ajustaría al ideal de la creatividad innata del mexicano que se relaciona con el arte popular. Ramírez recuerda en un sentido la historia de Magaña: un individuo que siendo un adulto y sin formación profesional emprende de manera espontánea y autodidacta el desarrollo de una producción artística original que llega a alcanzar cierta notoriedad. No obstante, la notoriedad de Martínez se dio en otro ámbito de apreciación artística que el de la institución del arte moderno. Debido a su contexto de producción dentro de un hospital psiquiátrico, el trabajo de Martínez es considerado una especie de clásico del arte autodidacta y espontáneo, outsider art o art brut. Esta percepción sigue siendo vigente hoy aún cuando se sabe que la reclusión de Martínez no tuvo que ver tanto con una condición psiquiátrica, sino con su situación de migrante, incapaz de “integrarse” o comunicarse en una nueva sociedad. El caso de este artista, ofrece un revés de perspectiva a la noción del supuesto impulso creativo del mexicano, en el que la “expresión interior” cae en el dominio de otro tipo de arte. Las formas en el trabajo de Martínez, asociadas al arte popular, no son vistas a través de un vínculo ancestral sino que son el producto de un cuadro psicopatológico. Este ejemplo, junto a Blanco y Magaña, pueden ejemplificar, en cierta manera, la arbitrariedad en el uso de ciertas categorías y el juego de percepciones que éstas producen. 1
María Patricia Fernández, El arte del pueblo mexicano (México: UNAM, 1975), 8-9.
2 Sofía Rosales y Jaime, “Mardonio Magaña en la autobiografía de Ramón Cano Manila”, en Mardonio Magaña. El sentir de la tradición. (México: RM/INBA, 2003), 61-64. 3 Diego Rivera, “Mardonio Magaña. Campesino, el más grande escultor mexicano contemporáneo”. En Mardonio Magaña…, 57-58.
XIII Bienal FEMSA
/// Mardonio Magaña. Familia campesina, 1929. Talla en madera. 74 x 65 x 45 cm. Colección Blaisten.
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Arte
Saturnino Herrán: el joven pintor excepcional
/// Saturnino Herrán.
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Por Maritere Espinosa
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ntre los años de 1917-1918 la Dirección General de Bellas Artes convoca al concurso para el retrato del libertador Simón Bolívar; Sóstenes Ortega, Saturnino Herrán y otros pintores presentaron su propuesta al concurso. El artista hidrocálido padecía entonces una grave enfermedad, con abrumadora rapidez el problema de esófago que no le permitió más pasar alimentos al estómago hizo mella a su organismo, por lo que el doctor Luis Rivero Borrel tuvo que intervenirlo; Saturnino dejó el boceto del libertador quizá como su última obra. Saturnino Efrén de Jesús Herrán Guinchard nació en Aguascalientes el 9 de julio de 1887 a una cuadra de la Plaza Principal en la calle conocida como “El Codo” nombre que alude a su forma de escuadra, en la actualidad lleva el nombre del pintor. Autor de obras como La leyenda de los volcanes, La ofrenda, Mujer en Tehuantepec, La Criolla del Mantón, Nuestros dioses antiguos, La criolla de la mantilla y El flechador, entre otras. Herrán tuvo su primera exposición -después de su muerte- en el Palacio de los Azulejos de la Universidad Nacional; una segunda muestra en 1945 en la Biblioteca de la Universidad Potosina; y para 1948, su obra tuvo como recinto el Museo del Palacio de Bellas Artes. En 1965 se instaló la sala homenaje a Herrán en la Casa de la Cultura de Aguascalientes. La obra de Herrán plasmó en sus pocos años de trabajo un gran universo pictórico. Con gran fuerza expresiva trabajó el mundo indígena, el virreinal, al México rural y urbano, incursionó en el paisaje, la naturaleza muerta, el retrato y en temas derivados del mundo clásico. Su aporte estético fue una novedad en composición y técnica, incorporando vanguardias como el art nouveau, cierto impresionismo
y elementos del movimiento simbolista a su obra. Sus piezas Alegoría del trabajo y Alegoría de la construcción, pintadas entre 1908 y 1910 al óleo sobre apla-
nado de yeso en muros de la Escuela Nacional de Artes y Oficios -situada en la esquina de las calles de Allende y Belisario Domínguez, en lo que fuera el claustro de San Lorenzo- fueron
parte del relevante proyecto educativo y mural concedido a los artistas por el entonces Secretario de Educación Justo Sierra, los tableros (de 274 x 185 cm.), fueron años más tarde desprendidos de la pared y transportados a soportes de fibra de vidrio, colocados en la pared posterior al estrado del salón López Mateos de Los Pinos. En 2010 a la celebración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, se presentó la exposición Saturnino Herrán: instante subjetivo, que incluyó además de pintura la sección Saturnino ilustrador, en la que se incluirían viñetas, diseños de portadas para textos, libros y revistas que realizó como colaboración con artistas, escritores y editores ya reconocidos como modernistas. Saturnino Herrán murió el 8 de octubre de 1918 a los 31 años. Fue sepultado en el Panteón Español; ahí pronunciaron la oración fúnebre en su memoria el poeta José de Jesús Núñez y Domínguez y el arquitecto Federico Mariscal. Al día siguiente su fallecimiento, en El Pueblo. Periódico Liberal Político, apareció una nota sobre el artista bajo el título “Falleció ayer el notable pintor Herrán”, donde se lee: “Anoche, poco antes de las diez y media, falleció en un sanatorio de esta ciudad el conocido artista mexicano Saturnino Herrán, […], El señor Herrán fue muy conocido y apreciado en nuestros círculos artísticos, habiendo logrado alcanzar durante su carrera un puesto muy distinguido entre los pintores mexicanos. Sus producciones gozan de gran prestigio técnico y estético entre los artistas y conocedores, quienes tienen al señor Herrán en el más alto y honroso concepto”. En 1988 por su alto valor estético su obra y fue declarada Monumento Artístico, y a cien años de su partida, Saturnino Herrán es celebrado con nuevos acercamientos a su vida y obra.
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Maniac: una miniserie de locura compartida t
Por Adolfo Nuñez J.
Por Carlos Belmonte Grey t
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personajes son obligados a tener sueños compartidos, en un punto donde la serie abandona las vías de la narrativa convencional y cuya estructura le permite a Fukunaga y a los escritores ahondar en las complejidades de la mente humana con diferentes tonos, ingenio y mucho humor negro. Desde la búsqueda de un capítulo secreto del Quijote, un escenario tolkieniano con elfos o un ma-
Desayuno en Tiffany’s, mon ku Ana y Bruno dibujos animados y alucinados Alucinaciones y dolor son el sentimiento en la película de Carrera, pero nunca fantasmas. El director, ganador del Ariel de Plata en 2002 por El crimen del padre Amaro, se cuidó de no llamarlos nunca fantasmas porque éstos envían al espectador a una tradición de representaciones del más allá de la muerte y aparecibles (por una serie de convenciones cinematográficas como el viento y los velos) a cualquier persona que pase por “el lugar encantado”. Mientras que en Ana y Bruno son alucinaciones sólo per-
ceptibles por los sufrientes. Son los seres que nos siguen y no dejamos ir. La historia del dibujo animado sigue el entramado de una road-movie de una niña buscando a su padre para que éste salve a la madre de los malignos psiquiatras. La acompañan y ayudan sus amigos, otras alucinaciones, que cumplen los roles de incondicionales, patiños, distraídos y celosas enamoradas. En el caso de este último personaje, hay una ruptura –que nos hizo notar nuestra colega Mercedes Álvarez San Román después de
la proyección en el cine Luminor durante la clausura de la sexta edición del Festival Viva México París- a los clichés de la celosa enamorada dispuesta a todo por el amor del distraído héroe. Ella se arrastra para conseguir la atención del protagonista, pero la protagonista vendrá a verla para incitarla a una rebeldía y recuperación de la dignidad femenina. La cinta presenta, pues, dos problemas: la muerte y la agencia de la mujer. Ambos solucionados sutilmente por Carrera: el primero gracias a la regresión de los seres perdidos siempre en nuestros sueños y a nuestra memoria; y el segundo, por la dotación a las mujeres de una actitud de agencia y dinamismo autónomo sin dependencia del masculino. Ana y Bruno fue presentada en el Festival de Cine de Morelia 2017 y ya este año está en salas mexicanas. Es una excelente opción para ver cine mexicano.
Cine
a nueva película del director mexicano Carlos Carrera se ha planteado la misión de filmar el dolor. De traer en imágenes las desapariciones dolorosas de seres amados. Y para esto ha optado por hacerlo con la animación de los dibujos en su Ana y Bruno producida por, entre otros, Pablo Baksht. La historia está basada en la obra de Daniel Emil, Ana. Se trata del sufrimiento de unos padres tras la dramática muerte de su hija. Del dolor que provoca alucinaciones y nos bloquea la mente, haciendo que las imágenes de esas personas desaparecidas nos persigan como una realidad y nos lleven a ser tratados de locos de atar -incluso a ser internados en clínicas-.
que su historia está hecha para confundir al espectador, pues hay un núcleo narrativo que se sostiene en las relaciones de sus protagonistas y que cobra coherencia conforme ellos evolucionan. A modo de introducción conocemos las motivaciones personales de Annie y Owen, así como sus patologías y experiencias traumáticas. Como parte del tratamiento, ambos
SeriesTV
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n esencia Maniac, serie original de Netflix, es como un cubo de Rubik en forma de corazón. Es decir, que su ADN es tan complejo como emotivo al utilizar elementos propios de la ciencia ficción a la par del drama de sus protagonistas, para analizar e indagar en los procesos mentales y la condición humana de manera que pocas series lo llegan a lograr hoy en día. Annie (Emma Stone) y Owen (Jonah Hill) son dos sujetos de prueba para una droga experimental creada por una compañía farmacéutica que aparentemente cura el dolor y los traumas del pasado para siempre. Estas pruebas son supervisadas por la doctora Azumi (Sonoya Mizuni) y el doctor Mantelray (Justin Theroux), quienes a su vez buscan crear un diagnóstico de tres pasos sostenido en medicamentos y una supercomputadora para poder “arreglar” la mente de sus pacientes. En diez episodios filmados de manera preciosa por el talentoso Cary Fukunaga (True Detective, Beasts of No Nation), Maniac es una serie atípica que se permite jugar con las emociones del duelo y el absurdo de la pérdida y la locura, siendo siempre fiel a la propia lógica de su universo. Es injusto decir
trimonio que busca un lémur perdido, cada episodio funciona como una historia individual que refleja las personalidades, los complejos y las inseguridades de los verdaderos Annie y Owen, y que al volverlos conscientes de las mismas los vuelven capaces de mejorar y avanzar hacia adelante. El mundo de Maniac es una distopía fascinante repleta de luces de neón influenciada por la estética retrofuturista de cineastas ochenteros. Un mundo sumido en la tecnología donde, sin embargo, la condición humana se mantiene igual: la búsqueda de una conexión con otra persona, el deseo de tener estabilidad emocional, la sensación de que la vida avanza demasiado rápido. Aspectos inherentes en la vida diaria que ni siquiera una píldora ni los avances tecnológicos pueden erradicar. Maniac se halla en un punto medio entre Twin Peaks y Eternal sunshine of the spotless mind, y dentro de su enorme profundidad y ambiciones también es una respuesta al resto de las series en la actualidad, donde la gran mayoría, lejos de proponer e innovar se queda en el terreno de lo común. En ese sentido Maniac se vuelve una serie necesaria y sumamente adictiva en niveles insospechados y que sólo se llegan a comprender una vez que se comienza a ver. Casi se podría decir que es la droga perfecta.
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Río de palabras
Artes Visuales
Norte 360 [Exposición de Abel Lozano] t
Por Pilar Alba
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l norte es un misterio para los que lo ven desde afuera: cómo es posible que la gente se aferre a vivir en un lugar donde no hay agua, donde el polvo te ciega de repente la mirada, donde el sol se ensaña y deja huellas en la piel semejantes a las grietas. No lo entienden; tal vez nosotros tampoco, pero aquí vivimos. Nos adaptamos al ambiente recurriendo a los quehaceres cotidianos para evitar que lo desolado de nuestro contexto acabe por abrumarnos tanto y que al final termine por disolvernos en el desánimo. El norte es un enigma, lo reitero, así existen viajeros que vienen por un tiempo y quedan atrapados; aparentemente se van pero se llevan nuestra ciudad en el recuerdo, en la mente, en una parte de su alma, se les convierte en una piedra en el zapato que les cala y los obliga a voltear atrás, a regresar, a quedarse. Uno de esos viajeros es Abel Lozano, grabador proveniente de la Ciudad de México, que por ese sortilegio que ofrecen estas áridas tierras decidió transterrarse a Zacatecas; al punto de convertirse ya en un habitante más de esta agreste ciudad. Grabador y pintor con amplia experiencia, cuenta en su haber con una formación en talleres bastante sólida; actualmente contribuye al quehacer artístico de nuestra ciudad con el Taller Perro Negro del cual es director. Las obras de este artista son el reflejo de los seres que habitan el desierto: camaleones, buitres, perros; seres que se transforman y se humanizan por medio de un hechizo onírico. Están habitadas también por otros seres, seres con formas humanas, pero con expresiones animales que reflejan en los rostros los espíritus que los poseen. También encontramos la angustia, la desesperación y el hastío; su permanente huida de los mundos cotidianos y su eterno retorno al origen natural. La madre tierra, el padre aire, el agua y el fuego; los elementos personificados en los seres que pueblan los grabados de Abel Lozano. Poseedor de una técnica depurada en donde las líneas atrapan las miradas con su fuerza y movimiento; en donde los personajes nos cuentan historias: tal vez una sola, la que todos sabemos; tal vez muchas, las que nadie quiere que sean contadas. En sus grabados el autor se atreve a mostrar eso que está oculto, eso que sólo sale en la oscuridad de una noche fría y rompedora del desierto. Norte 360 es un conjunto de grabados que comprenden lo que será la primera exposición individual que Abel Lozano presenta en nuestra ciudad, a la que desde hace ya varios años nombra como suya. Una tierra que le ha dado una vuelta a su proceso creativo, que ahora en los muros del Taller de Pintura y Grabado Julio Ruelas -ubicado en la Calle Abasolo No. 55, del Centro Histórico de Zacatecas- se podrá apreciar a partir de las 20:00 horas de este viernes 19 de octubre.
Blanco Como escuchar unos labios ya cerrados. Cesare Pavese
t
Por Alberto Huerta
B
lanco. Una explosión. Un estallido blanco. Frente a él: todo era de un intenso blanco brillante. Más brillante que la nieve y el hielo. Blanco como las sábanas y algunas nubes.
Como la leche recién ordeñada. Como el queso panela. Blanco como las tazas y los platos de porcelana. Como la espuma que corona y cabalga en la cresta de las olas en el mar. Como la nieve de limón. Ni un sonido que escuchar. Sólo silencio. Un silencio blanco. Nada. Final. Eso es: un final.