Carlos Mario Aguirre Morales Medellín, 2017. Diseño: Federico Rúa Amaya Ilustraciones: Federico Rúa Amaya Apoya: Corporación la Metáfora
Las Aventuras De Un Man Cualquiera Un Man Cualquiera y yo A aquel, a Un Man Cualquiera, es al que le pasan cosas raras a toda hora. Yo camino por Medallo y me elevo, sin ningún esfuerzo, mirando el arco de un puente y su estructura; de Un Man Cualquiera tengo noticias por el Feis y veo su nombre (el mío) en un listado de profesores o en una entrada de Google que arroja resultados sobre el Águila Descalza. Me gustan los relojes digitales, los mapas al inicio de las sagas de fantasía o de ciencia ficción, la escritura a mano de cualquier persona, las etimologías, el sabor del café y la prosa de George R.R. (sólida, monumental y transparente); Un Man comparte esas preferencias, pero como con demasiada rabia, porque lo hacen sentirse muy solo y sobre todo muy inútil, y esos son los atributos de un lector. La verdad es que sí «la vamos» muy mal entre los dos, nos insultamos feo; yo vivo, me arranco la maldita piel al vivir para que Un Man Cualquiera pueda vivir sus «aventuras» y esas aventuras llegaron a convertirse en mi vida, lo que no es en absoluto divertido. Los dos sabemos que esos parrafitos, menos que páginas, no son válidos, porque están escritos para la fugacidad y la ineficacia de las redes, así que obviamente no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, y tampoco del lenguaje o la tradición, que han sido y serán siempre copias de otras copias. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y solo un par de
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera instantes de mí podrían sobrevivir (pero no lo harán) en Un Man Cualquiera: un par de protonovelitas mal escritas entre los dos. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Chomsky, Bauman y Zizek (me lleva la ortografía de su apellido) llevan unas décadas insistiendo en que estamos atrapados, tanto en el sistema globalizado como en nosotros mismos. Yo quedaré atrapado en Un Man Cualquiera, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco más en sus «aventuras» que en los oficios donde se me prohíbe decir groserías o hacer comentarios contra la política y la religión populares. Hace pocos años trataron de librarse de él y pasé de las mitologías del barrio Santacho a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Un Man Cualquiera ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es de Un Man Cualquiera, o del Carlos Mario Aguirre del Águila. Podría decir que no sé cuál de los tres escribe esta página, pero soy plenamente consciente de que soy yo; aquel otro par han de estar entregados a sus vicios, como yo cuando me entrego a los libros.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Auto (fantástico) de fe Creemos en dios Faulkner, todopoderoso, creador de Jefferson, capital de Yoknapatawpha, hermano maldito del magnífico Tolkien y su Tierra Media. Creemos en su prosa, descendiente de Homero y de la Biblia y de Shakespeare y Cervantes y de Joyce y Proust y Virginia Woolf y de Thomas Wolfe y de Sherwood Anderson. Creemos en sus hijos e hijas, hoy abundantes como las estrellas del cielo y la arena a la orilla del mar: Carson McCullers, Flannery O’Connor, Almudena Grandes, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, el Gabo y el Vargas Llosa, Álvaro Cepeda Samudio y un larguísimo etcétera derramado por toda Latinoamérica. Creemos en sus continuadores inevitables: Graham Swift, Cormac McCarthy, David Foster Wallace, George R.R. Martin, Stephen (the Fucking) King, junto con Robert Kirkman y compañía, y los universos de Marvel y de DC Comics. Creemos en las series de T.V. faulknerianas: Breaking Bad, Better Call Saul, Fargo, True Detective, Hatfields y McCoys, The Walking Dead... Creemos en la narrativa, que en su intento de agotar el mundo ha poblado el mundo con numerosas dimensiones literarias. Creemos en los cuentistas que recomendaban Horacio Quiroga y Julio Cortázar: en Kipling, en Maupassant, en Chejov; creeremos hasta la muerte en Edgar Allan Poe; creemos en Lovecraft, el hacedor de infiernos. Creemos en Carver y sus pedacitos de novelas.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Creemos en Borges y sus universos condensados. Creemos en la mĂşsica, que es la madre de todas las literaturas. Creemos, sobre todas las cosas, en las palabras.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Round 33 ¿Diste las gracias cuando eras niño? ¿No te acuerdas? ¿Dijiste «Sí, señor», «Sí, señora»? Lo dijiste. Y te odian. ¿Prestaste atención? ¿Levantaste la mano para preguntar? ¿Jamás tuviste que ir a la oficina del director? ¿Te quedaste callado cuando sentías ganas de hablar? Lo hiciste. Y sí, te odian. Te odian. ¿Te portaste como adulto cuando aún tenías tiempo de portarte como un joven? ¿Fuiste tú mismo sin ofender a nadie? ¿Fuiste, alguna vez, tú mismo cuando te reías o cuando mirabas a los ojos? Lo fuiste. Si aún lo eres, sorry: te odian. ¿Dijiste la verdad sin que te la pidieran? ¿Tocaste a alguien para sentirlo? ¿Sudaste, te retorciste, apretaste... casi lloraste de dicha? ¿Aseguraste amar a alguien? Por supuesto que lo hiciste. Por supuesto que te odian. ¿Caíste y te levantaste? ¿Te sentiste fuerte, útil, importante? ¿Te ruborizaste con tantas felicitaciones? ¿Creíste que todo volvía a tener un orden? ¿Hiciste favores porque quisiste? Lo hiciste. Sé que lo hiciste. Te odian. Sé que te odian. ¿Pediste ayuda cuando el final estaba cerca? ¿Extendiste las manos, imploraste? ¿Amaste con más fuerzas, con más ganas,
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera con más dolor? ¿Te humillaste o tal vez... dejaste de ser tú mismo para no ofender? Sabes muy bien que lo hiciste. Sabes muy bien que te odian. Pero. ¿Te moriste? ¿Sos capaz de aguantar de pie otras dos horas?
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hoy, en Las “aventuras” de Un Man Cualquiera (edición especial: “los orígenes”): se cuenta que, cuando era un bebé cualquiera, hacia el año orwelliano de 1984, entorpeció un atraco en una tienda. Los hombres entraron, amenazaron a la gente con puñales, pidieron el dinero de la caja registradora, pero el bebé cualquiera lloraba tanto de la impresión, en los brazos de su madre asustada, que los ladrones se pusieron nerviosos y se marcharon con el botín de un par de billeteras. Pobres almitas. Se cuenta que su segunda acción “heroica”, cuando era un niño cualquiera (a principios de los noventa) fue perseguir a un par de liendritas altaneras que insultaron a su abuela y casi reventarle la cara a uno de ellos a puñetazos. De ahí que en la actualidad sea un personaje tan pacífico (recontrajuás). En sus años escolares intentó hazañas grandes, como convencer a sus compañeritos de que leyeran la historia de Pegaso y Belerofonte, pero no consiguió más que el rechazo de muchos (que lo llamaban “sabelotodo”) y la agresión de otros durante los partidos de fútbol del recreo. Desde entonces, jamás se le ha pasado por la cabeza la idea de convencer a alguien de que lea. ¿Para qué? Cada quien vive seguro de sus conocimientos y feliz con sus pasatiempos, de manera que él cumple con leer lo suyo y que se antojen los que quieran. Su acto heroico más reciente fue cargar con un costal de aserrín mientras ascendía por una loma de tres etapas en las tierras calurosas de Mordor, bajo un sol endemoniado. Motivo:
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera hacer una caja de arena para los gatos de Pola, su esposa. Se dice que en la actualidad combate crímenes ortográficos, sin mucho éxito. Su traje es, invariablemente, un bluyín mal puesto, una camiseta negra con estampados de bandas o de imágenes más bien tétricas y una pañoleta que a él lo hace pensar en Kalimán y a los demás en diversos piratas del Caribe. Se cree que su único superpoder es la terquedad, aunque podría ser más bien la paciencia. Le gustan las hamburguesas. Rara vez sale de noche. A nadie le importa su vida. Fin.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hoy, en Las “aventuras” de UnMan Cualquiera (los orígenes, parte II): los accidentes que sufrió de niño no le dieron ningún superpoder. Nada de arañas radiactivas, nada de encontrarse un anillo verde, nada de experimentos con rayos gamma, nada de nada. Los accidentes le dejaron cicatrices, casi todas en la cabeza, y hay quienes afirman que por eso se la cubre con un trapo, aunque otras teorías hablen de cierta pasión por historias de piratas; fuentes confiables aseguran que nunca se le ha visto con un libro de Salgari en la mano, que La Isla del Tesoro no es su obra favorita de Stevenson y que nunca fue más allá de las novelas de Julio Verne (no precisamente aquellas en las que hay piratas, sino más bien las que se refieren a inventos y a viajes al espacio). El primer accidente le dejó marcado un respeto firme hacia su padre, pese a todas las cagadas posteriores durante su crianza, pues él le salvó literalmente la vida: lo encontró con la cabeza rota en el patio de su casa luego de que hubiera caído desde el segundo piso y lo llevó en brazos hasta una clínica en el barrio San Javier. Se cuenta que su padre trató de detener un taxi que los llevara, pero ninguno quiso hacer ese tipo de carrera, así que se plantó frente a una buseta y la obligó a que frenara y los llevara sin hacer paradas para nuevos pasajeros. Esa fue tal vez la más farándula. En otra ocasión cayó de cabeza jugando fútbol en una terraza (perdió el conocimiento un rato), en otra cayó de cabeza mientras se bañaba (perdió el conocimiento y la dignidad porque lo
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera encontraron desnudo) y en otra cayó de un bus en movimiento y perdió el conocimiento cuando llegó a su casa con la cabeza ensangrentada. En otros accidentes llegó a perder la cabeza por mujeres que luego lo consideraron muy rarito para su gusto y se ha dedicado siempre a caer de cabeza en sus lecturas de tal modo que siempre sale malherido de ellas, con muchísimos más años de los que marca el calendario gregoriano y con cicatrices que sólo él puede ver. Una de sus últimas caídas épicas ocurrió en la UdeA antes de una clase de literatura y su salvador fue un vigilante que lo arrimó en moto hasta la enfermería, donde le pusieron una inyección que lo llevó a un viaje astral hasta los confines de una galaxia más lejana que la de Star Wars. Nunca más ha podido probar una droga así de buena. A veces se dice a sí mismo que qué mejor superpoder que volverse a levantar después de un accidente. Eso también se lo enseñó su padre, que sobrevivió a la colisión de un automóvil mientras iba en bicicleta, y volvió a caminar y a montar en bicicleta a pesar de quedar con una pierna y la columna casi destrozadas. Por eso siempre se levanta e insiste, aunque por lo general le vaya mal y sufra otros accidentes más graves, como por ejemplo conocer personas a las que les cae mal instantáneamente por el hecho de llevar una pañoleta en la cabeza y tener unas cuantas adicciones psicoactivas. Pola es sin lugar a dudas su mejor accidente. Aún no se recupera
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera y no tiene ganas de hacerlo. Pero vive con el temor de cualquier accidente que pueda arrancarlo de la vida que lleva junto a ella. Por eso hace cosas heroicas como dictar clases (casi siempre a personas que no quieren recibir clases) y escribir historias sangrientas que podrían venderse bien si algunos no creyeran que está loco. Tal vez, y es la hipótesis que más le gusta, sí está loco, en coma, en aquella clínica de San Javier, en el año 1989, y todo lo que ha vivido hasta ahora es sólo un sueño, el sueño de un niño que tiene mucho miedo de despertar. Si eso es verdad, todo aquel que haya leído esto no existe. Muajajajajajaja. Ok, solo está muy desparchado, corrigiendo textos ajenos y aguantándose la música de los vecinos. Así es más o menos su accidentada vida.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hoy en Las Aventuras de Un Man Cualquiera. 1) Fiasco de clase al mediodía por culpa de a) un computador anémico en manos de un analfabeta informático, b) un portátil de la época de los Picapiedras con ¡¡WINDOWS XP!! que me prestaron pa reemplazar al anémico y c) (la razón definitiva) la desgracia de ser un filólogo que no tiene idea de cómo plantear una conversación interesante. Ahí disculpan, queridos estudiantes (lo digo en serio): haré lo posible para que no vuelva a ocurrir. 2) Caminata por el viaducto del tranvía de Ayacucho hacia Buenos Aires para ir por una donación de libros que una alma caritativa quiso hacerle aLa Metáfora Corp. Luego de desempacar los libros y limpiarles el polvo con un trapito, tocó cargarlos rumbo a la Fiesta del Libro y la Cultura. 2) Viaje en bus por Buenos Aires para descubrir que las calles de ese barrio tienen la particularidad de no ser totalmente planas o totalmente inclinadas, sino que más bien son como ondulantes: suben, bajan, vuelven y suben mero rato, se vuelven planas un ratico y vuelven a coger p’arriba o p’abajo y bordean muchas casas de fachadas pequeñitas pero a veces con zaguanes muy largos. Y de pronto: la lluvia. 4) Llegada a la carpa de la corpo bajo la lluvia para dejar los tesoros y, antes del aguacero, sesión de lucha libre
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera con Alfa Canis Majoris por un libro que parece como de ciencia ficción. Ganó ella, maldita sea. Ojalá lo disfrutés. 5) Aguacero. Por culpa del aguacero, tocó faltar al último compromiso: asistir al Taller de Escritores de la BPP. Tocó pegar rumbo a Mordor, con la tristeza de haber librado mal tres batallas. 6) Lectura en el bus hacia Enciso para tratar (en vano, aunque no del todo) de suprimir el llanto de un niño que iba con su abuela en el asiento de adelante, enojadísimo porque ella le había cedido el puesto libre a otra señora. Maldito cagón de mierda. No me da ni cinco de tristeza saber que la abuela debió haberlo molido a palmadas cuando llegaron a donde sea que viven. 7) Llegada a Mordor (Enciso) y ver, aterrado, cómo un daño en uno de los llamados “tubos madre” del acueducto convirtió a la cuadra vecina en una auténtica cascada que a esta hora sigue allá afuera fluyendo y fluyendo, obligando a desviarse a todos los buses. La cosa es seria. Más de una casa, a tan solo veinte pasos de esta en que vivo, debe estar ya inundada. Y la semana apenas va por la mitad.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera 18 de septiembre de 2016 · Hoy, en Las “aventuras” de Un Man Cualquiera: (*vaconsuspiroprevio*) Jornada final en Fiesta del Libro. En las carpas, mientras iban pasando los talleres con jóvenes y niños, y las conversaciones entre los de La Metáfora Corp, nos empezamos a sentir como si nos estuviéramos deshaciendo de los “restos del naufragio”: los últimos ejemplares, usados, poco interesantes, de una donación que sirvió para que mucha gente se divirtiera a su manera, concursando, jugando, medio aprendiendo alguito. Terminamos regalando tulas anaranjadas a los que tenían con que ir a comprar libros. No sabemos si volveremos a estar por allá, pero ojalá esa imagen de Daniel Balbin y yo repartiendo tulas (aunque bonita, con el atardecer cayendo sobre la carpa y que tales) no sea la despedida absoluta de esa Fiesta que, como le oí decir a alguien el primer día, debería durar todo el año. Luego, evento con el Jordi en el Salón de Libro Infantil y Juvenil. Hace unos años conversé con Jordi sobre las quince novelas que alcancé a leer de su inmensa producción. Hoy, después de tantos años, volví a ver a la misma persona: un lector loco, tan apasionado por la literatura, la música y el cine que él mismo parece un personaje literario, lleno de demencia creativa. La charla habría sido una delicia, de no haber sido porque en ella venía incluido un lunar (berrugoso, grande y peludo): Memo Ánjel.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hace un tiempo, en una cuenta censurada, muy censurada, planteaba unos tips para identificar a un falso lector, es decir, a alguien que lee no para ser feliz leyendo, sino para convencerse y para tratar de convencer a otros de tener-la-maldita-razón. Pues el tipo puso en práctica algunos de esos tips: 1) Trata de ridiculizar a quien te entrevista. Le salió perfecto. 2) Menciona a tantos autores como puedas para confundir y reinar (gran parte del público coincidirá en que “sabes mucho” y “eres muy teso”). 3) Haz chistes políticos malísimos. 4) Asume una actitud como de que nada te importa y de que eres la persona más relajada y simpática del planeta. 5) Habla mal de Stephen King porque, evidentemente, no lo has leído. Y bueno, podría seguir, pero. Lo maravilloso del evento, como siempre, fueron sus asistentes, lectores de verdad, personas que cuando abren un libro o ven una película o juegan un videojuego VIVEN el mundo que se despliega ante sus ojos. Y lo más maravilloso fue que Jordi, lector humilde a pesar de su increíble fama, me firmó un libro de ciencia ficción que tengo de él. Podría hablar ahora de la caminata bajo el viaducto del Metro entre las estaciones Universidad y Prado, de la pelea que se
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera armó en una esquina entre unos tipos que se amenazaban con sacar fierros, de la fila casi eterna esperando el bus pa Mordor, del nacimiento de otra luna gigante en el horizonte, lenta y rojiza como el hongo de una bomba nuclear... Pero creo que ya dije suficiente. Termino con cita del libro que el Jordi me firmó: “Pese al desencanto, le siguió pareciendo que todo era distinto. Las personas, sus actitudes, su entorno. Utopía era un estado de ánimo propio de cada cual. ¿La clave? La mujer que miraba a su hija jugando feliz vivía un instante de utopía perfecto. La pareja cuyas manos se entrelazaban bajo el influjo del amor, flotaba a través de un campo magnético cerrado en el cual los problemas quedaban al margen. Incluso el anciano cuyos ojos se alzaban en dirección a la cúpula podía pensar más en lo positivo que en lo negativo: estaba vivo. Cada segundo de futuro era un regalo. Cada cual tenía su Utopía”. Para mi utopía: Policarpa Ayloviu
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hoy, en Las “aventuras”/lecturas de Un Man Cualquiera: Diferencias fundamentales (Game of Thrones, la serie, y Juego de tronos, Canción de hielo y fuego I, el libro): en la serie, la noche de bodas entre Daenerys y Khal Drogo es una violación (el Khal la ‘poseye’ por detrás y ella pone cara de sufrimiento). No sé qué tan difícil era recrear la escena intimista del libro, cuando Dany (nunca he visto que la llamen así en la serie) logra comprender la intención del Khal a pesar de que no entiende un rábano de dothraki y de que él sólo conoce la palabra “No”. Es decir: en el libro, desde el principio, la historia entre ambos es una historia de amor, mientras que en la serie es una historia de sumisión por parte de la que será la Madre de Dragones. Es más, del libro se desprende la idea de que quien llevó la voz líder durante esa primera vez fue ella. Esto es infinitamente más lindo: “Solo entonces se detuvo, y la sentó en su regazo. Dany estaba ruborizada y sin aliento, sentía el corazón desbocado en el pecho. Drogo le sostuvo el rostro con ambas manos y lo miró a los ojos. —¿No? —dijo. Dany supo que era una pregunta. Le tomó la mano y la llevó hacia abajo, hacia la humedad, entre sus muslos. —Sí —susurró mientras guiaba el dedo del hombre hacia su interior” George R.R. Martin Juego de tronos
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hoy, en Las “aventuras” de UnMan Cualquiera: viaje mañanero hasta Sabaneta para entrevista de trabajo. La cosa pinta bien, sin la presión de mi primer y desastroso intento de este año, pero todavía no se sabe nada. Es cierto que ya estuvo bueno de malas noticias el maldito 2017 y no estaría mal que la velita de alguna oración pa que mis vueltas me salgan bien me iluminara un poco el camino. Cada vez que visito un centro empresarial d’estos veo en vivo esta necesidad tan grande que nos impuso el siglo XXI: no de ser alguien, sino de subsistir como sea sin tener que hundirnos en la mierda. Las personas que conocí hoy tenemos un pensamiento en común aunque jamás lo expresamos en voz alta: “No nos queremos morir; es nuestro derecho no querer morirnos”. Caminata por el Centro a mediodía para disfrutar del calor de la ciudad y luego descenso bajo el viaducto del Metro hasta la UdeA. Almuerzo (par sánduches), relectura sabrosa del George doble erre y revisión de las últimas páginas de la Histeria. ¿Por qué sigo con eso? ¿Por qué, en el nombre del Señor? La verdad es que sí lo sé. La razón tiene una hermosa sonrisa, unos pomulitos suaves y el pelo rojo. Aguacero ni el más triplehachepé preciso cuando me dirigía a mi clase de hoy en la Piloto y no tener más remedio que tomar esa ducha fría por toda la calle Barranquilla (y saludar en el camino a misiá elevada, Jessika Cano) y después por el contorno de la Universidad Nacional, recibiendo chapuzones de enormes ruedas
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera de buses y camiones sobre los charcos. Dar la clase con siete minutos de retraso, ensopado pero de muy buen humor, y hacerle una antesala bonita a nuestra siguiente lectura postapocalíptica: La carretera, del McCarthy. En medio de la clase, recibir el siguiente mensaje de una estudiante del año pasado: “Profe gracias por sus enseñanzas, la verdad le aprendo mucho, un abracito, en esta fecha conmemorativa”; recordar, entonces, la celebración de hoy y reír de p’adentro porque nada me hace merecedor de semejantes felicitaciones. Caminata de regreso hacia el Centro y otra vez aguacerazo bíblico desde La Playa hasta Mordor: abra la sombrilla y pegue pa’l cielo antes de que se caiga. Descubrí que cuando uno se seca la lluvia, al llegar a la casa, las toallas se sienten calienticas y sabrosas. Y just now: hora de la comida con Pola. Cremita de zanahoria con papas friticas. Amai.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hoy, en Las “aventuras” de UnMan Cualquiera: (la resurrección). Lunes de Taller de Redacción (o, como lo llamo ahora: “Ortografía y gramática... y zombies”), marcado por una mañana de cuatro acciones simultáneas: preparar la clase, revisar las pruebas de un libro sobre pedagogía infantil, llamar a un consultorio donde no contestaron nunca para solicitar la corrección de una fórmula médica y leer cositas deliciosas en los momentos de descanso; salir faltando cuarenta y cinco minutos para el inicio de clase con apenas lo suficiente para tomar un solo bus que me acercara al Centro pa luego pegar el pique hasta la BPP y llegar diez minutos tarde sudando hasta por las orejas; la anécdota tierna durante el miniviaje en bus fue haber recibido la llamada de una tía altamente religiosa (a la que quiero y respeto mucho porque una cosa [la religión] no tiene nada que ver con la otra [el afecto]), con un mensaje de ánimo que alternaba entre una oración de devocionario y los pasos hacia el éxito de cualquier libro de autoayuda, con el agregado de que fue transmitido con el cariño de alguien que a pesar de ver el mundo de una manera completamente distinta a la de uno, tiene o parece tener algo de fe en lo poco que uno hace a las patadas y con estrés, gracias a los obstáculos de burócratas que en su mayoría no han regresado aún de sus vacaciones de Semana Santa; más tarde, ya en la clase, tener la sorpresa de una nueva estudiante en el muy desprestigiado Taller y descubrir que justo el año en que el tema de las lecturas es la necesidad de un feminismo más eficaz
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera y menos mediático-elitista, el grupo reducido del curso está completamente conformado por mujeres, puesto que el único estudiante matriculado huyó indignado porque no pudo leer su texto “genial” sin haber participado ni leído antes en ninguna de las sesiones. Poor guy. Finalizar la clase con la sensación de que los indignados con argumentos contra la condecoración a Maluma somos más, y un par de comentarios que me conmovieron hasta las lágrimas: “Mil gracias, profe, por la clase tan buena de hoy” y “Hoy el tema estuvo excelente”. Pues bueno, se hace lo que se puede. ¿Tendría sentido esta parrafada inaportante si no fuera porque llegué a la casa y allí estaba Pola, Penélope sin telar de un Odiseo sin mar? Por supuesto que no. Ella es el sentido de toda esta locura en la que muchos tratamos de vivir sin desesperarnos. Si Dios existiera, cambiaría cualquiera de mis días “buenos” por cientos de días excelentes para ella, que también lucha por su parte contra retos que yo con toda seguridad no sabría enfrentar. Pero está aquí durmiendo a mi lado, haciéndome sentir, como cada noche, el Man más afortunado de esta roca interestelar. Si leyeron hasta acá, les deseo con mucha sinceridad: largos días... y gratas noches. Fin.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hoy, en Las “aventuras” de Un Man Cualquiera (edición especial): de acuerdo con los confiables sistemas de cálculo terrestres, esta es la trigésima tercera vez que le doy la vuelta al Sol a bordo de este planeta. El viaje ha tenido de todo, en especial momentos amargos, pero puedo decir que lo he disfrutado en la medida de mi inmensa amargura. A esta altura del paseo, aunque no he visto lo que muchos de menos edad sí (heme aquí sin conocer todavía el mar, por ejemplo, puesto que escasamente he salido tres veces de Medellín y lo más lejos que llegué fue a Bogotá), puedo decir que el mundo está lleno de mentiras, que hacer realidad ciertos sueños (como publicar un libro, que es quizá mi mayor logro) no es tan maravilloso como muchos optimistas proclaman y que la ignorancia no es necesariamente un defecto. Pero también puedo decir que la vida es definitivamente el mejor regalo, un accidente maravilloso. Si bien utilizo este espacio para gritar todas mis frustraciones, mi objetivo real es compartir lecturas (no solo de libros) y tratar, de ese modo, de establecer una conexión con mis semejantes e invitarlos a que sepan identificar lo que los apasiona para que luchen por ello sin descanso. No puedo negar que me duele la decepción que me han causado la mayoría de las personas a las que he amado (incluyendo a mi señora madre, que hizo y sigue haciendo lo mejor que ha podido conmigo y mis hermanos, aunque siempre ha esperado de mí una solvencia económica que jamás tendré) y que eso es una marca de la que no puedo deshacerme; sin embargo, de todas esas experiencias
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera he tratado de conservar lo mejor. Hoy puedo agradecer lo que considero un verdadero milagro: ser parte de la vida de Pola, la única mujer que no ha sido falsa conmigo. Como bien señalaba una amiga en un comentario hace poco, no sabría qué hacer sin ella y de hecho no le vería ningún sentido a nada si no fuera por ella, que es infinitamente más fuerte, más valiente y más inteligente que yo. Así, mientras que otros esperan con ansias sus respectivas fechas para sentirse amados por personas que quizá no los aman en realidad, yo sólo espero tener la oportunidad de hacer feliz a quien hoy me brinda toda la felicidad que el mundo me sigue negando. Algún día el planeta dejará de dar vueltas sobre sí mismo y alrededor de la estrellita que habrá de asesinarnos a todos, pero déjenme decirles esto: solo el amor sincero, incondicional y desinteresado le da un sentido a esta inmensa broma. No pierdan la oportunidad de sentirlo. Nada más vale la pena. P/D: agradeceré a quienes leyeron hasta acá que no me feliciten, no es para eso que escribo todo esto. Más bien vayan y denle un abrazo bien brutal a esa persona de la que no quieren desprenderse. Y sean tan felices como puedan. Fin.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hoy, en Las “aventuras” de Un Man Cualquiera: llevaba un buen rato sin caminar bajo la lluvia, así que aproveché la salida con Pola hasta el alimenteitor, tipo 7:30 a.m., pa seguir por mi lado al ritmo de la llovizna. Toda la mañana estuvo gris y lenta y así anduve, despacio y con el ánimo más bien gris, robando historias de cada rostro, de cada mirada, de cada persona que veía y oía, hasta un escampadero donde pudiera leer y escribir tranquilo. Hoy invertí el orden (escribí primero y leí después) y el resultado fue distinto a los dos tristes párrafos de siempre; es bacano que a la novela histérica le hayan crecido hoy, en este día histérico, dos páginas más. Luego hubo más lluvia cuando el swing de la escritura dejó de sonar, y luego más lluvia, y pájaros escampándose entre ramas de árboles, y luego más lluvia, y las siluetas de los edificios del Centro y de la Alpujarra desdibujados entre la niebla, y luego más lluvia, y luego las páginas más violentas hasta el momento de La canción del verdugo de Norman Mailer, y luego más lluvia, y luego más lluvia, y luego más lluvia... Quería contar algo triste, pero, como hoy me rindió tanto la novela, ninguna tristeza vale la pena.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera 18 de enero · Medellín, Antioquia · Hoy, en Las “aventuras” de Un Man Cualquiera: se descubrió, tras un megamadrugón, que entre las 4 y las 5 a.m. todos los taxis están disponibles (precisamente cuando más terroríficos parecen sus conductores). Motivo del madrugón: exámenes médicos exigidos por la empresa donde uno anda solicitando elempleo paranomorir. Nivel: llegada a la fila tipo 5:45 y darle toda la vuelta al edificio buscando la cola del gentío pa confirmar pendejamente que detrás del último no hay nadie, en especial si el último es uno porque por lo general uno es muy demalas. Ficho de atención: 168, y eso que la saqué barata. Tengo ahora la teoría de que los lectores a los que no les gustan las historias de zombies es porque jamásensuputavida han tenido que hacer una fila o siempre han tenido quien la haga por ellos, malditosmantenidosdeldemonio. Henos aquí, más de 200 “aplicantes” caminando lenta y resignadamente, con sueño y hambre, bajo la luz de unas estrellas que se van borrando mientras sale el sol, para luego esperar sentados la mitad de la mañana para que una cajera nos dijera: “Espere otras cuatro horas pa que lo llamen”. Ok, ok, ellas no dicen eso, pero eso es exactamente lo que sucede. Me dieron ganas de entrar al baño a eso de las 10:30 y luego de tres minutos de fila, cuando ya iba a entrar para convertirme en un hombre de vejiga renovada, me llamó la primera médica. Tras quince minutos de examen, salí con ganas de cantar triunfante “Mi agüita amarilla” de los Toreros
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Fallecidos, pero de nuevo me interrumpió una segunda médica para el examen siguiente justo antes de que la puerta del baño se abriera. Todo pa que a uno le digan que se quite la ropa y uno no se sienta nada bien al hacerlo. Recomendación de la doc: o dejo de fumar o en unos años estaré pegado de un balón de oxígeno. Pues bien, al salir del edificio, a la hora del almuerzo, lo primero que hice fue fumarme el último que tenía. El resto del día se resume en que la mayoría de medellinenses cualquieras somos los participantes de un reallity dirigido por Donald Trump: corra, imprima cosas, fotocopie cosas, pague en un banco por cosas, súbase a un bus y viaje y viaje pa que después le digan que la papelería está incompleta. Pero, como siempre, el infierno tiene su lado hermoso y maravilloso: encuentro con Pola, comer perrito caliente con ella, viajar de regreso en el bus y quedarse dormido en el hombro de ella mientras ella duerme con un buzo apoyado contra la ventanilla a modo de almohada y luego caminar con ella de la mano hasta la casita, porque el camino no se acaba. Fin. Oh, mira, un cigarrillo,
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera 1 de enero · Hoy, en Las “aventuras” de Un Man Cualquiera: caminata desde Mordor (Enciso) hasta La Comarca (Santacho). De Caicedo hasta el parque Bicentenario, incluyendo La Toma, conté SIETE borrachos dormidos en alguna acera. Dejé de contar sancochos a partir del tercero, pues prácticamente había uno en cada esquina. Por La Toma vi uno de los primeros accidentes de automóvil del año (taxi contra particular): muchos vidrios rotos pero ningún “muñeco” de año nuevo. Muchos caminantes por el Centro, Playa abajo y cuando iba por (creo que es Boyacá) la parte de atrás de la iglesia de La Veracruz, una señora de minifalda que parecía estar esperando un bus esperando un bus me preguntó: “Muchacho, qué hay pa mí”: La pregunta me causó gracia pero en mi cándida inocencia, por supuesto, no entendí. Luego a la carrera por el sector de San Benito, que parecía el escenario perfecto tras un apocalipsis zombie, con uno que otro indigento borracho con ganas de armar bonche o ver qué lograban atracar. Ya por la calle Colombia, descubrí que una de las ventajas de que ocurra un apocalipzombi sería caminar con absoluta paz y tranquilidad bajo los puentes peatonales. Junto al Coliseo de Balonmano vi a una pareja besándose (pobres almitas) y luego hubo plones de alegría al viento bajo el viaducto entre las estaciones Estadio y Floresta, con muchas miradas al cielo donde ya se veía la Luna y el planetica brillante que, supongo, es Venus. Y bueno, llegada a Santacho, abrazos de felizaño pa toduelmundo y sancochito con
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Mr.Tea. El regreso fue en Metro leyendo The Walking Dead hasta la estación Prado pa subir de regreso hasta el Ojo de Sauron (la Loma del Enano, próxima a estrenar estación de Metroqueibol) y desde allí ver la luna convertida en la sonrisota brillante del Gato de Chesire, mientras a mi alrededor hacían estallar voladores y retumbaban vallenatos y chucuchucus de cuadra en cuadra. Lo mejor de todo: la sonrisa de Pola cuando llegué. Fin. Así van las cosas en el nuevo ciclo de’ste mundo futurista.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Hoy, en Las “aventuras” de UnMan Cualquiera: La conoció en el parque de Boston, un lugar de esparcimiento cercano a Mordor y cercano al Centro, una noche en que no esperaba nada, porque ya no sabía, después de tantos años de desgracia, qué se podía esperar de la vida. Ni él ni ella se gustaron al verse, porque del encuentro no esperaban nada, pero tuvieron la fortuna de caerse bien después de conversar un rato y olvidarse de todo lo que había en el parque: venteros, parejas, niños, perros, gamines, locos, borrachos, policías... Habían hablado antes por el careFaceBook, y también allí, cara a cara, fueron sinceros acerca de todo lo que tenían para decirse. Ya no recuerdan si tomaron cerveza. Probablemente fumaron. A partir de esa noche, él atravesó tormentas para encontrarse con ella. Llegaba mojado de pies a cabeza (llovía mucho en la ciudad por esos días) y siempre valía la pena porque ella le sonreía. La conoció por dentro de la ropa y por dentro de la piel y por dentro de la boca. Empezó a conocerla un poco más cada vez que la veía, y luego supo, y le pareció una maravilla, que nunca iba a dejar de conocerla y que cada vez crecerían sus ganas de conocerla más. Le conoció las manos y los dedos de los pies cuando ya conocía su cuarto porque conocía su barrio porque conocía sus ganas. Conoció sus gatos después de conocerle la necesidad de dormir durante horas, y con los días y luego los meses de citarse con ella después o antes del trabajo, le conoció palabras que ella casi nunca decía a nadie, y conoció su sonrisa
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera más sincera y uno que otro dolor que le aquejaba el cuerpo. La conoció como casi nunca se conocen las parejas de ahora: en la salud y en la enfermedad, en la sobriedad y en la borrachera, en el estrés de un empleo difícil y en el difícil estrés de no tener empleo, en un llanto de madrugada que no la dejaba dormir, en el café del desayuno, en la osadía del sexo en el balcón (la culpa no es de Calamaro), en la demencia del sexo al aire libre, en la paz de una manguita con un picnic de cerveza y cigarrillos y mandalas pintados con lápices de colores, en el amanecer de un nuevo día en la misma cama después del amanecer del día anterior y antes del amanecer del día siguiente, en la riqueza de las lecturas y en la pobreza de los billetes, en el horror de los diciembres bullosos y los saludos de año nuevo donde nadie en realidad se quiere, dándose cuenta ambos, poco a poco, de lo mucho que ya se querían el uno al otro. Él sabe ahora, mientras se esfuerza en conocerla más, después de los años y la convivencia, después de los gatos muertos o perdidos o reencontrados o recién adoptados, después de los cambios de domicilio y de empleo y de su único viaje lejos de los monstruos citadinos... que ella es la única persona que lo conoce. Sabe que gracias a ella los 29 años de vida que pasó sin conocerla valieron completamente la pena porque lo llevaron, sin proponérselo, hasta sus besos y hasta sus brazos. Sabe que nadie llegará a conocerlo mejor que ella. Sabe que no quiere conocer a nadie más. Sabe que la muerte no le importa porque, gracias
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera a Pola, conoció lo mejor de la vida. Ayer, en Las “aventuras/lecturas” de UnMan Cualquiera (antecitos de la Parada Juvenil de la Lectura): leyendo al maestro Faulkner. Uno deja de leer al tipo como por temporadas porque sabe que es complicado, no es lectura para distraerse sino para concentrarse, porque es como si sus novelas tuvieran una enorme fuerza de gravedad psicológica. Por estos días estuve hojeando El Villorrio, un poco distraídamente porque la edición que tengo no me gusta, y antes, varios meses antes, chapalié un poquito en las aguas de Sartoris, novela en la que decidí no zambullirme porque me dio el mismo susto de cuando uno, de niño, veía que una piscina podía ser muy profunda y por eso se quedaba más bien en la parte en que el agua le llegaba a los tobillos. Hace pocos días volví a echarle muela a otro que había dejado a medias hacía varios años: Las palmeras salvajes. Del libro conocía ya una frase, que es la que llevo tatuada en el brazo derecho, el de la mano con que escribo, que dice así: “Entre la pena y la nada, elijo la pena”. Hay personas a las que esa frase les parece muy pesimista, pero yo siempre trato de explicar que, por el contrario, es una frase que contiene un mensaje muy “motivacional”, digamos, pero con una perspectiva trágica, es decir, realista. Escoger la nada (la opción más fácil) es escoger la muerte; escoger la pena (aunque siempre duela y sea como levantar una piedra que vuelve y se cae o como si un halcón viniera todos los días a picotearle a uno el hígado) es escoger la vida. Sencillo, ¿sí o qué? Entre la vida y la muerte,
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera escojo la vida. Pues bien, es una idea que resume muy bien las acciones de los personajes: los médicos (el joven y el viejo) y en especial la mujer de la cicatriz. La primera vez que intenté leer la novela me molestó el hecho de que Borges fuera el traductor y me dejé nublar por ese dato, que en últimas no es tan importante porque hizo un trabajo muy bueno. Captó la prosa del maestro con palabras muy bien escogidas. En lo que llevo, me acaba de sacudir un parrafito, donde la mujer de la cicatriz, que es escultora, define ese arte como superior a la pintura (y por consiguiente superior a la literatura). Pónganle cuidao: “Esto es lo que hago: algo que se puede tocar, levantar, algo que pese en la mano, que se pueda mirar desde atrás, que desplace el aire y desplace el agua y que si uno lo suelta, el pie es el que se rompe y no él. No hurgando un pedazo de tela con un cuchillo o un cepillo o como si se tratara de combinar un acertijo con un palo podrido entre los barrotes de una jaula. Por eso digo que yo le ganaba a los cuadros”. Brutal, ¿no? Bueno, eso era todo. Estoy fascinado leyendo al maestro otra vez. Parafraseando a cierta filósofa del momento: “Seamos vagos. ¡Leamos!”.
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera Ayer, en Las “aventuras” de UnMan Cualquiera: Parada Juvenil de la Lectura o Unodelosdíasmáslargosde’stiaño: Luego de escribir una brevísima reseña sobre la lectura de un libro de Faulkner, y tras una caminata corta desde el Parque Biblioteca León de Greiff, la llegada a la UVA de la imaginación fue muy a las dos de la tarde, psicológicamente preparado para una lectura pública al aire libre. El reto inmediato fue vencer el miedo a estar entre una aglomeración tan grande de gente, puesto que este evento siempre ha sido una versión miniatura de la Fiesta del Libro, a la que, cada año, parece asistir casi la mitad de la ciudad. En la primera carpa a la que llegué con el parcero Federico Rua, me regalaron de bienvenida un libro en inglés de Neil Gaiman y a los pocos minutos estábamos los dos en las graderías frente a un ring de boxeo intelectual en el que se enfrentaron los fans de Juego de tronos contra la enorme comunidad pottérica del sector. Las hermanitas Toro (Diana y Cris) supieron ganar con altura el divertido debate, dejando en alto el nombre de J.K. Rowling y demostrando que para ser un buen lector sólo se necesita una cosa: leer. Pasamos luego por las carpitas de los libros con la tristeza de no poder comprar ninguno, a pesar de que el parcero Fernando Ríos-Mazo nos los ofrecía fiados, lo que no hace ningún tendero paisa (supuestamente). En la zona verde, detrás de las carpas donde se ofrecían talleres musicalesliterariosyartísticos en general (y luego de participar en uno sobre el fin del mundo), parchamos en una de las mesitas de
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera un restaurante vegano y esperamos nuestra hora comiendo papas cocidas con arrocito y perejil, y ceviche sin camarones (porque los camarones son carne, quién lo creyera), y estábamos en esas cuando recibimos la noticia de que nuestro encuentro no era de 6:00 p.m. a medianoche, como creíamos, sino de medianoche a 6:00 a.m. del día siguiente. Ay, dolor. Empezamos, entonces, como miembros de cualquier corporación cultural que se respete, a tomar cerveza a lo Bukowski: más cerveza, más y más, y más cerveza. Mientras pasaban las horas y crecían los grupos de adolescentes hipsters y de niños postmillenials que jugabanycantabanyreíanybrincaban, la conversación en la mesita, bajo una tímida sombrilla, fluía en todas direcciones y abarcaba temas diversos. Fue bueno volver a ver gente que hacía rato no veía: parcer@s de la universidad con sus hijitos o sus nuevas parejas, exparceros que se hicieron los locos pa saludar, celebridades como La Pulla (quien, por cierto, es muy linda en vivo, grata sorpresa) y Carolina Andújar, quien me reconoció y me saludó a pesar de que no soy nadie y de que sólo nos habíamos visto una vez en la vida, con la hermosa panorámica de la ciudad al fondo, bajo un cielo que no se decidía entre el sol y la lluvia. Cuando iba cayendo la tarde fui a encontrarme con Pola, que aceptó acompañarme a la lectura de madrugada y tuvimos tiempo de ir a la casa, comer lentejas, cambiarnos de ropa y tomar más cerveza. Llegamos otra vez a la UVA como a las 11:30
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Las Aventuras De Un Man Cualquiera p.m., y ya estábamos casi listos para la lectura cuando, como decimos acá, “se largó el agua”. Pola y yo nos refugiamos en el zaguán muy silencioso y muy oscuro de una casa detrás de la UVA y fumamos y tomamos cerveza mientras esperábamos que escampara. Volvimos cuando por fin la lluvia se cansó de amargarnos la fiesta y el parchecito entonces se compuso de música a cargo del Fede y del parcero Balbin, quienes cantaron temitas muy sabrosos para un público de veintitantas personas, la mayoría muy jóvenes. La idea inicial era, como dije, leer en modo “cantocuentos” algunas de las “aventuras” de quien esto escribe, pero como esos textos son iguales a su autor (es decir, inútiles), sé que lo que más disfrutó la gente fue el parche musical que hizo converger unas tres décadas de buenas canciones: Caifanes, Bunbury, Jarabe de Palo, Zoé, Calamaro, el querido Silvio a petición de Natalia (una amiga muy querida a la que casi nunca veo pero a la que aprecio bastante), y otras cosas no tan parchadas, como esa canción que dice
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