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Ning\u00FAn Rockstar es nuestro due\u00F1o
by La Mirilla
Por Cecilia Díaz
Primero agotó entradas de un mítico antro. Y luego las de un boliche conocido. Llegaron, lógico, los estadios. Y todos lo aplaudieron. No había razón para no hacerlo. Alguien le contó la historia del viejo rockstar que recibía fans en su departamento pintado con aerosoles y repleto de sustancias. Y compró el relato, ese relato que lo ponía como dueño del mundo. Como dueño de todo. Como dueño de todas.
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Los titulares sobre abusos de rockeros sobre sus fans se repiten: algunos casos son violaciones, corrupción de menores, otros maltratos y extorsiones. Y es aquí donde ese concepto de ser “dueños” no es casual ni arbitrario dado que la cuestión de género es una opresión más en este régimen social de explotación. Las mujeres trabajadoras son oprimidas por una cuestión de clase pero también lo son por ser –precisamente- mujeres.
En ese punto, la mujer tiene que decir que sí a todo lo que le pide tanto la clase dominante como el hombre. Se convierten en un objeto más y dentro del “mundo del rock” se puede ver con claridad: siempre estuvieron en un segundo plano como coristas, casi un adorno. Si tocaban instrumentos “poderosos” muchas veces lo hacían escondidas o solo cuando formaban parte de bandas “de chicas”. “I’m with the band”, sin mayores explicaciones, era la llave para que nadie cuestionara la presencia en camarines. Eran las Peperinas o, incluso, las Yoko Ono –que “arruinaron todo”. Las mujeres de arriba y abajo del escenario eran inferiores a esos rockeros estrella dueños del mundo. Pero eran. Porque las épocas van cambiando y con ellas las vanguardias. Hoy son muchas las mujeres fuertes de la escena local: cantantes líderes de bandas, bateristas o guitarristas que lograron el reconocimiento y protagonismo que merecían y un desarrollo de sus proyectos sin rendir cuentas a nadie, sin que se las trate como algo inferior al hombre. Por otro lado, varias otras pudieron contar sus historias trágicas con rockeros quienes -hasta ese momento- eran sus ídolos. Algunas lo llevaron al plano de la justicia y por eso hoy un cantante como Cristian Aldana, otrora protegido por el Estado cuando cumplía roles en el gobierno kirchnerista, terminó preso aunque intentara zafar responsabilidades por violaciones. Las mujeres, con el impulso del movimiento nacido con el grito de #niunamenos, encontraron un momento para hablar y demostrar como, en distinto grado de brutalidad y maltrato, eran víctimas de esos hombres que tenían un poder subjetivo sobre ellas. Con las limitaciones que el propio movimiento insurgente contiene, lograron un principio de organización y participaron por primera vez de un paro internacional de mujeres.
“¿Sabés quién soy yo?”, les decían. Claro que sabían. El problema es que manipular a una mujer desde una situación de poder es abuso. Y la solución planteada desde el socialismo es que las mujeres se liberen de todo ello gracias a la lucha de clases y el fin de la opresión capitalista. Las músicas que sufren la discriminación y machismo deben luchar abiertamente para recuperar el Sindicato Argentino de Músicos (Sadem) y desde ahí, desde el sindicato, abordar esta violencia de género hasta erradicarla. Porque hoy ni siquiera tienen en su organigrama una secretaría que atienda a problemáticas específicas de género. Las mujeres víctimas de rockeros, la mayoría de ellas jóvenes menores de edad, también deben ser fuertes y reconocer que la única salida es luchar por una real transformación social, que no separe a la mujer de la lucha general de los trabajadores. Porque si los casos de violencia de género son producto de una descomposición social o una perversión que cuenta con el encubrimiento del Estado es claro que la superación de esta barbarie implica necesariamente derrumbar el régimen de explotación actual y reconstruir con pilares diferentes, con productores de la riqueza social. El Estado no puede permanecer ajeno a esto porque no solo es responsable de las circunstancias generales en las que ocurre la violencia sino que vuelve a maltratar a las víctimas cuando ejercen violencia institucional: las pibas no son tomadas enserio cuando van a denunciar, no son revisadas como corresponde por médicos, se les descree todo cuando brindan testimonio, se justifica al agresor y la contención pasa a ser algo inexistente. Muchas veces si no llegan a extremos como ser incendiadas por sus maridos músicos, las víctimas de los rockeros -y de otros géneros, claro está- parecen ser subestimadas, parecen ser ellas responsables por ser la chica de camarines que eligió entrar en un mundo de caos y vale todo. Pero la noche y el rock no es un cheque en blanco. No vale todo y los músicos no son dueños del mundo ni de las mujeres.
Por el fin de la doble opresión. Ni una menos. El Estado es responsable.