LaMUY 09

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REVI STA GR ATUI TA J UNI O/JULIO 2017



SUMARIO

03 De lo malo, lo mejor Javier Gotor CARTA DEL DIRECTOR

Paola Caballer MODA

04 Eclipse

32 El diseño español en la Expo 92

EN 1.000 CARACTERES

06 El lado oscuro de la Expo 92 Manuel Grosso OPINIÓN

08 El primero torero negro El Rancio Sevillano OPINIÓN

34 3TTMAN. El hombre de las tres cabezas THE WALL

36 Gritos de esperanza olvidados SEVINTAGE

45 La poesía del exceso

Enrique Redondo de Lope REPORTAJE

Amaro Sánchez de Moya OPINIÓN

14 Tus nuevos bancos

46 Curro

16 La economía colaborativa y sus variantes 01

Peter Abbad DISEÑO

10 El descanso de Jeanne y Modi

Juan Luis Manfredi OPINIÓN

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30 Del trópico a África

Andrés Boix ANÁLISIS

20 Expo 92: Nosotros la hicimos Julio Cuesta OPINIÓN

22 Hermanas Gestring. Creativos Inda Rodríguez HISPATALENTOS

24 Teresa Sáez. I+D Alejandro López HISPATALENTOS

26 Beltrán Calvo. Empresas Alejandro López HISPATALENTOS

ES MUY

54 CaixaForum Sevilla, una nueva puerta a la cultura Moisés Roiz OPINIÓN

56 Atín Aya. El cazador paciente de la belleza Alejandro López FUE MUY

60 ¿Dónde estabais? Paco Brida OUTSIDERS

62 El eyeliner y las llaves Pilar Rodríguez OPINIÓN

66 La película de la Generación del 27 José María Rondón ARTES

69 El misterio de la figurita Elisa Victoría Marroquí LA 69

70 Masa y poder. Desde el mirador de la guerra Pedro G. Romero OPINIÓN

72 Gary Bedell Javier Gotor HEREJES DEL SUR

74 Stendhal 92 Eva Díaz Pérez OPINIÓN

76 Ultramarinos de barrio David Pareja LA MANDUCA

78 Donde la escultura nos lleve La Muy FROM SVQ

80 ASSEJAZZ. La escena subterránea del jazz en Sevilla Vidal Romero MÚSICA

84 Nuestros temidos vecinos Tali Carreto CINE

64 Breviario

88 Mosaico “La casa de los pájaros” de Itálica (Detalle)

Javier Salvago POESÍA

José Luis Castro Lombilla PLUMAS DE CABALLO


SOMOS MUY

COLABORADORES MANUEL GROSSO. Profesor universitario, escritor y promotor cultural. JULIO MUÑOZ, RANCIO SEVILLANO. Periodista y escritor. JUAN LUIS MANFREDI. Periodista y profesor universitario. JOSÉ MARÍA RONDÓN. Periodista y escritor. AMARO SÁNCHEZ DE MOYA. Arquitecto, decorador y pintor muralista. PETER ABBAD. Diseñador.

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PILAR RODRÍGUEZ. Periodista. ELISA VICTORIA MARROQUÍ. Escritora. EVA DÍAZ PÉREZ. Periodista y escritora. VIDAL ROMERO. Arquitecto y crítico musical. PEDRO G. ROMERO. Artista y miembro de la Plataforma de Reflexión de Políticas Culturales. JOSÉ LUIS CASTRO ‘LOMBILLA’. Humorista gráfico y escritor. ENRIQUE REDONDO DE LOPE. Abogado y periodista de vocación.

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JUNIO - JULIO

DAVID PAREJA. Gestor cultural, guionista, realizador y empresario de hostelería. LITTLE. Artista autodidacta, licenciado en Comunicación Audiovisual y gestor cultural. ANTONIO BELLIDO. Fotógrafo.

Colaboran en este número ÁNGELA MURUVE. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, en la especialidad de Grabado y Diseño Gráfico. Dedicada a la ilustración, fotografía y diseño freelance, ha participado en numerosas exposiciones colectivas e individuales en Sevilla, Barcelona y Madrid, entre ellas en la Feria de Arte y Tendencias Urbanas MULAFEST. Su trabajo puede segurise en @angelamuruveilustracion y @ momentsofcuriosity. ANDRÉS BOIX. Profesor de Derecho Administrativo en la Universitat de València - Estudi General y autor de varios trabajos y monografías especializadas en diversas materias de Derecho público. Colabora con asociaciones y organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos y del medio ambiente así como con distintos medios de comunicación. Su blog www.lapaginadefinitiva.com/aboix es no de los más visitados en el área de derecho público. TALI CARRETO. Siempre le tiró el lado oscuro: de renacuajo se metía debajo de las sábanas con una linterna y un libro. Menos mal que no le dio por las velas. Luego llegaría la sala del cine: tiene el récord mundial de visionados de Tiburón. Y al final, los antros: en una ocasión una chica se rompió el tobillo bailando lo que pinchaba. Literalmente. Catacrack. Pero un día Tali Carreto vio la luz y con los Guisado Bros. como jedialiados alumbró al mundo la FREEk!, el Monkey Week y algún que otro sarao interplanetario. No está mal para alguien que no sabe girar a la izquierda, como Zoolander. JAVIER SALVAGO. Es uno de los principales representantes de la poesía de la experiencia. Premio Nacional de la Crítica de poesía castellana, Premio Rey Juan Carlos I de poesía y Premio Luis Cernuda. Sus poemas se han traducido a varios idiomas y se incluyen en varias antologías de poesía nacionales e internacionales. Colaboró en Diario 16 de Andalucía y columinista de Diario de Sevilla. Guionista de radio y televisión, destacando su trabajo junto a Jesús Quintero. PAOLA CABALLER. Investigadora y analista de tendencias. Responsable del Observatorio de Tendencias SURGENIA 2015 y 2017. Articulista para revistas especializadas y co-autora de informes en diferentes sectores.

CRÉDITOS DE FOTOS Foto Carta del director: Niccolò Guasti. Foto En 1.000 caracteres: Antonio Bellido. Fotografía tomada con cámara analógica. Fotos Sevintage: Catálogo de obras presentadas para la elección del cartel oficial de la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Fotos Fue Muy: Archivo María Aya. Fotos ASSEJAZZ: Antonio Torres Oliveira y Guille García.

Agradecimientos Jorge Diz, José González Jiménez, Mariví Gómez, Francisco Parra, Seleka, Claudia González, Ángel L. Fernández

S ta f f JAVIER GOTOR Director ALEJANDRO LÓPEZ Redactor Jefe INDALECIO RODRÍGUEZ Marketing JACOBO CARMONA Diseño y Maquetación.

E d i ta

GLOZ COMUNICACIÓN C/ San Isidoro, 19 41004 Sevilla

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C O N TAC T O hola@lamuy.es

Impresión Gráficas Andalusí

DEPÓSITO LEGAL SE 1355-2015 Todos los derechos reservados. Prohibido la reproducción total o parcial de lo artículos, ilustraciones, fotografías y demás contenidos publicados. La dirección no se hace responsable de las fotos, textos y opiniones en La Muy, ya que son responsabilidad de las fuentes firmantes.


CA R TA D E L D I R E C T O R

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De lo malo, lo mejor Texto: J AV I E R G O T O R

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stoy notando en mi entorno que la volatilidad social en la que vivimos sumergidos, la liquidez contemporánea de la que hablaba Bauman y la vertiginosa velocidad de nuestro timeline personal, a la que estamos obligados de manera totalmente antinatura, provoca un efecto rebote francamente genial y subversivo. Necesitamos en determinados momentos puntuales beber cerveza. De lunes a viernes en horario de oficina nuestras neuronas no paran de producir descargas eléctricas y administrar el funcionamiento de todo nuestro organismo para que seamos capaces de aguantar, con relativa entereza, al clásico botarate. Sin embargo, cuando se acerca la hora de salida de tu trabajo, aproximadamente diez minutos antes, nuestras neuronas empiezan a sufrir cortocircuitos.

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Me refiero a que esa nueva forma de vida a la que los jóvenes (y no tan jóvenes) nos estamos acostumbrando que consiste en prepararte profesionalmente hasta límites desconocidos, trabajar con horarios casi ordinarios, entender que hoy estás sentado en esa mesa, con tu ordenador, tu grapadora o tu rotulador pero que mañana puedes estar sentado en el sofá viendo Sálvame, y en llegar a fin de mes con algo de dinero en la cartera que apenas tienes tiempo de gastar. El que gana pasta, el que no, lo comido por lo servido. Ese modelo de vida tiene algo recurrentemente positivo y es que nuestro mens sana in corpore sano depende en gran parte del aprovechamiento que seamos capaces de conseguir de los momentos con amigos, familia y seres queridos en general. Hace unas semanas, charlando con un amigo en uno de esos momentos, tomando cerveza, me comentaba cómo había sido su reciente cambio de trabajo y de ciudad. Me dijo algo que me produjo una terrible desazón al principio. Luego me hizo hasta gracia. Trabajaba en una conocida empresa sevillana pero estaba buscando nuevas oportunidades. “Justo cuando cumplí cuatro años en esta empresa, empezaron a llegarme

ofertas de trabajo”. Leí entrelíneas que quería decir que el resto de empresas interesadas en él estaban sorprendidas y valoraban esa pequeña carrera profesional en dicha compañía (compañía no precisamente galardonada por el buen trato y reconocimiento a sus trabajadores). A eso me refiero. Quizá sean paranoias mías pero estoy un poco hastiado de leer que la nueva tendencia cuasi filosófica es la del control de las emociones. Si cliqueamos en Google esas tres palabras aparecen miles de páginas que nos animan a hacer terapia, a practicar diez técnicas que nos ayudarán a domesticar nuestras emociones y sentimientos, al desequilibrio entre emoción y razón. Me resulta curioso que esta sea la tendencia que se impone en el siglo XXI cuando en realidad, al menos, repito, en mi entorno, observo que la querencia es la contraria: desinhibición, desconexión, emoción, sorpresa, turbación, enternecimiento, sensación. Al fin y al cabo ese control de las emociones que repercute a menudo en un miedo a mostrarlas nos hace menos humanos y más robots. Y para hacer el robot ya están las oficinas y las reuniones con clientes y proveedores. Sin ellas no nos emocionaríamos cuando nuestro equipo de fútbol gana un partido importante, no nos parecería el sentimiento más fuerte tener un hijo, no nos frustraríamos con la muerte de una madre ni tampoco nos daría lugar a arrepentirnos (para luego reír) de una metedura de pata en una cena cuando perdimos los papeles a causa del vino. Si no fuera por esa conversación que tuve con este amigo y con otros que se unieron después, o por los ratos ah’terwor que tengo con ellos y otros en los que hablamos, discutimos y tomamos alguna que otra cerveza, habría escrito otra paparruchada intrascendente. Solo por eso, me merece la pena sustituir un rato de sueño por un rato sintiendo emociones. -

@javiergotor una canción: Nada que esperar - Salvador Sobral


E N 1 .0 0 0 CAR AC T E R ES

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Eclipse fotografía:

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ANTONIO BELLIDO

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ualquier creación es un amanecer. El orto inaugura esperanzas, reconstruye fes obligando a creer en lo improbable. Es la hora del café y de la autoestima, las dudas se volatilizan con el primer sol. La redondez del astro remite a una perfección ansiada, su reincidencia cada mañana da la razón a los tifosis del eterno retorno. Sólo hay algo capaz de cuestionar a esta circunferencia luminosa: otra circunferencia oscura. El círculo negro es amenaza, la nada capaz de engullir al todo iridiscente; ni la luz escapa de los agujeros negros. Dos circunferencias, una de luz, otra de tiniebla, luchan entre sí. En este eclipse se dilucida si aquello fue un auténtico amanecer para la ciudad o un agujero negro para las esperanzas del pueblo. En este combate esférico llevamos embarbascados un cuarto de siglo. Posiblemente no merezcamos los amaneceres porque no sabemos apreciarlos mientras discutimos. Y es que entre la luz y la sombra está el gris, y quizás nos ganemos a pulso seguir siendo grises.

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OPINIÓN

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El lado oscuro de la Expo 92 Texto: MANUEL GROSSO

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a celebración del 25 aniversario de la Expo 92 está provocando un alud de comentarios y alabanzas sobre la misma. Hay un hecho cierto, cambió la ciudad totalmente, en parte para siempre, y en parte se desaprovechó su potencial de cara al futuro. En realidad salió maravillosamente gracias a un esfuerzo titánico de última hora. De todo lo que se ha publicado hasta ahora, en casi todos los comentarios he leído poco o nada sobre la figura de Jacinto Pellón, lo que me parece una injusticia, porque sin él habría sido imposible. Cuando él llegó a la Expo se encontró todo en una dirección que, desde mi humilde punto de vista, era inviable. Esto no quiere decir que el anterior comisario, Manuel Olivencia, no hiciera lo correcto, pero al final las circunstancias le pudieron. Es esto lo que me gustaría saber, el lado oscuro de lo que se tejió entre bambalinas, las verdaderas razones que motivaron aquel cambio de rumbo casi a última hora. No sé si este momento es el adecuado para desentrañar estos oscuros entresijos, que en verdad daría para una tesis doctoral, pero sí sé que la verdadera historia de la Expo se esconde allí, más allá de las anécdotas triunfalistas del resultado final o del famoso Curro, por cierto muy criticado en sus inicios. El evento era demasiado complejo para la visión localista que se le quiso dar en un principio. De entrada, parece que todos han olvidado la poca colaboración de las entidades locales hasta el punto de que el Ayuntamiento recomendó que los ciudadanos no sacaran los abonos de temporada por considerarlos muy caros, algo insólito. Como también se oculta que la mayoría de los medios criticaron ferozmente la

ubicación misma de la Exposición Universal por considerarla fuera de la ciudad. Desde mi humilde punto de vista, y sin la información suficiente, presiento que Felipe González consideró que Olivencia, hombre arraigado en ciertos sectores más clásicos de la ciudad y con un prestigio indiscutible en el mundo del derecho, podría aplacar estos rechazos, pero no fue así, más bien al contrario. ¿Un equipo demasiado conservador? ¿Poco afín al sistema? No lo sé. La única crítica escrita abierta que he leído a estos problemas internos que recuerdo fue la de Jesús Aguirre, el entonces Duque de Alba -en sus memorias- y posterior director del Pabellón de Sevilla, que no se ubicó en la Cartuja, por cierto, y que entró en crisis con el entonces alcalde de Sevilla, Alejandro Rojas Marcos. Todo esto ha desaparecido de la memoria popular para acabar contándose un bonito cuento de hadas, donde no había dragones sueltos en cada esquina... como fue en realidad. Todas estas luchas políticas y un análisis en profundidad de las contradicciones internas del proyecto han quedado perdidas en la narración amable de los acontecimientos. Y es una pena porque engrandecen el resultado final, que no fue un camino de rosas. Hubo incluso quienes pusieron en duda el logro importantísimo en la historia de la ciudad y de las comunicaciones: la decisión de poner el primer AVE entre Madrid y Sevilla. En fin, me gustaría saber de estas cosas y, sin embargo, nadie las cuenta. Una pena. Sevilla no empezó a creer en la Expo, de verdad, hasta que no se derribó el muro de la calle Torneo, cuando visualizó lo que se estaba realizando y la magnitud del proyecto. Quizás, si se hubiese hecho antes, otro gallo habría cantado. La liquidación de la magna exposición sería otro periodo de tiempo a descifrar, pero esto daría para otro capítulo de la historia del mayor evento que ha tenido esta ciudad jamás y que afortunadamente, de cara al exterior, fue todo un éxito. Pero me quedo con las ganas de saber lo que ocurrió de verdad para así entender todo lo que luego ocurrió en una Sevilla que entró en barrena. -



OPINIÓN

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El primer torero negro Texto: EL RANCIO SEVILLANO

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unque igual no te lo creas, el 15 de agosto de 1971 tomó la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla el mozambiqueño Ricardo Paulo Chibanga. Fue el primer matador de toros africano de la historia.

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A principios de los 70, y avalado por grandes éxitos en Portugal, Chibanga decidió trasladarse a Sevilla para intentar convertirse en figura del toreo. Me vuela la imaginación imaginándome sus intentos de entrar en el círculo de los taurinos sevillanos de la época, y la sorpresa y las bromas de la gente al comenzar a ver en los carteles de eventos menores a un torero apodado El Africano. Con los toros tengo una relación de amor y odio. Por un lado me parece el espectáculo más estético que existe, por otro tengo que mirar a mi vecino de tendido en vez de al ruedo cuando entran a matar o ponen banderillas; por un lado me reconcilia con mi parte animal, de instinto, por otra me hace sentirme mal por ver poesía en el dolor. Maldito Walt Disney... Por no callarme estas contradicciones, mis amistades taurinas se burlan cariñosamente de mí. Esa guasa, ancestral y heredada, es la misma que supongo que gastarían con el africano Ricardo, que me lo imagino aguantando el tirón como podía: “Tú no eres negro, eres zaino” y esas cosas.

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Lo cierto es que, según cuenta él, nunca se sintió desplazado por ser africano, y en Sevilla siempre se sintió en su casa. La tarde de su alternativa en la Maestranza, según lo que he podido encontrar en trabajos del periodista Juan Ramón de la Vega, el torero más negro del mundo eligió nada menos que blanco y oro. Antonio Bienvenida le cedió la muerte de un toro, y él, años después, lo recordó así “la oportunidad que tenía era única, habían venido muchas personas de Portugal para verme y yo no los podía defraudar, de modo que antes de salir a la plaza le recé a la Virgen de Fátima y a la Macarena para que todo saliera bien. Entonces Bienvenida me dijo: Ricardo, buena suerte, tú puedes ser torero, hay que luchar, hay que sufrir, hay que pelear, pero estoy seguro que lo vas a hacer bien. Mucha suerte Ricardo. Me dio un abrazo y yo me

emocioné. Y así fue, maté al toro de la primera estocada y corté una oreja, la única que se cortó esa tarde”. La Sevilla que me gusta es la que acoge a un negro que quiere ser torero, y me enamora porque provoca delicias como que haya un africano, vestido de blanco y oro, en La Maestranza, rezándole a la Virgen de Fátima y a la Macarena a la vez. Solo faltó alguna divinidad mozambiqueña por ser invocada aquella tarde. La alternativa a esa ciudad inclusiva que mezcla vírgenes en la mente de un torero negro es la excelente pieza que escribió Antonio Burgos, sí, Antonio Burgos, sobre la muerte de John Fulton. Fulton fue un americano de Filadelfia que también se enamoró de nuestra ciudad y estuvo viviendo aquí cuarenta años. Hasta que murió, fue torero, escritor, pintor, diseñador de trajes de luces, escultor y tanto usó el corazón en nuestra ciudad, que se le acabó parando. Burgos se desgarró con este texto tras ir a ver a su amigo al hospital: “Luego dicen que Sevilla no pide el carné de identidad... A ti te lo pedía a cada instante. Vengo, John, de querer verte en la clínica, y a Curro Camacho le han llegado al alma, como otra corná, los desprecios, los olvidos, los vacíos de esta ciudad que quisiste, que espero que aún sigas queriendo, porque no quiero creerme eso que me cuentan de que tienes vida vegetal. Por tu decidida voluntad de sevillanidad, pienso, ay, en un jazmín”. Sevilla, otra vez una moneda casi sin canto, solo con cara y con cruz, polarizada, entre la espalda y el abrazo, entre la guasa hiriente y la alegría única. ¿Para dónde tiramos, Sevilla? ¿Para el africano o para el yankee? -

@Rancio una canción: Juego - Maga



R E P O R TA J E

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El descanso de Jeanne y Modi Texto: ENRIQUE REDONDO DE LoPE

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“El futuro del arte está en el rostro de una mujer”

Amedeo lleva más de una semana sin dar muestras de vida ni salir de su casa. Un vecino, alarmado por su desaparición, entra en el estudio del artista. Éste está acostado, moribundo. Sólo le acompaña su amante, embarazada de ocho meses. Durante una semana de agonía no han acudido buscando ayuda, como si el resto del mundo fuera ajeno a ellos. Viven en un estado de completa miseria. Modi será internado a las pocas horas. Días más tarde, el pintor fallece en el Hospital de la Caridad de París. Ha muerto Amedeo, pero ha nacido el mito Modigliani.

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na sola frase para resumir una vida. El arte y las mujeres. Eso fue Modigliani. Brutal e intenso. En todo. En su creación y en su vida. Y sobre todo, en sus relaciones con las mujeres. Amedeo Modigliani (Livorno, 1884) apenas medía 1,65; pero era bello, con ese magnetismo que provocan los seres excesivos. Pese a vivir casi toda su vida en la pobreza, cuentan que gustaba de vestir con un traje terciopelo color ocre, camisa a juego amarilla y bufanda roja. Pablo Picasso dijo de él que era la persona que mejor vestía en París. Fue muy pobre, aunque provenía de una familia culta y lucía una educación exquisita. Modigliani supo desde niño lo que era sentirse querido por las mujeres. Su madre, amante del arte y librepensadora, le adoraba y probablemente fue la persona que forjó en él ese carácter irreverente e inconformista. A su vez, su tía le inculcó su conciencia judía, haciéndole ver sus raíces semitas y mostrándole los principales rasgos de su ancestral herencia, infundiéndole el interés por conocer otras culturas. Su amor a las mujeres, siempre correspondido, nunca le abandonó. Amaba a las mujeres como género, como conjunto; dicen que trataba con el mismo respeto (o falta de él) a sus amigas prostitutas de Montmartre que a las féminas burguesas a las que intentaba, con nulo éxito, vender sus creaciones. Las deseaba de un modo natural, sin aditivos, de una manera sexual. Pero también intelectualmente, con ensoñaciones artísticas. Las seducía, las pintaba, vivía para ellas. Y sus modelos, como no podía ser de otra manera, eran invariablemente sus amantes, ya fueran artistas, dependientas o estudiantes de bellas artes. Su mundo era fundamentalmente femenino. Sus mejores cuadros fueron los desnudos, con unos trazos pictóricos que desvelan su afán de descubrir el alma de las mujeres. “Pintar a una mujer es poseer su alma” Y Modigliani poseyó a muchas. Amó a pintoras y poetisas, a judías burguesas y a actrices de color. Las hubo casadas, estudiantes menores de edad, francesas, italianas, y árabes. Fue acusado de maltrato, tanto intelectual como físico, y a todas ellas las marcó de una manera indeleble de por vida. Diego Rivera comentó que cuando murió Modigliani, dejó más de diez viudas en París. Cuando Modigliani tenía 21 años pintó a Eleonora Duse, la amante del escritor Gabriele D’Annunzio, una de las musas del París más artístico. Cuatro años después, sedujo a la mejor poetisa rusa de todo el siglo XX, Anna Ajmátova, a quien conoció en París cuando ella estaba de luna de miel con su marido, el poeta Nicolai Gumilev. Modi tenía 26 años; ella, 21 (“Modi no se parecía, en absoluto, a nadie en este mundo. Su voz se ha quedado, de alguna manera, grabada en mi memoria para siempre”). Con la escritora sudafricana Beatrice Hastings convivió dos años. “Era un cerdo y una perla, hachís y brandy, ferocidad y glotonería”, así lo recordaría Beatrice. Aunque lo que no gustaba comentar es que fue ella quien inició al artista en el consumo de drogas. Pobre y abandonada, Beatrice Hastings se suicidaría años más



R E P O R TA J E

tarde. Pero también tuvo su cara oscura, como pudo constatar la canadiense Simone Thiroux, a la que tras una noche de excesos y drogas el artista endemoniado rajó el rostro con un cristal. Estaba embarazada y Modigliani la acusó de dormir con otros, rechazó su paternidad y la puso en la calle. Pese a eso, Simone siempre quiso regresar al lado del pintor. “No puedo estar sin ti, necesito que no me odies. Un poco de cariño me haría mucho bien”. Modigliani nunca escuchó sus lamentos. Un año más tarde de la muerte de Modi, Simone Thiroux moriría de pena y tuberculosis con poco más de 20 años. Hubo muchas más mujeres en la vida del pintor: Nina Hamnet, Lunia Czechowska, María Vassilieff... Pero esas conquistas sólo serían el preludio de su gran obra, de su verdadero amor.

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En esos años París era un hervidero de arte y de vida. Era el centro del mundo y la referencia artística. Cientos de jóvenes artistas soñaban con emular a Cézanne o a Picasso. Entre esos pintores en ciernes, estaba André Hébuterne, hermano mayor de Jeanne, una joven con ciertas inquietudes artísticas, que accede a la Académie Colarossi con el propósito de iniciar una carrera artística. Perteneciente a una familia burguesa, ésta le permitió tal entretenimiento sin mayores reparos, mandándole una más que digna asignación mensual. “Una joven tenaz, con personalidad y sustancia. Su alma era hermosa. Era guapa a su manera, delicada, en modo alguno tímida, pero sí algo secreta, orgullosa, recta. Era buena, etérea, delicada, pero no enfermiza.” Así la describió el pintor ruso León Indenbaum. Fue ella la que eligió al artista, pese a la fama que ya acompañaba al italiano, al que conoció en 1917. Se embrujaron mutuamente empezando a cimentar una relación enfermiza. A partir de ese día, la vida de ambos se entrelazaría hasta la muerte de Modi. Pese a la férrea oposición de la familia de ella, se fueron a vivir juntos a un pequeño estudio. En ese momento Amadeo empezó a tener terror a la muerte, a perder lo que había logrado tener y, sobre todo, a perder lo que no habría tenido, el reconocimiento del público. Modigliani se sentía morir, y estaba dedicando todos sus esfuerzos a dar a conocer su obra. Curiosamente hay más de dos docenas de cuadros pintados por Modigliani donde la protagonista es Jeanne Hébuterne, pero en contra de su estilo habitual, en ninguno de ellos se muestra desnuda. Jeanne era su coto privado y se negaba a mostrarla. Con la ayuda de Jeanne surge el mejor Modigliani artista. Sin detenerse en sus adicciones pinta todo el tiempo, es capaz de terminar un cuadro en dos horas. Modigliani vive en un torbellino y Jeanne es arrastrada junto con él. Ella lo sigue de forma incondicional. Por fin Modi consigue exponer pero la policía clausuró la muestra por ultraje a las buenas costumbres. Ahí empezó a morir Modigliani. Al poco tiempo Jeanne se queda embarazada. Cuando la familia de la chica y su fiel agente y amigo Zboroswski saben de la noticia, les convencen para abandonar París, debido a la posibilidad de una invasión por parte de las tropas alemanas y, fundamentalmente, para tratar de rescatar al artista de su propia vida de Montparnasse, llevando a la pareja a la más tranquila Niza. Allí Jeanne traerá al mundo una niña, que fue entregada al nacer a una institución para asegurarle unos cuidados que sus padres no podían darle, pero nunca llegó

a ser dada en adopción. Amedeo no aguantó por mucho tiempo aquella calma. Volvió a París, dejando a su amante en la Costa Azul con la promesa de volver a buscarla para desposarse con ella cuando solucionase unos pequeños problemas burocráticos de papeles. La salud de Modigliani se deterioraba cada vez más, y a finales de 1919 los ataques de tos, que terminaban en hemorragias, indicaban que padecía una grave tuberculosis. Jeanne acude a París a buscar a su adorado Modi, embarazada de nuevo. De nuevo, en el París más canalla, el talento de Dedo y su autodestrucción comenzaron a retroalimentarse mutuamente. Un día el pintor chileno Manuel Ortiz de Zárate, vecino y amigo de Modigliani, se acercó a ver a la pareja a su estudio; se encontró a Modigliani tirado en un sofá, rodeado de desperdicios mientras Jeanne, embarazada de ocho meses, le estaba pintando. A la mañana siguiente, Modi amanece peor, pero el italiano impide que Jeanne salga de nuevo en busca de ayuda. Se podría decir que sólo les quedaba decidir el momento de la muerte de Dedo. “Sígueme en la muerte y en el cielo seré tu modelo favorito”, suplicó Modigliani. Al fin, Manuel llamará a una ambulancia. Cuando le sacaban, Modi pronunció al oído de Ortiz de Zárate las que serían sus últimas palabras: “He dado el beso de despedida a mi mujer. Tenemos asegurada la felicidad eterna.” Dos días más tarde, un 25 de enero de 1920, Modigliani falleció de meningitis tuberculosa. Jeanne no quiso besar el cadáver; lo miró largamente y abandonó el lugar sin derramar una lágrima ni decir una palabra. Dejaría el estudio-santuario que había compartido con el pintor, refugiándose en un hotel, de donde sus padres la rescataron obligándola a ir a la residencia familiar junto con su hija. Al día siguiente Jeanne se tiró por la ventana de un quinto piso, estando nuevamente embarazada. Sus padres rechazaron hacerse cargo del cadáver, siendo depositado en una comisaría de policía y enterrada en la clandestinidad. En contraposición, el entierro de Modigliani fue un acontecimiento en el París bohemio. No fue hasta 10 años más tarde, cuando Emannuele Modigliani, el hermano mayor del pintor, pudo convencer a la familia Hébuterne para trasladar los restos de Jeanne a una tumba junto a la de Amedeo. Desde 1930 reposan juntos, bajo el epitafio “Compañera devota hasta el sacrificio extremo”. El descanso de Jeanne y Modi. -

@eredelope un plan: Vivir un Escocia-Inglaterra de rugby en el mítico Murrayfield de Edimburgo con la Calcutta Cup en juego



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Tus nuevos bancos Texto: J UAN L U I S MAN F R E D I

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l 6 de enero se celebra la fiesta de los Reyes Magos. Al sector bancario tradicional, este año le han regalado un nuevo competidor: Facebook. La compañía ya está en el Registro Oficial de entidades del Banco de España y esto significa que puede mover dinero electrónico a través de sus aplicaciones, sea entre particulares o bien sea entre operadores del mercado. Podría emitir instrumentos de pago, transferencias y otros productos financieros de mayor o menor complejidad. Pero hay más. En 2012, una de mis revistas preferidas Fastcompany.com calculó que Apple tendría alrededor de 37 millones de usuarios directos si decidiera transformar su base de datos en clientes bancarios. ¡Cuánto habrá crecido esta cifra en los últimos cinco años, si se estima que se han vendido más de 750 millones de iPhones entre 2012 y 2016! Amazon avanza con paso decidido. Abre nuevos mercados y ofrece nuevos productos y servicios, de modo que la venta minorista tiene que transformarse en una u otra dirección. Aunque solo fuera como medio de pago, Amazon ocupa un lugar creciente en el comportamiento del consumidor y en nuestros dispositivos móviles. Por último, aparece Google, que lo puede todo. Hemos cedido a la compañía californiana los datos sobre nuestra vida privada, las relaciones que mantenemos, los gustos, los vicios privados y las virtudes públicas. La conversión de estos datos en servicios financieros está a la orden del día. Veremos qué sucede cuando se cruce nuestra privacidad con la venta de seguros, la concesión de créditos y otros servicios de préstamo. Junto a los cuatro grandes, se adivina un universo de fintech, compañías de base tecnológica que desbancarizan la economía global con operaciones digitales sin oficinas. Aunque solo fuera por el impacto de uno de estos cinco actores en el sistema bancario, asistimos a la mayor transformación de la historia de la actividad de servicios financieros. No corras, querido lector, ahora a cerrar tu cuenta en la caja de ahorros y encerrarte en la cabaña de Thoreau. En realidad, los bancos pertenecen a la trama que definió Giorgio Ruffolo en 2008. Su libro El capitalismo tiene los siglos contados explica la extraordinaria flexibilidad del sistema para adaptarse a nuevos ritmos de producción, distribución y comercialización. Los negocios necesitan financiación para abrir nuevas líneas, prestar a los consumidores, avalar los proyectos o

invertir en ciencia y tecnología. Habrá mudanza, pero no enterremos aún a las instituciones bancarias. En mi opinión, en éste u otro orden, se concatenarán una serie de cambios al ritmo de la revolución de las tecnologías de la información. Estamos en la etapa fundacional que se desarrolla al mismo tiempo en cinco puntos del planeta. Londres, Silicon Valley, Nueva York, Singapur y Hong Kong acumulan el capital y promueven la difusión de la innovación para la nueva realidad económica. La geografía muestra un orden mundial que minusvalora el mercado europeo, latinoamericano y africano. Queda mucho camino por recorrer. Las actividades crecen a un ritmo descomunal, pero aún son minoritarias. La naturaleza innovadora de las compañías orienta los productos y los servicios hacia el cliente final, que está dispuesto a correr cierto riesgo en beneficio de más agilidad en los préstamos, los cobros o la participación en el mercado digital global. El entorno corporativo aún no se ha incorporado de forma masiva. Son públicas las alianzas, por ejemplo, entre Santander y Apple o entre BBVA y Google, pero son relaciones y productos complementarios, no sustitutivos. En la misma línea, las fintech representarán alrededor del 20% del mercado bancario de la Unión Europea en 2020, si mantienen el ritmo de crecimiento del 220% anual de la última época. Sí, has leído bien: 220% anual. El desplazamiento de usuarios y operadores, la reconsideración del valor de los activos, la sustitución de redes de oficinas por otros servicios personales, o la modificación de las garantías, entre otras funciones, serán claves del nuevo ecosistema. Cuando llegue. Cuando sea generalizado. Cuando no sea esnobista. ¿Y las personas? Nos gusta imaginar que los robots sustituirán a las personas en las decisiones rutinarias, carentes de creatividad o negociación. Sí, has acertado, muchos cajeros son robots. Si fueran antropomórficos, nos darían miedo, pero no es el caso. La revolución de los nuevos bancos, por tanto, no vendrá de la mano de la oferta actual de la plantilla de empleados, sino de la demanda, los nuevos clientes. Un estudio de la consultora Scratch (2013) daba algunas pistas. La generación Millenial concedía poco valor a las actuales marcas comerciales de los bancos convencionales: si tengo cuenta en Amazon, ¿para qué quiero un crédito al consumo?; si tengo PayPal, ¿qué me aporta una tarjeta de crédito en formato plástico? El cambio no será tan rápido, porque los nuevos clientes más tarde que temprano tendrán que conocer la complejidad de las operaciones, asumir nuevos riesgos o bien rechazarlos, preferir el cálculo algorítmico a la intuición, eliminar las redes de seguridad, aceptar la volatilidad de las monedas virtuales. La aventura de la juventud y el desafío al statu quo se cura con la edad. Ante este escenario, tus nuevos bancos, los míos, no se parecerán en nada a aquellos de la Plaza Nueva. Tan principales. Tan encorbatados. Tan de señores. Veremos cuánto tarda en llegar ese futuro. -

@juanmanfredi


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ANÁLISIS

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La economía colaborativa y sus variantes Texto:

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JUNIO - JULIO

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ANDRÉS BOIX

En los últimos años oímos y leemos hablar de la “economía colaborativa” (sharing economy, collaborative economy) cada vez más. Hay quienes inciden, y con razón, en las ventajas que para los consumidores supone la aparición de nuevas plataformas que ayudan a encontrar servicios de todo tipo, como alojamiento económico en otras ciudades para hacer turismo o la posibilidad de compartir los costes de un viaje en coche a otra ciudad para que sea mucho más asequible. Otros, especialmente desde aquellos sectores económicos históricamente dedicados a proveer de estos servicios de forma profesional, apuntan a las disrupciones y problemas que generan estos nuevos modelos de “colaboración económica”, donde ven muchas veces intrusismo y menos controles que pueden perjudicar a los consumidores y a la sociedad. Por último, hay quienes destacan los

valores de sostenibilidad e incluso éticos de estas nuevas actividades, que ayudarían a poner en uso capacidades hasta ahora no aprovechadas, reduciendo el impacto ambiental y fomentando la reutilización de recursos. Pero, ¿de qué estamos hablando en realidad cuando nos referimos a la economía colaborativa?

E

n realidad, cuando nos referimos a la economía colaborativa, estamos cubriendo un fenómeno con muchas vertientes, algunas más claramente empresariales, otras donde ese supuesto componente colaborativo está, en cambio, mucho más presente. Hay que tener en cuenta que con esta misma etiqueta, a día de hoy, se denomina a una pluralidad de fenómenos, que van desde prácticas que tienen muchos años de antigüedad y que se realizan en pequeñas comunidades en muchos lugares del mundo -como los bancos de tiempo o modelos de trueque tradicionales, donde hay quienes intercambian servicios o bienes producidos por ellos con otros participantes en el sistema de formas muy variadas- a la actividad de plataformas digitales de alcance global, extraordinariamente desarrolladas y tecnificadas para facilitar los intercambios y lograr el mejor cruce entre oferentes de servicios y posibles interesados en los mismos, con capacidad para actuar potencialmente a escala planetaria. La actividad de unos y de otros es, en ambos casos, se nos dice, “colaborativa”. Y es verdad, en el fondo, que así es. Entre otras cosas porque, como sabemos, todo intercambio económico, a la postre, es una actividad colaborativa: toda la actividad económica lo es, en definitiva, de alguna manera. Sin embargo, esta etiqueta demasiado general no nos permite identificar qué hay de nuevo en las nuevas formas de intercambiar que se están generalizando, de modo que hemos de establecer elementos que nos permitan distinguir entre modos de intercambio y colaboración tradicionales -de mayor o menor importancia pero que no suponían disrupción alguna y estaban interiorizados y asumidos por nuestro sistema productivo- y aquellos que se han comenzado a extender en los últimos años y que sí han comportado novedades. Es la tecnología, estúpido El gran catalizador de los cambios que estamos viviendo es tecnológico. Comunidades que compartían recursos con la intención de aprovecharlos al máximo y ahorrar, más allá de la pretensión de con ello cultivar ciertos vínculos sociales o no, han existido siempre. El car-sharing, por ejemplo,


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es una realidad cotidiana desde hace décadas, sobre todo en países con un mayor grado de conciencia ambiental, en empresas y centros de estudio o trabajo que mueven suficiente número de personas como para permitir una coordinación sencilla y que sea fácil encontrar compañeros de trayecto. También es algo que todos hacemos con toda la naturalidad del mundo con amigos y conocidos cuando hemos de ir a un mismo lugar. Sin embargo, los tablones de anuncios de un centro de trabajo o una red de amigos no son demasiado eficientes a la hora de detectar personas que puedan estar interesadas en compartir un trayecto con nosotros. No logran agregar eficazmente toda la potencial demanda de servicios o productos que podrían ser compartidos, porque no son capaces de articular una red suficientemente amplia. La tecnología ha venido a eliminar este problema, pues por medio de la intermediación digital una plataforma bien diseñada es capaz, potencialmente, de contener toda la posible demanda común, así como medios alternativos de oferta que puedan estar disponibles, lo cual facilita enormemente a sus usuarios encontrar una solución conveniente. Al ampliarse la red, un comportamiento colaborativo que tenía limitados ámbitos donde demostrar una verdadera eficacia frente a la prestación profesional pasa a ser extraordinariamente competitivo: detectamos muchos más conductores posibles que estarían interesados en llevar más gente en su coche, así como más posibles viajeros interesados en hacer ese trayecto pero que no disponen de coche o no quieren emplearlo para ese trayecto. El cambio que hemos vivido estos últimos años no es, pues, tanto cultural ni jurídico, ni siquiera económico, como, simplemente, tecnológico. Todo lo demás ha venido, de forma natural, a continuación. Colaboración vs. economía La extraordinaria eficacia de las plataformas digitales de intermediación crea un nuevo panorama donde esas actividades de colaboración y puesta en común de recursos son cada vez más sencillas y eficientes. Inevitablemente, ello ha conducido a una explosión de estos mecanismos, que hacen las veces de brokers, casando digitalmente oferta y demanda, para estas actividades. Cada vez se emplean más. Cada vez crecen más las actividades “colaborativas”. A este fenómeno se le llama en sus inicios “economía colaborativa” y sus numerosas virtudes son puestas de relieve por casi todo el mundo: en efecto, permiten un mejor y más intenso uso, ya sea de vehículos, de herramientas, de alojamientos... que de otro modo pasarían mucho más tiempo sin ser utilizados y, además, fomentan una relación directa entre las personas

que permite estrechar vínculos sociales. Ambientalmente, los efectos de tener menos coches en el mercado, gracias a usar más eficiente e intensamente cada vehículo, por ejemplo, son evidentemente positivos. O los derivados de que haya que construir menos casas o apartamentos porque a los ya existentes se les da un uso más intenso durante más semanas del año. Sin embargo, y como ocurre en toda sociedad capitalista con una economía de mercado, allí donde hay intercambios, hay posibilidad de beneficio... y empresarios y empresas que van a tratar, legítimamente, de aprovecharla. Precisamente por esta razón las plataformas de intermediación, que inicialmente fueron rudimentarias y gratuitas, puestas en marcha muchas veces por activistas convencidos de las ventajas de la colaboración altruista, han acabado compitiendo por ofrecer mejor servicio y se han sofisticado, en una carrera por ser las mejores en cada campo y atraer con ello a más y más usuarios que las otras disponibles gracias a ofrecer un mejor entorno y un más eficaz sistema de cruzar oferta y demanda... y con ello sientan la bases de un modelo económico de rentabilización de su actividad, pues cuando se hacen hegemónicas y ofrecen un servicio efectivamente mejor que el del resto pasan a estar en condiciones de cobrar un porcentaje del intercambio por el servicio que ofrecen. Esto es lo que hacen todas las grandes plataformas en estos sectores, desde Uber y Blablacar en el del transporte, a AirBnb en el del alojamiento, por nombrar sólo las más conocidas. Además, y una vez estos entornos de intercambio maduran suficientemente, al concentrar tanta demanda de servicios, comienzan a ser atractivos para quienes ofrecen no la capacidad vacante que tienen respecto de bienes que consumen habitualmente -espacio en mi coche para un trayecto que voy a hacer, días de estancia en mi casa en períodos en que no la habito- sino, directamente, bienes o servicios específicamente destinados a proveer de oferta a estos mercados. Aparecen así personas que pasan a trabajar muchas horas al día como conductores de Uber o empresarios que ofrecen viviendas en AirBnb como servicio empresarial. En estos casos, y como es obvio, toda la retórica sobre las virtudes éticas que contiene la economía colaborativa, que supuestamente la haría superior a los intercambios realizados por los canales de comercialización habituales, sencillamente, decae. Estamos ante una mera forma diferente, tecnológicamente intermediada y mucho más eficaz en no pocos casos, de cuadrar oferta y demanda en ciertos mercados de bienes y servicios. Y, por ello, con toda naturalidad, como


ANÁLISIS

tal se ha de tratar al fenómeno. También para regularlo y para decidir con qué controles y autorizaciones, en su caso, han de permitirse o no estas actividades.

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Trabajadores de la economía colaborativa y cumplimiento de obligaciones Por ejemplo, parece fuera de toda duda que estas actividades han de pagar impuestos cuando generen un beneficio económico suficientemente relevante y, por supuesto y en todo caso, cuando supongan una actividad profesional. Es cierto que su origen “colaborativo” en muchos casos ha provocado que esto no siempre sea así, al menos en el pasado, y también lo es que nuestras normas y reglas, por ejemplo las tributarias o en materia de Seguridad Social, no están bien adaptadas al fenómeno. No es, sin embargo, complicado rediseñarlas y, por ejemplo, establecer umbrales mínimos a partir de los cuales podemos entender que estamos más allá de la mera “colaboración” y entramos en actividades que están claramente orientadas a la obtención de beneficios y que, por ello, han de tributar. Igualmente, adaptar las normas en materia de seguridad social no debiera ser difícil. En ambos casos, además, la propia existencia de plataformas digitales, que dejan traza de todos los intercambios, lejos de suponer una dificultad para el control del cumplimiento de estas obligaciones es, al contrario, un mecanismo que favorece y facilita enormemente que las Administraciones Públicas puedan fiscalizar muy eficazmente el comportamiento, y cumpliento de sus obligaciones, de los actores en estos mercados.

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Algo más complicado es el reconocimiento de derechos laborales de quienes han acabado por desarrollar una actividad a tiempo completo aprovechando las posibilidades que les dan estas plataformas, pues es evidente que si la plataforma se limita a casar oferta y demanda, no se la puede considerar una empleadora. Para estos casos, eso sí, lo que habrá de hacerse es regular los derechos de los usuarios de las plataformas, tanto de quienes ofertan servicios como, también, de quienes los demandan, a fin de proteger a ambas partes frente a un posible ejercicio arbitrario del enorme poder que van ganando las plataformas. Sin embargo, si se va más allá de la mera intermediación, como por ejemplo hace Uber con sus conductores, y se imponen muchas condiciones -de habitualidad en la prestación y de condiciones respecto de la misma, incluyendo el precio a cobrar- para poder ofrecer los servicios en la plataforma, la discusión sobre si estas personas puedan ser consideradas trabajadores queda abierta. Los diferentes modelos de negocio y sus problemas La economía colaborativa, además, plantea problemas muy diferentes según los diferentes mercados en los que opera. Tomando como ejemplo sólo aquellos en que se ha generalizado más en España en los últimos tiempos, que son además sectores de gran relevancia económica como el transporte o el alojamiento, vemos que la regulación en uno y otro caso deberá diferir porque los problemas planteados son muy diferentes en cada sector y según el modelo de negocio de cada plataforma. Así, un sistema como el de Uber, orientado

al transporte urbano de proximidad con conductores habituales, es mucho más conflictivo que Blablacar, donde los conductores hacen algo mucho más parecido al car-sharing ocasional de toda la vida, pero de manera mucho más eficaz. En el primer caso, como es sabido, la actividad desarrollada es materialmente equivalente a la del taxi, que está intensamente regulada. Las autoridades habrán de asumir que en el futuro esta regulación, pensada para evitar fallos de mercado y hacer más eficiente el servicio, ha quedado obsoleta porque la tecnología permite resolver esos fallos mejor. Habrá que modificar las normas poco a poco y ordenar una transición... sabiendo además que en un futuro no muy lejano estos vehículos ni siquiera tendrán conductor, y Uber dejará de ser una plataforma de intermediación para prestar directamente el servicio. En el sector del alojamiento, en cambio, los problemas son muy diferentes y de más difícil resolución, pues el éxito de las plataformas de intermediación fomenta una utilización muy intensiva de inmuebles para ciertos usos -turísticos y de temporada- que, además de competir con operadores económicos ya establecidos y muy reglados para garantizar la calidad del servicio y los derechos de los usuarios, son generadores de muchas molestias para los vecinos y provocan problemas de saturación turística que ya están siendo muy criticados. En este caso, la ciudadanía y los poderes públicos habremos de llegar a acuerdos sobre qué modelo de negocio y de convivencia queremos, asumiendo que todos ellos tienen beneficios pero también costes, a fin de lograr un equilibrio satisfactorio. Este equilibrio, por lo demás, puede variar dependiendo de ciudades y de la mayor o menor presión turística que tengan, o de cómo sea su mercado de alojamiento. Por ello en todo el mundo están apareciendo ya, a escala local, reglas muy distintas que ordenan o limitan estas actividades, con límites máximos o mínimos de días de estancia, o estableciendo exigencias equivalentes a las de los hoteles y apartamentos turísticos tradicionales, o incluso prohibiendo la actividad en ciertas zonas que presentan una notable disparidad en las soluciones aplicadas. Es inevitable que así sea, porque los problemas que plantea el alojamiento colaborativo en un destino turístico costero no son, por ejemplo, los mismos que aparecen en una población rural, ni los mismos que los retos que plantea su conciliación con el mercado del alojamiento en una gran ciudad. La labor de ajuste por parte de las Administraciones Públicas habrá de ser aquí muy fina y adaptada en cada caso al entorno, y habrá de asumir la necesidad de experimentar y copiar soluciones hasta dar con un equilibrio adecuado, que no siempre se alcanzará a la primera. -

@bi0xid un libro: La sociedad del coste marginal cero - Jeremy Rifkin



OPINIÓN

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Expo 92: Nosotros la hicimos Texto:

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J U L I O C U E S TA Comis ar io XXV A n iv e rsario Exposición U n i ve r s a l S e vi l l a 1 9 9 2

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omo ocurre siempre, el tiempo va dando la importancia y la medida de las decisiones, de los acontecimientos y de su trascendencia. Y echando la vista cuarenta años atrás resulta cada vez más fácil sorprendernos y comprender, al mismo tiempo, la valentía de las decisiones que se tomaron y el valor de los desafíos que se acometieron.

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Con la mentalidad, quizás no tan joven ya, de esta segunda década del siglo XXI resulta ciertamente difícil entender que España, con la escasa relevancia internacional que disfrutaba entonces, irrumpiera en la escena de las naciones proyectando y asumiendo el compromiso de organizar los dos acontecimientos internacionales más exigentes, aunque de distinta naturaleza económica y organizativa: una Olimpiada y una Exposición Universal, y, además, la capitalidad cultural europea de Madrid. Si bien una Olimpiada se celebra cada cuatro años y cuenta con un rodado “manual” de ejecución y funcionamiento, una Exposición Universal, por su carácter único -la anterior tuvo lugar en Osaka, Japón, 22 años antes- de instalaciones y contenidos, es un caso único de organización, coordinación y gestión con altas dosis de credibilidad, confianza y persuasión con el objetivo de convencer a los potenciales participantes para que dediquen grandes sumas de dinero a construir, dotar y explotar sus pabellones. Ambas celebraciones, además, conllevan un programa dotacional de infraestructuras de comunicaciones,

transportes y servicios en el territorio sometido a unos calendarios de ejecución muy precisos y rigurosos. Sorprende, pues, cómo fue posible hacerlo todo tan bien, como quedó reconocido internacionalmente, y a su tiempo. Fue, sin duda, una obra de todos, un esfuerzo colectivo dotado de un entusiasmo y una ilusión difícilmente comparables con otras ocasiones en la historia de España que produjo una admirable convergencia de la iniciativa pública con la privada y una armónica colaboración entre todas las instituciones y administraciones públicas. Mas cualquier movimiento colectivo de tan profundo y largo alcance no se produce sin liderazgo. También lo tuvimos, empezando por S. M. el Rey que lanzó la idea de la celebración de un “gran acontecimiento” internacional en la primera visita de un monarca español al continente americano. Contó España con el liderazgo de personas que constituyeron equipos entusiasmados, incansables e ilusionados. En nuestra memoria emocionada permanece el recuerdo de la personalidad y del trabajo de D. Jacinto Pellón, D. Manuel Olivencia y D. Emilio Cassinello, como Comisarios Generales, Embajadores de España, y D. Ignacio Montaño, director general de la Exposición y Comisario de la Ciudad de Sevilla, que con su dedicación fueron el mejor ejemplo de inspiración, estímulo y liderazgo. A todos ellos debe Sevilla y España permanente reconocimiento y sincera gratitud. Y al Presidente del Gobierno de España en aquellos años. Su convencimiento, su compromiso con hacer que España diera el salto a la modernidad y su corazón sevillano, hicieron posible que hoy todos nos sintamos orgullosos de lo que hicimos. No debe sorprender ahora, 25 años después, que todos nos debamos considerar artífices y motores del esfuerzo que produjo la mayor y mejor Exposición Universal de la historia y el salto de Sevilla y España a la modernidad. Por ello, junto al orgullo, con nuestro eslogan se hace justicia a la verdad: Nosotros la hicimos. Expo 92. 25 años. -



H I S PA T A L E N T O S

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Hermanas Gestring

C R E AT I VO S

Texto:

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I. R.

Estando con Laura y Greta, nos enteramos a la vez que ellas que han sido galardonadas con otro reconocimiento, en este caso a la Mejor coreografía y Mejores intérpretes femeninas en los Premios Lorca de la Asociación de Artes Escénicas de Andalucía. Además de este, acumulan otros logros, premios, becas y reconocimientos. Hacen lo que les da la gana, buscan la libertad expresiva, pero sin perder el norte. Antes de salir al escenario, siguen chocando las manos como si aún fueran niñas. Han triunfado en su tierra, y ahora quieren hacerlo lejos de casa. Damas y caballeros, con todos ustedes las hermanas Gestring.

¿Qué hacéis exactamente?

Venimos de la danza, concebimos este arte como un canal de expresión totalmente libre, así que básicamente hacemos lo que nos da la gana, o eso tratamos. Según el momento que vivamos, lo que nos rodee, pase, soñemos o parodiemos; lo hacemos sin juzgarnos ni imposibilitarnos, simplemente empezamos a hacer y a construir. A veces sólo grabamos vídeo, otras bailamos, otras bailamos y cantamos, otras nos quedamos quietas, otras hacemos un show con todo lo que hemos desechado para el montaje siguiente... En definitiva, ¡hacemos! ¿Vuestro trabajo es pasión o supervivencia?

Pasión, obsesión, amor. Desde luego no trabajamos para sobrevivir, ya estaríamos ahogadas o fosilizadas. Diríamos que es una forma de vida. Cuando no bailamos, nos ponemos tristes e impertinentes. ¿A quién va dirigido vuestro arte?

A todo humano con ganas de respirar, niños no. ¿Todo el mundo lo entiende?

Pues no sabemos cuánta gente lo entiende. La verdad es que nunca hemos hecho un trabajo con una línea dramatúrgica de principio a fin al uso; no porque no queramos, es que no ha salido y, por el momento, no hemos trabajado así. Hay una línea de surrealismo y desecho imaginario que, normalmente, construye y alimenta cualquier idea y, sobre todo, hay un recurso, la inmediatez, que es nuestra mejor amiga y, por el momento, la que ha conseguido que profundicemos más y nos perdamos menos por cualquiera de nuestros caminos. ¿Desde cuándo estáis dando guerra?

Cuando creamos las Gestring, en marzo hizo cuatro años, sólo fijamos que crearíamos dos personas, Aletra y Virtue, y alrededor de ellas se iría componiendo todo lo demás sin caer en nada eterno ni agarrarnos a una premisa a la fuerza. Tratamos de ser fieles al primer pensamiento: si sale, le damos; si no funciona, a otra cosa mariposa. Y desde entonces nos inspira todo, una muerte reciente, un sueño de Laura, una canción de Greta, Marjorie Gestring, Manolita Chen, un agujero en la pared, todo lo que nos rodea e incluso la nada más aburrida que exista. ¿Tiene fecha de caducidad vuestro proyecto?

Como hemos dicho antes, cobrando por nuestro trabajo llevamos tres o cuatro años. Hasta cuándo estaremos es algo que no sabríamos decir. ¿Quién os ha influenciado?

Laura: No sabría decirte... creo que hay mucha influencia en todo lo que nos ha rodeado, nos rodea y con quien nos hemos formado. Nuestros gustos y la combinación de Greta y Laura, la rubia y la morena, la Toñi y la Malena. Greta: Missy Elliot (risas).


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¿Vais a salir fuera con vuestras creaciones?

¿A quién admiráis?

Actualmente viajamos, pero poco. Esto irá cambiando. Sorprendente y gratamente nuestro trabajo ha funcionado muy bien en otros países y culturas diferentes, algo que temíamos. En tu casa, en tu ciudad, cuentas con apoyo, fuera siempre es una incógnita. No descartamos que 2018 sea Gestring around the world (risas).

Marjorie Gestring, nuestra tita. Manolita Chen, nuestro referente circense y, Sleepy James, componente de The Milkyway Express. Sara Montiel, La Zowie, Angelica Liddell, Milan Kundera, Las Margaritas, Oliver Sacks, Las Grecas… son muchos profesionales y compañeros a los que admiramos. Y, por supuesto, a nuestros padres.

¿Cuál ha sido vuestra actuación más rocambolesca?

¿Cuál es vuestra seña de identidad?

Pues se han dado varias actuaciones de esa índole. Recordamos un edificio, medio normal y corriente, medio feo medio puede tener su encanto, en Wittenberg, en la plaza de Martín Lutero, proyectando un secuestro con una aparición real en la plaza a la vez que tirábamos “un cadáver” para luego aparecer como dos luchadoras y bailar unas sevillanas corraleras con los pasos del baile regional de allí, Schuhplatter. En otra ocasión nos prestaron un piso muy pequeño donde hicimos Puerta celestial para atravesar una puerta tridimensional y convertirnos en puentes galácticos. Por último, podríamos recordar cuando un patio sevillano, donde cada día llegan autobuses de asiáticos, fue invadido por dos hermanas y un maestro de ceremonias con una serpiente de nueve metros y un mensaje: “Ése de ahí te va a matar”.

La espontaneidad, la chispa, la guasa... Vamos muy en serio, pero no por eso perdemos el sentido del humor. Para los videos, reina la improvisación. Para las propuestas de escena, está todo planificado, ensayado y medido. ¿Y vuestro sueño?

Trabajar sin miserias. Espacios de creación y residencias. Industrias culturales. Tener tours mundiales y extraplanetarios, un campo con un granero para llevar a cabo proyectos creativos y un santuario de animales, grabar películas, un Centro Artístico Gestring y abundancia para todas, que la gente nos llame para darnos trabajo y nosotras en una playa ¡comiendo sandía! -

¿Cuándo hacéis números salen las cuentas?

No, nuestra realidad es más bien precaria, la gran cantidad de horas de ensayo, burocracia, mail, todo eso no está pagado, no es rentable.

un documental: Teatro Chino de Manolita Chen: el teatro de los pobres


H I S PA T A L E N T O S

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Teresa Sáez

I+D

Texto:

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A. L.

Desarrollar actividades basadas en el I+D+i es una tarea, además de apasionante, arriesgada. Gestionar un entorno que favorezca ese desarrollo no lo es menos. Lograr las condiciones propicias para que empresas, entidades y centros formativos puedan hacer realidad sus proyectos individuales y, al mismo tiempo, aprovechar positivamente las sinergias para generar una actividad de alto valor añadido es un enorme reto, mucho mayor en Sevilla. Esa es la tarea diaria a la que Teresa Sáez, ingeniera técnica agrícola nacida en Buñol, lleva dedicándose desde que fue designada directora general del Parque Científico y Tecnológico (PCT) Cartuja en octubre de 2003. Del pasado y presente, pero, sobre todo, del futuro de este Parque formado por 423 empresas, hemos hablado con Teresa Sáez.

¿Qué es el PCT Cartuja?

Es un espacio de excelencia. Espacio que la Junta de Andalucía pone a disposición del Sistema Andaluz del Conocimiento para el desarrollo y las sinergias de un conjunto de empresas, organizaciones y entidades de carácter científico y tecnológico. ¿Y eso en qué se traduce?

Pues que todas esas organizaciones radicadas en el PCT, mediante la realización de actividades de I+D+i, favorecen el desarrollo, la capacidad competitiva y el progreso económico, cultural y social del entorno. Además de esto, trabajamos para convertirnos en un parque científico y tecnológico referente en innovación, calidad, desarrollo sostenible y responsabilidad social en el conjunto de parques nacionales e internacionales; y eso es algo importante para Sevilla y Andalucía. ¿Por qué en La Cartuja?

La creación de un parque científico y tecnológico en estos terrenos era uno de los proyectos para la modernización del sistema productivo de Andalucía. El proyecto ya se estudiaba en 1986 y en 1988 la Sociedad Estatal Expo 92 plantea a los países y empresas participantes la posibilidad de construir pabellones permanentes siempre que su utilización se integrase en el conjunto científico y tecnológico posterior a la muestra. En el 89 la administración autonómica encarga a un grupo de especialistas el Proyecto de Investigación sobre Nuevas Tecnologías de Andalucía, que ya incluía el proyecto Cartuja 93 como instrumento de innovación tecnológica y desarrollo económico de Sevilla y Andalucía. ¿Cómo ha sido la evolución del parque?

El PCT Cartuja, que hasta 2010 se denominaba Cartuja 93, nació con 6 empresas instaladas y otras 28 en fase de instalación. Sus primeros gestores calcularon que, con el recinto a pleno rendimiento, el Parque podría generar un empleo directo de 3.000 trabajadores. Estas previsiones, veinticuatro años después, se han superado ampliamente. ¿Qué volumen de negocio y de empleo tiene actualmente?

Según los últimos datos oficiales, las 423 empresas ubicadas en el Parque generan 16.429 empleos directos y una actividad económica conjunta de 1.990 millones de euros. El empleo indirecto es incalculable. ¿Y la evolución futura?

Confiamos en que sea, cuanto menos, como hasta ahora. Para nosotros, uno de nuestros mayores activos es la cualificación laboral de los empleos de las empresas del PCT Cartuja. ¿Qué requisitos debe tener un proyecto empresarial para pertenecer al PCT?

Vienen determinados en el PGOU de la ciudad: las empresas que se instalen en el Parque tienen que desarrollar actividades científicas, tecnológicas o de innovación. No obstante, existen áreas específicas para la implantación de servicios generales tales como restauración, hostelería, escuelas infantiles y áreas deportivas y de ocio.


y la investigación. Y en tercero, y no menos importante, por la alta capacidad de creación de empleo cualificado y de calidad y de nuevas empresas. ¿Favorece la permanencia del talento en Sevilla?

Tanto la permanencia como el reclamo del talento es un hecho. El 56% de los empleados del Parque son titulados universitarios, a los que se suma un 9% de doctores. En Tecnologías Avanzadas, el número de titulados se dispara hasta el 76% y el de doctores al 17%. Además, el 22% de los trabajadores tiene menos de 30 años y otro 63% se concentra en la franja de 30 a 50 años. De hecho, el PCT pertenece al consorcio europeo GEAR para impulsar el programa Erasmus for Young Entrepreneurs, que facilita a emprendedores andaluces desarrollar su trabajo en pymes europeas al tiempo que atrae a jóvenes empresarios europeos a empresas consolidadas andaluzas. ¿Qué proyectos destacaría como emblemáticos?

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¿Qué áreas están presentes?

El PCT Cartuja es un modelo muy particular, no es un parque empresarial al uso, ya que la producción “en serie”, fabril, no está permitida. Hay tres áreas diferenciadas: Tecnologías Avanzadas, que es el principal grueso del Parque, al aglutinar 206 empresas, que emplean a 8.356 trabajadores y acaparan una actividad económica de 1.024 millones de euros; Servicios Avanzados, con 120 entidades, 4.846 trabajadores y 591,8 millones de euros de facturación; y Servicios Generales, con 97 empresas, 3.227 empleados y 373,6 millones de actividad económica. Además, hay que tener en cuenta que cada área tiene sus propios sectores, con lo que la riqueza del tejido empresarial del Parque es enorme. ¿Y cuál es la función de la sociedad gestora que usted dirige?

Dinamizar la actividad de las empresas del recinto, casar oferta y demanda de servicios y productos tecnológicos, impulsar la internacionalización, apoyar el emprendimiento con programas propios y ofrecer asesoramiento e información permanente sobre cuestiones como financiación, proyectos, convocatorias, etc. ¿En qué beneficia el PCT a las empresas?

El Parque es una gran comunidad de empresas innovadoras, y como tal, la cercanía -física- de empresas de sectores innovadores crea sinergias de por sí. Además, alberga a las entidades públicas que trabajan por la consolidación y competitividad empresarial, sumándose la presencia de la Universidad y centros de investigación que, con unos 200 grupos de investigación, contribuyen al I+D de las empresas con proyectos en cooperación. ¿Y a la ciudad?

En primer lugar, se ha conformado un área científica y tecnológica de primer orden, capaz de atraer inversiones, rentabilizando con éxito un territorio apenas utilizado hasta la Expo 92. En segundo, complementa la imagen de la Sevilla turística y monumental con la de la innovación, la tecnología

El nacimiento en sí del PCT Cartuja y el papel de las empresas que lo hicieron posible. Me explico: las multinacionales como Rank Xerox, Fujitsu o Siemens, a pesar de haber construido pabellones propios para mantener su actividad tras 1992, se marcharon por la crisis de mitad de esa década. Fue un grupo de spin-off provenientes de la Escuela Superior de Ingenieros de Sevilla el que fue conformando el recinto tecnológico. Fueron pymes andaluzas las que hicieron realidad el proyecto de Parque Científico y Tecnológico; empresas tan relevantes como Ayesa, Inerco, MP Corporación o Alter Technologies, entre otras. Nacieron y se consolidaron en el Parque y ahora son sus principales emblemas por la envergadura internacional que han logrado. ¿Proyectos pioneros?

La puesta en marcha en 2010 de la primera incubadora específica de empresas de base tecnológica de Andalucía, la Tecnoincubadora Marie Curie, construida por nuestra sociedad con fondos autonómicos y europeos. En este edificio se han acelerado 110 empresas, con una media anual de 38 empresas alojadas. ¿Las ventajas competitivas del PCT?

Sin duda, su ubicación privilegiada: es un parque urbano, a sólo 10 minutos a pie del centro, a menos de 20 del aeropuerto o a 12 del AVE. ¿Y por qué no se conoce bien el Parque?

Es uno de nuestros retos. Desde nuestro nacimiento en 1993, hemos trabajado para paliar la nostalgia que dejó la Expo 92. El Parque es la mejor herencia de la Expo. ¿El futuro?

La evolución constante en número de empresas y en empleo me hace ser optimista con respecto al futuro. ¿Oportunidades? Todas las que las empresas y centros de investigación del Parque asuman. Su éxito es el nuestro. Si Curro paseara hoy por el Parque, ¿qué cree que pensaría?

Que si la Expo 92 fue un éxito colectivo, su reutilización posterior no lo es menos. Curro tiene en Cartuja su casa. -

una canción: Starman - David Bowie


H I S PA T A L E N T O S

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Beltrán Calvo

EMPRESAS

Texto:

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A. L.

Nada más sentarnos percibimos que es una persona resolutiva y directa, poco interesada en el pasado y mucho en solucionar los problemas del presente para emprender con garantías de éxito el camino hacia el futuro. Este ingeniero industrial, fundador de Isotrol, es presidente del Círculo de Empresarios de Cartuja (CEC), una asociación de empresas que desarrollan su actividad en el Parque Científico y Tecnológico de la Isla de la Cartuja. Su objetivo al frente del Círculo es mejorar la competitividad empresarial y contribuir al desarrollo económico y social de Andalucía. De emprendimiento empresarial y entornos competitivos hablamos con Beltrán Calvo.

¿Qué es el CEC?

Es una asociación de empresas, ubicadas en la Isla de la Cartuja y dentro del Parque Científico y Tecnológico, que surge en 2001 con tres objetivos básicos: potenciar el conocimiento y la colaboración entre todas las empresas, entidades y centros radicados en la isla; servir de interlocutor con las administraciones públicas, fundamentalmente con el ayuntamiento, la Junta y el Ministerio; y actuar de portavoz y altavoz hacia el exterior para que se conozca la realidad de este entorno único. ¿Cuál es la tipología de las empresas asociadas?

El Círculo es bastante representativo de la realidad del entorno de la isla: desde pequeñas empresas de reciente creación, pymes andaluzas con una larga trayectoria, hasta un número elevado de multinacionales. Y eso es lo bueno de La Cartuja, que es un entorno colaborativo, donde hay diferentes tipos de entidades que se benefician de las sinergias. ¿Cuáles son los principales problemas actuales para las empresas de La Cartuja?

Aún tenemos que recorrer un camino en el conocimiento y la colaboración entre todas las empresas que trabajamos en la isla. También nos preocupa que este recinto, que tuvo una fuerte inversión pública en los años previos y en la Expo 92, ha tenido desde entonces muy poca inversión en los espacios públicos. Y, por supuesto, nos preocupa que la isla es una gran desconocida dentro y fuera de Sevilla. Se trata de aprovechar las capacidades que tenemos, conseguir que el recinto esté a la altura y que seamos más conocidos. Esos son nuestros retos. ¿Qué aportan las empresas de la isla a Sevilla?

Primero, empleo cualificado. Fundamentalmente son empresas de base tecnológica con un empleo altamente cualificado, con una oferta muy especializada y unos mercados fuertemente internacionalizados. A Sevilla le aporta generación de ese empleo de alta cualificación, que es algo que buscan todas las regiones en la economía del siglo XXI. Además, las empresas del entorno de La Cartuja facturan cerca de 2.000 millones de euros, lo que supone un porcentaje elevado de la riqueza total de la ciudad. Aportamos riqueza a nivel cuantitativo y cualitativo. ¿Y cómo se percibe el tejido empresarial de la ciudad fuera de Sevilla?

Por desgracia, Sevilla y Andalucía no han destacado tradicionalmente por tener un tejido empresarial potente. No obstante, con las nuevas tecnologías y los nuevos modelos de negocio, si tienes talento y buenos centros de formación, puedes ir desarrollando esa nueva economía asociada al talento, las tecnologías de la información, las comunicaciones e internet. ¿Es el modelo que funciona en la isla?

Todo lo anterior permite que aquí vaya surgiendo un germen, donde se unen las spin off, con las pymes andaluzas y las cada vez más numerosas multinacionales que se van instalando en la isla. Así se va generando un


entorno colaborativo que propicia ventajas competitivas frente a otros entornos empresariales similares.

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¿Ahí radica el valor añadido empresarial de La Cartuja?

La principal ventaja competitiva viene por el entorno. Es un entorno privilegiado, único. Esta isla tuvo un obstáculo histórico: el muro de la calle Torneo, que durante cien años aisló este terreno del desarrollo de la ciudad. Con la Expo 92 se liberó de ese muro y se hizo una inversión enorme en este entorno. En esa época se ideó el Proyecto Cartuja 93, que ya preveía que se construyera un parque científico y tecnológico una vez terminada la muestra universal. Todo eso permitió que al terminar la Expo, aquí hubiera un recinto perfectamente ubicado en el entorno urbano, con una ingente inversión pública y unas infraestructuras muy potentes, que hizo posible que se ubicaran empresas en un entorno privilegiado. ¿Y además del entorno físico?

Hubo otro hecho determinante: la ubicación en estos terrenos de la Escuela de Ingenieros, un centro formativo de primer nivel, además de otros centros tecnológicos públicos punteros. Todo eso configuró un espacio único y atrayente para las pymes andaluzas, las startups y las multinacionales.

¿Para triunfar empresarialmente hay que irse fuera de Sevilla?

En cualquier entorno puedes triunfar con una empresa. Los entornos tienen sus características y una empresa que no puede triunfar en uno, a lo mejor en otro sí. Lo que sí es importante es que se den circunstancias como la cultura empresarial, que aquí no ha sido característica, la receptividad a las nuevas iniciativas empresariales y la disponibilidad de los elementos que necesites, que empiezan por la capacitación humana, los mercados de capitales y la capacidad de acceder a mercados donde llevar tus ofertas. ¿Y dónde hay que incidir?

Tenemos nuestras características, con ventajas e inconvenientes, pero no podemos pretender, si no tenemos aquí cultura y experiencia en determinado sector, montar de repente una empresa y competir de manera exitosa con otros territorios que llevan años dedicados a esa actividad. La aeronáutica lleva en Sevilla cien años, ahí sí tenemos una ventaja competitiva, que tenemos que potenciar. Otro sector es el turismo, en el que Andalucía es una potencia a nivel mundial, la pena es que no tengamos cadenas hoteleras andaluzas líderes a nivel mundial. ¿Y el sector tecnológico?

¿Existen entornos empresariales similares?

Es el único que es herencia de una exposición universal y que está dentro de un recinto urbano. Desde cualquier empresa de la isla puedes ir andando al ayuntamiento en diez minutos. Es cierto que desde lo público se han potenciado muchos parques tecnológicos, pero este posee unas características únicas en nuestro país y fuera de él, que es difícil que existan en otros entornos. ¿Una especie de Silicon Valley?

Tenemos mucho que envidiar a Silicon Valley. Además de que California es una región que ha recibido lo mejor de muchas culturas y desde la aparición de HP ha sido un entorno propicio a la generación de empresas de base tecnológica, lo fundamental es que tiene el potente mercado americano. Las iniciativas que surgen y triunfan en un entorno tan competitivo, luego ya pueden competir con una capacidad muy ventajosa en cualquier mercado mundial. Compararnos con aquello en entorno, cultura empresarial, mercado y capacidad financiera y de innovación, sería muy pretencioso. Otra cosa es comparar este entorno como parque científico y tecnológico como territorio; el recinto sí puede competir con cualquiera a nivel mundial.

En los últimos treinta años se ha avanzado mucho y ahora empieza a haber empresas en Andalucía y Sevilla que ya tienen una oferta competitiva y ganadora, que podemos ir exportando a mercados internacionales. ¿Cómo está el transporte en la isla?

Aquí hay del orden de 25.000 personas cada día, y cada vez habrá más. Hay ciertos problemas de movilidad y de acceso, de aparcamiento, pero no son tan críticos. Que debería haber más puentes, pues sí; más y mejor transporte público, que debería poder venir en bici o andando, pues sí. Todo eso se va a ir consiguiendo. El alcalde nos ha pedido que hagamos encuestas para diseñar planes de movilidad para la isla. En esa dirección trabajamos: tenemos un entorno privilegiado que cada vez más será un entorno de referencia, de futuro, con menos emisiones contaminantes, transporte colectivo y público… Pero eso no es un grave problema en estos momentos. ¿Cómo participa el CEC en el aniversario de la Expo 92?

El alcalde nos pidió formar parte de la comisión. Le dijimos que sí, pero no para mirar con nostalgia al 92, sino para mirar con ojo crítico la realidad de 2017 y poner en valor lo que es


H I S PA T A L E N T O S

hoy la isla y el Parque Científico y Tecnológico; para dar un mensaje esperanzador de futuro.

desde junio de 1993 esté mantenido igual que otras zonas de Sevilla.

¿Y cree que ese mensaje trasciende?

¿El ciudadano disfruta la isla?

Poco a poco va siendo recibido, entendido y asumido. Me gustaría decir que el alcalde desde el primer día lo ha hecho suyo. Si cualquier ciudad europea tuviera este entorno, con estas posibilidades, seguro que haría un esfuerzo por darlo a conocer y potenciarlo. Muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos y no lo apoyamos lo suficiente.

El Parque está abierto y se puede entrar. Cada vez más se va integrando en la ciudad, ha sido fundamental la Torre Sevilla, el Caixaforum, se acaba de inaugurar el centro de piragüismo, está a punto de inaugurarse el Paseo de Magallanes… Está el Pabellón de la Navegación, el Jardín Americano, el Auditorio, el Pabellón del Futuro, los Jardines del Guadalquivir, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, el Monasterio de la Cartuja, la Torre Schindler… Poco a poco la ciudadanía va a venir a la isla porque, entre otras cosas, hay una oferta cultural muy potente. Pero necesitamos que esté conservado como espacio público.

¿Y cómo se puede dar a conocer?

Lo venimos haciendo diariamente. Ahora se dan unas circunstancias especiales que debemos aprovechar: con la “excusa” del veinticinco aniversario de la Expo se están volviendo muchos ojos a mirar cuál es la realidad de La Cartuja un cuarto de siglo después. ¿Y qué piensa cuando dicen que la isla está abandonada?

Es muy grande, doscientas y pico de hectáreas. Las parcelas de los antiguos pabellones están muy bien conservadas y explotadas en su día a día. Después hay un entorno público que debe ser mantenido. Esa parte, que no está adecuadamente mantenida, está deteriorada y quien se da una vuelta, como no puede entrar en los edificios, se queda con que el canal tiene jaramagos. Pero es el 1% del espacio. Siempre hemos pedido que esto que pertenece a la ciudad

¿Qué diría Curro de la actividad empresarial de la isla?

Se llevaría una alegría. El esfuerzo conjunto ha permitido un nuevo entorno que ha pasado de ser lúdico a productivo, tecnológico, empresarial, formativo y científico; aquel recinto que recibía la visita diaria de 100.000 personas, ahora recibe a 25.000 personas que trabajan aquí. Aquello que fue para seis meses, veinticinco años después no ha parado, va a más y ha generado actividad de alto valor añadido que puede y debe volver a ser referente y centro de atención a nivel mundial. -



MODA

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Del trópico a África Texto:

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PA O L A C A B A L L E R

Alfombra Sankara, Nkuli Mlangeni

Tu conocimiento en plantas de interior ha aumentado por diez en el último año. Las piñas, los cactus, las costillas de adán y adornos de mimbre decoran tu casa. Bailas al ritmo de temas de Kygo en fiestas que se promocionan con carteles de tucanes, palmeras y flores hawaianas… Lo tropical se ha convertido en una moda durante 2016 que aún da algunos coletazos, pero no es casual.

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etrás de todas las tendencias, incluso de las más estéticas, se esconden razones desencadenantes que impulsan la propagación de sus iconos. El fenómeno del “tropical” ha sido internacional, a juzgar por los ejemplos musicales o de diseño, y no es casualidad. El informe World Happiness Report se publicó por primera vez en 2012 para investigar los efectos de la crisis económica sobre nuestro estado de ánimo. Según la última edición de 2016, los países cercanos al trópico son los más felices del mundo. No es de extrañar, entonces, que hayamos querido contagiarnos de esa alegría, justo cuando la apatía y el pesimismo posicionaban a Europa como una de las regiones con los índices de felicidad más bajos. En efecto, los recursos estéticos tropicales son capaces de trasladarnos a esos paraísos donde el tiempo se detiene, la música suena, y la madre naturaleza nos llena de vitalidad. Qué tiene África que nos conquista poco a poco El continente vive su mejor momento. Según el World Economic Forum, el baby boom que experimenta hará que algunos de sus países tengan la media de edad más baja del mundo para el año 2050. Ello está generando grandes expectativas en el terreno laboral y económico, pronosticando el aumento de la clase media en los próximos años. La penetración de las nuevas tecnologías está permitiendo líneas alternativas de desarrollo, como las empresas de base tecnológica, especialmente, del sector financiero; pero también el uso de las redes sociales nos trae las voces de sus jóvenes, que reclaman mayor unidad y respeto por la diversidad. Es ese respeto por la diversidad lo que parece acortar las distancias que han mantenido históricamente sus 55 países, acercándose al sueño de Martin Luther King de lograr la Organización de la Unión Africana.


Estuches Massai, Bimba y Lola

Libro África Rising

Sillón Porky Hefer

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Sillas Yinka Ilor

En ese contexto, África se hace oír más y mejor. La exposición Making Africa, que giró por diversas ciudades del mundo el pasado año, es un reflejo del esfuerzo por visibilizar el talento creativo de algunos de sus autores en disciplinas como la arquitectura, la fotografía, la escultura, la ilustración, la moda, o las artes gráficas que, con el tiempo, contagiarán las nuestras. Así es como nos hemos enamorado del diseño africano. La moda española ya empieza a hacer guiños a sus estampados y colores; un ejemplo reciente es la colección de primavera de Bimba y Lola, inspirada en la cultura Maasai. Esto también se refleja en piezas de decoración como las sillas de Yinka Ilor o el sillón de Porky Hefer, cuyo atractivo colorido y materiales sirven de inspiración para grandes fabricantes como IKEA que a principios de año firmó un acuerdo con Design Indaba para crear una colección hecha por diseñadores africanos en su totalidad. En definitiva, la estética africana se ha ganado nuestra atención y merece libros como Africa Rising, que nos ayudan a comprenderlo y otorgarle el valor que tiene.

dance o pop nos trasladan a las tribus y rituales africanos. Por poner un ejemplo claramente visual, recordaremos el tema Run the world de Beyoncé, que aunque ya cuenta con más de seis años desde su lanzamiento, fue pionero en recurrir a pasos de baile, estética y ritmos que claramente hacen un guiño a su origen afroamericano. Más recientemente, son autores más jóvenes e independientes, como la francesa Jain, quienes escogen este continente como escenario de videoclips e inspiración de su música.

Pero también sus ritmos musicales empiezan a penetrar en la masa. Más allá del afrobeat, que para algunos lleva toda la vida formando parte de su registro, los nuevos lanzamientos

@paocabdel un vídeo musical: Just Dance: Brightening the streets of Johannesburg

La cuestión es que ahora que ya se ha programado la alarma en tu cerebro, estarás mucho más atento a las señales. Identificarás símbolos y recursos estéticos, bailarás al ritmo de tambores y coros, y te enamorarás de modelos de pelo afro y rasgos exóticos. Pronto te darás cuenta de que si ahora todo es tropical, mañana todo será África. -


DISEÑO

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El diseño español en la Expo 92 Texto:

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PETER ABBAD

La entrañable Expo fue, ante todo, un proyecto de Estado. Un emblema del cambio político, económico y cultural que había protagonizado la sociedad española tras el fin de la dictadura. Como gran dinamizador, el sector público impulsó y financió dichos cambios a pesar de no contar siempre con los actores apropiados. Esto hizo que, en cuanto a diseño se refiere, en los prolegómenos de la Expo del 92 se diluyera toda la energía en un sinfín de concursos mediocres, ideados para no tener que tomar decisiones, que a la postre perjudicó a quien se pretendía ayudar: el “diseño español”.

E

n los años noventa, a diferencia de otras épocas en las que la arquitectura y el diseño industrial representaron la punta de lanza de la cultura, el diseño gráfico se situó en toda Europa en una posición de prioridad estratégica. Desde esa perspectiva, la Expo 92 y su proyecto gráfico fueron un fracaso. Presentaron un lenguaje visual errático y confuso. Nuestra identidad, como país, nunca existió. Y no lo hizo porque nunca se planteó. El diseño nacional emergió como una flor exótica dentro de un país pobre, rodeado de naciones ricas a las que quería parecerse. Y la consecuencia fue una falta de madurez, criterio y rigor. La escenografía de la Expo fue tan abrumadora que no se llegó a prestar atención al contenido y a la comunicación de las ideas. El liderazgo se dirimió entre la ingeniería y la arquitectura, obviando la comunicación visual. Y así, un complejo de imagen tan complejo como el de la Expo 92, que incluía desde el diseño de la marca y el símbolo hasta la creación de los uniformes, pasando por la mascota, carteles o la señalización, resultó finalmente tan disperso como irrelevante. Para la identidad gráfica se escogió la propuesta de un argentino afincado en Barcelona desde 1967, Carlos Rolando (1933-2016), que sintetizaba el globo terráqueo surcado por una red de comunicaciones. En principio fue considerado como una buena solución y un símbolo identificador adecuado, al que por desgracia no se le supo sacar provecho. Autor de un buen número de logotipos para empresas españolas, desde Mango, Prisa y Camper hasta Fagor y Eroski, pasando por Ifema o Círculo de Lectores, Rolando nunca mantuvo un estilo propio. Sus trabajos siempre eran diferentes, contrarios al estándar de su tiempo. Lluis Bassat, uno de sus mejores amigos y mentores, no duda en calificarlo como “el mejor, dotado de un talento extraordinario para las ideas, el diseñador más profundo que he conocido”. No en vano, se le considera uno de los padres del diseño gráfico español contemporáneo, junto a América Sánchez y Enric Satué. Incluso fue galardonado con el premio Nacional de Diseño en 2005 y el premio Laus honorífico del FAD en 2012. Otro botón de muestra sobre la errática gestión del proyecto gráfico lo encontramos en la elección del cartel oficial de la Expo 92. Treinta y tres participantes de distinta procedencia se presentaron al concurso. Los diseñadores nacionales estaban representados, entre otros, por Alberto Corazón, Daniel Gil, Ceesepe, Javier de Juan, Carlos Rolando, Antonio Pérez Escolano ó Enric Satué, lo mejor de lo mejor. De otro lado, y representando una nada despreciable selección del diseño internacional, figuraban nombres como Milton Glaser, Takenobu Igarashi, Jean-Michel Folon o Joost Swarte. Finalmente resultó ganador el francés Guy Billout, de cuya propuesta nunca más se supo, pues a la postre se editaron otros carteles oficiales, entre los cuales destacan los de Javier Romero y el Giraldillo de Óscar Mariné. En cuanto a la mascota, la elegida fue Curro, una idea del checoslovaco Heinz Edelmann. Ilustrador especializado en carteles y portadas de discos, era muy conocido por su participación en la película de dibujos animados Yellow Submarine de los Beatles. Como dato curioso, merece la pena mencionar


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que fueron veintitrés los artistas invitados al concurso, entre los que destacaban Moebius, Ziraldo, Félix Rivas o Miguel Berrocal. Los finalistas fueron Edelmann, nuestro ilustre Mingote con su Angelito con Gafas y el alicantino Miguel Calatayud con su Caballo Cartujano. La elección generó una gran polémica en su tiempo, pues incluyó una clasificación para las mascotas. Este hecho motivó la airada renuncia de Mingote, que según declaraciones de su mujer y representante, Isabel Vigiola, “no se presentó a un examen para que le den nota”. El mobiliario urbano fue sin duda uno de los proyectos más coherentes y trabajados de la Expo 92; un capítulo en el que sí se demostró sensibilidad hacia el diseño. Para ello, se articuló un riguroso pliego de condiciones con los criterios básicos que debían cumplir los diferentes productos, que desarrolló la empresa Artespaña de la mano de Carlos Laorden y Pablo Torrijos. Los diseñadores, previamente seleccionados, recibieron un encargo para desarrollar una pieza concreta. Y tanto el diseño como la producción de los objetos, que suponía un gran reto, fueron un éxito. Entre los múltiples diseños destaca la solución, sencilla y limpia, para el vallado del recinto de Javier Garrido, director del Servicio de Diseño y Oficina Técnica. Otros diseños relevantes son la valla móvil de Gemma Bernal, la fuente basada en los hornos de la Cartuja de Daniel Nebot, la papelera-cenicero inspirada en la Torre del Oro de Pedro Miralles y los dos modelos de bancos de Gabriel Teixidó. Por su envergadura, complejidad y resultado, “brilla con luz propia” la colección de iluminación Lucero ideada por Perry King y Santiago Miranda. La colección consistía en seis tipologías de luminarias diferentes: báculos, farolas, apliques de pared, luminarias para jardín, lámparas de gran altura para las avenidas y faros para la iluminación de los edificios. A su vez, se dividían en tres grandes familias destinadas a iluminar las diferentes partes del recinto: viales de tráfico, zonas peatonales y parques, y torres de gran altura para grandes áreas. La empresa Philips se encargó del reto de producir, en sólo once meses desde la presentación del anteproyecto, las miles de luminarias que se instalaron. Por último, merece la pena recordar la cabalgata. Un conjunto compuesto por trece carrozas de grandes dimensiones, ocho

comparsas y nueve bandas de música. El espectáculo alegre, colorista y sensual, tomaba como referencia el curso del año festivo mediterráneo de forma transgresora y lúdica. La cabalgata recorría a diario, como si se tratara de una mágica manifestación, un trayecto de dos kilómetros y medio. Ideada por Joan Font, del grupo de teatro Els Comediants, incluía carrozas diseñadas por gente como J. J. Guillén, con su espectacular Dragón de Primavera, que pulverizaba el ambiente con agua de azahar y representaba el mes de abril, o el pintor Guillermo Pérez Villalta, con su Triunfo de Eros simbolizando el mes de mayo. El cortejo lo componía un elenco de doscientos veinte actores y músicos, para los que se confeccionaron 3.700 prendas, 400 pares de zapatos, 190 elementos de atrezo y 150 sombreros. El brillante diseño de vestuario estuvo a cargo de Els Comediants, Javier Fernández y el sevillano Colectivo Fridor, compuesto por Carmen Giles y los hermanos Manolo y Andrés Martín, que también se hizo cargo del vestuario del personal de seguimiento. Ésta, junto a los uniformes de Victorio & Lucchino, fue una de las pocas contribuciones de diseñadores sevillanos a la Expo 92. La Exposición Universal de 1992 supuso un soplo de aire fresco que alteró para siempre la fisonomía de nuestra ciudad, y a grandes rasgos fue un éxito tanto por la imagen de modernidad que proyectó de Sevilla como por su contribución en grandes infraestructuras que compensaron nuestro secular retraso y aislamiento con respecto al resto del país. A nivel de imagen, fue una oportunidad perdida de desarrollar y apuntalar la marca España. En cualquier caso, y más allá de los claroscuros que la cubrieron, la Expo 92 fue un sueño y el soñarlo modificó nuestra nihilista percepción de la Historia, que pasó a ser una entidad en movimiento y, a la vez, amigable. Una gran fiesta a la que se sumaron cuarenta y un millones de visitantes, que duró 176 días y generó una sociedad más optimista y, por primera vez, abierta y tolerante. Un libro:Corazón tan blanco - Javier Marías


T H E WA L L

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3TTMAN

El hombre de las tres cabezas.

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Su nombre de pila es Louis Lambert, francés residente en las Islas Canarias que lleva coloreando las calles de medio mundo desde que empezara en la ciudad de Lille en 1999. Profundamente existencialista, logra conmover al espectador confrontándolo a la realidad más cruel en torno al medio ambiente: la contaminación, el derroche de agua, la deforestación, la matanza animal. Desdibujando fronteras en forma de jeroglíficos indescifrables (casi picassianos) a primera vista, este inclasificable se niega a ser encasillado en ningún estanco artístico y muestra un mensaje esperanzador, alegre y desinhibido. En su evolución artística, Lambert también experimenta con el cemento en aceras y con la escultura. El alter ego con tres cabezas trasciende la calle y se cuela en las galerías de arte.


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desde el 29 de junio de 2017 en Delimbo Gallery


S E V I N TAG E

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Gritos de esperanza olvidados Texto:

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LA MUY

Un cartel es un grito. Y para quien grita no hay mayor frustración que ser ignorado; o peor aún, ser silenciado. Que metan tu mensaje en el cajón del olvido es doloroso, incluso para un alma rectangular. En esa celda de silencio y oscuridad muchos perecen, o terminan renegando de aquello que defendieron. No es el caso de esta maravillosa cuerda de presos, que, gracias al aniversario de la Expo 92, han conseguido que sean revisadas sus condenas al olvido. El veredicto: absolución tras más de un cuarto de siglo silenciados. Y ya libres, han podido gritarnos y hablarnos de una idea de ciudad moderna, cosmopolita, sin miedos, inclusiva, respetuosa con la tradición pero con ansias de progreso. Es la ciudad que

GUY BILLOUT

sus creadores inocularon en su piel de papel, en sus venas de pantones; es la ciudad que soñaron, y siguieron soñando aún en su privación de miradas. Somos muy afortunados al recuperar estos gritos veinticinco años después, no para lamentarnos de lo que pudo haber sido y no fue, sino para saber que aún puede ser. Son los carteles que pretendieron anunciar al mundo la Exposición Universal de Sevilla. Son gritos de una esperanza colectiva.


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MIGUEL CALATAYUD

CEESEPE

ALBERTO CORAZÓN

MANUEL CUERVO


S E V I N TAG E

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SEYMOUR CHWAST

JAVIER DE JUAN

H. DÍAZ SANTANA

NÚMERO 09 :

JUNIO - JULIO

IVAN CHERMAYEFF


39 PÁ G I N A :

AURELIO DOMÍNGUEZ

JEAN-MICHEL FOLON

DANIEL GIL

MILTON GLASER


S E V I N TAG E

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APRIL GREIMAN

TAKENOBU IGARASHI

GÜNTHER KIESER

NÚMERO 09 :

JUNIO - JULIO

ALFREDO GONZÁLEZ


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CARLOS KILLIAM

LORENZO MATTOTTI

FERNANDO MEDINA

MILES RUNYAN


S E V I N TAG E

42 PÁ G I N A :

J. PÉREZ-ENCISO

A. PÉREZ ESCOLANO

J. RODRÍGUEZ VARGAS

NÚMERO 09 :

JUNIO - JULIO

CARLOS ORTEGA


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CARLOS ROLANDO

JUAN ROMERO

JOAQUÍN SAENZ

ENRIC SATUE


S E V I N TAG E

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ALBERTO SCHOMMER

JOOST SWARTE

ZDENEK ZIEGLER

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JUNIO - JULIO

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R. SAUL WURMAN


OPINIÓN

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La poesía del exceso Texto:

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A m a r o S á n c h e z d e M o ya

R

ecuerdo perfectamente, cuando cursaba en la Escuela Superior de Arquitectura de Sevilla, el despliegue de lirismo con el que nuestro profesor de Historia de la Arquitectura describía las diapositivas de edificios del pasado durante sus clases. Era un placer asistir a las mismas no solo por el qué, sino por el cómo aprendías sobre todos esos referentes que hoy, sin duda, son parte del imaginario de todos los alumnos que pasamos por su aula. Recuerdo cómo, ya bien iniciada la introducción en el siglo XIX, se paró ante una diapositiva de la Biblioteca de Sainte Geneviève de París, del arquitecto Henri Labrouste. A las fotografías de las magníficas fachadas neorenacentistas y de los elegantes interiores de un estilo inesperadamente neoclásico en arquitectura de hierro, siguieron las raras imágenes de espacios menos oficiales de dicho edificio, como eran los almacenes de libros, o las escaleras para los funcionarios, que eran de una gran simplicidad. No obstante, incluso en estos espacios más privados, Labrouste no había querido privar a la arquitectura de su ingenio y con una muy medida capacidad de diseño los había dotado de eso que nuestro profesor describió como “la poesía de la arquitectura que no tiene la aspiración de ser observada”. Esa frase quedó grabada en mi memoria y no es extraño que resuene su eco en mi cabeza cuando encuentro ejemplos de esa simplicidad en todas esas cosas

que no nacieron para ser admiradas y que, sin embargo, tienen una belleza intrínseca y que no fue casual en su concepción. Pero también resuena esta frase en mi cabeza cuando me topo con lo contrario, es decir, con la poesía del exceso: con la poesía de aquello que ha nacido con la pretensión de ser admirado y contemplado. Paseando por la Gran Vía de Madrid, no puedo dejar de pensar por oposición en aquella frase. Desde su grandilocuente nombre hasta el último de los detalles del más sencillo de sus edificios, todo está ahí como un manifiesto de la autocomplacencia. Todos los edificios son un ejercicio de exuberancia, de demostraciones de dominio de estilo, de ejemplo de capacidad de composición y de riqueza de imaginario. De por sí, entre ellos no parece existir la más mínima intención de guardar una relación o respeto con los edificios vecinos, es más, parecen competir entre sí, hasta el punto de crear en su casi quilómetro y medio de longitud la más variopinta selección de fantasías arquitectónicas que, por exceso de excesos, resulta hasta homogénea. La Gran Vía de Madrid, y, por contagio, su vecina calle Sevilla, son dos ríos de fantasmagórico delirio arquitectónico que inundan nuestra capital de esa poesía del exceso que es difícil encontrar en otros lugares del mundo, manifestada de una forma tan urbana y rotunda, como si todos los arquitectos hubiesen acordado no ponerse de acuerdo. Así pues, les invito a que la próxima vez que vayan a la más grande de las vías de la capital, aprovechen para dejarse seducir no sólo por los atractivos que se encuentran en sus tiendas y teatros, sino por la poesía del exceso de esa arquitectura que sí ha nacido para ser contemplada y admirada. -

@AmaroSMR un canción: La danza de los caballeros. Romeo y Julieta - Prokofiev


ES MUY

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Curro Texto:

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AL E JAN D RO LÓ PE Z

Le precede un frufrú inquietante. La puerta se abre y, de pronto, asoma una mota rosa a casi dos metros del suelo. Luego, se le suman anillos de color cada vez más grandes. Amarillo, rojo, verde y azul. Por fin aparece la cara familiar, redonda y blanca, con sus inamovibles coloretes rosáceos. Sin embargo, algo ha cambiado, ya no sonríe como hace un cuarto de siglo. La maldita madurez lo ha vuelto menos cándido, pero ha ganado en lucidez y crítica reflexiva. Cada palabra de su boca se ha revalorizado, por eso cuando habla de futuro sabe lo que se dice. Como un Tyson con pies de elefante, Ícaro al que el ocaso de una exposición universal derritió las alas para hundirlo en el olvido y ahora renace cual Fénix al calor de un aniversario, este personaje es una contradicción hecha mascota. Se deja caer en la silla con todo el peso de las leyendas que han sabido desengancharse de la fama. Los focos, de nuevo, se han vuelto hacia él, y

quiere aprovecharlo para contar su verdad e inyectar un chute de confianza en la ciudad que aprendió a amarlo después de rechazarlo. Su vida es metáfora y epifanía, y Sevilla debería darse cuenta de una vez. Es Curro, la mascota de la Expo 92. Disculpe mi descortesía, pero ¿qué es exactamente usted?

Ojú, eso mismo llevo preguntándome yo hace veintiocho años. Según dicen, soy un pájaro con patas de elefante y una cresta multicolor a juego con un enorme pico cónico… pero vamos, que nunca he visto en los reportajes de La 2 un ave que se me parezca. Lo único que tengo claro es una cosa: soy único, y con eso me basta. Es un pájaro asexuado con nombre masculino, ¿ha tenido problemas de identidad sexual?

Al principio sí porque nadie te enseña a vivir como una mascota. Te crean y ahí te lanzan, ante las miradas -y las críticas- del mundo entero. Luego te vas acostumbrando hasta que asumes tu papel; cuanto antes te des cuenta de lo que eres, menos te comes la cabeza. Ahora sé que soy Curro y no me planteo más interrogantes sobre mi identidad. Retrocedamos 28 años. ¿Dónde nace?

Aquí al lado… en Stuttgart. Mi padre, Heinz Edelmann, tenía su estudio en esa ciudad, y allí me concibió. Según me contó, un conocido editor de cómics, Pedro Tabernero, convocó en 1989 el concurso internacional para elegir la mascota de la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Mi padre se presentó conmigo frente a otros veintitrés diseños de autores de quince países diferentes. Y debí gustar bastante porque quedé el primero, por delante de un “hijo” de Antonio Mingote y de otro de Miguel Calatayud. O sea, que usted es fruto de la fecundación in certamine…

¡Sí! Eso me llena de odgullo y satidfadción, como diría el rey emérito, con quien me divertí bastante en la Expo… pero eso queda para nosotros y el CNI (nos guiña un ojo). En serio, mi padre lo pasó bastante mal por la polémica en torno al concurso. ¿Y eso?

Un periodista de Diario 16 Andalucía publicó antes de fallarse el concurso que la mascota elegida sería un pájaro con el pico de colores y un penacho de plumas. La filtración molestó tanto a Mingote que tres días después desveló en la portada de ABC su diseño, un angelote con gorrilla que se llamaba Curro, acompañado del titular “Mingote renuncia al premio por su mascota de la Expo 92”. Ea, enmarronados sin comerlo ni beberlo. Luego, Mingote reconsideró su decisión y permitió que su diseño figurara en la terna de finalistas.


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FAUSTO VELÁZQUEZ


ES MUY

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MARÍA CAÑAS

Lo normal es que usted se hubiera llamado Heinz, Jurgen o Wolfang, ¿por qué Curro?

Hombre, llamarse en Sevilla Heinz, Jurgen o Wolfang es abonarse a que se cachondeen de uno. Y si no que le pregunten a Marinakis del Sevilla o a Kukleta del Betis. Curro es un nombre familiar y cariñoso. Además me colocaba a la altura de uno de los mitos de la Sevilla de finales del XX: tú decías en los 80 y 90 Curro y todo el mundo pensaba en el Faraón de Camas. De alguna manera yo le “robé” la exclusividad de ese nombre y, a partir del 92, hubo dos Curros en Sevilla: Curro Romero y yo. A mí me encanta mi nombre, aunque durante un tiempo estuve algo acomplejado por el conflicto con Mingote.

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¿Qué recuerdos conserva de su padre?

(La cresta de Curro se encoge y su eterna sonrisa desaparece) Disculpa, pero me sigo emocionando al recordarlo… y es una faena que me hiciera sin lágrimas porque no puedo llorar. Era genial, nació en la ciudad checoslovaca de Aussig en el 34 y en julio hará ocho años que murió. De puertas hacia afuera era un gigante de la ilustración y el diseño contemporáneos -hasta soy “hermano” de los Beatles, bueno de sus dibujos en la película Yellow Submarine-; en casa era divertido, me trataba con mucho cariño. Poseía un mundo interior muy rico, era una persona intimista, que estaba desarrollando ideas constantemente. Le apenaba que se le tratara como un guiri, como alguien ajeno a esta tierra a pesar de estar ligado a la ciudad desde mucho antes de concebirme; pocos saben que ya a finales de los 70 expuso en el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla. Además su mayor producción

creativa está dedicada a Andalucía: unas 300 obras de temática turística y didáctica para esta región. Su último trabajo fue concebido para Sevilla, un cántico espiritual a la música para la revista Osinvito. ¿Qué le debe a él?

Lo primero, crearme. Y lo segundo, creerme y hacerme creer en mí mismo. Cuando tuve aquella crisis de identidad del principio, me dijo: “Te hice pájaro porque los pájaros vuelan y son libres. Y te puse esa nariz porque me dio la gana, que es la forma suprema de ejercer la libertad”. Libertad y quererme tal como soy, eso me legó. Fue presentado en Madrid el 14 de marzo de 1989. No llega a Sevilla hasta un mes después. ¿Cómo recuerda su bautizo, que no fue precisamente como cantaba El Pali con barbos en adobo, mucho vino y alegría?

Pues fue como todo lo que rodeó mis primeros años, polémico. El alcalde de Sevilla, Manuel del Valle, lamentó que fuera presentado primero en Madrid y hasta la Asociación de la Prensa de Sevilla se quejó por ese “desprecio” a la ciudad. Frente a esto el presidente de la Junta, Rodríguez de la Borbolla, el comisario de la Expo, Manuel Olivencia, y el consejero delegado, Jacinto Pellón, calificaron de “localistas” esas críticas. Y en medio, como siempre, yo. El 22 de abril me presentaron en la Plaza de España ante más de 40.000 personas, y aquello resultó… muy frío debido al supuesto agravio a Sevilla con mi presentación madrileña. En cuanto al espectáculo, fue impresionante: lo organizó Els Comediants.


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AGUSTÍN ISRAEL


ES MUY

Así que ni adobo, ni vino y poca alegría. ¿Recuerda su primera impresión de los sevillanos?

Cuando terminó aquel “bautizo” multitudinario, me sentía entusiasmado por la magnitud de mi presentación pero afligido por la frialdad con que los sevillanos me recibieron. Pasaron los días, y fui comprendiendo el carácter de los sevillanos a medida que dejaba a un lado los tópicos y prejuicios que sobre ellos había escuchado. Es gente que hay que ganarse poco a poco, tomarla muy en serio y no pretender que sean graciosos ni que estén todo el día cantando y bailando. Los sevillanos son vascos pero al revés: te reciben fogosamente y luego debes ganarte su respeto y amistad a fuego lento. ¿Sevilla sin sevillanos, como dijo Machado?

Para nada. Es un pueblo profundo y sabio que se esconde, u obligan a esconderse, bajo la costra de los estereotipos falsos; es más que una amable comparsa para adornar acontecimientos, como algunos quieren reducirlo. Lo único que nos falta a los sevillanos para ser lo que debemos ser es lo mismo que a mí cuando recibí aquel consejo de mi padre: libertad y querernos más.

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¿Conoce la guasa?

Hombre, más que conocerla la he sufrido. ¿O no te acuerdas de la botadura de la nao Victoria, que casi tiene que venir a rescatarme a Huelva David Hasselhoff? Lo que tuve que oír, que si era un pato del Coto o que si iba a acabar en el estanque del parque de María Luisa. Un montón de ocurrencias que, una vez pasa el tiempo, te hacen reír y pensar que este es un pueblo con mucho ingenio… y bastante mala leche. ¿El Curro de Mingote se interesó por su estado tras el naufragio?

Guasa tú también… Ni me llamó, le daría coraje que al final sobreviviese; él se veía ya como esos Tenientes de Hermano Mayor a punto de trincar la vara dorada.

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JUNIO - JULIO

Las redes se han inundado con fotos de usted visitando los colegios de Sevilla en los meses previos a la Expo, ¿le adoraban los niños?

No te creas. Todo en mi vida ha sido de entradas frías. Al principio, a los niños les entraba jindama al verme de cerca: era enorme, inclasificable y al moverme hacía mucho ruido. Imagínate que a un niño que le explican en el cole cómo es un pájaro me ve a mí y encima tiene que tragarse que yo soy lo mismo que un gorrión o un jilguero... normal que el chiquillo se asustara. Eso sin hablar de la guasita junior en mis visitas a los colegios: unos me querían pinchar con el compás y deshincharme; otros me decían a la cara que su madre había dicho que yo era muy feo o que su padre les había contado que yo había costado un riñón; y algunos, directamente, “yo te hubiera pintado mejor”. Pero pasó como con los adultos, a medida que nos fuimos conociendo, nos fuimos amando. Y una duda, ¿por qué en la atracción para niños nunca acababa su frase de “Hola, soy Curro, quieres jugar conmí”?

Me podría tirar un pegote y decirte que era un guiño al sevillitaliano de las canciones del gran Silvio… pero el motivo es más prosaico: en la cinta de la grabación no cabían más letras...

Se codeó con los líderes mundiales más destacados, ¿cómo fue aquello?

Pues menos divertido de lo que parece. Es más, era un coñazo. De nuevo tuve que pasar por un periodo de adaptación e ir dándome cuenta de que hacía caso a mi padre o aquello resultaba insoportable. Libertad y creer en mí, eso hice. Empecé a tratar a los mandatarios como a amigotes y a gastarles bromas, y parece que la cosa funcionó. Conocí a Mitterrand, Fidel Castro, Mario Soares, Carolina de Mónaco, los Príncipes de Gales y a Gorbachov, a quien los sevillanos recibieron gritándole “torero, torero”. Traté a los jefes de Estado y altas personalidades como a los sevillanos. Abracé a todo el mundo, sin hacer distinciones de ninguna clase. También recibió a personajes de la cultura, ¿quién le impresionó más?

Fueron varios. Destacaría a dos: Vittorio Gassman y García Márquez. El italiano estrenó en la Expo su Ulises y la ballena blanca, genial versión de Moby Dick; aquel hombre alto y enjuto, con su voz única, me pareció un demiurgo teatral. También Gabo, que presentó en el pabellón de Colombia sus Doce cuentos peregrinos con tanta afluencia de público que tuvo que intervenir la policía. Vino vestido tal y como recogió diez años antes el Nobel, con un liqui liqui blanco; así lo abracé. ¿Qué sintió al portar la antorcha olímpica de Barcelona 92?

Fue alucinante. Con mi físico jamás habría ganado ni a las canicas, así que cuando me llamó mi compadre Cobi y me lo propuso, le dije que sí. Me la entregó un regatista y la paseé en moto acuática por el lago de la Expo entre aclamaciones. Fue un sueño y, de nuevo, un logro al superar mis complejos. Por cierto, ¿cómo se lleva con Cobi?

Muy bien. Nos llamamos “compadre”. Nos sentimos almas cercanas, hermanados por el dolor. Como yo, desde su nacimiento se encontró con la crueldad y el cachondeo de sus paisanos. Tuvo un enorme trauma, le aseguraban que era un perro y él veía perros por las calles de Barcelona y no se reconocía. Lo pasó mal, decían que era un perro aplastado… Nos apoyamos mucho. Aún nos seguimos escribiendo y, de vez en cuando, hablamos por Skype. ¿Cómo llevaba el tema de los idiomas?

Muy bien, dominaba el idioma más hablado y entendido en el mundo, el del humor. Cuando alguien es agradable con otro, sobran las palabras. ¿Y del habla sevillana?

Eso es harina de otro costal. Me costó, no por lo que suelen decir algunos malintencionados, que hablamos mal o que nos comemos sílabas… bueno, en mi caso, en las atracciones de niños, sí (risas). Me costó por la riqueza de vocabulario y por la velocidad ingeniosa a la hora de sacar punta a cualquier situación. ¿Por qué era usted tan travieso?

Porque la travesura es propia de los niños, y los niños son las personas más cercanas a la felicidad que conozco. Era una forma de ser feliz y, sobre todo, de hacer feliz a la gente. Por eso me atreví a quitarle la pamela a una reina, bailar en un


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CURRO GONZÁLEZ


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acto de protocolo o llevarme en brazos el niño de una señora, que luego devolví, eh. Yo era la imagen de la Expo y como tal tenía que transmitir sus valores. Y no sólo en Sevilla, también lo hacía en la gira de promoción mundial; hasta me puse a imitar a un soldado en la Plaza Roja de Moscú. Todo el mundo recuerda la Expo 92 como un acontecimiento feliz, ¿fue así?

Hay un mecanismo inconsciente que borra los malos recuerdos para quedarse sólo con los buenos. Es algo higiénico. Es cierto que hubo polémicas y críticas. En mis veintiocho años de vida en España me he dado cuenta de que cualquier acontecimiento que en principio es importante para todos se utiliza como arma arrojadiza y oportunidad para sacar beneficios de todo tipo. Negar esto sería negar la historia y, sobre todo, condenarnos a repetirla. ¿Se podrían haber hecho las cosas mejor? Todo es mejorable, hasta yo hubiera querido que mi padre me pusiera menos cresta para poder vestirme de nazareno, pero no pudo ser. Lo que es incuestionable es que la Expo 92 cambió para siempre a Sevilla, y creo que a mejor, y le dio herramientas para progresar y situarse en el mapa como una ciudad moderna y atractiva. El resultado final fue inmejorable, algunos procedimientos absolutamente mejorables.

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¿Qué le confirmó la Expo?

En lo negativo, cierta incapacidad de los españoles para la solidaridad ya que se anteponen los agravios comparativos entre territorios a las causas comunes. Ah, y la novelería, porque cuando venía a Sevilla gente de todo el planeta, fue cuando los españoles y los sevillanos quisieron venir también. En lo positivo, que esos mismos españoles y sevillanos tienen capacidad para dejar a un lado las diferencias y convertir en realidad proyectos tan apabullantes como la Expo. ¿Cómo vivió la clausura?

Fue el día más triste de mi vida junto con el día que murió mi padre. Cuando se apagaron las luces, comprendí de sopetón que mi vida cambiaría para siempre. Me dio un bajón enorme. Y no sólo por mí, también por la ciudad y por su gente; aquello había sido un sueño y el 13 de octubre comenzaba de nuevo la realidad. A pesar de la tristeza sentía una tibia esperanza, la de que supiéramos aprovechar el legado de la Expo para situarnos definitivamente en la modernidad y el progreso… ¿Qué es la fama?

Te tiran una caña de cerveza fría con sus dos deditos de espuma y te la bebes, y la vida te parece tan bella y tú te sientes tan indestructible… pero dejas la caña sobre el mostrador y al rato se ha calentado, la espuma ha bajado y perdido gas. Al segundo trago la sensación ya no es la misma. Pues la fama es igual, son esos dos deditos de espuma de la caña de cerveza.

hace que me golpee con la cresta). Uy, perdona. En serio, sólo guardo una cucharilla de café y un transistor con forma de Curro. No soy demasiado ególatra (vuelve a reír). ¿Por qué sigue en Sevilla?

Básicamente, porque no puedo volar. Mi padre me hizo con alas, con la potencialidad del vuelo, pero no me resulta posible. He llegado a la conclusión, quizá algo pretenciosa, de que soy una metáfora de Sevilla: tiene la potencialidad del vuelo pero nunca la desarrolla porque se conforma con lo que hay. ¿Está dolido con Sevilla?

¡Para nada! Al final, ¿una ciudad qué es? Su gente. Y hay sevillanos, que ahora son padres, que han legado a sus hijos el mismo peluche o muñeco de Curro con que jugaban en la Expo 92. Eso te hace sentir importante, alguien querido. Es emocionante que la gente te siga asociando con momentos felices de su vida, eso es impagable. ¿Su comida preferida?

Desde que llegué a Sevilla, los caracoles con una cerveza fresquita. Pero ahí no anduvo fino mi padre y no cayó en la cuenta de que con este pico me iba a costar la misma vida sorber el bicho de los caracoles y beberme las cañas. Tres cuartos de lo mismo que me pasa con los chicharrones, que me pirran, pero al no ponerme dientes, pues no puedo masticarlos. Así que me harto de gazpacho con una cañita y de papas aliñás que están blanditas. ¿Y las fiestas de Sevilla, le gustan?

Me encantan, pero a mi físico no. En la Feria, si me arranco a bailar sevillanas, desmonto media caseta con la cresta. Ni te cuento en Semana Santa, como me meta en una bulla a ver un paso, tapo a media calle. Además, como no tengo manos, no puedo llevar cirio ni tocar los palillos. Así que veo la Semana Santa en la tele y en Feria me voy a Chipiona, a las Tres Piedras, que está más tranquila. Mickey y Minnie, Donald y Daisy, David El Gnomo y Lisa. ¿Nunca ha echado en falta una pareja?

Una Curra, ¿no? (ríe). No mucho, la verdad. Quizá tenga que ver la indefinición sexual con que mi padre me concibió o mi lucha con ciertos complejos… No sé. Puede ser que a medida que me haga viejo eche de menos tener alguien a mi vera. Hablaremos con Julio Cuesta para que en el cincuenta aniversario de la Expo presenten a Curra (sonríe con cierta tristeza). Por cierto, ¿cómo anda Naranjito?

No anda, rueda. Se ha puesto como un sollo. Habría que irle llamando Naranjón. Es como Maradona pero en mandarina.

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¿Nos veremos dentro de otros veinticinco años? Ha sido parado de larga duración, ¿cómo se ha sentido?

Inservible. Es muy duro, te va carcomiendo la autoestima y llega un momento en que te afecta no sólo laboralmente sino familiar, social y personalmente. Lo más terrible es que al final llegas a creer que te lo mereces. ¿Conserva algún objeto de merchandising con su imagen?

A mí mismo, te parece poco (ríe a carcajadas y el movimiento

Espero que sí, pero de otra manera. Me gustaría que la Expo quedara como un maravilloso recuerdo para los sevillanos y como el año cero a partir del cual Sevilla comenzó realmente a construir su futuro sin miedos ni complejos. La mejor celebración de esos cincuenta años sería no necesitar una nueva Expo; significaría que esta ciudad, por fin, estaría entre las grandes urbes del mundo. -

una aventura: encontrar la música oficial de la Expo 92 compuesta por Manuel Castillo


SELEKA

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OPINIÓN

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CaixaForum Sevilla,

una nueva puerta a la cultura Texto: MOISÉS ROIZ Director de CaixaForum

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sí se ha presentado CaixaForum. Una puerta que ha sido franqueada, en sus tres primeros meses de andadura, por más de 67.000 personas. Más allá de la cifra, nos gusta pensar que detrás del número hay una multitud de experiencias que contribuyen al acercamiento de cada persona al conocimiento y la cultura. Vivencias que, en definitiva, hacen crecer al que las experimenta.

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Ahí está el foco de la actividad de CaixaForum Sevilla. En línea con la Misión de la Fundación Bancaria La Caixa, entidad a la que pertenece, CaixaForum trabaja para dar mejores oportunidades a las personas a través de la cultura. Esta Misión está presente en lo que hacemos, determinando así tanto la actividad que desarrollamos como su enfoque. En el primer ámbito, nuestra actividad, trabajamos con exposiciones realizadas en colaboración con las grandes instituciones museísticas y culturales del mundo. Ejemplo de ello es la programación prevista para el final de 2017: Anglada Camarasa (1871 – 1959), con un recorrido muy interesante por la evolución del pintor de referencia en el postimpresionismo español; Sorolla, un jardín para pintar, que muestra la visión del conocido artista valenciano sobre los jardines andaluces; Fortuny, Andalucía en el imaginario, centrada en la producción del autor sobre la Alhambra y Andalucía en los años en que residió en Granada; finalmente, en noviembre podremos disfrutar de Disney, el arte de contar historias, que mostrará el proceso creativo de la famosa factoría de animación, y con la que podremos disfrutar del viaje que emprende una leyenda y sus personajes para convertirse en alguna de las historias de las que seguro hemos disfrutado en algún momento de nuestra vida.

En las exposiciones toman especial relevancia las visitas de calidad. En la línea de acercar la cultura a las personas como herramienta de desarrollo, en todas ellas preparamos un discurso pedagógico para cada tipo de público. Así, las visitas comentadas, dinamizadas –con amplios recursos y materiales pedagógicos-, o familiares –donde tanto mayores como pequeños interactúan activamente-, son para nosotros la prioridad para el mayor aprovechamiento de nuestros visitantes. Además de las exposiciones, nuestro día a día está repleto de actividad cultural. Como nos gusta decir, en CaixaForum siempre pasa algo. Programamos alrededor de 1.200 actividades culturales al año. Pueden ser musicales en fin de semana, conferencias sobre las principales óperas con temática andaluza, o ciclos de astronomía; también talleres para rapear a los clásicos –que persiguen fomentar la afición en los más jóvenes- u otros con los que explicar a los más pequeños el sol y las estrellas. Estos breves ejemplos ilustran la efervescencia de conocimiento que se produce en CaixaForum. Y todo lo anterior, ¿con qué enfoque y para quién lo hacemos? Trabajamos sin perder de vista el rigor y alto nivel de contenidos para que el experto encuentre aquí respuestas. Pero también con gran exigencia pedagógica y de dinamización para que la persona que habitualmente no ha frecuentado un centro cultural encuentre que en CaixaForum la experiencia le enriquece. En esa línea, desarrollamos nuestra oferta teniendo en cuenta los diferentes tipos de públicos y necesidades. Durante todas las mañanas del curso nos centramos en aportar a los escolares una experiencia de conocimiento que les aporte valor en coordinación con su proceso de enseñanza. Tenemos actividad especialmente pensada para familias, normalmente en fines de semana, que persigue facilitar la transmisión del vínculo cultural. Y siempre disponemos de oferta para público general, al que ofrecemos conferencias, encuentros con artistas o talleres culturales, por ejemplo. En definitiva, CaixaForum Sevilla se configura como un espacio vivo, en el que todo se centra en la persona y su desarrollo, porque es la vivencia y el enriquecimiento de cada uno de nuestros visitantes lo que centra y da sentido a nuestro trabajo. -



FUE MUY

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Atín Aya

El cazador paciente de la belleza Texto:

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L A OLIVET TI MELL ADA

La cámara como exprimidor “de lo que existe”, el disparador como sonda que extrae la hermosura de lo cotidiano, la fotografía como caza. Sus imágenes demuestran que no hay que ir a buscar lo exótico a territorios remotos sino que podemos cazarlo en lo cercano… pero sin prisas ni plazos. El Pali como un Buda con gafas de culo de vaso que bebe Cruzcampo, la vieja encorvada como bruja de leyenda bárbara que nos invita a entrar en la oscuridad o el capitán Ahab que se burla del destino sobre los sacos del puerto de Sevilla son imágenes icónicas que nos hablan de mundos próximos que nuestra mirada ningunea. Las fotografías de Atín Aya son un diagnóstico oftalmológico, certifican nuestra hipermetropía para la belleza y la autenticidad que tenemos delante.

A

tín Aya nace en Sevilla en 1955. En 1974 empieza Filosofía y Ciencias de la Educación en la Universidad de Navarra aunque finalmente se licencia en Psicología en Granada. Esta formación académica influirá en su obra fotográfica, transida por una búsqueda continua del movimiento profundo que se esconde tras la quietud superficial. Pone rumbo a Madrid en 1981 para estudiar fotografía en la escuela Photocentro y muy pronto encuentra trabajo: entra en la sección de archivos y laboratorios de la agencia Cover. Esta labor le permite conocer la técnica del revelado -él mismo revelaba gran parte de su trabajo fotográfico- y, sobre todo, propicia el encuentro crucial con Jordi Socías, cofundador de la agencia, maestro y mentor de Atín. Con Naranjito en el centro de todas las miradas, Atín regresa a una Sevilla sede del Mundial de Fútbol de 1982. Se incorpora a la redacción de ABC y luego pasa a la de Diario 16 Andalucía, donde trabaja como reportero fotográfico. Colaborará con medios de comunicación durante toda su vida, publicando en Cambio 16, Panorama, Casa-Vogue, entre otros. A partir de 1986 compagina esta labor periodística con exposiciones en galerías nacionales e internacionales, destacando las muestras en la Soho Photo Gallery de Nueva York, en la Diputación Provincial de Sevilla y en PHotoEspaña 2000 en el Conde Duque de Madrid. Su obra figura en las colecciones permanentes de museos e instituciones como la Comunidad de Madrid, el Centro de Arte Reina Sofía o la Fundación Foto Colectania. En 1987 Diario 16 le hace un encargo que señalará un punto de inflexión en la trayectoria de Atín: el periódico le pide una serie de retratos a pintores sevillanos de la vanguardia. La sede sevillana de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo lo contrata en 1989 como fotógrafo oficial, puesto que ocupará durante quince años. En 1990 obtiene el premio Fotopress Cultura y Espectáculo de la Obra Social de La Caixa. Llega la gran cita para la ciudad y el país, el año 1992, y Atín se incorpora al departamento de fotografía de la Expo 92. Poco amante de los grandes viajes, en 1993 se traslada a San Salvador de Bahía para realizar varios reportajes. Al año siguiente es contratado por el Centro de Artes Plásticas de Volvogrado para retratar a diferentes personalidades culturales de esa ciudad rusa. Esa resistencia a los grandes viajes tiene que ver con “un compromiso de honestidad con lo que te rodea”, según reconoce su hija María, quien le define como un “viajero de precisión”. Si bien trabajó en Cuba (2001), Perú (2003), Marruecos (2003) y Rusia, su obra se centra en la realidad andaluza. La Real Maestranza de Caballería de Sevilla le encarga un estudio sobre el ambiente de la plaza de toros, que queda recogido en Imágenes de la Maestranza (1996). Un año después la Fundación La Caixa le concede


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FUE MUY

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una beca que le permite completar el que, quizás, sea su mejor trabajo, la serie Marismas del Guadalquivir (1991-1996), obra que refleja las duras condiciones de vida, a veces indignas, de los marismeños y que ha servido de inspiración para la película de Alberto Rodríguez La isla mínima. Atín también participa en un proyecto de la Junta de Andalucía titulado Cortijos, haciendas y lagares (1997) y en otro proyecto editorial y expositivo titulado Los andaluces (2002); en 2001 completa su monográfico Sevillanos. Fallece en su ciudad natal el 16 de septiembre de 2007 con varios proyectos abiertos, entre ellos una serie sobre personajes de la ribera del río Tinto y una ampliación de su trabajo sobre los cortijos andaluces. En 2010 se edita su trabajo póstumo Paisanos.

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Quienes conocieron a la persona que había tras el visor la definen como vitalista, voluntariosa y entusiasta. En su trabajo, Atín Aya llegaba a ser obsesivo; por ejemplo, para Marismas del Guadalquivir, visitaba continuamente -incluso acondicionó un todoterreno para dormir en su interior- cada zona para localizar lugares y personajes, que iba marcando en un mapa de la marisma, hasta lograr la instantánea precisa. María Aya le define como “un cazador paciente” de momentos y un autor enormemente preocupado en la construcción y la composición de sus instantáneas. De su experiencia como reportero gráfico procede ese instinto para el merodeo y la intuición para aprovechar la oportunidad fotográfica. A eso suma la maestría en la gestión del tiempo: su trabajo más personal no es fruto de las prisas, sino de la pausa, y eso le permitió crear desde la honestidad. Artesano en la preparación y captura, pero también en el revelado, proceso que hacía personalmente en un pequeño laboratorio que compartía espacio con el cuarto de baño. Que optase por la artesanía no significa que no investigase

las nuevas tecnologías fotográficas, sin embargo las cámaras digitales no ofrecían el grado de autenticidad que las analógicas, ni el Photoshop lograba lo que la luz natural y el instante irrepetible. Es innegable que Atín logró un estilo personal e inconfundible. Su fotografía bebe de la tradición pictórica clásica y de la escuela bressoniana del “momento decisivo”, conjugadas con un cuidado detallista de la composición y la sabia utilización de todos los elementos que componen la escena, combinando espacios, objetos y perspectivas -a la manera de un pintorpara potenciar la búsqueda del fondo de autenticidad de paisajes y personas. Y como barniz final, el uso magistral de la luz natural, aspecto que el propio Atín Aya resaltaba al afirmar que “no puedo fotografiar más allá de la luz”. La mirada de Aya atrapa instantes únicos, que jamás volverán a repetirse de igual forma y que, gracias a sus fotos, adquieren la categoría de eternos, más allá del espacio y del tiempo. Escenas callejeras, paisajes, arquitecturas rurales y, sobre todo, retratos de personas. Atín fotografia la nobleza de la miseria, la dignidad de la pobreza, la naturalidad de la tragedia cotidiana. Bajo el hieratismo de sus retratados se remueven océanos profundos y oscuros, que se traslucen en sus rostros y actitudes. Son personajes sacados de la cotidianidad para convertirlos en insólitos y demostrar que cada persona es única e importante. Atín Aya vivió y trabajó gobernado por el anhelo de acceder a la belleza de lo profundo y lo auténtico. Su misión era acechar, hasta captar, ese breve destello, que dura milésimas de segundo y se disuelve en la nada, a través del que se insinúan historias que ya creíamos olvidadas para siempre. -

@laolivettimella una banda sonora: La isla mínima - Julio de la Rosa


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OUTSIDERS

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¿Dónde estabais? Texto:

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PA C O B R I D A

En mi casa se paraba el tiempo, se mandaba callar a la gente, era un momento especial. Se le añora. Trabajador, artista, un tío con age, un enamorado de su ciudad, de sus tradiciones, de Hugo… Se te echa de menos, Manolo. Un señor que vendía lavadoras y consiguió poner a su clusz de fútbol al nivel que lo puso es digno de admirar. No seré yo quien juzgue si los últimos momentos fueron buenos o malos, que lo hagan otros. Escribo en este número de La Muy para recordar la figura de uno de los presidentes más outsiders que ha tenido el fútbol patrio.

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omo decían las sevillanas, Manuel Ruiz de Lopera el cielo te iluminó. Y os preguntaréis, cómo ha iluminado ahora a Paco para que se acuerde de Don Manuel. Pues bien, hace veinticinco años del año 92... ¿dónde estabais? Lopera “salvó” a su Betis y no se le ocurrió mejor forma de inmortalizar aquel ¿milagro empresarial? que grabar un corto con la mejor de las tecnologías de la época, ambientado en su casa, en el cual se narraba cómo habían sido las arduas negociaciones. Y para más inri, resulta que tengo un colega íntimo que estuvo allí presente mientras se rodaba esta obra maestra. Juan Carlos Castro, el Charli. Fuimos compañeros en el instituto. Recuerdo al Charli como un tipo vacila, fuertecito, jugaba tela a la pelota, repetidor por supuesto, ese compañero de clase al que te aconsejan que no te arrimes porque es una mala influencia. ¡Pues a mí me cogió un cariño tremendo! No había tarde de verano que no viniera a mi piscina a lucir oblicuos y bañador turbito ceñido. Buen chaval… muy en el fondo. Cuando terminé mis estudios, él estaba cursando un ciclo formativo de audiovisuales y me contó Maruja, la conserje del instituto, que se colocó de cámara en una productora. Le perdí la pista hasta que hace poco nos encontramos. Fui a pelarme y allí estaba el Charli, que ha montado un salón de belleza para caballeros. Imaginaos cuando nos vimos. “¡Quillo, Paco! ¡Estás más gordo, mamona!”. Y como buen peluquero y gran amigo mío que era, allí me estuvo dando palique toda la mañana. Salió el tema de Lopera y me contó con pelos y señales, y más pelos y pelos en el suelo, lo que se vivió en el set la calle Jabugo, en Jabullywood. “Paco, te cuento. A mí me llamó una tarde mi jefe y me dijo “Charli, mañana a las 9:00 te quiero en la calle Jabugo con las baterías de las cámaras cargadas, en las oficinas de Farusa”. Yo sabía que aquello era de Lopera, pero nunca me imaginé lo que iba a ver allí entre alicatados de azulejos y bustos de Don Manuel. El gachó contrató a mi productora para grabar una recreación de cómo había salvado al Betis levantando un teléfono. No sé si lo recuerdas, pero en 1992 el Betis iba a desaparecer y con las aportaciones de socios y simpatizantes no se alcanzaba el montante necesario. Don Manuel puso de “su bolsillo” el dinero restante y se convirtió así en presidente del equipo de sus amores”. “Tendrías que haber estado, Paco. Llegamos a las nueve en punto, tú sabes que yo siempre he tenido una puntualidad extraordinaria, allí había una algarabía que no era normal, un olorcito que venía de la cocina. Era Doña Maribel, la primera dama verdiblanca, que estaba haciendo puchero. Sonó el telefonillo y preguntó Don Manuel: “¿Quién es a esta hora, niña?”. Y Doña Maribel: “Manolo, es tu sobrino, que trae un queso de Alcalá de un sitio que conoce él”. Los perros no paraban de ladrar. La situación era rocambolesca”. “Se rodó todo en una sala de reuniones con muebles de la época, decorada con todo tipo de merchandising verdiblanco; sobre la mesa, varios balones firmados por jugadores béticos con ceniceros como pedestales, y el Gran Poder también estaba presente. Todo digno de una película de Almodóvar


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o de un videoclip de Tony Genil. En la mesa, sentados en un lateral, Ana María, secretaria de Don Manuel, y enfrente Ángel Martín, Luis Bellver y José Antonio González Flores. Era como la escena inicial de El padrino en versión kitsch. De repente apareció Lopera: “¿Cómo estás Ana María, y tu marido? ¿Cómo está mi chulo?”, por Ángel Martín. “Buenos días, niños. ¿Vosotros sois los shicos de la productora? Venga po vámonos, que cuanto antes empecemos antes terminamos”. “Comenzamos entonces la grabación. Cámaras, focos, cables, sonido y acción. Lopera, aquel señor de El Fontanal, parecía que se había criado en Hollywood, ¡cómo interpretaba! Don Manuel debía aparecer en escena con el rostro desencajado, y así lo hizo, con más mala cara que Iniesta en el látigo de la Feria. Parecía el Nosferatu de Murnau, qué cosa más demacrada. Los integrantes de la mesa le ponen al día de la situación y el Batman verdiblanco llama por teléfono a Reinaldo. Durante la conversación que mantuvo con este señor, tuvimos que cortar varias veces. La escena parecía un sketch de Martes y Trece, hasta al propio Don Manuel se le escapaba de vez en cuando una sonrisa. Empezaba fuerte el corto…”. “Pero aquí no acaba la cosa. Resulta que la sala de reuniones donde grabábamos daba a la azotea, y allí tenía Lopera unas jaulas con jilgueros, agapornis y dos palomos para reclamo. No te puedes ni imaginar los pájaros, no dejaban de piar y se metía todo por el canal de audio de la grabación. Tuvimos que salir a la azotea y ponerle unas toallas de bidé de Don Manuel, que llevaban sus iniciales bordadas. Al final, se callaron. Te puedes hacer una idea, la llamada posterior al Banco Iberoamericano tampoco tuvo desperdicio. Gutiérrez era su persona de confianza en la entidad y le dio todo tipo de explicaciones. Aún recuerdo cuando pronunció esa frase, tan memorable como “siempre nos quedará París” o “francamente, querida, me importa un bledo”, de “muchos sevillanos estaban descorchando las botellas de champán, y no vamos a darle esa alegría”. Imagínate, a mí me cogió aquello jovencito y con guasa, y no veas la que se formó allí. Recuerdo que Lopera decía “Er shico de la camarita se distrae mucho”. Tuvimos que cortar en varias ocasiones hasta que se

grabó aquella llamada”. “La escena última era apoteósica, a la altura del final de Con faldas y a lo loco. Cuando salieron todos corriendo de la sala camino de la notaría, uno de los que acompañaba a Don Manuel dio un traspié con uno de los cables y pegó un bocazo en el suelo. En ese mismo momento volvió a sonar el telefonillo: “Manolo, está el cobrador del Gran Poder que viene a por lo de la lotería”. “Maribel, dile que se lo pague Braulio, que ya haré cuentas con él porque me debe dos meses de alquiler del bar”. Esa era Don Manuel”. “¡Vaya día aquel! Y digo día porque nos dieron las siete de la tarde y, por supuesto, Lopera hizo llamar a los Gómez Brothers para que nos subieran unos serranitos. Yo, que estaba de becario, lo recuerdo como una de las jornadas de curro más divertidas que pasé en la productora”. - Charli, habría que verte. Es que Lopera era mucho Lopera... bueno, y sigue siendo. No hace mucho lo vi en la tele, entrando en los juzgados, y la verdad es que es único. Una pena que la relación con parte del beticismo esté tan mal actualmente porque nos reíamos tela marinera con donmanué. Bueno, ¿y ahora qué? ¿Te dejó tan marcado aquella grabación que dejaste la cámara? - Qué va, Paco, que aquello no daba para comer. Tú no sabes la de gastos que tengo yo. - Bueno, anda, cóbrate, que me tengo que ir. - Anda ya, Paco, a este pelao te invita tu colega el Charli, por los viejos tiempos. - Gracias, campeón. - A ti por venir. Nos vemos figura. -

@pacobrida una canción: El muerto vivo - Peret


OPINIÓN

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El eyeliner y las llaves Texto: PILAR RODRÍGUEZ ILUSTRACIÓN:

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LIT TLE

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n todos los portazos se olvidan cosas.

Ella se había dejado el eyeliner y las llaves que abrían el buzón de las cartas. El cuadro que compraron en una galería londinense a la que tardaron tres horas en llegar. “Mira, aquellos días en los que no supimos encontrarnos”, decían cada vez que contemplaban la obra, justo antes de sentarse en el salón a ver una película de miedo. Justo antes, también, de irse a la cama, el único lugar donde sí habían sabido perderse.

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JUNIO - JULIO

“Los finales no tienen que suponer ningún drama”. Habían hablado sobre esa idea millones de veces, en casa o mientras acudían a almuerzos con amigos que se empeñaban en alargar sus historias de amor, buscando hijos que no terminaban de llegar. “Ahora el problema no es ser padres sino cómo”. “Cierto”, respondía él. En el taxi de después del portazo se sucedían todas las frases que habían creado. “Los verbos más bonitos son ser y estar”, le había confesado ella en muchas ocasiones, reclinados en alguna barra nocturna de las que solían frecuentar. “Camarero, otra ronda” y, de repente, él la besaba, en esos momentos que otorgaban el cielo y la eternidad aunque ellos nunca dejaran de hablar de los finales. “En las clases de Lengua y Literatura me enseñaron aquello de la introducción, el nudo y el desenlace”, decía él. “Nosotros vivimos con el nudo en la garganta”, respondía ella. Y se reían sin parar, entrelazándose las manos, a veces

tocándole ella el brazo a él: “A ver si es verdad lo que me dices de que estás yendo al gimnasio”. Entre trago y trago él no paraba de hablar. “Sigo pagando la factura de algunos episodios de mi infancia, pero he vuelto a querer a mi padre”. “Eso es bonito”, sentenciaba ella, y lo miraba buscando la media sonrisa que él siempre emitía cuando le decían lo que quería escuchar. “Te quiero mucho, pero te quiero feliz”. Y lo decía ella que sabía que, a pesar de que ningún final debía suponer un drama, él aún estaba gestionando la frase. Lo decía ella, sabiendo que él aún no había olvidado a todas las mujeres que le habían dejado, de la misma forma que ella no había perdonado a todos los hombres que le mintieron. “Puede que algún día no tengamos nada que contarnos”. “Eso es triste”, respondía él con una media sonrisa. Y otra vez las carcajadas. Durante el trayecto en taxi, sin saber muy bien a dónde ir y sin recordar la dirección exacta de la casa del amigo que siempre estaba allí, ella seguía evitando en todo momento la conversación con el taxista, pensando que el hombre al que había dicho adiós nunca fue el hombre de su vida, y siempre lo supo, pero esas cosas no son de saber sino de sentir. El conductor del vehículo insistía en sacarle algún titular, animado por la curiosidad que provocaban las cuatro maletas que transportaba en el maletero del coche y el silencio de ella tras recogerla en casa: “¿Se ha enamorado usted alguna vez, señorita?”. “Cotilla”, pensó, y puso su mirada desafiante sobre el espejo retrovisor, encontrándose con los ojos del taxista. “¿Usted qué cree?”, le preguntó. “Que en cuatro maletas no termina de caber todo”. Silencio. Otra vez. - Pare aquí. - Aún no hemos llegado. - ¡He dicho que pare aquí! Sé perfectamente a dónde vamos. -

@pilarodguez una canción: The End - The Doors



POESÍA

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Breviario Texto:

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J AV I E R S A L v A g O

I Cuánto dolor hay ahí. Ay, infancia. II Ahí estará, cuando se vayan todos, la soledad: la amante que jamás te fallará. III

NÚMERO 09 :

JUNIO - JULIO

Qué sabrán ellos de tus misterios, claridad. IV Ay, poesía, cómo me he complicado por ti la vida. (Poema inédito)



ARTES

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La película de la Generación del 27 Texto:

NÚMERO 09 :

JUNIO - JULIO

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José María Rondón

Las únicas imágenes en movimiento de los poetas permanecieron ocultas 80 años en unas latas confundidas con dibujos animados. Juan Guerrero Ruiz, amigo personal de Juan Ramón Jiménez, las rodó en 1928 con una cámara PathéBaby. Jorge Guillén escribió sobre ellas en Misterioso, su último poema.

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s posible verlos moverse dentro de ese contorno ligeramente quemado de las películas antiguas. Los poetas tienen un aire de fantasmagórica verdad. Luis Cernuda sonríe, tímido, en los jardines del Alcázar de Sevilla. El sol es templado. Posiblemente, en la primavera de 1928. Rafael Alberti estalla a carcajadas delante de la cámara en la plaza de Cibeles de Madrid. En algún lugar de la capital también están Dámaso Alonso y Manuel Altolaguirre. Pedro Salinas es filmado en el municipio alicantino de Torrevieja. Jorge Guillén aguanta el foco en una terraza de Murcia. Las imágenes apenas duran doce minutos. Es el único testimonio vivo de la Generación del 27. La cinta fue grabada con una cámara Pathé-Baby de 9,5 milímetros por Juan Guerrero Ruiz, íntimo amigo y secretario personal de Juan Ramón Jiménez, quien la conservó en varias latas de película. El destino de la filmación, poco más que su uso doméstico: en ellas también puede verse a su autor en una escena familiar, rodeado de hijos y esposa. Estas imágenes permanecieron ocultas durante más de ochenta años, confundidas con unas películas infantiles del Gato Félix. En un golpe de fortuna, el arquitecto, diseñador y cineasta Rafael Zarza las recuperó en 2009, con la colaboración de la Filmoteca Nacional y el Instituto Cervantes, en el documental El deseo y la realidad.

“Hace 30 años mi padre, estando yo aburrido en casa, me dijo que si le acompañaba a casa de la viuda de Guerrero, en la calle Hermosilla de Madrid. El hijo de Guerrero era amigo de mi padre y le ofreció llevarse viejo material que, por falta de espacio, tenían almacenado y no sabían qué hacer con él”. Allí, junto una montaña de papeles y revistas, Zarza se fijó en la caja que contenía las viejas latas de película. Le dijeron que eran antiguas, de dibujos animados. “Las latas eran muy bonitas y me las llevé”, ha explicado, en alguna ocasión, Rafael Zarza, quien ya en 1985 dio las primeras noticias del hallazgo en un artículo publicado en Poesía. Revista ilustrada de información poética. Zarza se llevó las películas, pero no las abrió hasta algún tiempo después. Un día, mirándolas al trasluz, en lugar de personajes de dibujos animados empezaron a surgir los contornos borrosos de unos jóvenes que gesticulaban, paseaban, saludaban y sonreían. “Esas caras”, recordaba, “eran tan reconocibles”. Alberti, joven y guapo como un galán de película, o Cernuda, con un bigote fino, reía bajo el cielo sevillano. Eran instantes de películas familiares, rodadas por un aficionado, un amigo que podía acceder con su cámara a un espacio cercano, íntimo. Ellos aparecían hablando, tomando un refresco o jugueteando ante aquella Pathé-Baby que robaba sus movimientos. Precisamente, de la compra de esta cámara, inhabitual en aquella época, hay rastro en la correspondencia entre Jorge Guillén y Pedro Salinas. El primero comentaba así la noticia el 13 de septiembre de 1927: “Ya sabrás que las posibilidades de información gráfica de Juan Guerrero se han aumentado con la adquisición de un Pathé-Baby. De modo que la joven literatura ya no pasará gráficamente a la historia inmóvil y estática como corresponde a la generación azoriniana sino gesticulante y dinámica a la moda de Guillermito y demás tontos…”. En este sentido, la Generación del 27 siempre sintió una enorme fascinación por el cine, como bien ha estudiado Roman Gubern en su libro Proyector de Luna. La Generación del 27 y el cine (Anagrama) y como el propio Alberti escribió en un verso: “Yo nací -¡respetadme!- con el cine”. Lorca, Cernuda y Villalón, entre otros, dedicaron poemas al nuevo invento y a sus primeras estrellas: Chaplin, Buster Keaton… Pero, aunque existía material grabado de sus miembros, la Guerra Civil arrasó con la mayoría del registro documental y en la propia Residencia de Estudiantes se quemaron por miedo a represalias las películas que documentaban sus sesiones de conferencias. No se conservan, por lo tanto, demasiadas imágenes fílmicas de los poetas del 27. De Lorca existe una grabación mientras lee las cuartillas con las que introducía las sesiones teatrales de La Barraca y otra durante su estancia en Buenos Aires. En una famosa imagen, Alberti aparece como un “ángel invertido” en el Noticiario del Cine Club (1930) de Ernesto Giménez Caballero, quien también filmó al autor de Marinero en tierra en un retrato de grupo junto a Benjamín Jarnés, José Bergamín y Ramiro Ledesma Ramos. Quien está detrás de ese tesoro fílmico sobre los poetas de la Generación del 27 es Juan Guerrero Ruiz (Murcia, 1893- Madrid, 1955), un personaje


excepcional en la cultura española del siglo XX. Aunque escribió algunos artículos literarios, su profesión era la de abogado y secretario de Ayuntamiento. Lo fue de los consistorios de Murcia y de Alicante y, después de la Guerra Civil, trabajó en Madrid como alto funcionario ministerial. Pero fue el gran amigo de Juan Ramón Jiménez, y sobre él escribió un documento excepcional: Juan Ramón de viva voz, libro donde anotó, a modo de diario, la impresión de sus charlas con el poeta de Moguer.

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Guerrero Ruiz conoció, a través de Juan Ramón, a todos los escritores del 27 y con ellos colaboró en multitud de empresas literarias. Nombrado “cónsul general de la poesía” por Lorca en la dedicatoria del Romance a la Guardia Civil española, creó en Murcia, entre 1923 y 1928, el suplemento literario de La Verdad y la revista Verso y Prosa, una de las publicaciones más importantes e influyentes de la joven literatura del momento, en la que dieron a conocer sus primeras creaciones todos los poetas de la Generación. Además, los fotografió en distintas ocasiones reuniéndolos en un álbum que “era un verdadero tesoro, que él mostraba con legítimo orgullo”, ha recordado José Luis Cano en alguna ocasión. Y ahora también lo sabemos: Guerrero rodó rudimentarias películas caseras en las que aparecían los jóvenes poetas. En uno de los textos de Juan Ramón de viva voz, volumen calificado por Ricardo Gullón como “uno de los libros de historia literaria contemporánea más interesantes”, Guerrero Ruiz hace precisamente referencia a la velada en la que proyectó estas imágenes de los poetas del 27 a Juan Ramón y a su esposa, Zenobia: “Al llegar a casa les invitamos a que asistan a una sesión de Pathé-Baby, cuyas películas tienen de actores a mis hijos. Aceptan gustosos y suben con nosotros. El aparato no funciona muy bien, pero a pesar de ello puedo proyectar varias de los pequeños y alguna de los amigos escritores, como Salinas, Guillén, Altolaguirre, Villalón… Contemplar a éste, muy lleno de vida y alegre, parece que impresiona a Juan Ramón, que encuentra que ésta es la mejor de las películas”, anota el 12 de agosto de 1933. Resultaba lógica dicha predilección y emoción. A pesar de algunas diferencias con los más jóvenes, Juan Ramón Jiménez se sentía muy cerca de Fernando Villalón. Habían sido compañeros de estudios en los jesuitas de El Puerto de Santa María y, aunque poeta tardío, Villalón le había dedicado su último libro, Romances del 800 (Imprenta Sur, Málaga, 1929), antes de su repentina muerte en Madrid el 8 de marzo de 1930. En 1933, cinco años después de su filmación, el retrato fílmico de Guerrero Ruiz ya estaba empapado de nostalgia y de historia. Otro tanto ocurrió con estas imágenes en la primavera de 1983 cuando, poco antes de morir, Jorge Guillén las contempló, ya en formato VHS, en el salón de su casa. El autor de Cántico quedó vivamente emocionado por las imágenes. A ellas les dedicaría el último de los poemas que escribió, titulado Misterioso. “Pasa el vídeo misterioso / vuelve el pasado en movimiento, / y el instante insignificante / llega enseguida a conmovernos. / ¿Y por qué? Porque significa. / No cruzan su flujo y su tiempo / frente a nuestros ojos atónitos”. Y continúa: “Sin arrastrarnos a lo inmenso / Ese impulso que es esencia. / Contra mareas, contra vientos, / Y jamás contacto con Nada / Nada irreal que siempre sueño, / Y la gran verdad nos oculta: / El vivir del amigo muerto. / ¿Cómo? / Salinas. / Me emociono. / Es él y todo el universo”. -

@josemariarondon una canción: Pequeño vals vienés - Silvia Pérez Cruz y Raúl Fernández



LA 69

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El misterio de la figurita Texto: ELISA VICTORIA MARROQUÍ ILUSTRACIÓN: ÁNGELA MURUvE

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stamos en casa de la abuela Petra. Hemos comido puchero, lechuga, queso; hemos abierto el primer melón del año, dulce y fresquito. Pero un misterio me corroe. Nos hemos juntado once personas alrededor de la mesa. Fui una de las primeras en llegar y, cuando iba con el mantel en la mano, vi que una de las figuritas sobre el mueble del pasillo estaba pringosa. No toqué la pringue, pero la olí. Era semen, eso estaba claro, bastante líquido y aromático aún. Ese semen no llevaba ni media hora eyaculado, y los únicos hombres de la casa entonces eran el niño de mi hermana, que tiene siete años, y el tío Paco, anciano trianero al que no le imagino un gesto así ni por lo más remoto. ¿El tío Paco arrimando la polla al cisne de cerámica que lleva en el mismo sitio desde principios de los noventa? ¿Acaso es mi sobrino un guarrete precoz? ¿O es que alguien estuvo aquí justo antes de que llegáramos? ¿Tendrá la abuela Petra un tío escondido en el armario? Si nos quedamos solas a lo mejor le pregunto. De momento, aparco las teorías y preparo la cafetera grande. Mientras hierve el agua, salgo al pasillo para examinar al cisne con el cuello perfumado de lejía. La sustancia está ya bastante derretida y apenas se aprecia sobre el blanco nacarado. Supongo que no soy más que una cotilla con presunciones detectivescas, cuando lo único que debería importarme de esta cuestión es que el semen parece muy sano. Bien batido y templado, con brillo y volumen. Sigue oliendo un poco a fuet. Seguro que es buena señal. -

una canción: Como el agua - PXXR GVNG


OPINIÓN

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Masa y poder

Desde el mirador de la guerra Texto:

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PEDRO G. ROMERO

Me entrevistaron y terminé con una frase enigmática según los entrevistadores: “El monstruo sigue ahí”. El marco de la charla periodística era la exposición Sacer. El martirio de las cosas, sobre ese momento histórico en el que las vanguardias artísticas atlánticas -Europa y Américatomaron la ciudad de Sevilla como paisaje para hablar de lo sagrado, de las paradojas de lo sagrado. El fondo político de los convulsos años 30, cuando los mismos que sacaban los pasos en Semana Santa empezaron a quemar iglesias, parecía indicar al referido “monstruo”. Pero, como aclaré a los contertulios, me refería a otra cosa. Los sucesos de la madrugá del 2000 son un síntoma, están ahí, como el dinosaurio de Augusto Monterroso, cada año, cada Viernes Santo, a la misma hora del terremoto que hizo temblar Jerusalén. No queremos verlo pero continúa ahí, el monstruo, continúa esperando.

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anuel Delgado, con su elocuencia histriónica, lo cuenta magníficamente. Lo sagrado es eso, el dinosaurio, el monstruo, inconmensurable en el centro del cuerpo social, anudándolo y desintegrándolo a la vez. Delgado lo narra a partir de una película de serie B, El valle de Gwangi, del gran especialista en F. X. Ray Harryhausen. Se trata de un extraño wéstern en el que unos vaqueros que trabajan para un circo de animales raros consiguen un dinosaurio, un Tyranosaurius imaginario, medio Godzilla, un saurio anterior al verismo científico de Parque Jurásico. La película fue rodada en España y por eso el apoteósico final ocurre en la ciudad de Cuenca, travestida de pequeña ciudad mexicana. Pero vayamos a la escena que tan enfáticamente señala Delgado. El Dinosaurio liberado, con mayúsculas, se acerca a la plaza de la ciudad y penetra en su Catedral de manera que no queda otra que quemar la iglesia para poder matar al monstruo. No olvidemos que, previamente, la conversión de Cuenca en ciudad mexicana pasa por construir un mercado alrededor del templo, puestecitos de venta al por menor y tráfico de mercancías a gran escala, así, a modo de la trama barroca que colocaba en los muros de nuestras catedrales comercios de prestigio e influencia social. Evidentemente, la estancia en los alrededores de la Catedral como centro de la ciudad que es, centro físico, comercial y simbólico, beneficia al comercio, la plusvalía eucarística, santifica la mercancía. Pero en esos momentos, cuando el monstruo aparece liberado –Delgado insiste aquí en el paralelismo que traza Harryhausen entre la gran iglesia y el gran saurioes una seria amenaza para el comercio. Los comerciantes no dudan, aún a riesgo de poner en riesgo su economía, meten fuego a la catedral si esa es la única manera de acabar con el monstruo. El final es glorioso, arden a la vez la Catedral y el Dinosaurio, hoguera que se convierte en rompimiento de gloria, vista lejana de la ciudad en la que vemos cómo la columna de humo que sale de donde arde lo sagrado sujeta el cielo. Invité a Manuel Delgado a Cuenca hace ya más de 15 años para que pasara y leyera esta película, sí, en las vísperas, precisamente, de las Turbas del Viernes Santo, en las que los penitentes organizan con pitos y tambores un ruido de susto, al modo de las tamborradas aragonesas, más difuso, con las masas desordenadas de la procesión llevando al Cristo aquí y allá por toda la ciudad. Por supuesto, como en toda fiesta popular, hay un difuso origen pagano en esta fiesta de primavera. Pero es más concreto el origen que lo relaciona con las revueltas ocasionadas por el Tío Corujo y el motín levantisco que, a causa de la subida del precio del pan, provocó en la ciudad. A eso se sumó la prohibición a las clases lumpen para procesionar el Viernes Santo y de ambas fuerzas salió esta manifestación litúrgica que reclamaba su lugar en la ciudad, ruidosamente, como siempre hacen los pobres, haciendo sonar su protesta, reclamando no sólo que bajara el precio del pan, sino, con una previsión mayor, exigiendo su lugar en la economía simbólica de la ciudad. Este mismo año, esta misma madrugá, me cogió en la calle, con mi hija y una amiga suya, y la primera estampida de Cuna, viendo pasar a El Silencio,


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cuando llegaba la turba histérica desde el Salvador, volvió a recordarme lo que la ciudad celebra verdaderamente en su Semana Santa, el sacer que se calma año a año con el sacrificio representado, el cordero que sacrificamos para calmar el furor de la bestia. A eso siguieron tres estampidas más, a lo largo de Reyes Católicos, la Magdalena, el Altozano, así, La Trianera cruzándose con el Gran Poder. Las vi de cerca, las vi arrancar, así que toda esta histeria mediática de conspiraciones y otros cuentos de causa efecto me sonaron a eso, a cuento. Píldoras de soma para tranquilizarnos. También pasó en el 2000, la masa se alborotó y reinó el caos. Como entonces, la huelga de celo de la policía municipal y ahora las medidas especiales de seguridad que llenaban las calles de policías, de toda clase de policías, en medio de la ola terrorista mundial, no sólo no tranquilizaba la histeria colectiva sino que la alentaba; algo debería estar pasando cuando hacía falta tanta seguridad. Recuerdo que el Viernes Santo del 2000, antes de los sucesos, estaba en un balcón en la esquina de Sor Ángela de la Cruz, frente a las calles que desembocan desde el Palacio de las Dueñas. Se esperaba a Los Gitanos y desde arriba, desde el ventanal abierto, la gente se veía amontonada. En un momento dado, una pequeña alerta, la presencia de un cuchillo en una pelea, hizo moverse a esa ingente cantidad de gente como una sola persona y todas, centenas de personas, dieron al unísono un paso atrás. Se trataba de una “masa rítmica”, de las que hablaba Elias Canetti, el sabio sefardita, en Masa y poder, que actúa del todo diferente a la “masa retenida”, siempre dispuesta a estallar en estampida, a descargar la energía que va acumulándose en ese juntar de gentes. Lo que Sevilla había conseguido en años de trabajo comunitario es una “masa rítmica”, esa que cantaba la maravillosa voz poética de Isabel Escudero al paso de la Macarena: “¡Baila, niña, baila!, y que se vea el caos bajo tus faldas”. La fiesta urbana que se hacía en Sevilla cada Semana Santa poco tenía que ver con Roma ni con Jerusalén. La decadencia económica que arrastraba la ciudad desde el siglo XVII lo convirtió en un lugar privilegiado para construir comunidad y cuando la Revolución Industrial empezó a hacer de la masa el agente principal de la economía, la ciudad tenía ya sus muchedumbres, su lumpen y su proletariado, listos para la comunión social ciudadana. El pueblo inventado por Beaumarchais para su ciclo de Fígaro se encarnaba en las masas obreras del XIX, un excedente social que tenía su propia vanguardia lumpen y de la que salieron óperas comunistas, en el sentido pre-marxista de la palabra, como el flamenco, los toros y la Semana Santa. El populismo Republicano y la asolación de muerte que siguió a la guerra civil convirtieron la fiesta cristiana en el necesario carnaval trágico que desarrolla

sus liturgias, pasodobles prostibulares para mecer a la Madre de Dios y hacer de las masas eso, multitudes rítmicas. La ciudad está en plena redefinición económica. El turismo ha sido casi una invención sevillana –Don Juan, Carmen, Fígaro- así que la ciudad sabía incorporar a todos en su liturgia. Pero el nuevo capitalismo liberal, con su empeño en definir compradores en vez de ciudadanos, coloniza las comunidades tradicionales precisamente así, banalizando las liturgias populares y haciendo de ellas gadchet de mercadillo, señas de identidad con las que comerciar, conseguir status sociales, redefinir jerarquías, distribuir la economía de la ciudad a su medida. El aprendiz de Antonio Burgos que este año nos ha soltado el pregón ha dado ejemplo de todo esto en cada palabra vociferada. Cada letra de su ridícula soflama no pretendía otra cosa que dar cuenta de esa mercadería barata, las costumbres de una ciudad puestas en venta en el mercadillo del ripio y el sentimentalismo de teletienda. En un síntoma más de esa puesta en venta de la ciudad, no sólo en el sentido inmobiliario, también en el simbólico. El miedo es el clima ideal para convertir la vida en mercancía. La liturgia no se puede convertir en teología sin riesgo. Las instituciones que mantienen la Semana Santa quieren hacer de sus costumbres mezquinas y miserables un libro de reglas para la ciudad completa. Las tonterías de los capillitas han sido siempre cambiantes, afortunadamente, pero el empeño de fijarlas y convertirlas en leyes, a espaldas de la ciudad real, tiene sus consecuencias. Los sucedidos de la madrugá, que ya trascienden la categoría de anécdota, no son más que un síntoma del malestar ciudadano. La gente, la masa, se revuelve contra este nuevo reparto de la ciudad y reclaman su sitio. Turbulencias, sí, disturbios ante esta nueva densidad. La masa aspira a la igualdad y cuando un grupo, el que sea, aspira a su representación parcial, la masa se revuelve y quiere expulsar a esos “fachas”, literalmente, los que hacen de las apariencias una forma única de representación. Pocas ciudades son capaces de hacerse una fiesta urbana tan propia, puro metalenguaje en el que la ciudad se celebraba a sí misma. Cuando no hay cauces abiertos para el disenso, cuando la televisión y la comida basura y las drogas legales del suburbio mantienen a las muchedumbres pacificadas, cuando la multitud conectada ha convertido la ficción de las redes en el lugar en el que pasan protestas y revoluciones, entonces, cuando la gente se junta, la masa es revuelta. Escribía Canetti: “Hay que defenderse de todo lo que somos, pero de tal manera que no lo destruyamos.” -


HEREJES DEL SUR

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Gary Bedell Texto:

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J AV I E R G O T O R

Llegó a Sevilla en 1991 con su tez blanca, el pelo claro y los cachetes rosados como cualquier guiri que aterriza en San Pablo. Durante los meses de abril y mayo de 1992 empezó a ponerse colorado con el reflejo del sol en el Guadalquivir, y hoy la policromía de su piel parece la de un oriundo andaluz. Es Gary Bedell, el comisario adjunto del pabellón de Canadá durante la Expo 92. Un canadiense comprometido política y socialmente que hizo reír a Mandela en tiempos enmarañados.

Minero, auxiliar de vuelo, asesor político y, por último, diplomático. Una juventud agitada. ¿Era un inconformista?

Más que inconformista, culo inquieto, de familia pobre y con ganas de comerme el mundo. ¿Sigue siéndolo?

Incluso más, pero ahora mis inquietudes son más de querer ayudar a los demás, devolver algo de la suerte que he tenido y tener un impacto social con mis esfuerzos. Ahora estoy lanzando un proyecto para luchar contra la despoblación en los pueblos rurales. Es muy importante. ¿Cómo fue su infancia?

Una infancia marcada por la pobreza. ¿Sus constantes desplazamientos debido al trabajo de su padre le enseñaron a vivir lejos de casa?

He cambiado de escuela cada año hasta terminar el instituto. Nunca tuve amistades que duraran más de un año. Quizás por eso valoro tanto mis amigos en Sevilla, que me han durado un cuarto de siglo. ¿Era un joven implicado políticamente?

Sí. Siempre de izquierdas. Mi gran héroe ha sido Pierre Trudeau, un político de talla grande y padre del actual primer ministro canadiense, Justin Trudeau. ¿Qué es para usted el patriotismo?

Es el hecho de pertenecer a una tribu y asimilar sus reglas. La expresión del patriotismo como hincha de la selección de fútbol o cuando juega Rafa Nadal es sana y buena. El patriotismo mezclado con el racismo, con la religión o la intolerancia deja de ser patriotismo y se convierte en ideología y soflama de los tontos de nacimiento y de los tontos peligrosos como Trump y sus seguidores. Ni hablar de Marie Le Pen y otra chusma de patriotismo rancio.

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Mandela sabía de patriotismo, ¿no?

Mandela no ha sido patriota sino humanista. Odiaba el patriotismo racista y excluyente del régimen del apardheid. Supo utilizar el patriotismo a través del deporte para unir a su país en un momento muy delicado, como en la película Invictus. Su figura, su fama y sus logros se convirtieron en motivo de un nuevo patriotismo para los surafricanos de todos los colores. ¿Qué conexión surgió entre Mandela y Bedell para que decidiera llevarle a Sudáfrica como ayudante personal?

Madiba es su nombre de clan. La conexión fue una amistad. Tuve la suerte de poder hacerle reír. Algo muy importante en tiempos muy complicados. ¿Existen verdaderos líderes internacionales o nacionales en este tiempo?

No, existen las redes sociales, noticias falsas y las interferencias de Rusia.


Nelson Mandela, Gary Bedell y Winnie Mandela

Ese sí es un líder déspota y muy peligroso. Viene de la KGB y no ha cambiado desde entonces.

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¿Donald Trump es héroe o antihéroe?

No es ni héroe ni antihéroe. Es una aberración que da vergüenza ajena. No terminará su mandato, pero antes hará el daño suficiente para perdurar en toda una generación.

ahora. Había desempleo, sí, pero más ahora. España es mucho peor ahora. Menos mal que lo celebramos en el 92 con un andaluz en el poder. Un gallego como Rajoy, que parece asustado cada vez que baja más abajo de Despeñaperros o un Aznar con su nariz metida en el culo de Bush, no hubieran gastado tantas pelas en Andalucía. ¿Qué ha pasado por la vida de Gary Bedell en estos últimos veinticinco años?

“El uso del espacio de la Expo es mejor que en muchas otras ciudades” ¿Por qué tenía interés en conocer España?

Por las fotos antiguas de Ortiz Echagüe. Fotógrafo español, pionero de fama mundial y fundador de SEAT. Quería conocer la España que él captó antes de que desapareciera para siempre. En muchos casos, llegué demasiado tarde. Y llegó el 92. ¿Fue un jarro de agua fría en el mejor momento de su carrera que le nombraran comisario del pabellón de Canadá en la Expo 92?

¡Qué dices, hombre! Lo mejor que me ha pasado en la vida. ¿Qué significó la Expo 92 para la ciudad?

Orgullo, infraestructuras importantes. Más orgullo. Todo los sevillanos con pases y a disfrutar cada noche en la Expo. Más orgullo aún. ¿Quién habla de otras exposiciones universales o de la de Zaragoza? Nadie. Las grandes exposiciones internacionales ya no tienen sentido en un mundo tan conectado. Nadie quiere gastar tanto dinero en lo que se ha convertido en una feria de turismo carísima. La Expo 92 de Sevilla era la última Exposición Universal relevante. No se repetirá jamás. Un gran éxito de verdad. Viendo la Expo con la perspectiva de veinticinco años, ¿hemos aprendido algo de todo aquello o solo es nostalgia?

Mera nostalgia. Pero nostalgia buena y merecida. No hemos aprendido nada. Había corrupción entonces, sí. Pero más

Un cuarto de siglo como sevillano, veinticinco Semanas Santas, hectolitros de Cruzcampo y rebujito por un tubo, muchas amistades, follar justito, comer y beber demasiado. Muchas bodas y algún que otro funeral. Como cualquier otro sevillano. ¿Sufrió una especie de Síndrome de Estocolmo con Sevilla?

Sería el caso si Sevilla me hubiera raptado. Al contrario, me la comí con papas. Ni síndrome ni Estocolmo. Me la comí entera. ¿Considera que los terrenos de la Expo han tenido una buena integración en la ciudad?

Los pabellones temáticos están muy abandonados. Pero hay vida y el resultado es mejor que en muchas ciudades que han celebrado una Expo. Un libro o una canción que recomendaría para leer y escuchar tras esta entrevista.

¡El de Ivanka Trump, Whomen who work, desde luego que no! Estoy esperando el de Obama con muchas ganas. Pero, ¿alguien lee libros hoy en día en España? De música, todo que sale de la boca de Pablo Alborán, andaluz de los buenos, guapetón y gran compositor. Los andaluces tenemos de todo. -


OPINIÓN

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Stendhal 92

Texto: E VA D Í A Z P É R E Z

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N

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o soporto la nostalgia de la Exposición Universal de 1992. Para mí fue una contranostalgia. Veinticinco años después siento un recuerdo dulce de algo que entonces fue desagradable, tedioso, insoportable. Dicen que fue un sueño, pero para mí fue una pesadilla. Y no sé por qué diablos tuvo que suceder así. Recapitulo… Cuando se inauguró la Expo yo estudiaba Periodismo y conseguí en el recinto mi primer trabajo, así que todo apuntaba a que iban a ser seis maravillosos meses. Lo que falló es que mi trabajo no tenía nada que ver con mi vocación de periodista porque yo no era aún ni una aprendiz. Mi participación en el gran acontecimiento se limitó a ser vendedora en una tienda de recuerdos del Quinto Centenario a tiempo parcial. Allí vendía absurdas miniaturas de los Reyes Católicos y otros souvenirs que ni siquiera tenían relación con el lema de la Expo: la Era de los Descubrimientos. Aún puedo recordar el olor de unas maderas aromadas con forma de fruta que no sé por qué razón tenían muchísimo éxito. Un olor que terminé odiando, naturalmente.

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Yo me empeñaba en que el público de la tienda comprara alguno de los libros que formaban parte de una estupenda colección dedicada a los viajeros del Descubrimiento, pero no conseguí convencer a casi nadie. También fracasé con mis compañeras. Aunque les decía que lo más adecuado como banda sonora de una tienda dedicada al Quinto Centenario era la música del Cancionero de la Colombina, ellas preferían tener puesto todo el día el hilo musical de los 40 principales. Acudir todos los días a trabajar a la Isla de la Cartuja era para mí un martirio, un desencanto, un aburrimiento. Como trabajadora, yo tenía la tarjeta de acceso para ver todos los pabellones, y, sin embargo, ¿qué vi?, ¿qué recuerdo? Recapitulo otra vez en el fondo triste de mi memoria: recuerdo el calcetín de Tàpies en el pabellón de Cataluña, el hielo del de Chile (en el que ni siquiera entré) y la equis gigante del Pabellón de México. Ah, sí entré una vez en el pabellón de Arabia Saudí (cosa que tampoco entiendo muy bien, puesto que es un país que me provoca una grandísima antipatía), y hasta compré un saquito de incienso. Pero no pude quemarlo porque esa misma tarde me robaron el bolso. Dramático colofón para una sombría jornada laboral.

En fin, que debido al poco vocacional trabajo que tenía, limité mi asistencia exclusivamente a la tienda de recuerdos. No me interesaba nada, pasé muchísimo calor con el espantoso uniforme que llevaba y sentía un profundo odio por lo que ocurría allí. En esa truncada época de mi vida todo el mundo se divertía mientras yo vagaba con amargura y desaliento en medio de un calor sofocante. Como una patética versión sevillana de Fabrizio del Dongo, el personaje de La Cartuja de Parma, de Stendhal, que participa en la batalla de Waterloo sin enterarse de que ha vivido un momento histórico, yo podría haber protagonizado otra novela: La Cartuja de Sevilla. Pasé por la Expo 92, pero sin vivirla. Y no fue en ese momento sino en los años siguientes cuando me di cuenta de lo que me había perdido y de que pertenezco a la maldita generación periodística que no vivió aquellos fastos universales; que no los contó en las radios ni en las televisiones ni en los periódicos. No hice entrevistas a los grandes personajes que vinieron; no cubrí el estreno de Fuenteovejuna de la Royal National Theatre ni El Barbero de Sevilla de la Comédie Française; no hice crónicas de las actuación de Vittorio Gassman en Ulises y la ballena blanca ni presencié el maravilloso día en el que el Piccolo de Milán representó Le baruffe chiozotte de Goldoni, dirigida por el maestro Giorgio Strehler; no me dio por ir a ver la Traviata de la Scala de Milán ni tampoco Don Giovanni montado por la Staatsoper de Viena; y no escuché a Bob Dylan, Jack Bruce o Keith Richards. Y lo peor es que he tenido que aguantar todos estos años los recuerdos deliciosamente nostálgicos de mis compañeros mayores del periodismo cultural contando sus crónicas, reportajes y entrevistas de aquellos días. Durante seis meses fueron periodistas culturales de una Sevilla que parecía Londres, París o Nueva York. Y yo, mientras tanto, con mi ridículo uniforme vendiendo a Isabel y Fernando en tronitos y recorriendo enfadada el recinto. Me molestaba esa gente que salía corriendo para llegar antes a la cola del pabellón de España. Los despreciaba por su ridiculez, por su fiebre absurda. Cegada por el hartazgo, no vi la exposición de Tesoros de España con obras de El Greco o El Bosco. Sólo deseaba salir pronto de aquella galera, nada más. Odiaba tanto a Curro que hasta lo veía en blanco y negro, pero ahora lo recuerdo con maldita nostalgia y sonrío cuando lo veo en algún documental moviendo con gracia sus alas. Y me da mucha pena cuando descubro alguna maquinita infantil con su imagen multicolor en algún sórdido bar del centro. También recuerdo el sabor del café del Pabellón de Colombia que me sentaba mal porque lo tomaba airada. ¡Ni siquiera fui a ver a García Márquez cuando pasó por allí! Y puedo evocar a la perfección el olor a agua de naranjos que expulsaban las carrozas de la Cabalgata al atardecer. Y, maldita sea, cómo me acuerdo ahora del espectáculo del lago, que yo nunca veía porque salía corriendo. A veces incluso se me ha aparecido en sueños el perfil de aquellos pabellones ahora demolidos que, no sé por qué, pero aún resisten en pie en un lugar escondido de mi memoria. @EvaDiazPerez



L A MANDUCA

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Ultramarinos de barrio

Un paseo por la gastronomía sevillana (II) Texto:

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D AV I D PA R E J A

Según la RAE, la definición de ultramarinos es: 1. Dicho de un género o de un comestible, y especialmente del de fácil conservación. 2. Traído del otro lado del mar, y sobre todo de América o Asia. 3. Lonja, tienda de ultramarinos. Las tiendas de ultramarinos tienen comestibles que se pueden conservar sin que se alteren fácilmente. Son espacios de resistencia: al paso del tiempo, a las modas y a la gentrificación; a la nueva ola inmobiliaria de alquileres diarios que está cambiando la fisonomía de los barrios. Un colmado está abierto a todo tipo de mercaderías, es un punto de encuentro. Un espacio para la atención personal, una manera de tratar al cliente que merece ser perpetuada en conserva.

A

sistimos a una nueva ola gastronómica que tiene a la tapa por bandera. Ya no está de moda el concepto antiguo de restaurante, de precio por cubierto y mesa. Están en auge un servicio cada vez más desenfadado, las cartas pequeñas, que obvian las raciones y se centran en la variedad, las mesas altas y el mimo por los productos locales. Factores que buscan también ajustar la medida de todas las cosas: la relación calidad/precio. Toda esta pequeña revolución gastro-burguesa suena muy bien, pero hay pequeños negocios de barrio, de esos que algunos siguen llamando colmados, que llevan practicando esta filosofía de lo local desde el siglo pasado. Y, desgraciadamente, son pocos los que aguantan. Ultramarinos Alonso, un negocio antiguamente situado en la calle Regina, regentado desde 1935 por Alonso Gómez (de ahí coge su nombre) y que posteriormente pasó a manos de su hijo, Manuel Gómez. Hoy lo despacha su nieto, Alonso, que hereda negocio familiar (y galones) y lo atiende desde una nueva ubicación: San Luis, 80. Son expertos en legumbres, quizás con la mayor variedad vista en una tienda en Sevilla. Alubias, garbanzos, lentejas e incluso quinoa y soja. Todas de calidad, servidas en saco abierto y al peso. Además, presumen de una buena bodega de charcutería, jamones de pedigrí y conservas. Entre las exquisiteces que despachan, el Anís la Hormiga (aguardiente de la sierra de Huelva muy habitual en las juergas flamencas, el preferido de Camarón para aclarar la voz) y las conservas de pescado de La Tarifeña, que ocupan un lugar destacado en la tienda. Una tienda de ultramarinos es inconfundible, no hay colmado si no hay una exposición enorme de grandes latas de conserva de pescado. Bien apiladas, formando cascadas de latas redondas y reflejos dorados. Melva (canutera la mejor), ventresca de atún, sardinillas picantes, bonito de vientre rayado (típico de Ayamonte), caballa, mejillones en escabeche o ijada de atún de almadraba… el mundo de las conservas es infinito. Alrededor del 1880 se originaron en el sur las primeras empresas de conserva de pescado, inicialmente en la zona mediterránea y poco después en la Andalucía del Atlántico. Empresas como La Tarifeña, Usisa, Tejero, LOLA, Rey de Oros, Conservas Concepción, Herpac, Ubago, Piñero y Díaz, etc… La lista es interminable e indiscutible. Aunque el pan no esté de moda (el pan de toda la vida, el de miga blanca y con forma de viena o bollo, como gusta en la provincia), el bocadillo es un arte que se sirve a cualquier hora. Una práctica que ha alimentado excursiones y recreos, días de playa y tardes llenas de imprevistos. Un buen bocadillo de caballa en aceite, de bonito con pimiento morrón, incluso un montadito de anchoas y leche condensada (como el que sirven en La Flor de Toranzo); todos tienen a las conservas como protagonistas indiscutibles de este pequeño y barato placer gastronómico. En el mundo del bocadillo, Abacería La Clementina, más conocida como La Beni, tiene grado y medio de maestría. Beni y Águeda Pardilla son hermanas


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y abrieron estos ultramarinos en el 2001. Tienen buenas chacinas extremeñas (las de su tierra), torta del casar, y un montón de conservas y productos de primera necesidad. Conservan el mobiliario de una antigua droguería y son el alma de la calle Peris-Mencheta. Sirven botellines helados y siempre tienen espacio para la tertulia y los parroquianos. Un clásico de la Alameda.

en papel de estraza, con picos. Otro detalle de ultramarinos castizo. Nunca debería faltar el montadito de chorizo picante y queso cabrales. Las latas de mejillones, el vino de la casa, el caviar de erizo o la morcilla de hígado. La carta es extensa y cumple con las expectativas del negocio. Mantiene tradición y estética decimonónicas, con una portentosa exposición de latas y productos de calidad.

El mobiliario sería otro punto a tener en cuenta. ¿Qué sería de la Bodega el Rinconcillo sin su antiguo moblaje de colmado, que preside la zona de corte de jamón y chacinas? Por estas alacenas antiguas de madera podemos identificar a Casa Eugenio (c/ Azafrán, 37), un ultramarinos con más de un centenar de años a sus espaldas, atendido por Eugenio Santos. Literalmente “su casa”, porque sirve desayunos, comidas caseras y cenas, y él solo se basta y se sobra. Riquísimas las alubias, el cocido o las albóndigas. Tiene habas y productos de temporada. Buena chacina al corte y pescado frito. Un bastión del buen comer.

Pero no todos han unificado concepto de abacería y ultramarinos (la necesidad manda), los hay que aguantan a la vieja usanza. Como Ultramarinos Martín (c/ San Esteban, 22), una tienda de alimentación especializada cerca de la Casa Pilatos. Este colmado es una instantánea de usos y costumbres, permanece intacto al paso del tiempo, manteniendo el pulso de un barrio que ha mutado hacia usos más turísticos. Se distingue por sus chacinas de la Sierra de Huelva y por su debilidad por los quesos de Zamora. Encima del mostrador, una buena hilera de jamones. Para que nadie se despiste… También con solera y bastantes años a sus espaldas, resiste en la calle Puente y Pellón Ultramarinos Lucas. Entre tiendas de moda y complementos, se cuela esta minúscula tienda de alimentación –también de tradición familiar- con empeño numantino. Bocadillos, refrescos, una buena colección de legumbres a granel y una decoración abigarrada, llena de sustentos hábiles para un desavío. Son pocas las cosas que necesita el ser humano para vivir y ser feliz. Habrá que conservarlas.

Otro que sirve buenas viandas, y quizás el más famoso de todos (por la ubicación y las personalidades que lo frecuentan), es Casa Moreno (c/ Gamazo, 7). Los ultramarinos te reciben al entrar en la tienda, con los ya habituales de este tipo de negocios, venerados en la mejor de sus versiones (arenques, legumbres, embutidos…). Pero lo interesante llega en la trastienda, en el ojo del patio de esta antigua casa sevillana. Paredes repletas de santos y fotos dedicadas por toreros, mezcladas con refranes escritos a mano, pegatinas de la Nasa y postales con rascacielos. Y en medio una barra de aluminio, donde se sirve comida y buen beber. Los embutidos se sirven

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@david_pareja una canción: Ultramarinos Contreras - Mansilla y los Espías


FROM SVQ

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Donde la escultura nos lleve TEXTO: LA MUY

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os sueños casi nunca se cumplen, y eso no es trágico. Lo que resulta imperdonable es que se cumplan y ni te enteres. O peor aún, que te des cuenta cuando ya es tarde y tengas nostalgia de lo no vivido, que es la más corrosiva de las nostalgias. Ahora piensas que aquello fue ese sueño tan ansiado: la posibilidad de conocer países remotos -algunos hasta han desaparecido ya-, culturas exóticas, tesoros y obras que parecían inaccesibles; y todo a pocos metros de tu casa. El viaje total, la vuelta al mundo era posible en ochenta… horas, minutos incluso. Conocer al otro para conocerse uno mismo mejor. Qué fácil hubiera sido, pero cierto orgullo displicente -lo llaman ombliguismo- impidió hundirnos hasta las trancas en esta oportunidad histórica. Lo único que nos queda es el viaje inverso a aquel de 1992: desde algunas esculturas de artistas internacionales para la Exposición Universal de Sevilla hasta sus lugares de origen. Eso nos queda, que no es poco, porque la escultura es siempre un viaje… y viajar es sinónimo de esperanza.

Tiflis El nacimiento del hombre nuevo, más conocido como El huevo de Colón, es la mayor escultura de bronce de Sevilla -y de España- con una altura máxima de 45 metros. Se erige en el centro del Parque de San Jerónimo y es obra del escultor ruso-georgiano Zurab Tsereteli (Tiflis, 1934). Si bien este coloso no llegó a Sevilla hasta 1995 como una donación del ayuntamiento de Moscú a la ciudad, la idea se gestó con motivo de la Expo 92. Se materializó una vez se adecuaron los terrenos del antiguo vivero para la muestra y se transformaron en un parque público. Como el personaje representado, el monumento llegó a su emplazamiento actual tras un largo viaje, primero por mar hasta Santurce y, luego, por carretera hasta Sevilla.

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Santiago de Chile

Quizás el Monumento a la Tolerancia tenga la mejor vista del Guadalquivir y de Triana que se conozca. Emplazado en el Muelle de la Sal, es una monumental escultura del artista vasco Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924) que realizó con motivo de la Expo 92 gracias a la financiación de la Fundación Amigos de Sefarad. Costó 98 millones de pesetas y conmemora el Edicto de Granada de 1492, por el que los Reyes Católicos expulsaron a los judíos de su reino. El proyecto se fraguó en 1980, pero fue Jesús Aguirre quien lo rescató con motivo de la muestra universal. A su inauguración (01/04/1992) acudieron el presidente de Israel, Jaim Herzog, y el Nobel de la Paz, Elie Wiesel. Chillida confesó que el monumento refleja una idea: “Sería perfecto que algún día en Sevilla el pueblo judío, el árabe y el cristiano volvieran a darse la mano”.

De allí es Roberto Matta, autor del colosal mural cerámico Verbo América, que recibía a los visitantes que entraban en el recinto de la Expo por la Barqueta. Fue un encargo de la Sociedad Estatal Quinto Centenario al pintor chileno, quien tardó años en realizar el mural definitivo para el que contó con la ceramista Yoko Akabane. El mural está dividido en dos partes de 20 metros de longitud por 4,5 de altura. Es un auténtico tesoro del considerado por la crítica artística como “el último surrealista”, premio Príncipe de Asturias a las Bellas Artes en 1992. En uno de los paños se lee: “El Verbo América es conjugar participios pasados con presentes condicionales, (...) es poner bien los dedos en lo que los une, en vez de despreciarse con megatónicas megalomanías”. Tras años de abandono y vandalismo, fue restaurado en 2011 en un proceso multidisciplinar, en el que incluso participó un buen amigo de nuestra revista, Seleka.

SVQ - EAS

SVQ - SCL

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San Sebastián


MÚSICA

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ASSEJAZZ

La escena subterránea del jazz en Sevilla Texto:

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VIDAL ROMERO

Entre los muchos mitos que circulan alrededor del mundo de la música, uno de los más extendidos tiene que ver con el elitismo del jazz. Es una percepción distorsionada, claro, que está relacionada con la apropiación del género por parte de una élite cultural esnobista, que demostraba así su supremacía respecto a estilos más “populares”, como el rock o el pop. Lejos de estas convenciones, lejos también de subvenciones y amarres institucionales, en Sevilla ha surgido un movimiento de músicos y aficionados que conspiran para devolver esta música a las calles.

“A

hora mismo, Sevilla dispone de una programación estable de jazz mucho más interesante que la que existe en ciudades con grandes festivales y una supuesta tradición al respecto, como San Sebastián o Vitoria-Gasteiz”. El que habla así es Javier Gutiérrez Padilla, director técnico de actividades culturales en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS), y responsable del Festival de Jazz de la Universidad de Sevilla, que acaba de celebrar su vigésima edición. Gutiérrez, que habla desde el conocimiento que le proporciona su posición como agente cultural, pero también como seguidor del género desde hace más de cuarenta años, explica que esta programación es poliédrica y que funciona a varios niveles diferentes. En el nivel superior estarían “los conciertos que forman parte de la oferta habitual de algunos teatros, por ejemplo el Lope de Vega o el Teatro Central, o los que otros centros públicos introducen de manera ocasional, como hacemos nosotros en el CICUS”. Por otro lado están los locales especializados, ya sea el Café Jazz Naima en la Alameda de Hércules, que dispone de una programación diaria en la que se mezclan jam sessions y conciertos de autor (y que entiende esto del jazz con una cierta manga ancha), o El Soberao en Dos Hermanas, un club de jazz organizado alrededor de una pequeña asociación local, que acoge actividades de formación, conciertos y jam sessions de manera regular. “Un local muy cómodo y agradable, al que voy menos de lo que me gustaría porque está lejos y hay que coger el coche. Y claro, que menos que tomarte un par de whiskyes si vas a disfrutar de un buen concierto”, confiesa Gutiérrez entre risas. Existe un tercer nivel entre estos extremos, que es el que ocupa Assejazz. Jazz de base La Asociación Sevillana de Jazz se fundó a finales del año 2012, “inspirada en la que ya existía en Almería”. Su director, Javier Delgado, descubrió allí que, “mediante un sistema de socios y cuotas, habían conseguido establecer una programación estable de conciertos, y además estaban realizando actividades formativas para los músicos locales”. Decidido a trasladar ese concepto de jazz de base a Sevilla, dio forma a la asociación “con ayuda de los cinco o seis músicos más cercanos, aquellos con los que más estaba trabajando en aquel momento. Luego nos anunciamos, a través del boca a boca y en los tablones de anuncios de los conservatorios, y ya a la primera reunión asistieron cuarenta personas”. En sus primeros tiempos, la Asociación concentraba sus actividades en La Carpa Espacio Artístico, una asociación cultural que había instalado la carpa de un circo en una parcela baldía del barrio de Miraflores. Allí ya comenzaron a definir los ejes principales de su actividad. “Desde el principio realizábamos conciertos de bandas los viernes y jam sessions los domingos, y a partir del segundo año comenzamos también con el primer


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taller de big band”. Actividades que sólo se suspendieron cuando el Ayuntamiento canceló la licencia de La Carpa en 2014. La asociación intentó entonces la cesión del Pabellón del Siglo XV para dar acomodo de manera estable a todas las actividades que acogía bajo su techo, “y aunque aquellas negociaciones no llegaron a ningún puerto, a nosotros nos sirvieron para entrar en contacto con el CAAC, que desde entonces nos permite utilizar el espacio situado al lado de la cafetería a modo de escenario”. En ese lugar, Assejazz realiza desde entonces sus populares jam sessions todos los domingos por la mañana, excepto en verano, cuando las trasladan a los martes por la noche. “Las montamos alrededor de varios músicos locales, miembros de la asociación a los que se añaden invitados cuando tenemos la suerte de que alguien interesante pasa por la ciudad”. Y también allí estuvo programando la asociación sus conciertos semanales, hasta que desde el Ayuntamiento le invitaron a utilizar el Espacio Turina. Pasos de gigante A principios de temporada, el Ayuntamiento reunió a los responsables del CICUS, Teatro Central, Teatro Lope de Vega y Assejazz. “La intención era ver cómo se podía potenciar la escena del jazz en la ciudad”, explica Gutiérrez, “y una de las ideas que se puso sobre la mesa consistía en la participación del Lope de Vega y del Central dentro del Festival de Jazz”. Y es que “ahora mismo el Festival tiene un nivel interesante, pero su alcance es limitado. Quiero decir, este año nos hemos traído a gente como el trompetista Dave Douglas o el pianista Steve Kuhn, que tocó en el cuarteto de John Coltrane; músicos muy importantes, pero que interesan sobre todo a los que ya son aficionados al jazz. Para aumentar ese público, para atraer a gente que está fuera de la esfera, es necesario programar a nombres más populares, y para eso hace falta el músculo económico de los teatros”. Por desgracia, no se llegó a un

acuerdo; es la eterna historia de esta ciudad: un conjunto de instituciones culturales que funcionan como pequeños reinos de taifas, ajenos por completo al diálogo y la colaboración. Pero de aquella reunión sí salieron dos acuerdos de colaboración. Por un lado, la propuesta de utilización del Espacio Turina. “Nos ofrecieron realizar conciertos puntuales en la sala grande”, cuenta Delgado, “pero nosotros preferimos quedarnos con la sala pequeña y utilizarla de una manera regular, para poder consolidar al público”. Estos conciertos consisten principalmente “en bandas y artistas que vienen de fuera de la ciudad, y al menos una vez al mes proyectos de Sevilla, para apoyar la escena local”. El otro acuerdo vinculó a la asociación con el CICUS. A medias, han programado una serie de conciertos en su sede de la calle Madre de Dios, bajo el nombre Jazz & Clubs. Y también han colaborado en el diseño del Festival de Jazz, que este año ha crecido para acoger jam sessions, conciertos especiales, un ciclo de películas y distintas actividades de formación. Estos pasos de gigante han sido posibles gracias al carácter autogestionario de la asociación, que siempre se asegura de que los participantes en sus actividades reciban una compensación económica decente. “En el caso de los conciertos pagamos cien euros por músico, con independencia del tipo de formación que venga, aparte de la cena y alojamiento. En las jam sessions, dado su carácter particular, esta cifra se rebaja a los cincuenta euros por músico. Por supuesto, les damos de alta en todos los casos y nos preocupamos de que estén bien atendidos”. Unos gastos que se financian con las cuotas de los socios (hoy día ya son más de 180), con la entrada que pagan todos los que no pertenecen a la asociación y los beneficios que deja el ambigú que montan y desmontan en la Sala Turina todas las semanas, y con un acuerdo de colaboración que mantienen con la cafetería del CAAC, beneficiaria colateral del éxito que tienen las jam sessions.


MÚSICA PÁ G I N A :

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Crear escuela Como advertía Delgado, uno de los objetivos principales de Assejazz consiste en el desarrollo de actividades formativas, que puedan paliar la falta de una oferta educativa reglada. “Hasta ahora, el CICUS era la única institución que se interesaba por esta cuestión, a través de su taller de jazz. No existen escuelas en la ciudad, y en los conservatorios ni siquiera se planteaba la creación de líneas dedicadas al jazz; algo que parece que va a cambiar el año que viene”. Así que ellos decidieron cubrir esa carencia. “Empezamos en La Carpa, con algunas masterclass que impartían los propios socios, o contratando a algunos de los músicos que venían a tocar, y ahora tenemos tres talleres estables: uno para big band, otro dedicado a los cantantes y uno para niños”. Y si no tienen más es sólo por un problema logístico. “Nos limita la falta de espacio, porque un taller debe tener siempre su backline montado para funcionar bien, y nosotros carecemos de locales propios”. Una circunstancia que parece que se arreglará el año que viene. “Hemos llegado a un acuerdo con Radiópolis para que nos cedan la planta alta de la Torre Encendida. Ahora estamos hablando acerca de los horarios, pero parece que podremos ampliar la oferta e incluir talleres de combo y de improvisación a los que ya tenemos”.

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Corporativismo en positivo Más allá de su creciente labor a nivel local, Assejazz también está contribuyendo a potenciar Andajazz, una Federación de Asociaciones de Jazz que engloba a toda Andalucía: está la de Almería, por supuesto, pero también las de Córdoba, Málaga (AJM), Algeciras (Rizoma), Jaén (Jaén Jazzy), Cádiz (El Musicario) y Granada (Ool-Y-Koo), “y acaba de sumarse la de Huelva, Muzzic. Aparte de la transmisión de ideas y de información, la federación nos permite organizar giras con artistas de fuera de Andalucía. Gente de primer nivel, que no podríamos permitirnos si estuviéramos solos, pero que están dispuestos a viajar para realizar una serie de conciertos por el circuito de asociaciones”. Un circuito al que acuden músicos

de todo el mundo, “que de otra manera no podrían venir a España”, y que para los aficionados al jazz supone un regalo del cielo. Y es que, como bien señala Juan Miguel Martín, bajista de Malheur y socio colaborador (“a veces ayudo con el Facebook, me encargo de las taquillas o presto mi equipo”), “no es lo mismo estar siempre rodeado de la misma gente que enfrentarte a músicos de otros países, que tocan de manera diferente y entienden de otro modo sus instrumentos. Eso es una fuente continua de inspiración”. Sobre todo porque es habitual que acudan “músicos conocidos con proyectos más experimentales, o artistas que están a punto de explotar comercialmente”. Un ejemplo de esto último sería el del portugués Salvador Sobral: el reciente ganador de Eurovisión estuvo tocando en el CAAC el verano pasado. Como Assejazz, todas estas asociaciones utilizan espacios públicos o locales propios cuando es posible, y dedican muchos de sus esfuerzos a la creación de un tejido de músicos y aficionados locales. Un ejemplo modélico de cooperativismo, de corporativismo en positivo, que tal y como dice Martín “sería imposible sin el esfuerzo desinteresado de todos los que participan en las actividades. Si hubiera que poner un sueldo al presidente, al tesorero, a la gente que está en taquilla o ayuda con el equipo, no quedaría dinero para pagar a los músicos”. Por suerte para los aficionados de Sevilla, Delgado no parece mostrar de momento señales de cansancio. “Nos gustaría alcanzar el nivel de la asociación de Almería, que tiene más de trescientos socios y puede permitirse traer a figuras de primer nivel como Brad Mehldau”, explica. Y no acaban ahí sus ambiciones. “El proyecto que más me ilusiona ahora mismo es la creación de una big band con niños”, explica Delgado. Cómo no, también aquí la inspiración llega desde Almería. “Ellos ya tienen varias funcionando por toda la provincia. El próximo curso todavía no nos lo podremos permitir, pero confío en que para el siguiente lo consigamos”. un libro: The new analog - Damon Krukowski



CINE

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Nuestros temidos vecinos Texto:

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TA L I CA R R E T O

En mayo llegó a nuestras pantallas Déjame salir, sorprendente sleeper de la temporada en EE. UU.: con poco más de cuatro millones de dólares como presupuesto, va camino de superar –y holgadamente, casi sin esfuerzo- la mágica cifra de los 150 millones. Casi nada. Y eso sin contar, ojo, todo lo que vendrá a continuación tras su explotación en cines: video doméstico, plataformas digitales, pases televisivos… Todo un increíble e imparable suma y sigue. Pero más allá de su condición como inesperado fenómeno de taquilla, o de la proyección que supondrá para su principal valedor –el guionista, director y actor ocasional (quizás le recuerden en la primera temporada de Fargo) Jordan Peele-, esta curiosa y eficaz combinación de terror y denuncia social nos trae a la memoria cinéfila un subgénero queridísimo por los amantes de los sobresaltos con enjundia: el terror que vive entre nosotros.

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ongámonos en situación pues: como todo revienta-taquillas, la premisa de Déjame salir es bien sencillita. Pareja interracial (ella blanca, él negro), visitan por vez primera a los padres de ella. Lo que podría devenir en la típica comedieta a lo Adivina quién –sí, aquella versión chusca de Adivina quién viene esta noche, que tampoco es que fuera la panacea pero al menos tenía a Hepburn y Tracy en su reparto- o en un reboot con acné de Los padres de ella va transformándose con los minutos en un jugoso thriller entre la parodia y lo asfixiante que bebe tanto de Polanski como de un clásico a reivindicar en la era de los micromachismos, The Stepford Wives, con esas amas de casa pluscuamperfectas que escondían un terrible secreto tras sus pulcros hogares de anuncio de teletienda. Y aquí hemos dado con el meollo de la cuestión: tanto uno, ese polaco con mala baba, como otra –la versión setentera de una novela satírica de Ira Levin- presentaron de manera magistral el mayor temor posible. Ése que responde a una pregunta de tintes ballardianos y tremendamente actual: ¿y si el mal ya está entre nosotros y tiene el rostro de aquellos con los que convivimos? Recuerden si no La semilla del diablo, a la sazón otra versión de una obra de Levin, con aquella pareja tan mundana como cargante, los Castevet, adoradores del demonio y unos auténticos hijos de puta disfrazados de adorables vecinos de al lado. O El quimérico inquilino, otra de las múltiples incursiones del zorro Roman en el bosque de las apariencias: por mucho que su protagonista –interpretado por el propio Polanski- sea preso del delirio, esa comunidad de vecinos que le rodea da puro miedo, desde el principio al fin. Seguramente Álex de la Iglesia tomó buena nota de lo acojonante que puede resultar un vecindario para la que, aún hoy, es una de sus mejores películas: La comunidad. Un título que nos viene como anillo al dedo para llegar a otro de los puntos fuertes de este subgénero: la lucha del individuo frente a lo colectivo. Mejor solo que mal acompañado Tal vez la película fundacional de esa lucha terrorífica de un individuo frente a una amenaza colectiva sea, sin duda, La invasión de los ladrones de cuerpos. En ella Donald Siegel, todo un maestro de la serie B, resumía a la perfección las claves del subgénero: el héroe solitario (o al menos cada vez más, según avanza el metraje) frente a una amenaza exterior instalada con suma facilidad entre nosotros. Aquí, un médico de pueblo –interpretado por ese secundario de primera llamado Kevin McCarthy- empeñado junto a un antiguo amor de juventud en demostrar al mundo que los habitantes del planeta están siendo suplantados por unas copias exactas de naturaleza alienígena, mutación de vainas extraterrestres mediante. No tardarán, por supuesto, en verse perseguidos por aquellos que antes eran conocidos, amigos, familiares. Entre medias, claro, cabe el viaje del protagonista a los abismos de la paranoia y por supuesto la rápida similitud de lo narrado en el filme con



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la coyuntura histórica donde se alumbraba. En el caso de esta joya de la S/F cincuentera, cómo no, es casi tan clásico como la propia película aludir a su relectura como alegato contra la caza de brujas emprendida por el senador McCarthy (y juzguen ustedes mismos si el parecido entre los apellidos de político y actor es solo mera casualidad… o jugada maestra del destino). No en vano el propio guionista, Daniel Mainwaring, había sufrido dicha persecución, formando parte de la tristemente recordada Lista Negra de Hollywood. Claro que también ha habido voces que la tildan de parábola anticomunista. Hay vainas para todos los gustos.

el tipo que hizo arder Atlanta en Lo que el viento se llevó o mezcló al mismísimo Dalí con el psicoanálisis en Recuerda. Eso sí, la película mantiene todas las constantes del género a tratar en este artículo: el héroe al que nadie cree (al menos en principio), el entorno idílico transformado en pesadilla, y esa amenaza exterior que cualquier crítico que se precie puede asemejar con Rusia, Corea del Norte o Donald Trump. Lástima que un desorientado Tobe Hopper realizara en plenos 80 una a ratos muy psicotrónica versión, que acababa su metraje como mero ejercicio fallido de nostalgia en lugar de aprovecharlo para ajustar cuentas con la era Reagan.

La novela original de Jack Finney que daba pie a la película –y que nació como serial en Colliers Magazine- sirve tanto como alegoría en cada tiempo que nos toca vivir, que ha sido retomada casi cada década en una serie de remakes. Algunos tan afortunados como el realizado por Philip Kaufman en 1978, más desde un punto de vista social –y nihilista- que político, y titulada en nuestro país La invasión de los ultracuerpos (y que levante la mano quien no sienta un escalofrío con ese grito final de Donald Sutherland). Otros tan singulares como el perpetrado por el siempre personal Abel Ferrara en 1993 con Secuestradores de cuerpos, ambientada estratégicamente en una base militar en tiempos de Bush padre. Y algún otro tan descafeinado como el firmado por un Olivier Hirschbiegel buscando perdidísimo la salida de El búnker y con una Nicole Kidman recién salida del quirófano y que ya de por sí -y por arte del bótox- era toda una copia, ejem, exacta de sí misma.

Quien tampoco estuvo muy inspirado, desgraciadamente, fue el maestro John Carpenter en su relectura de El pueblo de los malditos, una filigrana de ciencia ficción de 1960 realizada por Wolf Rilla y que trasladaba en blanquinegras, inquietantes imágenes, la exquisita novela de John Wyndham titulada The Midwich Cuckoos. Libro y película enfrentaban al espectador con un temor casi primigenio: los habitantes de un pequeño pueblo se desmayan inexplicablemente durante unas horas, y al despertar son muchas las mujeres que se descubren embarazadas. Ni que decir tiene que los hijos nacidos de tan particular concepción no serán para nada normales: de rasgos extremadamente albinos –pelo blanco, ojos claros, tez mortecina-, irán desvelando además un comportamiento cada vez más inhumano. El aún hoy espléndido filme de Rilla se beneficiaba de un guión conciso parejo a una duración justísima, una cuidada aplicación al escaso presupuesto y su innegable alegoría sobre el temor a la raza aria –y el superhéroe nietzscheano, y perdonen el palabro- tan en boga tras la II Guerra Mundial. Mientras que su versión 90, por obra y poca gracia de un desubicado Carpenter en horas bajas, solo puede entenderse como el irrisorio crossover entre stars de los 80 venidas a menos: su reparto incluye, atención, al eterno Superman Christopher Reeve, una Kirstie Alley preguntándose dónde diablos estará Cheers, la novia de Cocodrilo Dundee Linda Kozlowski, el chico que en su día prendía Calles de fuego, Michael Paré, y hasta el mismísimo Mark Luke Swywalker Hamill. Con semejante elenco de maduritos, los niños albinos perdían todo interés, claro.

Incluso la huella de estos ladrones de cuerpos es rastreable en esa comedia tan british como encantadora que es Bienvenidos al fin del mundo, que ponía broche a la llamada Trilogía Cornetto tras las no menos divertidas Zombies Party y Arma fatal. Un glorioso cruce entre la ciencia ficción de escuela Quatermass, el serial a lo Dr. Who y el retrato generacional con sabor ochentero que miraba sin reojo al clásico de Siegel –y a la versión de Kaufman- barnizándola de un humor tan contagioso como estimulante. Y ya que hablamos de copias, versiones y remakes, sigamos con dos ejemplos caídos del cielo. Nunca mejor dicho.

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“En el espacio nadie puede oír tus gritos… …por eso es mucho mejor hacerte gritar en tu propia casa”. O algo así deben pensar los guionistas made in serie B, tan prestos a convertir habitualmente el sanctasanctórum de todo hijo de vecino –léase tu casa, tu colegio, tus padres o tu prole- en laboratorio para seres del espacio exterior. Como muestra, un botón. O mejor dos: Invasores de Marte (1953) y El pueblo de los malditos (1960). Ambas, cómo no, debidamente revisadas en 1986 y 1995, respectivamente. A la primera le debemos sin duda el aluvión de pesadillas que sufrimos muchos ahora cuarentones tras su pase una sobremesa de sábado en la por entonces única cadena junto al UHF, la entonces cojonuda TVE1: seguro que más de uno y de dos que anden por esa edad recuerdan aquellos padres del niño protagonista, suplantados por extraterrestres con un marca en la nuca como única diferencia respecto al original. Lo demás, decorados de cartón piedra y marcianos de saldo –y trajes de cremallera-, por mucho que el director fuera el mismísimo William Cameron Menzies,

Háganse un favor y recuperen, mucho mejor, esa sátira disfrazada de ciencia ficción llamada Están vivos de Carpenter, donde el protagonista, todo un working class hero interpretado por el wrestler Rody Piper descubría una conspiración alienígena gracias a unas gafas de sol que le permitían ver los mensajes escondidos en los billetes (“Éste es tu Dios”) y en los anuncios (“Obedece”). Una delicia de humor negro –ideal como programa doble con otra película que justo solo un año después retomaría su misma crítica mordaz: Society- que el filósofo esloveno Slavoj Zizek no dudó en tildar como “una de las obras maestras olvidadas del Hollywood izquierdista”. O a la que el propio Carpenter volvía el pasado enero en su cuenta personal de Twitter para arremeter contra aquellos neonazis que se habían apropiado del filme aludiendo a su posible mensaje antisemita: “Están vivos trata de yuppies y capitalismo”, espetó sin rodeos el cineasta. O lo que es lo mismo: del terror que vive entre nosotros. un plan: bol XXL de palomitas y Coca-Cola para dos


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