presentación La edición 49 de Jiwaki reúne un diverso e interesante material, cuyo contenido es ciertamente relevante, característica de esta publicación cultural desde su inicio. La sección Galería de Notables está dedicada al ejemplar escritor paceño, editor y promotor de la lectura José Camarlinghi, incansable pionero de las ferias de escritores, quien lamentablemente falleció hace pocas semanas. El filme nacional El Olor de tu ausencia es motivo de una acuciosa nota de Pedro Susz, en la que esta producción sale airosa de su mirada crítica. En el segmento Letras, incluimos el cuento Antes de que vuelvan, de Yuri Callizaya Miranda, trabajo que obtuvo el segundo premio del XXXIX Concurso Municipal de Cuento Franz Tamayo del año 2012, con una historia ambientada en el mundo de la delincuencia y la marginalidad. En Puertas y visitantes, Oscar García se detiene a escarmenar la rutina de los mayores en tiempos de intenso bombardeo de inputs de la nueva tecnología entre los jóvenes y la indiferencia de todos hacia un humilde y recurrente vendedor de quesos. Sobre el patrimonio arquitectónico e histórico de la ciudad, encontraremos dos artículos, uno sobre la Basílica Menor de San Francisco y el otro en relación a una vía de centenaria vigencia en el centro histórico de la ciudad, la calle Indaburo. El tema del transporte urbano, desde los tiempos de las carretas llevadas por las acémilas hasta la actualidad, está resumido en otra interesante nota. En este bimestre celebramos el equinoccio de la primavera y una serie de hechos culturales nuestros en torno a la fertilidad, así como de carácter universal relacionados a las artes. También, en este mes de octubre saludamos el 465 aniversario de la fundación de La Paz/Chuquiago marka, y deseamos a todos quienes compartimos este excepcional escenario de la patria una convivencia basada en el respeto y solidaridad, en la integración de nuestras particularidades hacia un pleno desarrollo histórico con identidad y democracia.
Walter Gómez Méndez Oficial Mayor de Culturas
paso a la elmodernidad del transporte
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Los medios de transporte desempeñan un papel estratégico en la historia del desarrollo económico, político y cultural de toda sociedad. Si bien, por necesidad, utilizamos diariamente el transporte, a veces no le damos la importancia que ocupa en varios ámbitos de nuestras vidas. A continuación, rememoramos los medios de transporte que tuvo la ciudad de Nuestra Señora de La Paz y su paso a la modernidad. Durante la época prehispánica, en el valle de Chuquiago Marka, la llama era utilizada como animal de carga, debido a que éste era el más resistente de los camélidos. Los habitantes transportaban comúnmente a lomo de llama pertenecías ligeras y alimentos en sus viajes a otras regiones de la comunidad. Pero la llama no servía para transportar personas y cargas pesadas. Para movilizarse de un lugar a otro, se contaba con los caminos del inca, en los que también se encontraban los famosos “tambos” que servían de refugio. Con la llegada de los españoles y la fundación de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, los caballos fueron el principal medio de transporte y eran utilizados aún para los trayectos más cortos. A caballo iban todos los peninsulares, sean transeúntes, vendedores ambulantes y hasta los de escasos recursos. La gente de alcurnia se trasladaba en carruajes. En el siglo XVIII apareció la litera o palanquín (propio para damas), que fue una silla cubierta llevada por dos o cuatro sirvientes. Asimismo, fue construida la galera o diligencia, que era un vehículo de cuatro ruedas tirado por caballos. Para llevar cargas de una ciudad a otra se empleaban carretas construidas de madera, ensambladas y atadas con tiras de cuero crudo - ya que no se empleaban clavos ni tornillos -, y arrastradas por caballos. Otra manera de trasladar mercadería era a lomo de mula: los productos se colgaban en barriles o canastos a los costados de los lomos de las acémilas. Durante mucho tiempo, el transporte de pasajeros fue realizado en carretas. En los inicios de la República, por lo general, los habitantes de la ciudad transitaban las calles a pie, solamente los privilegiados lo hacían a caballo. El transporte de pasajeros fue realizado mediante coches tirados por dos o cuatro caballos, en los que los cocheros blan-
dían sus látigos en sus jamelgos. Solamente se conocía este servicio de transporte, hasta que a principios del siglo XX La Paz ingresó a la modernidad con la aparición del tranvía eléctrico. En 1909, con motivo de la celebración del Centenario de la Revolución del 16 de Julio, el Honorable Concejo Municipal de La Paz inauguró el moderno servicio de transporte: el tranvía eléctrico, que constaba de ocho carros de pasajeros, de cuatro ruedas, seis ventanas, diseño unidireccional y de trocha métrica. Se realizó contrato público con la compañía francesa The Bolivian Rubber and General Enterprise Limited. La terminal del Ferrocarril Guaqui-La Paz, construida en 1905 (actual Terminal de Buses), fue el lugar elegido para el establecimiento de la estación principal de los carros eléctricos. Entre 1909 y 1916, para ampliar las redes del tranvía, se realizaron contratos que abarcaron las siguientes zonas: Línea Estación Central – Chijini – San Jorge; Línea Loayza – Sopocachi; Línea avenida 12 de Julio – Cementerio General; Línea plaza Murillo – Miraflores y Línea San Jorge – Obrajes. Los tranvías prestaban sus servicios en vagones de primera y segunda clase, con tarifas de entre 00,10 y 0,50 centavos, en el horario de siete de la mañana a nueve de la noche, con la opción de realizar transbordos de una línea a otra. En 1924, The Bolivian General Enterprise vendió la empresa de servicios del tranvía a la sociedad canadiense The Bolivian Power Company Ltda. Sin embargo, la competencia de ómnibuses ofreció mejorar el servicio, ante la demanda de una población en continuo crecimiento. Es así que, el 30 de mayo de 1924, el Honorable Concejo Municipal resolvió dar en concesión la implantación de ómnibuses para el servicio urbano de la ciudad, sin ninguna exclusividad en la explotación del negocio del transporte urbano. En 1926, el tráfico urbano fue regulado, ya que diariamente la cantidad de automóviles que transcurrían por las estrechas calles de la ciudad, acompañados por el servicio de tranvías, producían numerosos accidentes y atropellos a transeúntes.
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También se prohibió el tráfico de carretas y carretones tirados por mulas o caballos y carretas de mano manejadas por aymaras (utilizadas desde tiempos coloniales), por las calles que habían sido pavimentadas o adecuadas para la circulación del tranvía, los carros a motor y los nuevos ómnibuses. A partir del año 1926, la Dirección de Tráfico Urbano, recientemente creada, abrió inscripciones para automóviles particulares y de alquiler, y comenzó a dictar clases a oficiales de la policía a efecto de facilitar el tráfico urbano. Así, aparecieron los denominados “motormen”, que más tarde fueron conocidos como policías de tránsito. En 1951, The Bolivian Power Company Ltda. cedió al Honorable Concejo Municipal todo el servicio de tranvías. Sin embargo, el Municipio no tuvo en sus proyectos la creación de una cooperativa de tranvías, por lo que todos éstos fueron retirados de escena, desarmados y vendidos. Con los años, los rieles fueron cubiertos con cemento y las calles quedaron habilitadas sólo para los automóviles, colectivos y minibu-
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ses. Para entonces ya habían aparecido los sindicatos de transportistas, que realizaban amplios recorridos por las zonas de la ciudad. Los denominados colectivos se tornaron emblemáticos para los barrios donde tenían sus paradas y fueron los antecesores de los micros de la década de los setenta, que, clasificados por letras, llegaron a cubrir casi todo el abecedario. En la década de los ochenta, la municipalidad paceña impulsó la Empresa Municipal de Transporte (EMTA), con enormes buses, pero ésta tuvo muy poca duración. Desde 1985, el transporte urbano se incrementó espontáneamente y funcionaron tanto el “sindicalizado” como el “libre”, que contaron con un variado parque motor de taxis, buses, micros y minibuses. Los paceños hemos experimentado muchos cambios en el servicio de transporte público. Estos cambios iniciaron a principios del siglo XX y continúan hasta el presente, años en que la actual gestión edil apuesta por la modernización. Dentro del Programa de Gobierno “10 tareas para La Paz” del alcalde Luis Revilla, la segunda
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tarea está referida a la implementación de un Sistema Integrado de Transporte Masivo, que genere un servicio cómodo, seguro, económico y eficiente para los ciudadanos de La Paz. En ese marco, la Comuna diseñó el servicio “La Paz Bus”, un sistema integrado de transporte que implementará dos modalidades de buses. El primero es el PumaKatari, concebido para atender a los vecinos de las laderas (primera fase); el segundo es el bus articulado o Bus de Ruta Exclusiva (BRT), que transportará a más de 100 pasajeros y hará uso de un carril exclusivo (segunda fase que se inicia desde el 2015). A esto se suma la regulación del transporte tradicional, que es controlado gracias a la promulgación de la primera Ley Municipal de Transporte y Tránsito Urbano del país. A través de estas tres acciones, se garantizará un mejor transporte para los paceños. En el mes de julio, dentro de la primera fase del Sistema Integrado de Transporte Masivo, el alcalde Luis Revilla presentó el PumaKatari, vehículo fabricado por la compañía china King
Long exclusivamente para La Paz, prototipo de los 60 buses que llegarán pronto a la ciudad. Pumakatari es el bus concebido para dotar a los paceños el mejor servicio de transporte público urbano de Bolivia, ya que dispone del equipamiento más moderno para dar comodidad y confort a sus pasajeros. La construcción de este prototipo fue permanentemente acompañada y apoyada por la Cooperación Suiza y el Instituto de Investigación Mecánica y Electromecánica de la Universidad Mayor de San Andrés. Estudiantes de la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad Católica Boliviana realizaron una tesis sobre la imagen corporativa del Sistema de Transporte Municipal, basada en la iconografía tiwanacota. El nombre de PumaKatari representa la unión del puma felino andino y de katari (serpiente), dos animales que para la cultura tiwanacota fueron símbolos de sabiduría, astucia y destreza. De esta manera, la ciudad va generando respuestas a las distintas demandas que su desarrollo va planteando en la actualidad.
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existe la
felicidad? Cuando preguntas a alguien ¿qué es lo que te haría la persona más feliz del mundo?, es muy probable que la mayoría responda cosas un tanto inverosímiles, como: tener un millón de dólares; todo el oro del mundo; o no tener que ver todos los días a tal o cual persona; vivir en otro lugar. Incluso habrá alguien que diga que la felicidad no existe. Lo cierto es que la mayoría de las personas creen que la felicidad depende de factores externos que inciden en nuestra vida y nuestro ser. Muchos estudios han determinado que la felicidad es un estado emocional que puede ser perfectamente controlado por nuestra voluntad, al igual que las funciones físicas o biológicas.
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“La felicidad es una decisión”. Así reza una de las frases del Programa de la Felicidad, creado e implementado por la Dirección de Cultura Ciudadana del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz. Se trata del primer programa que fomenta y potencia los estados emocionales positivos de las personas y que tiene por objeto buscar los indicadores que inciden en estos estados para generar políticas públicas que tomen en cuenta las necesidades emocionales de los habitantes de La Paz. Pero ¿qué es lo que nos lleva a aseverar que la felicidad depende de cada uno? Analicemos la respuesta desde tres puntos de vista: el biológico, el psicológico y el histórico. La neurociencia es una rama interdisciplinaria que estudia cómo los diferentes elementos del cerebro interactúan, dando lugar a las bases biológicas de la conducta. Un estudio llevado a cabo en la Universidad de California señala que, desde una perspectiva biológica, la felicidad depende de un péptido que actúa como neurotransmisor y recibe el nombre de hipocretina. La concentración de este péptido se incrementa cuando nos sentimos felices y disminuye cuando nos encontramos en situaciones de tristeza o abatimiento. Este péptido está asociado con el estado de vigilia, lo que implica que todas las acciones que nos entusiasman o el hecho de estar cerca de personas que mantienen nuestro grado de atención elevado, hace que el cerebro produzca mayor cantidad de la citada proteína. En otras palabras, hacer las cosas que nos gustan o estar con las personas que amamos nos predispone, biológicamente, a ser más felices. Por otro lado, la ciencia está corroborando la teoría de que la gestión de las emociones básicas y universales debe preceder a la enseñanza de valores y contenidos académicos. Daniel Goleman, psicólogo estadounidense, escribió en 1995 el bestseller La inteligencia emocional, publicación que debido al éxito de la demanda fue adoptada por numerosas
instituciones en la implementación de sus programas educativos destinados a gestionar las propias emociones. Goleman aconseja tomar en cuenta los aportes que, durante miles de años, ha brindado la tradición contemplativa de las culturas orientales como el Budismo. Yendo más allá, el autor afirma que es posible aprovechar las virtudes de esas experiencias y saberes para desarrollar las habilidades sociales en los niños, enseñándoles métodos de concentración, focalización e introspección. Los resultados pueden incidir en el desarrollo de la atención, la compasión y el altruismo. Con seguridad, este proceso sería muy importante para resolver problemas tan conflictivos en la educación como la discriminación o el bulling. Goleman asegura que en las siguientes décadas la inclusión de las técnicas de meditación y otras similares tendrán gran protagonismo en los nuevos procesos educativos. Uno de los elementos que nos hace una civilización y que de hecho inicia nuestra historia, es la escritura. El ser humano trata de dejar huella de su conocimiento y de sus sentimientos escribiendo. Un interesante estudio llevado a cabo en la Universidad de Vermont (Estados Unidos) ha analizado las palabras más utilizadas en algunas publicaciones que datan de 1520 a la fecha y, tras seleccionar los 5000 términos más frecuentes, han llegado a la conclusión de que en el vocabulario predominan las palabras positivas que hacen referencia a la felicidad frente a las palabras negativas y/o tristes. El ser humano, como especie pro-social, está casi programado para procesar, retener y transmitir historias que generen sentimientos positivos. Sólo pensemos en los cuentos infantiles que escuchamos de niños y que contamos a nuestros hijos, nuestras tradiciones orales buscan dar una lección moral a veces ética y en muchas ocasiones buscan sencillamente que pasemos un buen rato en familia.
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Éstos son sólo algunos elementos que demuestran que la ciencia está poniendo más atención a la forma en que los seres humanos podemos administrar mejor nuestras emociones, pues nos hemos dado cuenta, al fin, que al mejorar este aspecto la incidencia es inmediata en todos los ámbitos de nuestra vida. Un segundo lema que se promueve en el Programa de la Felicidad es: “Si cambio yo, cambia el mundo”. En base a este espíritu se han desarrollado durante este medio año una serie de actividades al interior del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz para motivar, pero sobre todo para inspirar a los servidores municipales a generar acciones positivas diarias en el cotidiano laboral y familiar. Entre otras actividades, se han realizado más de 50 talleres vivenciales con distintas unidades organizacionales y cada lunes, a las 7 de la mañana, se desarrollan sesiones de meditación gratuitas para servidores municipales. Las personas comienzan a darse cuenta de que en realidad la capacidad de llevar nuestro ser al estado ideal de felicidad puede ser posible y no depende de elementos ni personas ni situaciones externas: la realidad ideal la genero yo. Así que la próxima vez que quieras saber si alguien es feliz la pregunta correcta debiera ser: ¿qué has hecho tú hasta ahora para ser la persona más feliz del mundo?
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Big Band Bolivia
Durante el año 1987, cuando en nuestra ciudad existían apenas tres bandas abocadas a la interpretación del jazz y la bossa nova (Zembu, Latin Jazz y Sempiterno; posteriormente, aparecería La Quinta Estación), Walter Gómez y Edgar Bustillo se plantearon la idea de reunir a éstos y otros grupos en un festival.
za, el trompetista norteamericano Terence Blanchard, el Nils Wogram Quartet de Alemania y la NDR Big Band de Colonia. Sus promotores institucionales tomaron contacto con los organizadores locales para lograr una producción adecuada para estas presentaciones. La respuesta del público y el interés de las representaciones diplomáticas de países como Alemania, Francia El propósito apuntaba a reunir a los grupos y motivar la y Suiza, se tradujo en otra idea, que fue determinante conformación de otros que tocaban esporádicamente. para esta historia: la organización de un primer La Paz Surgía así una iniciativa ciudadana de los músicos para Festijazz Internacional el año 2001. los músicos, como un movimiento independiente. Para ese entonces, el centro de difusión de estas expresio- En esa primera versión concurrieron cinco grupos del nes se concentraba en el Matheus Piano Bar y, even- exterior y otros tantos de nuestro medio. La calidad tualmente, en otros espacios, como Montmatre, Ganí- alcanzada y el consiguiente entusiasmo, además de la constitución del Grupo Europeo de Cultura, permitiemedes, el Horno Bar o el AveSol. ron que, al término de esta experiencia, se plantearan Esta etapa organizacional se tradujo en la realización la segunda versión para el 2002. Si bien no se había de tres festivales de jazz locales en los años 1987, 1991 previsto de inicio una periodicidad anual, la respuesta y 1995; y de dos Festibossas, en 1996 y 1998. Durante del público y la confianza de la cooperación internaeste periodo, se habían realizado conciertos de Elvin cional determinaron que los organizadores decidan Jones, Peter Materna, Christi Doran & New Bag de Sui- hacer una reunión internacional por año, cada mes de
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13 septiembre. La organización no fue fácil: no existía venil y la Bolivia Big Band, también bajo la dirección aún el internet, de modo que las conferencias telefó- de Pereira. nicas, el fax y otras formas de comunicarse tuvieron que emplearse a fondo. Para el 2005, el ascenso de la actividad se consolidó con la aparición de nuevos músicos, gran parte de Era también momento de proseguir en grande la los cuales eran alumnos de la Carrera de Música Mopremisa de abrir el jazz a otros públicos, más allá de derna del Conservatorio Nacional de Música, que se los asiduos a este género que frecuentaban los pubs instituyó a principios de esa década. Algunos grupos mencionados, propósito que acompañó de inicio o solistas concurrieron a festivales internacionales en a esta empresa y que se fue afianzando de mane- Chile y Europa. Ciertamente, las bandas se estabilizara creciente en torno al Festijazz Internacional. La ron y fueron surgiendo otras. La indiscutible calidad motivación que los festivales locales provocaron en de los grupos visitantes consolidó el festival y los los músicos nacionales también se hizo evidente a lo largo de cada versión. Para este tiempo, el Thelo- músicos del exterior ya tenían una opinión formanious Jazz Bar había tomado la posta para constituir- da sobre la solvencia organizacional, la respuesta a se no sólo en un punto especializado de irradiación los compromisos asumidos y también el interés y la del jazz sino como centro de práctica, jam sessions cálida respuesta del público, que comparativamente y ensayos. De esta manera, el músico Juan Pereira eran más apreciables que en festivales de otras ciuformó La Paz Big Band, la primera gran orquesta de dades de la región. Por esta razón, grandes músicos nuestro medio, que debutó en 2001. Luego se irían que han participado en los festivales más importanconstituyendo otras orquestas como la Big Band Ju- tes en el mundo, buscan regresar al Festijazz.
Eric Byrd (Estados Unidos)
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El auge de las bandas nacionales, que llegaron a sumar 18 nuevas agrupaciones, y su calidad iban al mismo paso del prestigio y calidad de los participantes del exterior. Éste era un resultado de la exigencia de calidad, capacidad creativa y responsabilidad que el Festijazz demandaba. Ya se habían recibido gratas sorpresas de otras ciudades del país, entre las que destacaba el grupo 3D Paso de Santa Cruz, otros de Cochabamba y una orquesta de El Alto. La formación de nuevos músicos ha sido y seguirá siendo un componente medular del festival. Es por ello que la política del festival de permitir el ingreso libre a estudiantes de música se mantendrá inalterable. Desde un principio, la realización de charlas magistrales y talleres por parte de los grupos y músicos visitantes, es una constante que ha permitido cosechar crecientes frutos, de manera que se puede afirmar que existe una generación de talentosos músicos y agrupaciones que son “hijos del Festijazz”. Para el 2006, si bien el desarrollo musical había mostrado una consolidación, hubo una “inflexión” resultante de la falta de políticas de apoyo por parte las instituciones oficiales de cultura, con la única excepción de la Oficialía Mayor de Culturas, que secundó esta iniciativa desde su nacimiento. De esta manera, se determinó realizar un paréntesis para el 2007, decisión que causó sorpresa y preocupación en los músicos, el público, los medios y también en instituciones y empresas privadas que creían en el festival y lo apoyaban como auspiciantes. Esta decisión fue oportuna, sostiene Boris Vásquez, director del Festival desde 1995, para reformular y reforzar los objetivos, y cumplir con una meta que surgió en el proceso: la de “exportar” músicos nacionales y, en la necesidad de consolidar el festival, desarrollar nuevas formas de asociación con otros festivales, músicos e instituciones culturales. Hasta el año 2012, se han realizado once versiones con la participación de Alemania, Argentina, Brasil, Chile, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Holanda, México, Japón y Bolivia.
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Un referente internacional En total han concurrido al Festijazz 54 agrupaciones del exterior. Varias han regresado para participar en el festival junto a músicos de otras nacionalidades los han integrado. De esta manera, han subido al escenario del Teatro Municipal “Alberto Saavedra Pérez” más de dos centenares de músicos de las Américas, Europa, Asia y África, quienes han compartido con grupos nacionales, que se han incrementado de manera sostenida hasta llegar a 24. Varias de éstos están actualmente vigentes. En septiembre del año 2010, mediante Ley Autonómica 03/2010, el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz declaró al La Paz Festijazz Internacional Patrimonio Cultural de nuestra ciudad. Asimismo, en octubre de 2012, el Concejo Municipal impuso al Festijazz la Orden Prócer Pedro Domingo Murillo en el Grado de Honor Cívico. La irradiación de esta reunión internacional a otras ciudades del país a partir del año 2008, en el que se programaron escenarios en las ciudades de Santa Cruz y El Alto, es una tendencia que en adelante se buscará incrementar, dado el interés de otras capitales de departamento del país en ser parte de esta fiesta de talento y creatividad. El prestigio alcanzado después de 25 años de trabajo permite seguir avanzando en este sueño que se convirtió en una fiesta que se enciende cada septiembre, el mes del jazz en nuestra ciudad. Para esta versión 2013, el festival congregará a renombradas agrupaciones de Alemania, Brasil, Chile, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Japón, Suiza y Bolivia. Como siempre, en septiembre, el jazz nos espera.
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De titulos y Titulejos Machi Mirón
Con el deber de realizar un trámite en una oficina pública, tras peregrinar decenas de ventanillas, me enviaron al departamento de Lluvias y granizos, donde debía buscar a doña Lucila Barriga. Allí me fui en busca de tal funcionaria y, al preguntar por ella, la secretaria me señaló el escritorio donde una elegante señora –tras escuchar su nombre y dejar a un lado su lima de uñas– optó por extender unos planos sobre la mesa. Me acerqué y, poniendo mi mejor cara, le pregunté: “¿Es usted la señora Lucila Barriga?”. Levantó la cabeza con violencia y destilando ingentes dosis de veneno, me respondió: “¡No! ¡Yo soy la Ar-qui-tec-ta Lucila Barriga!”. Entonces recordé la sabiduría de mi abuela, quien no se cansaba de repetirme que “algún titulejo siempre hay que tener”. Son muchas las razones que nos llevan a pensar que en los tiempos que vivimos todo se reduce al dime qué título tienes y te diré quién eres. El fenómeno no es nuevo, pues el título de “doctor” es símbolo de distinción desde hace varios siglos. El “licenciado” apareció unos años después y si bien es un título de menor jerarquía que aquel “doctor”, no por eso es menos distinguido. Por lo tanto, endilgarle un simple “señor” a quien es dueño de un título de licenciado, puede ser considerado delito de lesa humanidad. En nuestro país siempre se ha reservado el título de “doctor” a médicos y abogados. No conozco a ningún profesional en estas áreas que rechace tal denominativo, es más, sé de abogados –ya sean fiscales, jueces o tramitadores– que si alguien los llama “abogado” en lugar de “doctor”, son capaces de seguirle un juicio por injuria. Y cuídese de no decirle “doctor” a quien le sacará una muela o una radiografía, puede ser un camino corto para llegar al cementerio. En verdad, el título de “doctor” está reservado a quien realizó estudios profundos al punto de alcanzar un nivel de experto en la materia, por ello anteceden a su nombre un “Doctor Ph” que, dados los usos y costumbres en Bolivia, la gente prefiere ignorar al punto que si se
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trata de un “doctor en Economía”, seguirá recibiendo el denominativo de “licenciado”. Licenciados son, en nuestro país, quienes ostentan el título de auditores, psicólogos, contadores o antropólogos, más no se atreva llamarle así a alguien que se recibió como ingeniero. Éstos suelen ser más susceptibles. Una vez escuché a un estudiante decirle “arquitecto” a su catedrático. Éste tiró la tiza al suelo y se acercó al alumno, gritándole: “¿Es que me ha visto usted con cara de gay?” La ventaja del “licenciado” es que –a diferencia del “doctor”– puede adecuarse a cualquier circunstancia. Por eso, quien es militante o pariente cercano a uno de los líderes del Estado y que alcanzó un cargo jerárquico en la administración pública debe incorporar ipso pucho aquel ansiado “Lic.” a su nombre, sin importar que nunca hubiera pisado universidad alguna. Naturalmente, sería inconcebible que un directorazo o jefazo de cualquier entidad estatal, sea un “señor” a secas. ¿Qué dirían los vecinos? Es el caso de don Goni, cuyo título sigue siendo un alto secreto de Estado, aunque él siempre ha lucido el “licenciado” y, detrás de bambalinas, alguien me dijo que estudió Filosofía. Caso similar es el de don Jimmy Peace, de quien sólo se sabe que estuvo en la Universidad de La Vaina y estudió Ciencias Políticas. Alguien me dirá que éso es lo de menos, pues si bien para ser Presidente es condición sine qua non ser algo más que un simple señor, el tema no preocupa demasiado. Total, no faltarán las universidades dispuestas a darle el título de doctor honoris causa. Pero hay más. Desde que se supo que instalar una universidad privada es un negocio ideal, parece que anteponer a su nombre el título de “Lic.” ya no es suficiente: ahora hay que ser master de algo. No importa que un médico se especialice en marketing, un ingeniero mecánico en ecología o un economista luzca un masterado en corte y confección. Basta que certifique que, para conseguir tal título ha erogado algo más de cuatro mil dólares en alguna universidad preferentemente del exterior del país. Es así que ahora, cuando alguien le pregunta su nombre y usted responde con un “licenciado fulano de tal”, llega la pregunta fatal a la que quien la hace cree necesario cargar una maliciosa mirada: “¿Sólo licenciado?”.
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Sin embargo, hay muchas evidencias de que el hecho de poseer un título no es suficiente, pues alguien determinó que en esta vida hay títulos y títulos, es decir no es lo mismo ser ingeniero espacial que profesor de geografía. Fue la enfermera de un dentista la que me ilustró el problema. Estaba yo en la antesala del consultorio aguardando para me atiendan, cuando un señor entró preguntando por el “doctor”. “Tome asiento, Licenciado”, le pidió solícita la enfermera. “No soy licenciado –le respondió el señor–. Soy músico”. La expresión de la enfermera se trocó de solemne respeto en una de abierto desprecio: “Bueno, pero ¿en qué trabaja?”. En los años 80 surgió un excepcional grupo vocal en Cochabamba que empezó a destacar en el país. Cuando ellos llegaron a Santa Cruz, donde entonces yo residía, decidí hacerles una entrevista. Al pedirle a quien era mi interlocutor que me presentara a sus compañeros, comenzó: “Fulano es la segunda voz y es arquitecto de profesión; zutano, la tercera voz, tiene título de economista; el contraalto se llama perengano y tiene título de ingeniero; yo, que soy la primera voz, tengo el título de auditor”. Quedé más perdido que patada de bolivarista, ergo, lo único que se me ocurrió fue preguntar: “¿Quiere decir que entre ustedes no hay un solo músico?” Esta situación me hizo pensar que si de títulos hablamos, hay algunos que son pero no existen. Eso lo supe cuando un amigo poeta, debiendo renovar su cédula de identidad buscó todos sus libros publicados, premios obtenidos y comentarios escritos en Bolivia y el exterior sobre su obra poética, sólo para que el funcionario de Identificación, allí donde el carné consigna “Profesión” ponga un “Poeta”, en lugar de ese “Empleado” que figuraba en la cédula vencida. Vano esfuerzo, el funcionario le dijo que, para tal cambio, debía llevarle su título en provisión nacional. Por todo eso, evoco la tristeza de un amigo que a sus 16 años decidió comunicar a su familia su decisión de ingresar a la carrera que en esa época se llamaba Filosofía y Letras. “¡Cóooomo! –reaccionó el padre– ¿Acaso quieres pasarte la vida trabajando como un maestrito? ¡Nada, señor, usted me estudiará ingeniería!”, sentenció. Mi amigo terminó trabajando en la Administración Pública y no la pasa mal, aunque cada vez que cambian de gobierno está obligado a buscar el carnet de militancia en un nuevo partido político. El que ganó las elecciones.
“Esas veces todo era nevado, no me podía acostumbrar”. Así describe Luis Garnica a La Paz de la década del 70. Oriundo de Carreras, pequeño valle entre Tarija y Sucre, Luis llegó a las alturas paceñas cuando tenía 13 años: comenzó como albañil y vivía con su hermana. “Trabajé en El Alto. Hice las canaletas de las primeras viviendas de Ciudad Satélite. En Achachicala hice machihembrados, donde trabajaba con mujeres. Jovencito era. No había ido todavía al cuartel, ya tenía 17. Esas veces ya agarraba contratos”. Para que Luis comenzara a dedicarse a las matracas faltaba todavía. Primero, el cuartel. Después, el amor. Estuvo casi tres años prestando servicio en el Regimiento Tarapacá, que en ese entonces era escuela. Los comandantes le tenían cariño y lo convirtieron en estafeta. Ascendió a cabo y, en el último año de su servicio, instruyó a los nuevos soldados. Uno de ellos era el hermano de su futura esposa. Al llegar a La Paz, comenzó a trabajar en el Servicio Nacional de Caminos. Además, la conoció. “Ni dos meses hemos vivido y ya me han hecho casar, pensando que me iba a escapar”. Ella era hija de bordadores. Es así como Luis entró en el mundo de la artesanía, mientras seguía trabajando en caminos. “Todavía sentía frío, pero ya no tenía miedo a nada”. Ingenioso de la matraca Frutas, balsas, pescados, aves, chanchos, caretas de moreno en miniatura, carros modernos y clásicos, edificios, aviones, máquinas de coser, máquinas cortadoras de carne, maletines, carteras, morenitos, kantutas, caballos, tanques, balanzas, dólares, sombreros, arpas, zampoñas. “Todo hay”, dice Luis. La lista de formas que ha tomado la matraca en sus manos puede ser infinita. Como su ingenio: “de la habilidad nomás depende”. Desde la década del 70 hasta hoy, este ingenioso de la matraca innova y ofrece al cliente la justa medida de sus deseos. “El especialista tiene cabeza, el que tiene cabeza sabe que le va a dar al cliente. Yo siempre le digo al cliente lo que tiene que llevarse”. Luis cuenta que antes la matraca venía como un elemento más del traje. “Se daba junto con la ropa, no vendíamos la matraca aparte. De esa manera me he dedicado a hacer cajitas y todo el engranaje interior. Incluso a pulso nomás hacia, no había maquinas”. Comenzó en este oficio dentro del negocio de los padres de su esposa: la familia Copana era de bordadores de prestigio. Así, Luis aprendió también el oficio de bordador y confeccionista de trajes de moreno, pero se especializó en darle a la matraca características nuevas, de acuerdo con el lugar de procedencia, oficio, profesión y personalidad de los clientes.
“Para Los rebeldes, hacia matracas en forma de mamadera. Los más jóvenes de esta fraternidad antes bailaban kullawada, pero dejaron esta danza para ser morenos. Por eso eran unos rebeldes”. El elemento de la mamadera es, sin duda, una síntesis sutil del espíritu de la conformación de esta fraternidad folklórica paceña que, como muchas, recurren desde hace décadas al ingenio de Luis para elaborar las más originales matracas. Es uno de los artífices de la transformación del diseño de este elemento y su importancia en la vestimenta y las características de la danza de la morenada: además de un instrumento musical a través del que los bailarines y la banda interactúan, se ha convertido en un elemento que revela la identidad de los integrantes de las fraternidades y crea empatía con el público. Luis aprendió a hacer matracas desde el engranaje interno. Éste está compuesto por una rueda dentada y una lengüeta de madera, insertos dentro de una caja. El eje de la rueda sirve de mango: con la rotación, la lengüeta pega contra los dientes de la rueda y produce el sonido. La madera (huasicucho, quina quina o madera blanca) es el material más utilizado para la construcción de este instrumento. “Antes, a pulso nomás hacía, no había máquinas”. El primer modelo con el que Luis innovó tenía como figura central del diseño a una careta de moreno en miniatura. “Yo les decía a los clientes que no tenían que tener el mismo modelo de matraca. Entonces he empezado a hacer matracas con caretita encima de la caja. Después puse la matraca dentro de la misma careta. Ha salido mucho el modelo de caretita sobre caja”. Además de fabricante de matracas y bordador, Luis también cultivó el oficio de modelador de caretas, que realiza hasta el día de hoy. Uno puede tener la matraca que quiera: la forma depende completamente del cliente, según este creativo artesano, a quien le basta una fotografía para sacar el modelo. “Al trabajador le digo cómo hay que hacer. A veces dos días tardamos en sacar el modelo. Después lo dejo al trabajador solo”. En este proceso, el ingenio también está en la elección de materiales e, incluso, en el reciclaje de éstos. Es el caso de la evolución del diseño de la matraca en forma de carrito, que Luis diseñó originalmente a pedido de la fraternidad Los Intocables. “Me han traído una foto y de esa manera hice. Cada año un modelito distinto. Todos los modelos hacia en lata, después empecé a hacer en madera. Después, he visto autitos chinos y viajé a Chile para traer. Calaba el carrito para meter la matraca. Además, me guardaba las rueditas de estos autitos para poner en otras matracas después. Antes así era. Ahora ya hago todo el auto, incluso con luces y foquitos”.
Tradición y negocio
El Gran Poder es otro momento alto para el negocio de las matracas. Cada año, Luis atiende los pedidos de alrededor de cuatro fraternidades. Quienes conocen su trabajo, lo buscan, a pesar de que ahora los fabricantes y distribuidores de matracas se han multiplicado y la competencia es más fuerte. “Ya no es como antes, hay que dar más rebajado y a veces no conviene”.
El negocio toma ritmo desde principios de año, cuando las fraternidades se preparan para las fiestas de carnaval. Desde ese momento, su taller (ubicado en El Alto) funciona sin parar y atiende los pedidos que los clientes realizan en su tienda, de la que se encargaba su esposa antes de fallecer y que ahora ha quedado a cargo de su hija, Griselda. Sin embargo, Luis sabe cómo mantener la originalidad de su trabajo. Crítico acerca de la Casi todo el año hay mucho trabajo: los pedidos manera en la que las tradiciones van mutando no sólo vienen de fraternidades de la ciudad, con el paso del tiempo, apuesta por recuperarlas sino de clientes que preparan fiestas en el y acercar la fiesta a lo que era antes, a partir la campo o viajan a bailar en el exterior. Luis nos particularidad de la vestimenta de las danzas muestra una matraca pequeña de lata, en forma folklóricas. Es así que, por ejemplo, confeccionó de quirquincho: “este quirquincho era para el exterior. Me han hecho hacer con mango de para bailarines del Gran Poder capas bordadas lata para que no pese tanto. Todo es de lata. El por ambos lados, diseño que, hoy en día, ya no engranaje de adentro igual es de lata. Cortaba y se elabora. “Ocho capitas nomás he hecho. Con esas capas han bailado en Perú y en Oruro, y doblaba la lata para hacer la ruedita”. siguen viajando todavía. A Lima habían ido esas Además de matracas, Luis, que es caretero y capas. Les he vendido, propio ya tienen”. bordador, ha confeccionado vestimentas para fraternidades de diablada y morenada que La idea que tiene Luis para el próximo año es participan en la Fiesta de la Candelaria de Puno, volver a la vieja usanza de hacer capas y, junto en el mes de febrero. Las matracas de Luis han con ellas, entregar la matraca, como un elemento viajado también a Ecuador y Canadá, en pedidos adicional sin costo. Luis es un apasionado del especiales para fiestas folklóricas de migrantes y folklore: su ingenio no conoce límites. Sus matracas tampoco. fraternidades bolivianas.
P a s e a n d o
p o r
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c i n e
c o n
Pedro Susz K.
La desesperanza. Bien podría haber sido ese el título de esta atípica película boliviana, toda una sorpresa: por su asunto, por la forma de abordarlo, por el atrevimiento de su estructura narrativa. La trama gira literalmente en torno a los comportamientos y actitudes de un grupo de muchachos más o menos vinculados a la auto marginalidad “punk”, desde la cual actúan su descreimiento de todo cuanto se inscribe en la ritualidad “normal” de los comportamientos sociales reglados justamente mediante los patrones del deber ser, instituido por el conjunto de dispositivos institucionalizados. Comenzando por la familia y extendiéndose a todos los otros ámbitos. Contraculturas, tribus urbanas, los variopintos rótulos endosados a un fenómeno con el cual los poderes y sus mecanismos no saben ni aproximadamente cómo lidiar y optan por la invisibilización y el escamoteo: todos saben que están allí, pero prefieren obrar como si no lo supieran. Eddy Vásquez bloquea las coartadas y nos encara de frente y sin medias tintas a esa suerte de nihilismo radical obturado a cualquier salvación posible. Snake, Troy, Criss, Chely, Deko y Angel son ejemplares prototípicos de una modalidad del estar en el mundo que nos remite tanto al James Dean de Rebelde sin causa (Nicholas ray, 1955), a estas alturas casi un modelo naif de insubordinación, como a Wyatt y Billy (Peter Fonda, Dennis Hooper) los dos motociclistas rebeldes del clásico de la “road movie” Busco mi destino (Easy Rider, de Dennis Hooper, 1969). Hasta el título de
esta última enlaza con esa suerte de reticente búsqueda a tientas de algo a lo cual aferrarse, así profesen que nada vale la pena. El acierto de guión y dirección de Vásquez estriba en trascender la tipología salvaguardando la dimensión humana singular de sus personajes, merced también a una acertada dirección de actores, basada está claro en el conocimiento de aquel submundo y el de su códigos, en una excursión introspectiva que desborda el mero afán descriptivo, cuyo riesgo mayor residía en convertir la película en un catálogo de curiosidades bizarras. Película amarga disparada de inicio con las imágenes de una tormenta por venir y abrochada al culminar en la desolación en medio del salar, despojado aquí de su carácter de postal turística. Comienza con dos de los protagonistas en medio de un cementerio de automóviles, con la cámara girando en torno a ellos, encerrándolos simbólicamente en un círculo, lo sabremos de inmediato, sin resquicios. Termina de igual manera, es otro el espacio, son otros los personajes, el encierro persiste tal cual. En este caso, la cámara, luego de circundarlos, se va alejando hasta dejarlos reducidos a un punto negro perdido en medio de la blancura infinita, la nada. Empero, no son únicamente los protagonistas quienes comienzan y acaban atrapados entre los desechos de la institucionalidad desmigajada, incapaz de contener y canalizar –que es cosa distinta a domesticar– los malestares, las desadaptaciones de aquellos que se resisten a someterse a las reglas del juego. Somos los propios espectadores quienes acabamos sumidos en el desasosie-
CHELY
TROY
SNAKE
ABAD
go que, de a poco y sin concesiones, baja de la pantalla y anida en nuestro malestar. Aquellos protagonistas se mueven sin pausa, no van sin embargo a ningún lado. La suya es una agitación febril sin sentido, rumbo ni objetivo. Que en la platea se comparta tal angustia es virtud de un director seguro y convencido de las rupturas que resultaba preciso adoptar en la narración para construir la inconfortable atmósfera que se espesa del primer al último minuto. A lo largo del relato, la migración es un espejismo recurrente. La madre de Deko está en España y hacia allí tratará de fugar Chriss, presintiendo que probablemente sea otra vía falsa clausurada. Por su parte, Chely ya fue a los Estados Unidos y volvió con todo el desencanto a cuestas. Prefiere la errancia sin norte de sus andanzas a dúo que las humillaciones de la estancia ilegal en patio ajeno. A tal posible ausencia alude en definitiva un título algo desacomodado del grueso de la trama. La propuesta tiene sus altibajos, claro que sí. Problemas con el sonido directo, que vuelve inaudibles, a ratos, los diálogos de los protagonistas, los cuales si bien semejan una errática letanía dicha y repetida sin cesar, tienen una función crucial en la construcción del laberíntico clima dentro del cual discurren los momentos del relato. Es de los pocos rubros técnicos observables en esta puesta, en general más que pensada, además de ajustada a las necesidades dramáticas de un
relato claustrofóbico, circular ya se dijo, falto de toda progresión narrativa lineal, como son por lo demás las vidas de sus criaturas, atascadas en el sin sentido. Quizás también sean observables algunas redundacias traducidas en alargamientos innecesarios del metraje. Sin ser una redundancia en sentido estricto, la escena del asalto a la fábrica de cocaína sale, por ejemplo, sobrando, aun cuando al mantenerla en el ámbito de indefinición entre realidad y fantasía, el director salva, a medias, el que pudo ser un grueso paso en falso. Por el contrario, el estilo temporal y espacialmente fragmentado, el montaje entrecortado y las angulaciones de cámara no convencionales traducen en las formas del decir la desintegración del entorno según como la perciben esos muchachos desasistidos de horizonte.
El lenguaje utilizado en el 95% de los diálogos entre los personajes puede previsiblemente resultar irritante para buena parte de la platea. No se trata desde luego de hacerse cómplice de la falsa moralina que sigue clasificando las palabras del decir corriente en “buenas” y “malas”. Ocurre que, en este punto, El olor de tu ausencia reinstala el añejo debate acerca del naturalismo en el cine, ratificando cómo las condiciones en las cuales se establece la relación del espectador con los eventos puestos en pantalla determinan predisposiciones perceptivas que agudizan
DEKO
ANGEL CRISS
la concentración sobre aquello que en el entorno común es un elemento entre otros del ambiente, donde justamente, a diferencia de lo que nos ocurre en la butaca, la atención se dispersa en muchas direcciones. Específicamente en este caso, “el grano de la palabra”, según decía Barthes, se hace notorio, pues cada vocablo dicho en la oscuridad desde una gran pantalla, sobre la cual tenemos focalizados nuestros sentidos, cobra una densidad problematizadora del mero concepto de “fidelidad” del registro, como alternativa expresiva idónea y suficiente para empatarlo con la credibilidad.
do, su nausea existencial, están en varios sentidos al margen del discurso oficial, de la historia oficial en realidad. Para estos muchachos atrapados por una rebeldía autodestructiva, “el proceso de cambio” y sus presuntas o reales transformaciones macroeconómicas o, la ampliación de los índices de inclusión, resultan ser cuestiones tan distantes y ajenas como para el propio Don Abad, el padre de Deko, micrero sobre cuyas condiciones de vida nos interiorizamos, sin necesidad de mayores alegaciones, con sólo ver el estado de su morada, comida por la humedad.
A pesar de la insistencia del director en afirmar la apoliticidad del drama abordado, y de la manera de llevarlo a la pantalla, finalmente se trata de una película que abre interrogantes políticos de no escasa envergadura, máxime considerando que los personajes son arquetipos representativos de una franja indeterminada, en términos cuantitativos, pero presumiblemente atendible de jóvenes que, más allá de las formas individuales de manifestar su desacuerdo, su desacomo-
No faltarán, claro, cuestionamientos que también encuentren en la película una manera de evasión de lo real existente a sus bordes y, por ende, la renuncia implícita a entenderse con los hechos del cotidiano común y sus vericuetos políticos, en el sentido acotado del término. Porque, es cierto, como Deko y los demás, Vásquez circula a contra flecha de los “temas importantes” del momento. El detalle pasa por repreguntarse quién y por qué define cuáles son tales temas.
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Puertas Oscar GarcĂa
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Fotos: Henry Ponce Barco
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Cuando suena el timbre, en las casas que tienen un timbre y que, además de estar instalado, funciona, hay un pequeño temblor en las canillas. Debe ser alguien que viene a cobrar, o a cortar el agua, o alguien que viene a vender, o a convencer de algo. Debe ser mi prima para prestarse un vestido de novia. ¡Oh! Debe ser el cartero, pero ése siempre llama dos veces. ¿Quién era? pregunta indiferente el jefe de la familia sentado mientras lee el periódico sin leer. Nadie, un hombrecito, contesta la señora con cara de aburrida y lentitud pasmosa mientras va a la cocina a mover el arroz que dejó graneando para ir a abrir la puerta. Un niño juega frente al monitor de la computadora, a matar palestinos o algo así, a juzgar por el turbante. Una adolescente, en un rincón de la sala, mueve la cabeza en cuatro por cuatro, y cuelgan de sus orejas audífonos de donde, a buen volumen, salen frecuencias agudas. ¿Quién era? vuelve a inquirir el hombre. Nadie, te dije que un hombrecito, responde desde la cocina la mujer de 35 que parece de 65. ¿Y qué quería? pregunta desde el periódico el hombre. Nada, vender queso, responde la mujer que se arregla el calzón por encima de las 3 faldas que lleva para aguantar el frío que lleva adentro de su ser como una cruz gótica de piedra medieval. Ah, o sea, ¿era nadie que quería nada? pregunta el hombre a quien le empieza a incomodar la corbata que tiene origen francés y que en algunos roperos abunda por color, marca, olor, ciudad, mujer, favor concedido y otros. Pregunta la pregunta del millón y la señora enmudece 25 segundos. No puede enmudecer más, es cosa de su instinto.
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Debe hablar siempre, decir cualquier cosa a cualquier hora y en cualquier lugar. Habla sola, habla con la olla, con el gato, habla con el techo. Y cuando duerme, sueña hablando con sus sueños. Pero esta vez quedó callada. No supo responder durante 25 segundos. Pero atacó luego. Sí, era nadie que quería nada, dijo. Ah, contestó el hombre. El hijo mató a 76 árabes de una, la hija aumentó el volumen en 3 decibeles, lo que aumenta en realidad la intensidad en casi el doble de potencia. El gato saltó de un sillón a otro en absoluto silencio y con una delicadeza propia de gimnasta rumana que, después de un entrenamiento de 15 años, es capaz de hacer una rutina de gimnasia tan perfecta que parece gato. Luego queda con la columna chueca y sin sueldo. La gimnasta, claro. El hombrecito es, en verdad, un hombre de cerca de 65 años, tiene arrugas curtidas por el sol inclemente del altiplano largo como un calderón en una pieza en tiempo muy pero muy lento. En sus arrugas se puede leer la historia del lugar del que proviene y se puede leer también un poema de César Vallejo, tan bello y profundo que es inevitable bajar la cabeza, mirarse el zapato y caminar en busca de la lluvia. El hombre que toca el timbre ha caminado toda la mañana hasta que llegue el mediodía. Sabe que es la hora en la que las familias, algunas familias, se juntan a compartir en familia lo que las familias comparten. Y entre otras cosas comparten un queso. Aunque es cierto que algunas familias comparten el descalabro de las familias y suelen mirarse durante la hora de almuerzo para decir toda clase de improperios, que no son dignos de una familia que se precie de ser familia. El hombre de familia mira en la mesa a la mujer de familia y le lanza un pedazo de asado que está supuestamente con nervios. Ella se
agacha y el asado va a parar a la pared que tiene ya varias manchas de asados antiguos. La adolescente se levanta y se va a llorar en silencio (ella cree que es en silencio porque sus audífonos no dejan escuchar su propio llanto). El hijo tiembla y no se anima a decir nada porque está pensando en realidad cómo es que hará para pasar de nivel en el juego que dejó a medias para ir a sentarse a comer un asado incomible por culpa de la carnicera que le vendió, a la señora, una carne llena de nervios de las vacas que, entre otras cosas, tienen nervios. El hombre, cargando un bulto de tela blanca, recorre las cuadras apacibles con árboles apacibles y esporádicos ladridos y sonidos de agua corriendo implacablemente para el riego de jardines en los que habitualmente no hay nadie, pero se ven lindos. De donde viene el hombre con su bulto hay un jardín enorme que da al mundo. El mundo es su patio y, a veces también, en su comunidad, se antojan del mundo del vecino y se entran al jardín del vecino y se asientan. Y hacen queso con la máquina nueva que heredan del patio del vecino. Y el hombre se da modos y viaja y viaja y viaja, en camión, encima de un camión como adorno de torta. Incómodo pero resignado, helado pero resignado, cansado pero de pie. Cargando su queso para vender en unas casas en las que le pedirán rebaja ¿y por qué tan caro? le dirán. Y él responderá que ha subido, porque le han dicho que ha subido. Todo ha subido, lo saben los que compran y los que pagan por lo que compran y los que gastan en lo que comen. Hay unos que no saben porque no suben, ni al mercado, ni al minibús. El hombre del queso tiene nombre y vende queso. Era nadie y hacía nada hasta que aprendió a tocar el timbre adecuado.
El hombre del bulto cargando parte de la vaca, se acuerda de la vaca a la que solía ver temprano al amanecer y se divertía mirando la sombra de la vaca cambiando a medida que el sol cambiaba de dirección. La sombra de la vaca a veces montaña, a veces lirio, a veces un cactu errrante. Así imaginaba el hombre a las formas de la sombra de la vaca. Y esperaba que el queso cuajara para emprender su viaje a las calles de la ciudad. No había en las calles de la ciudad, en las zonas de Sopocachi, Miraflores o Sur, timbre que no hubiera tocado. No había puerta que no haya golpeado. No había puerta alguna que olvide. Esperando, tuvo la oportunidad de conocer todas las grietas de cada puerta, todas las desportilladuras, todos los recuerdos, los números gastados, las salidas furtivas de seres extraños y las entradas furtivas de otros extraños seres. A veces femeninos, a veces masculinos. El hombre lo supo todo en los años que tuvo que esperar siendo nadie y haciendo nada. En los mediodías de la ciudad, lejos y en las calles despobladas habita el silencio aparente. No se escuchaba antes el rumor de todos los televisores prendidos. Antes se escuchaba el rumor de las radios prendidas. El hombre escuchaba una radionovela entera mientras esperaba. Escuchaba Kalimán a veces y Chucho el Roto otras veces, mientras esperaba. Él y su queso conocían
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la ciudad y a las gentes de la ciudad como nadie y efectivamente era para las gentes de la ciudad el hombrecito nadie. Cuántas veces, en un mercado repleto de naranjas y de señoras vendiendo naranjas y cordero descuartizado quisieron engañarlo. “Dame un queso por dos mandarinas” una vez escuchó decir y le pareció justo pero chistoso, así que desechó la propuesta y vendió un queso en 7 y con eso compró 25 mandarinas y se fue al parque de los monos donde ya no había monos. Se desplomó sobre el pasto y comió 12 mandarinas, las demás las guardó para sus nietos que ya ni conocen la mandarina, porque en vez de fruta toman energizantes con sabor a mandarina. El hombre del queso es más que eso. La familia a veces lo cruza en la calle, la señora lo ve pero no lo ve, el señor de la casa lo ve y se hace a un lado. El hijo lo saluda porque le parece un señor mayor a quien hay que saludar. La hija ni lo escucha pero siente el aroma del queso y le da hambre y se antoja un combo de hamburguesa con refresco. Cuando suena el timbre hace rassss, no se sabe quién será. Por eso, a veces, las gentes ni abren la puerta. La ciudad se está haciendo una ciudad de puertas cerradas y de fantasmas que tocan los timbres. Pero es divertido el juego del timbre, al menos lo era cuando las puertas se abrían.
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Arturo Costa
de la Torre Este complejo de bibliotecas, ubicado en la Casa de la Cultura, registra mรกs de 70 mil unidades bibliogrรกficas, pertenecientes a cinco bibliotecas adjudicadas al Gobierno Autรณnomo Municipal de La Paz, como compras y donaciones. Al hacer un recorrido por sus pasillos, encontramos joyas de enorme valor bibliogrรกfico, literario y cultural. A continuaciรณn, presentamos algunas de ellas.
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Del tiempo de la muerte Edmundo Camargo (Cochabamba, 1936 – 1967). La Paz, 1964. Primera edición. Obra enigmática e insular en la literatura boliviana. Este libro es la primera edición de la obra de Edmundo Camargo, poeta nacido en Cochabamba en 1936, fallecido a los 31 años después de un largo periodo de enfermedad. El libro fue preparado de manera póstuma por un amigo de Camargo, el poeta Jorge Suárez, que ordenó los poemas del autor, a encargo de éste: transcribió los manuscritos y ordenó los textos, tituló las secciones y el libro, fue responsable de la publicación y su difusión. A pesar de ser efímera, la presencia de esta obra es contundente en nuestra literatura: “[p]ocas veces hemos estado frente a una puerta que a tiempo de abrir clausure y a tiempo de acabarse fecunde; en esa paradoja nos sitúa el poeta Edmundo Camargo, como quien nos recuerda que entre los sinsentidos del lenguaje, la poesía será siempre un nuevo significado lleno de realidad e im-posibilidades” (Mónica Velásquez, 2011). Durante muchos años, este libro pasó de mano en mano, en círculos de poetas y escritores que comentaban con entusiasmo la obra. Tuvieron que pasar casi cuatro décadas para que se realizará una nueva edición de la poesía de Camargo: el 2001 aparece una nueva versión, esta vez preparada y comentada por el poeta y crítico literario Eduardo Mitre. La revisión de esta primera edición aporta, para los más avezados y especialistas, luces para la investigación sobre las ediciones de esta obra; para todos, ofrece un deleite, por las ilustraciones de Françoise de Camargo, esposa del poeta, y la cubierta diseñada por el mismo autor. Quiero sentir la tierra circular por mis venas morderla fríamente, clavarla a mis tibias sintiéndome en su inmersa placenta, adormecido como un niño a la espera de un nuevo natalicio. Los sueños son vida. Anadiomena. Las víctimas Ricardo Jaimes Freyre (Tacna (Perú), 1866 – Buenos Aires (Argentina), 1933). Buenos Aires: Sociedad Cooperativa Editorial Limitada, 1917.
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El segundo y último libro del principal poeta modernista de Bolivia y uno de los más importantes en Latinoamérica. Fue parte del círculo de los poetas modernistas más importantes del continente, como Rubén Darío, y su libro Leyes de la versificación libre es considerado un aporte fundamental al desarrollo y estudio de la poesía modernista. En la edición de la obra completa de Jaimes Freyre, el crítico Mauricio Souza anota que con la aparición de este libro se desencadena un redescubrimiento de su poesía: un año más tarde, en La Paz, la editorial Los Andes publicó la primera edición boliviana de Castalia Bárbara. Ese mismo año, en Madrid, los dos libros de poesía del autor se publican en un tomo especial. La editorial mexicana Cvultura hace lo mismo en 1920. En este periodo, Jaimes Freyre vivía en Tucumán: regresa a Bolivia en 1920, con el cargo de diputado por SudChichas del Partido Republicano (Souza, 2005). La mayoría de los poemas de este libro están fechados en ciudades europeas, entre 1910 y 1913, cuando viajó a Europa a encargo del Gobierno de Tucumán, para recopilar información para el Archivo Histórico de la Provincia de Tucumán (Souza, 2005). Una vez desde una estrella me miraste, y otra vez Desde el fondo de un terrible, extraño mar, Y otra vez desde el misterio y otra vez Desde el pecado… ¡No rías, Mefistófeles o demonio familiar! Sombras de mujeres Alberto de Villegas (La Paz, 1897 – 1934). La Paz, 1929. Según recopila el literato Omar Rocha, Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia (2003), para el crítico Roberto Prudencio, de Villegas era un dandy. Para otros era un brummel, expresión inglesa que se utilizaba para designar al Arbiter elegantiarum, por su extremada exquisitez y elegancia en vestir. Personaje extravagante que llegó a encarnar los valores del movimiento modernista, no sólo en su literatura, sino en su manera de entender y vivir el mundo. Sombras de mujeres es el tercer libro publicado en vida por el autor; después de su muerte,
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su madre, Claudia Pérez v. de Villegas, se encargó de compilar toda la obra de su hijo y publicarla en un solo volumen, junto a textos de homenaje. Este texto, de difícil catalogación genérica, cabalga entre una reconfiguración del relato hagiográfico y la puesta en letra de una memoria, de un cosmopolitismo. Con la influencia del flirt, los salones y el ambiente de París de principios del siglo XX, de Villegas escribe Sombras de mujeres, como una suerte de testimonio de la experiencia de una profunda fascinación por las mujeres: entre la semblanza y el relato fantástico, o la crónica y el texto hagiográfico, cada capítulo del libro hace una introspección a la figura de una mujer muerta. “La seducción de estas figuras se ha exaltado bajo el óleo del sepulcro”, escribe de Villegas al inicio de su libro. Entre la fascinación frente a las mujeres y la hagiografía transgresora de éstas, el narrador de este extraño texto moviliza un gesto que tiene que ver con el testimonio de la experiencia de un movimiento (el modernismo, el dandismo), con la puesta en texto del contacto de varios artificios: el de la escritura, como lugar donde las vidas y las cosas ganan otras vidas; el de la ensoñación, donde estas vidas y cosas se transfiguran infinitamente; el de la muerte, belleza máxima a los ojos de un inquietante voyeur. La edición cuenta con ilustraciones de Crespo Castelú. El pez de oro Gamaliel Churata (Arequipa (Perú), 1897 – Lima (Perú), 1969). La Paz, Cochabamba: Editorial Canata, 1957. La que es considerada la biblia del indigenismo peruano fue editada por primera vez en La Paz. Este libro no pudo ser impreso sino muchos años después de concluido, lo que el autor denominó una “génesis editorial”. Ésta es una de las piezas más fascinantes de la vanguardia latinoamericana, por la heterogeneidad de sus materiales literarios: hayllis, harawis, poemas líricos, trozos narrativos, capítulos de prosa poética, con los que Churata recrea motivos, leyendas y mitologías del Collao. Detrás de la diversidad de estos textos, aparecen de trasfondo El Primer nueva corónica y buen gobierno de Guamán Poma de Ayala, el Diario de Colón, la Biblia y los
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clásicos españoles, entre otros (Helena Usandizaga, 2009). Además, hace un cruce entre, por ejemplo, la oralidad de la mitología indígena y referencias de la literatura occidental. Añade intriga sobre esta publicación el hecho de que su autor fue uno de los fundadores del movimiento literario más intenso de nuestra literatura: la Gesta Bárbara. ¿Cuál es la Abracadabra? En los indios de hoy deben estar los indios de ayer; o estos indios no son indios. Ya que sólo está el que estuvo, o el que está, y se dice, no es… Nada será sin estar. El “los muertos mandan” de Karl Marx, sonaba a paradoja para quienes no observan que el Materialismo Histórico debe ser mosaico de lo fundamental, por tanto secuela del mesianismo profético. ¿Pero, Marx entendía que los muertos mandan porque los muertos no son los vivos? En ese caso su pleroma búdico no poco hasta tomista. Mas su paradoja se concreta ahora, puesto que podemos decir, sin anfibologías, sólo tiene autoridad el que ha muerto (por eso puede mandar) y autoridad de sabio aquel que sabe que el muerto es él. El círculo se cierra. Hay muerte por parte alguna.
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Duke Ellington (acrĂlico 40 x 50 cm.)
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Louis Armstrong
(acrĂlico 50 x 40 cm.)
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Charlie Parker (acrĂlico 40 x 50 cm.)
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Ella Fitzgerald (acrĂlico 40 x 50 cm.)
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John Coltrane (acrilico 40 x 50 cm.)
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Miles Davis (acrĂlico 50 x 40 cm.)
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Thelonious Monk (acrĂlico 40 x 50 cm.)
Pablo Ruiz Arroyo Pablomething.blogspot.com
Artista plástico de La Paz. Se tituló en Comunicación del Arte en Virginia Commonwealth University, Estados Unidos. Se especializa en retratos e ilustraciones en acrílico, acuarela, oleo, lápiz y pintura digital. Sus mayores influencias vienen del surrealismo y el hiperrealismo. Sus obras y dibujos se pueden ver en su página: http://pablosomething.blogspot.com.
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José
amarlinghi
Escritor y poeta autodidacta, extraordinario impulsor editorial y memorable vendedor de libros de autores nacionales, este paceño de raíces italianas y bolivianas nació en La Paz en 1928. Su padre, Conrado Camarlingui, quien llegó en tiempos de la gran recesión entre las dos guerras mundiales, fue un emprendedor visionario que inauguró el primer servicio de carros de transporte urbano en la ciudad. José estudió en la Escuela “México” y posteriormente en el “Ayacucho”, y si bien su pasión desde joven fueron los libros, rara vez podía comprarlos, por lo que visitaba asiduamente la Biblioteca Municipal o la de la Universidad Mayor de San Andrés. Introvertido y soñador incansable, a veces se
sentía marginado –pese a su facilidad para relacionarse– por lo que se sumió en la lectura, hábito poco compartido con su círculo de amigos. A los 20 años comenzó a leer a los poetas “malditos”, como Baudelaire, Mallarmé, Apollinaire, Verlaine y Rimbaud. A pesar de los vacíos resultantes de una formación desordenada, supo encaminarse en la literatura, donde le fue muy grata la amistad con el poeta Luis Fuentes Rodríguez, Luis Carrasco Landa y otros miembros del grupo “Eco del Ande”. Este grupo también hacía teatro y José participó como actor en algunas obras que prepararon.
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En ese entonces, publicó Búcaro de Amor, libro de poemas de corte romántico, y La Musa Vesánica, donde se aprecia la influencia de los poetas franceses. Ya casado con Laura Mendoza y con dos pequeños hijos, imprimió cinco mil ejemplares de cada uno de sus dos libros y emprendió una audaz gira por Perú, con el objetivo de llegar hasta Venezuela. De esta suerte, siendo un autor desconocido, comenzó vendiendo 200 ejemplares en la ciudad de Puno; después llegaron a Tacna, Lima y Arequipa. En dichas ciudades, Camarlinghi recitaba sus versos en centros de poesía, universidades y otros espacios, que además de cubrir los gastos de hospedaje y viáticos le asignaban honorarios por sus presentaciones, fuera de la venta de sus libros, que fue creciendo ante un público afectivo y receptivo de sus poemas. Por el alto costo de vida en Venezuela, se vieron obligados a modificar su gira e ingresaron a Chile vía Arica, donde tropezaron con problemas aduaneros. Finalmente, la familia llegó a Santiago y, después de algunos meses, volvío al país con sólo 500 libros y muchas amistades de escritores chilenos, varios de los cuales sufrieron la represión del régimen dictatorial de ese país.
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En su estadía en Lima, Camarlinghi conoció al escritor peruano Manuel Scorza, quien había logrado un verdadero logro al vender más de cien mil ejemplares de sus “Populibros”, en la plaza San Martín de Lima. Este resultado del notable escritor y las vicisitudes que los autores nacionales encontraban con las imprentas, lo llevaron a tomar la decisión de fundar la Editorial Camarlinghi y su Colección Popular, que le permitió editar las obras de más de 50 autores bolivianos y llegar a un tiraje superior a los 200 mil ejemplares. De esta manera, pudieron difundirse obras de Néstor Taboada Terán, René Bascopé Aspiazu, René Poppe, Adolfo Cáceres Romero, Renato Prada, Mariano Baptista Gumucio, Wagner Terrazas y muchos otros. Las temáticas y géneros eran diversos: la poesía, el cuento, el ensayo y temas de la cultura boliviana, a través de libros como La Cultura Callawaya, de Enrique Oblitas Poblete y otros estudios de Edgar Oblitas Fernández, que constituyen una apreciable cantidad y calidad de obras representativas de la producción intelectual de esas décadas. En su motocicleta Jawa de 350 c.c. visitaba escuelas, empresas e instituciones públicas: introdujo la modalidad de venta a crédito, acomodaba
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paquetes de tres libros y tenía una respuesta creciente de funcionarios públicos, maestros y padres de familia. En los centros mineros se instituyó la modalidad del descuento por planilla, con una extraordinaria demanda de los trabajadores. Para ello, a veces era acompañado por sus hijos varones, con los que tuvo que sortear, en algunas ocasiones, huelgas y bloqueos. Para entonces ya había publicado Cara Sucia, novela corta que tuvo once reediciones, ya que el Ministerio de Educación lo declaró libro de texto escolar. El poeta tarijeño Oscar Alfaro, al referirse a esta obra, sostuvo: “¡Cómo no reconocer en él al niño boliviano! El autor lo trae de la mano y lo suelta en el país para que se confunda con el medio millón de Caras Sucias que hay en la patria”. Su cuento “Cuando yo era trencito” fue calificado como una pequeña joya por René Bascopé Aspiazu: “pocas veces se ha escrito un libro tan breve y tan perfecto como éste, que expresa la tierna vivencia, dolor y ternura de los niños”. Camarlinghi, al hablar de a la literatura infantil, escribió: “Nos preguntamos ¿qué queremos hacer del niño? Él es un libro con sus páginas en blanco. En el alma del niño está todo el universo dormido y la lectura es la varita mágica que le hará despertar la imaginación y le hará trascender a planos inimaginables. El libro que logra estos efectos es el que esperan y sueñan todos los niños.” Con este infatigable trabajo, que le permitía sustentar a su esposa Laura y sus hijos José. Iván y Karina, pudo construir y ampliar su casa en la calle Pedro Kramer, donde vivió hasta el momento de su muerte. Su esposa Laura, constante colaboradora en esta empresa, aunque se desempeñaba también como trabajadora social, lo apoyó junto a sus hermanos para adquirir una imprenta propia. De esta manera, José logró editar las obras de autores nacionales en los plazos necesarios sin depender de las imprentas, muchas veces indiferentes a la literatura. Imprimir tres mil ejemplares de un título –considerado un tiraje de prueba en otros países, pero de verdadera importancia en nuestro medio– constituía ya un avance notable en un contexto que se había definido como “un país de escritores que no publican y de gente que
no lee”. Camarlinghi tenía un 80% de compradores estables que estaban a la espera de nuevos títulos que incrementaran la colección que ya tenían en casa. En los años 70 fue promotor de la primera feria de autores nacionales en el Paseo de El Prado, realizada junto a Mariano Baptista y otros escritores. Esta feria se estableció por varios años hasta el periodo de las dictaduras militares. De manera simultánea, fue activo participante en ferias internacionales del libro realizadas en otros países, como Argentina y Venezuela. En la Feria del Libro de Madrid de 1978, la Colección Popular de Ediciones Camarlinghi fue elogiada por llevar más de 50 títulos de autores bolivianos con temas exclusivamente nacionales. Además de los autores que editaba, con quienes desarrolló una verdadera amistad, contaba con el afecto de los escritores Jaime Saenz, Gaby Vallejo, Norah Zapata Prill y Oscar Rivera Rodas, así como de los colegas editores Jorge Catalano, director de Editorial Difusión, y el costumbrista y librero Antonio Paredes Candia.
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Sin embargo, en los años 80, la crisis económica y posteriormente la hiperinflación afectaron duramente a este hombre, que había logrado tornar una quimera en una realidad. Su mayor satisfacción consistía en hacer posible la edición de obras de valor de muchos autores, que de otra manera no habrían logrado hacer públicos sus trabajos. La insensibilidad de una entidad bancaria y la falta de políticas de fomento al libro impidieron que esta empresa de profundo amor a la creatividad y al país continúe desarrollándose. Continuó reimprimiendo sus obras hasta hace pocos años, mientras su amor por la niñez se volcaba esta vez a sus nietos, hoy ya jóvenes, quienes recuerdan los cuentos que antes de dormir les narraba su abuelo. Hombre amante de su hogar, de las pastas italianas y de la música, clásica y de otros géneros, como el rock de Pink Floyd, ha sido un muy particular editor que para el común de los mortales podía pasar definitivamente como loco. En la columna “La Ballena Hartada”, del vespertino Última Hora de septiembre de 1972, se lee: “Tiene una locura quijotesca: publicar libros bo-
livianos. Los edita por colecciones de a tres y los vende personalmente. En este país de analfabetos totales y por desuso parece esta una obra totalmente disparatada. Pero no lo es tanto, porque el poeta Camarlinghi ha hecho un milagro que el Ministerio de Educación, con su presupuesto de 42 millones de dólares no puede hacer: editar hasta ahora tres docenas de libros de autores bolivianos, a precios populares”. Muchos aún recuerdan a este editor y promotor ambulante cuya apasionada empresa se trasladaba en las dos ruedas de su motocicleta. Murió hace pocas semanas, a los 83 años, y quedó en el recuerdo de muchos como testimonio del hombre cuyo entrañable amor por nuestro país lo impulsó a hacer lo que quería y querer lo que hacía, todo en bien de nuestra cultura y del libro boliviano. En la 18 Feria Internacional del Libro el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz dispuso la entrega de la Tea de la Libertad, en el grado al Gran Mérito, a la familia de este artífice de la memorable Colección Popular y ejemplar impulsor de la literatura nacional.
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Caminar, escalar, bailar
escalada deportiva en
La Paz
ARNÉS
ZAPATILLAS ESPECIALES
CINTAS EXPRESS
CUERDA DE ESCALADA MOSQUETÓN
Fotos: Henry Ponce Barco
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Foto: J.G. Estellano / Colectivo SinMotivo
Informaci贸n sobre zonas de escalada en el Valle de Aranjuez y Bolivia
escaladalapaz.blogspot.com escaladaenbolivia.blogspot.com Facebook: Topos Bolivia Facebook: APED
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“Es un reto que te lleva al límite. Cuando pasas el límite simplemente caes y quedas colgado de la cuerda, no hay nada peligroso”. Juan Gabriel Estellano escala hace 10 años: fue al peñón de Amor de Dios con un compañero de colegio, con la idea de averiguar más sobre la escalada deportiva. “Las personas que estaban ahí nos fueron enseñando y así surgió una pasión”. Pasión que comparte con cada vez más gente en La Paz, lugar privilegiado para realizar escalada deportiva en espacios abiertos y cerrados. “Es como bailar”. Así explica Daniel Aramayo su pasión por la escalada deportiva. Hace 20 años que practica este deporte, que en su entrenamiento implica fuerza, resistencia, coordinación y un trabajo con músculos que usualmente no utilizamos –los del antebrazo y las manos. Practicar este tipo de escalada no es lo mismo que hacer andinismo o escalada tradicional: la diferencia no sólo radica en los equipos que se necesitan, sino en la apertura y el equipamiento de rutas y, por supuesto, los grados de dificultad y la cadena de seguridad empleada. En La Paz, la escalada deportiva es un deporte que poco a poco gana más asiduos. Hace dos años se fundó la Asociación Paceña de Escalada Deportiva (APED), de la que Daniel es presidente y principal promotor. “Queremos difundir el deporte y lograr que la separación con el alpinismo se consolide institucionalmente”, comenta Daniel. Después de un largo periodo de trámites y papeleo, la asociación ha logrado ser reconocida por la Gobernación del Departamento de La Paz, paso importante para el fomento de este deporte en el país. Actualmente cuenta con 33 socios activos, “aunque en La Paz hay como 60 escaladores. Lo bueno es que la escalada se ha puesto de moda y cada vez hay más gente que quiere empezar a escalar”, apunta. Daniel no categoriza la escalada deportiva como un deporte extremo. “No se trata de poner en riesgo la vida”. Esta posición puede sorprender-
nos, especialmente si recordamos la vista que ofrece el Valle de Aranjuez, a la altura del puente y el barrio Amor de Dios, los fines de semana: una roca rojiza con hombres pegados a ella, trepando con nada más que las manos y los pies, en lo que parece ser una superficie de imposible recorrido y extremo peligro. Sin embargo, la escalada deportiva es un deporte seguro. “Se practica en lugares, tanto roca como muros especiales, que están previamente adecuados para su recorrido, y donde sólo hay que seguir normas básicas de seguridad y se elimina el riesgo. De hecho, a nivel de lesiones, es mucho más tranquilo que deportes de contacto, como el fútbol”, explica Juan Gabriel. Como explican, la escalada deportiva se caracteriza por utilizar un sistema de seguridad previamente equipado sobre la roca. “Las rutas se equipan con chapas especiales, que se colocan con un taladro, de acuerdo a la vía que el escalador realiza”, explica Daniel. Estas chapas, al ser fijadas y no removibles, otorgan más seguridad al escalador para realizar movimientos de mayor dificultad y practicar sobre rocas de graduación más alta. La escalada tradicional utiliza también anclajes, llamados “friends” o empotradores, pero éstos se ubican en fisuras naturales de la superficie y son removibles. Las características de la seguridad cambian y los desafíos son distintos: el escalador tradicional debe tener “ojo” para ubicar los anclajes en rocas que soporten el peso y que no se muevan de manera que pongan en peligro a los deportistas.
La singular topografía de La Paz ofrece a los escaladores varios espacios naturales para la práctica de este deporte. El más rico en cuanto a vías y graduación de dificultad de escalada es el Valle de Aranjuez y la zona Amor de Dios, a 30 minutos del centro de la ciudad. “He escalado en otros países donde tienes que viajar mucho más para escalar. En cambio aquí en La Paz, el Valle de Aranjuez está a media hora del centro, y eso es un gran privilegio”, dice Daniel.
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“Creo que aquí tenemos la suerte de contar con la roca dentro de la ciudad lo cual es muy especial. Además, es una roca interesante porque el conglomerado tiene formas no tan comunes para escalar”, complementa Juan Gabriel. En este lugar se encuentran rutas de graduación de dificultad 8, una de las más altas según la escala francesa de medición. Ésta es una zona de escalada que cuenta con más de 130 vías, según cuenta Daniel. “Se practica escalada deportiva desde hace 30 años en este lugar. Fue una de las primeras zonas de Bolivia donde se hizo”. En la década de los 80, Toto Aramayo fue uno de los primeros escaladores deportivos en esta zona: el deporte se practicaba con equipo precario e improvisado. El blog de Juan Gabriel cuenta que en la década de los 90, la llegada del francés Bernard Francou posibilitó que se empezaran a equipar con chapas y spits las primeras vías. Esta tarea fue continuada por Daniel Aramayo, quien se encargó de equipar muchos nuevos sectores de la zona. La graduación de dificultad de las vías se basa en factores de técnica, peligro y exposición. En sus diferentes sectores, el Valle de Aranjuez tiene vías de graduación 4, adecuada para aprender y comenzar la práctica, comenta Juan Gabriel en su blog. Sin embargo, para Daniel lo más importante para iniciarse en este deporte es conocer la cadena de seguridad que implica. “Lo ideal es tomar un curso para conocer cómo funciona esta cadena y siempre usar equipos homologados de seguridad garanti-
CASCO
BOLSA DE MAGNESIO
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zada”. Aunque la adquisición de todo el equipo de escalada, que incluye desde arneses hasta zapatos especiales, puede representar una inversión alta, Daniel recomienda evitar el uso de equipo alquilado, ya que el escalador no puede tener certeza acerca del tratamiento que ha recibido cada elemento de ese equipo. En La Cueva, lugar de escalada en bloque en espacio cerrado que administra Daniel Aramayo, se encuentra un punto de venta autorizado de la marca Petzl, una de las mejores a nivel mundial. La Cueva se encuentra en la calle Vincenti #850, a pocas cuadras de la plaza España. Además del valle de Aranjuez, hay otros lugares dentro y fuera del municipio de La Paz donde se puede practicar escalada deportiva. Uno de los más fascinantes es, sin duda, el Huayna Potosí, nevado al que se accede desde el distrito rural de Zongo. En esta montaña existen 30 vías equipadas en roca: “allí se puede hacer escalada a 5000 msnm, lo que es muy exótico para la escalada a nivel mundial”, comenta Daniel. “Además, está la represa de Zongo, rodeada de roca granito, muy firme y buena para la escalada, con un potencial enorme de calidad mundial que puede ser desarrollado”, comenta Juan Gabriel. El caso de la Muela del Diablo es distinto: según Daniel, esta roca no es muy apta para la práctica de escalada y no es aconsejable que principiantes en este deporte realicen actividades en este lugar. En los Juegos Bolivarianos de 1995, realizados en las ciudades de Cochabamba y Santa Cruz, se conformó un equipo nacional de escalada deportiva. Bolivia obtuvo dos medallas: dorada para Silvia Montesinos y bronce para Daniel Aramayo. La APED trabaja para que en los Juegos Bolivarianos de 2017 se pueda impulsar nuevamente la participación de un equipo boliviano de escalada deportiva. Es innegable que este deporte vive un auge importante en nuestro medio y el mundo: aunque no ha podido ser reconocido como deporte olímpico para los próximos juegos, la federación mundial trabaja para que las gestiones no se queden bajo el tapete. Por nuestra parte, en casa, la situación puede ser cada vez más alentadora para este deporte. Sólo queda animarse, lanzar la cuerda y trepar.
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Lo pintó en cuatro días. A veces iba en
las mañanas, otras veces comenzaba a trabajar en la tarde. Llevó dos escaleras grandes que unió con alambres. El dibujo tenía cinco metros: un “tiro al sapo” que se plasmaba sobre los muros de contención de la avenida Roma no podía hacerse en pocas horas. Cada noche dejaba las escaleras en una empresa de limpieza que estaba en la misma avenida. “Me vieron pintar. Les gustaba”. Terminó el dibujo y se fue. “En ese lugar nadie me podía decir nada”. Y, evidentemente, aunque el dibujo duró poco, nadie le dijo nada. “He tenido
suerte, nunca me han agarrado”, dice Matarte. Para Das, que empezó hace tres años con la técnica del stencil y que ahora utiliza la técnica del poster pegado con engrudo, “lo peor que puedes hacer es correr. A veces he salido con gente y el instinto es correr o escaparse. Mejor es hablar con los policías. No estamos haciendo nada malo. Algunos policías me han dicho: te está quedando muy bueno, pero no puedes hacer esto”. Lo que sí pueden hacer otros, con menos suerte que Das o Matarte, es servir a las fuerzas del orden: “a unos amigos los
Artistas urbanos, graffiteros, amigos del stencil y de las calles de la ciudad, Das y Matarte se mueven en un ámbito donde la legalidad es cuestionada por la libertad de expresión.
éste es regulado por instituciones, es todo lo contrario a público”, opina Das. Un recorrido por casi cualquier calle del centro o los principales barrios de la ciudad le da la razón: publicidades de negocios y corporaciones, carteles y graffitis de propaganda política, gigantografías, pasacalles y señalizaciones llenan casi cada milímetro de muros, pilares y ventanas de todo tipo de construcciones.
Hoy, cuando la polución visual se ha hecho cotidiana, ambos artistas cuestionan el carácter del espacio público. “Personalmente, no creo que haya espacio público, porque
En la mayoría de los casos, el objeto de la imagen es uno solo: vender. “Ellos son los que deciden qué es lo que hay que ver, qué tiene que ver uno en la calle”, dice Das.
han agarrado y hasta los han obligado a pintar, en el mismo retén, el logo de la policía”, cuenta Matarte. Él pinta desde hace siete años: comenzó con el stencil pero ahora prefiere pintar a mano alzada.
En esta avalancha visual, el arte urbano aparece casi siempre como un contundente signo de interrogación. Lo hizo desde hace décadas: “Bleck le Rat, el padre del stencil moderno, llevó el arte pop a la calle. Intentó hacer en Paris lo que vio en los vagones de los metros de Nueva York, en los que se hacía mucho graffiti. Pero la arquitectura de Paris no combinaba con esta idea. Entonces empezó a usar el stencil y llenó de ratas los muros de las calles de Paris”, explica Das. La fama del trabajo de Bleck le Rat en las calles lo llevó a las galerías de arte: este paso puede ser leído como una transformación elitista de la cultura urbana o, cuando menos, la construcción de otro tipo de discurso que ya no es urbano. Pintar en la calle no es lo mismo que exponer un cuadro en una sala: como acto político, el arte urbano se alimenta de la cotidianeidad más cruda, la de las calles y de las personas que segundo a segundo las recorren, del ritmo de lo que ocurre en ellas. El arte urbano tiene algo que decir acerca del espacio en el que incide: pintar con aerosoles y stencil, pegar un poster con engrudo, hacer tags (firmas) o escribir frases son actos políticos si lo que buscan es afectar el espacio, las personas que lo habitan, la realidad que lo acoge e, incluso, lo regula y censura. En pleno siglo XXI, las maneras en las que las expresiones artísticas se generan se han multiplicado. El trabajo con las fuentes ahora es otro y los cruces entre arte, tecnología y cultura popular han hecho que las categorizaciones sean cada vez menos útiles. El caso del arte urbano es uno de los más interesantes y complejos: ¿qué define las expresiones que se albergarían bajo este techo?; ¿hasta dónde sirven los códigos del arte “tradicional” para abordar piezas que muchas veces son efímeras?; ¿qué factores son los que convierten un dibujo o un graffiti en arte?; ¿cuándo estas piezas no son arte?; ¿quién decide esto? A Matarte le vienen las ideas para pintar cuando camina por la calle, escucha o ve a la gente. Entonces, lo que pinta es un puente directo con las personas, un espejo de cómo somos y cómo nos vemos. “En el arte urbano, tu obra es libre. La gente es más libre para entender lo que le da la gana. Los artistas no nos quedamos al lado de la obra para poder explicarle a la gente lo que significa. Si le dibujan algo encima… le dibujarán nomás. La obra ya es de todos. Terminas de pintar, lo puedes firmar, pero te vas y adiós. No puedes defender tu obra”. Para Das, la manera en la que el arte urbano toma el espacio es contundente porque en el espacio público no hay cabida para la gente. “No es legal hacer lo que hacemos, lo hacemos sin permiso. Pero uno no tendría que pedir permiso para hablar. No tienes permiso para hablar visualmente, ese derecho lo tienes que comprar.
Los derechos a expresarse no deberían comprarse ni venderse. Y el espacio público es un lugar para producir, para consumir, vender”. Esta idea aparece en uno de los dibujos más conocidos de Das: un hombre sujetando con una correa a un perro “medio momia”, dibujo inspirado en el videojuego Silent Hill. El perro es extraño y parece furioso: “Todos pensaban que era una máscara de gas pero es su cabeza de verdad. Es como si fuera un oso hormiguero, por su hocico. Que no ve, que no escucha, sólo huele y busca la sangre en el videojuego. Me pareció una buena analogía con el capitalismo tan extremo. No les importa lo que pasa, lo que ven, ellos simplemente buscan dinero y dinero. Además, el perro como elemento para cuidarse: utilizar al otro para hacer cierto tipo de cosas”. Este dibujo ya no está más. Las piezas del arte urbano, al pertenecer a la calle, a la gente y sus ritmos, son efímeras. “La calle es así. Aunque dure unos días, la cuestión es que se vea. Nada es para siempre”, dice Das. Aunque no duró más que algunas semanas, muchos vieron uno de los últimos dibujos que Matarte hizo en el centro de La Paz, en febrero de este año: un ekeko sobre un muro de concreto en la avenida Bolívar. Como en gran parte de sus dibujos, la calavera era un elemento central, ya que era la figura cadavérica del ekeko, junto a una calaverita a la que daba de comer “algo así como un dulce”. La realización de esta pieza le tomó tres días: “no me molestaron y los guardias municipales que estaban cerca veían lo que hacía sin decirme que no podía hacer”. Terminó el trabajo, realizó algunos ajustes de color en la pared de fondo y se fue. Semanas más tarde partió a Buenos Aires para recoger sus cosas y despedirse de la ciudad donde había vivido por cinco años. “Cuando estaba allá me llamaron y me dijeron que habían borrado el dibujo. No estuvo ni un mes. Pintaron la pared de plomo nuevamente y vi que después le comenzaron a hacer tags (firmas)”. Si eres artista urbano, dice el Matarte, tienes que saber que tus obras tienen un tiempo de vida corto. Esto no significa que el trabajo que exigen las obras sea poco: en lo creativo, la calle es el factor de mayor exigencia, ya que la composición de las obras tiene que ver con los espacios donde se hacen, con su historia y sus características. Además, la realización de las piezas implica el transporte de materiales (latas de aerosol, stencil, escobas que sirven de brochas largas), aspecto que tampoco se resuelve muy fácilmente. Es más, muchas veces Das y Matarte han hecho sus obras con la ayuda de amigos. La obra, aunque sea individual, es también colectiva desde el momento en el que aparece en el muro de una calle. Ahí, cada pieza se abre como por primera vez a los ojos de todos los que pasan y que, sin darse cuenta, la hacen suya en cada nuevo recorrido.
Impulsado por descubrir el origen de las especies silvestres derivadas de la planta del ají, que había entablado una cierta rivalidad con la pimienta negra traída de las Indias Orientales, el investigador británico Hardy Eshbaugh llega a Bolivia, a principios de la década de los sesenta. Después de muchos años dedicados al estudio profundo de la especie, su hipótesis de trabajo fue finalmente validada: el ají viene de los valles meso-andinos de Cochabamba y Chuquisaca en Bolivia.
Cochabamba, Oruro y Sucre, Rita del Solar y Lupe Andrade escribieron el libro ¡Ají! el regalo de Bolivia al mundo.
Los ajíes amarillos brillantes, la gama fascinante de verdes, los rojos penetrantes, naranjas encendidos, púrpuras o violetas intensos, pareciera que surgieron de la tierra para tentar al paladar humano. Desde las diminutas ulupicas hasta los ajíes de casi 20 centímetros, pasando por las tradicionales kaspatas (ají coloEshcaugh, actualmente profesor emérito de la Uni- rado tostado), el mercado ofrece toda una gama de versidad de Miami, Estados Unidos, desde entonces colores y sabores infaltable en la mesa boliviana. se ha convertido en la voz autorizada para hablar de la historia científica, composición y fitogenética de De hecho –afirman las autoras– la gastronomía naciola especie picante, cuyo cultivo y consumo se había nal se apoya en el ají para que su amplia cocina se expandido por casi todas las regiones tropicales del haga irresistible, incluso, a los paladares más exigenmundo. tes. La mayoría de los platos tradicionales bolivianos llevan ají, no como condimento reemplazable o sustiSegún Eshcaugh, el ají se divide en tres ramas: tuible, sino como compañero infaltable de salsas que complementan los sabores de los Andes. Sin ají… se - Capsicumpubescens (locotos, rocotos y hace difícil pensar en comer. locotillos silvestres, que forman parte del linaje genético distintivo). Morfológicamen- Según Del Solar y Andrade, las picanterías más tradite no se parecen a ningún otro ají domes- cionales y populares impusieron el hábito de consuticado, pues crecen con flores púrpuras o mir ajíes. Estos espacios familiares ofrecían el Ají de blancas y frutos con semillas marrones y patas, Picante de lengua, Ají de conejo, Ají de bogas, negras. Genéticamente pertenecen a un Piante mixto, Fricasé, Fritanga, Ranga-ranga o el sencigrupo muy compacto de taxa silvestre. llo pero sabroso Ají de huevo. “En las picanterías, junto con los ajíes regados de cerveza o chuflay, se escu- Capsicumbaccatum. Se caracteriza por las chaban y bailaban cuecas y huayños, además de jugar flores de color crema con marcas en verde cacho o sapo”. oro. Se trata de una especie alargada y picante de sabores diferenciados debido a su El ají –sostienen– era tema de conversación en reunioamplia variedad. Sin embargo, es poco co- nes familiares. Los más osados saboreaban un plato nocida fuera de Sudamérica. picante al que agregaban ulupicas, con el propósito de proclamar su hombría. Otros pedían locotos rojos - Capsicumanuum. Rama que tiene como para añadir mayor vigor a las jallpawaikas o llajuas que principal ejemplo al pimentón. La más po- acompañaban los platos ya cargados de ají. Actualpular en todo el orbe que, por lo general, mente se consume ají sobre ají; locoto picado sobre se la utiliza en calidad de vegetal. salsas picantes ollajuas de ají verde sobre carnes sazonadas con ají molido. La combinación de texturas y La investigación de Eshcaugh y el grupo de espe- fragancias, del crocante ají fresco y tierno que va encicialistas que lo acompañó partió de la hipótesis que ma de la espesa salsa picante y humeante, convierte “Bolivia es el centro nuclear del gen capsicum, pese cualquier plato en un digno manjar. a que –probablemente– otras especies del ají fueron desarrolladas en otras partes de América. Todo fue Rita del Solar y Lupe Andrade son expertas culinarias. cuestión de germoplasma, laboratorio y ciencia pura”. Dicen haberse criado en medio de ajíes benditos, razón suficiente para que probaran nuevas recetas en Después de Eshcaugh, expertos como Joshua Tews- forma de salsas, aderezos, adobos o encurtidos. De bury de la Universidad de Washington, continuaron sus combinaciones surgieron la mermelada de locoinvestigando las variedades del capsicum silvestre, tos, los ajíes rellenos con quesos franceses, los maraunque con mayor hincapié en los ajíes sin picante, tinis con aceitunas y ulupica o el sushi con ají verde, pues deseaba encontrar aquello que en la naturaleza por citar algunos platillos. La idea, afirman, es que el hacía que el ají tenga fuerza y agresividad. comensal se enamore del aroma del ají, de sus caprichosas formas y su generosa capacidad de amoldarse a toda ocasión. El ají en la gastronomía boliviana Motivadas por la diversidad de aromas y colores de los El ají boliviano es demasiado bueno para no gozarlo. ajíes que amontonados en balayes de cuero o caña Al igual que las antiguas picanterías, deberíamos dismarcan la particularidad de los mercados de La Paz, frutarlos con buena música, juegos y amigos.
Ingredientes 8 a 12 nudos de cordero (espalda). 12 tazas de agua. ½ taza de aceite. 3 cebollas medianas picadas. 2 dientes de ajo picado. 1 nabo cortada en juliana. ½ taza de arroz. ½ taza de arvejas. 8 papas medianas. 3 cucharas de ají amarillo de Padilla molido. 1 ½ tazas de maní tostado y molido. 2 tazas de papas fritas cortadas al hilo. 1 cuchara de cilandro picado. Sal y pimienta a gusto.
Preparación Hacer un sofrito con las cebollas, ajo y ají. Poner a hervir en agua los nudos de cordero con el sofrito, el nabo y las arvejas, por 30 minutos. Cuando el cordero esté suave, agregar el arroz, las papas cortadas por la mitad y el maní. Dejar hervir en fuego mediano durante 20 minutos. Servir en chillani (plato rústico y hondo de arcilla), aderezado con el cilandro y papas al hilo fritas.
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Hacia fines del siglo XVII, la actual calle Indaburo recibía distintos nombres, que cambiaban de esquina a esquina a lo largo de sus siete cuadras: las dos primeras, situadas a partir de la actual calle Jaén, eran conocidas con el nombre de calle de la Cruz Verde, llamada así porque los vecinos colocaron cuatro cruces para librarse de las tentaciones del diablo que, se decía, era atraído por un mal clérigo que vivía con su barragana. Dichas cruces fueron suprimidas una a una, quedando únicamente la que existe hasta hoy en día. La tercera cuadra era conocida como la calle Landaveri, debido a que en esta vía residía José María de Landaveri y Villaverde, quien ofrecía cada año una fiesta a todos los pobres de la ciudad para conmemorar al “Señor de la Columna”. Las tres cuadras siguientes eran denominadas calle San Martín de los Baños, porque allí se situaban los primeros baños de la ciudad. Originariamente, se trataba de dos calles: la calle San Martín y la calle de los baños; al juntarse éstas surgió su nombre compuesto. Las dos últimas cuadras llevaban el nombre de calle Mejahuira o Meja – Jahuria (río turbio), nombre del riachuelo que pasaba por esta vía. Durante el cerco de 1781, en los alrededores de esta calle se construyó un fortín para resistir el temible asedio. Una bella tradición del cronista paceño Ismael Sotomayor y Mogrovejo nos cuenta que, por el año 1708, existió en la calle Indaburo un herrero llamado Diego Iquino, al que una noche visitó un caballero en mula, y le impuso acomodar los herrajes a la acémila. Iquino empezó a golpear los cascos de la bestia, cuando ésta se acercó a su oído, diciendo: “¡Compadre herrero, me está usted maltratando!”. Tras escuchar esto, el herrero acabó presurosamente sus servicios y, despavorido, abandonó la morada junto a su mujer. Al pasar por la casa de su comadre, ubicada entre las calles Pichincha e Indaburo, se enteró que ella había
fallecido instantes atrás y se decía que la desventurada había tenido relaciones amorosas con un cura. Entonces, Iquino comprendió que la mula habladora no era otra que el ánima endemoniada de su comadre, que en momentos de su agonía se había encaminado a su taller, acompañada del mismo diablo. En esta vía vivió el protomártir Juan Bautista Sagárnaga, en el domicilio de su hermano Miguel, donde se realizó la primera junta revolucionaria el 24 de junio de 1809, a la que asistieron varios conjurados. Sagárnaga nació en La Paz en 1766 y tuvo una sobresaliente actuación en la Revolución de Julio de 1809. Los patriotas revolucionarios le otorgaron el cargo de sargento mayor de ejército y posteriormente comandante de las fuerzas expedicionarias. En esta calle, en los inicios de la República, el 30 de julio de 1838, el mariscal Andrés de Santa Cruz fundó la Biblioteca Municipal, que más tarde llevó su nombre. Este repositorio fue establecido con la contribución de los vecinos, que aportaron 697 volúmenes y una suscripción de 116 pesos. En el mismo año, el número de libros llegó a 1.500 y en 1845 se contaba con 3.917, gracias a la partida que el presidente José Ballivián hizo llegar de Europa. Varios años después, en este inmueble se instaló el Ministerio de Educación, en cuya planta baja se encontraba la Biblioteca Pública Municipal “Andrés de Santa Cruz”, hasta hace unos cincuenta años. En esta vía también se encuentra el colegio Ayacucho, fundado por el mariscal Sucre en 1826. El local se apoya en los muros de la vieja iglesia de Santo Domingo. De este plantel, al igual que del San Calixto, han salido los primeros conductores de la República. En un compartimento del colegio Ayacucho funcionó el rectorado de la Universidad Mayor de San Andrés, hasta que fue construido su edificio en la avenida Villazón.
El 18 de noviembre de 1845, en oportunidad de celebrarse el cuarto aniversario de la batalla de Ingavi, fue inaugurado el Teatro Municipal, con la primera interpretación de la “Canción Patriótica”, compuesta por José Ignacio de Sanjinés y Leopoldo Benedetto Vincentti, que fue convertida en el Himno Nacional de Bolivia. El teatro fue construido bajo la dirección y los planos del arquitecto José Núñez del Prado. Demolido años después, sobre sus cimientos se levantó el actual, inaugurado en 1909, dentro del programa de festejos del Centenario de la Revolución del 16 de Julio de 1809. El llamativo plafón que actualmente contemplamos, admirando su composición y colores, fue pintado a comienzos del siglo XX, por el artista italiano de apellido Altísimo, que trabajó con sus pinceles echado de espaldas sobre una plataforma.
Contiguo al observatorio, se encuentra la sede de la benemérita institución “Los Amigos de la Ciudad”, fundada por Humberto Muñoz Cornejo el 16 de julio de 1916, con casi una centuria de existencia sin interrupción. Su ideario es servir a Bolivia en primer término, a la ciudad y al departamento, para defender sus justos intereses sin regionalismos.
Inicialmente, el espacio público que se encuentra frente al teatro recibió el nombre de plaza del Teatro, luego pasó a llamarse Daniel Núñez del Prado, en homenaje póstumo a uno de los primeros médicos bolivianos. Posteriormente, se la nominó como plaza Wenceslao Monroy, en conmemoración de un gran actor de teatro que dio prestigio al arte escénico. En este espacio se presentaban espectáculos circenses. Como anécdota, se cuenta que un jaguar enfrentó a un torito altiplánico y fue vencido por el cornúpeto en sangriento combate. Hazaña que constituyó el orgullo del pueblo paceño.
En 1877, toda la extensión de la vía pasó a denominarse calle “Indaburu”. Sin embargo, mediante Ordenanza Municipal de 7 de julio de 1950 fue cambiada a “Obispo Indaburo”, sufriendo una modificación errónea en la última letra. Se la nombró así para conmemorar a José Manuel Gregorio Indaburu, hijo de José Pedro Indaburu (personaje que traicionó la Revolución de julio). José Manuel nació en La Paz el 25 de diciembre de 1787. Realizó estudios en la Universidad de Córdova, donde optó el grado de doctor. De regreso al país, se consagró al sacerdocio y recibió el presbiterado en 1813. Por su competencia fue nombrado rector del colegio Seminario, que dirigió por largos años.
Sobre la calle Jenaro Sanjinés e Indaburo, se encuentra el colegio San Calixto de la Compañía de Jesús, fundado por el obispo Calixto Clavijo el 15 de julio de 1882. El inmueble fue la residencia palaciega del mariscal Andrés de Santa Cruz, cuyo comedor, en la actualidad Capilla Privada, luce un espléndido artesonado mudéjar, repujado en madera de caoba. Este recinto educativo cuenta con el Observatorio San Calixto (OSC), fundado por la Compañía de Jesús el 1 de mayo de 1913. Los jesuitas instalaron dispositivos sísmicos en la cripta de la iglesia del colegio. Posteriormente, todos los equipos del observatorio fueron trasladados a la casa de Clemencia Santa Cruz, bisnieta del mariscal de Zepita. Mediante el Decreto Supremo Nº 26731 de 2002, se designó al observatorio como operador y coordinador del Centro Nacional de Datos de Bolivia.
En esta calle también se encuentra la antigua casona donde se fundó la Residencia del Adulto Mayor “María Esther Quevedo”, que fue donada por la propietaria del mismo nombre a los adultos mayores en 1998. Según se cuenta, la señora Quevedo, al no tener herederos, optó por testar a favor de los ancianos, dejándoles en herencia su casona, que desde 1936 funcionaba como albergue de personas adultas en estado de abandono y orfandad.
En 1831 fue fundada la Universidad de San Andrés e Indaburu fue su primer cancelario. Más tarde, ocupó el cargo de gobernador de la Diócesis desde 1834. En 1843 fue electo obispo de la Diócesis de La Paz, consagrado en Sucre un año después. Mediante su influjo se fundó el museo público, al que obsequió una preciosa colección que reunió en varios años. Recibió del Senado la medalla “Protector de la Educación Pública”. Falleció el 16 de diciembre de 1844. La calle Indaburo es una de las más importantes arterias del centro histórico, llena de otrora residencias de personalidades paceñas. Aún mantiene el aspecto centenario, conservando las imágenes de nuestra ciudad y sus tradiciones.
En los asentamientos prehispánicos, o en la colonia -el “Barrio de Indios”, de trama irregular, y la “Ciudad Española”, sobre damero español- en los hitos arquitectónicos de referentes renacentistas, como la Iglesia de San Pedro; en la calle Jaén, como parte del denominado Barrio “Caja de Agua”; o en el recorrido hacia la Plaza Murillo o la Av. Montes, observamos construcciones neoclásicas, academicistas y eclécticas, producto de influencias francesa, árabe, bizantina y románica, y que dan un marco a lo que fuera la “Alameda”, hoy Paseo de El Prado. Los barrios de San Jorge y Sopocachi, que cobraron importancia con la implantación de arquitectura moderna como parte de una nueva mentalidad (posterior a la Guerra del Chaco), muestran –en lo que fueron residencias de la clase dominante de la época– estilos como el art deco, eclecticismo, bellas artes y art nouveau, en un claro testimonio del cambio de mentalidad que coincidió con la llegada de arquitectos bolivianos formados en Europa. La apertura de las avenidas Hernando Siles o Camacho trajeron significativos aportes urbanos. En ellas se asentaron muestras de una arquitectura moderna y relevante que dio paso a la apertura de otras vías, donde se consolidaron viviendas racionalistas y edificios de departamentos, como evidencia de la incursión de arquitectura internacional en la ciudad. Estos aspectos permiten testificar el proceso de renovación y crecimiento expansivo de La Paz, que constituyen hoy un patrimonio de extraordinaria calidad ambiental y plástica que da identidad a la ciudad. En ese sentido, el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz considera fundamental la preservación de la riqueza patrimonial de la urbe, en sano equilibrio con el crecimiento urbano. Por esta razón, la Dirección de Patrimonio Cultural y Natural trabaja en la identificación e inventariado del legado
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arquitectónico no sólo colonial y republicano, sino moderno y contemporáneo, que se emplaza dentro de los límites del centro histórico y los barrios de Sopocachi, San Jorge, San Sebastián, Miraflores, Obrajes, así como en las laderas este y oeste. La evaluación de este patrimonio permitirá sentar las bases de una planificación urbana que posibilite llevar adelante, entre el gobierno local, propietarios y financiadores, proyectos de rehabilitación integral, entendida ésta no sólo como una intervención en el tejido edificado, sino también en el tejido social. Medidas de preservación La degradación y destrucción de conjuntos e inmuebles históricos, en pos de una mal entendida modernidad, generó la pérdida irreparable de este patrimonio, situación que dio lugar a la formulación e implementación de medidas tendientes a incentivar la preservación patrimonial y sancionar el daño ocasionado. La Ordenanza Municipal 150/2008 aprueba el reglamento de disminución impositiva a la salvaguardia del patrimonio arquitectónico y urbanístico, que consiste en el descuento de un 50 a 80% a los propietarios que tomen medidas de conservación, rehabilitación o restauración de su bien patrimonial, con una vigencia de este beneficio durante tres años. En el caso de efectuarse daños al patrimonio arquitectónico urbanístico, la misma disposición prevé sanciones económicas según la magnitud del deterioro.
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Cabe indicar que la Dirección de Patrimonio Cultural y Natural, dependiente de la Oficialía Mayor de Culturas, brinda la orientación técnica pertinente a propietarios de inmuebles patrimoniales en correspondencia específica a inspecciones y evaluaciones técnicas; proporcionando a su vez cartillas de información sobre medidas preventivas para contrarrestar deterioros en los diferentes componentes de dichos inmuebles.
Inmueble de categoría A: valor monumental
Se refiere a un edificio de cualquier corriente estilística que tiene importancia testimonial, histórico-artística, socio-cultural y simbólica para la identidad del Municipio de La Paz. Es poseedor de valor de integridad, valor arquitectónico y tipológico. Los edificios de esta categoría deben ser conservados íntegramente, debido a su carácter singular y Por otro lado, trabaja en la formulación, esmonumental, y se deben preservar todas sus tablecimiento y consolidación de un marco legal que permita –a corto, mediano y largo características arquitectónicas. plazo– la administración urbana, compleInmueble de categoría B: valor mentada con incentivos técnico – econópatrimonial micos en pos de un proceso paulatino de recuperación de las áreas patrimoniales. Dicha situación demandará la participación En este caso se asigna la valoración a un comprometida del Estado en sus diferentes edificio de cualquier corriente estilística instancias, así como de la empresa privada que, por sus valores artístico, arquitectónico, tecnológico, urbano y de calidad formal, y equipos profesionales multidisciplinarios. contribuye a la conformación de la imagen Finalmente, la Dirección de Patrimonio Cul- urbana. Estos edificios no son necesariamentural y Natural impulsa la educación y sensi- te poseedores de integridad formal y/o tipobilización de la población, como medio para lógica, por lo que les corresponde un nivel cambiar la actitud indiferente de la pobla- de protección parcial que admite intervención en conciencia de sus valores. ciones físicas dirigidas al mejor aprovechamiento del área patrimonial a ser preservada. El éxito de los proyectos de rehabilitación urbana reside en que los habitantes de áreas Inmueble de Categoría C: valor patrimoniales y del municipio en su conjunde integración patrimonial to “conozcan” y “reconozcan”, “habiten” y “vivan” su patrimonio, tomándolo como suyo Esta categoría corresponde a los edificios y como recurso para la mejora de la calidad de vida, asumiendo que las características de que mantienen las características propias un tiempo dado deben ser parte de nuestra del entorno patrimonial y ofrecen el marco contemporaneidad, a fin de garantizar la de acompañamiento (altura, volumen, línea permanencia y la trascendencia de este le- de fachada y forma de ocupación espacial) a los edificios de valor A y B. Dentro de esta gado. categoría se incluyen los edificios que aporPara la evaluación, clasificación y categoriza- tan a la preservación del patrimonio por su ción técnica de los inmuebles se consideran valor arquitectónico, su pertenencia a una criterios históricos, culturales, tipológicos, tipología protegible, su articulación en la tecnológicos, de integridad, urbanos, artísti- trama y su contribución como elementos constructivos del tejido y configuración del cos y simbólicos. paisaje urbano. Las acciones, fundamentalLos inmuebles patrimoniales se categorizan mente sobre fachadas y/o tipología, deben ser controladas. de la siguiente manera:
Carla Casanovas (Dibujo a tinta en sepia)
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Daniel Zegada Zegadex (Dibujo a tinta en sepia)
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Juan Pereira (Dibujo a tinta en sepia)
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Eduardo Jara (Dibujo a tinta en sepia)
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David Aspi (Dibujo a tinta en sepia)
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Yayo Morales (Dibujo a tinta en sepia)
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Diego Ball贸n (Dibujo a tinta en sepia)
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Dibujante y artista plástico, nacido en Catavi, Potosí. Realizó estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Andrés. Participó en dos versiones del Festijazz, con dos muestras de dibujos y muchas de sus obras forman parte de colecciones privadas de músicos. También participó en exposiciones en la Casa de la Cultura, Goethe-Institut y la Facultad de Medicina. Elaboró ilustraciones para libros de texto oficiales de esta facultad.
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Los misioneros franciscanos fueron los primeros en llegar al territorio de Charcas, en compañía de la expedición del conquistador español Diego de Almagro. Asimismo, tres franciscanos anduvieron por el territorio de Charcas, antes de la victoria de Pedro de La Gasca sobre Gonzalo Pizarro. Entre 1548 y 1549, los frailes Francisco Morales y Francisco de Alcocer fundaron el convento de San Francisco, el segundo de la ciudad de La Paz, en dos manzanas de terreno cedidas a los franciscanos. El padre Diego de Mendoza indica que en sus inicios fue llamada Convento de Nuestra Señora de los Ángeles, pero fue más conocida como la iglesia de San Francisco.
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La construcción de este santuario fue sencilla ya que no presentaba arte en su estructura. Alrededor de 12 a 15 sacerdotes se encontraban dentro de ese convento. Cuando la iglesia se encontraba a la ribera del río Choqueyapu, en 1556, el Cabildo ordenó la construcción de un puente por la necesidad de entablar comunicación con el otro extremo de la ciudad; sin embargo, por motivos económicos, los franciscanos y el pueblo fueron quienes terminaron de construir el puente con piedra y cal. Esta iglesia se desplomó debido a una fuerte nevada, acaecida entre 1608 y 1612. De esta manera, los franciscanos realizaron una campaña de recaudación para iniciar la reconstrucción del templo. El maestre de campo y minero acaudalado, Diego Baena y Antipara, fue quien donó impresionantes sumas de su fortuna para impulsar la edificación. A su muerte, los franciscanos trasladaron sus restos mortales de Oruro a La Paz, para sepultarlos al pie del altar de la Pretina del reedificado templo de San Francisco, cuya obra comenzó en 1743 con un número impresionante de mano de obra indígena. La cúpula sobre el crucero fue cerrada en 1753 y las bóvedas de las naves en 1772. En 1784, bajo la actividad del obispo Gregorio Campos, el frontón de la portada de la iglesia fue consagrado con los emblemas del cardenal y el escudo de la Orden de San Francisco. El templo fue construido a base de piedras transportadas desde la localidad de Viacha. Entre algunos elementos importantes, sobresale la conformación de tres naves con cúpula de media naranja en el crucero. La portada presenta tres cuerpos y tres calles, con tallados decorativos en bisel. Flanquean la puerta dos hornacinas y cuatro columnas salomónicas que descansan sobre unas bases decoradas por figuras antropomorfas. En el retablo mayor de la nave central y en los laterales fueron talladas columnas salomónicas, que llevan adornos de espejos, flores y querubines. El púlpito, tallado en madera de cedro, está considerado como una de las plataformas más importantes de las iglesias del siglo XVIII. En la portada se esculpieron los siguientes elementos: escudo franciscano, símbolos evangelistas, vegetación profusa, grutescos ornamentales (generalmente rostros).
El Claustro Antiguo fue construido entre 1765 y 1769: quedó conformado por un patio cuadrangular rodeado por cuatro galerías de arquería de piedra tallada, integrada por 13 arcos grandes en planta baja y 26 arcos pequeños en planta alta. En la noche del 18 agosto de 1825, en este claustro se albergaron las tropas del Libertador Simón Bolívar. En su interior, en las columnas macizas de piedra, se apiñaron los caballos del ejército colombiano. Un año después, el Mariscal Antonio José de Sucre confiscó el Claustro Antiguo, para establecimiento público. En 1853, mediante trabajos de adaptación, fue convertido en Escuela de Artes y Oficios. En 1860, mediante refacciones, en especial en la crujía frontal del atrio, se instalaron las oficinas de la Aduana Nacional. En 1890 fue destinado al Liceo de Señoritas de La Paz y en 1920 a la Escuela de Niñas Vicenta Juaristi Eguino. El Claustro Mayor fue edificado entre 1894 y 1897. Presenta un patio de forma trapezoidal, rodeado por arquerías de ladrillo en planta baja y alta. Está compuesto por arcos de medio punto en planta baja, y arcos carpaneles y especies de óculos en los intercolumnios en planta alta, llevando una cornisa muy sencilla como única decoración. Los pilares actuales, que conforman las arquerías del Claustro Mayor, fueron construidos con los ladrillos circulares de las columnas del primer convento. En 1948, con motivo de las celebraciones del IV Centenario de la fundación de la ciudad de La Paz, se demolieron tres cuartas partes del Claustro Antiguo para favorecer la apertura de la avenida Mariscal Santa Cruz. Entre 1965 y 2005, se realizaron diferentes restauraciones en el convento para el establecimiento del Centro Cultural Museo de San Francisco, en el que se encuentran salas museográficas destinadas a preservar y conservar reliquias y objetos relacionados a hechos y momentos históricos de la ciudad. Sobre la Basílica se accede a los techos, a la torre y al campanario, donde se encuentra la histórica “campana rajada” que anunció el triunfo de la Revolución del 16 de Julio de 1809 y la llegada del Libertador Bolívar a la ciudad del Illimani. La Basílica Menor de San Francisco fue declarada monumento religioso mediante
Ordenanza Municipal Nº 076/99 HAM – HCM 074/99. Un espacio, recientemente habilitado como parte del recorrido del museo, se encuentra debajo del presbiterio y se denomina la Cripta de los Héroes. Reúne los venerables restos de prominentes figuras de nuestra historia paceña y boliviana: Pedro Domingo Murillo, Juan Bautista Sagárnaga, Apolinar Jaén, Buenaventura Bueno, de los hermanos García Lanza, Gregorio y Manuel Victorio (también las urnas sin restos que evocan a Basilio Catacora, Melchor Jiménez, Mariano Graneros y Juan A. Figueroa), protomártires todos ellos de la independencia americana. Asimismo, alberga los restos de José Ballivián y Segurola, noveno Presidente de la República y Mariscal de la Batalla de Ingavi; Anselmo Murillo, héroe de la batalla de Ayacucho y Otto Felipe Braun, Mariscal de Montenegro; y, finalmente, los de don Eduardo Avaroa Hidalgo, máxima figura de la guerra del Pacífico. La tumba del impulsor de la reconstrucción de la Basílica, el minero Diego Baena y Antipara, también ha sido ubicada en esta cripta. En la época colonial, en la plaza San Francisco se estableció el primer mercado de frutas, que subsistió hasta la primera mitad del siglo XX. En este lugar también se efectuó por primera vez la tradicional feria de Alasitas, que persistió por muchos años. Sucedió lo mismo con la jura de adhesión al monarca español Fernando VII en 1803, con la concurrencia de corporaciones oficiales y del pueblo adicto a ese soberano. Durante la República, a esta plaza llegaban los circos, carruseles y otras diversiones populares, que atrajeron gran concurrencia. En la mañana
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del 2 de febrero de 1869, se produjo un hecho trágico en este lugar. Cuando se dirigía el dictador Mariano Melgarejo a oír misa a San Francisco, un ciudadano llamado Cecilio Olidén le lanzó una piedra al grito de “Viva Dios y viva yo”, por lo que el tirano lo hizo fusilar en el acto. El 23 de diciembre de 1874, en esta plaza se reunieron los famosos “Verdes” o Batallón 2º (por el color de la chaqueta), soldados partidarios del Gral. Quevedo (antiguos adeptos de Melgarejo), enemigos del presidente Tomas Frías. Los Verdes se sublevaron y cometieron toda clase de tropelías contra la moral y la propiedad durante dos días, hasta ser apaciguados con los buenos oficios de Monseñor Juan de Dios Bosque. En 1948 los residentes británicos de La Paz, hicieron erigir frente a la plaza la Torre del Reloj o Big Ben, como obsequio a la ciudad que celebraba su IV Centenario de Fundación. Estuvo emplazado hasta 1956, año en que la Alcaldía decidió su reubicación en la plaza Uyuni, como parte del programa de ejecución de obras de remodelación y restauración del patrimonio colonial de la plaza. Además, se tenía por antecedente que el Big Ben entorpecía el tráfico vehicular, causando varios choques en su estructura. En julio de 2011, el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz anexó las plazas de San Francisco y De Los Héroes, y constituyó el espacio público más amplio del centro histórico, conocido como la Plaza Mayor, que acoge a 100.000 personas y que cuenta con un amplio punto de parada para el transporte público.
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Para Zenón y Delina: su vida juntos, es mi propia vida
Tranquilo, Negrito, ya todo se termina… Ahora no tiene importancia echarnos la culpa el uno al otro, de todas formas tú y yo sabíamos que tarde o temprano acabaríamos así, juntos. Pero mira que empute saber que caímos como changos, ¡carajo!, como dos giles que no saben nada y vos sabes que no es así, Negrito, que los dos somos los mejores que había y míranos ahora aquí: juntos en lo último que nos toca ver de este mundo. Pero no te aflijas, Negro, y más bien trata de descansar un poco, total el dolor que uno siente es pasajero y la muerte es eterna. Pero que da gusto recordar, da gusto hermano, si de todas formas nadie nos quita lo bailado, yo me quedo tranquilo sabiendo que ya varias veces nos burlamos del destino y por poco, ¡carajo! Si era bien lindo cuando nos encontrábamos en los calditos de la Villarroel, tú siempre llegabas tarde y el frío… ¡mierda que hacía frío a esa hora, Negrito!, pero
qué rico le metíamos el caldito con cerveza negra, ¿no?, vos dale que dale a la marraqueta, si la señora se enojaba porque siempre le pedías más pancito diciendo… ¿Y te acuerdas de la Carmencita? Eras tan cobarde que ni de su kiosco querías comprarle, pero bien que la veías todo el tiempo, ¿no?, y mírate ahora, ¿acaso no era mejor que le hubieras hablado siquiera? Pero ya de qué nos sirve lamentarnos, Negro, ya no importa nada. Sólo quisiera poder dormir un poco, pero este frío no me deja y para lo peor el dolor de mi rodilla es bien fuerte, me punza como si una aguja quisiera salir desde adentro rompiéndome la piel y el hueso no la dejara. No me importa el dolor ni que hoy me vaya pal otro lado, la que me da pena es mi viejita, cómo va a sufrir ella cuando se entere… pobre viejita, carajo. Cómo no hubiera querido darle todo lo que ella quería, pero como ves, Negro, ya no se puede hacer nada; y qué te digo de lo mal que la va a pasar cuando ya no me encuentre, si no es poca desgracia ya que me encuentre aquí contigo. En mi viejita nomás pienso ahora y, ¿sabes?, desde siempre ella sabía que yo no era firme. ¿Acaso crees que no se preguntaba de dónde nomás tenía plata? Si no me conocía ningún trabajo, nunca me vio salir con horario de la casa, más bien muchas veces ella me curaba mis heridas y golpes y solo me decía: “Tienes que cuidarte hijo, no andes así, mira a ver cómo te han dejado…” y yo la miraba nomás en silencio. Las primeras veces que llegaba mal a la casa le decía que había tenido problemas con un cojudo al que le debía plata o que en la cancha me había peleado con cuanto gil me jodía; luego ya ella no me preguntaba y yo tampoco le contaba ninguna mentira, estaba por demás sabido, no era necesario contarnos mentiras; creo que ella me lo aceptaba porque si no era yo, ¿quién más podría traer dinero a la casa? ¿Te acuerdas de la vez que llegamos a las cinco de la mañana los dos a la casa y ella se despertó para hacernos un arrocito con asado?, ese día éramos los reyes del mundo, Negrito. ¡Qué golpe, carajo! ¡Qué golpe!, doce mil dólares y otro tanto en joyas, y nada de susto ni peligro, ¿te acuerdas, Negro? Claro que te acuerdas. Tú te metiste primero y me diste la señal para que yo saltara: adentro no había nadie, era como si tú supieras desde antes donde estaba la plata,
fuiste directo a ese cuarto y no tardaste nada; yo te miraba la espalda y no vi que dudaras o buscaras nada, luego me miraste y me dijiste: “Ya está, vámonos rápido, apúrate que estos vuelven cualquier rato y no quiero joda”. Cuando salimos yo te preguntaba cuánto había y tú no me decías nada, no querías hablar, Negro; si hasta ya me estaba emputando, creía que querías hacerte al gil y hacerme la maldad, pensé que querías enguillartela la plata y darme poco o nada. Pero cuando subimos al auto sacaste la cajita de tu chamarra y me dijiste que la contara: ¡si era para no creer, Negro!, hasta ese día nunca nos había tocado tanto. Si hasta yo pensaba ya en qué hacer con mi parte, quería que amaneciera rápido para ir a la Eloy Salmón y comprárselo para mi vieja un mini componente de los últimos, si alcanzaba para eso y mucho más. Nos fuimos donde las negras y pedíamos por tapados, uno tras otro, y el trago parecía agua de lo rápido que se terminaba, todas querían estar con los dos, Negrito, y tú te dabas los lujos, carajo, los lujos. Si alguien nos miraba raro tú le tapabas la boca poniéndole una botella de tapado en su mesa y no cualquier tapado, puro fino, puro trago fino, Negrito. Cuando ya te ponías alegre, te daba por cantar gritando, Negro, y yo era tan feliz esa noche, si para que decirte, no había persona más contenta que yo; pensaba que esa plata duraría para siempre, Negro, pero como ya sabes eso no dura mucho, al final es como si quisiéramos que se termine lo más rápido posible. Uno de los changos me dijo que esa era plata mala y que te quema las manos y que por ese fuego uno la quiere hacer arder rápido: ni mierda Negro, tú y yo sabemos que la plata se gasta porque quieres gastarla. Qué plata mala ni qué diablos, lo que pasa es que sabíamos que como ésa lograríamos ganar mucho más y no nos preocupaba guardarla. O quizá también sabíamos desde entonces que un día la plata no se terminaría pero nosotros sí y ya luego de esto, Negro, ni tiempo para gastar plata ni tiempo para vivir. Luego me acuerdo de la fiesta en Pucarani… cuando era fiesta era lindo, Negro, si se comía y bebía a gusto, y de la costilla; los giles no faltan y ganarles sus cosas es bien fácil, pero claro, uno que otro susto había, Negrito. En esa fiesta por tu borrachera casi nos pillan y salimos rajando como padre y señor
mío de ese local. Al final fue susto nomás. Vos sí que eras una mierda de borracho, Negro, pero, como dije, no sirve de nada echarnos la culpa entre nosotros ahora. No trates de sentarte, Negro, allí echado nomás quédate, ya no hay nada que hacer, más bien escúchame y trata de recordar conmigo. En otro pueblo era…, no me acuerdo como se llamaba, pero lo que me acuerdo bien era esa cholita que te levantaste, Negro, carajo que toman hasta las patas en esas fiestas y luego no saben cómo carajo les quitaron todo. Quisiera acordarme de todo, Negrito, pero la memoria me falla, quizá por tanto golpe que hemos recibido, Negro. ¿Te acuerdas la primera vez que caímos en cana?, antes nos habían sacado la mierda bien sacada y por poquito nos salvamos, Negro, yo estaba hecho bolsa y ya no quería saber de nada. Recuerdo cuando los tombos nos bajaron de la patrulla en la Pando y antes de entrar a la celda recibí un toletazo en la nuca que casi me desmaya; al entrar vi cómo te lanzaban al piso y caíste a mi lado, Negrito, si tu nariz parecía pila, tu ojo era una bola verde, Negro, me daba pena verte y no pensaba que yo estaba igual o quizá peor que tú. Pero lo que no me olvido, Negrito, es que cuando me miraste no estabas mal, me sonreíste, Negro, te reíste y no me quito esa imagen, Negro: tus dientes casi ni se notaban de tanta sangre, yo estaba adormecido de los golpes y tú sólo me sonreías. Negro ¡carajo!, esa vez nos salvamos por poco, al final igual nomás salimos y más bien ya teníamos contacto adentro. Salimos como graduados. Alguna vez nos tenía que pasar, me dijiste. Luego nos cuidamos por un tiempo. Fue cuando me dijiste de irnos a Cocha hasta que se olvide lo del caso; en Cocha fue otra cosa, Negro, allí sí que era otra cosa; lo único que me daba pena a cachos era mi viejita. Yo la llamaba cada noche y tú me puteabas porque no querías que la llame tanto, al final era nomás tu envidia, Negro, porque tú no llamabas a nadie, porque siempre que te quería pasar el teléfono para que la saludes a la viejita, siempre me hacías señales de fuera de la cabina para que me apure y al final nunca la saludabas. Ella siempre me preguntaba por vos, ella decía que tú eras bueno, sólo que un poco renegón nomás: Negrito carajo, tú te hacías querer bien rápido... En Cocha duramos poco nomás; luego que en Sacaba decidiste unirte con otros mu-
chachos de la Coronilla y meterte a lo de la gasolinera de la Blanco Galindo. Yo no quería saber nada de eso, hasta te había dicho que quería volver nomás a La Paz y tú me obligaste y me dijiste: “Ésta más y volvemos, maricón, tenemos que volver con plata, sino ¿qué vamos a hacer?”. Tenías razón en eso, pero yo desde el principio sabía que eso era para mal. Cuando llegamos y salimos del auto yo vi como el paco nos había chapado desde antes de bajar y ya corría a su caseta; los dos cochalos eran bien entradores y me acuerdo que uno le apuntó directamente al policía y el otro se acercó, le dio un golpe con la culata y le abrió la frente, lo dejó en el piso y le quitó su fierro. El otro y tú ya habían reducido a los dos que atendían, la oficina estaba cerrada y gritaste que vaya con uno de los cochalos a ver la caja que seguro estaba en la oficina: ése fue el error, Negro, si nos conformábamos con lo de las tres bombas ya había buena plata. Pero cuando menos pensaba ya estaba adentro abriendo la puerta con la pata de cabra; allí perdimos varios minutos, Negro, el tiempo que necesitaron los otros tres pacos en llegar; ya teníamos la maletita del dinero y rajamos las escaleras de la oficina. Ustedes aún estaban apuntando al paco del piso y a los dos empleados, ni bien entramos al auto los otros tombos que llegaron nos dispararon y rajamos de una por no sé qué calle hacia la Víctor Ustariz, porque por allí podíamos escapar a otro lugar. Al final el problema no fue escapar de los tombos, al día siguiente cuando quedamos para dividirnos la plata fue el problema; los cochalos se avivaron y no querían darnos nuestra parte completa, nos hicieron pagar derecho de piso. Allí fue que te rayaste, Negrito, y quién como vos para pelearte por plata. Por mí ya estaba conforme, al final era nomás buena platita para volver, Negro, pero tú no peleaste por el dinero, sino porque simplemente no te gusta que te mamen un mango. Allí fue que te dejaron ese premio en tu cara, esa tu medalla que hasta ahora la veo y me acuerdo de Cocha, Negrito. De nada sirvió que te dejaras la barba, igual nomás se te notaba, Negrito. Pero ni modo, Negro, para heridas la mía, Negrito, me dejaron tullido buen tiempo cuando me puntearon en el muslo… Pero ésa es otra mierda, por ir a ese local del carajo, cuando hay copas las puntas se afilan, Negrito, y en una de esas peleas me tocó nomás recibir mi premio: por esa
herida no trabajamos como dos meses, Negro. Mi viejita todas las noches me curaba con Mentisan y luego para la cicatriz me ponía la tela del huevo… ¡ay, mi viejita!... si yo siempre fui necio para ir a la posta o al hospital, me daba miedo. Incluso allí ella no quiso preguntar cómo me habían herido, sólo me miraba y no me decía nada más que: “Tienes que cuidarte, hijo, mira lo que te haces hacer”. Al poco tiempo se curó nomás la pierna y volvimos a lo nuestro. Cuántas lágrimas en nuestro haber ¿no, Negrito?, cuánta gileada nos hemos dormido. Luego la conociste a tu tormento, te enamoraste, Negrito, y yo estaba contento por ti, quería que estés feliz, pero como siempre la terminaste fregando, Negro; no te duraba nada, otra vez volvías al mal humor y renegabas, y dale que dale al trago, como si no te subiera secabas el vaso de un solo golpe. Luego volvimos a lo nuestro, otra vez en los calditos de la Villarroel, quién diría que para el último viaje juntos, Negro. Ahora echate nomás, Negrito,
echate y descansa, estás hecho bolsa, Negro, casi ni te reconozco la cara; tú te llevaste la peor parte, Negrito, pero no te preocupes hermano, el dolor es pasajero, ya casi todo termina, Negrito. Echate nomás, hermano, y quédate tranquilo que no voy a dejar que te agarren de nuevo: ya has sufrido lo que te tocaba, Negro. Yo te alcanzo después. Ahora echate y no me mires, es lo único que te pido, no me mires, porque sé que tú harías lo mismo. No me mires, Negrito. Es mejor que te vayas ahora antes que vuelvan y abran el candado, dicen que estos carajos aquí te queman vivo; de mí no me importa si es el final que me merezco, pero tú, Negrito, no vas a sufrir eso. Echate que yo te alivio, ¿escuchas que ya vienen y están más borrachos?, ¿escuchas los gritos, Negro?, ¿ya ves? Yo te alcanzo ahorita, Negrito, a mí que me maten como quieran, pero tú ya no vas a sufrir más, Negro. Es mejor que te duermas antes que vuelvan. Ahora sólo te pido… no me mires, Negrito…
a
ntes de que
vuelvan Yuri Callisaya Miranda
CASA
IBÁÑEZ
Valoración:
“A” VALOR MONUMENTAL
época
REPÚBLICANA
DIRECCIÓN DE PATRIMONIO CULTURAL Y NATURAL UNIDAD DE PATRIMONIO MATERIAL Y NATURAL
VALORHISTÓRICO
Según crónicas y otros documentos escritos, la zona de Obrajes fue ocupada por textileras pocos años después de la Fundación de la ciudad de La Paz. La trama urbana comenzó a consolidarse a partir del siglo XX sobre la base de extensas propiedades y la lógica de trazo heredado de la colonia española, aunque en forma alargada siguiendo el curso del río Choqueyapu. A principios de 1900, a la altura la actual avenida Hernando Siles, esquina calle 6, la familia Ibáñez decidió construir su vivienda particular que, hasta la fecha, va pasando de generación en generación. Aunque la zona está caracterizada por poseer inmuebles de estilos y tendencias arquitectónicas que recreaban las formas de vida de Estados Unidos, los Ibáñez sucumbieron a una fuerte inspiración europea de matices neoclásicos y neorrománticos.
VALORARQUITECTÓNICO Se trata de una vivienda de dos plantas con retiros en los cuatro frentes del lote. Posee cuerpos delanteros con balcones de madera (uno de ellos abierto), un atrio de ingreso con escalinata y amplio jardín anterior. La cubierta es de calamina de varios faldones con pináculo en la parte central. Los vanos son rectos, excepto el central, que tiene un arco de medio punto con fajones simples. El diseño incluye ménsulas y cornisas molduradas, balcones abiertos y balconcillos ornamentados con balaustres. Un friso con cornisamento compuesto por motivos vegetales, cartelas ornamentales, dentículos y molduras, diferencia la fachada de construcciones cercanas.
VALORARTÍSTICO La amplia casona presenta rasgos de estilo ecléctico con algunos componentes academicistas y elementos compositivos en su fachada. Los muros portantes son de adobe y tabiquería de ladrillo gambote, de acuerdo a la tecnología de la época. La estructura presenta aberturas y vacíos, que permiten recrear la vista con el paisaje natural que la circunda. La carpintería de puertas, ventanas, barandas y pisos de algunos sectores son originales, lo propio en materia de revestimientos y revoques.
CASA
Obrajes
IBAÑEZ
Av. Hernando Siles calle 6
Fotografía y diseño: Arq. Ysrael Mendoza
EDIFICIO
CAMEX
Valoración:
“A” VALOR MONUMENTAL
VALORHISTÓRICO
época
87
REPÚBLICANA
DIRECCIÓN DE PATRIMONIO CULTURAL Y NATURAL UNIDAD DE PATRIMONIO MATERIAL Y NATURAL
Entre 1890 y 1930, la ciudad se fue expandiendo hacia la zona sur, hecho que obligó a la apertura de las avenidas 6 de Agosto y Arce, en cuyas parcelas se construyeron residencias para las familias de la oligarquía paceña, casonas que hoy forman parte de uno de los conjuntos patrimoniales más importantes de la ciudad. En ese contexto se encuentra el inmueble ubicado en la esquina de la avenida Montes y la calle Goitia, propiedad de la Cámara de Exportadores de Bolivia. Fue construido entre 1900 y 1930, periodo del liberalismo en el que la tendencia del beaucarts fue dominante; otras como la arquitectura ecléctica, los estilos árabe, bizantino y romántico, coexistieron como un remanente de la pasada centuria.
VALORARQUITECTÓNICO El inmueble fue edificado con un retiro frontal. Posee tres ingresos que conducen a áreas independientes: el primero conecta al piso inmediato, el siguiente –ubicado en la parte frontal– está jerarquizado por un pórtico que conecta al hall de la casona y al fondo se halla la grada en forma de caracol trabajada en metal que enlaza al sótano. La última entrada se encuentra sobre la calle Goitia. Un hermoso ejemplo de la arquitectura del siglo XX, declarado patrimonio urbano de La Paz.
VALORARTÍSTICO La edificación ecléctica del edificio Camex posee dos niveles. La fachada sobre la avenida Arce presenta un cuerpo central de base trapezoidal sobresalida. La planta baja expone puertas y ventanas trabajadas en madera y un pórtico con columnas esquineras, además de vanos rectos con carpintería de madera. La parte central muestra un balcón cerrado sobre una repisa que continúa hasta el piso inmediato. En el piso superior se advierte un pórtico con balconcillo de baranda balaustrada y puerta cristalera con arco de medio punto. El cuerpo lateral de la izquierda se encuentra remetido y está jerarquizado por una marquesina trabajada en metal y vidrio. Sobresalen, en este nivel, la cornisa detallada con ménsulas que separa los dos niveles de la mansarda, un arco de medio punto y un óculo en el extremo opuesto.
Zona Norte
EDIFICIO
CAMEX
Goitia
Villazón
Av. Arce
Fotografía y diseño: Arq. Ysrael Mendoza
/
/ www.lapaz.bo/culturas
CASA
MACHICADO
Valoración:
“A” VALOR MONUMENTAL
época
REPÚBLICANA
DIRECCIÓN DE PATRIMONIO CULTURAL Y NATURAL UNIDAD DE PATRIMONIO MATERIAL Y NATURAL
VALORHISTÓRICO
Desde su apertura, en 1817, la antigua Alameda –actualmente avenida 16 de Julio o El Prado– fue uno de los sectores urbanos más cotizados para la construcción de residencias de notable influencia europea. Durante el siglo XIX se lo conocía como el exclusivo barrio paceño de elegantes residencias y señoriales palacetes. Durante el periodo del liberalismo y cuando las tendencias de la arquitectura ecléctica y academicista dominaban las construcciones de entonces, Hernando Flores Espinoza decidió edificar su vivienda a principios de 1900 en pleno centro paceño. La línea elegida fue el eclecticismo, con abundante diseño en hierro forjado encargado al experto Andrés Carbonell, un catalán que llegó a Bolivia para difundir el arte noveau, especialmente en trabajos de herrería.
VALORARQUITECTÓNICO La Casa Machicado consta de tres plantas. Tiene una composición simétrica con cuatro accesos. Producto de intervenciones posteriores a su construcción, se modificaron algunos ambientes como el adicionamiento de una losa alivianada a media altura que da paso a un mezzanine y espacios de plantas libres. Una escalera exterior de dos tramos conduce al piso inmediato. El tercer nivel posee luz cenital a través de una cubierta traslúcida. El ingreso por la calle México conduce a un sótano y desde un hall se tiene la distribución al resto de los ambientes. Mantiene la tipología original del pequeño patio en medio de la construcción.
VALORARTÍSTICO La llamada Casa Machicado, una de las pocas con salida a dos arterias (Av. 16 de julio y calle México), es un claro ejemplo de la tendencia ecléctica con influencia art-noveau, expresada de manera particular en la fachada con vista al Paseo El Prado. El trabajo arquitectónico presenta una imponente carpintería metálica de hierro forjado con puertas cristaleras jerarquizadas por fajones de yeso en los relieves y detalles ornamentales. El segundo nivel muestra un balcón corrido en voladizo, en hierro forjado y sobre bovedillas vistas, que cubre toda la fachada. Grandes ventanas de rejería, separadas por pilastras de yeso entorchadas y pilastras planas, caracterizan el segundo nivel. El tercer piso expone dos balcones cerrados con rejería de hierro forjado a cada extremo y un balcón central corrido en voladizo, que descansa sobre vigas de madera.
CASA
Sopocachi
MACHICADO
calle F. Guachalla
Av. Arce
Fotografía y diseño: Arq. Ysrael Mendoza
Fotografía: Juan Luis Alanes Bravo Título: Angelo https://www.facebook.com/alanesjl