No. 3 - Epistolario

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Octubre 2011

mi respuesta. ¿Qué mucho si, al primer paso, encontraba para tropezar mi torpe pluma dos imposibles?

[…] El segundo imposible es saber agradeceros tan excesivo como no esperado favor, de dar a las prensas mis borrones: merced tan sin

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MUY ILUSTRE Señora, mi Señora: No mi voluntad, mi poca salud y mi justo temor han suspendido tantos días

medida que aun se le pasara por alto a la esperanza más ambiciosa y al deseo más fantástico...


Fe de erratas: En el número de septiembre, el ―Editorial‖ del mes tuvo un error ortográfico: se escribió hondeando en vez de ondeando. Así mismo, ocurrió una omisión y error en la concordancia, por lo que se escribió: ―nos acompañan Lorenzo Conejo López sus cuento[…]‖, en vez de: ―nos acompañan: Lorenzo Conejo López con su cuento […]‖. Agradecemos la comprensión de todos nuestros lectores, por los daños emocionales e intelectuales que estos desperfectos pudieron haber causado.

La pluma en la piedra

Portada: Postal encontrada en un libro adquirido en alguna librería de viejo (detalle). Cita: Sor Juana Inés de la Cruz, Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz. Derechos Reservados. La

pluma en la piedra , Toluca, México, No. 3, octubre 2011.

La pluma en la piedra es una publicación mensual e independiente de distribución gratuita por internet. Todos los artículos, ensayos, escritos literarios y obras publicadas son propiedad y responsabilidad única y exclusiva del autor y pueden reproducirse citando la fuente.


Escribieron este número:  Alejandra C. L.  Dolores I. García  Dr. Salomón Espinoza M.  J. M. Falamaro  Anaid Vallejo Orduña  Karina Posadas Torrijos  José J. González 

Artista

 José Jesús González 

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Editorial 5

Correspondencia A un amor platónico de la preparatoria Alejandra C. L.

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Dolores I. García

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Jorge Luis Borges, autor del Martín Fierro Dr. Salomón Espinoza M.

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A Emil M. C.: El último amigo desconocido J. M. Falamaro

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Para mis alumnos de 6to. semestre, generación 2011 Anaid Vallejo Orduña

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A J. M. Falamaro

Querido Anaid Vallejo Orduña

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Karina Posadas Torrijos

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José J. González

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Queridos Reyes Magos

Dulce mujer, quiero decirle...

Galería Mujer con vestido José Jesús González 45

Muro Periodical 46

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Toluca, México, primer lunes del mes de octubre de 2011 Desde el cuartel general de La pluma en la piedra Buen y apreciado lector: Hace un mes que no nos leemos, pero el tiempo es fugas y el universo incomprensible. En fin, el tercer número ha llegado y como la tercera es la vencida, 33 años tenía don Jesús cuando murió sobre la cruz a las 3 de la tarde, tres son las esquinas del triángulo y tres son los cuatro puntos cardinales huidobrianos (norte y sur), llega cabalísticamente una edición más de La pluma en la piedra. La temática del mes, en esta ocasión, gira alrededor de la correspondencia. Sí, aquella que solía enviarse en hojas de papel verdadero por correo-hombre y que tardaban semanas en llegar a su destinatario; por ello, al ir pasando cada una de estas hojas virtuales, tendrá el gusto (o disgusto) de leer un conjunto de cartas que han llegado a los buzones de nuestra redacción. Todas ellas albergan diversidad de ideas que dejaran satisfecha nuestra curiosidad por ser los invitados no deseados en una conversación que regularmente sólo involucra a dos. Notará también, que en esta ocasión, la sección literaria no será parte del espectáculo, pero no debe ser causa de angustia, tenga por seguro que volverá a su respectivo lugar el próximo mes. Por otra parte, el artista invitado es José Jesús González, quien nos presenta su ―Mujer psicópata‖ que ya no es psicópata. ¿A qué se debe semejante contradicción? El artista nos ha comentado que esta es una de esas obras metamórficas, es decir, día a día cambia de apariencia y de nombre para placer del espectador, de manera que hoy la conocemos como ―Mujer con vestido‖, pero mañana tal vez amanezca llamándose distinto y con una forma diferente. Amable lector, eso es todo por ahora. Esperamos encontrarlo en la edición de noviembre con todo el temor, el miedo y la angustia que nos caracteriza.

La pluma en la piedra

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Cartas a un amor platónico de la preparatoria Segundo semestre 2 de mayo de 2003 Félix: Hace dos meses que vivo enamorada de ti. Desde que tus ojos se cruzaron con los míos en marzo, durante la segunda semana de clases. Sin embargo, tengo que admitir que esta loca pasión que me consume cada noche al imaginar nuestros encuentros, no hubieran pasado si no me hubiera dado cuenta que tú, desde un principio, volteabas a mirarme con algo que no se lo he visto a nadie. Lo admito, jamás una mirada me había hecho sentir tan bella, tan plena y tan deseada… aunque a veces pienso que son sólo alucinaciones mías y por eso te escribo esta carta, porque quiero saber si tú de verdad sientes algo por mí como he interpretado en la forma como tus ojos, adornados por esas hermosas pestañas que me muero por besarte, suspiran al encontrarme en el salón de clases. Respóndeme como lo desees. Si te acomodas con una carta, ocúltala en mi mochila. Y si te acomodas hablando, yo esperaré, abórdame incluso cuando esté con mis amigas (las mando a volar para tu comodidad) que yo acudiré a tu solicitud. ATTE. Alejandra La que se sienta en la fila del lado izquierdo, dos bancas delante de ti.

24 de agosto de 2003 ¡He cometido una estupidez! ¡Y todo porque nunca me atreví a mandar esa carta! ¿Y ésta acaso te la mandaré? No lo creo. De haber sabido, yo te hubiera hablado esta tarde, cuando yo iba por el cambio de turno y tú a inscribirte. Me atrevería a decirte que el atardecer resplandecía intensamente en tu figura y tus ojos brillaban con cada encuentro de miradas ¡Oh dulce esencia de niño! ¿Por qué, por qué somos tan tímidos? Yo que no me puedo acercar a ti y tú que parpadeas y hablas de forma tan extraña al volverte a mí, tú que te alejas en cuanto ves mi presencia acercarse a tu siempre eterna y suave figura, tú a quien no supe amar, a quien no supe expresar cuanto me interesaba, tal como lo anunciabas con tus ojos y tus expresiones que se volvieron mi mundo ¡Oh amado mío! ¡Qué

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ganas tenía de decirte lo siguiente!: Mira Félix, sé que es tan raro decírtelo, no sé es que… Me gustas, siempre me gustaste, me gustas más que nadie en este mundo, ay, hasta te puedo decir que vivo locamente enamorada de ti. No sé que pienses tú, pero yo me muero por besarte… En serio… es que estoy bien clavada contigo y sólo pienso en ti, en ti, en tu forma de ser, en tus ojos, en tu cabello, tus pestañas ¡Ay, cómo amo tus pestañas! Y la verdad es que me pude dar cuenta que esos ojos que protegen tus pestañas me miraban con intensidad. Sí, también me gustaba tu carácter, aunque no te traté mucho. Admito que deseaba llevarme contigo tan bien como lo hacías con Pilar y Marlene, o hablarnos más como lo hacías con las demás chicas del salón. Y otra cosa… con tu nombre hice varias historias ¿Sabes? ¡Eres como mi musa inspiradora, como mi Beatriz de Dante! ¡En buen plan! ¡Es qué me gustas tanto! Si es que así se puede decir… y… ¿Tú qué pensaste de todo lo que dije? Y ahora sólo me queda decirte: Adiós, amor mío de primavera. Espero que nos encontremos para esta vez estar juntos para siempre. Sé que así será, no en un tiempo cercano, pero tampoco en un tiempo lejano. ¡Porqué intuyo qué tú y yo estamos conectados de alguna forma, somos un mundo y el uno para el otro!

Tercer semestre 9 de septiembre de 2003 Apenas llevo una semana en este lugar llamado ―turno matutino‖… La semana de prueba en la que ya no puedo hacer cambios para regresarme a la tarde. ¡Qué arrepentida estoy! Y, sin embargo, he deseado quedarme un semestre en este ambiente matutino por curiosidad, sin tenerte en el salón para contemplarte intensamente entre los minutos aburridos de las clases, para así no sentir la presencia ahogada de este malsano espacio de cuatro paredes que carcome mi alma. ¡Somos muchos que apenas y cabemos! Y tú no estás entre ellos y yo extrañándote. ¿Me extrañarás tú también? ¿Cómo puedo estar segura si nunca me dijiste lo que pasaba por tu cabeza al dirigirme esas miradas tuyas? ¿Cómo interpretarlas, yo qué nunca las había visto? Y en ocasiones, al cruzarnos en la salida parecen surgir de nuevo… ¡Pero no es suficiente ya! No basta contemplarte unos segundos cuando el semestre pasado te veía a diario por cinco horas seguidas y eso me bastaba para que mi mundo tuviera un motivo para sonreír.

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Yo sólo espero que esta tortura de mi primera semana no dure más. Me retendré a tu figura para continuar adelante y para sobrevivir esta tortura, aunque tu no presencia parece que no me ayuda mucho… ¿Podrías decirme un hola con tu voz? Por estos reencuentros pido eso… Dime hola y ya… No pido mucho… Que tu sonrisa ya no sea tan tímida para que volemos juntos al paraíso, ¿no?

23 de octubre de 2003 Mi estimado Félix: El mundo se me hace trizas. No puedo asimilar la noticia, no después de que tú y yo cruzáramos miradas llenas de brillo intenso por seis meses y yo comience a decidirme a pedirte cosas prestadas para interactuar contigo. ¿Acaso todas las miradas y actitudes que has tenido conmigo a lo largo de todo este tiempo ha sido una mentira? Y, sin embargo, hoy al encontrarte y descubrir que tu mirada parece seguirse perdiendo con mis movimientos, que me sigues con tus ojos que percibo desde la lejanía (qué curioso que tu mirada la sienta tan clavada en mi presencia) no podía creer la noticia que me contaron hoy al salir de un examen… ¿Tú, con novia? ¡No! ¡Si tuvieras novia no me mirarías con esa intensidad que hace latir a mi corazón y que incluso mueve las locas pasiones de mi alma! ¡Y todo gira tan rápido que me vuelvo loca y ahora el vértigo que vivía en ese túnel que este tercer semestre se me hace más oscuro! Por el momento no hay luz, porque la única luz eras tú y pareces desvanecerte. ¿Será verdad? ¿Por qué no te atreves a decirme realmente lo qué deseas de mí? Y yo que soy tan cobarde para confesártelo... Ericka tiene razón... Debo sacar este sentimiento del corazón, pero como me expreso mejor escribiendo, sólo me resta decir: Si tú supieras cuantas noches pienso en ti. Te extraño ahora y siempre Y a pesar de los pocos encuentros Que hemos tenido a lo largo de estos días tan eternos para mí Me he dado cuenta de lo mucho que extrañas estar junto a mí. Sé que piensas en mí como yo en ti. ¿Acaso puedes tener consuelo en otro lugar?

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Fueron tantas las conmociones que tenía al contemplarte En cada uno de los segundos del día porque Las eternidades no existían para mí al encontrarte Internamente ansiaba una caricia con tu voz y tantas X cosas que pasaban por mi cabeza y ahora no puedo expresar. Reza mi alma porque seas feliz Con tu admirable... Y nuevo amor (Y en tu relación seas imperdonable) 8 de noviembre de 2003 Mi muy estimado Félix: Aún veo tu rostro cerca de mí, pero ahora son sólo alucinaciones porque en mi existencia ya no te puedo encontrar, deseando volverte a ver una vez aunque sea. No, no puedo verte... No pretendo hacerlo y creo comprender tu desesperación. Y yo te digo que soy fiel hasta conseguir lo que quiero... A mí nadie me baja de una nube y mucho menos si me subieron muy alto. No impediste mi caída y tampoco la provocaste porque nunca existió. Tal vez piensas que te deshiciste de mí... ¡Pues estás muy equivocado!... A mí nadie me ilusiona y después me deja con la cara llena de lágrimas bajo la lluvia.

11 de noviembre de 2003 Reprobaste cuatro materias, ¿listo ya para reciclar el semestre? Aún no comprendo qué razones te enviaron a cometer tales acciones. Sé que no es moral meterme en la vida privada de unos, pero por extrañas razones me preocupas. Bueno, desearía saber porqué me preocupas.

14 de noviembre de 2003 ¿Cuál novia? Si la tuvieras, yo ya te habría encontrado con ella, ¿no? Y, sin embargo, parece que te ves más interesado en seguir mis pasos, embelesado con esa mirada ida y penetrante que me fascina tanto. Vamos... ¿Por qué no vienes y me lo revelas de una buena vez? ¿Acaso me quieres matar de dudas? Te diré que ya no puedo más... Un día de estos capaz, te lo digo de frente: ―¡Me fascinas Félix Alberto Ríos Ramírez!‖.

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Y la timidez vuelve... Junto con la lucecita del túnel que está al final y ahí. ¡Sólo unos dos meses más y podré regresar al turno vespertino para estar junto a ti, amado mío! Y estas clases interminables de la mañana terminarán y dejaré de dibujar en los bordes de las hojas de las libretas tu nombre, escenificado con grafitos amorosos, fingiendo que hago apuntes en la clase de literatura cuando en realidad te escribo estas cartas que sé muy bien que nunca te entregaré ni revelaré por la timidez que me rodea y porque es más que imposible colocártelas en el interior de la mochila... Sin embargo, es la única manera de entenderte... Qué curioso, ¿no crees? Supongo que así es como se sacan las emociones y no se quiere revelar. Ericka insiste en que te lo diga de frente, pero no estoy tan segura de hacerlo... Siento que me falta algo... y no sé… Después de todo, soy bien cobarde y por eso escribo estas cosas y poemas cursis como este: Ansío pararme de un edificio y gritar todo lo que en un principio... debí decirte Encontrarte es una de esas esperanzas para gritar cuando pases todo mi éxtasis Si gritara... ¡Te deseo! Seguramente me meceo Si gritara... ¡Te quiero! Seguramente me muero (de tu impresión despectiva) Si gritara... ¡TE AMO!

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No sé en realidad que reacción puedas tener Sólo sé que no respirará tu alma. Si gritara... Seguramente sería de locura por haberte perdido en un arranque de ternura Si gritara... Si gritara... Si gritara... ¿Cómo lo haría?

18 de noviembre de 2003 POR MIEDO... Hola, solo pretendo ser breve... es un comunicado urgente que debes saber. Creo que es mejor a que te lo diga yo que otra persona, luego alteran las cosas. Hay una gran ilusión en mi corazón sólo por estar aquí contigo... Debo decírtelo, pero ¡sólo te estoy hartando! Bien, aquí voy... No... calla... cierra esa linda boquita... sólo es un minuto. Es rápido, sí, rápido y te pido que pienses bien antes de contestarme. Yo... ah, maldición, las palabras se me fueron... Gracias, eres un buen chico. Ah... ahora te lo diré: Como cada día, sólo pretendo estar un rato y decírtelo de una buena vez y una gran emoción de alegría hay en mi corazón por encontrarte. Sólo queda la resignación cuando ya no lo hago, en esas mañanas de infierno encerrada en las cuatro paredes de mi salón. Supongo que ya te imaginas qué trato de decirte. ¡Diablos, pretendo olvidar este asunto, pero la verdad...! ¡No puedo más, es ahora o nunca!

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Sí, sí, ya tienes clase... eso lo sé, sé muchas cosas sobre ti: el nombre de tus amigos, qué clase no cursas, que no vas bien en tus calificaciones; es rápido...Sólo una cosa tan simple y mucha conmoción por ello. Pero decir lo que a continuación te mencionaré no es cosa fácil, la verdad cuesta un poco de trabajo... ¿Quieres saber Félix? Mi razón se empieza a desmoronar. Sólo espera, ya... es rápido... La noción es que desde que me di cuenta de tu presencia, siento una extraña conexión contigo. La verdad, es que por tu presencia puedo ser sincera... Yo... yo... yo... No hagas caso a mi rubor, sólo son extraños nervios. ¡No te pongas nervioso que a mí me pasa y me pones más! ¡No disimules! Ante nada, creo que ya te hice perder una clase... Calla... shh... esa boquita la abrirás después... Lo que siento por ti es muy raro, nunca lo había sentido. Tengo miedo de la respuesta, pero tengo que arriesgarme: Me gustas, me encantas y mucho (sí, ya te lo imaginabas) y me he percatado de algo raro en ti: un extraño comportamiento cada vez que te encuentro, que estoy cerca de ti. Desde el semestre pasado...Tengo miedo de la respuesta... Quiero saber qué te pasa... yo ya te lo indiqué... ahora vas tú. 20 de noviembre de 2003 Encontré esta canción. Creo que de alguna forma retrata nuestra situación: Rosas La Oreja de Van Gogh En un día de Estos En Que Suelo Pensar Vuelve A Ser El Día Menos Pensado. Nos Hemos Cruzado, Has Decidido Mirar A Los Ojitos Azules Que Ahora Van A tu Lado. Desde El Momento En El Que Te Conocí Presumiendo Con Prisa, Tiempo D Silencio Te Juro Que A Nadie Le He Vuelto A Decir Que Tenemos El Record Del Mundo En Querernos.

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Coro: Por Eso Esperaba Con La Carita Empapada Que Llegaras Con Rosas, Con Mil Rosas Para mí, Porque Ya Sabes Que Me Encantan Esas Cosas Que No Importa Si Es Muy Tonto Soy Así. Y Aún Me Parece Mentira Que Se Escape Mi Vida Imaginando Que Vuelves A Pasarte Por Aquí, Donde Los Viernes Cada Tarde Como Siempre, La ESperanza Dice Quieto Y Quizás Si. Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuh. Escapando Una Noche En Un Bostezo De Sol Me Pediste Que Te Diera Un Beso. Con Lo Barato Que Sale Mi Amor ¿Qué Te Cuesta Callarme Con Uno De Esos? Pasaron Seis Meses Y Me Dijiste Adiós, Fue Un Placer Coincidir en Esta Vida. Ahí Me Quedé Con El Alma En El Corazón, Y En La Otra Excusas Que Ni Tú Entendías. (Coro ) Y Es Que Me Pongo A Pensar Que El Amor Verdadero Es Tan Sólo El Primero. Y Es Que Empiezo A Sospechar Que Los Demás (Aaaaaaaammh) Son Sólo Para Olvidar.

4 de diciembre de 2003 Para mí que tu novia no existe porque nunca la veo, así que seguiré volando a tu alrededor mientras te vuelves mi ángel alentador para salir de este túnel que casi me asfixia. Si no fuera porque veo tu figura que desea sacarme. Y claro, en la poquísima conversación que tuvimos hoy (aunque no te dije nada, se me olvida todo al verte) pude notar que aún hay algo en el aire. Así que: FÉLIX SIGUES SIENDO MI ILUSIÓN

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5 de diciembre de 2003 ¡No tienes novia! ¡Ahora sí! ¡Me decidiré a seguir planeando cómo decirte este sentimiento!

7 de enero de 2004 Estimado Félix: Te extrañé tanto en las vacaciones que al encontrarte hoy te vi más guapo que en los meses anteriores. Tanto así que pedí que te sacaran una foto. ¿Te diste cuenta amor mío? Si no, ¿por qué sonreíste tan coquetamente y guiñando el ojo con aquella pose que me fascinó de ti? ¡Oh, perfume adolescente! ¡Esencia de niño por la que cual desvarío cada noche de este semestre que ansío acabar para estar junto a ti y así caminar a tu lado en las tardes que seguirán! ¡Atardeceres contemplados con tus besos! ¡Amado mío, no dejes que esto se vaya! ¡Vamos, yo sé que tú y yo tenemos un destino por cumplir!

13 de febrero de 2004 Reciclaste tercer semestre. Y mis ilusiones de regresar a la tarde para estar contigo se han desvanecido. Sigo extrañándote en mis días alucinativos y eso que no hemos cruzado miradas en estos últimos días. Y, sin embargo, te tengo que contar algo: otro ángel ha llegado a mi vida. No, no pienso encelarte. Después de todo, creo que a mí me ha llegado el momento de tener un consuelo en mi región, como tú posiblemente lo tuviste hace unos meses, cuando yo andaba instigosa buscando a tu posible "novia". No... ni creo que te vas a enterar que otro niño ha llegado a mi vida. Y no... todavía no sé su nombre y ya me siento unida a él, como si fuera un ser místico o algo así. Lo conocí en la clase de dibujo que tenemos por taller intersemestral. Como mi amiga Ericka dice que me quedé como si jamás hubiera visto a un hombre en mi vida, me percaté que a lo mejor me enamoré a primera vista...Y es que mi corazón está tocado de nuevo y creo que por él... sí regreso a la tarde… Porque creo que a la tarde va. ¡Sí, un chico de extrañas luces! ¡Algo tiene que me vuelve loca! ¡Y por él, cruzaré a la tarde como dé lugar!

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Cuarto semestre 4 de marzo de 2004 Libertad condicional...Así me siento flotando en la salida del túnel donde hay un poderoso cristal que me impide salir y golpeo con fuerza para que pueda cruzar al otro lado. El ángel de la clase de dibujo me sonríe y tú, más lejos, revoloteas como si te burlarás de mí. O tal vez no... y eso creo porque esto de soportar un semestre más, aunque sea en el grupo de mi amiga Ericka, no es agradable. Tan cerca y tan lejos la salida. ¿Porqué no vienes y rompes el cristal por mí? ¡Ah, ya entendí! ¡Has perdido un semestre! Y sólo el chico de la clase de dibujo parece ayudarme. Tal vez te olvide... Aún cuando te vea pasearte por el patio durante mi salida... Sí, tal vez ya no seas la inspiración que me alentaba a continuar, sino que ahora le toca al chico de la clase de dibujo… Lo siento Félix, pero como dicen por ahí: Vida nueva, chico nuevo.

30 de marzo de 2004 Escribo esta carta con una sarta de nervios recorrerme cada una de las partes del cuerpo y es que aún no me puedo recuperar de lo que acabo de hacer. Tengo la cara empapada de la lluvia y las ilusiones se van subiendo a la cabeza que apenas y puedo escribir. Intento respirar y todo me tiembla, mientras la lluvia sigue cayendo como si nunca se hubiera inmutado cuando te dije: FELIX, ME GUSTAS MUCHO, para observar tus ojos parpadeando con ese extraño tic nervioso y percibirlos de pronto rojos... que me pregunté de pronto si estaba haciendo lo correcto... porque... realmente no me dijiste nada, como si quisieras esperarte a darme una respuesta concreta. No te culpo, yo tampoco sé como hubiera actuado al descubrir que alguien que me gusta se me declara... creo que por ahí va la cosa... ¡Pero es que ya no podía más guardarme este sentimiento! ¡No después de todas tus señales en las que parecías quererme decir algo! Y como no te decidías, con todo lo que ha pasado para conducirme a donde se encuentra el chico de la clase de dibujo, llevándome a su mismo grupo y cuyo nombre me pienso reservar por el momento… ¿De verdad algún día me darás una respuesta de todo lo que dije? Porque no entiendo, a todo decías que sí... ¿Sí a qué? De pronto creo que me diste el avión porque no sentía sinceras algunas cosas, pero ¿cómo insistirte cuando por dentro estaba que me

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deshacía? No es fácil comunicarte lo que siento y no sé ahora como tomarlo... ¿Podremos de verdad ser amigos aunque sea? ¿Te dignarás a hablarme? A veces quiero creer que puedo mantener la esperanza, que de ahora en adelante todo cambiará y seremos una pareja feliz como lo he soñado todo este tiempo… La lluvia, una locura que me envuelve a través de ti... Me moría por conocerte y me sigo muriendo por conocerte, por saber qué es lo que piensas y los nervios a flote, corrí al salir de una clase a tu presencia para revelarte lo que ya no podía más. Siento que surgirá algo nuevo y desvaneceremos este miedo para así ser lo que hemos buscado, mi esencia de niño que se convierte en mi ángel del desierto que se encontró en la salida del túnel.

24 de junio de 2004 Estas evasiones no hacen ningún bien y mi mente ya no quiere girar en torno a tu figura que no supo explicarse bajo la lluvia... Lluvia que me ha guiado hacia un nuevo amor que se encuentra en mi salón... Me refiero, por supuesto, al chico de la clase de dibujo y cuyo nombre también tiene un Alberto y todo esto me ha confundido, ya que no sé quién es el verdadero Alberto de mis sueños, ese que aparecía cuando estaba en la secundaria y siempre me preguntaba si sería el primero en besar mis tiernos labios. Obviamente, cuando apareciste creí que eras tú, pero ahora que el otro apareció, creo que... me he confundido. Y es que con el chico que se encuentra en mi salón, comienzo a llevarme mejor de lo que me llevaba contigo, al mantener una plática más llevadera que la que podía sostener contigo... Y ya no sé… Dime, si eres tú, ¿por qué no me has dado una respuesta? ¿Por qué ya no volteo a verte? Es que no es tan fácil dirigirme a ti sabiendo que ya sabes lo que traigo contigo y creo que en parte es miedo al rechazo. Pero también creo que si de verdad te interesara darías el segundo paso, ¿no? ¿O acaso estoy equivocada al seguir esperando una respuesta por la declaración bajo la lluvia?

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Quinto semestre 15 de septiembre de 2004 Realmente con la lluvia recuerdo extraños sucesos que pasaron cuando aquello donde todo era hermoso, donde el sentirse atraído por alguien (hablo de ti por supuesto, gusarajo) era sólo más que una utopía, de hecho tenía la ilusión de que ocurriera algo más. ¿Qué ha pasado últimamente? Algo me dice y aunque yo no quiero admitirlo, que desde el 30 de marzo de 2004, el día que te anuncié ese sentimiento que ya me tenía harta, todo acabó. La esperanza y las ilusiones forjadas durante seis meses (septiembre 2003-marzo 2004) se rompieron como si cayeran trozos de corazones invadidos con vidrios. ¿Qué coraje me da? ¿Por qué sigo conservando y aumentando más esas ilusiones? Porque simple y sencillamente no me quiero despegar de tu imagen. Grandes cosas he escrito gracias al no sacarte de mi cabeza. Eres algo más que un enamoramiento pasajero, eres más que ilusiones, eres... UNA INSPIRACIÓN, y por eso no quiero dejar de contemplarte, porque entre más te veo, más imaginaciones pasan por mi cabeza y me dan ganas de escribir sobre ti, sobre cosas… ¡que sé que nunca pasarán! Pero pasan a romper barreras... Entre más te contemplo y entre más siento que no me haces caso (aunque parezca un acto masoquista) me gusta hacerme ilusiones. Sé que me hago daño, pero créeme que si no te hubiera conocido, la imaginación que tengo... no se hubiera desbordado. Sí, y a veces comprendo (y es cuando me pongo más triste) que jamás ocurrirá algo entre tú y yo, pero eso alimenta más este escrito como tantos otros que tienen tantas cosas locas y hay algo que no olvido Félix Alberto Ríos Ramírez: la mejor y más hermosa de las rosas tiene las espinas más grandes causando las heridas más profundas. Para mí... tú eres esa rosa.

Sexto semestre 18 de mayo de 2005 Siempre me pregunto por qué razón, en cada conversación donde se habla de mis malditas desgracias en el amor, sale a relucir la persona con la que tuve más ilusiones, sin tener una relación de cualquier tipo.

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Lo sé, tal vez cometí cosas tontas al decirle algo ese día de lluvia, algo que parecía en un principio una nueva forma de comunicarnos. No entiendo cómo se deterioró. Fue extraño y lo recuerdo bien: cuando yo estaba dispuesta a hablarle, él no y viceversa, cuando él estaba dispuesto a departir, yo no. Existía una extraña timidez entre los dos de diferentes niveles, yo me sentía más rara conforme pasaban los días y él parecía buscarme exactamente un año y medio como yo lo hacía en tercer semestre. ¿Cómo lo conocí? Sólo sé que fue en marzo, en un salón de clases... al mismo que yo había entrado. Trataba de hablarle, pero siempre parecía ponerse nervioso, lo cual siempre me tuvo con dudas. ¿Qué había en mi ser qué se comportaba muy raro cuando yo me acercaba? No lo sé, así como no tengo idea aún sobre la percepción que tenía de mí en ese entonces. Fue el borde de la locura, cuando ocurrió que su amiga más íntima me empezó a platicar de él, revelándome que el chico podía tener ya un interés por mí (claro que eso me imaginé). Sí, lo recuerdo muy bien, es más la sombra que me perseguía que cuando me enamoré (sí es que se podría decir así) de él, parece ya no existir, siendo sólo una evocación hermosa. Los relatos que le escribí sin entregárselos jamás, guardándolos con ternura: cinco poemas, dos sonetos, una canción, una novela anime (en proceso), dos historias cortas, un cuento y cinco novelas. Todo esto, fue en la inspiración concebida por él. Pero ahora, parece ya no existir ese interés. Parece que ha sido reemplazado por otro, más peligroso aparentemente, o tal vez, sí lo es. Tal vez, aún me recuerda muy poco, como yo lo estoy haciendo ahora con este escrito, no lo sé. ¿Su nombre? Tal vez suene raro, pues hace tanto tiempo que no lo menciono, así que ahí va... Uno de ellos, siempre he tenido claro que lo he soñado: FÉLIX ALBERTO RÍOS RAMÍREZ ...Pudo ser algo hermoso... tal vez…

4 de junio de 2005 Considero que no hay motivo para seguir con esta ilusión falsa, en la que no comprendo la relación entre los dos. Dados los efectos que siempre nos han unido, por todas las causas raras, en general que nos rodean. Mis sueños unidos con la realidad profunda de lo que ocurre constantemente entre nosotros.

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Imagino que no debo continuar con estas cosas, con estas ilusiones que tanto daño me hacen, habiendo tantos peces en el mar. Pero a veces pienso que podemos completarnos, compartir la misma alma y no lo entiendo. Mi interior aclama tu luz, tu cariño, tu dolor. Deseo estar a tu lado, sólo con tu amor, estar íntimamente. Veo en tu reflejo la capacidad de solventar en mí una muestra extraña al cariño que no entiendo. Por eso sólo con los dibujos donde siempre intento atrapar tu retrato, te invoco en mi habitación, porque te quiero y lo haré siempre. Nunca mataré el cariño por ti. Para amarte por siempre y nunca sentirme sola al ver todos estos dibujos junto a las fotografías que algún día te tomaré y contemplar en el espejo la realidad que no existe.

17 de junio de 2005 ¿Cómo puedo explicarte qué necesito saber lo que en realidad hay dentro de tu ser, guardado dentro de tus más íntimos sentimientos? Algún día te expresé los míos. Al principio fue de manera indirecta con todos los poemas, relatos y sonetos escritos al recitarlos en voz alta cada que te encontraba y sí...veía en tus ojos un extraño brillo que nunca comprendí, porque sucedía en el momento preciso que me desconcentraba. Y... al sentirme presionada, corrí a decirte un día lo que ya me agobiaba desde hacía un año: que me encantas, que me gustas. No me dijiste qué era lo que pasaba por tu cabeza... Pero pasó el tiempo. Decidí olvidarte con un chico nuevo, aunque fuera lejana la convivencia con él y, aún así, seguía viendo ese brillo en ti cada que te encontraba. No quería continuar con esa idea, ansiaba olvidarte en vano, mas tu mirada me confundía constantemente. ¿Y por qué te evoco justo ahora que terminaré mi periodo aquí? Tal vez, porque necesito saber qué es lo que me ocultas, o si es que acaso alucino. Hay algo en el aire. No deseo decírtelo de nuevo, ya que presiento que te alejarás de mí, o te portarás muy seco sin decirme. A veces siento que un día de estos me lo dirás porque no soportarás guardar el secreto y mucho menos conmigo. ¿Qué hay en realidad en tu corazón?

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A unos días de entrar a la facultad

29 de agosto de 2005 Con el correr de los tiempos pretendo olvidarte, en vano intenté lo nuestro, pero nunca funcionó. Aún no entiendo qué era lo que ocurría muy dentro de tu corazón, porque tú nunca realmente lo mostraste... A pesar del tiempo y la distancia, aún no te olvido, porque las intrigas son interesantes y, además... ¿Quién nos puede asegurar que jamás nos volvamos a encontrar? ATTE. Alejandra C. L.*

*Alejandra C. L. dice de ella misma: “Dentro de un mundo real existe una chica que siempre viaja a otras dimensiones inexistentes por medio de la música misteriosa del New Age, el Power Metal y el Metal Sinfónico, el anime, la arquitectura y, por supuesto, mi más grande pasión: la literatura, sobre todo la de fantasía. Ésta soy yo... Una chica que delira sobre todo en la noches de lluvia para describir las dimensiones a las que viajo. (Maniática, impulsiva, obsesiva, introvertida en un inicio, nomás agarro confianza y ya no me paran)”. Puedes leer más de ella en: http://espacio-lejano.blogspot.com/ http://twitter.com/Alexa_Wizard

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18 de septiembre de 2011 Querido Marcel: Admito que el exponer ante las miradas ajenas nuestra correspondencia, no está del todo bien. Pero ya me ves, tú que tanto me insististe en enviar mi colaboración a la revista virtual de la que tanto hablas. La he revisado y leído lo poco que lleva recorrido y tengo que decirte que no me parece un proyecto del todo innovador, aún así, después de tu insistencia, aquí estoy: gritando a los cuatro vientos, palabras que tendrían que quedarse únicamente entre nosotros. He leído los dos textos que te han publicado y no entiendo tu falsa humildad de no considerarte un escritor. He llegado a creer que buscas que te empapen de adulaciones para sentir que el tiempo que inviertes en tu actividad creadora, al final, sí tiene su recompensa. Ya sé que en este momento tendrás un ataque de negación al reiterarme que lo puedes ser todo, menos un escritor, pero en cada línea se nota visiblemente el arduo trabajo de hilar unas palabras con otras. En fin, si te publican en tres números más, yo que tú, ya iría pidiendo mi propia sección. Bueno, olvidando lo antes escrito, retomo la verdadera motivación de esta carta y me atrevo a responder, aquello que me preguntaste ya hace unas semanas y que astutamente eludí explicar de viva voz. ¿Recuerdas? Nos encontrábamos en medio de una conversación y una taza de café, cuando mi teléfono móvil comenzó a sonar, girando en la mesa para que detuviera el vibrador que tanto lo perturba. Contesté y resultó que era aquella mujer, con la etiqueta de amiga, quien deseaba únicamente saludarme. No sé qué cara o qué actitud habré tomado, que cuando colgué, ya con el café frío y ese tono que todavía no puedo describir, me dijiste: ―Se ha de sentir muy bien tener amigos‖. Me preguntaste qué era lo que me llevaba a ponerle el título de amistad a algunas de las tantas relaciones humanas que surgen en nuestra vida y no te respondí. Te hablé del calentamiento global, de las noticias en la primera plana del periódico de la mañana, de los problemas sociales y tú insistías con lo mismo. Pues bien, ahora te lo digo: yo no tengo amigos.

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A J. M. Falamaro

Ya sé, me echarás en cara todas las personas que se preocupan por hablarme para saber de mí, de los compañeros de la secundaria y de la preparatoria con quienes sigo en contacto, pero ninguno de ellos figura en mi lista blanca de amigos. Creo que ―amigo‖ es simplemente una etiqueta que te ponen los otros, una mentira que los demás te incitan a creer. ¡Qué sé yo! ―Amigo‖ deben ser todos los contactos de Facebook que te agregan para satisfacer su necesidad de chisme, ocio y carencia afectiva. No por nada, he visto quejarse amargamente a algunos conocidos por haber sido borrados de algún grupo de contactos por algún otro feisbuquero. Con esto, no quiero decirte que no crea en la existencia de la amistad, todo lo contrario, no dudo que haya personas privilegiadas que gocen de tan aparente preciado don, es sólo que a mí no se me dotó con la capacidad de sentir una empatía filial por otro ser humano. No puedo sentir la tristeza que se debería experimentar ante la tragedia ajena. Mucho menos la felicidad. Las palabras de aliento o desaliento, de opinión y falso optimismo, son sólo sonidos muy bien ordenados, que he cometido el error de desperdiciar. Alguna vez, sí, yo misma seguí el estereotipo de la amistad. Ese regido por una serie de mandamientos que te hacen bueno o malo ante los otros, como la confianza que debe existir entre dos personas que se jacten de ser amigos, la sinceridad, el apoyo incondicional en las buenas y en las malas, el ser buen escucha, la aceptación total del otro, etcétera. Sin embargo, en algún momento, me di cuenta que para tener un buen amigo, el ingrediente principal es la mentira: aprendí que gran parte de las personas no están preparadas para asumir la sinceridad. Lo entendí cometiendo el error de escupir verdades que, por supuesto, no fueron bien tomadas. Entonces, recapacité que no podía seguir llamando amigos a quienes tenía que contar verdades a medias para no herir sus sentimientos; a quienes insisten en hablar sobre ellos y en escucharme, sin que exista la confianza de poder confesar lo bueno y lo malo que hay en mí; a quienes sólo porque es navidad o 14 de febrero, se desviven en prodigar los años que llevan de conocerte y tienen la osadía de decir: ―ella es mi amiga‖, levantando el dedo acusador, sin siquiera haberme preguntado si albergaba en mi pecho un sentimiento parecido al de ellos. Me preguntarás, entonces, por qué no me deshago de tan infructíferas relaciones. La respuesta, más que sentimental, tiene tintes de economía: no me gusta que me echen en cara los años, meses, días, horas de amistad, que yo sería capaz de tirar a la basura

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Dolores I. García

por un simple capricho. Admito mi cobardía y la pena que me da ver rodar lágrimas que no me conmueven ni un ápice. Curiosamente, son las personas que no se desviven por señalarme nuestra amistad, marcarme el tiempo o que ni siquiera le han puesto nombre a nuestra convivencia, quienes me permiten hablar con soltura y escuchar sin responsabilidades. Con quienes la confianza no es una obligación y aguantan vara la sinceridad. Tal vez sean diez o uno aquellos a quienes yo les colgaría tal etiqueta, quizás hasta tú eres uno de ellos, pero no te preocupes, diré siempre en voz bajita que somos amigos, pues sé de sobra que con esto podría arruinar tu máscara de escritor solitario que empeñas en mantener. Además, serían muchos más los problemas que me acarrearía, si se me ocurriera andarlo pregonando por todos lados que tú, mi querido Marcel, y yo somos AMIGOS.

Con filantrópicos sentimientos, Dolores I. García

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Entre los diversos papeles exhumados de la frugal biblioteca del finado escritor Pierre Menard figura esta entrevista, en la que el Doctor Salomón Espinoza M., un renombrado crítico literario, descubre otro secreto proyecto, del mentido poeta. El manuscrito original fue hallado entre las páginas de un libro no menos misterioso, titulado ―El Martin Fierro, escrito por Jorge Luis Borges”. Transcribimos a continuación los pormenores de esa nota. (México, D.F; 1976)

“Jorge Luis Borges, autor del Martín Fierro” por: Dr. Salomón Espinoza M.* Universidad Real y Pontificia de Santa Catalina de Toledo Buenos Aires, Argentina; 1942:

Hace ya varios años, mientras me hallaba en la Universidad de Toledo desarrollando las bases de mi ―Semiótica Cuántica‖, la casualidad hizo que me topara con un texto peculiar, titulado ―Pierre Menard, autor del Quijote‖, no me sorprendió tanto el título de este folio como el nombre su autor, un tal Jorge Luis Borges, que quiera decir ―Burgos‖ o quizá ―Burdeos‖. De inmediato me di a la tarea de consultar los índices, en los que figuraba como poeta y autor de diversas ―Ficciones‖, que él daba en llamar así a sus cuentos. Aplicando entonces mi Semiótica a una muestra aleatoria de su prosa, determiné que era del todo imposible que un solo hombre en tan corto plazo (unos 25 años) hubiera podido reunir tan dispar saber. Esto tampoco me sorprendió, pues la tesis ya se halla implícita en alguno de estos papeles y por eso no hablaré más de ello. La curiosidad me deparaba algo más extravagante. Comparando las secuencias cuánticas de ―Pierre Menard…‖ contra las correspondientes de ―Tres versiones de Judas‖, confirmé mi hipótesis. El segundo texto es falso y sólo pudo haber sido escrito por un hombre del siglo XVI, o por alguien vivo que de algún modo misterioso haya vivido el siglo XVI, lo que implicaba según el primer texto, comenzar olvidando toda la historia de este período. Elemental, resulta más sencillo leer ―Tres versiones de Judas‖ como si lo hubiera escrito Pierre Menard. Narro enseguida los pormenores de mi investigación.

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Dr. Salomón Espinoza M.

“…tan pronto como llegué a este país me sentí oprimido por la inmensidad de su paisaje y por la variedad de sus gentes. No pude evitar una comparación, que habrá de disculpárseme por llana, entre la imagen mítica del gaucho y los incontables e incógnitos “Quijotes” que habrá contemplado la Baja Edad Media. Pero, esta ocurrencia sólo reforzó mi convicción de que, en algún lugar de esta tierra abandonada del tiempo, se encuentra el verdadero autor de “Pierre Menard”, es decir, el mismo Pierre Menard. Mi propósito es hallarlo…” (Buenos Aires, Argentina. 1938) “Encontré a Menard hace unos meses, poco después de haber llegado a la provincia de Córdoba. Previsiblemente, mi llegada había sido anticipada por el escritor, según cuenta él mismo, hacía largo tiempo. Esto no me sorprendió, pues esta hipótesis ya se encuentra implícita en “El jardín de senderos que se bifurcan”. De lo que en aquella ocasión aconteció, transcribo sólo lo que considero necesario”. (Córdoba, Argentina. 1941)

Primera Parte: […] Dr. S. Espinoza M.: …entonces es usted el autor del “Quijote” de Pierre Menard? Pierre Menard: ¡Por supuesto, che! Pues soy Pierre Menard. Dr. S. E.: Pero ese libro no existe… sólo quedan algunas líneas… P. M.: Ningún libro existe completamente, sino como unas cuantas líneas afortunadas… vos sabés. Dr. S. E.: Pero, esas líneas en el Quijote de Menard son idénticas a las mismas del Quijote de Cervantes… P. M.: Pero Cervantes no escribió el Quijote… ¡lo encontró! Dr. S. E.: …así como alguien encontró el “Quijote de Pierre Menard”… P. M.: Precisamente. Dr. S. E.: Y ese alguien, en este caso, es Jorge Luis Borges… P. M.: Así fue. Dr. S. E.: ¡Pero Jorge Luis Borges no existe, Sr. Menard! ¡Usted lo inventó! P. M.: Me ha descubierto.

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Jorge Luis Borges, autor del Martín Fierro

Dr. S. E.: …necesitaba inventar a Borges para que usted pudiera convertirse en el autor del “Quijote de Pierre Menard”… P. M.: Decís que el Lector es siempre una contingencia necesaria. Dr. S. E.: ¿Por eso escribió “Pierre Menard, autor del Quijote”? P. M.: La historia de la literatura no es más que la historia de la validación casual de algunos libros por otros. Dr. S. E.: En ese caso, habría podido omitir la edición de “Pierre Menard, autor del Quijote”, y escribir acaso una nota periodística… P. M.: …bajo su autoría, efectivamente, Dr… Dr. S. E.: …Espinoza, Salomón Espinoza. P. M.: Judío, viste. No me sorprende. Dr. S. E.: En aquella ficción, señor Menard, usted habla de su muerte… creímos que había muerto en verdad. P. M.: ¡Metafóricamente, pibe Espinoza, metafóricamente! olvidás que soy Simbolista… Dr. S. E.: Háblenos de Borges, señor Menard. P. M.: Mirá, Cervantes para escribir el ―Quijote‖, inventó a Hamete, pero sin éste, el mismo Cervantes no existiría. Yo necesitaba de algún modo sustentar mi teoría, así que inventé a Borges. Ahora existe una vasta literatura escrita por él, pero es sólo casual que no se haya encontrado hasta ahora nada escrito por Hamete… Yo tenía la escritura, pero me faltaba un personaje que fuera la reescritura de Alonso Quijano, es decir un personajelector, que representara él mismo a todos los lectores. Dr. S. E.: …entonces Borges es un loco, Maestro… P. M.: No. La locura en el siglo XVI era casi admirable. Hoy sería simplemente terquedad. Para Quijano, contemporáneo de Rotterdam, es fácil volverse loco, o hacerse pasar por loco. El mérito de Borges consiste en permanecer cuerdo, a pesar de sus conocidos excesos. Dr. S. E.: …Borges es un ciego, metafóricamente… P. M.: Es un ciego, sí, un deslumbrado digamos. Sus libros de Caballerías son la filosofía idealista del siglo XVII y la antigua literatura nórdica… bien, tenemos a este personaje que a fuerza de leer libros ha enloquecido… locura filosófica, podemos llamarle, y se hace armar, simbólicamente, con el arma de las letras. Se hace armar escritor, y sale en busca

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Dr. Salomón Espinoza M.

de aventuras a la Pampa argentina, que evidentemente no existe más que en su imaginación, ya que Borges es un hombre del siglo XX. Dr. S. E.: …Cervantes le daba más importancia a las armas que a las letras, pero las armas que Don Quijote considera más importantes que las letras son también letras… P. M.: Nietzche hubiera optado por las armas… […]

Segunda Parte: Dr. Salomón Espinoza: Está escribiendo algo, Maestro… Pierre Menard: No lo preguntás, según veo. ¿En qué pensás? Dr. S. E.: …algo sobre la Argentina, sobre la Pampa… ¿el “Martín Fierro”, quizás? P. M.: ¡Sos listo, pibe Espinoza! Dr. S. E.: ¿El “Martín Fierro” escrito por Pierre Menard, acaso? P. M.: Algo mejor… Dr. S. E.: ¿„Jorge Luis Borges, autor del “Martin Fierro”‟? (Una ligera sonrisa sobre el rostro confirma su reticencia y mis sospechas, pero me incapacita para dar a las prensas un dato concluyente. Si esto es verdad, ya podemos adelantar lo que viene: Menard deberá pues, identificarse totalmente con Borges. Hasta aquí la parte sencilla. Luego, leerá el “Quijote” en inglés, las sagas nórdicas, el Eclesiastés. Deberá olvidar todo Freud y atender una Biblioteca (preferentemente la Nacional Argentina) con los ojos vendados. Se casará una vez para exigir el divorcio al término de una semana (esto es muy importante). Finalmente, ya como Borges, buscará identificarse totalmente con el autor del Martín Fierro y dominando el lunfardo del siglo XIX, recorrerá la Pampa como un proscrito. También habrá de imaginar el brillo de un puñal a la luz de la luna…) […] P. M.: ¡Ciertamente, tengo ya escritas algunas líneas! Dr. S. E.: Previsiblemente, señor Menard… P. M.: ¿Querés escuchar eh? Dr. S. E.: Sería un gran honor. P. M.: Mirá esta, del capítulo segundo, la estrofa número tres:

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Jorge Luis Borges, autor del Martín Fierro

"Viene el hombre ciego al mundo, curtiándoló la esperanza, y a poco andar ya lo alcanzan las desgracias a empujones; ¡la pucha, que trae liciones el tiempo con sus mudanzas!" Dr. S. E.: Muy impresionante. P. M.: A que sí. Y faltá lo mejor. Mirá esta del canto número treinta: "El tiempo sólo es tardanza de lo que está por venir; no tuvo nunca un principio ni jamás acabará, porque el tiempo es una rueda, y la rueda es eternidá; y si el hombre lo divide sólo lo hace, en mi sentir, por saber lo que ha vivido o le resta que vivir." Dr. S. E.: Absolutamente borgiano, sin duda, Maestro. ¿Podría yo quizá, remotamente, echar una ojeada al resto del documento? ¿Me lo permite usted? P. M.: No, no podés… Dr. S. E.: Está… P. M.: Está extraviado. Irremediablemente. Lo perdí jugando al truco con un traficante de alfombras siciliano… […] Córdoba, Argentina. 1940.

* El Doctor Espinoza es judío y estudió en España. Odia a Borges y le gustaría destruirlo.

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A EMIL M. C.: EL ÚLTIMO AMIGO DESCONOCIDO Posada La Mariquinta Alfaro 12, Zona Centro, Xalapa, Veracruz. C.P. 9100 México, 23 de septiembre de 2011 Estimado amigo: Soñé que estaba muerto, cómo quería que lo supieras, que me dijeras que de todos modos todo está perdido, tras una taza de café en una charla como la tiene todo el mundo, y no como lo hacíamos cada jueves al recibir el correo, donde terminábamos no diciendo nada. Nunca lo entendí y temo que no pueda descubrirlo. Descubrir nuestra incapacidad de sonreír, nuestra infelicidad, esta falsa negación a aceptar que todo está bien, pero no; a penas puedo entender un poco de toda esta telaraña, donde creí ingenuamente que podría dejar a medio mundo que me llamara comúnmente un confidente, un amigo, cuando no tengo ni la capacidad ni el coraje para soportarlo. Alimenté mi ego con absurdos de encontrarnos cierto día por casualidad, para terminar cediendo al vacío de la evasión, de no soportarnos un instante más. A principios de agosto volví a soñar, soñé que estabas muerto, ya no había tiempo, dejé de hacer todo, fue entonces que comencé a escribirte, con una manía casi incomprensible donde no culpo a nadie, pues siempre se quiere por todos los medios escribir, forzar la pluma a que realice su labor, exigirle que no pare, esta vez no es diferente, me he visto obligado a escribirte unas cuantas líneas, para desempolvar antiguos recuerdos que nadie conoce, re-vivir ocasiones que ya no conozco o no pasaron nunca y volver a esa estación invernal de hace años, donde ya no regresaste escrito alguno, donde se acabó una época de extensa lucidez. ¿Cuántos pasaron? No lo sé, pero alrededor de estos años, llegó el hastío, el vacío y el silencio que una noche lo llamé insomnio masoquista, en instantes, bello y grotesco, otras necia y pervertida, que trajeron al papel ese acto caníbal de tu figura nauseabunda y caricaturesca del último correo. Después, simplemente desapareciste, no dejaste rastro alguno, no supe a dónde fuiste, desapareciste del mundo cual mosca dentro de una botella que quiere salir de ella, sin saber que ni e l

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A Emil M. C.: El último amigo desconocido

mundo ni la botella existieron, mendigando sentido en tu asco representado con toda las letras, la mañana siguiente. Aún recuerdo la correspondencia que tuvimos por años, donde no podía entender cómo refutabas mis escritos estando tan lejos, cuándo los corregías y cómo te divertías arrojándolos al piso cuando no tenía lo que esperabas, cuando te parecían fatales e incrédulo, pensaba que me devolverías alguna nota, pero no, ese no es tu estilo, nada podría aliviarte la pereza, la indiferencia, la sobriedad insatisfecha, del hastío de los días, del asco de tener un cuerpo, del sólo hecho de respirar, de un apretón de manos. Ahora, después de tanto tiempo puedo decirlo, con los gramos de humanidad que aún conservo, lamento no sentir el mismo asco y tener que aislarme en pensamientos voraces de un caos interminable. Envuelto en sombras espero, apacible, ser el último sobreviviente del fin del mundo. Hace un minuto todavía creía en algo, ahora sólo observo un abismo, aunque siempre he sido un pesimista que no espera nada, espero que devuelvas alguna nota. ¿Puede imaginarse algo más risible y absurdo, ponerme a escribir o estudiar la música del universo y repasar notas que calmarán mis instintos maniáticos de volverlo todo un caos, notas que podrían mantenerme torpemente extasiado, quizá, pero no? Por eso dejé la música, lo mismo sucedió con la fotografía, con la filosofía, la pintura, con la literatura, el cine, dejarlo todo por un absurdo de no soportar la sola idea de verme dando vuelta a las páginas de un libro o la pluma deslizándose por los bordes de la hoja. ¡Qué absurdo! ¡Qué malestar! Cada que me pedías que te mandara pedazos de lo que acababa de escribir, discretamente tocaba mi arma que habitaba ilegalmente debajo de mi almohada, por si me decidía lentamente a plasmar en las hojas los monstruos que no me permitían el sueño. Por ello, aprendí a no dormir, las noches se convirtieron en una forma de pasatiempo primitivo, siempre en vela dibujando sobre las paredes el hilo que me había llevado hasta tu presencia, pero no lograba recordar en qué momento comenzamos a escribirnos. Me imaginaba cada que te llegaban mis cartas, me imaginaba cómo las mirabas miserablemente, refugiado en un oscuro rincón, donde no había nada que decir, sólo supuestos de arranques de lucidez que nunca decían nada, pero tú dejaste de escribirme y así pasaron unos cuantos años. Ahora que yo te escribo, recuerdo nuestra última conversación de postal. Con un toque malicioso, salí en busca de un asiento a la intemperie en una madrugada

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J. M. Falamaro

caminando a media luz sobre la calle desierta; sin un lugar adónde ir, abrí intempestivamente tu carta que en frases pausadas en las primeras líneas escribiste: ―Estoy cansado. Cansado de tu soberbia actitud, de tus jueves infames, de la melancolía, de la suerte que nunca te sonríe… No puedo ayudarte. No comprendo la soledad que me abruma. Me voy. Quiero salvarme de ti, de los despojos de la memoria‖. Una larga pausa en blanco y arremetiste contra mi rectitud de la mentira, de la ilusión de los hábitos. ―Quizá te vuelva a encontrar. Regresaré tal vez cuando puedas declararte realmente culpable de todas tus insatisfacciones del mundo‖ y terminaste con un adiós. Después un espacio blanco interminable. Recuerdas ese evento Emil, todo aquello que no entendía hasta esta mañana, cuando descubrí que soy culpable por seguir con vida; culpable de mi propia muerte; culpable de todas las miserias del mundo; de todas las desgracias, de la pobreza, del hambre, de las guerras; culpable del silencio de Dios, de la cotidianidad, de la libertad, de la expansión del universo, de la paz, de la soledad… ¡Sí! ¡Culpable! Dispuesto a pagar por todos los crímenes, sin embargo, tan sólo de una cosa no soy culpable: de no haberme hecho la pregunta precisa. Es lo que en alguna ocasión me planteaste Emil: ―No se te ha hecho la pregunta adecuada, Joaquín‖. Me cuestionaste en tu última carta de finales de junio y, debo confesarlo, no he encontrado una respuesta adecuada a tu pregunta después de tanto tiempo. Una respuesta que debería ser tan sencilla como cuando se me cuestiona sobre mis vicios o mis alucinaciones, dado que es más sencillo responder a preguntas que te hace un amigo, un hermano, un conocido, un autor cualquiera que sea, precisamente porque carecen de sentido, porque… ¿qué importa si hace frío, o si va a llover, o mi estado actual de ánimo debido a los huracanes tempestivos por la furia de la Estulticia? Es algo que no se discute, quizá por eso me es más conveniente cuando se pone un pie fuera de casa, donde hay respuesta para todo, pero nada de esto resulta válido, pues no encuentro cómo responder a tu pregunta. Debo confesarlo: me conmovió la forma como planteaste esta cuestión en tu última carta Emil, de no volverme a contactar si no te enviaba una respuesta convincente a la pregunta precisa de ¿cómo vivir? ¿Cómo existir? ¿Por qué no suicidarse? ¿O si la vida vale o no vale la pena ser vivida? Cuál es la pregunta adecuada, y lo digo así porque el lunes traté de responderla y me di cuenta que la respuesta era sólo para el lunes… para el jueves será otra, aún cuando se esté hablando de la misma situación. ¿A dónde lleva

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A Emil M. C.: El último amigo desconocido

todo eso? Puedo entonces responder de la misma manera, hoy que es martes, por ejemplo, te digo que se me ha hecho la pregunta, respondo que las calles lucen solitarias, que no hay voces, no hay nadie a estas horas de la noche, que es soportable, pero mañana a la misma hora o el jueves diré que es soportable el frío de la noche, y el sábado, a esa hora habitual, la noche me será insoportable, la sola idea de encontrarme en medio de esta calle solitaria y fría ¡será insoportable! ¿Qué significa entonces mi respuesta? Las respuestas sobre una misma situación, de la cual depende mi estado de ánimo donde todo parece cambiar, donde todo fluye y nada es igual. Nada queda visiblemente detrás del pasado. ¿Quién fui entonces hace tres días? ¿Fui otro alguien o ahora soy alguien más? No entiendo qué es lo que pasa. Ya no siento transcurrir el reloj, el espacio… ¿Cómo se llega a una conclusión? Quizá no hay respuesta… o la hay y se perdió en el confín del tiempo. Sin respuesta. De pronto me siento tan sólo como Dios, donde nuestras soledades se complementan, nos reímos juntos; nos ahogamos en nuestras miserias; nos burlamos del mundo; de tu pregunta, Emil; de la insatisfacción que no nos lleva a ninguna parte… pero tú exiges que responda. Ésta es mi respuesta: ―no lo sé‖. Tal vez me equivoqué y he forzado a la pluma a otro sin sentido, pero a mi modo he encontrado el hartazgo que me satisface, la vanidad y el deseo de la locura que viene en una empresa ociosa, esperando que lleguen a tus manos estas líneas, de las cuales me imagino cómo caen al piso, provocando una burla cínica, pidiendo que se las devoren los gusanos, mientras escribes al correr de la pluma: ―Joaquín, eres tan falso. Sigues cometiendo los mismos errores en cada respuesta, y no conforme con ello, te atreves a responder como un inválido sin alas, ausente de sentido, dudando de todo, viviendo allá afuera como si estuvieras derrotado por lo que nunca llegarás a conocer‖. Anoche soñé que estábamos vivos, ¿puedes imaginarlo?, cómo una mañana de septiembre recibías mi carta y cómo tristemente las desechabas en el vacío del bote de basura, como si supieras de ante mano la falta de imaginación de un tal Joaquín, quien ha anticipado este episodio y, como un acto de compensación, redacta su última respuesta. Sabe que éstas son las últimas líneas que escribiría, mientras la carta cae en el vacío, en el olvido al que pertenece por herencia. Así lo soñé. Imagina: perdidos en el confín del mundo, sabiendo que ni la muerte ni la vida existen, donde ni la realidad ni los sueños importan, tan sólo vamos rodeando poco a poco el borde de un abismo, mientras respiramos

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J. M. Falamaro

hondamente al borde por donde pasan con sus aleteos las almas que nos sujetan, como este intento de apresar un último instante voraz, casi caníbal, de volver a retomar una charla donde no se tolerará nada ni a nadie. Inevitablemente es posible que la carta no llegue a su destino, ya que la he repetido cientos de veces, enviándolas al naufragio, al destinatario del cual no sabría si sigue con vida o si hace tiempo partió, o si es huésped de algún sanatorio, cantina tal vez, o tirado en la calle. O si vivirá en el mismo lugar… Ya hace tiempo que mandé la primera carta, fechada el 20 de junio de 1995, y esta noche mando otra con fecha del 23 de septiembre del 2011. Envíos que tal vez se pierden o son recibidos y tirados al cesto de la basura. Tantas respuestas desvaneciéndose, pues quizá no es la correcta. Se me ha hecho la pregunta adecuada, pero no sé si es la respuesta indicada…

Joaquín. M. Falamaro

P.D. Esta carta puede que llegue a su destino, temblando en la incertidumbre, pretendiendo llegar a quien va dirigida, pero temo que no sea recibida. Si has abierto esta pequeña epístola con un leve rasgo y sólo existiendo usted, estimado lector o estimada lectora, reclamo mi derecho a que no se me tome a mal, sin embargo, en el momento en que llegue a su manos, prefiero que me devuelva intacto mi correo, mi dirección va impresa, mi nombre, código postal…, únicamente eso exijo, aunque si prefiere no regresarlo, lo mismo da. Me despido. Adiós

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Julio, 2011 Para mis alumnos de 6to. semestre, generación 2011: Hoy quiero agradecer tu presencia. Hoy quiero agradecer lo que ya no será mañana, porque te habrás marchado, porque otro será tu camino. No sé si volvamos a coincidir. Las leyes de la naturaleza podrán ser sabias, pero también son misteriosas. Simplemente piensa en esto: ¿No te parece increíble haber coincidido en esta vida? Dice la letra de una canción: ―…tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir‖. Coincidir hoy. Coincidir en este lugar. Justo aquí y no en otro lado. Justo ahora y no en otro tiempo. Justo con estas personas y no con alguien más. Es por eso que hoy quiero desearte un par de cosas: Te deseo que te enamores y mucho. Que te rompan el corazón, pero sólo un poquito. Te deseo que logres sólo algunos de tus sueños y que tengas a tu alrededor a mucha gente con quien celebrar tus logros. Porque ningún éxito sabe igual si estás solo(a). Te deseo que si no logras algunas de tus metas, saborees el fracaso, pero que sólo te sirva para aprender de tus errores, no para estancarte en ellos. Te deseo que conozcas un poco la traición, sólo para valorar más la verdadera amistad, el verdadero olor de la compañía. Te deseo que recuerdes sólo lo bello de tu infancia y que agradezcas siempre lo sucedido. Te deseo que no te reproches nunca por las equivocaciones y te deseo que seas tolerante con las de los demás, porque sólo así conocerás el perdón, no nada más hacia los otros, también el perdón a ti mismo(a). Te deseo que alcances sólo el éxito que mereces, pero si el universo se encapricha en darte aún más, entonces te deseo que sepas agradecerlo y que vivas ese éxito con humildad.

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Anaid Vallejo Orduña

Te deseo que conozcas el orgullo, pero nunca la soberbia. Te deseo que atesores riquezas para que sepas apreciarlas en la pobreza. Te deseo que aprendas a callar cuando sea pertinente, pero que no ahogues en silencio la paciencia de quien espera una palabra tuya. Te deseo que conozcas a alguien con quien puedas compartir tu existencia, que sea testigo de tu paso por la vida, pero no que te pierdas en esa persona, que te abandones por él o ella. Te deseo que prosperes lo suficiente para brindarle a otro la oportunidad que tú tuviste, incluso para conocer la benevolencia de brindar aquello que te fue negado. Te deseo que trasciendas en este mundo, que dejes huella de tu existir y que otros te recuerden con gracia el día que no estés. Te deseo todo esto porque conmigo el universo se ha encaprichado en darme más de lo que creo merecer y porque lamentaré algunas cosas que me provocaron o me siguen causando dolor, pero nunca las cambiaría, pues esas razones me trajeron hasta ti. Y si es así, entonces, que un millón de veces me vuelva a doler, que un millón de veces me rompan el corazón, que un millón de veces viva lo vivido, si cada una de esas veces me lleva a conocerte, me lleva a mirarte una vez más, me lleva hasta ti.

Sinceramente, tu profesora Anaid.

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Querido: Me marcho. Ya no puedo más. Sé que dije que lo intentaría y lo intenté, pero no consigo hacerme a la idea. Después de todos estos años no soporto esos encuentros. Me pongo colérica cada vez que pienso en ellas, en lo jóvenes que deben ser, radiantes, bellas… ingenuas. Pienso que probablemente vean en ti lo que yo vi hace unos años. Eras tan enigmático, tan misterioso, con ese sentido bohemio de ver la vida, fingiendo siempre serenidad. Y ahora… ahora eres igual. La única a la que le pasa el tiempo encima es a mí. Pero yo conozco a esas mujeres que se enamoran de ti cada tarde. Mujeres histéricas, soñadoras compulsivas, que intentan ser simpáticas para seducirte; talentosas, pero que en su intento de llamar tu atención, se vuelven patéticas. Sabes que te amo, pero la mujer de la que te enamoraste y a la que conquistaste sin el menor esfuerzo hace 20 años, ya no existe. En su lugar vive una mujer envuelta en la monotonía de esta casa que vio desaparecer sus anhelos, conforme también desaparecía su juventud; que siente escalofrío cuando ve que le regalas un nuevo libro para compensar lo que tú llamas ―un error‖. Intenté ser la misma, pero lo único que conseguí fue quedarme con la mala costumbre de complacerte, de buscar en tu mirada un poco de aprobación, de consolarme cuando sonreías a medias. Me pregunto si todavía me amas, quizá hubiera sido mejor dejar intacto nuestro romance, sin complicarnos con esta idea de la vida juntos. Pero ya pasaron los años y ahora he decidido que si bien no puedo regresar en el tiempo, utilizaré el tiempo a mi favor. Por eso me voy. Sé que no recuperaré las ilusiones ni los proyectos, pero algunos otros deberán venir. También sé que me he deteriorado y que el mundo no es el mismo que cuando lo dejé por ti. No te mentiré, tengo temor. Y recuerdo que dejé de sentir esa sensación de miedo cuando te conocí. Pude sentir incertidumbre, duda, pero nunca miedo. A tu lado

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Anaid Vallejo Orduña

desaparecieron tantas cosas que ahora no sé si deba o pueda enfrentar. A quién engaño. Dicen que la costumbre siempre gana al final. Olvida todo. Fui al supermercado por algunas cosas que faltaban de la despensa, sobre todo el café. Alicia llamó para cancelar su clase. Beatriz dijo que venía a las 8 por la cámara. Y la nueva amiga de tu hermana preguntó a qué hora llegabas. Le dije que no sabía. Ya tú sabrás si le hablas.

Con cariño, Diana.

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San Francisco Shaxni, Estado de México, a 1 de enero de 2011

Queridos Reyes Magos: Sé que ya han pasado más de diez años en los que no les he escrito. He de confesar que la culpa no es del todo mía, sino de ustedes, por permitir que mis padres creyeran que era su deber civil el usurpar su lugar. Admito que ellos tuvieron algunos aciertos, como aquella primera bicicleta con ruedas naranjas que mis progenitores, aprovechados, regalaron sin considerar mi opinión, porque los niños no piensan siempre con cordura. Tal vez hasta la vendieron y ni siquiera recibí una mínima compensación monetaria. Otro acierto afortunado en su mal habida empresa de engaño y falsas ilusiones fue aquel juego de mesa en el que tenía que colocar 30 piezas amarillas sobre un tablero con ranuras de diferentes formas, marca MB. Tenía sólo un minuto para colocar los figurines en su respectivo lugar antes de que brincara el aparato, desordenándolo todo. Únicamente un día funcionó y nunca más pude volver a jugar con él, acabándose gran parte de mi infancia en esas primeras frustraciones. Y es que, de haberlo sabido antes, no me habría construido tantas ilusiones con regalos cimentados en la mentira. Pese a ello y a los traumas que sus descuidos han causado en cientos de niños, aquí estoy, intentando escribirles directamente sin intermediarios, ni falsas direcciones postales o correos electrónicos, con la seguridad de que, en esta ocasión, no me negarán el deseo que únicamente la magia puede cumplir. Ésta es su oportunidad para resarcir su falta y no es necesario mencionar que una respuesta desfavorable, me obligaría a levantar una demanda contra ustedes en la CNDH por daños espirituales, por llevarse mi inocencia de la manera más ruin y, claro, me iré, sin dudarlo un segundo, con la competencia. No se tomen mis palabras como una amenaza, pero en caso de que no se me conceda mi petición, no tendré más opción que boicotear sus planes, si es que los tienen, y acudir con el Santo Clos, con la bruja de los juguetes, con el ratón de los dientes, con el conejo de pascua o, peor aún, con una entidad más poderosa que cualquiera: el niño Dios. Que por cierto, este último no dudará ni un segundo en mandarles a sus guardaespaldas, pues es bien sabido que desde que ustedes le regalaron aquel año de su nacimiento, incienso, oro y mirra, nunca más lo volvieron a visitar. Ni siquiera se dignaron en mandarle una postal de buenos deseos cada Navidad. Digo, acá entre nos, eso de jugar

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Karina Posadas Torrijos

con los sueños infantiles molesta a cualquiera. En fin, no alargaré más el asunto. El regalo que les pediré es sencillo de conceder, al fin ustedes son magos y la excusa de que hay millones de niños en el mundo, ya no se las creo, porque siguen habiendo pequeños en las calles que tienen que mendigar por un pedazo de pan y ustedes, nada más no hacen nada. No. No pediré paz mundial ni que la hambruna del planeta termine. Confieso que mis fines se inclinan al egoísmo total. Y es que, desde hace unos años, nadie me cree que exista. Cada amigo, compañero y persona cualquiera piensan que mis trastornos no me permiten ver con claridad las cosas, pero es que es verdad lo que les digo. El otro día, platicando con un amigo, colega y escritor, cuyas demencias van más allá de las que yo pudiera poseer, me preguntó sobre quién es mi verdadero amigo. Al escuchar mi respuesta, me miró con sospecha y soltó una carcajada. No me creía que mi mejor amigo es el pegaso color negro y con cuerno de unicornio que me acompaña a todas partes. Traté de explicarle que está aquí en todo momento, que a veces se burla de sus comentarios, y otros, recoge mis lágrimas para guardarlas en un frasquito, por si se me llegan a terminar. Me importa un bledo lo que piensen los demás, pero no he de negar que eso de tener la razón, aunque sea una vez en la vida, levanta el ánimo y la egolatría, que dicho sea de paso: en dosis pequeñas, es buena… Pero una dosis mayor, siempre resulta más recomendable, por aquello de que algún otro aditamento podría disminuir el efecto deseado. En fin, ya lo he charlado con Marlon, mi unicornio, y queremos que nos den alguna pócima, sabor frutas del bosque, para la visibilidad, cuyo efecto no dure más de una hora, pues Marlon aprecia mucho el pasar desapercibido y el no ser hostigado con preguntas incómodas e insistentes. Marlon dice, que sería agradable que tuvieran un detalle con él y, junto a mi regalo, viniera ―una de’sas manzanas azules sabor invierno de donde ustedes ya saben‖. Agradezco de antemano su atención. Espero mi regalo a primera hora el 6 de enero y ¡feliz año nuevo! Karina Posadas Torrijos PD. Si llegara el 6 de enero y mi regalo no apareciera a un lado del nacimiento, no tendré consideración alguna en gritar a los cuatro vientos, que ustedes no existen. Sé, de buena fuente, que cuando un corazón inocente dice estas palabras, un rey mago deja de existir.

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Dulce mujer, quiero decirle… 28 de septiembre de 2011 Donde Únicamente Los Cosmos Estuvieron Tendrán Espacio los Que Únicamente Iniciaron El Ruego Ominoso

Sí, te busqué en personas que nada tenían que ver contigo, para que al final de cuentas terminara en la más completa negación de tu realidad hasta ese entonces desconocida. Sí, te busque en objetos que me hacían sentir bien puesto que me permitían olvidar mi ínfima soledad. Creía que si no te encontraba empezaría a desaparecer –a no-existir. Te busqué años enteros y sólo te escondías para no dejarte atrapar como la palabra dulce que eres y que sigues siendo hasta estos momentos. Cuando descubría que no estabas donde yo creía que tendrías que estar me asaltaba un dolor inmenso causado por la lejanía y el conocimiento de saberte existente, mas no presente, y hasta casi desconocida. Estabas en las notas de un violín, en el violín completo, la última vez que creí encontrarte, pero más tarde me di cuenta que ni en aquellos sonidos estabas en tu completud, todo se trataba de una sombra de ti, sólo eso. Comprendí que quizá aún no era el tiempo para estar contigo y que por ello nunca estabas donde creía que deberías o pudieras estar. Sabía entonces que tendría que buscarte por un tiempo más o, en su defecto, dejar que me encontraras, cosa que veía imposible debido a mi naturaleza vagabunda. Pero sucedió. Decidí quedarme mucho tiempo en un lugar, en un tiempo y espacio para que así, cuando tú lo decidieras, pudieras hallarme sin mayor problema. Esto último funcionó, porque en el momento menos inesperado apareciste en tu forma material, pero cargando cierto rasgo etéreo en tus muy adentros. Pude entender que eras tú la causa final de una espera tan larga. Cuando te supe existente, empecé a guardar distancia, te veía capturada en una forma limitada. Comencé a quererte en silencio y en secreto. Eres tú la palabra sin palabras, incapturable, siempre incapturable.

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José J. González

Por ningún motivo quise transgredir tu espacio, aunque me muriera de ansias por ser verbo en tu oración y tú complemento de este espíritu al que hemos llamado predicado, por no tener otro nombre con que nominalizarlo. Trataba de alejarme y estar cerca porque tenía miedo que te volvieras a ir, que te marcharas sin explicación. Dejé que tú misma intuyeras mis intenciones, que te dieras cuenta de lo que quería y sigo queriendo para y contigo. Te escribí poemas con los mismos elementos que te conforman, los guardé y tiempo después los perdí, cuando sentía que te hacías invisible para emigrar a otros sitios. No tuve otra opción más que alejarme por propia voluntad y así evitar que te escondieras en lenguajes arcanos y secretos hasta para el cosmos. Fingía prestar atención a mi entorno, pero no te engaño, mi atención estaba centrada en ti. Hubo un momento en que te hice creer que te dejaría en paz, pero no. ¿Cómo uno puede dejar fácilmente lo que ha encontrado si hace mucho lo buscaba? Me alejé, pero como me di cuenta que no era lo mismo el alejamiento después de haberte encontrado y apreciado, decidí regresar. Entonces buscaba algún pretexto para estar allí, a tu lado. Caminaba y cuando te encontraba fingía sorpresa, porque en realidad trataba de verte intencionalmente. Sí, aún recuerdo ese primer contacto contigo —que no fue hace mucho—. Yo te sentía desde antes que te tuviera en mis manos. Aquel día no quería soltarte, te quería cerca de mí después de verte mucho tiempo distante. Tú lo recuerdas, empecé jugando con tus manos y poco a poco me iba acercando a ti hasta concluir por tenerte tomada de la cintura. Te pude sentir suave, frágil, dulce. Lo demás, tú ya lo sabes. Ocurrió que nos dimos cuenta que este lugar no es para nosotros, que le pertenecía a todos menos a nosotros. En una segunda carta te escribí: Tienes razón, nosotros no pertenecemos a este mundo, eso lo he sabido desde siempre, desde que yo fui yo y desde que tú eres tú. Te pediría que emigremos a otro tiempo, a otro espacio, a un tiempo-espacio que sólo nos pudiera pertenecer a nosotros, sólo a los dos y a nadie más, un lugar donde no exista alguien o algo que nos limite y juzgue por nuestras conductas, nuestros modos, nuestra forma de pensar y de expresarnos, un lugar como el que sólo puede ser encontrado en el interior sería el perfecto para los dos. Un lugar como ese sería el ideal para llevar una vida.

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Dulce mujer, quiero decirle...

Me costó mucho trabajo encontrarte como eres y ahora que lo he hecho, quiero ser y estar contigo. Ser, como tú dices, ese pronombre único que ser forma por la unión de los nuestros. He comenzado a quererte desde antes que tú lo supieras. A quererte en secreto y silenciosamente. Deseo cuidarte y protegerte de todo lo humano. Deseo amarte como la palabra indefinible que me ha hecho buscarte. Pero lo que más me gustaría es que permanecieras conmigo.

Con mucho más que decir pero sin las palabras con que hacerlo, me despido. Buena Tarde.

José. J. González

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La GalerĂ­a


La Galería ―Mujer con vestido‖ José Jesús González* Tamaño: 12 x 20cm. Técnica: Pastel sobre fabriano Pintor llevaba varios días sin poder dormir. Eso no era extraño en él, pero ya eran muchas las noches que no podía cerrar los ojos. Se levantó de la cama y deambuló por su habitación. Miró los libro y sus pinceles y se preguntó cómo se sentirían las cosas. Comenzó a tocar todo. Acariciaba minuciosamente cada uno de esos cuerpos que le entregaban, por primera vez, su inocencia. Terminó en la regadera. Ahora quería saber cómo se sentía el agua. Encontrarle una definición. Las manos no le bastaban, así que se fue despojando de todo aquello que no le permitía ser dueño de su piel. Cerró los ojos y dejó que cada gota resbalara por su cuerpo. Sintió entonces una mano que subía por su pecho. Miró de un golpe y ahí estaba ella, diciéndole todo lo que quería de él sin hacer un sólo gesto. Pintor no tardó mucho en comprender su lenguaje. Regresó a su estudio y comenzó a trazar el rojo.

* Ocupación: Escritor y pintor incomprendido. Gustos: No tiene porque odia al mundo.

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La pluma en la piedra

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