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Inflación: La lucha continua ¿Fue un accidente?
from 15-07-2023
Lo que escribo no es accidental. No lo guía el azar, el destino o la suerte. Hay motivaciones, fundamentos, explicaciones tras esto, tal como cuando conductores deciden subirse a realizar una tarea compleja, de alta precisión, drogados, sobre una máquina de varias toneladas -automóviles- a velocidades que fácilmente pueden exceder los límites que como sociedad (nos) hemos definido. ¿Conducir alcoholizado y/o a exceso de velocidad produciendo muerte debemos considerarlo a priori como un “accidente”?
Según nuestra cultura, sí: debemos considerarlo accidental.
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En el caso del siniestro vial en que murió José Alarcón Tamayo Q.E.P.D. (43 años) quien esperaba locomoción para ir a trabajar, en un paradero del cruce La Obra a eso de las 5:00 AM del 29 de diciembre en la J-65, nunca podremos saber si fue un “accidente”, un “azar”, un “destino”. Podremos tener pistas, claro, veamos dos. La primera es la veloz fuga sin prestar auxilio a la víctima. La segunda es haber escapado al grácil y raudo accionar de la justicia durante 2 años. A ese comportamiento, a ese escape, a esa deshumanizada y consciente acción, como sociedad, le asignaremos una sanción de libertad muy intensamente vigilada. Como no tenemos recursos para esa muy intensa vigilancia a lo más habrá alguna firma en un libro. Sí, menos que una cuarentena en pandemia. Fue más alta la prisión preventiva, previa a ser sancionado. Ese veredicto -que puede ser muy justo según el manual- tampoco es accidental. ¿Quién redactó el manual?
¿Dónde se redacta ese manual?
La Región del Maule es una de las más inseguras del país. No me refiero a la delincuencia en donde encabezamos la estadística nacional de regiones seguras, sino a la de accidentabilidad y siniestros, donde somos la segunda región con más siniestros viales y la primera -sí, dije primera- en cuanto a muertes en siniestros viales. Ambos datos, de delincuencia y siniestralidad, tienen como fuente a Carabineros, el primero entregado en sesión de concejo municipal (hay video) y el segundo fue incluso portada de este diario (hay papel). ¿Serán estas cifras también “accidentes”?
Llevemos la memoria a unos días atrás. En la última catástrofe climática -donde perdimos nuevamente a Licantén- hubo dos víctimas fatales. Ese mismo fin de semana, solo en unas horas, perdimos una decena de personas, de vidas, de sueños y anhelos, de historias individuales e infinitas, en siniestros viales en el Maule. ¿Parecemos siquiera preocupados como sociedad por esto? ¿Es accidental esa desafección? No, no lo es. ¿Por qué no hacemos nada? Porque como sociedad hemos normalizado la muerte en el tránsito. Si no fuese así, quienes redactan esos manuales -leyes- serían inflexibles, tan inflexibles como sí lo son para otros casos. Casos que muy improbablemente les afectarán, por cierto. En el juego del tránsito -usando el canon de Huizinga y su Homo Ludens- todos somos potenciales asesinos. Podemos matar. No es interpretativo ni antojadizo: esos 2.000 muertos anuales -únicamente en Chile- son la evidencia concreta de ese potencial. Entenderemos entonces que no podemos ser tan duros, tan inflexibles, tan implacables. En este marco se nos ocurrió autorizar el uso de polarizados, la eliminación de facto del control psicotécnico renovando licencias y ahora se nos ocurre aumentar el límite de velocidad urbano (60km/h). Esto no es un accidente, es un paradigma. Por lo pronto, hagamos valer la voz autorizada de la SIAT, que a diario debe lidiar con esta desidia. Reconozcamos su tarea de investigación, fuente de evidencia para distinguir si un “siniestro vial” pudo ser considerado (o no) como un azar, un destino… un “accidente”.
El dato de inflación para el mes de junio ha generado expectativas de una reducción significativa en la Tasa de Política Monetaria (TPM). Si a eso le sumamos las declaraciones de una consejera que señaló que el piso de la reducción en la TPM debiera ser de 50pb e “incluso es posible que algo más”, claro, hay material para ilusionarse. Sin embargo, a renglón seguido, otro consejero matizó esos dichos señalando que no representaban la visión del consejo. Bueno, bienvenidas las discrepancias, aunque lo óptimo, creo yo, es que el debate se dé siempre al interior de esta respetada institución.
Con todo, hay elementos que debemos relevar para poner paños fríos a las expectativas respecto de lo que sucederá en la próxima reunión de política monetaria. El primero guarda relación con el mandato del Banco Central; su objetivo es velar por la estabilidad de precios, más allá de lo deteriorada que parezca la actividad económica (en términos coyunturales y estructurales). Por lo tanto, al momento de determinar la magnitud de la baja en la TPM el ente rector mirará los indicadores de inflación. Eso nos lleva al segundo elemento: las medidas de inflación. Si bien la medida general de IPC se encuentra en 7,6% (empezamos el año con 12,3%), las medidas subyacentes han experimentado caídas más moderadas. Por ejemplo, la inflación sin volátiles se ubica hoy en 9,1% solo 1,5 puntos porcentuales inferior a lo que estaba en enero. En el mismo período, la inflación sin alimentos y energía se ha reducido en 1,7 pp. Es decir, las presiones inflacionarias han retrocedido, pero aún están ahí, y un shock podría reactivarlas.
Así las cosas, una rebaja muy pronunciada en la TPM podría dejar expuesto al Banco Central frente a un cambio en las condiciones (principalmente externas), y, por ende, obligarle a reconocer un paso en falso, tal vez retrocediendo en su andar al poco tiempo. Parece más razonable iniciar un proceso de normalización monetaria con una reducción de la TPM de 25/50 pb; luego, en la medida que las presiones inflacionarias continúen cediendo se podría tal vez apurar el tranco.
Puede que las ansias de reducir la tasa de manera más agresiva pase por una preocupación por el crecimiento. Al respecto, señalar dos puntos. Primero, la política monetaria actúa con rezago sobre la actividad económica, por lo tanto, lo que pase en julio afectará a la economía un par de trimestres más adelante. Las proyecciones de crecimiento apuntan a una leve caída para este año, y es muy difícil zafar de eso, más allá de lo que haga el ente rector. En segundo lugar, recordar que la principal contribución que puede hacer un banco central al crecimiento de un país es mantener la inflación baja y estable, lo que a su vez permitirá mantener tasas de interés bajas y estables. Lo que Chile necesita para reactivar su alicaído desempeño tendencial no pasa por caídas abruptas en la TPM, lo que no solo sería inocuo, sino que, peor aún, pondría en peligro los trabajados logros conseguidos hasta ahora en materia inflacionaria.
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